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Crónicas de la Desidia Cabimera

Caminé hacia la orilla del lago atraído por el resplandor del mediodía que convierte sus aguas en
un espejo, a pesar de estar impregnadas de los constantes derrames de petróleo. Mi vista se
hundió en el horizonte y apareció el puerto de La Salina, desde donde nuestro petróleo salió tantas
veces en los tanqueros de la Creole estadounidense para enriquecer a los dueños de las
trasnacionales y fortalecer el desarrollo del coloso del norte. Un olor nauseabundo molestó mi
olfato y casi al mismo tiempo tropcé con la osamenta de un perro que pertenece al basurero en
que se ha convertido la orilla del boulevar costanero de Cabimas. Y pensar que este deprimente

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