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La inmensa mayoría de los haitianos que conocemos son negros, muy pobres, generalmente
“feos” y con frecuencia malolientes. No queremos parecernos a ellos. No queremos mirar
hacia atrás porque ese lastre africano de atraso y miserias representa todo lo que no
queremos ser, todo de lo que abjuramos y con todo el sabor a prejuicio y discriminación que
esos sentimientos puedan contener, la verdad es que nadie está obligado a querer ni a sentir
simpatía por los haitianos.
Para sentir como sentimos respecto a los haitianos no hacía falta inventarse conjuras ni
demonizarlos ni atribuirles fines y propósitos que ciertamente no albergan porque de tanta
hambre y tanto atraso ni siquiera cabeza en su sitio tienen.
Pero sepa la canalla patriotera, desde el innoble cardenal que tan mal representa la iglesia a
la que pertenece, hasta los historiadores de pacotilla, panfleteros, plumíferos y politicastros,
que este país que se dicen representar ya ha caído en el descrédito internacional por el torpe
manejo de la cuestión haitiana pero, y este es un pero muy importante, cuando tenga lugar la
masacre de haitianos que preparan, esa no la vamos a cruzar a pie como el río Masacre.
Los dos millones o más de dominicanos en el exterior van a sufrir las consecuencias de una
masacre de haitianos; van a ser criticados, condenados, aislados y desfavorecidos. Muchos
programas de ayuda y cooperación serán cesados. Algunas represalias físicas tendrán lugar
contra dominicanos en otras partes del mundo. Ninguna autoridad democrática querrá
asociarse con nuestra causa porque la tolerancia ante el genocidio es cada día menor y
varios serán los foros de los cuales seremos excluidos y numerosos los programas de turismo
que serán suspendidos.
Un país que se prepara para el genocidio y la masacre de haitianos no puede esperar más
que ostracismo y condena, sobre todo, si ese país ya tiene antecedentes y si esa masacre fue
perpetrada contra haitianos indefensos y hambrientos.
Los descendientes de esa gran epopeya que fue la Revolución Haitiana culminada en 1804,
la primera república negra, los ex esclavos liberados, toda la gloria pasada de ese pueblo está
ahora en manos de una canalla política desvergonzada que vive de la crisis, se lucra de ella y
tiene en bancos extranjeros una parte no pequeña de la ayuda externa a Haití de la que se
han apropiado impunemente y esta gentuza es tan culpable de la masacre que se avecina
como los patrioteros dominicanos. Es la misma canalla en castellano o en creole. Si nosotros
los dominicanos tuviéramos un centímetro cúbico de sentido común y de compasión, en lugar
de demonizar a los haitianos y acusarlos de una conjura inexistente de la que ni se han
enterado, estaríamos ayudándolos en el plano internacional no solo a tramitar ayuda sino a
administrarla mejor y no para el beneficio de esa misma canalla política que los gobierna.
Entiendo que el señor Danilo Medina no es arte ni parte de esta conjura. El gobierno es muy
débil pero la masacre que se gesta le golpeará por igual. Está en nuestro mejor interés como
país ayudar a Haití porque no podemos hacernos cargo de sus miserias, ni queremos
compartir su suerte. Para nosotros, si quisiéramos aprender reproduzco el comentario que me
envió un amigo quién, refiriéndose a nuestro manejo del problema haitiano escribió: “lo que
hagas … le harán… lo que hagas te harán” o como solíamos decir en nuestro propio país: no
hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti.