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Para Castro, (2016).

Nuestro cerebro se caracteriza por su


sociabilidad y busca relacionarse con otros continuamente. Esto es
fundamental para nuestro equilibrio emocional y físico. Las personas con
mejor salud y sociedades más sanas se construyen cuidando y
valorando el respeto, la comunicación y la generación de vínculos
humanos.

Los seres humanos somos una especie altamente social, y es por


ello que la soledad puede afectarnos tanto emocional como
físicamente. Desde muy pequeños debemos aprender el valor y los
beneficios que tienen las relaciones y el afecto en nuestras vidas para
cuidar de las mismas y también para ocuparnos de que nadie esté solo
o se sienta aislado.

Tan importante es para nosotros, los homo sapiens sapiens, la vida


de relación que nuestro cerebro vive el dolor emocional del mismo
modo que el físico, tal como lo ha demostrado una investigación
realizada en Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), Estados
Unidos.

Los investigadores de la UCLA invitaron a un grupo de voluntarios


a participar de un videojuego que tenía como característica que en
algún momento pudieran sentirse excluidos o dejados de lado por otros.
Durante la actividad escanearon los cerebros de los participantes, lo
que les permitió ver que cuando las personas notaban la falta de
pertenencia en sus cerebros se activaba

La corteza cingular anterior, un área que procesa el dolor físico y


lleva a mantener la atención en el mismo para solucionar lo que nos
ocurre.

Esto sucede también en el dolor emocional debido a lo


importante que ha sido para nuestros ancestros formar parte de grupos
y, gracias a ello, sobrevivir a los peligros del mundo natural. En
Neurosicoeducación presentamos al instinto gregario como algo que
fue fundamental para estar vivos: solos no podíamos enfrentar a
enemigos que nos superaban en fuerza física. Este instinto sigue
actuando y siendo sumamente importante en nuestras vidas.

Nuestro cerebro percibe la soledad como algo peligroso, y por


ello activa el sistema de alerta y la liberación de hormonas del estrés,
buscando que nos ocupemos de no seguir en este estado.

Imaginemos lo difícil que debe ser para un alumno estudiar sin


compañía o cómo se sentiría un empleado en su trabajo si no se siente
aceptado. Los especialistas dicen que todas las especies gregarias,
hasta las más simples, ven afectada su salud ante la soledad.

El año pasado en la Universidad Brigham Young, en Utah, Estados


Unidos, se realizó una investigación que se llevó a cabo a través de un
meta-análisis de estudios efectuados a lo largo de 34 años, sobre salud,
soledad y aislamiento social en distintos países. Dentro de las variables
se incluían aquellas en las que las personas estaban solas y también en
las cuales la percepción era la de estar solos aun en compañía o
viviendo con otros.
Julianne Holt-Lunstad, quien lideró el trabajo, expresó que los
resultados encontrados en todos los estudios sugerían claramente que
tanto el estar realmente solos como sentirlo tiene efectos negativos
sobre la salud y puede compararse con los afectos adversos producidos
por la obesidad. En años anteriores esta investigadora y su equipo ya se
habían dedicado a este tema relevando datos de 150 estudios en
donde se consideró que la falta de amistades equivalía a fumar 15
cigarrillos diarios.

Los investigadores de la Brigham Young continúan evaluando y


sumando otros estudios a su trabajo, y expresan que se mantienen los
resultados: tener amigos y relaciones sociales fuertes contribuyen a vivir
más y mejor, y que la salud en todas las edades se ve afectada por la
soledad.

Otro trabajo interesante sobre este tema fue el efectuado en el


Instituto de Investigación de Medicina del Comportamiento en la
Universidad Estatal de Ohio, en Estados Unidos, en donde se descubrió
que las personas que se encuentran solas generan mayores niveles de
proteínas relacionadas con la inflamación que surgen ante el estrés.
Mucho tiempo de soledad lleva al estrés crónico, vinculado a
numerosas enfermedades (artritis, diabetes de tipo 2, Alzheimer, etc.) y
baja del sistema inmune.

Es obvio que estar acompañados no implica una vida sin


inconvenientes, pero sí significa tener compañía ante los mismos, lo que
disminuye los efectos de la situación estresora. Conversar con otros nos
hace sentir queridos, tenidos en cuenta y produce que nuestro cerebro
libere neurotransmisores como la oxitocina, una especie de anti
hormonas del estrés. Además una charla cuando estamos mal va
acompañada casi siempre de un abrazo contenedor, algo sumamente
beneficioso para toda nuestra UCCM (unidad cuerpo cerebro mente),
en donde las endorfinas surgen naturalmente.

Científicos de la Universidad Carnegie Mellon de Pensilvania, del


Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Virginia y de la
Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburgh, demostraron con
sus investigaciones cómo el apoyo social y los abrazos aumentan y
mejoran el sistema inmunológico. Y son muchos más los estudios que se
pueden nombrar y han encontrado la enorme relación existente entre
salud e interacción con los otros.

Nuestro cerebro evolucionó y está diseñado para formar parte de


grupos: desde pequeños necesitamos del contacto con los otros y está
necesidad nos acompañará a lo largo de toda la vida.
Las conductas trascendentes le dan además sentido a nuestra
vida, y placer al cerebro. Por ello las áreas y vías de recompensa
cerebral se ven premiadas cuando ayudamos a los otros o cuando los
otros lo hacen con nosotros; siempre en estos gestos ambas partes
saldrán premiadas con la liberación de neurotransmisores, entre los que
se encuentra la dopamina.

Es importante la actividad física y comer adecuadamente para


mantener la salud, algo que mucha gente hace, pero casi todos se
olvidan o no saben que es fundamental también abrazar, decir
palabras afectuosas, dar una sonrisa, escuchar a otro y darnos tiempo
para compartir.

Para estar sanos debemos cuidar cotidianamente el cultivar los


buenos vínculos. Así que tal vez sea un buen momento para tomar una
muy buena decisión: dedicar todos los días tiempo con nuestros hijos,
pareja, padres, familiares, amigos y personas que nos necesiten.

¡El premio con estos actos está garantizado con mayor salud y
una muy buena dosis de neurotransmisores del placer para unos y otros!

Referencias

Castro, M. (2016). El valor de los vínculos afectivos para la salud.


Recuperado de: http://asociacioneducar.com/vinculos-afectivos-
salud.

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