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MODERNIDAD, POSMODERNIDAD Y

GLOBALIZACIÓN

La modernidad como problema (Marcelo Raffin)

Raffin define la modernidad como un problema filosófico y una

construcción de las ciencias sociales, y establece su coyuntura en

tres sentidos:

1. Con respecto a su época, la considera similar a la del

Capitalismo.

2. Afirma la autoconsciencia de lo nuevo y lo presente en

cuanto a experiencia vital propia, en la que se

autocomprende el presente en relación al pasado y al futuro.

3. En su sentido histórico, es a su criterio la experiencia de un

tiempo nuevo y presente que simultáneamente es clásico. La

modernidad se orienta al futuro haciendo a un lado el pasado

y por ende, rápidamente se vuelve clásica. En este sentido se

la considera autorreferencial.

La modernidad como historia del capitalismo


La modernidad suele hallar su punto de partida en la victoria de la

burguesía en la toma del poder político, momento a partir del cual

se consagra un modelo social pensado como totalidad, pues es

visto como lo mejor que pueda producir el ser humano y toda

carencia será compensada por la ciencia y el progreso. Es un

momento histórico que ve un rol fundamental en la mercancía y

por tanto las cosas se consideran en función de su valor de cambio.

El nacimiento del capitalismo viene acompañado de la división de

clases al oponerse a la autoridad feudal. En este contexto el ser

humano queda totalmente alienado de otros individuos, de la

naturaleza y del producto de su trabajo, manteniendo únicamente

su mano de obra como medio para cumplir sus necesidades vitales.

Así, comienza el auge del mundo de la minoría burguesa y el

capital, donde la mayoritaria mano de obra es cotizada como

mercancía.

Liberalismo
económico
La revolución comercial (Siglos XV a mediados del XVI)
La ruptura del sistema feudal se dio entre los siglos IX, X y XI. Ya

en ésta época estaba presente la división de clases entre señores

y siervos, que trabajaban para los primeros a cambio de protección

frente a los invasores. En este sistema se desarrollaba una

economía cerrada en el cual la producción estaba limitada

exclusivamente a lo necesario. Sin embargo, comenzaron a

anunciarse mercaderes en las murallas de las ciudades, y en

consecuencia se construyeron sectores nuevos donde alojarlos que

se denominaron “el lugar de los burgueses”.

Más adelante, entre los siglos XII y XIV, aparece en escena el

mercader y el tráfico comercial entre ciudades y mercados. Al

mismo tiempo, a los burgueses les es concedida una carta-

privilegio que los independiza de los señores, y las ciudades

burguesas pasan a denominarse ciudades libres. En ellas se

alojaban los siervos que escapaban de los señores y adquirían su

libertad si al cabo de un año no eran descubiertos. Sin embargo,

dicha libertad se convirtió nuevamente en dependencia, pues los

siervos libres pasaron a trabajar para los burgueses que


necesitaban mano de obra en los talleres artesanales para hacer

funcionar los mercados de las ciudades libres. A partir del Siglo

XIII, se concentró a los trabajadores en grandes talleres a cambio

de un salario, y con ello la división de clases sociales pasó de ser

siervo-burgués a patrón-obrero. A esto se le suma que los

campesinos comenzaban a migrar hacia las ciudades burguesas

para beneficiarse de los salarios, situación que los burgueses ven

favorable para apropiarse de los medios de producción.

En este contexto, cada ciudad determinó su propia moneda, y en

consecuencia surgen la actividad bancaria y a su vez la letra de

cambio, que permitía anular la prohibición del cobro de los

intereses impuestos por la Iglesia y también realizar transacciones

comerciales sin disponer de capital. La figura inicial del mercader

también se vio alterada y se hicieron presentes nuevos

comerciantes como el cambista que efectuaba préstamos desde

los bancos de las plazas, el notario que certificaba las transacciones

y era requerido por su capacidad de leer y escribir, y los banqueros

que prestaban dinero y financiaban empresas.


La manufactura (Siglos XVI y XVII)

A partir del Siglo XVI comienza la competencia entre los

trabajadores por sus manufacturas producidas, y surge también por

obra de la burguesía el Estado Absolutista, que despojaba a

artesanos, nobles y campesinos de sus tierras y los situaba en las

ciudades para crear grandes mercados. El Estado asumía mediante

un pacto todo poder y autoridad de modo incuestionable para

otorgar paz y prosperidad, despojando a los individuos de sus

derechos individuales.

