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XXVIII JORNADAS NACIONALES DE LITERATURA FRANCESA Y

FRANCÓFONA

Asociación Argentina de Literatura Francesa y Francófona

Universidad Nacional de Tucumán

LAS MUJERES Y EL TIPO DE NARRATIVA QUE SE ESCRIBE SOBRE ELLAS.


UNA MIRADA DE ANÁLISIS DESDE LA TEORÍA DE GÉNERO DE DOS
NOVELAS: MADAME BOVARY DE GUSTAVE FLAUBERT Y EUGENIA
GRANDET DE HONORATO DE BALZAC

Milagros Rojo Guiñazú y Edith Beatriz Pérez


Universidad Nacional del Nordeste

Adriana Crolla en “Estudios comparados de la literatura actual” (2010) enuncia que


desde una perspectiva de transferibilidad dialógica y productividad teórico femenina y
comparada, la crítica italiana agrupa tres ámbitos largamente discutidos por Virginia Woolf,
uno de ellos –y el que tomamos como eje para el análisis que presentamos- es el
concerniente a las mujeres y el tipo de narrativa que se escribe sobre ellas: tanto sea el
problema de su representación ficcional en las culturas patriarcales como el silencio en
relación a la crítica feminista y el tipo de crítica escrita “comparatísticamente” sobre ellas.
El objetivo de nuestra presentación será indagar acerca del problema de la
representación ficcional en las culturas patriarcales en la escritura de dos referentes
masculinos de la literatura francesa del siglo XIX como son Gustave Flaubert y Honoré de
Balzac. Para ello profundizaremos nuestra mirada respecto de los estereotipos y paradigmas
femeninos desde los que leen y conciben a las protagonistas femeninas de sus novelas,
puntualmente nos referiremos a Emma Bovary y Eugenia Grandet.
Hemos definido dos partes para nuestro análisis:
Primera Parte: La mirada que tienen los escritores masculinos acerca de las
mujeres y sus problemáticas.

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Segunda Parte: Las representaciones femeninas que encarnan Emma y Eugenia.

Crolla sostiene que “Jonathan Culler, eminente representante del sector de la crítica
que estudia la experiencia de lectura y la posición que el lector ocupa en la determinación
del sentido, señaló la importancia del género en el proceso de lectura. (…) Nadie duda ya
de que cuando se nos enseña a leer no aprendemos a relacionarnos con textos sino con
paradigmas de lectura. Pero el paradigma que da sentido a los textos producidos por
mujeres preocupadas a su vez por decir y decir(se) excentrizándose de los paradigmas de
escritura tradicionalmente falocéntricos, exige el desarrollo de estrategias de lectura que
resulten coherentes y pertinentes con las expectativas y el mundo sémico del universo
textual producido y leído por la mujer.” (Crolla, 2010a: 44)
Siguiendo esta línea de abordaje desarrollaremos la primera parte de nuestro análisis
referente a la mirada que tienen los escritores masculinos acerca de las mujeres y sus
problemáticas.
¿Es factible pensar en un paradigma de escritura y de lectura que conciba la mirada
masculina acerca de una mujer?
Acordamos con Michel Zéraffa cuando plantea que “(…) ´Toda novela expresa una
concepción de la persona que dicta al escritor la elección de ciertas formas y confiere a la
obra su sentido más amplio y más profundo; si esta concepción se modifica, el arte de la
novela se transforma´. Entonces la concepción del personaje está ligada a los valores y a las
comprensiones del mundo que la hacen posible.” (Miraux, 2005: 11)
Tanto Flaubert como Balzac, a través de las elecciones que hacen en sus obras,
determinan ciertos valores y miradas del mundo, de sus épocas y de las mujeres. Ingenuo
sería pensar que pueden abstraerse de la cosmovisión que los define a ambos y a sus
épocas.
El rol de la mujer durante el siglo XIX no está ausente en estas obras, porque no
puede alejarse de la percepción que ambos autores poseen de las mismas –ya sea porque
aprueban o no esa mirada o rol desempeñado-. Puntualmente, Balzac no estaba de acuerdo
con la educación basada en valores religiosos que se le daba a la mujer desde temprana
edad, la que estaba destinada a prepararla para su futuro rol de esposa, madre y ama de
casa. Asimismo, y tal como lo menciona Cersosimo “(…) considera que el catolicismo, que

