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Curso: Deontología Profesional y Bioética Veterinaria

Docente: MV Jesús Chanamé; MV Carlos DeSalas; MVZ Quiteria Becerra

FORO Nº 3

Individual

I. Nombres y Apellidos: Junior Jhonatan Barboza Gavilan

II. Instrucciones:

2.1El foro Nº3 se encuentra disponible en la plataforma FRONTER-


científica.
2.2En casa, el/la alumn@ desarrollará la lectura, análisis y resolución
del foro 3.
2.3El/la alumn@ responderá a las preguntas planteadas por los
docentes, respondiendo a éstas de manera clara y concisa ingresando
al aula virtual, semana 2, sección foro.
2.4El/la alumn@ podrá responder al foro en las siguientes fechas: Del
12/04/2019 al 28/04/2019.
2.5En caso el/la alumn@ tuviera dificultades para ingresar al
FRONTER, podrá solicitar el material al docente vía correo
electrónico (quiteriambg@gmail.com).
III. Lectura: Estimad@s alumn@s, leer comprensivamente la lectura
titulada: Allan Bloom o cuando la universidad vende su alma.

ALLAN BLOOM O CUANDO LA UNIVERSIDAD VENDE SU ALMA

Artículo de Antonio Martínez en “El Manifiesto” del 22-1-08

Existen palabras que están rodeadas de una indudable aura de prestigio.


“Universidad” y “universitario” se encuentran entre ellas. A pesar de la
devaluación que hoy afecta hasta a las instituciones más venerables y
respetadas, el “haber ido a la Universidad” sigue evocando unas resonancias
que van mucho más allá de obtener un título académico que, en teoría, abre las
puertas de un futuro profesional más o menos brillante.

En efecto. Ese “haber ido a la Universidad” no implica simplemente cursar


una serie de asignaturas que certifican una cierta competencia intelectual en
tal o cual campo científico o técnico. Tradicionalmente, ha significado bastante
más que eso: y es que al universitario se le consideraba investido de un
“espíritu universitario” que le imbuía de un amor al saber que excedía los
estrechos límites marcados por el programa que va a ser objeto del
correspondiente examen. El universitario de toda la vida leía libros sin que se
los mandaran, frecuentaba constantemente la biblioteca de la Facultad, asistía
a conferencias, discutía con pasión en los cafés sobre ciencia, política, filosofía
y literatura y no perseguía el simple saber especializado de su disciplina. Se
entendía que era misión esencialísima de la Universidad estimular en sus
estudiantes esta disposición: no en vano, la palabra “universidad” nos remite
a la noción medieval de la universitas studiorum, al saber humano entendido
como totalidad orgánica: el saber “universal” al que se ha consagrado durante
siglos la institución universitaria rehúye la especialización fragmentadora y
busca sin descanso la integración de las diferentes disciplinas en una gran
unidad todos cuyos elementos están interconectados y se iluminan entre sí. El
espíritu de Santo Tomás de Aquino, patrón de las universidades de Occidente,
se encuentra, sin duda, reflejado en esta concepción “sinfónica” del saber que
aspira a convertirse en sabiduría.
Pero, según la célebre frase de T.S. Elliot, la cultura occidental contemporánea
ha cometido el imperdonable pecado de despreciar el saber en beneficio de la
mera información. Ahora tenemos trillones y trillones de datos e informaciones
fragmentarias, pero no sabemos qué hacer con ellas. Y la Universidad se ha
sumado alegremente a esta nefasta revolución: el “espíritu universitario”, la
aspiración de alcanzar una luminosa y compleja visión sinóptica del mundo, ha
sido sustituida por la anarquía intelectual y la disgregación de las disciplinas,
que ha convertido las Universidades en reinos de taifas, en archipiélagos de
departamentos y facultades autistas, dedicadas con fruición al vicio de una
“masturbación intelectual” en la que lo esencial es la hipertrofia irracional de
la disciplina propia: producir, en desbocada metástasis, toneladas y más
toneladas de artículos, programas, seminarios etc., etc., cuyo impresionante
volumen se considera signo de que el campo de estudio propio posee una
importancia extraordinaria. Y, mientras, los estudiantes se quedan en la más
absoluta orfandad. ¿Unidad del saber? ¿Aspiración a la belleza, la verdad y la
sabiduría? ¿Sacrificio del ego y sus opiniones en aras de un servicio
desinteresado a la realidad objetiva de las cosas? ¿Veneración por el acervo
cultural heredado al menos desde Grecia? Lenguaje anacrónico, palabras que
hay que condenar al ostracismo. La nueva consigna se mueve en una dirección
completamente opuesta: guerra sin cuartel a la tradición, difusión sistemática
del caos y la irracionalidad por todos los intersticios del gran edificio
universitario. Esto es lo que parece exigir el carnavalesco espíritu de nuestro
tiempo, que pretende quemar en una inmensa pira, y en nombre de un nuevo
concepto de “libertad”, los venerandos libros que han custodiado hasta ahora
el tesoro de nuestra cultura.

Esta es la gran revolución que Allan Bloom, prestigioso profesor de la


Universidad de Chicago, denunciaba, a finales de la década de 1980, en El
cierre de la mente moderna. Su lúcido análisis se refería a la evolución de la
Universidad americana desde 1950 a 1980, pero mantiene hoy en día todo su
valor. En síntesis: para Bloom, la Universidad contemporánea –europea o
americana- se ha quedado sin alma. El virus del más absoluto relativismo se le
ha colado hasta el tuétano. Ya no tiene ningún corpus de alta cultura que
ofrecer a sus estudiantes. Dicho de otra manera: el sagrado “espíritu
universitario” de antaño se encuentra hoy a punto de expirar. La Universidad,
enferma de narcisismo e indiferencia a la sabiduría, ha vendido su alma al
demonio de una especialización paroxística. Y, porque ha perdido su propia
alma, ya no es para sus estudiantes una “alma mater”, es decir, una madre
nutricia que les proporciona el alimento del auténtico saber. Lógicamente, una
Universidad así ya no aspira a llegar al alma de los jóvenes universitarios, ni
a ser para ellos una experiencia vital, intelectual y espiritual decisiva. Y en esto
consiste su culpa, su catástrofe y su tragedia.

Decía el antiguo lema de los salesianos: “Da mihi animas, cetera tolle”. Es
decir: dame las almas y llévate lo demás. Lo que Bloom denuncia respecto a la
Universidad de nuestros días es justo lo contrario: que le da igual el alma de
sus alumnos, y que ya no pretende iniciarlos en el misterio de ninguna alta y
hermosa sabiduría. Sin duda, estamos aquí ante uno de los mayores desastres
culturales de nuestro tiempo.

I. Cuestionario: Después de haber leído: Allan Bloom o cuando la


universidad vende su alma, responda a las siguientes preguntas:

1. ¿Por qué para Allan Bloom la universidad se ha quedado sin alma?


Porque ya no tiene un “corpues” que ofrecer, ya que el autor piensa
que ya las universidades a perdido su alma y ya no tiene nada que
ofrecer a sus estudiantes pues a dejado de tener una experiencia
intelectual y espiritual y lo señala como catastrófico.

2. Comente por qué la lectura compara al antiguo universitario con el


actual universitario sustentando su respuesta.

Antes se solía incentivar o fomentar la lectura y el aprendizaje de


todas las áreas y ahora ya solo se enfocan en su área de estudio, es
decir, un ´médico excelente sabe poco o nada sobre filosofía, y un
arquitecto sabe poco o nada sobre química por ejemplo.

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