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ÍNDICE
Introducción 5
Plan general 9
I- Los tránsitos verticales 11
Definiciones 11
Creatividad individual y cultural 12
La dificultad inherente 13
El acento puesto en la creatividad cultural 14
Creatividad e inteligencia 15
El gozne entre sistemas 19
Los tránsitos verticales 20
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INTRODUCCIÓN
La creatividad parece responder a una figura esquiva y cambiante, una figura que está
abocada a muy distintas descripciones, según los diferentes puntos de vista que puedan
ser adoptados por el observador. La creatividad es una facultad, un fenómeno que
parece resistirse, por su propia naturaleza, a una delimitación y un análisis claro. Por
otra parte, muchas veces, al leer las distintas teorías con las que se intenta explicar la
actividad creativa, tenemos la impresión, a pesar de la innegable diversidad, de que los
autores describen cosas muy parecidas, utilizando diferentes palabras, o diferentes
marcos conceptuales. Uno de los objetivos que pretende cumplir este trabajo es hallar
esos lugares de encuentro, buscar una figura coherente en la que encajen las
descripciones realizadas desde los diversos puntos de vista, y elaborar una teoría
unificada de la creatividad, respecto a la que se puedan situar incluso los planteamientos
más divergentes, para así poder entender los motivos de esas divergencias. En este
sentido, la finalidad es doble: por un lado delinear, lo más rigurosamente posible, la
figura elusiva de la creatividad; por otro, plantear, desde la misma teoría que nos sirve
para ese delineado, la descripción del arco formado por las construcciones derivadas de
las diferentes miradas, enfocadas sobre el fenómeno creativo. Los dos extremos de ese
arco vendrían representados por los autores que conciben la creatividad como una
iluminación, inaprensible e inexpresable, que surge de la regiones obscuras del
inconsciente; y por los que opinan que tras la actividad creativa no se esconde más que
un duro y progresivo trabajo incremental, largos periodos de formación, seguidos por
una ardua labor sustentada en una motivación intensa. Estos dos extremos coinciden,
curiosamente, con las dos formas básicas de procesamiento de la información: de un
lado, el sistema analógico, primitivo y relacionador, que trabaja de forma simultánea o
en paralelo, vinculado a los sentidos y los sentimientos; de otro, el sistema lógico-
verbal, que trata con las formas evolucionadas de codificación, de estructura lineal y
contenidos abstractos. En el presente texto, no existe un lugar específico destinado a la
descripción pormenorizada de la complejidad del sistema analógico (al margen de lo
lógico-verbal): ésta será una de las finalidades del trabajo, ya que todo él se puede
considerar dedicado, entre otras cosas, a ese intento de descripción.
Este trabajo está motivado por otro anterior, del que soy autor, el ensayo titulado “Una
teoría de la actividad creativa”, que recibió el Premio Nacional de Ensayo convocado
por la Junta de Extremadura, en el año 1995. Es curioso que aquel libro no fuera escrito,
en primera instancia, como un texto que tratara sobre creatividad. A partir de la
formulación de un esquema conceptual, que relacionaba cosas tan dispares como las
transgresiones propias del arte, y las específicas del delito, se fue elaborando la
descripción de unos fenómenos reunidos, en principio, bajo el título de “El síndrome
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Tal como están presentados algunos capítulos, con una serie de referencias a autores que
ilustran coincidencias, similitudes con la concepción teórica que se va a exponer, podría
parecer que el método de trabajo ha sido una ardua labor de síntesis, a partir de muy
variados planteamientos. No ha sido así. Aunque se hayan producido recorridos de ida y
vuelta, constantes, inevitables y deseables, el trabajo se ha desarrollado partiendo de una
visión de conjunto, de un esquema general, desde cuyas coordenadas se han ido
encontrando los puntos de congruencia. Trabajando desde una aceptación e
identificación con respecto a las ideas de otros autores, a veces, es muy difícil deslindar
cuál es la aportación propia, frente a los planteamientos ofrecidos con anterioridad. Ha
habido que reestructurar muchos capítulos, para intentar solventar este problema (tal vez
no resuelto), para deslindar ocasionalmente, en términos de contraposiciones,
negaciones y enfrentamientos, para tratar de someter a esquemas lógicos en los que se
precise cuál es el sujeto enunciador, cosas que han nacido de muy distinta manera. No
es un libro que se pueda leer como divulgador de otras teorías, ya que se ha obviado, en
general, reseñar las divergencias con respecto a los autores citados, alternativa que
multiplicaría su volumen y su dificultad innecesariamente. El lenguaje no se muestra lo
suficientemente dúctil como para poder expresar, sin problemas, la simultaneidad de
oposiciones y confluencias, o la necesaria distinción entre identificación e identidad, no
tiene la adaptabilidad necesaria para dejar convivir el deseado rigor lógico, con los
procesos según los cuales, realmente, se generan las ideas posiblemente innovadoras.
Da la impresión de que está implícita en las estructuras del lenguaje, y en los intentos de
ordenación lógica, esta deriva, casi inevitable, que va apartándonos de la fluidez y de la
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precisión analógica de las ideas originales. La estructura del lenguaje parece que trabaja
en contra de que se pueda explicar, con la debida autenticidad, el proceso creativo.
Pido disculpas al lector por la dificultad, por la densidad que pueda tener el presente
texto. He observado que algunos autores siguen la estrategia de exponer la misma idea,
repitiéndola varias veces consecutivas, con distintas palabras. Así se consiguen dos
cosas: una más fácil comprensión, y convencer al lector por insistencia. No es ése el
estilo de este texto, en el que se ha buscado la manera más precisa, clara y concisa, de
comunicar cada asunto.
rigor cuáles son las consecuencias que podemos sacar de la exactitud de la medida. Este
trabajo tiene la vocación de cubrir, en lo posible, esas áreas parcialmente abandonadas,
o de mayor debilidad: la exactitud de los conceptos, y la pertinencia de las conclusiones.
Con todo lo cual no se intenta invalidar la pretensión científica sino, por el contrario,
extender su aplicación a la parte anterior y posterior de los procesos de medida, ya que
se puede observar una extrapolación, una frecuente contaminación del rigor del dato,
que se extiende acríticamente a esos dos espacios limítrofes.
Plan general.
El libro se puede leer siguiendo el orden en el que ha sido escrito, en cuyo caso el
capítulo dedicado al “Tiempo” debe ocupar el tercer lugar, inmediatamente después de
“Imagen, palabra, código”, o en el orden en que se presenta, por el que ha quedado
ubicado como Capítulo XIII, inmediatamente después de “Sexo, género y creatividad”,
con el que también mantiene nexos importantes. La primera ordenación se debía a la
convicción de que el tiempo, y sus distintas concepciones, era un factor fundamental
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Después de unos capítulos introductorios, en los que se ha intentado sentar las bases
imprescindibles para los análisis posteriores, tras las definiciones y acotaciones
necesarias, después de intentar aclarar las relaciones entre imagen, palabra y código, y
de detenernos en las distintas concepciones del tiempo, y en su importancia para los
fenómenos creativos, (dependiendo del itinerario que escoja el lector), como
herramientas básicas, haremos un recorrido por los dos extremos del arco creativo: el de
la inmersión en lo analógico, propuesta por A.Stern; y el del acento puesto en la
elaboración lógica, en autores como Csikszentmihalyi, R.W.Weisberg, Sternberg,
Romo. Para detenernos posteriormente en temas tales como las similitudes entre los
tránsitos verticales y los procesos terciarios del psicoanálisis; en la relación entre la
creatividad y el humor; en las cualidades terapéuticas de la creatividad, observadas
desde la psicología humanística y el psicoanálisis; en el pensamiento lateral de De
Bono; en las numerosas aportaciones de la psicología cognitiva; en la interpretación de
los nexos de algunos mitos con la creatividad; en las complejas relaciones entre el
hemisferio derecho e izquierdo, con lo femenino y lo masculino; en las metáforas del
funcionamiento de la mente, en Boden y Draaisma; hasta llegar al problema último, la
puerta de lo desconocido, el límite de lo que se puede decir, la línea que distingue entre
lo objetivo y lo subjetivo, que crea la contradicción epistemológica. La ubicación en el
arco de la creatividad no es lineal, ni uniforme, sino que responde a una estructura de
entrecruzamientos múltiples. No se propone un recorrido aséptico y descriptivo, sino un
trabajo de valoración, juicio, toma de postura, e integración, un intento de elaborar una
teoría que unifique divergencias, y se acerque a un nuevo paradigma.
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Definiciones.
La mayoría de los autores que tratan sobre creatividad la describen, o la definen, como
aquella aptitud o actividad por medio de la cual se posibilita la obtención de un
producto que tenga las dos características de ser nuevo y valioso. Bruner, por ejemplo,
define muy escuetamente el acto creativo como una sorpresa eficiente, que es otra
manera de hablar de lo nuevo y lo valioso utilizando términos prácticamente
equivalentes: la sorpresa de la novedad y la eficiencia de lo valioso. Cuando la sorpresa
es reconocida y asimilada, el asombro desaparece. Estando bien escogidas estas dos
características, lo que no queda claro es el grado de novedad y de valor que se le exige a
la actividad, o al producto, para ser considerados creativos. Es este sentido, podemos
deslindar la creatividad como la capacidad para realizar una actividad que sea lo
suficientemente nueva y valiosa como para pulsar los límites de nuestras formas de
conocimiento, que entre en contacto con ellas para cuestionarlas y transformarlas. O,
dicho de otra manera, la creatividad es la aptitud, la facultad que permite gestionar los
límites del conocimiento. El estudio de la creatividad está directamente relacionado, o se
lo puede considerar, como una parte de la epistemología. Se podría plantear la objeción
de que se puede dar una actividad muy creativa en un niño, por ejemplo, que no
afectara, naturalmente, a los límites de nuestras formas de conocimiento. Pero debemos
pensar en el sujeto de esa actividad, de tal modo que si se tratara de una actividad
verdaderamente creativa, para ese niño, debería entrar en contacto con los límites de sus
estructuras de conocimiento. Por lo que parece adecuado dejar la definición en su forma
más resumida, como actividad que entra en contacto y transforma los límites de las
formas de conocimiento.
Un planteamiento muy interesante es el que ofrece M. Boden que, para explicar el grado
de novedad y de creatividad de una realización, se refiere repetidamente al criterio de lo
que se podría o no se podría haber hecho, desde unos esquemas previos, o desde un
programa computacional dado, de modo que distingue entre ideas novedosas, que
pueden ser descritas o producidas por las reglas generativas de otras ideas conocidas, y
las ideas creativas, que se distinguen porque no pueden ser similarmente producidas. Y
propone que, para justificar el adjetivar a una idea como creativa, debamos identificar
los principios generativos para los que esa idea es imposible, aunque, desgraciadamente,
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muchas veces seamos capaces de apreciar lo creativo, siendo incapaces de formular las
reglas dadas, y el modo en que la nueva idea las transgrede. La idea, que es correcta,
adolece, tal como está planteada, del inconveniente de llevar a un callejón sin salida, es
decir, a definir la creatividad como lo que se podría hacer, en un marco en el que no se
podría haber hecho. Inconveniente que intentaremos solventar desde el concepto de los
tránsitos verticales. Por lo demás, el planteamiento de Boden es muy similar a la
definición que venimos usando de la creatividad, como la capacidad para generar una
actividad que entre en contacto y transforme los límites de las formas de conocimiento.
La elaboración de un producto, la realización de una actividad, que podría darse en el
marco de las estructuras cognitivas propias, puede ser novedosa, pero sólo será
verdaderamente creativa cuando podamos decir que no podría haberse dado sin
violentar el marco cognitivo preestablecido, sin entrar en contacto con esa frontera
interior delimitada por nuestras formas de conocer el mundo y de conocernos a nosotros
mismos. De modo que, para identificar plenamente una actividad creativa, deberemos
intentar describir ese límite de las posibilidades cognitivas violentado o, dicho de otra
manera, la transgresión de los sistemas codificadores dados, como veremos más
adelante. La dificultad de esa identificación es grande, porque se produce siempre desde
estructuras que han sido dinámicamente modificadas en el proceso, y por la cualidad,
inherente a los códigos, que hace que tiendan a tornarse inaparentes.
La precisión, hecha más arriba, nos lleva inevitablemente a la distinción de dos niveles
en las actividades creativas, según afecten al individuo, o incidan en la matriz cultural
de una sociedad. El primer nivel puede ser analizable, mensurable, psicométricamente
viable, incluso podría llegar a ser estadísticamente predecible, ya que existen
parámetros respecto a los que efectuar las comparaciones, las medidas, un marco de
referencia conocido. El segundo nivel, por su propia naturaleza, se escapa a cualquier
intento exhaustivo de medición o predicción, haciéndose muy difícil el análisis del
grado de su novedad o valor, que se efectúa inevitablemente desde parámetros que no
existían en el momento de la formulación creativa. Lo cual no significa que no se pueda
decir nada acerca de esa creatividad cultural, que puede quedar abierta a las inferencias
y extrapolaciones de un marco teórico general, aunque sin perder de vista este contexto
de dificultades inherentes. Parece adecuado pensar que son las personas que han
ejercido, mantenido y desarrollado, una creatividad individual continuada, las que
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tengan una mayor probabilidad de realizar actos creativos que entren en contacto con
los límites de las formas de conocimiento de una comunidad cultural. Pero no tiene por
qué ser necesariamente así, ya que son fenómenos cualitativamente diferentes, en
cuanto a que la creatividad individual aparece relacionada más específicamente con la
imaginación y el pensamiento divergente, mientras que la cultural tiene una mayor
involucración respecto a las relaciones con el campo de conocimientos implicados, lo
que lleva, por tanto, a requerimientos de aptitudes y de características de la personalidad
muy diferentes. Aun siendo el mismo fenómeno, estará compuesto por una proporción
de ingredientes relevantes muy distinta, por ejemplo, en cuanto a divergencia o a
tenacidad, si tratamos de la creatividad de un niño o de un científico muy especializado.
En algunos aspectos, la dificultad del análisis se extiende también al proceso cercano de
la creatividad individual, debido a la complejidad de traducción de procesos no verbales
y no predeterminables. El arco que se extiende desde la creatividad individual a la
cultural se puede tensar tanto como hace D.W.Winnicott, que considera que pueden ser
tan creativas las actividades de un bebé que se ensucia con sus propias heces, como la
compleja realización de un arquitecto innovador.
La dificultad inherente.
“no podemos esperar una descripción exacta del acto creativo, ya que por su misma
naturaleza es indescriptible. Es algo desconocido que debemos reconocer como
incognoscible hasta el momento que ocurre” (Rogers 236, 1978). La consciencia de esta
contradicción, lejos de dejarnos inactivos, debe servir para poder valorar en cada caso la
consistencia o inaccesibilidad de los terrenos que pisemos.
Hay autores, como Csikscentmihalyi, Gardner, Gruber, que han optado por soslayar
estas dificultades por caminos originales y radicales, dejando a un lado el trabajo de
precisar el objeto de estudio, para entrar directamente en el análisis de algunos casos
destacados de personalidades creativas. Esta opción, que puede ser de una indudable
utilidad descriptiva, y de un gran poder de sugerencia para generar alternativas y
generalidades novedosas, tiene el defecto de facilitar la dispersión, al no tener
previamente determinados los objetivos de la indagación, cuando no adolece de una
cierta inconsistencia causada por la demasiada influencia de los esquemas de análisis,
nunca suficientemente adaptados a una variabilidad concreta, por la dificultad de
reconstrucción de los procesos pasados, y por el riesgo de: “encontrar sencillamente lo
que ya hemos puesto y habíamos predeterminado. La cuestión es muy sencilla de
formular: si elijo a tales autores, tales obras, es porque ya tengo un concepto para incluir
a unos y excluir a otros y, por tanto, al final encontraré lo que ya había puesto” (Marín
96, 1991). Otra manera de justificar este tipo de investigación, en gran parte tautológico,
es la de partir del supuesto de que tenemos conocimiento suficiente de lo que pueda ser
la creatividad, aunque en un nivel inconsciente o no explicitable, de modo que, en el
proceso de estudio, estos conocimientos tiendan a hacerse explícitos. Sin embargo, estos
trabajos suelen estar planteados, contradictoriamente, por autores que rechazan la
importancia del inconsciente, para buscar en cambio evidencias científicas verificables.
Csikscentmihalyi plantea la creatividad como una actividad que deja huella en la matriz
cultural, como incursiones o ideas de individuos que se concretan en el campo
simbólico implicado, son admitidas por el ámbito (grupo de expertos), y lo modifican.
De modo que vincula creatividad y éxito, cosa seguramente muy natural desde una
perspectiva americana, pero sorprendente para la tradición europea del autor maldito.
Traslada la interrogación acerca de qué es la creatividad, hasta el dónde está. Con lo que
el problema, en vez de solucionarse, se agrava, ya que pueden tener reconocimiento y
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éxito productos no creativos, y pueden darse, por azar, productos creativos que no
impliquen el desarrollo de una actividad verdaderamente creativa. El error de
Csikscentmihalyi, sin duda original, se produce por la contaminación del hecho
artístico. El arte, como fenómeno social que es, sí que queda determinado, en última
instancia y de forma irrevocable, como aquello que es aceptado por el ámbito
sancionador: “Definición tautológica por la que distinguimos lo artístico como aquello
que queda situado en el universo de dentro-del-arte, frente al universo exterior”
(Rodríguez 11, 1992). En cambio, la creatividad es un hecho que puede ser reconocido
individualmente, sin necesidad de la sanción del contexto cultural de una sociedad,
especialmente cuando tratamos con lo que hemos llamado creatividad individual. Este
planteamiento de Csikszentmihalyi, lo que va a producir es un corrimiento del concepto
de creatividad hacia la importancia del campo, del territorio simbólico donde se
desarrolla el trabajo, dándole más importancia a la creatividad cultural en detrimento de
la individual. El arte, para ser tal, necesita un reconocimiento social, la creatividad no,
ya que puede beneficiarse de un reconocimiento experto. Cambiar la pregunta de ¿qué
es la creatividad?, por la de ¿dónde está la creatividad?, es una forma de reconocer la
incapacidad para juzgar, para dilucidar los posibles misterios de la actividad creativa,
una manera de acabar descubriendo que esos misterios no existen, y una operación que
incrementa el margen de error con el que trabajamos. En el supuesto de que las
propuestas geniales de un matemático solamente sean comprendidas por un colega
experto, éste podrá afirmar, con el mismo derecho que juzga cualquier otra cosa que
sólo él conozca, que son propuestas perfectamente creativas. (En un caso paralelo, no se
podría asegurar que se tratara de arte).
Manuela Romo es otra autora que opta por partir del producto reconocido, para poder
avanzar con paso firme hacia el proceso y la persona creativa. Es muy curiosa esta
alternativa, ya que lo que propone es que admitamos el consenso sobre los productos, y
no sobre los actos creativos, sobre el hecho directo, introduciendo la duda de si sería
posible un producto creativo generado al azar, sin la intervención de una actividad
creativa. Con estos planteamientos lo que ocurre es que se desplaza el centro de interés
hacia una zona de un mayor consenso social, de mayor aceptación o integración
socializadora, es decir, hacia la importancia de los factores de codificación, lógico-
verbales, y de aceptación por el ámbito sancionador.
Creatividad e inteligencia.
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Creatividad Inteligencia
Creatividad Inteligencia
Hay muchas actividades inteligentes que no pulsan los límites, que no son creativas. Es
distinto el punto de vista de las aptitudes necesarias para la creatividad, de los
ingredientes que intervienen, o pueden intervenir (Esquema II), respecto del punto de
vista de la clasificación de la actividades (Esquema I). La creatividad es un fenómeno
más raro, singular, pero que precisa y engloba toda una serie amplia de características
del pensamiento. El dominio más restringido (la creatividad) es, lógicamente, el que
más propiedades debe cumplir, en este caso, el que más aptitudes u operaciones
involucra, englobando a las propias de la inteligencia.
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El esquema, visto desde los productos, desde los resultados de las actividades creativas
(Esquema I), correlaciona con la expresión tradicional y cotidiana de lo que es la
creatividad. Hay personas muy inteligentes pero sin ninguna capacidad innovadora, sin
ninguna tendencia a habitar los tránsitos verticales (los inteligentes), y personas muy
creativas, que no formalizan nada, y no pueden transmitir, no pueden legar, en absoluto,
la utilidad de lo creado (los sólo creativos, cuya existencia, tipo la creatividad de los
niños de la calle de Brasil, es de difícil constatación). Dentro de la misma persona, en el
proceso creativo, también se dan estas zonas. En los estudios psicométricos se ha
encontrado que es necesario un C.I. alto para que, a partir de ahí, se pueda dar una
creatividad elevada. A partir de ese punto, hay una divergencia, representada por las
alas laterales del Esquema I. Este esquema es en el que podríamos utilizar inteligencia
con un sentido integrador del arco de los procesos cognitivos, o usar inteligencia y
creatividad como conceptos contrapuestos cuando fuera necesario, (que es, de hecho, la
utilización que se hace de estos términos habitualmente). Según el Esquema I, las
actividades o productos inteligentes engloban a todos los creativos, exceptuando los de
la creatividad no expresada o no formalizada.
El Esquema II, que presenta a la inteligencia como una parte de la creatividad, ha tenido
que ser visto por numerosos autores, que decidieron no aceptarlo. Es evidente que las
aptitudes (y los procesos) involucrados en todo el arco creativo implican necesariamente
factores de la inteligencia. Pero no ocurre al contrario, la inteligencia no implica que se
tenga que dar la creatividad. Si el esquema, al que todos tendemos, es el contrario a la
evidencia, debe ser por algún motivo poderoso: la función del universo lógico-verbal es,
precisamente, la de someter a control, englobar, las actividades divergentes y
desordenadas, del sistema de procesamiento analógico, y someter, igualmente, a los
sentimientos involucrados en esos procesos.
Todas las aptitudes de formalización estricta pueden llegar a ser útiles para los elevados
logros creativos; aunque haya personas que tengan esas cualidades sin el complemento
del pensamiento divergente. Esas personas responderían a un esquema en el que el
conjunto de las cualidades propias de la inteligencia y la creatividad llegarían casi a
coincidir (nunca exactamente). Siempre hay algo de creatividad, incluso en contra de la
voluntad del individuo. A este esquema responden las concepciones de la creatividad
que utilizan autores como R.W. Weisberg y M. Romo. Aunque todas estas cualidades
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formalizadoras pueden ser necesarias para la creatividad, de hecho, a las personas que
las tienen no se les llama creativas.
estado de nacimiento” (Fiorini 30, 1995), tema que conecta directamente con la
necesidad de transgresión de las estructuras dadas, de desestructuración de códigos
establecidos, tantas veces intuida como factor necesario de la actividad creativa, o
constatada en casos concretos. La entrada masiva de información, procedente de lo real
y de las actividades transgresoras de códigos, el caos inicial del proceso creador,
produce vértigo, desazón, angustia, posibles bloqueos, en el límite, repugnancia
intelectual, a la vez que una fuerte motivación intrínseca para superarlo: la caída en la
imposibilidad del sentido es lo que se llama neurosis, falta de capacidad para dar
sentido al caos. Desde este punto de vista: “las terapias son grandes trabajos de
activación de un sistema creador en el psiquismo, el que se hará cargo de los puntos de
detención que las neurosis soportan como fijaciones” (Fiorini 37, 1995). Enlazando con
la teoría general, que establece un paralelismo entre terapia y creatividad, aparecen
todas las propuestas de actividades cercanas, sencillas, de eficacia verificada por su
utilización amplia, líneas de trabajo creativo, o talleres de terapias expresivas, como las
relacionadas con la psicología humanística.
Hay muchos autores que, de una manera u otra, describen esta necesidad de poner en
comunicación las labores primitivas no codificadas, con los dominios de la codificación
simbólica, para que se pueda dar la creatividad. La necesidad de estos tránsitos
verticales encaja perfectamente con la descripción de la creatividad como: “una forma
de pensar que juega con ideas muy dispares conectándolas, que mira sus cuestiones con
enfoques muy diversos, que elige temas –a veces primitivos, de la infancia- para
enfocarlos de formas insólitas, insospechadas, totalmente novedosas; una forma de
pensar, en fin, que se vale más que ninguna otra de la metáfora y en ese ir y venir de lo
nuevo a lo antiguo, de lo conocido a lo desconocido, de lo obvio a lo insólito, de lo
familiar a lo extraño, se encuentra finalmente con un producto que es original y que, a la
vez, es celebrado por los demás” (Romo 13, 1998). Esos caminos de ida y vuelta entre
lo conocido, codificado, y la sorpresa eficiente, se ajustan también a la máxima de
W.Gordon, convertir lo familiar en extraño, y lo extraño en familiar, que responde a la
idea de los tránsitos verticales en los dos sentidos: por un lado, transgrediendo los
códigos aceptados, y regresando a relaciones más primitivas, propias del sistema
analógico, viendo de nuevo, extrañando lo conocido; por otro, encontrando analogías
inéditas, entre las cosas desconocidas y las cercanas, que posibiliten nuevos procesos de
implantación de códigos. La metáfora es uno de los puentes fundamentales entre
sistemas, ya que es una figura analógica engarzada dentro de la estructura lineal de la
lógica verbal. La conexión entre ideas muy dispares se puede producir gracias a los ecos
que resuenan entre ellas, por aquello que las relaciona en la lejanía del espacio
analógico, en el que las leyes de las distancias funcionan de manera muy distinta.
universos que tienden a separarse. Aunque no es una investigación acabada, parece ser
que la metáfora participa de la actividad de los dos hemisferios cerebrales: “algunas
conclusiones ilustran que la metáfora, como combinación de imagen y lenguaje,
también es un intermediario en sentido neurológico” (Draaisma 36, 1998). La metáfora
es algo así como una figura que pervive en territorio enemigo, un nexo, un gozne con
características analógicas incrustado en el dominio de lo verbal. Pero, para comprender
bien su status es necesario precisar su nivel de codificación: “Las metáforas son el
producto de la cooperación entre ambos sistemas. Paivio ha especificado diversos
mecanismos que tienen por objeto explicar por qué el proceso de codificación doble
apoya la función comunicativa de las metáforas” (Draaisma 39, 1998). Aunque este
punto merece una discusión posterior pormenorizada, conviene aclarar, ya, que no se
trata de dos sistemas de codificación distintos (en imágenes y verbal), sino de imágenes
sin codificar puestas en relación con los códigos verbales (mediación o tránsito), de tal
modo que, en cuanto la imagen tienda sucesivamente a convertirse en simbólica,
paralelamente, perderá su poder metafórico. Las metáforas se gastan. Es preciso
distinguir entre codificación mnésica, relacionada con la percepción y con la imagen,
que no tiene por qué estar sometida a verdaderos códigos, y codificación lógico-verbal.
La tipificación de estos tránsitos coincide con las descripciones de los autores que nos
hablan de la necesidad de relación entre los procesos de los dos hemisferios, para que la
creatividad sea posible: “se deben enfatizar los efectos interactivos del hemisferio
derecho y las estrategias del hemisferio izquierdo en la realización de altos logros”
(González Fontao 113, 1997). De modo que ambos sistemas confluyan en una actividad,
que necesita de un amplio abanico de estrategias, que se reintegren, de alguna forma, los
puntos de vista distintos, especializados a partir de la construcción de la lateralización.
Freud, autor muy prudente siempre que se aproxima al tema de la creatividad, como
actividad que excede los límites del psicoanálisis, la describe como combinación de
fantasía y crítica, es decir, como mezcla de imágenes analógicas y precisiones lógicas,
combinación, encuentro, tránsito vertical. Koestler nos habla de la creatividad como
proceso basado en la bisociación inconsciente de dos elementos, como una forma de
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rebelión contra el orden del pensamiento convencional, impulsada por la intuición: “La
dificultad de analizar la experiencia estética no se debe a su cualidad irreducible, sino a
la riqueza, el carácter inconsciente y no verbal de las matrices que se entrelazan allí, a lo
largo de gradientes ascendentes en diversas dimensiones” (Koestler -en Boden- 364,
1994). Es ésta una de las descripciones más inspiradas, (o más coincidente con el
planteamiento de los tránsitos verticales), del lugar de la creatividad como camino de
emergencia que relaciona diversos sistemas. Landau nos habla del núcleo común a muy
diversas actividades creativas, como la capacidad de producir relaciones, a partir de la
experiencia, que desemboquen en la formación de nuevos esquemas mentales, que es
otra forma de relatar el mismo camino, el que media entre las relaciones analógicas y las
estructuras codificadas de pensamiento. Cuando Saturnino de la Torre nos plantea la
creatividad, en todas las materias, como un concepto polisémico, que se puede resumir
como el proceso de tener ideas nuevas y generar los procedimientos para comunicarlas,
en cierto modo, también está hablando de la generación de una idea, en el espacio
analógico inexpresable, y de su posterior codificación.
Esos tránsitos verticales, que estamos rastreando desde distintos puntos de vista, según
los autores, buscando las coincidencias, los lugares de encuentro más que las
divergencias, tienen las características propias de la síntesis creativa, por medio de la
integración de materiales dispersos, que conducen a proyectos, a fundación de ideas en
las que se reúnen muchos factores. Podríamos pensar en la imagen de un embudo, o de
una cuenca de recogida y reunión del agua (utilizada por De Bono). Hay autores para
los que la síntesis tiene el más acentuado carácter creativo. Esa capacidad para
relacionar gran cantidad de materiales dispersos es la propia del sistema analógico de
procesamiento. La síntesis siempre está presente en las tareas de creación de estructuras
de simbolización, en los procesos descritos como caminos de transformación del caos
en cosmos.
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Margaret Boden nos habla de la necesidad de interacción entre las ideas creativas, y las
reglas y restricciones que las limitan, y de la necesidad de la continuidad, al menos
parcial, de esas restricciones para que se pueda reconocer una propuesta creativa. Una
idea imposible de surgir, respecto a unas coordenadas dadas, es más sorprendente
cuanto más profundo sea el cambio en las estructuras resultantes, en el producto final
del sistema generativo, en los nuevos espacios conceptuales creados, entre los que
destacan, como una de las creaciones más importantes, los sistemas de representación.
Describe un camino que pone en contacto la generación de ideas que defraudan viejas
expectativas, con los nuevos procesos codificadores. Tanto en la creatividad histórica
como en la personal, hay una transgresión de reglas, para romperlas o torcerlas, de
modo pertinente al dominio sobre el que se actúe, generando un nuevo marco reglado,
(de modo similar a las crisis de los paradigmas descritas por Kuhn). Podemos concebir
la creatividad como un enfrentamiento entre la libertad analógica, y los restricciones
lógicas que, dinámicamente, actúan por medio de relaciones, que están ocultas dentro
del espacio analógico, para llegar a hacerse explícitas en la formulación de nuevos
conceptos.
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Para Langer, una de las maneras fundamentales de descubrir formas nuevas es:
“haciendo abstracción a partir de casos que la naturaleza fortuitamente reúne para
nosotros (la facultad de reconocer una forma común en este cúmulo fortuito de cosas es
lo que llamamos genio científico)” (Langer 23, 1969). Ese decir, bajando al sistema
analógico y planteando una relación no antes vista, tránsito vertical, e inscribiéndola en
el universo de las formas abstractas nombradas, regresando con ella a una forma de
encarnación que se pueda inscribir en el discurso.
Procedentes de un marco teórico muy distinto, pero con una gran similitud en cuanto a
los resultados, es el planteamiento de los llamados procesos terciarios, formados por la
integración de los procesos primarios, que pertenecen al universo de las identificaciones
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Para Fiorini, las características de los procesos terciarios, que responden a fenómenos
que no se ajustan a los primarios ni a los secundarios, sino que son una forma de
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Los dos extremos del arco: intuición inconsciente, o duro trabajo incremental.
Se puede constatar, al estudiar a los distintos autores que tratan sobre la creatividad, que
existe una tendencia a poner un mayor énfasis en uno de los dos sistemas de
procesamiento de la información. Da la impresión de que tienen dificultades para
reconocer simultáneamente la pertinencia o la bondad de los estados relacionadores,
analógicos, divergentes, a la vez que la pertinencia o la bondad de los procesos de
simbolización y codificación o, dicho de otro modo, la necesaria colaboración de ambos
sistemas para que pueda darse la actividad creativa. Hay autores como Osborn, A.Stern,
De Bono, Rodari, (cercanos a la creatividad individual), que ponen el acento en la
singularidad del pensamiento divergente, mientras que otros como Csikscentmihalyi,
Sternberg, R.W.Weisberg, Romo, (más próximos a la creatividad cultural), remarcan la
importancia del trabajo llevado a cabo desde una sólida preparación experta, desde un
amplio dominio del campo de conocimientos pertinente. Csikscentmihalyi, por ejemplo,
define que la creatividad: “es un proceso por el cual dentro de la cultura resulta
modificado un campo simbólico” (Csikscentmihalyi 23, 1998). Y cada campo tiene
unos guardianes, el ámbito, que tienen que aceptar y asumir esas modificaciones. De
modo que inscribe la creatividad, sobre todo, en la aceptación, en la aquiescencia por
parte de la autoridad en el campo. En este segundo grupo de autores se da, lógicamente,
una mayor coincidencia o confusión entre los conceptos de inteligencia y creatividad, ya
29
Podríamos considerar a Arno Stern situado en uno de los extremos de este arco, con sus
talleres de educación creadora, extendidos por Francia, Suiza o España, dedicados
fundamentalmente a la pintura, también al modelado y la danza, en los que está vetado
no sólo cualquier calificación, juicio valorativo, crítica de la obra, tanto de alabanza
como de censura, sino también todo comentario que se refiera al producto del trabajo:
en estos talleres se habla mucho… pero de otros temas. Es una curiosísima experiencia
al margen de lo lógico-verbal, una investigación que se prolonga ya más de cincuenta
años, en busca de la expresión íntima, original, autosuficiente. En el otro extremo
encontramos a autores como R.W.Weisberg, que postula que la creatividad es un
proceso incremental producido por medio de pequeños avances, llevados a cabo desde
la experticidad y los desarrollos estructurados lógico-lingüísticos, gracias a una fuerte
motivación intrínseca y a una intensa dedicación y trabajo. Csikscentmihalyi remarca la
importancia fundamental del campo: la persona creativa debe interiorizar el conjunto de
normas, conocer profundamente las leyes que estructuran el campo de conocimientos. Y
conocer, igualmente, las preferencias del ámbito, es decir, de los expertos sancionadores
que van a juzgar los productos de la actividad creativa. El criterio último es siempre el
del éxito. Podemos establecer un paralelismo muy interesante entre los procesos
creativos que se inscriben en el camino que va de lo analógico a lo codificado, y la
necesidad, descrita por Csikscentmihalyi, de que la creatividad individual quede
incardinada en el dominio del campo, y vaya dirigida hacia su aceptación por el ámbito
sancionador.
Frente a esta divergencia, constatada entre los autores que atienden a los procesos
globalizadores, inconscientes, analógicos o divergentes, y los que se apoyan en el
análisis pormenorizado de las causas o pasos lógicos que conducen a un objetivo,
divergencia que muchas veces tiende a ser refractariedad, una incompatibilidad similar a
la que se da entre los dos sistemas de procesamiento de la información, o entre los dos
hemisferios, proponemos considerar que el lugar donde se hace posible la actividad
creativa es el de los tránsitos verticales, que unen un sistema con el otro. Frente a las
teorías que se centran en el acto divergente, o las que lo hacen en el proceso de
asimilación por un sistema normativo, creemos que se debe enfocar la mirada hacia el
análisis de los nexos de unión, como lugar específico de la creatividad, y valorar las
30
Conclusiones.
Acotaciones, definiciones.
icónico e iconicidad los reservaremos para aplicarlos en el sentido que les da Moles, en
su escala de iconicidad decreciente. Las diversas definiciones de imagen recorren el
arco amplio que va, desde los autores que la plantean como un sistema que copia y
reproduce las sensaciones, hasta los que la definen como el producto de una actividad
simbólica, autores como Piaget, Inhelder o Bruner. Nosotros vamos a considerar todo el
arco, de modo que incluya a cualquier representación mental con alguna característica
perceptual, en ausencia del percepto.
Para poder distinguir entre los conceptos de imagen y de iconicidad, sobre todo con
respecto a autores como Piaget e Inhelder, que conciben la imagen como producto de
una actividad simbólica, vamos a asumir la concepción de la iconicidad de A. Moles,
como un gradiente que va, desde el extremo de máxima iconicidad, que sería el de la
cosa real, al de mínima iconicidad, en el que aparece sustituida por un símbolo lógico-
matemático, de modo que definimos la iconicidad como el conjunto de características
34
Aunque el asunto de verdadero interés sea la imagen mental, puede sernos de gran
utilidad empezar deslindando qué es código, en sentido estricto, en las imágenes físicas,
en la pintura, en la fotografía, o en los dibujos de los niños. Cuando vemos un gran
cuadro figurativo, en el que todo lo que se nos presenta es fácilmente reconocible,
podemos tender a pensar que se trata de un producto total y estrictamente codificado,
cuando en realidad existen muy pocos factores codificados, que están funcionando en
colaboración con una amplia base de relaciones analógicas. El que dos cosas se
parezcan, y las reconozcamos como parecidas, no implica la existencia de ningún
código.
el código que afecta a la representación del transcurrir del tiempo. En nuestra cultura,
representamos el tiempo como algo que evoluciona desde la izquierda del cuadro hacia
la derecha o, también, el pasado, el presente y el futuro, en esa misma secuencia de
izquierda a derecha, pudiendo pensarse en una influencia o en un paralelismo con
respecto al movimiento del sol que, en nuestro hemisferio, vemos desplazarse siempre
de izquierda a derecha. También, es la misma la dirección de la escritura, y de su
discurrir temporal.
Otro código es el que afecta a los límites del formato, que puede actuar de dos maneras
muy distintas: como un acuerdo sobre la existencia de un marco sustantivo para la
representación, o como una convención sobre la existencia de un espacio en off, en el
que se prolonga la escena o la figura representada. La actitud del niño, que dibuja sin
asumir ninguna de estas dos normas, sería la de continuar por la mesa, o colocar un
papel al lado para poder seguir su tarea.
Entre los diferentes sistemas de representación en perspectiva, cada uno de ellos con
unos códigos definidos, parece ser la perspectiva cónica, renacentista, la que reproduce
con mayor aproximación las condiciones naturales de la visión. Además de las
diferentes leyes internas que la estructuran, el código básico es el que define al
espectador como un tuerto inmóvil: “El cuadro debe observarse a través de una mirilla,
de cara, desde una cierta distancia, con un ojo cerrado y el otro inmóvil. El objeto
36
igualmente debe observarse a través de una mirilla, desde un ángulo y una distancia
dados (por lo general no siempre los mismos), y con un ojo inmóvil. De otro modo los
rayos luminosos no serían equivalentes. Es estas notables condiciones, ¿no tendríamos
por fin una representación fiel? Apenas. En estas condiciones, lo que estamos mirando
tiende a desaparecer más bien deprisa” (Godman, 29-30, 1976). Las leyes de la
perspectiva formulan una forma de representación de la tercera dimensión, que
habitualmente tenemos gracias a la binocularidad, al enfoque y al movimiento,
introduciendo un código que prescinde, precisamente, de estos factores.
Respecto al color, más que códigos, hay sinestesias más o menos generalizadas. Su
posible eficacia sería dudosa, dado el gran porcentaje de personas con defectos en la
visión del color, con el dato, curiosísimo, de que los padecen veinte veces más los
hombres que las mujeres. Respecto a la perspectiva, asociamos los colores más
saturados y contrastados con la proximidad, y los neutros, de luminosidad uniforme, con
la lejanía. La textura, como el color, se resiste, por su grado de iconicidad, a los códigos
que intervienen en la representación espacial. Lo texturado se acerca, mientras que lo
liso se aleja.
¿Por qué puede resultar tan sorprendente la descripción de lo que es código, en sentido
estricto, desde el acuerdo de reducción al plano, a la asunción de la postura del tuerto
inmóvil? Porque, como ya hemos apuntado, todos estos códigos tienen una clara
tendencia a desaparecer, a tornarse inaparentes, por motivos de economía y de
incompatibilidad de sistemas.
ciegos muestran la misma capacidad que los que ven, para la comprensión de los
códigos de la organización espacial, el traslapo y la perspectiva.
No he pretendido hacer un recorrido exhaustivo por los códigos que afectan a la imagen
física, sino solamente un paseo ejemplificador, para poder tomar conciencia de su
naturaleza y de que, si hay otros, serán tan limitados en número y en funciones como los
aquí descritos. Todo este recorrido nos puede servir para comprender mejor cómo, en la
contemplación de una pintura, estamos recibiendo la información procedente de todo un
amplio contenido de naturaleza analógica, no codificado, insertado en el esquema
formado por unos pocos acuerdos normativos, un código extremadamente limitado e
inaparente.
Los códigos que afectan al contenido son los que sirven de soporte al mensaje de una
imagen física visual, en su vertiente verbal o narrativa. Aquí podemos incluir desde los
signos estables que, para un niño, representan un personaje, una casa, una cabeza, hasta
la compleja iconografía simbólica religiosa.
Hay dos maneras de encarar la tarea del dibujo: desde lo que vemos, o desde lo que
sabemos. Es decir, desde el sistema analógico, o desde el lógico-verbal. La diferencia en
los resultados obtenidos es evidente: es la que podemos ver entre un dibujo de formas
complejas y fluidas, y una representación esquemática, estereotipada, repetitiva. En
nuestro entorno cultural, es sorprendente encontrar a un niño que dibuje desde lo que
ve, aunque se puede constatar la existencia de casos aislados, sorprendentes. Esta
situación está causada por dos tipos de motivos: los derivados de las aptitudes
personales, por un lado; y la precoz adquisición del lenguaje oral y escrito, por otro, que
determina los procesos de simbolización, que interfieren con las aptitudes para la
representación analógica. Los dos procesos constatados de la habilidad para el dibujo, el
espontáneo y el cultural, llevan a resultados parecidos. El pintor, a lo largo de un arduo
aprendizaje y entrenamiento, aprende a olvidar lo que sabe de las cosas, a la hora de
pintar, para poder trabajar desde una mirada inocente e incontaminada, desde la que es
capaz de trasladar sus sensaciones personales, llegando a un resultado que es muy
parecido al del pintor primitivo. Las diferencias son las derivadas de unos medios
técnicos más o menos sofisticados, las que se producen por la asunción y uso de los
38
códigos descritos, y las resultantes del bagaje histórico y de su ámbito cultural. Como
ejemplo, pensemos en los dibujos de algunos niños prodigio, (incluso de algunos
autistas prodigio) y, sobre todo, en algunas pinturas como las de las cuevas de Altamira,
que son un ejemplo perfecto de máxima iconicidad con ausencia casi total de códigos.
Los códigos de contenido simbólico son los que se desarrollan cuando pintamos, no
desde lo que vemos, sino desde lo que sabemos. Así ocurre con todas las convenciones
iconográficas que ilustran la historia del arte, los símbolos, alegorías y atributos, que
definen a los personajes y a las escenas concretas en las que intervienen, subordinados a
una eficacia comunicativa de carácter narrativo: “las imágenes devienen signos” (Bozal
155, 1970). Además de las caracterizaciones personales, específicas, hay una
simbología, cambiante con los estilos y los momentos históricos, que afecta a la
organización del cuadro: lo espiritual es vertical y ascendente; el poder está en lo alto, y
lo sometido en la parte inferior; el mal es lo siniestro, lo que está a la izquierda; al
pérfido se lo representa de perfil, para que no pueda contaminarnos con su mirada.
De la misma naturaleza son los signos gráficos que adquiere el niño durante el
aprendizaje del dibujo. Hay un desarrollo, paralelo al del lenguaje, de todo un sistema
de imágenes físicas simbólicas, que se va estructurando a la vez que las operaciones
lógicas propias del sistema verbal. Este proceso ha sido descrito por Piaget, Inhelder y
Bruner, autores que consideran tanto a la imagen como al lenguaje relacionados con la
función simbólica. Las estructuras de conocimiento, que interactúan con las imágenes
mentales operativas, se empiezan a desarrollar, desde la imitación, como precursoras de
la imagen simbólica interiorizada, en un proceso que se completa hacia los diez o doce
años, edad en la que el sistema de representación por imágenes ya está estructurado
como en la mayoría de los adultos de nuestra cultura. Piaget reconoce una base
analógica en ese proceso: “Nuestra hipótesis es entonces que los aspectos figurativos
del pensamiento derivan de la imitación y que es la imitación la que asegura el paso del
nivel sensorio-motor al pensamiento representativo preparando el simbolismo necesario
para éste.(..) la imitación diferida ya constituye una verdadera representación, que
proporciona a los juegos simbólicos (que comienzan hacia el año y medio) todo su
simbolismo gestual y que, como vamos a ver, constituye el punto de partida de la
imagen mental en cuanto imitación interiorizada” (Piaget 97, 1978). En los primeros
intentos de representación de la figura humana, el niño asocia sus figuras
topológicamente elementales a los contenidos deseados, en aproximaciones que pueden
39
variar de un día a otro, pero que se hacen asombrosamente estables cuando asume un
esquema de representación: “La figura de un hombre trazada por un niño de alrededor
de siete años de edad, debe ser un símbolo fácilmente reconocible. El niño dibujará las
diferentes partes del cuerpo según sea el conocimiento activo que tenga del mismo.(..) el
símbolo de la nariz será diferente del que use para la boca;(..) el niño incluye símbolos
separados para las manos e incluso los dedos y, naturalmente, un símbolo distinto para
los pies” (Lowenfeld y Brittain 174, 1977). El niño puede ver perfectamente el tono
ocre de los tejados, color bastante próximo al de una piel morena, que conoce
perfectamente, sin embargo lo representa con un rojo encendido. El color, como
cualquier otro elemento de los que intervienen en sus dibujos, se torna simbólico: “El
establecimiento de un color definido por un objeto y su constante repetición es un
reflejo directo del desarrollo progresivo del proceso intelectual del niño” (Lowenfeld y
Brittain 194, 1977). El predominio de los códigos verbales, más operativos y lineales, se
va imponiendo a la variedad, complejidad, y falta de seguridad de los sistemas
analógicos. Un factor importante, que determina este proceso, es el conjunto de
necesidades a las que responde el desarrollo intelectual del niño, decididamente inscrito
en el universo lógico-verbal. En nuestra cultura, un adulto normal, no dibuja mejor que
un niño de diez o doce años, edad en la que se completa el proceso de adquisición del
dibujo simbólico y de las estructuras lógicas reversibles. La percepción viene,
paralelamente, determinada por lo que sabemos, vinculada y resumida respecto a los
rasgos pertinentes de reconocimiento del objeto, en una evolución que progresa en el
sentido de lo útil y lo económico. Ya no se concibe el percepto y la imagen mental
como una mera reproducción de la sensación, sino como algo dinámico, influido por
toda nuestra experiencia anterior e, incluso, por el contexto inmediato. El sistema de
codificación simbólico, que afecta tanto al lenguaje, como a las imágenes simbólicas, se
produce a través de la asunción de estructuras operativas que ordenan sistemas cada vez
más estables. Los procesos lógico-verbales y la imagen simbólica representan dos
sistemas de desarrollo paralelo, cuya relación con las estructuras operativas es íntima y
recíproca: tanto colaboran a su establecimiento, como son organizados por ellas en
construcciones estables.
La relación entre la producción de expresiones gráficas, entre las imágenes físicas, y las
imágenes mentales, es muy importante. Pero, en principio, no vamos a dar por supuesto
que existen sólo las imágenes simbólicas interiorizadas, ya que hay variadas pruebas de
la existencia de otro tipo de imágenes, que no tienen estas características, ni responden a
esta evolución descrita, como son las imágenes eidéticas, de flash back, oníricas, etc. El
problema principal, para una cabal comprensión de la función de la imagen mental, es
el que se deriva del hecho de que, habitualmente, el sujeto nada más puede expresar el
contenido de sus experiencias en el mundo de la imagen con un instrumental, verbal o
gráfico, que ya tiene implícitas las características de simbolización que le adjudicamos
consecuentemente a las imágenes.
Código.
Se trata del experimento en el que se presenta a unos niños una serie de bastones
decrecientes. Interrogados al cabo de una semana responden que vieron, según su nivel
de desarrollo: algunos bastones iguales, parejas grande-pequeño, tríos, una serie
incompleta, o la serie entera. Transcurridos seis meses, y sin mostrarles el motivo, se les
43
La imagen no codificada.
Como hemos visto antes, la imagen en su mayor grado de iconicidad, es una forma
privilegiada de acceso a los periodos anteriores al lenguaje. La existencia de esas formas
de imágenes primitivas y no codificadas la podemos rastrear y analizar, en sus
diferentes aspectos, gracias a las imágenes eidéticas, las de flash back, y las oníricas, a
pesar de las dificultades que se presentan frente a su estudio formalizado, muy
claramente ejemplificado en el experimento descrito de Piaget.
Las imágenes visuales eidéticas se clasifican como imágenes mnésicas, producidas por
una actividad de rememoración, o como imágenes directamente relacionadas con la
percepción. Se trata de imágenes de enorme nitidez, que pueden ser evocadas
44
voluntariamente por el individuo que, sabiendo perfectamente que no son reales, habla
de ellas en tiempo presente, como si las estuviera viendo. Las identifica claramente
como una evocación, que distingue sin confusión de una posible alucinación, y las
describe con la misma vivacidad y detalle que un percepto, recorriéndolas con
movimientos oculares e, incluso, moviendo la cabeza para relatar los pormenores de una
parte oculta, trasera. Les da una categoría especial, ya que las diferencia de un recuerdo,
al describirlas en presente. La capacidad para formar imágenes eidéticas, que se
encuentra en porcentajes notables en niños, decrece rápidamente con la edad. Se ha
verificado también su existencia en adultos de sociedades primitivas ágrafas, en
individuos con retraso mental, o con lesiones cerebrales, habiendo correlación entre
escolarización y desaparición de las imágenes eidéticas: “Estos datos apoyan la
hipótesis de que la imagen eidética constituye la supervivencia de una forma cognitiva
relativamente primitiva, fundada sobre todo en modalidades no verbales,
eminentemente concretas, de representación mental, que en el curso del desarrollo
normal del individuo son sustituidas por modalidades más abstractas” (Denis 39, 1984).
Recordemos que se trata de imágenes que parecen no estar sometidas a ningún código,
ni tan siquiera a los de reducción al plano, y que es la incidencia de las convenciones de
nuestra cultura simbólica la que las hace desaparecer. Y que una de las funciones
fundamentales del proceso de socialización, y de asunción del dominio de lo simbólico,
es el control de los sentimientos. Aunque no sean imágenes ligadas a una violenta
irrupción emocional, las posturas relacionadas con la producción de imágenes eidéticas
son, también, las vinculadas a la violencia emotiva de las identificaciones imaginarias.
Hay autores, como Paivio, que han encontrado que las personas con mayores
capacidades de formación de imágenes tienen, paralelamente, una mayor capacidad para
los aspectos emocionales. Todo parece indicar que hay una fuerte vinculación entre las
imágenes de máxima iconicidad y el mundo de los sentimientos: “Los sujetos con alta
capacidad para formar imágenes dan respuestas más rápidas ante estímulos
emocionales, forman imágenes más claras del significado de palabras o situaciones,
suscitan imágenes más vívidas” (González Fontao 39, 1997).
Hay una clara relación entre la pervivencia de las imágenes eidéticas y la no asunción
de las estructuras codificadoras, una incompatibilidad entre las dos tendencias opuestas:
máxima iconicidad, y codificación. Tienen una vida limitada en el tiempo, suelen durar
pocos minutos, aunque algunos individuos son capaces de evocarlas horas después de la
45
experiencia perceptiva. Se puede constatar que se da una relación negativa entre control
y disponibilidad de la imagen, frente a nitidez e iconicidad. Las características de
nuestro desarrollo cultural hacen de las imágenes eidéticas un fenómeno extraordinario.
Es significativo que autores como Bellock, Baños y Perpiñá las incluyan en un manual
de psicopatología como imágenes anómalas, (están al margen de la normativa
simbólica). En cambio, autores como Gray y Gummerman defienden la teoría de que
entre las imágenes eidéticas y las demás imágenes mentales no hay diferencias
esenciales, sino de grado. Esto puede ser así, siempre que tengamos en cuenta que, esas
diferencias de grado son las que se derivan de los procesos de asunción de estructuras
codificadoras, con todas las consecuencias que esto comporta.
La persona que padece la aparición de estas imágenes revive la violenta escena, afectada
integralmente por ella. Son escenas de una emotividad extremada, producidas por casos
como: un peligro de muerte inmediato, un atentado, o presenciar la muerte violenta de
un ser querido. Parece comprobado que, en general, un alto nivel de implicación
emocional lleva a un aumento de la capacidad de registro de la imagen. La experiencia
de la evocación solicita una gran cantidad de energía y, paralelamente, recupera o
facilita una gran cantidad, un gran volumen, de información. Son imágenes, escenas,
que se producen en una ausencia total de codificación, lo que posibilita el hallazgo de
nueva información, desconocida para el protagonista, independientemente de su
importancia, en cada nueva visita. Las dos características que nos interesa resaltar son:
la violenta carga emocional que desencadena todo el proceso, que arrastra al individuo a
través de esta experiencia; y la relación existente entre falta de control, y la fuerte
presencia y nitidez de la imagen.
46
Por último, las imágenes oníricas o hípnicas, que constituyen el contenido de los
sueños, son también de gran vivacidad y nitidez, y de gran autonomía, (aunque puedan
ser influidas por estímulos externos). La cuestión inevitable es intentar analizar qué es
código en la imagen onírica. En los sueños, el objeto, el tema de interés, aparece
sustituido y representado por algo con lo que se identifica por medio de una fuerte
relación metafórica, por algo que, en una situación determinada, tiene el carácter de una
vivencia idéntica para el soñador. Ese carácter metafórico, analógico, no implica
ninguna forma de codificación. Se trata de representaciones analógicas, que tienen una
función similar a la de los mitos, en las que hay un contenido importante que no somos
capaces de codificar explícitamente, ni de descodificar. Su carácter también se podría
comparar con el de una danza ritual, de esencia prelingüística.
Los sueños tienen un sentido oculto, de modo que el elemento presente actúa como
metáfora de lo que esconde, relación que no responde a ningún acuerdo, y que es
desconocida, incluso, para el soñador. La función metafórica es la de representar
ocultando: por eso se sustituyen unas cosas por otras, que poseen un carácter, en un
único sentido circunstancial, prácticamente, vivencialmente, idéntico. Los sueños tienen
un contenido preciso, en el sentido de que recrean, por medio de imágenes, una
descripción del asunto que no podría ser precisada igualmente por medio de la palabra,
código estricto que, en su rígida convencionalidad, ha perdido gran parte de la
capacidad de adaptación. No existe un código temporal en los sueños. Hay una
atemporalidad definitoria del inconsciente, claramente descrita por la psicología
dinámica, (y aquí hay que recordar la relación básica de cualquier estructura
codificadora con la estructura del tiempo). No se trata de que el inconsciente no tenga
sentido del tiempo, o que no sea capaz de medirlo. Por el contrario, es notorio que posee
mecanismos ocultos capaces de medirlo con una sorprendente exactitud, que no está, ni
remotamente, al alcance del consciente, (somos capaces de despertarnos, a media noche,
a una hora exacta, o pocos segundos antes de que suene el despertador). Se trata de que
no trabaja con los códigos simbólicos del tiempo.
Los sueños están formados por imágenes que se crean en un territorio dominado por lo
emotivo, que no excluye procesos cognitivos. La emoción siempre está presente, el
deseo, la pasión, el miedo, la angustia, así como formas de conocimiento directo,
enhebradas en lo emotivo, o que aparecen como emotivas por sí mismas. No es raro
tener resueltos los problemas más complejos al despertar por la mañana. El lugar de los
sueños está regentado por el sistema analógico de procesamiento de la información,
donde no hay discontinuidad entro lo emotivo y lo cognitivo.
Los sueños responden a una forma autónoma de funcionamiento del sistema analógico,
que reelabora los sentimientos, que es movido integradamente por ellos, por los miedos
y los deseos, ambas cosas, sistema analógico y sentimientos, reprimidos durante la
vigilia por las estructuras de conocimiento lógico-verbales, por la legalidad vigente.
Junto a las formas de represión sexual y sentimental, un factor tan importante y básico
como estos, indisolublemente unido, es la represión epistemológica, que actúa como
fuerza fundadora y segregadora del inconsciente.
Los sueños no tienen la estructura del discurso narrativo, sino únicamente la del
discurrir por un camino, en el mismo sentido en el que podemos diferenciar entre una
escena real y una narración. No hay sujeto enunciador, no hay código lineal temporal,
no hay línea del discurso. Si aceptamos la distinción entre lo real, como lo que es, y la
realidad, como lo nombrado, integrado en el universo simbólico, tenemos igualmente
que diferenciar entre lo onírico y lo narrativo. Tanto en lo real, como en lo imaginario
48
Entre los dos extremos, que vienen representados por la imagen no codificada, que
acabamos de describir, y la imagen plenamente simbólica, que puede ser ejemplificada
por el grafismo mecánico de la palabra escrita, hay muchos estados intermedios,
procesos que van vertiendo contenidos, y creando estructuras, desde lo analógico a lo
lógico-verbal. El límite, la frontera entre lo que no es código y lo que empieza a serlo,
puede ser descrita por medio del análisis de los pseudocódigos de reconocimiento, y
mnésicos.
Todos estos procesos tienden a establecer, y están movidos por las necesidades que
satisface, la función simbólica: crear un sistema económico de almacenamiento y
manejo de la información, que sea efectivo y práctico; controlar los sentimientos, evitar
la vulnerabilidad, asumir un espacio normativo legal; y crear un tiempo medido en el
que se puedan inscribir las relaciones productivas. Se trata de un continuo evolutivo
movido, en general, por todas las funciones que conducen a una estructuración social y
cultural como la nuestra.
tener el carácter de presencia cuando son convocadas, y una funcionalidad muy próxima
a la percepción. La memoria simbólica se construye en el proceso de socialización, con
la finalidad de conseguir un sistema económico de almacenamiento y recuperación de
una información que pueda ser compartida. Otra característica diferenciadora es que la
memoria natural o eidética está fuertemente anclada en lo emotivo y en lo perceptivo,
mientras que la memoria simbólica, progresivamente más abstracta, se desvincula de
ese tipo de anclajes.
El esquema que vamos a desarrollar, y que se deriva de todo lo expuesto hasta ahora, es
que, en vez de haber una doble codificación, verbal e icónica, o una sola base profunda
de naturaleza proposicional, lo que hay es, por un lado, imágenes no codificadas de alta
iconicidad y, por otro, imágenes en las que se mezclan componentes icónicos, con
factores codificados que tienen la misma estructura proposicional que caracteriza al
universo lógico-verbal, al que pertenecen, establecidos en íntima relación con el
desarrollo del lenguaje. Decimos que existe esa mezcla porque la huida hacia lo
52
Posiblemente, uno de los problemas más recurrente con el que estemos lidiando sea el
de la herramienta empleada. Si nos moviéramos en el universo acotado lógico-verbal,
seguramente funcionarían bien las categorizaciones excluyentes del tipo doble
codificación, o naturaleza proposicional. El problema es que estamos tratando,
precisamente, del asunto que se refiere a las relaciones del sistema analógico, que no
acepta ese tipo de categorizaciones, con el universo lógico-verbal, al que son inherentes,
utilizando como herramienta la palabra escrita. Por eso es mucho más adecuado hablar
53
posibilita siempre una cierta forma de tratamiento desde el universo analógico. Esto
explica muchos fenómenos de difícil interpretación, como el recuerdo de la longitud de
la palabra, o de la primera letra.
Anamnesis.
Lo mismo que hay dos tipos de imágenes, en el extremo, eidéticas o simbólicas, hay dos
funciones, dos formas inscritas perfectamente en el desarrollo histórico del pensamiento
filosófico. La fotografía, como cualquier instrumento mnésico, y como cualquier
instrumento simbólico, sirve para olvidar: para olvidar la sensación original, la imagen
eidética, el calor o el olor del objeto real; y para recordar la imagen sustitutoria, el
símbolo que acaba suplantando a aquello que representa. Hay dos tipos de recuerdos:
los que se refieren a la sensación, a la presencia, y los que sustituyen la presencia por un
sistema económico y ordenado. Es decir, los que se corresponden con el sistema
analógico (la anamnesis), y los derivados del sistema lógico-verbal (la rememoración);
que se corresponden, a su vez, con los no-codificados, y los sometidos a códigos. Las
relaciones entre ambos sistemas son buenas en principio, formando un gradiente de
continuidad, que se deteriora con el tiempo y el uso. Todo el universo simbólico, que
está construido para fijar y ordenar el recuerdo, lo que hace es construir la realidad, fijar
y recordar el símbolo, para poder olvidar lo real. El souvenir, el recuerdo, se encarna en
un objeto que cumple la función analógica de desencadenar la evocación, por asociación
y contigüidad. Es el objeto que, de forma similar a la magdalena proustiana, provoca,
como una resurrección, la anamnesis, (ese momento en el que el protagonista, al sentir
el olor y el sabor de una magdalena similar a las de su infancia, revive con fuerza el
lejano pasado).
¿Quién es Mnemosine, la madre de las Musas? ¿A qué tipo de memoria hará referencia?
Hay una evolución histórica claramente marcada por la aparición de los instrumentos
mnésicos, y muy especialmente por la palabra escrita. “En la poesía lírica, por primera
vez, se cobra conciencia de un tiempo humano que huye sin retorno a la largo de una
línea irreversible, que pone, por tanto, en cuestión la noción de orden cíclico” (Gómez
de Liaño 59, 1983). Esta construcción organiza un nuevo orden ético, ya que de la
actuación de cada momento de derivan consecuencias y responsabilidades irreversibles.
Por medio de la anamnesis, de la evocación íntima, el individuo capta la evolución de su
vida afectiva, sometida a un tiempo incontrolado, padecido y gozado. La rememoración
transforma ese tiempo en una organización controlada y controladora, en un tiempo
social que ordena lo público.
57
La lógica aristotélica destrona a Mnemosine, culminando una evolución que, con pasos
atrás y adelante (entre los que hay que destacar la reivindicación platónica de la
anamnesis como fuente de conocimiento), lleva a la instauración del instrumental
simbólico, y al olvido, que es la muerte, de la anamnesis. “Y una vez que la civilización
griega tenga forjados los nuevos útiles o herramientas del conocimiento, se olvidará de
la memoria a pesar de que sin ésta aquéllos no pudieron surgir. Los mismos poetas se
olvidarán de que las Musas forman un coro que dirige la Memoria” (Gómez de Liaño
70, 1983). En este texto, de deslumbrante claridad, se nos explica la evolución de los
instrumentos mnésicos, y cómo sus orígenes tienden a borrarse, a desaparecer. Pero,
¿cuáles son los motivos de tan singular olvido? A esa gran fuerza, que conduce al
olvido a los procesos que están en el origen del universo simbólico, la llamaremos
represión epistemológica. Para que la suplantación de lo imaginario por lo simbólico
tenga la necesaria efectividad es imprescindible el olvido, que instituye el territorio
inconsciente. Para que la suplantación sea efectiva, para evitar los conflictos conscientes
y, sobre todo, para que sea económica, tiene que desaparecer el rastro del origen. Hay
una cierta incompatibilidad entre los dos grandes sistemas de conocimiento, el
analógico, con el que está relacionada la anamnesis, y el lógico-verbal vinculado a la
rememoración y a los instrumentos mnésicos. Podemos establecer un paralelismo
clarificador, según el cual la rememoración procede de la anamnesis, como la imagen
simbólica procede de la eidética. La anamnesis y la imagen eidética, aunque siguen
existiendo y tienen una presencia constante en los sueños, son retiradas, salvo extrañas o
58
Pero, ¿por qué precisamente una magdalena? Los olores conservan un gran potencial
evocador, por su naturaleza, que hace difícil el sometimiento a procesos de
simbolización. Las imágenes táctiles y olfativas conservan un carácter similar al de las
imágenes eidéticas, por tener una gran refractariedad con respecto a los intentos de
codificación simbólica. La sociedad construida en lo simbólico tiende a negar la
existencia del olor (y del tacto) que son sentidos proscritos, inoportunos, que
evolucionan hacia una atrofia social. Los sentidos de verificación, los que se
desenvuelven en la cercanía del contacto directo, como el sabor, olor, tacto y
cinestésico, son relegados por las formas de conocimiento simbólicas, que se apoyan en
los sentidos que actúan en la distancia, sin contacto material, la vista y el oído.
(Recordemos que el olfato funciona por medio del reconocimiento de moléculas
volátiles del objeto; la atrofia va unida a la formulación de sabores sintéticos).
Todos los productos simbólicos actúan como instrumentos mnésicos, pero no al revés.
El conjunto de los instrumentos mnésicos, entre los que podemos incluir al souvenir, es
más amplio y engloba al de los elementos simbólicos. Existen todos los pasos y los
productos intermedios, en el camino que conduce a la simbolización. Sin embargo, es
un proceso que evoluciona hacia una rigidificación final, (igual que tienden a
rigidificarse las funciones hemisféricas), a una incompatibilidad que disecciona creando
oposiciones. Esa incompatibilidad es, exactamente, la que tienen que superar las
actividades creativas.
Conclusiones.
Se puede constatar una evolución muy curiosa, paralela, entre el desarrollo del
individuo, que tiende a las estructuras simbólicas, la evolución de nuestra cultura, y la
de las teorías psicológicas que se inscriben en ella, que han ido evolucionando hacia una
progresiva codificación simbólica de dominante visual. Desde Betts (citado por Denis),
que en 1909 analizaba la capacidad de formación de imágenes en siete modalidades,
visual, auditiva, cutánea, cinestésica, de gusto, de olfato, y orgánica, y desde la
concepción de la imagen como una total analogía funcional con el percepto, a los
planteamientos amodales o proposicionales, y a la concepción de la imagen como
producto únicamente simbólico, referido exclusivamente al ámbito visual. Las teorías y
los trabajos experimentales han evolucionado, históricamente, de forma paralela al
contexto cultural, de modo que, por un lado, se han centrado en la imagen visual y, por
otro, han pasado de considerar a la imagen como una copia, en íntima relación, de
naturaleza y funcional, con el percepto, a concebirla como un producto elaborado por la
actividad simbólica, adecuada para inscribirse en los procesos de las operaciones
lógicas.
¿Por qué soñamos dentro de un sistema que funciona con imágenes, movido por
sentimientos embargantes, y no con discursos, como todo el pensamiento consciente?
Hay cosas que la psicología dinámica no se ha querido plantear, que están relacionadas
con la represión epistemológica como factor fundador del inconsciente. Aquí hay que
recordar las relaciones descubiertas por la neuropsicología, la íntima vinculación entre
el lenguaje, el hemisferio izquierdo, y la consciencia. Gazzaniga nos habla de cómo
estas relaciones refuerzan y explican, desde otro punto de vista, la idea del inconsciente
freudiano. David Galin (citado por Springer y Deutsch) opina que la experimentación
con la escisión de los hemisferios refuerza las ideas freudianas acerca del inconsciente,
planteando un paralelismo entre la actividad del hemisferio derecho y los procesos
primarios, entre el modo de funcionamiento del hemisferio derecho aislado y las
actividades del inconsciente. Estas actividades incluyen: “el uso amplio de imágenes,
menor compromiso en la percepción del tiempo y la secuencia, y un lenguaje limitado
del tipo que aparece en los sueños y en los errores verbales” (Springer y Deutsch 211,
1984). La represión de la sexualidad no es más que una parte, importante, que se
inscribe dentro de la represión epistemológica del sistema analógico, de las imágenes y
los sentimientos, como motivo que instaura el inconsciente. El sistema de
procesamiento analógico de la información, que trabaja con las imágenes y con los
sentimientos, con el grupo de lo no codificado e inmediato, o desde la postura de no
codificación, conforma todo el material reprimido que constituye el inconsciente,
proceso en el cual la represión de la sexualidad es una parte importantísima o, según
como la definamos, el motor general de todo el proceso. Pero, en cualquier caso, no
podemos olvidar la naturaleza epistemológica de la evolución que instaura el
inconsciente. Toda esta distinción es tan importante que podemos definir el inconsciente
como el lugar específico que tiene naturaleza de no lenguaje.
En el taller de pintura hay un espacio personal, la zona de pared sobre la que se colocan
los papeles para dibujar, y un espacio colectivo, la mesa-paleta central y la zona de
mezclas. Las reglas de juego son sencillas y claras: el uso correcto y cuidadoso de los
pinceles y pinturas, la ausencia de comentarios sobre los resultados, el que las obras no
salgan del taller para su valoración posterior, sino que se guarden cuidadosamente
almacenadas, o la relación del profesor como servidor del alumno. No hay comparación
ni competencia, sino un ambiente de alivio y relajación. Se busca un despojamiento
respecto del mundo exterior, para facilitar la inmersión en el universo personal: no hay
referentes ni modelos. Todos los asistentes siguen aprendizajes diferentes. Hay una
actitud de juego, de fluidez sin reflexión, un no saber lo que se hará en el momento
siguiente. El servidor del taller evita tomar la actitud de observar el trabajo, evita que el
alumno se sienta observado, para no inducir una necesidad de aceptación. Todo lo cual
no impide que se hable mucho, que se toquen, que haya fluidez afectiva. Se busca el
65
En el ambiente de estos talleres, Arno Stern fue descubriendo una serie de claves que se
repetían, y una serie de resultados igualmente coincidentes. Al proceso lo llamó la
Formulación, y a los resultados la Expresión. La sospecha de que los resultados,
sorprendentemente coherentes que estaba obteniendo, se debieran a la similitud de la
extracción cultural y social de sus alumnos, lo llevó a emprender una serie de viajes por
todo el mundo, durante diez años, para comprobar si existían estas claves de la
Formulación y la Expresión en las más diversas culturas, en pueblos con notables
diferencias en cuanto a su modo de vida: nómadas del desierto, indígenas del altiplano,
pobladores de la selva virgen, o tribus de la sabana. Buscó y eligió lugares en los que no
existiera la institución escolar. Y encontró en ellos los mismos procesos de la
Formulación, curiosas coincidencias, figuras similares.
Entre las etapas descritas por Arno Stern, cumplidas por el niño cuando se desarrolla en
un marco adecuado, no coercitivo, está, en primer lugar, la de la expresión arcaica, en
la que el niño parte del torbellino y el punteado, para evolucionar hacia formas como el
gancho, la espiral, el círculo y la gota (desde el torbellino), y hacia el trazo vertical
(desde el punteado). En una segunda etapa, aparecen las figuras primarias, que tienen
un carácter universal y profundo, y que son: cruz, espina, peine, escalera, figura radial,
figura redonda, cuadrado, y puntos centrales en cierres. El siguiente paso es el del
dibujo representativo, encontrado por asociación entre los rasgos primarios y las
imágenes procedentes del mundo externo, por medio de la que crea los objetos-
imágenes, que son la adición de expresión más representación. En ellos se mezclan las
espinas, figuras radiales, con las casas, personas, etc. Existe un número reducido de
objetos-imágenes, en los que aparecen los mismos trazos aplicados a distintos objetos.
Para Stern, los niños no pintan lo que ven: todos hacen la misma casa,
independientemente del contexto en el que vivan. Tras un periodo de transición, durante
el que estas figuras-imágenes se van disolviendo, llega la última etapa en la que
aparecen las figuras esenciales, que son siete, y tienen, como ocurría con las figuras
primarias, un carácter abstracto y universal: arco, continente, estrechamiento, embudo,
bulbo, erupción y ritmo. Desaparecen en todas ellas las rectas y los ángulos y, algunas,
como el ritmo, que se puede describir como un alga marina o una figura psicodélica en
66
evolución vegetal, dan lugar a trabajos que se prolongan durante meses o durante años,
realizados con total dedicación y minuciosidad. En general, no pintan lo que ven, sino
sus propias figuras primarias, sus objetos-imágenes, o sus figuras esenciales,
desligados de la realidad. Con este aprendizaje lo que se pretende es producir una
reacción de liberación en cadena: “Un largo abandono ha hecho los circuitos de la
expresión tan impracticables como los raíles oxidados de las vías en desuso. Repararlos
no significa acaparar la mano para un solo empleo, sino restablecer todas sus funciones”
(Stern 15, 1977). La formulación de lo inefable no debe impedir la reflexión necesaria,
propia de otros momentos o de otras tareas.
pintura acuosa; es un pretexto para la multiplicación del trazo como factor que llena el
espacio, en el que se multiplican los peces, las algas, o las formas abstractas. Hay una
cierta coincidencia, reseñable y curiosa, con el eje búdico, la polaridad básica del
universo: el rojo significa la expansión, la dispersión, el cielo, la luz y el calor, el fuego,
el Yang; mientras el azul profundo simboliza la multiplicación generativa, lo femenino,
la tierra, el frío, la obscuridad, el Yin.
Los principios de la Educación Creadora se han extendido a otros talleres, como los de
modelado y danza, y se han intentado aplicar a la enseñanza en general. En los talleres
de modelado, se ha observado también la aparición de elementos equivalentes a las
figuras arcaicas y primarias, periodos en los que se realizan trabajos de representación,
hasta llegar a un momento en el que los monstruos, las casas, los toboganes, tienden a
disolverse, fluyen, dando lugar a la aparición de formas similares a las figuras
esenciales, continuidad de curvas, ritmo, hormigueros enhebrados, formas vegetales en
crecimiento continuo. Es destacable el interés manifestado por el espacio interior,
construcciones toscas en su exterior, se corresponden con trabajos realizados con todo
esmero, con la ayuda de pinzas y linternas, detalles minuciosos que luego son tapados,
quedando inaccesibles para cualquier observador.
buenas fotografías acompañando a los textos: “Un niño no necesita un libro resistente,
que no se rompa por muy mal que lo trate, sino que necesita a alguien junto a él, para
ayudarlo a manejarlos (..). Pronto se dan cuenta también de que esos signos que los
adultos llamamos textos hablan de muchas cosas, y empiezan así a interesarse por ello”
(Martín Prado 53, nº 109). El papel del educador es el de esperar a que surja el interés,
facilitar, servir, responder sólo a lo que le preguntan, en un contexto en el que no se
juzga, no se valora, y en el que el niño es aceptado incondicionalmente. No se trataría
de aprovechar su interés, por una cosa concreta, para intentar suministrarle toda una
información adyacente, que no le interesa, aunque sí se le puedan hacer ofertas, y
llevarlas a cabo en caso de que las acepte. Se trataría de no pedir o exigir a los niños
cosas que no aparezcan entre sus necesidades.
pérdida del sentimiento de paso del tiempo escaso, semejante a la del modo-D. El taller
es un lugar de tiempo abundante o detenido, donde no falta, un lugar al margen del
tiempo lineal. Stern ha observado, en los alumnos adultos, la aparición de una angustia
inicial, una crisis ante la libertad, el miedo a la falta de un marco normativo verbal,
reglado. Una vez aceptado este marco de percepción distinta del tiempo, y de ausencia
de finalidad, el asistente puede trabajar en un cuadro durante meses o años, agregando
sucesivas hojas en los márgenes, mientras se retiran y numeran cuidadosamente las ya
pintadas, sin sentir la necesidad de revisar la obra una vez acabada, la cual,
posiblemente, jamás vea en su totalidad.
Stern habla de la Formulación como una actividad casi encantadora, que tiene la
apariencia de un ritual, una dedicación en la que el alumno encuentra un deseo de
perfección, concentración, fortaleza sin competitividad, ni referencia a un modelo: “El
bienestar que descubre aplicándose a los actos de la expresión es el de una liberación”
(Stern 16, 1977). Divide la expresión en grados, en una escala que va, desde la
expresión verbal en un extremo, a la incardinación corporal de la memoria orgánica, en
el otro, (podríamos decir que va desde lo lógico-verbal, hasta la máxima iconicidad,
hasta la materialidad del objeto o del cuerpo). Para Stern, la expresión no es un
espectáculo para la vista, sino un producto de las vibraciones del cuerpo, por medio de
las que se fija la música secreta del organismo. Los productos de la expresión son restos
de una actividad cuya finalidad no es la comunicación. La expresión no puede
describirse, ya que fundamentalmente es un acto vital, al margen de la palabra y del
juicio, productor de una radical inmersión en lo inmediato, que no pretende producir
obras de arte, sino una higiene mental para el equilibrio del individuo. En esta línea de
diferenciación implícita entre el universo lógico-verbal y el analógico, Stern explica que
nuestro lenguaje razonable no puede ser el interprete de las actividades de la Expresión,
que surge de sedimentos ignorados por la conciencia. En las actividades de la expresión
se usan imágenes del pasado, lugares, movimientos, escenas unidas sin ligazón lógica,
detalles, sentimientos y sensaciones extraídos del inconsciente. El lenguaje plástico
permite recuperar ese mundo, y crear un espacio sin contrariedades, hecho a la medida
de las emociones y deseos. En ese contexto, el alumno es arrastrado por una fuerza
interna, por el placer de crear, al margen de las pulsiones del éxito o del fracaso, hacia la
expresión concebida como un fenómeno natural, hacia un acto creador gozoso, no
mediatizado por el interés hacia el producto acabado. Cuando el asistente entra en el
70
taller, se cambia de vestimenta, para que nada distraiga su atención, para que vaya
desvaneciéndose su preocupación consciente, y se vaya produciendo la inmersión en las
profundidades de un estado placentero, un embriagamiento.
Uno de los errores más recurrentes de Arno Stern es postular, muy impropiamente, la
existencia de un código y un lenguaje en la Expresión, y hablar, constantemente, de
partículas gramaticales, lengua, lenguaje plástico, semiología, análisis lógico de los
elementos, buscar un carácter lingüístico. (Error curioso y paradójico, después de haber
extirpado todo lo referente al lenguaje en sus relaciones con la práctica de la pintura).
Podemos observar, analizando la forma de proceder de los asistentes a los talleres, que
en los trabajos de la última etapa, en las figuras esenciales, hay una máxima inexistencia
de códigos: aunque tienen en cuenta la materialidad de los límites de la hoja (no podría
ser de otra manera), no se manifiesta el marco como la imposición de un código, y
tampoco aparece la existencia del código de un espacio en off, sino una simple
yuxtaposición de papeles que es producto de las necesidades circunstanciales.
Hemos visto que se dan grandes similitudes entre los estados descritos por Arno Stern,
que afectan a los alumnos durante los trabajos de la Expresión, y lo que B. Edwards
llama modo-D, y sus implicaciones asociadas a la percepción, a la vivencia, o a la
concepción del tiempo, todo ello como producto de una inmersión en el territorio de los
sistemas de procesamiento analógico, con unas cualidades asociadas restauradoras o
terapéuticas. Podemos considerar el taller de Educación Creadora como un paréntesis,
una isla, protegida y aislada, en medio de las exigencias propias del universo simbólico.
Si esto es así, podremos analizar los principios encontrados por Arno Stern para la
Educación Creadora, por medio de un extenso proceso de observación y decantación,
como si fueran una descripción de las claves que operan en el espacio analógico.
Después de lo cual, nos quedará buscar las explicaciones más adecuadas, y medir la
pertinencia de las interpretaciones ya hechas, referidas a los curiosos hallazgos de Stern.
Como marco base, en un análisis crítico, hay que hacer dos consideraciones. Es, en
principio, un poco paradójico que en los talleres de Educación Creadora todos los
asistentes acaben haciendo figuras semejantes, y que los educadores que los sirven
72
consideren que están consiguiendo una auténtica Expresión precisamente en cuanto los
resultados, las obras, sean similares, sigan una pautas determinadas. Por otro lado, es
necesario contar con la fuerte necesidad del observador de instaurar sentido en el caos,
de encontrar correlaciones, rasgos que se repitan. Un profesor, que espera durante un
curso entero, no es raro que, al final, acabe encontrando los principios de la
Formulación aplicados a un taller de modelado. Además, es un sistema en parte
tautológico, ya que los rasgos que no se repiten, no extraídos del conjunto emitido, son
calificados como errores que no pertenecen a la Expresión auténtica.
comunicar, que no contiene ningún mensaje. Cosa que no sólo es que sea evidentemente
cierta: es que sería muy difícil que sucediera de otra manera. Podría ocurrir que un niño
entendiera la función comunicativa de los signos gráficos, más allá de la simple
imitación de conductas, antes de empezar a jugar con un lápiz, pero es, cuando menos,
bastante improbable. Son las preguntas y las propuestas de los adultos las que le van
introduciendo en el mundo de la función comunicativa. En la reivindicación, que hace
Stern, del proceso íntimo de expresión, con el acento puesto en la pristinidad, está
implícitamente presente una negación de los beneficios que se producen por la asunción
del sistema simbólico, en la que subyace un planteamiento maniqueo, que
comentaremos más adelante. Esto le lleva a la necesidad de plantear la existencia de una
memoria orgánica, a no reconocer la pertinencia de las relaciones topológicas
elementales, ni la existencia de un sistema primario, analógico, de procesamiento de la
información. La Formulación es un ejercicio, perfectamente válido, de inmersión en ese
espacio analógico, pero no un sistema autónomo con un código que lo estructura,
coherente y universal.
trabaja con otros modelos, lógicamente, no tiene por qué limitarse a la formulación de
las figuras topológicamente elementales, y seguir el camino estricto y canónico del
desarrollo de su complejidad natural.
simetría corporal que se proyecta en la obra, que se puede relacionar con toda la teoría
de la obra como lugar en el que se busca el autor. Recordemos que D.Morris y V.Geist
han encontrado preferencias hacia el equilibrio y la simetría en algunos animales, como
los chimpancés. Las figuras como ritmo y erupción tienen un aspecto demasiado
vegetal, orgánico, como para que no pensemos en la expresión de ritmos naturales, y en
la proyección del cuerpo. Cuando no hay nada que mirar fuera, no queda más remedio
que mirar dentro. Por otra parte, hay que pensar, también, en la sensualidad placentera
del acto material de la pintura untuosa, del tacto, las curvas, la caricia sobre la piel del
papel, el placer de la proyección sinestésica generalizada, que está siempre relacionada
con actitudes regresivas: el placer esencial de la iconicidad es posible que sea curvo y
fluido. ¿En qué estado se entra para que la pintura psicodélica, inducida por las drogas,
sea tan semejante a las figuras esenciales? La gran similitud con la producción icónica
derivada de la utilización de psicotrópicos debemos buscarla en el hecho de que se trata
de estados en los que se da una pérdida del control de la línea temporal, una percepción
distinta del tiempo, en los que tiene una gran relevancia lo inmediato, en los que se da
una ausencia del rigor determinado por las relaciones del universo lógico-verbal.
Hay una posibilidad más (que adolece de una cierta inconsistencia, pero que es
perfectamente coherente), una interpretación de las constantes encontradas en el proceso
de la Formulación, y más concretamente en las figuras esenciales, próxima a la idea
planteada por Stern, que las justifica como una forma de revelación de la memoria
orgánica: la posibilidad de que hayan quedado reflejados, en este experimento, de
indudable interés, los a priori cognitivos, o a priori analógicos, (de los que se trata en el
Capítulo VI).
La ampliación de los principios de la Educación Creadora a otras áreas puede ser más
delicada de lo que parece. La extensión, desde los talleres iniciales de pintura, al
modelado y la danza, es congruente, ya que pueden enfocarse también como actividades
analógicas al margen del lenguaje. Incluso podemos pensar que actúan sobre espacios
sensoriales más primitivos y más alejados de los procesos de simbolización propios de
nuestra cultura. Pero no es casual que, en el esquema sobre las distintas formas de
expresión, Arno Stern sitúe a la comunicación lingüística en el extremo opuesto de la
auténtica y deseada Expresión. El factor que utiliza para esta ordenación es el grado de
76
Entre los lugares de encuentro, las posibles concurrencias de los dos espacios
educativos, el del taller de pintura y el de la escuela de educación creadora, están: el
espíritu de servicio, el respeto de los intereses del niño, el cuidado de la motivación
intrínseca, el respeto a la espontaneidad. Las diferencias son las que se manifiestan en
las oposiciones entre: la búsqueda interior de lo original, frente al progreso en la
comunicación; la ausencia de enjuiciamiento propia del territorio analógico, frente al
juicio crítico relacionado con la existencia de códigos; proponer un espacio al margen
de la información externa, frente al compromiso de facilitar toda la información
solicitada; en resumen, el principio de placer, frente al principio de realidad. La
enseñanza puede no ser coercitiva, exactamente, hasta el punto en el que limita con el
principio de realidad, y recordemos que la realidad es lo nombrado.
Maniqueísmo.
Podemos ver el impulso maniqueo de las teorías de Arno Stern como una reacción,
lógica y natural, a las agresiones igualmente maniqueas, perfectamente descritas por
Springer, Deutsch y Edwards, según las cuales el hemisferio izquierdo, el lógico-verbal
78
Educación en libertad.
experiencias de las construcciones” (Stern 72, 1964). El lenguaje escrito tiene algo
coercitivo en su propia estructura, derivado de la represión epistemológica y de la
refractariedad entre sistemas de conocimiento, pero su aprendizaje no tiene por qué ser
tan castrador como lo ha sido en el marco de la enseñanza tradicional. La
compatibilidad entre la actividad creativa, y el aprendizaje de lo lógico-verbal, es el
auténtico reto de la educación.
Conclusiones.
Las conclusiones que podemos extraer de todo este análisis son casi obvias: el objetivo
de los talleres de Educación Creadora se cumple, el diseño de la actividad es casi
perfecto, el experimento de inmersión en el territorio analógico, al margen de lo lógico-
verbal, es adecuado y muy singular, la denominación de los talleres justificada; las
explicaciones teóricas, elaboradas por Stern, sean un tanto peregrinas e insostenibles, y
de que sea innecesaria la demonización de otros métodos de enseñanza, o de la
educación reglada en general. Podemos observar una calidad, una coherencia en el
diseño de los talleres, debida a una larga decantación en el tiempo, unida a un atento
respeto a las necesidades y solicitaciones de los asistentes. Hay grandes virtudes en un
experimento inocente, apasionado, honesto y extenso, motivado indudablemente por
circunstancias previas, pero que no ha sido determinado por ningún apriorismo teórico.
Todo lo producido por la decantación de la experiencia es perfecto; la interpretación y la
teoría, un desastre.
Lo mismo que el diseño del taller, por numerosas y constantes adaptaciones generadas a
través de la práctica y la interacción, es impecable, el marco teórico de protección frente
al universo simbólico exterior, también cumple una función que puede ser necesaria,
delimitando una segregación, trazando una frontera imprescindible para el correcto
funcionamiento de los talleres. El desarrollo de nuestra forma de conocimiento y de
nuestra cultura implica un dominio impositivo de las estructuras lógico-verbales que es
muy difícil contrarrestar. Ése es el contexto en el que se producen los excesos
defensivos, las actitudes intransigentes de las propuestas de Stern.
La finalidad no debería ser que consiguieran realizar todos los alumnos las mismas
figuras esenciales, la expresión canónica de un código biológico, sino crear un marco
con virtudes terapéuticas y, sobre todo, un marco único de acceso a un territorio
81
La finalidad no debería ser la Expresión, realizar las figuras correctas, sino abrir
caminos de bajada a los infiernos del placer de las actividades analógicas. Lo simbólico
es lo que une y lo que ata, y lo diabólico lo que separa y da libertad, disgrega en la
complejidad de lo natural. La enseñanza en libertad, o la enseñanza sin escuela, son
otros temas, son procesos, más o menos abiertos, que tienen la finalidad de la asunción
de los sistemas simbólicos, en los que está implícita la existencia de juicios,
constantemente. Lo único que puede coincidir, y es muy importante, fundamental, es el
respeto hacia los intereses de los implicados: las necesidades de evitar la coerción
traumática, o el sistema de trabajo a partir de necesidades y motivaciones intrínsecas.
Los demás, en el proceso de socialización, nos constituyen en el espejo, con su mirada y
su juicio, como sujetos con capacidad para la reflexión, para el pensamiento enunciador.
Esto interfiere, incluso epistemológicamente, con la pristinidad analógica.
82
El trabajo de Arno Stern es una experiencia válida que cumple con una función
formativa y terapéutica, aquilatada por la experiencia, por sucesivas aproximaciones,
que han llevado a métodos, y espacios, de diseño preciso, en dos aspectos
complementarios: por un lado, ha creado un lugar para que se manifieste la fluidez, o el
modo-D; por otro, se trata de una educación realmente creadora, que facilita las visitas
al territorio analógico, la utilización de su potencial creador. El conjunto del fenómeno
de Arno Stern y sus talleres de Educación Creadora únicamente es posible que se haya
producido, con las características de descubrimiento que le dan sus creadores, por la
progresiva ampliación, tanto a nivel individual como cultural, del abismo que separa los
universos analógico y lógico-verbal, en el nivel de desarrollo de nuestras sociedades
civilizadas.
83
Dentro de la actividad creativa, hay una parte, de gran importancia, que es la relativa a
la necesidad de un profundo conocimiento del contexto cultural, de los paradigmas
científicos o artísticos establecidos, dominantes, íntimamente relacionada con la
experticidad y el dominio de los procesos de simbolización, con las habilidades de
codificación, propias del universo lógico-verbal, que ha sido destacada por autores
como Csikszentmihalyi, Gruber, Gardner o Sternberg, y que había sido relegada por
planteamientos que entendían la creatividad como un fenómeno cercano al
descubrimiento repentino y a las actividades propias del inconsciente. Históricamente se
ha producido una evolución similar a la que describíamos al referirnos a las teorías que
han pasado de concebir la imagen como una mera huella de la sensación, a entender la
imagen como un producto de elaboración simbólica: la que marca la evolución de las
teorías sobre la creatividad concebida como una forma de inspiración o de iluminación,
al margen de toda lógica, hasta las teorías más recientes, que ponen el acento en la
importancia del denso trabajo incremental, lógico-verbal. La evolución de las teorías
sigue y se plega a la misma dirección que la construcción de la realidad simbólica,
sustitutoria de lo real.
Hay dos arcos relacionados, paralelos: por un lado, el que se abre entre los procesos
implicados en la creatividad, que va desde los puramente analógicos, intuitivos e
84
Hemos visto que el análisis de los procesos creativos tiene dificultades específicas, a
causa de su naturaleza, que desborda lo estrictamente lógico-verbal. Para superar estas
dificultades, hay autores, como Csikszentmihalyi, Gruber y Gardner, que han optado
por estudiar la creatividad a partir de las grandes realizaciones de las personalidades
más relevantes, para así, desde un reconocimiento social, desde un consenso al margen
de toda duda, poder avanzar con pasos seguros. Uno de los problemas, que es
consecuencia de esta alternativa, es el que se deriva de la diferencia de contenido que se
da entre los procesos de la creatividad individual y los de la cultural. Csikszentmihalyi
define la creatividad como una actividad que deja huella en la matriz cultural de una
sociedad, una actividad que se desarrolla necesariamente en tres espacios: el campo,
como territorio simbólico en el que se produce el fenómeno; el ámbito, que es el grupo
de expertos sancionadores, de guardianes del campo, reconocidos y con capacidad
cultural ejecutiva; y el individuo, que tiene las ideas nuevas y valiosas, que son
admitidas por el ámbito, para entrar a formar parte del campo, transformándolo. De este
planteamiento deduce que no se puede ser creativo en terrenos en los que no exista un
campo claramente definido, y un ámbito sancionador, de modo que solamente se puede
dar la creatividad en los campos suficientemente reglados.
creativa, como proceso dinámico que genera esa simbolización, gracias a que entra en
contacto con territorios desestructurados, para hacer posible la nueva estructuración.
Frente a los autores que describen la posibilidad del descubrimiento repentino, el mito
del ¡ajá!, Weisberg intenta demostrar que sólo la transmisión de la cultura, la lógica y el
trabajo son fuentes de sabiduría. Para ello, utiliza la técnica de rebatir ideas que son
inventadas por el propio autor. Si, por ejemplo, presentamos como un conciso resumen
del mito del ¡ajá! el que: “Ante todo, es preciso liberar la mente de las técnicas
tradicionales y ordinarias de resolución de problemas; es decir, para resolver problemas
debemos olvidarnos de la experiencia previa” (R.W.Weisberg 48, 1987). Es fácil
demostrar la idea, pretendidamente original, de que la información y la experiencia son
útiles, y concluir que para resolver un problema hay que tener conocimientos:
“Contrariamente a las tesis de la concepción ¡ajá!, los resultados analizados hasta ahora
indican que para tener éxito en la resolución de un problema dado, las personas
necesitan poseer conocimientos relativamente específicos acerca de él. Nuevas pruebas
confirman esta tesis” (R.W.Weisberg 61, 1987). Algo similar ocurre cuando, en el
análisis del mito del pensamiento divergente, confunde la existencia de criterios
directrices, que pueden ser similares a los fines, objetivos o conceptos, planteados por
De Bono, con la existencia de juicios críticos, que pueden tener un carácter coercitivo.