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era visto como una forma de purificación y de santidad, llegaba a reprimir a las personas.
(…)” (2013: 63)
Entonces nos preguntamos: ¿Quién es Emma Bovary para su escritor? ¿Quién era
/es para sus lectores? Una adúltera, una mujer insatisfecha, una víctima de las lecturas, una
mujer inmoral… ¿Cuál es la problemática que circunscribe a la mujer que protagoniza la
obra de Flaubert? O más bien, ¿cuál es la problemática que quiso poner como centro este
autor? La problemática de la lectura femenina, de las expectativas de ascenso social y
reconocimiento, el amor ideal…
Algunos críticos de la obra de Flaubert sostiene que, como toma la base de su
historia de un hecho real (la historia de Delamare), la fuerza narrativa debía de estar
cargada con ese tinte, tenía que reflejar la vida de una mujer de carne y hueso; es así que su
naturaleza psicológica se nos presenta claramente comprensible puesto que el escritor supo
establecer una clara unión entre su conducta y su estilo de vida.
No obstante, otros aseveran que “(…) Flaubert, al elaborar su personaje, es uno de
los primeros escritores que exacerba esta fecunda paradoja: lo que parece ser no es, y
depende más bien del universo de lo imaginario propiamente escriturario que de una
realidad, e incluso de una ilusión de realidad. Madame Bovary es, en principio, un ser de
palabras; no solamente una combinación de signos, sino también, por un efecto de
congruencia perfecta, una presencia escrituraria que conviene exactamente a las palabras
que la rodean. (…)” (Miraux, 2005: 50)
Y ¿qué sucede con la obra de Balzac? ¿Quién es Eugenia Grandet para su autor?
¿Quién para sus lectores? Una pobre mujer hija de un avaro, una rica heredera, una ingenua
mujer de provincia… Y ¿Cuál es la problemática que circunscribe a la mujer que
protagoniza la obra de Balzac? O más bien, ¿cuál es la problemática que quiso poner como
centro este autor? La de la sociedad burguesa y su vinculación con el dinero, las vicisitudes
de una mujer de provincia que cree en el amor…
Balzac plantea dos temas centrales en su obra, el de la avaricia de Monsieur Grandet
(esa vinculación que posee con el dinero para dominar a las personas, a las leyes y a los
sentimientos), que se relaciona con la lucha de dos familias por la mano de Eugenia; y el
del amor, representado por Eugenia quien vive en el mundo material pero se relaciona con
el dinero desde un lugar absolutamente distinto.

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La mujer era vista como el objeto y recipiente de los deseos masculinos, basta para
ello remitirnos a obras de todos los tiempos en donde se evidencia ese intercambio
monetario en los arreglos matrimoniales (la dote). Ahora, tal como lo plantea Mateo, el
camino está preparado para la domesticación de los deseos de la mujer. Emma Bovary hace
caso omiso a esta cuestión, no así Eugenia Grandet.
Entre las mujeres en general estas cuestiones se admitían y aceptaban con la
sumisión característica del género; no obstante, se recurría a ciertos recursos para bloquear
el acceso de las mujeres a la libertad personal y a lo público como ser el premio y castigo.
Buena parte de las novelas realistas de este siglo evidencian esta cuestión en los desenlaces
de sus historias, a saber: el castigo de la muerte o la discriminación social para aquellas
mujeres que transgredieron las normas sociales y sexuales; y el premio del matrimonio para
aquellas que lograron vencer las tentaciones. Así vemos como Emma muere y Eugenia
contrae matrimonio (luego su marido muere y ella se dedica a la beneficencia); es decir,
Emma es castigada y Eugenia recompensada.
Giulia Colaizzi señala que “la literatura funciona como una suerte de tecnología del
imaginario colectivo y más en particular como una forma de mitopoiesis del deseo, puesto
que posee el poder de crear representaciones, imágenes, valores, cuya lógica narrativa es
capaz de naturalizarlos y de hacerlos aparecer como no-construidos, aunque se trate de
elaborados argumentos. Con lo cual se nos convence fácilmente de que lo narrado es lo
natural y que lo que se nos impone es lo que deseamos.” (2004: 75-102)
Elisabetta Rasy (1994) desarrolló una teoría que se vincula estrechamente con el
análisis que estamos llevando a cabo. Sigue
la teoría clásica que sostiene que Madame Bovary “es una novela sobre la crisis una época,
de una cultura y de un modo de ser. A través de ella el autor lanza un explícito ataque a la
institución familiar y a la moral sexual que la domina y Emma Bovary es la figura que
encarna la rebeldía frente a una anodina y castrada realidad.” Rasy añade la importancia
que tiene –fuera y dentro de la narración- la ejecución de esa rebelión.
Emma se edifica alrededor de su desesperado intento por satisfacer las fisuras que
encuentra entre la realidad de su ser y la idea de mujer que reconoce en las ficciones que
lee. En este sentido, tanto su felicidad como su desdicha se miden en base a los modelos
literarios que posee.

