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EDUCACION PARA EL AMOR: DIMENSIÓN PSICOSOCIAL

Lic. Silvina Correa de Guidi


Lic. Yanina Gimenez

En la sexualidad radican las notas características que constituyen a las personas como
varones y mujeres, tanto en el plano biológico como en el psicológico, cultural y moral. Es el eje
de su evolución individual y de su inserción en la sociedad.
En base lo anterior, en este artículo se presentan las características de las etapas de la
evolución psicosexual, considerando la influencia de factores biológicos, psicológicos y socio-
culturales en la adquisición de la identidad sexual.
Entre estas etapas, se dedica especial atención a la adolescencia, ya que es una época, no
sólo importante, sino decisiva para la persona. Considerando la sexualidad en su relación con el
amor, y dentro de un proyecto de vida, se analizan las consecuencias de las relaciones sexuales
antes del matrimonio, con la propuesta de la abstinencia como opción de vida que facilita el
desarrollo de las potencialidades del adolescente y como el mejor preventivo de enfermedades
de transmisión sexual y de una maternidad/paternidad precoz.
La sexualidad, y el acto sexual dentro de ella, son para el amor conyugal, para la unión de
una con uno y para siempre que funda a una familia al engendrar los hijos. Por ello se analiza la
importancia del noviazgo como preparación para la elección de pareja definitiva, ámbito donde
se expresa y vive una sexualidad plena.
Se exponen los trastornos de la sexualidad y el fenómeno de la pornografía, con los efectos
nocivos que produce en la vida sexual.
EDUCACION PARA EL AMOR: DIMENSIÓN PSICOSOCIAL

INTRODUCCIÓN

La sociedad actual se encuentra en un momento de cambio profundo en cuanto a actitudes


y criterios sobre el amor y la sexualidad. Por ello, es importante revisar estos paradigmas desde
los cuales se mira la realidad, para poder tomar una postura crítica y dar una respuesta positiva
a adolescentes, jóvenes y adultos en el marco de una “Educación en el Amor”.

A la hora de estudiar los cambios recientes en los comportamientos humanos, la "revolución


sexual" es un proceso que ha influido fuertemente en estos1.
Una revolución es un proceso acelerado de cambio concentrado en el tiempo. La revolución
más profunda y estudiada hasta la fecha ha sido la revolución industrial. Sin embargo estamos
ahora inmersos en un proceso revolucionario todavía más importante si cabe. Al hablar de
revolución sexual nos estamos refiriendo al mayor cambio en los estilos de vida de la gente que
ha tenido lugar en la historia conocida.
Al referirnos a la revolución sexual tendremos en cuenta tres momentos para tratar así de
entender mejor los cambios y apreciar el proceso en toda su complejidad. El siglo XX empieza
con una gran revolución, la industrial, y acaba con otra, la sexual. El cambio ha sido y es
espectacular. La revolución sexual está, sin embargo, poco estudiada. Por eso para entender
qué es lo que ha pasado y está pasando y las implicaciones de las nuevas actitudes respecto a
la procreación humana aparecidas en la segunda mitad del siglo XX, trataremos de acompañar
la descripción analítica de las tres revoluciones sexuales con unas palabras clave y una datación
concreta. Recordamos, sin embargo, que la distinción es una necesidad explicativa. Hablamos
de un mismo proceso, simultáneo e interrelacionado, que separamos y diseccionamos para
entenderlo mejor.
La primera revolución sexual es la consecuencia social del desarrollo de la farmacología
contraceptiva que se implanta a finales de los años 60 y que de hecho divide la sexualidad en
dos campos estancos. Por un lado está la capacidad de engendrar, y por otro, completamente
separado, la capacidad de gozar de placeres específicos. Separamos sexo y procreación. Esto,
en definitiva, supone un punto de partida nuevo en la historia de la sexualidad y de la cultura de
los comportamientos: ya nada es como ha sido desde el principio. La palabra clave aquí es
"píldora". La píldora anticonceptiva es de hecho el invento técnico que de manera más radical ha
cambiado la vida de las personas desde que tenemos memoria histórica.
La segunda revolución sexual se inicia en los años 80, y supone la aceptación paulatina y el
reconocimiento de comportamientos catalogados como "desviados" desde tiempo inmemorial.
La palabra clave aquí es "homosexualidad", aunque no nos refiramos exclusivamente a ello. El
hecho más singular de esta segunda revolución es la paulatina aceptación social de las
relaciones homosexuales, pero en general podemos referimos a la comprensión más o menos
generalizada del sexo como algo que pertenece en exclusiva al que lo tiene y que puede hacer
con ello lo que quiera.
La tercera revolución sexual tiene lugar con el cambio de siglo. Este tercer paso abre
ciertamente unas perspectivas inimaginables hace solo unos años. Nosotros podemos atisbar
aquí un posible fin del sexo. La palabra clave aquí es 'reprogenética". Con las nuevas tecnologías

1
Programa SABE. Curso a distancia de Educación de la Sexualidad para Adolescentes. Instituto Pontificio Juan Pablo
II. Instituto Valenciano de Fertilidad (IVAF)
genéticas aplicadas a la reproducción humana, nos referimos específicamente al dominio
efectivo de dos procesos: el de la clonación y el del placer sexual. La fecundación in vitro fue el
prólogo de la clonación y la clonación es el adiós a la ma/paternidad. Con el dominio de la técnica
el mercado se hace cargo de la reproducción social (la reprogenética) y el laboratorio sustituye
a la unión sexual. Las características de la prole serán diseñadas en un laboratorio y encarnadas
sin sexo: recuérdese que Dolly, la oveja clónica, nace del concurso de tres ovejas hembras solo.
Y el placer, por otro lado, puede procurarse también sin sexo. Los mecanismos artificiales de
excitación sexual son ya lo suficientemente sofisticados como para gozar solo y sin compañía,
bien a través de viagras virtuales o bien a través de la perfección de técnicas hipnóticas o
nerviosas que envíen artificialmente al cerebro los mismos impulsos que envía el coito.
Estas tres revoluciones que, como hemos dicho, marcan el cambio más importante operado
en la historia de la humanidad por lo que se refiere a los estilos de vida de la gente,
paradójicamente están huérfanas de estudio.

Otra de las teorías que es importante analizar es la Perspectiva de género, en la cual se


enmarca el “Programa Nacional de Educación Sexual Integral”, Ley Nº 26.150, que, aunque no
lo menciona explícitamente, subyace en las normas jurídicas que fundamentan su creación.
Según esta perspectiva se distinguen las dimensiones corporal y psico-social de la
sexualidad como dos dimensiones independientes. Así lo establece Gloria Bonder al afirmar que:
"Cuando hablamos de "sexo" aludimos a las diferencias biológicas entre el macho y la
hembra de la especie humana: cromosomas, hormonas, morfología. Se trata de características
naturales e inmutables.
"El "genero" alude a 'rasgos' y funciones psicológicas y socioculturales a partir de las cuales
se construye la femineidad y la masculinidad" 2.
La palabra perspectiva denota una relativización del conocimiento. Ante la realidad, lo que
vale son las distintas miradas, las distintas perspectivas, acerca de los objetos. Así la
“perspectiva de género” es una interpretación sobre la sexualidad humana. Cuando se dice una
mirada, una interpretación, o una perspectiva, se está desechando la posibilidad de acceder a la
realidad objetiva de lo que se está tratando.
De este modo, se busca hacer creer la aceptación de la pluralidad de opiniones, siendo en
verdad la presente postura una nueva dogmatización ideológica. Sólo que bajo el engaño del
relativismo pluralista.
La palabra “género” ha sido siempre entendida con relación al lenguaje. El análisis de los
géneros en los sustantivos y adjetivos. Con la distinción entre sexo y género se pretende
subsumir el aspecto biológico del ser humano en el ámbito sociocultural, ya que el lenguaje es
un producto social.
De este modo, para esta teoría, lo que vale es, no ya el sexo biológico o fisiológico; sino,
ante todo, la determinación del comportamiento sexual por parte de lo histórico social. Así, la
homosexualidad no sólo es explicada y justificada como algo que constituye al individuo desde
fuera y que él no tiene posibilidad de cambiar, sino además, lo toma como una opción normal
más.3

2
BONDER, Gloria et. al. “Voces y miradas de mujeres en las Ciencias Sociales del nivel primario", Buenos Aires,
Ministerio de Cultura y Educación; Programa Nacional de Promoción a la Igualdad de Oportunidades para la Mujer en el
Area Educativa, 1993.
3
DELGADO, C. y otros. “La mujer hoy después de Pekín”. Bs. As. Argentina. J.C. Ediciones. 1995
Errores de la perspectiva de género4:

Primer error: divide a la persona


Desde esta concepción el sexo y el género son independientes, poseer características
psicológicas y roles, masculinos y femeninos no tiene ninguna relación con el propio sexo. Por
ello proponen cambiar el concepto de persona negando que ésta sea una unidad en la que, si
bien se pueden distinguir dimensiones, éstas se interrelacionan íntimamente de tal manera que
no se pueden separar.

Segundo error: niega la base natural


Desde la perspectiva de género se afirma que las características psicológicas y los roles son
“construcciones sociales”, es decir que no son naturales sino que la sociedad determina qué es
ser femenino y qué es ser masculino.
En cuanto a la determinación social de los roles estamos en presencia de una verdad parcial
puesto que algunos roles sí varían histórica y socialmente, como por ejemplo, las tareas
domésticas eran asumidas únicamente por las mujeres en los tiempos en que había mayor oferta
de trabajo y éste era mejor remunerado. Actualmente esta situación ha variado razón por la cual
las tareas domésticas deben ser compartidas por todos los miembros de la familia.
Sin embargo, hay otros roles con sus respectivas funciones que no pueden ser variables
puesto que tiene su origen en la constitución natural de la mujer y del hombre, y que resguardan
la supervivencia de la especie humana en condiciones saludables. Estos roles son
fundamentalmente el de la paternidad y la maternidad.

Tercer error: la intercambiabilidad de los roles


Es cierto que algunos roles pueden ser asumidos indistintamente tanto por mujeres como
por varones. Ejemplo de ello puede mencionarse el de gerente comercial de una empresa de
servicios o el de profesor (sin embargo el ser varón o mujer le dan una impronta distintiva) pero
la maternidad y la paternidad no son intercambiables entre el varón y la mujer.

