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Inge Sichra
isichra@proeibandes.org
Cochabamba, Bolivia
Consideraciones iniciales
Parto de la constatación de que afirmación cultural puede existir sin políticas
lingüísticas. Está sucediendo en la medida en que el mercado abarca espacios y
bienes antes "reservados" para consumo local. Se globaliza lo local, el folclore y lo
“étnico” ahora vende, atrae masas, se vuelve un símbolo vacío que se puede llenar de
patriotismo, de xenofobia, de racismo, de religiosidad. Se lucra con afirmación cultural!
De manera generalizada, la cultura se reduce a un objeto material, es intercambiable,
mercantilizable, es un “bien” del cual se sirven sectores hegemónicos de la sociedad.
Hasta provoca peleas de atribución de origen y defensa de “propiedad nacional” como
lo sucedido entre Bolivia y Perú a raíz del baile que marcó la celebración de la
Candelaria en Puno el mes pasado. Los medios de comunicación exaltan por
excelencia esta apropiación propiciada por políticas de afirmación cultural útiles al
mercado.
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y lengua hegemónica. La educación sin consideración de las lenguas originarias
se expande. A la vez, se registra en toda Latinoamérica el dramático
desplazamiento y pérdida de las lenguas indígenas. En esta tensión se abren
espacios institucionales como las universidades para discutir las epistemologías
diversas, se propugna la atención de diversidad epistémica y la ecología de saberes
en la educación para incluir otros conocimientos y saberes sin que estos sean
mediados, sin embargo, por las lenguas indígenas.
Considero que esta forma de afirmación cultural, si se puede decir, si bien genera
conciencia de la “diversidad”, tiene sobre todo efecto simbólico. No es evidente que
provoque reproducción cultural, refuerce lo identitario ni empodere a los sujetos
colectivos e individuales generadores de las culturas en cuestión. En la medida en la
cual la lengua desaparece como vehículo y fundamento de la cultura, como
vehículo de pensamiento y representación simbólica, la cultura pierde su valor y
función social volviéndose un objeto intercambiable.
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tiene acceso a poder político y a recursos económicos. Política lingüística es un
mecanismo por el cual grupos dominantes establecen hegemonía en el uso lingüístico.
(“Language policy is one mechanism by which dominant groups establish hegemony in
language use”). Podemos complementar la definición de este autor aclarando que con
política lingüística implícitamente se busca administrar el poder que emana de las
lenguas según ideologías imperantes en el momento (“language policy is one
mechanism for locating language within social structure so that language determines
who has accesss to political power and economic resources”). (ambas citas ibid). Luykx
(2003:92) añade que ha sido descuidado el estudio de la ideología lingüística de los
mismos planificadores y responsables de políticas lingüísticas para llegar a entender
las agendas ocultas tras las acciones gubernamentales.
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En términos generales, y ubicados en la realidad latinoamericana, es el primer
componente el que ha imperado, ignorándose o minimizándose los otros dos que, a
nuestro parecer, son importantísimos ya que comprenden prioritariamente a los
usuarios de las lenguas.
3. La planificación lingüística
El primer componente de la política lingüística también llamado “language
management” o gestión lingüística es definido como la formulación o proclamación de
un plan o política explícita de uso lingüístico, usual pero no necesariamente
escrito en un documento formal. La existencia de una política explícita no garantiza
su implementación, así como tampoco la implementación garantiza su éxito (Spolsky
2004:11).
Es así que después del trabajo del ILV cuyo esfuerzo de “atención” de las lenguas
indígenas tenía el propósito de asimilación cultural, los gobiernos estuvieron prestos a
asumir su responsabilidad para con “sus poblaciones vernáculas” adoptando modelos
extranjeros de planificación lingüística como base de la educación bilingüe. Fue así
que se propiciaron desde el Estado y con apoyo de organismos religiosos distintas
experiencias de incorporación de las lenguas indígenas en las escuelas bajo el
enfoque de educación bilingüe de transición. La apuesta era asimilar al indígena
escolarizándolo inicialmente en su lengua para castellanizarlo más eficientemente
bajo la lógica de que “su lengua era el problema”.
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En el auge de los gobiernos liberales con reformas estructurales en los años ’90 del
siglo pasado, se difundió con fuerza la EIB a partir de las reformas educativas
estatales bajo el enfoque de mantenimiento y desarrollo. La apuesta fue propiciar un
bilingüismo bajo la lógica de que cada lengua y cada cultura “es un recurso”. Como
reacción, y aún en forma paralela, desde los pueblos indígenas reconocidos ya
constitucionalmente, durante este periodo surgieron proyectos de etnoeducación o
educación propia para distanciarse de la tutela estatal.
