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LOS CINCO SENTIDOS DE RAÚL RUIZ

ANDRÉS CLARO

El Archivo Ruiz-Sarmiento fue creado el año 2013 por la Dirección del No es el pudor que dejan años de amistad lo que me impide asumir la
Instituto de Arte y el Sistema de Biblioteca de la Pontificia Universidad distancia propia de la teoría para abordar el legado artístico de Ruiz. Es
Católica de Valparaíso con el objeto de recopilar documentación y sobre todo el hecho de que a Ruiz no le gustaban ni las canonizaciones
promover el conocimiento de la obra de la pareja de cineastas chilenos de las estéticas oficiales ni las propagandas de las nuevas iglesias cine-
Raúl Ruiz (1941-2011) y Valeria Sarmiento. En la actualidad cuenta con matográficas; mucho menos los funerales. Lo que le gustaban eran las
un variado material manuscrito, bibliográfico y audiovisual, el que se celebraciones y los discursos de sobremesa —siempre en torno a una buena
encuentra depositado en una dependencia especial de la biblioteca botella de vino, acompañada de una seguidilla de platos cuidadosamente
del Instituto de Arte, donde puede ser consultado por artistas e in- preparados—, donde los vínculos inanticipables que imponía su erudición
vestigadores. pantagruélica e imaginación desbordante obedecían a ese temple único
que era el suyo, mezcla rara entre una inocencia casi infantil y una resis-
tencia provocadora a las presiones del medio.
Es ante este pathos creador de Ruiz, ante esta extraña superposición
entre la prolongación de las actitudes espontáneas y gozosas de los juegos
de la infancia y la intensificación de las actitudes de resistencia que los
chilenos hemos inventado para sustraernos a las obligaciones que nos
imponen la realidad y los otros, que se podría estar tentado a hablar de
algo así como del ‘chiste chileno y su relación con el inconsciente cine-
matográfico’. No por concesión a la teoría psicoanalítica, por supuesto.
Y es que si Ruiz leyó a Freud de niño bajo el equívoco de que se trataba de
literatura erótica, el psicoanálisis era una de las pocas teorías que no era
capaz de tomar serio —o sea, en broma—, y que solía calificar borgeana-
mente como género de la literatura fantástica, o, con palabras de Canetti,
como un reflejo de los problemas burocráticos del imperio austro-húngaro.
No: el niño que alimentaba y se discernía siempre en Ruiz no era el de las
neurosis insuperables surgidas durante los primeros años de vida, sino
el del hijo único que juega permanentemente para entretenerse ante un
mundo demasiado vasto que se despliega ante sus ojos, tomando con toda
seriedad los productos cambiantes de su imaginación, comenzando por
los piratas, con sus barcos, tesoros y travesías. Fue esta capacidad lúdica

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de embarcarse en los desafíos más complejos de la creación artística como hacia una consideración de las características de su obra creadora —las
si fuesen la continuación natural de sus juegos de infancia lo que explica que se reconocen lo mismo en sus películas que en sus entrevistas, escritos
su actividad permanente, por momentos frenética, donde no cabían ni y conversación—, no queda más remedio, espacio obliga, que limitarse
la repetición ni la monotonía. La otra cara de la moneda de esta comedia a esbozar una caricatura; esto es, a aislar ciertos rasgos o detalles signi-
de inocencia, sin embargo, proviene del modo en que Ruiz internalizó los ficativos y amplificarlos para que devengan inmediatamente visibles,
lenguajes y las actitudes de resistencia desarrollados por los chilenos para permitiendo configurar un retrato rápido de lo que es una individualidad
sustraerse a los imperativos de los deberes externos y a las limitaciones irrepetible. Es con esta prevención, entonces, que quisiera enfatizar tan
que nos impone la realidad misma, lo que incluye desde diversos tipos sólo cinco rasgos, a modo de los cinco sentidos de Raúl Ruiz.
