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EL PROBLEMA DE LA NACIÓN EN FACUNDO DE ZUVIRÍA

(1842-1862)

RUBÉN EMILIO CORREA


MARTA ELIZABETH PÉREZ

Introducción

En este artículo seguimos trazando el itinerario intelectual de Facundo de


Zuviria para analizar en las obras publicadas entre 1842-1860 la red de
significados que engloba su concepción de nación.
Zuviría tuvo una actuación política que atravesó toda la primera mitad
del siglo XIX. Miembro del Cabildo, Presidente de la Asamblea Redactor de las
instrucciones a los diputados de Salta para las sesiones del Congreso
Constituyente, miembro de la Junta de Representantes provincial, diputado al
Congreso Constituyente de Santa Fe, ministro del gabinete del presidente
Justo José de Urquiza y luego miembro de la Suprema Corte de Justicia hasta
la década del 1860. Su producción intelectual más importante fue el periodo
que duro el exilio en Bolivia donde Zuviria fue madurando un programa de
reforma política y social desgranado en distintos textos que integraron diversas
recopilaciones, entre ellas, La prensa periódica (1857), El principio Religioso
(1860) y Discursos morales y filosóficos (1863) .
Nos proponemos analizar la concepción de nación en las obras de Zuviría
tomando como herramienta metodológica la propuesta de la teoría
metaforológica de Hans Blumenberg que a nuestro criterio permite recuperar y
reconstruir lo que se denomina metafóricamente un clima de época.
Desde esta perspectiva estudiamos dos metáforas, la nación como
naufragio y la nación como cuerpo político que a nuestro entender permiten
aproximarnos a la comprensión de cómo Zuviria en su discurso dio respuestas
mediante la producción de nuevos sentidos a un conjunto de nociones
interrelacionadas a los problemas que se les Plantearon en el contexto histórico
que le toco vivir.

La metaforología como abordaje al estudio de los lenguajes políticos

Cuando hablamos de metaforología hacemos referencia, a un núcleo de


problemas en relación a la naturaleza de la metáfora, los estudios que en torno
a ella se realizan y su elucidación desde las perspectivas semántica, semiótica
o hermenéutica. Entre los interrogantes de los estudios metaforológicos se
encuentran, entre otros, el problema de las relaciones entre metáforas y
símbolos, la cuestión del origen o matriz de las denominadas “metáforas
profundas” con las que se hace referencia a las formas del saber o representar
a las estructuras del mundo vida o las configuraciones intuitivas e
imaginativas de la experiencia del mundo.
Desde una perspectiva hermenéutica, la noción de metaforología nos
interroga sobre la historia e historicidad de los lenguajes. Hans Blumenberg
distingue una doble función de las metáforas;
Por un lado, las metáforas son respuesta a la demanda de sentidos y
cumplen una función teórica. Son metáforas profundas o absolutas, que
ofrecen una representación de la realidad como un todo: dan estructura al
mundo, representan el experimentable e inacabable todo de la realidad.
Constituyen una esfera inconceptualizable de la realidad o el pensamiento. Son
absolutas en tanto fundan elementos primordiales del lenguaje, transferencias
que no pueden reducirse a la logicidad, su contenido puede variar
históricamente, pero no así su función estructural en la medida en que aquello
a lo que ella apunta no se deja decir bajo ningún concepto o enunciado teórico.
Como no es posible reducir a una formula la totalidad de lo
experimentable recurrimos a una imagen metafórica que nos proporcionan
orientaciones en ese todo del que formamos parte. Las metáforas que nos
permiten representar el todo de la realidad son por ejemplo; “cosmos”,” ser
vivo”,” teatro”, “mecanismos de relojería” “naufragio” “cuerpo social” que
constituyen imágenes que hemos empleado para tratar de responder a
cuestiones acerca de qué cosa es el ser el mundo. Estas metáforas por su
significado no podrían enunciarse en términos teóricos, designan irrealidades
sensitivas, aspectos de la realidad que percibimos pero que no podemos
abordar conceptualmente. Ofrecen respuestas provisorias a preguntas
inevitables, posibilitando la explicación de ciertos aspectos de la realidad que
resultan impenetrables de otro modo por su carácter totalizante, es decir,
metafóricamente permiten “ver” lo que no se ve.
Por otro lado, las metáforas son respuestas a la demanda de orientación en
el mundo, es decir, cumplen una función pragmática, a este tipo de metáforas
las denomina metáforas orientativas. No son decidibles teóricamente, su valor
no reside en el contenido conceptual que aporta sino en la praxis teórica que
comporta. En éste sentido, las metáforas no referencian a “una verdad”, su
verdad es histórica, reside en su significatividad. Los significados de la
metáfora, su polisemia constitutiva no es sólo la que pueda tener en un tiempo
y en un espacio determinado sino aquella que va adquiriendo en ese tiempo y
en ese espacio.
Las metáforas orientativas actúan como respuesta rápida y temporal ante
las necesidades humanas, los hombres se sirven de ellas para tomar decisiones
y orientar su comportamiento.
Así la metáfora a diferencia del concepto no tiene una función
referencial sino pragmática, su contenido determina como referencia orientativa
una conducta, da estructura al mundo. Ella no vale por lo que indica sino por lo
que hace, no busca representar un objeto sino que se pone en lugar de ese
objeto ausente e inexpresable.
La nación como metáfora del naufragio

