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ISSN 0719-4145

Revista de Historia y Geografía Nº 36 / 2017 • 107 - 139


Artículo

“No éramos del MIR los pobladores,


nosotros estábamos por una necesidad
que era la vivienda”: Los pobladores del
campamento Nueva La Habana y el MIR,
1970-1973

Alejandra Patricia Araya González1


Recibido: 20 de marzo de 2017 · Aceptado: 14 de mayo de 2017

Resumen
Dentro de los repertorios de acción del movimiento de pobladores, sobresalen
las formas en que estos actores urbanos se relacionaron con organismos
políticos durante la búsqueda de solución a su problema habitacional. Este
artículo propone un análisis de las relaciones socio-políticas que sostuvieron
los pobladores del Nueva La Habana con el MIR entre 1970-1973, postu-
lando que aquellos vínculos marcaron una dinámica social-política oscilante
entre la búsqueda de una asistencia habitacional y la influencia política de
un movimiento revolucionario que recién se vinculaba con los pobladores.
En esta línea, se postula que la construcción identitaria de los pobladores de
Nueva La Habana se puede entender a partir de una conducta pragmática
en la experiencia política que vivieron con los dirigentes del MIR, constitu-
yendo un sello identitario sustancial, que abre una perspectiva histórica para
comprender la conducta social-política de los pobladores durante la segunda
mitad del siglo XX y el Chile actual.
Palabras clave: Movimiento de pobladores, Campamento Nueva La
Habana, MIR, experiencia política.

“We, the squatters, did not belong to the MIR – we were there
because our necessity of dwelling”: Squatters of the squatter
settlement Nueva La Habana and the MIR, 1970-1973
Abstract
In histories of action of the squatters’ movement, we can highlight the
ways in which these urban actors related to political organisms looking for
a solution to their housing problem. This article proposes an analysis of the

1 Chilena. Magíster en Historia, Universidad Andrés Bello. Ayudante de cátedra en Universidad


Andrés Bello y Universidad Adolfo Ibáñez. E-mail: alejandra.araya21@gmail.com

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Araya • “No éramos del MIR los pobladores, nosotros estábamos por una necesidad...”

socio-political relations among the squatters of New Havana and the MIR
between 1970-1973, postulating that those links marked an oscillating
social-political dynamics between the search for a housing assistance and
the political influence of a revolutionary movement that was linked with the
squatters. In this sense, it is postulated that the identity construction of the
inhabitants of Nueva La Habana can be understood from a pragmatic behavior
in the political experience they lived with MIR’s leaders, constituting a subs-
tantial identity character that opens a historical perspective for understanding
the social-political behavior of the squatters during the second half of the
Twentieth Century and today in Chile.
Keywords: Movement of squatters, New Havana squatter settlement, MIR,
political experience.

“Os povoadores não éramos do MIR, nós estávamos por uma


necessidade que foi a morada”: Os moradores do acampamento a
Nueva La Habana e o MIR, 1970-1973
Resumo
Dentro dos repertórios de ação do movimento de povoadores, sobressaem as
maneiras pelas quais esses atores urbanos se relacionaram com organizações
políticas durante a busca de uma solução para seu problema habitacional. Este
artigo propõe uma análise das relações sócio-políticas que sustentaram aos
povoadores da Nueva La Habana com o MIR entre 1970-1973, postulando
que esses laços, marcaram uma dinâmica sócio-política que oscilam entre a
busca de assistência habitacional e a influência política de um movimento
revolucionário que, recentemente, se vinculava com os povoadores. Nesta
linha, postula-se que a construção da identidade dos povoadores da Nueva
La Habana pode ser entendida a partir de uma conduta pragmática na ex-
periência política viveram com os dirigentes do MIR, constituindo um selo de
identidade substancial, que abre uma perspectiva histórica para compreender
a conduta sócio-política dos povoadores durante a segunda metade do século
XX e o Chile atual.
Palavras-chave: Movimento de povoadores, Acampamento Nova Havana,
MIR, experiência política.

Los pobladores de Santiago se han constituido como sujetos históricos


de gran relevancia en el escenario urbano desde la segunda mitad del siglo
XX. Ellos fueron vistos como precursores de una nueva forma de protesta,
que se manifestó en la toma de sitios, cuya mayor coyuntura fue la toma
de la ex chacra La Feria, o “toma de la Victoria” en 1957.2 La ocupación de

2 Respecto a la toma de la ex chacra La Feria, acto que dio origen a la construcción de la


población La Victoria, se recomienda revisar Alexis Cortés, “El relato identitario y la toma de

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terrenos se concibió como una forma de habitar en la ciudad, dado el déficit


de viviendas que afectaba a los “sin casa” y, primordialmente, se afianzó
como una acción para conseguir la negociación habitacional con autoridades
estatales, la Iglesia o los organismos políticos.

La falta de viviendas y la exponencial ocupación de sitios, marcaron una


nueva lógica urbana enraizada en el problema habitacional. Como plantea
Mario Garcés y otros autores, los pobladores inauguraron una conducta
urbana que influyó en la configuración de distintas ciudades del país y los
instaló como nuevos sujetos transformadores del espacio urbano (Garcés,
2014; Espinoza, 1988; Hidalgo, 2005). El aumento exponencial de las tomas
de sitios tras el ejemplo de lucha efectiva que significó La Victoria, demostró
que este mecanismo ilegal era la salida al problema habitacional que las
autoridades estatales no lograron remediar. En este sentido, para los años
sesenta, los pobladores se habían convertido en verdaderos propietarios de
viviendas (homeowners), modificando los cánones de propiedad habitacional
que se habían dado hasta mediados del siglo XX, y estableciendo una forma
de propiedad dominante, productiva y valiente: la toma de sitios, que actuaba
como un campo de fuerza con gran capacidad de expansión (Murphy, 2015).

Una vez tomado el terreno, se procedía a conformar un campamento


levantado por carpas armadas con frazadas, sábanas o desechos. Los pro-
blemas que enfrentaron los pobladores no sólo fueron la falta de vivienda
o de un terreno donde vivir, sino resolver la asistencia de servicios urbanos
básicos como el agua potable, red de alcantarillado y electricidad. Solventar
aquellos problemas significó buscar alternativas organizativas, y una de
ellas fue estrechar vínculos con organismos políticos y sus dirigentes para
gestionar asistencia. Armando De Ramón, Manuel Castells y otros autores
postularon que desde mediados del siglo XX la intensificación de las tomas
ilegales de terreno aumentaban de manera simultánea tanto el “poblamiento
informal” como la influencia de organismos políticos en los campamentos
(De Ramón, 1990; Alvarado et al., 1973; Castells, 1973; Santa María, 1973).
En este contexto, se enmarca el análisis de las relaciones socio-políticas que
sostuvieron los pobladores del campamento Nueva La Habana y los dirigentes
del MIR entre 1970 y 1973.

terrenos de la población La Victoria”, Centro de Investigación Social un Techo para Chile,


Revista CIS. Vol. 10 (segundo semestre), 2007, pp. 86-92, “El movimiento de pobladores
chilenos y la población La Victoria: ejemplaridad, movimientos sociales y el derecho a la
ciudad”, EURE, Santiago. Vol. 40, N°119, 2014. Alexis Cortés y Julio Reyes (ed.), Memorias
de la Victoria: relatos de vida en torno a los inicios de la población, Identidad Grupo de
Memoria Popular, Editorial Quimantú, Santiago, 2007.

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Las relaciones entre los pobladores y el MIR durante la


coyuntura eleccionaria de 1970
La influencia política del MIR en el movimiento de pobladores se inició con
la reestructuración orgánica de 1967, la que promovió un acercamiento a las
masas de la sociedad chilena. Dentro de los primeros grupos que influyeron,
estuvieron los obreros, trabajadores y estudiantes, posteriormente se crearon
alianzas con los pobladores. Para el MIR, el problema de la vivienda tenía
su origen en el funcionamiento del sistema capitalista, puesto que éste, al
promover la desigualdad socio-económica, no permitía el acceso a la vivienda
en todas las capas de la sociedad, por lo que este derecho debía reivindicarse
mediante la vía al socialismo, un sistema que concebían más igualitario.3 De
esta manera, el MIR asoció la reivindicación habitacional con la lucha de clases
que ellos mismos promovían y vinculó a los pobladores en su política revolu-
cionaria.4 Al respecto, Garcés afirma que “para el MIR, los pobladores debían
ganar en autonomía y generar nuevas formas de ‘poder popular’” (2015: 43).

Sin embargo, las demandas habitacionales se intensificaron una vez que


se creó el Ministerio de Vivienda y Urbanismo en 1965 y, más aún en los
años posteriores, cuando se aproximaba una coyuntura electoral que llevaría

3 La creciente promoción de las tomas de sitios influidas por el MIR, fue efecto de una reor-
ganización de bases y repertorios de acción que iniciaron los dirigentes del Movimiento en
junio de 1967, bajo una nueva orientación liderada por la generación “no tradicional” del
MIR. Desde sus inicios, en 1965, el MIR agrupó a diversos dirigentes políticos tradicionales
que pretendieron desvincularse de las izquierdas institucionales, y crear un movimiento rup-
turista. Dentro de su orgánica coexistieron distintas líneas ideológicas, entre ellas, trotskistas,
comunistas, maoístas y socialistas, que mantuvieron divisiones internas, complejizando los
niveles de cohesión. La “joven generación” se distinguió de la “vieja generación” por ser
un grupo de jóvenes desvinculados de las Juventudes Comunistas y Socialistas en los años
sesenta. Entre 1967 y 1974, el MIR fue dirigido por Miguel Enríquez, uno de los jóvenes
de esta nueva generación que redefinió las líneas teóricas y estratégicas del movimiento
revolucionario, impulsando la acción directa y la influencia política en las masas sociales,
es decir, en trabajadores, estudiantes y pobladores. Ver al respecto, Eugenia Palieraki, ¡La
revolución ya viene! El MIR chileno en los años sesenta, LOM, Santiago, 2014.
4 En su Declaración de Principios expusieron que “Las directivas burocráticas de los partidos
tradicionales de la izquierda chilena defraudan las esperanzas de los trabajadores; en vez
de luchar por el derrocamiento de la burguesía, se limitan a plantear reformas al régimen
capitalista, en el terreno de la colaboración de clases, engañan a los trabajadores con una
danza electoral permanente, olvidando la acción directa y la tradición revolucionaria del
proletariado chileno. Incluso, sostienen que se puede alcanzar el socialismo por la “vía pa-
cífica y parlamentaria”, como si alguna vez en la historia de las clases dominantes hubieran
entregado voluntariamente el poder”. El MIR rechaza la teoría de la “vía pacífica” porque
desarma políticamente al proletariado y por resultar inaplicable, ya que la propia burguesía
es la que resistirá, incluso con la dictadura totalitaria y la guerra civil, antes de entregar
pacíficamente el poder. Reafirmamos el principio marxista-leninista de que el único camino
para derrocar al régimen capitalista es la insurrección armada”, septiembre, 1965. En http://
chilemir.tripod.com/principios.html Revisado el 15-II-2016.

