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En cuanto a las características de la participación laboral femenina, aquellas

mujeres económicamente activas constituyen el 43% de las mujeres en edad de


trabajar, a diferencia de los hombres, que presentan un porcentaje 70%
aproximadamente de la población de hombres en edad de trabajar.

En la década de los 90 la cifra de la participación laboral femenina era cercana a


un 30%, en el transcurso del tiempo, especialmente desde la década del 2000 en
adelante, se ha incrementado la participación femenina en dicho rubro, sin
embargo, los avances son lentos en comparación con América Latina, no sólo por
el porcentaje de mujeres que trabajan, sino también porque se concentran en
empleos de menos calificación y remuneración.

Una de las razones por las cuales muchas mujeres permanecen inactivas, es por
la dedicación de los quehaceres del hogar, ya que según cifras del 2009 un 77,3%
de las mujeres de la región metropolitana realiza tareas del hogar, a diferencia del
36,6% de hombres que realizan quehaceres domésticos durante el día. Teniendo,
de este modo, un promedio de horas diarias trabajadas de forma remunerada en
mujeres de 7,5 y no remuneradas 2,9% (labores domésticas, cuidado de los hijos,
etc.). En cuanto a los hombres el promedio de horas de trabajo remunerado es de
8% y de trabajo no remunerado es de 0,8%.

Por lo tanto cada vez hay más mujeres que tienen un trabajo remunerado en el
mercado laboral, pero también se hacen cargo del trabajo doméstico, lo que
podría equivaler a doble jornada laboral, provocándose una sobrecarga por la baja
incorporación que presentan los hombres a tareas domésticas, cuidado y crianza
de los hijos, entre otras cosas.

Por otra parte en Chile se ha observado una notable discriminación hacia las
mujeres en el ámbito laboral, situación que queda en evidencia, ya que aquellos
puestos de poder, son ocupados con mayor frecuencia por hombres, siendo esto
denominado como discriminación vertical. Por ejemplo a nivel nacional el 77% de
los empleadores son hombres, en el poder Ejecutivo, cuerpos Legislativos y
Directivos, un 31,5% son mujeres, el 97% de empleos de servicio domésticos son
realizados por mujeres.

También se produce discriminación horizontal, caracterizada como aquella


limitación que se impone a la mujer a realizar ciertos tipos de empleo, por ejemplo,
el área de construcción, minas y canteras, transporte y comunicaciones,
agricultura y ganadería son realizadas mayormente por hombres, por el contrario,
aquellas áreas de servicios sociales, salud, enseñanza, hoteles y restaurantes,
son realizadas principalmente por mujeres.

En cuanto a la remuneración de cada uno, según la encuesta CASEN 2015:


Equidad de género, la brecha salarial alcanza un 26,6%, es decir, de cada $100
de ingreso autónomo disponible en el país por concepto de remuneración, $62 los
recibe un hombre y $38 una mujer. Presentándose un alza en cuanto a la
participación laboral de mujeres, sin embargo la brecha salarial no presenta
mayores cambios, se mantiene.

Dicha situación antes mencionada puede explicar de cierta manera, que haya
mayor incidencia de pobreza en mujeres, con un 9,0%, que en hombres, con un
8,2%, según la encuesta CASEN de 2017.

Por lo tanto, si bien, se han producido avances durante las últimas décadas, en
cuanto a las condiciones laborales y la participación de las mujeres en dicho
ámbito, aún existe injusticia, inequidad y discriminación hacia el género femenino,
por lo tanto, se requieren políticas públicas más eficientes y eficaces, capaces de
mitigar dicha desigualdad en todos los ámbitos y circunstancias existentes.

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