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Carlos J. Asselborn
Noviembre de 2009
“Si queremos hacer filosofía, lo primero que tenemos que hacer es filosofar.
Filosofar sin más, sin preocuparnos porque esta actividad nuestra sea o no
reconocida como filosofía. No debemos empeñarnos tanto en hacer filosofía
como en filosofar. Esto es, debemos empeñarnos en dar solución a nuestros
problemas en forma semejante a como los filósofos clásicos se han
empeñado en dar solución a los problemas que su mundo les fue
planteando… Simplemente debemos preocuparnos porque nuestras
soluciones sean auténticas soluciones. Soluciones para el hombre de carne y
hueso que la solicita desesperadamente. Aspirar, siempre, a que nuestras
soluciones lo sean de una vez y para siempre, pero conscientes de que esta
aspiración, o pasión nuestra, es y será siempre una pasión inútil”
(Leopoldo Zea, América como conciencia. 1953)
Pensar-nos a partir de las ideas que nos atraviesan y configuran es una tarea ineludible
en la actual coyuntura histórica. Coyuntura histórica que exige aunar esfuerzos por
lograr mayor justicia social y democracia con igualdad social; tarea imposible si dichos
esfuerzos no articulan procesos sociopolíticos y pensamiento crítico. Estas dos
afirmaciones, por cierto generales y cargadas de innegable voluntad emancipadora, son
las que queremos profundizar, situar o al menos acercarnos en el presente trabajo.
Sabemos de ciertas críticas con giros hacia lo “post” que se han lanzado contra las
pretensiones emancipatorias y críticas de ciertos saberes, discursos y pensamientos.
Entre ellas, críticas al pensamiento latinoamericano, cuyo pensar estaría fenecido dada
la muerte del sujeto y la crisis irreversible de la filosofía de la historia (en tanto
teleología). Para estas críticas las pretensiones fundacionales de un Orden y Sentido de
la historia volvería anacrónicos los esfuerzos por la liberación. La Historia de las Ideas
de América Latina, para estos discursos a la letra, estaría moribunda desde su misma
nomenclatura: “Historia” e “Ideas”, “¿América Latina?”.
Asumiendo tales críticas, habrá que señalar también que las Academias, preocupadas -
entre otros quehaceres- en mirar con múltiples lupas, pequeñas porciones de “la
realidad”, parecen renunciar a pensar la totalidad como posibilidad de transformación
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social. ¿Qué micro-relato para qué tipo de transformación?, ¿qué fragmentado discurso
para qué tipo de política?
Puede afirmarse con razón que la Historia de las Ideas en América Latina es una
disciplina genuinamente latinoamericana y que a partir de sus múltiples desarrollos ha
tenido, entre sus plurales intereses, una vocación liberacionista-emancipatoria. La
Historia de las Ideas en América Latina ha permitido el redescubrimiento de América:
la posibilidad de cierta re-apropiación de un “nosotros” en constante re-definición
ensayística. A nuestro entender, se trata de un “nosotros” que despierta y se sabe
necesitado de liberación/emancipación. “Nosotros” que para constituirse como tal, de-
construye el logos de la dominación y construye y re-construye un logos para la
liberación. Palabra articulada, voz propia más no etnocéntrica; voz particular pero con
pretensión de universalidad: voz crítica, política y eficaz en medio del ágora del actual
sistema-mundo atravesado por la estrategia capitalista globalizadota.
¿Es la Historia de las Ideas una disciplina con posibilidades reales para aportar y
potenciar este debate?, y, en definitiva, ¿Puede considerarse a la Historia de las Ideas
expresión de un pensamiento crítico con interés político-emancipatorio?, ¿O es sólo un
pensar para afirmar lo “que somos”, porque afirmando lo que somos, la emancipación
viene por añadidura?
Las preguntas, no sabemos si las mejores, intentan situarse en el actual debate por el
estatuto epistemológico y político de las ciencias sociales en América Latina.
Para tal fin nos aproximaremos a algunos aportes de Leopoldo Zea en tanto referente
máximo de la Historia de las Ideas y de Franz Hinkelammert en tanto teórico que se ha
propuesto repensar categorías de lo que se conoce como “pensamiento crítico”.
“Ser como otros para ser sí mismo”. Ser como Inglaterra, Francia y
los Estados Unidos para ser ¿qué? ¿En dónde está este sí mismo?
