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You're Lion

Celia Kyle

ERES LEÓN

D iios protegiera a Maya de cada hombre sobreprotector, cabezota,

eentrometido―más aún si era león.

Argh
Argh.

¿Cuál podría ser la fuente de su frustración? Quizá tenía algo que ver con los
cinco―cuéntelos, cinco― cambiaformas león que la protegían, mientras ella
esperaba su turno en la consulta del ginecólogo. Para hacer las cosas más
insoportables, se veían listos para golpear o destruir a cualquier hombre o cosa que
se le acercara demasiado. Genial!

Justo lo que las mujeres embarazadas necesitaban en sus ya de por sí, difíciles
vidas.

Seguramente, pensaba. 2

La puerta del otro lado del cuarto se abrió y una conocida mujer se asomó. Maya
inmediatamente la reconoció como una de las enfermeras y cuando escuchó que
llamaba su nombre dejó salir un profundo-gran-aliento de gracias Dios.

“¿Maya Josephs?”

Su quinteto de ‘perros guardianes’, respondió al unísono. “Es O’Connell”.


Maya rodó sus ojos, incapaz ―o quizá sin ganas ― de detener el gruñido que
retumbó en su pecho. Le dio una palmadita de camaradería a su bola de pelo leona
interna, por ese sonido de hostilidad. Ella estaría condenada si ahora simplemente
tomaba el apellido de su compañero. Ambas partes de ella ―tanto su humana como
su gata― estaban bastante enojadas por la falta de algo brillante en el dedo anular
de su mano derecha. Ya habían pasado meses desde su emparejamiento―lo que por
cierto él había hecho de manera muy taimada, muchas gracias y Maya aún no tenía
el tradicional anillo que ella podría lucir ante todas sus amigas que no eran peludas.

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Los otros cambiantes la habían felicitado por su emparejamiento, pero sus otros
amigos se habían quedado con la incertidumbre de cuando ella y Alex iban a
comprometerse.

Al parecer, Maya aún estaba en medio de la discrepancia del “apellido” con


toda la orgullosa manada. Y en cuanto a ella concernía, hasta que Alex y ella dijeran
sus respectivos “Sí, acepto”, se iba a aferrar a Josephs como si fuera un mono araña
que sostenía la última banana de la maldita jungla.

“Um, ¿señorita Josephs?”, la enfermera levantó las cejas y Maya saltó sobre sus
pies, antes de que los ‘temibles cinco’, como juguetonamente los había nombrado,
pudieran interferir (de nuevo) y prácticamente corrió hacia la puerta.

Por supuesto, los idiotas no podrían dejarla que fuera sola a que la examinara.
“hoo-ha”.

No, todos fueron tras ella, sin duda habían asustado a la pobre y tonta
enfermera, ya que la mujer al segundo siguiente quitó el pestillo de la puerta cuando
Maya alcanzó a girar la manija. Antes de entrar en la consulta del ginecólogo, se
volteó y miró a los innecesarios― y no queridos― guardaespaldas cambiantes león 3
(porque realmente, ¿Quien la iba a perseguir así pequeña como era y en la consulta
del doctor?) y miró a la muchedumbre. “No, gatitos malos. Sentados. Se quedan.”

“Pero―” comenzó Wyatt.

“Jefa…” Deuce repicó.

“El Alfa dijo―” agregó Harding.

“Alex nos Dios órdenes estrictas,” interrumpió Neal.

Entonces, una voz brusca se alzó sobre las demás.

“Déjenla”. Las últimas tres palabras salieron de su ‘niñero’ favorito. Brute. (Su
nombre real era Brutus, pero nadie lo llamaba así, por miedo a ser golpeado hasta
ser una masa pegajosa por sus mortales manos), ella brincó al oír la orden como si
fuera su tabla de salvación.

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“¡Súper! ¡Los veré en un ratito!”

Con una sonrisa forzada y una rápida despedida, se fue detrás de la enfermera,
dejando a cinco cambiantes leones gruñones en la atestada sala de espera. Se sintió
mal por la mujer embarazada que estuviera rodeada por toda esa testosterona. Bien,
mayormente lo lamentaría de cualquier manera.

Porque, solo había dos personas en el mundo que estaban permitidas de ver su
vagina, maldita sea. El hombre que la follaba, (gracias a Dios por eso), y el hombre
que se aseguraba de que mantuviera saludable. El quinteto tendría que esperar
afuera.

Después de un rápido pesaje (el cual optó por no mirar), le tomaron la presión
(¡eres una chica regordeta saludable!) y la enfermera la dirigió al baño para que
hiciera pipi en un bote.

Ahora que era sexualmente activa, tenía que soportar todo ese chequeo de
embarazada, antes de que le dieran otra de esas inyecciones cuatrimestrales de
control de natalidad. Lo que sea. Orinaría hasta que las vacas regresaran a casa si
eso significaba que ella y Alex podrían continuar sin usar condones. 4

¡Sí!

Una vez que terminó, Maya se dirigió a la sala de examinación y frunció el ceño
ante el sobre doblado descansando sobre la mesa. Agg. Odiaba quedarse desnuda
aquí y estar envuelta en una delgada sábana como una servilleta de papel, no la hacía
sentir mejor.

Aunque no había manera de evitarlo.

Después de asegurarse de que la puerta estaba bien asegurada, se desnudó y


puso doblado el muy delgado traje que le habían dado y zarandeó su abultado trasero
en la mesa de examen y esperó. Hombre, realmente deseaba que una de las pacientes
del doctor no estuviera dando a luz.

Porque los ginecólogos eran conocidos por ser llamados para hacer toda esa
cosa-de-puja-puja-puja-agarra.

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Después de lo que se sintió como una eternidad, un dulce golpeteo en la puerta
sonó y el hombre de la hora, Doc. Molloy, asomó su cabeza. “¿lista para mí?”

Antes de Alex, Maya tenía una relación de amor-odio con su ginecólogo. Por
un lado, el Dr. Molloy era muy sexy, pero por el otro, ella le pagaba y tenía que
desnudarse para que mirara en su vag… y él ni siquiera le había invitado a cenar
primero.

Actualmente, su leona odiaba al macho humano y quería arañar su cara por


siquiera pensar en tocarla. Aparentemente, así era como las gatas emparejadas
respondían a los hombres que no eran sus compañeros.

Huh.

“Sip. Tan lista como siempre”. Sonrió, porque, era o hacer eso, o simplemente
sisear y gruñirle, algo por lo que su leona picaba? por hacer.

La gatita enojada estaba arañando sus adentros, gruñendo, siseando y


escupiendo, protestando por la presencia de este macho… especialmente por la razón
por la cual el extraño estaba ahí.
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El doctor entró completamente en la habitación y los encerró en el pequeño
espacio, su mirada enfocada en su expediente, mientras él se acomodaba en un
taburete cercano. Lo que era un poco extraño. Ella solo lo visitaba para una rápida
inyección de hormonas para prevenir el embarazo y típicamente, eso conllevaba un
rápido chequeo de senos, una aguja en el trasero y entonces el doctor tomaría asiento
para escribir algunas notas. Ok., señora, pásenle la cuenta a la aseguradora por favor.

El no se sentaba para hablar primero. Nunca.

“Así que… voy a adivinar y diré que debe haber un nuevo hombre en tu vida
y que ahora eres sexualmente activa. De acuerdo a mis notas, la última vez que
estuviste aquí, decía que justo habías salido de una relación”. El procedió con todo
eso de ‘levantar una sola ceja’.

Bien, ella también podía usar ese truco. Maya imitó su movimiento, tratando de
verse confiada y no lo contrario, a pesar del embarazoso presente estado de su

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guardarropa. Tener confianza propia era algo que Alex le había enseñado. “¿Qué te
hace decir eso?”. El Dr. Molloy frunció el ceño y levantó su ceja de nuevo. Parecía
que tuviera un montón de lecciones sobre cómo hacer muecas y hacer esa cosa de la
ceja al mismo tiempo.

“Bien… el hecho de que estás embarazada, Maya, es eso”.

¿Pero qué…? Bien… mierda…joder…maldita sea y un gruñido.

***

Una hora después y con mucha hiperventilación, Maya salió furtivamente por
la puerta trasera del consultorio y se dirigió al estacionamiento
donde―afortunadamente―una taxi amarillo estaba esperando.

Porque, realmente… no estaba totalmente lista para enfrentar al quinteto o a


sus preguntas de la manada. Tampoco quería ser arrastrada de regreso a casa con
Alex. Porque había muchas posibilidades de que ella se quebrara y empezara a llorar,
entonces le dispararía toda esa mierda por encerrarla. ¿Cómo joder? Además, decirle
a sus bebés que le había puesto a su papá un ojo morado al saber estaba embarazada,
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podría no ser una historia bonita de contar para que los pequeños la supieran.

¿Qué diablos? Había estado teniendo sexo con Alex sin condones porque 1) los
cambiantes no contagiaban enfermedades y 2) ella estaba con las inyecciones
contraceptivas.