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a la presidencia a Salvador Allende con un proyecto nacional enfocado en


el bienestar de los sectores populares. Ese escenario de algún modo facilitó
las tomas de terreno y alianzas entre dirigentes de partidos o movimientos
políticos y pobladores. En este contexto y, aunque las políticas del gobierno
de Allende estuvieron marcadas por una ideología socialista, las demandas al
gobierno y las tomas protagonizadas por los pobladores, formaron también
parte de la Unidad Popular. Como propone Garcés,
“entre los años 1967-1973, los pobladores ampliaron y extendieron
sus capacidades y estructuras organizativas –a través de Comités de
Sin Casa, pero también Centros de Madres, y Juntas de Vecinos–; in-
crementaron sus movilizaciones y repertorios de acción, especialmente
las ‘tomas de sitios’” (2015: 34).

Por otra parte, el contacto entre pobladores y dirigentes políticos fue


estimulado previamente, pues las campañas electorales de 1970 ampliaron y
profundizaron los métodos de cooptación. En este contexto, el problema de la
vivienda se situó como una demanda reivindicativa legítima, dado su carácter
no revolucionario, puesto que la vivienda propia es un componente esencial
dentro de la defensa de la propiedad privada, representando un incentivo
de bienestar y status social, que ha generado una promoción histórica del
“sueño de la casa propia”, fuertemente impulsado por la institucionalidad.
Así, las tomas de terreno se intensificaron gradualmente y muchas de ellas
fueron promovidas por organismos políticos, tal como lo demuestra Castells
en un estudio de la época:

“a partir del momento en que se concluyó el acuerdo de Unidad Po-


pular (enero 1970), se aceleró el proceso de tomas, y el 11 de enero
los partidos obreros, PC y PS, realizaron una gigantesca ocupación de
terrenos en La Florida, Santiago, con anterioridad incluso al comienzo
de las tomas del MIR en la capital” (1973: 25).

En este contexto, las tomas de sitios pasaron a ser escenarios cada vez
más complejos, pues el gobierno y los partidos políticos las percibieron, por
una parte, como movilizaciones legítimas y focos de cooptación, en una ló-
gica de mecanismos de presión y negociación y, por otra, como fenómenos
urbanos ilegales e incontrolables que debían ser reprimidos. Castells llamó
a esta dialéctica “integración-represión”, dentro de la que fueron represen-
tativas dos tomas de terreno a nivel nacional, y cuyos desenlaces se dieron
con enfrentamientos armados, una de ellas en Concepción y otra en Puerto
Montt.5 Ante los actos represivos desencadenados, las izquierdas instituciona-

5 Entre el 4 y 8 de marzo de 1969, 91 familias sin casa de Puerto Montt, apoyados por el
ex diputado socialista Luis Espinoza, se tomaron un terreno eriazo ubicado en el sector de

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les y el MIR legitimaron su acción política. Los partidos políticos izquierdistas


mantuvieron o aumentaron sus bases electorales, mientras el MIR amplió el
movimiento de masas que decidió profundizar desde 1969, en el que integró
a los pobladores. El número de tomas de terreno que habría orientado el MIR
fue ascendente en el período: ocho en 1968, veintitrés en 1969, doscientas
veinte en 1970 y ciento setenta y cinco en 1971 (El Rebelde, 1-XII-1971).

La nueva dirigencia del MIR tuvo que discutir necesariamente dos materias:
una fue la decisión de seguir una vía pacífica o una vía armada para concretar
la revolución y, la otra, apoyar o no la candidatura de Salvador Allende en
la coyuntura eleccionaria. Ambas estaban estrechamente vinculadas, puesto
que el debate giró en torno a tomar el poder por las armas, o por las urnas.
En el documento “Elecciones, no; lucha armada único camino”, redactado
por Miguel Enríquez, el MIR llamó a las masas a no votar en las elecciones
presidenciales, afirmando:

“es nocivo desarrollar actividad electoral, de la que nos abstendremos


absoluta y categóricamente. Llamaremos a no votar: a la abstención
electoral. No lo haremos ni a voto blanco, nulo o ‘voto Che’; pues
ellos se contabilizan como votos nulos o significan de hecho participar
en el proceso. Nuestra actividad en este sentido será ilegal desde el
momento en que está penado por la ley vigente no votar”.6

En esta línea y hasta ese entonces, el MIR no manifestó su apoyo a Salvador


Allende. Incluso, en un documento publicado entre abril y mayo de 1970,
se sostuvo: “Cualquiera que sea el desenlace electoral, estamos ciertos de
que no se detendrá el avance de la revolución ni se hipotecará la necesidad
de una estrategia revolucionara, sino que al contrario, se abrirá un nuevo
periodo que con renovado vigor nos llevará hacia la revolución socialista en
Chile” (Punto Final, 12-V-1970).

“Pampa Irigoin”. Aunque fueron advertidos del desalojo, no abandonaron el lugar, y el 9


de marzo, se enfrentaron con carabineros armados en una batalla campal. En Concepción,
se habría gestado un suceso similar, pero apoyado por miembros del PDC. De esta mane-
ra, surgió una controversia respecto a la acción represiva del gobierno de Frei Montalva,
como también sobre las alianzas entre dirigentes democratacristianos y pobladores en la
conducción de tomas de sitios. Además, la desaprobación por parte de las izquierdas hacia
el gobierno, significó un golpe que deslegitimó rápidamente sus mecanismos de acción,
sobre todo en relación al problema de la vivienda y los pobladores. Dos años después, el 8
de junio de 1971, bajo el gobierno de la UP, un comando de la Vanguardia Organizada del
Pueblo (VOP), asesinó al ex Ministro del Interior de Frei Montalva, Edmundo Pérez Zujovic,
en forma de ajusticiamiento por la masacre de Puerto Montt.
6 Ver documento “Posición del MIR: elecciones, no; lucha armada único camino”, Documento
interno MIR, 1969, p. 8.

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Sin embargo, durante julio del mismo año, el MIR llegó a un acuerdo con
Allende en el que se pactó un alto a los atentados y a la actividad armada
del movimiento, para no perjudicar la campaña electoral de aquel candidato
socialista, pues frente a las movilizaciones izquierdistas, surgieron discursos
que pretendieron invalidar la candidatura política de la UP (Punto Final, 21-
VII-1970).

En septiembre de 1970, con Allende electo en la votación popular, el MIR


confirmó su apoyo a la UP, después de un reciente período de desaprobación
y rechazo durante la campaña electoral. Esto evidenciaba las contradicciones
y complejidades de las relaciones que tuvo el Movimiento con esta coalición
política, que además, se prolongaron durante todo el gobierno de Allende.
Así, el apoyo que dio el MIR a la UP no estuvo falto de tensiones, pues man-
tuvo desencuentros y, claramente, situaciones de pleno acuerdo, como el
convenio entre la CORVI, el MIR y los pobladores para la instalación de estos
últimos en terrenos que verían nacer el campamento Nueva La Habana en
noviembre (Cofré, 2007: 88).

De esta manera, el MIR profundizó su influencia política en el movimiento


de pobladores, intensificando alianzas que había forjado años antes. En este
sentido, el acuerdo de instalación en el ex fundo Los Castaños de La Florida
significó una situación coyuntural en el movimiento de masas que promovía
el MIR. Tras el triunfo de Allende, el MIR publicó:

“Se ha obtenido una mayoría electoral de izquierda, que expresa


la aspiración de las mayorías de ser gobierno. Se lucha para que la
izquierda sea gobierno, o sea que los cargos públicos de Presidente,
Ministros, etc., sean ocupados por la izquierda, pero hasta aquí des-
de el aparato represor del Estado capitalista hasta la explotación y la
miseria en los campos y ciudades de Chile, permanecen intactos. LA
META ES LA CONQUISTA DEL PODER POR LOS TRABAJADORES”.7

Con una posición subversiva, el MIR advirtió la movilización de masas ante


el desconocimiento y represión sobre aquellas, anunciando que “los obreros
deben ocupar sus fábricas, los campesinos sus fundos, los pobladores a hacer
barricadas en las calles”8. De esta advertencia, es posible constatar la conducta
oscilante que manifestó el MIR durante el período, mostrando expresiones
evidentes de apoyo a la UP y, al mismo tiempo, activando la movilización de
masas para presionar al gobierno. Así, en octubre, el MIR declaró: “Sostene-
mos que el triunfo electoral de la izquierda, constituye un inmenso avance

7 Ver documento “El MIR y el triunfo de Salvador Allende”, Declaración pública, septiembre
de 1970, en Archivo Chile, CEME, p. 2.
8 Ibíd., p. 3.

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en la lucha del pueblo por conquistar el poder y objetivamente favorece el


desarrollo de un camino revolucionario en Chile, y por tanto favorece también
a la izquierda revolucionaria” (Punto Final, 13-X-1970).

Sin embargo, al mismo tiempo, el MIR participó activamente en colabora-


ción con la UP, integrando miristas en la guardia personal de Salvador Allende,
los llamados GAP (Grupo de Amigos Personales). Esta doble posición que
ocupó el MIR se debió, probablemente, a que sus dirigentes vieron, por una
parte, la oportunidad de acelerar el proceso revolucionario si se mantenían
aliados a la UP, ya que ésta inició un gobierno socialista y les ofrecía un es-
cenario favorable y, por otra, notaron que las masas populares movilizadas,
les prestaban un amplio contingente de aliados, también para concretar la
revolución socialista (Palieraki, 2014: 377).

Durante el gobierno de la UP, el MIR transitó entre encuentros y desen-


cuentros en sus relaciones con los miembros del gobierno, sus propios mili-
tantes y sus simpatizantes, pues entre estos últimos existió un amplio apoyo
hacia Salvador Allende que, incluso, se inició desde la campaña electoral.

Desde mediados de 1969 se inició una alianza entre pobladores y el MIR,


cuando Víctor Toro, mirista, declaró públicamente su apoyo como dirigente
a los pobladores de Santa Elena, quienes fueron allanados por fuerzas de
orden el 7 de junio de ese año. Carabineros llegó a la población buscando a
miembros del MIR que estaban implicados en el secuestro de un periodista
de derecha en Concepción. Víctor Toro escribió en la revista Punto Final:
“queremos llamar a los pobladores a defender su dignidad, sus ho-
gares, por todos los medios a nuestro alcance: la lucha permanente
contra este gobierno y los que vengan (y representen a este sistema),
hasta que llegue el día en que campesinos, obreros y estudiantes,
lleguen al poder como ya se logró en Cuba… ¡Patria o muerte: ven-
ceremos!” (Punto Final, 29-VII-1969).

Durante 1970 se concretó la alianza entre pobladores y el MIR con la


emblemática toma de sitio del campamento “26 de enero”, en la que par-
ticipó activamente Víctor Toro, consolidándose como dirigente poblacional
en la época. Toro militó en el MIR desde sus primeros años de creación y fue
miembro del Comité Central, fue obrero minero, textil y metalúrgico, también
se desempeñó como activista sindical durante los años sesenta.

Esta toma de terreno se realizó durante varios días que, entre desalojos e
ir y venir de familias al lugar, finalmente, se estableció en la madrugada del 26
de enero de 1970, representando una acción directa promovida por el MIR,
bajo su estrategia de movimiento de masas en alianza con los pobladores.
Sobre la ocupación, Punto Final, una revista que cubrió las manifestaciones de
las izquierdas revolucionarias y se mantuvo más bien crítica de las institucio-

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nales, publicó al respecto: “El jueves 22 de enero pasado quinientas familias


sin casa procedieron a ocupar ‘ilegalmente’ los terrenos que están junto a la
población ‘La Bandera’, a la altura del paradero 28 de Gran Avenida” (Punto
Final, 17-II-1970). Sobre esta materia, Víctor Toro dijo al mismo medio:

“Los pobladores han recorrido todas las oficinas de CORVI y COR-


HABIT, en busca de solución, pero sin resultado alguno… como de
costumbre. Frente a toda tramitación burocrática y que sólo conduce
a no solucionar nada, los pobladores han acordado llamar a todos los
Campamentos de sin casa que hay en Santiago a lanzarse en una cam-
paña de movilización permanente para lograr la solución de nuestros
problemas… Hasta este momento la única organización política que
ha colaborado directamente con los pobladores del campamento ‘26
de enero’ ha sido el MIR” (Punto Final, 17-II-1970).

Los pobladores entrevistados manifestaron: “Estamos muy agradecidos a


estos compañeros revolucionarios, quienes han planteado públicamente que
estarán junto a nuestras luchas hasta las últimas consecuencias” (Punto Final,
17-II-1970). Detrás de esta afirmación existía la emergencia de un discurso
más radicalizado que profundizaba y publicitaba la movilización de pobladores
en el escenario nacional, demostrando un interés mayor por parte de estos
actores; la activación de acciones que potenciaban la resolución del problema
habitacional (Garcés, 2014: 411). En este contexto y según anunció el diario
Clarín, los pobladores de ‘26 de enero’, acompañados por Víctor Toro, mar-
charon hacia la CORVI, llamando a la adherencia a los demás campamentos
instalados en el recorrido que emprendieron; “de una callampa a otra fueron
los sin casa de la toma 26 de enero” (Clarín, 11-II-1970).

Con esta primera muestra de influencia política del MIR en el campamento


‘26 de enero’ se manifestó una visibilización importante respecto al problema
de la vivienda, al menos en Santiago. La acción del MIR en conjunto a los
pobladores, alcanzó rápidamente niveles de alta publicidad, por sus formas
de negociación con las masas y autoridades del gobierno. Dentro de estas
acciones destacaron las “milicias populares”, que posteriormente articularon
los “tribunales populares”, generando debates a nivel nacional. También
sobresalió la organización del “Congreso Provincial de Pobladores” en marzo
de 1970, tras el que se manifestó públicamente la alianza entre pobladores
y el MIR, bajo un discurso revolucionario (Garcés, 2014: 410).

Aquellos mecanismos de defensa que organizaron los pobladores y el MIR,


se articularon en un sistema de vigilancia permanente en los alrededores del
campamento, como en su interior. El propósito consistió en mantener el orden
entre los pobladores y protegerse ante la posible represión de la policía. Las
acciones que realizaban los milicianos al interior, se relacionaron con la man-
tención de la disciplina entre los pobladores; por ejemplo, controlar el ingreso

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o estancia de pobladores alcohólicos, sancionar la violencia intrafamiliar que


esto podría acarrear y evitar robos o hurtos a las casas de los pobladores.

Según Punto Final, los pobladores del campamento ‘26 de enero’ “se han
dado una organización que quizás haga escuela en el futuro. La base de esa
organización son las milicias populares” (Punto Final, 31-III-1970). De manera
similar lo propone Boris Cofré, respecto al posterior campamento Nueva La
Habana en La Florida, afirmando: “el campamento ‘26 de enero’ es un ante-
cedente fundamental de la experiencia del Nueva La Habana” (2007: 50). Este
sistema de vigilancia y protección habría adquirido una orientación diferente a la
que tuvieron las guardias que hasta entonces habían practicado los pobladores,
pues con la influencia política del MIR desde 1970, la formación de milicianos
ahora tendría un enfoque revolucionario, con alto nivel de militarización, por
ende, con tácticas de autodefensa y uso de armas especializado.

La experiencia de organización del campamento ‘26 de enero’, estimuló


–aún más– las tomas de sitios en todo el país9, y generó instancias de reunión
entre pobladores de distintas zonas, una de ellas fue el Congreso Provincial
que organizó el campamento ‘26 de enero’ entre los días 27 y 29 de marzo.
Una nueva forma de organización poblacional, articulada por las “milicias
populares” que promovió el MIR, demostraba que la lucha por la vivienda
iba adquiriendo espacio en el panorama nacional, además de una importante
atención de los medios de comunicación. Era necesario promover aquella
forma de organización entre los pobladores del país, para lo que se llamó a
un congreso al que llegaron dirigentes de variadas regiones.

“asistieron representantes de otros siete campamentos de Santiago,


de 32 Comités de Sin Casa de Santiago, Puerto Montt, Talcahuano y
Concepción, así como estudiantes universitarios y dirigentes sociales
y políticos, entre los que destacó la presencia de Clotario Blest, ex
presidente de la CUT y de Sergio Ruz, miembro del Comité Central
de la Juventud Socialista” (Garcés, 2014: 412-413).

Uno de los pocos medios que difundió las discusiones del encuentro,
fue el diario Las Noticias de la Última Hora, el que anunció “Los sin casa
de Santiago hacen oír su protesta”. Según este medio, los pobladores del
campamento ‘26 de enero’ manifestaron:

9 Las tomas de sitios eran procesos con una larga trayectoria, prácticamente, surgían al mismo
tiempo que se fundaban las ciudades. Eso sí, desde mediados del siglo XX se intensificaron,
teniendo un eje central importante en la toma de “La Victoria” en 1957. Durante el año 1970,
la prensa informó sobre variadas tomas de terrenos, la mayoría de ellas en Santiago. Si bien
el campamento ‘26 de enero’ marcó un punto de inflexión durante el año, las ocupaciones
espontáneas venían sucediéndose con fuerza previamente. Ver “Chillán: Violencia policial
contra pobladores”, Punto Final, 6-I-1970: 28. “Se tomaron terreno”, Clarín, 1-II-1970: 8.

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“Hemos adquirido una experiencia en lucha. Sabemos que en otros


sectores también ello ha sucedido. Creemos que la discusión honesta
de distintos puntos de vista, de distintas experiencias en formas de
organización, de distintas concepciones generales, hará surgir una
rica síntesis, que será la base estratégica y la fundación clásica de un
combativo frente de clase” (Las Noticias de la Última Hora, 28-III-1970).

El Congreso fue convocado por un órgano específico del MIR, que se creó
especialmente para movilizar a los pobladores; el Movimiento de Pobladores
Revolucionario (MPR), éste se subordinó a la Jefatura Provincial Revolucionaria
(JPR), una dirección creada durante el Congreso. Víctor Toro, dirigente del
MPR, dio un discurso en la inauguración del Congreso, expresando:

“Estamos luchando por formar una sociedad socialista, para hombres


también socialistas, es decir, para hombres nuevos en el sentido total
de la palabra. Esta labor ya ha comenzado, y con ella debemos prestar
suma atención a la rectificación de todos los errores. Dentro de los
campamentos y poblaciones, las asambleas generales de pobladores
deberán aprobar códigos de justicia, fijando normas con sus corres-
pondientes sanciones, que las milicias populares se encargarán de
hacer cumplir fielmente” (Las Noticias de la Última Hora, 28-III-1970).

La realización de esta reunión no estuvo exenta de polémicas, sobre


todo, entre las izquierdas, pues el diario El Siglo, de propiedad intelectual
del PC −partido que presentó constantes tensiones políticas con el MIR−,
publicó una noticia en la que acusó al Congreso Provincial de Pobladores
de “divisionista”, y de haber pasado por sobre el Comité Provincial de Sin
Casa. (El Siglo, 29-III-1970).

Con esta reunión, que agrupó a los pobladores y dirigentes del MPR,
quedó establecida una concepción respecto al problema habitacional, pero
más que definir una posición por la lucha de la vivienda, se trazaron las líneas
que guiarían la construcción de un sujeto nuevo, organizado y disciplinado,
que debía expandir su movimiento, y que era −por sobre todo− revolucionario
y defendía la vía armada. En este sentido, y como propone Vicente Espinoza,
“En términos de contenidos, el aspecto más relevante de este congreso fue
la afirmación de la lucha armada como única alternativa para Chile. La lucha
de los sin casa quedaba integrada y hasta subordinada a ese objetivo” (1988:
304). Comenzaba a concretarse una lucha que no se enfocaba de lleno en
resolver el problema de la vivienda, sino más bien en un movimiento amplio
y generalizado, que buscó terminar con la desigualdad social y los problemas
que afectaban a una diversidad de actores que poco se relacionaban con
el problema habitacional, como el caso de trabajadores y estudiantes. Sin
embargo, a través de la afirmación de Víctor Toro, se puede apreciar desde
ya la difusión de esta consigna generalizada: “Este frente de clase deberá

117
Araya • “No éramos del MIR los pobladores, nosotros estábamos por una necesidad...”

asumir clara y responsablemente su papel histórico, consciente siempre de


la incapacidad absoluta del actual sistema de injustas diferencias sociales,
para solucionar integralmente sus problemas” (Las Noticias de la Última
Hora, 28-III-1970).

A medida que pasaban los meses, las tomas de sitios aumentaban y con
ellas las alianzas entre pobladores y organismos políticos. La prensa informaba
frecuentemente sobre ocupaciones de terrenos eriazos de diversa propiedad,
dentro de ellas interesan las tomas de “Ranquil”, “Elmo Catalán” y “Magaly
Honorato”, pues en éstas participó el MIR y, fueron las que en noviembre de
1970 conformaron el campamento Nueva La Habana, en la actual comuna
de La Florida. En regiones también hubo tomas de sitios, como la toma del
campamento “Lenin” en Talcahuano, en la que también participó el MIR
(Punto Final, 26-V-1970).

El 7 de julio nacieron los campamentos “Ranquil” y “La Unión”, el primero


surgió a partir de la toma de un terreno de la Iglesia Católica, en el Convento
la Inmaculada Concepción en La Granja, y el segundo en un sector cercano,
ambos en la avenida Santa Rosa (Las Noticias de La Última Hora, 19-VII-1970).
El campamento “Ranquil”10 −que se conformó de unas mil doscientas familias
que posteriormente construyeron el campamento Nueva La Habana− tuvo
una influencia organizativa del MIR, bajo una estructura similar a la del
campamento ‘26 de enero’, es decir, principalmente, a base de las “milicias
populares”, principal elemento mirista que integraron los pobladores, puesto
que venían hace, prácticamente, veinte años ejecutando formas propias de
organización poblacional, que incluían policlínicos, escuelas, jardines, centros
deportivos y centros culturales. En un principio, en “Ranquil”, las familias
recibieron ayuda externa de diversos actores, además de los dirigentes del
MIR, de sacerdotes católicos, el sindicato de trabajadores del diario Clarín,
el Centro de Estudiantes de Ingeniería de la U. de Chile y algunas radios.
Una vez establecido el campamento “Ranquil”, la JPR anunció, según Punto
Final: “las tomas de terreno son hechos ilegales, organizados por el pueblo
que es impulsado por sus necesidades más vitales. Esto nos hace ver que las
tomas de terreno seguirán. Mientras existan chilenos sin techo, habrá tomas
de terreno” (Punto Final, 21-VII-1970).

Además, en este anuncio inauguraron la consigna “Casa o muerte, ven-


ceremos”, la que posteriormente impulsó la creación de nuevas consignas
entre los pobladores de Nueva La Habana, como “Mierda o muerte”, em-

10 El nombre del campamento conmemoró el enfrentamiento entre campesinos y fuerzas


de orden en el fundo “Ranquil”, en la provincia de Malleco, ocurrido en 1934. En aquel
acontecimiento, los campesinos se sublevaron contra los patrones y provocaron un levan-
tamiento que terminó en un enfrentamiento armado.

118
ISSN 0719-4145 Revista de Historia y Geografía Nº 36 / 2017

pleada cuando protestaron contra el alcalde de La Florida por la suspensión


municipal del retiro de basuras en el campamento.11 Con el empleo de estas
consignas, se manifestaba una influencia política del MIR evidente entre los
pobladores, pero es preciso señalar que, para este caso, sólo se trataba de
consignas, por tanto, no es propicio sugerir un nivel de politización profundo.

De manera similar se organizaron los pobladores del campamento Elmo


Catalán; era un grupo de familias más pequeño, según informó el Clarín,
alrededor de 362 familias sin casa, que ocuparon un terreno de la Universidad
Católica en Quilín, comuna de Peñalolén (Clarín, 27-VII-1970). La toma se llevó
a cabo el día 26 de julio, en conmemoración del frustrado asalto al Cuartel
Moncada en Santiago de Cuba, acontecimiento que suele ser considerado
el inicio de la Revolución Cubana, el 26 de julio de 1953.12 El nombre del
campamento se asignó en conmemoración al periodista chileno e integrante
del ELN boliviano (Ejército de Liberación Nacional), Elmo Catalán, asesinado
por la CIA en Bolivia, durante junio de 1970. Los pobladores anunciaron que
su acción era “una forma de presionar ante las autoridades para que se ocu-
pen de una vez por todas del problema que los afecta” (Clarín, 27-II-1970).
De esta manera y, como lo habían manifestado en variadas ocasiones, los
pobladores sostenían que las tomas de sitios no siempre eran mecanismos
de ocupación definitiva, sino también una acción de presión y, por tanto, de
negociación y alianzas con una diversidad de actores, como miembros de la
Iglesia Católica, políticos y autoridades estatales.

El campamento “Magaly Honorato” surgió de una toma de parcelaciones


privadas entre los paraderos 12 y 14 de Gran Avenida, en la comuna de San
Miguel. Con fecha 23 de agosto de 1970, según anunció el Clarín, al campa-
mento se fueron sumando familias desde la madrugada, que resultaron ser
alrededor de 325 (Clarín, 23-VIII-1970). El nombre de éste fue asignado en
memoria de la fallecida profesora mirista Magaly Honorato, quien se suicidó
tras un interrogatorio que le hizo la policía política.

Además, durante el mes de agosto, los pobladores integrados en el


MPR, apoyados por estudiantes adherentes al MIR de la U. de Chile y U.
Católica, se tomaron una torre en construcción de la “Remodelación San

11 Este acontecimiento fue relatado por Uberlinda Torres, una ex pobladora del campamento
Nueva La Habana, quien contó que frente a la suspensión municipal del retiro de basuras
en el campamento, los pobladores recogieron sus desechos y fueron a dejarlos a la casa del
ex alcalde, mientras protestaban: ¡Mierda o muerte!”. Este suceso también fue constatado
por El Rebelde, 5-X-1971: 3.
12 El acontecimiento del 26 de julio de 1953 fue un profundo fracaso, puesto que los revolu-
cionarios tuvieron que detener el asalto ante el atrincheramiento de los oponentes, que se
encontraban al interior del recinto con una evidente superioridad armamentística. Aun así,
este evento denominó al movimiento revolucionario cubano, conocido después como el M26.

119
Araya • “No éramos del MIR los pobladores, nosotros estábamos por una necesidad...”

Borja”, para adquirir mayor visibilidad y ser atendidos por las autoridades.
(Clarín, 18-VIII-1970). En paralelo, un grupo de pobladoras se instaló en las
afueras del Congreso Nacional y comenzó una huelga de hambre, con el fin
de increpar a los parlamentarios por promesas habitacionales incumplidas:
“Estamos luchando y vamos a seguir en la pelea aunque nos muramos,
porque nuestro grito de guerra lo trajimos para acá: Casa o Muerte” (Punto
Final, 1-IX-1970). En esta protesta participaron algunas pobladoras que
posteriormente llegarían al campamento Nueva La Habana, entre ellas, “38
mujeres de los campamentos Ranquil, 26 de julio, La Unión, Elmo Catalán y
Rigoberto Zamora” (Las Noticias de la Última Hora, 18-VIII-1970).

Tras ambos incidentes que lograron captar la atención de las autoridades


estatales, se iniciaría un proceso de negociaciones entre estos últimos, los po-
bladores y la ayuda técnica de los académicos y estudiantes de la Universidad
de Chile. Dentro de estos acuerdos se insertó la negociación que dio origen al
campamento Nueva La Habana en noviembre de 1970. Es importante señalar
que, en este contexto de negociaciones y la posterior elección de Salvador
Allende como presidente, el MIR llamó a un nuevo Congreso de pobladores
los primeros días de octubre del mismo año. La reunión se inauguró como
el Primer Congreso Nacional de Pobladores y se realizó durante los días 10,
11 y 12 de octubre. El carácter central de la reunión fue la aprobación del
gobierno de la Unidad Popular y el reconocimiento de Salvador Allende como
presidente. De acuerdo a esto, se acordó aprobar

“un plan de trabajo para ser aplicado a partir de este momento. El primer
punto es la discusión y elaboración de plataformas reivindicativas en
cada frente, junto con el estudio del programa de la Unidad Popular y la
organización de comités de defensa del triunfo. Se estima que este será
el principal papel a cumplir por las milicias” (Punto Final, 27-X-1970).

Fundación del campamento Nueva La Habana


Como se mencionó anteriormente, el surgimiento del campamento Nueva
La Habana fue posible a partir de la negociación tripartita encabezada por
el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, personal técnico de la Universidad
de Chile y la JPR, integrada por el MIR y pobladores adherentes. Según la
investigación de Boris Cofré y la información recogida de la documentación
del Instituto de Vivienda, Urbanismo y Planeación (IVUPLAN, Facultad de
Arquitectura U. de Chile), de las negociaciones mencionadas entre este or-
ganismo, la JPR y las autoridades estatales, “surgió una solución al problema
habitacional de los sin casa agrupados en la JPR, así los dirigentes del MIR
reafirmaron su legitimidad y los pobladores confirmaron sus nuevas formas
de enfrentar sus antiguos problemas” (Cofré, 2007: 87-88).

120
ISSN 0719-4145 Revista de Historia y Geografía Nº 36 / 2017

Así, entre organismos institucionales como la CORVI y la CORMU, orga-


nismos revolucionarios como la JPR y el MIR, y los pobladores adherentes, se
pactó un acuerdo con fecha 28 de agosto de 1970 que manifestó:

“a) Las respectivas universidades afectadas se encargarán de dar ayuda


técnica al problema, b) El Ministerio materializaría las proposiciones téc-
nicas que reciban de las universidades, c) Los pobladores aceptarían ser
encuestados por las universidades y se abstendrán de acciones violentas
mientras comprobaran que el problema avanzara hacia una solución
concreta. Al mismo tiempo, cooperarían en todo lo posible y necesario
a la materialización de los proyectos aprobados” (Cofré, 2007: 88).

Aquella negociación la llevaron a cabo Ángel Hernández, vicepresidente


de la CORVI, Eduardo San Martín, vicepresidente ejecutivo de la Corporación
de Servicios Habitacionales, Jaime Silva, vicepresidente de la CORMU, Antonio
Labadía, director general de Planificación y Presupuestos, César Díaz, subsecre-
tario de Vivienda y Urbanismo, Fernando Kusnetzoff, decano de la Facultad de
Arquitectura y Urbanismo de la U. de Chile, representantes de la U. Católica13 y
los dirigentes de la JPR (Cofré, 2007: 89). La variedad de actores participantes
en este acuerdo, da cuenta de una alianza que pareciera tener como objeti-
vo una asesoría técnica a favor de la planificación habitacional en Nueva La
Habana. Sin embargo, también demuestra un acuerdo político, en el que es
interesante la participación de la U. de Chile, ya que a esta casa de estudios
no le correspondería un rol político, sino más bien uno educativo, no obstante,
durante el gobierno de la UP, se mantuvo influida por las ideas del socialismo.

Respecto a la discusión de la asignación del terreno para el campamento


Nueva La Habana, se acordó que el “terreno ubicado al sur de Av. Departa-
mental y al poniente de Av. Tobalaba (Fundo Los Castaños)” sería el elegido.
“La superficie total del Fundo era de 86 hectáreas, de las cuales se ocuparían
56 hectáreas para la población Nueva La Habana” (Cofré, 2007: 90-91). De
esta manera, la relocalización de los campamentos “Ranquil”, “Elmo Cata-
lán” y “Magaly Honorato”, sería en el ex Fundo Los Castaños, en la actual
comuna de La Florida.

“Por carta ingresada, al sub-departamento de terreno… de la CORVI,


con fecha 2 de octubre de 1970, los propietarios del fundo Los Cas-
taños ofrecieron estos terrenos a un precio de E° (escudos) 7,50 el
m2., pagaderos al contado, e hicieron presente además, que existían

13 Respecto a la participación de miembros de la U. Católica, es importante señalar que tras


la Reforma Universitaria de 1967, esta casa de estudios impulsó un importante trabajo de
integración social y compromiso con los problemas sociales, uno de ellos fue el problema
habitacional, concebido como una de las manifestaciones de desigualdad social que existía
en el país.

121
Araya • “No éramos del MIR los pobladores, nosotros estábamos por una necesidad...”

casas patronales, de inquilinos y otras mejoras, cuyo valor debería


agregarse al terreno” (Cofré, 2007: 92).

La compra realizada con fondos estatales, se transó en 3.906.550 escu-


dos, “por carta de fecha 29 de octubre de 1970, los representantes de la
comunidad Domínguez y otros, dueños del fundo Los Castaños, aceptaron
este valor y vendieron al Estado dicha propiedad” (Cofré, 2007: 92). Tres días
después, los pobladores de los tres campamentos mencionados, llegaron
al terreno, la mayoría de ellos trasladados con ayuda de IVUPLAN, otros se
trasladaron con sus propios medios.

Si bien el acuerdo que se pactó entre la institucionalidad y la Jefatura


Provincial Revolucionaria logró asignar terrenos para varias familias sin casa14,
no remedió del todo el problema habitacional. Durante el mes de noviembre
resulta fácil encontrar noticias en la prensa que anunciaban nuevas tomas
de sitios y protestas por parte de los pobladores hacia las autoridades, como
de discusiones parlamentarias en torno a los planes habitacionales, con
especial participación de la Democracia Cristiana.15 Así, se evidenciaba que
el problema habitacional persistía, aun cuando otros medios, como Punto
Final, no prestaban mayor atención a esta continuidad, sobre todo si se tra-
taba de deslegitimar la gestión de la UP en materia de vivienda o mostrar la
participación de otros organismos políticos junto a los pobladores.

De esta cobertura mediática, es importante señalar que la activa y crecien-


te participación de la DC en defensa de los pobladores no fue casual, pues
podría concebirse como una forma de enfrentamiento con las izquierdas en
el terreno poblacional, bajo el anticomunismo que los democratacristianos
difundieron en el período. En este sentido, las tomas de sitios comenzaban a
combinarse con intereses propios de la DC, conformando formas de protesta
y cuestionamientos a la gestión habitacional de la UP.

El ex fundo Los Castaños se entregó a los pobladores con luz eléctrica,


nivelación de suelo y desvío de canales, es decir, un terreno habilitado para

14 Las instituciones y autoridades mencionadas en el contexto de acuerdo, también discutieron


y asignaron terrenos para otras familias que no eran de los campamentos “Ranquil”, “Elmo
Catalán” y “Magaly Honorato”. Se firmó también un acuerdo para asignar un terreno en
la comuna de La Cisterna, al sur de la población José María Caro, para los pobladores del
campamento “26 de julio”.
15 Revisar “Moción parlamentaria. Buscan solución al problema de las ocupaciones ilegales”,
La Tercera, 12-XI-1970: 5. “Jefes de gobierno dieron vuelta por poblaciones”, La Tercera,
16-XI-1970: 7. “Que no se toque un pelo a pobladores irregulares”, La Tercera, 18-XI-1970:
10. “A puñetes corretean a invasores de población”, La Tercera, 19-XI-1970: 2. “Tomas de
viviendas son una acción concertada”, La Tercera, 19-XI-1970: 8. “Les ocuparon terrenos
a modestos productores”, La Tercera, 22-XI-1970: 2; “Nueva legislación sobre ocupaciones
ilegales”, La Tercera, 29-XI-1970: 3.

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levantar construcciones sencillas, pues para construcciones sólidas hacía falta


una red de alcantarillado.

El traslado hacia el sitio se realizó con camiones, algunos fueron prestados


por IVUPLAN, municipalidades o se conseguían por medios propios. Miguel
Arriagada, poblador proveniente de la toma de “Ranquil”, relató al respecto:

“Nos vinimos en camión, en vehículo así…cada uno como podía, no


era tanto lo que teníamos allá; una carpa, una cama, nada más… Era
re poco lo que había que echar, la carpa y algunas cositas no más. Los
mismos que estaban ahí peleando por una casa (los pobladores de
Ranquil), muchos trabajaban en feria y tenían sus camioncitos, otros
camioneta, una onda así… y la municipalidad (de La Granja) también
nos facilitó unos camiones para que nosotros nos cambiáramos,
porque a ellos les urgía que el terreno se desocupara” (Entrevista
personal, Miguel Arriagada, XII-2015).

Si bien la instalación del campamento Nueva La Habana pareció bien


organizado, con gran adherencia de pobladores y un nivel alto de simpatía
con el MIR, hubo situaciones entre los pobladores que reflejaban falta de
convencimiento en la adherencia política, que además, se entremezclaba
con asuntos personales. Algunos testimonios representan esta conducta,
por ejemplo el de Cristina Garrido:

“Yo me vine para acá, pero no le había dicho a mi marido que el


campamento era del MIR. Ahí mismo me dijo que él no se vendría a
vivir acá. Porque en ese tiempo igual había temor hacia eso de la cosa
revolucionaria y mi marido no estaba muy de acuerdo con eso. Pero a
mí no me importaba, lo que yo quería era mi casa, así que me quedé
no más con mis hijos y mi mamá” (Fuentes, 2007: 46-47).

Otro caso fue el de Dina del Carmen, para quien el aspecto personal era
el único presente, más allá de cualquier consideración política:

“Llegué aquí con mi marido, pero a él no le gustó mucho vivir aquí y


se fue, alcanzó a durar dos semanas no más. Y ahí yo me quedé sola
con mis tres hijas… Me tuve que quedar sola con mis hijas. Pero eso
no me importó porque de alguna manera me las arreglaría y si me
quedaba les podría dar una casa a ellas” (Fuentes, 2007: 46).

Las mil setecientas familias16 recién instaladas en el ex fundo Los Castaños,


se organizaron en “24 manzanas y cada manzana contaba con 64 sitios en

16 Según Sebastián Leiva eran 1.536 familias, revisar en “De la toma de terrenos a la toma
del poder: el campamento ‘Nueva La Habana’ y una nueva óptica para la movilización

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Araya • “No éramos del MIR los pobladores, nosotros estábamos por una necesidad...”

que vivían 63 familias y un sitio era destinado a sede social” (Garcés, 2003).
Algunos pobladores recuerdan que habían 65 o 66 sitios de 3x5 mts., y la
mayoría coinciden en que se trazaron 24 manzanas ordenadas con letras
desde la “A” a la “H”, y cada una tenía una directiva respectiva, compuesta
de tres delegados. Según Uberlinda, el nombre que dieron al nuevo campa-
mento se eligió, mediante

“elecciones democráticas, por asamblea general, donde se presentaron


tres nombres y esos tres nombres fueron aprobados por la comuni-
dad… el primer nombre era ‘Fundo Los Castaños’, otro nombre que no
me acuerdo realmente, y el último era ‘Nueva La Habana’, tomábamos
nuestras decisiones en asamblea democráticamente y tratábamos de
ser solidarios, compartir… es debido a eso que dijimos ‘es bonito el
nombre Nueva La Habana’ y se fue en votación y ganó la mayoría”
(Entrevista personal, Uberlinda Torres, IX-2016).

Cuando se repartieron los sitios a cada familia, Irma recordó que:

“Nos entregaron un pedazo de tierra que nos dábamos vuelta pa’


allá y chocábamos con una muralla, nos dábamos vuelta pa’ acá y
chocábamos con otra… Pero al fin y al cabo fue la gran solución que
nos dio el MIR… fuimos harto molestosos eso sí, nosotros salíamos a
protestar todos los días casi” (Entrevista personal, Irma Mella, III-2016).

Según afirma Boris Cofré, “posterior a este proceso fundacional otros


pobladores organizados e individuales se incorporaron al campamento, previo
acuerdo con los dirigentes, entre otras razones, porque existía aún espacio
en los terrenos para recibir a más pobladores” (Cofré, 2007: 110-111). De
esta manera, la instalación de las familias agrupadas en la JPR que llegaron al
ex fundo Los Castaños, se realizó de forma más o menos organizada, como
solían ser, históricamente, la mayoría de las ocupaciones de sitios, ya sean
de carácter ilegal, o por acuerdos de las dirigencias e instituciones estatales.

Organizaciones y frentes en el campamento Nueva La


Habana
La organización general de Nueva La Habana fue similar a las formas que
adoptaron los pobladores en sus tomas de origen, con una influencia política
del MIR articulada en frentes de acción, entre ellos, las milicias populares,
que pertenecían al frente de vigilancia. Sin embargo, estas milicias habrían

poblacional”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades, N°6, primavera, 2002, pp.
109-123.

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ISSN 0719-4145 Revista de Historia y Geografía Nº 36 / 2017

desaparecido en enero de 1971, dado su “descrédito” desde octubre de


1970. Irma y José relataron: “lo que sí, todo estaba organizado por el MIR”,
“se organizó (el campamento) en base a las ideas del MIR, se elegía un
presidente por cada manzana, se elegía una directiva y nos reuníamos una
vez por semana en la jefatura para ir organizando trabajos…” (Entrevista
personal, José Gutiérrez, XII-2015).

Otros frentes de acción fueron los de salud, áreas verdes, madres, bom-
beros, construcción, cultural y comercio. Sin embargo, aquella estructura
organizativa no se articuló desde un principio, pues los dos a tres primeros
meses, los pobladores se ocuparon de construir sus mediaguas, emparejar
terreno, conectarse a la luz de la calle central, en definitiva, instalarse ade-
cuadamente y provistos de los servicios básicos a los que podían acceder. Por
tanto, en este período de instalación fue más urgente construir que organizar,
“lo que debilitó la participación de éstos (los pobladores) en las organizaciones
comunitarias” (Cofré, 2007: 113). De esta manera, los primeros meses del
año 1971 se inició aquella forma de organización poblacional, que además
se caracterizó por ser sectorial y funcional, comprendiendo a los frentes
mencionados, y por otra parte, se compuso de una instancia territorial, que
se encargó de organizar a las agrupaciones de la manzana, la asamblea
general, el directorio y la jefatura.

De la organización de los frentes, el que más recuerdan los pobladores es


el de “vigilancia”, pues afirman que “se hacían guardias todos los días” y que

“cuando los buscaban (a ladrones), llegaban a buscarlos aquí carabi-


neros o detectives, no entraban ellos a hacer el arresto, se tenían que
dirigir a la guardia (Frente de Vigilancia), dar a conocer el problema y
nosotros internamente los buscábamos, los hacíamos confesar y los
entregábamos a los detectives con confesión y todo, y dónde tenían
todos los robos y quiénes eran los demás. Entonces, la familia de esos
muchachos u hombres que robaban, quedaba en observación; si ellos
admitían de nuevo al ladrón en la casa, se iban todos pa’ afuera, si
delinquía otro, se iban todos igual, y si no querían irse los sacábamos
en la noche, en andas y los dejábamos al otro lado de la calle, en el
‘patio Siberia’, donde se tiraba a todos los malos vividores, fuera del
campamento” (Entrevista personal, Tomás Ireland, IX-2016).

Aquel procedimiento se conoció como “Tribunales Populares”, que


había creado el MIR en los campamentos donde ejercía influencia política.
Aunque las formas extra-estatales habían sido habituales en la organización
autónoma de los pobladores a lo largo del siglo XX, el MIR introdujo una
administración de la justicia que no se había practicado antes en el mundo
poblacional. Aquellos tribunales mantenían un sistema de legislación local
extrajudicial, que hacia 1972 causó gran polémica en el panorama nacio-

125
Araya • “No éramos del MIR los pobladores, nosotros estábamos por una necesidad...”

nal, motivando al diario El Mercurio a publicar un reportaje acerca de esta


forma de justicia local, precisamente, en el campamento Nueva Habana. La
sección se tituló “Campamento tiene policía propia. ‘Tribunales populares’,
MIR impide entrada de carabineros” (El Mercurio, 3-V-1972). En otra edición
del mismo medio, se publicó una entrevista realizada a Alejandro Villalobos,
dirigente mirista del campamento Nueva La Habana, en la que éste sostuvo:

“Sucede que en reiteradas oportunidades hemos entregado de-


lincuentes a Investigaciones y a los dos días los dejan en libertad.
A nosotros la policía no nos da garantías, y de ahí que tengamos
nuestros propios ‘frentes de vigilancia’… No es que no se les deje
ingresar (a Carabineros). Eso sí, ellos deben solicitar la autorización a
las autoridades del campamento, y nosotros somos los encargados
de llevar a los policías hasta el poblador que ellos buscan. Lo que no
aceptamos es que ingresen con el objeto de perseguir a la gente” (El
Mercurio, 4-V-1972).

