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Roland Barthes
La actividad del hombre moderno es leer y observar signos sociales, como pueden ser imágenes,
gestos, comportamientos.
La semiología plantea justamente el análisis de este mundo de los signos donde todos nos habla.
Estamos rodeados de estos signos, nos movemos con expectativas e hipótesis que concluimos
de lo que leemos. Esta lectura de los signos es muy normal para nosotros, implica valores
sociales, ideológicos y culturales, y es de carácter doble. (la lectura literal y la que da cuenta de
otro sentido. Ej. Gente en la parada (esa es la lectura literal), entonces el colectivo no viene hace
rato (esta es la segunda lectura, esa que se configura a partir de ideologías sociales). Debemos
entrar en la cocina del sentido, luchas contra la inocencia de los objetos, descifrar los signos del
mundo y no quedarnos en lo literal.
SAUSSURE
Inició la semiología como ciencia y mostró las bases de la lingüística moderna. Su objeto de
estudio es la lengua, analizándola estructuralmente. Afirma que el lenguaje no puede ser objeto
de estudio por ser multiforme y heterogéneo. Dice que el lenguaje tiene un lado individual y
otro social, implica un sistema establecido y una evolución, tiene muchas formas y se aparta de
lo regular, está conformado por distintos elementos, mediante los cuales no es posible
clasificarlo.
Para deslindar la lengua del lenguaje, busca dar importancia a la forma, es decir a aquello que
se aloja en nuestro cerebro y nos permite entender al otro, y aparta el contenido, es decir, el
habla.
EL SIGNO LINGÜISTICO
VALOR LINGÜISTICO
Es la propiedad que tiene una palabra para representar una idea, da forma a los significados y
los significantes. Cada termino tiene un valor que lo diferencia de otro, es decir, signo es lo que
otro no debido a su valor, es por ello que ningún signo tiene realidad en sí mismo, sino es con
su vecino. Sin los signos, no podríamos percibir las ideas con claridad, todo sería igual. El signo
es su totalidad, en la lengua no hay más que diferencias, un signo es lo que el otro no es, es por
esto que se habla de una relación negativa entre signos lingüísticos, por pura diferencia y
oposición, es decir, lo que realmente importa analizar son sus diferencias con otros.
1. Una cosa desemejante (diferente) susceptible a ser trocada (cambiada) por otra
cosa cuyo valor está por determinar.
2. Cosas similares comparables con aquella cuyo valor se está por ver.
Estos dos factores son necesarios para la existencia de un valor. Por ejemplo, para
saber cuál es el valor de una moneda de $1 se la puede trocar (cambiar) por una
cantidad determinada de algo diferente, por ejemplo, un caramelo; o se la puede
comparar con un valor similar del mismo sistema, por ejemplo, con una moneda de
algún otro sistema (euro, dólar, etc.).
Aspecto Material (SIGNIFICANTE): Lo que importa de una palabra no es el sonido por sí
mismo, sino las diferencias fónicas que permiten distinguir esas palabras de todas las
demás. Por ejemplo, “gato”, “pato”, “mato” suenan parecido, pero a nivel conceptual
son distintas.
FONEMAS
Es un elemento del significante lingüístico, se definen como las unidades mínimas y autónomas
en el plano de la expresión, que nos permite distinguir significados, por ejemplo, paso, peso,
piso, poseen diferentes significados gracias a la oposición entre a, e, i. Los fonemas tienen una
naturaleza psíquica, pues son un conjunto de rasgos distintivos archivados en las mentes de los
hablantes de una lengua.
SINCRONIA Y DIACRONIA
Lingüística diacrónica o evolutiva: Establece las leyes de los cambios a través del
tiempo. Estudia los acontecimientos capaces de transformar las lenguas.
