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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR

UNIVERSIDAD POLITECNICA TERRITORIAL DEL ESTADO MÉRIDA

“Kleber Ramírez”

NÚCLEO UNIVERSITARIO Profesora Mariela Oliveros

EXTENSION SANTA LUCÍA

POLITICA

Profesor Participante

Santiago Migdalia Javier Alberto Zambrano Tello

Caño el Tigre, Abril 2019


Índice

INTRODUCCIÓN……………………………………………………………

Corrientes políticas del siglo XXI…………………………………………

Origen y desarrollo de corrientes políticas……………………………….

Surgimiento de los movimientos políticos………………………………

Modernismo y posmodernismo político………………………………….

Conclusión…………………………………………………………………...

Referencias Bibliográficas………………………………………………..
Introducción

El estudio de los movimientos sociales merece una especial atención, por


cuanto los mismos se constituyen en la actualidad en actores políticos de
gran significado en el enfrentamiento al neoconservadurismo. El abordaje de
sus problemáticas fundamentales nos coloca ante un cambio en el nivel de
análisis que se viene realizando, dado que no son una corriente política
distinguible y/o precisable, sino actores portadores de determinadas teorías
políticas. En ellos se evidencia la heterogeneidad social en la que se ha
insistido; en los numerosos espacios en que se desenvuelven se articulan
proyectos y praxis de muchas de las corrientes políticas estudiadas, por lo
que su examen perspectivo ha de apuntar hacia sus direcciones de
desenvolvimiento, problemas orgánicos que les son consustanciales y la
multiplicidad de articulaciones que le son inherentes. El ecologismo es otra
corriente política de vital importancia, en el sentido de proponer y desarrollar
una posición política para el mundo desde contribuciones epistemológicas
que refuercen una postura política práctica de responsabilidad global. Para
ello, y desde algunos de sus postulados, se encuentran los que presentan
una plataforma ecológica profunda, rechazando así, entre otras cuestiones,
el antropocentrismo, sus variantes y proponen una agenda política integrada
y compleja para el desarrollo sustentable, Las corrientes políticas que se
examinan dentro del escenario político mundial, en especial en
Latinoamérica y el Caribe se explican para poder comprender como influyen
en el desarrollo del docente universitario. Las corrientes políticas evidencian
las principales ideas políticas que se debaten en la actualidad.La dicotomía
izquierda-derecha en corrientes políticas posee un carácter histórico. Los
contenidos que las peculiarizan han ido variando de acuerdo a los cambios
que se han producido en la civilización y a las relaciones inherentes a ambos
términos, en cuanto a espacio y posiciones políticas contrastantes.
Principales corrientes políticas del siglo XXI.
El liberalismo.
El eje de esta corriente está puesto en la libertad individual. Su unidad de
referencia es el individuo. La sociedad no es más que la colección de
individuos abarcado dentro de los límites del territorio de un Estado.
Expresiones como “clase”, “sociedad”, “comunidad” o “nación”, para los
liberales, siempre pueden ser descompuestas en un elemento básico: el ser
humano individual, único e irrepetible. Esta persona individual se la
presupone como racional y consciente de si, dotada de intereses privados
que motivan su acción en sociedad. Las distintas acciones sociales de la
multiplicidad de individuos tienden a equilibrarse espontáneamente hacia la
felicidad de todos. Si cada uno persigue su interés egoísta libremente, hay
una “mano invisible” que lo orienta en beneficio del conjunto. La propiedad
privada de los medios de consumo y de producción, es justificada a partir del
trabajo individual. Una persona es legítima propietaria de sus bienes porque
son fruto de su trabajo personal. El orden jurídico debe proteger este derecho
de propiedad, porque es un derecho natural, anterior al Estado. Son
exponentes típicos del pensamiento liberal John Locke, en lo político y Adam
Schmit en lo económico. El papel del Estado es garantizar externamente el
orden social. No debe interferir en las acciones de los individuos. Debe
establecer reglas de juego generales, y garantizar la seguridad externa e
interna: reprimir a los delincuentes y defenderse de las agresiones de
Estados extranjeros. El postulado liberal en materia educativa es la
universalidad. Para alcanzar ese estatus de racionalidad del individuo, es
necesario que se le provea al menos una educación básica. Solo un
individuo educado puede ser un ciudadano responsable que participe con la
mesura necesaria en el proceso político. La creación de sistemas de
educación básica es una creación del Estado Liberal. Pero que se haya
postulado la universalidad de la educación no quiere decir que esta se haya
logrado, dado que existen condiciones sociales y económicas limitantes que
este tipo de estado no puede modificar por sí mismo.
El Marxismo.
El liberalismo fue el discurso político con el que la burguesía en ascenso
derrocó al antiguo régimen, y dio lugar a la transformación capitalista del
Estado Moderno. La implementación, a partir de las revoluciones burguesas
de fines del siglo XVIII, en Europa y Estados Unidos, del Estado liberal, dio
cabida a la expansión del capitalismo, a escala mundial. El crecimiento de las
fuerzas productivas dio así un salto sin precedentes en la historia de la
humanidad. La expansión de la industria capitalista y del colonialismo
extiende el poder del capital a todos los rincones del planeta. Pero junto con
esta expansión, surge una clase trabajadora urbana, que subsiste en
condiciones de pobreza. La economía capitalista tiene un desenvolvimiento
cíclico. En los momentos de expansión la industria capitalista emplea
crecientemente mano de obra. Pero en los momentos de recesión, la
expulsa. Se genera desempleo, miseria y hambre. Esto provoca protestas
obreras. Al comienzo, de manera espontánea. Pero luego, la clase obrera va
haciendo experiencia y va organizando estos enfrentamientos, dando lugar a
la creación de sindicatos, cooperativas y mutuales obreras. Hacia 1848, este
movimiento adquiere carácter revolucionario. Se crean partidos obreros que
impugnan el capitalismo y reclaman, no ya mejoras parciales, sino el cambio
del sistema. Demandan el socialismo, al que entienden como una sociedad
de iguales, sin explotación de clases. La principal doctrina política de esta
corriente fue expresada por Carlos Marx, y se encuentra condensada en el
“Manifiesto del Partido Comunista”. En esa época “comunismo y socialismo”
se utilizan como sinónimos por oposición al capitalismo. Marx hace una
crítica radical al capitalismo. Su unidad de análisis no es el individuo, sino la
clase social, entendiendo como tal el conjunto de personas que se ubican de
un lado u otro de la propiedad de los medios de producción. La propiedad es
considerada apropiación del trabajo ajeno. El proletario, desposeído de
medios de producción, se ve obligado, por necesidad, a vender su fuerza de
trabajo a un capitalista, a cambio de un salario. Pero éste no paga por toda
su fuerza de trabajo, sino por la cantidad de dinero necesaria para que éste
pueda seguir trabajando. La parte del trabajo del obrero que se apropia el
capitalista, pero que no retribuye, se llama plusvalía. Es el núcleo de la
explotación capitalista. El capital está formado por la acumulación de plus
valor.
Reformismo - Socialdemocracia.

