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Marco de reconocimiento:
Para hablar sobre los marcos de reconocimiento, resulta importante primero considerar las
características compartidas de las víctimas de los falsos positivos. Estas características no solo
son los aspectos como el sexo y la edad, sino también característica en común como “ser
campesinos o habitantes de zonas rurales a donde iban dirigidas las operaciones
militares”(FIDH); lo anterior permite comprender que muchas de las víctimas ya eran víctimas
del conflicto armado. Testimonios como los de G.José Joaquín Cortés Franco demuestran la
vulnerabilidad de los integrantes de las comunidades que interactúan con los soldados de las
fuerzas armadas de Colombia, en este relato Jose dice “de pronto puede llegar uno a pensar
que lo detengan y posteriormente simulan un combate, que lo asesinen”(G.josé joaquín Cortés
Franco, Documental Silla Vacía 2009). El marco de reconocimiento en este sentido aprovecha
la vulnerabilidad de los integrantes de la comunidad. Al tener que convivir con grupos armados,
en este caso específico las guerrillas, era relativamente sencillo para algunos militares tachar
de colaboradores o guerrilleros a ciudadanos inocentes.
Otra característica, es que las víctimas “a menudo provenían de familias de escasos recursos
económicos, y/o se encontraban desempleados”(FIDH). Este, es otro factor de vulnerabilidad
que también fue aprovechado por integrantes de las fuerzas armadas, pues los recursos con los
que podían contar los familiares de las víctimas serían limitados. El desempleo fue usado como
“cebo” pues en muchos casos a las víctimas se les ofrecía una “promesa de trabajo”, y “era
frecuente que los jóvenes desaparecieran luego de acudir a una oferta de trabajo, de manera
que al principio los familiares no tuvieron sospechas sobre lo que ocurría”. En muchos casos,
“se trataba de jóvenes que habían tenido problemas menores de delincuencia o que habían
participado de falsas desmovilizaciones”(FIDH). En este caso, al tratarse de ciudadanos que
habían cometido algún tipo de crímenes, podría decirse que se buscaba justificar el asesinato
(aludiendo al término “limpieza social”). También, se dice que “en otros casos, se optó por
personas indigentes o marginadas socialmente, de quienes no se esperaba que nadie fuera a
reclamar por su destino, o cuyas familias desconocían cómo acceder a medios de
denuncia”(FIDH), es esta tal vez la representación más clara de los marcos de reconocimiento
pues se fundamenta en que la pérdida de la vida de este tipo de víctima no representaría una
pérdida para la sociedad (muy parecido al caso anterior), en este caso se menciona la especial
dificultad con la que los familiares podrían acceder a los medios necesarios para la denuncia
de la desaparición.
Ahora, desarrolladas las ideas sobre las características, se puede mencionar una interpretación
de los comunicados hechos por miembros del gobierno en turno a la luz del concepto de marco
de reconocimiento. Tal vez el comunicado más conocido sea “...El Fiscal General de la Nación
aseguró que los jóvenes desaparecidos de Soacha fueron dados de baja en combate, no fueron
a recoger café, iban con propósitos delincuenciales...En el mismo evento Iguarán señaló que
esas desapariciones pueden estar relacionadas con una banda de reclutamiento y
entrenamiento”(Álvaro Uribe Vélez, 7 de octubre de 2009). Dicho comunicado no solo justifica
una vez más el asesinato de los civiles, sino a su vez, intenta instaurar una realidad; la que
deslegitima la versión de las madres al asegurar las “intenciones delictivas” de sus hijos. Esta
versión, la versión del gobierno, no sólo se aprovechó del marco de reconocimiento con las
víctimas, también lo hizo con otros implicados. Por ejemplo, el presidente en turno Álvaro
Uribe Vélez (8 de mayo de 2009) dijo: “Cúmulo de abogados al servicio de hacer falsas
imputaciones a nuestra fuerza pública...Para ellos, el estado ideal habría sido el estado de
avance del desorden de anarquía y del terrorismo. Y la manera que han encontrado para afectar
la política de seguridad es el camino de la falsa acusación”. de esta manera las declaraciones
del máximo representante del gobierno en turno afirmaba que los abogados y las ONGs que
ayudaban en el caso de las ejecuciones extrajudiciales eran personas y organizaciones cuyo
único interés era sumir al país en un “caos anárquico” en el que triunfe el terrorismo. Estas
declaraciones dan muestra de un gobierno que no encuentra más herramientas que la mentira y
el desprestigio para intentar ocultar gigantescos errores de planeación en las políticas de
seguridad Nacional. Estas acusaciones podrían poner en peligro a los involucrados en el caso,
pues el valor que tiene esta connotación “pro-terrorista” o “pro-guerrilla” por parte de la
sociedad colombiana podría conllevar actos desde el escarnio público y amenazas hasta
intentos de asesinato.