Relaciones asociativas: Fuera del discurso, las palabras ofrecen algo en común que
asocian en la memoria, formando el tesoro de la lengua de cada individuo. Las
asociaciones mentales serán tantas como relaciones diversas haya, ya que un término
dado trae consigo la asociación de otros términos coordinados cuya suma es indefinida.
No tienen orden. No hay relaciones sintagmáticas sin asociativas.
EL SIGNO SEGÚN PIERCE
Para él, el signo es una unidad tríadica (basada en un triángulo), denomina a este proceso
“Semiosis”, el cual está conformado por tres integrantes que se convierten en una unidad.
Realidad y conocimiento están en un mismo plano, es por ello que el signo es una representación
por la cual alguien puede mentalmente remitirse a un objeto. Los tres elementos de la triada
son:
2. Objeto dinámico: Es algo que se puede ver y tocar, está fuera del signo, ya que
al ser algo físico, no contiene un conocimiento.
En conclusión, todo signo remite a otro signo, y como lo que hay en nuestro pensamiento son
signos, todo signo/pensamiento remite a otro signo/pensamiento. No existe conocimiento
basado en sí mismo, sino que un conocimiento proviene de otro. El sujeto es un soporte de
signos, ellos leen e interpretan, con la finalidad de comunicarse. Los elementos de la triada no
son independientes, sino que se trata de relaciones para explicar la realidad viva de la semiosis.
SEMIOSIS INFINITA
Se basa en una sucesión continua de producción de signos mediante la cual los sujetos ven
pensando la verdad de las cosas y del mundo. Estos, al momento de leer un signo, lo interpretan
a partir de lo que ya tienen formado en su mente, es decir, a partir de las ideas, las visiones de
la realidad, etc. A partir de allí se van generando nuevas configuraciones.
PRIMER TRICOTOMÍA: División del signo en relación a sí mismo, es decir con el Representamen.
Cualisigno: Ver el signo como cualidad. Fijarse sólo en los elementos cualitativos del
signo: lo perceptible, físico: color, olor, textura, sabor, etc.
Legisigno: Ver el signo como una ley: un principio con un valor general, aceptado por la
masa. Por ejemplo, la cruz vista como representación de la moral cristiana. El signo de
“Reciclar”, silbato del árbitro, etc.
Ícono: Es el signo que se relaciona con su objeto por razones de semejanza. Para Pierce
es una imagen mental, es decir, un representamen que representa a su objeto, al cual
se le parece. Por ejemplo, el ícono de la palabra “frio” es la imagen que se forma en
nuestra mete, de acuerdo a nuestra experiencia del frio. Un ícono también pueden ser
un cuadro, una fotografía o una maqueta.
Índice: Es el signo que se conecta directamente con su objeto, se basa en una relación
causa-efecto. Por ejemplo, las huellas de un caballo sobre un camino, indica que un
caballo estuvo ahí; o por ejemplo rayos que indican que se acerca una tormenta; o humo
que representa incendio, etc.
Símbolo: Se trata de una relación arbitraria con su objeto, funcionan por convención,
así como las palabras que no se basan en una ley natural. Por ejemplo, un billete, una
bandera, una paloma que se traduce como símbolo de paz, etc.
Todas las acciones llevadas a cabo por los seres humanos están relacionadas al uso de la lengua,
y se desarrollan en el marco de determinado ambiente. No nos comportamos de igual manera
en todos los ámbitos, nuestro dialogo va a variar según el lugar en el que nos encontremos y la
persona a la que nos dirijamos.
Sin darnos cuenta, nos vamos ajustando a ciertas pautas o reglas que con el tiempo se fueron
instalando en las distintas esferas de la actividad humana.
Algunas esferas, como el ejército y la iglesia contemplan pautas más estrictas a la hora de
comunicarnos. Esas reglas o pautas forman parte de lo que la lingüística llama “géneros
discursivos”.
