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Instituto de Ciencia Procesal Penal

BASES CONSTITUCIONALES DEL NUEVO CODIGO PROCESAL PENAL PERUANO

César Landa Arroyo

Sumario:

I. Presentación. II. Bases Constitucionales del Nuevo Código Procesal Penal Peruano. III.
Conclusión.

I. PRESENTACIÓN

Los intentos de reforma del proceso procesal penal en el Perú, en los últimos años, han
fracasado por diversas razones. En primer lugar, por la falta de voluntad política para llevar
adelante las modificaciones legales en la materia; en segundo término, po r la falta de perspectiva
en la implementación de dichas reformas. Se suma a ello, el hecho de que la mayoría de los
juicios todavía no han logrado superar su visión positivista del Derecho en general, 377 con los
cual, todavía rezan el credo de que “el juez debe limitarse a la aplicación de la ley”. 378

De ahí que todavía persista, en nuestra cultura judicial, y en detrimento del principio de
fuerza normativa de la Constitución, la renuencia de aceptar y aplicar los principios y
disposiciones constitucionales, los cuales no son aplicables sólo a un determinado ámbito del
ordenamiento jurídico, sino que son de alcance general.

Se ha olvidado, por tanto, que en todo Estado constitucional democrático, la potestad de


administrar justicia debe estar enmarcada dentro de los cauces constitucionales; es decir, en
observancia de los principios, valores y derechos fundamentales que la Constitución consagra y
reconoce. Esto así porque la Constitución, a partir del derecho de supremacía constitucional,
sienta las bases constitucionales sobre las cuales se edifican las diversas instituciones del Estado;
a su vez, dicho principio exige que todas las disposiciones que integran el ordenamiento jurídico
deben ser acordes con lo que la Constitución señala.


Doctor en Derecho por la Universidad Alcalá de Henares de España, Catedrático de Derecho
Constitucional de en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, Magistrado Tribunal Constitucional. Ensayo con la colaboración de
Jorge León.

377 LANDA César, «Constitucionalismo y cultura judicial» En A.A.VV. Visión iberoamericana del tema
constitucional. Caracas. Fundación Manuel García Pelayo, 2003. pp. 303 y ss.
378 BACHOF, Otto. Jueces y Constitución. Madrid: Cuadernos Civitas, 1987. p.23
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Es que el proceso judicial, en general, y el proceso penal, en particular, en nuestro medio, siempre han sido analizados desde la perspectiva
estrictamente procesal, soslayando, de esta manera, sus bases constitucionales. En este sentido, es positivo que el nuevo Código Procesal Penal (en adelante
CPP)379 , en su Título Preliminar, no haya hecho otra cosa que recoger los principios y derechos constitucionales que la Constitución prevé y que son la
aplicación al proceso penal. Por ello, en este trabajo corresponde analizar las bases constitucionales que el nuevo CCP ha incorporado en su Título
Preliminar en concordancia con la Constitución Política de 1993.

II. BASES CONSTITUCIONALES DEL NUEVO CÓDIGO PROCESAL PENAL PERUANO

2.1 Tutela procesal efectiva

«ARTÍCULO I. Justicia Penal.- 1. La justicia penal es gratuita, salvo el pago de los costos procesales establecidos conforme a este
Código. Se imparte con la imparcialidad por los órganos jurisdiccionales competentes y en un proceso razonable.
2. Toda persona tiene derecho a un juicio previo, oral, público y contradictorio, desarrollado conforme a las normas del Código.
3. Las partes intervendrán en el proceso con iguales posibilidades de ejercer las facultades y derechos previstos en la Constitución y en
este Código. Los jueces preservarán el principio de igualdad procesal, debiendo allanar los obstáculos que impidan o dificulten su vigencia.
4. Las resoluciones son recurribles, en los casos y en el modo previsto por la Ley. Las sentencias o autos que ponen fin a la instancia son
susceptibles de recurso de apelación.
5. El Estado garantiza la indemnización por errores judiciales».

La Constitución de 1993, en su artículo 139°, establece determinados principios y derechos relacionados con la tutela procesal efectiva, que consiste en el
derecho de toda persona de acudir a los órganos jurisdiccionales con el objeto de que pueda obtener un pronunciamiento(sentencia o auto) que resuelva una
controversia de relevancia jurídica. Se derivan en este derecho fundamental, las siguientes exigencias380: 1) acceso a órganos propiamente judiciales; 2)
prohibición de exclusión del conocimiento de las pretensiones en razón de su fundamento; 3) prohibición de impedir su acceso ( principio del favor actionis o pro
actione), el cual se manifiesta a través del respeto al debido proceso, el acceso a la justicia.

379 El nuevo Código Procesal Penal, promulgado mediante el Derecho Legislativo N. °957, fue publicado en el Diario Oficial El Peruano, el 29 de julio de
2004.
380 GONZÁLES PÉREZ, Jesús. El derecho a la tutela jurisdiccional. Madrid: Civitas, 2001, pp. 61 y ss.
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En concordancia con esta disposición constitucional, en el artículo 1 del nuevo Código Procesal
Penal se puede identificar determinados principios y derechos relativos a la tutela jurisdiccional en
al ámbito del proceso penal. El inciso 1, por ejemplo, relaciona el principio y derecho de la
gratuidad de la administración de justicia y el principio de independencia de los órganos
jurisdiccionales.

La tutela procesal efectiva, como hemos señalado, se manifiesta en el debido proceso y el acceso
a la justicia. El derecho fundamental al debido proceso está reconocido en el artículo 139°-3 de
la Constitución y su aplicación no sólo se circunscribe al ámbito judicial, sino que también
alcanza a todo tipo de procesos y procedimientos de naturaleza distinta a la judicial.381
En cuanto al contenido de este derecho fundamental cabe señalar que es amplio, porque no sólo
se refiere a que, en el proceso penal, se respete el derecho al libre acceso al órgano jurisdiccional y
el derecho de defensa del justiciable, sino que también se refiere a la igualdad procesal entre las
partes, a no ser desviado de la jurisdicción predeterminada por la ley, a obtener una resolución
fundada en Derecho, a acceder a los medios impugnatorios, etc.

Por otro lado, el nuevo Código, en este artículo, también ha incorporado el principio de igualdad
procesal, el cual se deriva del derecho fundamental (artículo 2°-2 de la Constitución), y consiste
en que las partes en el proceso penal –que es el caso que ahora nos ocupa- se encuentren en
condiciones paritarias y dispongan de los mismos instrumentos para hacer vales sus pretensiones
en el proceso (igualdad de armas). Es decir, por este principio, las partes de un proceso deben
tener “los mismos derechos, posibilidades y cargas, de modo tal que no quepa la existencia de
privilegios ni a favor ni en contra de alguna de ellas”382

El Nuevo Código ha reconocido, además, el derecho a la instancia plural (denominado también


como derecho al recurso), que no es sino el derecho que tienen las partes del proceso de recurrir
ante el órgano jurisdiccional de instancia superior, con el objeto de que revise una resolución
judicial. Este derecho (enunciado en el artículo 139° -6 de la Constitución) implica, por lo
demás, acceder a los recursos previstos por ley y la prohibición de exigir formalismos
irrazonables en su concesión.

No obstante, es del caso añadir que el derecho a la instancia plural adquiere toda su fuerza en el
ámbito penal, al proscribir la reforma peyorativa –reformatio in peius-; vale decir, la prohibición
que la situación jurídica del recurrente se viese agravada como consecuencia de su propio
recurso.383

381 LANDA, César. Teoría del Derecho procesal constitucional. Lima: Palestra Editores, 2004, p. 196.

382 MONTERO AROCA, Juan y otros. Derecho Jurisdiccional I. Parte General. Valencia: Triant Lo
Blanch, 9.ª edición, 2000. p. 322.
383 RAMOS MÉNDEZ, Francisco El proceso penal. Tercera lectura constitucional, Bosch editor
S. A., Barcelona, 1993, pp. 407 y ss.
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Finalmente, este artículo también hace referencia al derecho a la indemnización frente al error
judicial. No se trata de un mecanismo de subsanación, sino de un auténtico derecho que se
encuentra reconocido en el inciso 7 del artículo 139° de la constitución y , en particular, en el
inciso 6 del artículo 14° del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que reconocen
el derecho que tiene toda persona que haya sido objeto de error judicial en un proceso penal –y
también ante una detención arbitraria-, para que sea indemnizada en la forma que la ley lo
disponga. 384

2.2. Presunción de inocencia

«ARTÍCULO II.- Presunción de inocencia.- 1. Toda persona imputada de un


hecho punible es considerada inocente, y debe ser tratada como tal, mientras
no se demuestre lo contrario y se haya declarado su responsabilidad mediante
sentencia firme debidamente motivada. Para estos efectos, se requiere de una
suficiente actividad probatoria de cargo, obtenida y actuada con las debidas
garantías procesales. En caso de duda sobre la responsabilidad penal debe
resolverse a favor del imputado.
2. Hasta antes de la sentencia firme, ningún funcionario o autoridad pública
puede presentar a una persona como culpable o brindar información en tal
sentido».

La presunción de inocencia que la Constitución consagra en el artículo 2° -24-e, en el ámbito


constitucional, es un derecho fundamental, pero también un principio constitucional. En efecto,
la presunción de inocencia, en el primer caso, es el derecho fundamental que asiste a toda
persona a que sea considerada inocente mientras no se haya declarado judicialmente su
responsabilidad.

El fundamento de este principio es el in dubio pro homine, el mismo que está relacionado en tanto se
reconoce que la defensa de la persona humana y de su dignidad son el fin supremo de la
sociedad y el Estado, según lo establece el artículo 1° de la Constitución, y que constituye la
piedra angular de todo el ordenamiento jurídico385. En el segundo caso, es decir, como
principio, la presunción de inocencia es el fundamento del proceso penal del moderno Estado
constitucional democrático porque de él se derivan no sólo los límites para el legislador, sino
que también constituye un elemento importante de interpretación de las disposiciones386.

384 LANDA, César. «Los derechos humanos como fundamento constitucional del derecho penal».
En Actualidad Jurídica, Tomo, 100, marzo, Gaceta Jurídica, Lima, 2002. p. 48.
385 LANDA, César. «Divinidad de la persona humana». En cuestiones constitucionales, Revista Mexicana

de Derecho Constitucional, N.° 7, julio-diciembre, México D. F., 2002, p. 110.


386 BALAGUER CALLEJÓN, Francisco (coordinador). Derecho constitucional. Vol. II. Madrid:
Tecnos, 1999, pp. 214-215.
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Ahora, desde el punto de vista constitucional, el derecho fundamental a la pres unción de


inocencia tiene diferentes manifestaciones387, a saber: 1) la carga de la prueba es
responsabilidad de la parte acusadora, lo cual quiere decir, en otras palabras, que el inculpado no
tiene la obligación de probar su inocencia; 2) la aplicación del principio in dubio pro reo
recogido en el artículo 139° -11 de la Constitución, según el cual, el juez está obligado a la
absolución del imputado debido a la ausencia de elementos probatorios que puedan enervar la
presunción de inocencia: 3) en cuanto se presuma la inocencia del imputado, su detención será
una circunstancia excepcional. En forma concordante con esta disposición constitucional, el
artículo II del Título Preliminar del nuevo CPP.

Cabe decir, no obstante, que el principio a la presunción de inocencia no es absoluto, sino más
bien relativo, pues la quiebra de dicho principio se produce cuando se demuestra la culpabilidad
de la persona mediante una sentencia firme y debidamente motivada.

Por último, debemos resaltar un aporte importante del nu evo CPP, en lo que se refiere a la
prohibición de las autoridades o funcionarios públicos de mostrar a una persona como culpable
de un delito o brindar información de la cual se pueda colegir en ese mismo sentido.

Esto es especialmente relevante frente a la arraigada costumbre de las autoridades o


funcionarios del Estado (congresistas, jueces, fiscales, policías) e incluso de los medios de
comunicación de no respetar el principio-derecho a la presunción de inocencia.

2.3. Prinicipio de ne bis im idem

«ARTÍCULO III.- Interdicción de la presunción penal múltiple.- Nadie podrá


ser procesado, ni sancionado más de una vez por un mismo hecho, siempre que
se trate del mismo sujeto y fundamento. Este principio rige para las sanciones
penales y administrativas. El derecho penal tiene preeminencia sobre el
derecho administrativo. La excepción a esta norma es la revisión por la Corte
Suprema de la Sentencia Condenatoria expedida en algunos de los casos en
que la acción esta indicada taxativamente como procedente eneste Código».

El Principio ne bis in idem es un principio de naturaleza sustantiva y procesal. En un primer


término, viene a configurarse como el derecho de la persona a no ser sancionada dos veces por
un mismo hecho-delito, falta o infracción-, este es el ne bis in idem sustantivo. De otro lado, se
presenta como el derecho de la persona de no ser procesada, nuevamente, por un hecho que ya
fue objeto de prosecución judicial, en este segundo supuesto estaos frente al ne bis in indem
procesal388.

387 Quispe Farfán, Fany. El derecho a la presunción de inocencia. Lima: Palestra


Editores, 2001, pp. 42 y ss. 388 SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho Procesal
Penal. Vol. I. Lima: Grijley, 2001, pp.61 y ss.
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No obstante, debemos señalar que el principio ne bis idem está relacionado, estrechamente, con el
principio de cosa juzgada, contenido en el artículo 139° -2 y 139° -13 de la Constitución. En
efecto, el principio de cosa juzgada consiste en que el justiciable (agraviado y acusado) obtenga
una resolución judicial firme, inmutable y; por lo tanto, oponible a cualquier pretensión análoga
ulterior, siempre que ésta no haya vulnerado los derechos fundamentales de terceros. Por ello,
en última instancia, solo la cosa juzgada material -no lo formal- es la que otorga seguridad
jurídica a los fallos judiciales.

Este principio ha sido escogido por el legislador en el artículo III del Título Preliminar del nuevo
CPP, que no es sino la prohibición de la persecución penal múltiple. En este sentido se señala,
en dicho artículo, que nadie podrá ser procesado, ni sancionado más de una vez por un mismo
hecho, siempre que se trate del mismo sujeto y fundamento. Sin embargo, la relevancia de esta
disposición no está solamente en referencia a este principio en el ámbito penal, sino en la
extensión de este principio al Derecho administrativo sancionador, que por lo demás, tiene
preeminencia sobre el Derecho administrativo.

2.4. Rol del Ministerio Público

«ARTÍCULO IV. Titular de la acción penal.- 1. El Ministerio Público es titular


del ejercicio público de la acción penal en los delitos y tiene el deber de la
carga de la prueba. Asume la conducción de la investigación desde su inicio.
2. El Ministerio Público está obligado a actuar con objetividad, indagando los
hechos constitutivos del delito, los que determinen y acrediten la
responsabilidad o inocencia del imputado. Con esta finalidad conduce y
controla jurídicamente los actos de investigación que realiza la Policía
Nacional.
3. Los actos de investigación que practica el Ministerio Público o la Policía
Nacional no tienen carácter jurisdiccional. Cuando fuera indispensable una
decisión de esta naturaleza la requerirá al órgano jurisdiccional, motivando su
petición».

El Ministerio Público, en nuestro ordenamiento, es un organismo de relevancia constitucional,


pero no tanto porque dicha institución esté prevista expresamente en la Constitución, sino por los
roles constitucionales a los que está llamado a desempeñar. En efecto, según la Constitución
1993 (artículo 159°), el Ministerio Público cumple,
básicamente, las siguientes funciones: 1) promover de oficio o petición de parte, la acción judicial
en defensa de la legalidad y de los intereses públicos que el derecho tutela; 2) velar por la
independencia de los órganos jurisdiccionales y por la recta administración de justicia; 3)
representar en los procesos judiciales a la sociedad; 4) conducir desde su inicio la investigación
del delito, para lo cual la Policía Nacional esta obligada a prestar colaboración de los mandatos
del Ministerio Público en el ámbito de su función; 5) ejercitar la acción penal de oficio o petición
de parte; 6) emitir dictamen previo a las resoluciones judiciales en los casos previstos por la ley; y
7) ejercer la iniciativa legislativa
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en la formación de leyes. Como puede apreciarse, las funciones del Ministerio Público no solo se
limitan al ámbito procesal penal, sino que también cumple funciones constitucionales.

No obstante, corresponde analizar el rol del Ministerio Público en la forma como ha sido
prevista en el artículo IV del Título Preliminar del nuevo CPP. En concordancia con lo que
establece la Constitución, el nuevo Código atribuye, en exclusiva, al Ministerio Público la
titularidad de la acción penal, lo cual quiere decir que el Ministerio Público actúa de acuerdo al
principio de legalidad, es decir, que no se rige por criterios de oportunidad al momento de
ejercitar la acción penal389

De ahí que el Código señale que el Ministerio Público «debe actuar con objetividad», con lo cual
queda fuera de lugar la promoción de la acción penal por motivos subjetivos o de conveniencia
particular. Pero, además, se le atribuye una función importante de control frente a los «actos de
investigación» que realiza la Policía, con lo cual asume una responsabilidad determinante de
controlar los excesos, siempre latentes, de los actos que la Policía lleva a cabo, que , por lo
demás, como establece la Constitución en su artículo 166°, deben estar relacionados con la
finalidad fundamental de garantizar, mantener y restablecer el orden interno, y con la prevención
y lucha contra la delincuencia.

Otro aspecto sobre el cual debemos llamar la atención es en lo que se refiere a la posición del
Ministerio Público frente a la Policía Nacional. En este sentido, es claro que la Constitución y el
nuevo CPP han asignado al Ministerio el rol del conductor de la investigación preparatoria, para
lo cual puede solicitar el apoyo de la Policía Nacional. Esta posición es sumamente importante,
por cuanto permite delimitar claramente cuál es el papel de la Policía Nacional frente al
Ministerio Público, lo cual puede contribuir positivamente a desterrar la inconstitucionalidad
práctica de los atestados policiales de tipificar el delito, pronunciarse sobre la culpabilidad o
inocencia de una persona.

Por ello, debe quedar claro, que la relación entre ambas instituciones es la de conductor de la
investigación preparatoria y colaborador de ella, respectivamente, lo cual no excluye que el actuar
de ambas instituciones debe realizarse de acuerdo al principio de mutua colaboración390.

Finalmente, también es de relevancia que el artículo IV del Título Preliminar, en su párrafo final,
haya definido la naturaleza de las funciones del Ministerio Público, al señalar que los actos que
realiza tanto él como la Policía Nacional no tienen carácter jurisdiccional.

Es que, como se señala en la doctrina, el Ministerio Público es una institución distinta del Poder
Judicial, puesto que no posee funciones jurisdiccionales, «no es un Poder Judicial; no ejerce
jurisdicción (no es un órgano revestido de la potestad de resolver disputas

389 MONTERO AROCA, Juan y otros. Derecho Jurisdiccional I. Parte General. Valencia:
Triant Lo Blanch, 9.ª edición, 2000. p. 63 390 AZABACHE, César. Introducción al
procedimiento penal. Lima: Palestra Editores, 2003, p. 153.
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aplicando el Derecho en un procedimiento cont radictorio entre partes, dictando una decisión
tendencialmente irrevocable)»391.

2.5. Rol del Poder Judicial

«ARTÍCULO V. Competencia Judicial.- 1 Corresponde al órgano


jurisdiccional a la dirección de la etapa intermedia y, especialmente, del
juzgamiento, así como expedir las sentencias y demás resoluciones previstas
en la ley.
2. Nadie puede ser sometido a pena o medida de seguridad sino por resolución
del órgano jurisdiccional determinado por la ley».

Desde que en los inicios de constitucionalismo se formuló el principio de división de poderes


como mecanismos de garantizar la independencia de los tres poderes clásicos del Estado, tal
principio ha sufrido, en la actualidad, una trasformación que ha llevado al tránsito de su rigidez
a uno de mayor flexibilidad. Prueba de ello es que en el actual Estado constitucional
democrático, el Poder Ejecutivo d esarrolla una función legiferante bastante importante, con lo
cual la función legislativa ha dejado de ser privativa del Parlamento.

Del mismo modo, las funciones del Poder Ejecutivo se han ido trasladando a otras entidades y
organismos a través de mecanismos de descentralización, que convierte al Ejecutivo ya no en el
Poder único y exclusivo encargado de llevar a cabo las políticas de gobierno en los distintos
ámbitos del Estado.

Lo mismo no ha sucedido, sin embargo, con el Poder Judicial, que desde sus orígenes y hasta la
actualidad ha conservado, para sí, privativamente, la potestad de administrar justicia. Esto es, el
Estado reserva al Poder Judicial la potestad de decir, decidir y declarar el derecho a aplicar en un
conflicto entre particulares o entr e ellos y el Estado. Esta potestad exclusiva se manifiesta, aún
más claramente, cuando se encarga al Poder Judicial de ejercer el ius puniendi del Estado, es decir,
la facultad de sancionar las infracciones y las afectaciones de bienes jurídicamente protegidos.

De ahí que nuestra Constitución, en su artículo 139° -19 prohíba el ejercicio de la función
jurisdiccional por quien no ha sido nombrado en la forma prevista por la Constitución y las
leyes.
En esa línea de pensamiento, la Constitución de 1993 (artículo 138°) dispone que la
«potestad de administrar justicia emana del pueblo y se ejerce por el Poder Judicial a través de
sus órganos jerárquicos con arreglo a la Constitución y a las leyes […]»392. Sobre esta disposición
constitucional se plantea dos problemas sobre los cuales debemos llamar

391 BALAGUER CALLEJÓN, Francisco (coordinador). Derecho constitucional. Vol. II…, op, cit.

P. 448; De Llera Suárez-Bárcena, Emilio. El modelo constitucional de investigación penal.


Valencia: tirant lo blanch, 2001, p. 123.
392 LÓPEZ GUERRA, Luis. El Poder Judicial en el Estado constitucional. Lima: Palestra Editores,
2001. p. 22.
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la atención: la legitimidad del Poder Judicial y la exclusividad que la Constitución reconoce, al


Poder Judicial, para el ejercicio de esa potestad.

Con respecto al primer punto cabe señalar, como regla, que en nuestro ordenamiento, la
legitimidad de los jueces, en general, no proviene de la elección por voluntad popular. Pero
entonces cabe indagar de dónde le viene esa legitimidad. El mismo artículo 88° nos ofrece una
primera aproximación a su respuesta.

En efecto, si bien la legitimidad de los jueces, en nuestro ordenamiento, no proviene de un


sufragio universal o de una elección popular, sí cabe afirmar que es una legitimidad indirecta, es
decir, en su vinculación a la Constitución, es una norma jurídico-política.

Por otro lado, la Constitución (artículo 139°-1) reconoce la unidad y exclusividad de la función
jurisdiccional, estableciendo, a su vez, la prohibición de establecer jurisdicciones independientes
del Poder Judicial, a excepción de la justicia militar y la arbitral.

En este mismo sentido, el artículo V del Título Preliminar del CPP ha reservado para el Poder
Judicial dos fases, a nuestro entender determinantes, del proceso penal: 1) la dirección de la
etapa intermedia del proceso penal, es decir, de aquella en la que el juzgador va a decidir si
existe mérito suficiente para que se pase a la etapa del juzgamiento; y 2) la etapa de juzgamiento
propiamente.

Cabe señalar que ambas etapas del proceso penal, el juez debe actuar dentro del marco que
establecen no sólo las disposiciones del nuevo CPP, sino también en observancia del principio
de independencia judicial (artículo 139°-2 de la Constitución) y de fuerza normativa de la
Constitución, es decir, que las actuaciones de los jueces no sólo tienen que ser legales, sino que,
especialmente en lo que se refiere a sus facultades (dictar sentencias, medidas cautelares, etc.),
constitucionales, esto es, observando los principios y valores superiores que la Constitución
reconoce, así como el respeto de los derechos
fundamentales. Ello, por cuanto los jueces, como es obvio, también están sometidos a la
Constitución393.

2.6. Principio de legalidad de las medidas limitativas de derechos

«ARTÍCULO VI. Legalidad de las medidas limitativas de derechos.- Las


medidas que limitan derechos fundamentales, salvo las excepciones previstas
en la Constitución, sólo podrán dictarse por la autoridad judicial, en el modo,
forma y con las garantías previstas por la Ley. Se impondrán mediante
resolución motivada, a instancia de la parte procesal legitimada. La orden
judicial debe sustentarse en suficientes elementos de convicción, en atención a la
naturaleza y finalidad de la medida y al derecho fundamental objeto de
limitación, así como respetar el principio de proporcionalidad».

393 DE OTTO, Ignacio. Estudios sobre el Poder Judicial. Madrid: centro de Publicaciones del
Ministerio de Justicia, 1989, p. 70.
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Los derechos fundamentales son derechos subjetivos de las personas, pero también instituciones
objetivas valorativas que informan todo el ordenamiento jurídico394. En tal sentido, no son
derechos absolutos, sino más bien relativos y, como tales, pueden ser restringidos.

Pero las restricciones o limitaciones de los derechos fundamentales no pueden dictarse por
cualquier autoridad ni bajo cualquier circunstancia, sino que se encargan a una autoridad
específica y bajo supuestos claramente establecidos que deben ser previstos en el ordenamiento
jurídico.

Pero además de ello, las limitaciones de los derechos fundamentales, especialmente dentro de un
proceso penal, dentro de la estricta observancia del procedimiento previsto para tal efecto y con
las garantías que se derivan tanto de la Constitución como de las leyes pertinentes. En nuestro
ordenamiento, como regla general, se ha encargado a la autoridad judicial la limitación de
derechos.

De otro lado, desde el punto de vista constitucional, el artículo VI del Titul o Preliminar del
nuevo CPP, ha recogido lo previsto por la Constitución en su artículo 139°-5, que exige la
motivación escrita de las resoluciones judiciales, a excepción de los decretos de mero trámite,
con mención expresa de la ley que se está aplicando y los fundamentos de hecho en que se
fundan.

Con esto se busca proteger el derecho de todas personas a la certeza judicial, es decir, el
derecho a que las sentencias y autos estén debidamente fundamentados o motivados; de modo
tal, que el texto de la resolución demuestre con claridad el razonamiento respecto al hecho que se
conoce como al derecho que se aplica. Se hallan exceptuadas del cumplimiento de esta regla,
como ya hemos señalado, las resoluciones de mero trámite, es decir, los derechos.

Otro aspecto relacionado con este artículo del nuevo CPP es la incorporación de los principios
de razonabilidad y proporcionalidad como parámetros a considerar cuando se trata de la
limitación de un derecho fundamental por una resolución judicial. Esto es especialmente
importante por cuanto, mediante la observación de este principio, se busca evitar que el juez
incurra en arbitrariedades cuando se trate de la limitación de un derecho fundamental, mediante
una resolución judicial, dentro del marco del proceso pena l. De esta manera, los principios de
razonabilidad y proporcionalidad, por los cuales los medios empleados deben ser legítimos y
proporcionales al fin perseguido395, se convierte en un parámetro importante a observar por los
jueces; con lo cual se busca prevenir la afectación arbitraria e ilegal de los derechos
fundamentales.

2.7. Ley Procesal Penal. Vigencia e interpretación

394 HÄBERLE, Meter. La Libertad fundamental en el Estado constitucional. Lima: MDC-Fondo


Editorial de la PUCP, 1997, pp. 163 y ss 395 Häberle, Meter. La libertad fundamental en el
Estado constitucional…, op.cit. p, 127.
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«ARTÍCULO VIII. Vigencia e interpretación de la Ley procesal penal.- 1. La


Ley procesal es de aplicación inmediata, incluso al proceso en trámite, y es al
tiempo de la actuación procesal. Sin embargo, continuarán rigiéndose por la
Ley anterior, los medios impugnatorios ya interpuestos, los actos procesales
con principio de ejecución y los plazos que hubieran empezado.
2. La Ley procesal referida a derechos individuales que sea más favorable al
imputado, expedida con posterioridad a la actuación procesal, se aplicará
retroactivamente, incluso para los actos ya concluidos, si fuera posible.
3. La Ley que coacte la libertad o el ejercicio de los derechos procesales de las
personas, así como la que limite un poder conferido a las partes o establezca
sanciones procesales, será interpretada restrictivamente. La interpretación
extensiva y la analogía quedan prohibidas mientras no favorezcan la libertad
del imputado o el ejercicio de sus derechos.
4. En caso de duda insalvable sobre la ley aplicable, debe ser lo más favorable
al reo».

Según lo establece el artículo 109° de la Constitución, “la ley es obligatoria desde el día
siguiente de su publicación en el diario oficial, salvo disposición contraria de la misma ley que
posterga su vigencia en todo o parte”. No obstante, el artículo VIII del Título Preliminar del
nuevo CPP ha establecido que la ley procesal penal anterior para los medios impugnatorios ya
interpuestos, los actos procesales con principio de ejecución y los plazos que ya hubieran
empezado a correr.