El reformismo es un tipo de ideología social o política que generalmente


apunta a realizar cambios graduales a fin de mejorar un sistema, proyecto o
sociedad. Esos cambios se refieren generalmente solo a ciertos aspectos, a
veces necesarios o fundamentales, más que a la totalidad, lo que lo
diferencia tanto de posiciones hipotéticas como reaccionarias. Es necesario
también diferenciar el reformismo del centrismo. Para el centrismo, la
búsqueda y promoción de políticas consensuales, equidistantes de los
"extremos políticos" es un fin en sí mismo. Para el reformismo, tales
acuerdos son una manera de avanzar paulatina pero seguramente hacia un
objetivo final que -se postula- es de interés general. Adicionalmente, aunque
ambos movimientos pueden ser vistos como evolucionistas el acento en el
centrismo es más continuista. El reformismo no es necesariamente visto
como una propuesta consensual. Muchos lo ven como una capitulación a las
políticas del sector opuesto (Lenin, por ejemplo, denuncia lo que ve como
defensa del reformismo burgués). Otros lo pueden ver como tentativas
profundamente amenazantes. Empezando con la reforma protestante de
Lutero pasando por el "Reformismo Ilustrado" de los Borbones (Franceses
originarios), vemos proyectos que buscan transformar sistemas con la
intención de mejorarlos mientras se mantienen ciertos elementos centrales,
pero al mismo tiempo vemos proyectos que fueron percibidos como
desestabilizadores y destructores del orden establecido.
Durante el siglo XIX, debido a que el anarquismo defendía al colectivismo,
algunos reformistas, como los regeneracionistas españoles, lo propusieron
como solución a los problemas agrarios

Nacionalismo.

El nacionalismo es una ideología y movimiento sociopolítico que surgió


junto con el concepto moderno de nación, propio de la Edad Contemporánea,
en las circunstancias históricas de la llamada era de las Revoluciones
(Revolución industrial, Revolución burguesa, Revolución liberal) y los
movimientos de independencia de las colonias europeas en América, desde
finales del siglo XVIII. También puede designar al sentimiento nacionalista y
a la época del nacionalismo. Según Ernest Gellner, «el nacionalismo es un
principio político que sostiene que debe haber congruencia entre la unidad
nacional y la política» o dicho con otras palabras «el nacionalismo es una
teoría de legitimidad política que prescribe que los límites étnicos no deben
contraponerse a los políticos».4 Por su parte Liah Greenfeld define el término
«nacionalismo» en un sentido general como el «conjunto de ideas y de
sentimientos que conforman el marco conceptual de la identidad nacional»,
esta última considerada como la «identidad fundamental» en el mundo
moderno frente a otras identidades en cuanto que «se considera definidora
de la esencia misma del individuo». En el análisis del nacionalismo se han
configurado dos paradigmas contrapuestos y excluyentes, cada uno de los
cuales implica una determinada concepción de la naturaleza y el origen de la
nación y una definición de la misma: el modernista o constructivista, que
define la nación como una comunidad humana que detenta la soberanía
sobre un determinado territorio por lo que antes de la aparición de los
nacionalismos en la Edad Contemporánea no habrían existido las naciones
la nación sería una «invención» de los nacionalismos; y el perennialista o
primordialista que define la nación sin tener en cuenta la cuestión de la
soberanía y que defiende, por tanto, que las naciones existieron antes que
los nacionalismos, hundiendo sus raíces en tiempos remotos así sería la
nación la que crea el nacionalismo y no a la inversa. El nacionalismo está
más orientado hacia el desarrollo y el mantenimiento de una identidad
nacional basada en características compartidas como la cultura, el idioma, la
etnia, la religión, los objetivos políticos o la creencia en un ancestro común.
Por lo tanto, el nacionalismo busca preservar la cultura nacional. A menudo
también implica un sentimiento de orgullo por los logros de la nación, y está
estrechamente relacionado con el concepto de patriotismo. En algunos
casos, el nacionalismo se refirió a la creencia de que una nación debería
poder controlar el gobierno y todos los medios de producción. Como
ideología, el nacionalismo pone a una determinada nación como el único
referente identitario, dentro de una comunidad política; y parte de dos
principios básicos con respecto a la relación entre la nación y el Estado: 9

 El principio de la soberanía nacional: que mantendría que la nación es


la única base legítima para el Estado.
 El principio de nacionalidad: que mantendría que cada nación debe
formar su propio Estado, y que las fronteras del Estado deberían
coincidir con las de la nación.

El término nacionalismo se aplica tanto a las doctrinas políticas como a


los movimientos nacionalistas: las acciones colectivas de movimientos
sociales y políticos tendientes a lograr las reclamaciones nacionalistas. En
ocasiones también se llama nacionalismo al sentimiento de pertenencia a la
nación propia, algo en principio identificable con el patriotismo, pero distinto
si va más allá del sentimiento e incorpora contenido doctrinal o acción
política en un sentido concreto. La historiografía también usa el término
nacionalismo para referirse la época del nacionalismo: el periodo histórico de
formación de las naciones y el surgimiento de la ideología y movimientos
nacionalistas, lo que ocurrió en torno al siglo XIX, coincidiendo con las
revoluciones liberales o revoluciones burguesas. En el siglo XX se produce
una renovación del nacionalismo, en el periodo de entreguerras vinculado al
fascismo, y tras la Segunda Guerra Mundial vinculado al proceso de
descolonización y al tercermundismo, cuando surgen numerosos grupos
denominados Movimiento de Liberación Nacional. Se habla también del
nacionalismo musical, expresión artística de la segunda mitad del siglo XIX
que coincide con el nacionalismo político en la valoración de la etnicidad
(folclore), y que deriva del anterior romanticismo, movimiento intelectual y
artístico también muy vinculado con el nacionalismo romántico, aunque sea
de más amplia extensión temporal y conceptual que éste.

Peronismo.
Régimen político de carácter populista que fue implantado en Argentina
por Juan Domingo Perón (militar y político argentino, 1895-1974) durante su
presidencia del país, entre 1946 y 1955. "el peronismo se basaba en tres
principios fundamentales: la negación de la lucha de clases, la
independencia económica del país con respecto a los monopolios extranjeros
y la neutralidad internacional"

Desarrollismo.

El desarrollismo económico (estructuralismo) cuestiona la teoría clásica del


comercio internacional, apoyada en el principio de las ventajas comparativas,
para destacar el fenómeno del deterioro de los términos de intercambio y las
transferencias de valor entre países que ello implica, a favor de los países
industrializados y en perjuicio de los países con economías primario-
exportadoras (centro-periferia y Tesis de Prebisch-Singer).
Laindustrialización de materias primas (por ejemplo, trigo, soja, madera,
petróleo, etc.) da valor agregado a los bienes exportables, y sustituye
importaciones (Industrialización por sustitución de importaciones), mejorando
así los términos de intercambio y disminuyendo la brecha entre los países.
El estructuralismo se relaciona estrechamente con la Teoría de la
Dependencia. En la década de los años 1960 algunos estructuralistas
comenzaron a percibir las limitaciones de la teoría en su formulación original,
como modelo de sustitución de importaciones, fundamentalmente debido a la
necesidad de financiar importaciones industriales utilizando divisas de
exportaciones primarias, inversiones de capital extranjero, radicaciones de
empresas multinacionales, y endeudamiento externo. Estos desarrollos
llevaron a algunos economistas de esta orientación a complementar sus
desarrollos teóricos con los trabajos sociológicos sobre la dependencia que
veían desarrollándose desde los años 1930, en gran medida iniciados por
Sergio Bagú. Se conformó así la llamada Teoría de la Dependencia. Los
principales economistas de esta tendencia son el argentino Raúl Prebisch,
los brasileños Celso Furtado y Fernando Henrique Cardoso, el chileno Aníbal
Pinto Santa Cruz, así como también el argentino Aldo Ferrer, y el mexicano
Víctor Urquidi, entre otros.

