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DOI: 10.1353/cor.2011.0028
Access provided by Consejo Superior Investigaciones Cientificas CSIC23 Nov 2015 12:01 GMT
“Q u e b r a n ta r l a j u r a d e
m i s a b u e l o s ”:
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“Q u e b r a n ta r l a j u r a d e m i s a b u e l o s ”
5 En la línea de los análisis de Alisa Meyuhas Ginio, “La opción desaprovechada”, y de Bruce
Rosenstock.
6 “From 1400 to 1449 there is little evidence of serious popular agitation” (Mackay 58).
Obviamente, las cosas cambiaron a partir de ese citado año.
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“Q u e b r a n ta r l a j u r a d e m i s a b u e l o s ”
[VIII]
Y por esto, señor fuerte,
no devrías consentir
a los tales reçebir 10
merçed ni bienes en suerte,
¡quánto más a los conversos,
de los buenos más adversos
que la vida de la muerte!
[IX]
Antes, señor, devés dar 15
muy grand parte de tus algos
a muchos pobres fidalgos
que en tu reino veo andar;
que, señor, devés creer
que, al tiempo del menester, 20
estos te án de aprovechar.9
(ID 0457, MH1-191, fols. 346r-346v)
Dando por descontado que “los buenos” son, obviamente, los cristianos viejos
(Alcalá 272), la rencorosa mención a los conversos de Juan de Dueñas es una
de las primeras documentaciones del uso de esta palabra para la designación
del grupo social de los cristianos nuevos, al mismo tiempo que indica con
claridad que todo el entramado de integración social acontecido entre 1391
y 1449 (MacKay 46) y de conversiones más o menos voluntarias y pacíficas
(Gutwirth, “Conversions to Christianity” 102-03) que se podía percibir o
atisbar en recopilaciones de las primeras décadas del siglo XV, como las de
Baena o Palacio, parecía haber entrado en crisis. El asunto es mucho más
interesante si se tiene en cuenta que en el mismo cancionero hay otros dos
poemas de Juan de Dueñas, “Si fortuna no distando” (ID 0358, MH1-98, fol.
292r) y “Uno de los desechados” (ID 0359, MH1-99, fol. 292r), cuyas rúbricas
los sitúan en el momento “antes que el infante entrase en Toledo”, es decir,
a la entrada triunfal del entonces príncipe de Asturias y futuro Enrique IV
con ocasión de los sucesos de 1449 (Tato García, “Las rúbricas de la poesía
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10 Las andanzas de Ribera ya fueron convenientemente desgranadas por Salvador Miguel,
La poesía cancioneril 185-88. Sobre las características de la composición de Suero de Ribera,
véase Chas Aguión, “De ceremoniales, galanteo y técnica poética” 143-44.
11 Véase el trabajo de Girón Negrón presente en este mismo volumen para conocer más
sobre estos tópicos en los cancioneros y su posterior evolución en otros géneros literarios
del siglo XVI.
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“Q u e b r a n ta r l a j u r a d e m i s a b u e l o s ”
12 En el manuscrito, el v. 26 se lee ‘repoche’, por lo que parece adecuado restaurar la forma
más común.
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“Q u e b r a n ta r l a j u r a d e m i s a b u e l o s ”
padre, Juan II (Benito Ruano, Los orígenes del problema converso 42-43). El
éxito de la estrategia urdida por el entonces Príncipe de Asturias ha sido con
mucha frecuencia solapado por la historiografía, bien interpretado como
traición filio-paterna (Benito Ruano, Toledo en el siglo XV 13-31), bien
presentado bajo la despectiva etiqueta de mera ambición personal del futuro
monarca (Pastore 40). En realidad, en la ocasión subyace una impecable
y astuta maniobra social y política, puesto que Enrique, al tiempo que se
presentaba como adalid de los cristianos viejos, mantenía una estrecha
relación con colaboradores conversos, como su mismo preceptor, Alonso
de Cartagena, a quien dio rienda suelta para proceder a la defensa jurídica y
letrada de los cristianos nuevos (Amrán, De judíos a judeoconversos 58-75).
Se traba esto de algo natural para un príncipe que, en su propio entorno de
confianza, contaba con diversos agentes judíos, tales como Yosef ben Semtob,
su médico privado y contador, que también ejerció como embajador suyo en
la negociación de la boda con la princesa Juana de Portugal (Baer, Historia
de los judíos en la España cristiana 2: 508).
Fuese por alimentar su ambición personal, fuese por comenzar a experimentar
sus habilidades políticas, el caso es que su calculadísima ambivalencia
durante los acontecimientos de 1449 le ofreció un saldo tan positivo que,
en los años previos a su coronación, la popularidad de Enrique IV era
estratosférica. Para calibrar la estima con la que contaba, baste mencionar
que no solo todos los testimonios cronísticos, partidarios o detractores,
están de acuerdo en reconocer sin ambages su valía como rey, sino que su
relación con sus súbditos era de tanta devoción que sería Enrique el único
monarca de la dinastía Trastámara en resucitar una de las marcas del viejo
anhelo imperial procedente de la época de Alfonso VII: la del emperador
de las tres religiones (Perea Rodríguez, “Enrique IV de Castilla en la poesía
de cancionero” 40-41). Y es que, como recogen algunos testimonios de
la coronación enriqueña, el día de su llegada al trono el nuevo monarca
castellano fue aclamado a la vez por cristianos, judíos y musulmanes en
un acto sin parangón en todo el Cuatrocientos hispánico, mostrándole los
súbditos de los tres credos una obediencia reverencial.16
16 Sobre estos testimonios, véase Perea Rodríguez, “Enrique IV de Castilla y los conversos”
144-46.
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“Q u e b r a n ta r l a j u r a d e m i s a b u e l o s ”
El mesianismo, tan querido por los conversos, toma aquí la forma de profecía
lírica, según la cual Enrique IV será el monarca elegido para extender la paz
y acabar con la secular empresa de la reconquista.25 Así, la fortaleza de la
22 Para una panorámica general de estos autores, véase Perea Rodríguez, “Enrique IV de
Castilla y los conversos” 146-58.
23 Se trata de una evidente muestra de la hipérbole sagrada, característica de la lírica del siglo
XV, tal como indicó Lida de Malkiel (291-309), aunque en los últimos tiempos la crítica, a
veces con pocos argumentos, tiende a minimizar el componente converso de este elemento
retórico.
24 El poema completo puede leerse en Perea Rodríguez, “Enrique IV de Castilla” 59-71.
25 El mesianismo ha sido estudiado en profundidad por Carlos Carrete Parrondo.
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monarquía durante los diez primeros años de este reinado quedaba cincelada,
en su vertiente propagandista, por el apoyo mostrado al rey de parte de un
estamento social converso que, vencidas las dificultades iniciales, parecía
hallarse totalmente integrado en la sociedad (MacKay 52). Tampoco parece
ofrecer duda alguna el hecho de que estos conversos asimilados socialmente
habían contribuido, con su clarividencia y sabiduría letrada, a la extensión
teórica del autoritarismo monárquico en la política castellano-leonesa,
siguiendo el camino trazado, en cuanto a lírica se refiere, por Juan de Mena y
sus Trescientas.26 Ahora bien, el estar rodeado de esta intelligentsia conversa
y el haber correspondido con cargos y prebendas a la ayuda, física y teórica,
de los conversos para contrarrestar el enorme peso político de la nobleza
del reino, fueron también los principales motivos de la caída del monarca.
La razón fue sencilla: la aristocracia tuvo muchas facilidades para construir
un estereotipo antienriqueño basado en el apoyo del rey a los conversos,
que fue rápidamente usado en beneficio de las ambiciones nobiliarias. Por
ello, aceptar hoy en estudios historiográficos o culturales tal estereotipo es
sonrojante, puesto que la manipulación era ya tan evidente en la época que
el propio cronista Hernando del Pulgar lo denunciaba de forma directa ante
los cristianos viejos:
No podéis buenamente sofrir que algunos que juzgáis no ser de linaje tengan
honras y oficios de gobernación. . . . Asimismo, vos pesa ver riquezas en
homes que, según vuestro pensamiento, no las merecen, en especial aquellos
que nuevamente las ganaron. (Crónica de los Reyes Católicos 1: 347)
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sospechosos en la fe, en especial que creen e dicen e afirman que otro mundo non aya,
sinon nascer e morir como bestias, que es una heregía ésta que destruye la fe cristiana.