El maquinismo y la gran industria (Siglos XVIII a mediados del XIX)

Con la introducción de las máquinas y la Industrialización,

aumentan las exigencias de la producción con el fin de obtener

una mayor ganancia, dando como resultado entonces al trabajador

dentro de una fábrica que ahora se ocupará de una porción

específica de la producción, a diferencia del trabajo manual donde

debía producir las manufacturas en su totalidad. En consecuencia,

se crea una escisión entre la sociedad civil y el Estado, que será


visto como partidario de los intereses generales mientras los

trabajadores compiten entre sí, y se prioriza la protección del

capital y la propiedad.

La era del Imperialismo

En la segunda mitad del Siglo XIX, cada Estado europeo posee un

progreso económico acelerado a la vez que intenta conseguir la

mayor cantidad de riquezas, tierras y pueblos. De este modo, el

mundo se halla dividido entre nuevas potencias que siguen un

modelo expansionista con la creación de un mercado mundial,

exportación de capitales en lugar de mercancías y la formación de

monopolios en cada potencia.

LA MUNDIALIZACIÓN: ANTECEDENTE HISTÓRICO


DE LA GLOBALIZACIÓN (Bernardino Pacciani)

Pacciani denomina mundialización a las relaciones comerciales

internacionales producidas desde el surgimiento del sistema

capitalista (lo desarrollado anteriormente por Raffin), y denomina

globalización a los rasgos distintivos del sistema capitalista que son


la apropiación de los medios de producción y de la mayor parte

de las ganancias para una mayor rentabilidad, el modelo

expansionista por el cual abren mercados internacionales y la

división de clases en burguesía y proletariado.

Estado nacional y liberalismo

En la transición del sistema feudal al capitalista, se adoptó un

carácter liberal ya que se ejecutaron medidas que fomentaban la

libertad de la actividad productiva y comercial el eliminar la

servidumbre feudal y limitar el rol del estado a asuntos militares,

jurídicos y educativos, además de garantizar las condiciones del

capitalismo. En este marco social, El Estado debía asegurar la

libertad económica, que implicaba no poner trabas a las empresas

y medios de producción y permitir el libre comercio entre naciones,

respetando los principios de igualdad jurídica y de la soberanía

popular.

(Surgimiento Mercado Mundial y la plusvalía)


La división internacional del trabajo
A mediados del siglo XIX, la segunda fase de la revolución industrial

halla su expansión en la coyuntura de las industrias siderúrgica,

química, eléctrica y petrolera. Otros países europeos se suman a

Gran Bretaña en el proceso de industrialización, y respetando los

principios liberales se ejecuta la división internacional del trabajo,

mediante la cual las potencias europeas, se dedicaron

exclusivamente a la producción industrial y abandonaron la

producción de materias primas, siendo éstas últimas producidas

por los demás países (a excepción de Estados Unidos y Japón) para

introducirse en el mercado mundial.

En simultáneo con el flujo de este mercado mundial, hacen su

aparición el ferrocarril, el barco a vapor y el telégrafo como

innovaciones tecnológicas de la comunicación. El barco a vapor

permitió una mayor velocidad de transporte marítimo entre los

continentes, y el ferrocarril destacó especialmente al comunicar a

éstos últimos con los puertos y también al incentivar la actividad

minera de los países productores de hierro.

La crisis de 1873 y la recuperación


A comienzos de la década de 1870, sumado a la incorporación de

nuevas potencias que producían para competir en el mercado

mundial, el flujo económico se vio afectado por un contratiempo

en el que era mayor la cantidad de producción que la demanda

del mercado, pues tampoco se le daba una mayor capacidad de

consumo a los trabajadores. En consecuencia, los precios de

productos y de la agricultura sufrieron una decaída que resultó en

una emigración masiva de los individuos, y los países

industrializados comenzaron a adoptar medidas proteccionistas

abandonando las prácticas liberales. En este clima de crisis, el

Estado debió intervenir, ignorando sus limitaciones liberales, para

crear condiciones de producción y favorecer el crecimiento del

capital, lo que llevó a la fusión de empresas en corporaciones que

ampliaban los márgenes de ganancias sin respetar la libre

competencia y vencieron a las empresas más pequeñas.