Daño psicosocial:
En este apartado se analizarán los daños psicosociales que se desprenden del caso de la
ejecución extrajudicial de Fair Leonardo Porras, a partir del testimonio de su madre y algunas
notas de prensa. Para comenzar, como se menciona anteriormente, en el 2008, cerca de 19
jóvenes desaparecieron del municipio de Soacha bajo circunstancias similares, les hicieron
ofertas laborales en otras regiones del país para luego ser asesinados y reportados como bajas
en combates contra grupos narcoterroristas por parte del ejército colombiano. Para el municipio
de Soacha esto significó una ruptura importante dentro de su comunidad, pues, como se hace
evidente en el caso de Fair Leonardo Porras, las relaciones y vínculos establecidos entre los
habitantes de este municipio y los jóvenes desaparecidos eran estrechos. Adicionalmente,
debido a las declaraciones de los militares y del mismo presidente de la república en las que
aseguraban que estos jóvenes pertenecían a grupos armados ilegales y se encontraban
cometiendo delitos, se generó un ambiente de miedo, desconfianza y estigmatización en torno
al municipio de Soacha. Luz Marina lo expone así, “fue muy triste y muy doloroso para
nosotras las madres saber que el presidente de nuestro país estaba diciendo eso, sin tomarse la
delicadeza de venir a investigar”. Esto, generó miedo y desesperanza entre los habitantes de
Soacha, cuyos testimonios y versiones fueron puestas en duda por dos grandes instancias de
poder. A su vez, esto repercutió en la pérdida de confianza frente a las instituciones del estado,
no solo por parte de las familias de los desaparecidos, sino por todos aquellos que se negaban
a reconocer la versión dada por el ejército como verdadera.
Ahora bien, el caso de Fair Leonardo Porras permite entender la manera en que las ejecuciones
extrajudiciales generan daños a nivel individual, familiar y social. En primer lugar, su
desaparición repentina e inexplicable genera un desequilibrio tanto en su estructura familiar
como comunitaria. Su familia, y en especial su madre, Luz Marina, experimentaron
sentimientos de angustia y preocupación constante. Además, la situación generó una
inestabilidad tanto en las relaciones familiares como en las rutinas y hábitos cotidianos del
núcleo familiar, por ejemplo, Luz Marina explica que “esa situación era desesperante. Nos
descontroló a todos, a toda la familia. Yo todas las noches me acostaba y pensaba que estaba
bajo un techo, pero que mi hijo quién sabe en qué condiciones estariá durmiendo. Mi esposo
me regañaba, porque yo ya no paraba en la casa”. Adicional a esto, para Luz Marina, la
desaparición de su hijo significó la imposibilidad de cuidarlo, protegerlo y ayudarlo. Esto
intensificó los sentimientos de desesperación y angustia, ella dice: “Yo me sentiá desesperada
porque él era una persona que no se podiá defender, y yo tenía miedo de que alguien se
aprovechara de la inocencia de él, que abusaran de él, en toda la extensión de esa palabra... Yo
me estaba muriendo de los nervios…”.
Luego de su desaparición, la familia de Fair Leonardo intentó acudir a la Fiscalía para poner la
denuncia por desaparición, pero se encontraron con un sistema que les negó la denuncia e
intentó persuadirlos de que seguramente se trataba de un viaje con amigos o con una mujer.
Esto, intensificó el sentimiento de desconfianza y desesperanza frente a las instituciones del
estado, creando además un ambiente de mayor vulnerabilidad. Luz Marina dice, “y ahí fue
cuando agotamos las esperanzas de encontrarlo con la ayuda de la fiscaliá de Soacha (...)
entonces, prácticamente desde el diá de la desaparición, a nosotros nos tocó comenzar a
buscarlo por nuestros propios medios”. El hecho de que la familia haya tenido que recurrir a
sus propios recursos, humanos y económicos, para esclarecer lo que había pasado con Fair
Leonardo generó una exposición a situaciones riesgosas que pusieron en peligro, en más de
una ocasión, a los integrantes de la familia. Así lo cuenta Luz Marina, “más adelante nos tocó
empezar a buscarlo entre las personas indigentes de la calle, con muchos riesgos, porque hubo
demasiada gente que se poniá muy agresiva cuando les preguntábamos por él”. La búsqueda
duró ocho meses, “ocho meses de incertidumbre, de desesperación”. A lo largo de los ocho
meses, Luz Marina tuvo que ir en varias ocasiones a Medicina Legal y comprobar que el cuerpo
de su hijo no se encontrara allí, ella dice “cada vez que yo salía de allá, le daba gracias a Dios
porque sabía, o quería saber, que él todavía estaba vivo”. Estas visitas implicaban contemplar
la posible muerte de su hijo cada vez, esto podía generar emociones y sentimientos de dolor,
sin embargo al comprobar que el cuerpo de su hijo no se encontraba en ese lugar, Luz Marina
volvía una y otra vez a un estado de incertidumbre y angustia.