El punto es que la política lingüística desde un principio fue encomendado por los
estados al ámbito educativo, por lo tanto, la planificación lingüística estuvo
condicionada o en función de este ámbito de educación estatal. Esto significó
desarrollar procesos para llevar adelante la pareja clásica de planificación lingüística:
corpus y estatus (Haugen 1966, 1983) o forma y función (Kloss 1969), tarea asumida
por agencias gubernamentales. El abrir la escuela a las lenguas originarias ha sido en
prácticamente todas las Reformas Educativas el camino para ocupar un espacio
formal que implique, primero, un mecanismo de asimilación y posteriormente un
reconocimiento societal de las lenguas hasta entonces excluidas del quehacer público
institucional.
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cotidiano, sin absoluta supeditación a las orientaciones de una institución estatal sino
a sus propias instituciones comunales-territoriales.
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planificación lingüística es el aumento de los usuarios, la adquisición y
aprendizaje de las lenguas y no el culto a la lengua en sí, mucho menos enjaulada
en el aula, la escuela, la educación. Y es que, contradictoriamente, la escuela no ha
podido responder hasta ahora con ningún enfoque o modalidad a la tercera pata de la
planificación lingüística, la adquisición y aprendizaje de lenguas indígenas, es una
deuda que quedó pendiente y que tiene sus orígenes en el histórico abordaje
lingüístico-descriptivo de las lenguas indígenas en detrimento del abordaje
pedagógico de primera y segunda lengua. Seguramente hay más explicaciones
menos “técnicas” relacionadas como ser la falta de voluntad política y el aspecto
ideológico de los maestros contrario a la reproducción lingüística.
5. Prácticas lingüísticas
Un aspecto crítico de esta manera de haber encarado la planificación lingüística es la
focalización de la actividad institucional en espacios formales, dirigida a los usos
oficiales y públicos, no al uso casual y cotidiano. De esta forma, la idea y realización
de planificación lingüística de las lenguas originarias se ha regido por las
necesidades y constreñimientos de la educación estatal y ha excluido los
niveles individuales, familiares, comunitarios de planificación de uso de lengua.
Como lo mencioné arriba, no se consideró el propio rol de los hablantes en los
espacios cotidianos, vivenciales, productivos, organizativos. Es así que mientras la
escuela propicia la EIB creando todo un lenguaje pedagógico construido para sus fines
y hasta una nueva variedad lingüística, la estandarizada, la comunidad tiene otras
prácticas lingüísticas y estrategias de reproducción muy propias, paralelas,
desatendidas por la educación estatal aunque claro que sí muy funcionales a su propia
educación!
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Mientras tanto, nos queda claro a los estudiosos, lingüistas, sociolingüistas,
psicolingüistas, etc. que las elecciones lingüísticas que realizan los hablantes son
planificadas y no son producto de casualidades ni de determinismos, menos de
factores socio-psicológicos considerados “naturales”. Y es que, al margen de una
política explícita (desde arriba) de planificación lingüística, hay una política real o de
hecho de práctica lingüística en cualquier comunidad de hablantes (desde abajo),
igualmente intencional que la primera.
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lengua sería vehicular, por así decirlo, para el fortalecimiento cultural identitario
colectivo.
En segundo lugar, tuvieron claridad de que era imperioso cambiar la dirección de los
esfuerzos de política lingüística. Mientras los departamentos de los ministerios
neozelandeses generalmente utilizaban políticas gubernamentales para traducirlas en
acciones y programas para la comunidad, el Departamento de Asuntos Maoríes
trabajaría desde y con la comunidad para desarrollar programas que encaren
necesidades comunitarias. Es decir, un abordaje de abajo hacia arriba.