Los géneros discursivos están compuestos por enunciados (que pueden ser orales o escritos) y
son heterogéneos, ya que al ya que, al tratarse de las esferas de la actividad humana, vemos que
estas son infinitas, y van a depender del tema, de la situación. Del número de participantes, etc.
1. Primarios (simples): son los más inmediatos, se dan en la actividad cotidiana (charlas,
cartas, mails, etc.).
2. Secundarios (complejos): surge de la comunicación más compleja, principalmente la
escrita. Estos absorben a los primarios y los apartan de su realidad, la cual solo es posible
en el contexto en donde se los incluya (por ejemplo, una carta en una novela).
LOS ENUNCIADOS
GENERO Y ESTILO
Para Bajtín, el estilo tiene que ver con los recursos léxicos y gramaticales de la lengua. Este está
vinculado a una forma de enunciado que va a variar según el género discursivo. Es decir, es en
los enunciados en donde se van a reflejar las condiciones de cada esfera, mediante:
Su contenido temático
Su estilo verbal
Su composición o estructura.
Para Bajtín todo hablante es de por sí un contestatario, ya que no es el primero que habla, sino
que cuenta con la presencia de enunciados anteriores y posteriores.
El estilo y la composición del enunciado dependerá de cómo el autor perciba a sus destinatarios.
Así como los políticos buscan convencer al destinatario, dichas esferas enfocaran su discurso a
partir de sus propias necesidades.
CRITICA A SAUSSURE
Bajtín critica a Saussure, quien no trabaja lo material y parcializa el estudio del lenguaje,
apartando todo su contenido, el habla.
Para Saussure el oyente es pasivo, mientras que para Bajtín la comunicación necesita de un
hablante y un oyente activo, incorporando la categoría de discurso, la cual se basa en:
Mientras que Saussure trabaja el signo lingüístico, Bajtín se basa en el signo ideológico, aquel
cuya función es comunicar sentidos.
Bajtín dice que las condiciones materiales de la vida condicionan al sujeto, que, al hablar, refleja
su vida.
SEMIOLOGÍA DE LA LENGUA
Benveniste
Según Benveniste, para Pierce la semiología de la lengua se reduce a las palabras, que son signos,
pero no participan de una categoría distinta. Pero para Saussure es la reflexión que procede a
partir de la lengua, y la toma como objeto exclusivo. La lengua es una totalidad en sí y un
principio de clasificación. A la lingüística se le asignan 3 tareas:
Para Saussure una lingüística solo es posible conociendo su objeto, para esto hay que separar la
lengua del lenguaje, ya que el lenguaje en su conjunto es multiforme y heteróclito (se sale de lo
habitual), a la vez es físico, psíquico, y pertenece al dominio social e individual, es por esto que
no se deja clasificar en ninguna categoría de los hechos humanos. La lengua, por el contrario, es
una totalidad en sí y un principio de clasificación.
La lengua es un sistema de signos que expresan ideas y por eso es comparable a la escritura, al
alfabeto de los sordomudos, a las formas de cortesía, etc. Solo que la lengua es la más
importante entre estos sistemas.
Para Saussure el signo es una noción lingüística que se extiende a ciertos ordenes de hechos
humanos y sociales. Los ritos simbólicos, las formas de cortesía, no son sistemas autónomos, ya
que, para nacer y establecerse como sistema, suponen la lengua que los produce e interpreta.
El papel del signo es representar, ocupar el puesto de otra cosa. El carácter común a todos los
sistemas es su propiedad de significar y su composición en unidades de significancia o signos.
El primero y el segundo suministran las condiciones externas, es decir las condiciones empíricas
del sistema (reales), mientras que los últimos dos, relativos a los signos y a su tipo de
funcionamiento, indican las condiciones internas, es decir las condiciones semióticas (mentales).
Los signos de la sociedad pueden ser interpretados por los de la lengua, pero no a la inversa. La
lengua será el interpretante de la sociedad.