Neoliberalismo.
Ante la crisis del Estado de Bienestar Keynesiano, se esgrimen distintos
tipos de diagnósticos. Triunfa la visión de la derecha que sostiene que la
intervención estatal desalienta al capital y quita incentivos al trabajo, lo que
perjudica la productividad, lleva a la baja de la inversión, y desencadena la
crisis y la inflación. Como salida para esta crisis, el neoliberalismo impuso un
retorno al viejo paradigma liberal, desmantelando los mecanismos de
intervención, regulación y protección del Keynesianismo. Las medidas
neoliberales están contenidas en el llamado Consenso de Washington, en el
que se resumen las propuestas que los organismos financieros
internacionales impulsaron a adoptar en los países periféricos: privatización
de empresas públicas, desregulación de la economía, flexibilización laboral,
estabilización monetaria, equilibrio fiscal, reducción del gasto público, y
reforma tributaria regresiva. La propuesta neoliberal se resume en la fórmula
conocida como Estado mínimo. Sus efectos económicos son recesivos. Pero
esto no es visto por sus ejecutores como un problema, sino más bien como
un paso necesario del funcionamiento espontáneo hacia un nuevo equilibrio
de mercado, que lleve el costo de los factores de producción hacia un nivel
tan bajo que motive a los capitales a invertir nuevamente. La propuesta
neoliberal se expandió mundialmente desde 1990, en un momento en que
caían los regímenes comunistas de Europa Oriental, desapareciendo de esta
manera el sistema social que durante más de 70años había puesto en
cuestión al capitalismo. La nueva configuración del poder mundial permitió
extender, simultáneamente, el régimen democrático constitucional a los ex
países comunistas. Era lo que se conoció como “democracia liberal de
mercado”, es decir, republicanismo político más neoliberalismo. Como los
países que iban adoptando el modelo neoliberal, no redujeron, sino que en la
práctica ampliaron sus déficits fiscales, esa brecha fue cubierta con
financiamiento de los organismos multilaterales de crédito, que al mismo
tiempo obtenían injerencia en las cuentas internas y en las decisiones
económicas locales. La deuda externa pasa así a ser el principal
condicionamiento político de las nacientes democracias de los países
periféricos. En este paradigma, la educación no cumple ningún papel
decisivo. Si bien recepta, teóricamente el postulado liberal original de
educación de la ciudadanía, en la práctica de las decisiones políticas, esta
cuestión es secundaria. Por el contrario, la política neoliberal en educación
prioriza: a) devolver al mercado aquellos “servicios” educativos que puedan
ser prestado como negocios en términos de empresa (privatización de la
educación); b) derivar los servicios educativos que dieran pérdida hacia los
estados locales; y c) apoyarse en el sistema de educación pública
subsistente para prestar asistencia social focalizada a la población más
afectada por el desempleo y la recesión que el propio modelo genera.
Ambientalismo.
La contaminación ambiental, el daño ecológico a la naturaleza, o el
desequilibrio de los sistemas sociales y naturales, según prefiera llamárselo,
adquieren dimensiones significativas a partir de la revolución industrial de
fines del siglo XVIII, y se torna insostenible desde la década de 1970. Se
generan entonces movimientos de protesta, conocidos como “verdes”, que
tienden a converger con nuevos movimientos sociales nacidos en la década
de 1960, en la lucha contra el racismo, el consumismo, el autoritarismo, la
guerra y el machismo. Si bien cada uno de estos movimientos sostiene una
reivindicación particular, tienen en común que todos se enfrentan, de una u
otra manera, a las estrategias dominantes del capitalismo global. El más
significativo de ellos es el movimiento ambiental. Pero también suelen
utilizarse otros nombres para referirlos, como alternativismo, altermundismo,
antiglobalización, etc. Cobraron presencia visible en las “contracumbres”
convocadas por oposición a las cumbres económicas mundiales del
capitalismo global. Pero no conforman un movimiento unitario. En el mejor de
los casos aspiran sin lograrlo aún a formar una red de organizaciones no
gubernamentales autónomas, cada una de las cuales, desde su lugar, y en
su ámbito específico, presentan lucha política y social contra este adversario
homogéneo mundial. En el caso argentino, este movimiento está conformado
por las organizaciones sindicales alternativas (CTA, CCC), las
organizaciones territoriales de desocupados, el movimiento de derechos
humanos, y las incipientes asambleas multisectoriales ambientales. De éstas
últimas, la más conocida es la de Gualeguaychú, por su enfrentamiento a la
instalación de las pasteras sobre el Río Uruguay. Pero también han surgido
organizaciones homólogas en todas las localidades donde se ha comenzado
a practicar, desde la década anterior, la minería a cielo abierto. Su visión de
la propiedad es sumamente holística: ningún ser humano puede reclamar
legítimamente el ejercicio un derecho individual que genere un daño
(contaminación) o un peligro sobre un bien colectivo, como es el ambiente.
En esta visión, los recursos naturales, dado su carácter limitado, son
reivindicados como bienes de todos, no susceptibles de apropiación ni
aprovechamiento individual. Reclaman entonces, del Estado, una efectiva
regulación de las relaciones sociales, a la que pretenden controlar mediante
el ejercicio de una democracia participativa, de base directa y asamblearia. Si
bien no es una corriente política definida, este reticulado organizacional
plural va delineando un conjunto de reivindicaciones políticas, que en todos
los casos denuncian, enfrentan y ponen en cuestión el accionar del
capitalismo global. Tienen un acercamiento notable con el neomarxismo y el
nacionalismo periférico. Muchos de estos movimientos han desarrollado sus
propias experiencias de educación alternativa y sus efectos pueden leerse en
las políticas educativas oficiales, que se ven obligadas a incorporar
dimensiones tales como el multiculturalismo, la inclusión social, la igualdad,
la educación ambiental, etc. Aunque su principal mensaje, no es fácilmente
asimilable por las instituciones oficiales: el aprendizaje a través de la acción y
la experiencia concreta de lucha contra la globalización capitalista.

