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Homosexuales en búsqueda de Dios


(*Por José Luis Caravias, SJ. Publicado en Revista Acción, Octubre 2010)

En el Centro de Espiritualidad donde trabajo cada vez me vienen más personas “heridas”. Y entre ellas sobresalen
los problemas de pareja y los de identidad sexual.
Que los homosexuales salgan de sus armarios y busquen ayuda espiritual acá es un fenómeno nuevo. Tengo
varios casos que, saturados de desprecios, vienen angustiosamente buscando reconciliarse con Dios y consigo
mismos.
Cuando encuentran ambiente de confianza, derraman con fruición sus sufrimientos. Cómo les atruenan terribles
rayos que les queman toda esperanza. Personas “religiosas” son las que más les clavan el tridente chamuscante de
la condena, dejándolos hundidos en viscosos complejos. Los hacen sentirse despreciados por Dios, sin remedio
arrojados de la comunión eclesial.
Las marginaciones de la sociedad civil y laboral tampoco se quedan atrás. No son aceptados en cantidad de
trabajos, ni en muchos ambientes sociales. Hasta en muchos casos la propia familia los machaca.
Y lo peor de todo es que ni ellos mismos saben lo que tendrían que hacer. A muchos, no les gustaría ser así. Pero
lo son. Y algunos por más que realizan esfuerzos por corregirse, no lo consiguen… Me consta.

La luz de Jesús
Se trata de personas humanas despreciadas y marginadas en grado extremo. Y cuando se acercan pidiendo
comprensión y ayuda siento derretirse dentro de mí la ternura de Jesús hacia los despreciados y marginados.

Los que se acercan afirman que necesitan de Dios, que quieren reconciliarse en serio con él y experimentar su
comprensión y su ayuda. Esa actitud enternecía a Jesús durante su vida mortal. Y siento que de nuevo se
enternece en mí. Por eso me esfuerzo en recibirlos con una comprensión parecida a la de Jesús.

La pesada carga de sentirse condenados sin remedio por la sociedad y por Dios se parece a la que sentían muchos
enfermos en tiempo de Jesús. La actitud del Nazareno fue claramente de solidaridad extrema a contracorriente. El
viene a ayudar a todo sufriente, no importa lo pecador que sea, sobre todo si se acerca a pedirle ayuda, más aun si
son torturados en nombre de Dios.Recordando la comparación de Jesús sobre prostitutas y fariseos, me atrevo a
preguntarme si no será verdad también ahora que hay homosexuales más cerca de Dios que algunos clérigos. Dios
lo sabe, y me da miedo, pero no puedo dejar de pensar en la atrevida comparación de Jesús.

La condena de San Pablo se refiere a las orgías que realizaba la gente poderosa del imperio romano. Ellos
abusaban sexualmente de los esclavos y sus hijos como algo normal, admitido por aquella sociedad corrupta. La
homosexualidad no estaba mal vista dentro de la aristocracia, siempre que el señor fuese la parte activa del
encuentro, ya que de lo contrario se producía un grandísimo escándalo.Pablo condena severamente estas prácticas
degradantes. Su condena está envuelta en un fuerte contexto social. Y se refiere de forma especial a la pedofilia,
muy frecuente entre la gente acomodada. Hay testimonios claros en los historiadores de la época.

San Pablo no habla de la homosexualidad tal como la entendemos hoy. No existía ni la palabra siquiera. Lo que él
exige tajantemente es que ningún cristiano siga las prácticas corrientes entonces de abuso sexual a jóvenes y
niños, ni las degradantes orgías sexuales de la época.En Jesús no encontramos condenas explícitas, seguramente
porque las prácticas homosexuales no eran comunes en ambientes populares. Pero el silencio ante Herodes
cuando su juicio, seguramente fue una condena a sus hipócritas orgías…

No es justo realizar trasplantes culturales de aquella época a la actual, realizando una lectura fundamentalista de
la Biblia. Sigue en pie la condena a todo abuso sexual. Pero hoy los problemas de homosexualidad en parte son
distintos.En ningún caso podemos apoyarnos en Jesús para despreciar a nadie. Menos aun en problemas
arraigados desde la infancia. Nadie puede ser juzgado por sus tendencias, sino cuando las usa para hacerse daño a
sí mismo o a los demás. El ser homosexual no puede ser considerado como pecado. Lo importante para ellos, y
para todos, es cómo usamos nuestra sexualidad…