E ende están continuos blasfemos, renegadores de Nuestro Señor y de Nuestra Señora, la
Virgen María, e de los santos; a los quales Vuestra Señoría ha sublimado en altos honores e
estados e dignidades de vuestros regnos” (243).
28 Las circunstancias de aquellos meses han sido estudiadas por Ladero Quesada, “1462: Un
año en la vida de Enrique IV, rey de Castilla”.
29 Las revueltas populares fueron estudiadas por McKay, mientras que todo lo relacionado
con el príncipe Alfonso se amplía en el estudio de Dolores Carmen Morales Muñiz. Para la
farsa de Ávila, véase el reciente trabajo de Isabel del Val Valdivieso.
30 Sobre la legitimación de Isabel I, véase Ana Isabel Carrasco Manchado. Para la
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34 Para esta presencia del poeta madrileño en la corte de Enrique IV, véase Perea Rodríguez,
“Juan Álvarez Gato en la villa y corte literaria del Madrid tardomedieval”.
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35 Las veteranas tesis sobre la supuesta ‘revolución’ Trastámara han sido matizadas por el
propio Luis Suárez Fernández en Nobleza y monarquía, su más reciente monografía sobre el
tema.
36 Véanse las consideraciones de Marino, “La relación entre historia y poesía”. No es casual que
estos tres poetas mencionados pasaran más tarde a englobarse en el llamado círculo poético
del Arzobispo Alonso Carrillo, entorno lírico estudiado por Carlos Moreno Hernández 95-
100.
37 Sobre las acusaciones de crimen ritual, véase el trabajo de María Antonia Antoranz
Onrubia.
38 Más información en Rodríguez Puértolas, Poesía crítica y satírica del siglo XV 221-32.
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Algo más de una década más tarde, sus palabras cambiarían de interlocutor
para dirigirse a la sucesora de Enrique IV, Isabel I, destinataria de una
composición que causó las iras de, al menos que sepamos, otros dos poetas:
el portugués Álvaro de Brito (Sousa 183-84) y el todavía desconocido, tal
vez de origen aragonés, Francisco Vaca. Este último, “contradiciendo una
canción que hizo Antón de Montoro en loor de la Reina Doña Isabel”, se
mostró enfurecido por la comparación sacrílega entre aquélla y la Virgen
María con la que Montoro alababa la perfección cuasi divina de la Reina
Católica:
[I]
Alta Reina soberana:
si fuérades antes vos
que la hija de Sant’Ana,
de vos el Hijo de Dios
recibiera carne humana. 5
41 En esta copla figuran, en cursiva, algunas enmiendas que tomo del otro testimonio
de esta obra, el tardío Cancionero de poesías varias de Palacio (MP2). En el deturpado
y errático texto de MN19 figuran erratas como ‘valle’ por ‘villa’ en el v. 15; el v. 16 es
hipométrico por la ausencia de la nota tironiana; y ‘sosegar’ por ‘sosegad’ en el v. 17.
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“Q u e b r a n ta r l a j u r a d e m i s a b u e l o s ”
[II]
Que bella, santa, discreta,
por espiriencia se prueve:
a aquella Virgen perfeta
–la Divinidad ecepta–
esso le devéis que os deve. 10
[III]
Y, pues que por vos se gana
la vida y gloria de nos,
si no pariera Sant’Ana
hasta ser nascida vos,
de vos el Hijo de Dios 15
rescibiera carne humana.