Cuarto error: Género como relación de poder


La categoría de género indica una relación de poder según la posición de las mujeres y los
varones en la sociedad.
Desde esta concepción no es posible la relación entre la mujer y el hombre como una relación
de amor, de entrega mutua. Por esta razón dichas relaciones se vuelven un ámbito de lucha por
"ocupar lugares", lucha de poderes absolutamente incompatibles con la comprensión, el servicio
libremente aceptado por amor, etc. Es decir que las relaciones humanas se vuelven un campo
de batalla más o menos civilizada.

Quinto error: La opresión femenina como única realidad


Se sostiene que dichas relaciones de género se han dado en el desarrollo de la cultura
universal como una relación de opresión de la mujer desde el patriarcado (pacto silencioso entre
los hombres por el cual le impiden a la mujer acceder a lugares de poder) o en las relaciones
personales hombre-mujer.

4
“Ser Maestro”. Publicación de la Pastoral Arquidiocesana de San Juan. Año III. Nº 15. 1997
La falsedad de lo planteado proviene de generalizar indebidamente a partir de casos
particulares más o menos numerosos. Por ejemplo los casos de las mujeres golpeadas, violadas,
acosadas sexualmente en sus trabajos, explotadas laboralmente, etc.

Sexto error: La maternidad como principal medio de opresión


Se considera que el más importante estereotipo femenino que es necesario combatir es el
que presenta a la mujer como madre y esposa. El patriarcado vería con buenos ojos que las
mujeres tuvieran hijos y, a causa de ellos, se vieran obligadas a permanecer en sus casas sin
desarrollarse profesionalmente.
Sin embargo, la mayoría de las mujeres en lo más íntimo de su ser, y en condiciones
normales, anhela ser madre y en la maternidad (física o espiritual) se ve "realizada" más
profundamente que con cualquier tarea, profesión o trabajo.

Séptimo error: Reducción de la maternidad a la crianza de los hijos


En los textos que desarrollan la perspectiva de género es una constante la referencia a la
maternidad en términos de "procreación" o "crianza de los hijos", Con esa expresión se reduce
la importancia y la complejidad de la maternidad a lo biológico o a las tareas de cambiar pañales,
alimentar, acompañar a los hijos. Tareas éstas realmente "intercambiables" con el varón.
Este cambio de términos silencia lo esencial de la maternidad que es la relación humana
insustituible e inconfundible con la paternidad. Ambas relaciones, paternidad y maternidad, son
los pilares del normal desarrollo psicológico, social y espiritual del ser humano.
A la vez cuando se expresan en términos de "maternidad" se refieren sólo al hecho biológico
de concebir, gestar y parir hijos, lo que puede interpretarse como una actitud de desprecio y, en
el mejor de los casos, de desvalorización de la auténtica maternidad.

Octavo error: La liberación femenina es primero liberación sexual y anticoncepción


La liberación de la opresión pasa, entonces, fundamentalmente por la posibilidad de que las
mujeres tengan "el control de la propia fecundidad y sus opciones ante la maternidad", Esto debe
ser llevado a cabo mediante "nuevas concepciones de la reproducción vinculadas al derecho de
las personas, especialmente de las mujeres, a la libre opción de una separación consciente entre
sexualidad y la procreación y la búsqueda de métodos más efectivos para regular la fecundidad".
(Consejo Nacional de la Mujer. Guía para la elaboración de proyectos con perspectiva de género.
N° 1. Bs. As. Agosto 1995).
Del rechazo de la función más propia de la mujer, con lo cual se libera al hombre de toda
responsabilidad frente a la sexualidad, se pasa directamente a la “opción consciente” de una
sexualidad centrada en el placer y cerrada a la vida.
A ello se suma el colmo de la opresión machista libremente aceptada por las feministas.
Estas afirman que la mujer debe tener “derecho” a consumir libre y gratuitamente anticonceptivos
(que pueden dañar su salud), pero no reclaman el derecho a saber cómo perjudican su
organismo y cuáles además son microabortivos.

Noveno error: el aborto como derecho de la mujer


Desde la perspectiva de género se sostiene como otro medio de liberación de la opresión
femenina es el reconocimiento del aborto como derecho de la mujer a decidir sobre su propio
cuerpo.
La genética ha demostrado que el feto no es una parte del cuerpo de la mujer porque posee
una carga genética distinta, por lo que científicamente está comprobado que es otro ser
humano.
La despenalización del aborto y su consecuente legalización no son más que la autorización
a una persona para matar a otra indefensa, es la instauración de la ley de la selva.

Décimo error: La homosexualidad y el lesbianismo como opciones válidas.


Si el sexo es independiente del género entonces son posibles cuatro orientaciones sexuales
válidas (mujer heterosexual, mujer homosexual, hombre heterosexual, hombre homosexual) que
pueden asumir indistintamente las características y los roles masculinos o femeninos.
Desde esta perspectiva se niega la realidad de la homosexualidad y del lesbianismo como
patologías. Por ello se reclama la admisión de su unión como matrimonio y el otorgamiento de
los derechos de familia (por ejemplo: el derecho de adoptar hijos).

SEXUALIDAD HUMANA E IDENTIDAD

El proceso de convertirse en persona, es la tarea en la cual todos los seres humanos,


hombres y mujeres están enfrentados. Es en base a las experiencias de vida que se va forjando
la identidad personal, la que, en términos muy simples, puede definirse como “las ideas que se
tiene acerca de cómo soy y cómo me ve el mundo”.
Dentro del concepto de identidad personal hay una dimensión importante que es la identidad
sexual, que resulta interesante analizar como una dimensión separada, si bien esta dimensión
es artificial en cierto modo, puesto que la sexualidad forma parte integral y constitutiva de la
identidad personal: se es hombre o mujer desde el momento de la concepción, y se aprende a
asumir la identidad sexual a lo largo de la vida. La sexualidad está contenida en la persona desde
la concepción, pero necesita ser desplegada a través del desarrollo y la diferenciación
psicosexual.
A medida que el niño o la niña crece, irá adquiriendo las características propias de su sexo
a través del aprendizaje que se da principalmente en la familia y a través de los modelos de
hombre y mujer que le presenta su ambiente. Los roles asociados al sexo femenino y masculino
difieren entre sí. Por ejemplo, la dulzura, la suavidad son características deseables para las
niñas, y la brusquedad y agresividad son mucho mejor toleradas cuando se trata de niños
varones. Los niños aprenden a comportarse “como hombres” y “como mujeres” a través de la
imitación y la identificación con el progenitor del mismo sexo. Los padres, la familia y la sociedad
en general refuerzan el que se aprendan las conductas que se asocian al propio sexo. O sea, las
niñas reciben aprobación por comportarse en forma femenina y los niños reciben aprobación por
comportarse en forma masculina.

ADQUISICIÓN DE LA IDENTIDAD SEXUAL

La identidad sexual aparece como la resultante de un amplio mosaico de variables, que


sintetiza un estilo comportamental con el que cada persona se hace presente al mundo,
simultáneamente que el mundo se hace presente a esa persona a través de la mediación que
supone estar encarnada sexualmente en uno y otro género. De hecho, la percepción, la
afectividad, la memoria, el pensamiento e incluso el lenguaje varían en función de que sea
hombre o mujer.
Para tratar de mejorar la comprensión de cómo se gesta la identidad sexual humana, puede
utilizarse la metáfora de una “carrera de postas”5. Así, pueden distinguirse varios “corredores”
integrados en un único equipo. A estos “corredores” se los denominará sexo cromosómico, sexo
gonadal, sexo hormonal, sexo genital, sexo neurohormonal, sexo psicológico, etc. La resultante
final de una “carrera” de este “equipo” dependerá del ritmo y la dirección que acumulativamente
hayan impuesto cada uno de estos “corredores”. Por lo tanto, el “adelanto” o “retraso” de
cualquier “corredor” se acumula y se refleja en el resultado final obtenido por cada uno de los
equipos (la identidad sexual resultante).

 Factores cromosómicos y gonadales


El sexo cromosómico es el primer deportista que abre la “carrera” de la identidad sexual en
cada persona.
Todas las células de un individuo, cualquiera sea el órgano o la región a verificar, tienen la
misma estructura cromosómica. Y esta característica se da en el momento de la fecundación.
Cuando un óvulo y un espermatozoide se unen, ambos tienen (justamente por ser células
especializadas para la reproducción) un número haploide de cromosomas. En el óvulo, la fórmula
cromosómica es siempre 22 + X; en el espermatozoide, hay dos posibilidades: 22 + X ó 22+Y.
Por lo cual el primer espermatozoide que llega al óvulo y lo fecunda, según lleve el cromosoma
N° 23 X ó Y determina el sexo de la célula huevo o HIJO.

óvulo + espermatozoide = HIJA


22 + X 22 + X 22 pares XX

óvulo + espermatozoide = HIJO


22 + X 22 + Y 22 pares XY

Ese HIJO empieza a desarrollar su vida propia en el seno de la madre, según su propio e
irrepetible código genético, y tiene ya, por lo tanto, perfectamente definida su sexualidad
fundamental.
La identificación de los cromosomas, expresamente del par N° 23, que es bivalente (XX o X
Y), da el reconocimiento de un

PRIMER NIVEL DE SEXUALIDAD: NIVEL GENÉTICO, o CROMOSÓMICO

En la 5a. semana de gestación aparecen dos crestas genitales en la región dorso-lumbar,


que evolucionan en el término de dos semanas hacia testículos o hacia ovarios, según la fórmula
cromosómica o "primer nivel de sexualidad": XY ó XX
En la 7a. semana de gestación, testículos u ovarios, como otras glándulas endocrinas, están
en franca organización y funcionamiento. Como es sabido, ambas glándulas sexuales son
mixtas, con producción de sustancias fundamentales para el equilibrio funcional del organismo -

5
POLAINO LORENTE, Aquilino “Sexo y cultura. Análisis del comportamiento sexual” Instituto de Ciencias para la Familia.
Universidad de Navarra. España. 1992
las HORMONAS- y función exocrina citogenética, es decir, que en su estructura maduran las
células de la reproducción, para ser expulsadas hacia el exterior en el momento oportuno.
Sintetizando: en la 7a semana de gestación, la presencia de testículos o de ovarios nos pone
ante el

SEGUNDO NIVEL DE SEXUALIDAD: NIVEL GLANDULAR.

 Factores hormonales y morfológicos.