Conocer los criterios que tiene que cumplir una solución, no implica necesariamente el
88
juicio sancionador inmediato, y mucho menos el aplicado por otra persona con carácter
coercitivo. O cuando critica el mito del genio: “ni siquiera los más grandes científicos y
artistas exhiben una creatividad uniforme y constante (..) es un error tratar de encontrar
la genialidad, sea en el individuo, sea en su obra. Parece que, por el contrario, la
genialidad es una característica que la sociedad confiere al individuo, en respuesta a la
obra de éste. Y siendo mudable la sensibilidad de la sociedad, también lo es su
valoración de la genialidad” (R.W.Weisberg 116, 1987). Constantemente, rebate ideas
que él mismo inventa. El concepto de genio se ha aplicado a personas que han podido
realizar aportaciones singulares, lo cual no quiere decir que hicieran esas aportaciones
constantemente. En estas críticas se puede detectar una tendencia a una forma de
relativismo absoluto y estéril, a una descalificación constante y, como ocurre con otros
autores, un criterio subyacente, no explícito, que subordina la creatividad al éxito. Para
rebatir el mito de la creatividad científica, plantea que las tentativas de solución de los
problemas dependen de la información que se posea (cosa bastante natural), y que las
reestructuraciones y nuevas soluciones surgen como respuesta a la nueva información
disponible. Y de ahí deduce que no hay saltos de la intuición (cosa poco deducible o
poco relacionada): “Cuando quedó claro que las formulaciones iniciales eran
inadecuadas, los nuevos derroteros que tomó su pensamiento no se debieron para nada
al pensamiento divergente, sino que se originaron en el análisis de las nuevas
dificultades y de la aplicación al caso de nuevos conocimientos y de las facultades del
razonamiento lógico” (R.W.Weisberg 138, 1987). En los procesos descubridores, las
personalidades creativas se caracterizan, precisamente, por la capacidad para admitir e
incorporar datos que a los no creativos repugnan, porque implican cambios en los
paradigmas, que suponen una discontinuidad. Weisberg, cuando critica el mito de la
creatividad artística, nos revela, con el énfasis del descubrimiento, que muchas obras
son producto de un interés continuado, que hay temas relacionados con la vida del
autor, que la tradición y las influencias existen, que los pintores hacen bocetos, y que
existe un análisis crítico, interactivo, que acompaña a la realización. Concluye que la
innovación tiene lugar por evolución, en pequeños pasos, de modo incremental, por
medio de la experimentación y la reflexión, y nunca por saltos debidos a la inspiración.
Para Weisberg, los procesos intelectuales que participan en las situaciones creativas,
intervienen igualmente en las no creativas, no habiendo ninguna diferencia entre el
genio creativo y los demás individuos, en cuanto a procesos intelectuales y
características de la personalidad. Lo importante es una larga entrega al trabajo intenso,
que posibilite el que la acumulación de pequeños cambios, produzca un cambio
importante. A causa de esta deriva hacia el extremo lógico del arco creativo, acaba
vaciando de todo sentido la palabra creatividad, de modo que dice, por un lado, que:
“No debe hacerse distinción entre los procesos de pensamiento que intervienen en la
actividad creadora y los que intervienen en cualquier otra actividad” (Weisberg 189-
190, 1987). Y, además, postula que, como todo cambia y todo es novedoso, el
pensamiento creativo es general e inevitable: “De esta hipótesis se deduce que en el
90
núcleo de toda conducta se encuentra la novedad, y que, por ello toda distinción que se
pretenda hacer entro lo creativo y lo no creativo carece de significado” (Weisberg 194,
1987). Los autores que reconocen únicamente la parte de los procesos lógicos que
intervienen en la creatividad, naturalmente, llegan a una identificación entre inteligencia
y creatividad.
aparición de todos los pasos posibles de carácter verbal, llevándonos a conclusiones que
ya estaban implícitas en el método utilizado para el experimento. Existe, además, el
problema de la incompatibilidad o refractariedad entre los sistemas de procesamiento de
la información, que podría afectar a estas experiencias.
Una de las posturas más sorprendente es aquella que, de la abundancia de los datos
deduce la ausencia del tema, aquella que, de la mera abundancia del síntoma concluye
dictaminando la inexistencia de la enfermedad. Ernst Kris y Otto Kurz, desde un
enfoque próximo a la psicología dinámica, han planteado una descalificación de la
mítica de la creación, de resultados similares a los que hemos descrito. Desde la
Historia Naturalis de Plinio el Viejo, rastrean los argumentos que se repiten, las
anécdotas, las descripciones del caso del artista que no tiene maestro, del pastor que,
desde niño, dibuja maravillosamente, del pintor que consigue que se confundan sus
cuadros con lo real, de aquellos que tienen por única guía a la naturaleza. Y encuentran
que descripciones similares llegan hasta artistas modernos, e incluso que afectan a
creadores del lejano oriente, que han estado totalmente al margen de nuestra tradición.
Nos cuentan cómo Vasari describe la anécdota en la que Cimabue, anciano, descubre a
Giotto, como pastorcillo que pinta el ganado, con gran facilidad, sobre el suelo.
También, cómo: “citando una variante remota, el pintor japonés Maruyama Okio fue
descubierto por un samuray que pasaba, cuando había dibujado un pino en un saco de
papel de la tienda del pueblo” (Kris y Kurz 40, 1982). En esta misma línea, reseñan la
historia de la infancia del héroe, sin padre, similar a la del artista que se queda huérfano
o reniega de la autoridad de su padre real. Lo verdaderamente sorprendente no es la gran
facilidad que se pueda encontrar en algunos niños prodigio, o la temprana manifestación
93
Estos autores recogen numerosas referencias de las relaciones mágicas que se dan
respecto a las interpretaciones del artista como demiurgo, de cómo el artista desafía a
los dioses y es castigado por ello, del admirable dominio de las proporciones, que les
permitía reconstruir una figura a partir de un miembro, de la rapidez, del virtuosismo, de
la respuesta inmediata y el ingenio para los chistes, del carácter del artista como asceta o
94
Creatividad y éxito.
Los intentos por generar productos nuevos y válidos suelen llevar aparejados riesgos,
posibilidades de grandes fracasos, particularmente si son lo suficientemente nuevos
como para violentar las estructuras de conocimiento. Incluso en el caso de que se
consiga un resultado valioso, es muy posible que no vaya acompañado del
reconocimiento y el éxito social (podemos recordar a Giordano Bruno, antes que a
Galileo). Hay muchos autores que, de una manera no explícita y acrítica, utilizan el
criterio del éxito, como factor determinante para delimitar y definir lo que son procesos
creativos, entre los que podemos citar a Csikszentmihalyi, Gardner, R.W.Weisberg,
95
Romo, o Sternberg, autores todos ellos que ni se plantean la posibilidad de que se pueda
enfocar el estudio de la creatividad al margen del criterio sancionador del éxito. Desde
el contexto cultural norteamericano, se puede entender que el criterio del éxito sea una
premisa tan evidente que no merezca ninguna reflexión adicional, pero es un criterio
que entra en clara contradicción con la tradición europea del pintor o el poeta malditos,
y con la sensibilidad de una gran parte de la filosofía oriental. Es curioso que estos
autores admitan el consenso, mediatizado, sobre el producto, mientras se rebelan contra
el consenso acerca del acto creativo, lo cual, además de alejarnos del análisis directo de
la cuestión, introduce la deriva que está implícita en el criterio del éxito, y que lleva a
un corrimiento hacia lo socializado y lo reglamentado. Recordemos que, entre las
características que definen el sistema de procesamiento lógico-verbal de la información,
están la efectividad y la economía, la intervención segura y previsible sobre la realidad
(que ha sustituido a lo real) que asegura el éxito, la causalidad rigurosa, la seguridad
sobre los resultados.
Hay algunos autores, como Sternberg, que, desde un enfoque centrado en el producto,
identifican creatividad, inteligencia y éxito: “No defino la creatividad tan sólo como la
capacidad para producir nuevas ideas. Creo que es un proceso que requiere el equilibrio
y la aplicación de los tres aspectos esenciales de la inteligencia —creativa, analítica y
práctica—, los mismos aspectos que, cuando se los usa combinada y equilibradamente,
dan lugar a la inteligencia exitosa” (Sternberg 198, 1997). Planteamiento que le lleva a
la deriva, ya comentada, que desvía hacia los factores específicos de los procesos de
socialización: “la creatividad no es algo que exista en abstracto, sino que es un juicio
sociocultural acerca de la novedad, la adecuación, la calidad y la importancia de un
producto” (Sternberg 206, 1997). Afirmación que, además de profundizar
coherentemente en la tendencia que estamos describiendo, incurre en el error, habitual
en esta tendencia, de utilizar contradictoriamente el término abstracto: no hay nada tan
específicamente abstracto como un juicio sociocultural, por las características
discriminadoras de los juicios, propias de los procesos de abstracción, y por el carácter
social y cultural sancionador de una normativa abstracta. Lo mismo que ocurría en
Weisberg, en su reacción contra las cualidades de lo creativo, se acerca a un relativismo
total: “En realidad no hay ninguna medición completamente <objetiva> de la
inteligencia, la creatividad ni ninguna otra cosa” (Sternberg 207, 1997).
96
Es muy significativo que, siguiendo el camino del acento puesto en los procesos de
integración social, proponga, como la primera característica de las personas creativas
con inteligencia exitosa, la de buscar modelos de conducta a seguir, y la de tener la
vocación de convertirse, posteriormente, en modelos de las nuevas generaciones.
Describe la inteligencia como algo exterior, que domina y controla al individuo: “La
esencia de la inteligencia es el proporcionar los medios para gobernarnos a nosotros
mismos, de modo que nuestros pensamientos y nuestras acciones sean organizadas,
coherentes y adecuadas” (Sternberg 168, 1988). Utiliza la metáfora de la mente como
sistema de gobierno, con las funciones legislativas, ejecutivas y judiciales, que tienen un
sistema mutuo de control y, siempre, con una organización jerárquica: funciones que
pertenecen enteramente al sistema lógico-verbal, al ámbito del yo y del superyó. Se trata
de una concepción que ataca la esencia integradora, y no sometida al control consciente,
de los procesos del sistema analógico involucrados en la creatividad, identifica el
pensamiento conservador con estilos de solución propios del pasado, y el liberal con un
estilo que se aparte del pasado, con lo que cierra la posibilidad de la vía de acceso a lo
original.
Conclusiones.
Las teorías de los autores que se sitúan en el extremo lógico-verbal del arco creativo
tienen una serie de características comunes, como son las de identificar inteligencia y
creatividad, la utilización del criterio implícito de éxito, como definidor de la
creatividad, y el fundamentar sus estudios a partir del producto o de la personalidad
reconocida. Son autores que vinculan acríticamente el concepto de creatividad al de
éxito profesional, al reconocimiento social, vinculación que no necesita ninguna
consideración accesoria, seguramente por suponer que se trata de una relación
97
hallados, debemos suponer que responden a razones profundas, no gratuitas, nunca una
aparición inmotivada, individual o colectivamente.
Una de las características más paradójicas encontradas en estos autores es la falta total
de rigor lógico, científico. Tal vez haya que aclarar que en este trabajo no se pretende en
ningún momento rebajar las exigencias de rigor sino, por el contrario, extremarlas, para
poder valorar los límites del universo lógico-verbal y sus relaciones con los substratos
analógicos.
En cuanto al extremo lógico-verbal del arco creativo, planteado respecto a los procesos,
hay que recordar su ineludible importancia y pertinencia en dos aspectos fundamentales.
Por un lado, el proceso creativo precisa, para llegar a su término, cumplir con su
necesidad de formalización y comunicación. Nada impide suponer que, en un momento
determinado, un individuo sea capaz de resolver una situación por medio de una
emergencia inconsciente, que se pierda posteriormente en el olvido. Pero si no existiera
ninguna formalización ni comunicación del hecho creativo su existencia sería una
suposición indistinguible del azar o la casualidad. El proceso creativo, además de los
procesos formalizadores que lo hagan comunicable y cognoscible, tiene una parte de
fundamental e ineludible importancia, en cuanto a todos los trabajos de comprobación,
de discusión rigurosa, de sometimiento a los procesos de verificación, de constatación y
desarrollo. Todas las emergencias, iluminaciones, ocurrencias, todas las actividades
99
propias del pensamiento divergente, no tienen el más mínimo valor si no van unidas a
un juicio sancionador riguroso. Sobre la cuestión de cuál es el momento en el que se
empieza a ejercer y de cómo se ejerce este juicio de función discriminadora, trataremos
más adelante. De momento, dejemos dicho que la actividad creativa únicamente se
configura como una realidad a través de los procesos formalizadores del extremo
lógico-verbal del arco creativo.
Por otro lado, es muy importante tener en cuenta que en los procesos creativos se
produce una conexión inusual entre los dos grandes sistemas de procesamiento de la
información, en el terreno que hemos llamado de los tránsitos verticales, una conexión
que precisa y permite realizar recorridos en los dos sentidos. Muchas veces, es el rigor
de lo lógico, en el desarrollo de las ideas innovadoras, el que se enfrenta a presupuestos
rígidos, códigos inaparentes, ideas vinculantes rigidificadas que impiden, como un
sentimiento difuso o inconsciente, el cumplimiento del proceso creador. Un ejemplo que
puede ser adecuado, es el del momento en el que Einstein, siguiendo desarrollos
estrictamente lógicos, matemáticos, se ve enfrentado a aceptar la idea de un tiempo que
no transcurre a la misma velocidad, que no es uniforme ni conectivo. En el momento de
este tránsito, es la fuerza del rigor lógico la que se impone sobre la inconsistencia de
una rigidez que puede tener un carácter sentimental o inconsciente, que actúa desde la
base analógica, constituida a partir de un paradigma anterior, que ha quedado grabada
como un código que es, a la vez, inaparente e incuestionable.
En el arco del proceso creativo son igualmente necesarias todas las partes. Hay una serie
de motivos, de muy distinta índole, que apoyan la idea de que no es posible reducir los
procesos creativos al ámbito estricto de las elaboraciones codificadas, o al dominio de lo
lógico-verbal, que apuntan hacia la esterilidad última de las combinatorias de los signos
producidas por las normas de los sistemas generativos autónomos, cerrados. Uno de
ellos, ya comentado, es la distinción que hace M. Boden entre el nivel de novedad que
puede producir un sistema computacional dado, y lo que no podría producir: “Una idea
meramente novedosa es una que puede ser descripta y/o producida por el mismo
conjunto de reglas generativas que las ideas conocidas. Una idea genuinamente original
o creativa es una que no puede serlo” (Boden 65, 1994). Idea cuya creatividad viene
definida por la transgresión implícita en ese no puede, respecto a los principios que
rigen las estructuras generativas precedentes.
100
Esquema resumen:
Vamos a intentar analizar y reinterpretar las distintas visiones que de la creatividad nos
ha ofrecido el psicoanálisis, introduciendo dos conceptos nuevos y fundamentales,
como son el de represión epistemológica, que hace referencia a la segregación e
incompatibilidad, separación, ocultación, aversión, de formas cognitivas primitivas y
superadas por la instauración del universo lógico-verbal; y el de la capacidad que tiene
el sistema analógico de procesamiento de la información para manejar materiales
lógico-verbales, tratados desde instancias exclusivamente analógicas. Como ejemplo de
lo primero, pensemos en la enorme dificultad, en la fuerte barrera represiva que hay que
atravesar para acercarse a la comprensión de los procesos de gestación de una obra, de
un poema o un cuadro. Como ejemplo de lo segundo, recordemos la utilización
analógica que hacemos, en los sueños, de las palabras, perfectamente descrita por Freud,
103
Hay una serie de autores que coinciden en situar los orígenes de los procesos creativos
en el inconsciente o en el preconsciente, obligándonos a una mirada, a un análisis
esmerado de esos orígenes y de esas teorías. El planteamiento de los procesos terciarios
del psicoanálisis es una de las ideas con mayor grado de similitud con respecto a la
concepción de los tránsitos verticales.
al principio del periodo de latencia, hay formaciones del carácter, reactivas, que
someten los instintos perversos: nuestra cultura descansa totalmente en la coerción de
los instintos. Los individuos, a los que su fuerza instintiva les lleva a no asumir esta
represión general, son sancionados socialmente como delincuentes: “a menos que su
posición social o sus cualidades sobresalientes les permitan imponerse como grandes
hombres o como héroes” (Freud 1252, 1972). El desplazamiento del fin sexual, hacia
otra finalidad no sexual, con valor cultural, es lo que denomina sublimación. La fijación
obsesiva inutiliza al individuo para los fines culturales, se enquista en los deseos
infantiles, y provoca la neurosis. El individuo enemistado con la imposición de la
realidad, si posee cualidades artísticas puede, por medio de la sublimación, transformar
sus fantasías y su capacidad de regreso a la infancia, en creaciones valiosas, para eludir
la neurosis. Los elementos que entran en juego serán los mismos, pero variará la
relación entre sus fuerzas. La sublimación proporciona los aportes de energía,
procedentes de los deseos infantiles o primarios, para alcanzar los más altos éxitos
culturales. La sublimación es uno de los caminos para conseguir la difícil armonización
de las exigencias del instinto sexual, con las exigencias culturales, aunque esto pueda
implicar la renuncia y el dolor. La sublimación, tal como la describe Freud, pone en
relación los instintos primarios y los deseos infantiles, con los logros artísticos y
culturales valiosos.
La cultura de una sociedad se desarrolla porque los individuos que la integran sacrifican
la satisfacción de sus instintos en provecho de la colectividad. Las tendencias sexuales
son extremadamente plásticas, maleables, lo mismo que puede serlo la elección de
objeto, al que va destinado el deseo. La profilaxis de la privación es la sublimación,
aunque la privación siempre conserve potencial patógeno, particularmente en el caso de
sujetos con una capacidad muy limitada para sublimar.
Entre los escasos textos de Freud dedicados a temas relacionados con la creación, está el
que trata sobre Leonardo da Vinci, ejemplo de las diversas circunstancias que pueden
rodear a la sublimación: la fría repulsa de las instancias sexuales, una supuesta
homosexualidad, la pasión investigadora, el intenso enlace erótico-afectivo con la
madre, la rebeldía contra la figura del padre y frente a la autoridad de la tradición, la
identificación con la madre naturaleza, o la conservación de los rasgos infantiles durante
toda la vida. Freud dictamina que: “La represión sexual desarrollada después de esta
fase infantil le llevó a la sublimación de la libido en ansia de saber, determinando la
inactividad sexual de toda su vida ulterior” (Freud 1618, 1972). Los productos de la
sublimación, la creación y la fantasía, permiten una satisfacción sustitutoria, movidos,
en origen, por el principio de placer, como tendencia opuesta al principio de realidad.
Los productos creativos son, además, sociales y compartidos, se integran finalmente en
el marco del principio de realidad, posibilitan la participación de los otros, a los que
sirven en el mismo sentido que al realizador.
La libido del Ello, desexualizada, se transforma en libido del Yo, sublimada; en ese
tránsito acaba laborando en contra de los propósitos del Eros, recorriendo un camino
que va desde el principio de placer, al principio de realidad. Para Freud, el Yo actúa
como mediador entre el Ello y el Super-yo, constituido como el lugar de residencia de la
angustia, como el personaje que media ante el Ello, atrayéndose su energía libidinal,
para realizar el proceso de sublimación. Las angustias del Yo son: frente al Ello, ser
arrastrado, arrasado; frente al Super-yo, ser castigado; y frente a lo real, ser impotente.
El Ello acumula la información de la experiencia histórica, señorea el almacén que
recoge los datos generosos y necesarios de la memoria. El Yo, como mediador, disimula
o sublima los impulsos del Ello, haciéndolos socialmente aceptables: “Superpone sus
racionalizaciones preconscientes a los mandatos inconscientes del mismo; simula una
107
obediencia del Ello a las advertencias de la realidad, aun en aquellos casos en los que el
Ello permanece inflexible, y disimula los conflictos del Ello con la realidad y con el
super-yo” (Freud 2726, 1974). Esta descripción coincide rigurosamente con las
experiencias de Gazzaniga, realizadas con individuos de cerebro escindido, o con
sujetos a los que se les había suministrado una droga para dejar dormido un hemisferio.
En estos casos, el hemisferio derecho, analógico, realiza una tarea correctamente, que el
hemisferio izquierdo, lógico-verbal, niega o desconoce, para inventar posteriormente,
ante la evidencia, una justificación lógica, coherente, aunque totalmente ajena a los
motivos reales de la experiencia. Parece que el sistema consciente lógico necesitara
inventar inmediatamente justificaciones para las acciones del hemisferio derecho, cuyas
circunstancias reales desconoce. “El hemisferio dominante, normalmente el izquierdo,
está comprometido en la tarea de interpretar nuestros comportamientos externos, así
como las respuestas emocionales más encubiertas (..). El cerebro izquierdo construye
teorías para explicar por qué han ocurrido estos comportamientos” (Gazzaniga 118,
1993). Actúa respondiendo a una necesidad de ordenación lógica, de coherencia
construida desde el lenguaje del Yo consciente.
que, al trabajar desde ese marco de referencia, extiende los casos de represión
traumática, en los que el individuo no es capaz de organizar un consciente coherente, a
la generalidad del proceso. La situación traumática se caracterizaría, precisamente, por
la mezcla de procesos simbólicos del Yo en el inconsciente, y de procesos analógicos
del Ello en el consciente. No debemos identificar al Ello con el inconsciente traumático,
producido por una violenta represión sexual que lo hace inaccesible, sino con el
inconsciente segregado, en sentido amplio, por la represión epistemológica. Las
relaciones con el Ello, descritas por Freud, se corresponden, muchas veces, con lo que
hemos llamado los tránsitos verticales entre los dos sistemas generales de conocimiento.
Refiriéndose a los principios de placer y de realidad, nos dice que el arte logra, por un
camino peculiar, una reconciliación de los dos principios, que es como decir que
implica tanto la necesidad del impulso libidinal, del principio de placer y del sustrato
analógico, como de nuevas simbolizaciones pertenecientes al principio de realidad.
creadora del artista, a la rigidez formal del científico. Pero, en esencia, el proceso es el
mismo.
La energía derivada por la sublimación puede ser el motor de todo el proceso, pero ni
toda sublimación tiene por qué ser creativa, ni la actividad creativa implica
necesariamente energía sublimada en cada una de sus fases. Los productos culturales
realizados a través de procesos de sublimación, por medio de la energía sexual desviada
desde los objetos sexuales, a otros objetivos que no lo son, y que tienen un
reconocimiento y un valor social, no tienen por qué tener la cualidad de ser creativos.
Recordemos que Freud es extremadamente prudente frente a la frontera de lo creativo, y
que dice, siempre, que se trata de otro tema diferente al de la sublimación.
El acto creativo, en la parte más vinculada a los procesos analógicos, o en los aspectos
relacionados con el momento del descubrimiento, como el chiste, tienen un componente
orgiástico, y se produce al margen de una motivación de valoración social. Va unido a
un fuerte placer, que no es el del lenitivo de la sublimación, el de la desviación
energética hacia una satisfacción programada. En algún aspecto, la sublimación es una
estratagema del Yo, realizada para conseguir la ordenación del universo simbólico, o un
sometimiento a la ley que emana de la palabra del padre; y la creatividad un acto que se
produce, o que se desencadena, desde su transgresión.
Si nos preguntáramos por el peligro concreto, o por alguna de sus más claras
manifestaciones, del que nos protege la represión epistemológica, tendríamos que
pensar en lo siniestro. Freud hace un lúcido análisis de lo siniestro, definido como lo
no-familiar (en alemán), aquello que, no haciendo referencia al conjunto de todo lo
desconocido, sino únicamente a lo insólito, a lo que está oculto o es desconocido, a
pesar de ser cotidiano, se manifiesta creando una sorpresa desoladora. (La traducción
110
del término alemán como lo ominoso no tiene ningún sentido. Las descripciones que
hace Freud encajan perfectamente con lo siniestro).
Lo siniestro puede aparecer, es viable, cuando las condiciones previstas, lógicas, del
marco real, o del marco de la historia representada, son claras y definidas. Si no existe
esa contradicción, si el marco de la historia es mágico, cómico, abierto, fantástico, o no
predeterminado, no se dan las condiciones adecuadas para la aparición de lo siniestro.
Así ocurre en los cuentos de hadas, inscritos desde sus planteamientos en concepciones
animistas, en presupuestos dominados por el deseo y la causalidad mágica. O en las
creaciones artísticas y poéticas, en las que el marco transgresor hace que no sean
siniestras cosas que lo serían en el marco de nuestra concepción rígida de la realidad.
(En nuestra sociedad, el lugar en el que, con mayor probabilidad, podemos encontrar la
figura externa de lo siniestro, asimilada, no son los bajos fondos o las cárceles, sino las
galerías de arte). En el territorio de los hechos concretos, el margen de tolerancia es
mucho menor, de modo que la mera sospecha de la emergencia de la relación irracional
111
¿Cuál puede ser el sentido de esa cualidad que es no-familiar, dentro de lo cotidiano, y
que está situada a la izquierda, en decir, cuál es el sentido de lo siniestro, de lo opuesto
a lo diestro? Algo cotidiano no-familiar, reprimido y zurdo, tiene que pertenecer al
sistema analógico de procesamiento de la información, relacionado con las cualidades
del hemisferio derecho, es decir, con la mano izquierda. Lo siniestro aparece como una
emergencia producida desde el hemisferio derecho, desde el ello, desde lo imaginario,
en el lugar en el que más específicamente se lo reprime: la familia. Lo siniestro, si es
aquello que está reprimido por estar relacionado con las emergencias, los retornos,
producidos desde el hemisferio derecho, es decir, lo zurdo, es el lugar ideal para
distinguir y analizar la especificidad de la represión epistemológica, y verificar sus
relaciones con el sistema analógico de procesamiento de la información.
Eso siniestro, en español zurdo, ese lado oculto, eso familiar en nuestro interior
cotidiano, lo no diestro, lo que convive con nosotros, pero nos es desconocido, está
relacionado con la base natural, sensorial, con la parte animal, reprimida e insultada por
el sistema dominante de procesamiento de la información, lo verbal y diestro. Ésta es,
exactamente, la diferencia que hay entre lo diabólico lo que separa, lo que disgrega en
lo natural, frente a lo simbólico, lo que une y ordena con respecto a la ley de la palabra y
de Dios. El diablo era zurdo: “La meta de las pulsiones de vida es la ligazón libidinal, es
decir el establecimiento de lazos –libido mediante– entre nuestro psiquismo, nuestro
cuerpo, los seres y las cosas” (Nasio 86, 1999). La creación de lo simbólico, lo que une,
se opone a la pulsión de muerte que tiende a la desligazón, la calma, el reposo, la
disgregación, lo diabólico, lo que separa.
Es siniestro lo que aparece movido por la causalidad mágica, pre-lógica, porque atenta
contra el orden riguroso del universo lógico-verbal. Todo este marco interpretativo
encaja perfectamente con las descripciones acerca del modo en el que el hemisferio
derecho es reprimido e insultado por el izquierdo, que domina y se impone desde la
lógica y el lenguaje. Aunque preferimos hablar de represión epistemológica, como el
proceso amplio por el que el sistema analógico, unido a los sentidos y los sentimientos,
112
El complejo de castración tiene bastante poco que ver con lo siniestro, el repliegue ante
la autoridad paterna, la asexualidad consecuente, la inscripción en el universo limpio y
angelical de los castrados, es todo lo contrario de lo siniestro. La castración en sí tiene
un aspecto siniestro, que se inscribe perfectamente en el terreno de las amputaciones,
que afecta a la fragilidad primitiva de las relaciones mágicas que instituyen la unicidad
del Yo como cuerpo frente al mundo: el Yo, como sujeto intercambiable que se inscribe
113
en el lenguaje, queda definido por una membrana, la piel, que separa el ámbito interior
señoreado por las relaciones mágicas, el deseo y los sentimientos, del espacio exterior
dominado por la causalidad lógica, lingüística. Todo lo que afecte a la transgresión de
ese orden, que violente esa frágil membrana, será siniestro. Entre otras cosas, porque es
la membrana que posibilita la existencia de lo diestro, del sujeto intercambiable inscrito
en el lenguaje, del orden instaurado por el hemisferio izquierdo, reflejado en todo
aquello que se refiere a lo derecho y al derecho, a la palabra y al orden social. La
justicia limpia es un concepto opuesto a lo siniestro. Cuando esa ley que estructura la
sociedad se quiebra, aparece lo siniestro, las heladas mazmorras, los encadenados
sombríos, la tortura y la muerta, la injusticia, tanto desde el lado del reo como del
verdugo.
En todos los idiomas de nuestro entorno cultural, el lenguaje insulta, de muy variadas
maneras a lo que es zurdo o siniestro, a lo que escapa a su orden. El cuerpo amputado,
unos pies que se mueven solos, son siniestros porque atacan al principio de causalidad
lógica y al sentido del sujeto unitario, no porque remitan al complejo de castración o
tengan implicaciones sexuales.
A este respecto, es muy importante recordar el problema de la interferencia entre los dos
grandes sistemas de procesamiento, puesta de manifiesto en el llamado síndrome de
negligencia. Se ha comprobado que los pacientes con lesiones en el hemisferio derecho
olvidan los estímulos de la parte izquierda de su campo sensorial, de tal modo que,
pudiendo ver el motivo de la parte izquierda si, a la vez, existe estímulo en la parte
derecha, se produce una interferencia que lo hace desaparecer: “La mitad izquierda del
estímulo es extinguida por la derecha” (Springer y Deutsch 189, 1984). Este síndrome
de negligencia es una buena ilustración de la interferencia entre los sistemas de
procesamiento. Además, en estos casos, parece quedar información inconsciente acerca
de la parte del estímulo extinguida, no procesada por el sistema lógico-verbal
consciente. Hay autores, como Galin y Gazzaniga, que relacionan los procesos del
hemisferio derecho con el inconsciente freudiano, lo que sería una forma de convalidar
las teorías psicoanalíticas. La rectificación sería que la interferencia, que estamos
describiendo, deberíamos relacionarla con el concepto que hemos propuesto: la
represión epistemológica.
La creatividad está ligada a los procesos no conscientes. Pero, si únicamente fuera eso,
sería un tema ideal de estudio para el psicoanálisis. Está ligada a los procesos
inconscientes, pero no concebidos únicamente desde la dinámica de la represión sexual,
sino que está vinculada a los procesos inconscientes instaurados por la represión
epistemológica. Aquí encontramos un motivo que puede explicar por qué Freud, con
acierto, opta por detenerse ante la frontera de la creatividad
Lo preconsciente.
Desde mi punto de vista, el esquema es mucho más sencillo, ya que podemos identificar
perfectamente el sistema analógico con el inconsciente y con el Ello, y con todo lo
reprimido, desde el concepto amplio de represión epistemológica, que engloba a la
represión sexual traumática clásica, frente al consciente lógico-verbal codificado. La
116
Según este esquema, el preconsciente descrito por Freud tiene características muy
parecidas al sistema analógico, está relacionado con los procesos primarios, y debe
tener, por tanto, una gran importancia en los procesos creativos. Hay autores, como
Norman Dixon, Ernst Kris y Lawrence Kubie, que plantean su relevancia como lugar de
la creatividad. Es este sentido, Dixon remarca la importancia del procesamiento
preconsciente, como sistema más primitivo, capaz de desarrollar una atención
simultánea que afecte a varios sentidos, con umbrales más bajos de percepción que
pueden implicar a los estímulos subliminales, capacidad para procesar gran cantidad de
información en poco tiempo, y de detectar y evaluar la involucración o la importancia
de los factores emocionales. Kris da mayor importancia a la actividad del Yo, que
accedería al material inconsciente por medio de una regresión al servicio del Yo, que
proporcionaría la emergencia del material útil (el eureka). Esto se puede producir
gracias a la existencia de unas relaciones fluidas entre el Ello (inconsciente) y el Yo
(consciente), gracias a las operaciones de mediación propias del preconsciente. El Yo
puede acceder al material inconsciente, a los procesos primarios, sin ser dominado por
el Ello, lo que llevaría a desequilibrios neuróticos. El preconsciente estaría relacionado
117
Uno de los autores que con más claridad ubican la actividad creativa en el preconsciente
es Lawrence Kubie. Para Kubie, el preconsciente es el lugar de la analogía y la
creatividad, donde pueden manejarse gran cantidad de datos en procesamiento
simultáneo, el lugar que guía el pensamiento, el humor, nuestras asociaciones y
reacciones, que funciona mediante mecanismos alegóricos y figurativos, flexible, frente
a la rigidez lógica del consciente, y a los conflictos inaccesibles del inconsciente, capaz
de liberar los procesos simbólicos de su rígido anclaje, lugar de la percepción
subliminal, accesible desde la hipnosis, que se manifiesta habitualmente en el sueño.
Entre el anclaje consciente, cronológico y lógico, y el inconsciente cubierto por un telón
de acero: “Entre los dos encontramos las funciones preconscientes con el registro sutil y
automático de percepciones múltiples, su llamada automática, sus numerosos vínculos
analógicos e imbricados, y sus relaciones directas con los procesos autónomos que
sustentan los estados afectivos” (Kubie 131, 1980). El preconsciente clasifica las
experiencias subliminales, al margen de las necesidades del tiempo consciente
simbólico, según requerimientos de la afectividad: “El rol de los procesos
preconscientes en la creatividad depende de la libertad de asociar, reunir, comparar y
sintetizar nuevamente ideas” (Kubie 127, 1980). Se aleja del pensamiento psicoanalítico
clásico al dar una importancia fundamental al preconsciente, que no es ni el
inconsciente reprimido, ni el consciente lógico-verbal, sino un lugar amenazado y
oprimido entre la lógica y el trauma. Se aproxima a un concepto distinto de
preconsciente como lugar de lo analógico, de lo epistemológicamente segregado. Kubie,
al identificar un lugar que no está sometido por la represión sexual y afectiva
traumática, y que no es clara ni fácilmente consciente, al faltarle el concepto de
represión epistemológica, lo sitúa en el lugar de un preconsciente modificado. En la
represión epistemológica, lo mismo que en la represión clásica, hay niveles e
intensidades, distribuidas en un continuum.
Kubie hace descripciones muy acertadas del preconsciente, concebido como algo con
cualidades que superan la idea de lo inconsciente no reprimido; y como algo
diferenciado del inconsciente dinámico. Para Kubie es algo más, que no se deja definir
por el lenguaje consciente. El pensamiento preconsciente se aleja del lenguaje
plenamente evolucionado de las funciones simbólicas conscientes, utiliza los procesos
118
simbólicos de una manera más alegórica y más figurativa, tiene la capacidad de, en una
figura concentrada, expresar aquello que el consciente no puede, de tal modo que las
síntesis preconscientes son utilizadas en poesía, en el humor, el sueño y el síntoma, ya
que poseen valores como la concentración y la economía, y son una herramienta
fundamental para la creatividad: “En el adulto que no está frenado por sentimientos de
temor o de culpabilidad inconscientes, los procesos preconscientes hacen uso libremente
de la analogía y la alegoría, y superponen los elementos dispares para formar estructuras
perceptivas y conceptuales nuevas remodelándose la experiencia, con el fin de llegar a
un nivel fantástico de síntesis, sin el cual ninguna actividad que implique la creatividad
es posible” (Kubie 125, 1980). En un extremo, sitúa el dominio consciente rígido, de
vínculos precisos y literales; en el otro, un inconsciente con su anclaje igualmente rígido
en lo irreal, pulsiones inaceptables y conflictos, representados por máscaras
impenetrables, que Kubie califica impropiamente como simbólicas. El preconsciente
sería el lugar de la libertad intermedia, aprisionado por el sistema educativo y por la
represión.
Para Jung, toda actividad creativa supone trascender los límites del ser, del tiempo,
espacio e identidades, es decir, trascender los esquemas lógicos, exponerse a impulsos
inconscientes, sin caer en la identificación, para realizar una nueva síntesis, unir lo que
no puede unirse: la razón y el juego creador de las imágenes. Para ello, es necesario el
desplazamiento del Yo, que pasa por lo caótico e imprevisible, que pone al individuo
frente a su parte obscura. En los procesos creativos, se hace compatible lo emotivo y lo
cognitivo, la percepción y los sentimientos, con el juicio y el pensamiento lógico. El
inconsciente colectivo es depositario de los arquetipos, experiencias primordiales que
sobrepasan el entendimiento del hombre. La persona creadora está a merced de esos
contenidos que resurgen (en un marco que es similar a la necesidad de lo original,
primario e inconsciente). Los arquetipos, en su diálogo con el inconsciente, están
sometidos a la ambigüedad de las imágenes, de modo que pueden entrar a formar parte
de la experiencia, sin necesidad de una comunicabilidad explícita.
Jung identifica libido con energía psíquica, sexualizada o no. Esto le permite ampliar el
contenido de la represión y del inconsciente. En el inconsciente, hay recuerdos muy
antiguos, materiales que han perdido interés, o que queremos perder de vista, y
contenidos nuevos que jamás fueron conscientes, e ideas creativas. A las analogías
empleadas en los sueños les llama elaboración arquetípica. Los arquetipos tienen una
peculiar fascinación, por la que intervienen en la creación de mitos, religiones y teorías
filosóficas. Cuando profundizamos en un mito, descubrimos modelos arquetípicos no
conscientes. Frente al análisis lógico de la consciencia, el inconsciente realiza sus
deliberaciones instintivamente. El inconsciente se manifiesta como si estuviera bien
informado, y tuviera capacidad para sacar conclusiones: “el inconsciente parece capaz
120
de examinar los hechos y extraer conclusiones, en modo muy parecido a como hace la
consciencia. Incluso puede utilizar ciertos hechos y pronosticar sus posibles resultados
precisamente porque no tenemos consciencia de ellos” (Jung 78, 1974). Imaginación e
intuición son vitales, no sólo para el arte, también para la ciencia. En ciencia, muchas
veces, después de realizado el descubrimiento por intuición, se puede mostrar cuál
hubiera sido el camino lógico que hubiera conducido a igual resultado, idea que es
retomada por De Bono en su teoría del pensamiento lateral.
Melanie Klein es una de las autoras que con mayor intensidad reconoce la relación
íntima entre los procesos cognitivos, y los intereses y afectos, la profunda ligazón, en
origen, de los espacios afectivo y cognitivo. Melanie Klein, a partir de su práctica
analítica, llega a la conclusión de que hay conflictos desencadenados antes de la edad
que se corresponde con el complejo de Edipo, en periodos precoces (que coinciden con
las edades de los procesos de socialización). La fusión y el equilibrio entre impulsos
eróticos y agresivos conduciría a la salud mental. El proceso analítico cumple la función
de integrar lo disociado. El conflicto y la necesidad de superarlo son los elementos clave
de la facultad creadora. Klein detecta los impulsos agresivos y destructivos desde los
primeros momentos de la vida, planteando la existencia de una agresividad intrínseca.
La envidia, como expresión sádica, y la agresividad, son elementos inherentes, que
forman parte, con diferentes intensidades individuales, de la constitución del ser: “La
voracidad, el odio y las ansiedades persecutorias en relación con el objeto primario –el
pecho materno– tienen una base innata (..) la envidia como expresión de impulsos anal y
analsádicos es también constitucional” (Klein 113, 1971). Los símbolos son la base de
todo proceso de sublimación. La simbolización puede ser el camino hacia la
sublimación o hacia la patología, (la imposición socializadora del principio de realidad).
Las relaciones entre agresividad, simbolización y conocimiento, están en la base de
121
Moreno, desde sus propuestas del psicodrama, plantea que la categoría principal del
pensamiento creador es la técnica que guía entre la espontaneidad y la formalización
propia de la obra terminada. Esa necesidad de tránsitos y de integración de niveles de
consciencia, la expresa también cuando nos dice: “Para una mente continuamente
creadora, no existiría la distinción entre consciente e inconsciente” (Moreno 67, 1974).
Nos habla de que una de las propiedades del acto creador, es: “su irrealidad, que se
dirige a la alteración de la realidad dentro de la cual surge” (Moreno 68, 1974).
123
Afirmación que encaja perfectamente con la idea de la creatividad como actividad que
modifica el sistema simbólico.
Winnicott, desde la idea del ser femenino y el hacer masculino, nos plantea la necesidad
de integración de lo analógico y lo lógico, para que la creatividad sea posible.
Independientemente de la posibilidad de señalar los errores o las divergencias, los
matices cambiantes derivados de la variación del punto de vista, me parece que puede
ser más útil destacar todos estos puntos profundos de coincidencia.
He encontrado que uno de los planteamientos con mayores similitudes, con respecto a la
idea de los tránsitos verticales, es el de los procesos terciarios, concebidos como
conjugación o vía que pone en comunicación los procesos primarios y secundarios, en
autores como Arieti, Green y Fiorini.
Propone la expresión inducción por creatividad, para referirse al proceso por el que se
aprecia una propiedad común, que evoluciona evitando un proceso de identificación
entre los objetos que la poseen, para acabar reconociendo la pertenencia a una nueva
clase secundaria.
Héctor Juan Fiorini plantea el estudio del psiquismo creador desde un enfoque
interdisciplinar, como el dedicado a procesos en los que concurren diversos
componentes: un objeto, un campo creador, un sujeto, unos lugares psíquicos, unos
procesos específicos (terciarios), una temporalidad, y formas particulares de conflicto;
un sistema que interactúa con otros, tales como el psiquismo neurótico o la sexualidad
infantil.
Se declara seguidor de Winnicott y de Arieti. Concibe los procesos terciarios con una
serie de características que no se pueden reducir a las de los procesos primarios ni
secundarios: son esencialmente transgresiones reorganizadas, que construyen lo posible
129
Conclusiones.
Desde el punto de vista del universo lógico-verbal, lo simbólico es lo que une, lo que
configura las unidades coherentes, frente a la disgregación desordenada de lo natural.
Este proceso se posibilita a través de la división entre sujeto y objeto, y de otras
numerables divisiones. Pero, desde la sensación propia del espacio analógico, la
situación puede ser la opuesta, ya que él también puede reivindicar esa tendencia a la
unidad como propia: una vivencia de continuidad, de identificación del cuerpo, del ser,
con la naturaleza (más bien inconsciente y que aparece como un sentimiento, muy
ocasionalmente) que es específica del sistema analógico. Entre lo simbólico, lo que une,
y la vivencia de unidad analógica, hay la misma diferencia que entre la identidad lógica
y la identificación analógica. Sin embargo, esta tendencia hacia la unidad, hacia la
identificación, (descrita por la filosofía oriental, por el budismo zen), es la misma
fuerza, el mismo impulso que mueve la creación ordenada y taxonomizadora de lo
simbólico. Éste es un ángulo más desde el que ver eso que estamos llamando la
contradicción epistemológica (que intentaremos analizar más adelante).
Hay una gran coincidencia en la descripción del proceso creativo, visiones de una
misma figura desde ángulos conceptuales muy distintos, que son perfectamente
compatibles con el planteamiento de los tránsitos verticales entre sistemas, que pueden
ir, desde el planteamiento freudiano del arte como actividad que conjuga el principio de
placer y el de realidad, al de Fiorini, cuando hace referencia a los procesos terciarios
como aquellos capaces de conjugar los primarios y secundarios para obtener una nueva
ordenación, un nuevo sentido.
132
El endocepto de Arieti está planteado como algo inefable, difuso, ligado a los
sentimientos, como una organización primitiva de experiencias previas, un substrato sin
imágenes en el que se producen reflejos, nexos metafóricos, contigüidades, todo un
entramado de relaciones primitivas que se mueve antes de la actividad consciente, y que
la dirige. Habla del endocepto como si fuera un sentimiento, y lo califica,
impropiamente, de abstracto, ya que no hay nada tan concreto como los sentimientos y
las sensaciones.
No podemos utilizar la palabra abstracto para querer significar dos cosas opuestas: la
cualidad inexpresable de los sentimientos y sensaciones, o las características de las
construcciones lógicas formalizadas; las cosas inexpresables por ser tan concretas, o lo
expresable abstracto. Tenemos dos opciones: precisar su significado, o no utilizarla.
Intentaremos seguir las dos. En caso de utilizar el término abstracto se hará para
referirse a la cualidad, opuesta a lo concreto, que tienen las construcciones lógicas
formales, expresables dentro del universo simbólico, inmaterial, conceptual.
Arieti propone el término de endocepto, como algo similar a un sentimiento, y nos dice
que: “El endocepto es una organización primitiva de previas experiencias, percepciones,
huellas de memoria e imágenes de cosas y movimientos” (Arieti 55, 1993). No se trata
de una construcción estática, similar al concepto, sino de un proceso dinámico, una
organización activa, un movimiento cercano a percepciones y sentimientos. Tal vez, el
detenerse en la idea de un constructo, al que podamos llamar endocepto, no es tan
adecuado como intentar describir las características de ese substrato fluido.
verbales con las cualidades de lo que estamos llamando substrato analógico. También
debemos considerar al modelo proposicional común, que subyace a los procesos de la
memoria con palabras y con imágenes, como una aproximación a lo analógico
subyacente. Podemos observar, en todas estas aproximaciones, en todas estas
constataciones de la existencia de algo parecido a lo analógico subyacente, una clara
deriva que lleva a los distintos autores hacia descripciones y denominaciones de
materiales que tienden, de manera forzada o artificial, a acercarse a estructuras propias
del universo lógico-verbal, una dificultad de reconocimiento y de expresión que se
adapte a sus características analógicas, (deriva perfectamente natural o previsible).
Daniel Goleman parte de una descripción de la inteligencia emocional que se ciñe a una
serie de características propias del sistema de procesamiento analógico, tales como su
rapidez, o inmediatez, la sensación de certeza, su carácter no relacionado con la
conciencia vigil, su capacidad para captar una imagen global, una totalidad, para
entender las emociones desde la intuición: “La lógica de la mente emocional es
asociativa (..). Ése es el motivo por el cual los símiles, las metáforas y las imágenes
hablan directamente a la mente emocional (..). En este proceso, el tiempo no existe ni
tampoco existe la ley de causa y efecto; de hecho en el proceso primario el no no existe
sino que todo es posible” (Goleman 449, 1996). Y reconoce cómo ese substrato mueve
al pensamiento consciente, conduciéndolo hacia los lugares que le interesan, de tal
modo que: “cada sentimiento tiene su repertorio característico de pensamientos,
reacciones e incluso recuerdos” (Goleman 451, 1996). Hace una descripción que se
aproxima mucho a la idea de lo analógico subyacente, como substrato que conduce el
pensamiento, ligado a los sentidos y, sobre todo, a los sentimientos.