Orígenes y desarrollos de las corrientes políticas


En relación a la Historia de las Ideas en sentido amplio o general, la más
acotada Historia de las Ideas Políticas goza de una concreción del objeto
mucho más precisa; pues aunque, ciertamente, éste no deje de suscitar
discusión, por ejemplo, en cuanto a su verdadera naturaleza o al alcance de
sus manifestaciones, lo político representa algo más nítido y determinado en
sus contenidos. No se tratará aquí de esbozar una definición de lo 'político'
por lo bien sabido de las complejidades propias de tal intento, que no parece
estrictamente necesario abordar para el objeto de estas consideraciones.
Bastará con la indicación de que con política o con lo político se hace
referencia a la noción de cuño aristotélico (y en cierto modo parnasiano)
referida al conjunto de mecanismos y comportamientos regulares que actúan
en el control y conciliación de los diversos intereses existentes en el seno de
una comunidad mediante la intervención de una fuerza coactiva legitimada;
el espacio que se intercala entre el concierto y la avenencia armónica y
espontánea y la imposición por la nuda fuerza. El terreno de la transacción y
la persuasión; de la resolución o neutralización de conflictos y de la pugna de
intereses, abierta o latente. Desde luego, ver la cuestión de este modo no
supone, no tiene que suponer al menos, interpretar la práctica política en
términos ironistas; casi es ocioso decir que si hay que buscar la conciliación
es porque ha existido previo desacuerdo y por lo tanto "la política versa sobre
el desacuerdo y el conflicto". Esta concepción que atiende de modo
preferente al equilibrio y la conciliación no es, evidentemente, la única
posible, y experiencias históricas tan políticas como el estalinismo en sus
distintas formas o la Gleichshaltung podrían llevar a sostener
interpretaciones muy distintas. Pero aun en esos casos la eliminación
sistemática y violenta de intereses opuestos o discrepantes puede ser, en la
práctica, una exigencia no sólo de convicción o ideológica sino de la
necesidad de equilibrar internamente y políticamente los intereses
encontrados delos grupos que disponen de la capacidad de excluir a sus
rivales. De igual modo, la política es también, y fundamentalmente, una
relación de obligación, de mando y obediencia. "La esencia de lo político" se
centra ante todopara algunos tratadistas, junto a la existencia de enemigo
ante el que actuar, en la cuestión del poder o el mando: “cualquier política
implica necesariamente el hecho de mandar y el de obedecer", "mando y
obediencia hacen que exista la política". Abundar en la cuestión no parece
necesario ahora, y hacerlo obligaría necesariamente a enredarse en esas
complejidades suyas que se trataban de evitar. En última instancia, y sin
olvidar la necesidad de un concepto categorial de lo político en el estudio de
las ideas o del pensamiento político para lo que no son suficientes las
definiciones simplificadoras y tautológicas, podría ser bastante la explicación
aquí apuntada. Partiendo de ello se puede adelantar una definición de
Historia de las Ideas Políticas que no busca tampoco más que proporcionar
una noción general y aproximada como punto de partida para una indagación
más meticulosa. Así, podría decirse que se trata de la parcela de los estudios
históricos que se ocupa de la evolución en el tiempo delos contenidos
adoptados por la reflexión sobre la actividad política bien categorial o
filosófica, bien científica, así como por el discurso político y las
representaciones ideológicas. Surgida en gran parte de la Filosofía Política y
de la Historia Política, la Historia de las Ideas Políticas es, sin embargo, algo
más y distinto de la ordenación cronológica ya determinación de las
conexiones en el tiempo de esa forma de indagación. Es decir, la Historia de
las Ideas Políticas cuenta con su método y su objeto propios, confirmándose
así como una rama científica diferenciada. En segundo término, en este
desbroce inicial, se incluyen dentro del ámbito propio de la Historia de las
Ideas Políticas no sólo las exposiciones formales y sistemáticas, sino
también el discurso político global y las representaciones ideológicas. No se
trata de dos elementos independientes, de dos unidades de una misma serie
pero diferenciadas, sino de dos manifestaciones de la ideación política
conectadas e íntimamente unidas. Las ideas políticas sistemáticamente
elaboradas en moldes filosóficos pueden, simplificadas y distorsionadas a
veces en forma extrema, sustentar las concepciones políticas de sectores
amplios de una sociedad. Herman Heller se valió de una imagen que ilustra
bienestar vertiente de la cuestión, al presentar las ideas políticas en una
estructura piramidal: nítidas, bien construidas ilógicamente coherentes, por lo
general, en la cúspide de los pensadores o las pequeñas minorías
intelectuales; con merma de precisión y desplazamiento del rigor por la
emocionalidad en la base de su apoyo social. Una cuestión, en suma, que ha
sido objeto de preocupación para todos los historiadores de las ideas que
hayan sido verdaderamente historiadores. Se trata ahora de reconocer que el
pensamiento político no queda reducido y encerrado en los textos y en las
obras de los autores más o menos canónicos, sino que trasluce en la
totalidad del discurso, o mejor, en todo discurso cualquiera que sea su forma,
con toda su carga de imágenes y símbolos históricamente determinados y
que son de uso común en una sociedad dada. Pero, además, una historia de
las ideas políticas abstractizante, de puras unidades mentales sería
sencillamente ilusoria. Aun en la acepción de la disciplina más próxima a
este enfoque, la de la Historia de las Ideas Políticas como Historia de la
Filosofía Política, sus cultivadores propenden a destacar sus vínculos con la
realidad social en la que surgen y circulan esas ideas: "Toda la filosofía
política depende de la realidad política de su época y, al propio tiempo,
influye sobre la misma, configurándola; está hecha por la historia y, a su vez,
hace la filosofía política a la historia y actúa sobre ella (...). No es posible un
conocimiento de la filosofía política sin tener en cuenta el trasfondo político
del que surge"5. No mucho después de que se escribieran las anteriores
líneas, en las celebradas conferencias de Harvard en 1958, Oakehott, otro
bien acreditado filósofo político, subrayaba la imbricación del historiador del
pensamiento político con el "contexto de condiciones" como requisito para
hacer inteligible ese pensamiento. Por su parte, Leo Strauss al diferenciar
ideas políticas de filosofía política (algo que sea a abordar aquí
inmediatamente y para lo que esta reflexión sirve de prólogo) escribe que
mientras la filosofía política es una construcción rigurosa volcada en la
búsqueda de certezas sobre los fundamentos de la política, las ideas son
nociones, comentarios, especulaciones, opiniones y, en suma, cualquier
forma de expresión del pensamiento en relación con lo político o con sus
principios; formulación excesivamente abierta y por tanto poco válida pero
que apunta en la misma dirección de la variedad no textual en la que también
se manifiestan las ideas políticas. Hay, sin embargo, dos componentes de
esa realidad que, prima facie, pueden excluirse del campo de atención de la
Historia de las Ideas Políticas, que no hallará en ellos su objeto preferente y
que sólo los traerá a colación como elementos accesorios y complementarios
de su asunto central. Se trata, por una parte, de las formas no explícitas sino
latentes, no discursivas sino actitudinales, colectivas aunque puedan
señalarse los orígenes de algunas de sus facetas en un autor o autores
determinados; en suma lo que suele denominarse mentalidad, en este caso
política. El otro de esos factores que no cabe, en principio, tomar como
objeto básico es lo que se podría designar de una forma muy amplia
"literatura política", entendiendo por tal las obras literarias de ficción -novela,
drama, poesía aun con contenido y fondo explícitamente político. Desde
luego la cuestión no es simple ni admite tampoco una posición tajante en la
medida en que ideas o pensamiento político y literatura corren
estrechamente unidos a todo lo largo de la cultura occidental. Incluso se
podría argumentar que el género utópico es buena síntesis de una y otra
cosa, creación literaria e ideas políticas. No es sólo la fantasía lo que
determina la creación literaria en sentido estricto ni su ausencia lo que
cataloga un texto como exposición de ideas políticas. Ciertas utopías o disto
pías son prueba de lo inestable dela distinción desde este punto de vista.
Pero lo que no falta en las obras de estos autores es trama, argumento y
acción con sucesión de hechos y peripecias que llevan de una situación
inicial a un desenlace. Hay también personajes que son caracteres y que
expresan emociones tanto como ideas y con los que el lector puede
identificarse o a los que puede aborrecer. Hay por último el esmero o la
intencionalidad estética que no es impropia, naturalmente, del escritor
político pero que para el literato tiene otro y fundamental valor. El escritor
propiamente utópico, al estilo de Moro, fábula sólo para exponer un
programa. En su obra no hay argumento ni trama ni sus personajes son otra
cosa que esquemas o encarnaciones de actitudes políticas e instituciones.
No hay en la práctica grandes dificultades para deslindar los géneros; el
problema puede estar más bien en obras como La nueva Eloísa, por somera
que sea su trama o en la novelística rusa de la época zarista, cuando las
ideas políticas habían de recurrir a los más insólitos disfraces para sortear la