El TESTÍCULO, como glándula endocrina, produce, desde su formación en la 7a. semana,
la TESTOSTERONA, que es la principal hormona virilizante. Como glándula exocrina, en el
período embrionario se limita a conservar en su histoestructura algunas células germinales, cuya
multiplicación y maduración no comenzará hasta la pubertad.
El OVARIO, en franca organización a partir de la 7a. semana, libera en el período embrionario
bajísimos niveles de una de las hormonas ováricas: ESTROGENOS. En cambio su
histoestructura nos muestra una activa multiplicación de células germinales que se organizan en
pequeñas canastillas de células foliculares llamados "folículos". Cuando nace una niña, ya están
en sus ovarios los 300.000 folículos, aproximadamente, que constituyen su haber. Después del
nacimiento no se formará ya ninguno más. En la pubertad habrá evolución de los folículos y
maduración de óvulos, pero no multiplicación de pre-óvulos.
Y aparecerá la segunda hormona ovárica: la progesterona, mientras se incrementa el nivel
de los estrógenos.
La función endocrina de las glándulas sexuales tendrá inmediata incidencia en la
conformación anatómica de la región uro-genital. Entre la 7a.y la 9a. semana, el embrión XX
(niña) con ovarios de mínima secreción hormonal va modificando la zona hasta la conformación
de genitales femeninos. En el mismo período, el embrión XY (varón) con un fuerte aporte de
testosterona, sufre en dicha zona modificaciones más profundas, hasta adquirir las
características genitales masculinas, salvo el descenso de los testículos a las bolsas o escroto,
que se producirá más tarde.
El comienzo del período fetal (3er. Mes de gestación) nos pone en evidencia el

TERCER NIVEL DE SEXUALIDAD: NIVEL HORMONAL

que, por su influencia en el desarrollo corporal, determinará el

CUARTO NIVEL DE SEXUALIDAD: NIVEL ANATÓMICO

A esta posible identificación visual de los genitales, se refiere la equívoca expresión: "Hasta
el 3er.mes el feto no tiene determinado el sexo". Evidentemente se está hablando del nivel
anatómico del sexo, no de su determinación, como ya se ha visto.

 Factores neurohormonales
Observemos el comportamiento del nuevo “corredor” en esta carrera de relevos. Son
múltiples las relaciones existentes entre el sistema nervioso y el sistema endocrino. Ambos están
fuertemente implicados en el comportamiento sexual humano.
En la pubertad, la interacción de las hormonas hipofisarias y sexuales provocará
modificaciones genitales y la aparición de los caracteres sexuales secundarios:
- conformación esquelética con predominancia toráxica en el varón y ensanchamiento de la
pelvis por horizontalización de los coxales en la mujer, y
- formación de senos en la misma;
- aparición de pelo en las diversas partes del cuerpo, con típica distribución pubiana para
varón y mujer; barba y bigote en el varón, etc.;
- modificación de las cuerdas vocales con impostación de voz masculina o femenina;
- mayor energía muscular y capacidad respiratoria en el varón;
- tensiones e impulsos genitales;
- despertar de la atracción afectiva y física hacia el otro sexo.

Hay otros caracteres sexuales que no son anatómicos: los psicológicos. En la pubertad,
como consecuencia de las diferentes acciones de las hormonas sexuales, se tipifican algunas
actitudes psicológicas masculina y femenina:
- la testosterona, de acción constante y energizante, predispone al temperamento masculino,
más estable, de iniciativa, de impulso;
- la acción alternada y cíclica de los estrógenos y la progesterona, bajo la incidencia también
cíclica de la hipófisis, predisponen una inestabilidad psíquica en la mujer que, conocida y
asumida, le da mejores posibilidades de adaptación, de comprensión, de acogida.
Los mismos procesos fisiológicos que caracterizan a la pubertad pueden constituir una
experiencia psicológica conflictiva que afecte de forma distinta, según el sexo, a los
adolescentes. La aparición y el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios en la mujer
contribuyen y facilitan su identificación con el rol sexual femenino. En este contexto, la aparición
de la menarquia constituye un hito relevante, al que suele reverenciarse la totalidad del desarrollo
evolutivo restante.
En el desarrollo puberal masculino, en cambio, no se encuentran marcadores tan estables y
consistentes, por lo que presumiblemente en el varón la primera adolescencia no influye
psicológicamente y socialmente de forma tan importante como en la mujer.

 Factores socioculturales
El sexo psicológico constituye una de las últimas etapas a las que arriba el “corredor de
postas” en el proceso configurador de la identidad sexual y personal. El sexo psicológico es
mucho más amplio y complejo que el sexo señalado en las anteriores etapas, y también mucho
menos concreto y condicionado biológicamente; pero a la vez, es el que más importa al hombre,
el más fuertemente vinculado a su subjetividad.
El sexo psicológico supone la convicción íntima y firme de pertenencia a un género
determinado. Esta convicción implica al yo, por ello la identidad sexual no puede estudiarse como
algo ajeno o externo a la persona, sino más bien como un aspecto o dimensión de la persona
que resulta inseparable de ella:

QUINTO NIVEL DE SEXUALIDAD: NIVEL PSICOLOGICO

Conviene insistir en lo que se refiere al contexto sociocultural. Porque es un factor educativo


que brinda pautas, que influye en el pensamiento, en las actitudes, en el comportamiento. Y esto
es tan importante que llega a constituir un verdadero aspecto de la sexualidad.
En cuanto es asumido por cada persona, constituye el
SEXTO NIVEL DE SEXUALIDAD: NIVEL SOCIOCULTURAL o EDUCATIVO
Estos son los niveles típicamente humanos.
Hay conductas humanas que son simplemente conductas, funciones o respuestas biológicas
o animales. Esto ocurre con la digestión, la circulación sanguínea, la respiración, los reflejos…
No ocurre lo mismo con otros comportamientos. Ante un tipo de agresión el animal tiene
siempre la misma, respuesta: el reflejo en unos casos; en otros actúa por instinto.
El ser humano no tiene “instintos" en el correcto sentido de la palabra. Ni siquiera el instinto
de conservación de la vida, ya que puede ofrendarla voluntariamente por un ideal, en un acto
heroico por otra persona, o hasta suicidarse. Lo que corrientemente se denomina "instintos" en
el ser humano son las "pulsiones", "tendencias", "apetitos" que de ningún modo son fuerzas
ciegas o respuestas obligadas. El hombre posee la capacidad de conocer y evaluar las
situaciones, medir sus tensiones y sus resultados, y elegir libremente la respuesta de su conducta
consciente. Esto quiere decir que el comportamiento sexual en el hombre está vinculado y es
dependiente de su libertad personal.
Conforme a este nivel, la sexualidad humana no es una “necesidad” ni un “instinto”. Es una
expresión personal. La sexualidad humana es una dimensión fundamental de la existencia
humana, no forzosamente ligada a la realización genital. La función sexual humana es un modo
de comunicación interpersonal que expresa desde y con la genitalidad, realidades más profundas
y totales de unión y entrega. Lo genital no es ni lo primero ni lo más importante de la sexualidad.
Lo genital no es más ni menos que un signo.

En síntesis: el moldeamiento de la conducta sexual no depende sólo de factores biológicos,


sino también de factores psicológicos y socio-culturales. Esta plasticidad, indeterminación e
inacabamiento de la conducta sexual –que también se configura a partir de los actos que cada
persona libremente elige- hace posible la emergencia de muy diferentes comportamientos
sexuales en la conducta humana. Esto que hasta cierto punto magnifica y engrandece al hombre
–en tanto que manifestación concreta de la libertad que está dotado-, puede también degradarlo
y hacerlo indigno, por cuanto al elegir y autodeterminarse con una concreta respuesta sexual,
puede errar y manifestar un comportamiento antihumano o impropio de lo que le es natural. He
aquí la grandeza o la miseria a que está abocada la sexualidad en el hombre por su libertad.
Esto demuestra que la sexualidad es una función educable, gracias a que no está
determinada por el “instinto”. En razón de la libertad de que está dotado el comportamiento sexual
humano, la única educación sexual coherente con el ser del hombre es la formación en aquellos
valores que hacen posible el recto y libre uso de esa función.
LA SEXUALIDAD EN LAS DISTINTAS ETAPAS DE LA VIDA HUMANA

Es importante aclarar sólo se exponen las etapas en la evolución de la sexualidad que


transcurre desde el nacimiento hasta la adolescencia, debido a que son las edades con las que
trabaja la población que participa en el desarrollo de este curso.

EL RECIÉN NACIDO

La vida humana se origina en el seno de una familia. Si el óvulo fecundado salió del ovario
para anidar en el útero, al cabo de nueve meses sale del útero para anidar en una familia que
también se ha ido preparando para recibirlo y acogerlo. Tanto en la familia, como en el útero, el
niño recibirá los primeros nutrientes para su vida biológica y espiritual.
Al nacer, el niño y su madre, se buscan y se encuentran. Ambos están en un momento muy
especial en el que todo su ser está orientado hacia esta unión. Para el bebé este reencuentro
con su madre es de vital importancia, ya que ella es el punto de partida desde el cual se abrirá
al mundo. La madre será por algún tiempo un mediador entre el niño y el mundo.
Los intereses principales del recién nacido pasan por sus necesidades biológicas y afectivas,
es decir: la alimentación, abrigo, sueño y amor; las cuales van unidas a sus sensaciones
orgánicas de malestar y bienestar, como así también de gozo y dolor, todas indispensables para
su vida.
En esta etapa los órganos superiores del recién nacido, la vista y el oído (los cuales se
encuentra activos y muy sensibles), aún no se encuentran muy desarrollados, se puede decir
que el bebé ve y oye pero aún no mira ni escucha, los órganos que él posee para poder
conectarse con el mundo que lo rodea son el tacto, el gusto y el olfato.
La piel y sobre todo la boca son los órganos principales a través de los cuales el niño se
inicia en el conocimiento y valoración del mundo. En la adultez, la vida sexual, el acto sexual
como tal, se dará con la participación activa de los genitales masculinos y femeninos. La fina
sensibilidad de estos órganos no es sino una especificación del sentido del tacto que se
encuentra en toda nuestra piel.
Por esta razón es que a través del pecho, el bebé no sólo recibe la leche que lo alimenta,
sino todo el afecto que la mamá le transmite.
La educación sexual consiste en lograr que esta sensibilidad se ponga al servicio de la
comunicación del afecto auténtico. Educar la sexualidad, desde este punto de vista, es ordenar
la sensibilidad al amor como encuentro de personas. Sin esta educación el coito se convierte en
pura fricción, excitación y descarga.
La sensibilidad del recién nacido es fundamentalmente táctil. Es por eso que la caricia de
mamá y el contacto con su pecho son todo un lenguaje y en cierta forma una auténtica lección
de sexualidad.
A pesar de lo que afirman algunas escuelas de psicología, recientes investigaciones
científicas revelan que esas caricias no tienen carácter sexual, ni para el niño ni para la madre.
Para el niño, ya sea varón o mujer, el pecho de la madre es la fuente del alimento que asegura
su subsistencia y el órgano principal a través del cual entra en comunicación afectiva con ella. Si
bien es una fuente de placer, la reacción que se produce en el niño es muy distinta a la del adulto,
ya que en este último la relación es de carácter sexual, mientras que en el niño de naturaleza
filial.
Desde los primeros momentos de vida del bebé, la madre va educando sexualmente a
su hijo, al ir ejercitando el lenguaje de las caricias como vehículo para la comunicación de
intenciones, emociones, estados de ánimo, afectos. Además, ella está colaborando con la
progresiva identidad psicosexual de su hijo o hija, dado que en sus cuidados maternales ella
está ejerciendo de un modo muy claro su ser femenino.
Cuando tanto la madre como el padre se presentan a sus hijos asumiendo en plenitud su
carácter masculino y femenino, los niños naturalmente tienden también más pronta y
claramente, al logro de su propia identidad sexual.