De gran interés son los trabajos de Gazzaniga que, desde un punto de partida muy
diferente, llega a resultados clarificadores, que hacen referencia a lo analógico
subyacente. La relación entre el substrato analógico y las explicaciones del consciente
verbal, se ilustra con los casos de pacientes con el cerebro dividido, los experimentos
realizados por LeDoux y Gazzaniga. A estos pacientes se les presentaba una
información, un problema a resolver, que iba dirigida únicamente al hemisferio derecho
(el espacial o analógico). El paciente resolvía el problema, realizaba acciones, tomaba
decisiones, sin que el hemisferio lógico-verbal, debido al corte que lo independizaba,
conociera ni los datos ni los motivos que habían llevado a esa actuación, a ese resultado.
Pero era el consciente verbal, el hemisferio izquierdo, el que tenía que responder (ya
135
que es el que posee el lenguaje) cuando era interrogado acerca de las razones de la
actuación recién efectuada, resolutoria. Entonces, el sujeto respondía, creando una
justificación peregrina, sorprendente o incluso divertida, que no se correspondía con los
hechos, pero que hubiera podido haber sido perfectamente lógica y coherente. La
situación es similar a la del humor (como veremos, encaja perfectamente en la teoría del
humor, si observamos el fenómeno como una emergencia de lo analógico subyacente
perteneciente al hemisferio izquierdo). Esta separación provocada por la escisión de los
hemisferios es muy parecida a la incomunicación que se da entre los motivos de los
sueños, y la falta de capacidad interpretativa consciente. Parece que el corte de los
hemisferios separa consciente verbal e inconsciente icónico. ¿Hecha esto por tierra,
descalifica, las teorías de Freud sobre la formación del inconsciente a partir de la
represión sexual? En absoluto. Como dice Gazzaniga, se trata de una confirmación
obtenida desde un enfoque muy distinto. Estos resultados van a posibilitar que
integremos sus teorías en una concepción más amplia de la represión, en el concepto
general de la represión epistemológica.
Gazzaniga describe cómo hay actividades que operan a partir de módulos, que están al
margen de la verbalización consciente, aunque funcionen de modo habitual, paralelo al
consciente, y que intervienen, interactuando en la estructura consciente, de forma
normal, cotidiana. Describe algo que es muy parecido al concepto de lo analógico
subyacente. Expone perfectamente cómo el sistema lógico-verbal, perteneciente al
hemisferio izquierdo, justifica el surgimiento de la idea subyacente, por medio de una
explicación causal, que se pueda inscribir en la causalidad lógica, aunque no se
corresponda, en absoluto, con los verdaderos motivos generados desde el sistema
analógico, percibidos por el hemisferio derecho. Esa capacidad de justificación,
procedente del hemisferio izquierdo, verbal, la localiza en lo que llama el módulo
interprete: “La dinámica existente entre nuestros módulos mentales y nuestro módulo
interprete del cerebro izquierdo es la responsable de la generación de las creencias
humanas” (Gazzaniga 18, 1993). El hemisferio izquierdo tiene la capacidad de formular
e interpretar las actitudes del individuo, y de constituir al Yo por medio de esas
interpretaciones, entre las que se incluyen la creencia en el libre albedrío, en la
voluntad, como capacidad disociada que anida en el Yo, que se puede oponer a las
sensaciones y los sentimientos, a las solicitaciones del Ello, o del universo analógico.
136
entre las relaciones profundas, y los materiales o herramientas, como las imágenes, ya
que es un sistema caracterizado por la unidad entre procesos y contenidos. Lo que sí
podemos decir es que tanto las formas lógicas, las igualdades lingüísticas o
matemáticas, como los contenidos con los que toman cuerpo, tienen una base analógica.
La identificación y la oposición, la continuidad y la diferencia, constituyentes del
sistema analógico, se decantan en las bases de los operadores lógicos, las relaciones
básicas de conjunción, disyunción e inclusión. Por motivos operativos, podemos
distinguir la existencia de dos niveles, de dos funciones dentro del complejísimo sistema
analógico: por un lado, un substrato relacional, que está por debajo y que mueve lo
lógico, y que ha quedado vinculado a lo lógico, concebido como un sistema que procede
de la base analógica en la que se sustenta cualquier signo y cualquier relación lógica;
por otro, un pensamiento que no tiene que desembocar necesariamente en estructuras
conscientes o lógicas, que trabaja con esquemas o imágenes, y que utiliza, igualmente
que el primero, la base relacional analógica. En el esquema de la lateralización de los
hemisferios, diríamos que hay una base analógica profunda, que presta servicio a las
estructuras lógicas del hemisferio izquierdo, que se han construido dinámicamente sobre
ella, y que constituye sus a priori. (Sin olvidar el importante asunto de la maleabilidad,
que decrece rápidamente con la edad, evolucionando hacia una rigidificación
progresiva).
No podemos obviar que hay una cierta imposibilidad, inherente al tema que estamos
tratando, de organizar una mirada coherente para describir el sistema analógico desde el
lógico-verbal, ya que el primero es más amplio, anterior, constituyente del segundo, al
que se puede considerar como una parte restringida y restrictiva del analógico. Siendo
conscientes de la inestabilidad del terreno que pisamos, procurando medir el margen de
imprecisión en que podamos incurrir, y no olvidando que dentro del sistema analógico,
caracterizado por su fluidez y continuidad, puede ser bastante impropio hacer
distinciones categoriales entre la pseudo-operación, y el material o la herramienta,
parece que puede ser operativo y necesario, en el intento de transducción lógica,
distinguir entre esos movimientos, goznes, a priori, y el material sensible que va
indisolublemente unido a ellos.
Surgimiento y discriminación.
Hay diversos autores que han descrito cómo la irrupción de la idea valiosa en el
consciente parece responder a una selección previa, a una minuciosa valoración de las
cualidades entre las muy diversas alternativas que, posteriormente, puede justificarse a
partir de un estricto análisis lógico. Poincaré nos habla de la iluminación, como un
fenómeno por el que surge, desde el inconsciente, una solución valiosa, en un momento
de relajación o, incluso, cuando la atención está centrada en otra actividad que no
requiere esfuerzo intelectual. Y se pregunta acerca del tipo de proceso mediante el que
se produce la selección, cómo es posible que, de entre las numerosísimas
combinaciones posibles, llegue a la consciencia el resultado adecuado, idóneo. Propone
la hipótesis de que el inconsciente tiene cualidades que no son inferiores al Yo
consciente, entre las que se encuentra una gran capacidad para la discriminación
estética, de tal modo que selecciona soluciones destacadas por su belleza, equilibrio o
elegancia. Comenta, además, que el inconsciente descuelga únicamente, como si fueran
átomos colgados de las paredes de la mente, las ideas que son pertinentes y que tienen
140
capacidad para generar soluciones valiosas. Admitiendo, como otros muchos autores,
que, durante el fenómeno esquivo de la incubación, el inconsciente no tiene la
capacidad necesaria para realizar procesos de verificación, admitiendo que es incapaz de
dictaminar si la idea es correcta o no, Poincaré postula que posee un eficacísimo criterio
estético.
Conclusiones.
Para Platón, el bien es la causa de todo lo bello que hay en las cosas. La belleza es una
manifestación que presenta el ser de lo que es verdaderamente, la verdad que relaciona
las cosas con las ideas. Esta bondad reflejada por la belleza se define, no desde una
postura moral o ética, sino como la cualidad de lo que es apropiado para un fin, apto,
idóneo. Lo bello es la cualidad por medio de la que se pone de manifiesto, resplandece,
lo bueno y lo verdadero, la armonía, la conjunción de las partes en el todo, la claridad,
el esplendor del rostro de la perfección divina. La integración de verdad y belleza se
hace definitivamente explícita en el neoplatonismo y el romanticismo neoplatónico, la
lógica se integra con la belleza en el orden del cosmos: la belleza matemática. La idea
de cosmos no responde a la de algo inacabado, a un trabajo que progresa, sino que tiene
142
Parece que hemos evolucionado repetidamente de una concepción de la belleza con una
profundidad de contenido, a una belleza que se queda, al ser reconocida, en la
superficialidad de lo formal. Es una evolución que se expresa necesariamente en una
tensión constante. El arte contemporáneo se ha decantado por una mayor valoración de
lo cognitivo y de lo expresivo, de dos tendencias opuestas que tienen en común la
vocación de acercarse al límite de lo inexpresable, la vocación de la profundidad del
sentido, mientras asume, para segregarlo de su campo, un concepto de lo bello
meramente formal. Reconoce la necesidad del enraizamiento de la obra en la materia y
en el cuerpo, a la vez que tiene veleidades que tienden a despegarlo de la materialidad,
en una tensión constante y contradictoria.
Intentar una vía de retorno a un concepto de belleza sustentado sobre una profundidad
del sentido, le ha costado, a los autores que lo han intentado, un notable esfuerzo,
traducido en escasos frutos. Esto es exactamente lo que le ocurrió a W. Benjamin, que
necesitó acuñar, con estos fines, el concepto de aura, ya que el término belleza resultaba
de una gratuidad irrecuperable. Benjamin habla del aura como la manifestación de una
lejanía, de una profundidad del sentido, por cercano que pueda estar el objeto, del culto
al sentido desconocido, a lo que no se pude poner en palabras, del culto a lo original. El
desmoronamiento del aura se desencadena por la reproductibilidad, que es una
característica específica del universo simbólico: la imagen o la metáfora que se repiten
se desgastan, pierden su poder evocador, su capacidad para provocar la anamnesis, para
convocar a Mnemosine, la madre de las musas. Por eso nos dice que el desarrollo de la
reproducción tritura el aura del objeto. No es posible una utilización inocua de una
143
reproductibilidad que tiende al infinito, sobre todo cuando sabemos que la característica
que define la potencia del universo simbólico es su capacidad para la sustitución y la
reproductibilidad: el signo se reproduce indefinidamente sin desgastarse. Lo cultual
secularizado está ligado a la iluminación, al saber directo, a la visión de la imagen, a la
percepción de esa lejanía del sentido. Con nuestros sistemas de conocimiento, con
nuestras herramientas simbólicas, lo que hacemos es perfeccionar el signo que sustituye
al objeto, para intentar penetrar en lo real, de modo que, cuanto más nos acercamos al
signo, más nos alejamos de lo real. La lejanía del sentido, de que habla Benjamin, es
exactamente lo contrario que la distancia que instaura el universo simbólico, construida
sobre los sentidos que actúan en esa distancia, la vista y el oído. Es una lejanía del
sentido que, como la obra de arte, puede estar vinculada a la materialidad más cercana, a
los niveles de reflexión relacionados con la máxima iconicidad del territorio analógico,
frente a la distancia en la que se genera el espectáculo simbólico o el sentimiento
alienado. Para Benjamin el aura aparece vinculada a la unicidad, a la autenticidad del
aquí y el ahora, a la unión irrepetible de espacio y tiempo. La materia real, espacio-
temporal, es triturada por la potencia sígnica, por la nueva y amplia subordinación a la
línea del discurso escindido, que es creadora del tiempo. Es muy pertinente y
clarificadora la distinción que hace Benjamin entre la reproducción, definida por sus
características de fugacidad y repetición, es decir, consumo mediático, y la imagen
planteada como concepto vinculado a la singularidad y la perduración. Este contenido
para el término imagen (tan lejano de la deriva a la que lo ha conducido su utilización
actual) se corresponde, de manera eficaz, con el concepto lacaniano de territorio
imaginario, como espacio intermedio entre lo real, y el dominio de lo simbólico.
El aura está ligada al aquí y ahora, porque es la visión que arranca de lo no mediado o
mediatizado, de lo no simbólico. El aquí y ahora está relacionado con los sentidos de la
cercanía, de la constatación, con el tacto, el sabor, el olor, lo cinestésico, lo cenestésico,
frente a la construcción de lo simbólico, relacionada con los sentidos que actúan en la
distancia, los de la representación, el simulacro y el engaño, con la vista y el oído.
Cuando Benjamin habla de la manifestación de una lejanía, aclara que no se trata de una
distancia física, se trata de una profundidad conceptual, de una construcción del sentido
en la lejanía. Y no es casual que lo defina con la mayor claridad cuando se refiere a los
objetos naturales. Hay un paralelismo deslumbrante entre la formulación del territorio
imaginario, enfrentado al dominio de lo simbólico, en Lacan, y el concepto de aura,
144
La creación del universo simbólico se construye sobre una escisión fundamental, que es
la que instaura las categorías y los dominios de espacio y tiempo. Lo real, espacio-
temporal y matérico, se va sometiendo a la línea temporal del discurso lógico-verbal.
Frente a esta construcción que interpreta el mundo, a la vez que nos aleja de él
(contradicción epistemológica), aparece el aura como una fractura, una grieta, por la que
vemos una encrucijada en la que se encuentran el espacio y el tiempo. Benjamin hace
una bella descripción de este encuentro: “¿Pero qué es propiamente el aura? Una trama
muy particular de espacio y tiempo: irrepetible aparición de una lejanía, por cerca que
ésta pueda estar. Seguir con toda calma en el horizonte, en un mediodía de verano, la
línea de una cordillera o una rama que arroja su sombra sobre quien la contempla hasta
que el instante o la hora participan de su aparición, eso es aspirar el aura de esas
montañas, de esa rama” (W. Benjamin 75, 1973).
Hay una evolución en cada punto de la historia, y en cada obra de arte, que va de la
belleza aurática a la formal. Es perfectamente natural y coherente que así ocurra. La
forma en la que se desgasta rápidamente el significado de lo bello, es similar a la forma
en que se desgastan las metáforas, ya que los objetos en los se encarna la belleza se
145
tienden a convertir en símbolos, de modo que se da una evolución que lleva del aura a lo
bello, de lo creativo a lo institucional, de lo novedoso a lo rigidificado. El proceso
evolutivo siempre se produce en la misma dirección, pasando por tres etapas: desde una
belleza aurática, a una belleza sustentada en contenidos estables, institucionalizados,
hasta concluir en una belleza formal, vacua, (con las contradicciones y desajustes
derivados de la convivencia producida por tratarse de procesos que afectan, tanto a la
obra individual de arte, como a la concepción en que se inscribe, que pueden y suelen
tener desarrollos no sincrónicos). Todo lo cual no impide que, además, en los diferentes
momentos históricos se dé una distinta importancia, una mayor o menor relevancia a las
diferentes partes del arco creativo, en el que se ubica la obra y la concepción estética,
que se corresponde con el arco que va de la belleza formal a la aurática (de lo clásico a
lo romántico).
Lo mismo que la actividad perceptiva, está afectada por lo nombrado, por todo lo que
sabemos, el sistema analógico maneja gran cantidad de información lógico-verbal y, en
146
los actos propios de la emergencia creativa, lo que hace, desarrollando una labor similar,
es escoger, a partir de una potencia combinatoria, que no afecta únicamente a los
materiales pasivamente, sino también a los factores activos que intervienen en el
problema, y a las valoraciones simultáneas de su incidencia: cualquier tipo de material
es susceptible de ser manejado por el sistema analógico de procesamiento de la
información, en matrices de múltiples entradas, al margen de la linealidad lógica. La
percepción o el conocimiento de esa figura, en la que encajan todas las partes, en su
justa proporción, formando una nueva unidad coherente y produciendo placer y
exaltación, (obsérvese que esta descripción se refiere por igual a una Venus que a una
ecuación), es posible gracias a lo que llamamos sentido estético.
En cierto modo, la idea de aura o de belleza aurática es una recuperación del concepto
arcaico de belleza, que enlaza directamente, a través del tiempo, con los planteamientos
postconceptuales de la función epistemológica del arte. Más que de una belleza de
contenidos, que pueden ser igualmente estáticos o formales, lo que estamos
describiendo es una belleza que sólo se intuye en la lejanía constructiva de los
significados, en el túnel epistemológico del sentido. La necesidad de acuñar un nuevo
término, como aura, nace de la propia dinámica del concepto de belleza que, como las
metáforas, se gasta con el uso, evolucionando hacia una formalización simbólica, que
anula su capacidad creadora. Existe una tensión constante, un arco de fuerzas
contradictorias, que se curva entre la belleza formal y la belleza aurática, que llega hasta
nuestros días, con el rechazo de lo bello en el arte y en la ciencia, desplazado por la
función epistemológica de la estética y de los procesos de investigación. Frente a la idea
dominante de lo bello pero vacuo, nos interesa recuperar la idea de la belleza aurática,
147
ver cómo existe una función estética olvidada, tapada por la aparición de lo bello
institucional, de la belleza simbólica, que resurge en diversos autores, desde Poincaré a
De Bono, una concepción que sufre grandes dificultades para reaparecer aplastada por
la fuerza de la represión epistemológica, lo que la obliga a tomar la forma de cosas tales
como el aura o la función epistemológica del arte. También nos interesa reconocer la
evolución que sufre lo bello, el concepto y cualquier objeto que atesore esa cualidad,
desde la carga preñada de sentido, hasta la esterilidad formalista, que es similar o
paralela a la evolución que se produce dentro de la actividad creativa, que va desde la
innovación transgresora, la ruptura de un paradigma, a la formalización lógica, la
aceptación de un nuevo esquema cognitivo; y, también, a la evolución que sufre el
producto artístico, desde su ruptura vanguardista, hasta su aceptación institucional
dentro del edificio que define lo artístico.
tiempo, que han sido separadas por nuestra estructura, por nuestra forma de
conocimiento. Puede ser bastante adecuado hablar de síntesis de razón y sensibilidad
(tránsito vertical).
Lo sublime aparece como una ruptura del marco simbólico, provocada por lo
inconmensurable, que conduce a un vacío (angustioso y placentero), a una falta de
marco cognitivo, no sustituido por nada. Es una regresiva vuelta a lo primordial no
estructurado. No es la representación sensible por la que se revela lo infinito en lo finito
(Hegel), aunque pueda ser una forma aceptable de describirlo, sino la visión de una
conjunción espacio-temporal a partir de la vivencia de sentirse desbordado por lo real
no mensurable, que es lo no simbólico. Lo sublime es la vivencia del vértigo ante la
mirada que conecta con una encrucijada de lo real, no sometida a un marco normativo,
que lleva implícita una intuición de gran lejanía del sentido, y el placer del regreso a un
lugar en el que no existe la contradicción epistemológica, en el que no actúa la
implacable cuchilla que separa espacio y tiempo. El conjunto de lo sublime hace
referencia a un subconjunto, que se inscribe en el interior del concepto de belleza
aurática.
Tanto en los análisis de los sistemas primitivos de conocimiento, como en los trabajos
de la psicología evolutiva, se ha reconocido, se ha encontrado una íntima trabazón,
dependencia mutua, e identificación, entre las instancias cognitivas y emotivas. El
sistema evolucionado, la estructuración lógico-verbal, implica y se construye sobre la
escisión, la separación radical de lo emotivo y lo cognitivo, espacios configurados en
una forma de oposición, que es paralela a la que podemos observar al término del
proceso de lateralización, que instituye un hemisferio dominante, que tiene, entre otras,
la función de someter a los sentimientos. La lógica es, antes que nada, un sistema de
estructuración social, que implica el sometimiento y control de las pasiones. Desde la
continuidad inicial entre lo cognitivo y lo afectivo, es desde donde podemos ver con
claridad cómo el concepto de represión epistemológica engloba e incluye al de la
represión sexual clásica. Esa escisión que está en el origen de la instauración de nuestras
formas de conocimiento, generada por la represión epistemológica, conduce a la
instauración del universo lógico-verbal, que tiene como motivaciones y consecuencias
una cierta ordenación social y una represión de la sexualidad. La escisión nunca es
completa: uno de los puentes que la atraviesan, poniendo en conexión lo cognitivo y lo
149
emotivo, es la creatividad. Uno de los puntos en los que se expresa y constata esa unión
es la función discriminadora estética.
150
Hay una serie de paralelismos, que pueden ser muy interesantes y clarificadores, entre el
humor y, más particularmente, el chiste, y la creatividad. Hay algunos autores que han
señalado este paralelismo, con mayor o menor intensidad: “Freud abrió un camino
directo a un entendimiento del proceso creador con su libro sobre la patología del
chiste” (Arieti 94, 1993). De Bono, hablando acerca de la necesidad del estudio teórico
de la creatividad, nos dice: “El humor es, sin duda alguna, el comportamiento más
significativo del cerebro humano” (De Bono 35, 1994). Otros muchos, como es el caso
de M.Boden, reconocen y describen los momentos de exaltada alegría que acompañan al
descubrimiento creativo, señalando lo gratificantes y lo excitantes que son las
situaciones en las que se generan las ideas nuevas, y su estrecha vinculación con el
mundo de los sentimientos. Peirce habla del estado de puro juego, ensoñación
productiva, que denomina con el término de musement, en el que se producen
conexiones entre las ideas, la realidad bruta y los signos, momentos de relajación
placentera en los que se realiza la conexión excitante, y la gratificación del
descubrimiento. Koestler relaciona el humor con la combinación creativa, con la
bisociación, el fenómeno por el que entran en contacto ideas extrañas, aparentemente
incompatibles, que producen una asociación extraordinaria, la unión de dos ideas de
diferente matriz. Partiendo de los planteamientos freudianos, nos explica que, durante el
sueño, bisociamos movidos por factores emocionales, creando combinaciones que son
sometidas a prueba por el inconsciente. El chiste sería una forma de bisociación durante
la que se relajan los controles conscientes y emergen factores emocionales. El principio
de Von Domarus, que puede estar en la base del planteamiento de la bisociación, nos
habla de la realización de una identificación imposible en el chiste, similar a la que se
produce en la esquizofrenia, según la cual dos objetos se identifican, tan sólo, por tener
algún predicado en común. Por otro lado, en el terreno de la enseñanza no autoritaria y
creativa, podemos encontrar a autores, como A.S.Neill, que remarca la importancia del
humor, y la necesidad de que los profesores tengan y transmitan sentido del humor.
Rechaza los test que evalúan la inteligencia porque no atienden a elementos
fundamentales, como el sentido del humor, la imaginación y la creatividad. Hay otros
que señalan, con acierto, la naturaleza del chiste como entidad capaz de demostrar que
el lenguaje puede ser desorganizado, no lógico. El chiste, como la creación poética,
151
actúa contra las estructuras del lenguaje, al que hace saltar de sus goznes, de modo que:
“puede condensar la contradicción en la unidad sin echar mano de la negación” (Green
135, 1995). Veremos cómo este asunto, de las relaciones y confrontaciones entre el
humor y la lógica, es fundamental. Hay autores que reconocen directamente que: “el
humor es en sí mismo un estado creativo” (Goleman, Kaufman y Ray, 51, 2000).
Lo que vamos a intentar, en este apartado, es explicar las similitudes que hay entre el
humor y la creatividad, encontrar lo común esencial en el humor que buscaba Freud,
como algo subyacente en los distintos tipos de chistes, atravesar la línea que los une a la
risa física, ante la que se detienen autores como Arieti, y proponer un esquema
coherente que relacione todos estos elementos y, más específicamente, los chistes y la
creatividad. La idea central es que el chiste es, siempre, una forma de transgresión de la
ley y el orden, propios del sistema de procesamiento lógico-verbal, realizada desde el
territorio de los procesos analógicos, siguiendo las pautas de una explosión, o de una
venganza, producida desde lo reprimido (en sentido amplio, lo epistemológicamente
reprimido), de manera naturalmente ligada a las convulsiones emocionales, también
reprimidas.
Como detectó Freud, con gran acierto, y antes que él J.H. Jackson (citado por Arieti)
que comparó el chiste con los sueños por su naturaleza disimbólica, el chiste, igual que
ocurre en la elaboración del sueño desde las ideas latentes al contenido manifiesto,
procede por medio de abreviaciones, condensaciones, palabras con doble sentido, o con
un sentido que no se le quería dar en origen, toda una serie de contrasentidos, desatinos,
que son, desde nuestro punto de vista, técnicas contra la linealidad lógica del lenguaje,
que sirven para poner en evidencia la debilidad de este sistema para interpretar el
mundo. Hay que destacar que Freud habla constantemente de las analogías presentes en
las estructuras de los chistes, de la liberación con respecto a la coerción provocada por
la autocrítica, del placer del juego, y de la remoción de obstáculos, del placer de
disparatar. Nos presenta al chiste y al sueño como dos fuentes de placer que superan los
mecanismos represores. Se aproxima al núcleo de la esencia del humor, cuando lo
relaciona con el juego infantil, producido al margen de lo lógico-verbal. Habla del
placer surgido por la repetición de lo análogo, y del reencuentro de lo conocido, del
placer que impulsa: “al niño a dedicarse con entusiasmo a su juego, sin tener para nada
152
Freud nos describe las diferencias entre chiste y sueño, basadas en el carácter asocial y
no comunicativo del sueño, que se opone al chiste como hecho social, en el que la
condensación y el desplazamiento se detienen y ponderan, porque necesitan la
comprensión del oyente. Distingue también entre la comicidad y el chiste, a partir de la
idea de que en lo cómico basta, habitualmente, con dos actores, frente a los tres
implicados en el chiste. En la comicidad, el ingenuo utiliza cadencias lógicas a medio
aprender. Freud identifica perfectamente coerción, con conocimiento de esas cadencias
lógicas completas. El conocimiento de las coerciones, el dominio de lo lógico, para el
observador, es lo que le hace reconocer lo cómico. Tanto en el chiste como en la
comicidad hay una remoción de una coerción. Describe muy bien las circunstancias que
rodean al suceso cómico, cómo el estado de ánimo influye en la risa (que puede ser
provocado tóxicamente), la expectación, el contexto contagioso de la alegría
extrovertida de los otros. Y cómo influyen desfavorablemente las labores serias alejadas
de las actividades plásticas, la reflexión abstracta, el análisis comparativo, la actividad
de juzgar (actividad que aparece siempre como impedimento o freno de lo creativo), y
la falta de sorpresa, como ocurre en el caso del profesor ante los disparates del aprendiz.
La comicidad de lo sexual se activa al mostrar al hombre dependiente, subordinado a
153
Freud intenta una explicación de los efectos de la comicidad de una manera similar a la
del chiste, diferenciando que en el chiste tienen un origen inconsciente, mientras que la
situación cómica se deriva de la comparación respecto a los gastos localizados en el
preconsciente. El sentido de lo cómico derivaría de la diferencia de gasto que resulta al
querer comprender alguna situación inusitada: “El placer del chiste nos pareció surgir de
gasto de inhibición ahorrado; el de la comicidad, del gasto de representación (de
catexis) ahorrado,(..) coinciden en constituir métodos de reconquistar, extrayéndolo de
la actividad anímica, un placer que se había perdido precisamente a causa del desarrollo
de esta actividad, pues la euforia que tendemos a alcanzar por estos caminos no es otra
cosa que el estado de ánimo de una época de nuestra vida en la que podíamos llevar a
cabo nuestra labor psíquica con muy escaso gasto; esto es, el estado de ánimo de nuestra
infancia” (Freud 1167, 1974). Afirmaciones que debemos interpretar como referidas al
placer perdido a causa del desarrollo de la actividad simbólica, y de las coerciones que
lo acompañan, y de recuperación del territorio analógico, que es propio de la infancia,
precisamente, por ser anterior a ese desarrollo.
Desde el punto de vista del pensamiento lateral, el humor cumple la función de eludir el
sistema coercitivo, de romper la dualidad si/no, verdadero/falso, propia de la lógica
racional. El humor contiene algo que puede ser eficiente y divergente, y cumple una
doble función de liberación y provocación. En el humor, y en la creatividad, se provoca
un cambio en el curso previsto de los acontecimientos, un cambio respecto al modelo.
El uso de modelos, que tiene grandes ventajas de economía y efectividad, lleva
aparejados inconvenientes, como el aumento de la rigidez, la dificultad de trasvase de la
información asociada, la división arbitraria de lo continuo, incluso la deformación de la
percepción. Percibir es aplicar modelos, (de ahí el concepto de perspicacia, como
percepción eficiente al margen del modelo). De Bono describe cómo la solución
perspicaz despierta la hilaridad, de forma semejante a como puede ocurrir en el humor.
Estos aspectos regresivos del chiste han sido descritos por numerosos autores, como
Arieti, que los identifica con los procesos paleológicos, las relaciones primarias, los
errores lógicos, formas que recurren a procesos cognitivos primitivos, similares a los
propios de estados psicopatológicos. Los procesos paleológicos, de naturaleza primaria,
son procesos de identificación, a menudo inconscientes, similares al pensamiento
mítico, caracterizado por la metamorfosis, la equivalencia entre la parte y el todo. Como
en los ritos y en la magia de las sociedades primitivas, no tienen una categorización
rigurosa, que queda a merced de las emociones, y no respetan al principio de identidad.
Son procesos muy similares a las infralógicas, descritas por A. Moles, o a la lógica
mitopoyética. Igual que en el psiquismo enfermo, o en el caso del sueño, el chiste
recurre a la regresión, a procesos primitivos. La diferencia estriba en la mezcla que se
produce con los procesos secundarios, para provocar la emergencia de los terciarios: “El
descubrimiento, por una persona creadora, de una concordancia aparente en una
discordancia lógico-paleológica constituye el proceso terciario del chiste que crea”
(Arieti 102, 1993). La gracia necesitaría algo más que los procesos primarios,
necesitaría esa mezcla especial con los secundarios que produce los procesos terciarios.
través de un medio más poderoso” (Arieti 118, 1993). La inscripción del chiste en un
pensamiento estrictamente lógico elimina el efecto del humor. Ese medio más poderoso,
al que se refiere Arieti, es el sistema analógico de procesamiento de la información,
aunque hay que precisar que es más poderoso únicamente en aspectos tales como el de
posibilitar la gratificación emocional, la comunicación directa, estar relacionado con las
fuertes pulsiones inconscientes, o manejar grandes cantidades de información
relacionable.
Vamos a utilizar precisamente los chistes que ya han sido escogidos y comentados por
Freud y por otros autores, para analizarlos desde el punto de vista de la emergencia
analógica, para intentar encontrar esas características elusivas y esenciales que puedan
ser comunes a todos ellos. En Freud encontramos este interesante ejemplo: Primero,
José no me ha prestado ningún caldero; segundo, el caldero estaba ya agujereado; y
tercero, yo le he devuelto el caldero sin agujeros. Éste es un caso claro en el que se
produce una salvaje transgresión del ordenamiento lógico, de las leyes de la causalidad,
y de la posible inserción en una secuencia temporal, desde la aplicación, trasladada de
manera directa, inocente y analógica, motivada desde lo emocional, de un esquema
usual, de una figura fácilmente reconocible. La emergencia del esquema, realizada por
el sistema analógico, pervierte y ridiculiza la utilización habitual de esquemas lógicos,
que se alejan del hecho real, del contacto directo con las cosas y con los sentimientos.
Algo similar ocurre en el caso del reo que, cuando es conducido al patíbulo, comenta:
Qué bonita mañana para empezar la semana. En contra de la interpretación freudiana,
según la cual el superyó trataría de consolar al yo, protegiéndolo del sufrimiento, lo que
sucede es una bajada del yo, que abandona todo orden lógico, y desciende para ser
auxiliado por la inmediatez atemporal del ello. Lo que hay es una ruptura, tan salvaje
como en el caso anterior, de la linealidad y la causalidad lógica, desde la emergencia de
un esquema analógico, que comprendemos situados en una postura de complicidad. El
fin, terrible o no, pertenece a las previsiones propias del sistema lógico-verbal. En la
misma línea, es muy clarificador otro chiste comentado por Freud: Enero es el mes en el
que hacemos votos por la dicha de nuestros amigos, y los meses restantes son aquellos
en los que vemos cómo dichos votos no se cumplen. Éste es un ejemplo, particularmente
explícito, de cómo la línea de la finalidad lógico-verbal es subvertida por la emergencia
de lo natural, las pulsiones inmediatas, ligadas a la cotidianeidad analógica, que desvía y
158
pervierte nuestros fines previstos, fines relacionados con el deber ser específico del
universo simbólico. Muy similar es el caso siguiente: La vida humana se divide en dos
épocas, durante la primera se desea que llegue la segunda y durante la segunda se
desea que vuelva la primera. En el que la fuerza del deseo aparece emergiendo frente a
la linealidad temporal de la lógica causal. Además, se pone de manifiesto el error que
puede implicar la demora, y la renuncia al placer, típicas del proceso de instauración de
lo simbólico.
Igualmente interesante es este ejemplo: “Una madre va a dar un paseo con su hijo
pequeño. Llegan a un campamento nudista, rodeado por una gran cerca de madera. El
pequeño mira a través del agujero. Pregunta la madre: ¿qué ves? Niño: muchas
personas. Madre: ¿qué son hombres o mujeres? Niño: No lo sé, nadie tiene ropa
puesta” (Arieti 98-99, 1993). El universo simbólico está encarnado en el sistema rígido
y social de los ropajes que definen los sexos: ése es el universo de la lógica estricta, de
lo sígnico, que se transgrede desde la emergencia de lo natural, desde la desnudez, y
desde el sistema analógico e inocente del niño, que aplica las categorías aprendidas
poniendo en evidencia su futilidad.
Es muy conocida la anécdota del poeta Heine, comentada por Freud: Esta mujer me
recuerda, por varias razones, a la Venus de Milo. Como ella, es sumamente vieja,
carece de dientes y tiene manchas blancas en la superficie amarillenta de su cuerpo.
Aquí vemos cómo una relación analógica, planteada entre una estatua y una mujer,
ataca y pervierte todo el sistema lógico de la ordenación de la belleza, y de las cumbres
159
Otro ejemplo, tomado de Freud: Dos judíos hablan de baños (termales): Yo –dice uno
de ellos–, lo necesite o no, tomo un baño todos los años. Aquí vemos, igualmente, una
transgresión de la normativa social de la higiene y de la asepsia, características
específicas del universo simbólico, (no hay nada tan aséptico e inmaterial como lo
sígnico), realizada, precisamente, desde la emergencia del cuerpo, desde la inmediatez
del tacto y de la suciedad. Podemos, por tanto, detectar una subversión del orden social
lógico, construido sobre la ordenación y la limpieza. Recordemos que lo sucio es
simplemente aquello que está situado fuera de su lugar, fuera del orden categorial.
No conozco ningún chiste que no pueda ser interpretado como una transgresión de la
linealidad del universo lógico-verbal, o como una subversión del orden propio del
dominio de lo simbólico, que es lo mismo, realizada con la forma de una emergencia
efectuada desde posturas y con procesos específicos del sistema analógico. Todos los
160
casos comentados responden demasiado bien a nuestras previsiones. Puede llegar a dar
la impresión que los chistes seleccionados por Freud estaban ya preparados para facilitar
una interpretación de este tipo. Es posible que, inconscientemente, haya sido así.
Todo esto se puede ver, con particular claridad, en el análisis de los chistes, en los casos
en los que, por ejemplo, se traslada la figura, el esquema, de un silogismo, para ser
utilizado como una cáscara vacía, desde una postura analógica, produciéndose una
transgresión del orden lógico-verbal, y una emergencia, una subversión, ejecutada desde
el territorio analógico, vinculado a lo sentimental y a lo natural. Este mecanismo puede
ser más típico del chiste que del sueño, ya que el medio en el que se expresa el chiste es,
principalmente, el lenguaje oral, que está, específicamente, más próximo al universo
lógico-verbal, que la imagen, fundamentalmente utilizada en el sueño, más próximo, por
tanto, a la posibilidad de utilización de material simbólico, que es de uso prácticamente
irrenunciable en el caso del chiste. En este contexto, hay que recordar que, a pesar de su
entidad verbal, un factor inexcusable del chiste es la oralidad y la gestualidad, las
formas de comunicación que están al margen de la lógica estricta del lenguaje escrito:
un chiste impreso sólo sigue siendo, parcialmente, el mismo chiste. Todo lo que rodea al
sistema analógico de la empatía, la comunicación directa, la complicidad, facilita la
emergencia incontrolada de la gracia. La gracia es, también, el don gratuito, de
etiología mágica, que se nos da al margen del esfuerzo, de la progresión finalista y del
aprendizaje lógico-verbal; y el donaire, el gracejo, la desenvoltura de movimientos y
gestos corporales.
categorías, con la ordenación social y los códigos de conducta, con la ley. En el proceso
de socialización, el niño va sustituyendo las actividades basadas en relaciones mágicas,
y la violencia de las identificaciones imaginarias, por las operaciones del sistema
lógico-verbal, a la vez que controla y somete el territorio de los sentimientos: “El
aprendiz acepta la ley y el orden simbólico, impuesto en el nombre del padre, por medio
del sacrificio y la renuncia al placer. Por una parte, hay una privación conceptual del
objeto que es sustituido por el símbolo, por otra, el sujeto acepta la demora de los fines,
privándose del objeto y del placer, aceptando la postergación reiterada” (Rodríguez 64,
1996). Es decir, hay una asunción del universo lógico-verbal que se construye para el
control y el sometimiento del territorio analógico, y de la violencia de las pulsiones
sentimentales, en un proceso al que podemos llamar socialización. El proceso de
socialización, en nuestra cultura, toma el carácter distintivo y específico, de la
escolarización, fenómeno durante el cual se produce la asunción de signos plenamente
sociales, al margen de la relación personal o sentimental, al margen del apego, la
asunción de unas relaciones en las que no queda nada del calor del objeto, ni del calor
del que habla: lo escrito. Es decir, un proceso por el que se pretende controlar todo lo
sentido, lo que proceda directamente de los sentidos o de los sentimientos.
Conclusiones.
La ridiculización por medio de la imitación, los gestos excesivos, no útiles, son cómicos
por apartarse de la causalidad y la finalidad lógicas, por remitir al universo analógico
creando efectos reflejos, identificaciones en el espacio imaginario. Freud comenta que,
para Kant, lo cómico es una espera decepcionada, que es lo mismo que decir que
consiste en una fractura de la causalidad lógica (lo esperado o previsto). La comicidad
nace de forma fácil, precisamente, en situaciones excesivamente regladas, en las que las
leyes de los procesos socializadores y del universo lógico-verbal son especialmente
coercitivas. La imitación analógica de lo solemne destruye la ley que lleva implícita. En
la comicidad del desenmascaramiento, la aplicación directa, analógica, de esquemas
lógicos, entra en contradicción con la ley, con la normativa social, con las convenciones
simbólicas, ignorando instancias superiores de ordenamiento social.
Cuando alguien cae, nos provoca risa, porque hay una aparición del sustrato natural
frente a la convención y la seriedad. Lo cómico está relacionado con lo infantil, del
mismo modo en que lo está lo creativo. El sentido de lo cómico en el niño es
esencialmente igual al del adulto, pero aflora con mayor facilidad, ya que está más
dispuesto a frecuentar las vías verticales tendidas entre sistemas. Por otra parte, el niño
no comprenderá sutilezas cómicas relacionadas con normativas sociales complejas. Lo
cómico podría ser aquello que resulta impropio del adulto. La esencia profunda de la
comicidad es la misma que la del chiste, aunque desarrollada en un soporte menos
formalizado, lo que se compensa frecuentemente con un mayor rigor normativo del
contexto.
164
Hay un cierto paralelismo entre las emergencias analógicas del humor y de lo siniestro,
unidas ambas a lo fuertemente sentimental, aunque es muy distinta la transgresión
provocada, el descontrol buscado intencionadamente, que la imposición externa que
escapa a nuestra voluntad de ordenación clara, (algo parecido a la diferencia entre una
relación sexual voluntaria y una violación). La similitud estructural entre lo siniestro y
el humor se refleja en el humor negro, que hace permeable la membrana que separa dos
emociones tan diferentes, a pesar de su coincidencia como emergencias que atentan
contra el orden lógico.
Pero, ¿de dónde procede esa forma física de expresión radical, incluso convulsa, que es
la risa? En el proceso de socialización, las emociones han ido siendo sustituidas y
controladas por las convenciones, el pensamiento consciente ha ido aprendiendo a
dominar el contexto inmediato y la pulsión irracional, por medio de lo simbólico. El
dominio de lo lógico-verbal le confiere al sujeto, constituido en el lenguaje, al sujeto
socializado, la estructura lingüística de pensamiento que ordena y controla los impulsos
espontáneos. Lo asocial y lo agresivo queda dominado por el desarrollo de los códigos
de comunicación y por los códigos de conducta, que tienen la misma fundamentación.
Foucault ha explicado muy bien la importancia de la disciplina, en el contexto de la
escolarización y el aprendizaje del lenguaje escrito, como sistema que sirve para
introyectar los códigos de conducta que se derivan del universo lógico-verbal: “Una
buena letra, por ejemplo, supone una gimnasia, toda una rutina cuyo código riguroso
domina el cuerpo por entero, desde la punta del pie a la yema del dedo índice” (Foucault
156, 1986). Éste es el caso en el que el aprendizaje, y la asimilación del signo riguroso,
influye en lo postural, es coercitivo de otras formas de comunicación no verbales, y
tiene un reflejo físico en las contracturas musculares crónicas. A veces, una imagen es
de mayor utilidad que mil palabras. Imaginemos la escena de la salida al recreo, en una
escuela tradicional, en la que no esté sancionado, también, ese momento de
espontaneidad. La explosión de alegría del chiste, que emerge momentáneamente entre
166
Desde planteamientos muy distintos, hay autores, como H. Gardner, que nos hablan de
la importancia de la relación entre el adulto creador y el niño, comprobando que la
creación adulta tiene sus raíces en la infancia, tras el estudio de personalidades
paradigmáticas, como Einstein o Picasso. Podemos pensar en el retorno a la infancia
como un regreso a un mundo de raíces analógicas, la vuelta al pasado, en arte y
literatura, como una vía vertical, similar a la que en matemáticas o ciencia hace mirar
también hacia el pensamiento infantil. Freud analiza, en “Una neurosis demoníaca en el
siglo XVII”, el caso que trata sobre el pacto faustiano del pintor Cristóbal Haitzmann,
que le vende el alma al diablo para asegurarse el don de pintar. La necesidad del pintor
de rebelión contra el padre, y la actitud transgresora, regresan en forma de neurosis o
posesión demoníaca. Gardner también nos habla del pacto faustiano, de la necesidad
sentida por el creador de pagar un precio para conservar su don, que es algo así como un
mecanismo para poder mantener el acceso a la parte obscura, el poder de convocar lo
inconsciente.
Recordemos que Fiorini define la creatividad como capturas imaginarias propias del
psiquismo neurótico, a las que se conduce a nuevas tramas de sentido. La
desestructuración creadora puede producir angustia o vértigo. La incapacidad para
producir una nueva ordenación, la caída en lo imposible, sería la neurosis, concebida
como falta de capacidad para dar sentido al caos. Para Fiorini, el trabajo terapéutico y el
creativo tienen un estrecho paralelismo, ya que se trata, en ambos casos, de construir
algo diferente con los productos típicos del psiquismo neurótico. Plantea que la
necesidad creativa de alteridad impide al sujeto identificarse en el espacio de lo ya dado,
impide la imagen estable de sí mismo. Las actividades del psiquismo creador son
destituyentes, antagónicas del narcisismo instituyente de la identidad. El sujeto creador
se identifica con el proceso creador, en un narcisismo pulsante, por el que se niega y se
171
afirma constantemente. Nos habla de que en el sistema creador hay un ataque al Yo, una
movilidad y desplazamiento en el sujeto, una situación en la que se desborda el
psiquismo, en un estado paradójico: “Rilke no era el mero portador de una
psicopatología, esto es, depresión o neurosis a secas. Lo advirtió claramente Lou-
Andreas Salomé cuando señaló el riesgo de un análisis, el cual al menos en aquellos
comienzos podía atacar esa fuente común de donde surgen la creación y la neurosis”
(Fiorini 72, 1995).
Estos planteamientos de Fiorini, acerca del desbordamiento del Yo, son descripciones
que se corresponden con la definición de creatividad que venimos utilizando, como la
actividad que transforma los límites de las estructuras de conocimiento. El Yo
consciente está formado por todo ese conjunto de estructuras simbólicas estables, que
determinan la ubicación del sujeto. Las actividades creadoras tienen una frontera común
con la neurosis, por cuanto implican el riesgo de colocarse en una postura inestable,
aceptar el reto de la inmersión en un caos que podría ser desbordante. El caso es igual
que el del científico que acepta la convivencia con problemas que le superan (no
pensemos sólo en los que tienen éxito). La diferencia entre un loco y un genio está en
que el segundo consigue instaurar una trama de sentido, realizar una nueva propuesta de
ordenación. La neurosis sería la incapacidad de construir un cosmos a partir del caos. La
fuerza que nos impulsa a formar tramas de sentido es una necesidad vital primaria (vida,
libido o impulso vital), que se manifiesta en cosas tan distintas como la necesidad de
conocer el mundo, la tendencia a completar la obra abierta, o la sintonía propia de la
entrega hipnótica.
Creatividad terapéutica.
mejor, y con menor consumo de energía, por medio de imágenes. En sesiones, que
evolucionan desde la relajación inicial a las actividades de expresión, que pueden ser
individuales o grupales, busca realizar la interpretación por medio de la colaboración
entre paciente y terapeuta. Se propone eliminar la disociación, la distancia entre
pensamiento y emoción, encontrar una forma de acceso al acontecer interior, que lleve a
una integración y un equilibrio. Hay autores como Salovey, Mayer y Goleman que han
planteado la idea de la inteligencia emocional como un conjunto de cualidades que
facilitan las relaciones interpersonales, entre las que destaca la empatía, la capacidad, no
para saber lo que el otro siente, sino para sentir lo que el otro está sintiendo; y el
autoconocimiento y control, el saber cómo son las propias reacciones. Muchas veces no
sabemos qué es lo que sentimos, no somos capaces de reconocerlo. La síntesis de estas
cualidades llevaría a una posición racional, basada en un diálogo con lo emocional,
semejante a una síntesis creativa. Empatía, y autoconocimiento y control, son
parcialmente antagónicos, ya que la educación, el proceso de socialización lógico-
verbal, lleva a substituir sentir por saber, conduciendo a una represión de los
sentimientos. De ahí se deriva la dificultad de encontrar una alta inteligencia emocional,
pues implica la coordinación de factores antagónicos, o pertenecientes a los dos
hemisferios cerebrales.
Conclusiones.
Para que nos hagamos una idea de la potencia, y de la capacidad de generar conflicto, de
la represión epistemológica, que actúa con respecto a la gestación de nuestras
estructuras de conocimiento, respecto a la capacidad de segregación de la evolución
pasada y de la estructuras primitivas superadas, pensemos que la mayoría de los
contenidos con que trata la historia de la filosofía (como ya empezamos a ver en Piaget)
han sido causados o están relacionados con el fenómeno de la represión epistemológica:
el ser, el espacio, el tiempo, la inmanencia, la teleología, etc. Más que problemas de
lenguaje son, además y sobre todo, problemas creados por el lenguaje. Por otro lado,
está todo el amplio espectro de las patologías cognitivas, respecto a las que la represión
177
epistemológica cumple el mismo papel que le otorgaba Freud a la represión clásica con
respecto a la neurosis.
Por un lado, las actividades creativas, y las relacionadas con aspectos muy primitivos
del universo analógico, como puede ser el trato con animales, delfines, caballos o
perros, aun cuando no se desarrollen trabajando directamente con los materiales
productores del conflicto, tienen un gran potencial terapéutico, ya que restablecen y
ejercitan los tránsitos verticales, las vías capaces de establecer o restaurar, a muy
distintos niveles, ordenaciones sobre el caos incidente y desbordante que afecta al
individuo.
Por otro lado, existe un paralelismo, muy bien descrito por Fiorini, entre la actividad
creativa y el proceso clínico terapéutico, que siguen un mismo esquema, en cuanto a que
instauran nuevas tramas de sentido donde previamente no las había.
178
Una parte importante del trabajo de De Bono está dedicada a la elaboración de técnicas
concretas con las que poner en funcionamiento el pensamiento lateral, para poder suplir
la marginación que sufre la creatividad en nuestra sociedad y en la enseñanza. Además
de propuestas más o menos compartidas con otros autores, como la tormenta de ideas, la
inversión dialéctica, la analogía inusual, el cambio de área de atención o de punto de
entrada de la información, y la pausa creativa, hace hincapié en técnicas como la
utilización del azar, la necesidad de aislar las ideas dominantes y los factores
vinculantes, la herramienta PO, y el empleo de los siete sombreros para pensar.
Desde una actitud receptora, una atención intensa que no busca nada concreto o
predeterminado, que puede aportar información proveniente de otros campos, propone
la técnica del estímulo producido a través del azar, del dato obtenido por medio de una
selección formalizada, (tipo número de página y de palabra, en un diccionario, o en
cualquier otra base de datos). Para que la técnica pueda funcionar, habla de la necesidad
del factor confianza en el éxito. Se trata de poner en funcionamiento la potencia
analógica o relacionadora en momentos en los que hay una sequía de ideas, producida
por un marco demasiado reglado o previsible, una forma de romper la direccionalidad
del pensamiento vertical o lineal. En esta misma idea se basa la concurrencia, durante la
sesión de trabajo, de un especialista en otro campo. Propone, también, la técnica de
localizar las ideas dominantes y los factores vinculantes, que forman el conjunto de las
rigideces o prejuicios, que actúan sin que seamos conscientes de las limitaciones que
nos están imponiendo. El marco de referencia es previo, inconsciente y decisivo. Es, por
tanto, preferible tenerlo presente, que dejar que actúe en la sombra. PO es una
herramienta, una puerta, un aviso de que nos proponemos entrar en el territorio del
pensamiento lateral. Frente a la utilización del no, como herramienta del dominio
lógico, como instrumento para el juicio, PO es un dispositivo antilenguaje para la
innovación y la liberación de coerciones, que facilita nuevas estructuras, recupera
formas rechazadas, evita juicios, evita utilizar las funciones de las partículas y, o, es,
para usar, en cambio, la yuxtaposición, los saltos desconectados, el azar, la duda, el
180
error como punto de partida, las agregaciones gratuitas. La técnica de los seis sombreros
para pensar es un instrumento para el trabajo en equipo, que permite a los asistentes
colaborar desde una misma actitud, que atraviesa diferentes fases: el sombrero blanco es
el de la neutra transmisión de la información, con el que se plantea qué información
tenemos, cuál necesitamos, y cómo obtenerla; el sombrero rojo, el del fuego y el calor,
permite expresar pasiones, sentimientos e intuiciones, sin necesidad de disfrazarlos de
pensamientos lógicos; el sombrero verde es el de la fertilidad creativa, las alternativas,
la provocación, la fluidez; el amarillo, el de la luz y el optimismo, la visión positiva, los
hechos, la manera de actuar; el negro, el del juicio crítico, la severidad, la cautela; por
último, el sombrero azul es el de la visión general, el que controla y organiza el proceso,
saca resúmenes y conclusiones, pide otros sombreros, piensa sobre el pensamiento. El
método exige la utilización de todos los sombreros. Se trata de un sistema que intenta
evitar la discusión y el enfrentamiento, para sustituirlos por la colaboración, llevada a
cabo desde una misma actitud, un sistema que sirve para separar al yo unitario, al sujeto
enunciador, de sus posiciones rígidas, haciéndole tomar diferentes ubicaciones.
De Bono, intentando siempre buscar soluciones de fácil aplicación, que resuelvan los
problemas causados por la rigidez del pensamiento lógico, nos ofrece unas normas muy
significativas. En los problemas reales, siempre hay una complejidad a la que se puede
adaptar mejor el pensamiento lateral. Por ello, plantea lo que llama la primera ley De
Bono: “Nunca las ideas pueden aprovechar al máximo la información con que se
cuenta” (De Bono 151, 2000). Que hace referencia al hecho de que existe más
información de la que nos parece, reducida por modelos que la rigidifican. La segunda
ley De Bono dice: “Muchas veces la demostración no es más que falta de imaginación
para producir otra explicación optativa” (De Bono 120, 2000). Que trata de la tendencia
a la economía, de la comodidad, de la necesidad de orden y de estructuración de la
realidad, que nos hace adoptar como solución la explicación que ya tenemos.
Cuando De Bono plantea que hay dos procesos básicos del pensamiento, que son,
continuar, es decir, seguir el hilo de las asociaciones o los moldes de la memoria, y
relacionar, que es lo que ocurre cuando se tiende un nexo, cuando se produce una
relación propia del pensamiento lateral, está ofreciéndonos un esquema que es muy
similar al de los dos sistemas de procesamiento: el lógico-verbal, que sigue la línea del
181
discurso, la continuidad del discurrir lógico construida sobre una base asociativa; y el
analógico que pone en conexión percepciones, objetos o ideas, que no estaban
anteriormente relacionados. La división entre los dos sistemas, entre el pensamiento
vertical de De Bono, que es el lineal o lógico, y el pensamiento lateral, el propio del
sistema analógico, no es tan sencilla, ya que hay una relación dinámica entre ellos: la
que hace que el sistema lógico-verbal esté construido sobre una base de relaciones
asociativas, las relacionas analógicas rigidificadas. La simplificación que utiliza en su
conceptualización está determinada por la facilidad para una aplicación práctica.
Tanto la primera como la segunda ley De Bono, que son normas útiles de aplicación
práctica, hacen referencia a los inconvenientes propios del sistema simbólico, de los
problemas derivados de la información económica y rigidificada. Los errores básicos
del pensamiento, descritos por De Bono, son todos errores típicos del universo lógico-
verbal, que pierde la flexibilidad necesaria para adaptarse a la variación de lo real.
Los dos tipos de pensamiento descritos por De Bono, el pensamiento vertical o lógico,
que utiliza modelos, y el pensamiento lateral, que utiliza mecanismos divergentes, se
corresponden con bastante exactitud con los dos sistemas de procesamiento de la
información, el lógico-verbal, y el analógico. Describe las características del primero,
como la estructuración en categorías, clasificaciones, modelos, la obligada necesidad de
corrección en cada uno de los pasos del razonamiento, la elaboración basada en la
rigidez de las definiciones, que son todas características propias del universo lógico-
verbal, construido sobre el rigor de las categorías. Mientras que caracteriza al
pensamiento lateral, por la utilidad del error, la capacidad para los saltos que sirven para
explorar y relacionar temas ajenos, y la efectividad de las identificaciones,
características específicas del sistema analógico de procesamiento de la información.
El esquema utilizado por De Bono, aunque no tiene una gran profundidad, en cuanto a
la descripción de la dinámica de las estructuras mentales, tiene la ventaja de ser más
sencillo y más práctico: está elaborado con una finalidad de aplicación inmediata,
simple y efectiva. Una contradicción que puede surgir, o un punto conflictivo, es el de
la enseñanza de la creatividad, dada la relación dinámica entre los dos sistemas de
procesamiento de la información. La estructura educativa, en el entorno de nuestra
sociedad desarrollada, tiene como finalidad primera cumplir con el proceso de
lateralización y socialización, está enfocada al aprendizaje y consolidación de los
sistemas codificados lógico-verbales, y es, dinámicamente, opuesta a los mecanismos
propios del pensamiento lateral. Todo lo cual no quiere decir que no se pueda llevar a
cabo una enseñanza que respete y fomente la creatividad; quiere decir que es necesario
tener en cuenta una perspectiva evolutiva, que afecta a los dos grandes sistemas de
procesamiento de la información, durante el proceso de formación del universo lógico-
verbal, a la hora de realizar propuestas educativas que fomenten la creatividad. El
sentido del desarrollo del pensamiento lateral, y el de la educación reglada dirigida
hacia las destrezas propias del universo lógico-verbal, son opuestos, y es preciso tener
en cuenta su relación dinámica a la hora de incidir en el proceso educativo. Dicho de
otra manera, el pensamiento lateral no es una técnica posterior que se puede alcanzar
para superar los problemas que es incapaz de resolver el pensamiento lógico o vertical
(de hecho, es esto para De Bono), sino que en cuanto es similar o pertenece al sistema
analógico, está en la base de su formación y lo precede en todos los ordenes. Hemos
visto que De Bono plantea que nuestra sociedad no presta atención a la creatividad por
dos motivos: porque las ideas creativas, una vez aceptadas, son reconocidas como
lógicas, y porque se considera a la creatividad una cualidad intrínseca del individuo. Las
dos cosas son ciertas, pero hay algo más. Más que, el que una idea creativa sea
posteriormente reconocida como lógica (planteamiento correcto), se trata de que es
siempre sobre bases pertenecientes al sistema analógico, sobre las que se construye todo
el sistema lógico-verbal: la base analógica, que aparece implicada en la creatividad, es
el sustrato que sirve para la elaboración constructiva del universo simbólico. De modo
183
La descripción que hace De Bono del sistema de pensamiento vertical o lógico, que
estructura la realidad en modelos, o lotes de información, es también una descripción
parcial de lo que hemos llamado el universo simbólico, caracterizado por una finalidad
social, de estructuración de los códigos de comunicación y de conducta, y por razones
de economía en el manejo de grandes lotes de información: los modelos responden a la
estructura social y económica de lo simbólico. Todas las desventajas del sistema de
modelos son las que se derivan de la rigidez codificadora del universo simbólico. Esta
rigidez de los códigos lógico-lingüísticos es la que De Bono intenta neutralizar con
propuestas como la que se abre tras la puerta de la partícula PO. Cuando nos dice que:
“PO es un factor amortiguador del lenguaje y del acto de pensar” (De Bono 263, 1998),
está refiriéndose o sugiriendo la identificación del acto de pensar con la estructuración
lógica del lenguaje, propia del pensamiento consciente. A la vez que nos dice que: “Sin
el fondo estabilizador del pensamiento vertical, PO carecería de utilidad” (De Bono 264,
1998). Lo que nos propone es una herramienta que señale o convoque el camino de
acceso a los tránsitos verticales, es decir, que ponga en contacto y en funcionamiento el
sistema de procesamiento, la libertad relacionadora analógica, con el pensamiento
lógico-verbal, para poder contrastar las propuestas nuevas sobre este fondo
estabilizador, estructurador.
De Bono concibe el pensamiento lateral como una herramienta de trabajo que da mayor
eficacia al pensamiento vertical o lógico. Cuando comenta: “ El pensamiento lateral se
aplica en una fase anterior a la acción del pensamiento vertical” (De Bono 318, 1998),
lo que está haciendo es describir la secuencia de una técnica concreta encaminada a
aumentar la efectividad del proceso. No nos está hablando de que exista una forma de
procesamiento analógico que sea anterior al lógico, considerado tanto en el proceso
individual del desarrollo del individuo, como en el proceso evolutivo de la especie.
184
Un punto muy interesante es el que plantea De Bono cuando nos habla de que la
insatisfacción no suficientemente fundamentada puede ser la base de la actitud creadora,
que puede estar motivada por un sentido de la elegancia no totalmente consciente, por
necesidades estéticas, impulsos emocionales, o tendencia a corroborar intuiciones
propias. Esa motivación estética es la misma que citaba Poincaré (Capítulo VII), la
visión de una figura coherente que se constituye en una lejanía del sentido, con una
profundidad que vincule los diferentes niveles de significado, compuesta a partir de la
potente capacidad relacionadora del sistema analógico.
También nos habla de cómo la solución perspicaz despierta la hilaridad, asunto que ya
ha sido comentado al hablar del humor y del chiste: la solución perspicaz despierta la
hilaridad por ser una emergencia analógica, que irrumpe entre el espacio reglado y
rígido de lo simbólico, liberándose de sus coerciones, y facilitando la expresión de la
emotividad (igual que el humor).
De Bono no analiza correctamente las razones para la incompatibilidad entre las pautas
o modelos, y las propuestas generadas por el pensamiento lateral. Nos explica que:
“debido a la organización de los nervios, el camino elimina al otro camino que,
momentáneamente, deja de existir” (De Bono 40, 1994). Ejemplifica el conflicto como
185
el planteado por dos caminos que son, en cierto modo, pertenecientes al mismo sistema,
que están en el mismo plano, no como el enfrentamiento de dos sistemas entre los que
se han generado incompatibilidades. Localiza perfectamente la relación entre la
secuencia temporal y el establecimiento de pautas que tienden a hacerse rígidas, entre
las que ubica a las palabras. Esa rigidez que encuentra en el establecimiento de pautas,
ligadas al orden de los sucesos no es más que un caso particular del proceso general
según el que se establece la relación entre la línea de los sucesos, la línea que estructura
el universo lógico-verbal, y la línea del tiempo. Por otro lado, el caso concreto del
experimento de De Bono, de encajado de figuras geométricas, en el que, a partir de los
resultados positivos logrados con las primeras piezas, se produce una rigidificación que
impide agregar las que se facilitan posteriormente, puede ser un ejemplo particular de
cómo el modelo, pauta o dominio simbólico, impide la mirada hacia atrás, hacia la
información desestructurada previa. Es decir, se producen dos fenómenos íntimamente
relacionados: la rigidificación progresiva del sistema lógico-verbal, y la represión
epistemológica, que afecta a la dificultad del regreso a la liberalidad relacional
analógica, y a la percepción original. El fenómeno de la rigidificación incide muchas
veces, como muy bien detecta De Bono, en lo que todavía consideramos sólo como una
hipótesis de trabajo, pero que, en realidad, está ya actuando como una ordenación, de
modo que la experimentación es más una búsqueda de corroboraciones, antes que un
intento serio de falsación. Además, la existencia de una hipótesis que suponemos
satisfactoria, puede reprimir la aparición de otras soluciones alternativas, afectando
incluso a los procesos perceptivos. De modo que lo que llamamos hipótesis es una
construcción que evoluciona rápidamente, asumiendo características propias del
universo simbólico.
Pero da una importancia exagerada a los procesos perceptivos cuando nos dice: “La
creatividad tiene lugar en la fase perceptual del pensamiento. Allí se forman nuestras
percepciones y nuestros conceptos, y es allí donde tenemos que cambiarlos” (De Bono
102, 94). Tanto los procesos perceptivos como la actividad creativa se construyen sobre
una base analógica, que no deja de intervenir en ellos de forma activa. Pero ello no nos
autoriza a reducir la creatividad al marco de la fase perceptual. El mismo proceso de
rigidificación que se produce con respecto a los perceptos, es el que se da con respecto a
los conceptos, a las palabras y su significado, que influyen de forma determinante sobre
la percepción. Existe una relación dinámica, de influencia mutua, recorrida en los dos
sentidos (como los tránsitos verticales) entre percepción y creatividad. El propio estilo
del pensamiento de De Bono puede ser un ejemplo de lo que llama pensamiento lateral,
un sistema basado en la utilidad de la paradoja, en la posibilidad de que lo contrario sea
cierto o útil.
Conclusiones.
Una de las técnicas que propone De Bono, para facilitar la actividad del pensamiento
lateral, es la de localizar y aislar las ideas dominantes y los factores vinculantes que
188
afectan a un problema planteado, para evitar que actúen sin que tengamos consciencia
de ello: forman el marco de referencia que es previo, inconsciente y decisivo. Esta
técnica, planteada por De Bono, es adecuada para describir cómo los tránsitos
verticales, propios de la creatividad, son caminos que se recorren en los dos sentidos. La
idea dominante y el factor vinculante pertenecen al sistema de ordenación lógico-verbal
(a su legislación) y, al igual que cualquier código usado repetidamente, desaparecen del
consciente tornándose inaparentes, (inaparente quiere decir conducidos al inconsciente
por una represión epistemológica, de diferente intensidad, que puede situarlos muy
superficialmente o a una gran profundidad). La comunicación y el pensamiento lógico
están basados en modelos y códigos que son rigidificaciones (de función económica y
social) que proceden del sistema analógico. Todo este material lógico-verbal, la idea
dominante, el factor vinculante, el código inaparente, retorna al sistema analógico,
desaparece del consciente, almacenándose rigidificado en el inconsciente
(especialmente en el substrato analógico que soporta las operaciones lógico-verbales),
actuando como un sentimiento, como una querencia fuerte e irracional. Son factores
que, provengan o no del sistema lógico-verbal, actúan como substrato analógico,
emocional y rígido, al margen de la lógica. Por eso, es preciso localizarlos, para que no
inhiban procesos lógicos, perspicaces, en el territorio de encuentro entre lo cognitivo y
lo emotivo: las rigideces procedentes de unos códigos anteriores actúan desde la base
analógico-emocional. Recordemos que, cuando analizamos la existencia de materiales
lógico-verbales en el inconsciente y en los sueños, vimos que cualquier material de esta
naturaleza puede ser utilizado por el sistema de procesamiento analógico, desde
mecanismos analógicos.
De Bono, que plantea los conceptos como entidades más generales y de mayor grado de
abstracción que las ideas, que afectan a un problema concreto, nos dice que los caminos
que conducen desde la idea al concepto son recorridos por personas típicamente
creativas. Una vez identificado ese concepto general, el proceso puede derivar hacia una
nueva idea útil que afecte directamente al problema. El pensamiento lateral pertenece en
gran parte al sistema analógico de procesamiento de la información, pero no es
exactamente lo mismo, ya que dentro del sistema analógico hay otras muchas cosas,
como códigos que se han tornado inaparentes, o modelos de regreso que tienen el efecto
inhibidor de lo obvio.
189
En el caso del ataque creativo, llevado a cabo contra las rigideces de las ideas
dominantes y de los factores vinculantes no conscientes, estamos ante el fenómeno de
una puesta en contacto de los dos sistemas, una vía vertical de signo opuesto a la
emergencia analógica renovadora (tipo analogía inusual): ahora, la parte rígida e
intolerante actúa desde el sistema analógico y emocional (en el que se han instalado
materiales de regreso del universo codificado), y la parte innovadora y creativa toma su
fuerza y actúa desde el rigor de los razonamientos lineales, lógico-verbales.
Aquí encontramos otro paralelismo de gran interés entre las propuestas de Freud,
relativas a la superación de los problemas producidos por la represión clásica, por medio
de la técnica de hacer conscientes los problemas ocultos a causa de la inhibición
traumática, y las técnicas de creatividad propuestas por De Bono, relativas a la
necesidad de hacer conscientes las ideas dominantes y los factores vinculantes, para que
no actúen solapadamente inhibiendo la creatividad, de tal modo que ambas hacen
referencia a la superación de lo que hemos venido llamando la represión
epistemológica. Este paralelismo remarca la similitud de las relaciones planteadas entre
la represión sexual y la neurosis, con respecto a las que se dan entre la represión
epistemológica y la falta de creatividad, ya descrita. Para restablecer el equilibrio
emocional, y poder instaurar un orden en el caos producido por la neurosis, es necesario
superar las barreras represivas, con el fin de acceder al núcleo del conflicto, para así
poder reelaborar su estructura, construir un orden superador. La misma concepción
terapéutica es la que vemos ahora, con respecto a la necesidad de hacer conscientes las
rigidificaciones veladas por la incompatibilidad de los sistemas de conocimiento, para
que el proceso creativo pueda elaborar una nueva ordenación. Recordemos aquí el
paralelismo planteado por Arieti entre terapia y creatividad, como formas de instaurar
un cosmos a partir de un caos dado. Si reconocemos en la dificultad para hacer
conscientes las rigidificaciones, las ideas subyacentes, los factores vinculantes, los
marcos inaparentes, a la represión epistemológica, toda está descripción corrobora el
planteamiento que determina cómo es esa represión epistemológica la barrera que
impide el acceso a la actividad creativa que posibilita una nueva ordenación.
191
Jean Piaget es la personalidad clave que, desde el planteamiento teórico que denominó
epistemología genética, ha generado un impulso renovador fundamental, de gran
difusión y fértil influencia, que ha revertido en un amplio abanico de estudiosos de la
creatividad. Piaget estudió el desarrollo de las estructuras de conocimiento a partir de
las funciones básicas de adaptación y de organización de un orden interno que busca el
máximo equilibrio, es decir, de la asimilación, por la que la entrada de información es
modificada para adecuarla a la estructura cognitiva, y de la acomodación, por la que se
producen cambios en las estructuras que se adecuan a las nuevas incidencias. Concibe
las estructuras cognitivas como un proceso constructivo derivado de la acción. Su
planteamiento de las etapas, que van desde la inteligencia sensorio-motriz, a las
operaciones de la lógica formal, es una acertada descripción del desarrollo del universo
lógico-verbal, de la construcción del dominio simbólico, en la que está ausente el
reconocimiento de la capacidad de procesamiento analógico, la existencia de imágenes
no codificadas que puedan actuar como instrumentos cognitivos. Entre el planteamiento
empirista (Skinner), según el cual todo el conocimiento es producto de la asimilación de
la cultura, de la copia de las estructuras existentes, y el planteamiento nativista
(Chomsky), según el que todo el intelecto está presente esperando sus condiciones de
desarrollo, Piaget defiende la idea de la interacción como mecanismo fundamental para
192
la construcción de las estructuras cognitivas. Piaget ha analizado, con gran acierto, los
procesos activos de construcción de las estructuras del universo simbólico, buscando los
principios universales que le dan forma, las etapas de su progresión, poniendo de
manifiesto la maleabilidad de las estructuras, y el trabajo activo, creativo, necesario para
su fundamentación.
de nomenclatura, sino que, desde esta concepción, Sternberg camina hacia la negación
de cualquier incidencia propia del sistema analógico, hacia el vaciado de contenido del
termino creatividad, y hacia la identificación de creatividad, inteligencia, e inteligencia
exitosa.
Gruber matiza la idea del descubrimiento repentino, como algo que necesita una
estructura para hacerse consciente, para estabilizarse, para fijarse, aunque acepta que es
un concepto que: "hace justicia a la emoción del pensamiento, la oleada de alegría y
pánico, emoción y plenitud con la que el pensador completa el circulo y descubre lo que
ha hecho” (Gruber 42, 1984). Describe cómo Darwin oculta el desorden, las intuiciones
y la recurrencia, para preservar la apariencia del método, cómo hace un relato de un
proceso estrictamente inductivo cuando, en realidad, las ideas teóricas ya estaban
parcialmente anotadas muchos años antes. Frente a las manifestaciones de Darwin, en
las que habla de recogida de datos que encajan de repente formando una teoría, Gruber
descubre que siempre recogió los datos de la experiencia teniendo una teoría previa (en
construcción), y una pasión unificadora.
En esta misma línea, Gardner, desde una concepción del pensamiento como sistema de
símbolos, y desde su teoría de las inteligencias múltiples, analiza las diferentes formas
de simbolización, con respecto a los siete tipos fundamentales de inteligencia. Aunque
no identifica explícitamente creatividad e inteligencia, en su análisis de la creatividad, a
partir de figuras de gran éxito y relevancia histórica, escoge siete ejemplos que se
corresponden con las siete formas de inteligencia. Como Csikszentmihalyi, plantea que
sólo puede definirse la creatividad a partir del producto reconocido y aceptado. Opina
que la existencia de un tipo único de creatividad es un mito, aunque reconoce que puede
haber rasgos comunes en el proceso y en la personalidad. Analiza los casos de grandes
personalidades creativas, desde una perspectiva evolutiva, que afecta a los tres aspectos
implicados, el nivel individual, el del campo y el del ámbito, deteniéndose en las
características comunes: el regreso y valoración de la infancia, la evolución desde el
interés a la maestría en un campo, la aparición de la discrepancia y la originalidad, las
relaciones de apoyo o de marginación de los colegas, el aislamiento necesario, la
manera en que se elabora un nuevo sistema simbólico, las relaciones con el ámbito
sancionador, y la posibilidad de una posterior propuesta innovadora. Nos habla de la
necesidad de una asincronía fecunda entre el individuo creador y el campo establecido,
protegido por el ámbito, (que podemos interpretar en la línea de las necesidades
transgresoras de los sistemas de codificación, o de las estructuras cognitivas
establecidas). Aunque sin relacionarlo con esta necesidad de asincronía con respecto al
campo y al ámbito, plantea la relevancia fundamental del regreso a los planteamientos
196
Analiza, desde una perspectiva evolutiva, cognitiva, los cambios que suponen las
actividades creativas en los sistemas simbólicos, y en los procesos de simbolización,
muy diferentes según los campos en los que trabajasen las personalidades estudiadas: en
Einstein, que utilizaba imágenes icónicas y corporales, mezcladas con planteamientos
matemáticos, a las que sólo al final unía la palabra; en Eliot, que se apoyaba sobre
transgresiones de los códigos lingüísticos; o en Martha Graham que, en sus
“Cuadernos”, mezclaba descripciones de la danza, con dibujos, diagramas, y citas
literarias y filosóficas. Opina que los sistemas simbólicos implicados difieren
radicalmente, a la vez que precisan habilidades mentales claramente distintas.
197
Personalidad.
Todos estos autores trabajan desde una línea cognitiva o constructiva y, al analizar los
casos de grandes hombres con una gran actividad creativa, hacen descripciones muy
interesantes, a la vez que desmitificadoras, de la personalidad creadora. Gardner habla
de individuos seguros de sí mismos, poco convencionales, a la vez que egocéntricos y
hasta egoístas. Encuentra que una cierta dosis de agresividad incisiva puede ser útil o
necesaria, para llevar a buen termino la actividad creativa. Csikszentmihalyi coincide en
esa idea de que, frecuentemente, el individuo creativo necesita ser agresivo, para
198
enfrentarse al ámbito, una agresividad que puede tender a querer cambiar el mundo, que
puede ser una agresividad verbal o conceptual (sublimada). Habla también de la curiosa
convivencia de instintos pacíficos y agresivos. Para Gardner la tensión creativa va unida
a periodos de desaliento, depresivos, al sentimiento de estar asediado. También
Csikszentmihalyi habla de la capacidad para el sufrimiento, para soportar condiciones
adversas, como una característica propia de la personalidad creativa.
Nos habla de la convivencia de altas dosis de energía erótica, de vitalidad, con una
buena capacidad de concentración, entrega e, incluso, sacrificio; que es como hablar de
la convivencia entre la pasión sensual del conocimiento directo, y la necesaria renuncia
que implica el acceso a lo simbólico. De la necesidad de una cierta inmadurez
emocional y mental, que permita una extraña mezcla entre inteligencia e ingenuidad:
“quienes producen una novedad aceptable en un campo parecen capaces de usar bien las
formas opuestas de pensamiento: el convergente y el divergente” (Csikszentmihalyi 83,
1998). La ingenuidad necesaria para generar ideas no convencionales, flexibles y
fluidas, a la vez que la capacidad para un juicio sancionador riguroso. En este punto, el
paralelismo con la idea de la pertinencia de los tránsitos entre sistemas, es evidente.
199
El primer texto que escribí planteaba una reflexión sobre las relaciones conceptuales
que se dan entre tacto, igualdad y placer, a la vez que se producen las opuestas, los
nexos que unen rugosidad, diferencia y dolor, planteamiento que llevaba, de forma
inmediata, al reconocimiento de la vinculación profunda, original, entre lo emotivo y lo
cognitivo, (texto publicado, con el título de “Conjunto 01”, en 1983, y que acompaña al
presente trabajo como anexo final). Podemos rastrear una identificación, próxima a los
orígenes de nuestras formas de conocimiento, entre la caricia, la continuidad, el nexo
analógico, el placer de lo conocido, y la relación de igualdad, lo mismo que hay,
paralelamente, un nexo epistemológico primitivo entre la discontinuidad, el dolor, la
fractura, la angustia, lo ignorado, la diferencia. Y una actividad creadora, constructiva,
que tiende a transformar el dolor en placer, el caos en cosmos habitable, lo desconocido
201
Tal vez, debido a la función metonímica del pensamiento, que hace que cuando nos
centramos en un aspecto del tema de estudio tendamos a generalizarlo, a magnificar su
relevancia, hay autores (Kuhn, Feyerabend) que, al reconocer las relaciones mágicas,
analógicas y emocionales, que están en la base de nuestras estructuras cognitivas, que
soportan el sistema lógico-verbal, y la construcción del edificio de la ciencia, derivan
hacia un sentimiento de inconsistencia total, hacia planteamientos de un relativismo,
que lo impregna todo, con respecto a la firmeza de las estructuras de conocimiento.
Podríamos pensar en la imagen de un edificio de gran coherencia, riguroso, renovable y
sólido, construido sobre una base pantanosa, una marisma vitalista tan inestable como
extensa. El tipo de rigor al que aspiramos puede sufrir un cambio importante en su
perspectiva original, en cuanto a su consistencia última, pero eso no debe llevarnos a
dejar de apreciar las virtudes irrenunciables, constituyentes, del universo lógico-verbal,
que nos permiten analizar incluso la debilidad del sistema: tal es su fuerza.
202
Pacto Faustiano
Gardner defiende la pertinencia del retorno a posturas propias del universo infantil.
Describe la importancia, en Einstein, de la vuelta al mundo conceptual de la infancia,
sin los estorbos de los planteamientos convencionales, que pueden afectar al tema de
estudio, impidiendo posturas de mayor flexibilidad. Nos habla de la utilidad del
encuentro continuado entre la actitud infantil innovadora y abierta, y la complejidad del
entramado de un campo de desarrollo que tiende a rigidificarse, muchas veces
compuesto por postulados no cuestionados: “Solo individuos que estaban todavía en
contacto con las experiencias de la infancia podían desenmarañar estos fenómenos”
(Gardner 153, 1998). Nos recuerda la famosa anécdota de Pablo Picasso que, en una
exposición de trabajos de niños, dijo que: cuando tenía su edad podía dibujar como
Rafael, pero que le había llevado toda la vida aprender a dibujar como un niño.
Encuentra que es de una importancia radical el fenómeno del regreso a la infancia, en
creadores como Freud, Einstein, Picasso, Stravinski y Eliot. Gardner reconoce que las
estructuras de conocimiento tienden, con la edad, a hacerse conservadoras. Constata que
los grandes creadores hacen sus principales aportaciones muy jóvenes, apenas
terminada su formación, entre los veinte y los treinta años. Pero lo justifica simplemente
como una adecuada combinación de factores de juventud y madurez. También, nos dice
204
Goleman es de la opinión que: "La creatividad es el estado natural del niño” (Goleman
76, 2000). Nos dice que las actitudes inhibidoras, los asesinos de la creatividad en el
proceso del desarrollo evolutivo, son: la vigilancia, el juicio y la recompensa. Se
manifiesta, tanto contra la critica, como contra la indiferencia, y propone que se debe
mostrar interés, comentar lo que hay y, sobre todo, ser receptivo frente a los
sentimientos del niño con respecto a su actividad, practicar una escucha refleja, evitar
desintonizar mientras nos replegamos a nuestros esquemas o preparamos una respuesta:
hay que devolver el reflejo. Para preservar la creatividad es necesaria una interacción
muy cuidadosa de las formas de conocimiento adultas con las infantiles.
importantes son las que afectan a los sistemas de representación. El hecho de que los
niños de mayor edad consigan realizar mejores variaciones aparentes, puede querer
decir que tienen una estructura cognitiva más estable, no que puedan hacer mayores
variaciones en esa estructura. De un modo u otro, encontramos repetidamente
constatada la necesidad de conjugación de factores de madurez, y de regreso a la
infancia. Debemos interpretar que la creatividad cultural se desarrolla en el difícil lugar
de encuentro de dos procesos contradictorios: la rigidificación de las estructuras
cognitivas, implícita en el proceso constructivo, que se produce con el paso del tiempo,
y el regreso a las cualidades abiertas y flexibles, a la capacidad creadora de la infancia, a
los procedimientos propios de un periodo en el que las posibilidades del sistema de
procesamiento analógico eran fundamentales; es decir, la creatividad cultural se produce
en el espacio en el que se puede dar la conjugación de dominio del campo y de
posibilidad de modificar marcos cognitivos, de rigidificación y capacidad de tránsito
por las vías verticales.
Habilidades ordinarias.
Como otros muchos autores, Margaret Boden defiende que la creatividad se basa en
habilidades ordinarias. Pero, también nos dice que la formulación de esas ideas, que no
podrían haber sido concebidas en el marco previo, muchas veces, requiere una
geografía mental, un mapa mental tan diferente, que no son aceptadas por los expertos.
Una vez que hemos visto cómo la creatividad individual es un fenómeno que tiende a
disminuir según el proceso que, simultáneamente, aumenta la proximidad a la
creatividad cultural, la polémica que opone a la idea del genio, la de las habilidades
ordinarias, carece de sentido. Es igualmente cierto que la creatividad se basa en
habilidades ordinarias, como que los avances creativos de importancia histórica se
deben a trabajos e inspiraciones singulares, en personas singulares. La unificación, la
compatibilidad de estas dos evidencias, posiblemente, no necesite ninguna aclaración
complementaria. Es en la infancia cuando se desarrolla una más intensa labor creativa,
si nos atenemos a la definición de creatividad que hemos adoptado, como aquella
actividad que entra en contacto y modifica las estructuras de conocimiento. Pero el
proceso de construcción es también un proceso de rigidificación de las estructuras
cognitivas, que hace difícil la conservación y la potenciación de la creatividad. La
actividad que incida y modifique el paradigma dominante de la ciencia o de la cultura
de una sociedad debe ser, tautológicamente, extraordinaria.
206
La vuelta al pasado remoto en arte y literatura tiene el significado del tránsito de una vía
vertical, similar al que en matemáticas o en ciencias lleva a mirar hacia el pensamiento
infantil. Las diferencias de perdurabilidad de las actividades creativas, en la vida de los
creadores, se deben a factores fácilmente identificables: la vida creativa artística o
literaria es más larga, que la del matemático o científico, por estar enfocada sobre
campos menos formalizados, de estructura flexible, tal vez menos exigentes, con
menores requerimientos de novedad, y más sustentados sobre la mitificación del autor.
La diferente simbolización.
Los distintos campos creativos tienen requerimientos de rigor simbólico muy diferentes.
Cada actividad creadora se desarrolla partiendo de un marco que supone un nivel
determinado de rigidez codificadora, frente al que interactúa, como actividad específica
que va a producir una modificación, que implica la transformación de esos códigos. En
el amplio arco que se extiende de lo analógico a la lógica matemática, las distintas
actividades creativas ubican sus procesos, de formulación de símbolos y de estructuras
simbólicas, en puntos sobre los que confluyen diversos requerimientos. En cuanto el
campo sea más estrictamente reglado, hará falta un mayor dominio o experticidad con
respecto a los conocimientos necesarios para poder incidir en sus estructuras, de modo
que, en este sentido, será mucho mas difícil una actividad creativa. Además, los
procesos evolutivos que están implícitos en esa formación experta pueden implicar una
mayor rigidez de estructuras cognitivas, (se puede dar la creatividad en pintura desde
una actitud mas relajada que en matemáticas).
En los sistemas notacionales utilizados por Martha Grahan, para sus trabajos
coreográficos, descritos por Gardner, se da una mezcla de formas de codificación muy
distintas, una asociación inusual de palabra e imagen, palabra y movimiento, propuestas
constantes de nexos entre espacios sensoriales distintos, que son similares a los
mecanismos desarrollados en las vías verticales entre sistemas, lugar de encuentro
generado por el diferente nivel de simbolización de cada espacio. La actividad creativa
en el territorio corporal-cinético tiene una necesidad de simbolización que parte de una
situación de gran ambigüedad, de una explícita unión de lo emotivo y lo cognitivo, que
conduce a formas de conocimiento que sirven para expresar sentimientos y emociones,
muy relacionados con una comunicación directa no mediada.
Gardner considera sistemas simbólicos distintos los que afectan a cada sentido y a cada
forma de expresión, cosas tales como el color, las relaciones personales, o la música:
“Estos símbolos y sistemas simbólicos, no sólo difieren espectacularmente entre sí, sino
que los tipos de habilidades mentales necesarias para trabajar con ellos, y para
comunicar descubrimientos a otros, son claramente diferentes –hasta el punto de que
agruparlos a todos como sistemas simbólicos, oscurece tanto como aclara” (Gardner
396, 1998). Podríamos decir que, en su afán taxonomizador, llega a identificar los
diversos sistemas simbólicos con los distintos códigos, si no fuera porque incluye
formas de conocimiento no codificadas, no sometidas a código. Recordemos que el
concepto de código es preciso, y que los códigos tienen la propiedad de ser traducibles
unos a otros, y todos ellos remiten a la idea de lenguaje. Hay motivos para pensar que
podemos y debemos conservar la idea de sistema simbólico, o de dominio simbólico, y
cosas tales como el concepto de creatividad en general. El carácter deslumbrante de la
visión parcial, y el mito de la capacidad del conocimiento científico para revolucionar
las creencias inocentes, sustentan la suposición de que es mejor negar valoraciones,
conceptos, construidos a lo largo de interacciones extensas y complejas, en amplísimos
periodos históricos. En temas como los que nos ocupan, se puede detectar una gran
sabiduría implícita en el lenguaje, que debe inclinarnos a la prudencia, a valorar la
capacidad de juicio de la historia de la cultura, que es una capacidad de percepción
209
global, (lo cual no quiere decir que no podamos interpretar sus productos). El mito de la
desmitificación hemos visto que actúa muchas veces de forma acrítica, o desde puntos
de vista reduccionistas, parciales.
XI.- MITOS
Tanto inscritos en la historia de las civilizaciones, como en el curso del presente trabajo,
podemos encontrar repetidamente imágenes que tienen la apariencia de responder a
esquemas conceptuales importantes, a figuras míticas fundamentales. Como ejemplo,
podemos pensar en la figura del zigurat, o de la Torre de Babel, en el edificio que
parece responder al esquema de construcción del universo simbólico. Sobre la informe
extensión de lo real, se levanta la amplia base de lo imaginario, sobre la que se
superpone, a su vez, el edificio sucesivamente más estricto de lo simbólico. Es el
esquema de la incomunicación, entre lo simbólico y lo real, generada por la palabra,
(por la acción soberbia de nombrar), que puede tener muchos más pisos o estratos, si
incluimos situaciones intermedias tales como la oralidad, las infralógicas, el sistema
mitopoyético, o la palabra escrita. Esta construcción es, también, una de las posibles
imágenes que nos pueden servir para describir la fundamental y elusiva contradicción
epistemológica
Frente a la idea de que los mitos son creaciones absurdas, que hay que, simplemente,
superar por la vía de rechazarlos, debemos pensar que los mitos representan formas de
conocimiento profundo que, en efecto, hay que superar, pero no desechándolos, sino
entendiéndolos y explicándolos, buscando los motivos de su pertinencia, su sentido
esencial. De lo que se trata es de revisar, de avanzar en el proceso que lleva de lo
mitopoyético a lo lógico-verbal. El camino recorrido, entre estas dos formas de
conocimiento, entre estas dos maneras de interpretar el mundo, está roturado por los
tránsitos de las actividades creativas. Ahora, en lo que vamos a intentar detenernos es,
específicamente, en los mitos que pueden tener una interpretación que haga referencia a
los marcos cognitivos implicados en los procesos creativos. Los mitos, en mayor
medida los de mas extensa difusión, los de mayor éxito, suponen una interpretación
analógica, realizada con el concurso de la potencia globalizadora del inconsciente,
avalada por una larga interacción en su formación y, sobre todo, por una prolongada
selección posterior, acerca de problemas esenciales, que no han podido tomar una forma
más explícita, que no han podido ser desvelados desde el análisis lógico, estricto. Son
instrumentos que hablan directamente al consciente o al inconsciente, desde su modo
metafórico, construido a base de imágenes, que es muy difícilmente transduccible a un
sistema de rigor causal lógico-verbal, que se resisten tenazmente a las explicaciones
212
Las interpretaciones que hagan referencia a esos mitos, que tratan de cosas esenciales,
especialmente los que han aparecido en distintas culturas, no es necesario que queden
vinculados a figuras arquetípicas o numinosas. La idea del arquetipo, como condición a
priori del psiquismo, con un carácter coercitivo que brota del inconsciente, y que toma
una forma mágica cuando llega al consciente, defendida por Jung, me parece
innecesaria. Jung detecta perfectamente que no es posible que aquellas influencias
psíquicas, que han persistido por siglos, hayan surgido de la nada, pero construye
justificaciones que crean mayores problemas. Es mas sencilla y pertinente la idea de que
los mitos deben su extensión y su éxito a que están relacionados con estructuras
213
entienden del asunto. El mito se genera por la decantación de una imaginería, que es
capaz de expresar lo que la palabra aún no sabe precisar. Es una forma de conocimiento
que permanece cercana a las estructuras analógicas (metafóricas), porque su
verbalización lógica encuentra fuertes dificultades y resistencias. Pero, de lo que no
cabe la menor duda es de que la implantación generalizada de un mito no es gratuita,
sino que responde a unas necesidades de explicación de fenómenos relevantes,
fundamentales. Un mito que ha obtenido el éxito de un refrendo histórico extenso y
duradero tiene, inevitablemente, que responder a unas instancias tan generales como
esenciales.
Este tipo de vinculaciones se podría rastrear, incluso, en el caso de los paradigmas que
niegan su carácter mítico. Una construcción cognitiva como el objeto permanente, único
y perdurable, puede estar relacionado con sistemas de creencias que nieguen
compulsivamente su carácter mitológico, que se opongan a las metamorfosis, a la
diversidad cambiante, a la caducidad; relacionado con las religiones construidas sobre la
base de la entronización del sistema lógico-verbal, que planteen como fundamental que
en el principio era el verbo; relacionado también con un tiempo eterno, simbólico,
desligado del acontecer, de los meteoros y de los cuerpos.
Trinidad.
El Yo es el jinete que cabalga al Ello. Es muy significativo que Freud (parece que no
intencionalmente) utilice un símbolo fálico (con el sentido de una fuerza de la
naturaleza), tan evidente como el del caballo, para representar al Ello. La paloma, otro
símbolo fálico, igualmente manifiesto, es la forma más habitual del Espíritu Santo. El
Espíritu Santo es ese personaje oculto, del que casi no se puede hablar, fecundador,
erótico (dentro del sistema patriarcal), relacionado con la creatividad y con el saber
intuitivo, que vive al margen, o por debajo, de la lógica dominante del Hijo, y de la ley
del Padre. Recordemos que representa, entre otras cosas, la sabiduría considerada en la
forma concreta de la inspiración. En un principio, podría parecer difícil la relación entre
el Ello y el Espíritu Santo pero, si la analizamos detenidamente, la coincidencia es
perfecta. Para Groddeck, formulador del concepto del Ello que adopta Freud, el Ello es
el agente que nos envía mensajes en los sueños, una entidad que encierra una forma de
sabiduría, y no solamente la fuente de los deseos. El Ello, además de ser el lugar de las
pasiones, de las pulsiones animales, de lo fecundador, es el núcleo del que nace, del que
se genera el conocimiento. Los procesos creativos se gestan a partir de los substratos,
del sistema analógico de procesamiento de la información, para ir dando forma a los
avances que se concretan en el universo simbólico. Para Freud, en el origen todo era
Ello, y en esto coincide perfectamente con el sistema analógico. El Ello está
216
emblemática por la que el mismo ser es, a la vez, esposo e hijo. Cada una de las tres
personas que lo forman cumple perfectamente con su función, delineando a plena
satisfacción la figura completa del símbolo que representan. El Misterio de la Santísima
Trinidad es una representación del complejo de Edipo, en la que todos los personajes
ejecutan con precisión su papel.
El mito describe la relación ideal, en la que todo queda cumplido. El Ello fecunda a la
Virgen (la única parte del ser humano que puede hacerlo), pero todo ocurre en el terreno
ordenado por el Superyo. El Hijo se sacrifica para que se cumpla la voluntad del padre,
para redimir las pasiones y los pecados del hombre. Es una representación de la
asunción total del orden del Superyo que pide la muerte del Hijo, para abrir el acceso a
la vida eterna, el dominio total del consciente lógico-verbal sobre la relación con los
sentidos y con lo sentido.
El Superyo se estructura, a partir del complejo de Edipo, como ejemplo a seguir, como
lugar del deber ser, al que siempre el Hijo tiene que quedar sometido. Freud llega a
plantear que el Superyo contiene el nódulo del que han partido todas las religiones, la
forma coercitiva de la conciencia, la censura moral. Cuanto mayor es la intensidad del
complejo de Edipo, y mayores son sus efectos represivos (bajo el peso de la autoridad,
la religión, etc.), el Super-yo tiende a constituirse como un ser más severo, más
dominante. El Yo no debe hacer determinadas cosas, porque podrían traerle consigo
provecho y éxito, lo cual ha sido prohibido por el severo Superyo, que restringe y
subyuga el placer. Lo dice Freud: el Yo renuncia al provecho para no entrar en conflicto
con el Superyo. El Hijo es, paralela y exactamente, el prototipo más evidente de esa
renuncia.
y radical, y las resistencias propias del Edipo, han tenido que pesar en el intento de
Freud de dar coherencia lógica a lo que, sin mayor esfuerzo, y gracias a la inspiración
del Espíritu Santo (o del Ello), fue revelado en el terreno de lo analógico, con su típico
revestimiento metafórico, dejando perfilada la depuración casi perfecta de la forma
mítica.
