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Ahora, reconociendo que una visión unilineal y monolítica del desarrollo va en contra-
dicción con la realidad de un país como Colombia, que se reconoce en su Constitución
como una nación pluriétnica y multicultural y como un Estado social de derecho, y acep-
tando que es necesario reconfigurar las nociones de las necesidades, que se han
planteado como nacionales, para entenderlas como regionales específicas, se puede co-
menzar un debate que brinde luces para plantear lineamientos básicos de una política
económica consecuente con su territorio y su población. Con esto, desde la antropología
se han hecho aportes significativos a visiones consecuentes de la explotación de recur-
sos, un ejemplo es el trabajo de María Clara van der Hammen con la sociedad Yukuna
de la Amazonía colombiana, donde deja claro que es posible mantener un cierto equili-
brio entre la extracción de recursos naturales, la manutención del medio ambiente y la
permanencia de comunidades indígenas en sus territorios. Así, se hace énfasis en visio-
nes alternas al desarrollo, proponiendo perspectivas como el vivir bueno o el buen vivir
(Gudynas, 2011, pág. 50; Hammen, 1992, págs. 333-338).
El territorio del Estado colombiano es múltiple, diverso, complejo; también lo son las
comunidades que lo habitan, que varían étnica, social y económicamente. Según las
cifras del último censo realizado por el DANE (Censo 2018, 2018), la mayor densidad
poblacional se encuentra en las cabeceras municipales, especialmente de la región
andina, siguiéndole la región caribe, la pacífica, la orinoquía, la amazónica y la insular.
Este censo estima que en el país viven al menos 45 millones y medio de personas. El
territorio colombiano cuenta con diversas riquezas, entre estas se encuentra la riqueza
de minerales y metales preciosos, como también de hidrocarburos y de terrenos fértiles
para la producción agropecuaria. Siguiendo los datos que proporciona el DANE, aún en
etapas preliminares del Censo de 2018, la mayoría de la población vive en las cabeceras
municipales, aunque también ha aumentado la población que vive en territorio rural.
Según la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (UPRA) la vocación del suelo
nacional comprende territorios de producción agrícola, ganadera, forestal y de
protección, teniendo una predominancia porcentual el suelo para protección, siguiendo
el suelo agrícola y luego el ganadero, sin embargo, la realidad es que la producción
ganadera tiene más suelo del que debería, por encima del estimado para la producción
agrícola (UPRA, 2014). Según esta información institucional, el suelo estaría siendo mal
aprovechado, existiendo áreas subutilizadas y otras sobrexplotadas.
Con lo anterior, y teniendo en cuenta que para el 2017 el 26,9 por ciento de la población
colombiana está viviendo en la pobreza, se hace necesario replantear las políticas
económicas estatales, en busca de un bienestar integral de la sociedad. Este bienestar
debe tener diversos componentes que se interrelacionen, tales como el económico, el
ecológico, el socio-cultural, entre otros. Ahora, los lineamientos básicos que debería
seguir una política económica en el país son:
Diálogos de saberes tradicionales sobre los usos del suelo. Es importante reco-
nocer los conocimientos tradicionales sobre el relacionamiento y el
aprovechamiento de la naturaleza para así mantener una visión coherente de los
usos del suelo con sus vocaciones –tanto naturales como sociales-.
Centralidades en las periferias. La relocalización de los centros de producción y
de aprovechamiento de los recursos es esencial para pensar una nación que se
reconoce como diversa. La redistribución de las riquezas es de suma importan-
cia en este aspecto.
Nuevas visiones de la productividad. Ver la necesidad de repensar los modos de
producción, teniendo en cuenta las problemáticas ambientales. Evitar el mono-
cultivo. Nuevos tiempos y nuevos problemas exigen respuestas creativas e
innovadoras.
Educación amplia e incluyente. Educar para una productividad sostenible ecoló-
gica y socialmente es un imperante en esta época de deterioro ambiental y social.
Prevalencia de la autonomía nacional. Aunque el país esté inscrito en un sistema
global debe pensarse en primera instancia como un territorio que busque velar
por sus habitantes, su bienestar y su calidad de vida.
Equidad y vivir bueno, sobre todo. Se debe buscar un balance, como antes se ha
expresado, entre la explotación de recursos, la diversidad social y cultural y la
permanencia de una Naturaleza saludable, viva.
A modo de conclusión, se resalta una necesidad de replantear las vocaciones del desa-
rrollo de la nación, que se han centrado en el monocultivo, en la ganadería y en la
explotación indiscriminada de hidrocarburos. Así, no queda más que invitar a la discu-
sión sobre las necesidades de la población y del medioambiente, entendiendo que el
bien común que debe primar no se debe entender como un desarrollo interminable que
acabe con la naturaleza, sino todo lo contrario.
Referencias:
DANE. (27 de Abril de 2018). Censo 2018. Obtenido de www.dane.gov.co:
http://dane.maps.arcgis.com/apps/MapSeries/index.html?appid=db12078f493d4941b17d
a4ddfb572fcd
Escobar, A. (2007). La invención del Tercer Mundo. Caracas: Fundación editorial el perro y la rana.
Gudynas, E. (2011). Debates sobre el desarrollo y sus alternativas en América Latina: Una breve
guía heterodoxa. En M. Lang, & D. Mokrani, Más allá del desarrollo (págs. 21-55). Quito:
Abya-Yala.