censura. O en la novelística política de nuestro siglo: Malraux, Golding,
Koestler, incluso Sartre y Camus. La distinción se puede centrar en la falta
de originalidad política de estos autores; cualquiera de los citados es sin
discusión escritor de talento y profundo en su forma de abordar los
problemas pero no son realmente innovadores en el campo de las ideas
políticas. Las que ellos llevan a sus obras son ideas en torno a problemas
políticos (y en su caso sociales o simplemente morales) ya planteados por
otros. Su contribución puede ser del mayor interés para precisarlos y sobre
todo para ponerlos en conocimiento de lectores que habitualmente no
abrirían un tomo de filosofía política, presentándolos además con una
proximidad y una hondura emocional que no es corriente en las exposiciones
del pensamiento político troqueladas en hormas filosóficas. En este sentido
pueden ser considerados brillantes exponentes del "segundo escalón" de
difusión del pensamiento, escalón sobre cuya fundamental importancia para
la dinámica intelectual han insistido tantos estudiosos de la historia de las
ideas. Conviene, pues, tratar de precisar qué debe entenderse propiamente
por "ideas políticas", o de las posibles acepciones cuál será la que aquí se
adopte. Y eso implica, en primer lugar, un problema de precisión
terminológica, que es en el fondo un problema conceptual para establecer el
significado exacto de una gama de términos que actúan en el lenguaje
corriente, y también el académico hasta en la nomenclatura de planes de
estudio y dotaciones docentes, como intercambiables e incluso sinónimos,
tales como "teoría política", "filosofía política", "doctrinas políticas",
"pensamiento político", por supuesto "ideas políticas". Quizá la zona en la
que el deslinde es más asequible, aunque no sencillo, es la que se centra en
torno a la Filosofía política, una vertiente en la cual, junto a la en su momento
llamada filosofía moral y ciertos enfoques de la filosofía jurídica, tuvo la
Historia de las Ideas Políticas uno de sus iniciales puntos de partida. De
hecho, la historia de las ideas políticas se entendió, o cuanto menos se
denominó, por algunos de sus primeros cultivadores como historia de la
filosofía política; tal fue, por ejemplo, el caso de WilliamGraham8 o el de Paul
Janet. Es cierto que pudiera pensarse que el enfoque del autor francés
estaba determinado por el pie forzado de la convocatoria académica a la que
presentó la primera versión de su obra en 1848. Aquel año, en efecto, la
Academia de Ciencias Morales y Políticas convocó un concurso de
memorias, que Janet ganó, con el siguiente tema: "Comparar la filosofía
moral y política de Platón y Aristóteles con las doctrinas de los filósofos
modernos más célebres sobre esas mismas materias", a fin de establecer la
verdad o falsedad, lo eterno y transitorio de los diferentes sistemas. No
obstante, tanto por su formación filosófica como por el horizonte intelectual
en el que se movió siempre, Janet difícilmente hubiera podido desarrollar
otro enfoque. Para él filosofía política es la ciencia del Estado, de su
naturaleza, sus leyes, sus formas principales, y además estrechamente
relacionada durante siglos conla filosofía moral, de forma que el
desgajamiento de ambas no se produciría hasta Maquiavelo, con quien la
moralqueda sacrificada a la política y se abre una etapa completamente
nueva en el desarrollo de la filosofía política. No obstante, el sentido propio
de esta disciplina ha sido distinto, con una esfera de problemas propios en la
búsqueda de respuesta a las más generales cuestiones y valores que
integran el mundo político, con los dos inacabables del poder yla justicia en
primer término. Se trata, en última esencia, de la dimensión que bien puede
llamarse ontológica de la reflexión política, y en tal sentido la Filosofía
Política se entiende mejor desde la reflexión estrictamente filosófica, desde
las categorías y supuestos que permiten hablar de sistemas idealistas o de
cualquier otro tipo. No obstante, y hay sobre ello un extendido acuerdo, la
Filosofía Política en cuanto tal, como una indagación de esencias, como
búsqueda de principios, rara vez ha sido fiel a sí misma. O dicho de forma
menos retórica: la Filosofía Política ha oscilado siempre entre la condición de
búsqueda de saber o medio de conocimiento según la etimología del
sustantivo, y la de presupuesto de la acción política, como repositorio teórico
para la intervención en la realidad del uso del poder. La estrecha conexión
con la moral que Janet subrayaba sugiere su inclinación pragmática, su
inveterada disposición a manejar valores, jerarquizarlos y prescribir unos
proscribiendo otros. Para algún autor, incluso, lo peculiar y característico de
la Filosofía Política sería su "propósito decididamente preceptivo", tiene de
aplicación y acto, resolviendo por la vía del ejercicio la cuestión teórica de su
naturaleza. En otros términos, la filosofía política es, como expusiera uno de
sus más constantes cultivadores de este siglo "una forma de
filosofíapráctica"; práctica en cuanto se relaciona con el ejercicio del poder y
tiende a expresar no sólo cómo y por qué se ejerce o configura de una forma
determinada sino, casi de manera inexorable, qué hay de viciado en ello y
cómo rectificarlo. La cuestión, sin embargo, no parece que quede resuelta
nunca, y voces recientes insisten en que la filosofía política "no tiene el
derecho ni el deber de anunciar a los hombres lo que les incumbe hacer. Su
tarea es mucho más modesta. Consiste en escrutar incansablemente
nuestras intuiciones espontáneas respecto de lo que, en nuestra sociedad,
es bueno y malo, admirable e intolerable y en esforzarse simplemente por
darle una formulación que sea clara, coherente, sistemática". Probablemente
como consecuencia de todo ello, la Filosofía Política ha sido un saber muy
limitadamente acumulativo derivando no pocas veces en una exposición de
predilecciones cuidadosamente articulada; algo que se apoya tanto, al
menos, en deseos y sentimientos como en razones verificables. Y también
por ello, quizá, la Filosofía Política haya experimentado una crisis tan honda
en los últimos decenios. Hacia mediados de siglo, y especialmente en los
medios anglosajones fue casi un lugar común celebrar sus funerales y
entonar su obituario anunciarle nueva y mejor vida con más voluntad que
convicción. Si en 1958 Watkins todavía se preguntaba si la disciplina vivía
(pregunta que casi en seguida volvía a hacer Berlin respecto a su pariente
próxima la Teoría Política), Laslett se había adelantado a ambos y en 1956 la
había dado por muerta. En su opinión los filósofos dela política se habían
quedado sin material al haberse hecho cargo de él los sociólogos, y en
particular los sociólogos marxistas, con lo que la descripción sociológica y el
determinismo habían sustituido a la práctica tradicional del análisis filosófico.
Pero también los propios filósofos estaban por aquellos años en plena crisis
de identidad ante las exigencias del positivismo lógico que, de la mano de
Russell, Witgenstein, Ayer o Ryle, les llevaba a reexaminar su material lógico
y lingüístico con efectos demoledores. Uno de los más directos resultados de
ello fue el cuestionamiento del status lógico de la filosofía moral, toda vez
que los sistemas éticos tradicionales resultaban a la luz del nuevo método de
indagación esencialmente incoherentes. En tanto la Filosofía Moral y la
Filosofía Política eran básicamente construcciones normativas, propuestas
axiológicas, resultaban inverificables, sólo expresión de actitudes y
predilecciones del filósofo19. Eso supuesto, era razonable la conclusión de
Laslett: "la cuestión ha llegado a si la filosofía política es posible en absoluto".
En efecto, la consecuencia era el carácter falso o engañoso, o como
atendido a decirse más sonoramente, espurio, de los problemas que
ocuparon a los filósofos y pensadores políticos del pasado. A la luz del
adecuado análisis lingüístico esos problemas, problemas de asertos
inverificables, se resolvían como puras confusiones de conceptos y mala
aplicación de los términos. A esa liquidación es a la que respondería
Plamenatz argumentando que si no cabía dejar de reconocer los errores y
equívocos, lo fallido del método no debía significar que lo que con él quería
haberse hecho fuera inútil e innecesario. Lo único que quedaba demostrado
era que la Filosofía Política implicaba una tarea intelectual de mayor
complejidad. Su fe en la Filosofía Política y en su lugar irremplazable en las
sociedades complejas y problemáticas se vería recompensada en la década
siguiente, además de por el declive del positivismo lógico, con la aparición de
los libros de Rawls y Nozick en 1971 y 1974, respectivamente, y el auge de
publicaciones como Ethics (subtitulado, como se recordará, "Journal of
Social, Politicaland Legal Philosophy"). Pero no es éste el aspecto de la
cuestión que ahora interesa. Volviendo al momento en el que Laslett le
levantaba acta de defunción, a la Filosofía Política se le abrían dos
posibilidades. O pasar a ser una rama dela filosofía de la ciencia, como
reflexión meta científica de la ciencia política cuyo primer problema sería el
esclarecimiento del discurso político en su construcción argumental y en su
terminología, depurándolo de todo lo que fuera descriptivo y empírico o,
convirtiéndose en reflexión sobre la reflexión y discurso sobre el discurso,
pasar a hacer de su propia historia el objeto. Lo primero, investigar el
lenguaje del pensamiento filosófico-político, estaba yaen marcha en cierta
manera por obra del propio Plamenatz, al menos desde 1938 fecha de la
primera edición de Consent, Freedom and political Obligation, y tendría su
aportación más representativa en Weldon.