Es importante entender cómo, tras el sacrificio, aparecen los grandes placeres derivados
de la travesía del complejo de Edipo, y del acceso al universo simbólico. Accedemos a
la inclusión en un sistema ordenado, al objeto permanente, relacionado con la capacidad
para nombrar de la palabra del Padre, relacionado con el dios único y eterno, accedemos
al dominio de la pasión, a la cordura y el equilibrio, a la posesión de la palabra que no
se gasta, al signo aséptico e indefinidamente repetible. Perdemos el tacto peligroso y
húmedo, inestable, de la madre, y ganamos la seguridad de su amor maternal eterno,
simbólico, limpio, estable, sustituimos a la madre contingente por la seguridad del amor
maternal inmanente. No debemos ver solamente el lugar del complejo de Edipo (inscrito
históricamente con unas características determinadas) como un nudo de conflictos y de
dolor, sino también como una gran fuente de placer posterior (mitológicamente eterno).
podría ser: éste es el lugar del Ello o del Espíritu Santo, de las figuras más
desconocidas, elusivas, misteriosas.
Eco y Narciso.
Las relaciones entre imagen, palabra y código, que hemos analizado en el Capítulo II,
tienen su expresión mítica en las relaciones entre Eco y Narciso: “La ninfa Eco, hija del
aire, es ella misma soplo. Eco es la voz, el verbo, la palabra. (..) Narciso, por su lado, es
la imagen primigenia, la raíz de toda figura y todo reflejo” (Gómez de Liaño 252, 1994).
Narciso es el más bello e indolente doncel, hijo de una ninfa azul, violada por un dios
fluvial. De él se enamora perdidamente la ninfa Eco, castigada por Hera, porque había
usado el don de la palabra para engañarla, a no poder decir otra cosa que el final de las
frases que oyera. Eco no podía callar cuando otro hablaba, ni tampoco hablar la primera.
Su tormento se duplica ya que, a la perdida pasión que la posee, se une la imposibilidad
de dirigirse a su amado. Eco vaga por los montes, enamorada, detrás de Narciso. El
amor va consumiendo a la ninfa, hasta que de ella queda solamente la voz.
por el enamorado nace una flor cuyo aceite es muy conocido como narcótico: el
narciso.
Este mito nos está hablando del desencuentro apasionado entre el universo de la imagen
y el de la palabra, del frustrado amor de Eco y Narciso. Narciso se enamora de una
ilusión, de un reflejo, de un fantasma inalcanzable, en el espacio de las identificaciones
imaginarias. Su deseo va en pos de una imposible posesión: es el deseo de poseerse a sí
mismo, en cuanto se conoce desdoblado. Es precisamente en el momento en que intenta
aplacar su sed, cuando se despierta y se desboca una fuerte necesidad interior doble, que
se concreta en la sed de amor y la sed de conocerse. Aquí se inscribe la función
epistemológica de la afectividad. Su agonía comienza en el momento en que aparece la
posibilidad de conocerse, por medio de un desdoblamiento necesario, que es una
primera forma de representación: en cuanto que se empieza a reconocer se le hace
imposible unirse a sí mismo. Estamos hablando de la escisión básica que provoca la
forma del conocimiento reflexivo, humano. Vive en una contradicción por la que
necesita poseer y no poseer al mismo tiempo, no acaba de entender lo que ve, y el error
enciende aún más su pasión; no quiere entender, en el sentido de acceder y aceptar la
realidad del universo simbólico que controla las pasiones.
La actividad creativa nace del intento de reconstruir esa relación imposible, o casi
imposible. El fracaso de los amores entre Eco y Narciso expresa algo fundamental,
inherente a nuestra forma de conocimiento: la incompatibilidad de los dos modos de
procesamiento de la información, la radical refractariedad del pensamiento a considerar
cualquier cosa desde une estructura cognitiva imaginaria, superada, a la vez que desde
el universo lógico-verbal estricto. La historia de los personajes que encarnan a la
imagen y la palabra es la historia de un idilio imposible. El lenguaje, con la sabiduría
que atesora en sus pliegues, ya tiene inscritas las claves de esta tragedia, la difícil
relación entre el universo icónico y el verbal, ligados a las actividades de los dos
hemisferios, de las dos formas de conocimiento: la deslumbrante magia de las
imágenes, frente al rigor incorpóreo de la lógica del lenguaje. También es la historia
que relata la imposibilidad de conocernos en el reflejo de lo real, porque la
representación imaginaria ya crea una distancia, tan infinitamente delgada como
insalvable. Y la imposibilidad de que ese conocimiento se pueda transmitir a otra
persona, o de que Eco pueda reconocerse reflejada en Narciso (que Narciso la
corresponda). Hay dos abismos, delicados y radicales, dos amores no correspondidos,
que separan lo real, lo imaginario y lo simbólico, entre los que se desarrollan las
actividades creativas, movidas por la pasión.
Orfeo.
(Balzac 44, 2001). El mito de la bajada a los infiernos es uno de los más extendidos y
recurrentes. Por eso se hace necesaria una mirada que rastree sus posibles relaciones con
el territorio de la creatividad. No es el viaje en busca de la capacidad creativa: es el
tránsito del artista más capaz en busca de la restitución de lo real, de la vida.
Orfeo, hijo de Eagro, es el cantor, el músico de acentos tan dulces que hacen que las
fieras lo sigan, que las plantas o los árboles se inclinen a su paso. Es el artista que tiene
la capacidad de domesticar a lo natural. Con la música de Orfeo ocurre que, como decía
Oscar Wilde, el arte transforma la realidad, de modo que ésta lo sigue y lo imita: los
árboles y las rocas se mueven, se conciertan. Su fuerza no está en el cuerpo: más débil,
no rema con los argonautas, pero los dirige, actúa como su sacerdote, neutraliza el canto
de las sirenas con su dulcísima música. Su más notable tránsito es el descendimiento a
los infiernos, en busca de Eurídice, ninfa hija de Apolo, injusta y prematuramente
muerta. Baja a los infiernos y encanta a los guardianes de la muerte, su música hace que
se suspendan las torturas, doma a los monstruos, Tántalo olvida su hambre y su sed
(recibe el alimento de su música), impone el orden benéfico de sus cantos sobre el caos,
sobre la sinrazón de los castigos propios del infierno, caracterizados por lo absurdo y
por la falta de finalidad y causalidad (como llenar eternamente un tonel sin fondo). Su
capacidad para instaurar orden llega al extremo de conseguir el permiso para regresar
con Eurídice, rescatada del desorden de la muerte, con una condición: Orfeo debe
regresar a la luz del día, seguido de su esposa, sin volverse para mirarla, hasta que no
haya salido totalmente de las profundidades. Pero, surge la duda, la falta de la confianza
necesaria para el paso final: Hades y Perséfone que, aparentemente, han accedido, ¿no
habrán querido burlarse de él? Siente la necesidad de verificación, de constatación, y la
pierde por mirarla: cerca de la luz, Eurídice se desvanece en las sombras. El tránsito
peligroso es el de la llegada a la luz del consciente, a la forma de conocimiento que
supone una codificación que asegura la permanencia: Eurídice regresa al mundo
desordenado de las sombras, se pierde en la memoria evanescente no codificada. El
intento de mirarla a la cara la mata. El intento de llevar su tesoro hasta el mundo de la
lógica hace que lo pierda. Además de ser una descripción de las dificultades de los
tránsitos creativos, también es una expresión adecuada de la contradicción
epistemológica, que está asociada a la imposibilidad de mirar a la cara a lo real, de sacar
a la luz del conocimiento las relaciones profundas que se puedan dar en lo real, en lo
desordenado, la imposibilidad de regresar con el cuerpo de Eurídice. No obstante,
224
En todo el mito, está presente la idea de lo simbólico, como aquello que une y ordena, y
de lo diabólico, como lo que separa, descuartiza, desordena en la muerte. La consulta
oracular se puede interpretar como un descenso ritual al Hades, como podemos ver en el
oráculo de Trofonio, en Lebadia. El río del infierno, el Lethé, provoca el olvido,
expresión del desorden de la muerte, para que el agua posterior de Mnemosine lleve al
conocimiento verdadero: "El agua del olvido, expresión ritual de la muerte, preludio al
ingreso en el reino de la Noche, hace que se olvide de todo lo que se refiere a su vida
humana. Más tarde, cuando el consultante salga del antro a la clara luz del día, el agua
de la Memoria expresara su renacimiento (..), ya que la estancia en el más allá le ha
aportado la revelación de lo pasado y lo venidero que el agua de Mnemosine le ayudara
a conservar firmemente grabado en la memoria” (Gómez de Liaño 47, 1983). El poeta o
el héroe baja al Hades en busca del ser entero de Eurídice, en busca del ser real, pero
con lo que regresa es únicamente con la memoria, con los conocimientos generados por
el deseo de permanencia, de inmortalidad, es decir, con aquello que le va a servir para la
construcción de lo simbólico.
Minotauro.
La estructura del hilo del discurso, que es la misma que da lugar al hilo del tiempo, y
que nos sirve para enfrentarnos al desorden de lo natural, nos trae a la memoria,
inevitablemente, el hilo de Ariadna y el mito del Minotauro. No sabemos si la escena
responderá a las previsiones.
El hilo de Ariadna es una magnífica imagen del hilo del discurso, tejido con la palabra,
con la estructura que produce el texto, que es el que da forma al hilo del tiempo, el que
sirve para matar al Minotauro. Ésta es la escena en la que el Yo, el héroe, sojuzga al
Ello, sirviéndose del instrumento de la palabra: Teseo mata al Minotauro.
226
El hombre, el héroe, con esa estructura, ese tejido o texto, de naturaleza femenina en
origen, como arma útil, penetra en el laberinto para matar al ser unión-a-la-naturaleza,
guiado gracias a la luz que se derrama de su corona luminosa, colocada en la cabeza,
gracias a la luz de la razón y de la lógica. Es Ariadna la que teje el hilo, y la que le da la
corona, que entroniza el poder del universo lógico-verbal: es una figura de mujer la que
representa el origen femenino y analógico de la palabra, movida por la fuerza de la
pasión. Como veremos más adelante, existe una base femenina, o de la postura
femenina, de la creatividad: es Ariadna la que elabora el hilo y facilita la corona, aunque
sea Teseo el que los utilice, el que imponga el dominio de lo simbólico matando a
puñetazos al Minotauro: Ariadna no le da una espada, (ésa sería otra historia) sino
armas más sutiles y pertinentes. Hay una necesidad de colaboración entre la postura
femenina y la masculina, descrita por autores como Winnicott, para que se pueda
producir el fenómeno creativo, perfectamente compuesta en el mito de Ariadna y Teseo,
asociación que les conduce a desentrañar la solución del laberinto.
Prometeo. Conclusiones.
Moles toma de Goethe el “Al principio era la acción”, que se ajusta a los principios de
la psicología cognitiva, y que representa una forma de construcción en la que está
implícito el motor de la creatividad, frente al “En el principio era el verbo”, que es el
inicio del paradigma impositivo de la represión, que es necesaria para que se pueda
instaurar el lugar de la cultura. Los mitos dinámicos, los actos contra la naturaleza,
volar, crear vida, oro, etc, y los mitos de conocimiento, en el fondo, son lo mismo. El
héroe de los mitos es el que supera las fuerzas que lo amenazan. El sueño de dominar la
naturaleza es el que le lleva a crear lo simbólico. El motor es la fuerza del deseo.
227
La aventura de Tántalo, muy similar, es otra de las que expresa, con gran plasticidad, el
mismo asunto. Tántalo, invitado a las mesa de los dioses, les roba el néctar y la
ambrosía, manjares o conocimientos, los divinos secretos que con liberalidad se
ofrecieron en su presencia. Se le culpa de orgullo, y es castigado a un suplicio sin
término, por haber revelado a los hombres los secretos de los dioses: al suplicio de un
hambre y una sed eternas. Tántalo, permanece sumergido en agua cristalina y rodeado
de ramas cargadas de exquisitos frutos: en el momento en que intenta saciar su sed, el
agua desciende poniéndose fuera de su alcance, y cuando quiere acercarse a los frutos,
tocarlos, apropiárselos, comerlos, las ramas se levantan y huyen presurosas. La imagen
del objeto que se aleja, cuando nos queremos acercar a él, es una de las más claras, de
las más adecuadas para representar la contradicción epistemológica. Siempre se ha
usado la metáfora de la sed o del hambre de conocimiento: la sed eterna e inagotable,
intrínseca a la condición humana, es la sed provocada por la necesidad de saber. La
instauración del universo simbólico, en cuya cumbre están los dioses, provoca una
fractura, un alejamiento del objeto, progresivo, renovado en cada intento de acercarnos
a él, movidos por nuestra sed, utilizando nuestro renovado instrumental simbólico. Es
en este sentido, en el que todo mito dinámico se puede englobar en la categoría de los
mitos de conocimiento: “Los arquetipos de la invención son actos contra la naturaleza”
(Moles 339, 1986). Toda forma de conocimiento es un acto contra lo natural, una osadía
producto de nuestro orgullo, que tiene como contrapartida el dolor de la fractura
irrestañable.
228
El mito de Narciso, por ejemplo, sirve para recordarnos cosas que no estabamos
teniendo presente, como la refractariedad de los dos universos, y la fractura radical que
nos separa de lo real, la misma que hace definir a Lacan lo real como lo que no se puede
conocer, como lo inexpresable. No existe ninguna incompatibilidad, entre factores tales
como el que las escenas de ninfas violadas por dioses procedan de las violaciones de las
sacerdotisas por los helenos, y la existencia de razones profundas que estructuren el
contenido esencial de los mitos. Las interpretaciones que hemos trazado, que pueden
parecer gratuitas, pero que tienen algo de lo inevitable, de lo obvio, de lo que no se ve
por demasiado sencillo, responden a una estructura del mito que funciona tanto en el
nivel explícito, elemental, como en el más complejo. Nos pueden servir como ejemplo
de una forma de conocimiento que, desde una fuerte vinculación al sistema analógico,
por medio de imágenes y escenas que son pertinentes, a causa de su relación con las
estructuras de problemas esenciales y profundos, es útil para resolver cuestiones que no
pueden ser encaradas de forma eficiente desde el universo lógico-verbal. Su
interpretación puede ser adecuada como ejercicio de tránsito, recorridos de ida y vuelta
entre lo mitopoyético y lo lógico, que pueden aclarar el sentido de algunos temas, y que
se ubican en el mismo territorio que las actividades creativas. La poesía es una forma de
violencia ejercida sobre el lenguaje para expresar cosas que la rigidez del sistema
lógico-verbal no permite manifestar. Lévi-Strauss se expresa erróneamente cuando
plantea que en el pensamiento mítico y en el pensamiento científico opera la misma
lógica. Debería decir que en ambos casos existe una construcción realizada desde la
misma base analógica. Las interpretaciones históricas, los procedimientos de
comparación etnográfica, son modos adecuados de estudiar la mitología, teniendo en
cuenta que los mitos se refieren a sucesos de un pasado no histórico, sino ideológico e
imaginario (como dicen Grote y Lévi-Strauss), a un pasado que está al margen de la
línea del tiempo, que es atemporal o transtemporal. En la composición de los mitos, en
su gestación, pueden intervenir diversos factores y variado material anecdótico: su
precisión, como la de los sueños, no es la de la lógica lineal.
Las relaciones entre mito y sociedad, estudiadas por la Antropología Social, nos indican
el camino hacia una posición congruente: los mitos están compuestos a partir del
entramado de los códigos que estructuran una sociedad (a la vez que ese entramado),
que es tanto como decir que las relaciones entre mito y sociedad, están vinculadas al
sustrato inaparente, (recordemos como los códigos se ocultan, como eluden lo
229
En el mismo sentido en el que vemos que hay una forma de conocimiento implícita en
las expresiones míticas, encontramos inscritas en los recodos del lenguaje, atesoradas en
sus formas, desde los orígenes de los códigos de la gramática que, como dice García
Calvo, es aquello que sabemos, pero que no sabemos que sabemos, hasta las palabras
que contienen significados reveladores, relaciones que surgen con la fuerza de la
revelación. Hay una sabiduría deslumbrante inscrita en el lenguaje, de la que no somos
totalmente conscientes. Después de darle mil vueltas al asunto de las relaciones entre la
acción causal que recorre un camino con una finalidad, la estructura lineal del discurso,
y la del tiempo, nos encontramos con el termino discurrir que, casualmente, hace
referencia al discurrir como la actividad de transitar por un camino, al discurrir del
pensamiento, como la actividad de pensar, y al discurrir del tiempo: discurrir es pensar,
pasar el tiempo y caminar. Después de darle mil vueltas a las distintas funciones del
universo de la imagen y de la palabra, después de intentar precisar su
complementariedad y su oposición, buscando la expresión más exacta, llegamos a
escribir, inocentemente, que la magia de las imágenes se opone a la lógica del lenguaje.
Después de intentar describir cómo es necesario el retorno, la transgresión de los
códigos, la vuelta a las raíces primeras, para poder elaborar una propuesta
verdaderamente nueva, nos encontramos con el termino original, que hace referencia
tanto a lo relativo a los orígenes, como a lo auténticamente nuevo. Después de
sorprendernos de que a dos cosas tan distintas como el calor que sentimos en la piel y el
paso inexorable de los segundos, se les dedique el mismo término, tiempo, y de intentar
describir cómo en origen son la misma cosa, encontramos que el tiempo cronológico y
el meteorológico, que han ido divergiendo con el transcurrir de la lógica, son lo mismo,
230
encontramos que la palabra tiempo no aparece en los diccionarios con dos entradas,
como si hiciera referencia a dos significados distintos, sino con una sola. Igualmente, al
querer expresar la unificación de lo perceptivo y de lo emotivo, dentro del sistema
analógico de procesamiento, nos encontramos con el termino sentir que hace referencia
tanto a los sentidos como a los sentimientos. Ha aparecido la palabra gracia en dos
contextos muy distintos, aunque en ambos casos parece hacer referencia al mismo
contenido: la gracia es lo que provoca la risa, lo que surge desde lo analógico, como una
forma de conocimiento directo; también los dones gratuitos que concede el Espíritu
Santo. En ambos casos se trata de los dones, de las virtudes del Ello, de algo que nace
desde un movimiento o donaire del cuerpo, desde la potencia relacionadora e irreverente
del sistema analógico. La gracia es el don gratuito, la risa y el donaire y, en el fondo,
todo ello viene a ser lo mismo.
Han quedado en suspenso dos aparentes contradicciones, sobre las que debemos
detenernos, entre otras cosas porque siempre en torno a este tipo de conflictos podemos
encontrar información de gran interés. Todos los datos parecen indicar que la mujer
tiene una forma de procesamiento de información más holística, global, con una mayor
implicación del hemisferio derecho, el espacial, relacionador, el más específicamente
analógico y, sin embargo, se puede constatar que consigue peores resultados en los tests
de inteligencia espacial. Por otro lado, parece que las características del pensamiento
propio de la postura femenina están más próximas a los requerimientos adecuados para
la creatividad y, sin embargo, las grandes diferencias en cuanto a realizaciones, a logros
de alto nivel creativo, posiblemente no se puedan explicar únicamente a partir de la
situación histórica de discriminación o de subordinación al varón. Por medio del análisis
de estas dos contradicciones, la que se da entre la forma de procesamiento holística,
propia del hemisferio derecho y el menor rendimiento en tareas espaciales, en la mujer,
y la que se plantea entre postura femenina y menores logros creativos, vamos a intentar
profundizar en las relaciones entre el sistema sexo-género y la creatividad.
el feminismo de la diferencia pueda ser una forma de vuelta al pasado, pueda suponer
una justificación de la subordinación, que mantenga el estado de discriminación y
sometimiento propio de la sociedad patriarcal. Algunas feministas, como Dorothy
Dinnerstein y Nancy Chodorow, partiendo de la importancia de la relación de
identificación entre madre e hija, han planteado que la mujer tiene formas de pensar,
motivaciones e intereses, distintos a los de los hombres. Luce Irigaray y Hélène Cixous
han formulado la necesidad, y la dificultad, de otra forma específica de expresión, la
necesidad de escribir desde el cuerpo, desde lo prelinguístico, desde fuera del marco de
la cultura patriarcal y logocéntrica.
En el contexto de las teorías sobre la construcción del género, aparecen por un lado los
planteamientos minimalistas, o de Sesgo Beta, que tienden a negar la existencia de
diferencias innatas, basados en la situación concreta, y en propuestas de cambio, en la
psicosociología, el construccionismo, y las estrategias políticas correctas, que podemos
relacionar con el feminismo de la igualdad; y las teorías maximalistas, o de Sesgo Alfa,
que postulan la existencia de diferencias básicas fundamentales, estudiadas desde
posiciones como las de la sociobiología, el psicoanálisis y la psicología cognitiva,
aproximadamente relacionables con el feminismo de la diferencia. El movimiento
feminista psicoanalítico anglo-norteamericano, ha optado por la negación de las
diferencias en aras de la lucha por la igualdad, en una línea de afirmación del Yo, y de
la efectividad de la acción, opuesta a la crítica radical freudiana de las relaciones entre
individuo y cultura. Desde el planteamiento que postula que definir unos atributos de la
feminidad equivale al riesgo de perpetuar la subordinación sexista, en el feminismo de
la igualdad se da una constante y explícita dependencia del marco teórico, que queda
subordinado a las propuestas de transformación social.
Sobre una base de diferenciación biológica del sexo, en la que hay que incluir factores
genéticos, cromosomáticos, acción de las hormonas, estructura neural, se superponen
los factores individuales, sociales y culturales, que llevan a la construcción del género
sobre un soporte de gran plasticidad. Deslindar la proporción o el momento de la
incidencia de cada factor es casi imposible, entre otras causas por el carácter
extremadamente plástico de las estructuras cognitivas: “el dimorfismo sexual de las
estructuras neurales es un hecho constatado no sólo en las especies animales, en donde
la investigación es abundante, sino también en la especie humana, destacándose el
efecto que las hormonas prenatales ejercen sobre el sistema nervioso” (Martínez y
Bonilla 68, 2000). Las hormonas prenatales, especialmente las de origen gonadal,
producen una estructuración diferenciada e irreversible, según cada sexo: “Los
andrógenos y sus derivados organizan el sustrato neural e inducen cambios objetivables
tanto bioquímica como estructuralmente, produciendo un fenotipo neural específico
propio del macho o de la hembra” (Martínez y Bonilla 69, 2000). Las teorías (Levy,
Sperry) que habían planteado que el cerebro de los varones está más lateralizado que el
de las mujeres, que es más simétrico y con mayor grado de plasticidad, y que esto
induce diferencias en los estilos cognitivos, en las formas de procesamiento de la
información según el sexo, se han visto confirmadas por las recientes investigaciones de
Michael Phillips, que ha comprobado que, en las tareas de escucha, la mujer activa
zonas de los dos hemisferios cerebrales, mientras que el hombre sólo realiza estas tareas
con zonas del hemisferio izquierdo. También, se ha comprobado que, en el cuerpo
calloso, existe un mayor haz nervioso, una más amplia y eficaz conexión entre los dos
hemisferios, en el caso de la mujer.
Alguna de las diferencias más llamativas son rasgos cromosomáticos, como los que
implican que se encuentren, entre los varones, veinte veces más defectos de la visión del
color, o daltonismo, que en las mujeres. Se ha comprobado que el volumen cerebral y la
inteligencia son datos que correlacionan, tanto en varones como en mujeres, aunque de
manera mucho más marcada en los varones. En cambio, no existe ninguna diferencia en
inteligencia entre los dos sexos, a pesar de su notable disparidad en cuanto a volumen
cerebral. No se ha encontrado ninguna explicación satisfactoria para estos
contradictorios resultados, pero lo que sí podemos deducir, con seguridad, es que
implican diferencias básicas y fundamentales en la estructuración de las funciones
cognitivas.
236
Existe una íntima trabazón en las relaciones entre sexo y género, tanto en el desarrollo
del individuo como en el de la especie: “El aprendizaje de los roles sexuales puede ser
considerado una forma de aprendizaje preparado biológicamente: chicos y chicas
parecen estar biológicamente predispuestos a prestar atención a las diferencias de
género en las conductas de otros y cuidar acerca del género conveniente de su propia
conducta” (Mealey 192, 2000). Los papeles de lo masculino y lo femenino se articulan
en el terreno simbólico, que se va construyendo de forma dinámica sobre una base
biológica. La división sexual del trabajo remarca o exacerba esas diferencias biológicas,
como plantea Lévi-Strauss, definiendo pautas opuestas de comportamiento. La gran
plasticidad en el transcurso de los primeros años, y en el proceso de especialización
hemisférica, hace que sea muy difícil deslindar lo que es producto de diferencias
biológicas, de lo que se debe a factores psicosociales o educativos. En los metaanálisis,
de los sucesivos estudios psicométricos, se observa que hay muchas diferencias que
tienden a disminuir con la llegada de nuevas generaciones. Para intentar distinguir,
desde la teoría de la selección sexual, cuáles son las diferencias que pueden estar
construidas sobre una distinta base biológica, se han propuesto algunos criterios: “las
conductas sociales y habilidades cognitivas susceptibles a las fluctuaciones en los
niveles hormonales pueden ser atributos primarios modelados por la selección sexual;
las diferencias entre los sexos en conductas sociales y habilidades cognitivas poco
237
Según María Jayme y Victoria Sau, el género masculino está más clara y
favorablemente estereotipado, lo que hace que se presente como referencia con respecto
a la que realizar comparaciones. Esto conduce a que la mujer pueda actuar o asumir
papeles masculinos, mientras que a los varones no les estén permitidos los rasgos
femeninos, ya que eso implicaría perder la condición de modelo. Hay autores que lo han
expresado de distintas maneras, pero que coinciden en la tipificación de las
características generales que describen los géneros, y sus modos de comportamiento,
relacionados con los estilos cognitivos. Bakan habla de los modos agente,
individualista, activo, competitivo, para los hombres, y comunal, solidario, empático,
colaborador, para las mujeres. En la misma línea, Koestler habla de la postura
autoasertiva, propia de los varones, e integrativa propia de las mujeres. En cualquier
caso, se trataría de tendencias que coexisten en diferente medida en cada persona. De
esta idea de coexistencia, equilibrio, nace el concepto de androginia que, para Bakan,
consiste en el funcionamiento, sano y eficaz, de los rasgos agente y comunal,
integradores de la personalidad.
238
Existe una gran cantidad de conductas relacionadas con el aprendizaje de género, por
medio de las cuales se van dando forma a los roles femenino, de indefensión, y
masculino, de dominio, conductas que van desde el contacto personal, la tipología de
los juguetes y el estímulo hacia algunas actividades, hasta los estereotipos implícitos en
el lenguaje. La teoría de la construcción social del rol de género, de Eagly, explica las
diferencias entre conducta agente-instrumental, masculina, y comunal-expresiva,
femenina, como producto del aprendizaje de rol. El logro masculino se relaciona con el
poder, y el femenino con la afiliación. Algunos autores (Maccoby, Lips) relacionan el
alto nivel intelectual y creativo, con el inconformismo con respecto a la aceptación del
rol de género. Podemos resumir diciendo que los factores biológicos interactúan con los
socioculturales estableciendo las diferencias de género, de modo que, sobre una
situación de partida de gran plasticidad, las determinaciones biológicas se pueden
incrementar o reducir hasta desaparecer. El mantenimiento y la inercia de la
organización social puede llevar a situaciones de profecía autocumplida, o de influencia
determinante del prejuicio sobre los instrumentos de observación, sobre su diseño y
resultados; la corrección política, o las propuestas de cambio, también dejan sentir una
influencia determinante.
Una alternativa.
Dentro del movimiento del feminismo de la diferencia, hay muchas autoras que
plantean la necesidad de reivindicar los valores desprestigiados, propios de la mujer y
del universo femenino. Nos hablan de: “cualidades diferenciales que deben ser
valoradas, reconocidas, sobre todo en el caso de las mujeres, para de esa forma superar
la opresión histórica basada en la desvalorización de lo femenino” (Martínez y Bonilla
49, 2000). Dentro del marco del feminismo de la no-diferencia, está muy extendida la
postura, políticamente correcta, de ocultar cualquier distinción que proceda del substrato
biológico, y que pueda llevar a distintas aptitudes o estilos cognitivos, postulándose una
igualdad acrítica, que lo que hace, indirectamente, es conducirnos hacia el modelo
masculino, como el único visible o el único que existe. Frente a ese planteamiento
reduccionista, debemos deslindar cuál es la verdadera aportación de lo femenino, por un
lado, y pensar que puede haber otros modelos o, mejor dicho, otras alternativas, por
otro. Con frecuencia, estamos dando por supuesto, acríticamente, el éxito de un modelo
sociocultural, que no tiene por qué ser el único, (y que está llevando a la destrucción del
planeta). El miedo o la prevención ante la posibilidad de que una constatación o una
239
El cerebro de las mujeres, posiblemente, tenga una organización más bilateral, esté
menos lateralizado. Pero, ¿podemos seguir manteniendo la afirmación de que la mayor
lateralización implique una mejor aptitud, una mayor capacidad para la función
considerada? Seguramente, pero única y exclusivamente en el caso de que se trate de
una función que implique una necesidad de implantación de códigos más estricta, una
mayor inmersión en el universo simbólico, que se correspondería con el modelo
masculino.
podemos decir que: en el principio era el verbo. El sistema ético se construye a la vez
que el lenguaje, como una parte de él, implícita en sus estructuras íntimas y, como él,
padece los problemas derivados de la contradicción epistemológica, y los peligros que
son consecuencia de la distancia sucesiva instaurada frente al hecho real. La ética del
cuidado, en cambio, se caracteriza por la inmediatez, por el enraizamiento en el cuerpo,
por la atemporalidad, por la generosidad al margen de toda causalidad. En sentido
general, podemos decir que la ética es una parte de las relaciones de comunicación,
tanto en el estilo masculino como en el femenino. La ética masculina es una estructura
legislativa abstracta subyacente en el lenguaje y en el orden simbólico, impuesta en el
nombre del padre. (Y recordemos que el lenguaje es aquello que posibilita la mentira).
Hay muchos síntomas, son numerosos los datos que nos indican la pertinencia del
movimiento hacia el esquema de la tensión entre lo codificado y lo no codificado. La
habilidad o la querencia hacia la mecánica, propia de la postura masculina, más que con
habilidades espaciales, debemos relacionarla con su carácter lógico-causal, con su
naturaleza lineal, dirigida a una finalidad, secuencial, temporal, de un tiempo exacto
batido por los segundos: la mecánica es el movimiento producido por una línea de
causas y efectos. Son muy significativos los resultados obtenidos por Feingold, que ha
encontrado una clara ventaja de los varones en el razonamiento mecánico, relacionable
con la línea de la causalidad lógica que estructura el universo simbólico codificado, y
una mejor velocidad perceptiva en la mujer, que venimos relacionando con la potencia
del sistema analógico de procesamiento de la información. Ambos resultados pueden
243
Podemos decir que, según todos los resultados experimentales, la mujer es superior en
las tarea específicamente espaciales, relacionadas con el territorio analógico, tales como
el ballet, la danza coreográfica, los deportes de equipo, la comunicación no verbal o la
interpretación de gestos emocionales; mientras que el hombre obtiene mejores
resultados en todos aquellos trabajos que impliquen una aplicación de estructuras
codificadas abstractas o, dicho de otro modo, un mejor rendimiento en las tareas en las
que haya una codificación de relaciones espaciales. Recordemos que la expresión
244
código icónico encierra una contradicción entre sus términos: según aumenta el grado
de iconicidad y de variabilidad, disminuye el grado de codificación y de univocidad del
mensaje. No hay códigos icónicos, porque la naturaleza de todos los códigos es lógico-
verbal, pueden ser relacionables entre sí, y remiten al concepto de lenguaje.
Entre las diferencias detectadas, lo que destaca y distingue a la mujer del hombre es la
utilización de métodos analógicos de procesamiento de la información aplicados, de
forma simultánea, a la comunicación verbal, oral, en la mujer, y la utilización de
sistemas codificados para resolver problemas espaciales en el hombre. Lo que destaca,
sobre el uso medio y habitual de las habilidades cognitivas, son los extremos que hacen
referencia, por un lado, al uso en paralelo, globalizador, femenino, del lenguaje y, por
otro, a la codificación masculina del espacio, estrategias, ambas, que producen ventajas
relevantes.
Se ha comprobado que existen funciones del lenguaje que pueden ser realizadas por el
hemisferio derecho, que responde bien en cuanto a los sustantivos, pero no a los verbos,
es decir, realiza tareas analógicas de identificación de vocabulario, pero no las
relacionales. El hemisferio izquierdo se especializa en el procesamiento secuencial,
analítico, de sílabas y números, incluso realizado con imágenes o gestos codificados,
mientras que el hemisferio derecho se dedica a un procesamiento simultáneo, sintético,
que puede incluir la música, en su parte no codificada, y el ruido. Más que de estímulo
verbal o espacial, se trata de cómo se enfoque la tarea, del tipo de procesamiento de la
información.
Para Gadner, la mujer demuestra ser más eficaz en las tareas con medios combinados, y
en los ejercicios verbales (que hemos visto que son igualmente combinados para ella, en
cuanto involucran a los dos hemisferios), y está más centrada en las personas y en sus
relaciones; mientras que el hombre prefiere trabajar en un solo medio, y opta por
centrarse en las relaciones objetivas (relacionables con el sujeto enunciador). La
utilización de un solo medio, desde un único hemisferio, podemos vincularla a la mayor
lateralización, y el uso de medios combinados, y la implicación de los dos hemisferios,
con una distribución bilateral. Al tratar de las competencias lingüísticas, es importante
distinguir entre lenguaje oral y escrito, por su grado de formalización o de codificación
estricta. El lenguaje oral, para A. Moles, se puede clasificar entre las infralógicas. La
mayoría de las veces es un medio combinado que implica llamadas de atención,
contacto personal, distintos tonos, movimientos, etc. Gardner encuentra, entre las
competencias lingüísticas ubicadas en el hemisferio derecho, cosas tales como las
actividades relacionadas con las metáforas, chistes, moralejas, o cuentos. Las personas
con lesiones en el hemisferio derecho no entienden los chistes, o hacen chistes
inoportunos, en momentos inadecuados o que no vienen al caso. Recordemos que
hemos planteado el chiste (Capítulo VII) como una emergencia o surgimiento del
sistema analógico, relacionado con el hemisferio derecho. Son pacientes que no son
capaces de encontrar la moraleja de una historia, no entienden el sentido general de un
cuento, no admiten las licencias propias del espacio narrativo mágico, carecen de una
medida de lo plausible con respecto al contexto, de modo que no son capaces de
relacionar si un hecho encaja en la narración, atribuyen motivaciones o sentimientos
erróneos a otros hablantes, y les cuesta comprender una estructura global coherente.
246
Todas estas competencias lingüísticas son, exactamente, las que se pueden definir como
no pertenecientes al universo lógico-verbal, de codificación estricta.
Estilos cognitivos.
Los distintos ingredientes que entran en juego en cada actividad, la manera habitual de
enfocar una tarea, sustentada sobre los distintos niveles de codificación construidos
sobre las bases analógicas, pueden componer estilos cognitivos diferenciados, como
ocurre en el caso de los relacionados con la postura femenina, y con la masculina.
Parece que cada hemisferio siente, percibe, trabaja, de manera diferente: el hemisferio
izquierdo tiene un estilo secuencial, temporal, digital, lógico, analítico, racional; y el
hemisferio derecho simultáneo, analógico, global, intuitivo. En el pensamiento
femenino, y oriental, habría más ingredientes del estilo propio del hemisferio derecho,
mientras que en el pensamiento masculino, y occidental, intervendrían más factores
propios del izquierdo.
Existe una serie de experimentos, como aquel en que se presenta una varilla vertical,
que se mueve respecto a la referencia de un marco que también se inclina, o aquellos en
los que se mueve toda la habitación, incluido el asiento de la observadora, para juzgar
una verticalidad, que ofrecen diferencias escandalosas ente mujer y hombre. De estos
experimentos, en los que se ha verificado que la mujer tiene una forma de percepción
dependiente de campo, mientras que la del hombre es independiente, se han extrapolado
conclusiones que pueden ser engañosas: “Así la persona dependiente se orienta hacia los
estímulos que proceden de otras personas prescindiendo de sus propios procesos
cognitivos internos (..); y además es una persona pasiva, que espera a que el medio
externo actúe sobre ella” (Jayme y Sau 225, 1996). No me parece acertado deducir que
exista una implicación directa entre dependencia de campo, de tipo perceptivo, y
dependencia de otras personas, con la consecuencia de la pasividad: no es lo mismo
dependencia de marco o percepción globalizadora, que alienación. Es perfectamente
coherente el esquema de una persona que trabaje desde la percepción de la situación de
un entorno concreto, que interactúe con otros cuerpos, y que a la vez sea activa, y no
dependiente de las conceptualizaciones de los demás. Sería necesario distinguir lo que
248
Hay numerosos autores que han descrito los dos estilos cognitivos, en expresión de
Allport, que tienen un carácter estable, y que se organizan en forma de dualidades
enfrentadas, tales como la reflexividad frente a la impulsividad, o la convergencia frente
a la divergencia. Tomados como gradientes, que pueden no ser excluyentes, con
respecto al sexo, el estilo dependiente de campo, o femenino, sería el impulsivo,
divergente, holístico, focalizado y flexible; mientras el estilo independiente, o
masculino, sería el reflexivo, convergente, serial, selectivo y rígido. Podemos observar
que, en la descripción de los experimentos sobre dependencia-independencia de campo,
se habla de que la mujer se basa, preferentemente, en la información visual que
constituye el marco de referencia, mientras que el hombre opta por fiarse de los datos
somáticos, táctiles, internos, lo que parece entrar en contradicción con el estilo de
preponderancia visual y exterioridad, masculino, y con la base corporal e interior, típica
de la postura femenina. Los datos somáticos, recogidos desde la postura masculina,
constituyen un proceso semejante al de la percepción del icono, que remite al universo
simbólico. El criterio relevante no es el que se articula en torno a lo visual, o lo
corporal, sino en la tensión entre lo codificado, propio del universo simbólico, y lo no
codificado, el espacio de las identificaciones imaginarias, relacionable con la postura
femenina.
construir las relaciones personales: “en las relaciones de amistad, las chicas
sistemáticamente informan de mayores niveles de intimidad en sus relaciones de
amistad con sus amigas, que los chicos con sus amigos” (Fernández 209, 1996). Desde
la postura masculina parece desarrollarse un mayor interés por la autonomía, la
identidad, las actividades y las ocupaciones, mientras que desde la femenina hay una
mayor querencia hacia la intimidad, las relaciones entre las personas, la amistad. Las
personas de ambos sexos tipificadas como andróginas se presentan formando un grupo
homogéneo, con experiencias de: “altos niveles de intimidad en sus relaciones, mientras
que los chicos más tipificados sexualmente, obtenían puntuaciones más bajas en las
escalas de intimidad” (Fernández 209, 1996). Las relaciones con lo íntimo son, también,
relaciones con la base sentimental ligada al sistema analógico. Recordemos que
organizamos las tareas de tal modo que las intentamos resolver desde uno de los dos
sistemas de procesamiento. Habitualmente, la actividad de un sistema inhibe al otro.
Desde el estilo cognitivo propio de la postura masculina, esa división es más radical.
Las relaciones entre los dos modos básicos de procesamiento se dan constantemente en
diferentes niveles, ya que secuencial procede de analógico: siempre podemos encontrar
una parte analógica en el sistema lógico-verbal. La diferencia estriba en que las
relaciones entre los dos métodos de procesamiento son más fluidas en la mujer,
conformando lo que estamos llamando el estilo cognitivo propio de la postura femenina,
que tiene una mayor vinculación con lo íntimo, lo bilateral, lo globalizador, lo
relacionado con el contexto inmediato.
Los estilos cognitivos propios de los géneros también se pueden analizar con respecto a
lo que se ha llamado pensamiento convergente y pensamiento divergente. El estilo
divergente está caracterizado por ser impulsivo, emocional, expresivo, por tener sentido
del humor, por estar relacionado con una mayor presencia del hemisferio derecho y del
sistema analógico, por tratar la información concreta, y utilizar unas formas activas. En
cambio, el estilo convergente es lógico, racional, consistente, convencional, retraído,
individualista, está relacionado con la preponderancia del hemisferio izquierdo y del
sistema lógico-verbal, caracterizado por tratar con información abstracta y hacerlo de
forma reflexiva. El estilo convergente sigue el método de la lógica formal, cerrada,
mientras el divergente se apoya en heurísticas no lógicas. El estilo masculino está
relacionado con el deber ser de los sistemas estrictamente codificados, mientras en el
femenino aparecen más ingredientes propios del poder ser, de las estructuras complejas
251
Masculinidad y cultura.
Se puede rastrear una larga y muy interesante línea de pensamiento que, desde la
acrítica y evidente relación entre masculinidad y cultura, ha evolucionado hacia un
planteamiento que analiza el malestar en la cultura como producto de la postura
impositiva propia de la masculinidad y de la fractura, descrita de diversas maneras, que
venimos llamando la contradicción epistemológica, línea que puede tener su más claro
arranque en las teorías freudianas. El malestar en la cultura posiblemente sea un
malestar creado desde la postura masculina, pero no sentido como tal desde una
masculinidad impositiva estricta; sentido y padecido desde la androginia, o desde el
territorio de la creatividad, en el que intervienen ingredientes propios de la postura
femenina.
La organización social, en todas las culturas, se basa sobre leyes de parentesco, que
dotan al principio paterno de un carácter espiritual, que adquiere un prestigio simbólico,
primando el principio masculino sobre el femenino, de tal modo que la filiación
masculina desaloja a lo femenino del orden social simbólico. En una línea de trabajo
congruente con estos planteamientos, Julia Kristeva ha buscado un lenguaje femenino
que, más que oponerse, esté del otro lado de lo simbólico. Propone una conjugación,
una reconciliación del tiempo femenino, biológico y cíclico, preverbal, con el tiempo
masculino verbal, que estructura el universo simbólico: “argumentando que el
feminismo debe reconciliarse tanto con la feminidad y la maternidad que responden a
un tiempo cíclico, como con el orden simbólico correspondiente a un tiempo lineal,
histórico” (Tubert 104, 2001). Esta propuesta de conjugación de la feminidad y la
masculinidad, y de sus tiempos, es similar a la propuesta de un marco adecuado o
necesario para la actividad creativa. Algunas autoras han planteado la represión en lo
inconsciente de la feminidad, de forma perfectamente congruente con las relaciones que
estamos describiendo entre postura femenina, sistema analógico, e inconsciente.
Desde la postura masculina, se impone el sentido del deber ser, los códigos abstractos
que estructuran el universo simbólico, distanciado, instaurado en el nombre del padre.
En este mismo esquema encaja perfectamente la propuesta de Kohlberg que, partiendo
de las ideas de Piaget, nos habla de tres estadios de desarrollo del pensamiento ético: el
preconvencional, en el que no se ha llegado a ningún acuerdo compartido, relacionado
con el nivel preoperatorio, caracterizado por la existencia de sanciones o gratificaciones,
dependiente de la persona que controla la situación; el convencional, articulado por la
posibilidad de intercambio, de poder tomar la postura del otro, con acuerdos de
reciprocidad y respeto mutuo, que se corresponde con el nivel operatorio, en el que hay
normas reflexivas de comportamiento, y un orden pactado recíproco; y el post-
convencional, que incluiría el sentido de la justicia universal, abstracta, estructurada en
lo simbólico, independiente de los sujetos que la enuncian, que se corresponde con el
nivel del pensamiento formal, los derechos humanos abstractos, con la justicia y el
derecho. Este tercer nivel, el más elevado, sería el estadio típicamente derivado de la
postura masculina. La polémica Kohlberg-Gilligan surge a causa de que su discípula,
Gilligan, elimina el carácter de progresión o de desarrollo hacia un posición optima, el
juicio de valor implícito, para pasar a describir dos formas de hablar y enjuiciar: la ética
de los cuidados y de la responsabilidad hacia el otro, contextualizada, realizada desde
una posición sensible a las necesidades de los demás, empática, propia de la postura
femenina; y la ética de los derechos y de la justicia, abstracta e impositiva, específica de
la postura masculina. Dos concepciones, la femenina y la masculina, avaladas
empíricamente. Es muy significativo que nos hable de dos formas complementarias,
pero de percepción incompatible, de dos marcos cognitivos que no pueden entrar en
juego a la vez, de tal modo que el que uno esté activo implica la inhibición del otro,
exactamente igual que ocurre con la incompatibilidad entre la forma analógica de
procesamiento, ligada al cuerpo y a sus sentidos y sentimientos, con respecto al
pensamiento desarrollado en el dominio de los códigos estrictos. Ambas posturas son
perfectamente posibles en cualquier individuo, pero no simultáneamente.
255
La deducción de que la mujer, por tener un estilo cognitivo más dependiente de campo,
está más reprimida (Maccoby) es errónea. Puede estar más reprimida por la situación de
subordinación impuesta desde la postura masculina, que controla el universo simbólico
y su legislación ética. Es desde la postura masculina, desde donde se administra la
represión. El varón, por su mayor adscripción al dominio de la ley simbólica, puede
estar más reprimido, a la vez que ser más represor. La mujer ha tenido un peor acceso al
universo simbólico, por una subordinación simbólica que remarca las diferencias que se
generan desde la base sexual, y que conducen a la construcción del género.
Ética y creatividad.
Parece ser que hay una gran dificultad en la fundamentación última de los principios
éticos, que puede llegar a ser una imposibilidad de justificar el comportamiento ético
desde un marco racional, lógico-verbal. Es muy curiosa la deriva que ha llevado a
aplicar las estructuras del lenguaje a los campos más inadecuados, precisamente
aquellos que no tienen ninguna relación con esas estructuras, o cuya relación es mínima,
como ocurre con la escultura contemporánea, el arte, el inconsciente, etc. Y que, en
cambio, no se haya profundizado en la relación de la ética con los códigos del universo
lógico-verbal, en la lógica de su aplicación al terreno del deber ser, a partir de las
256
relaciones entre la palabra y la ley. Freud ya vincula instauración del universo simbólico
y ética, en el marco constituyente del Edipo: la ética como producto de la imposición
del imperativo categórico paterno, que crea la primera significación y la primera
culpabilidad.
