Cuando pensamos que Di-s es infinito y que Él llena todo,
podemos comprender que cualquier idea de creación hubiera sido imposible sin el Tzimtzúm (contracción). Pues, ¿cómo se puede meter agua en un vaso que está lleno hasta el borde? Como Di-s era todo, Él no podía ni agrandarse ni disminuir. Pero como la Luz de Di-s es de una tal pureza y un tal esplendor que eclipsa todo, entonces, a fin de hacer posible la existencia de los dos mundos, el celestial y el material, el Señor sacó su poderosa Luz de una parte de Sí mismo...Así nos explicamos la formación de cuatro mundos: Emanación (Azilút), Creación (Beriá) Formación (Ietzirá) y Acción (Äsiá) ...Habían existido mundos antiguos que habían sido destruidos -mundos sin forma, como chispas de fuego- Pero no podían existir porque Ättík Iomín (“El Anciano de Días”) todavía no había tomado forma...y porque el hombre todavía no había sido creado, y el hombre comprende todas las cosas; por eso, los mundos que le precedieron no pudieron vivir ni sostenerse, y cayeron en destrucción hasta que la forma del hombre fue establecida. Después de la creación del hombre renacieron todos ellos, pero bajo otros nombres.... Entonces, habiendo creado varios mundos, Én Sóf hizo sitio en su Pensamiento a la creación de aquel en que nosotros vivimos. Y cuando esta última creación estaba a punto de ser cumplida, todas las cosas de este mundo, todas las criaturas del universo y todo lo que había de tener vida y existir aquí abajo, pasaron delante de Di-s en sus formas actuales: Pues lo que fue antes, también será en el futuro, y lo que será ha sido.