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En el resto del mundo, Gorbachov dirigió su acción a acabar con los conflictos
surgidos en el marco de la guerra fría. En primer lugar, alcanzó un acuerdo el
14 de abril de 1988 para la retirada soviética de Afganistán, retirada que se
implementó, según se había pactado, el 15 de febrero de 1989. La presión de
Moscú hizo que los vietnamitas se retiraran de Camboya lo que permitió la
normalización de relaciones con Pekín. En África se desligó de la suerte de la
dictadura etíope de Mengistu y aceptó la retirada de las tropas cubanas de
Angola en 1988. No consiguió convencer a Fidel Castro de las bondades de la
perestroika e inicia la retirada de la ayuda económica y de la presencia militar
soviética en la isla. También contribuyó al fin de las guerras civiles en
Nicaragua, lo que llevó a la derrota en las urnas de los Sandinistas en 1990, y
en el Salvador. Por último, en Oriente Medio, apoyó, aunque con dudas, la
posición occidental tras la invasión de Kuwait por Irak y conjuntamente con
Bush convocó conjuntamente una conferencia sobre la paz en Oriente Medio
en Madrid.
No obstante, donde más importancia tuvo la nueva actitud del Kremlin con
Gorbachov fue en las democracias populares del centro y este de Europa. Su
negativa a intervenir para apuntalar las dictaduras fue clave para que se
produjeran las revoluciones de 1989 que supusieron el derrumbe del
comunismo en la región. Rompiendo con la Doctrina Breznev, Gorbachov no
hizo nada para apuntalar la descomposición del régimen de la RDA, acelerado
tras la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989. Gorbachov,
especialmente tras una entrevista con el canciller Helmut Kohl en julio de
1990, aceptó el carácter ineludible de la reunificación de Alemania y del
mantenimiento de la RFA en la OTAN. El derrumbe de las dictaduras
comunistas llevó a la disolución del COMECON en junio de 1991 y del Pacto
de Varsovia el 1 de julio de ese mismo año. Este acontecimiento se había
visto compensado con la firma el 19 de noviembre de 1990 en París del
Tratado para la reducción de fuerzas convencionales en Europa, que
estableció la paridad militar entre las fuerzas de la OTAN y de los del Pacto de
Varsovia.
La historia de la vida de Fidel Castro no es la historia del líder de una nación subdesarrollada
luchando por sobrevivir frente a la feroz oposición de los Estados Unidos. Durante cuatro décadas,
Castro intencionalmente se mantuvo en medio del peligroso juego que los Estados Unidos, la
Unión Soviética y en algunas ocasiones la China, jugaron por mantener la preeminencia política en
el Tercer Mundo. Al hábilmente manipular las oportunidades que la Guerra Fría le aportó a Cuba,
Fidel se las arregló para convertir a su isla en una plataforma de lanzamiento desde donde pudo
proyectar su liderazgo a través del mundo entero.
El galanteo de Castro con la Unión Soviética comenzó poco después de la revolución, con una
visita que hizo a La Habana el Viceministro soviético Anastas Mikoyan. Al enfrentarse a los Estados
Unidos, Fidel sabía que para poder sobrevivir necesitaba de la protección soviética. Los soviéticos,
que jugaban un juego cauteloso, no pudieron dejar pasar la oportunidad de ganar un punto de
apoyo en el hemisferio occidental, a noventa millas de los Estados Unidos. Al final de la visita de
Mikoyan, los soviéticos accedieron a comprarle azúcar a Cuba a cambio de petróleo soviético. Los
Estados Unidos, desde ya preocupados con la retórica anti-americanista de Castro, vieron el
acuerdo como una traición y le solicitaron a las compañías americanas en Cuba que no refinaran el
crudo soviético. Las relaciones comenzaron a entrar en declive, hasta su ruptura final en enero de
1961.
En diciembre de 1961, apenas unos meses después de que EE. UU. promoviera la invasión de los
exiliados en la Bahía de Cochinos, Fidel Castro se declaró a sí mismo un marxista-leninista,
obligando así a la Unión Soviética a brindarle protección a la nueva y vulnerable nación socialista.
Poco después también solicitaría de ellos armas, consejeros e incluso soldados. Los soviéticos, sin
embargo, le propusieron una forma de defensa diferente: misiles balísticos de medio alcance.