De otro lado, este artículo del Título Preliminar del CPP, siguiendo el artículo 103° de la
Constitución, el cual señala que «ninguna ley tiene fuerza ni efecto retroactivos, salvo en materia
penal, cuando favorece al reo», ha extendido también el principio de retroactividad de la ley
procesal penal al imputado, incluso cuando los actos a los que se pretende aplicar ya hayan
concluido, siempre que ello sea posible.

También se hace referencia al principio de interpretación restrictiva de los siguientes supuestos:


1) Aquellas disposiciones que restrinjan el derecho fundamental a la libertad o el ejercicio de los
derechos procesales de las personas. 2) Las disposiciones que limiten una facultad concedida a
las partes; y 3) Las que establezcan sanciones procesales. Del mismo modo, de conformidad con
el principio constitucional de inaplicabilidad por analogía de la ley penal y de las normas que
restringen derechos (artículo 139° -9 de la Constitución). No obstante, las excepciones a esa
regla vienen dadas por: 1) la permisión de la aplicación de una interpretación extensiva y de la
analogía incluso, cuando favorezcan la libertad del imputado o el ejercicio de sus derechos; y
2)en caso de duda sobre la ley procesal aplicable, se debe estar a la que más le favorezca.

2.8. Legitimidad de las Pruebas


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“ARTÍCULO VIII. Legitimidad de la prueba.- 1. Todo modo de prueba será


valorado sólo si ha sido obtenido e incorporado al proceso por un
procedimiento constitucionalmente legítimo.
2. Carecen de efecto legal las pruebas obtenidas, directa o indirectamente, con
violación del contenido esencial de los derechos fundamentales de la persona.
3. La inobservancia de cualquier regla de garantía constitucional establecida
a favor del procesado no podrá hacerse valer en su perjuicio.

La constitución ha establecido que carecen de valor las declaraciones obtenidas por la violencia,
quien la emplea incurre en responsabilidad, en el artículo 2-24-h. A partir de ellos se debe
entender que las pruebas dentro del proceso penal deben ser obtenidas en el marco de lo que
establece la Constitución, las leyes y el respeto a los derechos fundamentales.

De ahí que el artículo VIII del Título Preliminar del nuevo CPP haya establecido que el juez
debe valorar las pruebas sólo en la medida en que hayan sido obtenidas e incorporadas al
proceso penal, a través de los medios constitucionalmente legítimos. De lo contrario, las pruebas
que hayan sido obtenidas con la afectación del contenido esencial de los derechos fundamentales,
carecen de valor legal y, por tanto, no producen efecto jurídico alguno.

Sin embargo, se plantea el problema de las denominadas pruebas ilícitas. Es que, a tenor de lo
establecido por el artículo VIII, se proscribe absolutamente la posibilidad de que una prueba
obtenida ilícitamente, pueda surtir algún efecto legal en el proceso penal. Al respecto, es del
caso señalar que existen diferentes teorías al respecto.

Así, un sector de la doctrina entiende que las pruebas ilícitas y las que se deriven de aquellas, por
más que estas últimas sean lícitas, no deben surtir ningún efecto jurídico, por cuanto su obtención
ha sido de modo ilícito (teoría del fruto del árbol envenenado). Otra tesis contraria sostiene que
la prueba ilícita debe ser válida y eficaz, sin perjuicio de la sanción que se debe imponer a los
responsables de dicha obtenc ión, pues debe primar la verdad.

El nuevo CPP parece haber acogido la «teoría del fruto del árbol envenenado ( fruit of the
poisonous tree doctrine)», según la cual «el restarle mérito a la prueba ilegalmente obtenida afecta a
aquellas otras pruebas que, si bien son en sí mismas legales, están basadas en datos conseguidos
por aquella prueba ilegal, llegándose a concluir que tampoco esas pruebas legales pueden ser
admitidas»396.

No obstante, si bien se proscribe la valoración de los medios de prueba obtenidos al margen del
procedimiento constitucionalmente legítimo, debemos señalar que los derechos fundamentales
no son derechos absolutos y, en esa medida, el juzgador debería

396 PARRA QUINO, Jairo. «Pruebas ilícitas». En Ius et Veritas, N° 14, Lima, 1997, p. 40.
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valorar las pruebas ilícitamente obtenidas considerando el principio de razonabilidad y


proporcionalidad397.

2.9. Derecho de defensa

«ARTÍCULO IX. Derecho de Defensa.- 1. Toda persona tiene derecho


inviolable e irrestricto a que se le informe de sus derechos, a que se le
comunique de inmediato y detalladamente la imputación formulada en su
contra, y a ser asistida por un Abogado Defensor de su elección o, en su caso,
por un abogado de oficio, desde que es citada o detenida por la autoridad.
También tiene derecho a que se le conceda un tiempo razonable para que
prepare su defensa; a ejercer su autodefensa material; en plena igualdad; en la
actividad probatoria; y, en las condiciones previstas por la ley, a utilizar los
medios de prueba pertinentes. El ejercicio del derecho de defensa se extiende a
todo estado y grado del procedimiento, en la forma y oportunidad que la ley
señala.
2. Nadie puede ser obligado o inducido a declarar o a reconocer culpabilidad
contra sí mismo, contra su cónyuge, o sus parientes dentro del cuarto grado de
consanguinidad o segundo de afinidad.
3. El proceso penal garantiza, también, el ejercicio de los derechos de
información y de participación procesal a la persona agraviada o perjudicada
por el delito. La autoridad pública esta obligada a velar por su protección y a
brindarle un trato acorde con su condición».

El derecho de defensa se halla contenido en el inciso 14 del artículo 139° de la Constitución.


Sin embargo, debemos señalar que la defensa no es sólo un derecho, sino también un principio,
cuyo contenido es amplio.

Así, por ejemplo, desde el punto de vista constitucional, el derecho -principio a la defensa se
manifiesta en que: 1) ninguna persona puede ser privada del derecho de defensa en ningún
estado del proceso; 2) toda persona debe ser informada inmediatamente y por escrito de las
causas o razones que justifiquen la detención de la persona; 3) toda persona tiene el derecho de
comunicarse personalmente con un defensor de su elección y a ser asesorada por éste desde su
citación o detención; y 4) toda persona deber ser informada, inmediatamente y por escrito, de las
causas y razones que motivan su detención(artículo 139° -15 de la Constitución).

En tal sentido, el derecho de defensa consiste en el derecho que tiene toda persona de defenderse
de manera eficaz y oportuna durante todo el estado del proceso penal, e incluso en la
investigación fiscal prejurisdiccional, respecto a todo acto procesal ya sea que éste provenga de
la parte acusadora como del juez y que pueda, eventualmente, ocasionar algún menoscabo en sus
derechos, intereses o su situación jurídica.

397 BUSTAMANTE ALARCÓN, Reyrnaldo. «El problema de la prueba ilícita»: un caso de


conflicto de derechos. Una perspectiva constitucional procesal. En Themis, N° 43, Segunda
Época, Lima, 2001, p. 157.
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El derecho de defensa se traduce, también, en la prohibición de generar en el acusado una


situación de indefensión398. Este derecho comprende, a su vez, el derecho a ser oído, a la
asistencia de un letrado, ya sea éste elegido por el propio acusado o asignado obligatoriamente
por el Estado (defensor de oficio).

A este principio-derecho es el que hace referencia, ampliamente, el artículo IX del Título


Preliminar del nuevo CPP, en concordancia con las garantías que sobre la materia ha
incorporado la Constitución de 1993. Pero, además de ello, debemos referirnos a un derecho
fundamental: “A la no auto incriminación” que reconoce el párrafo final del mencionado
artículo.

Si bien como derecho fundamental no esta expresamente previsto en nuestro ordenamiento


constitucional, el derecho a la no auto incriminación está previsto en la Convención Americana
de Derechos Humanos (artículo 8 -2-g), el cual como sabemos forma parte del ordenamiento
jurídico399, según lo establece el artículo 55° de la Constitución.

2.10. Naturaleza de las normas del Título Preliminar

«ARTÍCULO X.- Prevalencia de las normas de este Título.- Las normas que
integran el presente Título prevalecen sobre cualquier otra disposición de este
Código. Serán utilizadas como fundamento de interpretación».

En general, las disposiciones que están contenidas en un título preliminar gozan de cierta
prevalencia frente a las demás. Es decir, son disposiciones, pero también principios que orientan
las demás disposiciones de las cuales forman parte. De ahí que podemos afirmar que son normas
rectoras no sólo por que orientan, sino también porque sirven como parámetros de interpretación.

En ese sentido, el nuevo CPP tiene el acierto de haber precisado la prevalencia de las
disposiciones del Título Preliminar, porque, como hemos visto, las disposiciones
constitucionales contenidas en el art ículo preliminar, antes que normas de carácter estrictamente
procesal, son de naturaleza constitucional. Ello justifica, por tanto la preeminencia de estas
normas, con lo cual, en caso de contradicción entre éstas y de las normas restantes, deben
aplicarse aquéllas.

III. A MODO DE CONCLUSIÓN

Luego de haber analizado, brevemente, las bases constitucionales del nuevo proceso penal, cabe
afirmar que los lineamientos esenciales para la reforma del proceso penal

398 GONZÁLEZ PÉREZ, Jesús. El derecho a la tutela jurisdiccional…, op. Cit. Pp. 196 y ss.
399 LANDA, César. Tribunal Constitucional y Estado democrático. Lima: Palestra Editores,
2da edición corregida y aumentada, 2003. pp. 783 y ss.
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peruano están dados. No obstante, seria bastante iluso pensar que el nuevo CPP solucionará
automáticamente los graves problemas que aún hoy, en un Estado democrático, están presentes
en el ámbito judicial.

Sin embargo, es ya un notable avance el hecho de que el nuevo Código Procesal Penal Peruano
se haya previsto a partir de los principios constitucionales que sustentan el Derecho el Procesal
Penal, y no a partir de una perspectiva estrictamente procesal. De ahí que sea necesario que el
proceso penal se realice siempre dentro del ámbito del marco establecido por la Constitución,
vale decir, dentro del respeto de los derechos fundamentales, y no sólo a través de las
disposiciones infraconstitucionales que regulan el proceso penal.

En tal sentido, el éxito o el fracaso de la implementación de este nuevo orden procesal penal
dependerá, en gran medida, de la prudente y adecuada aplicación judicial de los principios y
disposiciones constitucionales que el nuevo Código Procesal Penal ha previsto.

INTRODUCCIÓN GENERAL AL ESTUDIO DEL NUEVO C ÓDIGO


PROCESAL PENAL
(Apuntes Preliminares)

CESAR EUGENIO SAN MARTIN CASTRO

1. El nuevo Código Procesal Penal – NCPP-, promulgado mediante Decreto Legislativo


Nº 957, del 29 de julio del 2004, es la culminación de un amplio movimiento de reforma del
proceso penal iniciado con singular fuerza desde la década del setenta del
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siglo pasado, que representa, a su vez, la coronación de una idea sustantiva; el problema del
proceso penal peruano no podía empezar a resolverse, manteniendo los principios y la estructura
del viejo Código de 1940, sino configurando un nuevo modelo procesal penal. Producto de esa
idea fuerza fue, en su día, el Código Procesal Penal de 1991, luego el Proyecto de 1995 – ambos
intentos fallidos y, finalmente. El presente Código del 2004.

2. El NCPP también constituye un reto para los poderes públicos, particularmente para
los integrantes del sistema de justicia: Ministerio Público, Policía Nacional, en funciones del
Policía Judicial, Defensoría Pública y Poder Judicial. La implementación adecuada, debidamente
modulada por el Decreto Legislativo Nº 958 (que ordena, entre otras medidas que la Comisión
creada en efecto, apruebe el Plan General de Implementación del Código en los primeros meses
del año 2005), se erige en un factor clave de la transición y de ella dependerá sentar las bases
necesarias para su correcta aplicación. A mediano plazo también será un factor clave del nuevo
sistema procesal tanto su desarrollo reglamentario, a cargo fundamentalmente del Ministerio
Público, del Poder Judicial y del Ministerio del Interior, cuanto la configuración progresiva de
una jurisprudencia del Supremo Tribunal, sin perjuicio de la que corresponde al Tribunal
constitucional, que asuma los valores, principios y directivas del NCPP.

3. Cabe acotar, sin embargo, a modo de prevención, que, en primer lugar, la reforma del
proceso penal no sólo significa modificar o transformar la ley, al punto que como señala MAC
LEAN, este ámbito no representa propiamente ni el 10% de la reforma; y, en segundo lugar, que
más que presupuesto – siempre importante y necesario-, se requiere principalmente de recursos
humanos (jueces, fiscales y abogados) y de una gestión o gerencia idónea al sistema de
enjuiciamiento penal (es de recordar que todo código, y en especial el procesal, es antes que
nada un Programa que exige que se desarrolle con gerencia consistentemente en el tiempo).

4. Por otro lado, como demuestra la experiencia comparada, un sistema acusatorio penal
–con todas las matizaciones y adaptaciones que es del caso tener presente-, en comparación con
un sistema mixto tendencialmente inquisitivo y limitadamente contradictorio- como el nuestro-,
reduce los tiempos del proceso, aunque en este ámbito la prevención que se ha de asumir está en
la configuración y funcionamiento de los modelos organizacionales y prácticas institucionales
que se pongan en ejecución.
Sin embargo, en términos de eficacia, el reto central estaba en elevar el número de casos
juzgados y en mejorar sensiblemente la calidad del juzgamiento. Esto último tiene que ver, como
se sabe, en primer lugar, con la formación universitaria del abogado y el sistema de
nombramientos judiciales; en segundo lugar, con la fortaleza y organización del Ministerio Público
Nacional –este requisito, a final de cuentas, será central en la lucha contra la tranquilidad-; y, en
tercer lugar, con la ordenación, calidad y cantidad de los defensores de oficio.
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5. El NCPP, es del caso anotarlo, no sólo representa una expresión del movimiento
reformista nacional, también es parte, aunque tardía, de la reforma procesal penal en América
Latina, cuyo punto de partida más consistente fue el Proyecto de Código Procesal Penal Tipo
para Ibero América de 1978, cuyas normas inspiraron en lo sustancial, los Códigos en
Centroamérica, Chile y, recientemente, Colombia.

En esa perspectiva, sí es del caso citar algunas fuentes del NCPP, podemos mencionar,
en el continente americano, al indicado Proyecto Tipo de 1978 y, con mayor fuerza, al Código
Costarricense de 1996 y al Chileno del 2000, aunque sin desconocer algunas normas de la
legislación procesal penal colombiana. En el continente europeo, tal vez con más énfasis que los
anteriores, son de mencionar la OPP Alemana reformada de 1987 y, sobre todo, el código de
Procedimiento Penal de Italia de 1988.

II

1. El Código Procesal Penal del 2004 pretende ser una norma integral, que abarca el
conjunto de instituciones procesales penales, lo que en todo caso es una reacción de un lado, a la
parquedad y notoria insuficiencia del Código de 1940; y, de otro, a la proliferación de normas
complementarias que en busca cuenta restaban coherencia y uniformidad al Ordenamiento
Procesal Penal. Así, consta de un Título Preliminar, en el que se ha seguido el esquema
colombiano –aunque ya es una constante en nuestra reciente tradición legislativa procesal, como
es el caso del Código Procesal Civil de 1992 y del novísimo Código Procesal Constitucional del
2004-, y se ha incorporado un conjunto de principios esenciales del proceso penal. Luego,
contienen seis libros, destinados a las disposiciones generales, a la actividad procesal, al proceso
común, a la impugnación, a los procesos especiales, a la ejecución y las costas, y a la cooperación
judicial internacional.

2. En cuanto al Título Preliminar –TP-, es de destacar, en primer lugar, el Artículo X que


estatuye que sus disposiciones prevalecen sobre las demás normas del Código. Ello significa que
dichas disposiciones tienen un nivel de desarrollo constitucional y por ende se integran al texto
fundamental; e, igualmente, constituyen fundamentalmente para la interpretación de todas las
normas del Código, lo que importa privilegiar el criterio finalista o teleológico en la
interpretación de las normas procesales penales y, básicamente, que su resultado siempre se
amolde a los principios, directiva y normas constituciones, tal como ha venido insistiendo el
Tribunal Constitucional en su reciente jurisprudencia (vid.: por todas, STC Nº 1230-2002-HC/
TC, del 20.6.2002, Asunto Tineo Cabrera).

3. Las demás normas importan, como ya se ha dicho, desarrollos razonables de la


constitución en materia de principios y garantías procesales. Así tenemos:
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1. Bajo una lógica marcadamente acusatoria se reconoce el papel investigador y


acusador del Ministerio Público, y su condición de titular de la etapa de
investigación preparatoria (vid.: art. IV del TP del NCPP). De ello se desprende
que es el Fiscal quien finalmente plantea los casos penales ante el órgano
jurisdiccional, es él quien organiza la persecución penal, recolecta la prueba y
decide qué persona debe ser llevada ante los tribunales bajo la atribución de la
comisión de un delito.

Gossel formula dos afirmaciones al respecto, que muy bien se extienden al nuevo
proceso penal nacional: (i) La facultad de decisión relativa a la acusación o al
sobreseimiento (vid.: art. 344º.1 del NCPP) que se confiere al Ministerio Público,
constituye una prerrogativa lógico -jurídica que lo obliga a la averiguación del
hecho; y, (ii) Todo el procedimiento de investigación, desde que surge la primera
sospecha hasta que se resuelve sobre la interposición de la acusación o la
propuesta de sobreseimiento, está conferido al Ministerio Público, a quien se ha
calificado como “señor del procedimiento preliminar de investigación” (vid.:
art.61º.2 y 65º del NCPP).

A partir de lo que estatuye el art. 159º .4 de la constitución, recogido plenamente


por el NCPP, se entiende, como expuso Moreno Catena, que la investigación de
los delitos no es función propia de lo jueces; no es una actividad contenida en el
ejercicio de la potestad jurisdiccional, del juicio y de la ejecución; tampoco es
posible sostener que se trate de una actividad realizada en garantía e derecho
alguno. Esta posición activa, a su vez, como es conocido por todos, permite al
Juez concentrarse en lo que le corresponde con exclusividad: juzgar y hacer
ejecutar lo juzgado, y por tanto garantiza su imparcialidad (son particularmente
significativos tres fallos del TEDH: Piersack, del 26.10.1984; De Cuber, del
25.6.2002; y, Perote Pellón, del 17.6.2003).

En cuanto a ese requisito es particularmente importante, como lo ha consagrado


el TEDH, apuntar lo siguiente: “…la imparcialidad se define ordinariamente por
la ausencia de prejuicios o parcialidades, su existencia puede ser apreciada, (..),
de diversas maneras. Se puede distinguir así entre un aspecto subjetivo, que trata
de averiguar la convicción personal de un juez determinado en un caso concreto,
y un aspecto objetivo que se refiere a si éste ofrece las garantías suficientes para
excluir cualquier duda razonable al respecto” (STEDH del 1.10.1979, Asunto
Piersack vs. Bélgica.

2. Se afirma radicalmente la intervención del juez en todo supuesto que implique


dictar medidas limitativas de derechos: medidas instrumentales restrictivas de
derechos y medidas provisionales – algo más, por cierto, que las medidas con
función cautelar-, a cuyo efecto se opta por dos principios esenciales:
INTERVENCION INDICIARIA “…suficientes elementos de convicción, en
atención a la naturaleza y finalidad de la medida y al derecho
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fundamental objeto de limitación”;y, PROPORCIONALIDAD: principio de


rogación, motivación judicial, previsión legal, necesidad, adecuación y estricta
proporcionalidad (vid.: art. VI del TP del NCPP):

El principio de proporcionalidad, por ejemplo, según la doctrina consolidada del


Tribunal Europeo de Derechos Humanos, expuesta por GIMENO SENDRA,
tiene cuatro notas esenciales. Así: i) toda resolución que limite o restrinja el
ejercicio de un derecho fundamental de estar motivada; ii) las medidas
limitadoras habrán de ser necesarias para conseguir el fin perseguido por el acto
de investigación, el cual habrá de estar constitucionalmente protegido; iii) ha de
existir una adecuación o congruencia entre la medida prevista o aplicada y la
procuración de dicho bien constitucionalmente relevante; y, iv) la finalidad
perseguida por el acto instructorio y lesivo del derecho fundamental no ha de
poder alcanzarse, sino mediante dicho acto y no con otro igualmente eficaz, pero
no restrictivo del derecho fundamental o no debe poderse comprobar ex post que
el mismo objetivo hubiera podido alcanzarse con un medio menos restrictivo.

3. Se desarrolla, a partir de la jurisprudencia del Supremo Tribunal ( Ej, Sup. Del


.2.8.1999, Exp. Nº227-99 / Lima), el concepto de presunción de inocencia,
reconociendo todos sus elementos constitutivos, en especial la exigencia de una
suficiente actividad probatoria de cargo, obtenida y actuada con las debidas
garantías procesales, para la expedición de una condena (vid.: art. II TP NCPP).
Tal como ha sido reconocido por el nievo Código , y conforme resume PEDRAZ
PENALVA, la presunción de inocencia despliega sus efecto en un triple orden:
a) al fijar el objeto sobre el que habrá de recaer la actividad probatoria para que
pueda ser considerada de cargo; b) en la determinación de cuáles son las
“pruebas” válidas para desvirtuar la: licitud y regularidad; y , c) y como “regla de
juicio”, gravando del acusado conforme a los postulados que de ella se deriven.

Una regla específica derivada de la presunción de inocencia es que, la prueba


indiciaria no se opone a esta institución, la misma que ha sido cuidadosamente
regulada en sus presupuestos en el art. 158º.3 NCPP (por lo demás, las STEDH
recaídas en los Asuntos Pham Hoang vs. Francia del 25.9.1992. 33; y Telfner vs.
Austria, del 20.3.2001, 5, han declarado que esa prueba no se opone al respeto a la
presunción de inocencia). Por lo demás, el control de la presunción de inocencia
que corresponde realizar al máximo Tribunal de Justicia en orden a la actuación
de los Tribunales de Instancia – primera y segunda- exige, en primer lugar, el
juicio propiamente sobre la existencia de la prueba; en primer lugar, el juicio
propiamente sobre la existencia de la prueba, en segundo lugar, el juicio sobre la
motivación de la prueba.
Instituto de Ciencia Procesal Penal

Es de rigor puntualizar que, en este ámbito, debe distinguirse cuidadosamente- lo


que es particularmente cierto en los delitos contra el honor donde está en juego la
libertad de expresión, específicamente la libertad de opinión y el derecho de dar
a conocer ideas- entre hechos y juicios de valor, pues la realidad de los primeros
puede probarse – aquí recae la fuerza de esta garantía-, los segundos no son
susceptibles de prueba, sino que están sujetos a los principios de
proporcionalidad, pertinencia y suficiencia (Stedh 8.7.1986, Asunto Lingens vs.
Austria, 40 y 46).

El tribunal Europeo de Derechos Humanos, en el Asunto Barberá, Messegué y


Jabardo vs. España 77, estipuló que el principio de presunción de inocencia
exige, entre otras cosas (véase su carácter abierto e inclusivo) que los miembros
del Tribunal, en el desempeño de sus funciones, no partan de la idea
preconcebida de que el acusado ha cometido el acto imputado, además, que la
carga de la prueba recae sobre la acusación y la duda beneficia al acusado, que a
la acusación le incumbe informar al interesado de los cargos que se le imputan, y
presentar las pruebas siguientes para fundamentar una declaración de
culpabilidad.

En esta misma línea se prohíbe que la autoridad pública presente a una persona
como culpable o que brinde información en tal sentido. El Código tuvo en cuenta
la emblemática sentencia del TEDH del 10.2.1995, recaída en el Asunto Allenet
de Ribemont vs. Francia, 41, que estableció que si altos funcionarios – policiales
en este caso- designan directamente a una persona como un participante en un
delito constituye “… evidentemente una declaración de culpabilidad que, por una
parte, incita al público a creer en éstas y, de otra, prejuzga la apreciación de los
hechos por los jueces competentes”.
4. Se asume el principio de interdicción, de la persecución penal múltiple o ne bis in
idem procesal- que no se persiga o juzgue dos veces por un mismo delito – (vid.:
art. II TP NCPP), en cuya virtud una persona no puede ser juzgada dos veces por
un mismo o único hecho: si las figuras penales o la infracción administrativa y el
tipo penal no difieren en sus elementos esenciales, como dice el TEDH en el
asunto Oliveira vs. Suiza (vid.: ASTEDH del 30.6.20052, asunto W.F.C. vs.
Austria, 26). A este respecto tiene dicho la CIDH, en el asunto Loayza Tamayo
vs. Perú, que si una autoridad jurisdiccional –militar u ordinaria- se pronuncia
sobre los hechos objeto de la acusación, valorando los elementos probatorios de
la acusación, valorando los elementos probatorios del comportamiento atribuido,
no es posible que esos mismos hechos, bajo otra perspectiva jurídica, sean de
conocimiento por la autoridad jurisdiccional (vid.: SCIHDH, del 17.9.1997).
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5. También se complementa adecuadamente el derecho de defensa introduciendo,


amén de derecho a la asistencia letrada, no sólo el derecho del imputado a
guardar silencio (vid.: art. IX TP NCPP). Es claro, como anotan
MOOREILLON Y DE COURTEN, que el derecho de callarse que tiene el
imputado, no significa sin embargo que tiene el derecho a rechazar el participar
en algunas operaciones de la investigación.

6. Asimismo, reconoce expresamente que el derecho al plazo razonable, siendo a


este respecto definitivas las sentencias del Tribun al constitucional, de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (vid.: SSCIDH del 29.1.1997, Asunto
Genie Lacayo, 7; y, del 132.11.1997, Asunto Suárez Rosero, 72) y, en especial,
del Tribunal Europeo de Derechos, cuyas premisas aceptó íntegramente muestra
Corte Regional (vid.: STEDH 7.7.1989, Asunto Unión Alimentaria Sanders. SA:
complejidad de la causa, comportamiento del agente en el curso del
procedimiento y actitud del órgano judicial)-También reconoce el derecho a la
igualdad de armas (vid.: art. I TP NCPP)- que, como señala el TEDH en el
Asunto F.R. vs. Suiza, “…requiere que a cada parte se le ofrezca una oportunidad
razonable de presentar su causa en condiciones que no le coloquen en una
desventaja importante respecto a su adversario”.

El problema que resta por aclarar son las consecuencias de una dilación indebida
en la situación jurídica del acusado. Lo primero que ha de mencionarse es que la
alegación acerca de la carga procesal y de la amplitud de la competencia de los
tribunales no son aceptables, en tanto el Estado, por disposición constitucional y
convencional –CADH- asumió la obligación de organizar su sistema judicial a fin
de garantizar el respeto del derecho a un proceso sin dilaciones indebida (Así, por
ejemplo tiene declarado las SSTEDH de 24.4.1998, recaída en el Asunto
Mavronochis; y, del 29.9.1999, recaída en el Asunto Djaid. 31). Otro punto
relevante que ha de desarrollarse legal y jurisprudencialmente será el efecto de
una dilación indebida sobre el imputado; al respecto, el TEDH, aprobando al
parecer del Tribunal Supremo Alemán, ha considerado adecuada la
compensación traducida en una atenuación proporcionada de la pena (vid.:
STEDH, del 15.7.1982, Asunto Eckler).

7. Finalmente, incorpora solemnemente la interdicción de la prueba prohibida, en


cuya virtud las pruebas obtenidas, directa –prueba originaria- o indirectamente –
prueba derivada o fruto del árbol envenenado- con violación del contenido
esencial de los fundamentales de la persona carecen de efecto legal (vid.: art. VIII
TP NCPP), esto es, se opta por la tesis de la inutilización de pruebas
inconstitucionales.

Cabe señalar que este tema de la prueba prohibida, que está teniendo un
desarrollo muy vertiginoso, no sin contradicciones, se ha vuelto a plantear
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en el Perú con el reciente anteproyecto de reforma parcial de la Constitución de


octubre del 2004, al afiliarse a la tesis intermedia de la “ponderación de intereses
en conflicto” de fuente anglosajona, cuyo texto dice: “25. Un debido proceso.
Como manifestaciones de éste, enunciativamente tiene aquél obtenido violándose
un derecho fundamental, salvo que, a criterio del juzgador, el derecho discutido
tenga tanto o más trascendencia que el derecho violado a: f) Que no sea
admitido como medio de prueba en su contra, aquél obtenido violándose un
derecho fundamental, salvo que, a criterio del juzgador, el derecho discutido
tenga tanto o más trascendencia que el derecho violado”.

III

1. Es, de particular interés, en este muy breve estudio introductorio del nuevo Código,
concentrarse en los principios más relevantes del proceso penal. Por tanto, considero atinado
analizar siguiendo a CORTES DOMINGUEZ , de un lado, los principios relativos a la
estructura del proceso penal ¿consustanciales a la idea del proceso?, que dimanan del derecho
fundamental al debido proceso, como son los de contradicción y de igualdad de armas; y, de otro
lado, el principio, típicamente procesal penal, referido al objeto procesal (precisa a qué sujetos
les corresponde la pretensión procesal y cuál será el grado de vinculación respecto de ella que
deba someterse el juez), como es el acusatorio.