Pero lo más impactante y decisivo fue la claridad de Kara Puketapu, Director de este
Departamento de Asuntos Maoríes, de entender que la base cultural de la sociedad
maorí no es un problema que el gobierno de Nueva Zelanda debería resolver, sino una
fuente de energía “bruta” que, si bien manejada, impulsaría el bienestar de la sociedad
en su conjunto. A diferencia de otras políticas anteriores, el punto de partida fue de
afirmación de « lo maravilloso que era ser maorí » y no poner las carencias y
problemas sociales, económicos, educativos maoríes y la victimización como
justificativo explícito de la tarea. Fue así que el programa de revitalización maorí se
bautizó con el nombre de un lema creado en una conferencia del consejo de mayores
maoríes que asesoraba al Departamento : « estar de pie » o « levantarse ». Dejando
que la cultura sea el catalizador, se encaró el desarrollo y la autodefinición maorí con
un proceso de rescate de valores culturales entre los cuales estaba la lengua. Cuando
en una conferencia entre planificadores maoríes surgió la pregunta de dónde se
encontraba la lengua (que estaba siendo desplazada dramáticamente), la respuesta
que se volvió una potente consigna fue « la lengua está en tí ». Del análisis del caso
maorí hecho por King (2014) se desprende que la revitalización lingüística supuso un
trabajo de revisión (revolución!) ideológica, de enfrentar creencias establecidas y
cuestionar posturas dadas por «válidas » a partir del liderazgo de los pocos hablantes
mayores que quedaban que derivó en todo un movimiento militante.
6. Ideología lingüística
La ideología lingüística, percepciones y creencias, no han repercutido en la política
lingüística ocupada de “gestionar las lenguas” y concebida al margen de los usuarios.
No obstante, su importancia es crucial, tanto lingüística como políticamente. Y es que
la existencia de ideología lingüística permite entender el papel cultural, social y
psicológico de las lenguas en la sociedad. Ya no se trata de considerar las lenguas
como tales, aisladas, por así decirlo. Las lenguas están vinculadas con la
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identidad, con la estética, la moralidad, la epistemología, la ontología, la
estructura de la sociedad.
Como nos lo recuerda Howard (2007), la lengua es por esencia autoreflexiva y proclive
a ser objeto de actos ideológicos. Es así que el discurso sobre las lenguas puede
encubrir creencias, estereotipos, prejuicios sobre los hablantes. Estos contenidos
de discurso circulan como una verdad y son compartidos sin que medie la reflexión o
conciencia de que son producto de una sociedad hegemónica imponiendo su
ideología1. Veamos en Otondo (en prensa) esta declaración de un taxista en Sucre,
Bolivia cuando su pasajera le cuenta que ella decidió hablar quechua con su hija:
Pasajera: Qhichwa chinkapuchkan mana wawasman yachachisqanchikrayku. (Es que
el quechua se está perdiendo porque no les enseñamos a los hijos).
Taxista: Ñuqayku jampuyku llaqtaman y listo qunqaykapuyku wawasman parlayta,
manaña jallp’a puqunchu, chanta jampuyku y manaña llaqtapiqa necesitankuñachu
wawas chhika, nuqayku ukhulla parlayku. (Nosotros nos hemos venido a la ciudad y
listo, nos hemos olvidado de hablarles a los hijos; la tierra ya no produce y nos hemos
venido, los hijos ya no lo necesitan en la ciudad, solo hablamos entre nosotros nomás).
Esposa del taxista: K’achituta parlaq kasqa, ñuqa mana wawasman
yachachichkanichu. (Había sabido hablar bien bonito, yo no les estoy enseñando a mis
hijos). K’achituta yachakuchkasqa cholitaman kutichi wak nipipis reparanmanchu. (Pero
había estado aprendiendo bien, si le pones pollera, nadie se daría cuenta)
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Gramsci et al (1971) estableció que ideología son creencias culturales que la burguesía o el estado capitalista
establecía como medio para establecer y mantener control. Hegemonía propaga la noción que el estatu quo representa
un estado de cosas de “sentido común” o “normal” y refleja valores “naturales”.
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lengua (Blommaert 1999:1). Por lo tanto, una ideología no se genera así por así, sin
fundamento. Al contrario, puede ser definida como un sistema de predisposiciones,
maneras de pensar y percibir ampliamente compartidas, patrones de creencias,
normas y valores que guían e ideales aceptados como verdad por un grupo particular
de personas (Steger 2003: 93).
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se puede gestar desde una pedagogía crítica en la educación superior y con el
arte ha demostrado ser un mecanismo importantísimo para generar reafirmación
cultural y lingüística, por lo menos, para empezar con ese proceso.
Para afrontar las « certezas » que colonizan las mentes provocando desplazamiento y
pérdida de lenguas, López (2008) refiere a una política lingüística que surge en los
últimos años para avanzar en una concepción ecológica de lengua que López (2008)
llama “language in life approach” – enfoque de lengua en la vida, enfoque relacional de
la lengua (se relaciona con la historia de la lengua, con las lenguas que la rodean y
con sus propios hablantes) o lengua viva. Ecología de lengua considera la lengua,
su uso, la adquisición y aprendizaje tanto en su entorno social específico como
también en el contexto político en el cual se desenvuelve.