Castro estuvo de acuerdo. Cuando en octubre de 1962 aviones espías norteamericanos U-2
fotografiaron los sitios en donde se encontraban los misiles en Cuba, el mundo estuvo al borde de
una confrontación nuclear. A medida que las tensiones de la Crisis de los Misiles se intensificaron,
Castro le escribió al líder soviético Nikita Khrushchev instándolo a que usara los misiles y
sacrificara a Cuba si lo consideraba necesario. El líder soviético, Khrushchev, sin que Castro tuviera
conocimiento de ello y sin consultárselo, en aquel momento ya había llegado a un acuerdo con el
presidente John F. Kennedy para retirar los misiles. El líder cubano se enteró de la noticia por
conducto de un amigo, el director del periódico Revolución, Carlos Franqui, y se enfureció al
descubrir que la Unión Soviética iba a tratar a Cuba tal como Estados Unidos lo había hecho: como
una isla insignificante en la mitad del mar Caribe.
Al final, Castro resultó el ganador. El presidente Kennedy le aseguró a Khrushchev que Estados
Unidos no invadiría a Cuba. La revolución cubana, sin embargo, continuó enfrentando amenazas, a
medida que una guerra secreta por parte de los EE.UU. llamada en código la Operación Mongoose
proseguía. Y el embargo económico impuesto por los EE.UU. en 1961 no disminuía.
A comienzos de 1970, a medida que la Guerra Fría alcanzaba una disminución en las tensiones,
Fidel Castro, siguiendo la línea soviética, comenzó a suavizar su propia retórica antagonística en
contra de los Estados Unidos. "Somos vecinos," le dijo en 1974 a la reportera Barbara Walters, "y
debemos hacer el esfuerzo por llevarnos bien". Por esa época, algunos oficiales cubanos y
estadounidenses tuvieron reuniones secretas en el aeropuerto de La Guardia y en el Hotel Pierre
para tratar de buscar una reconciliación. Cuando en 1975 el Secretario de Estado Henry Kissinger
anunció que EE.UU. estaba listo para "comenzar una nueva relación", las dos naciones se hallaban
a punto de llegar a un acuerdo.
En 1985, el líder soviético Mikhail Gorbachev lanzó el glasnost y la perestroika, unas reformas
económicas y políticas diseñadas para salvar el comunismo y revivir la economía de la Unión
Soviética. Castro rechazó las reformas de Gorbachev, las cuáles para él "representaban una
amenaza contra los principios fundamentales del socialismo". Pero incluso las reformas de
Gorbachev no sirvieron para salvar al comunismo y, en 1991, la Unión Soviética se desplomó. Para
Castro, esto constituyó un golpe enorme. "Hablar del desplome de la Unión Soviética equivale a
decir que el sol ya no brillará", dijo. Y el sol se apagó. Castro perdió más de $6 mil millones en
asistencia económica anual. El mundo socialista, el mundo al cual él había escogido adherirse,
había llegado a su fin.
CRISIS DEL CANAL DE SUEZ
Conflicto entre Gran Bretaña, Francia, Israel y Egipto, que tuvo lugar desde el 29 de octubre hasta
el 6 de noviembre de 1956. La causa inmediata de esta crisis fue la nacionalización de la Compañía
Universal del Canal Marítimo de Suez (anglo-francesa desde 1875) llevada a cabo por el presidente
egipcio Gamal Abdel Nasser, el 26 de julio de 1956. El primer ministro británico Anthony Eden
consideró que la acción emprendida por Nasser ponía en peligro el suministro petrolífero
procedente del golfo Pérsico y el comercio con el Lejano Oriente a través del canal de Suez,
además de representar un desafío al predominio británico en Oriente Próximo. Por este motivo,
Eden decidió beneficiarse de este incidente para derrocar al presidente egipcio mediante el uso de
la fuerza. Se ordenó a los jefes del Estado Mayor británico organizar una expedición militar con
este propósito. Francia, indignada también por la actitud de Nasser, pero más aún por el constante
suministro de armas egipcias a los independentistas argelinos, se sumó al plan británico. Eden
esperaba conseguir el apoyo de Estados Unidos, pero el presidente estadounidense Dwight David
Eisenhower se negó a emplear la fuerza para resolver este conflicto. Estados Unidos aprovechó la
demora provocada por los lentos preparativos militares de los británicos y franceses para intentar
promover una solución pacífica para la crisis, pero sus esfuerzos fracasaron debido a los
impedimentos planteados por Gran Bretaña y Francia. A pesar de que Eisenhower había negado su
apoyo, Eden estaba decidido a tomar medidas contra Egipto. A tal efecto, Gran Bretaña y Francia
establecieron una alianza con Israel, que tenía conflictos fronterizos con Egipto, en una reunión
secreta entre los ministros de estos tres países celebrada en Sévres (Francia) el 22 y 23 de octubre,
y cuyo objetivo era garantizar la participación israelí en la lucha contra Egipto. Cumpliendo lo
acordado entonces, el Ejército israelí atacó las posiciones egipcias en la península del Sinaí, el 29
de octubre. Gran Bretaña y Francia lanzaron un ultimátum un día después exigiendo el cese de las
hostilidades en ambos bandos, la retirada de las tropas a 16 km de distancia del canal en doce
horas y el consentimiento para que esta zona fuera ocupada por fuerzas anglo-francesas.
