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Hugo Tavera
hdtavera@uc.cl
En este trabajo ofrezco una lectura de Discursos III, 30, en donde Maquiavelo afirma que
quien lea sensatamente la Biblia se “dará cuenta que Moisés se vio obligado, si quería
que sus leyes y ordenamientos salieran adelante, a matar a infinitos hombres, que se
oponían a sus designios movidos sólo por la envidia”. Sostengo que al relacionar el
pasaje bíblico acerca del incidente del becerro de oro con el combate de la envidia, el
florentino transforma un acto de desafección, en la forma de la idolatría, en un acto de
rebelión aristocrática en contra de las instituciones creadas por Moisés.
Introducción
Dentro del contexto del renacimiento italiano, Moisés era considerado como el
paradigma del gobernante sabio platónico, del legislador cuya labor fundamental
es la de dotar de forma política al pueblo por medio de una constitución. En
particular, esta interpretación habría sido introducida en Florencia por los autores
1
“San Casciano 1513: A Machiavellian Moment Reconsidered”, Journal of Medieval and
Renaissance Studies 17, 1987, pp. 44. Véase también John H. Geerken, “Machiavelli´s Moses and
Renaissance Politics”, Journal of the History of Ideas 60, 4, 1999, pp. 579-595; Steven Marx,
“Moses and Machiavellism”, Journal of the American Academy of Religion 65, 3, 1995, pp. 551-571;
Alison Brown, “Savonarola, Machiavelli and Moses: A Changing Model”, The Medici in Florence: the
Exercise and the Language of Power, Florencia, Leo S. Olschki Editore, 1992, pp. 263-280;
Mauriozio Viroli, Redeeming ‘The Prince’: The Meaning of Machiavelli´s Masterpiece, New Jersey,
Princeton University Press, 2014, y Abraham Melamed (The Philosopher-King in Medieval and
Renaissance Jewish Thought, New York, State University of New York Press, 2003, p. 151), para
quien “Moisés es el prototipo monoteísta del poseedor de virtù [en el sentido maquiaveliano]”.
neo-platónicos -Pletón y sus seguidores-, por un lado, y por la diáspora árabe y
judía.2 Más allá de las diferencias entre estas corrientes de pensamiento, ambas
coincidían en considerar a Moisés el modelo del gobernante filósofo teorizado por
Platón. Si bien resulta bastante probable que Maquiavelo haya estado
familiarizado con esta literatura, el Moisés que uno descubre en sus libros tiene
bastante poco en común con el sabio gobernante de las páginas de La República.
De hecho, como bien señala Eric Nelson, si bien Maquiavelo describe a Moisés
como legislador, no “analiza en ningún momento [el contenido de] la constitución
Mosaica” (149). Si además se consideran las referencias directas que Maquiavelo
hace sobre Moisés, puede afirmarse que la atención del primero está puesta no en
el diseño sino en la introducción y, sobre todo, el aseguramiento de la constitución
y de las instituciones creadas por ésta. Este es, precisamente, uno de los sentidos
principales de la noción de “profeta armado”: “Moisés, Ciro, Teseo y Rómulo no
habrían podido hacer observar sus constituciones largo tiempo si hubieran estado
desarmados” (El Príncipe, 6, en adelante P). La razón de lo anterior es que “no
hay cosa más difícil de tratar ni en la que el éxito sea más dudoso, ni más
peligrosa de manejar, que convertirse en responsable de la introducción de un
nuevo orden político” (P, 6). Necesariamente, reflexiona Maquiavelo, “todo
innovador tiene como enemigos a cuantos el viejo orden beneficia” (P, 6). Hacia el
final de este capítulo, insistiendo sobre “las muchas dificultades” y “peligros” que
deben afrontar estos innovadores, Maquiavelo afirma que éstos son
principalmente producidos por la “envidia”: “[sólo] habiendo destruido a todos
cuantos podían envidiar sus cualidades, se mantienen potentes, seguros,
honrados, felices” (P, 6).