2. El principio de contradicción, como enseña DE LA OLIVA, implica por esencia la


dualidad de sujetos procesales en posturas opuestas y la situación primordialmente expectante
del Juez. Como tal, es múltiple y se expresa en tres niveles. En primer lugar, está el derecho de
acceso al proceso: las partes., incluso la víctima, tienen libre acceso al proceso y, por tanto, la
posibilidad de ejercitar sus derechos de acción y de defensa, así como de acceder a todas las
etapas del procedimiento (vid.: arts. I.3 TP y 95 | NCPP). El nuevo Código no crea obstáculos al
desenvolvimiento de las partes.

En segundo lugar, está el derecho a la adquisición del status de parte, la legitimación está
en función a la imputación, a la intimación (precisión de cargos, pruebas en su contra y ley penal
aplicable), y a la debida notificación o emplazamiento a todas las partes, lo que permite el
ejercicio de todos sus derechos (Es de destacar, al respecto, la doctrina sentada por el TEDH
sobre este principio. Así, en la STEDH del 20.2.21996, recaída en el Asunto Lobo Machado vs.
Portugal, estipuló que el derecho a un proceso contradictorio implica para las partes la facultad
de tener conocimiento de toda pieza u observación presentada al Juez que tenga la posibilidad
de influir en la decisión del Tribunal de discutirla). La garantía de esta condición de parte se
extrema al máximo, para lo cual, en sede de investigación preparatoria, el afectado – a quien se
le reconoce el derecho al silencio y a la no auto incriminación- puede ejercer acción de tutela ante
el juez (muy vinculado a los plazos procesales y a la afectación de los derechos de las partes: vid.:
arts. 71°.4, 343° y 375° NCPP).
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En tercer lugar, está el derecho a la última palabra, que en el NCPP se ha reforzado al


permitir la autodefensa y, esencialmente, al garantizar un tiempo de reflexión al tribunal para
valorarla (vid.: arts. 391° y 392° NCPP).

3. El principio de igualdad de armas es fundamental para la efectividad de la


contradicción. Como tal requiere que se reconozca a las partes los mismos medios de ataque y de
defensa, esto es, idénticas posibilidades y cargas de alegación, prueba e impugnación (La
STEDH del 13.10.1996. recaída en el Asunto Ankerl vs. Suiza, señaló que este principio
requiere que a cada parte se le ofrezca una oportunidad razonable de presentar su causa en
condiciones que no lo coloquen en una desventaja importante con respecto a su adversario; y, en
la STEDH del 20 .2.1996, recaída en el Asunto Verneulen vs. Bélgica, precisó que todas las
partes tiene el derecho a conocer y pronunciarse sobre todas las pruebas u observaciones
presentadas). El nuevo Código descarta todo tipo de privilegios tanto en materia de ofrecimiento
y actuación de pruebas, como de impugnación: el interrogatorio cruzado es directo, el
ofrecimiento probatorio es común a las partes acusadoras y a las partes acusadas. Ello, como se
sabe, no se opone a las restricciones del sumario en materia de reserva y secreto ( SSTEDH de
10.12.1986 , Asunto Axen, y del 22.2.1984, Asunto Sutter), a la posibilidad de dictar medidas
instrumentales restrictivas de derechos – informada por dos principios constitucionales
esenciales: intervención indiciaria y proporcionalidad: vid.: art.203 NCPP-, ya a la imposición
de algunas restricciones en orden a la actuación de los actos de investigación, cuya razonabilidad
está dada por su muy relativo nivel de prueba. Un eje importantísimo es la obligatoriedad de la
asistencia letrada en todo acto que importe ejercicio del derecho de defensa material y probables
actos de disposición por parte del imputado (vid.: art. 86°.2 NCPP).

4. El principio acusatorio, concibe, al decir del Profesor DE LA OLIVA, como un


criterio configurador del proceso penal, según el cual se necesita de una acusación – la
imputación a una o varias personas concretas de unos determinados hechos- para el inicio del
juicio oral y para una sentencia de condena-. Siendo así, en rigor, informa el objeto del proceso
penal (desde luego, sólo lo hace con el objeto penal, pues el objeto civil – reparación civil- está
informado por el principio dispositivo. Recuérdese que en nuestro proceso continúa la tradición
de acumular obligatoriamente ambas pretensiones e incluso, otorga al fiscal legitimación sobre la
misma, positivizada entraña del principio, al decir de GIMENO SENDRA. son:

A. Desdoblamiento de la función instructora y decisoria, que es una garantía de


imparcialidad. El Fiscal instruye – además, funcionalmente, es el director
jurídico funcional de la Policía Nacional en funciones de Policía Judicial (vid.:
arts. 159°.4 Const.) y el Juez decide, concentrado en el propio, ente
jurisdiccional. Aquí funciona la idea – fuerza que el Juez que controla la
investigación preparatoria (tres son los ámbitos específicos del control
jurisdiccional, circunscritos – entre otros-: a) al derecho de defensa: vid.: art.
71°.4 NCPP; b) a las solicitudes de diligencias de investigación desestimadas:
vid.: art. 375°.5 NCPP; y, c) al control del
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plazo de la Investigación Preparatoria: vid.: art. 343° NCPP) no interviene en el


enjuiciamiento, y que el Juez del Juicio no interviene en la recopilación de
evidencias ni en su calificación de suficiencia en la fase intermedia (vid.: arts.
28°y 29° NCPP). Se asumió, al respecto, la doctrina del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos (STEDH del 28.10.1998, recaída en el Asunto Algarus vs.
España, en cuya virtud “…Todo acto que evidencia una convicción anticipada
sobre la participación del imputado en el hecho punible” impide la
intervención del Juez.

B. Distribución de las funciones de acusación y de decisión. No existe


procesamiento sin imputación fiscal (no hay procesamiento judicial de oficio),
no existe juicio sin acusación fiscal. La introducción de prueba de oficio se
admite limitadamente (sólo es de aceptarse la denominada “prueba
complementaria”, destinada a contrastar o verificar otras pruebas ya aportadas
por raspares, distinguiendo entre la prueba de la existencia de los hechos y la
comprobación de si la prueba sobre ellos es o no fiable), al igual que se
reconoce al Tribunal una disminuida intervención en el interrogatorio de ,los
órganos de pruebas en el a acto oral (estrictos fines de aclaración de lo
expuesto por aquellos, no de lograr nuevos datos). Esto último, en buena
cuenta, está vinculado a otro principio, reflejo de la naturaleza y características
del Derecho Penal, y cuya discusión se centra en el par dialéctico: “aportación
de parte vs. Investigación oficial”; la búsqueda de la verdad – como anota
BUJOSA VADELL –justifica, en todo caso, la iniciativa probatoria de oficio, lo
que se expresa, por ejemplo, en los arts. 244°.2 de la OPP Alemana, 81° del
CPP Francés y 340°.1 del CPP Portugués. Al respecto, es claro que las partes
inician y delimitan el objeto del proceso en el juicio oral preparatorio con la
nula intervención judicial-, y fundamentalmente introducen los medios
probatorios, pero esto último se matiza con el poder de “prueba
complementaria” (vid.: Arts. 155°.3, y 385°, 1 y 2 NCPP), A tono con Barberá,
Messegue y Tabardo vs. España), así como con los poderes oficiales de
ordenación del material probatorio y de revisión libre de la prueba instrumental.

Pese a ello, lo central del modelo estriba, en primer lugar, en que la prueba es
aportada esencialmente por las partes; en segundo lugar, que el interrogatorio
de los ٕ órganos de prueba es de responsabilidad de las partes, de suerte
que al juez sólo se le cabe una intervención residual: aclaración de dichos o
conceptos y suplencia de omisiones o vacíos; en tercer lugar, que las partes
controlan la introducción de la prueba en el juicio; y en cuarto lugar, se
incorpora la conformidad con la acusación, idea que regula el juicio, al punto
que si ésta institución se produce concluye el debate.
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C. Congruencia. Se reconoce una absoluta vinculación fáctica del fallo a la


pretensión penal en cuanto al hecho penal. En lo atinente a la calificación
jurídica, es posible cierta desvinculación, pero sujeta a la homogeneidad del
bien jurídico vulnerado entre delito acusado u delito condenado.

Con tal propósito, a fin de resolver las exigencias formuladas por el Tribunal
Constitucional (vid.: STC 1330-2002-HC/ TC, del 9.7.2002 asunto Mori
Dávila), siguiendo el modelo germano, con respecto a lo contradictorio, se
incorpora el planteamiento de la tesis para variar la calificación jurídica de los
hechos – que lógicamente incluye tipicidad y las circunstancias modificativas de
la responsabilidad criminal- (vid.: arts. 374° y 409° NCPP). Esta regla de la
congruencia también opera en la impugnación con la incorporación de la
institución de la reformatio un peius (vid.: art. 39° NCPP).

§ 1. El Libro Primero está dedicado a la acción penal, a la acción civil, a la


jurisdicción y competencia, y a las partes procesales. Tal vez, los cambios más
resaltantes son los siguientes:

1. La ampliación de las bases de los criterios de oportunidad regla,


incluyendo, bajo el principio del consenso, el acuerdo reparatorio. Esta
nueva institución no toma en cuenta criterios de falta de merecimiento o
de falta de necesidad de pena- que por lo demás han sido ampliados en los
apartados anterior es siguiendo el modelo germano-, sólo exige la
aceptación de la víctima e imputado y la fijación de un monto por
concepto de reparación civil.

2. La autonominazación relativa de la acción civ il ex delito. La víctima puede


renunciar a la reparación civil, así como transigir. Por otro lado, la
reparación civil deberá imponerse, aún cuando medie sentencia
absolutoria o auto de sobreseimiento, siempre que tengan lugar los
criterios de imputación del Derecho civil. Se ha fijado un procedimiento
incidental para anular transferencias del imputado que violen el artículo
97° CP, que como se sabe sanciona con la nulidad todos aquellos
actos practicados o las obligaciones adquiridas con
posterioridad al hecho punible, en cuanto disminuya el patrimonio del
condenado y lo hagan insuficiente para la reparación.

3. En materia de competencia es de resaltar, en primer lugar, la creación de


la figura del Juez de la Investigación Preparatoria, destinado a controlar la
legalidad de la investigación preparatoria y a dictar las medidas limitativas
de derechos, así como dirigir la etapa intermedia y la ejecución de la
sentencia. En segundo lugar, la institucionalización del Juez Penal,
unipersonal y colegiado, para el
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conocimiento del juicio oral. En tercer lugar, la definición de las Salas


Penales Superiores como Tribunales de Apelación. Y, en cuarto lugar, la
configuración de la Sala Penal de la Corte Suprema como Tribunal de
Casación y órgano creador de la doctrina legal o jurisprudencial.

§ 2. El nuevo Código asume con toda ortodoxia la función especifica de la


jurisdicción penal, que como apunta GIMENO SENDRA está vinculada a la
actuación del ius puniendi y a la protección del derecho a la libertad del inocente
– que es parte integrante de la más amplia función de control normativo o de
vigencia de la legalidad con respecto a las particulares-. Esta función no sólo se
expresa en decir el derecho a través de una sentencia en el marco de un proceso,
sino también en su intervención en garantía de los derechos fundamentales: la
restricción o la injerencia en los derechos fundamentales a propósito de la posible
aplicación del derecho penal y de la investigación demanda, siempre, la
intervención judicial.

Desde esta perspectiva el juez interviene a través de seis funciones:

(1) Función de garantía, en el ámbito de la Investigación Preparatoria, que se


expresa en la función de tutela (lesiones al derecho de los sujetos
procesales), de incorporación de las partes, y de imposición de
medidas de
protección.
(2) Función de coerción, que se concreta en la imposición de medidas
provisionales e instrumentales restrictivas de derechos.
(3) Función de instrumentación o documentación, que se manifiesta
esencialmente en la anticipación probatoria.
(4) Función ordenatoria, que se traduce en la resolución del conflicto.
(5) Función de decisión, que se traduce en la resolución del conflicto.
(6) Función de ejecutoriedad, que importa la ejecución de lo juzgado

§ 3. En lo atinente a las partes procesales destaca, sin duda las personas jurídicas
como partes acusadas pasivas, en tanto pueden ser pasibles de las medidas
previstas en los artículos 104° y 105° del CP. Aquí radica una de las novedades
más singulares del nuevo Código, cuya incorporación cumplida la respuesta al reto
que planteó el Código Penal al prever las medidas contra las personas jurídicas,
obviando el procedimiento que ha de seguirse para imponerlas con pleno respeto
del contradictorio y, en general, del derecho de defensa.

V
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§ 1. El libro Segundo está dedicado a la actividad procesal, que aborda las


actuaciones procesales (plazos procesales, formación del expediente,
disposiciones fiscales y resoluciones judiciales), las pruebas y las medidas
instrumentales restrictivas de derecho es bajo el título – de raíz italiana-
“Búsqueda de pruebas y restricción de derechos”.

§ 2. Merece resaltarse el hecho de que el Ministerio Público, en el ámbito de su


intervención en el proceso, ya no dictamina – se acabó la institución de origen
francés de las denominadas vistas fiscales- ni dicta resoluciones, sino formula
requerimientos y expide disposiciones y providencias (vid.: art. 122º NCPP).
También cabe significar que el expediente adquiere una nueva fisonomía, pues ya
no será un simple acopio de documentos por orden cronológico, y es del todo
factible el ingreso de la tecnología informática para darle un contenido singular
y, en su día, instituir los expedientes electrónicos.

§ 3. En materia de prueba es de destacar, en primer lugar, que se regula el


conjunto de medios de prueba, con especial énfasis en la prueba videográfica; y,
respecto a las medidas instrumentales restrictivas de derechos, se desarrollan
todas las posibles, incluso aquellas propiamente del ámbito de prevención del
delito, siguiendo el modelo germano y su recepción española, tales como el
control de la identidad policial –que ha sido objeto de discusión pública por los
posibles excesos policiales que daría lugar- y la videovigilancia. En segundo
lugar, la introducción de un tema novedoso, que dará muchos comentarios en
torno a la vigencia -
¿absoluta o matizada?- del principio de aportación de parte en el proceso penal o,
en todo caso, a la necesaria presencia, aunque ahora muy relativizada, del
principio de investigación o instrucción en este campo: las denominadas
“convenciones probatorias” (vid.: arts. 156º.3 y 350º.2 NCPP), en cuya virtud las
partes pueden acordar que determinada circunstancia no necesita ser probada
(objeto de prueba), o podrán proponer los hechos que aceptan y que el juez dará
por acreditados obviando su actuación en el juicio, así como los medios de prueba
que serán necesarios para determinados hechos que se estimen probados; empero,
el factor de corrección que se reconoce al juez estriba en que éste podrá
desvincular los mismos mediante resolución fundada.

§ 4. En lo concerniente a las “medidas de coerción” –denominación igualmente


germana, adoptada por el Proyecto Tipo para Iberoamérica- destacan: a) la
división de la privación de libertad en detención y prisión preventiva, con su
correlato de necesaria audiencia ante el Juez de la Investigación Preparatoria para
decidir esta última –como lo exigió, por ejemplo, la STEDH del 25.10.1989,
recaída en el Asunto Kampanis vs. Grecia-, siendo uno de los principios más
importantes de proporcionalidad y temporalidad, de suerte que ésta debe variar
cuando ha desaparecido o
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modificado los motivos que lo determinaron –STEDH del 26.10.2000, Asunto


Kudla-; b) la incorporación de la internación preventiva para los anormales
psíquicos, de origen germano; c) la estructuración de la detención domiciliaria
como medida sustitutiva, ya no alternativa como lo es en la legislación vigente
del CPP de 1991; d) la suspensión privativa de derechos para los imputados por
delitos que merecen pena de inhabilitación en función a la reiteración delictiva; y,
e) las medidas preventivas contra las personas jurídicas, a tono con su
incorporación como parte y la exigencia del Código Penal que, bajo determinados
presupuestos, las hace pasibles de medidas penales (vid.: art. 313º NCPP).

VI

§ 1. La estructura del proceso penal está desarrollada en los Libros tres, cuatro y cinco.
El primero está dedicado al proceso común, el segundo a la impugnación, y el tercero a los
procesos especiales. En este ámbito cabe destacar varias notas características del nuevo Código.

§ 2. Tres datos iniciales es del caso resaltar:

1. La Constitución, como se sabe, reconoce al Fiscal la titularidad de la


persecución penal pública, que no es otra cosa que la vigencia tanto del principio
de oficialidad como de legalidad u obligatoriedad, vinculados a la esencia y
caracteres del Derecho penal material (vid.: art. 1º del NCPP). El Juez no puede
iniciar actuaciones penales de oficio, tanto por la exigencia constitucional de
imparcialidad y objetividad, cuanto por presencia del derecho a la tutela judicial
que requiere que sea ajeno al pedido de tutela, pues tiene el deber correlativo de
tutelarlo y darle contenido. Ello, desde luego, no tiene nada que ver con la
disposición del mismo por el Fiscal dado los intereses públicos del Derecho penal,
ni está en contradicción con el principio de oportunidad reglada.

2. La Ley Fundamental impone el principio de necesariedad del proceso penal: se


sanciona penalmente a una persona por el Poder Judicial y a través del proceso
(vid.: art. 139º.10 Const.). Además, prevé los principios esenciales de
contradicción, igualdad, acusatorio, publicidad, y algunas garantías como las de
pluralidad de la instancia, juez legal, presunción de inocencia, etc (vid.: arts. 2º y
139º Const.). Empero, no desarrolla, como es obvio y natural, todo el proceso,
pues éste es una institución de configuración legal.
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3. Lo acusatorio del nuevo proceso penal, a partir de las exigencias del Derecho
Penal, como postula Armenta Deu, entraña la asunción de cuatro principios
esenciales, ya anotados: i) Necesidad: el Derecho penal sólo se realza a través del
proceso y por el órgano jurisdiccional; ii) Oficialidad: el proceso, su objeto, los
actos procesales y la sentencia están en función a un interés público y se hacen
valer conforme a las situaciones por la ley, aunque el Nuevo Código lo ha
matizado con la introducción de los principios del consenso y de conformidad; iii)
Obligatoriedad: el Ministerio Público es el que persigue los delitos, y sólo por ley
y en la forma prevista por ella es posible abstenerse de promover la acción penal–
oportunidad-; y,
iv) el par dialéctico de aportación de parte y de investigación, que rigen en las
etapas de enjuiciamiento y de investigación preparatoria, respectivamente,
aunque tendencialmente prima el de aportación de parte, en cuya virtud las partes
inician y delimitan el objeto del proceso, ellas introducen los hechos, corren la
carga de probarlos y pueden/ deben solicitar la práctica de los medios probatorios
pertinentes.

§ 3. Sobre la base de una estructura mínima que tiene todo proceso: actos de alegación y
actos de aportación de hechos, es posible que el juez sentencie. Pero no sólo se necesita, los
efectos de la tutela, propiamente del enjuiciamiento, también se requiere de una actividad
complementaria: la ejecutiva, cuya efectividad se impone al juez, incluso mediante actos forzosos
(vid.: arts. 488º y 489º del NCPP). Pero el derecho al debido proceso requiere que la dilucidación
del conflicto penal, en función a la estructura mínima de actos de alegación y actos de prueba, se
lleve a cabo bajo la vigencia e imperio de los principios como el de igualdad, contradicción,
publicidad, oralidad y demás principios estructurales, puntualmente recogidos en el art. 1° del
TP del NCPP

§ 4. Lo anteriormente expuesto está en relación a los procesos de corte contradictorio.


El proceso contradictorio incluye, con algunas matizacio nes, una modalidad célere de organizar
una causa, que es el denominado «proceso inmediato (vid.: art. 446° del NCPP), que procede cuando
se está ante supuestos de flagrancia delictiva, confesión del imputado y prueba evidente. Este
proceso pone término o evita la investigación preparatoria, salta la fase intermedia y se traduce
en un juicio rápido. Tiene como meta, en buena cuenta, como explica GIMENO SENDRA, el
derecho a «un proceso sin dilaciones indebidas», en clara respuesta a la lentitud de los procesos
ordinarios -el proceso común según el nuevo Código-, sin merma alguna del principio acusatorio
y del derecho de defensa, así como apunta a dar respuesta a la inseguridad ciudadana en delitos de
masiva comisión como los patrimoniales, entre otros.

En esa lógica de aceleramiento de la justicia penal, el Código ha incorporado con particular


insistencia el principio del consenso, que se traduce en fórmulas para evitar el proceso y para
concluirlo anticipadamente. Se trata, en el primer caso, del ya mencionado «acuerdo
preparatorio» bajo aprobación judicial, y en el segundo caso tanto de la conformidad -de ins- piración
española- (vid.: art. 372° del NCPP), cuanto de la terminación anticipada -de inspiración italiana-
(vid.: art. 468° del NCPP).
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Otra pauta, siguiendo ese principio aunque con lógicas propias, se encuentra en los procesos por
colaboración eficaz -inspirado en el modelo colombianos- (vid.: art. 472° y ss. del NCPP): su
objetivo no es acelerar la justicia, sino buscar la eficacia en la lucha contra el crimen organizado
concediendo beneficios al colaborador o «arrepentido». No obstante ello, es del caso anotar,
conjuntamente con SINTURA VARELA, que se trata de un ins- trumento útil, si y sólo si, de él se
hace un uso racional, ponderado, objetivo y bajo directrices de política criminal y debidamente
trazadas desde la alta dirección de la Fiscalía.

§ 5. En el propio proceso (la declaración, se tiene lo siguiente, a partir de su obvia división


en tres etapas: (1) investigación preparatoria, bajo el señorío del Fiscal, y de corte escrito y no
jurisdiccional (vid.: art. IV.3 TP del NCPP) aunque desformalizada; (2) etapa intermedia, bajo
dominio judicial -del Juez de la Investigación Preparatoria: vid.: art. 29° del NCPP- e introducción
del contradictorio, destinado a decidir el enjuiciamiento del inculpado; y que permite tanto la
corrección del pedido de sobreseimiento como la posible desestimación de una acusación
notoriamente infundada (vid.: arts. 246º y 352 del NCPP), a la vez que ordena las pruebas - incluso
puede haber acuerdo sobre la actividad probatoria misma: vid.: art. 350º.2 del NCPP- y dilucida
todo aquello vinculado a los presupuestos procesales y cuestiones de competencia, tras la
institución, en todos los casos, la Audiencia Preliminar (vid.: arts. 345°.3, 351° y 352° del NCPP);
y, (3) la etapa del juicio oral, con toda plenitud del contradictorio y de la igualdad de armas (vid.: art.
356°.1 NCPP). El Juicio lo realiza, según el caso, un juez Colegiado o Unipersonal, en función a la
pena conminada: seis años (la privación de libertad en su extremo mínimo (vid.: art. 28°. 1 y 2 del
NCPP).

§ 6. Tres ideas fuerza, como anota TALAVERA ELGUERA, preside la investigación


en cuanta etapa del nuevo proceso penal: flexibilidad, eficacia y racionalización.

A. Flexibilidad. Si el Fiscal es el responsable (al incoar un caso, entonces, la


investigación debe apuntar, antes de formalizarse, a realizar diligencias
preliminares, cuyas actuaciones no se repetirán en la Investigación Preparatoria
propiamente dicha. la formalización sólo opera si existe mérito para procesar a
una persona. Los actos de investigación, en principio, no constituyen actos de
prueba y no pueden fundar una condena.

B. Eficacia. La reducción de los espacios de impunidad, apuntan a erigir al Fiscal como


el director de la investigación, quien diseña estrategias de investigación
adecuada a cada caso (vid.: art. 65 º.4 del NCPP). Con esa finalidad el Código
reconoce al. Fiscal y a la Policía un conjunto de atribuciones: control de
identidad, video vigilancia, pesquisas., intervenciones corporales, control de
comunicaciones, incautación de documentos privados, etc. Por otro lado, teje
pautas especiales para enfrentar la delincuencia organizada y violenta, tales
como la circulación y entrega vigilada de bienes delictivos y el agente encubierto
(vid.: arts. 340º y 341° del NCPP), institución última, por lo demás, plenamente
aceptada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (vid.: STEDH del
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15.6.1992, Asunto Luidi vs. Suiza, § 44), aunque con un límite: no puede usarse
esa prueba si hay provocación por parte del agente infiltrado y el delito es
cometido en virtud a esa provocación, y la versión del agente -en aras del respeto
al debido proceso y a la igualdad de armas- debe ser posible de contradicción por
el imputado, sometiéndolo a interrogatorio (vid.: SSTEDH del 9.6.1998, Asunto
X vs. Portugal; y, del 20.11.1989, Asunto Kostovsky vs. Holanda, § 44). Por lo
demás, para determinar su validez se requiere: a) si las declaraciones han sido
prestadas ante el Juez de la causa, éste ha de conocer la identidad de los testigos
y, como es obvio, conceder a la defensa del acusado la posibilidad de que
formule preguntas y b) si se trata de actas que se incorporen al proceso -sin
interrogatorio personal del juez-, la defensa no ha de haber planteado la
posibilidad de interrogar al testigo, que esa declaración no sea la única prueba de
cargo y que se utilice esas declaraciones con 'precaución y circunspección'
(STEDH del 14.2.2002, Asunto Visser).

C. Racionalización. La eficiencia de la investigación preparatoria está en


función al control del flujo adecuado y priorización de los casos. A partir de ese
eje, el nuevo Código permite al Fiscal no iniciar una investigación cuando
no lo amerite (vid.: art. 334º.1 del NCPP), reservar provisionalmente las
actuaciones preliminares (vid.: arts. 336º.1 y 334º.4 del NCPP), principio de
oportunidad y acuerdo reparatorio (vid.: art. 2° del NCPP), terminación
anticipada (vid.: art. 468° NCPP), juicio inmediato (vid.: art. 446º del NCPP).

§ 7. El tema más polémico, que ha sido incluso llevado a los medios de comunicación
social, es el de la investigación, de los poderes institucionales a su alrededor y de su eficacia, tal
acopio ha sido diseñada en el NCPP. ¿Cuál es el rol del Ministerio Público y cuál es su
vinculación con la Policía Nacional del Perú? Esa es la pregunta clave -de actualidad-, sin
descuidar por cierto otras preguntas como el control judicial de la misma y el papel de la defensa
en su desarrollo, así como el diseño de las medidas de coerción, personal y real, en orden a la
participación de las partes y, esencialmente, del Juez.

La respuesta a la primera pregunta es compleja.

i) No sólo debe decirse que, en la clasificación interna, antes del procesa - miento
propiamente dicho, y luego de él (Diligencias preliminares: vid.: art. 330- del
NCPP, e Investigación Preparatoria, tras la formalización comunicada al Juez:
vid artsº 336º y 3" NCPP), la lógica estructural de la investigación es única. Las
diligencias de averiguación no se repiten, al estar sometidas a una misma pauta
jurídica (vid.: art. 337'º2 NCPP).
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ii) Las relaciones Ministerio Público / PNP, desde su lógica de atribuciones, está
definida centralmente en los arts. 65º. 3 y 4 CPP, y 6º y 68 del NCPP.
iii) La clave, más allá de la celeridad y del aseguramiento de las fuentes de prueba
que ello implica, se encuentra alrededor de su validez procesal
¿Qué función tienen esos retos en la conformación de la prueba? ¿Puede el Juez
sustentar en dichas diligencias un fallo condenatorio? La respuesta, en este caso
es más clara: como regla, sólo apuntan a decidir el enjuiciamiento de una
persona; sólo sirven al Fiscal para acusar y a la, defensa para diseñar su
resistencia o defensa, así como para sustentar las resoluciones judiciales de
imputación. Como excepción al principio de prueba plenaria -sin perjuicio de la
prueba anticipada, que es aquella que se practica antes del juicio oral, pero,
ante otros jueces: Juez de la Investigación, Preparatoria (vid.: art. 242º NCPP)-,
es posible considerar los «actos de prueba sumariales preconstituidos», que
están en función a las diligencias objetivas e irreproducibles realizadas durante la
Investigación Preparatoria, por el Policía en funciones de Policía Judicial o la
propia Fiscalía -en este caso, claro está, que se requerirá que el autor de la
diligencia vaya a juicio a someterse a contradicción, salvo aceptación de las
partes-, en los supuestos de definitiva irreproducibilidad. Esta doctrina, sin
duda, deberá construirse jurisprudencialmente, en un ámbito normativo
deliberadamente escaso.

§ 8. La Constitución garantiza el derecho a la pluralidad de la instan cia (vid.: art.