Retomando la idea de Blumenberg (1995:18) que “las metáforas conducen,


seducen (…) estimulan y orientan la cadencia de asociaciones de ideas”,
analizamos cómo el término de nación utilizado por Zuviría sólo puede
comprenderse en relación a otros términos como; principio religioso,
organización social, individuo, familia, leyes que conforman una cadena de
asociaciones que se presentan discursivamente como armónicas.
El término nación es materializado por Zuviría a partir de la metáfora
absoluta del náufrago-la nación- que de salvarse del naufragio- por el que
atravesó por largo tiempo desde el momento de la revolución de mayo, las
guerras civiles y el gobierno de Rosas- para llegar a un territorio firme y
seguro- la inaugurada por Urquiza que abre un camino de restauración
organizativa y constitucional.
La metáfora del naufragio refiere a la desorientación, la anarquía, lo
imprevisible que caracterizó al gobierno de Rosas. Su superación se establece a
partir del proceso de organización institucional, la sanción de la Constitución
Nacional de 1853 y la Constitución de la Provincia de Salta en 1855. Este
proceso fue interpretado por Zuviría como una oportunidad para reencauzar el
camino de la libertad iniciado durante la revolución.
Reencauzar la revolución implicaba, por un lado, una profunda reforma
social, en el sentido de dar al pueblo apego al trabajo, respeto por la libertad y
propiedad, constituidos en valores civilizatorios, esenciales para el progreso y
la modernización. Y por otro, la necesidad de proporcionar a la nación de
nuevas instituciones políticas capaces de garantizar el nuevo orden social.
En éste marco, la construcción de una nación se debe dar a partir de un
principio de organización social que sobre una base religiosa se constituya en
tierra firme. La base fundamental de la nación tiene que ser el principio
religioso que debe guiar en su génesis a toda forma de” razón ilustrada”.
El principio religioso sobre el cual se edifica la nación constituye el sustento
para construir las leyes, establecer la forma de gobierno, organizar la
educación pública, manejar la prensa periódica, establecer el derecho a la
propiedad privada, etc.
Zuviria en contra de la ilustración sostenía que ésta desnuda de toda moral,
lejos de conducir al progreso social, condujo a la falta de toda ley que regle las
acciones sociales. Así “el código de la naciones” puesto por Dios en la cabeza de
los hombres ilustrados no puede desconocer el principio religioso que da
sentido a todo accionar humano y es garante de todo orden social. (Zuviría,
1863:56) Por ello;

“Sin remontarnos a la historia general de las naciones (…) bastaría


recorrer las páginas de las nuestras, para sacar en claro que la mayor
parte de nuestros desastres es debida a esa raza de hombres ilustrados
e inmorales…” (Zuviria, 1863: 166)
La religión y la moral son conceptualizadas como una metáfora
estructural en donde el tiempo es como una cinta que corre transportando
valores que permiten constituir una organización política jurídica más justa.
En su discurso a propósito del Acto de Colación de grados de Julián de
Santiago- su ahijado-, Zuviría organiza jerárquicamente los atributos morales
que corresponden a cada sector social conforme a su profesión:

“Todo lo que aumenta el poder del hombre, lo expone al abuso, si no


es morigerado por la moral y la religión. El saber sin este contrapeso
es más funesto que la ignorancia. Desde este día (…) pesa sobre vos y
solo sobre vos la responsabilidad legal y social de todos vuestros actos,
el cumplimiento de los deberes que la patria impone a cada uno de sus
hijos en sus diferentes clases y profesiones ¿Y cuáles son estos?(...) Al
guerrero, le pide su sangre en defensa de sus derechos .Al magistrado
su integridad y firmeza en sostén de las leyes. Al literato su
pensamiento como luz y guía del pensamiento nacional. Al ministro de
religión una moral austera en custodia de los altares (…). Al
comerciante buena fe y lealtad en sus compromisos, como garante de
la confianza y riqueza pública. Al artesano la contracción a su taller. A
pueblo, en fin, sus brazos y actitudes para la agricultura, el pastoreo
y demás ramos de la industria nacional. Y al joven en cuya educación
ha empleado ingentes sumas a costas de las demás clases de la
sociedad? ¿Qué le pide su patria, que deberes le impone? (...) Le pide
en primer lugar una moral incorrupta(…) un profundo respeto por la
religión de sus padres, maestros, magistrados de su gobierno y la
nación entera, que la ha consignado entre sus primeras leyes
fundamentales (…) Le pide un alma elevada (…) y con la lente del
saber buscar las causas de los males para destruirla, combatir el error
donde quiera que se asile y sean cuales fueran las especiosas formas
con las que se disfrace.” (Zuviría, 1863:412-416)

La nación para Zuviria había estado naufragando en un mar de


anarquía y despotismo siguiendo modelos europeos o norteamericanos que
poco tenían en común con los “caracteres nacionales”. Una de las principales
causas del naufragio que experimentó la nación, fue en su opinión, el uso de
una libertad desenfrenada, que al no ser limitada por códigos morales y
religiosos produjo la descomposición social. En ocasión del Discurso de
apertura a la XXII Sección de la Legislatura de la Provincia de Salta, en 1852,
Zuviría decía:

“La República Argentina, abundante de libertad desde su cuna, abusó de


ella como se abusa de todo lo que abunda. Adoptando máximas
exageradas elevó a principios, teorías y hechos que no eran verificables a
costa de pueblos no preparados para la libertad. ¿Qué remedio a
nuestros males podía esperarse de gobiernos que (...) creían factible
Plantear en nuestra patria la constitución y leyes inglesas, modificadas
con las teorías de la revolución francesa e incrustada con muchas
instituciones norteamericanas?. Sin duda olvidaron que cada país, cada
época, cada pueblo, tiene sus leyes propias tan naturales y tan justas
como las leyes de la naturaleza (…) Porque señores, los caracteres
nacionales son los únicos que revelan la cantidad de libertad, la fuerza y
duración del poder que necesitan los pueblos (...) los argentinos por la
misma energía y altivez de nuestro carácter, siempre necesitamos de un
poder fuerte y enérgico, que nos asegure una moderada libertad (...)
Tampoco aspiremos a una libertad excesiva, para la que nuestros pueblos
no están preparados después de tantos años de pesadas cadenas” “
(Zuviría, 1932:83-91)

Zuviría dialoga en algunos pasajes de su obra con la tradición religiosa


escolástica, reinterpretando algunas nociones como la representación de la
sociedad natural en el cual los individuos no viven aislados sino en grupos
organizados siendo la familia su originaria y fundante forma de sociabilidad.

“La sociedad es el estado natural del hombre porque sin ella no podría
reproducirse ni conservarse(...) La familia es la primera institución social
que se conoce, y las instituciones domesticas basadas sobre el
matrimonio, el poder paternal, la obediencia filial y la sucesión de la
propiedad, son las que han servido de base a todo derecho en la
antigüedad(...) De la familia nació la propiedad, fruto del trabajo y
esfuerzos del hombre sobre la naturaleza y los animales (...) de la familia
nació la idea de autoridad en guarda de su seguridad y garantía de
esta(...) La familia es la primera institución social que se conoce, y las
instituciones domesticas basadas sobre el matrimonio, el poder paternal,
la obediencia filial y la sucesión de la propiedad, son las que han servido
de base a todo derecho en la antigüedad(...) De la familia nació la
propiedad, fruto del trabajo y esfuerzos del hombre sobre la naturaleza y
los animales (...) de la familia nació la idea de autoridad en guarda de su
seguridad y garantía de esta...” (Zuviría, 1860:92)