Nos sigue faltando una fundamentación de la ética, que debemos reconocer y analizar
en el lugar del que procede. Es en la aplicación del sistema codificado, que sustituye a
257
lo real y lo natural por lo simbólico, donde están implícitos los códigos que dan forma a
la ética. Podemos encontrar toda una amplia serie de indicios que nos señalan, en las
situaciones tradicionales, que las relaciones éticas forman parte de los códigos de
comunicación de una sociedad. Hablamos de dar la palabra, para señalar la
responsabilidad ética, y del valor de la palabra de una persona determinada, como
formas de expresiones éticas que remiten a términos de comunicación explícita. O, en
los casos de sanción, de retirar la palabra, o de retirar el saludo. Se da la mano como
forma de corroboración del acuerdo, rubricado por un contacto, por una comunicación
directa, por el sentido verificador del tacto. Decimos responder por alguien, cuando
queremos afirmar la responsabilidad ética de otra persona. Lo comunicativo aparece
como el terreno estructurado por un código común, ético, frente al que se impone la
incomunicación como sanción coercitiva, como castigo, en el marco de la normativa
pública de una comunidad: se incomunica, se encierra, se retira el saludo o la palabra.
Incluso dentro de la cárcel el castigo es dejar a alguien incomunicado. En el caso de que
las vías y las formas de comunicación cambien, en una sociedad, aunque parezca que no
han cambiado sustancialmente los contenidos éticos, variará su sentido ético general. En
la sociedad marcada por los medios de masas, en la que un sujeto se puede dirigir a
millones, sin que haya posibilidad de respuesta, la comunicación entre personas va
siendo sustituida por el espectáculo, o por la producción de actualidad (la ficción). En la
sociedad rural, existe una comunicación directa, verificable y, por tanto, un poder de
control, unas normas éticas, y una capacidad de sanción: la palabra tiene un valor,
basado en su calidad. En la sociedad de los media, la palabra es una parte del
espectáculo, está más cerca de la posibilidad de la mentira, sustenta una comunicación
unidireccional, un canal estable, sin la opción de la contestación o de la sanción. Su
valor depende de la cantidad, de la repetición sugestiva. La ética deja de ser un código
de comunicación compartido, y pasa a estar construida desde una imposición paternal,
distanciada, coercitiva y sugestiva: es verdad lo que se repite. Como ejemplo de esta
diferencia, pensemos en el distinto valor de la palabra dada a alguien en el lecho de
muerte. En la sociedad rural, es lo más sagrado, lo más importante que hay que cumplir.
Pero, si el tomador de la palabra ha muerto, la relación comunicativa también. ¿Cuál es
el vínculo? ¿Cuál la sanción? ¿Puede producirse la incomunicación respecto al muerto?
El tomador subsidiario de esa palabra es el pueblo en general (como de todas las
palabras), porque si no se cumple ya nadie podrá morir tranquilo. El que incomunica al
transgresor defiende su propia tranquilidad al morir, y el funcionamiento de todo el
258
La ética, como la libertad, sólo existe en el lenguaje. (Tal vez tengamos un problema de
terminología, y debamos buscar otra palabra para la ética de la responsabilidad y el
cuidado). La libertad es la capacidad para moverse, relacionarse, comunicarse, en un
espacio normativo: sólo existe como algo compartido en el lenguaje. Por eso, mi
libertad empieza donde empieza la de los demás. La libertad es la capacidad para usar
de la mentira, o de la transgresión de la normativa ética y también, por tanto, del
cumplimiento.
¿Por qué es tan difícil reconocer o aceptar que la ética es una parte del lenguaje, a pesar
de que ya estaba claramente sentenciado que en el principio era el verbo, del que emana
toda ley? Como en otras ocasiones, debemos recordar que los códigos se tornan
inaparentes: cuanto más generales y fundamentales, más inaparentes. El sentido ético se
construye a la vez que el lenguaje y que los procesos de lateralización. Por eso tiene
distinta configuración según los sexos. ¿Es el cumplimiento de la normativa ética lo que
permite al acceso al universo simbólico, o es la aceptación de las estructuras simbólicas
la que implica la asunción de los principios éticos implícitos? Habitualmente se describe
que es el tabú del incesto, la necesidad de dejar el cuerpo materno como objeto, lo que
permite el acceso al universo simbólico, a la palabra y la ley, y a otros objetos. Pero,
paralelamente, es igualmente cierto que ese corte, esa separación, se produce desde la
necesidad de acceso a lo simbólico implícita en la palabra de la madre, realizada en el
nombre del padre. ¿La ley obliga a la sublimación (Freud), o es la sublimación, el
cambio de objeto, lo que lleva a la palabra y la ley? No se trata de un proceso causal,
sino implícito, congruente. Se trata de una disyuntiva que sólo habita en el lenguaje, mal
planteada. Ambas cosas son dos aspectos, las dos caras de un mismo fenómeno:
precisamente del proceso que va a instaurar el sistema de causas y culpas.
simbólica de la conducta. Los mecanismos éticos son, precisamente, los del sistema
lógico-verbal, de modo que se corresponden con el sistema de las operaciones formales,
con la disyuntiva rigurosa, con el sujeto intercambiable, la reversibilidad plena, la
causalidad, la universalidad, con el Derecho, emanado del rigor del hemisferio
izquierdo. Se puede establecer un exacto paralelismo entre lo que está bien y lo que está
mal en los dos sistemas, en el de la ética y en el de la lógica. Lo mismo que en el
lenguaje está implícita la posibilidad de la mentira, por medio de la enunciación de lo
contrario a lo que se sabe cierto, y gracias al distanciamiento y a la sustitución de lo real
por la realidad nombrada, en el sistema de la ética simbólica es posible, utilizando,
igualmente, construcciones que sabemos falsas, la transgresión de los códigos de
conducta propios del universo simbólico, gracias al distanciamiento y a la sustitución de
lo real por lo simbólico. Recordemos que, históricamente, la ética de la justicia es la que
ha servido para administrar la muerte, para justificar las peores abyecciones; mientras
que la ética inferior de la responsabilidad y del cuidado ha sido útil para mantener la
vida. En ambos casos, los mecanismos que ponen freno a las conductas transgresoras, a
la mentira o a la tropelía, son los específicos de la postura femenina, es decir, el control
de la comunicación por medio del anclaje en lo analógico, no codificado, todo el
contexto gestual ligado a lo sentido, a la verificación del contacto directo en la
comunicación, y a la ética de la responsabilidad y del cuidado, vinculada igualmente a
los sentidos y los sentimientos. Por otra parte, simétricamente, sabemos que los límites
a la desviaciones propias de la violenta identificación imaginaria se articula desde la
ética racional, simbólica. El hombre de palabra, con honor planteado desde la postura
masculina, puede permitirse la antipatía, y vivir en un marco normativo rígido. La
alternativa a esa ética masculina es la empatía, de tal modo que hay una función inversa,
un equilibrio, entre ética masculina y empatía. La normativa ética simbólica puede
sustituir, suplir, a la empatía, al medio de comunicación propio del territorio imaginario.
Como ocurre con otros códigos, tales como los aplicados al espacio, parece que todo
ocurre como si, desde la postura masculina, ante la imposibilidad de controlar la
comunicación directa, se impusiera la necesidad de implantar el rigor de la ética
simbólica.
La culpa es el dolor y el miedo que resulta por verse rechazado, excluido del habitat
lógico-verbal que da cohesión a la sociedad. Por ello, no está sometida, no tiene una
forma de expresión lógica, y puede postularse su inutilidad como sentimiento en el
260
marco de una sociedad que nos proteja por medio del anonimato. Si no es así, el
desgarro es la forma del sentimiento de esa separación, producida por una conciencia
que condena, por medio de la acusación del Superyo y su ley. La culpa, en el marco de
la ética de la responsabilidad y el cuidado, procede del sentimiento del dolor del otro, de
la condolencia, de la compasión.
Hay que precisar que en el territorio imaginario también existe el engaño (no la
mentira). No debemos devaluar la ética simbólica, ni pretender que la ética de la
responsabilidad y el cuidado sea superior, sino únicamente reconocer las virtudes y
debilidades de ambas, que la segunda es imprescindible, que es necesaria para la
supervivencia, y para el correcto funcionamiento del sistema femenino-masculino,
planteado como unión de las dos posturas, como sistema combinado de ambas éticas.
Recordemos que Gilligan hablaba de la incompatibilidad de los dos marcos éticos:
imposibilidad cognitiva que hay que superar, exactamente, en el mismo sentido en el
que era necesaria la combinación de los dos grandes sistemas de procesamiento, el
analógico y el lógico-verbal, para que la creatividad (imposible en la terminología de M.
Boden) sea posible.
Existe algo así como una ética creativa, que está instalada en el lugar de los tránsitos
entre las posturas femenina y masculina, que precisa de la cooperación, de la
transgresión o del cuestionamiento de la ética masculina, para poder construir nuevas
actitudes desde la postura femenina. El proceso creativo sería algo así como la
conversión, la recuperación de la maldad diabólica, definida desde la postura masculina,
de amoralidad natural, de la ruptura del código ético implícito en el lenguaje, para
otorgarle otro tipo de nueva legislación, otra moral más flexible y valiosa. Si la
creatividad sirve para dar forma a nuevas estructuras de conocimiento, y a nuevos
procesos de comunicación, para formalizar lo indómito, la ética también, ya que es una
parte de los códigos de comunicación.
antes que los niños, aprenden nuevas palabras más deprisa y pronuncian mejor. Es
decir, las diferencias parecen darse en los aspectos productivos del lenguaje, pero no en
los de razonamiento” (Jayme y Sau 169, 1996). Se ha encontrado una pronunciación
más correcta en la mujer, un mayor uso de diferentes niveles tonales, una utilización
mucho más frecuente de expresiones de contacto o verificación, como las preguntas
retóricas finales. Hay más diferencias en los aspectos no lógicos del lenguaje, tales
como el deletreo, ortografía, expresión oral, y fluidez verbal. La mujer es superior en
dicción, comente menos errores, hace menos pausas y realiza movimientos más
expresivos. Se constata una mayor facilidad en la mujer para la recuperación de la
función del lenguaje después de daño cerebral, relacionada con la mayor bilateralidad.
Ellas son mejores en las labores de traducir información concreta al lenguaje. Les gusta
hablar, el sonido de la voz, estudiar en voz alta, los mecanismos que tienen una ligazón
imaginaria, el sonido concreto. Las mujeres son mejores en todas las tareas ligadas al
sistema analógico-espacial, en el pensamiento concreto, vinculado a la materia, a los
sentidos y los sentimientos. Tienen mejores aptitudes para la comunicación que está al
margen de lo lógico-verbal: las expresiones faciales, los gestos, la emotividad. Las
diferencias en capacidades verbales, consideradas en conjunto, son pequeñas y tienden a
desaparecer en los sucesivos estudios, con el paso de las generaciones. Como estamos
viendo, la variable adecuada no debería ser verbal o no verbal, sino distinguir qué parte
de la comunicación verbal está más vinculada al sistema analógico, y cuál al lógico-
verbal. Pero, lo que es muy curioso es que se interprete la reducción de esta diferencia,
que favorecía a las mujeres, como producto de una socialización más flexible y más
igualitaria, ya que el fenómeno es de signo contrario: un mejor acceso a la educación y
la cultura en la mujer debería aumentar las diferencias, ya que la situación privilegiada
era la del varón: “Es posible que las prácticas de socialización en relación con los
papeles asignados a los géneros se hayan hecho más flexibles en las dos últimas
décadas, con la consecuencia de la disminución de la magnitud de la diferencia entre los
géneros” (Hyde 171, 1995). La solución a esta contradicción es clara. Por un lado, lo
que ocurre es que se tiende a un modelo típicamente masculino; por otro, que las
ventajas obtenidas por la mujer eran las que se derivaban de una mejor gestión de las
habilidades que no pertenecían al sistema lógico-verbal estricto, y hemos visto que
existe una incompatibilidad en el funcionamiento de los dos sistemas de procesamiento
de la información. La plasticidad del sistema de la mujer le permite una adaptación a los
262
procesos regidos por códigos estrictos, pero eso revierte en detrimento de otros procesos
que dejaban ver su efectividad en campos específicos.
Algo parecido ocurre en los análisis realizados acerca del pensamiento matemático. Nos
encontramos con que ellas, en la escuela primaria, son mejores en cálculo y habilidades
aritméticas, en el manejo de grandes series. A partir de secundaria, de los 12 ó 14 años,
los varones empiezan a ser mejores en problemas de razonamiento complejo, en
interpretación de mapas cartográficos, en mecánica, y en los famosos test de rotación
mental de figuras geométricas. Parece ser que el uso de estrategias enmarcadas en un
espacio imaginario codificado es una ventaja para la resolución de problemas, tanto en
hombres como en mujeres. Se encuentra relación entre capacidad matemática y rotación
imaginaria (tareas, ambas, de fuerte codificación). Es muy significativo que, en el
extremo superior, entre los superdotados en habilidades matemáticas, la proporción
llegue a ser de trece varones por cada mujer. Estos datos son coherentes con el esquema
de una mayor lateralización en el hombre, con su capacidad para la utilización de
sistemas codificados aplicables a las relaciones espaciales, y con el esquema bio-social
que nos habla de las diferencias básicas, pequeñas y situadas en los extremos, pero que
pueden ser potenciadas por el desarrollo y la influencia sociocultural. Son muy
significativos los datos relativos a las edades en las que se pueden constatar las
diferencias. La superioridad de las niñas en algunas de las llamadas habilidades
verbales, aparece antes de los tres años y, en aritmética, durante la infancia, en los
periodos que podemos relacionar con la formación que lleva, de las estructuras
analógicas, a los sistemas codificados, en los que el manejo de series amplias y precisas
de datos es relevante, (recordemos cómo quedo ejemplificada la superioridad femenina
en las labores de gestación de la herramienta simbólica, por medio del esquema de
Ariadna, facilitando los instrumentos a Teseo). La superioridad en las habilidades que
se han llamado espaciales, como la rotación mental, y en el razonamiento matemático,
aparecen en la adolescencia, entre los 11 y 13 años, (se ha vinculado erróneamente con
la pubertad, en vez de hacerlo con las estructuras cognitivas: los adolescentes con más
capacidad viso-espacial son los chicos menos maduros sexualmente y las chicas más
masculinas), coincidiendo la posibilidad de codificación matemática del espacio, con el
establecimiento de los sistemas de códigos estrictos y con la lógica formal. Parece que
la mayor lateralización está ligada a procesos de maduración más lentos. Las diferencias
en habilidades matemáticas superiores se hacen más significativas con la edad, como si
263
La mujer es mejor en las tareas derivadas de los procesos analógicos, y eso se expresa
en las relaciones con los materiales concretos, no codificados, en que entienden y
comunican mejor las emociones, en que poseen mejor velocidad perceptiva, mejor
capacidad espacial en tareas manuales y en precisión concreta, o mayor capacidad para
procesar medios combinados. Los varones, más lateralizados, se desenvuelven mejor en
el dominio de los códigos estrictos e impositivos, en el que lo real ha desaparecido,
sustituido por lo simbólico, entienden mejor los mapas, diagramas, la rotación de
figuras geométricas imaginarias, la rotación del observador, y todo aquello que necesite
una codificación simbólica del espacio, son mejores en juegos simbólicos como el
264
Hay una relación directa entre transformación del medio, imposición, sustitución de lo
real por lo simbólico, y agresividad. En la evolución educativa de las diferencias de
género, es el padre el que marca la ley, la diferente educación para cada sexo, mientras
que la madre es más permisiva, más bilateral en su modelo cognitivo. El padre es el que
vive e impone, como agente de la ley, la diferencia simbólica de género.
El estilo cognitivo propio de la postura masculina, que tiene una forma de percepción
independiente de campo, está relacionado con la imposición de lo simbólico. Los
códigos no dependen del campo, del entorno. El signo se caracteriza por su
265
La postura femenina, dependiente de campo, actúa desde una relación directa con el
cuerpo y con el entorno, de lo que puede ser un buen ejemplo la danza, o la
comunicación no verbal. No es que se hable menos de la postura femenina únicamente
por causas derivadas de la subordinación, también es que es más difícil hablar de
aquello que se construye en los márgenes del lenguaje.
Tal vez debamos empezar a distinguir lo subjetivo, como la producción del sujeto
enunciador que actúa desde la postura masculina, de otra cosa, a la que podríamos
llamar lo personado, la vivencia ejercida desde la postura femenina, porque si no,
podemos caer en expresiones terriblemente confusas, como ocurre en gran parte de la
filosofía postestructuralista. En la estructura del universo lógico-verbal y en sus
sistemas codificados está implícita la idea de lo subjetivo, construida como un elemento
del lenguaje, como aquello que pertenece o se deriva del sujeto enunciador. Este
concepto de lo subjetivo es el que hay que distinguir de otro, de lo personado en el
espacio analógico, que implica, más que la representación, la presencia en el espacio
real o imaginario, que no se enuncia porque no supone la conciencia distanciada del sí
mismo.
Hemos visto que, en la comunicación no verbal, hay una mejor expresión emocional y
empática desde la postra femenina: “En comunicación no verbal, se han observado
diferencias entre los sexos, a favor de las mujeres, en la decodificación de este tipo de
información, en el reconocimiento de caras, la expresión emocional y facial, y el
contacto físico (Hall, 1984); en la manifestación de empatía afectiva” (Sánchez y
Sánchez 412, 1999). Hay un error muy significativo en la utilización del término
decodificación, ya que de lo que se trata, precisamente, es de la interpretación de los
factores no codificados. La mujer lo que hace mejor, desde la postura femenina, es
detectar la información veraz no codificada, que se esconde debajo de los códigos
explícitos. La pregunta que tiene verdadero interés, dado que los varones son más
266
El lugar de la creatividad, descrito como un tránsito vertical entre los dos grandes
sistemas cognitivos, es también el punto de encuentro entre los estilos cognitivos
propios de la postura femenina y masculina, de las relaciones decantadas en el sistema
femenino-masculino, que posibilita el surgimiento y la consolidación de las novedades
valiosas. Hay muchos autores que reconocen la importancia de este encuentro, o de esta
colaboración, descrita, paralelamente, como colaboración de los procesos específicos de
los hemisferios cerebrales. El esquema no es exactamente el mismo, aunque es
suficientemente congruente. Recordemos que la mujer, desde la postura femenina,
ofrece un estilo cognitivo que implica la bilateralidad, es decir, las relaciones fluidas
entre los hemisferios; mientras que, desde la postura masculina se activa el extremo
formalizador e impositivo, lateralizado y agresivo. Hablando de la imaginación creativa,
Puente Ferreras son dice que la creatividad necesita de las imágenes profundas del
inconsciente, de la gacela domesticada, una mezcla de ingredientes, una colaboración
de estrategias, necesarias para la actividad creativa. Existe un cierto consenso acerca de
que: “se deben enfatizar los efectos interactivos del hemisferio derecho y las estrategias
267
del hemisferio izquierdo en la realización de altos logros” (González Fontao 113, 1997).
Frente a la idea de la separación extremada de las cualidades de los géneros, y a los
planteamientos que escinden el sentido riguroso de las matemáticas, respecto de la
creación artística, a la separación de verdad y belleza, o de los procesos estrictamente
codificados, de los que se rigen por criterios estéticos, la creatividad necesita tender
nexos tales como el de la belleza en matemáticas, que es semejante a la necesidad de
activación de la función cognitiva en el territorio del arte: hay una necesidad, implicada
en las labores creativas, de reconocer la fundamental importancia de la otra mitad del
pensamiento, en cada espacio de creación, lo mismo que es necesario tender puentes
que superen la separación entre lo afectivo y lo cognitivo. El producto creativo precisa
conjugar verdad y belleza, para hallar la sorpresa eficiente que propone Bruner, un
suceso no sólo improbable, sino imposible en un marco preestablecido, unidimensional,
surgido gracias a la sinergia de ese encuentro. Para De Bono: “el hemisferio izquierdo
es la parte educada, rige el lenguaje, los símbolos y la percepción de las cosas tal como
sabemos que deben ser percibidas, el hemisferio derecho, en cambio, es el inocente, el
inculto que no ha aprendido nada” (De Bono 69, 1994). Pero aclara que, a pesar de la
necesaria presencia, de los méritos y cualidades de la parte inocente, del hemisferio
derecho, la creatividad necesita de la concurrencia de la actividad de los dos
hemisferios, como se ha podido corroborar al analizar los patrones de funcionamiento
cerebral en las personas dedicadas a una actividad creativa. La parte de colaboración
realizada desde la postura femenina es más inexpresable. Hemos planteado la relación
del espacio analógico con el Ello, con la figura del Espíritu Santo, y con la inspiración
entendida como el surgimiento de formas directas, analógicas de conocimiento. Jung
habla de que el Espíritu Santo está relacionado con una revelación de lo inconsciente,
que especifica que responde a un arquetipo femenino. Hay otros autores que nos hablan
de la tendencia a la androginia como característica de la personalidad creativa: “las
mujeres creativas son menos pasivas, dependen menos del ambiente, es decir, poseen
rasgos masculinos y, como señala Lipps (1993), la creatividad es la fusión de rasgos
femeninos y masculinos, de tal modo que la androginia se relaciona positivamente con
creatividad en ambos sexos” (Jayme y Sau 194, 1996). Desde la postura femenina,
faltarían los ingredientes de la agresividad impositiva. Es el varón, desde su posición
socialmente reconocida, el que impone una ley u otra, y el que tiene la capacidad para
transgredirla y transformarla.
268
La primera aparente contradicción, que nos ha llevado a un recorrido extenso, la que nos
provoca la extrañeza de que teniendo la mujer una capacidad de uso más bilateral, más
globalizador, holístico y analógico, a la vez, obtenga peores resultados en los tests de
inteligencia espacial, es únicamente producto de una mala elección de los parámetros de
análisis. Considerando como actividades espaciales las verdaderamente ligadas al
sistema analógico, que resuelve siempre mejor la mujer, y que las ventajas masculinas
se encuentran siempre en trabajos para los que es necesaria una codificación simbólica,
todos los datos, dentro de su complejidad, parecen mucho más coherentes.
Agresividad.
Las grandes obras tienen un carácter y una motivación de presencia pública asertiva, de
imposición de un modelo, y están relacionadas con una estructuración social que
incluye la coerción, con los sistemas de dominio implementados desde la cúpula del
poder social, que necesita hacer suyos los símbolos, y las investigaciones sobre lo
simbólico. Desde las dos posturas, femenina y masculina, hay una diferente satisfacción
de la necesidad de imposición sobre el medio, que se puede definir como un distinto
nivel de agresividad. Es la misma diferencia que se da entre el equilibrio cíclico del
tiempo femenino, propio del ser y del estar, con respecto a la incidencia del tiempo
269
Hemos visto que Melanie Klein, aunque no profundiza en la relación entre agresividad y
creatividad, es una autora que se encuentra con la desagradable sorpresa de tener que
reconocer, a partir de su experiencia clínica, una diferenciada e inherente agresividad
constitutiva, desde las edades más tempranas de la existencia del niño: “la voracidad, el
odio y las ansiedades persecutorias (..) tienen una base innata. En este libro he agregado
que la envidia como expresión de impulsos oral y analsádicos es también
constitucional” (Klein 113, 1971). Desde un planteamiento que empieza por identificar
el pecho bueno y nutricio, con la facultad creadora, evoluciona hacia la idea de que el
conflicto y la necesidad de superarlo es una dinámica inherente al proceso creador.
Klein se detiene en la formulación de la tendencia epistemofílica, el afán de
conocimiento, como algo generado a partir del interés por el cuerpo de la madre: “Para
ella, el deseo de explorar el cuerpo de la madre, así como el de poseerlo y atacarlo,
constituye el origen primordial de toda la relación epistemofílica con el mundo” (Segal
75, 1985). Desde ese origen, la simbolización que está en la base de los procesos
sublimatorios, media en la relación entre agresividad y afán de conocimiento.
La idea freudiana del Tanatos, como el impulso destructivo, opuesto al Eros, que tiende
hacia el estado de quietud de la muerte, y que se manifiesta en las repeticiones
compulsivas, no es más que un principio negativo en el que Freud incluye diversas
pulsiones para las que no encuentra explicación, y que se puede desdoblar, al menos, en
tres reconocibles. Existe una agresividad básica, detectada por Klein, biológica,
constituyente y diferenciada, que es mayor en los varones, ligada a determinaciones
270
La agresividad está relacionada con una forma de realización de la obra creativa que
supone una imposición, transformación y dominio, del mundo, una actitud más cercana
a la postura masculina que a la femenina. Weisberg y Springer encuentran mayor nivel
de agresividad en los niños creativos. Rogers distingue entre creatividad productiva y
destructiva, relacionando la destructiva con la actitud de cerrarse a la comunicación, y
con la represión de áreas de un campo de experiencia. Barron describe a los individuos
creativos como personas originales con una fuerte moral propia, que les permite
actitudes marginales. Con respecto a la forma de canalizar las emociones, Rubén Gur
nos dice que los hombres se expresan por medio de la acción, saltan, golpean, actúan,
rompen, mientras que las mujeres optan por las expresiones faciales, las actitudes
sentimentales, la expresión oral. Para Matussek, la personalidad del creador o del artista
es aquella que es capaz de transformar fuerzas agresivas y autodestructivas, en energía
creadora. Nos habla de que la actitud ideológica (finalista, lógico-verbal) bloquea la
búsqueda, debido a que paraliza la agresividad. Si para Klein la fusión de los impulsos
eróticos y destructivos es señal de salud, para Winnicott, que relaciona el elemento
masculino con el aspecto impulsivo de la relación de objeto, la fusión de los elementos
femenino y masculino, del ser y del actuar, tanto en las mujeres como en los hombres,
es la fórmula de la personalidad creativa. Mackinnon ha relacionado la caracterización
genérica con la represión de los rasgos opuestos, y el desarrollo de la personalidad
creativa con la ausencia de esa represión, que permite la figura de la androginia.
erótica para la mujer? ¿Y que, por el contrario, estos factores muy raramente sean
considerados atractivos para los hombres?
Necesidad de conflicto.
La mayor agresividad, y la mayor necesidad de actividad, en el varón son cosas que van
indisolublemente unidas. Freud había sido incapaz de encontrar una explicación
satisfactoria a la repetición compulsiva, que calificó de fuerza demoníaca, irreprimible
y regresiva, con bastante acierto. Interpretamos que es demoníaca porque aparece como
algo al margen de todo lo que Freud puede entender como simbólico; es irreprimible,
porque surge como una manifestación de la más primaria necesidad de acción, lo que le
lleva a calificar a la pulsión de muerte como aquella pulsión que está en el origen de las
pulsiones; y es regresiva, porque se manifiesta como refugio próximo al claustro
materno, a la sensación más elemental, en ausencia de todos los otros requerimientos
ligados a lo simbólico. Todo ello es una descripción bastante adecuada del principio de
repetición, como aquello que está en el origen de lo simbólico. No sólo no se trata de
una manifestación de lo diabólico, de lo que disgrega, sino que es precisamente el
principio que va a dar origen a lo simbólico y que, por tanto, no podemos ver, desde
nuestra forma de conocimiento evolucionada, sino como lo más próximo a lo diabólico.
La compulsión de repetición aparece como un nicho violentamente regresivo, como un
refugio en el que se puede canalizar la necesidad de acción en el marco de las más
primitivas bases analógicas, cuando la incidencia conflictiva ha desbordado la
capacidad de elaboración del individuo, (este concepto aparece pormenorizado en el
anexo final). Para perfilar la alternativa a la idea, conflictiva y endeble, del instinto de
muerte, debemos precisar el concepto de necesidad de conflicto, necesidad primaria,
inaparente por demasiado presente, como una necesidad de consumo de información, de
materia para elaborar, de caos que se pueda ir transformando en cosmos, de
simbolización, de actividad, creativa o destructiva, necesidad de conflicto que está
relacionada con la agresividad, y que, siendo común a los dos sexos, parece que es
mayor en los varones, desde el nivel biológico: el varón tiene una mayor necesidad de
conflicto alimentada por una mayor necesidad de simbolización (o mayor
lateralización), actividad y agresividad. Es una necesidad transformadora que,
relacionada con el estilo masculino, se perfila en el varón hacia procesos más
específicamente simbolizadores, lateralizados. Cuando hablamos de necesidad de
conflicto, no nos referimos a nada construido, sino a una necesidad primaria, tan
273
elemental que tiene similitudes con la definición de lo que es la vida, como aquella
capacidad que permite transformar el entorno en algo igual al individuo que actúa. El
placer derivado de la realización, el placer producido por la actividad creativa, se
produce como algo gratificante por sí mismo, ya que es una actividad que facilita un
cauce de satisfacción a esa necesidad primaria de conflicto, y que sirve para construir
las estructuras de conocimiento, a la vez que el individuo impone una ordenación al
mundo (asuntos que, en el fondo, son la misma cosa). Esa ordenación está basada en
relaciones de orden y de igualdad, que tienen su origen en las actividades de repetición
que, posteriormente, reaparecerán como repeticiones compulsivas regresivas. Ese
impulso transformador, vital, que hace evolucionar el caos a cosmos, se puede
identificar con el concepto de libido o de impulso sexual que, aparentemente, es más
restringido, pero también es cierto que una de las mejores formas de describirlo, en
origen, cuando está íntimamente relacionado con el tacto, la sensualidad y la emotividad
es, efectivamente, como libido o impulso sexual. Esta libido está afectada, toma
características diferenciales, según los dos sexos, y según las posturas femenina y
masculina derivadas, de modo que está más cerca de lo analógico y de lo sentido en la
mujer, y más próxima a lo simbólico y a la agresividad impositiva en el hombre.
Gran logro.
Considerando un concepto de éxito que se refiera, no sólo al plano del gran avance
creativo, sino que tenga un sentido más amplio, que haga referencia a los logros que
supongan un reconocimiento social, parece darse una opinión bastante general acerca de
que la discriminación de género no es suficiente para explicar la distancia, en la mujer,
entre capacidad y éxito, que afecta a casi todos los campos. Con respecto a la
competencia en matemáticas y ciencia, se ha planteado la hipótesis de la impotencia
aprendida. En un modelo de comportamiento que asigna, frente a la necesidad de éxito
masculina, la necesidad de afiliación: “surgió, como posible explicación de las
diferencias, un término alternativo, el de necesidad de afiliación, según el cual la mujer
está motivada por el deseo de aprobación por parte de los otros” (Jayme y Sau 276,
1996). Parece existir un acuerdo amplio respecto a que la mujer tiene un concepto de
éxito distinto al del varón, por causas relacionadas con la agresividad y la
competitividad: “ellas tienen un elevado nivel de motivación para el éxito, pero hay
situaciones (por ejemplo, las competitivas) que no lo estimulan, como en el caso de los
varones” (Hyde 188, 1995). Matina Horner propuso, con gran aceptación, el concepto
de miedo al éxito, basado en la idea de que las situaciones de gran logro son
competitivas y agresivas, actitudes reprobadas socialmente en la mujer que, además,
275
Hay muchos autores, como Gardner, que aceptan la distinción de que las chicas están
preferentemente centradas en las personas y en sus relaciones, mientras los chicos están
más interesados por los objetos. Si partimos del esquema que supone a la mujer más
bilateral, con mayor fluidez analógica, relacionada con el estadio de las identificaciones
imaginarias, es coherente ese mayor interés en las relaciones personales, ya que se
trataría de una visión del mundo más enraizada en lo emocional, en la continuidad entre
los hechos y las intenciones, en el universo de los afectos o las afectaciones. En cambio,
desde la postura masculina, hay una construcción del sujeto como ente separado, que
observa y se interesa por el objeto, específica del universo simbólico, aséptico,
coherente con el interés por lo objetivo. Recordemos que la postura femenina está
relacionada con lo personado, la mujer está más próxima a la parte de formación del
universo simbólico, tiene ventajas con los aspectos vinculados al sonido de la voz, con
el significado, con el aprendizaje de la pronunciación y de la lectura; frente a la
capacidad del varón para los desarrollos complejos de codificación rigurosa, objetiva,
(Ariadna y Teseo). Gardner plantea también la dicotomía, en la creatividad, entre los
que tienen una actividad como iniciadores, y los que la tienen como continuadores, que
podemos relacionar con la actitud propia de la postura femenina, relacional,
globalizadora, implicada en la emergencia de la herramienta, en la proposición del
código, y con las virtudes específicas de la postura masculina, formalizadora,
convergente y sancionadora, que domina la operatividad y el desarrollo de los códigos.
La represión en el lenguaje.
El paralelismo entre el caso del hemisferio derecho, reprimido por el izquierdo, por
medio del sistema lógico-verbal, y la mujer y la postura femenina, ocultada y reprimida
por lo masculino, por medio del lenguaje y de su legislación implícita, se manifiesta de
diversas formas en todos los niveles del lenguaje. En los recodos del lenguaje se
esconden trampas, en las que caemos habitualmente sin tomar conciencia de ello. Una
de las más recurrente y obstinada es la trampa que el sistema sexo-género ha dejado
inscrita a lo largo del tiempo. Pensemos en el fenómeno de la ocultación realizado por el
uso de los genéricos masculinos. Si a un grupo de 99 niñas le sumamos un solo niño,
obtenemos 100 niños: un varón puede esconder y hacer desaparecer tras de sí a
innumerables mujeres. El lenguaje se pliega y rinde pleitesía a los representantes
masculinos. Las expresiones que caracterizan a lo femenino son devaluadoras de las
obras de arte a las que se aplican. Lo femenino significa menosprecio. Cuando más
gravemente se quiere insultar a un varón, se hace por medio de su madre. Hay muchas
expresiones que tienen un doble significado, según se apliquen a varones o a mujeres.
Un zorro es un varón astuto, una zorra un grave insulto. Un hombre público es un gran
varón, un personaje reconocido socialmente, una mujer pública una prostituta. En el
léxico procaz, todo lo excelente está marcado por caracteres del sexo del hombre, y lo
despreciable por el de la mujer: como ejemplo, baste recordar el significado de lo
cojonudo y lo coñazo. Hay una relación lexical constante entre lo que representa al sexo
masculino y lo que es virtuoso, ideal, deseable, y entre lo femenino y lo deleznable. El
lenguaje está dominado por la postura masculina, no sólo en cuanto a la parte visible, a
aspectos de léxico, o a las estructuras gramaticales, sino también en cuanto a la
estructura profunda, a su carácter de progresión lineal, de sustitución impositiva de lo
real, de tendencia coercitiva hacia el universo simbólico y hacia su normativa estricta,
de camino competitivo hacia una finalidad asegurada, de imposición de una legislación
ética desvinculada de la persona. Los síntomas de la masculinidad en el lenguaje están,
también, en su estructura temporal, lógico-lineal, en la ausencia del calor y del color
(del cuerpo y de los sentimientos), en su relación con la ley, con lo que se instaura en el
nombre del padre. Lacan es el autor que mejor ha sabido enfocar este obscuro asunto, al
definir la función que se ejecuta en el nombre del padre como la clave del acceso al
279
orden simbólico. Lo importante, más que la autoridad del padre, es lo que se puede
hacer o imponer en su nombre, porque su palabra es lo que va a establecer la ley.
Muchas feministas han criticado la relación, establecida por Lacan, entre el orden
simbólico, y la ley del padre. Otras, han entendido que el psicoanálisis, en cuanto tiene
una parte descriptiva, que debe ceñirse al análisis y la crítica de lo que hay, tiene que ser
falocéntrico, tiene que describir el orden en el que se constituye el sujeto: “las
identidades sexuales son ficticias y responden a una división entre hombres y mujeres
que, lejos de ser natural, es simbólica y se construye fundamentalmente en el lenguaje”
(Tubert 101, 2001). El lenguaje es una construcción falocéntrica que relega a lo
femenino al lugar de lo otro.
¿Podríamos encontrar cuáles son las características del estilo femenino de conversación,
escondidas bajo las imposiciones androcéntricas? ¿Existe algo parecido a un sexolecto?
Hablar es una forma de conducta gobernada por sistemas normativos, que tiene que
estar, necesariamente, relacionada con los dos sistemas de normativa ética, que se
corresponden con los estilos femenino y masculino. Se han descrito, desde diversos
puntos de vista, dos formas de conversar, dos estilos de diálogo. La escucha refleja, la
conversación empática, planteada por Goleman, es el estilo propio de la postura
femenina. Por el contrario, desde la postura masculina o competitiva: “A menudo nos
desintonizamos mientras preparamos mentalmente nuestra propia respuesta” (Goleman
193, 2000). La conversación empática se desenvuelve en un contexto en el que prima
una actitud por la que se devuelve el reflejo de las manifestaciones del otro, en todos los
detalles, sin interpretar, oponerse o juzgar, (recordemos las normas creativas de De
Bono, para las primeras fases de trabajo, de gran similitud). En el estilo propio de la
postura masculina, la conversación crece por la acumulación de materiales que
presionan a los dos lados de una única línea del discurso, por la acumulación en las dos
vertientes de una barricada, creando dos espacios disjuntos, con poco contacto, que
pivotan alrededor de la disyuntiva entre la afirmación o la negación de algo; mientras
que, en el estilo propio de la postura femenina, hay una mezcla de conversaciones
simultáneas, y una combinación de diversos medios de expresión, que crecen por
agregación de materiales en torno a un núcleo cambiante común, un intercambio de
papeles, múltiples frases de apoyo, o de contacto. Lo que en la postura masculina sería
agresividad, que puede tender a la destructividad, se correspondería en la femenina con
falta de identificación, rechazo provocado por un amplio abanico de motivaciones.
280
Desde la postura masculina, hay una tendencia elevadísima a quitar el turno de palabra,
como si la conversación discurriera por un solo camino, como dos caballeros que se
enfrentan, para atravesar un único puente. Según Jayme y Sau, es el hombre, en el 96 %
de los casos, el que interrumpe a la mujer. Es un estilo competitivo, en el que se trata de
contradecir al oponente, y en el que no hay lugar para lo personal. Son conversaciones
de poder y dominación, en las que se debe exhibir una sólida esgrima lógica. En la
algarabía de la conversación femenina, hay un desarrollo de hilos simultáneos, una
manera de ir aportando puntos de vista, opiniones, desde lo sentido. La mujer posee una
mayor rapidez, mayor fluidez de pronunciación, y una forma de comunicación en la que
hay una mayor implicación de factores gestuales. Muchas veces, sólo se trata de frases
de apoyo, de participación activa, de la importancia de cosas como el tono de la voz, de
modo que no es necesario quitar el turno de palabra, realizadas desde un estilo
cooperativo, con implicación de lo personal, donde lo sentimental no está prohibido. Se
parte y se llega al mismo sitio, se busca la identificación personal, (de la que se parte),
desde un apoyo mutuo, desde un estar, un tiempo distinto, sin finalidad.
Todas las características del estilo del habla propias de la postura femenina son
reprimidas y ocultadas por el lenguaje de la cultura oficial, de modo que, dada la
plasticidad propia de la mujer, no es extraño que, en los análisis realizados con
universitarias, no se encuentren grandes diferencias de estilo, con respecto a los
resultados generados desde la postura masculina. Aquella contradicción que planteaba
la extrañeza entre la especificidad creativa de la postura femenina y la falta de grandes
logros, se puede resolver desde el conocimiento de las características realizadoras,
impositivas, de la postura masculina, desde el dominio de lo simbólico, que lleva a la
formulación de la realidad. La diferente agresividad y capacidad simbolizadora son las
bases de diferenciación sexual, que conducen a la construcción de la diferencia de
281
género con respecto al gran logro. El gran logro está relacionado con una concepción
del tiempo, lineal y finalista, propio de la postura masculina, con una ética pública,
ordenadora de la sociedad, con unos objetivos construidos en la distancia, y con la
represión y la ocultación de la mujer, inculcada y reforzada desde las estructuras del
lenguaje.
La mujer es más creativa en el territorio del extremo analógico, mientras que el varón es
más apto para la creatividad relacionada con el extremo simbólico. Es posible encontrar
una más estricta aplicación de la ética simbólica, o una mejor aplicación de algoritmos
matemáticos, en la mujer, dado que esos trabajos responden a formas de manejo, desde
el sistema analógico, del material simbólico. Hay algunos autores, como Winnicott, que
ya han detectado la necesidad de la conjugación de las dos posturas, femenina y
masculina, para las actividades creativas, o que han constatado la tendencia hacia la
mezcla de rasgos, o la tendencia a la androginia, en los creadores de ambos sexos.
Recordemos que el carácter andrógino se puede relacionar con la ausencia de represión
de los rasgos complementarios. En el arco de la creatividad, las posturas femenina y
masculina se ubican en distintos lugares, de modo que el proceso creativo pasa
necesariamente por ambas posturas. El sistema biológico mujer-hombre, que deviene en
el sistema de gran plasticidad femenino-masculino, tiene la ventaja de posibilitar que,
en su seno, ambos sexos puedan aprovechar los avances del otro, el surgimiento
analógico, o la formalización estricta, ya que es un sistema que se diferencia en los
extremos muy especializados, y que tiene, por tanto, enorme importancia en cuanto a la
creatividad cultural. Un sistema que contiene un factor de equilibrio, derivado del hecho
de que ambas posturas son lo suficientemente plásticas como para adaptarse a los
resultados, con especial relevancia en el caso de la mujer. Perpendicularmente al
sistema sexo-género, está presente el sistema femenino-masculino. La adaptabilidad de
la especie tiene la ventaja de apoyarse sobre dos pilares (mujer y hombre), lo que es más
efectivo que si lo hiciera en uno sólo. El excesivo apoyo en la posición masculina ha
llevado a un desequilibrio no creativo, que hace que sea necesaria, para la creatividad y
para la supervivencia, una firme deriva hacia la posición femenina.
282
XIII- TIEMPO
Ese estado de motivación intensa, en el que hay una distorsión de la percepción del
tiempo, B. Edwards lo describe, con gran poder de sugestión, como una inmersión en lo
que llama modo-D, en referencia a los trabajos desarrollados utilizando el hemisferio
derecho del cerebro, que no es experto en secuencias, que no empieza en un punto para
desarrollar linealmente su labor, sino que: “empieza en cualquier parte y lo hace todo a
la vez. Además, el hemisferio derecho no tiene un buen sentido del tiempo y no parece
comprender lo que se entiende por perder el tiempo” (Edwards 36, 1988). Pero tiene, en
cambio, capacidad para imaginar escenas inmóviles, y para visualizar seres en
movimiento. El modo-D es primario, imaginativo, relacionador, no verbal, sintético,
analógico, atemporal: “En el estado del modo-D, uno es inconsciente del paso del
tiempo; el tiempo que se pasa dibujando puede haber sido largo o corto, pero uno no lo
sabe a ciencia cierta hasta que lo consulta” (Edwards 57, 1988). Lo describe como un
estado en el que el sujeto se siente identificado con su trabajo, como una sola cosa, con
una euforia que no excluye la calma, la relajación y el dominio de la actividad,
provocada por la liberación del control del sistema simbólico propio del hemisferio
lógico-verbal, un modo que compara con los estados de conciencia alterados por las
drogas, los ayunos rituales o la meditación. Nos habla de una aparente suspensión del
tiempo, de una incapacidad para seguir conversaciones coherentes complejas, de un
gran interés por lo que se hace, de un estado muy gratificante del que no se sale
agotado, sino revitalizado.
Algo parecido ocurre en los talleres de Educación Creadora de Arno Stern, en los que
los alumnos pueden pasar largos periodos de tiempo, años, trabajando, complacidos y
entusiastas, en una forma concreta de expresión (por ejemplo, el esquema que denomina
ritmo), con la misma dedicación y minuciosidad que el primer día, como si lo
importante, más que la finalidad de llegar a un objetivo, típica del dominio lógico-
verbal, fuera el placer de hacer algo inmediato, la satisfacción propia del camino: “Aquí
no se mide el tiempo como en el mundo cotidiano: el ayer, el hoy, la próxima vez… se
asemejan; ninguna distracción inquieta este espacio de tiempo” (Stern 11, 1977). Estos
talleres son lugares en los que el tiempo es generoso, abundante, detenido con respecto a
requerimientos de plazos fijos. Lugares al margen del tiempo, que tiene la estructura de
la linealidad escasa. En estos estados de fluidez, de juegos analógicos, o modo-D, no
hay previsiones de futuro concebidas como metas, no hay reflexión, sino hallazgo,
284
Este modo de percepción del tiempo también tiene una dimensión evolutiva, relacionada
con el desarrollo del individuo y sus estructuras lógicas, con la construcción de la
lateralización, y con la actividad del hemisferio izquierdo, investigadas por Gazzaniga,
que explica cómo funciona el sistema de justificación, de interpretación del mundo, que
son las creencias, elaboradas por el sistema lógico-verbal: “Una vez que las creencias
entran en escena, el organismo deja de vivir únicamente en el presente” (Gazzaniga 142,
1993). Este punto nos abre un puente de conexión con todos los autores que hablan del
factor de regreso al mundo infantil, como ingrediente típico de la creatividad
de las claves fundamentales del pensamiento mitológico sean las metamorfosis. Como
veremos, no se trata de la alternativa entre devenir o estatismo, implicación o no
implicación del factor temporal, sino de dos concepciones del tiempo y del devenir
distintas.
Entre los autores que nos hablan de la necesidad de la integración de distintos tiempos,
en el espacio unitario del acto creador, encontramos a Moreno, que nos dice: “Un
creador es como un corredor, para quien, en el acto de correr, la parte del camino que ya
ha pasado y la parte que está ante él son cualitativamente una misma cosa” (Moreno 67,
1974). Para Fiorini, Green, Arieti, las características del tiempo, en el que se enmarcan
los procesos terciarios, típicos de la creatividad, no se ciñen a las del tiempo sucesivo,
ni a las de la atemporalidad del inconsciente freudiano. Frente a los procesos
secundarios, que discriminan y delimitan, los procesos terciarios tienen capacidad para
ligar múltiples oposiciones, para hacer resonar elementos contradictorios, característica
286
típica del pensamiento creador. Fiorini nos habla de que el entrecruzamiento simultáneo
del tiempo sucesivo y retroactivo produce un tiempo circular y una visión desde fuera,
una transtemporalidad, de modo que, en la actividad creativa, hay una organización
global, ligada a la noción de bucle, en la que las incidencias pueden ser, a la vez, causa
y producto, una realimentación que hace que el proceso en su totalidad sea generativo.