de acrobacias verbales, partiendo por un sentido agudo de la talla, hasta El primero, qué duda cabe, es su ‘sentido de la paradoja’, un sentido
una serie de comportamientos clandestinos. de la fórmula paradojal que ejercía con una rapidez mental donde la inteli-
Ciertamente Chile es un país al que Ruiz se permitía amar y detestar gencia era inseparable del humor. Se podría pensar que éste debía mucho
al mismo tiempo, frente al cual podía ser irónico y sentimental en un al lenguaje cinematográfico, donde el montaje tiene esa rara virtud de
mismo gesto —entre otras cosas, porque el destino lo hizo nacer aquí y unir de manera convincente lo dispar o lo imposible, y de hacer estallar
por el modo en que nuestro país se desdibujó políticamente una y otra la evidencia inmediata como algo incompatible. Pero lo cierto es que el
vez a lo largo de las décadas—. Pero la serie de aparentes boutades con que sentido de la paradoja se remontaba en Ruiz a los cortes y yuxtaposiciones
solía caracterizar a los chilenos, o caracterizarse a sí mismo como chile- propias de esa forma de montaje avant la lettre que es la talla chilena, a la
no —los dones para las incoherencias, ambigüedades, fracturas y otras ‘talla’ como ‘corte’, perspectivismo humorístico sui generis que es parte de
hazañas lógicas en la conversación (incluida la capacidad paradojal de ser nuestro deporte nacional de ‘llevar la contra’. Derivada tal vez de los ritos
tautológicos y contradictorios en la misma frase), las formas de digresión populares del mundo al revés, desplegada luego por las inversiones propias
y procrastinación transformadas en comportamiento cotidiano (incluida de una cierta anti-poesía, lo decisivo es el modo en que las ocultaciones,
una manera rigurosa de trabajar que supone llegar siempre tranquilo subversiones y adivinanzas paradojales de la talla proyectan verdaderas
y tarde), en fin, las que serían nuestras artes de beber y demás formas posibilidades metafísicas, enriquecen la representación de las cosas del
hiperbólicas de autoanulación—, todo este catálogo de actitudes, como mundo al hacernos dudar de la evidencia inmediata uniendo lo dispar y
es bien sabido, no son una simple invención de su imaginación, sino el separando lo continuo. Pues el procedimiento más o menos involuntario
fruto de una gran capacidad de observación con la que rescató la parte que Ruiz ejercía con total confianza y seguridad consistía en prometer una
sumergida de nuestro iceberg nacional. Más precisamente, se trata del analogía significativa entre registros completamente dispares y terminar
resultado de su identificación temprana de un lenguaje de resistencia imponiendo súbitamente una paradoja aún más significativa, donde los
muy propio de los chilenos, el cual no sólo asimiló de manera espontánea, vínculos a la vez imposibles y definitivos —relaciones extrañas, incon-
sino que codificó desde su primer cine e intensificó luego, constituyendo gruentes o contradictorias— desbaratan las falsas evidencias y obligan
una clave decisiva para comprender su universo creativo. Lo que signi- a remontarse hasta una verdad de segundo grado. Así, Ruiz tenía razón
fica también, inversamente, que Ruiz enseñó a muchos a ser chilenos: cuando decía que ‘en los países donde hay mucho ocio y tiempo libre la
precisamente en la medida en que subvirtió la simplicidad y coherencia gente se levanta más temprano’; o tenía razón cuando advertiría que ‘la vida
propias del imaginario heroico y reinventó una representación del país a es demasiado corta para perderla en cosas entretenidas’. En fin, sospecho
partir de la complejidad de estas actitudes de resistencia que despuntan que tendría también razón al decirle hoy a quienes celebran su legado,
bajo la superficie oficial, en que reemplazó el protagonismo de los próceres como de seguro nos diría sirviéndose de una de sus frases habituales, que
de la patria por un protagonismo de la psyque nacional. ‘el festejado se fue a acostar porque los invitados estaban muy cansados’.