Nadie, ni siquiera Alex, le habían dicho que las bolas de pelo tenían un súper
esperma que podía con todo y dejarla embarazada. Grrr…

El Dr. Molloy había tenido mucha diversión acerca de los hechos de la vida
mientras le daba un vistazo a su vagina. En un estado lleno de incredulidad ella
inmediatamente demandó una ecografía, porque la inyección había suprimido a su
visitante mensual desde que ella había comenzado con el ciclo de control de
natalidad.

Ella estaba de doce semanas…, lo que ponía a su fecha de concepción justo


después del emparejamiento. Jodido Alex. Y maldito y jodido súper esperma. ¿Por

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qué estaba tan enojada?, ¿era por el shock?, ¿incredulidad?, ¿hormonas?, ¿no debería
estar al menos un poco contenta?, bien, al menos su gata estaba brincando arriba y
abajo, gritando “¡woo-hoo bebés!” una y otra vez sobre su espalda con puro disfrute,
exponiendo su pronto gigante estómago y ronroneando al cielo. Peluda traidora.

Actuando de acuerdo con sus instintos hormonales, Maya le dio al taxista una
dirección que ella conocía muy bien. Su mejor amiga Carly la calmaría, pensó. Al
menos lo suficiente para que cuando viera a Alex, Maya estaría menos dispuesta a
ir tras su bolas por no prevenirla y hacer esto sin su consentimiento y conocimiento,
otra vez. Estaba segura que debería haber sabido sobre su súper esperma. Hablando
de los pequeños renacuajos…ellos no podían simplemente embarazarla. Nooo, eso
sería demasiado fácil. En su lugar, sabía que él le había dado gemelos. Una maldita
camada.

¡Bah!

Los minutos que se sintieron como horas tomando su maldito tiempo,


finalmente pasaron. Felizmente, el taxi se detuvo frente a la casa de Carly. No mucho
tiempo antes, tres meses para ser más preciso, su mejor amiga la ayudó a atravesar
su primer cambio y la mantuvo segura, casi siendo comida viva en el proceso por 7

una cambiante Maya― y no de una buena manera sino de una muy muy mala.

En ese entonces la leona sintió que la cambiadora conejo estaba aún el menú,
por ahora, mientras Maya no podía controlar su cambio (mayormente), ella podría
prevenir que la bestia quisiera tragarse literalmente a su peluda amiga.

Maya lanzó algunos billetes (porque realmente, quien podría contar cuando aún
tenía el shock de haber recibido la noticia de que estaba embarazada de una camada)
al conductor y luego corrió a la puerta delante de la casa de su amiga tan rápido
como sus tacones lo permitieron.

En el momento propicio y quizá insegura de poder detenerse, ahora que estaba


a toda máquina, Maya se sintió feliz cuando la puerta se abrió con una sorprendida
Carly encontrándola antes de que hubiera llegado a la puerta de metal.

“¿Maya?”

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“Me alegra que estés en casa”, Maya rápidamente le dijo. Dentro de la entrada
resbaló, las suelas lisas de sus zapatillas resbalándose sobre el suelo de madera
pulida. Eso le recordó que necesitaba conseguir algunos zapatos con una suela de
buen agarre.

“Carly, estoy embarazada. ¿cómo pudiste no haberlo sabido?, ¿Cómo demonios


nadie con su súper olfato olió eso, huh? Quiero decir, embarazada, Carly. Esperando.
Gestando. Preñada. Buen Dios, por favor ayúdame”. Inhaló un muy necesitado
aliento y trató de calmar sus agotados nervios. “y pensar que… ¡estoy esperando
una camada!” y entonces, su mejor amiga en todo el mundo, desde que tenían 6 años,
cuando habían prometido cruzando sus dedos meñiques que serían mejores amigas
para siempre, para después ser hermanas de sangre con todo eso de ouch-ouch-
intercambio-de-sangre, se cayó de risa en su maldito peludo trasero. Y entonces…
Carly se rio un poco más. Maya podría jurar que una ligera esencia de orina salió de
ella.

Oh, Dios mío. La maldita se orinó. Vaca gorda. Coneja gorda…

“Yo…” Carly resopló, “… te ofrecería un vaso de vino para que te calmaras,


pero las mujeres embarazadas no deben beber”. Entonces, la señora coneja vaca 8

gorda rió un poco más. Wow. Solo wow. Maya estaba sin habla. Se preguntó que
era peor―su amiga riéndose de su seria situación, o el hecho de que Carly haya
mojado sus pantalones.

Ignorando a la que pronto sería su ex mejor amiga, Carly se adentró más


profundo en la casa como una tormenta, a la cocina― específicamente, al congelador
de su amiga, donde sabía que guardaba algunas cosas buenas.

Entre la puerta de enfrente y el helado de su amiga el congelador, un hormigueo


y pinchazos de dolor acompañaron sus manos, cuando las uñas cambiaron de una
perfecta manicura a garras afiladas.

Aparentemente, su leona estaba tan excitada como Maya acerca del bote
rechoncho de helado. En un parpadeo―de acuerdo, quizá más de un parpadeo―
envolvió su palma en la manija del congelador y arrancó la puerta. Completamente.

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Un segundo el congelador había estado cerrado y al siguiente no había puerta. Huh.
Su gata interior debía estar más ansiosa por helado de lo que ella creía.

“¡Maya!”

Ignoró a Carly. Maya tenía en su vista un bote de Ben y Jerry’s y nada la


detendría ahora. Ella tomó el contenedor y volteó para mirar a su amiga, le gruño.
“mío. Grrr…”

Las cejas de Carly se levantaron, casi llegando a la línea del nacimiento de su


cabello. “uh, si, de acuerdo. Totalmente de acuerdo. De cualquier manera no me
gustaba la puerta de mi congelador. Mira. Estaba toda pasada de moda”.

Maya miró a la mujer más pequeña rodear la cocina y buscar en un cajón,


entonces le lanzó una cuchara en su dirección. La agarró en el aire, entonces vio la
punta del cielo y la enterró ahí. El helado de plátano, mezclándose con trozos de
chocolate y nueces explotó en su boca, siendo suficiente para calmar a la enfurecida
bestia.

Aparentemente, la gata, mientras estuvo complacida con las noticias del doctor
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hacía un rato, ahora estaba saltando directo al bajón de oh-Dios-mío-no-puedo-
creerlo-él-me-embarazo. Maya se preguntó si tendría algo que ver el que estaba
alimentando a la gata con delicioso helado.

Ella pensó que la gata influenciable se tomó su tiempo. Congelada con un poco
de alivio y firmemente en sus manos, aterrizo dentro de una silla cercana con las
piernas extendidas y se quitó los zapatos, literalmente. Wha-pow! los tiró tan fuerte
que se estamparon en la pared, dejando marcas a su paso.

“Por cierto”, comenzó Maya, poniéndose cómoda, entonces, “No contestes tu


teléfono si suena, por favor. Ahora mismo no quiero hablar con Alex… o ninguno
de sus leones”.

“De…acuerdo…”

“Hablo en serio, Carly”

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“Bien. Pero pagarás para que arreglen eso. Lo sabes, ¿verdad? Oh, y no
olvidemos la puerta de mi congelador, tu furiaosa maníaca”. Medio escuchando,
balanceó su cuchara hacia Carly. “Sí, sí. Alex, si lo dejo que viva, hará que alguien
venga y parche este desastre para ti, pero mi visita es sobre hacerme sentir mejor, así
que hagámoslo”. Maya resopló. Algunas veces podía ser tan chistosa. Ella hizo una
broma sobre conejos. Heh.

“Bruja” Carly contraatacó.

“Actualmente, las gatas preñadas son llamadas reinas, así que, reina perra es
más apropiado, pienso”. Inclino su cabeza hacia un lado y dijo. “Sí, eso creo”.

Carly rodó sus ojos. “Lo que sea. Así que, estamos embarazadas, ¿huh?”

“Con el nosotros, te refieres a mí, ¿verdad?” sacó otra cucharada de helado y lo


comió, entonces apuntó a Carly con la cuchara vacía. “Porque por lo último que supe
es que estabas en una huelga de penes. ¿Cierto?”

Carly le sacó la lengua, y le lanzó frambuesas como toda una niña. “Sí. De
cualquier manera… estás embarazada, asustada y ahora estás aquí y
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sorprendentemente, sin la compañía del quinteto”. La mujer más pequeña tomo una
cuchara para ella antes de acercarse los suficiente para robar una cucharada de la
pegajosa deidad que Maya egoístamente estaba acaparando. “Hablando de lo cual,
estoy pensando en terminar con de la huelga de penes y estoy completamente de
acuerdo en tomar a uno de los fabulosos cinco de tus manos, estoy pensando en
Wyatt… o quizá Deuce. ¿Cuál piensas que es mejor en la cama?” un bufido profundo
seguido de un gruñido masculino interrumpió su diversión, su festejo-de-oh-Dios-
mío-estoy-embarazada y sin una mirada, Maya inmediatamente supo a quien le
pertenecía ese sonido. Uno de los inamovibles del quinteto la había encontrado por
fin, pero ¿Dónde estaban los demás?

