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Al momento de querer tratar, tocar o generar una reflexión sobre la sexualidad ya sea en la
familia, en la escuela, en un espacio comunitario e incluso en la política social, se encuentra una
actitud vacilante ante el tema y en las oportunidades en que se abarca la discusión, se centra en lo
“que debería ser”. Limitando la discusión a un conjunto de normas que son compartidas y
reguladas por la mayoría de la comunidad, a tal punto que se consideran las respuestas naturales,
sin posibilidad de generar una arista. Por el contrario es común encontrar que se condene, reprima
y rechace todo lo que se desvié de la norma, puesto que la norma es percibida como natural e
inamovible. Pero en el momento en que se cuestiona el origen de dichas normas, la discusión se
amplia, tocando muchas de las bases que sostiene las creencias y actitudes sobre el desarrollo
sexual de las personas.
Es de interés entonces, analizar los aspectos que más se discuten en lo que refiere al origen de
estas creencias enraizadas, comprender su génesis. De tal forma que se puede tomar en
perspectiva al ser humano, observarlo y cuestionarlo en un nivel propio de su ser: su desarrollo, a
través de su infancia, adolescencia, adultez y vejez. En este caso si lo que se busca es conocer el
origen de estas creencias, dada la organización social se debe ir a buscar en la instrucción básica,
en las transferencias de estas creencias y en la etapa en que menos se ha sido influido por la
enseñanza social: la infancia. Todo esto sin pretender desconocer las influencias biológicas,
innatas y del temperamento que puede tener cada persona en su individualidad.
Percibir la sexualidad como el sexo únicamente resulta ser problemático, esta creencia limita y
como toda limitación deja por fuera la posibilidades que hay antes de la adolescencia y lo que
puede haber más allá del sexo como acto de reproducción. Además de afianzar la idea que el
organismo biológico y su fin es único y cualquier acción diferenciada, es una desviación, una
actividad gestada por inadaptados. Este panorama empora cuando las personas con estas
creencias se manifiestan en conductas de desprecio y rechazo hacia otras personas, personas que
no se adhieran o que vayan más allá del binario y la heteronormatividad. Presentándose como
fuerza hegemónica que toma los símbolos y valores culturales como reglas que rigen el
comportamiento “biológico” para regular y coactar el comportamiento de los integrantes de una
sociedad y reprender a los inadaptados o “desviados”.
parte resuelve o da espacio a la discusión sobre las expectativas, creencias y actitudes (ante el
sexo de las personas) referente al género pueden ser cuestionadas para permitir una acción más
amplia y autónoma a las personas, pero no resuelve la discusión sobre la sexualidad más allá de
la reproducción.
No hay que apresurarse a desechar el análisis cultural para poder entender más a fondo la
sexualidad, dado que basta con observar con un prisma más amplio las diferentes formas en que
nuestros antepasados u otras culturas se relacionan. En donde se observan que algunas culturas
perciben el género más allá de masculino y femenino, aceptando otros géneros, otro sexo, incluso
aceptando que se puede presentar relaciones homosexuales sin ser homosexual, no limita, no
cierra; da espacio a entender la sexualidad como algo diverso. Entender esto ayuda a resolver un
poco la problemática de la perspectiva “biológica”, identificar a las relaciones sexo como
socializadoras, como fuente de desarrollo, de aprendizaje y más allá de acto sexual. La sexualidad
como el modo de ser, no como una parte de ser (Nogueira, 2004).
A este punto, aparece la incógnita sobre por qué en la cultura aguazuleña, se presenta de
forma dominante el patriarcado y el machismo. Y una vez propuesto lo anterior, se puede analizar
desde la perspectiva de la mujer, persona a la cual la sociedad le ha negado sus derechos
sistemáticamente, le niega el derecho a valerse por sí misma, le limita su autonomía, castiga
cualquier forma de sexualidad diferente a la de una mujer sumisa, entregada a su hijos y esposo.
La negación de la sexualidad de la mujer, le usurpa su autonomía, le ha quitado su derecho sobre
su capacidad de dar vida, se le ha controlado, con el fin de poder controlar la sociedad. Controlar
y someter a la mujer le permite al patriarcado a través de machismo mantenerse el poder. Porque
es a través de la idea de entrega incondicional, de sacrificio de la mujer, que se presenta la
posibilidad de pasar sobre una persona, de limitarle sus derechos, por intereses individuales. La
opresión se escribe sobre la idea patriarcal de la mujer (Segato, 2016).
Por esto, es imperante entender de forma holística la sexualidad, abanderarse de ella desde la
edad más temprana, buscar nuevas formas que permitan a las nuevas generaciones, a los
estudiante, tener una perspectiva amplia, tolerante y diversa sobre la sexualidad y su propia
sexualidad. Se necesita de una educación sexual que abogue por una sexualidad libre, sin
creencias invariables, que reconozco la maleabilidad del comportamiento humano y consciente
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de que las creencias y actitudes machistas, solo termina por beneficiar al poder, al patriarcado e
incluso al capitalismo.
Referencias
Mead, M. & Malinow, I. (1982). Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas. Paidos.