(ID 6105, 11CG-127, fol. 75v)
Estos dos testimonios autorizados del gran poeta cordobés muestran cómo
los cristianos nuevos, tras finiquitar su apoyo a Enrique IV –según el ya
visto epitafio lírico de Álvarez Gato– dirigieron sus miradas a la que parecía
ser candidata de más confianza para que se cumpliera el ideal converso de
una monarquía estable, fuerte y autoritaria, que protegiese a las minorías de
las arbitrariedades nobiliarias y populares. A través de Montoro y de otros
poetas pertenecientes a este grupo social –Álvarez Gato, Pedro de Cartagena,
Pero Guillén de Segovia o fray Íñigo de Mendoza, entre otros– irrumpió en la
lírica cancioneril una eléctrica corriente literaria barnizada por la estentórea
deificación mesiánica de la figura de Isabel I, aceptada de muy buen grado
por la reina pensando sin duda en los beneficios propagandísticos de aquellos
versos, fortalecedores del autoritarismo monárquico de su gobierno (Nieto
Soria, “Apología y propaganda de la realeza” 187-88). 42
Sin embargo, al contrario de lo que ha venido manteniendo el cliché
historiográfico contrario a Enrique IV, tal corriente apologista favorable a
Isabel la Católica no supone de ningún modo un cambio en la actitud que
los conversos, sobre todo los de mayor escalafón social, habían mantenido
durante el reinado anterior, sino que es a todas luces una continuación. En
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43 Prueba de esta continuidad es que, tal como sucediera en el reinado anterior, Isabel
y Fernando se rodearon de una pléyade de colaboradores conversos en los puestos de
responsabilidad de la gobernación de Castilla y de Aragón, cuya importancia ha analizado
María Pilar Rábade Obradó.
44 Véanse las consideraciones sobre esta censura en el trabajo de Sandra García Pérez.
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“Q u e b r a n ta r l a j u r a d e m i s a b u e l o s ”
45 Los pormenores políticos de esta obra fueron tratados por Deyermond, “La ideología del
Estado moderno en la literatura española del siglo XV”.
46 Más información sobre el contenido político de esta obra en Perea Rodríguez, “La utopía
política en la literatura castellana del siglo XV”, y en Pérez Romero, The Subversive Tradition
24-27.
47 Según Wolff, “It seems to have been the spreading of news which disseminated the
contagion” al respecto de los pogromos de 1391 (17), por lo que controlar la expansión
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lógico pensar que fueran también los primeros interesados en poner freno a
cualquier actividad lírica que tuviera resonancias contrarias a su programa
de gobierno (Ladero Quesada, “Las coplas de Hernando de Vera” 370).
El único texto poético claramente crítico contra Isabel y Fernando que ha
llegado a nuestros días son las denominadas Coplas del tabefe, compuestas
hacia 1489, y en su mayor parte, por el regidor Hernando de Vera, aunque los
nombres de varios miembros de la oligarquía urbana de Jerez de la Frontera,
como un bachiller apellidado Trujillo y el escribano público Bartolomé de
Ayala, también salieron a relucir como autores parciales del poema. Todos
ellos fueron acusados de traición a la Corona y crímenes de lesa majestad
por haber compuesto y recitado unas coplas en las quisieron ser portavoces
poéticos de las quejas de los cabildos andaluces, estragados por las severas
obligaciones económicas y materiales impuestas por la monarquía para
el mantenimiento de las tropas que peleaban contra los musulmanes de
Granada.48
El poema, que transita similar senda bucólica a la de las ya citadas Coplas
de Mingo Revulgo, está presente en diversos cancioneros manuscritos de los
siglos XV y XVI –buena prueba de su popularidad– aunque en algunos de
ellos los copistas quisieron enmarcarlo en el reinado de Enrique IV, en la
línea ya vista de convertir a este monarca y a su gobierno en el metafórico
desagüe de todos los males del Cuatrocientos castellano.49 La profusión
de estas coplillas era todo un peligro, ya que contenían una crítica que
muy probablemente fuese compartida por muchos pecheros de Jerez de la
Frontera y de otros concejos andaluces, y que, además, castigaba con dureza
el coste económico y fiscal con que el pueblo tenía que soportar la conquista
de Granada, carta ganadora a la cual los Reyes Católicos habían apostado
gran parte del porvenir de su proyecto regio:
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“Q u e b r a n ta r l a j u r a d e m i s a b u e l o s ”
[I]
¡Abre, abre las orejas!
¡Escucha, escucha, pastor!
¿No oyes el clamor
que te hacen tus ovejas?
