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Cuánto canon

Alguien que leyó Cuentos y cuentistas.El canon del cuento, de Harold Bloom,
publicado por Páginas de Espuma, ha preguntado…

¿Qué es un canon?

Un canon es un modelo a seguir. También es una relación, un catálogo.

¿Y qué es un canon literario?

Un canon literario es una relación de obras (o autores) modélicas cuya lectura


se considera imprescindible para alcanzar un conocimiento normalizado. Bloom
da un canon de 39 cuentistas. Existen cánones por archigénero y cánones para
temáticas literarias concretas: ciencia ficción, policiaco, terror… Y cánones
territoriales, idiomáticos, generacionales…

¿Es necesario un canon literario?

Yo lo entiendo como la línea central en nuestras carreteras del norte. La


mediana no guarda relación con la trazada de mis curvas. Sólo en condiciones
adversas me guío por la media. Y por el arcén.

¿Quién hace un canon?

Suele crearlo un crítico literario, que es alguien que ha leído mucho y cree
saber lo suficiente. Quien crea contenidos de ficción no suele elaborar cánones,
y quien se ocupa de establecer un canon no crea contenidos originales. Aunque
existe alguna excepción.

¿Para qué sirve un canon?

Un erudito te dirá: “Ante la imposibilidad de leer todo lo publicado, un


canon establece qué lecturas acometer”. Pero esta definición contiene una
falacia. Puesto que no se puede leer TODO, quien confecciona un canon
tampoco ha leído TODO. En consecuencia su propuesta está sesgada por las
lecturas a que ha tenido acceso. E indefectiblemente un canon refleja las
preferencias personales del canonista (y Bloom no las disimula).

¿Pero sirve para algo práctico?

Un canon pervierte la naturaleza del arte al convertir lo subjetivo (los gustos)


en objetivo (lo bueno). Se pretende que las lecturas propuestas por un canon
sean la quintaesencia del arte y que satisfaga el gusto de letraheridos eminentes.
Pero si el arte atañe a gustos, ¿cómo osa alguien decirnos qué debe
gustarnos?

En realidad nos está diciendo lo que él juzga de valor. Debes tomar un canon
como una guía de lecturas.

Confección del canon

¿Debe un canon reflejar los gustos de su tiempo o debe permanecer


inalterable?

Parecería lógico que un canon estuviera en constante revisión so pena de


quedar obsoleto, aunque posiblemente ese sea el destino de un canon. Nuestros
gustos, y lo que consideramos ejemplar, cambian con nosotros y con las épocas:
el canon de belleza ha sufrido alteraciones durante el siglo XX. La literatura
también se ve afectada por las tendencias del momento (los afectados dicen
mainstream).

Canon dúctil y maleable

No hace mucho se ha hablado de introducir nombres de mujeres en el canon


de la poesía española. Históricamente las mujeres no han gozado de
oportunidades educativas y culturales, y en consecuencia no muchas poetisas (o
sus obras) han alcanzado la maestría requerida para acceder al canon. ¿Será
ideal forzar la paridad a que obliga la actual mentalidad? ¿No sería más idóneo
sería dejar constancia de esa “generación hueca”, si se admite la jerga
demográfica, y volcarse en corregir deficiencias a partir de ahora? ¿Se pedirá al
canon que introduzca igualdades atendiendo a las nacionalidades españolas?
Parece que el sentido común nos dice que si un canon se presta a ser dúctil y
maleable por complacer tendencias momentistas perderá su utilidad original.

¿Cuántas obras debe contener un canon?

Tan absurdo parece constreñirlo a un número fijo como no ponerle límite.


Propuestas como Las cien novelas que todos deben leer, o Los mil mejores cuentos
jamás escritos, impiden al canonista anexar descubrimientos posteriores o textos
aún no escritos, pero una lista ilimitada atentaría contra el concepto original de
canon.

Quizá fuera sano que unos libros salieran del canon para dar cabida a otros
nuevos. Sin embargo comprobamos que, una vez presentado su canon, el
canonista se encastilla. Vanidad humana quizá.

¿Pero tan importante es un canon?


Si los eruditos hablaran con prurito de humildad se alejarían de la
ampulosidad en el lenguaje, pretendiendo sentar cátedra y erigirse en autoridad
al “establecer” o “asentar” un canon. Mucho más humilde es presentar Las cien
novelas que más me han gustado, o Mil cuentos que no quiero perder (aunque me
temo que superada la centena se le empiecen a repetir). Insisto, un canon
literario es una recomendación de lecturas. Y cada persona puede crear el suyo.
De hecho no existe un canon oficial.

¿Debería un canon alcanzar el consenso?

Conociendo cómo funcionamos los humanos inmersos en dinámicas de


grupo (efecto líder, presión grupal, aquiescencia para preservar la entente,
cuando no dinamitamos el trabajo ajeno), me temo que esa meta sea una utopía.
Aunque existe consenso sobre ciertas obras: la Iliada y la Eneida nunca saldrán
del canon clásico.