Surgimiento de los movimientos políticos

La historia de los movimientos sociales, tradicionalmente centrada en el


movimiento obrero del siglo XIX, se amplió en el siglo XX con la
consideración de los movimientos sociales del pasado y con la atención al
surgimiento de otras reivindicaciones que han dado origen a movilizaciones
sociales de envergadura: feminismo, pacifismo, ecologismo, movimiento por
los derechos civiles (en Estados Unidos), derechos LGBT, movimiento
antiglobalización o alter mundialista, entre otros. Los movimientos sociales
se entienden fundamentalmente como movimientos populares, es decir, los
que expresan reivindicaciones del pueblo (entendido ambiguamente, tanto
como el cuerpo social general, como restringido a la amplia estrato social
inferior en términos socioeconómicos y de poder); aunque tienen otras
derivaciones diferentes, en cuestiones sociales entendidas como culturales,
de pensamiento o de estilo de vida, que pueden ser tanto las propias de una
corriente mayoritaria o ideología dominante como de una minoritaria,
vanguardista, rupturista, contracultural, o alternativa (psicodelia, movimiento
hippie). En cualquiera de los dos casos pueden llegar a extremos tan
aparentemente frívolos como denominar movimiento al deporte en general o
a alguno en particular, a la moda, a cualquier forma de uso del ocio, a
tendencias culturales de cualquier tipo (moda, peinado, tatuaje, gastronomía)
o incluso las actividades de las tribus urbanas. Los movimientos políticos
surgen como consecuencia de la incapacidad de los partidos para dialogar
con el resto de la sociedad y su esquema. La historia de los movimientos
políticos ha prestado atención al periodo siguiente a las revoluciones
liberales, con la creación de los partidos políticos, que en el siglo XIX fueron
fundamentalmente partidos de élites o de cuadros, pero que con la
generalización del sufragio universal y los movimientos de masas, como el
nacionalismo o el movimiento obrero, se convirtieron en el siglo XX en
partidos de masas, sobre todo los portadores de las ideologías más
combativas o extremas (fascismo y comunismo, habitualmente denominados
totalitarismos), a cuyo desafío tuvieron que responder, adaptándose al uso
de la movilización, la propaganda y los medios de comunicación, los demás
movimientos políticos (conservadurismo, liberalismo, socialdemocracia,
democracia cristiana, etc.). Con el nombre de Movimiento Nacional se
conoce en España al mecanismo totalitario de inspiración fascista que
pretendía monopolizar la vida pública e incluso privada durante el franquismo
(1939-1975). El periodo posterior a la caída del muro de Berlín (1989), que
supuso la desaparición del bloque comunista, significó también la
emergencia de nuevos agentes políticos y sociales expresados en
movimientos políticos de nuevo cuño. Por un lado, fue la oportunidad del
resurgimiento de los preexistentes movimientos religiosos denominados
fundamentalistas, que en algunos casos se emparentan con el nacionalismo:
el más espectacular el fundamentalismo islámico (muy activo desde la
revolución iraní, 1979, y con manifestaciones violentas como el yihad ismo -
impropiamente denominado terrorismo islámico-), pero también un fuerte
fundamentalismo cristiano, tanto protestante (como la mayoría moral y los
neo con en Estados Unidos) o católico (con precedentes en el
nacionalcatolicismo español, pero que desde 1979 -pontificado de Juan
Pablo II- se expresa en la reacción a la teología de la liberación y otros
movimientos católicos denominados progresistas surgidos en torno al concilio
Vaticano II) y también un fundamentalismo hindú. Por otro lado, el
surgimiento del papel de las ONG en la escena nacional e internacional, que
en muchos extremos puede entenderse como expresión política de
diferentes movimientos sociales o de nuevos conceptos ideológicos. Los
partidos políticos que pretenden expresar particularmente al movimiento
ecologista (partidos verdes) han tenido una importancia muy desigual en
diferentes países (máxima en Alemania, donde llegaron al gobierno).

Modernismo y posmodernismo político

El Modernismo.

Fue una corriente del pensamiento que se desarrolló en la Edad Media


baja (siglos XVII y XVIII); inspirada y fundamentada en el pensamiento de
Descartes (racionalismo), sacando de allí sus ideas básicas. La modernidad
se caracterizó por la racionalización de la existencia tanto es así que llego a
hablarce de la "La diosa razón". Este pensamiento fue marcado por el
surgimiento de grandes utopías sociales, políticas, económicas, culturales,
tecnológicas, industriales, etc. Los ilustrados creyeron en la cercana victoria
sobre la ignorancia y la servidumbre por medio de la ciencia; los capitalistas
confiaban en alcanzar la felicidad gracias a la racionalización de las
estructuras sociales y el incremento de la producción; los marxistas
esperaban la emancipación del proletariado a través de la lucha de clases.
En lo que todos estaban de acuerdo (a pesar de las grandes diferencias
ideológicas) era en que "se puede". Lo resaltable de éstas era la búsqueda
del bien común ("El todos antes que el Yo"), y la confianza que éstas tenían
en la razón y en los valores del "hombre".