“Diría que ninguno, Señora suertuda”. Neal saco su cabeza de la esquina. “Soy
el hombre que pondrá tu mundo de cabeza”. Los ojos del cambiante león eran del
azul más profundo que Maya hubiera visto. Pronto, el inconfundible olor de deseo y
excitación llenó el pequeño espacio. Wow. Así que, ella podía oler algo tan delicado
como la excitación, pero, ¿nadie podía oler su maldito embarazo? Qué diablos,

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espera, ¿eso no tenía ningún sentido?, además, Maya no había podido decir ni una
maldita cosa tampoco. Y era la que estaba embarazada por el amor de Dios.

Ugh.grrr. Ella apuntó al hábil coqueto vaquero que había interrumpido. “Hey…
no, Neal. Gatito malo. Esa no fue una buena broma de pata de conejo de la suerte
y… ningún gato mío tiene permitido perseguir la cola peluda de mi mejor amiga…
a menos que tengan emparejamiento y pequeños gatitos en mente”. Carly la miró.
“Tú le quitas toda la diversión a ser tu amiga, ¿sabías eso?” le quito a Maya de las
manos el helado. “Las bloquea pollas no merecen comer mi helado. ¡Ninguno de
ustedes!” Maya inclinó su cabeza y dijo: “¿Estas enojada? Digo, porque por la
huelga, ¿sería yo una bloquea pollas?”

Carly contraatacó, “Eso no tiene ningún sentido, Maya. Además, te dije que
estaba pensando en terminarla, ¿no es así?”

***

Desde que estaba unido a Maya, Alex se encontró a si mismo peleando con la
urgencia de moler a golpes a sus leones, por su inhabilidad de mantener el rastro de
su compañera―con sorprendente frecuencia. Cuando él era joven, su padre la había 11
advertido de como de posesivo sería hacia su futura compañera y que el encontraría
difícil dejarla fuera de su vista.

Y él no podía olvidar…que odiaría a cualquier hombre que siquiera se atreviera


a mirar a su compañera. En ese entonces, un joven Alex había reído, y le había dicho
a su padre que él no sería para nada así. Que no habrá mujer que pudiera tener al
grandioso Alex O’Connel enredado y dando vueltas en su pequeño dedo. Ahora,
mirando hacia atrás, era difícil admitir lo ingenuo que había sido.

Dios, había estado equivocado. Malditamente equivocado. Y no ayudaba que


se preocupara por Maya como lo hacía. Ella era el mundo para él… y algo más.

Presionó el puente de su nariz y cerró sus ojos, tomando un profundo y relajante


aliento para mantener a ambos; su león y su hombre, calmados. “Dime de nuevo
Brute, cómo ustedes cinco se las arreglaron para perder a una hembra”.

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“Bien, la cosa es…” el más grande de los cinco arrastraba las palabras y ofendía
a Alex que el león no estuviera temblando con miedo. Pero, su gato interno le recordó
que él personalmente había seleccionado a hombres que no se acobardarían al
encontrarse con el peligro, hombres que sin cuestionarse pondrían la vida de su
compañera por encima de la de ellos. Así que supuso que el león no estaba asustado
de él, sino solo respetuoso. Maldita bestia.

“Mira Jefe, tengo hermanas y se lo que pasa en una de estas citas con el
ginecólogo. Supuse que no querías cinco machos sin vincular viendo a tu compañera
casi completamente desnuda”.

El león tenía un punto. Maldita bestia por segunda ocasión. “Escapó por la
puerta de atrás, Alfa. Tratamos de alcanzarla, pero se había ido―”.

“No quiero escucharlo Brute”. con un suspiro, Alex le dio la espalda al grupo.

El personalmente había seleccionado al grupo de guardaespaldas de Maya para


mantenerla a salvo prácticamente de todo, pero él tampoco había contado con que
leona iría en contra de sus órdenes, se suponía que tenía que llevar con ella a los
hombres, a donde quiera que fuera― ese fue el trato. Había objetado a perder esa 12
pequeña caja de la muerte que era su coche, pero él se mantuvo firme y finalmente
lo dejó reemplazarlo por una grande y segura SUV. Había demandado una rosa con
rines giratorios y él obligado lo hizo, siempre y cuando ella no armara un lío porque
el quinteto la llevara. Incluso a la consulta de su ginecólogo.

Alex checó su reloj e hizo una mueca de dolor. Sus invitados estaban a punto
de llegar en cualquier segundo ahora y puesto que Maya iba a ser el centro de la
reunión, su ausencia ciertamente no era una cosa buena. Para nada. Alex solo
esperaba que su rebelde compañera se mostrara antes de que…

Brute interrumpió su línea de pensamiento. “Además Alfa, ahora Neal está con
ella. Tomé la decisión de separarnos, una vez que capturamos a la Jefa en la casa de
Carly. Lo mandé dentro yo mismo, dado que él puede tener una dulce palabrería
con cualquiera cuando se lo propone. Además, me imaginé que tuvo una buena
razón para dejarnos como lo hizo, como sea, él debería estar camino de regreso en
cualquier momento. Lo siento, Alex. Solo pensé que―”

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“No importa, Brute. Discutiremos esto más tarde”.

Alex tomó un profundo suspiro, un sentimiento de alivio lo inundó. Su celular


lo mandaba directo al buzón y él estaba armado, casi no era el mismo. Y aunque
estaba esperando invitados importantes, había estado a segundos de tomar el asunto
en sus propias manos… aún si eso significara estar en la lista negra de Maya por ser
sobreprotector. Si solo ella supiera cuán lejos y por cuanto tiempo él había buscado
por su verdadera compañera… Jenner corrió por la esquina y chocó contra Alex, sus
pulmones fallando como un cachorro impaciente. De acuerdo, el chico solo pasaba
los veinte y era lo suficientemente adulto para haber flirteado con su compañera una
vez, pero a los ojos de Alex aún era un cachorro. Antes de que Alex pudiera ver al
chico como otra cosa todavía le quedaba camino por crecer y recorrer.

“Jefe”, jadeó el león, “el tigre delegado está aquí y los miembros del concejo
acaban de aparcar afuera”.

Mierda, joder, maldita sea y un gruñido. Juro por Dios, que le voy a poner un
microchip a mi compañera como lo hacen con las mascotas si sigue haciendo esto.
Un jodido implante de GPS. Si cómo no, como si ella dejara que eso pasara.
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Alex rodó su cabeza de lado a lado, hizo una mueca de dolor cuando sus
coyunturas tronaron, encuadró sus hombros. “De acuerdo, gracias”. Tomó una
profunda respiración. “Jenner, dile a Grayson que quiero que salga a recibir a los
invitados”. El hombre se fue como alma que lleva el diablo. Bien, ahora, Alex volvió
la atención a lo que era realmente importante para él. “Brute, ve a buscar a Madison
y ―”

“Esteee, Alex…” el gran hombre gimoteó y sonó más cómo uno de los sobrinos
de Alex, que como el gran y malo león que era. “Sabes que soy mejor en lo que sea,
que lidiando con hembras. Maya es diferente… ella no se escuda en tonterías y no
tiene miedo de mí. Todas las demás mujeres actúan como si me las fuera a comer o
algo así”. El entrecerró sus ojos, y luego dejo que su voz de comando inundara cada
una de las palabras que dijo. Nadie de su manada se atrevería a negar sus deseos,
especialmente cuando invocaba a sus habilidades.

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“Encuéntrala, Brute. Dile que quiero que te ayude a encontrar a Maya y traerla
aquí tan pronto como sea posible, se lo que dijiste, pero Neal aún no ha regresado
con ella y quiero a mi compañera aquí. Ahora. Trata de localizarlo en el teléfono,
Brute. Quiero saber si ya vienen en camino”.

Maya se había vuelto cercana a Madison después de su cambio. Si por alguna


razón Neal había fallado en convencer a su compañera de volver aquí, él estaba
seguro de que Maddy no fallaría. “Bien”, Gruñó Brute, pero obedeció sus deseos y
salió, dejándolo con los otros hombres.

“Ustedes tres”, dijo, apuntando a Deuce, Wyatt y Harding, “Hagan algo útil,
vayan con Luca para ver si él necesita ayuda con la seguridad. Si no, ayudarán en
la cocina”. Los leones no dijeron una palabra. No, parecía que ellos sabían que era
mejor no enredarse con él en este preciso momento. Como si fueran uno, se dieron
la vuelta y se fueron pero los detuvo con una advertencia. “Oh… y sean cuidadosos
si terminan ayudándole a Ashley con la comida. Como saben Luca acaba de
emparejarla… y aún si ella hace un poco de flirteo inofensivo…” dejo el resto sin
decir. Todos sabían cómo de violentos podían ser los leones recién emparejados y
Luca, era uno muy fuerte. Tanto que podría partir en dos a cualquiera de estos tres 14
leones.