El signo es una unidad, pero la unidad puede no ser un signo, por ejemplo, en la “lengua
musical”, la unidad elemental, es decir el sonido, no es un signo. Existen sistemas de unidades
significativas (la lengua), y sistemas de unidades no significativas (la música). La lengua es el
intérprete de todos los demás sistemas, lingüísticos y no lingüísticos.
2. La relación de homología: establece una correlación entre las partes de dos sistemas
semióticos, esta relación es instaurada en función de conexiones que se descubren
entre dos sistemas distintos.
La lengua nos ofrece el único modelo de un sistema que sea semiótico a la vez en su estructura
formal y en su funcionamiento.
Se manifiesta por la enunciación, que alude a una situación dada, habar siempre es
hablar de.
Consiste formalmente en unidades distintas, cada una de las cuales es un signo.
Es producida y percibida en los mismos valores de referencia, entre todos los miembros
de una comunidad.
Es la única actualización de la comunicación intersubjetiva.
Lo semiótico (el signo), designa el modo de significancia, propio del signo lingüístico y
que lo constituye como unidad. La única cuestión que provoca el reconocimiento de un
signo es su existencia. El estudio semiótico consistirá en identificar las unidades, en
describir las marcas distintivas. Cada signo afirma con claridad su significancia entre un
conjunto de signos. Lo semiótico debe ser reconocido (rosa es lo que no es rojo, mama
es lo que no es papa).
Lo semántico (el discurso), se entra en el modo especifico de significancia, que es el
engendrado por el discurso. Los problemas que se plantean aquí son función de la
lengua como productora de mensajes. Se trata de la comprensión a través del sentido,
corresponde a la categoría “habla” de Saussure, o sea uso, ya que dicho sentido aparece
a través del contexto. Lo semántico debe ser comprendido.
DE LA SUBJETIVIDAD EN EL LENGUAJE
Benveniste
LA SUBJETIVIDAD
El lenguaje permite al hombre definirse a él mismo. Esto lo hace mediante el “yo”, y se refiere a
alguien el cual será TU, ningún (tú/yo) es concebible sin el otro, son complementarios, es decir,
se basa en una acción recíproca, en donde rápidamente “YO” me puedo transformar en “TU”.
Por lo tanto, la subjetividad emerge en el discurso. El lenguaje la posibilita, porque contiene las
formas lingüísticas necesarias para la expresión. Cada locutor que ejerce el discurso, aplica las
formas “vacías” (pronombres) que el lenguaje aporta, a su propia persona. Al hacer esto define
el “yo” y el “tú” de su enunciado.
PRONOMBRES PERSONALES
Son formas vacías que dependen de la situación comunicativa que le adjudica valor. Los
pronombres de primera persona (yo/tu) definen lo que es la categoría de persona, mientras que,
para Benveniste, los pronombres de tercera persona no existen, es decir, que están ausentes y
fuera de la situación. El YO y el TU están dentro de la enunciación, mientras que el EL no forma
parte de la enunciación, sino del enunciado, es decir, de aquello de lo que hablan el YO y el TU.
El “El” es la no-persona.
El lenguaje sólo es posible porque cada locutor se pone como sujeto y remite a sí mismo: un yo
que plantea otra persona y que desde un exterior a mí se vuelve mi eco al que digo tú
diciéndome tú. Esta polaridad es exclusiva del lenguaje.
EL APARATO FORMAL DE LA ENUNCIACIÓN
Benveniste
La enunciación es poner a funcionar la lengua por un acto individual de utilización, el acto mismo
de producir un enunciado y no el texto del enunciado que es el objeto. Es un hecho del locutor
que toma a la lengua como instrumento. Existen tres modos principales de estudiar este
fenómeno enunciativo:
En cuanto aparece un locutor, implanta al otro delante de él: una alocución postula un
alocutario. Es decir, la presencia del locutor hace que cada instancia de discurso constituya un
centro de referencia interna.