El hombre modernista era un hombre comprometido con la humanidad,


creía en ésta y en su avance. Creía en la razón Universal y en que a través
de ella se podía llegar a la pura verdad. El hombre modernista era un hombre
enamorado de la vida, con un proyecto claro e ideales firmes; los cuales no
estaba dispuesto a canjear por bienes materiales. El modernista es un
hombre, básicamente optimista, no acepta el mundo en el cual le tocó vivir,
pero tiene esperanza de cambiarlo. El hombre moderno convencido de que
se puede cambiar la sociedad compromete su presente por un futuro mejor,
para él y para "todos". Fue una época de grandes dictaduras y tiranías,
posiblemente por el compromiso de los hombres con la sociedad. El hombre
moderno no tiene demasiadas posibilidades de conocer el mundo por lo tanto
se maravilla, se cuestiona, a sombra y motiva con la información proveniente
de otras partes del mundo. Se reconocen antecedentes y concordancias en
otras figuras del mismo periodo, como los cubanos José Martí y Julián del
Casal, el colombiano José Asunción Silva, el mexicano Manuel Gutiérrez
Nájera y el español Salvador Rueda. El modernismo coincide con un rápido y
pujante desarrollo de ciertas ciudades hispanoamericanas, que se tornan
cosmopolitas y generan un comercio intenso con Europa, se comparan con
las urbes estadounidenses y producen un movimiento de ideas favorables a
la modernización de las viejas estructuras heredadas de la colonia y las
guerras civiles. A la vez, estos años son los de la confrontación entre España
y Estados Unidos por la hegemonía en el Caribe, que terminó con el desastre
colonial de 1898, hecho que dará nombre a la generación del 98, que tuvo
importantes relaciones con el modernismo. En América, la definitiva salida de
los españoles planteaba el dilema de norte americanizarse o reafirmarse en
su carácter hispánico o, más en general, latino, para lo cual se remontan las
fuentes a los clásicos de Grecia y Roma, cribados por los modelos franceses.
Las ciudades copian a París y los escritores buscan nuevas referencias
culturales en la contemporánea poesía francesa: Charles Baudelaire y su
descubrimiento de la "horrenda belleza", sucia y efímera, de la moderna
ciudad industrial; Arthur Rimbaud, el cual, lo mismo que el estadounidense
Walt Whitman, hallará que la vida industrial es un nuevo género de
hermosura; Paul Verlaine y su culto al Parnaso, como el lugar donde viven y
escriben los aristócratas de las letras; Stéphane Mallarmé, quien proclama la
nueva poética del símbolo, es decir, de las combinaciones que el lenguaje
formula a partir de su propia musicalidad y su estricta matemática, a la
manera del antiguo pitagorismo. Frente a lo moderno de la América
anglosajona, Rubén plantea lo modernista de la América latina, convirtiendo
lo moderno en un manierismo, en una manera de decir, que convulsiona las
costumbres poéticas, renovando el léxico, las metáforas, la versificación y las
cadencias del verso, en buena parte por la revalorización de antiguas fuentes
hispánicas olvidadas: Gonzalo de Berceo y su mester de clerecía, y, sobre
todo, los barrocos Luis de Góngora y Francisco de Quevedo. El preciosismo,
el exotismo, la alusión a nobles mundos desaparecidos (la edad media
caballeresca, las cortes de los Luises en Francia, los emperadores incas y
aztecas, las monarquías china y japonesa), la mención de objetos preciosos,
crean el paisaje modernista que se consolida con los viajes de Rubén a
España (desde 1892) y su instalación en Buenos Aires en 1893. El
modernismo será seguido en América Latina por figuras como el argentino
Leopoldo Lugones, el uruguayo Julio Herrera y Reissig, el boliviano Ricardo
Jaimes Freyre y el mexicano Salvador Díaz Mirón, al tiempo que en España
lo adoptan Ramón del Valle-Inclán, Manuel Machado, Francisco Villaespesa,
Eduardo Marquina y ciertos aspectos del teatro "idealista" de Jacinto
Benavente. En cualquier caso, es un parte aguas entre lo anticuado y lo
actualizado, y quienes reaccionen contra él lo tendrán de obligada referencia.
Políticamente, el modernismo deriva hacia destinos variables, pero siempre
dentro del planteamiento inicial, que opone lo latino a lo anglosajón: el
argentino Lugones será socialista, conservador y fascista; el uruguayo José
Enrique Rodó, democrático y progresista; el argentino Alberto Ghiraldo,
anarquista; el guatemalteco Salomón de la Selva y el hondureño Froylán
Turcios se adherirán al sandinismo. En filosofía, el modernismo reacciona
contra el positivismo, interesándose por la teosofía de Annie Besant y Helena
Blavatsky, así como por los estudios de Max Nordau sobre la degeneración,
y las nuevas filosofías de la vida de Henri Bergson y Arthur Blondel. En
narrativa, se opone al realismo, optando por la novela histórica o la crónica
de experiencias de alucinación y locura, y la descripción de ambientes de
refinada bohemia, a menudo idealizados líricamente. Asimismo, introduce un
elemento erótico con la aparición del personaje de la mujer fatal, que lleva a
los hombres hacia el placer y la muerte. Cierto modernismo secundario
popularizó estas actitudes en las obras del guatemalteco Enrique Gómez
Carrillo y el colombiano José María Vargas Vila.

El posmodernismo

A cada generación le gusta identificarse con una gran figura mitológica o


legendaria que es reinterpretada en función de los problemas del momento.
Los hombres modernos gustaron identificarse con Prometeo, que,
desafiando la ira de Zeus, trajo a la tierra el fuego, desencadenando así, el
progreso de la humanidad. En 1942, Camus sugirió que el símbolo más
representativo de la modernidad no era tanto Prometeo sino Sísifo que fue
condenando por los Dioses a hacer rodar sin cesar una roca hasta la cumbre
de una montaña, desde donde volvía a caer siempre por su propio peso.
Ahora, los posmodernos dicen: "Hace falta ser tontos para saber que
Prometeo no es Prometeo sino, Sisífo, y empeñarse una y otra vez en subir
la roca hasta lo alto de la montaña". ¡Dejémosla abajo y disfrutemos de la
vida!. La posmodernidad surge a partir del momento en que la humanidad
empezó a tener conciencia de que ya no era válido el proyecto moderno;
está basada en el desencanto. Los posmodernos tienen experiencia de un
mundo duro que no aceptan, pero no tienen esperanza de poder mejorarlo.
Estos, convencidos de que no existen posibilidades de cambiar la sociedad,
han decidido disfrutar al menos del presente con una actitud despreocupada.
La posmodernidad es el tiempo del yo ("de él yo antes que él todos") y del
intimismo. Tras la pérdida de confianza de los proyectos de transformación
de la sociedad, solo cabe concentrar todas las fuerzas en la realización
personal. Hoy es posible vivir sin ideales lo importante es conseguir un
trabajo adecuado conservarse joven, conservar la salud, etc. El símbolo de
esta época ya no es Prometeo ni Sísifo, sino Narciso. Los grandes principios
éticos y morales de la modernidad no se mantienen con carácter Universal,
se entra en una ética de la situación, "todo depende". El hombre en la
posmodernidad empezó a valorar más el sentimiento por encima de la razón.
Los posmodernos niegan las ideas de la modernidad sin analizarlas, ya que
esto supondría tomar en serio la razón, rechazan con jovial osadía los
ideales propuestos por los modernistas. Y dicen que el deseo de saber
demasiado sólo puede traer males. Opinan que el "pensamiento débil" tiene
dos grandes ventajas:

a. Buscar el sentido único para la vida conlleva una apuesta demasiada


alta (todo o nada).
b. Las grandes cosmovisiones son potencialmente totalitarias. Todo
aquel que cree tener una gran idea trata de ganar para ella a los
demás y, cuando estos se resisten, recurrirá fácilmente a la
implementación de la fuerza.