139.6 de la Const.). El NCPP ha entendido, junto con un sector de la doctrina, con la
exigencia de, por lo menos, la generalización del . recurso de apelación (que es el recurso que
mayores garantías ofrece a las partes), el cual es un medio de impugnación ordinario y
devolutivo; y, como tal, no necesita fundarse en causa legal preestablecida, y en él pueden
aducirse la totalidad de los errores judiciales o vicios, materiales y formales, sufridos en la
sentencia o en las actuaciones de la primera instancia: vid.: arts. 416°.1 y 419°.1 del NCPP. La
necesidad de este recurso, tal acopio se concibe en el mundo eurocontinental, está avalada por la
Sentencia de la Corte Interamericana del 2.7.2004, recaída en el Asunto Herrera Ulloa vs. Costa
Rica, que ha considerado insuficiente que sólo se autorice contra la sentencia de instancia el
recurso de casación. Este fallo asumió la doctrina del Comité de Derechos Humanos recaídas en
los Dictámenes recaídos en los Asuntos Gómez Vásquez vs. España del 20.7.2000, Semey vs.
España del 19.9.2003, y Sineiro Fernández contra España del 19.9.2003.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en dicho fallo, asumió los siguientes principios
rectores, sobre la base del artículo 8°.2.h) de la Convención Americana de Derechos Humanos:

a) Que el derecho de recurrir del fallo es una garantía primordial que se debe respetar
en el marco del debido proceso legal, en aras de permitir que una sentencia adversa
pueda ser revisada por un juez o tribunal distinto y de superior
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jerarquía orgánica [el recurso-debe ser devolutivo]. '


b) Que este derecho debe ser garantizado antes de que la sentencia adquiere calidad de
cosa juzgada [la presencia de un proceso de revisión penal no es suficiente].
c) Que el Tribunal Superior debe reunir las características jurisdiccionales que lo
legitiman para conocer del caso concreto. El proceso es uno solo a través de sus diversas
etapas.
d) Que el recurso, debe ser eficaz, esto es, debe dar resultados o repuestas al fin para el
cual fueron concebidos. Además, debe ser accesible, sin requerir mayores complejidades
que torne ilusorio este derecho.
e) Que el deber que tiene el Tribunal Superior es de proteger las garantías
judiciales y el debido proceso a todas las partes.
f) Que, independientemente de la denominación que se le dé al re curso, debe garantizar
un examen integral de la decisión recurrida. Es insuficiente que se limite a la revisión de los
aspectos formales y legales de la sentencia [por eso que la sola casación, sin recurso de
apelación previo, no cumple con la s exigencias (la CIDFi].

§ 9. El nuevo Código, en la parte general del sistema de recursos, incorpora siete


reglas esenciales. Son las siguientes:

Primera regla. Recurribilidad expresa (art. 404° NCPP), que a su vez entraña una delimitación del
objeto impugnable y la legitimación de la parte que debe recurrir, que incluye expresamente al
defensor. Asimismo, regula la adhesión al recurso (art. 404°.4 del NCPP), siempre que se formule
por quien tiene derecho a recurrir, se interponga antes de la elevación del recurso, y se cumplan las
demás formalidades: agravio, motivación, escrituralidad, precisión de puntos impugnados y
motivación: art. 405°.1 del NCPP.
Segunda regla. Principio dispositivo. Las partes son las que libremente deciden si recurren o no, así
corno sobre su extensión. No hay recursos ope legis. Como tal, son materia de desistimiento (art. 406
NCPP), siempre que se formule antes que se absuelva el grado; y, si bien el defensor puede
desistirse, necesita la autorización de su patrocinado. El desistimiento no perjudica a los
demás recurrentes, ni tampoco a los adherentes.

Tercera regla. Ámbito del recurso. Cómo el Código, siguiendo nues tra tradición legislativa,
acumula obligatoriamente la acción civil a la penal, el Ministerio Público y el imputado pueden
recurrir indistintamente del objeto civil y del objeto penal de la resolución. La persona jurídica, el
actor civil y el querellante particular y el responsable civil tienen su propio ámbito recursal, a mérito
de los artículos 93°.1, 104° y 109°.1, y 113º.l, respectivamente del NCPP.

Cuarta regla. Poderes del Tribunal Revisor. Son cuatro los principios reconocidos al amparo del
art. 409° del NCPP:
a) Tantum devolutum quantum apellatum, que traduce un límite a la competencia del
Tribunal de Alzada, circunscrito a la pretensión impugnativa, con la consiguiente
prohibición de extenderse más allá de lo que pidan las partes (index ne eat ultra petita
partum), esto es, el juez sólo resuelve los motivos del recurso y la instancia no se abre de
oficio.
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b) Corrección hacia lo favorable cuando recurre el Ministerio Público, aún cuando el Fiscal
recurra solicitando una pena más grave que la impuesta en la sentencia y el imputado se
conformó con la pena, el Tribunal puede incluso absolver.
c) Extensión de oficio de la competencia del Tribunal Revisor cuando se trata de
nulidades absolutas o sustanciales (vid.: ex art. 150° NCPP), que por lo demás, como
anota DANIEL PASTOR, es un tema que necesariamente debe vincularse con el criterio
rector de favorabilidad en relación al imputado.
d) Interdicción de la reforma peyorativa. Como dice CLAUS ROXIN , la
sentencia no puede ser modificada en perjuicio del acusado, en la clase y extensión de sus
consecuencias jurídicas. Este principio, como ya reconocido en la STC del 28.1.2000,
recaída en el asunto Lucy Tirado Vásquez, no rige en los supuestos de apelaciones
múltiples o cruzadas.

Quinta Regla. Impugnación diferida. El artículo 410° del NCPP, precisa que en las causas
complejas y si se dicta auto de sobreseimiento estando pendiente el enjuiciamiento de otros
imputados, la elevación de la causa se difiere, <...salvo que ello ocasione grave perjuicio a
alguna de las partes>. El control de legalidad de la decisión del Tribunal de diferir la alzada se
hace vía recurso de queja.

Sexta Regla. Efecto no suspensivo del recurso conforme al art. 412° del NCPP. Esta norma
comprende, en primer lugar, la ejecución provisional de la resolución impugnada; y, en segundo
lugar, en homenaje a la presunción de inocencia o, mejor dicho, al principio de
proporcionalidad, la excarcelación del absuelto o al imputado a quien se impuso pena
compurgada o una pena distinta de la privativa de libertad, pese a la interposición y concesión
del recurso. Si opera el vencimiento de la pena dentro del trámite recursal, igualmente, se
excarcela al imputado.

Séptima Regla. Efecto extensivo del recurso penal; art. 498° del NCPP. Este efecto que es
propio de lo penal, pues en lo civil rige el principio de personalidad de los recursos, consiste en
que los efectos favorables de una decisión se extienden al no recurrente, siempre en lo
favorable, si está en la misma situación jurídica del recurrente.

§10. El nuevo Código reconoce un modelo de apelación tendencialmente limitada (vid.: art.
422º del NCPP), a tono con la tendencia dominante en el derecho comparado; y, respetuoso de
los principios de inmediación y oralidad, pues circunscribe determinada valoración de la prueba
personal (vid.: art. 425°.2 del NCPP); y, cuando se trata de juicio de culpabilidad, instituye la
nueva audiencia o juicio de apelación (vid.: art. 423° del NCPP), tal como lo exigió el TEDH en
numerosos fallos [SSTEDH del 26.5.1998, recaída en el Asunto Ekbatani vs. Suecia; y, del
27.6.2000, recaída en los Asuntos Tierce vs. San Marino, y Contantinescu vs. Ruma - nia].

§ 11. Por otro lado, cumpliendo la exigencia constitucional (vid.: art. 141° de la Const.)
instituye el recurso de casación penal, sin reenvío (vid.: art. 433°.1 del NCPP), de competencia
de la Sala Penal de la Corte Suprema. Se trata, siguiendo a
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GARBERI/ GONZALEZ -CUELLAR, de una institución de derecho orgánico procesal y de


derecho funcional procesal, configurada como un medio de impugnación de carácter
extraordinario, de conocimiento de la Sala Penal de la Corte Suprema, el cual puede ser
interpuesto únicamente contra las resoluciones expresamente previstas por la ley y por los
motivos establecidos en ella, cuya existencia tiene como fin esencial proteger el derecho
fundamental de los ciudadanos a la igualdad en la aplicación de la ley.

Como novedad, es de resaltar, la incorporación de dos motivos inte resantes de casación. En


primer lugar, el control de logicidad de fallo d e segundo grado, de inspiración italiana (vid.: art.
42º.4 del NCPP '), que no es una casación por error facti sino iuri, vinculada, de un lado, al
respecto de la legislación sobre la prueba, y, de otro lado, al respeto de los principios que
informan la corrección del pensamiento humano. Señalan, al respecto GONZALES NOVILLO /
FIGUEROA , que bajo este aspecto se realiza un examen sobre la aplicación del sistema
probatorio establecido por la ley a fin de custodiar la aplicación de las reglas de la sana crítica
en la fundamentación de la sentencia, verificando si se han observado las reglas fundamentales
de la lógica, la psicología, y la experiencia, quedando, como es obvio, incólume la estimación
valorativa de la prueba y las conclusiones fácticas de la sentencia que son privativas del tribunal
de mérito. En segundo lugar, la vulneración de la doctrina jurisprudencia) del Tribunal
Constitucional como de la Sala Penal de la Corte Suprema (vid.: art. 429°.5 del NCPP), con lo
que se da un peso específico al derecho jurisprudencial.

§ 12. Otra novedad, a tono con este segundo novedoso motivo de ca sación, y en
relación al rol del Supremo Tribunal, es la institución del precedente judicial o jurisprudencia
obligatoria (vid.: art. 433°.3 y 4 NCPP). A estos últimos efectos sirve las denominadas
«sentencias normativas y las «sentencias plenarias». Con ello se busca hacer realidad el
principio de seguridad jurídica y el de igualdad en la aplicación judicial de la ley, a la vez que,
como explica LOPEZ BARJA DE QUIROGA, evitar pronunciamientos arbitrarios e
inmotivados al adaptar la norma al supuesto concreto.

VII

§ 1. Propiamente, sobre la estructura del proceso penal y los tipos de procedimiento que
configura el nuevo Código, es de puntualizar que siguiendo a la OPP Alemana y, al CPP Italiano
se opta por una clasificación en virtud de la cual el conjunto de procedimientos penales se
ubican en dos grandes rubros:

1. El procedimiento común, que es el ordinario para delitos, y se ubica en un mismo


nivel con el procedimiento por faltas.
2. Los procedimientos especiales. Son seis:
i) el procedimiento inmediato, guiado por el principio de celeridad o aceleramiento
procesal;
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ii) el procedimiento por razón de la función pública, que incluye a los funcionarios
aforados y no aforados, que en puridad constitu ye un procedimiento con especialidades
procedimentales, pues su estructura es la del procedimiento común;
iii) el procedimiento de seguridad, para la imposición de medidas de seguridad, de
directa influencia germana;
iv) el procedimiento por delitos privados;
v) el procedimiento de terminación anticipada, que al igual que el primero, inmediato,
ha seguido el modelo it aliano; y,
vi) el procedimiento por colaboración eficaz, de evidente influencia colombiana y
portorriqueña.

Los procedimientos ordinarios: común y por faltas, se configuran a partir de la naturaleza


de la infracción penal, y se siguen para todo tipo de hecho punible, de ahí, como anota
MONTÓN REDONDO, su calificación de ordinario. Los procedimientos especiales, a su
vez, están previstos para delitos muy concretos o para circunstancias específicas de especial
relevancia procesal, que obliga a una configuración procedimental propia, alejada del
procedimiento ordinario, y que de modo general están informados por los principios de
celeridad, simplificación y consenso, según el caso.

§ 2. EI ámbito de aplicación del procedimiento común, de hecho el más importante y


emblemático, se circunscribe a toda clase de delitos y agentes delictivos, siempre que merezcan
una pena, esto es que se trate de sujetos capaces de culpabilidad, pues en este ámbito opera una
división esencial, compatible con la posición dualista del Código Penal, en tanto que para el
sujeto inimputable peligroso, que necesita la imposición de una medida de seguridad,
corresponde el procedimiento de seguridad.

Asimismo, como ya se anotó, no existen diferencias de procedimiento por la pena


conminada por el delito perseguido. El criterio de simplificación que asume el nuevo Código se
concreta, de un lado, en circunstancias puntuales derivadas de la evidencia probatoria, que
genera el procedimiento inmediato, y, de otro lado, en el consentimiento de las partes, que puede
dar lugar a los procedimientos de terminación anticipada y colaboración eficaz. La diferencia en
orden a la gravedad del injusto sólo se expresa orgánicamente, y se reduce a la etapa o fase de
enjuiciamiento, pues si el delito está conminado en su extremo mínimo con una pena mayor de
seis años, el tribunal será colegiado (vid.: art. 28°.1 del NCPP).

§ 3. En orden al procedimiento de declaración, según ya se expuso, éste se divide en las


etapas o fases de investigación, en la que se incluye el procedimiento de iniciación, intermedia y
de enjuiciamiento.

El procedimiento de iniciación tiene que ver con el régimen jurídico de la denuncia y los actos
de incoación de la investigación (vid: arts. 326° a 332° del NCPP). El régimen
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jurídico de la denuncia no trae mayores novedades, pues ratifica el sistema de denuncia-


derecho, salvo las excepciones de denuncia-deber. Lo que sí es claro es que el Fiscal es, el
sujeto pasivo de la denuncia, no el Juez, de suerte que es el Fiscal quien promueve la acción
penal y el ciudadano sólo tiene un derecho de petición que lo ejerce ante el Ministerio Público.

Por otro lado, el nuevo Código ratifica que el Fiscal cuando tenga «... conocimiento de la
sospecha de la comisión de un hecho que revista los caracteres del delito» (vid.: art. 329° NCPP)
está obligado a intervenir, con lo que asume los principios de obligatoriedad y oficialidad. Es
interesante resaltar que el Fiscal es quien promueve la acción penal, y lo puede hacer de oficio
o a solicitud de los denunciantes, descartándose en este último caso la equívoca expresión
«solicitud de parte».

§ 4. La investigación fiscal propiamente dicha consta de dos posibles momentos:


a) Diligencias Preliminares y b) Investigación Preparatoria. El órgano encargado de conducirla
o dirigirla es el Fiscal Provincial (vid.: art. 322° del NCPP), con intervención - ciertamente
puntual- y a solicitud de parte del Juez de la Investigación Preparatoria (acciones de tutela,
medidas limitativas de derechos, prueba anticipada, control de los plazos de culminación de
la investigación, vid.: art. 323 ° del NCPP). El objeto de la investigación consiste en « ... reunir
los elementos de convicción, de cargo y de descargo, que permitan al Fiscal decidir si formula o
no acusación y, en su caso, al imputado preparar su defensa»; y, su finalidad, es «... determinar
si la conducta incriminada es delictuosa, las circunstancias o móviles de la perpetración, la
identidad del autor o partícipe y de la víctima, así como la existencia del daño causado» (vid.:
art. 321° del NCPP):

Corresponde al Fiscal Provincial decidir discrecionalmente, sin posibilidad de control,


jerárquico o jurisdiccional, si ante la noticia criminal opta por disponer Diligencias
Preliminares o se decide por la inmediata formalización de la causa y da lugar a la
Investigación Preparatoria. En todo caso, el nuevo Código -a modo de orientación- precisa que
la finalidad inmediata de la primera -en aras de determinar si formaliza la Investigación
Preparatoria, vid.: art. 330°.1 NCPP- es «... realizar los actos urgentes e inaplazables destinados
a determinar si han tenido lugar los hechos objeto de conocimiento y su delictuosidad, así como
asegurar los elemen tos materiales de su comisión, individualizar a las personas involucradas en
su comisión y, dentro de los límites de la ley, asegurarlas debidamente» (vid.: art. 330'.2 del
NCPP) y el plazo de duración de las Diligencias Preliminares en supuestos simples es de 20
días, y en supuestos distintos es ligado discrecionalmente; instada su finalización y si el plazo
que fija el Fiscal es irrazonable o no decide, corresponde resolver, a instancia del afectado, al
Juez de la Investigación Preparatoria, previa audiencia con asistencia de las partes (vid.: art.
334°.2 del NCCP).

El Fiscal Provincial, frente a la denuncia o ante las actuaciones prelimi nares ya culminadas
o con el plazo vencido, está obligado a decidir si promueve la acción penal o archiva las
actuaciones. La «Disposición de Archivo» es recurrible vía control jerárquico,
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mientras que la «Disposición de Formalización» no es recurrible y sólo comunicada al Juez de


la Investigación Preparatoria. Si bien, para dictarla, rigen los criterios de tipicidad, no presencia
de causas de extinción de la acción pena, individualización del imputado y cumplimiento de las
condiciones de perseguibilidad (vid: art. 334° del NCPP), se exige un presupuesto jurídico
adicional: indicios reveladores de la existencia de un delito, lo que dice de la noción
indeterminada de fuente germana de «sospecha simple», que importa una mera posibilidad
delictiva.

Es importante resaltar que la Disposición de Formalización genera dos efectos importantes.


El primero, que se concreta la intervención judicial, al punto que el archivo de la causa sólo
puede tener lugar por orden del Juez de la Investigación Preparatoria; y, el segundo, que se
suspende la prescripción (vid.: art. 339° del NCPP). Este último efecto es especialmente
problemático, en tanto se aparta definitivamente del sistema instaurado tradicionalmente por el
Código Penal, que prevé la interrupción del plazo prescriptorio por actuaciones de la instrucción
o del proceso en general (vid.: art. 83° del CP) y reconoce la suspensión del plazo de
prescripción de la acción penal frente a la necesidad de resolver previamente cualquier cuestión
que condiciona el inicio o la continuación de la causa penal (vid.: art. 84° CP), a la par que la
suspensión sólo importa tener por no contabilizado el tiempo transcurrido durante ese período.
¿Significa que con la entrada en vigor del nuevo Código y dictada una Disposición de
Formalización, que automáticamente importa la suspensión del plazo de prescripción del delito,
prácticamente se acabó con las prescripciones que pueden acaecer en el curso del procedimiento
penal, de modo que se abroga el artículo 83° del CP?

Los actos de investigación, sea que se lleven a cabo durante las Diligen cias Preliminares o
durante la Investigación Preparatoria, están sometidos a un mismo régimen jurídico, no pueden
repetirse. Su ampliación está condicionada a que se acredite un grave defecto de actuación o que
se requiera su complementación por haber surgido nuevos elementos de convicción que
obliguen a su actuación (vid.: art. 337°.2 del NCPP). Los actos de investigación pueden actuarse
contradictoriamente, el Fiscal para la concurrencia de imputados, testigos y peritos tienen
potestad de conducción compulsiva, y ante una solicitud de actos de investigación está
autorizado a rechazarla si no las considera pertinentes, útiles y conducentes, en cuyo caso el
afectado puede instar a la intervención judicial (vid.: art. 337°. 4 y 5 NCPP).

El procedimiento de conclusión de la investigación preparatoria está regulado en los artículos


342° y 434° del Nuevo Código. El plazo regular es de 120 días más una prórroga de 60 días,
naturales en ambos supuestos. Si la investigación es compleja, para lo cual existen parámetros
puntuales, el plazo será de 8 meses prorrogables 8 meses más. La Investigación Preparatoria
concluye mediante una Disposición Fiscal, salvo que las partes insten la intervención del juez de
la Investigación Preparatoria cuando venzan los plazos y el Fiscal omite hacerlo.

§ 5. La etapa intermedia es una etapa del proceso bajo dirección judicial, del juez de la
Investigación Preparatoria. Está destinada a calificar la Investigación Preparatoria y
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decidir el sobreseimiento o la apertura del juicio oral con la emisión del auto de enjuiciamiento.

Las notas características son las siguientes:

1. Corresponde al Fiscal pronunciarse formulando un requerimiento de sobreseimiento o


profiriendo una acusación escrita. Lo último se planteará cuando «... exista base suficiente
para ello (vid.: art. 334°.1 del NCPP). La decisión jurisdiccional está precedida de un debate
contradictorio.
2. La decisión judicial requiere de la celebración de una audiencia de control del
sobreseimiento -si el Fiscal solicita esa decisión- o de una audiencia preliminar -si el Fiscal
formula acusación-.
3. La audiencia de control del sobreseimiento se realiza imperativamente, aún cuando
las partes no formulen oposición al respectivo requerimiento fiscal o no soliciten una
investigación suplementaria para efectuar los actos de investigación omitidos. La vista oral se
lleva a cabo con los que asistan, para lo cual todos los sujetos procesales deben ser citados. El
debate está centrado en los alegatos que sobre el particular formulen las partes, no se actúan
pruebas.
4. La decisión que, como consecuencia de la celebración de la audiencia de control, profiera
el juez de la Investigación Preparatoria puede ser el auto de sobreseimiento, el auto de
instauración de una investigación suple mentaria y el auto de elevación de lo actuado al Fiscal
Superior forzando la acusación. En este último caso, la decisión del Fiscal Superior culmina el
procedimiento.
5. Emitida la acusación, la audiencia preliminar de control de la acusación tiene propósitos
múltiples: a) control formal y control sustancial de la acusación; b) deducir y decidir la
interposición de medios de defensa; c) solicitar la imposición, modificación o levantamiento de
medidas de coerción: d) instar un criterio de oportunidad; e) ofrecer pruebas, cuya admisión
está sujeta a la pertinencia, uti lidad y conducencia de la misma, así acopio pedidos de prueba
anticipada; f) cuestionar el monto de la reparación civil pedida por el Fiscal; y, g) proponer
otra cuestión para una mejor preparación del juicio. Además, lo que constituye una novedad
singular en el nuevo proceso al amparo del modelo Chileno, se puede proponer la aceptación
de hechos y la dispensa de pruebas, así como acuerdos sobre medios de prueba para acreditar
determinados hechos; se trata de las denominadas «convenciones probatorias», que son
acuerdos relativamente vinculantes, pues el juez sólo si resultan irrazonables puede
desestimarlos.
6. La audiencia preliminar no está destinada a actuar pruebas, salvo la prueba anticipada.
Para su instalación se requiere la asistencia obligatoria del Fiscal y del Abogado Defensor, no
así del imputado. En dicha audiencia, además, se puede aclarar, modificar o integrar la
acusación, que se aceptará previo trámite de traslado. Realizada la audiencia, sobre el mérito
de la acusación, el juez puede emitir auto de enjuiciamiento o puede dictar auto de
sobreseimiento, siempre que estime que el hecho imputado no está acreditado y que no exista
razonablemente la posibilidad de incorporar en el juicio nuevos elementos de convicción...
7. El auto de sobreseimiento es recurrible mediante recurso de apelación. Las decisiones
que se dicten en el curso de la audiencia preliminar sólo son recurribles
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las que estimen excepciones o medios de defensa. No, es recurrible el auto de enjuiciamiento.
Esta resolución, a su vez, dispone la remisión de los actuados al juez Penal competente. Este
último es quien dicta el auto de citación a juicio.

§ 6. En lo atinente a la etapa de enjuiciamiento, el nuevo Código la reconoce


explícitamente como la etapa principal del proceso, que se realiza sobre la base de la
acusación y en forma continua (vid.: art. 356°.1 y 2 del NCPP).
En relación con el modelo vigente, el nuevo Código trae las siguientes novedades:
1. Profundización del los principios de unidad y concentración del debate. Entre sesiones
de una misma audiencia, no pueden intercalarse o realizarse otros juicios, salvo que en ese lapso
puede concluir, es decir, si la nueva causa lo permita (vid.: art. 360°.5 del NCPP).
2. El Juez no interviene en la actuación probatoria, salvo contadas excepciones con fines
exclusivos de esclarecimiento (vid.: art. 375°.4 del NCPP). El juez tiene poder para dirigir la
audiencia y controlar su adecuado desarrollo y finalidad. Las partes son las que realizan el
interrogatorio directo a los órganos de prueba (vid.: art. 375°.3 del NCPP).
3. Incorporación de un paso previo, antes de dar inicio a la actividad probatoria propiamente
dicha. Es el trámite de conformidad, con relativa influencia española. Lo específico es que la
conclusión anticipada del juicio, en caso de varios acusados, permite la ruptura de la unidad de
la audiencia sin límite alguno (vid.: art. 372° del NCPP).
4. El Tribunal está facultado para plantear la tesis, y el Fiscal a su vez puede introducir
cambio, que es lo que se denomina «acusación comple mentaria» (vid.: art. 374°.2 del
NCPP), sin perjuicio de reconocer que su acusación escrita puede ser alternativa en cuanto a los
tipos penales invocados (vid.: art. 349°.3 del NCPP).
5. El examen del acusado está condicionado a su previa aceptación.
6. Para evitar juicios leídos y no orales, se limita las pruebas que pueden leerse en la
audiencia. Sólo pueden leerse las pruebas estipuladas en el artículo 383° del NCPP: diligencias
objetivas e irreproducibles, prueba anticipada, prueba instrumental propiamente dicha, dictamen
pericial y testificales en vía excepcional. En buena cuenta, este es el artículo clave en materia de
derecho probatorio respecto a la denominada
«prueba preconstituida». Siguiendo a la OPP Alemana se puede evitar la lectura de documentos
muy numerosos.
7. La sentencia se lee ante quienes comparezcan a juicio en la sesión pertinente. Los
plazos para deliberar y leer la sentencia se amplían, a 8 días. Se eliminan las cuestiones de
hecho o veredicto.
8. En cuanto al régimen jurídico de la sentencia se tiene que: i) sólo pueden formar parte de la
misma la prueba legítimamente incorporada al juicio; ii)se profundiza el principio acusatorio, en
cuya virtud no se puede imponer pena más grave que la pedida por el Fiscal, salvo que el pedido
fiscal importe un requerimiento de pena por debajo del mínimo legal sin justificación legal; iii)
para los efectos de la pena privativa de libertad, se descuenta el tiempo de prisión preventiva y de
detención domiciliaria; y, iv) si la pena impuesta es privativa de libertad efectiva y el acusado
está libre, el Tribunal podrá disponer la prisión preventiva si existe peligro de no
sometimiento a la pena impuesta, la medida no es automática como lo es con la ley
procesal vigente.
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VIII

§ 1. El Libro Sexto, especialmente en su Segunda Sección, introduce la institución de las


costas, antes sólo reservadas al proceso civil. Las costas, de sólida raigambre en el Derecho
procesal penal comparado, como dice VEGAS TORRES, son las respuestas a los costos
económicos que implica el empleo de numerosos recursos humanos y materiales que realiza el
Estado, existiendo consenso en que una parte de esos gastos debe ser sufragada por los
litigantes. Tal hecho, sin embargo, está debidamente matizado to mando en consideración que
los litigantes deben pagar las costas -el perdedor- y quien, no obstante lo anterior, por su
precariedad económica no puede hacerlo.