Sus bozes suben al çielo 5
quexando su desconsuelo:
que las tresquilas a engaño,
tantas bezes en el año
que nunca las cubre pelo.
[II]
Tienen tres trasquiladores, 10
cada qual con su tixera,
y dexan tales los cueros
qu’el ganado desespera.
Y después que ás trasquilado,
alquilas todo el ganado 15
–y peladores que ban–
y, si les ladra algún can,
arrójales tu cayado . . .
[IV]
Has sacado lana tanta
que, si te dieras la maña, 20
ubieras hecho una manta
que cubriera toda España;
mas, como las ás repelado,
el viento te la ha llevado,
que no era tu intençión 25
dirigida a salvación
ni al provecho del ganado . . .
[XIV]
Si dizes que fue tu empresa
por serviçio de tu ley,
e por augmentar tu grey 30
y acreçentar tu deesa;
y que lo que has tresquilado
ha sido bien enpleado,
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La resolución legal de esta acusación, por muy ajustada a derecho que fuese,
representa tal vez una de las más desafortunadas, y sobre todo exageradas
(Ferrer-Chivite 162), decisiones de los Reyes Católicos en todo su reinado:
acogiéndose a las leyes en vigor, las Siete Partidas –Partida VII, título II,
leyes I y II– y el Ordenamiento de Alcalá de 1348, se condenó a Hernando
de Vera como culpable de traición por lesa majestad, mientras que se
ejecutó sin miramientos al bachiller Trujillo por desacato a la Corona. El
primero huyó de Castilla para escapar de una muerte segura, pese a que
Isabel I, sin duda furiosa, “deseaba fuese preso Hernando de Vera, para
castigar el delicto y atrevimiento que había tenido. Mandó pregonar que,
a cualquiera que le diese preso, le perdonarían todo delicto y le harían
mercedes” (Ferrer-Chivite 157). A su regreso a Castilla en 1497, sólo el
gran ascendente de su padre, Pedro de Vera, uno de los participantes en
la conquista de las Islas Canarias y que guardaba por ello cierto prestigio
ante los monarcas, pudo trocar la fatal condena por un año de servicio en
la marina bélica de la costa del Estrecho.50
Lo exagerado de esta condena se aprecia mejor al no contener las Coplas del
tabefe críticas ni tan feroces ni tan obscenas como las dedicadas a Enrique
IV, lo que demuestra la intolerancia absoluta a la poesía crítica por parte
de los Reyes Católicos, quienes fueron intransigentes en grado sumo ante
la más leve contestación literaria que pudiese atentar contra su proyecto de
gobierno, o que mermara siquiera un ápice su premeditadamente buscada
imagen de supremos restauradores de la justicia (Suárez Fernández, Claves
históricas en el reinado de Fernando e Isabel 60-61).
50 Y aun así, ocho años más tarde del suceso, la carta de perdón todavía denota bastante
inquina contra el autor: “Por quanto por razón que vos, Hernando de Vera, vecino de
la çibdad de Xerez de la Frontera, hizistes e dibulgastes çiertas coplas y por ellas fuistes
condenado a pena de muerte …y por esta razón, vos os absentastes d’estos nuestros reinos
. . . es nuestra merçed e voluntad de vos remitir e perdonar el dicho exçeso e delito, con
tanto que, en pena de lo susodicho, demás del destierro que avéis tenido, nos vais a servir e
sirvades en la nuestra armada por término de un año”. El documento se puede leer completo
en Ladero Quesada, “Las coplas de Hernando de Vera” 379-81.
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“Q u e b r a n ta r l a j u r a d e m i s a b u e l o s ”
51 Al margen de recordar lo ya dicho anteriormente sobre Juan y Fernán Martínez de Burgos,
escribanos de probable origen converso y protagonistas de MN33, véase el trabajo de Ricardo
Muñoz Solla para conocer mejor la realidad social de los conversos de Burgos en esta época.
52 Curiosamente, hay un lejano antecedente ocurrido en un intento de asalto a la sinagoga de
Huesca en 1279, en el que “the Jews were insulted with derisive songs” (Roth 15-16).
