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Primer relato:
“Las ideas experimentales nacen muy a menudo por azar, y con motivo de una observación
fortuita. Nada es más común y hasta es el procedimiento más simple para comenzar un trabajo
científico...
Se trajeron un día a mi laboratorio conejos provenientes del mercado. Se les colocó sobre una
mesa, donde orinaron, y observé por casualidad que su orina era clara y ácida. Esto me chocó,
porque los conejos tienen ordinariamente la orina turbia y alcalina en su calidad de herbívoros
mientras que los carnívoros, como se sabe, tienen por el contrario las orinas claras y ácidas.
Esta observación de acidez de la orina en los conejos, me hizo pensar que estos animales
debían estar en la condición alimenticia de los carnívoros. Supuse que probablemente no
habrían comido desde hacía largo tiempo, y que se encontraban transformados así por la
abstinencia en verdaderos animales carnívoros, viviendo de su propia sangre. Nada era más
fácil que verificar por la experiencia esta idea preconcebida o hipótesis. Di a comer pasto a los
conejos, y algunas horas después sus orina s se habían vuelto turbias y alcalinas. En seguida
sometí los conejos a la abstinencia, y después de veinticuatro o treinta y seis horas a lo más,
sus orinas habían vuelto a tornarse claras y fuertemente ácidas; después volvíanse de nuevo
alcalinas dándoles pasto, etc. Repet esta experiencia tan simple con los conejos un gran
número de veces, y siempre con el mismo resultado. La repet en seguida con el caballo, animal
herbívoro, que tiene igualmente la orina turbia y alcalina. Encontré que la abstinencia
producía, como en el conejo, una pronta acidez de la orina, con un acrecimiento relativamente
muy considerable de urea, al punto de que cristalizaba a menudo espontáneamente en la orina
enfriada. Llegué así, a consecuencia de mis experiencias, a esta proposición general que
entonces no era conocida, a saber: que en ayunas todos los animales se nutren de carne, de
suerte que los herbívoros tienen entonces orinas semejantes a las de los carnívoros. (...)
Pero para probar que mis conejos en ayunas eran perfectamente carnívoros, había que hacer
una contra-prueba. Había que producir experimentalmente un conejo carnívoro, alimentándolo
con carne, a fin de ver si sus orinas eran entonces claras, ácidas y relativamente cargadas de
urea como durante la abstinencia. Para ello hice alimentar a los conejos con carne de vaca
cocida fría (alimento que comen muy bien cuando no se les da otra cosa); lo que yo preveía
quedó también verificado, y durante toda la duración de esta alimentación animal, los conejos
conservaron orinas claras y ácidas.” (Claude Bernard, Introducción al estudio de la medicina
experimental, El Ateneo, Buenos Aires, 1959, p. 190 y ss.)
Segundo relato:
Sabemos, de manera intuitiva, que tendemos a ser más generosos cuando la gente nos está
mirando. Bien, parece que no es sólo una decisión racional. En el experimento, los 96
participantes debían dar un donativo, usando un ordenador. La mitad de ellos lo hacían sin
nada alrededor, mientras que la otra mitad tenían al lado la foto de un robot vagamente
antropomórfico. Los que eran "observados" por una simple foto donaban, de media, hasta un
30% más. Parece que hay algo de instintivo en el mecanismo humano del altruismo. Es racional
cooperar cuando nos vigilan, y estamos condicionados de manera inconsciente a hacerlo. Los
investigadores Burnham y Hare, creen que los sujetos advertían inconscientemente que eran
observados, y que ser más generosos aumentaba sus oportunidades de recibir recompensas en
el futuro y que disminuía las de recibir castigo. (Burnham, T. y Hare, B. 2007, “Engineering
Human Cooperation: Does Involuntary Neural Activation Increase Public Goods Contributions?”
Human Nature, 18:88-108)