EL PRIMER AÑO DE VIDA

Durante este tiempo, la mamá y el bebé viven en íntima participación mutua, se puede decir
que poseen una relación simbiótica, la cual, no habla de un “yo” y un “vos”, sino de un “nosotros”,
desde el que ambos desarrollan su vida anímica.
Esta íntima participación madre-hijo es el suelo psico-afectivo en el que hunde sus raíces
toda la vida futura de relación del niño. En ella se va preparando la disposición con la que
encarará sus futuros encuentros personales más íntimos, la amistad, las relaciones entre esposo
y esposa, así como todo su estilo de relación con el mundo.
Este “nosotros”, en el que viven ambos, no es el mismo para ninguno de los dos, ya que el
niño no logra distinguirse de ella, para él ambos son uno. El nosotros del bebé es un nosotros
simbiótico infantil, inmaduro.
Por el contrario, en el caso de la madre, ésta sabe que ella no es su hijo y que su hijo no es
ella, por lo cual, logra distinguirse de su bebé. El nosotros de la madre es un nosotros maduro,
donde no se confunde con el otro.
En este período la madre juega un papel muy importante ya que es la encargada de presentar
el niño al mundo y el mundo al niño. Es ella la que introduce a su hijo en la relación con los
demás, comenzando por el padre y los hermanos.
Estas primeras experiencias de vida “de a dos en un nosotros”, son los primeros grados de
una larga escuela de sexualidad al servicio del amor. Si estas primeras experiencias han sido
positivas, si ha habido auténtico amor en ellas (entrega personal, amor, atención, etc.), el bebé
estará aprendiendo a su vez a amar.
A veces, esta relación entre la madre y el bebé, puede deformarse, por ejemplo, madres que
desarrollan un celo materno de tipo posesivo, no permitiendo la apertura del niño al mundo, lo
cual refleja que su relación con su hijo es inmadura e infantil. Esta postergación de la apertura
del niño al mundo hace para él más difícil el momento en el que esto tenga que suceder
inevitablemente, y además cuando esto suceda será doloroso y costoso.
En otros casos, encontramos a madres sumamente entregadas a sus hijos, las cuales, en
muchas ocasiones, encubren actitudes que no son de auténtico servicio y amor. Para ellas los
hijos son como un artículo de lujo, un objeto agradable de autosatisfacción o una distracción,
ellas sienten querer a sus hijos, pero no se ajustan a las reales necesidades del niño. Algunas
los arropan para que luzcan bien, sin pensar también en lo que el bebé necesita. Lo llevan a
pasear donde el público pueda admirarlo y si es posible, envidiar a la mamá de “tan preciosa
criatura”, pero sin tener en cuenta si ese sitio tan concurrido es el más propicio para la salud del
bebé. Otras hacen verdaderos sacrificios para rodear al niño de cosas, más movidas por una
competencia de consumo con el vecino, que por lo que el propio hijo necesita.
Estas situaciones se irán sedimentando en la personalidad del niño y pueden repercutir en
su vida adulta. El hombre que de niño se vio así mismo como un objeto agradable del que su
madre se servía para su autosatisfacción sensual y que de pronto aprendió a servirse de ella de
la misma manera, se verá tentado de sumir la vida matrimonial y la vida sexual de ese modo
egocéntrico. Le será difícil llegar a vivir con su futura pareja una experiencia de auténtica unión
en un nosotros maduro. Si no logra sobreponerse al modelo de relación afectiva inicial, la vida
sexual no será par él más que un medio para satisfacer sus deseos de placer y de dominio.

La exigencia para los padres durante el primer año de vida en lo que hace a la
educación para el amor, es la de brindar al niño un sentimiento básico de confianza, lo cual
se logra satisfaciendo las necesidades de ser acogido, protegido con el abrazo, un beso;
el contacto con el cuerpo; el pecho, el calor, la paz, la ternura.

EL NIÑO QUE CAMINA Y HABLA

Esta etapa abarca desde el primer año hasta el ingreso al nivel inicial.
Este niño que camina y habla inaugura un nuevo modo de presencia en la familia. Si hasta
ahora la vida del niño se desarrollo en una total dependencia con sus padres, ahora ingresa en
la edad de la primera independencia. Hay varios signos que nos muestran esta independencia
que se da en éste: la alimentación en el plato, la dentición, el destete, la posición vertical, la
marcha y el abandono de los pañales, entre otros, que llevarán al niño a comenzar a actuar de
un modo más personal.
El hecho de poder caminar, lleva al niño a tener una necesidad de andar, explorar, descubrir
los objetos, con sus formas, tamaños, colores, texturas, etc. Todas estas exploraciones le sirven
para lograr un mayor conocimiento del mundo externo como así también de su mundo interno,
comenzando por su propio cuerpo. Este conocimiento es un aspecto fundamental del proceso
de descubrimiento del propio yo y su diferenciación de lo otro. En este descubrimiento de la
propia identidad queda implicada en el mismo acto de reconocimiento la identidad sexual propia
y ajena.
Al correr y saltar prueba su cuerpo, sus posibilidades y habilidades. De este modo está
manifestando a los seres más próximos sus nuevas habilidades, sus pequeñas hazañas. Está
haciéndose valer, está afirmándose así mismo en la existencia, está forjando el fondo más
elemental de su autoestima.
Es por ello que para el niño esta es su ocupación dominante. Para él, jugar no es una
distracción, se trata más bien de una tarea vital: se ejercita un modo de particular de ser y estar
en el mundo. Además, comienza a intervenir el componente imaginativo, es entonces cuando el
juego cambia. El niño ya no sólo ejercita sus funciones motrices y perceptuales sino también su
capacidad de imaginarse situaciones y de representar papeles. Se trata del juego de ilusión.
Este nuevo tipo de juego imaginativo expresa la interioridad infantil que se asoma: puede
descubrirse al niño hablando solo, representando un papel ante un público ausente. Esta
interioridad manifiesta toda una realidad masculina o femenina. Por ejemplo, en los juegos de
representación de un papel se expresa con mucha claridad la identidad sexual del niño o niña,
ya que no juegan a las mismas cosas y en caso de que lo hagan, no lo hacen de la misma
manera. Jugando, el varón y la nena van afianza su ser personal sexuado.
Es responsabilidad de los padres como educadores de sexualidad, la de respetar y confirmar
a los hijos en esta edad en los rasgos que los constituyen. Los niños se afirman así mismos,
forjan su seguridad personal, a través de sus progenitores. En todas y cada una de las
manifestaciones que los padres realizan (tonos de voz, gestos, en el rostro) se refleja la imagen,
positiva o negativa, que éstos tienen de la personalidad del niño. De esta manera, el carácter
sexual del varoncito y la mujercita se irán confirmando o no, por los padres. En el primer caso
estarán ayudando a un despliegue cada vez más armónico de su identidad sexual, en el segundo,
la falta de confirmación puede hacer dudar, sentir inseguro de lo valioso de su propio sexo, y así
confundirlo.
Educar consiste en ayudar al otro a ser cada vez más él mismo. Educar consiste, entre otras
cosas, en confirmar al otro en su propio sexo: a quien ha nacido varón en su masculinidad, y a
quien ha nacido mujer en su feminidad.
Como se ha dicho anteriormente, durante este período el niño no sólo explora el mundo que
lo rodea, sino también explora su propia persona, comenzando por el modo más elemental de
reconocimiento, que es tocarse. El niño juega con su propio cuerpo y lo palpa para reconocerlo,
porque tiene necesidad de descubrirse y así como se toca los dedos del pie, su ombligo, etc.; es
frecuente encontrar que se detienen en sus genitales. Además, descubre que no todos somos
iguales, que algunos tienen genitales externos y otros internos, lo que estimula su investigación
También hay que tener en cuenta que los genitales tienen una sensibilidad táctil muy particular
y su manipulación ocasiona placer como el llevarse los dedos a la boca, la nariz o las orejas. Por
otro lado, hay que tener presente que el niño estuvo mucho tiempo cubierto con los pañales y
que de pronto se encuentra con una nueva región de su piel que antes no había podido descubrir.
Este tocarse sus genitales no indica en verdad la presencia de conductas masturbatorias,
pero de igual manera hay que prestar atención en aquellos casos en que esta conducta se
presente frecuentemente. En estos casos habrá que consultar con el pediatra para determinar si
hay algo que lo irrite. Muchas veces hongos y parásitos pueden provocar picazones que llevan
a este tipo de conductas; eliminada la infección, se elimina la práctica.
Si este no es el motivo, habrá que tratar de modificar este hábito de la manera más natural
posible, ya que este tipo de hábitos pueden dificultar al estar disponible para responder a las
múltiples llamadas de su ambiente, como a las de su misma vida interior. Así, se corre el peligro
de que el niño quede aislado de su entorno, y que su mundo quede reducido a la relación de él
con una parte de su ser.
No es bueno alarmarse, ni alarmar al niño, sino tratar de dirigir su atención hacia otros
objetos, proporcionando experiencias que también sean fuente de satisfacción. Es la familia la
encargada de evitar estas conductas reiteradas, de la manera más creativa posible.
Cuando este tipo de hábito es muy difícil de remover, habrá que averiguar cuál es la situación
afectiva del niño. Puede tratarse de conductas defensivas que ante un medio familiar hostil lleva
a la incipiente personalidad a atrincherarse en un mundo cerrado sobre sí mismo.
Siempre que no se trate de una conducta permanente este autoconocimiento por vía del
tacto es un paso necesario en el reconocimiento de la identidad personal sexuada infantil.
El niño de esta etapa, no sólo tocará su cuerpo, sino que también observará y tocará el
cuerpo de otros niños de la misma edad, mayores e incluso el de adultos, del mismo sexo o no.
A este tipo de conductas no hay que atribuirles una intencionalidad sexual morbosa, sino que es
parte de las investigaciones infantiles que el niño hace.
Es importante aclarar que en niños menores de cuatro años es un paso más en la exploración
del mundo, en ellos la visión del cuerpo desnudo es inocente.
A partir de los dos años, se puede observar en muchos niños conductas exhibicionistas.
Estas responden al hecho de que el niño esta reafirmándose y quiere hacerse notar en su familia
y lo hace mostrando lo más inmediato en su incipiente conocimiento de sí mismo que va
alcanzando: su propio cuerpo y los rasgos genitales que lo caracterizan y lo diferencian del sexo
opuesto.
Los padres no deben halagar sus gracias con risas, ni tampoco escandalizarse, ya que
ambas conductas llevan a que se refuerce este comportamiento.
Para interpretar la verdadera naturaleza de estas conductas, lo fundamental es advertir que
comienza a emerger en este niño un constante impulso de afirmación de sí mismo. Es la edad
de los primeros choques entre la voluntad de los padres y la incipiente voluntad infantil.
Se trata de un yo que se asoma e intenta imponerse, y por eso tiene sus primeros encuentros
con el yo de los otros. Su afán de posesión es uno de los modos de su incipiente afirmación.
El descubrimiento y afirmación de sí mismo, si bien puede desordenarse, será el más grande
tesoro de toda la futura vida de relación del sujeto, en particular su futura vida de amor y
matrimonio. Dado que nadie puede dar lo que no tiene, no puede haber amor verdadero sin esta
posesión de sí mismo. Dependerá de la elección que haga la persona: si utiliza esta auto
posesión para la propia autosatisfacción o para la entrega de sí mismo al ser amado.
Educar entonces, implica también afirmar el sí mismo personal como una base sólida desde
la cual abrirse y entregarse al otro.
A partir de los dos o tres años comienzan los primeros juegos de seducción. Se dan tanto en
las niñas como en los niños, aunque en ellas esto es más prematuro y evidente. Se trata de toda
una serie de zalamerías y amaneramientos con los cuales intentan producir efectos en el
espectador. Junto con la seducción aparece también el disimulo, es decir, el esconder aquello
que puede provocar un efecto negativo en el espectador.
Esta capacidad de calcular los posibles efectos de un acto indica un mínimo de
autoconciencia o reflexión, implica que en el niño ya se está fijando cierta conciencia de lo que
es agradable a los ojos del otro y de lo que no lo es. Va apareciendo la primera conciencia de si
su obrar es bueno o no lo es. Esta incipiente conciencia, unida a la capacidad de actuar por sí
mismo, ponen las condiciones para que pueda darse desde ahora una explícita educación moral.
En este período, las preguntas sobre sexualidad que plantean más frecuentemente tienen
que ver con las diferencias sexuales entre el varón y la mujer. Otras se relacionan con el origen
de la vida humana, el nacimiento, la gestación, etc.
La temática sexual para el niño, es una temática más, sobre la cual no tiene especial
curiosidad. Lo que en verdad busca es saber algo más del mundo.
Es por ello que debe atenderse a sus preguntas y responder literalmente lo que se expresa
en ellas. A esta edad, el niño pregunta sin rubores y no debe suponerse que tras su expresión
verbal hay alguna otra cuestión que no se anima a preguntar. Si los padres y/o educadores se
basan en esta suposición, muchas veces se responderá más allá de lo que el niño en verdad
preguntaba. Y muchas veces, antes de terminar la explicación ha dejado de escuchar y hace otra
pregunta, tal vez sin relación con el tema…