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Podemos reconocer un ejemplo de esta cuestión cuando acepta su primera relación
adúltera con Rodolphe Boulanger. El autor lo expone en términos de que lo que
verdaderamente la mueve a Emma hacia su amante es la irresistible tentación de poder
pertenecer a la “poética legión de mujeres adúlteras”. De esta manera, el deseo de Emma es
un deseo causado y experimentado a través de la literatura, y que debe afirmarse de acuerdo
con sus esquemas. Podemos pensar en el desenlace y su deseo de morir como un ejemplo
de ello.
Mateo lo expone en estos términos:
“Y esto es lo que ilustra muy bien Madame Bovary: que para las mujeres, la
tradición literaria se presenta a menudo como una suerte de memoria que, más que servir
para su liberación, sirve para su sometimiento porque tiene capacidad para imponer la
feminidad normativa. Una tradición que no solo encarna y legitima la auctoritas masculina,
sino que también encierra el deseo del sujeto femenino en un sujeto irreal que entra en
conflicto drástico con la multiplicidad de las experiencias femeninas reales.” (2012: 284-
286)
Emilie M. Daniel Cersosimo sostiene que “Eugénie Grandet es un personaje que
representa a la mujer víctima de la sociedad francesa del siglo XIX; de hecho, se dice que
es la víctima de las víctimas de la obra balzaciana y además el personaje femenino más
amado por Balzac. (…)” (2013: 62)
Si bien Balzac sostiene que los preceptos del bien y del mal se encuentran
direccionados por la religión, para él la religión es el medio más poderoso para que el
pueblo acepte sus sufrimientos. En la obra la madre de Eugenia le dice que en la vida la
mujer debe sufrir y morir según sus creencias religiosas 1. Eugenia se resignará al
sufrimiento como sinónimo de verdadero amor. Pensemos en las semejanzas con Emma en
los pasajes de la novela en las que se encuentra en el Convento y que se inventa pecados2.
Tanto Eugenia como Emma fueron criadas, como era común en esos tiempos, para
ser esposas y madres. Tanto es así que Eugenia se ve a sí misma en esos roles.
Cersosimo asevera que “esa idea de la mujer destinada al matrimonio existió en el
siglo XIX debido a la creencia en la naturaleza femenina, en la cual se exaltaban las
características de la mujer como ser reproductor (…). La mujer debía ser virtuosa y darle

1 Las cursivas son nuestras.


2 Las cursivas son nuestras.

5
hijos a su marido aunque no lo amara. Así, la maternidad deviene el centro de la educación
para las mujeres en Francia durante el siglo decimonónico. (…)” (2013: 62-63)
En la obra de Balzac –de igual manera que en la de Flaubert- el sexismo se pone de
manifiesto; puesto que la mujer –en particular Eugenia- es fuertemente cuestionada y
presentada en inferioridad de condiciones respecto del hombre; dicho en otros términos,
está subsumida a las convenciones sociales.

Crolla expone que “La mujer desde siempre, ha oscilado, ha mantenido un delicado
equilibrio entre dos abismos, el de los precipicios insondables de la propia interioridad y el
de los paisajes plurales de la realidad, moviéndose, peligrosamente en los confines de un
espacio límite, doble, móvil, mediado entre esos abismos y conjurando permanentemente el
punto riesgoso de la caída. Y desde allí lee y escribe. (…)” (Crolla, 2010a: 47)
Siguiendo a esta autora desarrollaremos la segunda parte del análisis referente a las
representaciones femeninas que encarnan Emma y Eugenia.
No es un dato menor que ambas novelas tengan personajes epónimos, puesto que
detrás de este detalle se enarbola la representación en su conjunto.
Miraux escribe que “(…) Mediante la práctica del personaje, el escritor se inscribe
en el mundo, lo interroga, le responde, lo representa o lo valida; por el fenómeno de
recepción, la categoría de personaje renueva la comprensión del mundo. (…)” (Miraux,
2005: 10)
Si bien Balzac intenta representar la realidad y Flaubert, lejos de reproducirla, la
transfigura; este es un punto interesante de anclaje para pensar en estas representaciones.
Volvemos al aspecto de la eponimia, porque no nos parece un elemento
insignificante. Que ambas novelas tengan personajes epónimos es significativo, así como el
aura que envuelve a cada una de estas novelas y la trascendencia que adquieren las historias
–mucho más allá del siglo XIX- a partir de sus protagonistas.
Miraux sostiene que Balzac “(…) propone un reconocimiento; es decir, que los
personajes, incluso si revisten cierto número de particularidades, son también tipos,
universales. (…)” (2005: 45). No obstante, Eugenia Grandet se extiende más allá de las
páginas de la novela por su integridad y configuración que posee como ser humano y como
mujer.