En una entrevista realizada por Sebastián Leiva, quien ha estudiado la


historia del campamento Nueva Habana, se relata un ejemplo cotidiano en
el que intervino el Frente de Vigilancia con el procedimiento que, más o
menos, señaló Tomás en su testimonio. Manuel Paiva contó en su versión:

“si se robaban un par de pantalones cuando estaban por ahí colga-


dos en el patio, entonces, se buscaba dentro del empadronamiento
cuáles eran los sospechosos y se encontraban ahí y se traía al tipo, se
le tenía una noche detenido y se le entregaban algunas tareas, o sea,
buscando la reeducación del individuo. Se le daban tareas como leer
el «Manifiesto Comunista», el «Qué hacer», textos de ese tipo, y se le
daban por ejemplo unos quince días para leerlos y diariamente tenía
que ir a dar exámenes sobre la lectura. En algunos casos tenía que
hacer trabajos también para la comunidad... y le daban como el trabajo
más pesado que hacían ahí... O cuando ya se empezó a construir la
población tenían que trabajar ahí construyendo casas, una semana
ahí, sin derecho a sueldo, sólo con la alimentación” (Leiva, 2002: 115).

De esta manera, se buscaba “reeducar” a los pobladores que se encontra-


ban en una situación carente. Las tareas de leer el “Manifiesto comunista” o
el “Qué hacer”, como mencionó Manuel Paiva, dan cuenta de otro elemento
fundamental en el proceso de influencia política del MIR en Nueva Habana,
y eran oficios indicados para otros casos de sanción, por ejemplo para alco-
hólicos que golpeaban a sus esposas e hijos.

Otro de los frentes fue el de salud, que contempló diversas acciones, en


ellos trabajaban mayoritariamente mujeres, las “milicianas de salud”, que
se capacitaban respecto a hábitos de higiene, nutrición de los niños y otras

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áreas. Uberlinda e Irma recordaron que al campamento Nueva La Habana


llegaban médicos directamente del hospital Sótero del Río para atender a
pobladores y para capacitar a las pobladoras que estaban a cargo del Frente
de Salud. De igual manera, Boris Cofré plantea que este Frente se vinculó con
el gobierno de Salvador Allende, a través de los funcionarios del hospital. Sin
embargo, afirma que en el campamento existió una “experiencia de salud
comunitaria”, que privilegió mantenerse al margen de la institucionalidad
respecto a la toma de decisiones dentro del Frente de Salud, y que esta actitud
fue estimulada por el MIR (Cofré, 2007: 170).

En paralelo, los médicos y profesionales de la salud se mostraron, a veces,


reticentes a capacitar a las pobladoras, puesto que ellas no alcanzaban a tener
conocimientos ni práctica médica para poner inyecciones o curar heridas, lo
cual se sumó como una tensión más en la organización del campamento.
Sobre esta situación, que manifestó una relación moderada entre el MIR y la
UP en la época, es necesario plantear que los pobladores entrevistados no
hicieron menciones de alguna estimulación por parte del MIR para establecer
distancias con el sistema de salud estatal. No obstante, recordaron mayori-
tariamente la importancia de la asistencia básica sanitaria que les ofreció el
gobierno de Allende, dando énfasis a la satisfacción de una primera nece-
sidad, como es la salud, y no a una tensión ideológica entre el MIR y la UP.
Es importante agregar a este respecto que la simpatía de los pobladores con
la figura de Salvador Allende, al menos, durante la campaña presidencial y
sus dos primeros años de gobierno17, puso de manifiesto el pragmatismo de
estos actores, puesto que al mismo tiempo simpatizaban con el MIR.

Otro frente fundamental dentro del campamento, fue el de Cultura, cuyo


principal objetivo fue la educación de los niños a través del Parvulario, también
integrado por pobladoras, estudiantes y profesionales voluntarios. Dentro
de las actividades que se impartían, estaban los paseos pedagógicos dentro
del mismo terreno del campamento; en estos recorridos se le enseñaba a los
niños botánica, especialmente sobre el cultivo y cosecha del trigo, puesto
que había una plantación de éste en el lugar, que además de aprovecharse
como materia prima para hacer pan, fue empleada también como un recurso
didáctico para la enseñanza (Cofré, 2007: 159). En la escuela, que en un
principio se instaló en buses viejos, como “buses-escuela”, se les enseñaba a
los niños sobre la historia de los mineros, campesinos y pobladores en Chile,
promoviendo una educación alternativa a la institucional, pues el enfoque
pedagógico se constituía a base de las ideas de la “lucha de clases” y de la
unidad de los sectores populares en la construcción de un “poder popular”

17 Ver Carta al director “Opinión de un campamento”, en Punto Final, 10-XI-1970, sección


“Correo”.

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Araya • “No éramos del MIR los pobladores, nosotros estábamos por una necesidad...”

(Cofré, 2007: 160). También existió enseñanza para adultos, la que se impartía
por las noches y se enfocaba especialmente en la alfabetización de varios po-
bladores del campamento: para esto se creó una Comisión de Alfabetización.

Posteriormente, el Frente de Cultura se reestructuró considerando la


influencia de la contingencia nacional, la que obligó a la Jefatura del campa-
mento a crear un Frente de Abastecimiento de alimentos, para solventar el
desabastecimiento que provocaron algunos gremios, empresarios, colegios
profesionales y la oposición a la UP, con el fin de desestabilizar la economía
y, por ende, debilitar el gobierno de Salvador Allende. Esta acción que en-
cabezaron variados grupos oponentes, tuvo su mayor acción en el paro de
camioneros de octubre de 1972, acontecimiento en el que un gran número
de transportistas se paralizaron, impidiendo la circulación de alimentos y pro-
ductos a lo largo del país. Para enfrentar esta situación, el gobierno de Allende
creó un sistema de abastecimiento de alimentos; las Juntas de Abastecimiento
y Control de Precios (JAP), que funcionaron como unidades administrativas
de racionamiento a nivel local, creando convenios con el comercio detallista,
es decir, con los almacenes de barrio que abastecían los vecindarios. Pero los
pobladores de Nueva Habana crearon un sistema paralelo, que funcionó a
través del Frente de Abastecimiento y los proveedores industriales del área
social, es decir, los pertenecientes al Estado.

Si bien en un principio, los pobladores de Nueva Habana se abastecieron


a través de la administración de las JAP, lo hicieron por poco tiempo, puesto
que surgieron problemas burocráticos que entorpecieron el funcionamiento
y distribución de alimentos hacia todos los pobladores del campamento. Por
estas razones crearon su propia organización, y con ella administraron más
eficientemente el racionamiento.

En entrevista, María Farías, ex pobladora de Nueva Habana, explicó cómo


funcionaba el Frente de Abastecimiento:

“formamos este Comando [Frente de Abastecimiento] que está com-


puesto por delegados de cada manzana; hay 23 manzanas muy bien
organizadas. Este Comando trae la mercadería a un Almacén Popular
que formamos. Cada delegado de manzana sabe cuántas familias tiene
en su sector, y pide en este Almacén, las canastas que necesita, o las
lleva en un carrito a su manzana y allí, en un local destinado a eso, las
reparte a cada familia. Las canastas valen entre 300 y 350 escudos,
depende de los productos que lleve… Ahorramos tiempo, es barato
y nos evitamos estar haciendo colas todo el día” (Chile Hoy, I-1973).

De manera similar, José Gutiérrez, quien fue delegado de manzana,


afirmó: “En esta población se formó la ‘canasta popular’ y nunca nos faltó
nada, en ese momento teníamos lo que nunca pensamos tener, teníamos

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Nescafé, Cerelac…” (Entrevista personal, José Gutiérrez, XII-2015). Miguel


Arriagada, que también fue delegado de manzana, recordó:
“Nosotros cada quince días íbamos a la Agencia Graham a buscar el
alimento para las 48 personas de mi manzana. Y yo con el coordina-
dor iba a buscar las canastas para todos y después organizábamos y
repartíamos por ración, pero eso lo pagábamos, porque los pobladores
nos daban la plata antes y con eso pagábamos allá…” (Entrevista
personal, Miguel Arriagada, XII-2015).

Sin embargo, en torno a esta organización poblacional que pareció eficaz


y de funcionamiento regular, Tomás Ireland, ex poblador de Nueva La Habana,
explicó que surgieron problemas que enfrentaron a los pobladores, sobre
todo por robos de alimentos por parte de algunos delegados de manzana;
“Habían delegados que eran bien buenos para estirar las manos… Se hacían
delegados para ver qué podían agarrar por ahí…” (Entrevista personal, Tomás
Ireland, III-2016). Esta situación también la relató Irma Mella, afirmando: “Sí,
sí habían delegados ladrones, no en la Jefatura, eran los de las manzanas”
(Entrevista personal, Irma Mella, III-2016). Este inconveniente que recordaron
Irma y Tomás, mientras los demás entrevistados lo negaron, pone de mani-
fiesto indicios de irregularidades en el comportamiento de los delegados de
manzana en torno al Frente de Abastecimiento, y es una probabilidad de
fundamental consideración para comprender los encuentros y desencuentros
entre los mismos pobladores y la influencia organizativa del MIR.

Frente a la amenaza que significó el paro de los transportistas en octubre,


tanto para la UP como para las izquierdas revolucionarias, el MIR decidió
priorizar el abastecimiento en el campamento, más que la aceleración de la
construcción de viviendas en Nueva Habana, las que se habían comenzado a
construir en 1971 por la CORVI. Sobre estas construcciones trabajaron varios
pobladores del campamento, que se reunieron en el Frente de Trabajo, creado
para remediar la cesantía y, también, para agilizar el avance, puesto que una
participación interna prestó mayor vigilancia y control de la construcción.
Además, según contaron los pobladores entrevistados, las familias debían
abrir una libreta de la vivienda en la que iban depositando cuotas a plazo del
valor total de la casa en construcción, para postular a la entrega, debían tener
un mínimo de cuotas canceladas, registradas por la Jefatura del campamen-
to. Así, el MIR estableció alianza con la CORVI para administrar las libretas
de los pobladores de Nueva La Habana, dando cuenta, una vez más, de la
relación tibia que mantuvo con el gobierno de la UP. Esta postergación de la
vivienda causó desencuentros entre los pobladores y la dirigencia del MIR,
puesto que el Movimiento no sólo privilegió la articulación del abastecimiento
de alimentos en el campamento, sino que también resolvió profundizar la
unidad de los sectores populares y vincular los Comandos Comunales con

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Araya • “No éramos del MIR los pobladores, nosotros estábamos por una necesidad...”

los Cordones Industriales, estos últimos creados para enfrentar la amenaza


de la crisis de octubre y dirigidos por el Partido Socialista.
La UP decidió restar apoyo a las movilizaciones sociales para disminuir
la radicalización política, que luego de la coyuntura de octubre de 1972 se
presentaba más como un obstáculo que exacerbaba el conflicto político, que
una salida a la crisis de legitimidad del gobierno. De esta manera, la Unidad
Popular conformó un gabinete cívico-militar que restableció el orden insti-
tucional, ante un eventual quiebre, puesto que se acercaban las elecciones
parlamentarias de marzo de 1973. En este escenario, el gobierno de Allende
no apoyó los núcleos de organización obrera, campesina, ni poblacional, como
los Cordones Industriales y los Comandos Comunales antes mencionados,
lo que no significó que éstos dejasen de movilizarse; incluso, ante la acción
desestabilizadora de la oposición, más se estimularon por grupos izquierdistas.
Ante esta situación, las izquierdas que estaban dentro del gobierno de la UP,
tuvieron divisiones respecto a las estrategias políticas que debían seguirse
tras el paro de octubre y la amenaza de la oposición, como también las que
debían determinarse para preparar las elecciones de marzo de 1973 (Punto
Final, 27-II-1973).