§ 2. Finalmente, el Libro Séptimo está destinado a regu lar la Cooperación


Judicial Internacional. Aquí se aborda, en primer lugar, todas las instituciones vinculadas a la
cooperación judicial incluida la extradición, fijando las pautas de derecho interno para
su debida aplicación; y, en se gundo lugar, la cooperación con la Corte Penal
Internacional, con lo que se cumple con las exigencias del Tratado que la instituye.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

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Apelación y Casación en el proceso civil, Madrid, Ed. Colex, 1994.
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Ed. Thomson & Aranzadi, 2004.
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Penal, Valencia, Ed. Tirant lo Blanch, 2004.
14. MOREILLON, LAURENT; DE COURTEN, FREDERIQUE: La lucha contra el
terrorismo y los derechos del sospechoso: el principio de seguridad a prueba de
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derechos fundamentales. En: La reforma del proceso penal peruano, Anuario de
Derecho
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15. MORENO CATENA, VICTOR; CORTES DOMINGUEZ VALENTIN;
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17. PASTOR, DANIEL: Tensiones ¿Derechos fundamentales o persecución pe nal sin
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19. ROXÍN, CLAUS: Derecho Procesal Penal, Buenos Aires, Editores Del Puerto,
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20. SINTURA VARELA, FRAN CISCO JOSÉ : Preacuerdos y negociaciones entre la
Fiscalía y el imputado o acusado. Derecho Penal Contemporáneo, Número
9,
Bogotá. Legis, Diciembre 2004.
21. TALAVERA ELGUERA, PABLO: Comentarios al nuevo Código Procesal Penal, Lima,
Ed. Grijley, 2004.
Instituto de Ciencia Procesal Penal

LOS PRINCIPIOS DE LA REFORMA Y EL TÍTULO PRELIMINAR DEL


NUEVO CODIGO PROCESAL PENAL (NCPP)

Mario Pablo Rodríguez Hurtado


maparo@amauta.rcp.net.pe
Profesor en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Pontificia Universidad
Católica del Perú

ÍNDICE

1. PROGRAMA CONSTITUCIONAL EN MATERIA PROCESAL PENAL

A) Derecho Procesal Penal y Derecho Constitucional


B) La Democracia Constitucional y el Proceso Penal
C) Los Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos y el Derecho Procesal
Penal
D) Las Garantías Procesales Penales según el esquema propuesto por Alberto Binder
D.1. Preeminencia de la norma constitucional
D.2. Potestad jurisdiccional popular ejercida por el Poder Judicial
D.3. Irretroactividad de la ley
D.4. Debido proceso y tutela jurisdiccional
D.5. Juicio previo y presunción de inocencia
D.6. Garantías destinadas a evitar la manipulación del proceso
D.7. Garantías que limitan la potestad del Estado de buscar información
probatoria
D.8. Garantías que restringen el uso de la fuerza en el proceso penal
E) Preguntas guía
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2. MODELOS PROCESALES PENALES

A) El inquisitivo
B) El mixto
C) El acusatorio
D) Preguntas guía

3. PRINCIPIOS DEL NCPP

A) La opción acusatoria, garantizadora y de tendencia adversativa


B) El Título Preliminar
C) Principios y problemas de implementación
D) Preguntas guía

LOS PRINCIPIOS DE LA REFORMA Y EL TÍTULO PRELIMINAR DEL NUEVO


CÓDIGO PROCESAL PENAL

1. PROGRAMA CONSTITUCIONAL EN MATERIA PROCESAL PENAL

A) Derecho Procesal Penal y Derecho Constitucional


B) La opción democrática de la Constitución y el proceso penal
C) Los Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos y el Derecho Procesal Penal
D) Las garantías procesales penales o escudos protectores del justiciable
D.1. Preeminencia indiscutible de la norma constitucional
D.2. Potestad jurisdiccional popular ejercida por el Poder Judicial
D.3. Irretroactividad de la ley
D.4. Debido proceso y tutela jurisdiccional
D.5. Juicio previo y presunción de inocencia
D.6. Garantías destinadas a evitar la manipulación del proceso
D.7. Garantías que limitan la potestad estatal de buscar información probatoria
D.8. Garantías que limitan el uso de la fuerza en el proceso penal
E) Preguntas guía

-.-
En este acápite se deja establecido que el proceso penal no es un atado informe de
trámites o anárquico deambular de secuencias, sino un mecanismo de resolución o redefinición
de conflictos generados por los delit os, que se edifica para operar al servicio de la colectividad,
las víctimas y los procesados.
Instituto de Ciencia Procesal Penal

El mecanismo procesal adopta una orientación, principios, modelo y vigas maestras


estructurales, desde una perspectiva constitucional; es más, recoge éstos de la correspondiente
Carta Política y de Derechos. Por esto es que el proceso penal de un Estado democrático no
puede menos que adherir esa opción, contemporáneamente robustecida por la globalización de
los derechos humanos y la vigencia de los Tratados Internacionales sobre la materia.

Reconociéndose que la fortuna del proceso penal depende del equilibrio que alcance
entre los extremos en permanente tensión que atiende: a la seguridad y eficacia ante el delito
para reestablecer la paz y tranquilidad, por un lado, y las garantías o derechos fundamentales del
incriminado, por el otro; es vital y trascendente destacar cada una de las garantías procesales
penales o escudos protectores del justiciable que repudian la arbitrariedad y evitan que el drama
procesal pierda su perfil democrático.

-.-

A) DERECHO PROCESAL PENAL Y DERECHO CONSTITUCIONAL

1. Frente a la pregunta qué es o cómo se define el proceso penal existen dos opciones o
criterios para responder. La primera, tradicional y propia del estamento burocrático, es la
que indica que el proceso consiste en una sucesión de etapas o actividades, esto es,
trámites, cuyo conocimiento y manejo deriva de la práctica cotidiana, encaminados a
concretar las consecuencias de la norma penal sustantiva. La otra posición afirma, en
cambio, que el proceso penal no se agota en la manifestación epidérmica de su secuencia
y menos en un amasijo de trámites; sostiene, más bien, que es un mecanismo de
resolución o redefinición de conflictos surgidos dentro del colectivo social por el
acaecimiento de un hecho delictuoso, en tanto interesa a la víctima y a la sociedad se
supere o por lo menos reduzca el nivel de violencia u ofensa que subyace detrás de
cualquier hecho punible, lesivo o riesgoso para bienes jurídicos de primera
importancia400.

2. Desde la óptica de esta segunda posición, el proceso no puede organizarse de cualquier


manera, ya que reacciona contra el delito y asegura los intereses, la tranquilidad y paz de
los ciudadanos, siendo una obligación estatal que debe cumplirse eficazmente,
no importa arrasar o desconocer los derechos
fundamentales de los imputados, quienes pese a estar procesados no dejan de ser
personas o carecen de dignidad.

3. Según se aprecia, el proceso penal debe atender asuntos de trascendente envergadura,


recogidos no sólo en leyes o normas ordinarias, sino pautados en la Constitución. Así se
tiene que el artículo 44 de la Carta Política estipula que es deber primordial del Estado
garantizar la plena vigencia de los derechos humanos, proteger a la población de las
amenazas contra su seguridad y promover el

400 Binder, Alberto. Introducción al Derecho Procesal Penal, Ad Hoc, Buenos Aires, 2002,
página 29
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bienestar general que se fundamenta en la justicia y el desarrollo. Nadie negará que el


delito encuadra perfectamente en esas amenazas a la seguridad y que, por ello, el Estado
tiene que estructurar y poner en marcha un mecanismo que lo afronte, sin que esa
preocupación por la seguridad autorice dejar de lado los derechos fundamentales
también del justiciable incriminado, según las previsiones del amplio artículo 2 de la
suprema ley.

4. La organización del proceso penal, entonces, exige un cuidadoso equilibrio entre dos
extremos en permanente tensión: la obligación y potestad del Estado de perseguir el
delito y sancionar a sus autores, por un lado, y el respeto de los derechos y garantías de
los justiciables, por el otro. Si se rompiese este equilibrio se arruinarían los elevados
objetivos del proceso penal. Preferir o sobredimensionar la persecución y la punición,
bajo argumentos de eficacia a ultranza, conduciría a la arbitrariedad; extremar las
garantías, hasta desnaturalizarlas, dejaría inane al sistema.

5. Como en todo proceso penal se ventilan asuntos de mucha importancia: paz,


tranquilidad, seguridad y derechos fundamentales, esencialmente, libertad personal, las
normas jurídicas que lo regulan no pueden edificarse de espaldas a la Constitución, la
misma que cuenta con un programa procesal penal, que establece la orientación o el
espíritu, modelo y las vigas maestras del mecanismo estatal de resolución de conflictos
con relevancia jurídico penal.

6. Un atento recorrido de la Constitución confirma suficientemente lo dicho acerca de este


programa procesal penal, que proyecta un cierto tipo de proceso y no cualquier suma
amorfa de etapas y trámites. Veamos: Como ya se adelantó, al Estado le compete
perseguir y sancionar el delito, para lo cual se sirve del proceso penal (artículo 44). Este
mecanismo, al que son sometidos los imputados no pueden dejar de reconocerles
derechos y garantías como las que puntualmente se recogen en los artículos 2 y 139 de la
ley fundamental. Asimismo, para que el proceso sea justo y transparente, para que las
decisiones que emanan de él no respondan a intereses subalternos o coyunturales, la
Constitución estipula que la potestad de administrar justicia emana del pueblo y se ejerce
por el Poder Judicial independiente (artículos 138 y 139.2); en tanto encarga la persecución
del delito, en lo que hace a su investigación, acusación y prueba de la misma o acreditación
de la pretensión punitiva estatal, a un órgano civil autónomo, el Ministerio Público
(artículo 159), apoyado por la Policía Nacional, como brazo operativo (artículo 166); sin
olvidar el reconocimiento del derecho de defensa, habilitado para descargar y
desvirtuar las incriminaciones fiscales (139.14). Es más, la
Constitución, destacando la trascendencia que para el proceso penal tiene la actividad
probatoria, estatuye como requisito primordial su legitimidad, de modo que para la Carta
Política carecen de validez las pruebas que se obtengan con violación de derechos
fundamentales, según se colige del artículo 2.10, 24.h. referidos a las ofensas contra el
secreto e inviolabilidad de las comunicaciones y documentos privados y a la tortura u
otros tratos inhumanos o humillantes. En lo
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que atañe al empleo de la fuerza o coerción durante el proceso, la suprema ley aporta los
parámetros esenciales que regulan su aplicación al instituir los criterios de razonabilidad y
proporcionalidad previstos en el artículo 200. Según se ve, los insumos indispensables para
la construcción de un apropiado proceso penal, en cuanto toca a su modelo, principios,
objetivos, funciones y sujetos procesales básicos y legitimidad de la actividad probatoria y
cautelar ya vienen dados por la Constitución, correspondiendo a los textos rituarios
ordinarios, como el NCPP, su meticuloso y consecuente desarrollo.

7. Llevaba infinita razón, consiguientemente, el viejo jurista alemán Jürgen Baumann,


cuando confirmaba el aserto de su colega Henkel, en el sentido que el derecho procesal
penal es derecho constitucional aplicado401

8. Para no referirnos sólo a la doctrina alemana, es del caso anotar que nuestro país ha
tenido ocasión de confirmar dolorosamente el enorme perjuicio infligido al servicio de
justicia penal y, desde luego, a los imputados y víctimas, por el alejamiento e infracción
de las cláusulas constitucionales, perpetrado en la pasada década, como bien hacen notar
las sentencias del Tribunal Constitucional, emitidas a propósito de la acciones
interpuestas por el Defensor del Pueblo contra el paquete normativo de “seguridad
nacional” (Expediente Nº 0005-2001-AI/ TC, 15 de noviembre de 2001), uno de cuyos
componentes fue el D. Leg. 897: “Procedimiento especial para delitos agravados”; y por
el ciudadano Marcelino Tineo Sulca y otros, contra el DL. 25659: “Traición a la Patria”
en modalidad terrorista (Expediente Nº 010-2002-AI / TC, 3 de enero de 2003)402

9. Esas infracciones constitucionales motivaron, en su momento, que centenares de


sentencias y procedimientos se anulen y se vuelva a procesar a los imputados,
extendiendo causas que aún, pese al tiempo transcurrido y al esfuerzo de los jueces
ordinarios, no han concluido.

10. La relación entre el derecho procesal penal y el derecho constitucional no es, pues, una
cuestión meramente académica, una entelequia dogmática, sino un imperativo para el
servicio de justicia y sus operadores.

B) LA OPCIÓN DEMOCRÁTICA DE LA CONSTITUCIÓN Y EL PROCESO


PENAL

11. El hecho que el proceso penal reciba sus notas esenciales de la Constitución no es
producto del azar o de una errática decisión del legislador, sino consecuencia

401 Baumann, Jürgen. Derecho Procesal Penal. Conceptos fundamentales y principios


procesales. Introducción sobre la base de casos. Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1989,
página 29

402 Estos pronunciamientos recibieron el positivo influjo de sentencias de la Corte


Interamericana de Derechos Humanos, entre las cuales destacan las emitidas, el 17 de
setiembre de 1997, en los casos: Loayza Tamayo, 3 de noviembre del mismo año, Castillo Páez,
y 30 de mayo de 1999, Castillo Petruzzi.
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inevitable de la opción del constituyente por un régimen estatal republicano, democrático y


de Derecho.

12. Por esto es que en tanto se repite que el tipo de proceso penal con el que cuenta un país
refleja el grado de desarrollo o no de su democracia y de respeto o violación de las
libertades civiles403

13. Un Estado que reconoce en su Constitución, en virtud del principio republicano, que los
asuntos fundamentales que afectan el destino del país son de interés de todos los
ciudadanos, que, en razón del principio democrático, reclama la activa y plural
participación de los mismos, y que tanto gobernantes como gobernados se encuentran
sometidos por igual ante la ley y el Derecho, en obsequio del principio de igualdad
(artículos 43, 2.2.17, 31, 45), no puede menos que adelantar una política también con
estas cualidades en el campo de la resolución de los conflictos suscitados por la ocurrencia
de los delitos.

14. Ninguno de los principios reseñados es de reciente factura, pues ya los encontramos
recogidos en la Constitución de 1979 (artículos 79, 2.2.16, 64, 81) lo que invita a
preguntarse si en materia procesal penal se ha efectivizado la adecuación que reclaman
estos imperativos. Uno de ellos, por ejemplo, el de la separación de poderes, la existencia
de contrapesos y controles mutuos para evitar la arbitrariedad y el abuso, se refleja en lo
procesal penal en la determinación diferenciada de las funciones procesales básicas:
persecución, defensa y enjuiciamiento y fallo, y en la asignación de cada una de ella s al
correspondiente sujeto procesal: Ministerio Público, imputado-defensor técnico y Juez,
como estatuyen, respectivamente, los artículos IV y 60, IX, 71 y 80, y V y 16 del NCPP.

15. Ocurre, sin embargo, que esta adecuación normativa tuvo que esperar 12 largos años,
luego de 1979, apareciendo por primera vez de modo nítido en el CPP de 1991 (artículos
V y 58 –Ministerio Público-, VIII, 68 y 76 – imputado, defensor técnico -, y I y 55 –
órgano jurisdiccional -), aunque sin traspasar la barrera de la vacatio legis hacia la
vigencia plena.

16. A contramano de lo esperado, aún hoy la justicia penal peruana se sigue prestando bajo el
rigor de normas que no son compatibles con los requerimientos constitucionales, al punto
que la aplastante mayoría de causas recorre la vía procesal sumaria (D. Leg. Nº 124 y
leyes 26689 y 27507), enemiga del juicio público y oral y apañadora de la fusión
inaceptable, por afectar la imparcialidad objetiva, de las funciones de persecución, sobre
todo la investigación del delito, con las de fallo, como si al Juez que le correspondió
pesquisar pudiese encargársele la tarea de calificar, mediante sentencia, su propio trabajo
y el del Ministerio Público acusador, dejando al imputado y a la defensa en evidente
desigualdad e

403 Goldschmidt, James. Principios generales del proceso, II. EJEA, Buenos Aires, 1961,
páginas 109-110.

Picó i Junoy, Joan. Las garantías constitucionales del proceso. J.M. Bosch Editor, Barcelona,
1997, página 11
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inferioridad de condiciones. Así es como el proceso sumario niega los axiomas


democráticos que indican que quien investiga no puede ser el mismo que falle y que todo
acusado tiene derecho a que su situación se resuelve mediante un juicio previo, público y
oral.

17. Este nexo raigal existente entre el Estado de derecho y la democracia con el proceso
penal no está siempre debidamente asegurado, ni debe ser sobreentendido, reclama, en
cambio celo, cuidado y operatividad constante, pues bastaría que una administración
gubernativa tenga el suficiente poder para alterar la reglas de juego constitucional básicas
o poner en marcha la aplicación de leyes autoritarias para que la maquinaria procesal
penal se ensombrezca. A guisa de ejemplo negativo de la manera como hasta
encumbrados juristas sucumbieron frente a corrientes antidemocráticas, citamos las
palabras del conocido profesor alemán Edmundo Mezger, quien hacia 1933, no tuvo el
menor empacho en sostener que:

“El nuevo Estado totalitario se eleva apoyándose en los principios básicos de


pueblo y raza. También el Derecho punitivo habrá de ser afectado de modo
profundo por esta transformación (…) Para el nuevo derecho penal serán
esenciales dos puntos de partida, pero no en el sentido de una transacción, como
hasta ahora, sino como síntesis más alta, a saber: el pensamiento de la
responsabilidad del individuo ante su pueblo y el de la regeneración racial del
pueblo como un todo (…) El Estado totalitario exige de sus súbditos una
conducta de firmeza frente a las múltiples tentaciones y estímulos exteriores de
índole criminal. Exige tal conducta, ante todo, en circunstancias “normales”, pero
también en situaciones extraordinarias”404

18. No existe gran misterio, ni complejidad, entonces, tras la afirmación que concluye que
mientras un régimen democrático pauta un proceso penal de igual categoría, un régimen
autoritario, dictatorial se premune de un proceso penal abusivo, generalmente sustentado
en el encarcelamiento generalizado.

C) LOS TRATADOS INTERNACIONALES SOBRE DERECHOS HUMANOS Y


EL DERECHO PROCESAL PENAL

19. Ahora bien, interesa precisar que los aires renovadores traídos al proceso penal por la
Constitución de 1979 tuvieron su origen en importantes tratados internacionales, como
la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 10 de diciembre de 1948,
aprobada por Resolución Legislativa Nº 13282, de 9 de diciembre de 1959, el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, de 16 de diciembre de 1966, aprobado por
Decreto Ley Nº 22128, de 28 de marzo de 1978, y la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, de 22 de noviembre de 1969, aprobada por Decreto Ley Nº 22231,
de 11 de julio de 1978. Para que no

404 Mezger, Edmundo . Criminología. Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1942,
páginas 3, 244 y 245
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hubiera la menor duda sobre la adhesión a estos dos últimos textos la Asamblea
Constituyente, en la decimosexta disposición general y tra nsitoria de la Carta Política de
1979, estipuló que aquellos se ratificaban constitucionalmente, así como, también, el
Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de las
Naciones Unidas y los artículos 45 y 62 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, referidos a la competencia de su Comisión y Corte. Es más, el artículo 105 de
la ley fundamental normó que:

“Los preceptos contenidos en los tratados relativos a derechos humanos, tienen


jerarquía constitucional. No pueden ser modificados sino por el procedimiento
que rige para la reforma de la Constitución”

20. La impronta de estos tratados es inocultable, reluce evidente, por lo menos en el aspecto
normativo, debido a que todos ellos contienen previsiones de naturaleza procesal penal.

21. La Declaración Universal de Derechos Humanos reconoce, entre éstos, el derecho de la


persona a la libertad y a la seguridad, a un recurso efectivo ante los tribunales que la
ampare contra actos de violen sus derechos fundamentales, a ser oída públicamente y con
justicia por un tribunal independiente e imparcial para el examen de cualquier acusación
penal que se le ateste, a la presunción de inocencia mientras no se prueba su culpabilidad
conforme a ley y en juicio público con todas las garantías para su defensa, y a la
favorabilidad punitiva o sancionadora; asimismo, proscribe la desigualdad y
discriminación, las torturas, penas u otros tratos crueles, inhumanos o degradantes y las
detenciones arbitrarias, las condenas por hechos no previstos en la ley como delitos y las
injerencias arbitrarias en su vida privada y familiar, su domicilio o correspondencia
(Véanse los artículos 1, 2.2, 3, 5, 7, 8, 9, 10, 11 y 12)

22. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, recogiendo y desarrollando la


tradición forjada por la Declaración Universal, acuña varias previsiones de enorme
interés como la interdicción de la tortura y otros tratos semejantes (Artículo 7), el
derecho a la libertad y seguridad personales, antípoda de la detención arbitraria o
privación de libertad fuera de los casos previstos por la ley y los procedimientos
establecidos por ésta, el derecho a conocer las razones de la detención y la acusación
formulada, a ser conducido ante un Juez y ser juzgado en tiempo razonable o ser
excarcelado, al recurso ante un Tribunal para que decida sobre la legalidad de la prisión y
ordene la libertad si aquella fuera ilegal; asimismo, la consideración que la prisión
preventiva de los procesados no debe ser la regla sino una excepción, y el derecho a ser
reparado en caso de haber sufrido detención ilegal (Artículo 9). Contempla, además, el
trato humano y digno a los privados de libertad, la separación entre procesados y
condenados y la existencia de un régimen penitenciario orientado hacia la reforma y
readaptación social de los internos (Artículo 10); también prevé la igualdad procesal, el
derecho a ser escuchado públicamente y con todas las garantías por un tribunal
competente, independiente,
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imparcial y predeterminado por la ley, en la substanciación de cualquier acusación penal,


a la presunción de inocencia mientras no se prueba la culpabilidad del imputado, a la
información sobre la naturaleza y causas de la acusación, a ser juzgado sin dilaciones
indebidas, a hallarse en el proceso y defenderse materialmente y ser asistido por un
defensor técnico de su elección o de oficio, gratuitamente, a interrogar y hacer interrogar
a los testigos de cargo y hacer concurrir a los de descargo, a contar con un intérprete
cuando fuera necesario, a no ser obligado a declarar contra sí mismo ni a confesarse
culpable, a la impugnación de los fallos condenatorios, a la revisión de éstos y a la
indemnización por los errores judiciales que los solventaron y a la cosa juzgada
(Artículo 14), a la vigencia del principio de legalidad de los delitos y penas (Artículo
15), y a no ser objeto de ingerencias ilegales en la vida privada, familiar, su domicilio o
correspondencia (Artículo 17)

23. La Convención Americana de Derechos Humanos, de un modo más sistemático, insiste


en que toda persona tiene derecho a que se respete su integridad, que nadie debe ser
objeto de tortura, penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, que la persona privada
de libertad debe ser tratada con el respeto a la dignidad inherente al ser humano, que los
procesados deben estar separados de los condenados (artículo 5: Derecho a la integridad
personal), que a toda persona le asiste el derecho a la libertad y seguridad, en
consecuencia, nadie puede ser privado de su libertad física sino en las condiciones fijadas
por las Constituciones o las leyes que de éstas deriven, que están proscritos los
encarcelamientos arbitrarios, que los detenidos deben ser informados de la razones de su
detención y notificados del cargo que pesa en su contra, que deben ser llevados sin
demora ante un juez y que les alcanza el derecho de ser juzgados dentro de un plazo
razonable o a ser puestos en libertad, que, además tienen derecho a recurrir ante un Juez
para que decida sobre la legalidad de la detención y ordene su libertad si el arresto fuera
ilegal (Artículo 7: Derecho a la libertad personal), que la persona tiene derecho a ser
oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez competente,
independiente e imparcial, predeterminado por ley, en la sustanciación de cualquier
acusación contra ella, a la presunción de inocencia mientras no se determine su
culpabilidad, a un proceso regido por la igualdad y ciertas garantías mínimas como el
derecho de ser asistido gratuitamente, cuando corresponda, por traductor o intérprete, la
comunicación de la acusación planteada, de la concesión del tiempo y medios adecuados
para la preparación de su defensa, el derecho de defensa material y técnica de elección o
en su defecto de defensa de oficio, derecho a interrogar a los testigos presentes y de
obtener la comparecencia de los testigos y peritos que puedan elucidar los hechos, a no
ser obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable, a que la confesión sólo
sea válida si es hecha sin coacción, al recurso o impugnación, al ne bis in idem en caso de
sentencia absolutoria, a la publicidad del proceso penal (Artículo 8: Garantías judiciales),
al principio de legalidad de los delitos y las penas, a la retroactividad penal benigna
(Artículo 9: Principio de legalidad y de retroactividad), a la indemnización en caso de
condena firme por error judicial (Artículo 10:
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Derecho de indemnización), y a no ser objeto de ingerencias abusivas en su vida privada


o familiar, domicilio o correspondencia (Artículo 11: Protección de la honra y la
dignidad).

24. Efectuada esta puntual reseña de los Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos
y destacada su profunda huella en la elaboración de la Constitución de 1979, no extraña
que se afirme que recién luego de esa Carta se abrieran las posibilidades de construir un
proceso penal auténticamente democrático, ajeno a las estipulaciones del caduco Código
de Procedimientos Penales (C. de PP), promulgado en 1939, vigente hasta hoy, luego de
mil remiendos, a partir de 1940

25. El C. de PP. no podía menos que traer un modelo mixto, con predominio de las notas
inquisitivas, como la sobredimensionada etapa de instrucción en perjuicio de un debilitado
juzgamiento. Este código, incapaz de comprender que el proceso penal no es una suma
de procedimientos o secuencias, reprodujo las orientaciones y estilos de trabajo propios
de la escrituración, haciendo del expediente su paradigma, corrosivo de la publicidad y
oralidad.

26. No debemos dejar de apuntar que los defectos del C. de PP. fueron propios de su época,
que se elaboró cuando en la escena mundial las políticas totalitarias de Hitler, Mussolini
e Hiroito tenían mucha aceptación y partidarios, que la humanidad tuvo que aprender
trágicamente, durante la Segunda Guerra Mundial, la importancia de preservar la
democracia y el Estado de Derecho y que sólo luego de esa prueba de fuego fue posible
emprender el camino de la globalización de los derechos humanos y su correlato, la
constitucionalización del proceso penal.

27. El fenómeno de la globalización de los derechos humanos, iniciado hace más de 50 años,
ha conocido de avances y retrocesos pero en términos generales puede decirse que
constituye, aún hoy, la tendencia con la que simpatizan los miles de millones de personas
comunes y corrientes que buscan se respete su dignidad y libertad. Una connotada
muestra de esta tendencia es el establecimiento de la Corte Penal Internacional, según
decisión aprobatoria de su estatuto, el 17 de julio de 1998, por la Conferencia
Diplomática de Plenipotenciarios de las Naciones Unidades, en Roma, heredera de los
tribunales de Nuremberg (1945), Tokio (1946), Rwanda (1994) y ex Yugoslavia
(1993).405 La trascendencia de un colegiado universal para perseguir y castigar crímenes
muy graves, entre ellos, los de lesa humanidad, alcanza tal dimensión que el NCPP
destinada toda la Sección VII de su Libro Séptimo (La Cooperación Judicial
Internacional), a la cooperación con la Corte Penal Internacional (artículos 554-566),
vigente desde el 1 de febrero del 2006, en razón de la Primera Disposición Final,
numeral 4, modificada por las Leyes 28460 (11 de enero de 2005) y 28671 (31 de enero
de 2006).

405 Véase la Resolución Legislativa Nº 27517 , de 16 de setiembre de 2001, que aprueba el


Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, y el DS. Nº 079-2001-RE, de 9 de octubre de
2001, que ratifica el mismo.
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28. No obstante el preclaro fenómeno de mundialización de los derechos humanos y


constitucionalización del proceso penal, en nuestro país, debemos reconocer, que la
consecuencia de aplicación práctica de sus derivaciones normativas es retrasada y
deficiente. Lo primero, porque transcurridos desde 1979 veintisiete años, aún seguimos
atenazados por el modelo mixto del 40 y su acompañante más nocivo el procedimiento
sumario, sin que finalmente entre en pleno y total vigor el modelo acusatorio; y lo
segundo, porque vivimos un estado de incertidumbre o promiscuidad normativa procesal
penal, servida por la concurrencia de normas de orientación antagónica e incompatibles
como son el C. de PP., las disposiciones procesales especiales, por ejemplo las leyes
28122, que regula la conclusión anticipada de la instrucción en procesos por ciertos
hechos punibles, y 27934, que pauta la intervención de la policía y el Ministerio Público
durante la investigación preliminar del delito; 22 artículos vigentes del CPP de 1991 como
el 2 (principio de oportunidad y acuerdos reparatorios), 135 a 138 (mandato de detención
y demás implicancias), 143 a 145 (comparecencia y otras derivaciones), 182 a 188
(libertad provisional) y 239 a 245 (diligencias especiales); y, también, algunos
dispositivos del NCPP: artículos 39 a 41 sobre transferencia de competencia, 468 a 471
acerca del proceso especial de terminación anticipada y el Libro Séptimo que se ocupa de
la cooperación judicial internacional y sus disposiciones modificatorias.

29. Las amenazas contra la tendencia pro derechos humanos y el proceso penal democrático
tampoco están ausentes y no son pocas y bien pueden detectarse en lo que se ha dado en
denominar “derecho penal del enemigo” que describe al comentar críticamente las tesis
de su propulsores, el profesor español Luis Gracia Martín:

“Diferentes de los ciudadanos que han cometido un hecho delictivo son los
enemigos. Estos son individuos que en su actitud… vida económica o mediante
su incorporación a una organización, se han apartado del Derecho… de un modo
duradero… y que por ello, no garantizan la mínima seguridad cognitiva de un
comportamiento personal y demuestran este déficit por medio de su
comportamiento (…) Las actividades… de tales individuos no tienen lugar en el
ámbito de relaciones sociales reconocidas como legítimas, sino (…) expresión de
la vinculación de tales individuos a una organización estructurada que opera al
margen del Derecho (…) dedicada a actividades inequívocamente “delictivas”
(…)

Las actividades de tales individuos se concretan generalmente en la comisión de


hechos delictivos contra bienes jurídicos protegidos por el Derecho penal… pero
no son estos hechos los que constituyen la base… del Derecho penal del
enemigo, pues… los mismos en nada difieren de los realizados incidentalmente
por los ciudadanos vinculados a y por el Derecho. Los datos… que sirven de base
a las regulaciones específicas del Derecho penal del enemigo son la habitualidad
y la profesionalidad de sus
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actividades (…) su pertenencia a organizaciones enfrentadas al Derecho y el


ejercicio de su actividad al servicio de tales organizaciones (…)

Los enemigos son individuos que se caracterizan… porque rechazan por


principio la legitimidad del ordenamiento jurídico y persiguen la destrucción de ese
orden (…) a consecuencia de ello, por su especial peligrosidad para el orden
jurídico (y porque) no ofrecen garantías de la mínima seguridad cognitiva de un
comportamiento personal, su (conducta) ya no es calculable conforme a las
expectativas normativas vigentes en la sociedad (…)

Este llamado Derecho penal del enemigo sería uno que se apartaría de los fines
ordinarios del Derecho penal (…) de la prevención… Se trataría más bien de una
legislación de lucha o de guerra contra el enemigo cuyo único fin sería su
exclusión e inocuización” 406

30. Esta larga cita ha sido necesaria para percatarnos que en la actualidad en el ámbito penal y
procesal penal existen voces muy insistentes, que reivindican la urgencia de efectivizar a
cualquier precio la represión punitiva, aun cuando ello signifique relajar y hasta
desaparecer las garantías del debido proceso, como ocurre cuando se encierra
indefinidamente a centenares de personas por simples sospechas, o sin cargos y sin
derecho a que un Juez independiente e imparcial decida su situación, todo bajo el falso
argumento que sólo así es posible ganar la cruzada o “guerra” contra la criminalidad
organizada, promovida por “enemigos” que han perdido la condición de personas y
ciudadanos.