El día que recibió la llamada de Medicina Legal pidiéndole que se acercara a las instalaciones,
Luz Marina experimentó niveles muy altos de angustia y dolor. Ella dice, “cuando ella me dijo
eso, le digo que en ese momento yo solo queriá desaparecerme. A mí las piernas me temblaban,
mi cabeza me daba un sinfiń de vueltas; me imaginaba tantas cosas... Teniá muchos
sentimientos encontrados... Cuando ella me dijo: “Necesito que venga”, yo dije: “Acá terminó
la búsqueda”. No obstante, el hecho de que la búsqueda finalmente había llegado a su fin
implicaba finalmente afrontar la idea de que su hijo, Fair Leonardo, estaba muerto, pero dejaba
muchas preguntas abiertas. De acuerdo con las palabras de Luz Marina, el trayecto se sintió
eterno, ella dice, “fue la segunda vez que el tiempo para mí se volvió una eternidad. La primera
vez fue cuando la doctora me dijo que a mi hijo le quedaban veinte minutos de vida, y esos
veinte minutos fueron una vida entera…”. Con esto, hace referencia a las complicaciones de
salud que tuvo Fair Leonardo al nacer, pues en ese momento también tuvo que concebir la
muerte de su hijo como una posibilidad. Sin embargo, lo que al principio fue un diagnóstico
desesperanzador terminó siendo una “vida entera” junto a él. Esto sugiere que ambas
situaciones llegaron a ser equiparables para Luz Marina porque en ambas experimentó un dolor
profundo ante aquellas palabras dolorosas que le anunciaban la muerte de su hijo. Este dolor
profundo hizo que Luz Marina se desconectara de la realidad y del presente, según ella, “como
que no caminaba sobre el piso, como que iba por el aire, no sé... es algo inexplicable”.
Al llegar a Medicina Legal y ver las fotos del rostro destrozado de Fair Leonardo, Luz Marina
entró en un estado de confusión y comenzó a perder el sentido del tiempo y del espacio, dice
“yo salí de ahí y no sabiá para dónde irme. No me ubicaba, no podiá coordinar. Lo cierto fue
que como a las siete de la noche aparecí en el apartamento de mi sobrina; no sé cómo hice para
llegar allá, no sé, no me acuerdo de nada, solo recuerdo a partir de las siete de la noche, ella
me estaba preguntando y yo todavía no coordinaba bien”. Luego, al compartir la noticia con el
resto de la familia surgieron sentimientos de negación, hasta tal punto que decidieron asistir
todos a Medicina Legal para corroborarlo. Una vez allí, luego de ver las fotos de Fair Leonardo,
dichos sentimientos de negación seguían presentes, “no, eso fue algo que ninguno aceptaba
ver, no lo aceptábamos de ninguna manera…”. Además, la noticia generó un alto nivel de
inestabilidad emocional, repercutiendo así en la salud de los familiares, especialmente de su
madre, ella narra, “yo no pude comer prácticamente nada en esos primeros tres meses desde
que supe esa noticia”.
Tras conocer sobre el lugar en el que se encontraba el cuerpo de Fair Leonardo, la familia tuvo
que endeudarse con diferentes amigos y allegados, pues a pesar de contar con un seguro
exequial, tuvieron que asumir el valor del traslado y del entierro. El hecho que el seguro haya
decidido no responder supuso una preocupación adicional para la familia, pues no contaban
con el dinero necesario. Luz Marina cuenta, “nos tocó endeudarnos con todo el mundo (...) Los
amigos de mi esposo nos prestaron, porque teníamos un seguro exequial, pero en el momento
en que lo necesitamos no nos quisieron responder”. Además, la familia tuvo que cubrir sus
propios gastos para desplazarse hasta Ocaña, Santander, en donde se encontraba el cuerpo de
Fair Leonardo. Por un lado, el hecho de tener que buscar los recursos por cuenta propia genera
una desestructuración económica y tiene repercusiones en los proyectos familiares a corto,
mediano y largo plazo. Por otro lado, la falta de respuesta por parte del seguro profundiza la
vulnerabilidad, el sentimiento de decepción y desconfianza.
Por otra parte, Luz Marina y su familia fueron re-victimizadas en varias ocasiones. Entre ellas,
cuando el Presidente de la República da algunas declaraciones sobre el caso, pero
particularmente cuando se ve confrontada por militares del Ejército Nacional que afirman que
su hijo fue un guerrillero dado de baja, asumiendo, además, una posición de poder que la sitúa
a ella y a su familia en una posición de vulnerabilidad alta. Luz Marina cuenta, “yo tenía los
sentimientos encontrados de solo ver esos uniformes”, pues ver los uniformes significó revivir
todo el relato de dolor que rodeaba la muerte de su hijo.