Por otro lado, a partir de esta noción de familia resinificada en función de


asegurar la propiedad privada, el progreso y la racionalidad, reformula la
concepción del hombre originalmente social a partir de la metafórica de la
sociedad como un cuerpo. El hombre” individuo” se constituye como tal, en la
medida que forma parte del “todo” que es el cuerpo social que actúa en
relación a normas morales y religiosas que permiten el equilibrio y la
conservación del bien común. La sociedad es un organismo, en la que cada
individuo cumple una función y obedecen a las leyes naturales que rigen las
relaciones entre la parte (el individuo) y el todo (la sociedad o comunidad), en
éste sentido Zuviría: sostenía:
“Sin desconocer la influencia de las leyes y de la opinión en las acciones
de los hombres, no se puede reconocer a aquellos agentes subalternos
como causa de la moralidad de estos. Podrán influir en la de muchos
individuos de la sociedad (...) pero la moral y virtudes de esos individuos
tomados colectivamente y en el cuerpo de sociedad no pueden partir sino
de los principios religiosos incrustados en el alma y en el corazón de la
mayoría de los individuos que constituyen la sociedad, cuya moralidad y
costumbre parten de la observancia de las leyes constitutivas de la
sociedad doméstica y privada” (Zuviría, 1860:68)

La metáfora de la nación como cuerpo social y político

En éste punto nos parece importante acotar que los escritos religiosos,
políticos y morales de Zuviria componen un entramado de discursos
reconfigurados, resinificados e innovados a partir de una gama de nociones
que proceden de su formación escolástica/ retórica en el Colegio de Monserrat
1y los que hacia 1830 configuraban el clima cultural de la época, que iban

desde el liberalismo clásico de pensadores como Constant, los denominados


tradicionalistas doctrinarios como Gizot y los socialistas románticos como
Pierre Leroux, Lerminier, entre otros.
Estas tradiciones se relacionaban y conectaban entre sí a partir de la
preocupación de Zuviria por consolidar, luego de la derrota de Juan Manuel de
Rosas en 1852, una organización político/social fundada en principios que
fueran incuestionables y que evitaran el retorno a la Tiranía. La concepción
organicista de la nación se expresa a través de la metaforología del cuerpo
político, que se sustenta en una concepción de la temporalidad como un
transcurrir homogéneo. La metáfora ontológica de base que está presente a lo
largo de su obra es el principio religioso como fundamento de todo orden
social y político. Así sostenía;
“Solo por nuestro carácter se pueden explicar los fenómenos de nuestro
ser político, en el que se ven la leyes de los pueblos más libres y cultos
mezcladas con las prácticas de los pueblos más bárbaros (…) Plagados de
leyes y de constituciones escritas al mismo tiempo que de dictadores y
caudillos, ofrecemos el espectáculo de un ómnibus político, en el que se
mezcla lo más elevado con lo más bajo, la libertad con la tiranía, la
civilización con la crueldad, la virtud con el vicio y el crimen. ¿Y qué
remedio contra tan graves y prolongados males? No rehusaremos a
decirlo. Restablecer y vigorizar el principio religioso, como única base de
la moral y la política, como única garantía de las leyes e instituciones

1
Formado en el Colegio de Monserrat y luego en la Universidad de Córdoba, fue uno de los estudiantes
que “gozó de la estima” del Deán Gregorio Funes, quien fuera caracterizado como intelectual que supo
combinar un moderado liberalismo con ideas religiosas y escolásticas. El Dean Funes participa en
muchos aspectos del optimismo y la renovación ilustrada que es visualizada como un avance moral y
como una profundización en el mensaje cristiano.
sociales, como única fuente de las costumbres políticas y privadas, como
único freno a los tiranos y verdugos de la patria…” (1863:406)

El problema fundamental era de qué modo se podía superar la anarquía,


la tiranía y el poder despótico y esto sólo era posible si se restituía como
fundamento del cuerpo político y social al principio religioso. Preocupado por
el derrotero que las luchas por la por la libertad, la razón y el progreso habían
seguido en Europa, produciendo justamente el efecto contrario de lo que
querían alcanzar, sostenía;

“Cuando se escriba la historia de las causas que promovieron nuestra


independencia se presentará como principal influencia (…) la revolución
francesa de 1789 (…) Los filósofos del siglo pasado habían visto en el
clero un apoyo al antiguo régimen y un instrumento de la opresión que
querían destruir (…).De ahí los torpes ataques contra la religión que
como base de la moral debía ser la única garantía y el más sano alimento
para la sociedad que nacía. (…)Tal fue la obra de los filósofos del siglo
XVIII porque la inmoralidad y la irreligión guiaron su política
reformadora (…).Las doctrinas de los filósofos del siglo XVIII destruyendo
la tiranía, no fundaron la libertad, sino la anarquía, destruyendo el
fanatismo, no establecieron una moral, ni otra religión, porque desde que
un pueblo renuncia a la suya, los filósofos se detienen en el deísmo
según cada uno se lo formula. (Zuviría, 1863:194-195)