Estados Unidos reestructura la supervisión de la producción al

incorporar roles gerenciales asalariadas encargadas de dirigir el

trabajo, en lugar de los dueños de las fábricas (medida que

posteriormente será adoptada por Europa). A su vez, Frederick


Taylor ejecutó la gestión científica de la producción que reorganizó

el proceso productivo en etapas múltiples que podían realizarse sin

mano de obra especializada, abaratando costos y tiempo de

producción, dando un mayor margen de ganancia.

Imperialismo

Otra medida adoptada por los países europeos para salir de la

crisis fue una postura más agresiva dentro del sistema del mercado

mundial mediante la conquista política y económica de las

sociedades y el ejercicio de presión económica sobre las mismas

para que respondan a los intereses de sus dominantes burgueses.

A este modelo de conquista se incorporaron los Estados Unidos

con el dominio de países de América Central, el Caribe y en el

Pacífico y también Japón en un extremo de Asia.

Con respecto a América Latina, que hasta entonces mantenía su rol

de productora y exportadora de materias primas a países

industrializados, padeció también la conquista por parte de las

potencias, pero con la diferencia de mantener independencia

política y el beneficio de las inversiones extranjeras para desarrollar


su infraestructura local que requerían las potencias para el

crecimiento de su economía.

Como resultado de este proceso, la economía mundial comenzó a

fluir nuevamente a pesar de las medidas proteccionistas de las

potencias, y se vio un progreso acelerado en el desarrollo científico

y tecnológico tras la división de África entre las potencias europeas

y la victoria de Japón sobre Rusia.

La Gran Guerra y la Revolución Rusa

Si bien se había puesto en marcha un proceso de recuperación tras

la crisis, la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa supondrán

un impacto fuerte en este proceso de mundialización y capitalismo,

y se originan a partir del clima europeo entre fines del Siglo XIX y

comienzos del Siglo XX.

La Primera Guerra Mundial se desarrolló entre 1914 y 1918, lo que

implicó que los recursos de la producción estuvieran destinados

para el abastecimiento de los ejércitos durante el conflicto bélico.

Debido a los conflictos marítimos, las potencias bloquearon sus

puertos, perjudicando la circulación de capitales del mercado. En


consecuencia, los estados debieron recurrir a préstamos y

emisiones de capital, lo que les condujo a padecer endeudamiento

e inflación, dando como resultado un sistema colapsado al finalizar

la guerra.

A la par de este contexto, se desenvuelve la Revolución Rusa con

políticas socialistas al mando de Lenin, quien nacionalizó todas las

industrias y ordenó que se entregaran todos los excedentes de

cereales. Dado que no eliminó la propiedad privada, se enfrentó a

una contrarrevolución, en respuesta a la cual impulsó la Nueva

Política Económica (NEP) que consistía en la fusión de medidas de

carácter socialista y capitalista. Mediante este sistema, el Estado

restableció la economía rural, mantuvo su control sobre los bancos,

la industria y el comercio exterior.

Sin embargo, tras la muerte de Lenin en 1924, se instaló un debate

político y económico, del cual sale victorioso Iósif Stalin como

sucesor con ideas Comunistas. En ese mismo año, se establece la

Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Stalin trasladó los

campesinos más ricos a las ciudades para que se incorporaran en


el trabajo industrial, dejando al campo con una menor cantidad de

mano de obra, por lo que decidió reunir a los campesinos restantes

que eran más pobres en grandes granjas colectivas para una mayor

eficiencia en la producción agraria, dando como resultado la

supresión de la clase social de los campesinos más ricos. También

logró impulsar la industria pesada mediante los planes

quinquenales, que consistían en metas para fortalecer la economía

rusa. De esta forma, la URSS comenzó a surgir como una alternativa

industrial al capitalismo.

La economía en la posguerra

Tras la guerra, Alemania, en obligación de cumplir el Tratado de

Versalles, sufrió una crisis producto de la inflación, la devaluación

y la desocupación, y Japón continuó su expansión industrial,

aunque al margen del resto de las potencias. Mientras tanto,

Estados Unidos aprovechó la plenitud de su economía que no

había sufrido el impacto de la guerra. La economía norteamericana

veía su desarrollo casi ininterrumpido gracias a las inversiones y

demandas extranjeras de productos electrónicos y automotrices.