¿Acaso este sí mismo consiste en ser siempre como otros? ¿O este ser
como otros es sólo un instrumento para ser sí mismo? Si esto es así,
¿en qué consiste este sí mismo?” (Leopoldo Zea, El pensamiento
latinoamericano 1976)
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Francisco Miró Quesada, Despertar y proyecto del filosofar latinoamericano. FCE Colección Tierra
Firme. México 1974; Proyecto y realización del filosofar latinoamericano. FCE, Colección Tierra Firme.
México 1981. También nos ha ayudado en esta primera recepción el trabajo de Tzvi Medin, Entre la
jerarquía y la liberación. Ortega y Gasset y Leopoldo Zea. FCE, México 1998.
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Al respecto puede consultarse Luis Villoro, “Sobre el problema de la filosofía latinoamericana”, en
Leopoldo Zea, Filosofar a la altura del hombre. Discrepar para comprender. Cuadernos de cuadernos.
UNAM, México, 1993; pp183-201.
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originalidad está dada por el carácter político que adquirieron ciertas ideas (extrañas y
propias) desde la Colonia hasta nuestros días.
En Zea, por ejemplo, esta cuestión aparece con claridad e insistencia cuando desarrolla
su pensamiento recepcionando, sin repetir, a Hegel, especialmente su concepto de
“Dialéctica”. Zea está influenciado por Hegel, sin ser hegeliano (Miró Quesada F. 1981,
142).
3. La función de la Dialéctica.
Se trata aquí de la dialéctica del reconocimiento humano del latinoamericano (F. Miró
Quesada 1981, 148- 153)) Zea analiza esta dialéctica a partir de las relaciones entre
América del Norte y América del Sur. Y aparece con fuerza la idea de “Libertad”. El
país de la libertad, proclama a esta para toda la humanidad, “pero se las ingenian para
regatearla a quienes no son ellos mismos”. Se domina en nombre de la libertad o,
parafraseando a Franz Hinkelammert, se violan los Derechos Humanos en nombre de
los Derechos Humanos.
En esta dialéctica es donde se construye una nueva conciencia, conciencia de liberación.
Toda conciencia es a la vez universal y diferencial, es individuación. Ahora bien, ¿qué
avatares recorre este proceso de individuación, esta “lucha”?. Se trata de la lucha del
hombre “para situarse ante sí y ante los otros”.
La afirmación de sí y, por ende la negación del otro llega a su fin cuando mi afirmación
y la afirmación del otro pueden conciliarse. Conciliar significa aquí “reconocer en los
otros lo mismo que reclamo para mí”. Pero se llega a esto luego de una larga serie de
afirmaciones y negaciones.
En el caso latinoamericano esta dialéctica adquiere rasgos paradojales. El que domina
niega la humanidad de los dominados (en nombre de la libertad u otros subterfugios).
Pero para ser reconocido como “más humano” debe conseguir que el dominado lo
reconozca como tal. Para ganar este reconocimiento hay que “dotar de humanidad al
que reconoce”: “paradójicamente él (el dominador) será un hombre en la medida en que
pueda ser reconocido por aquellos a quienes niega su humanidad”. Es la dialéctica como
“regateo mediante el cual se exige, se niega y se concede humanidad” (ídem, 151).
Regateo que supone un modelo humano, matriz desde la cual se miden los demás seres
humanos.
Para muchos intelectuales, hablar hoy de dialéctica puede resultar un pesado
anacronismo o, en el peor de los casos, un resabio moderno con ansias de revancha. No
obstante y asumiendo las críticas, afirmar y negar significa también poner en tela de
juicio un concepto estático de identidad. Más aún hoy, donde la ideología de la
pluralidad y la diversidad rechaza a la dialéctica en tanto posibilidad de síntesis siempre
superadoras. Habrá que sopesar, por ejemplo, los intentos de conservación identitaria
cuando éstos olvidan e incluso solapan las profundas desigualdades sociales. Discursos
políticamente correctos-progresistas corren el peligro de transformar la defensa de la
diversidad en defensa de una esencia (género, cultura, etnia, etc.) que inevitablemente,
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Los estudios de Leslie Bethel, Halperin Donghi son indispensables para conocer y profundizar este
proceso histórico. Hace poco hemos descubierto los sugerentes estudios de José C. Chiaramonte referidos
a la Ilustración presente en el Río de la Plata y que enriquecen los aportes en torno a la Historia de las
Ideas en América Latina.
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Vemos entonces cómo los esfuerzos de las burguesías nacionales por incorporarse al
sistema capitalista fracasan. Además, estas burguesías serán incapaces de ir hasta el
fondo del problema, es decir, ir contra los intereses de las grandes potencias y realizar
reformas estructurales. El Zea de Miró Quesada afirma entonces que la toma de
conciencia de este proceso nos muestra “la única salida posible: el socialismo” (F. Miró
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5. Filosofía de la historia.