Mediante la deixis se busca identificar los deícticos, estos son palabras que se interpretan en
relación al contexto del discurso, son indicadores, señalan algo. Pueden aparecer de manera oral
o escrita. Los deícticos hacen referencia a algo, al decir “esta casa” (se señala a una casa, es un
deíctico) y si quien lo escucha no se encuentra en ese contexto no lo podrá identificar.
DEIXIS DE PERSONA
Es aquella expresión deíctica que hace referencia al papel que ocupa un participante. Se toma
la 1º y 2º persona del singular y plural, la 3º es “no persona” porque no está dentro de la
enunciación y porque con la 3º persona se puede referir también a todo lo “no humano” sean
animales u objetos. Es decir, en esta deixis se van a obtener pronombres.
Los apelativos pueden presentarse como la primera, segunda y tercera persona del verbo para
designar la persona que habla (el locutor), aquella a quien se habla (el alocutario), y aquella de
la cual se habla (el delocutor).
LA PESTE ES EXTRANJERA
Por Héctor Tizón
Desde principios de año hay casi seiscientos casos de cólera registrados en Jujuy.
Para muchos, la epidemia de cólera que azota desde el año pasado el noroeste argentino llega de otros países. Para el autor de esta nota
es un producto local, resultado inevitable de la pobreza y la desprotección de la gente.
Desde que el cólera asomó la cara en esta región, ha pasado más de un año. Desde el 1 de enero hasta hoy, hay casi seiscientos casos
registrados y un par de docenas de muertos. Como antes, ahora el Gobierno demuestra sus buenos sentimientos tratando de disimular,
molesto, la absurda o escandalosa irrupción de un estigma del Tercer Mundo, como si el regusto de una pesadilla perturbara el voluntarioso
ensueño nacional de los pocos, o el de los demás, el de las revistas de y para “ricos y famosos”, de cuyo esplendor nos beneficiaremos todos,
sin duda, y en el cual los hábitos y los días transcurren sin dificultad y todo marcha bien y todo irá mejor.
El cólera, la pobreza y la incuria van de la mano y son aquí ubicuos. El presidente y sus ministros han acudido a Perico —curioso designio—
, se han retratado junto a un pobre infeliz deshidratado y han regresado, raudos. Dejando, eso sí, algún dinero y algunas recomendaciones
asépticas. Quizá no hayan leído, o hayan despreciado por agorera, la nota de un modesto diario local que decía: “Todo el noroeste argentino
se ve afectado por la desocupación producida por la paralización industrial, el receso de la actividad minera, la crisis azucarera y del tabaco,
y los graves problemas por los que atraviesa la producción frutihortícola, provocada por la introducción de productos del Brasil, Chile y el
Paraguay, que tienen costos distintos e inferiores a los argentinos.”
En un dispensario de campaña encuentro a una joven médica asistiendo a un niño y cuando yo asomo sale un cura. Afuera, debajo de un
árbol, esperan un hombre y una mujer sin edad y otros niños, silenciosos. Pregunto y ella dice que necesita más suero y no lo tiene. Zumban
las moscas en la siesta. Por decir algo, también pregunto acerca del cura. “Ha venido a rezar”, dice. La joven médica quiere sanar al enfermo;
el cura quiere asistirlo para una vida futura. Los que están esperando afuera, debajo del árbol, no dicen nada. Esta gente, sin pensarlo,
racionaliza el sufrimiento, le da un sentido, por eso se resigna. Pero la miseria no es beneficiosa. La experiencia del dolor puede ser fecunda,
pero no lo justifica.
