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Spencer comenta acerca del desarrollo humano, que este depende de la utilización de cierta
cantidad de energía, y las mujeres al estar sujetas a la función reproductiva sacrificarían gran
parte de esta, impidiéndole desarrollar cualquier otra función. Geddes y Thompson
comentan la diferencia sexual basada en el metabolismo celular: “las células masculinas eran
catabólicas…activas y energéticas. Las células femeninas…eran anabólicas o conservadoras
de energía”. Meiggs propone que la mujer es “gobernada por el útero (matriz)”.
Desde estos conceptos surge el Modelo de Irritación Refleja, el cual explica que cualquier
trastorno al órgano reproductivo puede provocar reacciones patológicas en zonas del cuerpo
que son distantes. En este sentido, las consecuencias negativas que carga la mujer es por su
determinismo biológico, de ahí la cuestión de “sufrirse mujer”.
Otro argumento es el entregado por la Psicología de las mujeres del periodo victoriano
“tanto el cuerpo como la mente eran sexuados”, en relación a esto, la maternidad era el
destino de la mujer, comentando que “las solteras eran más proclives a los trastornos físicos y
emocionales”, por lo que la mujer estaba mentalmente constituida para asumir el cuidado de
los niños, sumado que el hombre carecía de paciencia, devoción y compasión, la mujer era la
compañía y apoyo de este, complementándolo según sus necesidades según lo descrito por
Maudsley, constituyendo la idea de complementariedad. Este también se refería de forma
peyorativa al parto y al amor maternal “¿puede haber algo más ridículo que toda esa
conmoción amorosa acerca de lo que es esencialmente un producto excretorio que llega al
mundo de una manera excretoria?.
Algunas décadas antes de comenzar la gran guerra, se debatía entre psiquiatras y feministas
lo que las mujeres debían ser, la materia más controversial fue la educación, Maudsley
sostenía que el entrenamiento intelectual de la mujer producía un “daño irreversible en sus
sistemas reproductivos y cerebros” llevando a las mujeres asexuarse en tanto su continuidad
de estudios, llevando al suicidio de la especie humana como consecuencia. Clarke desde la
medicina agregaba que la mujer se constituía débil por la menstruación, por lo que enfocar su
energía en asuntos intelectuales producía un “un retardo en el desarrollo del sistema
reproductivo”
Contexto chileno:
Cabe agregar respecto a las distintas afirmaciones de los doctores y psiquiatras, que estas
fueron construyendo concepciones de lo enfermo y lo sano en lo biológico, psicológico y
social, si las mujeres se adecuaban a su rol eran ubicadas del lado virtuoso, contrariamente la
femineidad enferma se representaba “en la mujer intelectualmente ambiciosa, sexualmente
agresiva, y carente de las virtudes de sumisión y desprendimiento”.
Sin poder ser excluida de la educación, distintos discursos se fueron articulando en torno a
cómo debía ser educada la mujer en relación y diferencia del hombre, destaca el expuesto por
Teresa Gatica sobre la cesión regulada de oportunidades educativas la cual coloca
ciertos límites para la mujer, es decir que aquella que quisieran acceder a estudios
superiores estos debían estar encauzados a cuestiones como la maternidad o la dimensión
infantil, cuestiones como esta fueron acentuando la diferencia, haciendo visible que en las
distintas áreas de estudio lo femenino fue ubicado bajo lo masculino. Eloísa Díaz Insunza,
Ernestina Pérez, y Eva Quezada Acharan fueron algunas que pudieron con las reticencias y
obtuvieron estudios superiores.
No fue hasta el siglo XX que el acceso a la educación y sus posibilidades se ampliaron para
las mujeres, situación propicia para comenzar a generar críticas desde dentro del
“establishment” intentando desenmarañar lo discursos que acaecían sobre lo femenino. Aun
así “Negaron la pretendida evidencia de que el desarrollo intelectual y la asertividad femenina
fueran causales de locura y enfermedad para el género -así como la decadencia de la raza”