Durante la exhumación, Luz Marina menciona que el cuerpo de su hijo “ya no tenía rostro” y
que la única parte de su cuerpo que tenía carne aún era un dedo del pie que tenía “malito”;
gracias a este detalle, la familia tuvo la certeza de que el cadáver pertenecía a Fair Leonardo.
Sin embargo, es posible establecer que en este caso también hubo un daño frente a las
tradiciones y rituales mortuorios característicos de la religión católica. La familia de Fair
Leonardo no pudo velarlo, no pudo despedirse de él cuando aún tenía rostro y el entierro se
realizó varios meses después de su muerte, lo cual sugiere una ruptura en las creencias y rituales
culturales. Tras el entierro de Fair Leonardo, Luz Marina menciona que se encontraba
satisfecha por haber encontrado a su hijo, sin embargo, la desestructuración e inestabilidad que
generó su desaparición y posterior muerte, dejó a la familia en una situación de incertidumbre
abrumadora, se preguntaban “¿Y ahora qué vamos a hacer?”.
A lo largo del proceso investigativo y judicial que inició a raíz del caso de Fair Leonardo Porras
y de los otros 18 jóvenes asesinados, se incurrió en la re-victimización en diferentes ocasiones.
Primero, a través de las diversas declaraciones del entonces Presidente de la República se hace
evidente que la justicia como medida de reparación no estaría garantizada, pues el gobierno
alega que los implicados en estos procesos judiciales no tienen recursos para pagar un abogado,
generando la percepción de que el Estado, institución que debe velar por el bienestar de los
ciudadanos, pone a los victimarios sobre las víctimas. Segundo, luego de ser destituidos,
muchos de los militares acceden a puestos como embajadores en otros países. Esto, implica
una ruptura en el sentido de justicia ante las víctimas y se instaura la sensación de impunidad
frente a estos crímenes, lo cual además conlleva a que para las familias de los jóvenes no haya
un mecanismo real que garantice la no repetición. Tercero, el hecho de que algunos sectores
políticos hayan afirmado que “las madres de Soacha están degradando al ejército colombiano”,
implica desconocer e invalidar el dolor de ellas y de sus familias, nuevamente, poniendo por
encima los intereses de los victimarios sobre los derechos de las víctimas. Luz Marina junto
con las otras madres de los jóvenes sentían que nuestro país no las había escuchado, por lo que
tuvieron que acudir a instancias internacionales. Esto, implica no solo un daño familiar sino
social, pues que el sistema judicial colombiano favorezca a los victimarios sobre las víctimas
por intereses políticos, genera sentimientos de impotencia, desesperanza y especialmente,
miedo en toda la población. Cuarto, el hecho de que en las audiencias, Luz Marina haya tenido
que ver cara a cara a las personas que mataron a su hijo “sin poder decir nada”, como dice ella,
generó nuevamente una re-victimización, pues la imposibilidad de hacerles saber el dolor que
causaron los ponía de nuevo en una situación de poder frente a las víctimas. Y quinto, al
momento de la indemnización, Luz Marina dice, “la indemnización de diecinueve millones de
pesos que nos están ofreciendo por nuestros hijos es una ofensa; yo quisiera tener al frente al
presidente y decirle: ¿Su hijo vale diecinueve millones de pesos? El mío no, porque yo no lo
estaba vendiendo”, pues esto significa ponerle un precio a la vida de su hijo.
Para terminar, es posible identificar dos aspectos que se conocieron en los juicios y que
generaron nuevamente daños a nivel individual, familiar y social. En primer lugar, se encuentra
el hecho de que a la persona que reclutó a Fair Leonardo se le pagaron doscientos mil pesos,
Luz Marina cuenta “fue terrible ver que la vida de mi hijo la cambiaron por doscientos mil
pesos”. Este monto de dinero, para ella significó la instrumentalización de su hijo, pues fue
vendido como mercancía, lo cual supuso un dolor muy profundo. Como se menciona
anteriormente, esto tiene repercusiones también a nivel social, pues el mensaje que se envía es
el de que las vidas tienen un precio y que quien esté dispuesto a pagar ese precio puede disponer
de ellas. En segundo lugar, para Luz Marina fue doloroso saber que las personas que
interactuaron con Fair Leonardo eran conscientes de su condición de discapacidad, lo llamaban
“El Bobito”. Esto, supuso para ella entender la manera en que deshumanizaron a su hijo, la
crueldad con la que fue tratado y además, la razón por la que fue reclutado.