“Si Jefe”, dijeron en coro, y con eso, Alex dejó a los ineptos fuera de su
problemática mente. Tenía asuntos más grandes con los que lidiar. Como, si Maya
no llegaba pronto, ¿quién lo iba a proteger de los persistentes avances de la hembra
líder de la manada tigre?

Mierda, joder, maldita sea y un gruñido.?

***

Huh. Había una tonelada de carros en la entrada. ¿Cuál era la ocasión? Un


zumbidito como una pequeña memoria tocaba la mente de Maya, pero ella no se
podía acordar pues era como si lo hubiera filtrado de su mente. Oh, bien. Antes de
que tuviera la oportunidad de preguntarle a Neal, Carly quitó a Maya de su línea de
pensamientos.

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“Maya, no puedo creer que me hayas arrastrado aquí. Es un tiempo privado para
ti y para Alex. Además, no pertenezco aquí. Conejos y leones no juegan exactamente
juntos, ¿te acuerdas de cómo me trató la manada de leones la última vez que estuve
en la casa?”. Carly gimoteó. “¡y Neal sigue amenazándome con que va a comerme!”
sí, seguro Carly, ella apostaba, quizá, estaba hambriento y Carly era un buffet de
“todo lo que puedas comer”. Un buffet sexual, Maya pensó, riéndose para sí misma.
Apuesto a que quiere comerte, tonta coneja. Suspirando, se dirigió al odioso hombre
en el asiento del conductor.

“Neal. No te comerás a Carly de ninguna manera, o forma, ¿de acuerdo?” pensó


que escucho un gemido viniendo de él. “Carly, lo recuerdo. Pero he implementado
una nueva regla, ¿de acuerdo? Ningún león mío te pondrá un dedo encima. Estarás
bien. Confía en mí”. Pero si, Maya recordaba. Grayson se había puesto todo gruñón
porque no quería un conejo en la casa y su quinteto había mirado casi hambriento a
su amiga coneja. Entonces estaban algunas de las hembras más odiosas que le habían
hecho pasar a su mejor amiga una dura experiencia y comenzaron una pelea de gata
contra coneja, sacándole sangre antes de que Carly corriera por su vida y Maya
instintivamente se portó cómo una patea culos, lanzando a su leona contra las
agresoras. 15

Y les hizo saber a todos que cualquiera que molestara a Carly la molestaba a
ella… porque, ella no tenía problemas con ponerse como una Jefa loca sobre sus
estúpidos traseros. Hmmm… parecía que también podía ser sobreprotectora, al
menos, cuando se trataba de alguien cercano a ella.

Había sido divertido. No para su amiga, pero para Maya, al poner a esas tipas
en su lugar, lo había sido. En algunas ocasiones todo esto de leona la había
convertido en una psicópata sedienta de sangre. Maya reaseguró a su amiga. “Está
bien, Carly. Todos están advertidos”. Una expresión preocupada estaba en su
hermosa cara, su amiga solo sacudió la cabeza.

“Bien, si tú puedes vivir con tu mejor amiga -para recordarte desde el primer
grado- siendo comida viva para la cena, bien, yo también”. Maya rodó sus ojos.

“Reina del drama”

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“Bruja”, Carly contraatacó.

“Por-favooooooor. Perra reina, ¿recuerdas? Estoy em―” Maya recordó que


Neal estaba en el auto, así que ella de inmediato se detuvo y se corrigió. “Um…
quiero decir…estoy hambrienta con ganas de comer. Sí, eso es. Realmente muero
por algo de salsa al pesto”. Ahí, ella no dijo accidentalmente a uno de los guaridas
que estaba embarazada, no antes de que se lo dijera a Alex. ¡Vamos equipo de las
embarazadas!

Y decirle a Carly no contaba. Porque, de acuerdo con Maya, había una regla en
“el libro de las mejores amigas” que cubría eso. Así que, Maya estaba bastante
segura de que estaba bien. Alex sería el primer macho al que se lo diría. Correcto.
Eso era todo lo que le importaba.

Neal estacionó la SUV frente a la casa y apagó el motor. Al momento en que la


maquina se calló, Maya se estaba moviendo, pisando las escaleras yendo a lo que
probablemente sería el regaño de su vida. “Vamos, chica”, Maya llamó a su amiga.
“Déjame tener mi trasero masticado por el alfa y entonces podremos comprar algo
en Amazon.”
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Maya fue interrumpida por el rojo brillante en la puerta de enfrente (porque
todos deberían tener una puerta roja en algún punto de sus vidas), abriéndose con
una Madison frenética para recibirla.

“Oh, gracias a Dios, Maya”

En un segundo, Maya fue abrazada fuertemente por una de las nuevas y mejores
de sus amigas leonas. Sintió a la mujer más pequeña temblar y la esencia de sangre
fresca llegó a su nariz. Después de que aceptó su destino como jefa y compañera de
Alex, Maya conectó instantáneamente de Maddy, La tímida mujer era la hermana
pequeña que nunca tuvo. Cariñosa, considerada, con mucho la chica más dulce que
hubiera conocido.

Gruñendo, Maya se preguntó porque su hermana adoptiva tenía un corte en el


brazo. Se separó de la pequeña mujer y la miró de pies a cabeza, tratando de ver si
su amiga tenía otras heridas. “¿Qué pasó?”

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Maddison miró hacia delante y apretó la mandíbula, con su espalda bien
derecha. “Nada realmente. Solo estoy contenta de que estés en casa. Alex estaba
muerto de preocupación por ti”. Maya sabía que Maddy estaba mintiendo. Maya
estaba trabajando con ella sobre no ser tan fácil de convencer. Siendo la más amable,
la más compasiva, pero también el miembro más débil de la manada, lo cual no
significaba que cualquiera pudiera tratarla como si no fuera más que un pedazo de
mierda y Maya no lo aprobaría. Correcto o incorrecto, Protegía a Maddison como si
fuera su hermana pequeña.

“Por favor… olvídalo”. Si lo necesitaba Maya estaba a punto de dejar de salir


algo de su pelaje para probar su punto. Cuando se trataba de sus leones,
especialmente de Maddision, ella era sobreprotectora. ¿te suena como a alguien que
conozcas Maya? Como Alex, ¿por ejemplo? Tú, ¡cállate! Maya culpo al estrés de
recién haberse enterado de que estaba embarazada la hiciera hablar con ella misma.

“¿Quién te hizo esto Maddy?” su amiga se mantuvo callada.

Maya se estaba preparando para patear algunos traseros peludos. De verdad. ¿se
podría poner más dramático aquí?, ¿dramfantástico?, ¿dramabombástico? estaba
teniendo dificultades para elegir el término que explicaría la clase de día que estaba 17

teniendo. Maya miró a Carly, su amiga asintió, asegurándole sin necesidad de usar
palabras que cubriría la espalda de Maya, sólo esperaba que su amiga fuera tan feroz
como las veces que había visto a la coneja mordisquear y sacar la mierda de las
cabezas de lechuga y dientes de león. El bajo gruñido que escuchó de Neal le dijo
que él también entraba al juego. Además, era su trabajo protegerla. Aún así, a ella le
conmovía su consideración.

Maya gentilmente empujó pasando a Maddison y cuidadosamente la metió


dentro de la casa, endureciéndose ante la idea de que ella de verdad tendría que
patear los traseros de algunos cambiantes. Todo lo que Maddy tenía que hacer era
darle un nombre―o nombres― y apuntar a los cobardes que lo molestaban. Conocía
a Maddy lo suficiente como para saber que lo que sea que haya pasado no pudo ser
instigado por su amigable amiga.

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No tomó mucho tiempo antes de que las esencias poco familiares la asaltaran.
El almizclado, dulce aroma de cambiantes desconocidos la asaltaron y escuchó
voces venir de la sala. Sin dudar, caminó en esa dirección, sacándose los zapatos
mientras entraba. No había necesidad de tener a su grandes, geniales patas de león,
atascadas. Y hey, ¡miren! Esta vez no había abolladuras en la pared. No podía
decirse lo mismo de la casa de Carly. Oops lo siento, chica. Cambiar sería su último
recurso, se recordó. La diplomacia primero. Correcto. Sí, como no.... Las hormonas
desencadenándose, Maya dijo un gran “jódete” la educación política. Paso la
esquina y se detuvo para ver la escena frente a ella. A su derecha un montón de
hombres que no reconoció se paraban en línea y miraban a través de la habitación
hacia Alex. Pero desde que su compañero tendía a enojar a la gente regularmente,
esto no la sorprendió. Grrr… a pesar de quienes fueran, a ella no le gustaban. Porque
ella, y solo ella, podían darle esa mirada al Alfa, maldita sea. Sus leones cubrieron
el otro lado de la habitación, incluyendo los miembros del infame quinteto, menos
Neal, con miradas estoicas en sus rostros. Ellos habían sido masticados por Alex
sobre sus acciones sin duda. Ella se disculparía después. Pero nada de eso le
importaba ahora mismo…

No, su único e inmediato problema vino de la gigante, tipa barata que se frotaba 18

contra su compañero. Aunque, tenía que darle algo de crédito a Alex, porque lucía
bastante incómodo cerca de la mujer, y estaba alejando esas manos de su cuerpo.
Buen chico. Pero, tan pronto como una mano era puesta de lado, otra tomaba su
lugar igual de rápido. Si no lo supiera mejor, Maya hubiera pensado que la tipa esa
tenía más de dos manos.

