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Danilo Cruz Vélez, Filósofo colombiano.

Esbozo para el profesor Dr. Antonio Caicedo.


Bibliografía general:
Obras publicadas:
1. Nueva imagen del hombre y la cultura. 1948. U. Nacional.
2. Filosofía sin supuestos. Buenos Aires. 1970. Rec. revista Minerva (M. Bunge).
3. De Hegel a Marcuse. Bogotá. 1986. U. Santo Tomas. Vol.3 Bibl.Col. Filosofía.
4. El mito del rey filósofo. Bogotá. 1989. Ed. Planeta.
5. Tabula rasa. Bogotá. 1991.Ed. Planeta. Selección de artículos de revista.
6. El puesto de Nietzsche. 1970. Introducción al Libro de Henri Lefevbre:
Nietzsche publicado por el F.C.E. en México. (Tal vez el más trascendente.)

*Los textos subrayados son los que creo que se pueden conseguir fácilmente.
A manera de abrebocas me permito trascribir la parte correspondiente de mi
libro de tesis doctoral -que te dejo- sobre Danilo Cruz, que está en las págs.313-4

LA ESCUELA DE PENSAMIENTO DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL


Sin embargo, el período que se inicia con la Revolución en Marcha le daría una
oportunidad a la filosofía, ello logró cristalizarse después de muchos intentos a finales
del período de gobiernos liberales en 1947 con la fundación del Instituto de Filosofía
de la Universidad Nacional ya renovada y fortalecida por los frutos de la Escuela
Normal Superior, uno de cuyos egresados, Jaime Jaramillo Uribe ya estaba vinculado
como profesor y muy joven fue decano de Ciencias Humanas. Los primeros
profesores, a quienes les cabe el honor de iniciar los estudios de Filosofía en la
Universidad del Estado, fueron su primer director, Rafael Carrillo Lúquez, muerto en
1996, un hombre bondadoso, de origen indígena, es decir procedente de aquellas
capas de la población colombiana que sin la menor justificación han sido, de tiempos
inmemoriales, marginados de la vida activa y participativa en la sociedad.
El mayor mérito del maestro Carrillo es su habilidad para imponer serenamente el
sentido secular de la filosofía en un ambiente aún muy hostil. El ambiente de las
clases ‘aristocráticas’, con mayor razón asustadas ante el peligro de la revolución
comunista en la capital del país, una ciudad relativamente aislada del mundo. Su
empuje y entusiasmo para iniciar el proceso de institucionalización de la Facultad de
filosofía (no en sentido administrativo sino intelectual) en la Universidad Nacional,
fundar su revista Ideas y Valores, que aún se publica y manejar inteligentemente la
actitud atraviliaria de lo que fue, posteriormente, el régimen conservador;
manteniendo en lo posible el espíritu secular y al tiempo humanístico, exoneran al
maestro, como le llamaban cariñosamente varias generaciones de egresados de
haber producido una gran obra, lo que sí es evidente es su ejemplo de estudio y
dedicación a la filosofía hasta el punto de someterse a la prueba de partir por una
temporada, ya maduro, a aprender en Alemania, junto con su compañero de aventura,
Danilo Cruz Vélez, sin embargo no deben olvidarse las firmes palabras con las que
inauguró las labores del Instituto, porque reflejan con meridiana claridad que se
iniciaba una nueva era en la cultura nacional y él era muy consciente de ello, toda su
vida posterior –en él más que en ningún otro- se encargaría de demostrarlo.
“ No nos hemos citado para un acto de iniciación de año universitario, ni para
entregar títulos a este o aquel que abandona las aulas, ni para asistir a la
conmemoración de algún día epónimo en la historia nacional, ni para oir la palabra
forastera de un sabio interesante que pasa por Colombia. Se trata de un acto casi
definitivo en la vida de la Nación. Las palabras que estáis escuchando y las que vais a
escuchar en seguida, no tienen sino el carácter de cualidades exteriores de que está
revestida la esencia de este acto definitivo. La Universidad Nacional de
Colombia, señores, arroja sus fundamentos. Esencialmente, este acto no quiere
decir otra cosa, sino que la Universidad Nacional se ha fundamentado a sí
misma, y el Instituto de Filosofía y Letras, que oficialmente empieza a funcionar
esta noche, constituye su fundamento.”
El resto de esta pieza es antológica para la filosofía colombiana, por la solemnidad
y la pauta que marcaba en la delimitación de una época. A su vez, era
particularmente clara en cuanto al sentido de modernidad que la reviste; pues se
fundamenta en Kant, en la necesidad de superar la prepotencia de la ciencia y la
tecnología; además, recogiendo el planteamiento de Husserl, presenta el
panorama abierto desde Descartes, Kant y Hegel hasta la fenomenología, en la
cual el orador finca sus esperanzas: “La época de Hegel apenas se le parece. La
corriente fenomenológica reconstruye la filosofía” concluye y con ella la ciencia,
desde la física cuántica hasta el Derecho podrán servirse de la filosofía para
integrar el saber y formar los directores intelectuales que requiere el país.
El caso de Danilo Cruz, también fundador del Instituto de la Universidad Nacional,
es un caso diferente. Él provenía de una familia acomodada de provincias (Caldas),
una de aquellas que se constituyeron en la fuente de la riqueza del país por su
vinculación con el café y la minería del oro, lo cual le permitió hacer en la capital
del país una vida contemplativa y con acceso a los círculos del poder. Su paso por
la Universidad Nacional y su posterior temporada de estudios en Alemania fue
menos penosa que la de Rafael Carrillo -algo mayor en edad-; a su regreso,
reintegrado a la actividad académica logra pronto su retiro con jubilación de la
Universidad Nacional y se vincula inmediatamente con la Naciente Universidad de
los Andes en donde la jerarquía de sus relaciones le permitía ser muy respetado e
hicieron de él un hombre sin afanes.
De manera que Cruz Vélez pudo pasar de su original Husserl y Scheler, iluminado
por el espejismo de Ortega y Gasset, a Heidegger y posteriormente a la escuela
de Frankfurt, para producir una obra mas o menos grande, aunque sin mayores
alcances, es decir que en el caso de Cruz podemos apreciar su afán por estar al
día con las necesidades de actualización filosófica y participar en las discusiones
con puntos de vista renovados y en algunos casos sorprender como lo hizo con la
aparición de su libro El Mito del Rey filósofo, en el cual se atrevió a replantear la
tesis antigua de la indiferencia de la filosofía ante la vida política (vita activa versus
contemplativa) y reivindicar el intento de Platón y Marx por hacer una filosofía de la
praxis, aunque dentro de este intento estaba el afán, no muy declarado, de
justificar a su maestro, Heidegger, por entonces vapuleado por su adesión fascista.
También sorprendió cuando dió a la publicidad su libro Tabula Rasa en el cual se
declara crítico de la cultura española y salda cuentas con Ortega, dando ejemplo
de su viraje intelectual, aunque no muy autocrítico, para señalar que nuestra
herencia española debería replantearse para poder organizar nuestra cultura y
emprende una crítica muy seria de la cultura de la escolástica, que llama tardía y
que aún maneja los destinos de buena parte de la producción filosófica. Entonces
acababa de participar en uno de los congresos de la Universidad de Santo Tomás,
encaminado, obviamente, a promover su versión propia y conocida de la filosofía
latinoamericana, con la cual Danilo Cruz entra en controversia.

GIL. Olivera. Numas A.: Rafael Carrillo, pionero de la filosofía moderna. Ed. U. del Atlántico. 1997 páginas 73 y
siguientes.

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