31. Algo de esto, la reducción, y no pocas veces la supresión, de los derechos fundamentales
del justiciable y la colocación de obstáculos para que acceda a la protección de
organismos supranacionales encargados de salvaguardar, entre otros, el proceso justo y
legal, pudo ser experimentado en el Perú con ocasión de la Resolución Legislativa Nº
27152, de 8 de julio de 1999, que, por razones e intereses coyunturales y
subalternos, aprobó el retiro de la competencia contenciosa de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos; determinación que fuera respondida mediante
comunicado de este organismo, el 27 de septiembre del mismo año, en el sentido que es
“inadmisible la pretensión del Estado peruano de retirar con efectos inmediatos
la (declaración de reconocimiento de la) competencia obligatoria de la Corte”, como
quedara establecido en sus sentencias sobre competencia, emitidas en los casos “Ivcher” y
“Tribunal Constitucional”, de fecha 24 del mismo mes y año.

32. Frente a un panorama como el descrito, lo correcto es resguardar la orientación, el


modelo y las vigas maestras que en materia procesal penal contienen los Tratados
Internacionales y la Constitución de 1979. Preferimos mencionar específicamente esta
Carta Política y no la hoy vigente, no obstante que su Cuarta Disposición

406 Gracia Martín, Luis. Consideraciones sobre el actualmente denominado “Derecho penal
del enemigo”. En: Revista Peruana de Ciencias Penales, Nº 16, Idemsa, Lima, 2005, páginas
376 a 379
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Final y Transitoria anota que las normas referidas a los derechos y libertades que la
Constitución reconoce se interpretan de conformidad con la Declaración Universal de
Derechos Humanos y con los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas
materias ratificados por el Perú, en razón de las sólidas objeciones que se hacen a la
nacida en 1993, luego del pronunciamiento cívico-castrense de 5 de abril de 1992407, y
por la actividad del llamado Congreso Constituyente Democrático 408, sin dejar de
advertir que en la materia que nos interesa las grandes pautas de 1979 se mantuvieron,
aunque fuera sólo en la letra, en 1993. Sobre la vigente ley fundamental, su azarosa vida
y vigencia son extremadamente instructivas las sentencias del Tribunal Constitucional,
emitidas en las acciones de inconstitucionalidad planteadas por el Colegio de Abogados
del Cusco contra la Ley 27600 (retiro de firma de ex presidente y reforma de la
Constitución) y el Dr. Borea Odría y otros contra el “documento promulgado el 29 de
diciembre de 1993 con el título de Constitución Política del Perú de 1993”, expedientes
0014-2002- AI/ TC y 0014-2003-AI/ TC, respectivamente.

33. Sin que se pueda asegurar que en adelante no se presentarán más situaciones adversas al
reconocimiento de los derechos fundamentales, incluidas las garantías procesales
penales, es bueno recordar con satisfacción que la Resolución Legislativa Nº 27401, de
18 de enero de 2001, reestableció a plenitud para el Estado peruano la competencia
contenciosa de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y que la Ley 27775, de 5
de julio de 2002, estableció el procedimiento de ejecución de sentencias emitidas por
Tribunales Supranacionales.

D) LAS GARANTÍAS PROCESALES PENALES, O ESCUDOS PROTECTORES


DEL JUSTICIABLE, SEGÚN EL ESQUEMA DE ALBERTO BINDER

34. El proceso penal ideal es aquel que encuentra el punto de equilibrio entre la eficacia al
servicio de la seguridad y los reclamos de paz y tranquilidad de la sociedad y de las
víctimas frente al delito, y el respeto a los derechos fundamentales del imputado.

35. Todo proceso, incluido el penal, alcanzará la condición de mecanismo de resolución de


conflictos con relevancia jurídica, sólo en la medida que de mod o sistemático
proporcione el escenario para un adecuado debate entre los titulares de

407 DL. Nº 25418 “Ley de bases del Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional”, en
especial los artículos “4.- Disuélvase el Congreso de la República hasta la aprobación de una
nueva estructura del Poder Legislativo (…) 5.- El Presidente de la República, con el voto
aprobatorio del Consejo de Ministerios (…) ejercerá las funciones que corresponden al Poder
Legislativo… (y) 8.- Déjese en suspenso los artículos de la Constitución Política y las normas
legales que se opongan al presente Decreto Ley”

408 DL. Nº 25557. Convoca elecciones para representantes al Congreso Constituyente


Democrático a realizarse el 22 de noviembre de 1992.
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las pretensiones enfrentadas y para que el tercero imparcial, que valora la actividad
probatoria de aquellos, que emitan un fallo justo.

36. Desde esta perspectiva, la maquinaria procesal penal no puede construirse omitiendo
reconocer las potestades, los derechos y las obligaciones de los sujetos procesales que
participan en ella, porque tal actitud conspiraría contra los mismos fines del proceso, esto
es, elucidar la verdad concreta y determinar y realizar o no la pretensión punitiva estatal,
mediante una condena o a través de una absolución

37. En materia procesal penal, debido a que en ella se airean cuestiones referidas a la
potestad de perseguir y sancionar delitos y a las consiguientes ingerencias y restricciones
del derecho fundamental a la libertad, es donde se impone no caer en el respaldo
unilateral sólo a los aparatos de persecución e investigación del Estado, como el
Ministerio Público y la Policía Nacional, sino robustecer los escudos protectores del
justiciable contra la arbitrariedad y confirmar el imperativo de la imparcialidad judicial;
ésta y no otra es la vital función que deben cumplir las denominadas garantías
procesales.

38. Aunque la academia clasifica de diversa manera las garantías procesales y sostiene, por
ejemplo, que son genéricas si guían todo el desenvolvimiento de la actividad procesal, o
específicas si se refieren a aspectos concretos del procedimiento, a la estructura o
actuación de los órganos penales409; o les asigna el nombre de principios relacionados
con la organización del sistema de enjuiciamiento o con la iniciación del procedimiento,
la prueba y la forma de aquél410; o, por último, las entiende orgánicas cuando atañen a
la formación del juez y estr ictamente procesales si tienen que ver con la formación del
juicio411, lo cierto es que todas bien pueden y deben ser reconducidas hacia el gran
objetivo de proteger al incriminado, quien sólo podrá ser vencido legítimamente si en el
proceso no se ha desconocido su dignidad y los derechos que de ella emanan. Ha de
quedar perfectamente claro que las garantías procesales no se estipulan para satisfacer los
requerimientos oficiales del Estado, de sus aparatos fiscales, policiales y judiciales, sino
para que los destinatarios del servicio de justicia penal, la comunidad, los agraviados y
procesados sean apropiadamente resguardados y satisfechos.

39. Todo proceso, también el penal, enfilado a resolver conflictos con relevancia jurídica,
incorpora inexcusables garantías que toma directamente de la ley suprema como son la
preeminencia indiscutible de las normas constitucionales, la potestad jurisdiccional
popular ejercida por el Poder Judicial, independiente e imparcial, la

409 San Martín Castro, César. Derecho Procesal Penal Volumen I, Cuestiones generales del
Derecho procesal Penal. Jurisdicción y competencia penal. Las partes procesales. Acción y
objeto procesal. Estructura del proceso penal, Segunda Edición actualizada y aumentada,
Grijley, Lima, 2003, páginas 81 y 82

410 López Barja de Quiroga, Jacobo. Tratado de Derecho Procesal Penal, Thomson.
Aranzadi, Navarra, 2004, páginas 319-353

411 Ferrajoli, Luigi. Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Editorial Trotta, Madrid,
1998, página 539
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irretroactividad de la ley, el debido proceso y la tutela jurisdiccional (artículos 51, 138 y


139 de la Constitución).

40. Sin dejar de atender tan señaladas garantías, cuando enfocamos la mirada en el proceso
penal destacan dos más, el juicio previo y la presunción de inocencia, seguidas de varias
otras que, para tenerlas en cuenta permanentemente y no condenarlas a la condición de
letra muerta, archivada en el desván de los operadores, se ha sugerido agruparlas en tres
niveles por estricta razón práctica: uno, que recoge todas las garantías destinadas a
impedir la manipulación del proceso penal; dos, que integra las que limitan la potestad
del Estado de buscar información probatoria; y tres, que asocia las que buscan limitar el
empleo de la fuerza en el proceso412

D.1. PREEMINENCIA INDISCUTIBLE DE LA NORMA


CONSTITUCIONAL

41. Si la Constitución es entendida como la suprema manifestación normativa del consenso


y acuerdo fundacional y político de los ciudadanos asociados, entonces deviene
ineludible reconocer que todas las normas ordinarias que regulan las actividades de
aquellos, incluida el área de resolución de conflictos jurídico - penales, deben exhibir
compatibilidad constitucional, bajo pena de ser expulsadas del ordenamiento jurídico a
través del control concentrado del Tribunal Constitucional o difuso judicial (artículos 51,
138. 2do párrafo, 200.4, 201, 202.1 y 204).

42. Este reclamo de coherencia normativa no es un simple guiño sistemático sino la forma
más explícita de sopesar e interpretar una ley o disposición en conflicto con los derechos
fundamentales constitucionales, por ejemplo, el de defensa. Tal sería el caso del artículo
73 del C. de PP. que al ocuparse de la reserva de la instrucción o investigación no hace
clara diferencia entre precisamente reserva, esto es, conocimiento habilitado sólo para los
que tienen la calidad de sujetos procesales, y secreto del sumario o imposibilidad de
conocimiento por las partes de ciertas actuaciones, lo cual ha dado pábulo a que ganen
carta de ciudadanía ciertas posiciones como aquellas que sostienen que el inculpado o su
defensor no pueden conocer el expediente sino hasta luego de la rendición de instructiva,
o que el secreto se puede imponer a todo lo actuado, incluida la denuncia y hasta el auto
de apertura de instrucción, lo que es un despropósito aflictivo del derecho a conocer la
imputación y sus fundamentos, imprescindible s para organizar la resistencia y
cuestionamiento de la persecución penal.

D.2. POTESTAD JURISDICCIONAL POPULAR EJERCIDA POR EL PODER


JUDICIAL

412 Binder, Alberto. Ob.cit. páginas 115-205


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43. Aunque resulte formalmente paradójico decirlo la justicia no le pertenece a los jueces
que la arbitran, sino al pueblo, auténtica fuente originaria y colectivo social interesado en
que los conflictos generados por el delito no acarreen como respuesta, más violencia,
propia de la acción directa o justicia por propia mano, sino una solución o redefinición
eficaz del conflicto que reestablezca la paz y tranquilidad comunes y los derechos de la
víctima.

44. Desde esta óptica los jueces y demás operadores de la justicia penal no son válidos del
mandón o gobernante de turno, como se estilaba admitirlo durante la colonia y los
difíciles primeros años de nuestra convulsionada República, sino auténticos servidores
del pueblo cuya fuerza viene de él para controlar los excesos de los demás poderes
públicos y preferir las libertades del ciudadano (artículos 138. Primer párrafo, 1 y 2 de la
Constitución). Los jueces tendrían que constituirse el último valladar de defensa de la
democracia frente a la arbitrariedad oficial y también de los interesados juicios paralelos
o mediáticos que tienen en la prensa un grupo de presión autoproclamado perseguidor,
decisor y hasta verdugo.

45. Esta potestad popular en el proceso penal no pude dejar de manifestarse, pues la justicia
no sólo interesa al pueblo sino que debe caer bajo su estricto control. A la sociedad le es
consustancial conocer qué hacen sus jueces y cómo actúan, cuán eficaces y justos son. La
mejor forma de conseguir que este mandato constitucional se concrete es generalizando y
preservando la publicidad de los juicios penales, pues no existe nada más antidemocrático
que sofocar las causas en un ambiente de sombras favorecido por el secreto y la escritura,
tan amigas del modelo inquisitivo. Sin juicio público, sostenido por su fundamental
herramienta, la oralidad, no existe auténtico proceso, sino un prescindible atado de
trámites burocráticos.

46. A propósito de lo dicho se ha lanzado en ciertas oportunidades la pregunta de si ha


llegado el momento de instituir el juicio por jurados populares, como tímida y
teóricamente se intentó con el Código de Procedimientos en Materia Criminal de
1920413. Al redactarse los CPP de 1991 y 2004 se ha guardado inexplicable silencio al
respecto, por lo que habrá de admitirse que las condiciones no están dadas para la
estipulación de una institución tan interesante y compleja como ésta, de ahí que sea tan
decisivo persistir en la publicidad procesal si no se quiere seguir ahondando el
distanciamiento de la justicia del pueblo y la deslegitimación del servicio.

D.3. IRRETROACTIVIDAD DE LA LEY

413 Calle, Juan José. Código de Procedimientos en Materia Criminal, promulgado por el
Poder Ejecutivo el 2 de enero de 1920, anotado y concordado. Librería e Imprenta Gil, Lima,
1920, páginas 18 y 91-92. Artículos 22 y 183: “Los crímenes, ó sean todas las infracciones
penadas con la muerte ó penitenciaría, el infanticidio y además los delitos contra la seguridad
exterior del Estado y los delitos de rebelión, sedición, motín y asonada, serán sometidos al
jurado (…)”
“El juicio será oral y público, lo mismo ante los tribunales correccionales que juzgarán los
delitos, que ante el jurado que juzgará los crímenes”
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47. Esta garantía es indispensable para confirmar la seguridad jurídica a la que todos tienen
derecho, pues si la regulación de una determinada situación pudiese ser afectada en su
ámbito temporal por los cambios normativos ulteriores que se dispongan sería imposible
alcanzar estabilidad y reinaría un incierto cuadro de completa provisionalidad.

48. Esa inestabilidad, que ya es nociva para cualquier relación jurídica, adquiere más
gravedad cuando de asuntos penales se trata, en tanto las conductas criminalizadas y sus
penas abstractas no pueden ser reguladas sino mediante ley previa. A esto se llama
irretroactividad de la ley penal material, instituto compatible con la retroactividad y
ultractividad benignas de la norma punitiva (artículo 103 de la Constitución). Lo que
interesa, sin embargo, es saber si también la irretroactividad opera cuando se predica de
normas procesales penales. En este asunto el principio admitido es que todo acto
procesal se rige por la ley procesal vigente al momento de su realización, a diferencia del
criterio que regula la vigencia temporal de la ley penal material, que indica que la
aplicable es la vigente al momento de la comisión del delito. Ahora bien, se arguye que la
diferencia radica en que el objeto tratado por una y otra normas es también distinto,
olvidándose aquellas situaciones en que ciertos cambios procesales no se circunscriben a
lo ritual o procedimental, sino que afligen derechos fundamentales del justiciable como la
libertad y su restricción coercitiva. En estos supuestos ¿da lo mismo aplicar la nueva ley
procesal más restrictiva de la libertad del procesado o seguir aplicando ultractivamente la
anterior, menos perjudicial?. El Tribunal Constitucional en este tema ha tomado, en
momentos diferentes, dos posiciones. La primera, entre otras causas, en el Expediente Nº
2273-2002-HC/ TC, Lima, sentencia de 9 de julio de 2002, caso Mejía, al indicar:

“4. Este Tribunal Constitucional debe señalar que en el presente caso el plazo
máximo de detención no es de dieciocho meses, conforme lo prevé la Ley Nº
27553, de fecha 13 de noviembre de 2001, pues de ser esto así, supondría la
aplicación retroactiva de una norma más gravosa y aflictiva al derecho
fundamental a la libertad personal, por cuanto incrementa los plazos de duración
de la detención, que estableciera el Decreto ley Nº 25824, esta última vigente
cuando se le instauró proceso penal a la actora y por ello aplicable en virtud del
principio de ultractividad benigna en la aplicación temporal de la ley penal; lo
cual es conforme con el artículo 103 de la Constitución Política del Estado”

La segunda posición, entre varias sentencias, es la emitida el 27 de agosto de 2003, en el


Expediente Nº 1300-2002-HC/ TC, caso Eyzaguirre, al sostener:

“5. La Ley Nº 27553 entró en vigencia el 14 de noviembre de 2001, y modificó el


artículo 137 del (CPP) respecto al plazo de detención (…) el cual ahora cambió a
18 meses.
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6. Es necesario (…) determinar en qué casos opera el nuevo plazo de detención,


y, en qué casos, el antiguo…
7. En el derecho procesal, el acto procesal está regulado por la norma vigente al
momento en que éste se realiza.
8. Así, el artículo 103 de la Constitución dispone que “Ninguna ley tiene fuerza
ni efecto retroactivos, salvo en materia penal cuando favorece al reo”. Esta
excepción es aplicable a las normas del derecho penal material (…)
9. En el derecho procesal… rige también la aplicación inmediata de normas en
tanto el proceso se desarrolla de acuerdo a las normas vigentes durante el mismo
(…)
10. El artículo 139, inciso 119 de la Constitución establece que en caso de duda
o conflicto de leyes penales, se debe aplicar la norma más favorable. Esta regla
sólo es aplicable en el derecho penal sustantivo (…)
11. La ley puede también establecer precisiones específicas acerca de la
aplicación temporal de las normas, las… que serán válidas siempre y cuando no
contravengan la prohibición constitucional de la retroactividad normativa. Por
ejemplo, el artículo IX del Título Preliminar del (CPP), establece que son
aplicables las normas vigentes al inicio del proceso “inclusive para los que resta
del proceso (…) siempre que se trate de disposiciones más favorables”. No
obstante, este artículo no ha entrado aún en vigencia, por lo que no resulta
aplicable
(…)
14. La Ley Nº 27533, que modifica el artículo 137 del (CPP), tiene en su
disposición transitoria una norma que regula su aplicación en el tiempo, la cual
establece que será aplicada a los procesos en trámite… Ello significa que podrá
regular casos en los que la detención ha sido ordenada cuando la antigua
regulación del (referido artículo) del (CPP) estaba vigente.
(…)
16. Asimismo… en caso de que a la entrada en vigencia de la Ley Nº 27553 el
plazo de detención aún no haya vencido, será de aplicación el nuevo plazo de
detención”

Sobre este mismo punto, el de la vigencia temporal de la ley procesal penal, la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos emitió un dictamen adverso a los efectos
retroactivos de ella, con ocasión del Informe Nº 83 / 00, caso 11,688 Perú (García Pérez),
en el cual sostuvo, a propósito de la aplicación de la Ley 26641 que suspende la
prescripción de la acción penal por razón de contumacia:

“46.- A su vez, el principio de retroactividad de la ley penal permisiva o


favorable en materia criminal, y (…) la garantía de la no retroactividad de la ley
restrictiva o desfavorable, abarca por igual tanto los preceptos sustantivos como
los adjetivos o de procedimiento que afecten cuestiones de derecho sustantivo.
Esta extensión de la denomina garantía contra leyes
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ex post facto a materia procesal penal (…) ha sido producto de la evolución del
derecho penal y procesal penal (…)
47.- (…) Doctrinantes como Jiménez de Asúa, sostienen que “si las nuevas
formas de enjuiciamiento contienen disposiciones que influirán en la penalidad
en la defensa del imputado, no podrá dárseles efecto retroactivo, porque no es
posible someter al acusado a condiciones más graves que las previstas por la ley
vigente en el momento en el que el delito se perpetró”414

D.4. DEBIDO PROCESO Y TUTELA JURIS DICCIONAL

49. El debido proceso o el derecho a un proceso justo y legal, esto es, transparente, ajustado
a ley y con garantías, es una suerte de escudo protector mayor que acoge y confirma bajo
su sombra los presupuestos esenciales de configuración del mecanismo procesal
democrático, de modo que a partir de él también quedan incluidos derechos que aunque
explícitamente no se reseñan en la Constitución o la ley procesal ordinaria adhieren,
como los explícitos, al espíritu civilizado del proceso.

50. Aunque la trascendencia de esta garantía reside en los asertos de que no hay
responsabilidad o declaración de culpabilidad sin juicio, acusación y defensa 415, lo
distintivo de ella, consideramos, reposa en que la actuación jurisdiccional en su múltiples
manifestaciones no puede ni debe ser arbitraria o irrazonable, porque un proceder con
tales cualidades niega el estándar de justicia y priva de legitimidad a las decisiones de los
órganos judiciales.

51. Con razón se ha sostenido que el imperativo del debido proces o se despliega a partir de
la enmienda constitucional de los Estados Unidos de América, de ahí que sea interesante
reparar en que la fórmula que ella contiene vincula las más graves ingerencias estatales
sobre los derechos de las personas, como la vida, libertad o propiedad, a la existencia y
desarrollo de un debido proceso judicial, exento de abuso o arbitrariedad.416; esto es,
que las formalidades procesales no se entiendan como ritos carentes de finalidad sino
concreción operativa de las garantías del justiciable.

52. La vitalidad expansiva del debido proceso, bien puede ejemplificarse con el acogimiento
que hace del derecho, no explicitado en la Constitución vigente, a ser

414 Valle Riestra, Javier. Irretroactividad nociva de normas procesales, penales y penitenciarias
y la claudicación del Tribunal Constitucional. En: Actualidad Jurídica, Publicación mensual de
Gaceta Jurídica, 2004, Tomo 123, Febrero, Lima, página 11.

415 Ferrajoli, Luigi. Ob.cit., página 538

416 V Enmienda: Ninguna persona será detenida para que responda por un delito capital, o
infamante por algún concepto, sin un auto de denuncia o acusación formulado por un Gran
Jurado (…) tampoco podrá someterse a una persona dos veces, por el mismo delito, al peligro de
perder la vida o sufrir daños corporales; tampoco podrá obligársele a testificar contra sí mismo
en una causa penal, ni se le privará de la vida, la libertad o la propiedad sin el debido proceso
judicial (…)
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juzgado sin dilaciones indebidas, entendido como el que asiste a todo procesado a que su
situación jurídica se resuelva en tiempo apropiado, sin ser regular que la causa se dilate
indefinidamente por la lentitud y omisiones de los funcionarios a cargo o se restrinja
hasta imposibilitar el ejercicio de la defensa. Muy instructiva resulta al respecto la
sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, de 29 de enero de 1997,
expedida en el caso Genie Lacayo, que en sus párrafos 74 y 77, estipula:

“74. El artículo 8 de la Convención que se refiere a las garantías judiciales


consagra los lineamientos del llamado “debido proceso legal” o “derecho de
defensa procesal”, que consisten en el derecho de toda persona a ser oída con las
debidas garantías y dentro de un plazo razonable por un juez o tribunal
competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en
la sustanciación de cualquier acusación penal formulada en su contra o para la
determinación de sus derechos de carácter civil, laboral, fiscal u otro cualquiera.
(…)
77. El artículo 8.1 de la Convención también se refiere al plazo razonable. Este
no es un concepto de sencilla definición. Se pueden invocar para precisarlo los
elementos que ha señalado la Corte Europea de Derechos Humanos en varios
fallos en los cuales se analizó este concepto, pues este artículo de la Convención
Americana es equivalente en lo esencial, al Convenio Europeo para la Protección
de Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales. De acuerdo con la
Corte Europea, se deben tomar en cuenta tres elementos para determinar la
razonabilidad del plazo en el cual se desarrolla el proceso: a) la complejidad del
asunto; b) la actividad procesal del interesado; y c) la conducta de las autoridades
judiciales (Ver entre otros, Eur. Court H.R., Motta judgment of 19 February 1991,
Series A no. 195-A, párr. 30; Eur. Court H.R., Ruiz Mateos v. Spain judgment of
23 June 1993, Series A no. 262, párr. 30).”

53. A diferencia del aviso colocado en las puertas del infierno: “Abandona toda esperanza”,
en el pórtico de las causas penales el principio del debido proceso advierte a los jueces
que deben actuar con justicia y sujetándose a la Constitución, a la ley y demás
formalidades procesales garantizadoras; y al justiciable, que el enjuiciamiento no se hará
al costo de suprimir su dignidad o las condiciones indispensables para la concreción de
sus derechos fundamentales.

54. El derecho a la tutela judicial, en palabras del profesor Picó y Junoy, que para efectos de
definición resume la posición del Tribunal Constitucional español, tiene un contenido
complejo que incluye : El derecho de acceso a los órganos jurisdiccionales o al proceso,
a obtener de ellos una sentencia fundada en derecho congruente, a la efectividad o
ejecución de las resoluciones judiciales; y, el derecho al recurso legalmente previsto417.

417 Picó i Junoy, Joan. Ob.cit., página 40


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55. El acceso a los órganos jurisdiccionales adquiere capital significado tanto desde la
perspectiva de la sociedad, a quien importa la resolución de los conflictos suscitados por
el delito, y del agraviado y sus legítimos reclamos de resarcimiento e indemnización,
cuanto desde la óptica del incriminado, quien espera que las imputaciones que se le
hacen sean filtradas por todos los controles procesales para evitar abusos o errores en la
eventual determinación de su responsabilidad y sanción. El hecho que el titular del
ejercicio público de la acción penal sea el Ministerio Público no implica finalmente que
los asuntos sometidos por éste a conocimiento y decisión de los jueces salgan del ámbito
social o se desvinculen de los intereses de las víctimas, menos que el imputado sea un
sujeto procesal de segundo orden.

56. Ahora bien, esta garantía no afirma que las partes tengan derecho a que el órgano
jurisdiccional les dé la razón o confirme sus pretensiones, sino a que éste resuelva o falle
el fondo del asunto conforme a derecho, sob re la base de una motivación sólida y
congruente, y a que se ejecute lo decidido; lo que explica, por ejemplo, cuan frustrante es
que la mayoría de reparaciones civiles establecidas por los jueces penales no se
efectivicen.

57. Queda expuesta así la raigal inteligencia que existe entre el debido y proceso y la tutela
judicial, de lo que normativamente da puntual cuenta el artículo 139.3 de la Constitución

D.5. JUICIO PREVIO Y PRESUNCIÓN DE INOCENCIA

58. Además de las garantías examinadas, que el proceso penal comparte con los demás
mecanismos de resolución de conflictos, interesa detenerse a analizar las que lo definen
y distinguen, siendo las más notorios el juicio previo y la presunción de inocencia, cuyas
proyecciones ilustran el significado del resto de escudos protectores del justiciable.

59. El juicio previo que estipula el artículo 139.10 de la Constitución, o principio de no ser
penado sin proceso judicial, impone la existencia de un escenario procesal al que ingresa
la pretensión punitiva del Fiscal y la libertaria del acusado, para que en condiciones de
publicidad, oralidad, igualdad de armas, contradicción e inmediación se practique,
esencialmente por estas partes, la prueba de cargo o descargo, cuyo resultado será
valorado, según las reglas de la lógica, la ciencia y la experiencia, por el órgano judicial
imparcial, quien emitirá un fallo motivado de absolución o condena. Esta es la verdadera
concepción de juicio previo que no admite confusión con simple secuencia procesal, de
modo que al hablarse de proceso penal común tendrá que distinguirse su etapa principal,
decisiva, el juzgamiento, de las preparatorias o de saneamiento (investigación y etapa
intermedia), pensadas y articuladas en función del primero.
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60. En cuanto a la presunción de inocencia ha de indicarse que se trata de una garantía que
alcanza la condición de derecho fundamental, conforme a las previsiones del artículo
2.24.e de la ley suprema, y que se explica en la medida que un Estado democrático
entiende su sociedad como un colectivo de hombres libres, una tierra de libertad y no de
sospecha en la que está prohibido generalizar las incriminaciones o los operativos de
persecución del delito, en vez de circunscribirlos cuando exista causa probable, como
proscrito también declarar responsabilidades delictuosas y sancionar cuando se carece de
prueba de cargo suficiente o media duda.

61. Por que nadie es culpable hasta que debida y legalmente es declarado tal, los procesados
mantienen su calidad de inocentes y gozan de los derechos que les permitan resistir la
persecución y, cuando así lo decidan, desvirtuarla, contando para el efecto de defensa
material y técnica, de elección u oficio.