Ahora bien, a la hora de cerrar el foco desde estas dos actitudes noto- En vistas de lo que conviene pasar de inmediato a un segundo rasgo
rias y notables de su pathos —la prolongación gozosa de los juegos de la discernible en el universo creativo de Ruiz, a saber, su ‘sentido de la di-
infancia y la intensificación de las formas de resistencia de los chilenos— gresión’: su habilidad para deambular de un lugar a otro en medio de un

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cúmulo de referencias infinitas y completamente eclécticas —de la física de retardo consubstanciales a la convivencia nacional—, este intercambio
cuántica a un clásico del cine B, de las teorías leibnizianas de los infinitos fragmentado y lleno de cambios de dirección llega a su máxima expresión
a las bondades de las sopaipillas con foie-gras, de las diferencias entre la en la conversación de bar, donde los parroquianos, cada uno con su proce-
poesía de Wang Wei y Li Po a aquellas entre la cazuela y el pot-au-feu, del dencia e historia irreductibles a las de los demás, hablan todos al mismo
arte combinatorio de Raimundo Lulio al arte digresivo del Arcipreste de tiempo, superpuestos, sin que ello impida que se produzca una forma de
Hita, para nombrar ya a un par de personajes en que se reconoce su temple diálogo o de narrativa posible. De modo que si la capacidad multiplicadora y
lúdico e insubordinado—, un sentido de la digresión que era entre otras digresiva de Ruiz es algo que a los críticos, en su afán de reducirlo todo a un
cosas responsable de su capacidad de diferir permanentemente los clímax concepto conocido y domesticable, les ha dado por llamar estilo ‘barroco’,
y desenlaces, todo sentido de un final seguro y estable. En principio, claro, cabe corregir diciendo que la rúbrica tiene dos sílabas de más, pues se trata
se reconoce aquí el eclecticismo enciclopédico propio de ciertos latinoame- más bien de un estilo de ‘bar’. Como insistía Ruiz a menudo: “En Chile la
ricanos universales, desde Alfonso Reyes hasta Jorge Luis Borges, todos gente culta está en los bares; el resto son especialistas”.
los cuales terminaron proyectando de manera creativa lo que había sido Lo que no quiere decir que esta gente culta no trabaje.
la bibliofilia caótica y arbitraria de su niñez, propia de quienes no habi- Pues un tercer rasgo que cabría enfatizar a la hora de seguir completando
tan un mundo estable de referencias únicas ni una cronología cultural este esbozo caricaturesco de su universo creativo, es el ‘sentido del trabajo’
establecida, lo que lleva a una fascinación por los collages de citas, por las que tenía Ruiz, incluido del trabajo en equipo, el que transformaba en
combinaciones y superposiciones de los registros más dispares, a partir una actividad a la vez intensa y amable, vehemente y benévola, aplicando
de los cuales se termina proyectando una imagen posible del universo. las formas de ingenio y los modos de seducción propios de un hijo único
Pero, en el caso de Ruiz, su sentido particular de la digresión se alimentó profesional capaz de transformar toda limitación en virtud y de convencer
ya a partir de la lógica precisa de los cambios de tema de los almanaques al resto para que lo siguiese en sus travesuras. De modo que no fueron los
y los programas múltiples en los cines de la infancia, hallando luego su simples placeres de la aliteración los que llevaron a un periodista del New
perfección gracias a su internalización de las superposiciones y los desvíos York Times a intitular la última entrevista que concedió Ruiz como “A mild
propios de las conversaciones de bar. En efecto, ya sus primeras lecturas no mannered maniac” (“Un maniaco de modales mansos”). Y es que a cualquiera
consistían en recorrer linealmente, de comienzo a fin, los grandes clásicos que hubiese trabajado con él, o que hubiese conversado largamente con él
de la literatura nacional o universal, sino que suponían embarcarse en los sobre su trabajo, le sorprendía de inmediato la mezcla paradojal entre el
recorridos arbitrarios de los almanaques piratas —esos libros colosales y arrebato colosal y la parsimonia con que abordaba sus proyectos creativos.