Marineros británicos embarcan hacia el canal dado que el gobierno egipcio se negó a aceptar los
términos impuestos, los británicos bombardearon los aeródromos egipcios (31 de octubre) y
destruyeron su fuerza aérea cuando se cumplió el plazo previsto en el ultimátum. La opinión
mundial criticó la acción anglo-francesa y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas amenazó
con intervenir en favor de Egipto. Eisenhower mostró su indignación, y Estados Unidos propuso
dos resoluciones que fueron aprobadas por unanimidad en la Asamblea General de Naciones
Unidas celebrada del 2 al 4 de noviembre: el cese de las hostilidades y la retirada israelí del
territorio egipcio, y el envío de una Fuerza de Emergencia de Naciones Unidas (UNEF) a Egipto
para supervisar la retirada de todas las tropas extranjeras. Gran Bretaña y Francia hicieron caso
omiso de estas resoluciones y, entre el 4 y el 6 de noviembre, fuerzas aerotransportadas y anfibias
anglo-francesas alcanzaron las proximidades del canal, derrotaron a las tropas egipcias y
comenzaron a avanzar a través del mismo. No obstante, Gran Bretaña tenía que hacer frente
ahora a una crisis financiera y a la falta de suministro de petróleo debido a que Egipto había
bloqueado el canal durante la lucha. Estados Unidos se negó a enviar ayuda económica o crudo a
los británicos hasta que sus fuerzas abandonaran Egipto. Ante la inminencia de un desastre
financiero, Gran Bretaña (con el consentimiento reluctante de Francia) acató el alto el fuego el 6
de noviembre (Israel había abandonado la lucha el 5 de noviembre). El 3 de diciembre de 1956,
tras la posterior polémica provocada por la exigencia británica de que las fuerzas anglo-francesas
formaran parte de la UNEF —a lo cual se negó Estados Unidos—, las tropas de Gran Bretaña y
Francia iniciaron la retirada de Egipto, y Gran Bretaña recibió ayuda económica y suministros de
petróleo. Este episodio supuso un humillante revés para Gran Bretaña y Francia. Eden dimitió de
su cargo como primer ministro en enero de 1957.
CRISIS DE LOS MISILES EN CUBA (1962)
Cuba había sido un país estrechamente ligado a los intereses norteamericanos desde su
independencia de España en 1898. La revolución de Fidel Castro en 1959, que en un principio
no se definía como comunista pero que tenía una clara orientación nacionalista, comenzó a
tomar medidas que lesionaban los intereses estadounidenses. La reacción de Washington fue
inmediata: ruptura de relaciones en 1961, imposición de un bloqueo económico, excluyó a Cuba
de la OEA (Organización de Estados Americanos) y organizó, mediante operaciones secretas de
la CIA, una fallida invasión de emigrados anticastristas en Bahía de Cochinos o Playa Girón en
abril de 1961.
En ese contexto, el régimen de Fidel Castro viró hacia el alineamiento con el bloque soviético y
el establecimiento de una dictadura comunista en la isla.
Fue el momento de la guerra fría en que más cerca se estuvo del enfrentamiento directo entre la
URSS y EEUU y de la hecatombe nuclear. Este episodio desarrollado en el contexto de la
guerra fría es considerado como el incidente de máxima tensión y peligro en la historia
de la humanidad ya que el mundo estuvo cerca del holocausto nuclear. Finalmente, tras
negociaciones secretas, Nikita Kruschev lanza una propuesta aceptada por Kennedy: la URSS
retiraría sus misiles de Cuba a cambio del compromiso norteamericano de no invadir la isla y de
la retirada de los misiles Júpiter que EE.UU. tenía desplegados en Turquía.
El mes siguiente la URSS desmonta y repatría su material bélico ofensivo y EE.UU. levanta el
bloqueo.