Antes de arrancar los ojos de la mujer que estaba tocando a su hombre miró
hacia atrás, a Maddison y recordó que tenía algo más que hacer. Los cambiantes
podían oler si alguien ya estaba emparejado, así que no había razón para que esa
zorra estuviera toda acomodadita contra su compañero. A menos de que esa mujer
tuviera deseos de morir.

Grrrr…concéntrate, Maya. Primero tenía que ayudar a Maddison. Después,


tendría una pequeña charla con la zorra que se estaba poniendo muy amigable con
su compañero y finalmente, quería ver si podría ayudar a brindar algún servicio a

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los raros hombre que de estar mirando a Alex, ahora la miraban… y quizá los
ayudaría con un ajuste en su actitud.

“¿Maddison?”, estaba segura que la pequeña leona no podría malinterpretar su


pregunta y no lo hizo.

“La que está babeando sobre Alex”. Maya juró que pudo escuchar a la leona
tragar. Maddy agregó, “Solo es un rasguño, Maya, de veras”. Hmm parecía que su
pequeña hermana adoptiva estaba tratando de perdonar y olvidar. Que mal para la
mujer, pues Maya no iba a dejarlo pasar tan fácilmente. Porque en su estado de
ánimo, totalmente justificado en su mente, le había venido una idea… o cinco. Eh.
¿cómo lo habría sabido?, ahora, Maya podía matar dos pájaros de un zarpazo. Mucho
mejor. Síí!!.

“Cierto. ¿y por qué nadie te ayudó?”

“Antes que cualquiera de ellos llegara, Alex dio estrictas órdenes, que
necesitábamos mantener la paz. Y el derramamiento de sangre, aunque fuera poco,
no sería tolerado. Y sabes cuánto odio las confrontaciones, Maya, además, todos
sabemos que eres una obsesiva de la limpieza”. Maya podría haberse reído del 19
intento de broma de Maddy, pero tenía tigres más grandes por freír… o algo así.

“Uh. Lo hizo. ¿cierto?” de pronto, la idea que había surgido, regresó a su mente.
Sí, ahora recordaba. A su izquierda estaba el cambiante del consejo, que había
venido a felicitar al Jefe por haber encontrado a su compañera. Y que ellos estaban
mirando porque la anfitriona de esa ocasión―ella― no estaba por ningún lado. Y
en cuanto a la zorra que se frotaba en Alex, bueno, Maya suponía que era esa tigresa
puta que dirigía al grupo de tigres. Si los rumores eran ciertos, había venido aquí a
convencer a Alex de que para la siguiente luna Gaia las dos manadas deberían
aparearse juntas. Aparentemente sus hembras tenían algunos problemas para
concebir y esperaban poder compartir a los sementales de la manada. Um… sobre
su cadáver, Sra. Tramposa. A pesar de la alta posición de la mujer en la manda de
los tigres, Maya iba a hacer valer su dominio, darle a su real y puta alteza lecciones
de cómo ser una invitada apropiada.

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Maya estaba embarazada, hormonal, enojona y bastante furiosa por: 1) la zorra
que se atrevía a tocar a su hombre. 2) y que se había atrevido a ponerle la mano
encima a su preciosa amiga. 3) todos, especialmente los leones, todos se quedaron
ahí parados y dejaron que sucediera.

Ella tendría que hablar con Alex sobre eso, pero primero…

Cruzó los brazos sobre su pecho, la señora embarazada se adentró en la


habitación y se aclaró la garganta sonoramente. Mientras la atención de todos los
presentes se enfocaba en ella, Maya dijo, “¿Alex, cariño?” su compañero la miró con
los ojos muy abiertos y con lo que ella registró como un indicio de preocupación.

Sí, él había escuchado ese suave tono en su voz que le indicaba que ella estaba
en uno de sus estados de ánimo. Entre más dulce y calmada estaba, significaba que
estaba jodido- muy jodido- y su admiradora estaba a punto de obtener un feo
moretón.

“Retrocede, amor. Odiaría manchar tu camisa con la sangre de nuestra


invitada”. Con esa oración dirigida a la delgada tigresa, la mujer enfocó su atención
en Maya, la cabeza inclinada hacia un lado como si estuviera mirando a alguien―o 20
a algo―insignificante. Como si Maya fuera inofensiva, un insecto pequeño. Con sus
hormonas aún rabiando, no dudaría en borrar esa estúpida mirada del rostro de la
mujer. Maya ya había decidido que esa perra tenía bien merecido todo lo que le
pasara. Así que, sin siquiera una duda en algún hueso de su cuerpo, se lanzó a través
de la sala―que se joda el consejo.

Como la niña que era, Maya fue directo a por los largos mechones rubios de la
mujer. Empuñó el cabello de la tigresa con sus dos manos y la alejó de Alex,
entonces la tiró al suelo antes de montarse a horcajadas sobre la delgada mujer, sus
brazos apuntalados por las rodillas de Maya. La tigresa no podía pesar más de 55 kg.
Y por suerte para ella, su leona era más pesada que esa zorra dientes de palillos,
como por…. por mucho.

Con una mano aún agarrada firmemente en el cabello de la chica, se aseguró de


que la tigresa pudiera ver el lento pero deliberado cambio de su mano. Cuando

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cazaba o estaba rodeada de la sangre de una matanza, usualmente Maya no tenía
control de su gata.

En ese preciso momento, su leona interior estaba muy cooperativa. Cada dedo
cambió, primero uno y entonces otro, de manera secuencial, desde el pulgar al
meñique, hasta que uñas largas y afiladas salieron de las puntas de sus dedos,
preparadas y listas para deslizarse a través de lo que parecía la delicada piel de la
tigresa.

“¿Madison?” Maya llamó a su amiga. Desde la esquina de su ojo, miró a la


tímida leona aproximarse una pulgada, los otros leones de la manada retrocedieron,
permitiéndole pasar a su amiga.

“Ella me empujó a un lado cuando abrió la puerta y arañó mi brazo. Sus garras
estaban extendidas”, replicó Maddy. Maya escuchó hablar a su amiga, pero no
permitió que su atención se desviara de la tigresa.

“Hmmm…” Maya llevó su dedo índice a la línea del cuello del vestido de la
mujer y lo deslizo debajo de la costura del hombro. Su uña tan filosa como cuchillo
se deslizó y atravesó de la tela como mantequilla, hasta que la pálida piel de la tigresa 21
fue revelada.

“Ahora estoy pensando que ‘los leones mandan y los tigres babean’ se vería
perfecto tallado aquí. ¿tú qué opinas?” Maya bromeó. Quizá cáusticamente, pero lo
que quería, era enseñarle a esa tipa una lección.

Después de que le ofreciera a su amiga Maddison una sincera disculpa, Maya


dejó que la mujer se levantara cuando estuvo segura de que entendía enteramente
que con ella y sus leones no se podían meter. Sin necesitar la ayuda de Carly o Neal,
Maya estaba más o menos orgullosa de sí misma.

No de una manera arrogante, no. Pero siendo una nueva Jefa, era reconfortante
saber que podía proteger a los suyos.

***

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Gracias a Dios que el consejo había retrocedido al momento en que Maya
terminó de tratar con esa tigresa desvergonzada. Desafortunadamente, eso vino con
el costo de escuchar un regaño por parte de su compañero. Alex podía ser regañón a
veces.

Ella lo amaba, pero aún así era regañón. Por extraño que pareciera, pensaba eso
cada vez que no conseguía lo que quería. Hmmm… de verdad era extraño. Para
compensar por el arranque de Maya, Alex le había pedido que gentilmente invitara
al consejo a cenar la siguiente noche. Estúpido-regañon-cabeza-de-perro.

Después de que el “resto” de los invitados se fue, relevó a su quinteto de sus


obligaciones por la noche, pero no antes de pedirle a Neal que llevara a su mejor
amiga a casa. De hecho ella se sentía un poco culpable por arrastrar a su amiga
conejo a un lugar lleno de lobos e hizo una nota mental de hacer algo especial por
su amiga más tarde.

Esperó hasta que los leones restantes se fueron a las partes externas de la casa
para darle a su compañero la bomba de noticia que quería sacar de su pecho. Ella
ciertamente no necesitaba audiencia para ese anuncio personal.
22
Maya condujo a su hombre por las escaleras directo al dormitorio. Podía sentir
su necesidad, la silenciosa necesidad que golpeaba bajo la piel de Alex. La
adrenalina de su encuentro aún corría por su sangre e imaginó que Alex sentía algo
similar.

