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CONFLICTO COLOMBIANO Y EL DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO

“El Derecho Internacional Humanitario (DIH) es la rama del derecho internacional


destinado a limitar y evitar el sufrimiento humano en tiempo de conflicto armado. En este
sentido, el DIH limita los métodos y el alcance de guerra por medio de normas universales,
tratados y costumbres, que limitan los efectos del conflicto armado con el objetivo de
proteger a personas civiles y personas que ya no estén participando en hostilidades “
(organización de los estados americanos, OEA).

En el año 2016, el comité internacional de la cruz roja (CICR), registro alrededor de 838
infracciones del DIH y otros principios humanitarios, en los cuales salieron afectados
18.671 colombianos.

Cerca de 17.100 mujeres y niñas han sufrido delitos contra su libertad e integridad sexual
en el marco del conflicto armado desde los años 80. Una muestra de 100 casos que el
CICR atendió entre 2014 y 2016 indican tendencias preocupantes: el 20% de las mujeres
presentó un embarazo no deseado y el 41% había sido víctima de violaciones colectivas
cometidas por entre tres y ocho personas.

Los enfrentamientos entre fuerzas estatales y grupos armados, además del accionar de
'combos' y pandillas, también fueron causa de las posibles infracciones de los principios
humanitarios. En entornos urbanos como Medellín, El Bagre y Buenaventura, la población
afectada vive entre el estigma y el temor.

La dimensión del problema es tal en Colombia, que hoy se desconoce el paradero de


85.900 personas. Averiguar lo sucedido con las personas desaparecidas y prevenir más
casos no es un gesto de buena voluntad, es un deber. Los obstáculos que encuentran los
familiares son múltiples: desde la indiferencia, hasta la falta de respuesta integral a sus
necesidades.

La presencia de minas, artefactos explosivos (restos de guerra y otros de fabricación


improvisada) cerca de los entornos poblados, además de la proliferación de armas y balas
perdidas en zonas urbanas, son algunas de las amenazas que enfrenta la población civil en
Colombia. En los últimos 26 años, 11.400 personas han sido registradas como víctimas
directas de artefactos explosivos. El 39% son civiles.

El Estado no cumple con sus obligaciones frente a las personas que castiga por violar la
ley. Del año 2000 hasta enero de 2017 el hacinamiento en las cárceles de Colombia creció
de un 35,7 por ciento a un 52,5 por ciento. Es urgente rediseñar la política criminal
colombiana para que se priorice la prevención y la reinserción en vez de la detención
preventiva como única medida contra la inseguridad.

Durante 2016, el trabajo en zonas afectadas por el conflicto y la violencia armada


benefició a 152.000 personas. Fue un intenso año de trabajo realizado, en muchas
ocasiones, en conjunto con la Cruz Roja Colombiana.

Somos conscientes porque lo vivimos cotidianamente, que tenemos el conflicto armado


interno más antiguo de todo el continente, con una permanente situación de violencia
caracterizada por la sistemática violación de derechos humanos, así como el reiterado
desconocimiento e inaplicación de las normas del Derecho Internacional Humanitario
(DIH). Amnistía Internacional, en su documento Violencia Política en Colombia Mito
realidad, señala que desde 1986, más de 20.000 personas anualmente pierden la vida en
forma violenta y distinta a las confrontaciones armadas, cuyas familias adicionalmente a
la muerte de sus seres queridos sufren las consecuencias de vivir en regiones donde actúan
los grupos insurgentes.

Este hecho trajo consigo el que apareciera entre nosotros el fenómeno del desplazamiento,
traducido en cantidades de colombianos afectados que se ven obligados a desplazarse de
zonas deprimentes a poblaciones más grandes o a ciudades capitales de departamento,
escapando de la violencia, el desarraigo y la desesperanza, arrastrando consigo eventos
traumáticos, daños psicológicos en adultos y niños y traducido finalmente en agresividad,
depresión, desadaptación, aislamiento, hiperactividad, fracaso escolar, sensación
permanente de terror ante estímulos desconocidos, alteraciones y desordenes de todo tipo
afectivo, sentimiento permanente de abandono, complejo permanente de culpa, y en los
niños casos graves de autismo y psicosis infantil.

El estado colombiano en todo este tiempo ha guardado cierta distancia con el problema,
las entidades responsables no han estudiado con detenimiento esta situación y las
repercusiones que la misma conlleva en la salud mental de los compatriotas. Los entes
territoriales parecieran estar más ocupados en la construcción y/o adecuación de parques
y la organización de certámenes de coleo, que en tomar conciencia del dolor y las
angustias que sufren los desplazados.

es prioritario y urgente buscar la humanización del conflicto y la creación de espacios que


posibiliten el diálogo directo para una salida negociada. Se vuelve esencial entonces, la
enseñanza a todos los niveles y en las distintas facultades de los centros de educación
superior, de las cátedras de derechos humanos y derecho internacional humanitario, como
contribución directa a la humanización del conflicto armado, la propagación de los ideales
del individuo y del espíritu de paz entre los colombianos.

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