¿Puede ser plausible un proyecto de emancipación sociopolítica sin una filosofía de la
historia que lo potencie y legitime?. Creemos que uno de los aportes innegables de Zea
es el haber vislumbrado la necesidad precisamente de una filosofía de la historia. Aporte
que, a pesar de los discursos sepultureros de los relatos y las filosofías de la historia,
sigue cuestionando toda teoría con pretensión crítico-transformadora. Para Zea, se trata
pues de la relación entre conciencia y proceso histórico. La conciencia puede generar
nuevos procesos históricos, ése es su poder. Una conciencia emancipada puede asumir
el pasado para superarlo dialécticamente. Por esto el filósofo de la historia
latinoamericana debe contribuir a esta misión que significa forjar una nueva conciencia
para una nueva realidad. No se trata de una conciencia abstracta sino de una conciencia
viva, que se forja con los otros, que es “complicidad”, un saber de los otros y con los
otros (L. Zea, 1972). La toma de conciencia es una lucha.
La filosofía de la historia latinoamericana deberá estudiar y profundizar los distintos
tipos de conciencia que produjeron diversos proyectos. La conciencia produce proyectos
históricos y los determinados proyectos históricos producen cierto tipo de conciencia.
Desde esta cave hermenéutica será pues necesario estudiar el proyecto occidental que
lleva al europeo a la conquista del mundo. Proyecto que producirá una nueva
antropología y una nueva filosofía de la historia. Los proyectos de dominación, para ser
eficaces en su cometido, deben contar con una antropología y una filosofía de la
historia que los fundamente, exprese y legitime. La expansión europea queda justificada
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Miró Quesada cita la obra de Zea Filosofía de la historia americana del año 1978.
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Para una crítica a la pretensión de conocer y pensar “lo propio” ver Fernando Hernández González:
“Leopoldo Zea o el sin-fondo inagotable de “lo propio” en Revista Nostromo nº 1, México, Invierno 2007
en www.revistanostromo.net (consulta: 23/11/09).
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mejor, pero cada una cantando su propia melodía: concierto del desconcierto. ¿Cómo
articular “la voz” y “el logos” sin desdeñar las diversidades y heterogeneidades de los
múltiples sujetos? ¿No será que la voz y el logos reivindicatorios de lo particular
(cultura, género, etnia, religión, clase, propietario, consumidor…) proponiéndose estas
emancipaciones profundizan la dominación, o para decirlo con un “anacronismo”,
profundizan el colonialismo, ahora mental y subjetivo? ¿o insistir con estas pretensiones
significaría adentrarse aún más en un callejón con una única salida: el parricidio
intelectual que nos liberaría de esa carga anacrónica (otra vez), demasiado moderna y
alejada de las nuevas preocupaciones académicas y editoriales?
¿Quiénes somos?, ¿qué pensamos?, ¿por qué pensamos lo que pensamos?, ¿Cuáles son
nuestros problemas?, ¿existen “problemas nuestros”?, la realidad que pensamos ¿es
real?, ¿se puede pensar lo real?, ¿ puede pensarse el hambre?, ¿y el futuro?.
Verbo, Logos, Palabra…Zea, a pesar de las limitaciones señaladas a su pensamiento,
nos invita en este escrito (1969) a preguntarnos por la posibilidad de un pensar
latinoamericano. El hombre latinoamericano se pregunta por su existir simplemente
porque es un hombre, humano. Ni sub-hombre, ni Hombre. El regateo de humanidad
llevado a cabo por el Hombre occidental actúa en la medida en que calcula, mensura,
pesa, conjetura, enjuicia y actúa a partir del arquetipo construido a la medida de sus
pretensiones y sus miedos.
La discusión tiene un fondo interesante y –creemos- aún vigente, dadas las
“circunstancias” históricas por las que atraviesa el continente: ¿puede haber
pensamiento auténtico, filosofía auténtica, bajo condiciones de sub-desarrollo,
dominación y explotación?, ¿cuál es el alcance teórico-epistemológico de esta “filosofía
auténtica”?, ¿se trata de una filosofía “cuya virtud pareciera ser la de hacer de los
latinoamericanos hombres semejantes al arquetipo occidental”? (Zea L. 1969, 19).
Creemos que Salazar Bondy no deja de tener razón al plantear las dificultades de una
filosofía original y nuestra en un contexto de dominación. Pero la respuesta de Zea
también es interesante. Claro está que cada una de estas posturas contará con mayor o
menor razón en la medida en que sean sopesadas a partir de las exigencias epocales.