Pelear de cualquier forma, ponía a su Alfa caliente, no era de otra manera. Maya
sintió su excitación, esa dulce esencia almizclada salía de sus poros, envolviéndola
como una manta de cálido deseo. Su leona ronroneó en respuesta, de pronto más
interesada en lamerlo de pies a cabeza antes de desgarrarlo con todo eso de la noticia
del embarazo.

Justo sobre el umbral del cuarto, se sobresaltó por el fuerte ruido de una puerta
siendo cerrada, la madera crujiendo horriblemente bajo la fuerza bestial de su
compañero. Otro paso más y sus garras se deslizaron debajo de los tirantes de su
vestido, la tela deslizándose de su cuerpo fácilmente y enrollándose a sus pies,
dejándola vestida solo con bragas y corpiño.

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La excitación corría a través de sus venas, ella y su leona estaban más que listas
para cualquier cosa que su compañero deseara. Entre un parpadeo y el siguiente, el
cuerpo de Alex la cubría desde el hombro hasta los tobillos, su sólido peso
sosteniendo la parte frontal de su cuerpo contra una de las paredes del cuarto, sus
largas manos cerniéndose sobre la parte trasera de su cuerpo medio desnudo.

“Maya…”, el comenzó, su aliento caliente abanicando su cuello desnudo. Las


esencias de madera, lluvia y deseo la rodearon, calentando su piel y aumentando sus
sentidos. El puso sus dientes sobre su hombro, las puntas afiladas rastrillando su
vulnerable piel , aún sin penetrar en su delicada superficie. No pudo reprimir el
estremecimiento de excitación que la golpeó o el flujo de necesidad que la engullía,
tentándola a sucumbir a su hombre, así, él podría tomarla salvajemente. Estaba
perdiendo la fuerza en las piernas rápidamente y sin el soporte de su compañero para
mantenerla en su lugar, estaba segura de que caería al suelo.

Su mordida era su kriptonita. Gimió y se retorció cuando el hundió los dientes


en la piel desnuda donde se unían el cuello y hombro y la leona estaba desesperada
por ser poseída y ser tomada a la fuerza por su compañero.

Alex reforzó su agarre hacia abajo, solo un poco y después lo soltó, lamiendo 23

la zona mordida, para calmar la picazón, como siempre hacía. “Mi fiera y dulce
compañera”. Ella se estiró para acercarse a él, frenética por su toque, pero él no
retrocedió y fijando su cuerpo al de él, no le dio a Maya una sola pulgada para que
se moviera por la habitación.

Los senos de Maya fueron capturados por la inmóvil pared, sus cubiertos
pezones endureciéndose cuando se encontraron con la superficie de ésta. Los
sensitivos y atormentados brotes sufrían por el toque placentero de la boca de Alex
y de sus hábiles manos, la combinación de la delicada seda de su brassier y el
placentero masaje, la estaban volviendo loca.

Alex gruñó, el erótico y animal sonido viniendo de lo profundo de su pecho,


irradiando a través de todo su ser.

“Aguanta, mi amor”. Su coño sufría por la orden, creciendo con deseo,


esperando a ser llenado por el enorme miembro de Alex. Quería ser poseída por él,

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que la dominara en cada manera posible. Tanto por el hombre como por la bestia,
no podía esperar.

Un solo diente, uno de sus caninos, raspó sobre la línea de su mandíbula hacia
el lateral de su cuello, acomodándose donde había mordido anteriormente. La estaba
marcando―anunciando con su esencia la posesión de su cuerpo.

Su leona ansiaba la demostración de posesividad y dominación, y Maya tuvo


que admitir, que también lo ansiaba. Cuando Alex se ponía gruñón y agresivo, tenía
que admitir que el sexo era increíble.

Aire fresco se coló por la hendidura de sus muslos, helando su húmeda carne
cubierta solo por sus bragas, causando que incontables escalofríos corrieran por su
piel. Impaciente por ser llenada por su hombre, ella movió sus caderas y empujó su
trasero contra su pene, lloriqueando una súplica silenciosa cuando sintió su dureza
presionar entre sus nalgas.

Sus bragas de seda y sus pantalones los separaban, pero aún así, fácilmente pudo
sentir su erección a través de la tela. No tenía duda de que la deseaba tanto como
ella a él. 24

“Alex… mi compañero…”

Con un profundo gemido, movió sus brazos y agarró los de ella, poniendo sus
manos sobre su cabeza y asegurando sus muñecas con una de sus fuertes manos. La
otra despareció de su línea de visión y sintió un fuerte tirón de sus bragas contra sus
caderas. El desagarro de ropas fue rápidamente seguido por el tintineo de su cinturón
y el cierre de sus pantalones abriéndose. Sus bragas se deslizaron por su piel y
cayeron al piso. Presionó su trasero hacia atrás como buscando su polla y dejó salir
un gemido de puro deleite cuando la encontró, la gruesa y dura erección presionando
a lo largo de la hendidura de su trasero mandando una llama de indescriptible placer
a través de su coño.

El flexionó sus caderas, deslizando su ancho miembro entre sus nalgas, pasando
por la hendidura de su ano, tentándolos a ambos con movimientos mesurados. Lento
y continuo, arriba y abajo…

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Cada empuje y retroceso era puntualizado por un profundo gruñido, el sonido
animal emanando de su alma, envolviéndola en su deseo carnal. La mano libre se
situó en su cadera, filosas garras clavándose y rompiendo su piel, la esencia de
sangre fresca golpeó la habitación, poniéndola más caliente, más necesitada.

“Sííí….” Ella siseó, el aguijón de dolor-placer atrayendo a su felina hacia la


superficie. La gata ronroneo, ansiando ser montada por su compañero. Sus garras
mortales viajaron hacia arriba por su cadera, hacia su caja torácica y se situaron en
sus pechos cubiertos de seda, amasando su abundante carne y apretando su
endurecido pezón a través de la delgada tela. Dos dedos pincharon la sensible carne,
la tentaron y atormentaron, tirándola justo al tiempo que flexionaba sus caderas.

El arañó su vulnerable cuello con sus dientes, masajeando sus senos mientras
frotaba su polla dura contra la hendidura de sus nalgas. Sus nervios se crisparon, sus
sobresaturados sentidos trabajaron para excitarla aún más.

El coño de Maya estaba húmedo y se estaba poniendo aún más mojado con
cada segundo que pasaba apretándose en el aire, rogando silenciosamente ser llenada
por su compañero. “Por favor, Alex…” otro desgarrón de ropa y sus pechos
quedaron libres de su confinamiento, su palma caliente acarició su carne regordeta. 25

“Dime lo que necesitas compañera”. Su mano abandono sus pechos y ella se


quejó ante el abandono, pero ronroneó cuando su palma viajó sobre su piel que se
había puesto de gallina, deslizándose sobre el centro de su pecho y hacia abajo, a su
estómago, posicionándose solo un poco más arriba de la parte más necesitada de su
cuerpo.

Sus garras se retrajeron, Alex trazó pequeños círculos con sus dedos sobre su
coño, entonces con un solo dedo empezó a juguetear con la punta de su clítoris.
Gentilmente, deslizando su dedo sobre esa área delicada, entonces lo llevó entre sus
labios vaginales, jugando con ella como solo él sabía. Arriba y abajo, dentro y fuera,
una y otra vez le dio placer. El aliento de Maya se convirtió en jadeos, mientras él la
follaba lentamente con su dedo, flirteando con sus nervios mientras ella esperaba
pacientemente por aquello que más deseaba.

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“¿Ansias mi toque?, me necesitas, ¿aquí?” enterró un dedo un poco más
profundo, frotándolo contra su punto G por algunos momentos antes de sacarlo para
volver a juguetear con su clítoris.

“¡Alex, por favor!” lloriqueó, balanceando su lujurioso trasero contra su polla.

“Por favor qué Maya, mi Jefa” él deslizo un duro dedo entre su coño y sus
labios de nuevo, acariciando con su calloso dedo, rozando el nudo donde se
concentraban sus nervios con su toque gentil, y ahí estaba otra vez atormentando la
punta de su abertura.

Ella soltó un quejido―su leona estaba tan desesperada como su lado humano
por tener a ese hombre.

“A ti, Alex. Te necesito”.

Gruñendo, más bestia que hombre, -Alex soltó sus manos solo lo suficiente para
darle vuelta, antes de encajarla de nuevo contra su cuerpo. Ahora cara a cara con su
compañero, ella sintió a su león paseándose debajo de su piel. Los ojos de Alex se
tornaron de un profundo dorado, mostrándole que él estaba caminando
26
cuidadosamente entre la línea de hombre y gato.

Su cálida, dura polla, sobresalía de entre la hendidura de sus muslos y atrapada


entre sus cuerpos, pulsaba contra su estómago, mojando su piel con su pre-
eyaculación. Lo deseaba, esperaba por tenerlo profundamente dentro de ella
reafirmando su lazo especial, para borrar completamente de su hombre el hedor de
esa puta tigresa.