heteróclitos que se publicaban en Latinoamérica sin pagar derechos de De una parte, Ruiz era un trabajador empedernido que no podía pasarse
autor—, donde se podía pasar de una receta de cocina para las humitas a un día sin inventar algo, sin escribir o preparar algún proyecto, donde
un texto literario de Thomas Mann, de las instrucciones para cosechar el seguía los dictados de su imaginación hasta el final, sin que nadie ni nada
trigo a un texto filosófico de Bertrand Russell. A ello se sumaron pronto pudiesen detenerlo. Sobre todo, adoraba filmar, la labor misma del rodaje,
sus primeras experiencias de espectador cinematográfico, donde en los el que tomaba como un ejercicio a practicar todos los días, tal como practi-
programas múltiples en las salas de entonces se quedaba dormido en una ca un bailarín o un gimnasta. Es lo que explica el número inverosímil de
película y despertaba en la siguiente, donde podía aparecer el mismo actor, películas que dejó —más de cien, en todos los formatos posibles—, para
cuyo personaje había muerto en la película anterior, resucitado encarnando no hablar de sus míticas cien obras de teatro o de sus escritos publicados:
a un nuevo personaje. Con todo, el broche de oro de este entrenamiento e los libros de poética, novelas y los cientos de entrevistas (era quizás el
internalización de las posibilidades creativas de la digresión lo puso algo mejor de los entrevistados posibles). Pero la otra cara de la moneda de este
más tarde la experiencia propia de las reuniones de bar. Pues si ya en las hombre trabajólico era su parsimonia, al punto que ha sido llamado el
conversaciones corrientes entre los chilenos nadie logra decir nada demasiado menos neurótico y el más benévolo de los cineastas. Incluso en el trabajo
tiempo sin ser interrumpido abruptamente por otro —o de interrumpirse en el set, donde no hay director que no se haya traicionado y hecho notar
a sí mismo al ‘irse por las ramas’ o al ‘irse pal lado’, y otros tantos hábitos por sus exabruptos y arrebatos, Ruiz era conocido por su serenidad, la que

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provenía de su extraordinaria capacidad para hacer de la necesidad virtud escuela en el tren de la tarde a la estación de Quilpué, donde Raúl debía
y para lograr que los demás quisiesen lo que él quería. ir a buscarla precisamente a esa hora de libertad en que todo niño ansía
Su maîtrise laboral tenía algo del ‘maestro chasquilla’, de quien aunque jugar con sus amigos y no tener obligaciones de ningún tipo. ¿Cómo se
no necesariamente sabe o hace todas las cosas de la manera en que un las arregló para combinar el deber autoimpuesto y el juego? Simple: con-
experto las haría con los últimos adelantos técnicos salidos al mercado, venció a toda la pandilla que el mejor juego del mundo era acompañarlo
se las ingenia para solucionar cualquier pedido o problema usando los diariamente a buscar a su madre al terminal ferroviario. Y es lo que Ruiz
medios que tiene a mano, para lo cual se necesita pensar y actuar rápido. siguió haciendo luego con productores, actores, técnicos y espectadores:
(Me refiero por supuesto a su labor artística, pues en la vida cotidiana interrumpirles la inercia de un juego monótono, siempre el mismo, para
Raúl era incapaz de cambiar una ampolleta.) Lo cierto es que Ruiz tra- seducirlos con las posibilidades de un juego inédito, por muy inverosímil
bajaba casi siempre artesanalmente, apostando más a la imaginación e que pareciese en un comienzo, donde las nuevas reglas y formas obedecían
ingenio compartidos que a las órdenes que impone el financiamiento de a una transformación lúdica de lo que percibía como sus tareas imposter-
la producción o los medios técnicos disponibles. Incluso cuando comenzó gables. He aquí la virtud que llevaría a bautizarlo más tarde como un ‘hijo
a hacer películas de alto presupuesto, seguía resistiéndose a la idea de único profesional’, donde la capacidad de hacer que otros se enamorasen
separar las fases de la ‘cadena de producción’ —el guión, el story-board, de sus pasiones y quisiesen lo que él quería iba a la par de su capacidad
el rodaje y el montaje—, las que enredaba de acuerdo a las trouvailles que inaudita de transformar los accidentes y las limitaciones en el camino en
iba encontrando en el camino, al punto de defender provocadoramente nuevas posibilidades de comportamiento, en ficciones posibles.