62. Como bien lo hace notar Faustino Cordón Moreno, al resumir la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional español, la presunción de inocencia niega que el acusado llegue
al juicio con una conducta incierta respecto de su culpabilidad que el Juez haya de
concretar en función de argumentos más abundantes o convincentes, aquél, dice, llega
como inocente y sólo puede salir culpable si su condición de inocente resulta plenamente
desvirtuada por el Juez a partir de las pruebas aportadas por la acusación. La presunción
de inocencia, agrega, se mantiene incólume si de lo actuado se nota un vacío o
insuficiencia probatoria, en razón de ausencia de pruebas o que las realizadas han sido
obtenidas ilícitamente o si el razonamiento del Juez es manifiestamente absurdo o
arbitrario; habrá de decaer, en cambio, cuando existan pruebas de cargo, directas o
indiciarias, con suficiente peso inculpatorio.418

D.6. GARANTÍAS DESTINADAS A EVITAR LA MANIPULACIÓN DEL


PROCESO

63. Según ya se dijo líneas arriba, la referencia a las garantías procesales penales interesa en
su dimensión práctica y operativa (Binder), tanto más en países como el nuestro donde la
democracia ha debido apurar momentos extremadamente difíciles, donde la República ha
experimentado largos períodos de caos y desinstitucionalización, o donde los estados de
excepción han sido la regla. 419

418 Cordón Moreno, Faustino. Las garantías constitucionales del proceso penal, 2da Edición,
Aranzdi. A Thomson Company, Navarra, 2002, página 174

419 Para sopesar el período republicano de anarquía y desconcierto y el imperio de los


regímenes de excepción, con toda su carga de arbitrariedad penal, véase: Basadre, Jorge.
Historia de la República del Perú 1822 – 1933, Editorial Universitaria, Lima, 1983. tomos I,
páginas 249 y siguientes, y X, páginas 229 y siguientes; asimismo el contenido de dispositivos
como la Ley 24150, de 7 de junio de 1985, que crea los Comandos Político Militares, el D. Leg.
749, de 12 de noviembre de 1991, que refuerza el predominio de éstos sobre las demás
autoridades en zonas declaradas en emergencia, ambos declarados en parte inconstitucionales
mediante sentencia del Tribunal Constitucional, pronunciada en el Expediente, promovido por la
Defensoría del Pueblo, Nº 017-2003-AI/ TC, y publicada el 23 de agosto de 2004. Esta sentencia
ha dado lugar a correctivos como la Ley 28222, de 18 de mayo de 2004.
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64. Son esas eventualidades las que casi siempre han motivado ingerencias contra el Poder
Judicial a través del fácil expediente de los ceses masivos, recubiertos con el ropaje de
“reformas”, interesadas más en someter las decisiones de los órganos jurisdiccionales a
intereses subalternos de gobierno, pa rtido, clase o grupo, esto es, coyunturales, siendo una
de sus primeras víctimas el proceso penal transformado así de mecanismo de resolución
de conflictos en arma arrojadiza de persecución, amenaza y hasta “cortina de humo”.

65. Ante este permanente riesgo de manipulación del proceso penal se erigen las garantías
orientadas a conjurarlo, destacando, en la Constitución, las siguientes:

a) La independencia, unidad y exclusividad de la función jurisdiccional, así como


la licitud y legitimidad del nombramiento de los magistrados, lo que repele los
avocamientos e interferencias procedentes de otros organismos o funcionarios en
causas judiciales pendientes (artículo 139.2, 1, 19 y 17).
b) La jurisdicción y el procedimiento predeterminados, negadores de los órganos
jurisdiccionales de excepción o las comisiones especiales (artículo 139.3)

c) La existencia de un órgano civil autónomo, el Ministerio Público, no castrense,


ni policivo, encargado de la persecución del delito y de la dirección integral de
la investigación del mismo, con respaldo operativo policial (artículos 158, 159 y
166)

d) El derecho de defensa material y técnica, de elección o pública, que importa,


además, el de información inmediata y escrita de la causas o razones de la
detención (artículo 139.14, 15 y 16 )

e) La publicidad en el proceso, amiga de la oralidad y de las técnicas de la


litigación, y contraria a la escrituración y el secreto, especialmente cuando se trata
de asuntos referidos a la responsabilidad de funcionarios públicos, y delitos
cometidos por medio de la prensa y contra los derechos fundamentales (artículo
139.4)

f) La aplicación de la ley más favorable al procesado en caso de duda o conflicto


entre leyes penales y la inaplicabilidad por analogía de la ley penal y de las normas
que restrinjan derechos (artículo 139.11 y 9)

g) La motivación de la resoluciones judiciales, con expresa indicación de los


fundamentos de hecho y de derecho invocados (artículo 139.5)

h) El ne bis in idem tanto material (cosa juzgada y sobreseimientos) como procesal,


o prohibición de doble sanción o procesamiento contra la misma persona y por el
mismo delito (artículo 139.13)
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i) La obligación del Poder Ejecutivo de prestar en los procesos judiciales la


colaboración que le sea requerida

j) El derecho al recurso o impugnación, denominado también garantía de la


instancia plural (artículo 139.6)

k) La improcedencia de las condenas en ausencia (artículo 139.12)

l) La indemnización por los errores judiciales y detenciones arbitrarias (artículo


139.7), y

m) El análisis y crítica de la resoluciones y sentencias judiciales (artículo 139.20)

D.7. GARANTÍAS QUE LIMITAN LA POTESTAD ESTATAL DE BUSCAR


INFORMACIÓN PROBATORIA

66. La coincidencia de la doctrina en el sentido que la vitalidad del proceso penal depende
de la fortaleza de la actividad probatoria que se desarrolla en su seno, no confirma que
los fines procesales validan el ejercicio de la prueba a cualquier costo, en tanto ni siquiera
los órganos oficiales de investigación están autorizados a recolectar información
probatoria de modo irrestricto, sin respetar las fronteras constituidas por los derechos
fundamentales de la persona.

67. La actuación probatoria, que comprende la ubicación, identificación y obtención de


fuentes de prueba y la incorporación a proceso de los elementos acreditativos de los
hechos, a través de los medios probatorios pertinentes, será inútil y perderá su poder de
convicción si carece de legitimidad, es decir, si se ha practicado con infracción de las
reglas constitucionales de garantía.

68. Para impedir que en la búsqueda y recojo de información probatoria el Estado y sus
aparatos de persecución del delito actúen sin freno alguno, impulsados por el afán de
eficacia ilimitada y la tiránica justificación que dice que “los resultados mandan y
justifican todo”, se oponen las siguientes garantías procesales:

a) El derecho a no declarar, a guardar silencio o a la no incriminación 420, el


mismo que genera para las autoridades que pretendan interrogar a cualquier
persona sobre una imputación criminal, la obligación de advertirle de la
existencia de aquél y que de su ejercicio no se derivará ninguna consecuencia
adversa (Artículos 8.2.g de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
y 14.3.g del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos).

420 Apréciese lo mediatizados e imperfectos que resultan a la luz de esta garantía, los artículos
127 y 245 del C. de PP.
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b) El secreto bancario y la reserva tributaria que sólo pueden ser levantados a


pedido del Juez, del Fiscal de la Nación, o de una comisión investigadora del
Congreso con arreglo a ley y siempre que se refieran al caso investigado (artículo
2.6 de la Constitución)

c) La inviolabilidad domiciliaria y consiguiente prohibición de ingreso,


investigaciones o registros en el domicilio de las personas sin contar con
autorización del que lo habita o sin mandato judicial, salvo flagrante delito421 o
muy grave peligro de su ocurrencia.(artículo 2.9 de la Constitución)

d) El secreto e inviolabilidad de las comunicaciones y documentos privados,


incluidas las telecomunicaciones422 y sus instrumentos, los que pueden ser
abiertos, incautados, interceptados o intervenidos por mandato motivado del Juez
y con las formalidades previstas en la ley (artículo 2.10 de la Constitución)

e) La prohibición de sustracción e incautación de libros, comprobantes y


documentos contables y administrativos, salvo por orden judicial (artículo 2.10,
párrafo final de la Constitución), y

f) La terminante prohibición de la violencia moral, psíquica o física, de la tortura y


los tratos inhumanos o humillantes423 (artículo 2.24.h de la Constitución)

69. Estas garantías serían líricas, tinta sobre papel mojado, si su infracción no fuera seguida
por la aplicación de la regla de exclusión probatoria que fulmina las consecuencias
directas o reflejas de los actos de obtención de pruebas o práctica de medios probatorios
que desconozcan o afrenten los derechos fundamentales. Aunque explícitamente la
Constitución no mencion a esta regla, su contenido aparece considerado cuando indica:
“Los documentos privados obtenidos con violación de este precepto (secreto e
inviolabilidad) no tienen efecto legal”, y “carecen de valor las declaraciones obtenidas
por violencia. Quien la emplea

421 Véase el artículo 4 de la Ley 27934 (Intervención del Ministerio Público y de la Policía
durante la investigación del delito), de 12 de febrero de 2003, que acuña el concepto de
flagrancia reputando su existencia cuando la realización del acto punible es actual y, en esa
circunstancia, el autor es descubierto, o cuando el agente es perseguido y detenido
inmediatamente de haber realizado el acto punible o cuando es sorprendido con objetos o
huellas que revelan que acaba de ejecutarlo

422 Véase la Ley 27697 sobre intervención y control de comunicaciones y documentos


privados, Nº 27697, de 12 de abril de 2002

24 Véase la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o


Degradantes . Adoptada y abierta a la firma, ratificación y adhesión por la Asamblea General
de las Naciones Unidas en su resolución 39 / 46, de 10 de diciembre de 1984
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incurre en responsabilidad” (artículos 2.10, tercer párrafo y 2.24.h de la Constitución)

D.8. GARANTÍAS QUE LIMITAN EL USO DE LA FUERZA EN EL PROCESO


PENAL

70. En la marcha del proceso hacia sus objetivos, la elucidación de la verdad material y la
determinación y realización, en su caso, de las consecuencias sancionadoras de las
normas jurídicas materiales, sobre el agente declarado culpable, es bastante común
encontrar situaciones que los obstaculizan; éstas son las que integran el peligro procesal
de fuga o elusión de la justicia, y de entorpecimiento de la actividad probatoria

71. El remedio procesal para estos riesgos se halla en el procedimiento y las medidas
cautelares o coercitivas, que representan ingerencias más o menos intensas sobre los
derechos fundamentales de la persona, sin dejar de ser siempre instrumentales y nunca
prejuiciosas decisiones de condena anticipada.

72. Las medidas coercitivas o provisionales son, desde la perspectiva expuesta,


manifestación del empleo de la fuerza dentro del proceso, la que podría desbordarse si no
es legitimada, y así morigerada, por requisitos o presupuestos sin los cuales deviene
arbitraria, tales son la razonabilidad y proporcionalidad, aplicadas a la resolución de las
eventuales necesidades procesales.

73. Por lo dicho es que, cuando se trata de coerción procesal personal, la ley pone especial
cuidado en establecer exigentes requisitos y controles, de modo que si la libertad del
procesado, favorecido aún por la presunción de inocencia, deba ser afligida con medidas
como la prisión preventiva o la comparecencia simple o restrictiva, ello responda estricta
y cabalmente a una auténtica necesidad procesal y no configure adelantamiento de
sanción o condena.

74. Bajo determinadas circunstancias, específicamente cuando se busc a pruebas, también es


posible usar la fuerza o coerción para restringir derechos fundamentales, como sucede
con la videovigilancia, la intervención corporal, la exhibición forzosa e incautación de
bienes, el control de comunicaciones y documentos privados; nada de lo cual puede
quedar fuera del prolijo cumplimiento de los procedimientos garantizadores establecidos
por la ley.

75. Otro tanto ocurre cuando se adoptan medidas, como el embargo, enfiladas a evitar el
desapoderamiento patrimonial del procesado, con evidente riesgo para el derecho del
agraviado de ser resarcido e indemnizado.

76. La contención de la fuerza en el proceso penal o los impedimentos para evitar se


desborde, se ven servidos por las siguientes garantías
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a) La aplicación imperativa de los criterios de razonabilidad y proporcionalidad


cuando se van a limitar derechos fundamentales (artículo 200 de la Constitución)

b) La prohibición de restringir la libertad personal, salvo en los casos legalmente


previstos, lo que impone el ineludible requisito de l egalidad de la coerción y las
medidas provisionales, pues su elenco sólo puede ser encontrado en la ley
(artículo 2.24.b de la Constitución)

c) La interdicción de la prisión por deudas, lo que no abarca los incumplimientos de


deberes alimentarios (artículo 2 .2.24.c de la Constitución)

d) El régimen de la detención que claramente delimita la detención policial en


flagrante delito, ordinario o especial, y el mandamiento judicial, escrito y
motivado, de detención (artículo 2.24.f de la Constitución)

e) El libre tránsito por el territorio nacional y el derecho a salir y entrar en él, salvo
las limitaciones impuestas por mandato judicial (artículo 2.11 de la Constitución)

f) La prohibición de la incomunicación sino resulta indispensable para el


esclarecimiento de un delito y, en este caso, siempre que se respete la forma y el
tiempo previsto por la ley (artículo 2.24.g de la Constitución), y

g) El derecho de los reclusos (procesados) de ocupar establecimientos adecuados y


el principio de que el régimen penitenciario tiene por objeto la reeducación,
rehabilitación y reincorporación social (artículo 139.21, 22 de la Constitución)

E) PREGUNTAS GUÍA

1. ¿Por qué se afirma qué el derecho procesal penal es derecho constitucional aplicado?
2. ¿Cuál es la impronta dejada por los Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos y la
Constitución en la configuración del proceso penal?
3. ¿Cuáles son las garantías procesales penales más relevantes?
4. ¿Cómo se puede conseguir qué las garantías procesales penales adquieran operatividad y dejen
de ser líricas?

2. SUCESIÓN Y PUGNA DE MODELOS PROCESALES PENALES

A) El modelo inquisitivo
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B) El modelo mixto
C) El modelo acusatorio
D) Preguntas guía

-.-

La manera cómo las sociedades han afrontado los problemas originados por el delito ha
sido diversa.

Cada Estado, según la opción política asumida, ha organizado el mecanismo procesal


encargado de indagar la ocurrencia de los hechos criminales y establecer las responsabilidades
por los mismos. Esta maquinaria, sin embargo, nunca se ha limitado a lo estrictamente procesal,
por el contrario, ha sido utilizada para promover y consolidar objetivos políticos coyunturales o
imponer una determinada forma de control social, representativa del resguardo de intereses no
siempre colectivos sino grupales

A lo largo de la historia de Occidente, incluyendo los ámbitos territoriales incorporados


por la colonización, el proceso penal ha sido configurado según distintos modelos. En ciertos
periodos la estructura acusatoria resultaba ser la más funcional y en otros la inquisitiva, esto
último, especialmente, cuando urgía concentrar el poder del Estado y evitar cualquier fisura que
cuestionará el dominio de los grupos dirigentes.

Analizar la manera cómo cada modelo procesal identifica sus funciones básicas y las
encarga a los correspondientes sujetos que intervienen en el mismo, es lo que a fin de cuentas
permite saber si nos hallamos ante un esquema acusatorio o inquisitivo; y, también, lo que
posibilita establecer el grado de democracia o arbitrariedad procesal instituido. Una vez más nos
percatamos que no existe un proceso penal neutro, que siendo muy importante la resolución de
los conflictos provocados por el delito ésta labor servirá bien a los intereses de la mayoría, o al
encubrimiento, promoción y preservación de intereses de facción, por lo que siempre será
correcto y legítimo respaldar los modelos compatibles con la defensa de los derechos
fundamentales de la persona

-.-

1. Para acertar en la calificación de un sistema procesal como acusatorio (antiguo o


moderno), inquisitivo o mixto (inclinado hacia la primera o segunda opción), hay que
seguir las instructivas palabras de Eugenio Florián, quien, en su obra “Diritto processuale
penale, 1939, Utet”, según cita de Pietro Fredas, sostuvo:

“La diversidad en la distribución de las funciones procesales esenciales


suministra el criterio para distinguir las dos formas fundamentales del proceso,
formas históricas y célebres. Si cada una de estas tres funciones (de acusación, de
defensa y de decisión) se confía respectivamente a un órgano propio y separado,
que la ejerce y hasta diría que la gestiona, y así se
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instituyen tres órganos (acusador, defensor y juez), el proceso es acusatorio. Si


estas tres funciones se concentran en poder de una sola persona y se atribuyen a
un mismo órgano, que las acumula todas en sus manos, el proceso es inquisitorio.
Teniendo que concentrar de modo totalitario las tres funciones en un solo órgano,
este no podía ser sino el juez, y así lo fue históricamente. Es decir, en el primer
caso el proceso toma la forma acusatoria, y en el segundo, la forma inquisitoria.
La forma acusatoria da lugar esencialmente a un proceso de partes y la
inquisitoria, a un proceso unilateral de jueces de actividad multiforme, que todo
lo absorben y que a todo deben proveer por sí mismos (…)” 424
2. Más que perderse en detalles anecdóticos, entonces, el criterio central para identificar un
modelo, distinguirlo de los otros y explicar la pugna entre ellos, es la configuración
específica que cada uno de éstos asuma de las funciones procesales indispensables, no en
vano, por ejemplo, cuando se revisan los CPP de 1991 y 2004 encontramos una prolija
determinación de las tareas del órgano jurisdiccional y demás sujetos procesales
(Ministerio Público, imputado-defensor técnico, víctima), a diferencia de lo que ofrece el
C. de PP., el cual sobredimensiona el papel del Juez Instructor, hoy Juez Penal, y
subestima las funciones de los otros participantes en el proceso.

3. Siguiendo la pauta dada por Florián, enseguida se efectuará una sucinta referencia a los
modelos procesales históricamente configurados, siempre teniendo en cuenta la forma
cómo este fenómeno se ha manifestado en el ámbito nacional, en razón que el
conocimiento de ello contribuirá a explicar mejor por qué la reforma procesal ha dejado
de ser un simple cambio normativo para representar la transformación ineludible de todo
el sistema o servicio de justicia penal.

A) EL MODELO INQUISITIVO

4. Las principales notas de este modelo, como sostiene Maier, a quien en adelante
seguimos425, son las siguientes: a) la potestad de administrar justicia no emana del
pueblo sino de los jerarcas, o tiranos que controlan el poder estatal, quienes concretan su
abusiva autoridad a través de una estructura de funcionarios etiquetada con el membrete
de “órganos judiciales”; b) las funciones de persecución del delito y de juzgamiento y
fallo se confunden, asignándoselas al mismo sujeto procesal, surgiendo, entonces, la
figura del investigador-juez decidor o gran inquisidor; c) el acusado carece de la
condición de sujeto y ve reducida su condición a objeto, sus posibilidades de defensa son
mínimas o inexistentes, en cambio las cortapisas que se le oponen son muchas, todas
enfiladas a debilitarlo y alcanzar su confesión; d) la forma del procedimiento y el estilo
de trabajo de los

424 Florian, Eugenio. De las pruebas penales Tomo I De la prueba en general. Editorial
Temis, Bogotá, 1990, página 6
425 Maier, Julio. B. J. Derecho procesal penal Tomo I. Fundamentos, Editores del Puerto
S.R.L., Buenos Aires, 1996, 2da Edición, páginas 259-264 y 442 – 460
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operadores son los del secreto o la reserva irracional y de la escritura, manifiesta en el


expediente; e) la valoración de la prueba se rige por el sistema legal que tarifa o asigna
valor antelado a cada medio probatorio, precedido por actuaciones, abiertamente
denigratorias y horrorosas como la tortura, justificadas con el argumento de búsqueda de
la verdad a cualquier precio, de ahí lo emblemático de la confesión como la reina de las
pruebas; y f) El fallo, en la aplastante mayoría de casos, no hace más que confirmar los
prejuicios del inquisidor y aplacar los reclamos de la presunción de culpabilidad.

5. Conforme los Estados occidentales autoritarios requirieron concentrar al máximo el


poder político, el procedimiento inquisitivo alcanzó carta de ciudadanía y expansión,
refinando sus prepotentes técnicas, como se puede ver en el manual procesal penal
confeccionado para este propósito por los dominicos Sprenger y Kramer, entre 1485 y
1486, llamado MALLEUS MALEFICARUM o El Martillo de los Brujos426.

6. En el Perú, una vez producida la conquista e instituida la colonia, el procedimiento


criminal que se impuso fue el inquisitivo, característico de la España colonialista 427.
Durante el periodo prehispánico428 la justicia penal fue la correspondiente a un sistema
señorial, draconiano y hasta mágico, pronto sustituido429 por las normas y usos
judiciales de la metrópoli. Así fue como se instaló y operó por largo tiempo la inquisición,
acerca de la cual da puntual cuenta don Ricardo Palma430:

“El Tribunal de la Inquisición de Lima (se sujetaba) a fórmulas y prácticas


jurídicas. Así, en los procesos se encuentran la sumaria, la compurgación
canónica, la declaración indagatoria, el plenario, las posiciones, la publicación de
testigos, la tacha, el careo, la calificación, censura o dictamen que un teólogo daba
sobre los puntos de acusación, y aun era permitido el recurso de fuerza al rey.
Pero, para hacer este sistema judicial bárbaro y defectuoso, bastaba con el secreto
empleado en la sustanciación de los juicios, y con el tormento que se aplicaba
cuando el reo permanecía inconfeso (…) El tormento se aplicaba con la siguiente
sentencia:

Christo nomine invocato. Fallamos, atentos los autos y méritos del proceso
y sospechas que de él resultan contra el reo, que le debemos

426 Kramer, Heinrich y otro. Malleus Maleficarum. El martillo de los brujos, Círculo
Latino, S. L. Editorial, Barcelona, 2005

427 Vid. Leyes de las Indias. Libros Primero-Nono. http: // www.congreso.gob.pe

428 Vargas, Javier. El Derecho Penal en el Imperio de los Incas (Contribución al estudio de la
Historia del Derecho peruano), Lima, 1981

429 Basadre, G. Jorge. Historia del Derecho Peruano, Edigraf S.A. Lima, 1986

430 Palma, Ricardo. Anales de la Inquisición de Lima, Congreso de la República del Perú, Lima,
1997, páginas 58-59
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condenar y condenado a que sea puesto en cuestión de tormento, en la cual


mandamos esté y persevere tanto tiempo cuando Nos bien visto fuere, para que
en él diga la verdad dé lo que está testificado y acusado; con protestación que le
hacemos que si en dicho tormento muriese, o fuere lisiado, o se siguiese
mutilación de miembro o efusión de sangre, sea su culpa y cargo, y no la nuestra,
y por no haber querido decir la verdad.”

7. Cuando se esperaba que la emancipación e independencia, al instaurar el sistem a


republicano, inaugurarían también un sistema de justicia penal democrático, según los
propósitos sanmartinianos (“Las bases de la Constitución”)431, en el cual las causas
criminales se resolviesen mediante juzgamiento público y reconocimiento y declaración
del hecho delictuoso por jurados y aplicación de la ley por jueces independientes e
inamovibles; la situación se mantuvo invariable, con fuerte supervivencia del
procedimiento inquisitivo, adversario de la democracia, como se aprecia en el Código de
Procedimientos en Materia Penal de 1863, aprobado en 1862432, sostenido por una
estructura que privilegia el secreto, la escritura y proscribe la oralidad en sus dos etapas,
el sumario y el plenario.

B) EL MODELO MIXTO

8. Con la gran Revolución Francesa de 1789 no sólo cayo el antiguo régimen feudal
autoritario sino también su funcional mecanismo procesal penal inquisitivo, el cual fue
reemplazado por el modelo mixto que mantuvo algunas notas del pretérito esquema
durante la fase de investigación y abrió sus puertas a la publicidad del acusatorio en la
decisiva etapa del juzgamiento

9. Esta opción llegó tardíamente a nuestras tierras, encontrando asiento tanto en el Código
de Procedimientos en Materia Criminal 1920 433 como en el aún vigente Código de
Procedimientos Penales de 1939434, lamentablemente la inclinación de

431 Basadre G., Jorge. Historia de la República del Perú 1822 – 1933, Sétima edición,
corregida y aumentada, Tomo I, Editorial Universitaria, Lima, 1983, páginas 12-13.

432 De Trazegnies Granda, Fernando . La idea de Derecho en el Perú republicano del siglo
XIX, Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 1980, página 162.

Ramos Nuñez, Carlos. Historia del Derecho Civil Peruano. Siglos XIX y XX, Tomo IV.
Legislación, abogados y exegetas, Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial,
2003, páginas 28, 276-283

433 Calle, Juan José. Código de Procedimientos en Materia Criminal. Promulgado por el
Poder Ejecutivo el 2 de enero de 1920.
Ley 4019, de 24 de diciembre de 1919

Cornejo, Mariano H. Novísimo Código de Procedimiento en Materia Criminal, Imprenta


Torres Aguirre, Lima, 1920, páginas III-XLVIII (Exposición de motivos)

434 Villavicencio, Víctor Modesto . Derecho Procesal Penal. De conformidad con el Código de
Procedimientos Penales del Perú, Lima, 1965
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uno y otro no fue idéntica, ya que el primero, pergeñado por Angel G. Cornejo,
partidario de la instauración de los jurados, osciló más hacia el acusatorio, en tanto que el
segundo, obra de Zavala Loayza, no pudo escapar de la impronta inquisitiva como es fácil
concluir por la sobreestimación que hace de la instrucción, en detrimento del
juzgamiento, y del Juez Instructor en perjuicio de los demás sujetos procesales. Otro tanto
puede decirse de las numerosas leyes procesales penales especiales que han profundizado
la distorsión inquisitoria, como lo hace el D. Leg 124 que ya ni siquiera guarda las
formas mixtas y que al generalizarse ofende la garantía de juicio previo, público y oral.

C) EL MODELO ACUSATORIO

10. Tanto el acusatorio antiguo como el moderno comparten, mutatis mutandi, las siguientes
cualidades o virtudes: a) la potestad de administrar justicia emana del pueblo y se ejerce
a través de un Poder Judicial independiente e imparcial; b) la persecución del delito, en
cuanto a investigación y acusación se refiere está a cargo de un órgano civil autónomo, el
Ministerio Público; c) el procesado es un sujeto y no objeto procesal que goza de la
presunción de inocencia y del derecho de defensa; d) el procedimiento es sustancialmente
público, oral y contradictorio, rigiendo en él, además, la igualdad de armas; e) la
valoración de la prueba no es tasada sino libre y debe ir precedida por actuaciones
legítimas que no violen derechos fundamentales, repudiándose el prejuicio y
destacándose, en cambio, la objetiva imparcialidad; y f) la declaración de culpabilidad la
emite el jurado o el Juez, quien, en su caso, absuelve o condena, dosificando con justicia la
sanción.

11. En nuestro país, es gracias al movimiento de reforma que, luego de sentadas las bases
constitucionales (1979) de un programa penal democrático, se plantea la primera
propuesta integral acusatoria con el CPP de 1991, ulteriormente mejorado en sus
versiones de 1995 y 1997. Las dificultades que este código afrontó al extremo de
permanecer en vacatio legis hasta la fecha, salvo 22 artículos, demuestra el enorme
poder de las fuerzas retardatarias que han visto en él un sistema transparente y justo,
contrario a sus tradicionales intereses manipuladores de la justicia penal, alejado del
pueblo y sometida a sus ofensores.

12. Hoy, que ya se cuenta con la versión acusatoria renovada de 2004 (D. Leg. 954), no resta
más que confirmar que la reforma se ha consolidado en lo normativo, aún cuando
subsisten dudas sobre la posibilidad de su implementación y cambio radical de la cultura
inquisidora que acompaña desde siglos a los operadores del sistema y, como no, también
a los voceros de la llamada “opinión pública”, los medios de comunicación masiva.

13. Quienes piensen que la reforma y su Código encontrarán un camino real, amplio y
descansado, deben desechar cuanto antes esa optimista pero infundada idea, la historia
mundial y peruana ha demostrado que eso no es posible, que siempre la sucesión de un
esquema procesal por otro tiene raíces sociales profundas que
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expresan la solución de determinada pugna de intereses entre los que se han valido de los
mecanismo de control social para perpetuar sus privilegios y los que han entendido que
el tratamiento procesal del delito y sus agentes sólo adquieren legitimidad cuando se
hace en defensa de los derechos fundamentales de la persona, bajo cánones republicanos,
democráticos , propios de un Estado de Derecho; no se tiene al frente, entonces, un
horizonte pacífico sino de confrontación entre sistemas procesales, el que se resiste a
morir y el que pugna por asentarse; de tan importante pugna los operadores no podemos
distanciarnos con indiferencia, debemos asumir un compromiso y actuar en consecuencia.

D. PREGUNTAS GUÍA

1. ¿Cómo se articulan los modelos procesales inquisitivo, mixto y acusatorio con


determinadas políticas estatales?
2. ¿Por qué se sostiene que el modelo acusatorio es funcional a la organización
democrática estatal?
3. ¿Cuál ha sido la razón para que en el Perú el esquema inquisitivo rija durante toda la
época colonial y gran parte de la republicana?
4. ¿Cómo se ha manifestado en nuestro país la pugna entre los modelos mixto y acusatorio
y de qué manera esta lucha ha sido recogida en el curso de la reforma?