Maya levantó su pierna y la puso en la cadera de Alex, acercándolo. No podía


dominarlo en esa posición, pero podía ciertamente hacerle algunas demandas.

“Maya…”

“¡Mío!” ella pronunció la posesiva palabra, se apoyó hacia adelante y lo capturó


en un apasionado beso, encajándose y mordiendo su labio inferior, trayendo a su
boca un poco de esa sangre suya tan adictiva. El dulce sabor de él quemaba sus
papilas gustativas, causando que gimiera como la necesitada leona que era. Alex no

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la dejó mandar por mucho tiempo. No, tomó el control del beso y le regresó más de
esa ardiente pasión.

Un parpadeo de dolor emanó de sus muñecas, el pinchazo de su piel por sus


garras reemergidas trajo un poco más de esa sangrienta esencia a la habitación. Otro
gruñido, más profundo que el anterior, se sintió a través de su compañera. Las
vibraciones solo aumentaban el nivel de excitación.

Siguieron besándose, Maya estaba perdida en su abrazo, totalmente acaparada


por su pasión, su lengua tentándola, imitando lo que el tenía reservado para su
necesitado coño. El succionó y probó, dominándola salvajemente sin freno y con
facilidad.

Mientras conquistaba su boca, el acunó sus pechos con sus largas y duras manos
y los amasó. Sus pezones se endurecieron con su toque, ella sufría por él aún más y
para su deleite, Alex nunca la decepcionaba. Capturó una sensible punta entre sus
dedos, pinchó y lo cogió hasta que ella estaba quemándose con lujuria de adentro
hacia afuera.

Maya balanceó sus caderas contra él y abrió sus piernas, su húmedo coño 27
abriéndose ligeramente contra el lado bajo de su erecto miembro, el contacto de piel
a piel volviéndola loca. Pero no era suficiente… ni de cerca…

Sin ser capaz de soportar más juegos, de repente se separó de la boca de Alex,
dejándolos a ambos jadeando y un momento después, se arrepintió de su decisión.
Aún peleando por calmar el dolor de sus pulmones en busca de aire, los dedos de
Maya comenzaron a temblar, la piel estirándose mientras sus garras se extendían
para igualar a las de su compañero. Los huesos de su cara cambiaron bajo su piel y
una punzada de dolor le vino desde adentro.

Sin necesidad de mirar, sabía que su leona estaba flexionando sus músculos,
ansiosa por salir y demandar que su compañero calmara su necesidad.

El la tenía toda exaltada y era su trabajo satisfacerla, maldita sea.

“Mía”. Esa palabra sonó desigual y desesperada, sus colmillos descendieron,


brillaban con la baja luz de la habitación.

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El aliento atorado en su garganta mientras él clavaba su dientes en la piel de
Maya otra vez.

“Tuya”, gruñó. El quitó la mano de su seno y le robo ese delicioso momento en


que su pene se frotaba contra sus labios vaginales. Ella se quejó y gruño por la
pérdida, trató desesperadamente de tocar su dureza y ganar nuevamente ese íntimo
contacto, pero su compañero no la dejó.

Y entonces, todo pensamiento la abandonó cuando Alex reposicionó su polla,


con la cabeza de su pene en su entrada, empujándose solo un poquito en su sexo.

“Ahh”, gritó Maya.

Se encontró con su mirada, observó la emoción y la pasión en su cara mientras


él se deslizaba en su entrada empapada, pulgada a pulgada. Como siempre, su cuerpo
temblando mientras él trabajaba para llenarla hasta la empuñadura. Antes habían
estado frenéticos, ahora él parecía estar tomándose todo su maldito tiempo.

Maya gruñó y desnudó sus dientes ante la sonrisa en la cara de Alex.

“Cuando yo diga mi dulce e impaciente compañera”. A veces podía ser un hijo 28


de puta. Su hijo de puta, pero aún así…

Suerte para él, que ella estaba muy excitada con eso… por ahora.

Su lenta y deliberada penetración continuó, hasta que las nueve pulgadas -23
cms- de su magnífica polla la llenaron completamente. Jadeando, Maya sufría con
la necesidad de moverse, de cabalgar a su compañero hasta que ambos se corrieran.
El ritmo que el estableció era demasiado lento para su gusto pero lo aceptó,
deleitándose en la manera en que Alex llenaba su coño, tocando cada delicado nervio
y trayéndolos a la vida.

Llamas de éxtasis fluyeron por sus venas, dándole placer a cada centímetro de
su curvilínea figura. Alex se retiró y luego empujo hacia adelante otra vez y ella
estaba agradecida por la pared a su espalda. Cuando ella enredo más apretadamente
la pierna en la cadera de Alex, él trajo su brazo debajo de su rodilla y puso la palma
contra la pared, deteniéndolo en ese lugar como para que no molestara.

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Su compañero se deslizó fuera de su sexo y entonces de golpe se adentró en
ella, sacando un carraspeo de su pecho, ese bendito sentimiento de tener su dura
polla sacando ronroneo tras ronroneo de su leona. Su gata lo aprobaba, amaba como
su compañero la estaba haciendo sentir.

“Ssssssi…” ella siseó.

Lo hizo de nuevo y de nuevo, incrementando el poder y el ritmo de esa deliciosa


invasión, ronroneando y con su orgasmo construyéndose.

“Dios, te siento tan bien Alex…”

Golpe, golpe, golpe. El continuó esos maravillosos asaltos, duro y más duro,
causando que su pie dejara el suelo por algunos momentos.

Alex soltó sus manos y agarro su otra pierna, levantando su cuerpo para poner
las piernas alrededor de sus caderas, entonces la sostuvo antes de cambiar su
atención de regreso, dentro y fuera de su cremoso coño.

Duro y más duro, rápido y más rápido el golpeaba sus caderas, sacándole
gemido tras gemido desde dentro de ella, haciéndola sentir bien de pies a cabeza. Su 29
leona ronroneó mientras Maya gritaba en éxtasis, preguntándose hasta donde podría
llegar antes de que ella se partiera en un millón de pedazos.

Alex folló su carne mojada, la piel de sus cuerpos cubiertos de sudor


encontrándose en ruidosos y atronadores contactos, los húmedos y lujuriosos
sonidos de ellos haciendo el amor, al compás de sus respiraciones irregulares.

Ella se agarró a los hombros de Alex, las garras enterrándose en su camisa, a


través del algodón y la piel con suma facilidad. El sexo entre cambiantes es sucio,
sangriento y taaan glorioso.

Rugiendo, su compañero la follaba más rápido, chocando su cuerpo con


exigentes estocadas, hundiéndose dentro de su coño con imprudente abandono.

La caliente y feroz excitación se apoderó de ella, la leona revelándose por las


atenciones eróticas de su compañero, ronroneando fuertemente y gruñendo con
absoluto placer. La necesidad de Maya continuó creciendo con cada difícil

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respiración, con su clímax acercándose con cada segundo que transcurría y le dio la
bienvenida con los brazos abiertos, queriendo que su orgasmo llegara más que
nada… para envolverla en puro y radiante placer.

Maya flexionó sus caderas, para encontrarse con sus constantes estocadas. La
cabeza de su gran polla, golpeó su punto G, una y otra vez, frotando ese manojo de
nervios generando oleadas de disfrute a través de su cuerpo ya lleno con placer.
Todas y cada una de las pulgadas de su larga y gruesa polla se añadían a su inminente
orgasmo.

Puso sus caderas en ángulo para que su pene se frotara contra su clítoris y el
hinchado pedazo de carne cantó con deseo.

Su liberación… estaba justo ahí. Casi podía tocarla…

Ella deslizo sus manos en el cuello de Alex, sus garras clavadas dentro de su
carne otra vez, y esos ojos dorados suyos casi se convirtieron en negros. Ella sabía
por experiencia que estaba perdido en el placer y ella se imaginó que su expresión
igualaba la suya.
30
“Alex…” lo llamó, un sonido gutural que era más un gruñido y una demanda,
que cualquier otra cosa.

Se agarró de él y lo acercó, bajó su cabeza mientras ella ponía la suya de lado.


Quería desesperadamente ser reclamada por su compañero, necesitada de hacerle lo
mismo a él.

El coño de Maya se apretó alrededor de él, ordeñando su polla


desesperadamente mientras buscaba su orgasmo. Sus piernas le dolían y pulsaban
por el apretado agarre de sus afiladas garras, la esencia de sangre mezclándose con
el olor de sexo, todo eso la envió más cerca del borde.

“Dulce compañera”. Su profunda voz se emparejo con la suya, la vista de sus


colmillo totalmente extendidos servían para dirigir su necesidad, para encender aún
más su atracción por este león Alfa hacia ella.

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Ambas mitades , humana y gata, se revelaron ante el conocimiento de lo que le
podían hacer a su compañero, cuanto y como podían hacerle perder el control.