Hasta no hace mucho la homosexualidad era considerada en todos los casos como viciosa y culpable. Pero hoy la
medicina moderna nos muestra que hay casos de homosexuales genéticos, o sea, desde el vientre de su madre; y
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la sicología nos enseña también que si un bebé alrededor de los seis primeros meses de vida no experimentó la
cercanía cariñosa de un varón, tiene posibilidades de no desarrollar adecuadamente su identidad sexual. Y en
estos dos casos la tendencia es irreversible y, por supuesto, sin culpabilidad por parte de ellos.
La mayoría, en cambio, de los homosexuales desarrollaron sus tendencias a partir de la preadolescencia a causa
de diversos tipos de experiencias sexuales negativas. Y estos casos sí son reversibles por medio de un largo
proceso de acompañamiento profesional…

Acompañamiento pastoral

Es delicado el acompañamiento espiritual a homosexuales, pues hay muy diversos tipos de ellos. Yo no soy
sicólogo profesional, pero estoy muy en contacto con ellos. Y aconsejo que se hagan atender por ellos.

Acá me limito a contar algo de mis experiencias de acompañamiento espiritual, ya que la fe en Dios es un factor
importante en muchos de ellos. Hablo sólo de personas que han venido a mí con ansias de reconciliarse consigo
mismos y encontrar al Dios escondido en sus vidas. No teorizo ni me refiero a otros muchos casos posibles.
Lo primero que hago es escucharles con atención y respeto. Que se desahoguen con confianza, cosa que les es
muy difícil realizar porque están magullados de tantos golpes recibidos. Este bálsamo inicial es imprescindible
para poder iniciar un proceso de aceptación y si es posible de curación de sus dolorosas heridas.
No se pueden dar reglas generales. No se les puede tratar a todos por igual. Ni cualquier persona de buena
voluntad está capacitada para ayudarles. Aunque todos les pueden escuchar con respeto. Pero es necesario
prepararse para ser capaces de diagnosticar cada caso. Y para ello es muy importante la ayuda de especialistas…
Pienso que la mayoría de los que se acercan buscando ayuda espiritual son casos genéticos o cuajados en sus
primeros meses de vida. Es cruel e inútil insistirles en que cambien esas sus tendencias que ya están cuajadas.

Una vez que se han desahogado y tomado confianza, lo primero es ayudarles a que acepten su forma de ser y de
sentir. Que Dios los respeta y los quiere tal como son. Y que está dispuesto a ayudarles siempre que lo acepten…

Más difícil es la atención a los que han desarrollado tendencias homosexuales a partir de experiencias negativas
en su preadolescencia, como las víctimas de los pedófilos, por ejemplo. Tengo poca experiencia en este tema.
Pero los seguidores de Jesús estamos obligados a buscar humildemente cómo ayudarles…

Muchas personas preguntan por qué en la actualidad hay tantos homosexuales. Quizás hoy se manifiestan con
más libertad. Pero creo que la gestación y primera crianza de niños sin la cercanía cariñosa de un papá favorece la
no madurez afectiva-sexual de esas pequeñas víctimas. Se me ponen los pelos de punta cuando en un aula
pregunto quiénes no viven en casa con papá y mamá juntos, y muchos de la clase levantan la mano…

El “queremos papá y mamá” no se debe limitar a impedir la posible adopción de bebés por parte de parejas
homosexuales. Mucho más abundantes y dolorosos son los gritos de los hijos de padres abusivos o separados…

Una sana educación de la sexualidad se apoya en el cariño complementario de papá y mamá, biológicos o al
menos afectivos. En el caso de madres solteras o separadas el rol del padre lo realizan a veces muy bien los
abuelos o algunos otros familiares.

Las autoridades religiosas del tiempo de Jesús lo persiguieron a muerte por haber ofrecido la misericordia de Dios
a los ilegales: prostitutas, lisiados, “endemoniados”, leprosos…
Jesús, en cuanto excluido y condenado, tenía la capacidad de comprender y ayudar a los otros excluidos. ¿Qué
nos pide hoy el Espíritu de Jesús frente a estos excluidos de nuestra sociedad? Esta pregunta muerde duro
nuestras conciencias… No podemos juzgar a ninguno; menos, condenarlo.

Pienso que hoy Jesús nos repite con frecuencia a la gente religiosa que el que esté sin pecado que tire la primera
piedra… Pero pide aun más: Al “doctor de la Ley” le dice ante el ejemplo del samaritano solidario: “Ve y haz tú
lo mismo…” Hay que hacerse prójimo del malherido, acercarse a él, dedicarle tiempo y plata… En nuestro caso,
con mucha humildad, pues las Iglesias hemos pasado de largo y condenado a muchos malheridos tirados por los
caminos… Tenemos mucho de que pedir perdón, y mucho aun que aprender.

*Sacerdote jesuita, fue parte de la experiencia de las Ligas Agrarias Cristianas.

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