Para cerrar este punto, quiero mencionar algunas ideologías lingüísticas muy
enraizadas. Una es la de la homogeneidad lingüística como norma. Eso se
interioriza y “naturaliza” en los hablantes, haciendo que estos se sientan inseguros,
rechacen sus variedades y lenguas y las desplacen. El ejemplo del taxista es muy
elocuente al respecto.
Otra ideología cuasi perversa relacionada con la anterior es que conviene ser
monolingüe en la lengua hegemónica antes que bilingüe. Se incorpora como
« verdad » que unas lenguas tienen más valor que otras, de modo que se considera
« normal » la conveniencia de poseer y usar una sola lengua, la de prestigio, antes
que dos o más lenguas, si entre ellas hay lenguas desprestigiadas como son las
originarias. Lo que el sentido común matemático de las proporciones nos dice, de que
2 son más que 1, se revierte como efecto de la ideología cuando se trata de lenguas
minorizadas. Y es que la lengua « desprestigiada » revelaría una « identidad
desprestigiada », esto se connota en la recomendación dada a otra señora
empecinada en hablar quechua con su hijo en la ciudad : “En castellano nomás debías
hablarle, van a pensar que es un niñito del campo”. Cuando se trata de un bilingüismo
de lenguas de prestigio, sí se mantiene esta relación de 2 es más que 1.
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inmovilizador, ya que si una lengua no se transforma, se adecúa a los tiempos y usos
que sus hablantes quieran darle, si no es una lengua viva, morirá, por cierto.
Sin estar atada a la función « civilizatoria » que siempre tuvo la educación en tanto
herramienta del estado, cultura puede asumir su rol con menos
condicionamientos político-ideológicos y abarcar e incidir en espacios públicos
de los más distintos niveles, desde los formal a lo familiar. Puede apelar a los
sentimientos, a lo lúdico, a los sueños, a los recuerdos, a los deseos, a los símbolos,
raíces y anhelos y a canales de expresión que no son « ocupados » por la razón y la
mente. De hecho, las redes sociales está explotanto esta veta de una manera
innovadora, irreverente, creativa, apelando a la juventud y las herramientas
tecnológicas más avanzadas.
No obstante, será necesario revisar hasta qué punto la política gubernamental postula
una ideología lingüística coherente y orientada hacia el enfoque de derechos de los
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pueblos originarios que sustente los esfuerzos de promocionar y utilizar las lenguas
más allá de la educación. Cultura, Educación, Justicia, Trabajo y las demás carteras
están convocadas a optar por bases comunes de políticas de reconocimiento y
fortalecimiento de diversidad lingüística. En el contexto latinoamericano, impactan los
avances en el Perú, desalientan y causan sorpresa los procesos en otros estados
donde la oficialización constitucional de las lenguas originarias permanece
básicamente en el plano simbólico y discursivo, limitado a declaraciones, normativas,
leyes y decretos nacionales como si de cuerpos y aparatos jurídicos emanaran
políticas reales que se implementan efectivamente.
Una política lingüística que abarque ámbitos públicos diversos pasa por una
afirmación lingüística por la cual se valore y trabaje la lengua en su uso, no la
lengua como objeto o "corpus", no como pieza de museo o de registro, sino como
parte constitutiva de la práctica y reproducción cultural y lingüística. Como patrimonio
cultural vivo, prevalece la dinámica del uso, de lo que se transmite con el habla real y
actual. Esta perspectiva marca un cambio rotundo no solamente respecto a qué
importa de las lenguas originarias, su valioso sistema o su más valiosa existencia
puesta en evidencia cotidianamente por sus hablantes, sino va de la mano con la
perspectiva de la agencia del hablante. En este paradigma, no es el estatus de las
lenguas, ni mucho menos el corpus si no el estatus de los hablantes sobre el
que importa incidir. A mi entender, en el Perú se está avanzando ejemplarmente con
acciones innovadoras y muy efectivas del Ministerio de Educación así como del
Ministerio de Justicia.
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reglamentarios con los cuales el estado intenta regular y apropiarse de las lenguas
originarias, cuando, en última instancia, éstas pertenecen a sus pueblos,
comunidades, hablantes, recreantes y recordantes.
“El arte (y la cultura) requiere de una cosa trascendental para desarrollarse: libertad. Y
puede tratarse de un tema trascendental o no, la misión del Estado en todas sus
reparticiones es permitir la libre y total expresión de todos y cada uno de sus
ciudadanos. (Roberto Calasich)
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