Aquellos Comandos Comunales que estimuló el MIR estuvieron integra-


dos, en parte, por pobladores, además de estudiantes, y fueron articulados
para reunir a los sectores populares bajo un estado prerrevolucionario.
Estos comandos se propusieron acelerar la materialización de la revolución
socialista, puesto que el MIR evaluó que el gobierno de la UP no contribuía
a estimular efectivamente el proceso revolucionario, y que estaba siendo
amenazado por la oposición, que en junio de 1973 amenazó nuevamente
al gobierno, con un fallido golpe de Estado encabezado por un grupo de
las FF.AA (Cofré, 2007: 203-204). Sin embargo, la unidad y fortalecimiento
de los Comandos no se logró, puesto que lograron reunir a pocos sectores
populares y a grupos urbanos que eran menos numerosos, como estudiantes
secundarios y pobladores, en contraste a los obreros, que se reunieron en los
Cordones Industriales y sí lograron mayor cohesión.

Los pobladores del campamento Nueva Habana integraron los Comandos


Comunales y participaron activamente cuando el objetivo se trataba de re-
solver problemas de abastecimiento y de organización general en torno a los
problemas que los afectaban directamente. Durante el año 1973, continuó el
desabastecimiento a nivel nacional, por lo que la prioridad se mantuvo sobre
el funcionamiento del Frente de Abastecimiento del campamento, restando
atención a los demás Frentes. A pesar de que en Nueva Habana se enfrentó
con relativa eficiencia la falta de alimentos y productos básicos, a través
de la organización comunitaria que se impulsó con el Frente y el Almacén
Popular, en septiembre del mismo año la situación cambió drásticamente, y
esa vez se trató de un quiebre definitivo del sistema organizativo al interior

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del campamento, desencadenado después del Golpe de Estado del 11 de


septiembre de 1973.

Tras el bombardeo al Palacio de La Moneda, dirigido por las FF.AA., el


derrocamiento del gobierno de la UP era evidente. En pleno bombardeo, y
ante el ultimátum de renunciar al gobierno, Salvador Allende se suicidó. Con
su muerte finalizó violentamente el proyecto socialista de la Unidad Popular
en Chile. Los militares, dirigidos por Augusto Pinochet, atentaron no solo
contra el Palacio de gobierno, sino también contra toda la institucionalidad
republicana y democrática del país. La junta militar estableció una férrea
dictadura, amparada en el terror de Estado, e inició una sistemática perse-
cución política a las izquierdas, entre las que, ciertamente, destacaba el MIR.

Pocos días después del Golpe de Estado, las FF.AA. ingresaron violen-
tamente al campamento Nueva La Habana, allanando las viviendas de los
pobladores, deteniendo a varios hombres y atemorizando con disparos al
aire. Alejandro Villalobos, el “Mickey”, abandonó el campamento por su
propia seguridad antes que llegaran a allanar el lugar los militares, entrando
en la clandestinidad hasta 1975. Cuando estaba refugiado en Viña del Mar
y, en una emboscada, agentes de la DINA lo asesinaron. Por su parte, los
demás dirigentes que se quedaron en el campamento, fueron detenidos y
trasladados a distintos centros de detención que ocuparon los militares, entre
ellos el Regimiento de Puente Alto y el Estadio Nacional (Cofré, 2007: 226).

Según recuerdan los pobladores entrevistados, los militares los obligaron


a cambiar el nombre del campamento, puesto que su denominación cons-
tituía un referente de la revolución socialista y las ideas marxistas, las que
quisieron extirpar de la sociedad chilena tras su intervención. Irma Mella
recordó este episodio:
“Cuando le cambiaron el nombre a esta población, los huevones (los
militares) se subieron arriba de un estrado (y preguntaron): -‘¿Cómo
se llama esta población?’, -‘¡Nueva La Habana!’, le dijimos nosotros,
y el huevón (militar que dirigió el allanamiento) dijo: -‘¡No! Hay que
cambiarle el nombre’… No faltaron los huevones chupa medias
(pobladores) (que dijeron) ‘Nuevo Amanecer’ (con voz burlesca)…”
(Entrevista personal, Irma Mella, III-2016).

El cambio del nombre del campamento a “Población Nuevo Amanecer”,


se registró desde el día en que los militares llegaron a allanar y a detener
a los militantes del MIR que se quedaron; también buscaron a Alejandro
Villalobos en ese momento.

En octubre de 1973, la construcción de las casas dejó de dirigirse por la


CORVI y pasó a manos de una constructora privada; “Cocivil Ltda.”, la que
coordinó la entrega de casas dos años después, en 1975, con el sistema de

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Araya • “No éramos del MIR los pobladores, nosotros estábamos por una necesidad...”

cuotas mínimas para postulación, dando cuenta de la privatización empresarial


que inició el Régimen militar. En el proceso de entrega, no todas las familias de
ex Nueva La Habana recibieron su casa, puesto que sólo algunos alcanzaron
a depositar las cuotas requeridas por la constructora. Esta situación causó
desencuentros entre los pobladores, incluso, hasta la actualidad; según los
testimonios de Irma, Tomás, Uberlinda, José y Miguel, ellos no recibieron
las casas edificadas. Los pobladores que recibieron sus casas, se trasladaron
al sector más alto del campamento, donde se ubicó la edificación, por lo
que hoy en día son llamados “los de arriba” ó “los de las casas de arriba”,
mientras los pobladores que no recibieron casas, se quedaron en la parte
baja del campamento y hoy tienen sus casas por autoconstrucción. Aquella
fórmula de privatización de la situación habitacional de Nueva La Habana,
significó, en parte, la desmembración del campamento.

Encuentros y desencuentros entre los pobladores de


Nueva La Habana y el MIR
Los problemas de convivencia que tuvieron los pobladores de Nueva
Habana, se dieron, prácticamente, desde que llegaron al sitio concedido por
el acuerdo entre el MIR y la UP, y continuaron hasta la desintegración del
campamento en 1973, con situaciones como la mencionada anteriormente;
las rivalidades entre los pobladores que obtuvieron sus casas entregadas por
el Régimen Militar, y los que no. Detrás de la afirmación de Uberlinda, sobre
la convivencia que tuvieron, hay elementos fundamentales para comprender
situaciones de desencuentro en Nueva Habana, que claramente distan de
visiones sesgadas e idealizadas respecto al estudio de la vida al interior del
campamento. “Cuando hay una comunidad que está amontonada, siempre
va a haber problemas, con el vecino, (o) que le pega el marido a la mujer…”
(Entrevista personal, Uberlinda Torres, III-2016).

De manera similar, José Gutiérrez recordó que:

“el día viernes era el más complicado, cuando llegaba la gente de


trabajar (hombres), llegaban peleando, pegándole a la señora, no
traían plata, llegaban curados, se tomaban toda la plata… Algunos
dirigentes se aprovecharon, porque veían a cabritas de 16 años y se
metían con ellas, las dejaban embarazadas… De repente se agarraban
del moño las viejas: ‘¡oye andai con mi marido!’. También veíamos
peleas de matrimonios a fierrazos, esas cosas…” (Entrevista personal,
José Gutiérrez, XII-2015).

Si bien ante estos problemas, la Jefatura, dirigida por el MIR, articuló el


Frente de Vigilancia, fue difícil terminar con la violencia intrafamiliar, robos
de ropa y alimentos, conflictos pasionales y todo problema que pudo surgir

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desde la cotidianidad en el hacinamiento y la precariedad en Nueva Habana.


De esta manera, algunos pobladores se comportaron al margen del regla-
mento impulsado por el MIR para controlar el orden y convivencia al interior
del campamento, desafiando elementos propios de la influencia política del
Movimiento.

Pocos meses después de cumplir el primer aniversario, los pobladores de


Nueva habana hicieron una autoevaluación a su organización poblacional,
para la cual organizaron su Primer Congreso de Pobladores en febrero de
1972, durante tres días; 11, 12 y 13 de febrero. Esta instancia se presentó
como un momento de autoevaluación respecto a la estructura organizativa
que se había articulado en el campamento durante poco más de un año
(El Rebelde, 1-II-1972). Según informó El Rebelde −diario oficial del MIR−,
durante esta reunión fue que el Frente de Vigilancia planteó la formación de
“Tribunales populares”, lo que indica que durante el primer año del campa-
mento aún no existía un sistema extrajudicial para enfrentar la delincuencia.
Así, y como señaló Alejandro Villalobos, dirigente máximo del MIR en Nueva
La Habana, dentro de los objetivos del Congreso estuvo el de impulsar “la
conquista del poder local” que “mantenían las municipalidades”, como
también el tratamiento de la organización interna de Nueva Habana;

“Hay que crear los Consejos Comunales donde participen los po-
bladores y también los obreros, campesinos, estudiantes y soldados
de cada sector. Que sean ellos los que decidan las políticas y no los
alcaldes y autoridades que no nos representan… Además se han fijado
nuevas metas. Aún falta solucionar el problema de la pavimentación,
locomoción y una escuela adecuada. Las casas todavía no han sido
entregadas” (El Rebelde, 15-II-1972).

Sin embargo, respecto a las alianzas entre pobladores, obreros, campe-


sinos y estudiantes en torno a los Consejos Comunales, no hay mayor refe-
rencia en los testimonios de los entrevistados Probablemente, esto se debe
a que esos núcleos apuntaban más a una unidad en favor de la revolución
socialista, que a una lucha específica por la vivienda; principal propósito de
los pobladores de Nueva La Habana.

Dos semanas después del Congreso, a fines de febrero, se realizaron


elecciones para designar a una segunda Jefatura que lideró nuevamente
Alejandro Villalobos, con 1.073 votos a favor. La lista del MIR, que integró,
además, a otros pobladores, obtuvo un total de 4.522 votos, “colocando
a la mayoría de sus candidatos en los puestos de la Jefatura. La lista de la
UP obtuvo 2.983 votos y un representante a la Jefatura. Una tercera lista,
de independientes, logró 882 votos, pero ningún cargo en la Jefatura” (El
Rebelde, 29-II-1972). De esta manera, se evidenció un amplio apoyo de los
pobladores de Nueva Habana a la dirigencia del MIR, la cual se manifestó

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Araya • “No éramos del MIR los pobladores, nosotros estábamos por una necesidad...”

en poco más del 50% de los votos emitidos. La otra mitad se constituyó de
las listas de la UP y los independientes, agrupando a un número importante
de pobladores. Aunque las ideas izquierdistas, reunidas en las listas del MIR
y la UP, alcanzaron cerca de un 85% de los votos en Nueva Habana, es
necesario considerar que entre ambos organismos políticos no existió una
unidad absoluta, sobre todo en términos de la práctica política de cada uno,
la que estuvo claramente diferenciada entre una vía armada y otra pacífica
para implantar el socialismo.

Por otra parte, el grupo independiente que se presentó con una lista a las
elecciones, evidenció diferencias políticas dentro del campamento, generando
situaciones de conflicto entre los propios pobladores, y manifestando que al
interior de Nueva La Habana no existía una unidad política inquebrantable.
Al respecto, en un testimonio rescatado por Boris Cofré, un poblador explicó:

“Aquí hay 4 o 5 personas que quieren formar una Junta de Vecinos, al


margen de la organización del campamento. Nosotros (los dirigentes)
no tenemos ni un inconveniente que la formen, siempre y cuando
ellos tengan cosas más positivas que nosotros [los simpatizantes del
MIR] para el bien del campamento” (Cofré, 2007: 186).