La familia debe ser un ámbito, un escenario en el que el niño vea vivir a los personajes
sexualmente, no actuar como tales. Se trata de que el niño vea al padre siendo padre-varón
y a la madre siendo madre-mujer. El niño deberá contemplar, en los más cotidianos gestos a
ese varón y a esa mujer que son sus padres amándose como lo que son: seres sexuados,
varón y mujer.
INGRESO AL NIVEL INICIAL

Al llegar a la edad de cuatro, cinco años, el niño comienza a buscar cierta independencia, a
esta edad ya ha conquistado un lugar en la familia, por eso ya no ve la necesidad de abrirse
camino en el hogar. La tarea vital no es la de establecer esa presencia lograda, sino más bien la
de abrirse a otros desde esa seguridad familiar. Todo esto constituye un signo de maduración de
su personalidad. Y es precisamente el ingreso al Nivel inicial quien le permitirá y contribuirá en
la pérdida del egocentrismo hacia una actitud más solidaria con los otros. El niño ha de ir
aprendiendo a ser uno entre pares.
Esta progresiva capacidad de estar atento a los otros puede observarse en el juego: de los
juegos paralelos, característicos del niño obstinado y egocéntrico, va apareciendo la posibilidad
no ya de jugar junto a otros, sino la de jugar con otros.
Al ampliarse los ambientes con los que el niño entra en relación, aparecen en él diversidad
de comportamientos y actitudes para cada uno de esos ambientes. Esto expresa que el niño va
alcanzando una capacidad, cada vez más acentuada de adecuarse a los variados matices de la
realidad. Esta percepción de lo que objetivamente es, se va dando gracias a un pensamiento que
está muy unido a la acción y a lo sensible.
Los descubrimientos que el niño va realizando puede expresarlos a través del lenguaje, el
cual es más rico, variado y articulado, lo que le permite una comunicación más fluida con el
adulto. De este modo la capacidad de comunicación del niño se acrecienta, con una mayor
exigencia de adecuarse al otro siendo cada vez más objetivo, en un creciente abandono de su
egocentrismo.
Con ello aparecen nuevos conflictos, sobre todo el conflicto con la verdad y la frecuente
tentación de encubrir o negar aquello que le desagrada o le cuesta admitir. Con la conciencia de
la verdad aparece la posibilidad de la mentira. Con la conciencia de lo que es debido aparece la
posibilidad de la desobediencia. Esta capacidad de mentir va unida a la socialización, es decir,
la mentira es siempre social, siempre se miente a otro a quien quiero engañar.
Esta capacidad de adecuarse a la realidad objetiva, se trasladará también a las relaciones
afectivas del niño con los otros. Hasta ahora sus afectos estaban más motivados por los rasgos
exteriores, aparentes, va dándose una mayor capacidad de querer al otro por lo que
objetivamente es. Esto es indicio de una maduración afectiva, ya que de un querer infantil por el
que parece bueno algo o alguien porque nos agrada se pasa a un querer más maduro
caracterizado por una mayor independencia de la sensación primera de agrado o desagrado y
una mayor fidelidad a un valor objetivo.
Cuando la afectividad no trasciende el estadio en el que el agrado que sentimos por alguien
es lo exclusivamente determinante, nuestra vida afectiva permanece siempre cambiante, voluble,
balanceada por esas cuestiones de piel, tan egocéntricas y frecuentemente injustas. En un niño
esto es un momento en su desarrollo mientras que en un adulto es infantilismo.
El fin de la educación de la afectividad sensible es justamente educar esa afectividad para
que no sea caprichosa sino realista
La vida afectiva del niño entre cuatro y seis años crece en la capacidad de agrado más
objetivo, hay mayor capacidad de entrega personal en su relación con los otros. A partir de ahora
va logrando un mayor desprendimiento y una mayor solidaridad con su familia y en el ámbito
escolar. De una posesividad muy marcada pasa a la primera manifestación de compartir y prestar
cosas.
La cumbre de esta educación de la capacidad de entrega se dará finalizada la adolescencia,
cuando el/la joven sean capaces no sólo de compartir y dar cosas, sino de darse a sí mismos a
otros en el amor interpersonal, a un grupo o a una comunidad y a una causa.

Es la edad en la que el niño ha de aprender que al igual que él los demás también tienen
sus exigencias legítimas; es decir, debe aprender a postergar sus deseos en función del
otro.
Muchas veces encontramos adultos que nunca maduran en este sentido, es decir, su
capacidad de amor queda en el nivel del servirse sin llegar al nivel del servir. En ellos su vida
sexual queda reducida a un ejercicio de autosatisfacción en la que el otro
no es más que un instrumento de placer.

El complejo de Edipo

Según el psicoanálisis, esta etapa está atravesada por el Complejo de Edipo. Se trata de
una peculiar relación triangular del niño con sus padres, el cual, se caracteriza por el deseo
incestuoso inconsciente de poseer sexualmente al progenitor del sexo opuesto; la nena al papá,
y el varón a la mamá. Junto a esto va unida una ambivalencia afectiva respecto a ambos padres.
Muchos autores han cuestionado la supuesta universalidad de este complejo, ya que la
experiencia muestra en muchas ocasiones, que en aquellos casos en los que los niños ven a sus
padres íntimamente unidos, sin grieta ni fisura entre ellos, resulta sumamente difícil que la
relación padre – hijos se convierta en una relación triangular.
Si se observa la conducta de un niño, entre los 4 y 6 años, se advierte que en verdad
atraviesa una experiencia familiar mucho más intensa y profunda que la descripta en la Edipo
clásico; tratándose más bien, de un amplio proceso de identificación total de la personalidad
infantil, mediante el cual el niño va aprendiendo a representar un papel, un rol social, como modo
de ir consolidando su identidad personal en todos los órdenes, también en la dimensión sexual
de su ser.
Es importante rescatar que a esta edad se da una muy fuerte atracción de los niños hacia
sus padres. Se trata de un “amor- admiración” y no tanto de un “amor – captativo y erotizado”. Si
se da un deseo de posesión es el de poseer en si mismo aquello que el niño admira del adulto-
modelo, del mismo sexo o del otro.
El niño no sólo imita el comportamiento de su padre, sino que se identifica con el
comportamiento que ha imitado de su padre y también con la persona imitada, precisamente a
través de ese comportamiento.
Así es como el pequeño irá identificando, interiorizando aquello que le es más accesible,
comenzando con sus padres. En segundo lugar, aparecen los maestros del jardín, y también los
hermanos, pares, amigos, etc. Es notable como a esta edad el niño aprende a asumir un
comportamiento para cada ambiente social que frecuenta.
Si la imagen que se le da al niño es poco clara el niño crecerá cada vez más desorientado y
buscará modelos de identificación en otras personas.
Este proceso de imitación-admiración es muy valioso en la educación sexual del niño,
ya que, contribuye al despliegue o represión del crecimiento en la identidad sexual propia.
El niño imita a su papá y a su mamá en un modo particular de ser masculino y femenino. Es
importante que el niño pueda ver en sus padres un varón y una mujer, que, con pudor, pero
sin vergüenza se expresan mutuamente su amor de seres sexuados.
Esto que hoy es admiración para el niño, mañana será una exigencia para sí mismo y
para el otro. El hacer de lo sensual un puente hacia el ser amado y no una muralla de
autosatisfacción.