Fronteras
Por los medios se desliza la información de que la peste no proviene sólo de la falta de agua potable, redes cloacales o de la miseria y el
abandono, sino que viene de Bolivia. Eso encaja en el discurso oficial, que tiene abolengo desde el alto medioevo. Por esta causa se cierra
la frontera, se nos pone en cuarentena, se decreta la expulsión de una caterva de desgraciados sin papeles y se nos fumiga. De pronto
dejamos de ser los “hermanos de tierra adentro” y somos todos extranjeros. El cólera se eleva a la dignidad de destino o condición de
nacimiento y el hombre muere desintegrándose en aguas y vuelve a ser lo que fue. Pero ni aun así el infortunio muestra el torvo rostro de
la rebelión —como debiera si el dolor no amortiguara los resortes— sino el de la muerte preasignada, el de la marchita ternura del corazón.
En la botica del pueblo, adonde he ido a comprar unos ungüentos, encuentro a una vieja que suele proveer tal casa y otras de carne de
chivos. Dice que ya no la traerá, porque se la quitan los gendarmes. “¿Qué hacen con ella?”, pregunto. “Se la comen ellos”, dice, como si
hablara de un fenómeno natural. “Usted que sabe de remedios —pregunto al boticario—, ¿qué piensa que haremos?” Él se encoge de
hombros y dice que nada. Luego dice: “Uno nace como puede, crece, trabaja, ama un poco, porque el mundo sin amor es un mundo muerto,
se casa, envejece y muere como sea. Eso es todo.”
Yo pienso en los extranjeros expulsados de esta tierra lejana, afectada por la desocupación, el atraso, la incuria y ahora la peste. ¿Nos
tendremos que ir todos? ¿Tendremos que elegir entre el bienestar o la soledad riesgosa y la vergüenza? Pero nada en el mundo vale la pena
que uno se aparte de lo que le es propio.
En este apartado se analiza cómo el discurso construye las “imágenes” del sujeto de la
enunciación, de sus enunciatarios (explícitos o implícitos) y de las otras personas que intervienen
en el esquema enunciativo.
El texto se inicia con referencias de tercera persona (“el cólera”, “el Gobierno”, “los pocos”) que,
como se sabe, no es deíctica, salvo negativamente (en el sentido de que indica que no se está
mencionando ni a la primera ni a la segunda persona, que sí son deícticas puras). Pero el primer
párrafo termina mencionando a una primera persona del plural: “nos beneficiaremos todos”.
Más allá de su sentido irónico (que se desprende de toda esa parte del texto), se trata de un
nosotros de alcance máximo (equivalente a “nosotros, los argentinos”).
Más adelante (tercer párrafo), aparece una primera persona singular (“encuentro”, “yo asomo”,
“pregunto”), que remite al enunciador del texto, comentador o narrador (ver punto 4). Después
del subtítulo “Fronteras”, esa primera persona se incluye en un plural cuyo alcance es menor
que el anterior (exclusivo): “se nos pone en cuarentena”, “dejamos de ser”, “somos todos
extranjeros”; se refiere a los jujeños o a los habitantes del norte del país.
En el siguiente párrafo hay un segmento dialogado (ver punto 4) donde el narrador se dirige a
un enunciatario representado, el boticario: “Usted”, “sabe”, deícticos puros.
Los apelativos son numerosos, y todos de tercera persona (delocutivos), es decir que no son
deícticos. Pero suelen tener un gran contenido predicativo y, a veces, indican relaciones sociales.
“El Gobierno”, “el presidente” y “sus ministros” pertenecen al mismo campo semántico y
aparecen como directos responsables de la situación descrita en todo el texto. Se podrían
agrupar también con los “ricos y famosos”, “el cura”, “los medios”, “los gendarmes”. Del otro
lado (seguramente el del autor): “pobre infeliz deshidratado”, “una joven médica”, “un hombre
y una mujer sin edad”, “otros niños”, “los que están esperando afuera”, “caterva de
desgraciados”, “hermanos de tierra adentro”, “una vieja que suele proveer mi casa...”, “el
boticario”. Estos campos semánticos se podrían ampliar con el agregado de los subjetivemas,
que se agrupan de manera similar (ver punto 5).