Las normas morales, el juzgamiento de los hombres y sus acciones sin


sustento en la religión sino en el principio de utilidad, en la virtud pensada
como aquello que es útil para los hombres y cuya expresión es el interés de
cada uno, no puede más que producir mayores fatalidades. Con estupor decía
Zuviría;

“Por una consecuencia natural de la ilustración se ha dicho que el progreso


de las luces hace necesario el progreso de la moral (…) En verdad sin
remontarnos a la historia general de las naciones (…) bastaría recorrer las
páginas de la nuestra para sacar en claro que la mayor parte de nuestros
desastres es debido a esa raza de hombres ilustrados e inmorales (…) Un
hombre ilustrado sin moral es una calamidad pública”(Zuviría, 1863:164-
165)

Zuviría Plantea una metafórica de la nación como cuerpo social y


político, resinificando enunciados como: restauración de la moral religiosa
como base de la organización social, repudio a la razón individual como
corrosiva y necesidad de un retorno a la tradición religiosa que es la base del
bien común. Decía Zuviria;

“ Nuestra patria o los gobiernos que presidieron sus primeros destinos no


solo olvidaron que el elemento religioso debía figurar primero en la
composición de nuestra naciente sociedad (…) Olvidaron (…) que era igual
delirio aspirar a una organización social sin previa o simultánea
organización religiosa (…) Olvidaron que la religión (…) ha sido desde la
más remota antigüedad y lo será hasta el fin de los siglos el fundamento
más sólido de toda humana sociedad basada sobre la verdad moral y
religiosa que le sirva de la llama que la anime y de poder moral que la
dirija.”(…) El mismo Lamennais (…) ha dicho: el fanatismo religioso tiene
su freno en la misma religión, como el político lo tienen en el poder de la
ley o de la fuerza (…) Este consejo se practica hoy en toda Francia, en toda
Europa y en los Estados de América de los que tenemos noticias. ¿Y entre
nosotros? (...) Tendríamos que citar la autoridad de todos los filósofos que
han ilustrado el mundo desde Platón hasta Cousin, Lamatrie, de Maestre,
Bonald, Montalembert, Genoude, (…), cerrando esta ilustre nomenclatura
con nuestro distinguido compatriota el Sr. Félix Frías” (Zuviría, 1863:100-
198- 203)

Sostiene que el gran mal moral es el individualismo que vacía al


ciudadano de toda entidad y deja de lado las virtudes públicas. Cuando los
hombres aislados, no son contenidos más que por el poder, el desorden llega
muy pronto y se desintegra el cuerpo social y político de una nación, dando
paso a la anarquía. La solución contra esta tendencia es la libertad política.
Las instituciones libres son las que obligan a los ciudadanos a salirse de
sí mismo, a olvidar sus propios negocios para ocuparse de los negocios
públicos, y un elemento esencial para conseguirlo es la instrucción en relación
a sus deberes y derechos.
Contra las inclinaciones despóticas la libertad no puede pasarse sin el
poderoso aliado de la religión. Ejemplo de ello, es la sociedad norteamericana
que supo fusionar el espíritu religioso y el espíritu de libertad. En
contraposición, Francia se encuentra desgarrada por la oposición entre Iglesia
/ democracia y religión / libertad.

“La Religión y la Iglesia siempre han tenido que sufrir la misma suerte,
el mismo destino que la libertad. Iglesia y Estado siempre han caído o
se han levantado juntos: la desorganización de uno, siempre ha traído
la desorganización del otro (…) Desorganizada pues la República
Argentina, dividida, despedazada, anarquizada (…) sin un centro de
poder(…) no era extraño que la Iglesia y el clero (…) tuviesen que
lamentar la mismos males(…)Tal fue nuestra historia con pocas
excepciones. Si pues la memorable victoria de Caseros cerrando épocas
de anarquía y despotismos de estragos y desolación, de guerra y
exterminio, habría otra nueva de paz y orden, de unión y
confraternidad, de leyes y de instituciones que reorganicen la república
en el orden civil, político y administrativo, nada más justo ni más
conducente al fácil logro de tan patriótico objeto que empezar
vivificando el primer elemento constitutivo de toda sociedad
regularizada, la Religión , La Iglesia, el clero, entidades inseparables por
más que se estudie en separarlas” ( Zuviría, 1863:104-106).
En Norteamérica la religión percibe en la libertad civil un noble ejercicio
de las facultades del hombre, en el mundo político encuentra un campo
entregado por el creador a los esfuerzos de la inteligencia. Tocqueville sostiene
que