que el ‘guión’ es la última etapa de una película. Es lo que hacía que su Con lo que se llega a un cuarto rasgo decisivo del universo creativo
labor cinematográfica se pareciese más a un encuentro entre amigos o en de Ruiz, a saber, su ‘sentido de la ficción’: su facultad ya metafísica de
familia en algún lugar exótico que a una fabricación en serie que responde tomar teorías y narraciones de todo tipo —del pensamiento de la infancia
a las demandas de la industria. Es también lo que le permitía aprovechar al imaginario de la ciencia contemporánea, de las formas poéticas a las
todo lo que le daban los otros, incluso los defectos, particularmente los historias de la novela— y proyectarlos hasta constituir mundos habita-
defectos. Pues en vez de enojarse ante los errores o las limitaciones ajenas, bles, a menudo peligrosamente habitables dadas las multiplicaciones
incluso cuando provenían de falta de atención o de oficio, las transfor- y paradojas internas. Ruiz se aproximaba así al trabajo artístico con la
maba en posibilidades inexploradas, en creaciones propias. Sólo así se voluntad de representarse nuevos mundos, no con el simple deseo de
explica la paradoja de que Ruiz lograse una y otra vez hacer cine de autor comunicar lo conocido y lo dado; su esfuerzo estaba puesto en trastornar
a partir de películas por encargo; más ampliamente, el que se las haya las categorías habituales de la experiencia y poner a prueba nuevas formas
arreglado para hacer una centena de experimentos cinematográficos de de síntesis de la representación. No que su concepción del artista fuese
largo aliento en tiempos tan poco propicios para el cine experimental. Y la de un terrorista experimental, la de un mero provocador formal. Lo
es que en este método de trabajo se reconocen también ciertas actitudes concebía más bien como un profeta de la tribu que genera signos y formas
de resistencia que permiten una aventura clandestina, que le permitían que ponen a prueba en un mismo gesto la representación de la realidad
transformarse en un contrabandista capaz de hacer de cualquier encargo y la tolerancia que tiene un público a que le transformen la representa-
baladí u obligación banal un proyecto lúdico propio y aventura compartida. ción de la realidad. Es lo que entendía por el ‘misterio’ del arte y oponía
En este sentido, si se tratase de individualizar retrospectivamente al ‘ministerio’ de las academias, a los lugares comunes aceptados. Es lo
una suerte de escena primaria de esta capacidad inaudita que tenía Ruiz que pretendía con sus formas paradojales e incluso paródicas, a las que
de hacer de la necesidad virtud —el momento atávico en que decidió no consideraba particularmente misteriosas: formas de producir nuevas
enojarse o frustrarse ante las limitaciones que imponen el mundo y los posibilidades metafísicas que tenían algo holístico, donde cada detalle
otros, sino seducir creativamente—, se podría recordar una anécdota implicaba al todo.
infantil que dice mucho de su talento como artista y comunicador. Pues De modo que la analogía frecuente que se hace en la crítica europea
su madre, doña Olga, volvía todos los días de su trabajo como maestra de entre el legado cinematográfico de Ruiz y el legado literario de Borges

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requiere una corrección importante. Ciertamente, la comparación se ha Pues adentrarse en el universo cinematográfico de Ruiz es aventu-
impuesto en virtud de la memoria enciclopédica y la amplitud de hori- rarse en un enorme archipiélago laberíntico, imposible de recorrer en
zontes culturales de uno y otro, que es parte de ese eclecticismo latino- línea recta o como una teleología que llevase desde un comienzo hacia
americano mencionado, donde se apela y se vinculan referencias de las un fin. Ya cada una de sus películas individuales rechaza someterse a las
procedencias más diversas y dispares. La analogía se explica también en reglas lineales y dialécticas que promueve la teoría del conflicto central
virtud de las formas de pertenencia complejas propias de un argentino en los libros de autoayuda de Hollywood, frente a los cuales rescata una
y de un chileno que ni idealizaron su ethos nativo como una identidad libertad preciosa para el espectador: una libertad que no es sólo estética,
cerrada ni se proscribieron la posibilidad de entrar y saquear la cultura sino ética y política, ofrecida a un ciudadano de un nuevo mundo donde
europea a voluntad, usando las estrategias mismas de los antiguos coloni- las decisiones y las rutas no están trazadas de antemano. En este sentido,
zadores para sobrepasarlos, lo que les permitió en último término asumir no hay que olvidar que Ruiz era hijo de un capitán de barco originario del
el legado completo de la cultura universal (desde donde, por añadidura, gran archipiélago de Chiloé. Pues el recorrido que requiere su universo
emprendieron una tarea fructífera de desconocimiento y redescripción cinematográfico es precisamente el de esa antigua forma de circunnave-
de lo propio). Pero, reconocido todo lo anterior, se debe precisar que el gación que es el ‘periplo’: donde el recorrido pegado a las costas, con sus
efecto de representación o ficción de la obra de Ruiz es casi inverso al de sinuosidades y accidentes, abre vistas inanticipables cada vez que se dobla
la obra de Borges. No se trata tanto de una diferencia entre el clasicismo un cabo o supera una isla, hace pasar en cualquier momento de la calma
estilístico de uno y la profusión carnavalesca del otro. Se trata de que en chicha a aguas correntosas; donde uno se desplaza en un permanente
su recorrido sin complejos por la cultura universal la genialidad escéptica estado de conjetura, esforzándose por hallar puntos de referencia para el
de Borges suele terminar por mostrarnos el efecto de ilusión que hay en próximo viraje; donde si se puede terminar incluso perplejos en el mismo
toda metafísica, desarticulando toda solidez conceptual como efecto de lugar donde se había comenzado —y resulta casi imposible reconstruir
la ficción literaria. El voluntarismo crédulo de Ruiz, en cambio, imponía retrospectivamente el detalle del camino recorrido—, se ha ganado con
sobre todo un recorrido inverso: mostraba las posibilidades metafísicas todo una gran experiencia, vivido una serie de sensaciones atmosféricas
que encierran todo tipo de ficciones. De manera casi militante, asistido inéditas, partiendo por la relativización de los espacios y los tiempos, y
por el poder figurador de las formas que encontraba o inventaba, insistía y terminando por las inversiones entre lo subjetivo y lo objetivo.
