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Materia: Conducción de Instituciones Educativas.

Profesor: Sebastián Urquiza.

Alumno: Alejandro Melendi

Laprida.

Guía de trabajo 2 de la UT2

Como ya planteamos en la UT1 las instituciones que conducimos y enseñamos, pasamos buena
parte de nuestra vida en ella; donde la palabra gestión se alimenta de numerosas definiciones y
perspectivas. La gestión educativa reviste de gran complejidad ya que se gestionan procesos
educativos, donde se pone en juego permanentemente la autoridad.

Tenti Fanfani (1) nos dice que “la autoridad es necesario producirla” (Escuela de Maestros, s.f.), no
alcanza con el acto del nombramiento en un “cargo” o una “cátedra” de la escuela oficial, ya de por
si generaba esa consecuencia casi mágica: transformaba a una persona dotada de rasgos más o
menos comunes, en una persona digna de crédito y autoridad/saber.

En la actualidad hay un claro debilitamiento de las instituciones, de esta manera el docente se


encuentra sin un respaldo, se encuentra solo, el docente debe garantizar las condiciones del
respeto, de la escucha, del reconocimiento, se cuestiona su autoridad/saber . Para ello es necesario
del conocimiento de los alumnos, ya no alcanza con conocimientos teóricos sobre los niños/as, sino
aquellos conocimientos sobre su cultura, sus gustos, sus pesares, sus alegrías, entender como
hablan, como se visten; este conocimiento es comienzo de ir instalando la autoridad pedagógica. El
respeto por el otro y para lograr ese respeto es necesario la comunicación con el otro conociéndolo.
Como dice Dussel, “la autoridad pedagógica debería asentarse en un saber docente sobre los
conocimientos acumulados, sobre la vida, sobre la sociedad. Y ofrecerlo sin desprecio ni arrogancia,
para las nuevas generaciones lo recreen y reescriba.” (Urquiza, 2018)

Muchos añoran la dominación del siglo XIX, la disciplina y el castigo, que fueron cambiando en
términos de la capacidad de los poderosos para imponer malos tratos físicos. Se empezó a
considerar gradualmente que el rasgarle la piel a alguien era algo incivilizado, el látigo fue sustituido
por la regleta con agujeros para darles a los niños golpes en sus manos (Sennet, 1982),castigo que
hoy no es corporal, sino que es ejercido mediante la coerción y coacción psicológica; y complicidades
de otros adultos. Exacerbando las diferencias, negando a la participación y no abonando a la buena
convivencia, ejerciendo una pseudo autoridad pedagógica, en esta situación el otro es vapuleado,
menospreciado, que se lo ubica o encuentra en los márgenes de la sociedad.

En algunos sectores, creo que extrañan, no poder decir “yo soy vuestro docente” parafraseando a
Stanlin y de poder obligar a los niños/as hacer lo que uno quiera, porque yo soy la verdad soy el
saber, por lo tanto, soy la autoridad.

En los tiempos que transcurrimos, la restauración no es la solución (Tenti Fanfani, 2004) la solución
no se encuentra en la restauración del pasado o en la tradición. Entonces, ¿Cuál o cómo restituir y
dotar al docente su autoridad pedagógica? No es una tarea sencilla, no existe como cualidad innata
de un individuo, sino que se expresa en una relación, es decir se trata de una construcción
permanente en la que intervienen los dos términos del vínculo –docente y sus alumnos/as-, y que
varía de acuerdo los contextos y las épocas. Entendemos gracias a Foucault que el poder es
relacional, ¿pero, si el poder es relacional y donde hay poder hay resistencia, como lo construyo?

Por intermedio de la disciplina entendida como la fábrica de cuerpos sometido y ejercitados,


cuerpos dóciles. Como dice Foucault en vigilar y castigar, no se puede. Hay que construirlas todo el
tiempo ya no sirve dar órdenes, el docente se tiene que convertir en un mediador eficaz entre las
nuevas generaciones y la cultura, debe tener la sabiduría necesaria para motivar, movilizar, interesar
y hasta cautivar y seducir a los alumnos (Tenti Fanfani, 2004) y agregaría a los padres. Ya no alcanza
con acto de vocación del docente es necesario una reforma de la formación del docente con una
mejora de las condiciones de trabajo y laborales. Que en este 2018 soy impensables. Porque a la
educación está bajo un proceso de mercantilización.

Y en estos procesos de construcción y de reflexión, es necesario construir nuevos saberes sobre la


conducción de procesos educativos, contemplando necesariamente las dimensiones de la autoridad
pedagógica, sostenida desde el saber del conocimiento, del saber y del conocimiento del otro de
sus necesidades, de su cultura, de sus miedos, de sus alegrías. Que me permitirán la aceptación de
las diferencias, motivarán la participación democrática de todos/as los docentes, alumnos/as y en
general de la comunidad educativa. Que permitirán una convivencia plural y democrática, dentro
de un marco de consenso. Estableciendo de esta manera un contrato dentro de la institución
educativa que conducimos.

Para ello existe un marco legal, por ejemplo, la Ley de Educación Nacional (2006) y las leyes
jurisdiccionales que están en línea, con la prescripción de la universalización y la extensión de la
obligatoriedad, se reinstala la inclusión como idea, como intensión, como propuesta y como
derecho. La idea de inclusión hace evidente, pone en relación y trae a escena al concepto de
exclusión. (Carasa, 2014)

Para ello es necesario romper con las construcciones representativas y simbólicas que posee el
sentido común; que son los principios históricos que marcaron el nacimiento, el desarrollo y el
presente de la educación, que son la homogenización y la normalización. Estas dos representaciones
está muy enquistada en nuestra sociedad y que en estos tres últimos años se ha visto reforzado con
un gobierno que se dice como el restaurador de la normalidad.

Cuando puedo reconocer las diferencias es en el momento que le doy a los alumnos/as la posibilidad
de recorrer “distintos caminos”. Que dentro de un aula existen diferentes trayectorias educativas,
que no existe un solo camino, que no todos tienen que hacer lo mismo, y que el tomar otro camino
es posible siempre. Y que no puede ni debe ser interpretado como un desvío de la norma.

También se hace indispensable el recupero de los vínculos con la familia ya que en la actualidad está
atravesando un periodo de cierta complejidad y que tiene relación directa con la autoridad
pedagógica. Como sabemos en el pasado las familias aceptaban con absoluta confianza lo que decía
el docente y hacía la escuela, de manera que los docentes tomaban el vínculo como una relación sin
cuestionamientos.

Hoy es una relación cruzada por encuentros y desencuentros, construida por una base de tensiones
que provocan crisis, entre la familia y la institución educativos; la familia como institución también
está sufriendo los avatares de los cambios sociales. Crisis que arriban inexorablemente en la escuela.
Uno de los problemas que surgen porque las escuelas esperan familias modélicas y tradicionales
que no existe, y ellas buscan educadores que no son reales. (Redondo, 2015)

El docente estaba acostumbrado a decir lo que se tenía que hacer y cómo se debían criar a los niños.
La opinión de las familias por lo general no se tenía en cuenta. Es necesario abandonar esa posición
y aceptar que nos encontramos ante una mayor diversidad de modelos familiares, en este
reconocimiento es también posible el reconocimiento de las diferencias, de esta manera se facilitará
la comunicación con las familias y se reducirán las tensiones.

Hacer una escuela participativa es pensar lo público, pensar en que las familias formen parte de la
propuesta educativa de la escuela del proyecto institucional, como lo establece el Reglamento de
Instituciones Educativas en su Artículo 93 “El proyecto institucional, en tanto planificación
sustentable en el tiempo que busca asegurar la mejor realización del acto educativo, es el resultado
del acuerdo institucional celebrado por la comunidad educativa, con el propósito de lograr sus fines
y objetivos en el marco de la políticas educativas”. (DGCyE, 2012)

Es necesario desconfiar de aquellos que enaltecen la restauración como solución, es darle a los
sustantivos nuevos adjetivos, parafraseando la frase de Jorge Luis Borges, (Brener, 2011).
Sustantivos como autoridad, diferencias, participación convivencia; pero para ello es necesario salir
de la zona de comodidad. Autoridad es el tomar el riesgo por la incomodidad, porque la escuela es
ese lugar en el mundo para trocar el acto del impulso en la palabra, para transitar conflictos que
permitan ponerle letra a lo indescifrable, para hacerse escuchar con respeto, para ofrecer escucha
y tomar la palabra, por lo tanto, a los sustantivos los adjetivamos y le ponemos verbos. Es poner el
ejercicio responsable y democrático del poder, que se sostiene en el respeto de la confianza y el
deseo renovable de la justicia e igualdad. Animarse a la incomodidad de que podemos estar mejor
sabiendo que los que vienen atrás nuestro son y serán mucho mejor que nosotros. (Brener, 2011)

Bibliografía
Brener, G. (2011). Convivir mejor en las escuelas. Revista América Latina en movimiento.

Carasa, N. (2014). La educación y el problema de las diferencias. . II Jornadas Internacionales


"Sociedades Contemporaneas, Subjetividad y Educación".

DGCyE. (2012). Reglamento de Instituciones Educativas de la Provincia de Buenos Aires.

Escuela de Maestros. (s.f.). Obtenido de https://www.youtube.com/watch?v=FoPH_1_nIWU

(2015). Promover la participación familiar en la escuela fortalece una sociedad democratica,.

Redondo, P. (2015). Promover la participación familiar en la escuela fortalece una sociedad


democratica.

Sennet, R. (1982). La Autoridad. Madrid: Alianza.

Tenti Fanfani, E. (2004). Viejas y nuevas formas de autoridad. Todavía N° 7.

Urquiza, S. (2018). UT2. Unidad tematica, UNAHUR.

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