2
Miguel Vatter, “Machiavelli, ‘Ancient Theology’, and the Problem of Civil Religion”, en David
Johnston, Nadia Urbinati y Camila Vergara (eds.), Machiavelli on Liberty and Conflict, Chicago,
University of Chicago Press, 2017, pp. 113-137
Acerca de la envidia: Aristóteles y Maquiavelo
3
“Al hecho de sentir compasión se opone principalmente lo que se llama sentir indignación. En
efecto: al pesar que se experimenta por las desgracias inmerecidas se opone -de algún modo y
procediendo del mismo talante- el que se produce por los éxitos inmerecidos. Y ambas pasiones
son propias de un talante honesto, ya que tan adecuado es entristecerse y sentir compasión por
los que sufren un mal sin merecerlo, como indignarse contra los que son inmerecidamente felices”.
Aristóteles, Retórica, Intr. trad. y notas Quintín Racionero, Madrid, Gredos, 1999, II, 9, 1386b, pp.
360-361
4
Lo que distinguiría más claramente a la concepción maquiaveliana de la envidia de la de
Aristóteles es que para el florentino el bien en cuestión es por definición político. En efecto, lo que
es envidiado es el poder político o la autoridad de la que un individuo o una institución goza en un
momento determinado. Más adelante discutiré más en detalle esta cuestión.
“no podía soportar que se le atribuyese tanto honor y tanta gloria [a Furio Camilo],
pues pensaba que, en lo que respecta a la salvación de Roma, él, que había
salvado el Capitolio, merecía tanto como Camilo, y en las otras hazañas no le era
inferior” (Discursos, I, 8). Capitolino, continúa Maquiavelo, “roído por la envidia [y]
no pudiendo descansar por la gloria del otro”, habría intentado conspirar en contra
del senado, “sembrando en la plebe ideas siniestras”, a saber, que el tesoro
reunido para entregar a los galos había sido usurpado por “ciudadanos
particulares” (D, I, 8).5
Opinión defendida también por Aristóteles, que en la Retórica afirma que “nadie
entra en competencia con los que vivieron hace diez mil años o […] están ya
muertos” (1999: 369). A lo que añade inmediatamente que respecto de “aquéllos
de los que uno cree, sea por su propia opinión o por la de otros, que le dejan a
uno muy atrás o que uno supera en mucho, ocurre de la misma manera” (Ibídem).
En otras palabras, del mismo modo en que no se tiene envidia respecto de los
muertos, puesto que no se compite con ellos, tampoco este afecto surge entre los
que son muy desiguales en cuanto a la posesión de virtud o bienes específicos.6
5
Maquiavelo vuelve a referirse a estos hechos más adelante en los Discursos, donde escribe: “Aún
es mejor el ejemplo de Manlio Capitolino, pues por él se ve cuánta virtud en el alma y en el cuerpo
y cuántas buenas acciones en favor de la patria quedan canceladas por un infame deseo de reinar.
Este deseo, como vimos, lo provocó en él la envidia que sentía por los honores tributados a
Camilo, y su mente se volvió tan ciega que […] se puso a alborotar en Roma contra el senado y
contra las leyes de la patria” (D, III, 8).
6
Para la relación entre la envidia y la desigualdad, véase Aaron Ben-Ze’ev, “Envy and Inequality”,
The Journal of Philosophy, 89, 11, 1992, pp. 551-581
próximos a la posición del sujeto como para despertar su envidia. Maquiavelo
apunta a esto cuando sostiene que un príncipe nuevo tiene más dificultades para
mantenerse en el poder cuando ha llegado a él gracias a la ayuda de los grandes,
ya que en este caso se “encuentra entre muchos a su alrededor que se creen
iguales a él y por eso no les puede ni mandar ni manejar a su manera” (P, 9). Si
ha llegado al principado con ayuda del pueblo, en cambio, por cuanto estos no se
consideran sus iguales, “tiene a su alrededor muy pocos o ninguno que no estén
dispuestos a obedecer” (Ibídem).