El individuo posmoderno obedece a lógicas múltiples y contradictorias


entre sí. En lugar de un yo común lo que aparece es una pluralidad de
personajes. Todo lo que en la modernidad se hallaba en tensión y conflicto
convive ahora sin drama, pasión ni furor. El individuo posmoderno, sometido
a una avalancha de informaciones y estímulos difíciles de organizar y
estructurar, está en un incierto vaivén de ideas. El posmoderno no se aferra
a nada, no tiene certezas absolutas, nada le sorprende, y sus opiniones
pueden modificare de un instante a otro. Debido a la falta de confianza en la
razón hay una pérdida de preocupación por la realización colectiva, y resalta
un interés por la realización de uno mismo. Esto se observa en el retorno a lo
religioso: hay un "boom" de lo sobrenatural y de las ciencias ocultas
(quiromancia, astrología, videncia, cartas astrales, cábalas, etc.). En la
posmodernidad, a diferencia de la modernidad, no hay prejuicio en aceptar
explicaciones por más irracionales que sean. Además de un retorno de lo
irracional; también retorna Dios. El Dios del individuo posmoderno no pude
ser demasiado exigente. Puesto que el individuo posmoderno obedece a
lógicas múltiples, su postura religiosa también las tiene; estructura su mundo
metafísico tomando ideas judaístas, cristianas, hindúes y añadiendo, quizás,
una pizca de marxismo y/o paganismo. Un modelo de sociedad
postmodernista sería una conformada por infinidad de micro colectividades
heterogéneas entre sí. Los posmodernos renuncian a discutir sus opiniones;
"vive y deja vivir". El individuo posmoderno renuncia a buscar un sentido
único y totalizante para la vida. La suya es una postura confortable, alérgica
a las exigencias radicales.

La posmodernidad, se caracteriza por:

a. EL hombre es producto de un proceso natural de evolución, que


puede explicarse mediante la razón científica sin recurrir a fuerzas
ajenas a ese proceso.
b. El proceso de desarrollo evolutivo se desencadena por el mecanismo
de la competencia. La competencia genera el progreso no solo de la
especie humana en un entorno hostil, en l que se sobrevivirá el más
fuerte, sino del individuo humano, ya constituido de ese ámbito hostil
de la especie de la que forma parte.

El Posmodernismo, como movimiento internacional extensible a todas las


artes; históricamente hace referencia a un periodo muy posterior a los
modernismos, y en un sentido amplio, al comprendido entre 1970 y el
momento actual. Teóricamente se refiere a una actitud frente a la
modernidad y lo moderno. Se trata de un movimiento global presente en casi
todas las manifestaciones culturales, desde las películas de Quentin
Tarantino y Pedro Almodóvar a la arquitectura de Ricardo Bofill, desde la
literatura de William Burroughs y John Fowles a la pintura de Guillermo Pérez
Villalta, y desde la filosofía a la televisión. El posmodernismo literario tiene su
origen en el rechazo de la ficción mimética tradicional, favoreciendo en su
lugar el sentido del artificio y la intuición de verdad absoluta y reforzando al
mismo tiempo la ‘ficcionalidad’ de la ficción, un ejemplo español puede ser
Mariano Antolín Rato y sus novelas Cuando 900 mil Mach aprox (1973) o
Mundo araña (1981). En la literatura en lengua inglesa las teorías
posmodernistas han sido empleadas a menudo por escritores enfrentados a
la experiencia poscolonial, como Salman Rushdie en Hijos de la medianoche
(1981). El movimiento se acercó también a formas populares como la novela
policíaca (El nombre de la rosa, 1980, de Umberto Eco). Los teóricos de la
posmodernidad sólo coinciden en un punto: que el escándalo radical
provocado en su momento por el arte moderno ha sido asimilado y
recuperado por esos mismos burgueses liberales que en un principio tan
sorprendido y crítico se mostraron con él. Lo moderno ha llegado a integrarse
en la cultura institucional elevado a los altares en galerías de arte, museos y
programas de estudios académicos. Sin embargo, no hay consenso entre los
posmodernistas sobre el valor de lo moderno, como tampoco hay consenso
cultural sobre el valor del posmodernismo. En el caso de la arquitectura, el
rechazo posmoderno del brutalismo y el International Style asociados con Le
Corbusier y su sustitución por un estilo alusivo y ecléctico que alude en una
suerte de pastiche caprichoso o paródico a estilos anteriores (desde el
neoclasicismo al manierismo o el rococó) ha sido el centro de numerosos
debates públicos. Tales debates olvidan con frecuencia el regreso aparente a
los valores tradicionales, sin reconocer este hecho como un intento de aludir
inconscientemente a estilos anteriores, más que de asimilarlos. El
posmodernismo está más marcado por el camp y el kitsch que por la
nostalgia; en términos generales, carece de la gravedad propia de los artistas
y movimientos modernos de principios de siglo. Sin embargo, puede
considerarse como la consecuencia lógica de la ironía y el relativismo
modernistas, que llegan a cuestionar sus propios valores. El tono lúdico de la
posmodernidad hace que resulte más fácilmente asimilable por la cultura
popular o cultura de masas. Por otra parte, su aceptación superficial de la
alienación contemporánea y su transformación de la obra de arte en fetiche
han sido objeto de acusaciones de irresponsabilidad política. El filósofo
francés Jean-François Lyotard considera que la explosión de las tecnologías
de la información, y la consiguiente facilidad de acceso a una abrumadora
cantidad de materiales de origen en apariencia anónimo es parte integrante
de la cultura posmoderna y contribuye a la disolución de los valores de
identidad personal y responsabilidad. Con todo, entiende la multiplicidad de
estilos posmodernos como parte de un ataque al concepto representativo de
arte y lenguaje, con lo que afirma más de lo que rechaza el modernismo de
altos vuelos y allana paradójicamente el camino para su regreso triunfal.
Conclusión

De este breve análisis se puede concluir que el debate sobre los derechos
sociales, considerados en la actualidad derechos humanos fundamentales
estuvo dominado por las grandes diferencias ideológicas entre el capitalismo
liberal y el socialismo, un conflicto que residía en la supuesta supremacía de
los derechos civiles y políticos, por un lado, y en la de los derechos
económicos y sociales por otro. El Capitalismo es fundado por Adam Smith
(1776), y su principal planteamiento es la libre empresa, basado en una
economía de mercado, cuyos medios de producción son la tierra y el capital
en manos de los particulares, sin ninguna intervención del estado en el
ámbito económico, basado en la oferta y la demanda, y la libre competencia,
el cual ha ido evolucionado según cada época y sociedad dando lugar al
capitalismo creativo. En tal sentido sus aportes en el ámbito laboral,
parecieran limitarse a propiciar la aparición de una nueva clase trabajadora.
Por su parte el socialismo es fundado por Kart Marx (1847), caracterizado pro
la socialización de la producción y un control estatal total o parcial de los
medios de producción. Busca contrarrestar el egoísmo, limitando la libertad
en aras de la igualdad y la justicia social. Hoy en día se habla de socialismo
del siglo XXI. En tal sentido, pareciera que fuese el socialismo el que
realizará aportes significativos en el ámbito laboral y que se evidencian en la
reducción de la jornada laboral, en la protección de la maternidad, en la
regulación del trabajo infantil, y la libertad sindical. Por otra parte, el fin de la
guerra fría abrió una nueva fase en la globalización, emergiendo un
consenso acerca de su superioridad sobre los demás sistemas económicos,
cediendo ante el los bastiones de la economía mixta y socialista, la vieja
división ideológica de fuerte orientación económica ya no separo a sus
protagonistas. Todo lo cual marca una tendencia por parte de ambas
corrientes, de adherirse a los derechos humanos como vehículo para el
cambio progresivo en el ámbito político, económico y cultural.
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