Señalemos algunos tópicos que nos parecen importantes rescatar de esta obra:
sobrevivencia. Así lo fue la filosofía que puso en duda la pregunta por la humanidad de
los americanos. Para Salazar Bondy esta filosofía debe prescindir de aquellas
concepciones de mundo provenientes de los centros de poder. Para Zea el marxismo es
una variante más de estas concepciones.
Por nuestra parte, creemos que una filosofía crítica está orientada a la transformación de
la realidad y su autenticidad se juega en esta tarea. Autenticidad que estará guiada no
sólo por un imperativo ético sino por la búsqueda de eficacia política. Y para esto
desdeñar as filosofías y/o pensamientos de otras latitudes sería un error teórico y
práctico imperdonable. Se trata de herramientas y no de textos sagrados, medios, no
fines. Los fines están tensionados hacia la creación de mundos más justos y con mayor
igualdad. Y por estos motivos es necesario alcanzar una pensar auténtico, es decir,
crítico: “No sólo acción, sino filosofía de la acción encaminada a subvertir, a cambiar
un orden en el que la auténtica esencia del hombre ha sido menoscabada…No ya sólo
una filosofía de nuestra América y para nuestra América, sino filosofía sin más del
hombre y para el hombre en donde quiera que éste se encuentre” (Zea, 2003, 119)
- Desarrollar una Crítica de la Razón Utópica. Por “utopía” entiende una “idea
regulativa” que debe tener en cuenta el límite de la condición humana. Las utopías se
vuelven ingenuas y, por eso mismo, peligrosas cuando pretenden superar a la misma
finitud humana. Se trata pues de una nueva epistemología. Epistemología que permita
resituar los procesos de liberación dando cuenta de los límites y posibilidades de la
imaginación utópica y de la praxis humana.
- Repensar el marxismo luego de la caída del Muro de Berlín y la crisis de los
socialismos reales. Reflexión crítica hecha desde América Latina.
- Señalar a la “racionalidad reproductiva” como racionalidad alternativa al cálculo de
utilidad presente en el capitalismo.
- Exponer una crítica de la razón mítica para la cual el mito no es lo opuesto a la razón.
En la modernidad, el mito es complemento de la razón instrumental. Y la modernidad
está atravesada por un dato fundamental aportado por el cristianismo: Dios se hizo
hombre, es decir, el hombre es dios. Afirmación que va más allá de cuestiones de
creencia religiosa. Se trata de una afirmación que se hace cultura y se traduce
ambiguamente en proyectos de dominación o liberación. Hacerse humano es el
imperativo, del cual no están exentos los esfuerzos prometeicos de la Modernidad.
b. Pensamiento crítico.
En una de sus últimas obras, el autor intenta validar un pensamiento crítico a través de
las categorías de emancipación y humanización. No todo pensamiento que critica algo
es “pensamiento crítico” (Hinkelammert, 2007, 278-291). La crítica reside en la
adopción de una clave, de un punto de vista, que es el de la emancipación humana. Y en
este sentido dicho pensamiento es deudor de la Modernidad Europea, aunque con varios
antecedentes históricos. La dignidad humana es tal, a pesar de las cadenas. El
pensamiento crítico está llamado a señalar cuáles son esas cadenas que esclavizan al ser
humano, que impiden su libertad. En el siglo XIX este interés emancipador se refleja en
las filosofías de Hegel, Marx y Feuerbach. Nacen nuevos movimientos de emancipación
en el interior mismo de la burguesía (Babeuf, Olympe de Gouges e incluso Toussaint
Louverture). A la conquista de los derechos individuales se suman los derechos
corporales y la diversidad de los seres humanos. Esta tradición, por cierto, mucho más
rica que los ejemplos señalados, será el humus para un “marco categorial crítico”.
Teoría crítica expresada en: a) una ética de la emancipación; b) la justicia como
orientación del proceso de emancipación y c) la relación sujeto-bien común
(Hinkelammert, 2003, 280).
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1. Ética de la emancipación.