Ahora, ¿quiénes son los enemigos del nuevo orden instaurado por Moisés entre
los judíos? ¿Quiénes son aquellos que, ‘movidos sólo por la envidia’, se rebelaron
en contra de la nueva constitución instituida por Moisés? Contrariamente a la
opinión de Harvey Mansfield, quien sostiene que “si Moisés se vio obligado a
matar a incontables hombres [‘countless men’], todos ellos envidiosos, se infiere
que todos los hombres eran sus rivales” (1979: 400 [Las cursivas son mías]), por
mi parte sugiero que en la interpretación del florentino los enemigos de la
constitución Mosaica pertenecían a una parte bien identificable del cuerpo político,
a saber, los grandes.8
8
En este sentido, mi interpretación difiere de aquellas que, de modo similar a la lectura que hace
Spinoza, han visto en el uso de la violencia por parte del Moisés de Maquiavelo un medio para
transformar a una multitud desordenada en un pueblo sometido a las leyes. Un ejemplo de este
tipo de interpretación es ofrecido por Abraham Melamed (2002), quien escribe: “Que [Moisés] haya
sido un profeta armado y capaz de infligir violencia fue vital para la realización de sus objetivos,
entre los cuales se encontraba desde el comienzo el convertir a una multitud salvaje y
desordenada en una nación respetuosa de la ley” (158).
9
Melamed destaca bien este punto cuando señala que “según el texto bíblico este no era un caso
de envidia de Moisés sino más bien de la pérdida de dirección del pueblo” (2002: 157).
En Números 16, en efecto, se cuenta como Datán, Abiram y Coré, “se levantaron
contra Moisés con doscientos cincuenta varones de los hijos de Israel, príncipes
de la congregación” (Números 16: 2). El motivo de su rebelión era que
consideraban que Moisés (y Aarón) gozaba de una preeminencia injustificable al
interior de la congregación: “Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron:
¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en
medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la
congregación de Jehová?” (Números 16:3). Lo que reclamaban a Moisés estos
‘príncipes de la congregación’ era el haberse puesto por encima de ésta,
tiranizando de este modo, según ellos, al resto de sus miembros: “¿Es poco que
nos hayas hecho venir de una tierra que destila leche y miel, para hacernos morir
en el desierto, sino que también te enseñorees de nosotros imperiosamente?”
(Números 16:13).
Como se sabe por el pasaje de los “Salmos” citado líneas arriba, esta rebelión fue
destruida por el propio Jehová, quien hizo que la tierra se tragase a Coré junto con
‘todos sus hombres’. Pero, ¿a qué parte de la comunidad representaban estos
‘varones de renombre’ (Números 16: 2)? ¿Los intereses de quienes se proponía
defender esta particular ‘congregación’? En suma, ¿qué grupo social se levantó,
‘movido sólo por la envidia’, en contra del liderazgo y las instituciones de Moisés?
La respuesta, a mi juicio, es a estas alturas evidente: los ‘príncipes de la
congregación’ equivalen a los “pocos”, los grandi, para utilizar el término de
10
Cuando oyó esto Moisés, se postró sobre su rostro; y habló a Coré y a toda su congregación,
diciendo: “Mañana mostrará Jehová quién es suyo, y quién es santo, y hará que se acerque a él; al
que él escogiere, él lo acercará a sí. Haced esto: tomaos incensarios, Coré y toda su
congregación, y poned fuego en ellos, y poned en ellos incienso delante de Jehová mañana; y el
varón a quien Jehová escogiere, aquel será el santo” (Números 16: 4-7 [Las cursivas son mías]).
Maquiavelo. En un artículo reciente, Miguel Granada llega a la misma conclusión
cuando señala que “la categorización de envidia dada por el salmista permitió a
Maquiavelo conectar la rebelión contra Moisés con su propia concepción de uno
de los peligros más dramáticos a que se ve enfrentado el príncipe nuevo en su
acción renovadora: la oposición de los ‘pocos’” (2017: 150).11
Conclusión