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Llega el verano y todos notamos ese ascenso de temperaturas característico de esta época que, en
algunos momentos del día, llega a ser totalmente insoportable. Desde hace siglos, la arquitectura
se ha servido de diferentes sistemas para proteger los edificios de la radiación solar. En este post
hablaremos de algunos de los sistemas pasivos más antiguos y eficaces para proteger un edificio
de la radiación solar en verano y así conseguir unas temperaturas más confortables en su interior.
En verano, el Sol tiene un ángulo de incidencia sobre la Tierra más elevado que en invierno, se
podría decir que está bastante más “vertical”, mientras que en invierno está más “inclinado”. Hay
momentos del día, como el amanecer y el atardecer, en los que tanto en verano como en invierno,
el Sol está muy “inclinado”. Pero en los momentos del día en los que la radiación solar es más
fuerte el Sol incide sobre nuestras construcciones con un ángulo que alcanza los 70º, lo que
supone una mayor exposición a la radiación solar.
La exposición a la radiación del Sol en ángulos bajos (Sol “inclinado”), coincide con las fachadas
este y oeste (incluso norte en momentos muy precisos del día en verano), mientras que la
exposición a radiación solar con ángulos más grandes (Sol más “vertical”) coincide con las fachadas
orientadas al sur.
En estas últimas, que suele ser las que más sufren los momentos más calurosos del día, los
mejores sistemas de protección solar son sistemas horizontales ya que, al interponerse entre el Sol
y nuestros edificios, generarán una zona de sombreamiento mayor. La fachada oeste, por donde
se pone el Sol, tras estar sometido el edificio durante todo el día a la radiación solar en otras
orientaciones, también es, junto a la orientación sur, una de las que más sufre los efectos del
sobrecalentamiento por la incidencia directa de la radiación solar.
Generando zonas en sombra conseguimos que nuestro edificio absorba una cantidad menor de
radiación solar y esto nos permite también regular mejor la temperatura en el interior del mismo.
Estos son 5 sistemas que nos permitirán controlar la radiación del Sol en verano y estar un poco
más frescos dentro de nuestras viviendas.
TOLDOS
Los toldos son de sobra conocidos y utilizados, pero no siempre de la manera correcta. Como os
podréis imaginar, el Sol no solo calienta cuando está entrando por nuestra ventana. Nuestros
edificios están sometidos a la radiación solar desde que el sol sale hasta que se pone. Por esta
razón, los toldos no deben desplegarse exclusivamente cuando veamos que el sol entra por la
ventana o por la terraza, si no durante todo el día (y a veces incluso durante la noche) ya que
generarán una barrera frente a la radiación solar que, en definitiva, hará que los materiales de
nuestro edificio se calienten menos. En verano, en aquellos climas en los que refresca mucho por
la noche y hace mucho calor por el día (climas continentales), también se puede dejar el toldo
desplegado durante la noche ya que evitará que nuestro edificio pierda el calor acumulado
durante el día.
El color de un toldo también es muy importante, aunque encontramos toldos de todos los tipos y
colores, el color blanco es el que mejor se comporta frente a la radicación solar ya que es muy
reflectante. Entre un toldo oscuro y un toldo blanco, la diferencia en cuanto eficacia puede llegar
al 15%. Lo mismo ocurre con la transparencia. Así, cuanto menos transparente y más claro sea un
toldo, mejor funcionará.
ALEROS
Los aleros son sistemas de protección solar fijos y horizontales que, bien calculados, permiten
sombrear la fachada y huecos de un edificio en verano, pero dejan pasar la radiación solar en
invierno. Hablamos de un simple “tejadito” que sobresalga alrededor de un metro (lo ideal sería
calcular bien el tamaño según la orientación) sobre la ventana o recorra toda una fachada. Son un
método muy eficaz para evitar que nuestro edificio se caliente excesivamente en verano pudiendo
llegar a reducir en torno a un 40% la incidencia de la radiación solar. Es cierto que si vivimos en un
piso en una ciudad, será muy difícil que nos permitan añadir este tipo de elementos de protección
solar si nuestro edificio no los incluye de origen, pero es una buena opción a tener en cuenta en
viviendas unifamiliares donde, muchas veces, tenemos más libertad a la hora de modificar el
exterior de nuestra vivienda.
Al tratarse de elementos fijos y horizontales, los aleros no son eficaces en orientaciones oeste y
este en las que el sol incide en la vivienda con un ángulo más bajo. Pero son ideales en la
orientación sur.
PÉRGOLAS Y VEGETACIÓN
Las pérgolas son elementos fijos que sobresalen de la fachada de un edificio normalmente más
que los aleros. Son permeables a la luz del Sol y, por sí solas, no son un elemento muy eficaz de
protección frente a la radiación solar. La clave de las pérgolas está en combinarlas con especies
vegetales de hoja caduca que crezcan por toda la extensión de la pérgola. El ciclo de caída de las
hojas coincidirá con las estaciones de invierno y verano y así la pérgola será más o menos
permeable a la radiación solar según la época del año. En invierno no habrá hojas y dejaremos que
el sol caliente el edificio, en verano la pérgola estará repleta de hojas y evitará el recalentamiento
de nuestra fachada.
Esto se consigue porque una fachada blanca es muy reflectante, refleja el calor del Sol, pero
también la luz, y por eso tenemos que tener cuidado cuando utilizamos fachadas muy reflectantes
en ciudades o zonas con mucha circulación de vehículos o personas, ya que puede provocar un
fuerte reflejo y resultar molesto o incluso peligroso según los casos. Por lo general, pintar una
fachada de blanco o de un color claro no suele suponer un problema, así que es una buena opción
para la próxima vez que realices labores de mantenimiento en tu fachada.