Uberlinda, ex pobladora de Nueva Habana, recordó las diferencias polí-


ticas internas, como también la indiferencia política de algunos pobladores;

“No había solamente gente del MIR, también hubo gente de la VOP,
gente democratacristiana, gente del Partido Socialista, si aquí llegó de
todo… No podemos decir que aquí llegaron sólo los miristas. Habían
de diferentes posiciones, como gente que no tenía ni puta idea de
política, ni de nada, solamente quería tener su casa, una casa digna…”
(Entrevista personal, Uberlinda Torres, IX-2016).

Tras la reelección del MIR en la dirigencia de la Jefatura de Nueva Habana,


en febrero de 1972, se plantearon ideas que complejizaron la organización
interna en el campamento, como se mencionó anteriormente; la diversi-
ficación de Frentes de acción, la creación de “Tribunales Populares” y de
“Comandos Comunales”. Estas medidas, según Cofré, “profundizaron la
experiencia de politización de los pobladores de Nueva Habana” (Cofré,
2007: 211-212). Sin embargo, muchos de los elementos que formaron parte
de la influencia política del MIR, especialmente, la forma de organización
poblacional, fueron percibidos por los pobladores como mecanismos que
cooperaban en la agilización de la obtención de sus casas y en la seguridad
de la vida cotidiana, más allá de una simpatía ideológica-política con las
ideas del Movimiento Revolucionario. De acuerdo a este planteamiento,
los pobladores entrevistados manifestaron que “(…) el Movimiento (MIR)
organizó muy bien a la gente, muy bien, (fueron) compañeros que se la

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jugaron por los pobladores… Yo no milité, era simpatizante solamente, es


que hay contradicciones con mi religión ahí po…” (Entrevista personal,
Irma Mella, III-2016). “Eran buenas reglas las del MIR, no es que yo sea
simpatizante, pero eran (las reglas) sin violencia. Nunca me inscribí en el
MIR, yo participaba para organizar, nosotros estábamos juntos por querer
tener una casa, una condición más holgada en la vida” (Entrevista perso-
nal, José Gutiérrez, XII-2015). “Yo no era del MIR yo era un poblador no
más que organizaba las cuestiones de los demás pobladores…” (Entrevista
personal, Miguel Arriagada, XII-2015).

“No éramos del MIR los pobladores, nosotros estábamos por una
necesidad que era la vivienda, pero nos gustaba el régimen que tenía
el MIR de organización… Yo nunca participé en el MIR, a lo mejor a
mí me quedó mi proceso porque era muy lola… yo me eduqué aquí,
me dieron la oportunidad de aprender, fui la partera y enfermera de
mi sector” (Entrevista personal, Uberlinda Torres, IX-2016).

Uberlinda agregó que cuando iban a las marchas a protestar por la vivienda
para agilizar la construcción de éstas, llevaban a los niños y ellos gritaban:
“MIR, MIR, MIR!”, pero que “los niños lo hacían y gritaban porque los papás lo
hacían, repetían ellos, pero nunca se les enseñó… Ellos se sabían las consignas
de memoria, unas cagaítas chicas gritando…” (Entrevista personal, Uberlinda
Torres, IX-2016). Si bien, se puede proponer que la influencia política del
MIR en el campamento Nueva La Habana alcanzó un nivel de penetración,
es fundamental comprender cuáles fueron las razones que motivaron a los
pobladores para adherir al Movimiento.

La alianza que formó el MIR con los pobladores desde 1969, cuando
el Movimiento reestructuró sus bases e inició el movimiento de masas, se
constituyó de varios elementos que estimularon el encuentro entre estos
actores. Como se mencionó en la primera parte de este artículo, la acción
movilizadora de masas que emprendió el MIR tuvo un propósito específico,
que fue, primero, iniciar una agitación de los sectores populares como obre-
ros, campesinos, estudiantes y pobladores, y, segundo, crear una cohesión
ideológica-política entre estos grupos, ambos objetivos concebidos como
estrategias que los condujeran más rápida y eficazmente a la revolución
socialista en Chile.

Dada la activación del movimiento de masas, el MIR se posicionó como


un organismo político que alcanzó una amplia visibilidad en el escenario
nacional entre los años 1969 y 1973, puesto que este período sus dirigentes
encabezaron numerosos asaltos a bancos, tomas de fábricas, expropiacio-
nes en el campo y tomas de sitios urbanos. Este nivel de publicidad, que la
prensa cubrió con frecuencia, se presentó como una situación conveniente
para los pobladores, pues las demandas por la obtención de viviendas no

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Araya • “No éramos del MIR los pobladores, nosotros estábamos por una necesidad...”

habían sido acogidas eficazmente por el Estado, por tanto, la alianza con
el MIR significaba una excelente oportunidad para visibilizar el problema
habitacional que afectaba a los pobladores desde hacía 20 años. Como
propone Palieraki, “difícilmente se puede afirmar que fuera una supuesta
tendencia innata de las capas populares al socialismo y a la revolución
armada lo que les condujo directamente al MIR” (Palieraki, 2014: 274).

Los pobladores estaban convencidos de que sus acciones debían causar


un impacto público y mediático, para atraer la atención del Estado u otras
instituciones y, así, formar alianzas con el fin de encontrar una salida al pro-
blema habitacional que los aquejaba; de esta convicción pueden entenderse
las tomas de sitios, las protestas y, en general, toda acción callejera que
encabezaron. De esta manera, el MIR se mostraba como un atractivo táctico
para los pobladores, ya que les permitía estar presentes en el espacio público,
beneficiándose de la notoriedad del Movimiento y de sus habilidades para
salir del olvido (Palieraki, 2014: 278).

Los planteamientos de Palieraki son congruentes con las declaraciones de


los pobladores entrevistados, puesto que ellos indicaron que su simpatía por
el MIR se basó en una oportunidad para solucionar su problema habitacio-
nal, y no tanto por una coincidencia ideológica-política; por ende, ponen de
manifiesto una conducta pragmática frente a la influencia política del MIR,
que además, comenzó en otros campamentos fundados a partir de tomas
de sitios, como el “26 de enero”, “Magaly Honorato”, “Elmo Catalán” y
“Ranquil”, para manifestarse con el mismo pragmatismo en el campamen-
to Nueva Habana, levantado a partir del acuerdo entre el MIR, la UP y los
pobladores. Aquella notoriedad de la alianza entre pobladores y el MIR, se
habría manifestado inicialmente cuando anunciaron la convocatoria al Primer
Congreso Provincial de Pobladores de agosto de 1970.

Con todo, la influencia política del MIR en el campamento Nueva La Haba-


na, debe comprenderse en una lógica de encuentros y desencuentros con los
pobladores, puesto que éstos sí simpatizaron con el Movimiento, sobre todo,
cuando vieron que el MIR les mostraba algún signo de asistencia habitacional,
pero al mismo tiempo, algunos pobladores desafiaban la estructura organizativa
que dirigió el MIR, provocando desencuentros reflejados en conductas delic-
tuales, violentas y alcohólicas. Además, a estos desacuerdos debe sumarse un
número no menor de pobladores que no simpatizaba con el MIR, pero sí con
otros partidos políticos, como también existieron pobladores que no mostraron
interés por una simpatía política, solamente les interesaba adquirir una vivienda.

En términos generales, es necesario considerar que, como proponen


Sebastián Leiva y Fahra Neghme, la presencia cuantitativa del MIR en las
poblaciones durante el gobierno de la UP no fue elevada, puesto que de un
total de ochenta y tres mil familias que vivían en campamentos, sólo seis mil de

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ellas lo hacían en campamentos dirigidos por el MIR, por tanto, se alcanzaba


poco más de un siete por ciento de presencia en el mundo poblacional (Leiva
y Neghme, 2000: 113). Según estos datos, se asumiría que todos los campa-
mentos conformados por la participación del MIR, incluido Nueva La Habana,
habrían presentado una simpatía absoluta, lo cual no fue así si se consideran
los datos de las votaciones de la segunda Jefatura del campamento. En este
sentido, es propicio reafirmar el planteamiento de Hugo Cancino: “El MIR
ejerció niveles de influencia sobre segmentos políticamente radicalizados de
un movimiento de pobladores que se encontraba organizativa y políticamente
escindido en distintas organizaciones a nivel nacional” (Cancino, 1988: 347).

En estos términos, se puede proponer que no es apropiado idealizar sobre


la influencia política del MIR en el mundo poblacional, acción que se dio con
mayor fuerza durante el gobierno de la UP, en un contexto de permanentes
tensiones entre las izquierdas chilenas, las que provocaron contradicciones en
los pobladores, puesto que su nivel de pragmatismo frente a la simpatía con el
MIR y con otros agentes −como Salvador Allende−, fue permanente durante
el período, conducta que complejizó los niveles de adherencia, volviéndolos
actores políticamente ambiguos. De acuerdo a esta realidad en Nueva La
Habana, es fundamental señalar que aquellas tensiones y contradicciones
socio-políticas también formaron parte de lo que sucedía en la sociedad del
período. Así como los vínculos socio-políticos de las sociedades son complejos,
también lo son en esferas sociales específicas, como el Nueva La Habana,
dando cuenta de un clima general de contradicciones que envolvió aquella
época, que además sumó esa idealización revolucionaria que distó de ser real.

El pragmatismo que demostraron los pobladores durante este contexto,


debe concebirse en una perspectiva histórica, ya que esta conducta de los
pobladores frente a los procesos de politización, presenta una continuidad
que se posiciona en una lógica de anillos intermedios respecto del tiempo his-
tórico lineal, permitiendo comprender este fenómeno político-social que han
mostrado los pobladores en distintos períodos y contextos del siglo XX chileno.

Referencias bibliográficas

Fuentes primarias
a) Periódicos y revistas
Punto Final, Santiago, 1969-1973.
Clarín, Santiago, 1970.
El Siglo, Santiago, 1970.

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Araya • “No éramos del MIR los pobladores, nosotros estábamos por una necesidad...”

Las Noticias de Última Hora, Santiago, 1970.


El Rebelde, Santiago, 1971-1972
Chile Hoy, Santiago, 1973.
El Mercurio, Santiago, 1972.

b) Entrevistas
Poblador ex Campamento Nueva La Habana, Miguel Arriagada, XII-2015
Poblador ex Campamento Nueva La Habana José Gutiérrez, XII-2015.
Pobladora ex Campamento Nueva La Habana, Irma Mella, III-2016.
Poblador ex Campamento Nueva La Habana, Tomás Ireland, III-2016.
Pobladora ex Campamento Nueva La Habana, Uberlinda Torres, IX-2016.

c) Otros documentos
Declaración de Principios MIR, 1965, en web del MIR [http://chilemir.tripod.com/
principios.html].
“Posición del MIR: elecciones, no; lucha armada único camino”, Documento
interno MIR, 1969.
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1970, en Archivo Chile, CEME.
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Fuentes secundarias

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Garcés, M. (2015). “El movimiento de pobladores durante la Unidad Popular,
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