El nacimiento del pudor

Junto con la valoración del propio sexo aparece una experiencia típicamente humana, la
necesidad de proteger esto tan valioso. Se trata del sentido del pudor. El niño que hasta hace
poco tiempo se bañaba con su hermanita, hoy no lo hace sino conservando su ropa interior, y es
capaz de irse a otra habitación o de hacer salir a su hermana para cambiarse.
El pudor es una exteriorización sumamente clara de la autovaloración que el niño siente de
si mismo, se trata de la manifestación del reconocimiento, aún poco reflexivo pero presente, de
la propia dignidad personal y de las exigencias que dicha dignidad impone.
Respetar y hacer respetar este sentimiento es una de las tareas insoslayables en todo
proceso de educación sexual que se proponga formar en la capacidad de dar y recibir amor
auténtico, es decir, en ser capaz de entablar ese decoroso diálogo que nace cuando se
encuentran dos seres que no pierden de vista el hecho de que se hallan revestidos de la
majestuosidad de lo humano.
Educar en el pudor y para el pudor no consiste en hacer de lo sexual algo solemne, sino más
bien de conservar esa delicadeza que impide que la intimidad se transforme en mero objeto de
consumo.

La educación en el pudor comienza desde muy temprano en el silencioso y permanente


ejemplo del trato entre los padres. El desarrollo de la capacidad de protección de la
intimidad alcanzará uno de sus puntos clave en la adolescencia, cuando el/la joven
aprendan a cultivar esa interioridad como una valiosa posesión, cuya última finalidad es la
entrega amorosa a aquella persona que sea capaz de recibirla sin convertirla en objeto de
uso.
Es importante destacar que si el niño ve que sus padres no respetan el principio del
pudor, le será difícil valorarlo, respetarlo y hacerlo respetar.

LOS PRIMEROS GRADOS

A esta etapa se le llama “La plenitud de la vida infantil” por el hecho de que la personalidad
del niño ha madurado lo suficiente como para que sea posible controlar su propia conducta,
postergar satisfacciones y adquirir ritmos en función de su adecuación a una realidad externa a
él mismo. Todo esto nos habla de una salida cada vez más activa del egocentrismo al mundo.
El ingreso a la escuela primaria se realiza gracias a un nuevo paso madurativo, y a la vez,
este ingreso potenciará aún más el crecimiento infantil.
Estos años parecen transcurrir sin grandes cambios, tal es así que muchos creen que se
trata de un paréntesis evolutivo y varias escuelas de psicología suelen llamar a esta fase “período
de latencia”. Esto no es real, ya que durante este tiempo se va a dar en el niño un importante
trabajo de consolidación de lo logrado hasta ahora.
A causa de la relativa armonía en la que se encuentra, el yo dispone de todas sus fuerzas
físicas, intelectuales y volitivas, manifestando una vigorosa vida, producto del desarrollo del niño
en todas estas dimensiones de su personalidad.
El niño adquiere un cierto equilibrio en el manejo de la corporalidad, de allí su notable
despliegue de potencias físicas en el juego y en el trabajo. Además la maduración alcanzada en
el orden intelectual produce un gran gozo por conocer. Finalmente el lanzamiento del niño fuera
del hogar le brinda nuevas experiencias que están al servicio del crecimiento integral del niño.
Esta etapa está caracterizada por la consolidación de su personalidad, este será el
fundamento sobre el que se cimentará todo su futuro ser personal. Esta consolidación se da
juntamente con un ensanchamiento aún mayor del mundo fuera del hogar, en la escuela y con
los amiguitos.
A esta época se la llama también “la edad de oro en la educación”, porque el niño asume un
nuevo estilo comunicativo con sus padres, centrado en el diálogo verbal. Además amplía su
capacidad de entendimiento del mundo y de sus razones, ve el actuar del adulto más críticamente
y ha adquirido una fluidez en el manejo del idioma que le permite estar más cercano al mundo
que lo rodea. Conjuntamente, la lectoescritura será un instrumento que le abrirá al niño nuevas
experiencias.
Este tiempo de docilidad, serenidad y apertura que transita el niño, lleva a que muchas veces
padres y maestros se relajen, se despreocupen en su responsabilidad como educadores,
perdiendo así óptimas posibilidades educativas.
Durante estos años el niño introduce en sí mismo todo lo que el mundo le ofrece: es una
etapa de introyección del mundo. Esta salida casi definitiva del egocentrismo lleva al niño a
asumir un papel más activo dentro de los ámbitos en los que se desenvuelve. En casa, la escuela
y en su grupo de amigos aprende y ejercita un nuevo modo de ser y estar en el mundo. Hablamos
entonces, de un modo de actuar más personalmente.
En la misma medida en el que este actuar desde sí mismo se va ejercitando, se va perfilando
los rasgos típicamente humanos: la libertad y la responsabilidad, que configuran un estilo
personal de acción.
La personalidad, entonces, se va conformando en base a su temperamento, las influencias
del medio ambiente, junto con las elecciones libres que surgen del mismo sujeto y se van
haciendo hábitos.

Por tanto, la tarea educativa no basta con influir desde fuera, se trata de llevar al niño,
de orientar su vida cotidiana a que dependa cada vez más de sus propias decisiones. Se
trata de enseñarle a decidir y decidir bien.
Esta educación para la libertad, no significa una devaluación de la autoridad. La libertad
es un bien que se conquista progresivamente, por lo que es necesario ir dosificando los
ámbitos de acción muy progresivamente. Así se potencia al máximo la autoridad del
educador y a su vez se le brinda al quien está en proceso de formación toda la libertad que
él es capaz de ejercer de un modo responsable.
Conformación de la identidad sexual

En esta etapa de consolidación de la personalidad del niño, también se produce una


solidificación de la identidad sexual masculina y femenina.
Así, la conformación social típica es la pandilla de chicos de un mismo sexo. Este juego en
pandillas es una importante ocasión en la que el niño no sólo alcanza una más clara identidad
sexual, sino en la que va aprendiendo distintos roles que más tarde ejercerá en la sociedad
adulta.
La banda distribuye los papeles mediante una especie de división del juego, crea un código
moral de convivencia, su jerarquía y hasta su propia jerga y ritos. Todo esto constituirá signos de
reconocimiento entre los miembros y frente a los extraños.
Esto fomenta su espíritu en función de un “nosotros”, capaz de darse a sí mismo a un tú. Sin
esta aptitud para el encuentro, la sexualidad se deforma. Casi todas las expresiones deformadas
de la sexualidad pueden ser consideradas como variantes de un mismo mal: egocentrismo,
deseo de autosatisfacción.
En este período, la tarea principal de la escuela y la familia es doble: servir a una clara
conformación de la personalidad, es decir, ofrecer modelos claros de identificación (masculinos
y femeninos) como así también fomentar tareas y juegos por grupos, de varones y mujeres, que
refuercen su identificación sexual.
Para poder lograr esto se necesita de una educación personalizada: preocuparse por hacer
que cada sujeto sea cada vez más él mismo. Este despliegue de sí mismo de cada educando es
siempre un despliegue de un sí mismo signado, desde el momento de la concepción, por un sexo
definido: masculino o femenino. Servir a la personalización es siempre servir a la personalización
de un varón o de una mujer.

Una de las grandes tareas de la educación integral de la sexualidad es la de aportar los


medios para que tanto niños y niñas descubran su sexo como algo que los identifica en
todos y cada uno de sus actos.

La curiosidad y el humor verde

Es frecuente en esta edad que sin mencionar explícitamente lo sexual, se asocie cualquier
circunstancia y aparezcan toda una serie de grosería en los chistes y el lenguaje, las cuales
suelen darse más en los niños que en las niñas.
Muchas veces la temática sexual es asociada con lo prohibido, tal vez porque los adultos así
lo viven o porque los niños no distinguen ese pudor que siempre rodea lo sexual con lo reprimido.
Esto motiva a los niños a tener actitudes de: curiosidad que no es sólo afán de conocer, saber y
un cierto sentido del humor. El juego en pandillas por sexo potencia estas actitudes.
Estas manifestaciones no deben alarmar a padres y docentes, pero tampoco promoverlas o
ser indiferente ante las mismas. Un niño que cuenta chistes verdes, o que manifiesta cierta
curiosidad especial frente a lo sexual, no es un perverso, es un niño que juega en la frontera
entre lo debido-prohibido y permitido.
Con la maduración, todo este tipo de relación infantil con lo sexual, entre curiosa y pícara
cesa, dando lugar a una relación más madura.
Por ello, una adecuada información sexual unida a una valoración de la sexualidad en el
sentido último de toda la vida humana, evita que los niños asocien lo sexual con lo prohibido.
Ahora bien, es inevitable que, por ser la vida sexual algo reservado a la intimidad de los adultos,
siempre quedará una frontera que será para ellos toda una provocación. Pretender anular esa
frontera, haciendo de lo sexual un tema más es violar el clima de necesario pudor en el que lo
sexual ha de incluirse para que no pierda la dignidad del sexo humanamente vivido.

La gran tarea durante estos años es la de conformar la personalidad infantil. La


voluntad del niño se hace más tenaz y perseverante, con mayor capacidad para observar
una disciplina de estudio o trabajo. Por ello, padres y educadores deben estimular la
formación de hábitos a través del ejercicio cotidiano de gestos concretos.
Uno de los objetivos importantes de la educación integral de la sexualidad radica en
potenciar los rasgos –ya femeninos, ya masculinos- de la incipiente personalidad mediante
modelos claros de identificación.
La idea es adelantarse a la pubertad, para que el niño/a cuente con una información
sexual completa, actualizada y sin ambigüedades. Es por esta razón que brindarles a los
niños información sexual en el contexto de una educación para el amor es inevitable.