Golpeteos y una otra vez. Los encuentros de sus cuerpos sudorosos hacían un
fuerte eco dentro y fuera de su bien trabajado coño, fallándola duro y rápido con
velocidad inhumana. Así, completamente delicioso y divino… él la estaba dirigiendo
al borde de la locura por todo ese éxtasis maravilloso que le ofrecía al hacerle el
amor. Maya se rindió ante el placer y dejó que la engullera en su calor, todo mientras
su sexo comenzaba a convulsionarse alrededor de él.

Necesitaba correrse. Rápidamente se estaba convirtiéndose en una absoluta


necesidad. La agonía de esa bendición que se le estaba negando crecía tan grande
que ella pensó que se partiría… en incontables e irreparables piezas. Flashes
cegadores ante sus ojos y luces brillantes que estaba segura acompañaban a esta
hermosa liberación.

Ella se alimentó de su pasión, y del desesperado ritmo de las estocadas mientras


él buscaba su propia liberación.

“Estoy cerca…” Maya no estaba segura de que él hubiera escuchado, pero 31


entonces ella vio una chispa de pasión destellar en sus ojos mientras el sacaba sus
colmillos y le gruño mientras lamía sus labios.

No tardaría o tomaría mucho más tiempo. No, solo se necesitaba un pequeño


empujón sobre el borde, eso le daría el regalo del placer por el que tanto había
trabajado.

Ella solo… necesitaba un poco más…

Su coño se apretó, apretujándose fuertemente alrededor de su miembro mientras


él la enviaba más y más cerca del borde. Otro empujón y otro, él le dio lo que
necesitaba. Y su compañero siempre se aseguraba que ella se corriera antes que él.
Siempre. Que amante tan considerado. Con la boca bien abierta, jadeando, Alex
movió su cabeza hacia adelante y la mordió, antes de que ella supiera lo que quería
hacer.

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En un parpadeo, él enterró sus filosos dientes dentro de su piel en el punto donde
se juntan el cuello y el hombro, los colmillos deslizándose en su carne como si nada,
como si fuera mantequilla derretida.

Su mordida, y el feroz placer-dolor que inmediatamente le siguió, eran


suficientes para mandarla volando por el borde.

El cuerpo de Maya se sacudió y tuvo espasmos, un rugido salió de su boca,


mientras caía en los brazos de Alex. Su compañero continuó con el fiero ritmo sexual
mientras se corría, empeñado aparentemente en sacar más éxtasis de ella. Gritó
fuerte y largamente mientras su orgasmo fluía a través de sus venas fieramente,
ambas ella y la leona gozando del fuego líquido que ardía dentro de su cuerpo.

Se estrelló con oleada tras oleada de placer, sumergiéndola hasta sentir que
flotaba dentro de una piscina de placer absoluto. Y a través de eso, sus empujes
fueron ininterrumpidos mientras continuaba ordeñando su maravillosa polla, las
paredes de su coño trabajando para que ese hombre se corriera.

Justo cuando un orgasmo terminaba otro se alzaba, otra intensa quemazón de


éxtasis, poniendo sus nervios en llamas. “¡Alex!” sus dientes se enterraron más 32
profundo, el furioso movimiento de sus caderas, finalmente vacilantes, con un ritmo
crudo y desigual mientras los segundos pasaban, y ella supo que su liberación estaba
pronta a llegar. Queriendo reclamarlo y regresarle la misma cantidad de placer que
le dio, hundió los dientes en su piel, regocijándose con la dulce sangre que paso por
su lengua. Con un gruñido ensordecedor y un puñado de empujes finales el selló sus
labios contra los suyos, su polla palpitando y contrayéndose dentro de su suave
canal. La llenó con su semilla, dándole carga tras carga de su semen dentro de su
temblorosa vaina. Maya tembló ante los sentimientos de amor que fluían a través de
su tembloroso cuerpo.

Sin advertencia, un maravilloso eco la sacudió, inesperada y repentinamente,


surgiendo a través de su cansada figura. Bien, la buena noticia era que no se podía
poner más embarazada de lo que ya estaba, si eso tenía algún sentido. Jadeando,
trabajando duro para mantener el aliento, ella pasó los dedos a través de su cabello

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e hizo que su leona gentilmente retrocediera. El había reclamado lo que era suyo y
ella le había hecho lo mismo a él, lavando el hedor de la tigresa en el proceso.

Los segundos hacían tic tac hasta que su leona se retiró totalmente, muy
contenta, quizá estaba sentada y más lista que nunca para tomar una siesta. Maya se
frotó la cara gentilmente contra el costado de Alex, inhalando sus esencias
combinadas mientras un canturreo de felicidad se construía en su garganta.
“Cccompañero”.

Lentamente, su compañero quitó sus dientes de su hombro, y no fue una


sorpresa que ni siquiera esa punzada de dolor la pudiera sacar de su piscina
imaginaria de felicidad sexual. El lamió sus heridas y ella siguió acariciándolo,
pasando sus dedos a través de las pesadas ondas de cabello, dejando que los sedosos
mechones la rozaran tanto como ella lo había hecho con él.

Con los párpados casi cerrados con pesadez, Alex levantó la cabeza, los duros
rasgos de su león interior desaparecieron de su hermoso rostro y a sus ojos regresó
el pálido color oro una vez más. “Hermosa compañera”.

Ella sonrió. Al menos, creyó haberlo hecho. Honestamente, no podía sentir la 33


cara o las piernas o nada, realmente. Una señal de que su hombre hizo un gran trabajo
amándola. Alex se alejó de la pared, llevándola con él, hacia la cama antes de darse
la vuelta y dejarse caer sobre la suave superficie con un gruñido.

“Hora de la siesta”, dijo bostezando. Tumbada encima de él, más que satisfecha,
pensó que se adelantaría y lo sorprendería, sin importarle cuan malo pudiera ser el
momento. Bajó la voz a un mero susurro, sus labios rozando su oído mientras se
acurrucaba más cerca, tratando de ponerse más cómoda. “¿Alex?”

“¿Hmm?” ya estando medio dormido el olisqueó su mejilla.

“Estoy embarazada” quizá era un poco extraño, pero el enojo que ella sintió
antes, desapareció con ese anuncio. Realmente ella estaba emocionada con la
propuesta de ser mamá.

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Su cuerpo se puso tieso, no se movía. Ella ni siquiera podía escucharlo respirar
no sentía el levantamiento de su pecho debajo de ella. Entonces él finalmente le
respondió. “No estás mintiendo”.

“No”

“Dime que estás mintiendo”

Ella sofocó una risa contra su cuello.

“Uh-uh. Gemelos Alex”.

“Estás―”

Esta vez, ella gruño, interrumpiéndolo. Le estaba empezando a gustar tener una
leona dentro de ella. La gata le había dado a Maya superpoderes y una profunda voz
para quejarse.

“Voy a aporrearte”.

Alex se enderezó hasta mirarla de una forma que ella nunca había visto antes.
“¿De verdad?, ¿dos cachorros?” 34

Inesperadas lágrimas comenzaron a quemar en sus ojos y ella asintió.


Aparentemente, parecía que estar embarazada la ponía un poco llorosa.

El tomó sus brazos y le dio la vuelta a sus cuerpos hasta que estuvo sobre ella.
“Por cierto Maya… nunca te volverás a alejar de mi vista de nuevo. Encontraré algo
más que el quinteto pueda hacer. Me tenías preocupado como un tonto. Y ahora que
estás embarazada…” ¿Sobre reaccionando? De repente, Alex rugió y Maya estaba
segura de que la habitación podría colapsar alrededor de ellos.

“¿Te enfrentaste con la representante de los tigres sabiendo que estabas


embarazada?” ella se figuraba que eso había sido una pregunta retórica y asumió que
esa discreción pudo haber sido en parte por valor. Así que, mantuvo sus labios
cerrados.

Maya pensó que un poco de redirección era necesario. Le acaricio la áspera y


peluda mejilla y miro profundamente en su enfurecida mirada. Joder, pensó.

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Quitándole el cierre a sus labios, pregunto. “¿Obtendré un anillo ahora? Si no, te juro
que ellos tendrán Josephs como apellido, no O’connell”.

Todo el color se esfumó de su cara. “No te atreverías”.

“¿No lo haría?” ella hizo una mueca de sonrisa a su espantado compañero.


Follar con―y ser follada por― Alex durante los próximos seis meses iba a ser muy
divertido. Y aunque su embarazo la había tomado totalmente con la guardia baja,
profundamente en su corazón, Maya estaba segura de que convertirse en madre sería
la mejor experiencia de toda su vida. Y ella no cambiaría ese precioso regalo… por
nada en el mundo.

Fin 35

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Celia Kyle

Acerca de la autora
A Celia Kyle le encantaría gobernar el
mundo y convertirse en una ninja. Como
plan B, está trabajando en su carrera como
escritora y le da a los lectores historias que
toquen sus corazones y *ejem* otros
lugares.
36
Visítala en http://celiakyle.com

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El Club De La Rosa
STAFF
You're Lion
Celia Kyle

Traducción

Corrección Lectura
Lectu
tu
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Final
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37

Diseño

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