Nos explica que: “es el entrecruzamiento simultáneo de esos diferentes tiempos el que
produce en nosotros una experiencia particular de “tiempo en estado puro” (..). Creo que
esa experiencia que Proust llamó “tiempo fuera del tiempo”, como propia de la
creación, tiene que ver con un entrelazamiento, choque entre los diferentes modos de
temporalidad que articula un objeto de creación como es el poema. Creo que esto define
una organización de transtemporalidad” (Fiorini 46-47, 1995). Podemos decir que,
como pasa en la escultura actual, hay una combinación, una utilización de un esquema
temporal primitivo, flexible y abierto, ligado a los procesos primarios, con un tiempo
elaborado desde la perspectiva de los procesos secundarios, de tal modo que pueden
actuar ambos en las diferentes etapas del proceso creativo. Estos procesos de
recuperación y reelaboración de formas primitivas son fundamentales para la
creatividad, particularmente cuando el tema del que hablamos es el tiempo, que forma
parte de la estructura básica de los procesos de codificación lógico-verbal.
El sujeto enunciador es el que recorre con su mirada las unidades enlazadas en la línea
del discurso, separando lo leído como perteneciente al pasado, de lo que falta por leer,
como perteneciente al futuro, por medio de la delgada cuchilla del presente, del acto de
la enunciación. El hilo del discurso y el hilo del tiempo tienen estructuras coincidentes:
son dos líneas infinitas, abstractas, siempre disponibles para el sujeto que puede
inscribir en ellas su discurso o la medida de cualquier intervalo temporal. Éstas son sus
cualidades fundamentales: la universalidad y la disponibilidad. La fuerza de la relación
causal es la energía que transita por ambos hilos, leyendo cada una de las unidades
engarzadas, para hacer corresponder la realidad recreada, con las leyes del lenguaje, con
la estructura lógico-lingüística. La razón viene definida como el acto de discurrir, o
como palabras o frases con que se expresa el discurso. Y la palabra discurrir,
(maravillosa sabiduría del lenguaje) significa andar, caminar, también transcurrir del
tiempo y también reflexionar, pensar.
El sujeto es el ser nombrado con capacidad para nombrar, para una acción que se refleje
en el lenguaje. Queda constituido en el universo simbólico, a la vez que el mundo
objetivo, y como opuesto a él. Es un ser constituido, gracias a la capacidad
intercambiable del lenguaje, para habitar una paradójica singularidad.
La línea del lenguaje, de la progresión de las causas y los efectos, es congruente con la
que sigue el cazador, el que camina detrás de la pieza, y con su recreación por medio de
la danza, la representación, o el lenguaje, en la que está presente la tendencia hacia una
finalidad. Debemos pensar que se dan en primer lugar los sucesos concretos para, en un
progresivo grado de abstracción, llegar a las estructuras más inaparentes, como es la del
tiempo universal. Podemos suponer que no es posible la existencia de la línea de la
enunciación, sin que se inscriba en la del tiempo, pero es más lógico pensar,
constatando su íntima interdependencia, en que sean los procesos de la comunicación y
288
su progresiva formalización los que van definiendo este tiempo de los sujetos y de los
objetos.
Los avances de la física contemporánea han ido demostrando que este tiempo ideal,
newtoniano, no cumple realmente ninguna de las propiedades que le habíamos
adjudicado: no es universal, ni infinito, ni continuo, ni lineal, ni uniforme, ni conectivo,
ni ordenable en su totalidad. Que todas ésas son características que le hemos dado
bastante gratuitamente, y que, en cualquier caso, es dependiente de la escala y de la
materia. Una de las cosas que no hemos podido evitar es darnos cuenta de que no es
reversible. Curiosamente, el tiempo newtoniano, el del sujeto intercambiable del
lenguaje, es lineal y reversible, mientras que el real, o el personado, ligado al devenir
del cuerpo, es cíclico e irreversible.
Relaciones del tiempo objetivo y personado con las dos formas de procesamiento de la
información.
milisegundos, y que aproxima el T.U. al T.A. (Si hablamos de historia del tiempo, es
porque consideramos el concepto de historia, no como un relato que deba inscribirse en
una concepción única y lineal del tiempo, sino como un concepto más amplio que puede
incluir diversas formas de tiempo. La expresión historia del tiempo no es sólo un
atrevimiento provocador, sino una fórmula correcta, referida al tiempo cronológico, y
que hace uso del concepto de historia como más amplio que el de tiempo, desde un
planteamiento que asume que el hilo del tiempo es generado por el hilo del discurso,
que le precede. El uso que ha hecho de la expresión Hawking es incorrecto).
El tiempo personado.
Podemos analizar el que hemos llamado tiempo personado, vinculado a los seres reales,
desde dos puntos de vista: como relacionado con las circunstancias exteriores, y en ese
caso hablaremos del tiempo meteorológico; o como algo vinculado al cuerpo del
observador, y entonces trataremos del tiempo biológico.
291
Son las siete y diecisiete minutos, y hace una temperatura muy agradable, mientras el
sol enrojece al acercarse a la línea de abedules que cubre el horizonte. Nos puede
sorprender que la misma palabra, tiempo, haga referencia a dos cosas tan dispares como
son el tiempo cronológico y el tiempo meteorológico, y que, sin embargo, en el
diccionario ambos tiempos aparezcan con una sola entrada: que sean la misma cosa. No
hace calor, como se dice habitualmente, porque todavía sean las siete y diecisiete, sino
que, por el contrario, es esa hora porque hace esa temperatura, en esa época del año, en
la que los meteoros marcan un estado de la naturaleza. El tiempo cronológico procede
del meteorológico, lo mismo que la lógica del lenguaje procede de la magia de las
imágenes.
Tiempo meteorológico
La relación de los dos tiempos, simbólico e imaginario, con las dos formas de
procesamiento de la información, y la del tiempo cronológico con el tiempo de las
cosas, meteorológico, de estructura analógica, se puede ilustrar con un caso muy
curioso, personal, de un hombre que vive cerca de mi casa. Le llamaremos Casimiro.
Tiene diversas deficiencias, tanto físicas como psicológicas, y es casi ciego. Cuando lo
visité por primera vez, después de las presentaciones, me preguntó la fecha de
nacimiento, e inmediatamente, sin el más mínimo lapso temporal, dijo: sábado,
amaneció nublado y no paró de caer lluvia fina todo el día. En las visitas posteriores, si
ya conoce al visitante, puede preguntarle la fecha de nacimiento, y contestar con su
nombre y la relación de parentesco o amistad que le unía a las personas que lo
acompañaban. Los vecinos hacen buen uso de su memoria, cuando no recuerdan la
fecha de algo necesario, el momento en que fue cubierta una vaca, o cualquier
efemérides olvidada. Si le preguntas cómo calcula el día de la semana de cualquier
fecha, te contesta que no lo sabe, que simplemente está ahí. Hay muchos casos similares
ya descritos. Casimiro tiene la particularidad de, además de responder a las preguntas
con un saber que tiene la apariencia de una presencia, comentar espontáneamente
aspectos del clima. Algunas veces lo he visto, a la caída de la tarde, mirando hacia la
puesta del sol, mientras salmodiaba o rezaba alguna cantinela indescifrable. Es posible
que le guste ver algo de la claridad fuerte del sol cuando se lo puede mirar directamente.
El tiempo de los meteoros, y sus relaciones cronológicas, tan olvidado, tan oculto por
nuestros afanes, está en el origen de todas nuestras formas de sentir o de medir el
tiempo. ¿Hay algo más inmaterial y abstracto que la hora en la que vivimos, que el paso
del tiempo universal? y, ¿hay algo más concreto y material que la lluvia que nos moja o
el sol que nos reconforta? El tiempo personado está unido íntimamente al clima, a los
meteoros, y a los ritmos de nuestro cuerpo. Frente a la magnitud que miden los relojes,
el tiempo personado se presenta como una variación, una inestabilidad, como una
sucesión de fenómenos naturales, tan imponderables como materiales. Hay una
evolución, que recorre todo el camino que va desde las incidencias de los sucesos
meteorológicos reales, a la formulación de un tiempo aséptico e inmaterial, que es
paralela a la que va desde el hecho real y material, que afecta directamente al cuerpo, a
la estructuración de lo simbólico, construida sobre el signo como algo que tiene las
características de ser inmaterial, e independiente de la escala.
293
Por una parte, podemos decir que en la concepción del tiempo personado, el generado
por la evolución de los meteoros, hay una temporalización ambigua del espacio, una
unidad no codificada y fluida, en la que la alternativa del regreso, imposible, ni se
plantea, una falta de reversibilidad que afecta incluso a la posibilidad de volver al
mismo lugar, que ya estaría transformado. Por otra, en el esquema del tiempo
cronológico, hay un sometimiento riguroso del espacio a la línea temporal (que, a la
vez, sigue un esquema espacial), con una codificación reversible, como la de la lógica y
la geometría euclidiana, que se puede ejemplificar con la metáfora de la televisión: el
punto lector recorre la pantalla en líneas, de izquierda a derecha y de arriba a abajo,
configurando el espacio de la imagen, sometido, a su vez, a la línea del discurso
narrativo que estructura un mensaje unidireccional.
Si es cierto que ese tiempo de las cosas se sitúa en el espacio de las identificaciones
imaginarias, según el esquema que estamos siguiendo, haciendo un recorrido por el
tiempo exterior o meteorológico, y el interior o biológico, deben existir claros nexos de
unión entre ambos, de modo que podremos encontrar rastros de esta identificación entre
la meteorología y el mundo de las vivencias y los sentimientos. El tiempo exterior,
personado y meteorológico, primitivo y desestructurado, tiene una gran vinculación con
el cuerpo del observador (no podía ser de otra manera), que se puede rastrear en la gran
cantidad de expresiones y metáforas que relacionan el tiempo meteorológico con el
294
espacio interior de los sentimientos. Las palabras hijas del prolífico tempus se abren,
claramente, a esta doble vertiente de significados.
las palabras cosas que hemos olvidado, o que no somos capaces de hacer conscientes
con facilidad que, en nuestra indolencia, hemos perdido, por comodidad, pero que han
quedado ahí presentes para sorprendernos con su evidencia.
La parte del tiempo personado, relacionada con el cuerpo, tiene su mejor representación
en el tiempo de la mujer, o de la postura femenina. Hay un tiempo femenino, íntimo,
unido al cuerpo y a sus ciclos, biológico, ligado al tiempo lento de la germinación, de la
conservación, del crecimiento imperceptible, el tiempo de las relaciones con el hijo, un
tiempo que se adhiere a la piel paso a paso, que se mueve al propio ritmo del cuerpo. No
es un tiempo lineal, sino global, que se expresa, en vez de en la línea, en la textura real
del ser que evoluciona y se deteriora como la piel. El cuerpo es un diario, a la vez pluma
y papel, protagonista y autor, que va escribiendo, registrando, su forma particular de los
sucesos.
En nuestra sociedad, la mujer es el personaje que está más cercano al cuidado de los
niños y a su educación, y más cercano a la creatividad individual, mientras que el
hombre está más próximo a los códigos institucionales dominantes, tanto en la cultura
en general, como en la ciencia. La educación infantil está, mayoritaria y
venturosamente, en manos de las mujeres. La evolución del niño en el periodo, en el
que la creatividad individual es máxima, está coherentemente relacionada con la
creatividad de la postura femenina. Recordemos la diferencia cualitativa que
apuntábamos en el primer capítulo, entre la creatividad individual y la cultural. La
creatividad individual, en el arco que va desde las innovaciones valiosas cercanas al
territorio primitivo de las formas analógicas de procesamiento de la información, hasta
los procesos de formalización y codificación, posteriores y necesarios, está situada en la
región en la que hay una gran mayoría de ingredientes no codificados, y un mínimo de
procesos codificados; al contrario que ocurre respecto a la creatividad cultural, en la que
los ingredientes pertenecientes al dominio simbólico son, casi, la totalidad. La
creatividad de los niños brasileños de la calle, y la de los científicos de un centro de
investigación en física nuclear, tienen una composición que las hace cualitativamente
distintas: aunque tengan ingredientes comunes, los porcentajes de la mezcla son
totalmente opuestos.
296
Hay un tiempo de la postura masculina, aséptico, rígido, que responde a las necesidades
de los códigos institucionales desarrollados por una sociedad patriarcal. El tiempo
masculino se ha desarrollado como una coordenada exterior, independiente del lugar y
de las circunstancias, ajeno al cuerpo y a las cosas. Es un tiempo cuya cualidad
fundamental es el orden. No hemos sabido conocer profundamente qué es el tiempo,
pero hemos sabido fabricarlo a nuestra medida. Lo hemos hecho lineal, continuo,
conectivo, uniforme, infinito, universal, ordenable en su totalidad, características todas
ellas tan gratuitas como falsas: la física moderna se ha encargado de demostrarlo. Es el
tiempo del orden, estable, omnipresente, indestructible, irrebatible, nada queda fuera de
su medida. El tiempo masculino, en el fondo, se asienta sobre una caprichosa base
analógica: plantea una relación entre cada instante temporal y un punto de la línea recta
y, también, una relación de estas dos cosas con cada unidad de información del discurso
lógico-verbal. El tiempo masculino es la expresión esencial de un universo simbólico:
es el hijo predilecto de la palabra. Se desarrolla íntimamente unido a la linealidad
lógico-verbal. Es el tiempo conectivo de dominación, capaz de relacionar dos instantes
cualesquiera por medio de una cantidad estable, matemática. Es efectivo, útil y, sobre
todo, mensurable. Todo suceso tiene un valor temporal que, en el territorio de lo
simbólico, puede ser cambiado por otros valores igualmente simbólicos. Éste es el
tiempo que se puede vender. Es el tiempo del dinero, de la dominación que posibilita el
canje. También es el tiempo de la demora y de la renuncia, del placer postergado,
diferido. Es el que sirve para fundamentar el esquema de la competitividad masculina,
el que da soporte a la mítica del progreso continuo, el que mide y valora la renuncia
297
actual en aras de conseguir un fin que siempre se aleja. El tiempo matemático, sobre el
que se han construido los códigos institucionales masculinos, es el tiempo de Newton,
no es el tiempo de lo real, sino el tiempo de los relojes.
Sobre el tiempo de la mujer, o de la postura femenina, es mucho más difícil hablar. Está
vinculado al concepto de lugar, enraizado en los fenómenos de las variaciones, del
movimiento, de los aconteceres, ligado a alguna forma de alteración de la materia, de
manera que es imposible separarlo de ella. Existe como algo relacionado con el propio
cuerpo: yo soy mi tiempo. El cuerpo de la mujer funciona como un reloj biológico
evidente, cíclico, lunar. En la gestación se produce un sentimiento de relajación, de
ausencia de toda finalidad, que no sea la de la contemplación del crecimiento interior,
del peso germinal. Es, también, el tiempo del deterioro (de la vida y de la muerte),
marcado por el reloj biológico del cuerpo en su decadencia, el tiempo de la evolución de
los seres vivos, tejido en sus quehaceres y en sus anhelos, dibujado en las líneas de la
piel. Es un tiempo más primitivo, más complejo e inexpresable, y más cercano a lo real.
La piel tiene un sentido del tiempo que es distinto al del oído. Lo que le decimos al
tiempo lineal del oído es cómo creemos ver que son los sucesos que hemos olido y
hemos tocado. El tiempo del lenguaje es el tiempo de la mediatización.
El tiempo de los sucesos, relacionado con los aconteceres del cuerpo, está ligado a la
materialidad y a la escala en la que se producen. Por eso, dentro de los planteamientos
creativos, dentro del territorio de la función epistemológica del arte, se hace necesario
ese soporte material, último, de la obra. Cada cosa tiene un tamaño determinado, cada
suceso sólo ocurre en una escala específica. Y ese tamaño no cambia, porque está ligado
a la materialidad que lo constituye, que soporta, el suceso. Es la mujer el personaje que
representa (lo ha representado siempre) el papel de artífice que ha convivido con esa
ligazón inmediata y profunda. Uno de los pocos puntos de acuerdo, en el arte actual, es
el de la vinculación de cada obra a su escala concreta, y a la escala del cuerpo del autor,
por dos motivos fundamentales: por la función que se le encomienda al arte como forma
de conocimiento, de búsqueda de lo real, que tiene necesariamente que depender del
incidente material; y por la necesidad de coherencia entre los niveles homólogos que
sirven de soporte a un mensaje desestructurado, en el que el enraizamiento material, el
nivel más bajo, es imprescindible.
298
El universo simbólico, creación típica, propia del universo masculino, sobre el que se
asienta nuestra civilización, es independiente de la escala. El signo no tiene
dimensiones, es formal, cerrado, autónomo, proyectable, reproducible. Lacan lo explica
con gran precisión y acierto: la imposición de la ley de la palabra, el acceso al orden de
lo simbólico, se realiza en el nombre del padre, es decir, por medio de la invocación de
su nombre, y actuando legitimado por su autoridad. Ese universo simbólico masculino,
en el que vivimos sumergidos, sin darnos cuenta de las implicaciones que comporta, es
independiente de la escala: el signo no tiene tamaño. Lo femenino, lo enraizado en la
materia, el trabajo de la mujer en el terreno concreto de la creación cotidiana, y del
cuidado del cuerpo, la textura del tejido, el tamaño de la planta o de la semilla, tiene la
imposición y el apoyo del invariante material, la tiranía y el soporte de la escala. No es
en el nombre de la madre que se hace o se obliga a hacer nada, sino por la intervención
directa de su mano, que tiene un tamaño y una dimensión concreta de la huella.
En la relación con la cosa física, hay dos órdenes de cosas sujetas al anclaje de factores
invariantes: las constantes de la materia, y el cuerpo del observador. Nada es igual a
otro tamaño, también, porque el sujeto de la experiencia es un ser real, del que no
podemos olvidar que posee unas dimensiones concretas. Esa relación material entre la
cosa y la persona tiene su ejemplificación más clara en el escenario en el que se
encuentra la textura y el tacto. El universo simbólico se dirige a los sentidos que actúan
en la lejanía, al oído y al ojo. El universo de la postura femenina, enraizado en unas
dimensiones concretas, se forma en contacto con las relaciones cinestésicas y con el
tacto. La textura tiene una dependencia ineludible de la escala. Sirve como sistema de
verificación del tamaño al que se ha producido una representación, un suceso. La
estructura del material, que es invariable, aflora, en la superficie, en su encuentro con
las fuerzas del tratamiento, que también están delimitadas por factores materiales,
creando la textura como lugar específico de la verdad. Cualquier experiencia puede ser
proyectable en el espacio visual o sonoro, pero sólo se puede tocar en una dimensión
exacta e invariable, en un contacto por el que la mano se convierte en medida de todas
las cosas. La vista y el oído admiten sistemas de representación, el tacto de verificación.
necesaria para que se dé la auténtica creatividad, ya que es la fuerza que hace regresar al
territorio de las identificaciones imaginarios, generando una imprescindible motivación
intrínseca fuerte. La pasión, en los ritos dionisíacos, es un padecimiento necesario para
que sea posible la resurrección, la germinación, la fecundidad, el proceso de
transformación del grano de trigo depositado en la tierra: muerte y despertar en la
naturaleza, ciclos. La pasión, en esta sociedad, pertenece al mundo de la postura
femenina, es inherente a los ciclos lunares por los que se desangra para que la
germinación sea posible, muerte y resurrección, pertenece al mundo de la expresión de
los sentimientos, de la presencia del cuerpo implicado en el acto creativo. La pasión es
una pulsión de entrega al conocimiento de lo real, al camino de penetración en la piel,
en las honduras en las que se esconde lo esencial, con una dedicación en la que hay una
implicación corporal y emocional, una necesidad de exponer la propia carne a las
llamas, al riesgo de una apuesta tan desproporcionada como gratificante.
Conclusiones.
Hay una evolución que va, con múltiples pasos intermedios, tanto en el aspecto
individual como en el relativo a la especie, desde el acontecer real, el tiempo personado
de los meteoros y del cuerpo, pasando por el tiempo mitopoyético, hasta el tiempo de la
lógica formal, conservándolos a todos ellos en distintos niveles de consciencia
(inconsciente, preconsciente, consciente), dado que su convivencia presenta grandes
dificultades, debidas a sus incompatibilidades conceptuales, y a la intransigencia lógico-
verbal, que es paralela a la inapariencia y solidez de los códigos más estrictos del
tiempo. Se trata de una evolución similar a la que va de lo real, a lo imaginario y a lo
simbólico.
El transcurso del tiempo del universo lógico-verbal es una imagen estática, en el sentido
de que se corresponde con una imagen espacial, una línea coherente e infinita que existe
siempre, que no admite contradicciones, por medio de la que se espacializa el tiempo, se
fijan sus relaciones, a la vez que se temporaliza, se digitaliza el espacio. Los sucesos se
subordinan a la línea continua del pensamiento que los ordena. En cambio, podemos
decir que se da una contaminación temporal en el espacio mitopoyético, un continuum
metamórfico, que admite contradicciones, de modo que es la infralógica mitopoyética la
que se subordina a la causalidad mágica y al devenir de los sucesos. También,
podríamos decir que se trata de un intento de ordenación imperfecto (como todos). Pero,
ahora, más que una compleja taxonomía exhaustiva, lo que nos interesa es señalar los
dos sentidos generales de la evolución de la concepción del tiempo, entre lo real y lo
simbólico, por los que transita la actividad creativa.
En todo proceso creativo hay una implicación de factores temporales, una puesta en
relación de diferentes concepciones del tiempo, una transgresión de la concepción lineal
del tiempo implícita en la lógica formal, y una implicación del individuo y de su cuerpo
que, en su trabajo, entra en un estado particular de vivencia del tiempo. La relación
entre estos dos niveles, tan distintos, de excepcionalidad temporal, nos lleva a la
intuición de que, en los asuntos relacionados con las estructuras esenciales se da una
coherencia, al margen de toda lógica, que pone en contacto fenómenos homólogos,
traslaciones inmotivadas que justificarían la eficacia de algunas heurísticas basadas en
esos nexos ejecutados sin ningún rigor. La continuidad y contigüidad entre los niveles
formales y de contenido, tantas veces comentadas como ingredientes necesarios en la
creación artística (U. Eco) es similar a la que se da en algunas heurísticas no lógicas,
302
pero que dan buenos resultados que, como dice Moles, están más allá de la mera
casualidad.
En el siguiente cuadro están resumidas las líneas evolutivas, que se pueden inscribir,
tanto en el desarrollo del individuo, como en el de la cultura. Las columnas verticales
agrupan a factores que se encuentran correlacionados, en cada una de las etapas. Hay
huecos vacíos, ya que respecto a algunos criterios clasificadores no tiene por qué existir
una variable clara. La fractura entre lo real y lo simbólico, que crea la contradicción
epistemológica, evoluciona de izquierda a derecha, movida por la fuerza del impulso
transformador o asimilador de lo real. En este esquema, las direcciones de los tránsitos
verticales, en los que se asienta la creatividad, que evolucionan entre las zonas más
profundas (izquierda) y las más explícitas (derecha), son horizontales.
meteorológico cronológico
no codificado codificado
lo inmediato lo mediatizado.
El sistema analógico, por su misma naturaleza, admite los distintos puntos de vista,
físicos y conceptuales, incluso las contradicciones. Pero, el ojo que recorre la línea del
discurso lógico-verbal rígido tiene la cualidad de la unicidad, y de la intransigencia
absoluta hacia las contradicciones. Las formas de procesamiento analógico, del tiempo
de las cosas, son relegadas al inconsciente que, en su estructura polimorfa, conserva los
distintos niveles y estructuras del pensamiento y del tiempo. (Hay motivos
epistemológicos, tan importantes o más que los de la represión freudiana, para la
formación del inconsciente, sin olvidar la estrecha relación entre lo cognitivo y lo
304
Los mitos funcionan como metáforas en las que se han decantado, a veces, problemas
epistemológicos, inexpresables por otros medios. Hay mitos, como el de Prometeo, que
son una metáfora de la mente, de la forma de conocimiento humano. En el mito de
Prometeo está presente el deseo de emular a Dios, de obtener sus conocimientos, crear
por medio de la palabra, de la invocación, satisfacer el deseo, enfrentarse y dominar lo
natural, crear la realidad nombrada.
Continuando con nuestra definición de creatividad, que tiene claros puntos de contacto
con la de M. Boden, diríamos que los programas nunca pulsan o violentan sus limites:
“el programa no intenta probar los limites de su creatividad como lo hace el niño (..) es
como un artista humano que ha encontrado un estilo y se apega a él” (Boden 212,
1994). Los creadores humanos pueden relacionar contenidos perceptuales y simbólicos.
Una de las virtudes del sistema analógico, fundamental, es que puede producir analogías
transductivas, entre elementos de distintos espacios sensoriales, o de distinto nivel de
formalización lógica. Es posible que se pueda realizar una misma tarea desde
presupuestos y estructuras diferentes, sin que ello implique ninguna semejanza
profunda. En este sentido, es necesario valorar los lugares precisos en los que se ubica
la metáfora o la similitud. Puede ocurrir que solamente se esté demostrando aquello de
lo que se parte. En la metáfora del ordenador se produce una cierta realimentación, un
circulo vicioso. Los programas computacionales se crean intentando seguir el modelo
supuesto de la mente humana, para luego revertir en explicaciones del funcionamiento
de nuestras formas de conocimiento, todo lo cual puede estar bien, pero adolece de una
cierta limitación, o realimentación.
Hemos visto que M. Boden define que una innovación creativa es aquélla que es
imposible en el marco restrictivo previo. Para poder justificar el calificarla de creativa
debemos de identificar los principios generativos, el marco conceptual, para los cuales
la innovación es imposible. Es necesario analizar el modo en el que la idea nueva se
aparta de las reglas previas que la hacían inviable. Nos dice que las restricciones son
necesarias para que se pueda dar el fenómeno creativo, y que es la continuidad parcial
de las restricciones lo que permite reconocer, a autor y publico, que una idea es creativa.
Pero no aclara cuáles pueden ser las diferencias entre las restricciones respetadas y las
transgredidas. Hablando de la necesidad del conocimiento profundo del campo, nos dice
que es preciso conocer las reglas para poder romperlas o torcerlas. La creatividad:
“requiere que la ruptura y torcedura sistemáticas de reglas se realicen en modos
309
pertinentes al dominio (..). Sin embargo respetan las restricciones más, no menos, de lo
que lo hacemos nosotros” (Boden 343, 1994). Deja en el aire las consecuencias de esta
aparente contradicción, sin entrar a comentarlas o resolverlas. En el marco de la
creatividad científica, el falsacionismo ha planteado la condición de que, cualquier
hipótesis debe ser más falsable que aquella en cuyo lugar se ofrece. La hipótesis
innovadora debe cumplir todos los requerimientos de la antigua, más aquellos que la
falsaron, por lo que será más estricta, tendrá más restricciones y será más falsable.
¿Cómo se podría conjugar todo esto con las necesidades de transgresión, con la
necesidad, analizada por Gardner, de la vuelta a la niñez en Einstein, al mundo
conceptual de la infancia, sin los estorbos de los planteamientos convencionales?
Desde una concepción de la metáfora como mediador entre lo icónico y lo verbal, (entre
los dos sistemas), Draaisma nos ofrece un amplio recorrido por las metáforas de la
memoria, que acaban siendo también metáforas de la mente. Nos habla de la memoria
como escritura, del libro y la mente como almacén de conocimientos, de los palacios de
la memoria recorridos por Giordano Bruno, de la metáfora del fósforo, que retiene la luz
para luego devolverla, como las imágenes en el recuerdo, de la tablilla de cera en
Platón, y de la pizarra mágica de Freud, de inventos, como el fonógrafo de Edison, que
se convierten, pocos años más tarde, en metáforas de la memoria. De cómo, después de
la fotografía, el ordenador aparece como la metáfora dominante: Turing introduce el
término memoria para hacer referencia al almacén de datos en las computadoras; el
cerebro se correspondería con el hardware, y la mente con el software. Y se detiene en
la metáfora holográfica, como modelo de memoria asociativa. En el holograma, debido
al almacenamiento distribuido, una parte es capaz de restituir la imagen completa: es un
sistema resistente a los daños. El holograma mostró que es posible almacenar y
reproducir enormes cantidades de información. La holografía propone un modelo
asociativo, una memoria direccionable según contenidos, de tal modo que la
presentación de una parte pueda activar el resto del contenido. La metáfora holográfica
311
En la metáfora del cerebro nos describe cómo el conexionismo y las redes neurales han
planteado un paralelismo con la constitución del tejido cerebral. Las teorías
conexionistas buscan integrar cosas tales como el aprendizaje, la asociación y el
reconocimiento. En cierto modo, la metáfora conexionista procede de las teorías en
torno a la memoria holográfica. La red conexionista aprende siguiendo la ley del
mínimo esfuerzo, los recorridos por surcos ya trazados. Estas conexiones tienen la
virtud y el defecto de ser todas igual de practicables, independientemente del posible
significado o del contenido vivencial. No pueden encarar el misterio de la distancia
entre el hecho y el recuerdo del hecho, la distinta vivencia como hecho y como
recuerdo. Siempre permanece presente la distinción entre los simuladores de producto y
los simuladores de procesos, a pesar del intento renovado por atravesar el puente que
separa estas dos vías de trabajo.
¿No conseguiremos librarnos de ese pequeño ser, de ese maldito enano irreductible?
Todas las metáforas de la mente implican la existencia de un homúnculo, porque se
312
realizan poniendo en conexión la mente con un término, con una imagen conocida,
enteramente transcribible desde el sistema lógico-verbal, que alguien interpreta, lee. El
homúnculo no es otro que el lector, desde la distancia que instaura ese universo
simbólico. Del substrato analógico, no representacional, unido a la base biológica y a
sus a priori, podemos saber muchas cosas, podemos inferir muchas cualidades,
podemos deducir qué características no cumple, a qué leyes no se somete, pero no
podemos hacer una explicitación clara, un análisis lógico-verbal que llegue a sus
últimas consecuencias. Si esa base fuera, en efecto, no representacional, habría cosas de
ella que serían indescriptibles. Hay una imposibilidad implícita de nombrarlo todo, de
describir el proceso plenamente desde sus orígenes, de la que ya partimos. Sabemos que
no todo el pensamiento está formado por representaciones. En el marco del pensamiento
consciente, es plenamente representacional solamente la parte superficial, explícita,
lógico-verbal. Hay un substrato cotidiano, por debajo, que mueve el pensamiento y que
no es representacional, que es analógico, sensorial y emocional. Exactamente igual
ocurre en el marco de desarrollo, de construcción, del individuo, y en el de la especie. El
dolor o el placer no son una representación, la imagen eidética no es una representación,
ya que tiene el carácter de una presencia, los a priori analógicos no son una
representación, todo el substrato analógico que implica a lo sentido, a los productos de
los sentidos y de los sentimientos, en origen, no es representacional. Aunque la esencia
de cualquier representación sea una relación analógica. La imagen eidética no precisa
ningún homúnculo, ya que es el mismo individuo el que la recorre con la mirada, el que
se mueve para ver la parte posterior. Lo mismo ocurre en los sueños que, como vimos,
no son de naturaleza simbólica, no son producto de una actividad consciente. Ni el
soñador recuerda dónde está almacenado el material, ni reconoce ningún material como
el buscado, ni sueña desde la distancia reflexiva: sueña desde una identificación
inmediata: no hay ningún homúnculo durmiente que sueñe o que recuerde. Sabemos que
la percepción es un proceso inteligente, que viene influido y determinado por lo que
conocemos, por todo el universo simbólico, pero también sabemos que no puede ser así
en origen, y que, en cuanto conserva posibilidades creativas, nunca está totalmente
determinado por lo simbólico.
inocente actividad del sueño: detrás de los sueños está lo más desconocido, lo real que
ha generado las imágenes, lo que necesita más complejas interpretaciones para ser
entendido desde la lógica verbal consciente, el ser desconocido, el soñador que a la vez
es el mismo sueño. Con respecto al sueño, el homúnculo solamente aparece en el
contexto de las interpretaciones conscientes: no aparece hasta que despertamos,
despierta con nosotros. Durante el sueño nadie reconoce un material como el recuerdo
buscado, ni distingue entre su subjetividad y los objetos externos, aunque se pueda
soñar sobre estos temas, y sobre otros tan sorprendentes como estos. Pero, desde el
análisis consciente, freudiano, parecería que debe haber un pequeño y odioso ser detrás
de los sueños, formando metáforas, creando símbolos, tejiendo historias que satisfagan
a un yo receptor, en su conjunto. Siempre tenemos la impresión de que hay una causa
detrás, anterior, de que hay algo que ha sucedido antes, y que explica que ocurra lo
actual. No es así. Sabemos que detrás de nuestro pensamiento lógico, del discurrir
consciente, está lo analógico subyacente, unido a lo sentido, pero ¿qué hay detrás, cuál
es la causa que pone en movimiento esos procesos analógicos? Un instante antes de
producirse el pensamiento consciente, podríamos detectar en el cerebro una cierta
actividad, que se correspondería con lo analógico subyacente, pero, ¿y antes? Los
sueños se producen en el espacio inmediato y atemporal de las identificaciones, en el
que la causalidad lógica, que es un concepto propio del consciente lógico-verbal no
opera: ni en el mecanismo que los genera, ni en la estructura del resultado. Los procesos
analógicos subyacentes se rigen por un sistema que es totalmente ajeno a la
construcción de la lógica causal, y a la construcción de la línea del tiempo simbólico: en
los sueños el homúnculo está dormido. Las dos grandes líneas de interpretación de los
sueños, la que los ve como algo inmotivado, gratuito, espontáneo, y la línea freudiana
de gran profundidad, de fundamentada incardinación, en algún sentido, no son
incompatibles.
Draaisma nos dice que, si hay representaciones mentales, una psicología sin enano es
imposible. Pero, ¿el que exista la representación mental implica siempre el homúnculo?
¿Tiene que ser de la misma naturaleza representacional el sistema del ser analógico que
mira la representación? Creo que no es preciso negar la posibilidad de toda
representación mental, como algo imposible, como algo que no se pueda dar sin
implicar la presencia del homúnculo. El homúnculo analógico, como el Golem, no debe
tener el don de la palabra. Sería un lector, un interprete que transduce la información
314
Draaisma localiza perfectamente las dos expresiones del problema del homúnculo, la
cuestión de la relación cuerpo-mente, y la de las regresiones infinitas, y nos dice que:
“Estos homúnculos están estrechamente relacionados, quizás incluso sean gemelos, pero
no son idénticos” (Draaisma 269, 1998). Esta metáfora familiar puede ser una metáfora
adecuada pero, sin entrar en problemas de parentesco, lo que sí podemos decir es que
son dos formas de expresión, o dos consecuencias, de un único problema central. Los
315
Hay un cierto rechazo, incluso repugnancia, a la hora de pensar acerca del problema del
homúnculo, semejante a la que sentimos ante la cara de la contradicción epistemológica.
En la descripción constructiva de nuestra forma de conocimiento hemos localizado la
aparición del homúnculo en un momento determinado, vinculado a los procesos de
instauración de lo simbólico, como un hijo del lenguaje, producto de la separación
irreconciliable de lo subjetivo y lo personado, cosas todas ellas que son inherentes a
nuestras estructuras cognitivas. Detrás del homúnculo está la auténtica cara del
problema, que no es otra cosa que lo que venimos llamando la contradicción
epistemológica, la distancia instaurada por lo simbólico.
Podemos intentar una descripción que evite la presencia molesta del homúnculo,
desvelando lo que hay detrás de la metáfora de este pequeño ser, una descripción de la
construcción de lo simbólico sobre la amplia base analógica, y sobre el magma
indefinido de lo real, que sea una descripción de la contradicción epistemológica. Todo
depende del punto de vista que adoptemos: desde lo alto de la torre la visión del
pequeño ser es inevitable.
317
a las formas de conocimiento superadas. Una vez construida una forma de categorizar el
mundo es muy difícil regresar a sistemas de percepción anteriores. La reflexión acerca
de la c.e. tiene una dificultad de este tipo, produce un rechazo profundo, una reacción de
repugnancia, una nausea ante el espejo, ante el otro y lo otro, que me constituye,
instaurando una distancia insalvable (ésta podría ser una interpretación de los
contenidos de la filosofía existencialista). También, es una reflexión que viene
acompañada de un placer frágil: el de la posibilidad de describir lo desconocido,
instaurar una pequeña parcela más, ordenada, poder ofrecer un incremento de lo
roturado. El homúnculo, la reproducción interior del problema abierto entre la cosa y el
observador, aparece igualmente como un ser desagradable, un problema inquietante que
provoca una profunda repugnancia ante la posibilidad de encararlo.
Debemos pensar que el complejo de Edipo no es una mera y pasiva imposición, sino
una postura constructiva y creativa. En los procesos creativos siempre hay una asunción
de normas, una aceptación de la represión, que no conduce únicamente al olvido, sino
también a una nueva formalización. Tal vez se ha remarcado insuficientemente que el
complejo de Edipo es una fuente inagotable de placer. La postura de la conciencia
dramática de la fractura, de la insatisfacción causada por la constitución del sujeto,
coincide con la posición creativa, que es una fuente de placer en dos sentidos: en cuanto
a la tensión del placer dinámico, perseguido, en proceso de elaboración; y en cuanto al
del logro o de la estructuración conseguida, estable. La pasión científica es una vía para
intentar superar el desgarrón, dramático y contradictorio, con lo real, instaurado en el
nombre del padre. La pasión epistemofílica se nutre de la agresividad necesaria para
enfrentarse al padre, a la vez que genera y facilita esa agresividad.
recorrer los caminos de ida y vuelta, y formular nuevos aspectos de la realidad, que
impliquen cambios en las estructuras que organizan la relación entre el ser desconocido
y lo real incognoscible.
Pero no es todo el medio. Hay un mal empleo del concepto subjetividad, un empleo
engañoso, como producto de que, desde el postestructuralismo, se identifica
pensamiento y discurso, como si todo el pensamiento fuera ejercido por el sujeto, no
reconociendo la idea de lo personado, ni de lo generado desde el pensamiento
analógico. Es necesario distinguir entre la subjetividad construida en el lenguaje, y el
territorio más amplio que incluye el espacio analógico, y el de lo sentido, como algo
distinto de lo percibido en el lenguaje.
Derrida, desechando la idea de una esencia permanente del individuo, fija y coherente,
plantea la subjetividad como algo construido en el discurso, con un carácter precario
que lleva a sucesivas reconstituciones. Todo lo cual es coherente con la idea de la
subjetividad propia del universo simbólico, y siempre que tengamos extremo cuidado en
no ampliarlo al territorio de lo personado, ya que de hacerlo estaríamos negando la
posibilidad de la creatividad actual, así como la esencia de la creatividad individual y
cultural, histórica, y llegaríamos a un concepto de deconstrucción como la única
alternativa, la única actividad posible desde un discurso universal y acabado, en vez de
una idea de lo deconstructivo dinámica, implícita en cualquier proceso creativo,
ejemplificable en lo que hemos llamado los tránsitos verticales.
Objetivo-subjetivo.
Hemos visto que los dos grandes sistemas de conocimiento coexisten en cada persona y
en cada circunstancia, en una combinación que tiende a rigidificarse, y a crear
incompatibilidades, refractariedad. Dentro de este esquema, podemos identificar dos
tópicas: el estado de las identificaciones imaginarias, en el que se da la situación de lo
personado, que no es que sea lo subjetivo, sino que es un estado en el que no existe lo
objetivo ni lo subjetivo; y el estado en el que la cuchilla que crea la c.e. define, separa lo
objetivo y lo subjetivo, creando una forma de conocer y de razonar que está abocada al
fracaso último, que se resuelve en una disyuntiva imposible.
La creatividad implica un regreso a lo sentido, y una lucha con los problemas creados
por la refractariedad entre sensación, y percepción. La descripción que, brevemente,
hemos intentado de la felicidad original, se enmarcaría en esas circunstancias de regreso
ocasional a lo sentido. Lo sentido, lo derivado de los sentidos y los sentimientos, es
material activo que está implicado en la construcción de lo percibido, y que retorna
324
el conflicto entre lo liso y lo rugoso (anexo final), entre el placer y el dolor, la primera
dualidad que tiene la virtud de estructurar todo, desde los niveles más elementales: el
placer de la igualdad (o de la semejanza), que da forma a las relaciones analógicas. A lo
largo de todo el proceso de formación de las estructuras de conocimiento, la sustitución
de lo rugoso y del dolor, la huida de la contingencia, conduce a la construcción del
universo simbólico, que implica la pérdida de los placeres de la lisura, de los placeres
sensuales, unidos a lo sentido, de los placeres analógicos, sustituidos por la seguridad
del placer de la igualdad simbólica.
Hablar de las características constitutivas del sistema analógico, de las bases sobre las
que se construye nuestra forma de conocimiento, es extremadamente arriesgado, y sólo
podemos hacerlo asumiendo una cierta flexibilidad, la inconsistencia propia del terreno
inestable que pisamos. No obstante, podemos decir que son básicas las relaciones de
semejanza, y las asociaciones por concurrencia. Las sinestesias son relaciones, de
causas desconocidas, aparentemente gratuitas, entre perceptos de diferentes sentidos,
probablemente debidas a concurrencias. El lenguaje es, en cuanto a sus contenidos, una
gran sinestesia que adjudica a una visión, un tacto, un sabor, a una situación,
sentimiento o ser material, una forma sonora con capacidad para la invocación. El
significado tiene la misma apariencia de gratuidad que en la sinestesia. Cuando
Chomsky plantea el hecho de que necesariamente los niños deben estar equipados de
nacimiento de un plan común a las gramáticas de las diferentes lenguas, lo que está
haciendo es lo contrario de lo que pretende: mostrar la necesidad de la existencia de un
sistema analógico, que subyace, y en el que todavía no existe la rigidez legalizadora de
las gramáticas. Podríamos decir que lo que percibimos como una oposición, como una
328
Las formas lógicas se instauran como una manera de coordinación de los diferentes
espacios sensoriales, por medio de una analogía que los une (el número siete, en siete
sonidos, siete bolas rojas), al margen de las analogías dentro del mismo espacio
sensorial y de las sinestesias circunstanciales, formando la base para la creación de un
universo paralelo, diferente del real, siempre supuesto, al que hemos llamado realidad.
La coordinación de los diferentes espacios sensoriales, en un solo espacio coherente, es
el proceso en el que están implicados, y la construcción que es posible gracias a, todos
estos procesos basados en el sistema analógico de procesamiento de la información.
Si bien es cierto, como dice Langer, que en un lenguaje lógicamente perfecto, elementos
y relaciones estarían denotados por clases diferentes de signos, nuestro lenguaje, de
base analógica, es posible gracias a la indistinción, a la relación profunda que une a
todos sus componentes gestados a partir de la amplia y maleable base del sistema
analógico de procesamiento de la información, que es capaz de mezclar
representaciones, formas lógicas, analógicas y circunstanciales sinestesias.
que impide el acercamiento a lo real es la posición del sujeto. Lo que lleva al lamento es
la conciencia, la inquietud provocada por el reconocimiento de la c.e. Lo que genera la
tensión por abandonar las leyes del sujeto, que posibiliten el movimiento en la dirección
de lo real, es la postura creadora. La dificultad de esta perspectiva se debe a que se trata
de una tensión dinámica: es desde la actividad realizada a partir de esa postura creadora,
desde donde se construye al sujeto y a sus formas de conocimiento. Desde la inmersión
en lo simbólico, que crea la fractura irreconciliable de la que se lamenta Borges, no se
produce la conciencia de la c.e. La experiencia de la c.e. sólo se vive desde la postura
creativa, en el marco del enfrentamiento con la represión epistemológica, que dificulta
el acceso a los tránsitos verticales. La inmersión en lo analógico, tipo talleres de
Educación Creadora de Stern, también es ajena a la conciencia de este conflicto.
En cada una de las trampas del lenguaje, cada vez que nos damos cuenta de que aparece
un problema filosófico, que está vinculado a la debilidad o la intransigencia del
lenguaje, es casi seguro que estamos tratando con los problemas de la c.e. Es posible
que la historia de la filosofía no sea más que la historia de las distintas maneras de
enfrentarse a la c.e., o de negar su existencia. Este enfrentamiento puede tomar formas
inmediatas, sencillas, o complicadísimas elaboraciones teóricas.
El intento de ordenación del caos, imposible en última instancia, produce otra forma
nueva de caos, la complicación que tiende al infinito generada por las explicaciones
urdidas utilizando la herramienta de la palabra, la creación de sistemas simbólicos que
crecen como laberintos borgianos fascinantes. La historia de la filosofía, (desde Zenón o
Gorgias, hasta Wittgenstein o Derrida) es un recorrido por los intentos, por las teorías
de los autores que han tomado conciencia, y han tratado de explicar, superar o negar, los
problemas de la c.e. La filosofía oriental, desde una postura de mayor receptividad, más
próxima al territorio analógico de lo sentido y de la introspección, ha descrito el deseo
de superar la c.e. de diversas maneras: identificación con la naturaleza, disolución del
yo, ausencia del deseo, relajación, despertar, satori. La tradición occidental, desde
planteamientos más enraizados en el dominio lógico-verbal, se ha enfrentado
recurrentemente a los problemas del lenguaje. Se podría hacer un análisis específico de
la mayoría de los problemas que llenan la historia de la filosofía, tales como el espacio,
el tiempo, lo objetivo, lo subjetivo, lo real y el lenguaje, desde los planteamientos
evolutivos y epistemológicos de la teoría de la creatividad, y desde la constatación de la
contradicción básica que está en el origen de nuestra forma de conocimiento.
331
En el arco formado por las teorías y los teóricos de la creatividad, también hay una
diferente postura con respecto a los problemas de la c.e. Por una parte, están los teóricos
332
Hay dos formas específicas de ver las cosas: desde la sensación unitaria, desde la
postura imaginaria, desde los mecanismos de las identificaciones y sus certezas, que es
una forma no lingüística, ligada al sistema analógico, esencialmente indescriptible desde
el lenguaje, aunque mantiene complejas y constantes relaciones con lo lógico-verbal; y
desde la posición del sujeto, que crea una fractura irreconciliable con respecto a lo real,
333
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