“la libertad ve en la religión la compañera de sus luchas, la cuna de su


infancia y la divina fuente de sus derechos. Considera a la religión como
la salvaguarda de las costumbres y a las costumbres como la garantía
de las leyes y prenda de su propia duración” (Zuviría, 1863:203)

Para Zuviría, la nación como organización política se sustenta en la


soberanía del pueblo, único principio de legitimidad posible para el poder. No
obstante, no hay posibilidad de hablar de soberanía del pueblo sin educación y
uno de los males de la época posterior a la Revolución en la Argentina hasta
Caseros, fue elaborar un discurso de soberanía que se convirtió en la realidad
en despotismo al Plantear una idea sin una base concreta de educación que
permitiera ejercer efectivamente dicha soberanía. Al respecto dice Zuviría:

“Nosotros hemos tenido y tenemos que luchar con una existencia vieja
de preocupaciones, de vicios de ignorancia, para empezar otra nueva
de verdades, de virtudes y de costumbres republicanas y
democráticas(…) A su vez confesaremos que a ese a quien llamamos
pueblo soberano para ejercer contra el mismo la soberanía que le
usurpamos, agravando la usurpación por la sátira, ha sido y es el que
nos alimenta con su trabajo en la clase de pastor, agricultor, artesano,
menestral o jornalero y el mismo que organizado en batallones y
escuadrones derramó la sangre en nuestra independencia(…)cuyos
beneficios hasta hoy poco o nada le han alcanzado(...)Esa clase
privilegiada que apedillamos decente, dejando a las demás por
indecentes es a la única a la que en los colegios y universidades se le
ha costeado la enseñanza(…)mientras que el pueblo soberano de
nuestras campañas ignora el abecedario de la moral y la religión, de la
libertad y hasta las leyes que se les manda observar”(
Zuviría,1863:128- 129)

Conclusión

Hemos intentado a partir del análisis realizado mostrar las


potencialidades heurísticas que presenta para una estudio de los lenguajes
políticos los aporte de la metaforología, que no se limita a trazar los
cambios semánticos en los conceptos, sino que busca comprender las
alteraciones más profundas en los horizontes de sentido dentro de los
cuales los conceptos eventualmente se despliegan. Las metáforas nos alejan
de los marcos de las experiencias vivenciales inmediatas y nos ponen en
contacto con las estructuras significativas que subyacen y articulan las
mismas totalidades de sentido, la metáfora es el resultado puramente
contingente de la sedimentación de una cadena de significados producidos
históricamente.
En el caso Zuviría nos encontramos con un discurso que analizado a
partir de las metáforas propuestas para su estudio nos permite observar el
modo en que un intelectual reinterpreta, resignifica e innova semánticamente
dando una nueva significación a nociones atribuidas a muy diferentes
tradiciones como la escolástica, el liberalismo clásico, el romanticismo, el
tradicionalismo francés, entre otras.
Consideramos que fue un intelectual cuyo discurso político orientado a la
acción buscaba respuestas a los problemas Planteados en la coyuntura
histórica que le toco vivir y por esta razón reordena todas las nociones
disponibles en función de la necesidad del restablecimiento del orden a través
de la metáfora de la nación como cuerpo político basado en el principio
religioso para salvar la nación del naufragio que implicaba la falta de
principios organizadores del orden social y político. En éste sentido
consideramos que su postura no puede ser clasificada en torno a categorías
establecidas en virtud de determinados componentes ideológicos como
“reaccionario tradicionalista” o “nacionalista liberal” o “liberal conservador”.
Zuviría fue antes que nada un intelectual que cumplió funciones de
gobierno desde las cuales fue adaptando las concepciones que circulaban en la
época que le toco actuar, intentando intervenir decisivamente sobre la
formulación de un orden social compatible con las características de una
sociedad a la que concebía poco preparada para conciliar por sí misma la
libertad con la igualdad. Su propuesta preveía un orden social y político regido
por normas moral ajustadas al principio religioso, el ejercicio de una libertad
moderada, la aceptación de un orden jerárquico y el gobierno en manos de
propietarios y comerciantes, a los que consideraba, verdaderos motores de la
civilización y el progreso.

FUENTES
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