Con las ganancias recibidas, Estados Unidos continuaba invirtiendo

en mejorar sus servicios de producción a tal punto que podía

producir sus bienes masivamente. A su vez, Henry Ford perfeccionó

el modelo Taylorista de producción al introducir la cadena de

montaje, lo que permitió eliminar la mano de obra especializada y

reducir los costos por producto a la vez que ahorraba tiempo de

producción, y a estas medidas se le sumó el aumento de los

salarios de los trabajadores. En este marco de progreso seguían

predominando las ideas liberales.

A fines de la década de 1920, el consumo se vio paralizado tras la

caída de los salarios como consecuencia del freno a la producción

agrícola y a la construcción pública y privada, producto de la caída

de la bolsa de Nueva York. En consecuencia, la crisis en ese eslabón

del sistema afectó también a las demás potencias.

La caída de la bolsa se produjo debido a que había un gran nivel

de producción que no era compensado con el bajo nivel de

demanda. Debido a la innovación tecnológica, los bienes se

producían en exceso y las empresas los utilizaban en el mercado

de forma especulativa. Eventualmente, las industrias quebraron, los


trabajadores perdieron sus empleos y Estados Unidos suspendió

los créditos para sus deudores; éste último produjo la caída de la

economía europea, que a su vez desembocó en una crisis

económica a nivel mundial.

La mundialización en crisis

En este marco de una economía mundial devastada, las potencias

comenzaron a reclamar los pagos de las deudas y disminuyeron

las importaciones de materias primas y productos mutuamente

entre ellas. Los países centrales, que aún sostenían la división

internacional del trabajo, redujeron las importaciones de

manufacturas y adoptaron políticas proteccionistas, lo que llevó a

un proceso de industrialización sustitutiva basada en la producción

primaria rural.

Liberalismo o intervencionismo

A partir de 1930, el Estado asumió un rol de intervención crucial

para la recuperación económica. En el caso de Estados Unidos,

Franklin Roosevelt aplicó la política del New Deal, brindó apoyo

económico a la producción agraria, generó obras públicas para


reactivar el empleo y el mercado interno y creó seguros de

desempleo y jubilación. Gracias a estas medidas, Estados Unidos

logró recuperarse de la crisis.

Los Estados europeos, por su parte, también aplicaron medidas

intervencionistas, si bien su recuperación fue mucho más lenta. En

el caso de Alemania y la URSS, el Estado cumplía un rol absolutista

en el flujo de la producción y planificación de sus recursos

económicos, y fueron los únicos países que contaban con un

sistema pleno al comenzar la Segunda Guerra Mundial.

La Segunda Guerra Mundial

Nuevamente, la guerra implicó la necesidad de orientar la

producción para la sustentación militar a la vez que se buscaba

lograr la máxima eficiencia de los recursos. Alemania conquistó

territorios para obtener materias primas, alimentos y mano de obra,

sumado al dinero que los países dominados debían aportar a su

conquistador. A su vez, una mayor necesidad de producción por

parte de las potencias en guerra impulsó el trabajo en las fábricas,

en las que las mujeres reemplazaron la mano de obra de los


hombres que se encontraban en el servicio militar. En el transcurso

del conflicto, las potencias que participaron anularon las

exportaciones y las inversiones, pero mantuvieron la importación

de materias primas, lo que benefició a los países que dependían

de su demanda para la inserción en el mercado, que a su vez

gozaron de un proteccionismo forzoso.

La recuperación (segunda posguerra y “edad de oro”)

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, crecieron las economías

norteamericana, europea, japonesa y en menor medida la de los

países del tercer mundo. Estados Unidos no sólo se vio favorecido

por la victoria de la guerra, sino que también mantuvo su sistema

de producción pleno junto con avances científicos y tecnológicos

aplicables a él, posicionándolo como potencia absoluta en el

bloque occidental. Sin embargo, en el bloque oriental la URSS

expandió su influencia comunista en los países europeos con la

probabilidad de llegar a otros continentes, lo que resultaba una

amenaza para Estados Unidos, dando paso al nacimiento de la

Guerra Fría, en la cual ambas potencias midieron sus fuerzas.


Durante la etapa de recuperación en esta segunda posguerra, los

países apuntaban a un impulso económico evitando repetir las

causas que originaron las guerras anteriores, la gran depresión de

la década del treinta, e impidiendo el avance del movimiento

comunista. Para ello, se redefinieron las funciones del Estado y se

firmaron acuerdos internacionales que reconstruyeran las

relaciones del mercado mundial.