proyectaba la ficción hasta constituirla en un sistema metafísico inédito, Desde ya, se tiene el modo en que las historias en que nos atrapa,
en el que de alguna manera terminaba creyendo él mismo. Si le pasó hasta sean personales o tomadas de fuentes literarias de las más diversas pro-
con Dios: que de tanto fingirlo e imaginarlo terminó convencido de la cedencias —Proust, Castello Branco, Klossowski, Giono y Stevenson, pero
imposibilidad de su inexistencia —que no es lo mismo que su existencia, también Calderón, Shakespeare, Cervantes y Dante— son intervenidas
por cierto, sino algo así como la suma de todos los mundos posibles en un o amalgamadas por Ruiz a través de una serie de desplazamientos y con-
universo a la vez limitado e infinito. densaciones propias del trabajo del sueño, generando una suerte de guión
Imagen que lleva finalmente a un quinto y último rasgo a destacar múltiple: una infinitud intensiva, una sobreabundancia de capas en un
en esta caricatura rápida de la obra de Ruiz, tal vez el más importante, a palimpsesto inestable lleno de veladuras y tensiones. Está luego todo su
saber, su ‘sentido del universo cinematográfico’, su sentido de las infinitas trabajo de relativización del espacio: su pasión por las duplicaciones de
posibilidades de representación que se pueden extraer de las operaciones los espejos y las deformaciones del mesmerizer; sus iluminaciones antina-
discretas del lenguaje del cine. Es lo que le permitió, de manera a la vez turales o ilógicas, su posicionamiento oblicuo de la cámara y rechazo de
lúdica y subversiva, poner todos los rasgos que se vienen enfatizando —su la perspectiva estabilizadora del plano-contraplano; su paso del color al
sentido de la paradoja, de la digresión, del trabajo, de la ficción— al servi- blanco y negro, su juego permanente con el fuera de campo y el espacio
cio de la configuración de un universo de imágenes y sonidos sui generis, off; su montaje con juegos de faux-raccord, flashbacks en abismo, sonidos
donde cohabitan los más de cien mundos posibles formados por cada off que llegan desde otras dimensiones (voces, gritos, risas, campanas); en
una de sus películas, todas muy diferentes, todas con un aire de familia. fin, su teoría y práctica mismas de los planos individuales como unidades

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a la vez autosuficientes y de funciones múltiples (centrífuga, centrípeta, y autoposesión de los personajes que habitan sus mundos paralelos.