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Y esto es lo interesante, la mirada de Balzac de esa mujer es una mirada que se llena
de palabras y vida a través de las páginas de esa historia, y los lectores –lejos de los
paradigmas- podemos ver, tocar y sentir a esa mujer. Adriana Crolla lo plantea en los
siguientes términos:
“(…) Una mirada que no sólo mira sino que al mirar lo otro/la otra, se mira, se
indaga frente a su vida y a su escritura. Una mirada que al ver, toca y cuando toca inaugura
pues mirar desde la desnudez, desde el despojamiento, desde la piel y las vísceras. Y desde
la intimidad propia, se expande para indagar, subrepticia y respetuosa, la inmarcesible
fuerza de la singularidad ajena.” (Crolla, 2010a: 47)
Similar sensación tenemos con la novela de Flaubert. Creemos que este autor logra
una mirada de la mujer apartándose de su género masculino, se adentra en la intimidad de
esta mujer hasta las vísceras. Emma late en cada palabra, sin importar el género de su
escritor.
Acordamos en parte con Mateo cuando dice: “¿Quién hace la literatura? ¿Quién es
el sujeto creador de lo literario? ¿Tiene sexo? (…) es imposible no tener en cuenta la
sexuación en la enunciación, ya que ese dato revela unas características
extraordinariamente determinantes del sujeto creador y de su obra. (…)” (2012: 277);
puesto que ambos escritores traspasaron la cuestión de género y dieron forma y
consistencia a dos mujeres.
En una carta a Monsieur Cailleteau con fecha del 4 de junio de 1857 Flaubert
escribía:
“(…) No señor, ningún modelo ha posado frente a mí. Madame Bovary es una
invención pura. Todos los personajes de este libro son completamente imaginados y
Yonville L´Abbaye mismo es una región que no existe, así como la Rieulle, etc. Lo que no
impide que aquí, en Normandía, se haya querido descubrir en mi novela una multitud de
alusiones. Si las hubiese hecho, mis retratos serían menos parecidos porque habrían tenido
en vista personalidades cuando, por el contrario, quise reproducir tipos.” (Miraux, 2005:
50-51)
Oscar Tacca escribió “La visión del narrador determina, pues, la perspectiva de la
novela. ´Contar una historia implica forzosamente cierta posición del narrador respecto de
esa historia´. (…)” (1980: 25) Es decir, lo que encarnan tanto Emma como Eugenia está

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inexorablemente unido a las visiones que sus autores / narradores tuvieron de sus épocas y
de las mujeres.
Si bien, y tal como lo enunciamos precedentemente, la mirada del hombre respecto
de la mujer –de su intimidad, de su mundo, de su mirada- es parafraseando, a Simone de
Beauvoir, un universo ajeno3; son interesantes los paradigmas desde los cuales lo hacen, así
como las representaciones que sobre ellas construyen.
De esta manera, y desde la teoría de género, vemos que Eugenia manifiesta un
comportamiento subordinado, no así Emma. Quizás una responda al modelo, puesto que
evidencia la realidad de las mujeres de su tiempo; y otra se oponga, por tratarse de una
novela que refiere a las rupturas. Podemos verlo con un poco más de detalle:
Emma no es dominada ni por su padre ni por su esposo (caso contrario, ella ejerce la
dominación, como sujeto activo), como debía ser; sino que es dominada por sus amantes.
En cambio, Eugenia es una mujer pasiva y dependiente de su padre, puesto que lo considera
como el dueño de su destino. En la prisión de su habitación obedece y espera, sin guardar
rencor; ya que los castigos recibidos son percibidos como merecidos4.
Otro aspecto fundamental de la época refiere a la sexualidad, más específicamente a
la virginidad, ya que ésta era considerada como una de las virtudes inherentes a la mujer.
Emma y Eugenia se casan vírgenes, pero manifiestan una representación diferente respecto
de la sexualidad. Para las mujeres educadas bajo principios religiosos, como Emma y
Eugenia, la virginidad era un aspecto muy importante.
Eugenia se casa virgen y, tal como Cersosimo manifiesta “(…) acepta casarse con
Monsieur de Bonfons siempre y cuando no tengan relaciones sexuales; ella llama a esta
situación los derechos del matrimonio. (…). (2013: 75)
Emma, en cambio, si bien se casa virgen es presentada por el autor de manera
diferente. Flaubert pone el acento, tras la noche de bodas, en la pérdida de la virginidad de
Charles Bovary en lugar de la de Emma. Asimismo, evidencia un proceso de
descubrimiento y variación en la sexualidad de esta mujer, desde Rodolphe y León –como
sus amantes- hasta las lecturas que consume, como las del Marqués de Sade.
Respecto de la mirada social, Eugenia es vista como una mujer buena, piadosa y
virtuosa. Se somete al matrimonio solamente por los prejuicios de la sociedad francesa