La intervención del estado, denominado benefactor, consistió en la

inversión en la industria pesada, en la investigación científica y en

brindar apoyo a la comercialización y a las empresas

multinacionales. Favoreció además el empleo mediante la

construcción de infraestructuras y el favorecimiento de producción

de las empresas. En este marco tuvo gran relevancia el modelo de

producción fordista que ya se había instalado en la industria

automotriz en la década del veinte y luego se extendió a las demás

áreas a lo largo del tiempo. Más tarde, dicho modelo se asoció con

una acumulación masiva en la que grandes niveles de producción

estaban vinculados a grandes salarios para un mayor nivel de

consumo, que generaba a su vez grandes niveles de demanda. Esto


fue conocido como un “circulo virtuoso” que mantenía altos los

niveles de inversiones.

A su vez, el modelo Fordista destacó en varios aspectos:

 El petróleo barato

 La articulación entre grandes empresas manufactureras y

medianas empresas como sus proveedoras, lo que permitió

la producción de bienes masivos y en grandes cantidades

mediante la línea de ensamblaje

 La relevancia de las industrias siderúrgica y automotriz, dando

lugar a la fabricación de productos mecánicos y eléctricos

duraderos.

 La profundización del modelo Taylorista, que se

complementó con la aplicación de maquinarias para

desarrollar tareas y reemplazando a los obreros calificados.

Como se mencionó anteriormente, si bien el estado intervenía en

este clima como benefactor de la economía y del mercado, su rol

se hallaba contradictorio porque perdía legitimidad si mostraba

preferencias por el crecimiento de una clase social en particular, y

a su vez si se negaba a beneficiar la acumulación de ganancias,


perdería su poder. Por tanto, las decisiones comenzaron a ser

tomadas por el poder ejecutivo, manteniendo un equilibro entre

los sectores empresarios y obreros.

El sistema mundial

Estados Unidos se consolidó como la principal potencia capitalista,

y para mantener el funcionamiento del mercado internacional, se

creó el Fondo Monetario Internacional, que otorgaría préstamos a

los países con dificultades financieras y se estableció un cambio

fijo para regularizar las transacciones. Se creó también el Banco

Mundial que le otorgaría fondos a los países para su recuperación

y desarrollo. Simultáneo a este modelo liberal, los países del tercer

mundo comenzaron su periodo de industrialización y urbanización,

si bien algunos ya contaban con ese progreso gracias al

proteccionismo forzoso de la segunda guerra. Esto se debió a que

Estados Unidos invirtió en los países menos desarrollados porque

así conseguía una taza de ganancia mucho mayor a la que

obtendría en su mercado interno, ya que la mano de obra en estos

países era barata y abundante. Más tarde grandes las grandes


empresas se instalaron en otros países con la aplicación del modelo

fordista donde invertían y obtenían bienes destinados a sus países

de origen.

Una nueva crisis

A fines de la década del setenta, el poder de Estados Unidos se

veía amenazado por la Comunidad Económica Europea y por Japón

como potencias competentes. Los países europeos comenzaron a

acaparar dólares, y la excesiva emisión monetaria se extendió por

todo el mundo, generando un proceso inflacionario. En

consecuencia, en 1971 se anuló la convertibilidad del dólar y

Estados Unidos aplicó impuestos a las importaciones para evitar la

competencia extranjera. A esto se le sumo el aumento del precio

del petróleo a nivel mundial, lo cual afectaba el modelo de

producción fordista. También aumentó el proceso inflacionario, el

desempleo y se redujo el crecimiento del Producto Bruto Interno.

Esto desencadeno en manifestaciones sociales y culturales de

disconformidad con la sociedad de consumo, ya que, desde el


comienzo de la crisis, los gobiernos no buscaban adaptarse a las

condiciones sociales, sino que eran las sociedades las que debían

adaptarse a las medidas de producción de los gobiernos.

Simultáneamente, en 1989 se produce la caía de la URSS en los

países europeos y con ello la disolución de los partidos comunistas,

lo que dio el pie a dichas sociedades para que comenzaran su

inserción en el mercado capitalista. Así, el capitalismo logra salir de

la crisis con la globalización del capital.

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