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EL CHAVISMO POR DENTRO (1)

LA AUSENCIA DE DIOS. En el año 2000 se realizó en Venezuela la “Encuesta de Valores


2000”. Ante la pregunta ¿Qué tan importante es Dios en su vida? El 96,42 % respondió
“Muy importante”; el 3,08 % “No es importante” y el 0,50 % no respondió. La
investigación mostró además la disminución de la religiosidad tradicional y el auge de los
cultos afroamericanos y esotéricos, por ser más espontáneas y libres. Pero lo más
interesante del estudio, según mi apreciación, fue descubrir que la población sentía que
el credo religioso de los líderes políticos beneficiaba para una mejor conducción de las
labores públicas. El 55 por ciento de los encuestados creía que si hubiese más gente con
fuertes creencias religiosas ejerciendo cargos públicos las cosas funcionarían mejor, y
sostenían además que quienes no creen en Dios estaban descalificados para dichos
cargos. Puede uno preguntarse ¿Qué relación tiene el ejercicio de la política y la fe? Pues,
más de la que a simple vista parece. Cualquier podría intuir que toda relación con Dios,
se funda al menos en dos convicciones: que la persona es un pecador necesitado del
auxilio de Dios; y que para establecer una relación honesta con Dios debe actuar
moralmente según los preceptos divinos. No es que la religión se reduzca a la moral, sino
que toda religión tiene un capítulo relativo a la moral, pues de la conducta en esta vida
depende el premio o el castigo eterno. Si le quitamos ese elemento sobrenatural a la
religión, la vaciamos de su contenido; ya no será religión, llámese entonces filosofía,
ideología, habladurías o cualquier otra cosa. La única manera de entender el amor a los
enemigos, acaso la más radical exigencia de Cristo o el servicio a los demás sin esperar
recompensa, tienen sentido por la convicción del premio en la otra vida y esto no es
cuestión de lógica sino de fe religiosa. Desde ese punto de vista se explica que aquella
gente de la encuesta pensara que una persona religiosa actuará mejor en la política
gracias a sus referentes espirituales. Sin embargo eso puede ser discutible, porque existe
gente honesta en el mundo político que no es religiosa, y personas aparentemente
religiosas deshonestas. Igual ocurre con el ateísmo. Hay ateos cuya actuación privada y
pública es inequívocamente ejemplar, pues la moral no se basa exclusivamente en la
religión. Los valores humanos también fundamentan la conducta moral. Sin embargo,
existe un tipo de ateísmo filosófico o práctico que en todos los casos históricos ha hecho
de la política un instrumento de dominio y de esclavitud. El chavismo entra en esa lista.
Chávez concibió y desarrolló un modelo político sin ningún propósito espiritual implícito o
explicito, donde Dios y la religión tuvieran cabida. O al menos respetara los valores
religiosos de los venezolanos. Todo lo contrario: un discurso de odio a los adversarios
políticos, un desprecio por la verdad histórica, una descalificación constante contra la
Iglesia católica, una actitud de perdonavidas como matón de barrio. Todo un milagro al
revés. Doblemente trágico a causa de una idea equivocada, esa del socialismo del siglo
XXI, heredero histórico del fracaso de la Europa del Este, de la Unión Soviética y de la
propia Cuba. Pesó en demasía el prejuicio de los “maestros de la sospecha” (Nietzsche,
Marx y Freud) según el cual Dios es un engaño y una ilusión inútil. Por eso, estos
“revolucionarios”, hijos y herederos de Chávez, que conforman la banda de Maduro,
hablan y hacen como si Dios no existiera, no tienen medida ni límites, están más allá del
bien y del mal. Son ateos malvados de ojos cerrados y oídos tapados al dolor de la gente.
En la foto: la instrumentalización de la religión.

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