holística, alegórica, combinatoria, contradictoria): todo ello contribuye Pues ni siquiera los protagonistas son capaces de llevar el control sobre
a una atmósfera de espacios complejos, sin límites definidos o fronteras la acción, sino que se multiplican junto a las narrativas mismas. Para
estables, una realidad visual que provoca una extrañeza metafísica en la ello, convencido de que ni siquiera en la vida misma sabemos decir bien
misma medida en que la imposibilidad lógica de estar en varias partes a nuestro papel, Ruiz se servía de un método muy personal de dirección de
la vez ha sido transformada en una posibilidad psicológica, haciendo de actores: en vez de darles un rol completamente definido racionalmente,
la mente del espectador un escenario de representaciones multiplicadas. les daba relaciones posibles, historias más o menos improvisadas que les
Lo mismo ocurre con los tiempos, los que lejos de decantar en una contaba o entregaba a medio escribir antes del rodaje; en vez de darles
linealidad cronológica se aceleran y desaceleran; sobre todo, se superponen, una residencia fija en su lengua materna, los hacía hablar con inevitable
redefiniendo las relaciones posibles entre pasados, presentes y futuros. acento varias lenguas —castellano, francés, portugués, italiano, inglés—,
Es a lo que contribuye, entre otros muchos recursos, la utilización que cuando no se trataba ya de alguna pseudo-lengua inventada por él mismo
hace Ruiz de la música, del arte temporal por excelencia, sobre todo de los (algo que a Ruiz le gustaba pensar había aprendido de los descendientes de
desfases y superposiciones que permite el poder evocador de la música. los alemanes en el sur de Chile). El resultado es que los personajes ya no
Pues si comienza a menudo con una música reconocible, en el estilo de saben si sueñan o están siendo soñados, si son zombis, sombras, espectros
un período o compositor situable históricamente, la suele transformar o fantasmas, si están vivos, muertos o a medio resucitar, compartiendo
hasta dejarnos en completa extrañeza; en otras ocasiones, genera desfases a menudo su inseguridad y extrañeza con el espectador mismo, estable-
irónicos entre las expectativas que genera la imagen y el acompañamiento ciendo una complicidad ominosa entre quienes están dentro y fuera de
musical. Lo cierto es que más allá de toda concepción de la temporalidad la pantalla. El resultado es que en este universo de espejos existenciales,
como movimiento conmensurable, a priori trascendental o duración berg- de réplicas y parodias de los sujetos, donde se cuestionan las fronteras
soniana, en lo que es una nueva variación de las representaciones de la habitualmente aceptadas, donde los muertos se pasean entre los vivos y
temporalidad por proyección de un imaginario espacial, Ruiz quería hacer los vivos interpelan a los muertos, ya no se puede esperar un comporta-
que los diversos tiempos se presentasen en escena, se hiciesen visibles al miento normal: los personajes asumen con la naturalidad más cotidiana
modo de dimensiones, incluso de personajes. las actitudes más extravagantes y absurdas, como podría ser el organizar
Es este tratamiento de lo objetivo en su universo cinematográfico, el una celebración donde el único que falta es el festejado.
modo en que incluso cuando parece secundario adquiere vida y protagonis- Pues a nadie se le habrá escapado que esta sección misma de home-
mo, lo que se verifica también en su trabajo con los objetos propiamente naje tiene todas las características de un mundo ruiziano, constituye un
tales, que Ruiz seleccionaba para el set con casi más cuidado y pacien- ejemplo posible de sus modos de proyectar las paradojas en metafísicas de
cia que a los actores mismos. Así, los objetos de sus películas aparecen la ficción. La hipótesis podría parecer retórica, demasiado calderoniana
animados, con voluntad propia, lo que les permite establecer relaciones —para nombrar otra de sus referencias favoritas—. Tiene ciertamente el
mutuas y crear microficciones a su nivel, distintas de la ficción aparen- inconveniente de poner en duda que estemos en el lugar donde creemos
temente principal del film, a menudo triunfando sobre los elementos estar: leyendo, pensando y poetizando retrospectivamente la obra de Ruiz.
supuestamente primarios como la trama o el destino de los personajes. Pero no la descartaría a la ligera. Mal que mal, ¿no estamos acaso como
No se trata aquí ni de la fantasmagoría de los objetos publicitarios ni del muchos de sus personajes fantasmas tratando de controlar con éxito rela-
animismo de los objetos míticos: el estatuto de los objetos de los mundos tivo la propia tendencia a sentimentalizar, tratando de poner freno a una
ruizianos se parece más bien al que tienen los juguetes para los niños (es emocionalidad que amenaza en medio de los laberintos del exilio, de ese
lo que explica, entre otras cosas, que cuando en sus películas aparecen exilio donde faltan los amigos ausentes, pero que ha devenido también una
pistolas u otras armas sean las más de las veces inofensivas). forma de comunidad global? Es al menos la interrogación que me asalta a
La contraparte de esta animación de los objetos está en la subver- la hora de intentar hacerse cargo del legado artístico de quien advirtiera en
sión de la identidad de los sujetos, en la complicación de la estabilidad más de una ocasión que la ‘muerte es una herramienta de trabajo posible’.

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