3. MODELO Y PRINCIPIOS DEL NC PP

A) La opción acusatoria, garantizadora y de tendencia adversativa


B) El Título Preliminar
C) Principios y problemas de implementación
D) Preguntas guía

-.-

El NCPP no es neutro, tampoco es creación de un esfuerzo académico diletante, intenta, en


cambio, responder a la manifiesta necesidad de superar la crónica crisis del servicio de justicia
penal.

Esta propuesta normativa, ofrecida por el movimiento de reforma procesal penal, se caracteriza
por sus marcadas cualidades acusatorias, garantizadoras y de tendencia adversativa, en tanto
modelo que busca diferenciarse y superar las opciones inquisitivas y mixtas, estancadas en la
rutina burocrática y el estilo de trabajo ineficiente basado en la escritura y el culto al expediente.
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La adhesión del NCPP al programa que para lo procesal estipula la Constitución, aparece de
modo nítido en cada uno de los X artículos de su Título Preliminar.

Sin desconocer el surgimiento de numerosos problemas que acarreará la implementación


progresiva del NCPP, se confirma que la única manera eficiente y eficaz de afrontarlos será asir
firmemente los principios y garantías procesales penales que componen la opción republicana y
democrática

-.-

A) LA OPCIÓN ACUSATORIA, GARANTIZADORA Y DE TENDENCIA


ADVERSATIVA

1. Para caracterizar el modelo que trae el NCPP, como en su oportunidad se hizo con el
código de 1991 y sus versiones mejoradas de 1995 y 1997, se recurre al calificativo de
acusatorio, debido a que al examinar el tratamiento dado a las funciones procesales
básicas se aprecia que el nuevo texto rituario efectúa una determinación
perfectamente diferenciada, primero, de la persecución,
comprensiva de la investigación, acusación y prueba de la misma, segundo, de la defensa
o resistencia ante la incriminación; y, por último, del juzgamiento y fallo; es más, junto a
esta determinación de funciones el código procede a atribuirlas al respectivo sujeto
procesal, entiéndase el Ministerio Público, el imputado y su defensor técnico, y el órgano
jurisdiccional, respectivamente (artículos 1, 60, 61, referidos al Ministerio Público; 71,
80, 84, alusivos al imputado y su defensor técnico, y 16 relativo al órgano jurisdiccional);
distinguiéndose, así, de las opciones inquisitivas o mixtas que confunden o superponen las
funciones precitadas y sobredimensionan el rol de un sujeto procesal como el Juez, y
postergan a los otros.

2. En la determinación de las cualidades del nuevo modelo también se hace referencia al


término garantizador o “garantista”, en razón a que el código contiene un tipo de proceso
que integra de modo redoblado garantías procesales o escudos protectores del justiciable,
quien no por estar sujeto a imputación y encartamiento deja de ser persona o pierde su
dignidad de tal (artículo 71); distanciándose de este modo de las posiciones inquisitivas o
mixtas para las cuales de manera explícita o sobre entendida el imputado es sólo un
objeto al servicio del proceso que, por ejemplo, puede permanecer indefinidamente bajo
prisión preventiva.

3. Además de la nominación de acusatorio y garantizador, se afirma que el NCPP es de


tendencia adversativa porque remarca la naturaleza principal del juicio público y oral, la
trascendencia del contradictorio y la responsabilidad que en materia de actuación
probatoria le corresponde a las partes que sostienen pretensiones contrarias, el Ministerio
Público, como titular de la pretensión punitiva, y el
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imputado y su defensor técnico a cargo de la pretensión libertaria. Gracias a esta nota


adversativa se crean las condiciones para que el órgano jurisdiccional cumpla, durante la
investigación, función de garante de los derechos fundamentales, y, en la etapa intermedia,
de saneamiento; en tanto que en el juicio habrá de ocuparse ante todo de evaluar
imparcialmente el resultado de la actividad probatoria realizada por las partes y emitir fallo
de absolución o condena (artículos 356.1, 385.2, 29.2, 4, 5;
71.4, 253.1, 323, 393, 394, 398 y 399). En clara divergencia con los modelos
inquisitivos o mixtos se aprecia que el NCPP no enturbia la imparcialidad del Juez
involucrándolo en actividades de investigación o pesquisa o atribuyéndole la tarea de
probar los hechos.

B) EL TÍTULO PRELIMINAR

4. Puede llamar la atención que el Título Preliminar del NCPP no tenga el nombre de
“Principios Generales” o “Principios Fundamentales”, como en el CP vigente y el CPP
de 1991, pero esto no autoriza a concluir que sus grandes pautas modélicas, estructurales
y de interpretación no estén recogidas en tan importante apartado, colocado precisamente
en el frontis de todo este cuerpo normativo para confirmar su adhesión al programa
procesal penal de la Constitución y la tarea concreta de desarrollarlo.

5. Lo anterior explica por qué en el Título Preliminar encontramos directas referencias a las
garantías procesales penales, propias de un mecanismo de resolución de conflictos
democrático, eficaz y garantizador.

6. El artículo I.1 del rubro bajo estudio, estipula de modo sintético el principio de
jurisdiccionalidad, al indicar de manera categórica que la justicia penal es impartida
exclusivamente por los órganos judiciales y que tan delicada función destaca por su
consustancial característica de imparcialidad, esto es, de sujeción a la Constitución y la
ley, y de operatoria en un plazo razonable, contrario a cualquier dilación indebida.

7. Este mismo artículo I, en su inciso 2, confirma la trascendencia que el nuevo modelo le


da al juicio previo, el que no confunde con cualquier otra etapa procesal, sino connota al
destacar las peculiaridades del juzgamiento oral, público y contradictorio. Puede decirse,
entonces, que para el NCPP toda la actividad procesal gira en torno a la preparación y
realización del juicio, por lo que las otras etapas habrán de organizarse no porque
importen o justifiquen por sí, sino siempre desde la perspectiva de la fase central o
decisoria que es el juzgamiento (artículo 356.1)

8. En el inciso 3 de la norma I se reconoce a las partes el derecho a la igualdad, de manera


tal que éstas puedan ejercer plenamente las facultades que la Constitución y el código
estipulan a su favor, constituyend o una novedad muy interesante que este inciso
instituya también el deber judicial de allanar cualquier obstáculo,
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inclusive originado por razones objetivas atribuibles a las diferencias económicas o


sociales de las partes, que impidan o dificulten la vigencia de la igualdad procesal. Así se
confirma la vieja exigencia de “igualdad de armas” entre los sujetos procesales que
contienden, litigan y sostienen pretensiones adversas, aun cuando uno de ellos, como el
Ministerio Público, sea oficial, y el otro, el imputado, particular.

9. El numeral 4 del artículo I consagra el derecho al recurso o a la impugnación, frente a


sentencias y autos de sobreseimiento, que pongan fin a la instancia. De esta manera se
asegura la existencia de un recurso ordinario, la apelación penal (artículos 404, 413) que
permita el cuestionamiento de lo decidido en materia de hechos y de derecho, esto es,
integral, por un superior revisor.

10. En el inciso 5 del artículo I, desde la opción procesal que asume un compromiso cierto
con el respeto de la dignidad humana, se establece la obligación estatal de garantizar la
indemnización por los errores judiciales, sentándose las bases para superar el actual
estado de cosas en esta materia, regulada por la ley 24973, de 28 de diciembre de 1988,
cuya ineficacia es palmaria cuando se aprecia la ejecutoria del casi fantasmal Fondo
Nacional Indemnizatorio de Errores Judiciales y Detenciones Arbitrarias.

11. El inciso 1. del artículo I consigna el derecho que se plasma en la afirmación que la justicia
penal es gratuita. Esta ubicación no parece ser la más sistemática, pues lo coloca delante
del conjunto de los grandes principios procesales, cuando se trata, más bien, de un
elemento promotor de la igualdad, que en tal contexto y no fuera o por encima de él debe
ser entendido. Este derecho, además, sufre una importante matización cuando se anota
que no incluye el pago de costas procesales (artículo 497), instituto sobre el cual no se
tienen mayores referencias o antecedentes nacionales, puesto que el C. de PP y el CPP
del 91’ carecen de referencias al respecto. Ha de señalarse, sin embargo, que de la regla
de pago de costas están eximidos el Ministerio Público, entre otros organismos, y sus
representantes (artículo 499.1), y que, en cuanto a los demás sujetos pr ocesales
vencidos, el órgano jurisdiccional, atendiendo a la serias y fundadas razones que los haya
llevado a promover o intervenir en el proceso, puede eximirlos de soportar dicha carga.

12. A la presunción de inocencia el Título Preliminar le asigna su artículo II. El inciso 1 de


éste dispone que todo imputado sea considerado inocente y tratado como tal, en tanto no
se pruebe lo contrario y se declare su responsabilidad mediante sentencia firme y
motivada. Esa sentencia, agrega la norma, ha de edificarse sobre suficiente actividad
probatoria de cargo, obtenida y actuada con las debidas garantías procesales,
destacándose que cuando media duda sobre la responsabilidad penal ha de resolverse a
favor del imputado. En suma, para desvirtuar la presunción de inocencia, a través de una
sentencia condenatoria, será inexcusable que: a) la carga material de la prueba, en
relación a los hechos
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constitutivos de la pretensión penal, haya sido promovida y actuada por la parte


acusadora y no por la defensa, b) la prueba se practique en juicio oral y bajo inmediación
del órgano jurisdiccional sentenciador, c) los actos de prueba no sean confundidos con los
atestados policiales u otros actos de investigación, d) los jueces no fundamenten su
sentencia en prueba prohibida o ilícita, e) las sentencias de condena no se soporten
exclusivamente sobre la declaración de coimputados, y
f) los jueces cumplan con la obligación de razonar la prueba y la expliciten al motivar su
fallo435. Queda claro, entonces, que a nadie puede imponérsele condena si durante el
proceso, a través de la actividad probatoria, legítima, idónea y fehaciente, no se establece
su responsabilidad más allá de cualquier duda razonable.

13. El inciso 2 del artículo II, como derivación muy importante de la presunción de
inocencia, prohíbe que algún funcionario o autoridad policial presente como culpable a
una persona, no condenada por sentencia firme, o brinde información en tal sentido.
Nadie que conozca el morboso espectáculo mediático que se regodea presentando a
imputados o procesados como si se fuesen culpables o reos rematados, negará la
importancia que tiene acuñar una garantía como la descrita y promover su pleno respeto.

14. El artículo III estatuye la garantía “ne bis in idem” de forma completa, ya que acoge su
significado material referido a la proscripción de doble sanción por un mismo hecho
punible, lo que la relaciona con la cosa juzgada, y también sus implicancias procesales,
prohibiendo la doble persecución, sucesiva o simultánea, por lo mismo, siempre, además,
que se trate de idéntico sujeto e igual fundamento.

15. En el entendido que la potestad sancionadora del Estado es única, aunque bien pueda
adquirir perfiles administrativos o penales, y que aquél tiene una sola oportunidad para
hacer valer su pretensión punitiva, el Título Preliminar precisa que la interdicción de la
persecución múltiple rige también para las sanciones penales y administrativas, en cuanto
resulta inadmisible que por el mismo hecho éstas se acumulen; de ahí que para evitar
superposiciones perjudiciales al imputado regle que el derecho penal tiene preeminencia
sobre el derecho administrativo; una manifestación de lo dicho se encuentra en el inciso 6
de la Segunda Disposición Modificatoria y Derogatoria del NCPP, que dispone que el
artículo 8 del D. Leg. 813 (Ley Penal Tributaria, de 20 de abril de 1996), referido a la
investigación y promoción de la acción penal en los delitos tributarios, quede redactado
de modo que la administración deba comunicar al Fiscal los indicios de la comisión de
delito tributario descubiertos en el curso de sus actuaciones, que el Fiscal, en razón de
este aviso y en coordinación con el Órgano Administrador del Tributo, disponga lo
conveniente, que ordene a la administración ejecutar ciertas diligencias o las realice por
sí mismo, y que, en cualquier momento, disponga que dicho órgano le

435 Gimeno Sendra, Vicente. La prueba prohibida. Separata. Conferencias Magistrales, Lima 6 y
7 de abril de 2006, Instituto de Ciencia Procesal Penal, páginas 1 - 5
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remita todo lo actuado en el estado que se encuentre, prosiguiendo la pesquisa en Fiscalía


o por la policía.

16. Consecuente con la tradición liberal, en este mismo artículo, el NCPP exceptúa de los
efectos del “ne bis in idem” los casos de revisión de la sentencia condenatoria, que se
canalizan a través de la acción correspondiente cuando ulterior condena o imposición de
medida de seguridad es dictada contra persona distinta del primer sancionado y ambas
sentencias colisionan por inconciliables, de lo que resulta la prueba de inocencia del
primigenio condenado. Otro tanto ocurre cuando la sentencia se emite contra una
precedente que es cosa juzgada; asimismo, si se demuestra que un elemento de prueba
decisivo en la sentencia, es falso, inválido, adulterado o falsificado; o luego de la
sentencia se descubren nuevos hechos o medios de prueba, capaces de establecer la
inocencia del condenado; también, si se acredita que la sentencia fue producto de un
delito cometido por el Juez o grave amenaza contra él o sus familiares, siempre que en
tales hechos no haya intervenido el condenado, y cuando la norma que sustentó la
condena fuese declarada inconstitucional por el Tribunal Constitucional o inaplic able en
un caso concreto por la Corte Suprema (artículo 439)

17. A diferencia de los modelos inquisitivo y mixto, el NCPP hace capitales precisiones
sobre la función asignada al Ministerio Público. El inciso 1 del Artículo IV indica, para
esto, que le corresponde la titularidad del ejercicio público de la acción, esto es, que sólo
a él, en la medida que tiene la calidad de órgano civil autónomo de persecución del delito
y sus agentes, le corresponde poner en marcha la maquinaria judicial para la apropiada
determinación y realización de la pretensión punitiva. Esta tarea persecutoria, en
consecuencia, importa investigar, acusar y probar la acusación, en claro cumplimiento de
la carga probatoria que la distingue.

18. Sin embargo, ha de tenerse muy en cuenta que el Ministerio Público no es el abogado de
la víctima, sino de la sociedad y que por ello sus actividades las somete al estricto
principio de objetividad. No indaga, pues, para acusar de cualquier manera y en todos los
casos, sino para descubrir la verdad de los hechos, de ahí que la información probatoria
que recoja no tenga que ver únicamente con la responsabilidad del imputado sino
también, en su caso, con la inocencia del mismo. Siendo el Ministerio Público el único
ente autorizado para requerir la actuación judicial con respecto a los delitos de
persecución oficial y por lo tanto el responsable de obtener del órgano jurisdiccional
condenas que materialicen las consecuencias punitivas de la norma penal, deviene obvio
reconocerle papel conductor y contralor jurídicos de los actos de investigación que
practica la policía, quien cumple tarea operativa y función de policía judicial al servicio
del Ministerio Público (inciso 2 del artículo IV)

19. El inciso 3 del artículo IV es un canon explícito diferencial de los actos de investigación
realizados por el Ministerio Público o la policía y los denominados
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actos jurisdiccionales. No existe entre ellos sinonimia, puesto que emanan de órganos
diferentes, con atribuciones y funciones distintas, por lo que cuando sea necesaria un
decisión de naturaleza jurisdiccional el Ministerio Público la requerirá, expresando las
razones de su pedido, del órgano judicial.

20. Para asegurar celosamente la estructura acusatoria del mecanismo procesal, el artículo V,
inciso 1, remarca las atribuciones y competencias funcionales de los jueces,
atribuyéndoles, como luego se detalla al reglarse el proceso común (Libro tercero), la
dirección de la fase intermedia y, sobre todo, del juzgamiento, así como la compleja tarea
de expedir resoluciones que resuelvan las incidencias de la causa y sentencias que le
pongan fin. Es garantía de cualquier persona, dice el inciso 2 del numeral examinado,
que la pena o medida de seguridad que se le imponga lo sea por el órgano judicial
determinado por ley, con lo que se confirma el aserto que el derecho penal se aplica única
y exclusivamente por los juzgados y tribunales y sólo mediante el proceso, lo que deriva
de un triple monopolio: uno, el de la exclusividad estatal en la determinación de las
conductas que son delito y de las penas que las conminan, con lo que se proscribe la
autotutela y la justicia privada; dos, el de la concreción aplicativa del derecho penal sólo
por los órganos judiciales, no legislativos, ni administrativos; y, tres, el de la exclusividad
procesal, en cuanto el proceso es el medio para asegurar la legalidad del resultado final de
la causa y los derechos del acusado436

21. De las medidas limitativas de derechos se ocupa el artículo VI. Lo hace


multilateralmente al referir sus notas esenciales y presupuestos. Según este dispositivo la
coerción se atiene a las medidas previstas en la Ley Suprema y su imposición requiere
modo y forma legales, además de la concurrencia de garantías. La limitación de derechos
no se impartirá de oficio sino siempre a petición de parte legitimada, requiriendo
intervención judicial y dictado de resolución motivada, con suficiente base indiciaria o
elementos de convicción y auténtica necesidad procesal, esto es, respetando las
exigencias de la razonabilidad. El grado de ingerencia que implique una medida
limitativa dependerá, asimismo, de la ponderación que, recurriendo al criterio de
proporcionalidad, se realice según la naturaleza y propósito de la medida, y la
envergadura del derecho fundamental afectado.

22. Por lo dicho, para el NCPP la libertad del imputado es la regla y la prisión preventiva
una excepción, que de ningún modo puede ser asumida fuera de sus notas instrumentales
y constituir adelantamiento de condena.

23. Ninguno de los motivos que fundamentan el empleo d e la coerción durante el proceso,
como la búsqueda de pruebas, la conjura del peligro procesal de fuga o entorpecimiento
de la actividad probatoria y la garantía de la indemnización de la víctima ante el riesgo de
desapoderamiento patrimonial del imputado, contradicen

436 Montero Aroca, Juan. Principios del proceso penal. Una explicación basada en la
razón. Tirant lo blanche, Valencia, 1997
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lo precedente, la naturaleza operacional, nunca de fondo, de las medidas limitativas de


derechos.

24. Superando el silencio que guarda al respecto el C. de PP., el artículo VII, incisos 1 y 2, del
nuevo cuerpo rituario regula la vigencia temporal de la ley procesal penal, en el sentido
que ésta es de aplicación inmediata, inclusive cuando se trata de procesos en trámite, lo
que quiere decir que la norma procesal aplicable será siempre aquella que esté vigente en
el momento de realización del acto procesal, a diferencia de lo que ocurre en el campo del
derecho penal material, en el cual rige la regla que indica que la norma aplicable es la
que estuvo vigente cuando se cometió el delito. El principio de aplicación inmediata de la
norma procesal se atempera y admite, sin embargo, algún matiz de flexibilidad, como la
referida a la aplicación ultractiva de la ley anterior cuando se trata de medios
impugnatorios ya interpuestos, actos procesales con principio de ejecución y plazos ya
iniciados. Es más, también se admite la retroactividad benigna de la ley procesal más
favorable a los derechos individuales del imputado, dictada con posterioridad a la
actuación procesal, así se trate de actos concluidos.

25. Por su lado, los incisos 3 y 4 de este artículo VII establecen pautas básicas de
interpretación de las normas adjetivas, sobre todo, de las que coactan la libertad o
restrinjan el ejercicio de derechos procesales, limiten un poder conferido a las partes o
estipulen sanciones rituarias, en el sentido que la interpretación debe ser restrictiva,
quedando prohibidas la extensiva y la analogía, salvo que sean pro imputado o pro
ejercicio de sus derechos; y que cuando existe duda insalvable sobre la ley aplicable debe
optarse, también, por la más favorable al procesado.

26. El artículo VIII, en sus tres incisos, resume lo que el NCPP entiende como legitimidad
de la prueba, la que se afinca sobre las consideraciones que los únicos medios de prueba
que pueden componer el acervo probatorio y, por ello, ser valorados, son los obtenidos e
incorporados a la causa por un procedimiento constitucionalmente legítimo. El exigente
filtro, previsto para asegurar el cumplimiento de lo precitado, es la regla de exclusión
probatoria que estipula que no tienen efecto legal las pruebas obtenidas con violación de
los derechos fundamentales de la persona (artículo 159). Conviene al respecto, detenerse
a observar que el artículo bajo comentario menciona que esa obtención ilegítima de
pruebas puede ser directa o indirecta, lo que nos coloca ante la admisión de la teoría del
fruto del árbol envenenado o de los efectos reflejos de la prueba ilícita. Ha de notarse,
también, que la norma dice violación del “contenido esencial” de los derechos
fundamentales, lo que permite deducir que la regla de exclusión probatoria admite ciertas
excepciones como las sustentadas en la “buen fe” del operador, la “infracción beneficiosa
para el imputado”, la “eficacia de la prueba ilícita con respecto a terceros” o personas
distintas al titular del derecho afectado, la “ponderación de intereses”, la “destrucción de
la mentira del imputado”, y la del “actuar a propio riesgo”, como ocurre cuando alguien
hace revelaciones
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voluntarias sobre un delito o acerca de actividades relacionadas con esta clase de hechos,
ante un interlocutor que lo graba sin su conocimiento 437

27. Demostrando su decantada concepción garantizadora, el NCPP, en su artículo IX, incisos


1 a 3, se detiene en cada una de las manifestaciones del derecho de defensa, estipulando
que a todo imputado debe informársele de sus derechos y, en forma detallada y de
inmediato, de la incriminación que pesa contra él. Precisa, además, que el imputado tiene
derecho inviolable e irrestricto a ser asistido por un abogado defensor de su elección o de
oficio, desde que es citado o detenido, a contar con tiempo suficiente para preparar su
defensa, ejercitar su defensa material, participar, con igualdad de armas, en la actividad
probatoria, y usar los medios probatorios pertinentes.

28. En igual sentido, este numeral IX del Título Preliminar, prohíbe que el imputado sea
obligado o inducido a reconocer culpabilidad, es decir, a incriminarse o incriminar a sus
familiares. Semejantes estipulaciones encuentran pleno sustento en las consideraciones ya
expuesta al tratarse la presunción de inocencia.

29. Conforme a las tendencias procesales más avanzadas, el NCPP dedica especial atención a
la víctima del delito, para evitar perjudicarla doblemente con los avatares o secuelas de la
causa, de modo que (inciso 3) le asegura los derechos de información y participación
procesal y establece la obligación oficial de protegerla y darle un trato apropiado. Esto
explica la nueva tesitura procesal asumida en lo referente a la víctima por los artículos 94
y siguientes del código, así, por ejemplo, cuando se indica que tiene derecho, entre otros,
a ser informada del resultado del procedimiento aun cuando no haya intervenido en él, a
ser escuchada antes de cada decisión que implique la extinción o suspensión de la acción
penal, a recibir un trato digno y ser protegida, y a impugnar el sobreseimiento y la
sentencia absolutoria (artículo 95.1). Algo semejante ocurre cuando se norma que en los
delitos que afectan intereses colectivos, es decir, que lesionan a un número indeterminado
de personas, o en crímenes internacionales, se consideran como agraviados a las
asociaciones vinculadas directamente con esos intereses, siempre que estén reconocidas e
inscritas antes de la comisión del delito (artículo 94.4).

30. El artículo X, que cierra el Título Preliminar, afirma el valor expansivo de las
implicancias de las normas que lo integran, al estatuir que éstas prevalecen sobre
cualquier otro canon del código y que deben utilizarse como fundamento de
interpretación. El siguiente ejemplo ayudará a comprender el sentido de l a norma
comentada. El artículo 370, al ocuparse de la ubicación de las partes en la audiencia,
precisa que el Juez Penal tiene al frente al acusado, a su derecha, al Fiscal y abogado de
la parte civil; y, a su izquierda al abogado defensor del acusado. Bien visto el asunto, se
reproduce la distribución actual, tan propia del

437 Véase el Acta de la sesión del Pleno Jurisdiccional Superior Nacional Penal:
“Problemática en la aplicación de la norma penal, procesal y penitenciaria” , Trujillo, 11
de diciembre de 2004. Acuerdos Plenarios. Tema 3: La prueba ilícita y la prueba prohibida
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modelo mixto, con hondo resabios del inquisitivo, que aísla al acusado de su defensor y
lo coloca solitario en el centro, obstaculizando objetivamente su participación en la
estrategia de defensa, conforme aprecie y comente la marcha del proceso. Pues bien, en
un auténtico juicio público, oral y de tendencia adversativa, como el que reclama el
Título Preliminar del NCPP, la distribución de las partes en la audiencia tiene que
permitir la comunicación plena y permanente del acusado y su defensor técnico (artículo
371.3), lo que importa que se encuentren uno al lado del otro, juntos, no separados. Esto
exige cambiar de raíz la distribución actual, para colocar frente al Juez (centro y centr o
izquierda) al imputado y su abogado defensor, y al lado derecho, también frente al Juez,
al Fiscal y la parte civil y su defensa. Así es como debe interpretarse el artículo 370 si se
desea ser consecuente con los principios y el modelo innovador del CPP de 2004.

C) PRINCIPIOS Y PROBLEMAS DE IMPLEMENTACIÓN

31. Se equivocan quienes piensan que el NCPP es una creación que se agota en la
búsqueda de modernidad o mejoramiento normativo, estimulado por la preocupación
académica de algunos bien intencionados profesores; por el contrario, este nuevo
sistema procesal es la respuesta más completa que se ha dado al estado de crisis
permanente del servicio, se trata, entonces, de una propuesta para salir del
estancamiento que deslegitima cada vez más la actuación oficial de la justicia penal y
sus operadores. La crisis a enfrentar es muy compleja, como lo dejan ver sus
síntomas más evidentes; por un lado, se tiene el descontento de la colectividad y los
agraviados, su intranquilidad e inseguridad ante el crecimiento del delito y sus
prácticas violentas y el nulo resarcimiento por los daños que éstos ocasionan; por el
otro, se expande el fenómeno de los presos sin condena, sometidos a causas que no
se resuelven en un plazo razonable; internamente, las cosas no se ven mejore s,
porque los despachos fiscales y judiciales padecen y se sofocan tras el peso enorme
de la sobre carga procesal.
32. En un estado de cosas como el descrito y dado el primer paso consistente en
establecer en el ámbito normativo un nuevo modelo procesal penal, lo que
corresponde, enseguida, es asegurar su implementación o puesta en marcha eficaz y
eficiente. Al respecto no debe cederse ante la posición simplemente operacional que
imagina que los problemas se resolverán con más presupuesto o un mayor número de
fiscales, jueces y abogados de oficio, porque tales mejoras, siempre indispensables,
se diluirán en la medida que no se les dé un sólido cimiento y claro norte, aportados
por los principios analizados.

33. Cuando los operadores del sistema asuman como propios los objetivos de la reforma,
conozcan y comprendan la lógica del modelo y la estructura que trae el NCPP;
cuando se percaten que es necesario, inclusive, cambiar la ideología, cultura y estilos
de trabajo de la justicia penal tradicional, burocrática y escrita, entonces, recién será
posible abrigar la esperanza de consolidar la marcha de un
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mecanismo procesal compatible con los requerimientos constitucionales y los tratados


sobre derechos humanos.

34. Siendo que la implementación del NCPP es progresiva (D. Leg. 958), esto es, su
vigencia avanza de distrito judicial en distrito judicial, no simultáneamente en todo el
país, podría surgir un problema digno de ser debatido con todo detenimiento. Nos
referimos al reclamo que los procesados de los distritos judiciales donde el código
aún no opera, podrían hacer sosteniendo que las diferencias o ubicaciones geográficas
distintas, no tienen por qué afectarlos y privarlos de los beneficios y bondades del
nuevo mecanismo procesal penal que ya disfrutan otros incriminados, esto en la
medida que el NCPP rige plenamente, desde el 1 de julio de 2006, en el distrito
Judicial de Huaura, y desde el 1 de abril de 2007, en el distrito Judicial de La Libertad

35. Este problema, que a primera vista parece ser irresoluble, podrá ser atendido
debidamente si a tal reclamo se responde con la indicación que si bien el código se
va aplicando progresivamente, ello no significa que en el resto de distritos judiciales
el servicio se imparta de espaldas a la Constitución. Se trata, en consecuencia, de
atender todos los casos penales, en uno u otro distrito judicial, según las pautas de la
Ley Suprema, reinterpretando cualquier norma, hasta la más imperfecta, bajo la
óptica y exigencias de los principios que contiene el programa procesal penal de la
Constitución.

D) PREGUNTAS GUÍA

1. ¿En qué consiste la opción acusatoria del proceso penal?


2. ¿Cómo el Título Preliminar del NCPP incorpora el principio de
jurisdiccionalidad?
3. ¿Qué relación existe entre presunción de inocencia y actividad probatoria suficiente
de cargo?
4. ¿Cómo se vincula el estado de crisis crónica del servicio de justicia penal y la
reforma procesal penal, plasmada en el nuevo cuerpo de normas rituarias?

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