LA EDAD DEL ESTIRÓN

Es en esta etapa donde se produce la primera crisis desde el punto de vista psicoevolutivo,
es la primera vez que el modo de vida infantil queda conscientemente cuestionado. Cabe
destacar que hacer referencia a una crisis no indica algo patológico, por lo cual esta edad no
tiene por qué tener esta connotación. Según Víctor Von Gebsattel, psiquiatra alemán, “las crisis
son procesos esenciales en el desarrollo de la vida”

La pubertad

La palabra Pubertad, deriva del latín “pubescere”, que significa cubrirse de vello, en
particular, del vello del pubis, hecho que constituye todo un hito madurativo.
Como en ninguna otra edad, el desarrollo puberal define cada uno de los sexos. En las niñas,
la pubertad se adelanta, extendiéndose de los10 a 14 años aproximadamente, manifestándose
en su primera menstruación (menarquia) y en los varones, este proceso se atrasa un año o algo
más, declarándose en la poluciones nocturnas.
En la actualidad, estos criterios clásicos en los que la maduración orgánica tiene un lugar
preponderante, son relativizados por una variable, sumamente importante, que es la cultural. Si
se observa detenidamente a los “niños” que hoy van terminando la EGB 2, se advierte que ya no
es necesario que se produzca la explotación somática típica de la pubertad para que entren en
esta nueva etapa evolutiva.
Es tan fuerte la influencia de los medios de comunicación social y tan insistente la promoción
de la adolescencia como “la” edad de oro”; tan poderoso es el aparato estimulador del consumo,
que no es sorprendente que se produzca en los niños un fenómeno de anticipación de conductas
adolescentes con respecto a las modificaciones fisiológicas puberales. Hoy niños y niñas aún no
“desarrollados” asumen frecuentemente actitudes adolescentes.
La pubertad es una época de muchas pérdidas, frente a las cuales el chico/a experimenta
sentimientos muy ambivalentes: por un lado, alegría, satisfacción y por otro lado cierta nostalgia.
Entre las pérdidas puede mencionarse la del cuerpo infantil, justo en la edad que había
alcanzado un máximo estado de armonía. Se produce el alejamiento de la familia como el único
lugar donde encontraba seguridad, amor, ahora se abre al mundo que lo llama con otras
seducciones totalmente diferentes y muchas veces contrarias a las que le ofrece su hogar (sin
límites, restricciones, etc.). Finalmente, todo su modo de estar en el mundo cambia: ya no está
presente sólo en el mundo externo como un espectador, sino que desde su interioridad hay una
presencia más activa en el mundo, una presencia crítica.
Son tan grandes los cambios que producen estas pérdidas que hacen de la pubertad una
etapa de inestabilidad en el comportamiento. Recién con la adolescencia se alcanzará un cierto
equilibrio.
Entre estos cambios puede mencionarse: a nivel del pensamiento, se advierte una
transformación en el modo de entender del chico, es capaz de manejar mayor caudal de
información y conceptos a un nivel abstracto. También se produce un progreso en el pensar
discursivo, es decir, en la capacidad de razonar sacando conclusiones de premisas dadas,
superando la realidad dad aquí y ahora, ingresando al mundo de lo posible, lo cual abre el
universo para él.
Durante la pubertad es muy frecuente fantasear. En esta fantasía se proyectan deseos y la
propia imagen futura También estos ensueños entran en el terreno de lo erótico-sexual con una
cuota más o menos acentuada de romanticismo o de genitalidad. La fantasía permite una fácil
satisfacción supletoria de estos deseos que aparecen hoy pero sin una posibilidad de concreción
inmediata.

Irrupción de la intimidad

Lo más propio de esta edad es la irrupción de la intimidad. El mundo interior adquiere ahora
la misma importancia que tenía el mundo exterior para el niño. Este mundo íntimo invade la
personalidad, desde las profundidades del alma se va haciendo cada vez más perceptible.
La consecuencia de la irrupción de la intimidad es el descubrimiento del yo. En la pubertad
el chico/a ve surgir en sí mismo el mundo de sus pensamientos, de sus sentimientos, emociones
y estados de ánimo, de sus deseos e impulsos. Así aparece su yo psíquico. El fin de toda esta
irrupción será la conquista de un lugar del sujeto en el mundo fuera de su familia, un lugar desde
el cual asumir personal y responsablemente todo su actuar.
Todo esto lleva a que el púber manifieste cierta tendencia a la introversión y subjetivismo, de
esta manera se puede apreciar un empobrecimiento y algunas dificultades en las relaciones
sociales.
La amistad en esta edad es más selectiva, más íntima e incluso apasionada. Con el amigo/a
se comparten las nuevas experiencias que brinda el despertar anímico. Pero en verdad en estos
diálogos, es fácil advertir la falta de escucha por parte del otro. Los púberes se juntan para emitir
monólogos y reflexiones sobre sí mismos, ante todo, sobre su propio mundo interior.
Es en este sentido que la vida de relación se empobrece, porque queda como obnubilada
por la autorreferencia constante, llevando a que la amistad entre púberes este llena de conflictos
e incomprensiones. Todo se toma como referido al propio yo, y por lo tanto las ofensas surgen
cotidianamente.
De esta manera, es frecuente la aparición del diario personal, por esta necesidad que tiene
el púber de dialogar consigo mismo. Dice E. Spranger: “No se lleva una correspondencia para
cambiar impresiones entre sí, sino para reflejarse a sí mismo, tanto al escribir como al recibir la
respuesta”

Actitud Crítica

En esta etapa aparece en los/las púberes una frecuente manifestación de obstinación


distante y crítica. Es en esta edad que se puede apreciar menos unión del chico/a con la familia
y la institución escolar. Pero hay que tener presente que no se trata de una simple oposición,
sino de un primer ejercicio de libertad, de autodeterminación y de conducta personal, que por ser
inexpertos en varias ocasiones es errónea.
La conducta del púber es muy ambivalente, sobre todo en su relación con sus padres. Hace
un esfuerzo por mostrarse autosuficiente y hermético, pero a la vez se desespera si ellos no se
interesan por él. Por ejemplo, se los puede ver paseando por la casa silenciosamente para ser
vistos por sus padres y así despertar la atención e interés de éstos, pero si alguno de los
progenitores muestra interés o preocupación por él o ella, rápidamente aparece un gesto de
disgusto, como si hubiesen sidos traicionados en su autonomía y madurez.
Estos comportamientos revelan la inseguridad que vive en esta etapa. Estos primeros
intentos de “autonomía”, se dan bajo la modalidad de la conducta reactiva, es decir, bajo la
modalidad de un actuar contra lo establecido y que, por tanto, es tan dependiente como la de
aquel que actúa por conformidad con lo establecido.
Es muy propio en esta edad que el púber pretenda hacer siempre su voluntad, sin tener en
claro que es lo que realmente quiere y cuando alcanza lo que parecía su objetivo, se decepciona
rápidamente de él y busca uno nuevo.
Todas estas actuaciones fallidas de egocentrismo y autonomía que el joven ejerce con el
mundo adulto, se opone al estilo con el que traba sus relaciones con sus pares, frente a los
cuales asume actitudes de simple mimetismo. Esto se debe a que su yo que parece enfrentarse
con el mundo, es aún un yo débil, es un yo incipiente. Por lo tanto, este enfrentamiento es para
él sumamente costoso y encuentra sus aliados entre sus pares.

Es muy importante tener en cuenta que cuanto más rígido sea el contexto familiar y
escolar, es decir, el contexto que determina lo establecido, la actitud reactiva será más
violenta y también más intenso el refugio en el grupo de pares.

El cambio físico

Todos los cambios señalados anteriormente, van acompañados de una abrupta modificación
del esquema corporal del púber, quizá la mutación más evidente. Este nuevo modo de ser en el
mundo exige aptitudes físicas acordes, por lo tanto el desarrollo anímico va acompañado del
desarrollo anatómico-fisiológico.
Al cambiar el esquema corporal cambia todo el yo, sobre todo durante estos años en los que
el conocimiento del yo se da fundamentalmente a través de los rasgos sensibles y físicos del
cuerpo. Al variar el esquema corporal infantil se desbarata el yo infantil.
Hay que recordar que todos estos cambios van acompañados de una apasionada búsqueda
de autoestima y de la estima de los otros. Puede verse a los púberes pasar horas frente al espejo,
que representa una búsqueda de la propia imagen: a través del espejo, el/la chico/a se encuentra,
se reconoce, ensaya gestos y actitudes; que los aseguren frente a sí mismo y frente a los demás.
Por todo ello, durante este tiempo lo somático asume un papel importantísimo en toda la vida
anímica del púber.
Si a esto se le agrega el despertar del deseo sexual, las primeras poluciones y la
menstruación, se visualiza con mayor claridad el hecho de que al cambiar el esquema corporal
queda afectada toda la personalidad.

El surgimiento del deseo

El deseo sexual en el/la púber se da de distinta manera. En la chica se da de un modo más


encubierto, más integrado en un clima de romántico enamoramiento, junto con el deseo de
ternura y de caricia. El deseo sexual en la púber está más difundido en toda la personalidad de
la misma y está menos dirigido y referido directamente al estímulo genital específico.
En el varón, el impulso sexual es más específico, más claramente vinculado a los órganos
genitales y a su estimulación. El púber es más proclive a separar a separar ternura de excitación
y puede excitarse sexualmente sin ir acompañada dicha excitación de ningún tipo de
enamoramiento. Las glándulas sexuales maduran y ello, al menos en el varón, estimula el deseo
sexual.
Este aflorar de lo sexual determina en el púber una agudización de su curiosidad sexual. En
este área, gracias a su tendencia a la teorización, el púber se convierte en un oculto y ansioso
investigador. Toda esta investigación “científica” se une a su incipiente deseo sexual dando lugar
a la fantasía y ella al ensueño, alimentando la producción onírica del puber produciendo las
primeras poluciones.