Pero has de juzgar con criterio propio lo que te recomiendan leer entre la
mediana y el arcén.

Respeto y transgresión

Sin caer en apología de infracción a las normas de seguridad vial, permíteme


estirar un poquito este símil: cortando la mediana avanzamos más rápido,
pisando el arcén sentimos un cosquilleo.

Ateniéndote al canon nunca descubrirás otros valores, nuevas tendencias,


diferentes fórmulas. Además de leer con criterio propio los cuentos que
ensalzan los críticos, debes buscar los que convengan a tus gustos, sin importar
quién escribe. Sólo con amplitud de miras en tus lecturas irás forjando tu propio
criterio y afianzando tus gustos.

Leer en su momento

Puede que un cuento no te guste, no entiendas su gracia, o no estés


preparado para esa forma de contar. Pero tus gustos pueden cambiar, o puedes
entenderlo tras una relectura, o tal vez, dentro de unos años, tus posteriores
lecturas te habrán preparado para aceptar lo que hoy te displace.

Relee el párrafo anterior en segunda persona del plural y continúa leyendo.

Cuento en sazón

El cuento Colinas como elefantes blancos, de Hemingway, encontró serias


reticencias para ser publicado a pesar de la indiscutible calidad de su autor. Y es
que —como sentencia nuestro castizo saber popular— el horno en aquel
entonces no estaba para ese bollo. Colinas como elefantes blancos pasa hoy por ser
uno de los mejores cuentos del americano. En su día estaba mal escrito y hoy es
una obra maestra… ¿Ha cambiado el canon? Mucho, y gracias a ese cuento.

Experimentando técnicas

En los cursos de creación literaria aconsejan a los alumnos no cambiar el


punto de vista durante la narración de un cuento. Pero el cuento La señorita
Cora, de Cortázar, revienta los preceptos canónicos del arte, y es una joya.

Pablo Picasso, dejó dicho: “El principal enemigo de la creatividad es el buen


gusto”. Ese ‘buen gusto’ es el canon imperante, ¡el mainstream!

Creatividad versus clasicismo

Parece una quimera establecer de modo objetivo qué es calidad. Cimenta tu


propio criterio, tus gustos. Reconoce que un cuento no te gusta aunque sea obra
de un maestro cuentista. Discrepando crearás debate, avanzaremos en el
estudio del arte y nos enriqueceremos todos.

Escritor de culto

Si una forma diferente de narrar, un estilo o una tendencia concreta no te


convencen, evita denostarlas. Piensa que a la vuelta de veinte años quizá sea
unánimemente apreciada.

Si a Hemingway o a Cortázar se les hubiera encogido la mano con esos


cuentos no hubiéramos alcanzado el paradigma actual. Pero son legión quienes
han experimentado por vericuetos del arte sin llegar a ningún puerto o sin
obtener reconocimiento. El mérito de explorar sólo se le reconoce a quien
triunfa, aunque no todos los autores buscan agradar a una mayoría.

Me pregunto cuántos cuentos de anónimos Franz sí han terminado


quemados, perdidos para siempre.

Triunfo póstumo

De vez en cuando leemos a un autor renombrado alabando a un cuentista


cuasi inédito (si su énfasis no es ajeno a intereses editoriales, lo celebro por él).
Tras analizar el hallazgo nos sorprendemos de que la obra pasara desapercibida
en su día, pero es que el horno de hogaño ha alcanzado la temperatura ideal
para apreciar su calidad cuentística.
Quizá sea más cuestión de gustos y preferencias, de momentos e intereses,
que de la calidad establecida por la crítica. Horacio Quiroga gozó en su tiempo
de reconocido prestigio como cuentista. Los emergentes escritores argentinos de
los años veinte sintieron necesidad de “matar al padre” para medrar y atacaron
su obra y su persona con burla y ninguneo. Hoy nadie discute la calidad de su
legado, con obras maestras como La gallina degollada.

Crea tu canon

Ten independencia de criterio y defiende con argumentos los cuentos que te


gustan ante tus amistades literarias (¡qué sabrán ellos…!). Leer el canon de un
crítico —que debería estar motivado— puede ayudarte. Atesora los cuentos que
te gustan y crea tu propio canon.

A medida que vayas leyendo cuentos irás reconociendo distintas maneras de


contar, descubrirás esquemas dignos de estudio para averiguar cómo se
escriben las genialidades. Aunque no te maraville lo que se cuenta pero sí te
entusiasma cómo se cuenta, ¡al canon con él!

¿Qué hacer con tu canon?

Recomendar esos cuentos, por supuesto.

Usarlos como piedra de toque para calibrar los cuentos que seguirán
llegando a tus manos.

Y estudiar cómo se han escrito los cuentos que te gustan: técnicas literarias,
estilo personal, tratamiento de la temática, construcción interna…

Dos últimos consejos

Explora, no te constriñas entre la mediana y el arcén a la hora de leer y


escribir cuentos.

Pero en carretera circula con precaución… y extrémala cuando circules por


nuestras carreteras del norte.

Luis R. Míguez

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