Hinkelammert parte de Marx para quien el ser humano es el ser supremo para el ser
humano. Ser supremo secular: ser humano: “Sin embargo, no es el ser humano que es y
que se considera ser supremo. Es el ser humano que no es, el ser humano que debería
ser. Y lo que debería ser es ser humano” (ídem, 281-282). Por lo tanto, la emancipación
es humanización. Crítica de la religión que declara la falsedad de todos los dioses que se
oponen que el ser humano es el ser supremo. Para Marx estos falsos dioses son el
Mercado, el Capital y el Estado, fetichismos alienantes. Y el materialismo puede
resumirse de esta manera: “hazlo como Dios, hazte humano”. Aquí se constituye la
clave de la crítica, que no es religiosa sino secular. Pero es una crítica de la religión, en
tanto se opone a todos los dioses que sobreviven gracias al menoscabo y opresión del
ser humano: crítica de la razón mítica.
2. La justicia de la emancipación.
Y otra vez Marx nos ofrece un acercamiento al concepto de justicia desde su negación.
“Injusticia es producir riqueza, ‘socavando al mismo tiempo las dos fuentes ordinales de
toda riqueza: la tierra y el trabajador” (ídem, 287). Ésta es la idea de justicia como bien
común y que incluso supera el tan criticado reduccionismo economicista. Las
condiciones que hacen posible la vida humana determinan la justicia y el bien común.
Para Hinkelammert, estas condiciones corporales son el criterio de discernimiento
referido a la sociedad entera, incluso en la esfera económica. Por lo tanto la ética de la
emancipación es una ética necesaria. (ídem, 288).
entre el vivir mejor y el tener más hay un conflicto tanto en la sociedad como en el
interior de cada persona. Aunque todos estos conflictos estén atravesados por la lucha
de clase, no se reducen a esta” (ídem, 290).
1. Emancipación.
Es claro que a lo largo de sus textos está presente el interés emancipador de su pensar. Y
el locus de ese interés es América latina. Continente atravesado por una historia política
y un pensamiento genuino a recuperar y ofrecer a toda la humanidad. Pero también
continente explotado por políticas neoliberales, cuya única racionalidad es la lógica
sacrificial del Mercado.
2. Totalidad.
Subyace en los planteos el punto de vista de la totalidad, criticado y defenestrado por el
postmodernismo fragmentario y diverso. En Zea se observa esto en su ensayo de
filosofía de la historia no eurocéntrica. Repetimos que todo proyecto de emancipación
necesita de una filosofía de la historia que lo potencie, sin dejar de lado las críticas
posmodernas contra la totalidad devenida totalitarismo. En Hinkelammert la cuestión
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asume dichas críticas, pero las ubica desde la necesidad de articular las luchas de
múltiples sujetos colectivos (mujeres, negros, indígenas, obreros, desempleados, etc).
La fragmentación e hiper-diversificación de las reivindicaciones resta fuerza a la crítica
del sistema capitalista “global” (es decir, total-totalitario). Por lo tanto la articulación de
estas luchas supone repensar la categoría de Totalidad.
Quedará para otras investigaciones ampliar estos puntos de encuentro. Intuimos que los
mismos rondarán en torno a las categorías de Historia, Sujeto, Utopía y Pensar.
Sólo nos resta señalar que lo anterior es sólo un tímido acercamiento, necesitado por
cierto de mayor fundamentación y validación de las hipótesis aquí formuladas. Nos
moviliza un pensar situado en América Latina con un interés central: la emancipación
de los pueblos. Tarea ineludible que deberá asumir la propia historia y articular
esfuerzos teóricos y políticos para pensar un ser humano y una sociedad más allá del
cálculo de utilidad. Utopía, por cierto susceptible de hacerse realidad en la medida en
que no se piensa a sí misma como societas perfecta a alcanzar sino como idea regulativa
de la emancipación latinoamericana.
Bibliografía:
- ABELLÁN, José Luis, El exilio filosófico en América. Los transterrados de 1939.
México, FCE, 1998.
- CHIARAMONTE, José, “La etapa Ilustrada 1750-1806” en Historia Argentina I,
Buenos Aires, Paidós 2ª edición 1998.
- HALPERIN DONGHI, Historia contemporánea de América Latina, Madrid, Alianza,
1986.
- HINKELAMMERT, Franz, Las armas ideológicas de la muerte, Segunda edición
revisada y ampliada, San José de Costa Rica, DEI, 1981.
_________________Crítica de la razón utópica, Madrid, Desclée de Brouwer 2002.
_________________Hacia una crítica de la razón mítica. El laberinto de la
modernidad. Materiales para la discusión, San José de Costa Rica, Arlekín, 2007.
- MEDIN, Tzvi, Entre la jerarquía y la liberación. Ortega y Gasset y Leopoldo Zea,
México, FCE, 1998.
- MIRÓ QUESADA, Francisco, Despertar y proyecto del filosofar latinoamericano,
México, FCE, 1974.
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