La masturbación

Algunas veces, previo a las poluciones, tal vez iniciado por en jóvenes más adelantados,
puede darse el inicio de la práctica de la masturbación. En algunos casos, comienza de un modo
casual y en otros se trata más bien de una deliberada búsqueda de autosatisfacción que termina
en el orgasmo a nivel del clítoris en la chica y en la eyaculación en el chico.
Hoy se dice frecuentemente que la masturbación es “normal”, entre los púberes y
adolescentes, que se trata de una “necesidad” física y psicológica, que se supera con la práctica
activa de la vida sexual.
Ahora bien, es necesario revisar profundamente estos conceptos. El término “normal” tiene
un origen estadístico y viene de norma, es decir, de lo que estadísticamente es más frecuente.
Por ejemplo, es “normal” tener caries dentarias. Sin embargo, los odontólogos siguen luchando
por todos los medios en pos de la salud dental.
En esto consiste la distancia entre lo que es normal y lo que es sano. El hecho de que ciertas
conductas estén generalizadas no las hace por ello menos nocivas, ni quiere decir que no sea
incorrectas o perjudiciales para la persona.
: Desde el punto de vista psicológico, la masturbación es sumamente perjudicial, ya que
consiste justamente en un uso deformado de la sexualidad. Es importante mencionar las
consecuencias nocivas que la misma produce:
- Dificulta el pasaje desde una situación de egocentrismo hacia la sexualidad como encuentro
entre personas.
- Aísla a la persona del entorno familiar porque genera fuertes sentimientos de culpa. El
sentimiento de culpa es un mecanismo defensivo de la personalidad frente a los posibles
actos que afectan su integridad o la del otro.
- Puede condicionar la obtención del orgasmo a la masturbación, dificultando el climax en la
relación sexual con su pareja.
- En el caso de los varones, la práctica de eyacular rápido (para no ser sorprendidos) puede
programar la respuesta sexual y originar disfunciones como la eyaculación precoz.
- Muchos especialistas coinciden en el peligro de que se vuelva un hábito compulsivo que
requiera intervención profesional.

Para la mayoría de los adolescentes, la masturbación se supera con el correr de los años, lo
cual no quiere decir que sea una etapa necesaria en el desarrollo y aprendizaje de la sexualidad.
Aún cuando los impulsos sexuales en esta etapa son intensos, hay mecanismos fisiológicos
como la eyaculación nocturna que ocurre durante el sueño que permiten liberar la tensión sexual
sin recurrir a la masturbación.

¿Cómo ayudar a que este hábito no se instale en el púber?

- Como primera medida, adelantarse y comunicarle al púber los cambios biológicos por los
que va a pasar para evitar que viva el despertar sexual con confusión, dudas y angustia.
- Mostrar esta práctica como un alejamiento para alcanzar una meta, es decir, “esto no, porque
me aleja de aquello…”
- Indicar la importancia del cuidado de la imaginación y el ensueño, evitando la estimulación
erótica (visual y auditiva) a través de revistas, televisión, videos, cine, música, Internet, etc.
- Hacer reflexionar sobre la importancia de la amistad y el noviazgo sano.
- Incentivar actividades deportivas, artísticas, educativas, etc. para evitar el ocio.
PARAFILIAS

Las parafilias, más comúnmente denominadas “desviaciones sexuales” o “perversiones


sexuales”, corresponden a trastornos que dicen relación con el objeto sexual o con
actividades que la persona realiza, que interfieren la capacidad de establecer actividad sexual
en un marco de afecto, Constituyen formas enfermizas de vivir la sexualidad y requieren de
intervención terapéutica. A estos cuadros también se los ha definido como “deseo sexual hacia
un objeto desviado o aberrante”.
La característica más esencial de este tipo de desorden es un deseo sexual intenso y
recurrente, y fantasías sexuales que se pueden manifestar en relación a:
1. objetos no humanos;
2. el sufrimiento real o la humillación de sí mismo(a) o del (la) compañero(a);
3. niños u otras personas contra su voluntad.
Basta que una de estas condiciones esté presente para que se configure una parafilia, ya
que el normal deseo sexual se da en relación a una persona del otro sexo y busca la intimidad
afectiva y el placer del otro tanto como de si; nunca hacerlo sufrir ni someterlo.
Las parafilias corresponden a una expresión patológica de la sexualidad humana y
requieren de tratamiento psiquiátrico. La expresión sana de la sexualidad es aquella que
ocurre entre dos personas que se aman, centrados el uno en el otro, en un marco de respeto y
consideración’ y comprometidos en la búsqueda del mutuo bienestar. La intimidad sexual plena,
con las características recién enumeradas, es expresión cabal de amor y afecto, y éste es un
elemento carente en todos estos trastornos, de ahí que sea expresión patológica de la sexualidad
humana.
Algunas parafilias son: exhibicionismo, froterismo, paidofilia, sadismo y masoquismo.

EXHIBICIONISMO
Consiste en mostrar los órganos genitales a extraños desprevenidos. No hay un intento de
establecer actividad sexual. Por lo general, los exhibicionistas no constituyen un peligro físico
para la víctima. Este es un cuadro que se da en va rones y las víctimas suelen ser niñas y
mujeres.

FROTERISMO
Se basa en manosear y frotarse contra una persona desprevenida. Es el contacto con la
persona y no la naturaleza coercitiva del acto lo que resulta excitante para el froterista. La
persona que padece de este trastorno lo lleva a cabo, por lo general, en lugares congestionados
por ejemplo, buses, en los cuales puede pasar desapercibido o escapar con facilidad. La víctima
puede no protestar en un comienzo, ya que parece impensable que alguien pueda cometer un
acto de esa naturaleza en público. Las víctimas son atractivas para el froterista, y usan ropas
ceñidas.

PAIDOFILIA
Es tener actividad sexual con niños prepúberes. Es más común la preferencia de víctimas
mujeres. Las personas que sufren este trastorno y que ejecutan sus fantasías con niños pueden
limitarse a desvestirlos y observarlos, a masturbarse en presencia del niño o llegar hasta el coito.
Cuando son descubiertos, muchos tratan de justificar su conducta desviada aduciendo que tales
experiencias serían “instructivas para los niños”. El paidofílico puede actuar sobre sus propios
hijos, hijastros, o parientes o puede escoger sus víctimas fuera del ámbito familiar. Hay algunos
que amenazan a los niños para que no den a conocer el abuso del que son víctimas. Excepto en
los casos en que se asocia con sadismo, el paidofílico puede ser cariñoso y demostrar gran
preocupación por las necesidades de su víctima, de manera de ganarse el afecto del niño y su
lealtad, y así prevenir que alerte a otros sobre el abuso sexual del cual es objeto.

MASOQUISMO
Este cuadro consiste en deseos de ser humillado(a), golpeado(a), o maltratado(a) hasta
sentir dolor. El castigo físico al que la persona voluntariamente se somete puede eventualmente,
ocasionarle la muerte.

SADISMO
Para la persona que sufre este trastorno, el sufrimiento físico o psicológico de la víctima le
resulta excitante. Asaltos y violaciones suelen ser cometidas por personas que manifiestan este
desorden. Un 10% aproximadamente de los violadores manifiestan este trastorno. Aun cuando
muchas películas muestran relaciones con ribetes sadomasoquistas como si fueran relaciones
sexuales normales, ellas no lo son.

HOMOSEXUALIDAD ¿NORMALIDAD O PATOLOGÍA?

A lo largo del último siglo, los criterios para establecer la patología o normalidad de la
sexualidad humana han ido modificándose de forma progresiva. El eje que atraviesa la evolución
de la psicopatología de la sexualidad va de las “aberraciones” y “perversiones” a las
“desviaciones” y “variaciones” sexuales. Esto quiere decir que se ha pasado del endurecimiento
y la rigidez excesivas, a la hora de juzgar la patología sexual, a la ausencia de criterios
psicopatológicos, de manera que los expertos puedan justamente diferenciar lo que en este
ámbito del comportamiento humano es normal de lo que no lo es.
De este modo se trivializan y diluyen trastornos que son por sí mismos suficientemente
importantes como para ser estudiados por el clínico. Pero en lugar de estudiarlos son
desnaturalizados en su auténtica significación, al reducirlos a meras formas alternativas –y, en
tanto que afectadas por la permisividad, socialmente aceptables-, con las que cualquier persona
puede procurarse la satisfacción sexual que se le antoje, sea ésta normal o patológica.
En los pioneros de la psiquiatría y psicología de la sexualidad estaba muy claro –a pesar de
los errores en que unos y otros pudieron incurrir- que la mayor parte de las así llamadas
“desviaciones sexuales” (es decir, aquellos comportamientos sexuales que se desvían de lo que
naturalmente compete a la naturaleza humana) constituían auténticas enfermedades. Este es el
caso, por ejemplo, de la homosexualidad y las parafilias. En la actualidad, la homosexualidad ni
siquiera es calificada como enfermedad por la American Psychiatric Association.
La ceremonia de la confusión que hoy está vigente en el ámbito de la sexualidad humana -y
de la que no escapan ni siquiera algunos psiquiatras- tiene según un destacado psiquiatra
español6, unos factores determinantes muy precisos.

6
POLAINO LORENTE, Aquilino. Sexo y Cultura. Análisis del comportamiento sexual. Instituto de Ciencias
para la Familia. Ediciones Rialp. España. 1992.
En primer lugar, el hecho de que la función sexual se haya transformado en una motivación
ideológica, útil como banderín de enganche, tanto para los movimientos gay, como para los
feministas.
En segundo lugar, el hecho de que se hayan ampliado las diversas formas de la satisfacción
de la sexualidad. Esta ampliación no se hubiera llevado a cabo sin el uso de procedimientos
contraceptivos y sin que se hubiera producido un giro en el fin de la actividad sexual: la
exclusividad de la búsqueda de placer.
En tercer lugar, la multiplicación de técnicas sofisticadas al servicio del hedonismo sexual,
sin que al parecer el hombre se hubiera percatado de que el sexo así innovado es un sinónimo
de “sexo degradado”.
Es probable que un último e importante factor de los que están implicados en el intento de
confundir al hombre respecto de la sexualidad normal y patológica, tal vez sea de estirpe
económica. La multiplicación de las revistas eróticas y pornográficas –y la correlativa
multiplicación del valor de las acciones de las empresas que las editan- obviamente han de estar
interesadas en continuar perpetuando esta no distinción entre lo normal y lo patológico del
comportamiento sexual humano, bajo el señuelo de que se están ampliando las numerosas
formas de satisfacción sexual en el hombre.
Resulta inviable, por lo tanto, que el relativismo de los factores socioculturales pueda servir
para sostener los criterios que sirven para calificar o no a ésta o aquella conducta sexual como
normal o patológica.
Con respecto al tema de la homosexualidad, hay grupos que utilizan el argumento de su
origen genético como una forma de legitimar la conducta homosexual. Cabe señalar que aun
aceptando que ella respondiera a una disposición innata de origen genético, la opción de cómo
una persona expresa sus tendencias, es una decisión personal. Hay un control voluntario de la
conducta sexual, temporal o permanente, que puede ser ejercido independientemente de si las
tendencias sexuales corresponden a una heterosexualidad o a una homosexualidad.

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