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más sabemos.53 La supuesta razón de esta censura fue que Ribera no había
publicitado lo suficiente una heroica acción –según la opinión del propio
interesado– en la toma de Tájara, en la que el tío del rey fue herido en el pie
por un disparo de la artillería de defensa musulmana.54 Hernando de Ribera
arguyó que una leve contusión, por mucho que fuese a costa de un tiro de
espingarda –rebotado previamente en una piedra incluso–, distaba bastante
de ser una acción heroica, irrefutable argumento para que el suceso no
ocupase lugar alguno en sus estrofas. Pero la opinión adversa del cronista no
arredró al furioso mayordomo ni tampoco su regio sobrino, el cual, que se
sepa, no hizo nada ni por evitar tan vituperable acción ni por castigarla una
vez cometida, puesto que Enrique Enríquez, escandalizado por el desacato
de Ribera, “imbió por la corónica, que estaba en un monasterio, y casi por la
fuerza la sacó y quitó lo que quiso” (Galíndez de Carvajal 537).
A estas evidencias de la extrema obsesión de los Reyes Católicos, o de su
entorno ideológico cercano, por amordazar cualquier intento de literatura
crítica durante su reinado, habría que sumar también algunos indicios
que llevan a la conclusión de que no todo fueron días de vino y rosas en el
devenir político de Isabel y Fernando. Estos detalles son la más que probable
existencia de una historiografía favorable a Pedro I, de la que sólo han
llegado algunas pequeñas muestras estudiadas por Juan Carlos Conde López,
además de las menciones negativas a la Reina Católica, toda una “maestra
de engaños” según la pluma del cronista Alonso de Palencia.55 Sobre todas
ellas, tal vez la más interesante sea la queja del cronista Hernando del Pulgar
acerca del trato dispensado por la Inquisición a los conversos.56 Por otro
lado, el mismo celo por la censura de composiciones en verso incluso afectó a
algunos chistes de tema anticonverso y burlas sobre judaizantes que, aunque
53 El suceso no sólo lo recogen crónicas contemporáneas y obras historiográficas del Siglo de
Oro, sino que aún Nicolás Antonio (2: 328) lo incluía como referencia capital de la biografía
de este desconocido Hernando de Ribera.
54 Más datos sobre el suceso en Perea Rodríguez, Estudio biográfico de los poetas del
Cancionero general 176-78.
55 Según el ya clásico análisis de Robert Brian Tate. Algunas pruebas de crítica, más tardías
pero igualmente válidas, en el estudio de Alfredo Alvar Ezquerra.
56 En la línea de lo apuntado por E. Michael Gerli, “Social Crisis and Conversion: Apostasy
and Inquisition in the Chronicles of Fernando del Pulgar and Andrés Bernáldez” 156-65.
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57 Diversos ejemplos de burlas relacionadas con judaizantes ha sido estudiados por Gutwirth,
“From Jewish to Converso Humour in Fifteenth-century Spain”. Para las consideraciones
ideológicas del Libro de chistes y de la Floresta española de apotegmas, véase el veterano
pero aún valioso estudio de Glaser 47-61. Algunas de estas burlas a conversos judaizantes
de la obra de Pinedo pueden leerse en la antología de Jesús Maire Bobes 121-26.
58 Son indudables las quejas presentadas a Fernando el Católico por el establecimiento de la
Inquisición en Aragón, estudiadas por Alcalá 195-201.
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59 Más información sobre esta supuesta oposición del Cardenal Mendoza en el estudio de
Francisco Javier Villalba Ruiz de Toledo 200-10. Alcalá señala la sospecha de un perdido
catecismo para conversos escrito por Mendoza en su época de arzobispo hispalense (140).
Para la controversia entre Juan de Lucena y Alfonso Ortiz, véase Alcalá 132-35 y 226-45.
60 Postura mantenida por Ottavio Di Camillo y Rodríguez Puértolas, Poesía crítica y satírica
del siglo XV 27-28.
61 También Ticknor encontraba que la historia de la literatura española medieval tenía, entre
otras características esenciales, ser “loyal to its leaders” (Marino, “Reading Jorge Manrique’s
Coplas in the Nineteenth Century” 212).