3 Las cursivas son nuestras.


4 Las cursivas de este párrafo son nuestras.

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decimonónica, debido a que una mujer no podía administrar por sí misma una herencia.
Con anterioridad referimos a la mujer como objeto de intercambio. Así puede reconocerse a
la figura de Eugenia (como en tantas otras). Simone de Beauvoir lo expresa en estos
términos “(…) para las jóvenes el matrimonio es la única manera de ser integradas a la
colectividad, pues si permanecen solteras socialmente, son menoscabadas.” (Cersosimo,
2013: 77)
Con Emma sucede algo diferente, ya que ella acepta casarse porque cree que con
ese enlace cambiará su vida y tendrá el lugar que merece. Ella desempeña correctamente el
papel que le compete a la mujer de su tiempo (a veces de las puertas para afuera y otras no
tanto), pero su imagen irá mutando por la mirada que ciertos personajes tienen de ella;
actuarán como jueces que la observan y condenan.
Así, por ejemplo, Emma va transformándose físicamente con el correr de las
páginas; y al final –con la descripción de su lenta y tortuosa agonía- se presenta fea. Es
importante recordar que la mujer, para la sociedad francesa del siglo XIX debía ser bella,
puesto que exponía un estereotipo social. Al principio de la obra de Balzac la protagonista
es criticada por no ser lo suficientemente bella; sin embargo, cuando fallece su padre se
convierte en la rica heredera, la bella. Retomando las palabras de Cersosimo “(…) los
estereotipos estéticos, de la sociedad decimonónica francesa, influyen en Eugénie y en su
comportamiento y la hacen sentirse minimizada como mujer y como persona (…)” (2013:
81)

En conclusión, tras el análisis presentado, consideramos que tanto Balzac como


Flaubert han planteado una interesante mirada respecto del tipo de narrativa que se escribe
sobre las mujeres. Han quedado de manifiesto, en la representación ficcional de las dos
mujeres, los estándares que señala la cultura patriarcal del siglo XIX francés.

Bibliografía consultada:
Butler, J. (1986) Sex and Gender in Simone de Beauvoir´s ´Second Sex´. En: Yale French
Studies. 72, winter.

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Cersosimo, E. M. D. (2013) Una interpretación de la mujer en Eugénie Grandet según
Balzac, la teoría de género y la teoría feminista. En: Revista de Lenguas Modernas, N° 18,
2013 / 61 – 84. ISSN 1659-1933.
Colaizzi, G. (2004) La construcción del sujeto moderno. En: Boletín Hispánico Helvético,
3. 75-102.
Crolla, A. (2010a) Lecturas comparadas “al femminile”. En: Crolla, Adriana y Vallejos,
Oscar (comp.) Estudios comparados de la literatura actual. Indagaciones desde género,
canon y educación. Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral.
Crolla, A. (2010b) S/objetos imaginarios: cuestiones interdisciplinarias sobre género. En:
Crolla, Adriana y Vallejos, Oscar (comp.) Estudios comparados de la literatura actual.
Indagaciones desde género, canon y educación. Santa Fe: Universidad Nacional del
Litoral.
Femenías, M. L. (2000) Sobre sujeto y género. Lecturas femeninas desde Beauvoir a
Butler. Buenos Aires: Catálogos.
Mateo, P. L. (2012) Escribir en femenino en los últimos 50 años. Lo literario desde una
perspectiva de género. En: STVDIVM. Revista de Humanidades, 18.
Miraux, J.-P. (2005) El personaje en la novela. Génesis, continuidad y ruptura. Buenos
Aires: Nueva Visión. Traducción de Emilio Bernini.
Moi, T. (1999) Teoría literaria feminista. España: Cátedra.
Rasy, E. (1994) La donna y la literatura. Roma.
Tacca, Oscar (1980) Instancias de la novela. Buenos Aires: Marymar.

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