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CINCO VÍAS QUE PRUEBAN LA EXISTENCIA DE DIOS

Explicación breve de las cinco vías para la demostración de la existencia de Dios según Santo Tomás.
La existencia” de Dios no pertenece “necesariamente” a la fe. A esta verdad puede acceder el hombre mediante su
razón. Esto no quita que también esta verdad esté revelada (la encontramos en la Sagrada Escritura).
Por este motivo, existe la posibilidad universal de conocer a Dios, por medio de la sola razón natural (de aquí que esta
verdad sea enumerada entre los “preámbulos de la fe”). De todos modos, como no todos los hombres llegan a este
conocimiento por su razón (a causa de la debilidad que ha dejado en nuestra inteligencia el pecado original) hay una
“necesidad moral” de que esta verdad sea revelada por Dios, para que lleguen a la misma todos los hombres,
prontamente y sin mezcla de error.
Las pruebas más tradicionales para demostrar la existencia de Dios son estas cinco vías expuestas de modo magistral
por Santo Tomás de Aquino (“Suma Teológica”, Primera parte, cuestión 2, artículo 3). Son éstas pruebas propiamente
metafísicas. Estas vías son cinco argumentos a posteriori (a partir de las cosas más conocidas por el hombre) que
demuestran la existencia de Dios; así, por ejemplo:
Primera Vía: La primera es la vía del movimiento: la realidad del cambio o del movimiento (en sentido aristotélico) exige
necesariamente la existencia de un primer motor inmóvil, porque no es posible fundarse en una serie infinita de
iniciadores del movimiento.
Segunda Vía: La segunda es la vía de las causas eficientes: puesto que las causas eficientes forman una sucesión y nada
es causa eficiente de sí mismo, hay que afirmar la existencia de una primera causa.
Tercera Vía: La tercera es la vía de la contingencia y del ser necesario: como es un hecho que hay seres que existen y
que podrían no existir, esto es, que son contingentes, es forzoso que exista un ser necesario, ya que, de otra forma, lo
posible no sería más que posible.
Cuarta Vía: La cuarta es la vía de los grados de perfección: puesto que todas las cosas existen según grados (de bondad,
verdad, etc.), debe también existir el ser que posee toda perfección en grado sumo, respecto del cual las demás se
comparan y del cual participan.
Quinta Vía: La quinta es la vía teleológica o del orden y la finalidad: existe un diseño o un fin en el mundo, por lo que ha
de existir un ser inteligente que haya pretendido la finalidad que se observa en todo el universo.

Existen otras vías a las que mejor corresponde llamar “argumentos complementarios”. Estas son:

1) La demostración por el consentimiento universal del género humano: todos los pueblos, cultos o bárbaros, en todas
las zonas y en todos los tiempos, han admitido la existencia de un Ser supremo. Ahora bien, como es imposible que
todos se hayan equivocado acerca de una verdad tan importante y tan contraria a las pasiones, debemos exclamar con
la humanidad entera: ¡Creo en Dios!
2) Por el deseo natural de la perfecta felicidad: consta con toda certeza que el corazón humano apetece la plena y
perfecta felicidad con un deseo natural e innato; consta también con certeza que un deseo propiamente natural e innato
no puede ser vano, o sea, no puede recaer sobre un objetivo o finalidad inexistente o de imposible adquisición; y consta,
finalmente, que el corazón humano no puede encontrar su perfecta felicidad más que en la posesión de un Bien Infinito.
Por tanto, existe el Bien Infinito al que llamamos Dios.
3) Por la existencia de la ley moral: existe una ley moral, absoluta, universal, inmutable, que prescribe el bien, prohíbe
el mal y domina en la conciencia de todos los hombres. Ahora bien, no puede haber ley sin legislador, como no puede
haber efecto sin causa. Este legislador ha de ser, al igual que esa ley, absoluto, universal, inmutable, bueno y enemigo
del mal. Esto es lo que denominamos Dios.
4) Por la existencia de los milagros: el milagro es, por definición, un hecho sorprendente que es realizado a pesar de las
leyes de la naturaleza, ya sea suspendiéndolas o anulándolas en un momento dado. Ahora bien, es evidente que sólo
aquel que domine y tenga poder absoluto sobre estas leyes puede suspenderlas o anularlas a su arbitrio. Por tanto,
existe un Ser supremo que tiene ese poder soberano.
Estos argumentos, sin embargo, sólo nos llevan a conocer la existencia de Dios. Pero la naturaleza misma de Dios, su
misterio íntimo, sólo es alcanzado por revelación del mismo Dios. Jesucristo es el revelador del Padre, es decir, del
misterio íntimo de la Santísima Trinidad. Y esto sólo se alcanza recibiendo la fe, la cual nos viene por medio de Cristo.
JESÚS: LA PALABRA ETERNA
(Juan 1:1-18)
1) Jesús es eterno:
1 En el principio la Palabra ya existía. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. 2 El que es la Palabra existía en
el principio con Dios. 3 Dios creó todas las cosas por medio de él, y nada fue creado sin él.
2) Jesús fuente de vida y luz:
4
La Palabra le dio vida a todo lo creado, y su vida trajo luz a todos. 5 La luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad jamás
podrá apagarla.
3) El precursor de Jesús:
6
Dios envió a un hombre llamado Juan el Bautista 7 para que contara acerca de la luz, a fin de que todos creyeran por su
testimonio. 8 Juan no era la luz; era solo un testigo para hablar de la luz.
4) Jesús es la luz verdadera:
9
Aquel que es la luz verdadera, quien da luz a todos, venía al mundo. 10 Vino al mismo mundo que él había creado, pero
el mundo no lo reconoció. 11 Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron;12 pero a todos los que creyeron
en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. 13 Ellos nacen de nuevo, no mediante un nacimiento
físico como resultado de la pasión o de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios.
5) Jesús se hizo hombre:
14
Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos
visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre. 15 Juan dio testimonio de él cuando clamó a las multitudes: «A él me
refería yo cuando decía: “Alguien viene después de mí que es muy superior a mí porque existe desde mucho antes que
yo”».
6) Jesús fuente de amor y gracia:
16
De su abundancia, todos hemos recibido una bendición inmerecida tras otra. 17 Pues la ley fue dada por medio de
Moisés, pero el amor inagotable de Dios y su fidelidad vinieron por medio de Jesucristo.
7) Jesús nos ha revelado al Padre:
18
Nadie ha visto jamás a Dios; pero el Único, que es Dios, está íntimamente ligado al Padre. Él nos ha revelado a Dios.

“Juan 3:16-17 dice: Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no
se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para
salvarlo por medio de él.”
¿Qué esperas para creer en Jesús como Señor y Salvador de tu vida?
¿Y mejor aún, para tener una relación íntima con él?

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