62 Sigo aquí los postulados teóricos sobre estas literaturas enunciados por Ryan D. Giles. En
el ámbito particular de la poesía de cancionero, además de los clásicos trabajos de Kenneth
Scholberg y Julio Rodríguez-Puértolas, véase Enrique Martínez Bogo.
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“Q u e b r a n ta r l a j u r a d e m i s a b u e l o s ”
63 Los contenidos de este hallazgo han sido digitalizados y puestos de libre acceso en Internet
en la página web de la Biblioteca de Extremadura.
64 Con todas las precauciones para el uso de este concepto indicadas por Márquez Villanueva,
De la España judeoconversa 95-114.
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fue juzgado y condenado por la Inquisición en los años iniciales del siglo
XVI.69 El reo se inculpa con varias de las tópicas y resabiadas acusaciones a
los judaizantes, como por ejemplo seguir la kashrut, la norma dietética judía:
“En casa de su padre nunca vio comer tocino ni nunca vio comer conejo
ni carne que no fuese degollada, ni anguillas”. Después, declara que “un
hermano suyo, llamado Diego de Segura, que podría aver XV o XVI años,
que él escrivió un ABC por coplas para el confesante, el qual es del tenor
siguiente, el qual es por coplas”. Tan insólita confesión fue acompañada de
un eficaz notario inquisitorial, que no solo anotó que el acusado recitaba
canciones judaizantes, tal como otros documentos similares recogen
(Gutwirth “Archival Poetics” 645-49), sino que copió rigurosamente en el
proceso los versos que Diego de Segura había transmitido a su hermano
de forma oral. Éste, gracias al recurso mnemotécnico del abecedario –cada
copla comienza con una palabra siguiendo el orden alfabético–, los volvió a
recitar en su confesión, si bien en algunas ocasiones el notario registra cómo
el acusado no se acuerda de los correspondientes a algunas letras:
[I]
Adonay es el tu nombre,
segunt nos fue declarado,
en quien deve todo hombre
adorar muy inclinado;
y, por más purificado, 5
en su nombre loaré,
y en Ti sólo adoraré,
y librarme ás de peccado.
[II]
Bendito es aquel varón
qu’en Ti tiene su sperança, 10
que feziste al Rey Faraón
padecer tal tribulança;
y de baxo de su lança
69 Aunque fueron dadas a conocer y parcialmente publicadas por García Cárcel (196-97),
han pasado desapercibidas para los principales estudios de la literatura del período.
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70 Al estar registrado de forma oral, el poema presenta varias lagunas de difícil solución,
sobre todo versos hipométricos como el v. 28. Trataré estos problemas a fondo en la futura
edición del poema completo.
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“Q u e b r a n ta r l a j u r a d e m i s a b u e l o s ”
que parece poco probable que la menor presencia del entramado converso
en la lírica cancioneril compuesta en época de los Reyes Católicos, en
comparación con lo muy visible que había sido en el reinado anterior, el de
Enrique IV, deba asociarse a las supuestas bondades de unos gobernantes en
detrimento de la pretendida maldad del otro. Aun difíciles de detectar, de
conectar y de seguir, las escasas evidencias en la poesía de la época apuntan
precisamente a todo lo contrario: a que fueron la censura y el control
del poder sobre una parte de la literatura lo que propició el éxito de otro
estereotipo lírico, perpetuado como cliché por haber dotado de objetividad
a documentos, crónicas, e incluso a fuentes líricas, mucho más empapados
de propaganda ideológica de lo que se ha valorado hasta ahora.
Este trabajo forma parte del proyecto de investigación FFI2010-17427, “El Cancionero
de Palacio (SA7): hechos y problemas (II)”, financiado por el Ministerio de Educación
y Ciencia (Dirección General de Investigación) y dirigido por la Dra. Cleofé Tato, de
la Universidad de La Coruña. Como es preceptivo, para la localización de fuentes y de
poemas se ha utilizado el sistema de ID diseñado por Brian Dutton. Salvo que se indique lo
contrario, uso mi propia transcripción y edición de los textos seleccionados.
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Obra s citada s
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