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5.1.1. Concepto
El incumplimiento obligacional tiene una importancia fundamental en la Teoría General de las
Obligaciones, tal como estudiamos en materias anteriores. El estudio de las obligaciones requiere
una visión unitaria y congruente por parte de los operadores jurídicos.
Una vez nacida la obligación, el deudor tendrá la necesidad de cumplir espontáneamente y
voluntariamente con la prestación que haya comprometido, satisfaciendo el interés del acreedor.
Sin embargo, puede suceder que el deudor incumpla con la obligación comprometida, debiendo
en consecuencia soportar las consecuencias económicas negativas que ello implicará.
La respuesta señalada es lógica si comprendemos que el incumplimiento lesiona la defensa
de la seguridad jurídica y la celeridad del tráfico jurídico. Es más, a mayor objetivación de las
bases de la responsabilidad civil por incumplimiento obligacional, mayor es la protección que le
otorgamos a los valores señalados.
Los efectos del cumplimiento defectuoso no consentido, son efectos más importantes;
pueden mencionarse los siguientes:
a) El acreedor puede exigir el cumplimiento de la prestación específica conforme lo
adeudado. Lo mismo puede implicar la corrección de la prestación realizada o exigir prestación
equivalente, tal como surge de los art. 505 inc. 1 y 2 C.C. y art. 10 bis Ley. 24.240.
b) El acreedor también puede solicitar la indemnización por el daño material y moral que le
haya generado el incumplimiento defectuoso (art. 505 inc. 3, art. 508 C.C., y art. 10 bis, ley
24.240).
c) En supuestos de contratos bilaterales el acreedor puede invocar la excepción de
incumplimiento (art. 1201 C.C) para negarse a cumplir la prestación a su cargo.
d) En los supuestos de contratos con prestaciones recíprocas, se puede demandar la
resolución contractual (art. 1204 C.C., art. 216 C. Com., art. 10 bis Ley 24.240).
1
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 510 y ss.
Habrá supuestos como por ejemplo en el contrato de depósito o comodato en los cuales la
obligación de conservar una cosa, implica una obligación de seguridad que coincide con la
obligación principal, ante su incumplimiento se aplican las normas que regulan el incumplimiento
contractual específico. En este caso no será necesario acudir a la noción de obligación de
seguridad en el sentido y alcance ahora señalado.
Este mismo razonamiento fue posteriormente utilizado en diversos campos del derecho,
abarcando supuestos como la responsabilidad médica, espectáculos deportivos, etc. En algunos
de estos casos (responsabilidad médica) la obligación de seguridad es por regla una obligación de
medios.
Esta evolución se ha observado asimismo en nuestro país. La construcción que nos ocupa
tiene carácter utilitario y funcional, y se justifica en un sistema de doble órbita excluyente como es
el nuestro. Su aplicación ha traído muchos beneficios, ya que como sabemos el art. 1107 del C.C.
no permite la aplicación del art. 1113 C.C. (respecto a la responsabilidad objetiva en materia del
hecho de terceros y por el hecho de las cosas) en supuestos de incumplimiento obligacional.
5.3.1. Concepto
La mora es el retraso imputable al deudor que no quita la posibilidad de cumplimiento
tardío. Es la “situación específica de cumplimiento relativo, en donde se afecta el término de
cumplimiento, con responsabilidad en el deudor y caracterizado por el interés que aún guarda el
acreedor en el cumplimiento.” 4
2
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. III. Pág. 136 y ss.
3
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. III. Pág. 138 y ss
4
II Jornadas Provinciales de Derecho Civil, Mercedes Provincia de Buenos Aires, 1983 cit. en PIZARRO, RAMON DANIEL –
VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 506 y ss
Cabe destacar, sin embargo, que la mora es una especie de retardo jurídicamente
calificado, ya que supone que el mismo es imputable al deudor con un factor de atribución
subjetivo (dolo o culpa) u objetivo (riesgo creado, garantía, etc.) Ver bibliografía obligatoria5.
5
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 512 y ss.
6
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 514 y ss.
Existen dos grandes sistemas de constitución en mora. Por un lado la “interpelación” que
requiere un acto del acreedor para su configuración, también llamada constitución “ex persona”, y
la constitución en mora automática que opera por el sólo paso del tiempo fijado, llamada
constitución “ex re”.
5.3.6. La interpelación
a) Concepto
La interpelación es la declaración de voluntad, unilateral, no formal y recepticia, que
facultativamente el acreedor dirige al deudor, por la cual le reclama en forma categórica el
cumplimiento de una prestación ya exigible9. Suele también denominársela “intimación” o
“requerimiento”. La misma requiere una declaración de voluntad inequívoca y concluyente,
emanada del acreedor y dirigida al deudor, con la finalidad de obtener el cumplimiento de la
prestación.
La interpelación es:
7
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 516 y ss.
8
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 519 y ss.
9
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 523 y ss.
b) Naturaleza Jurídica
c) Requisitos de la interpelación
10
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 524 y ss
d) Obligaciones a plazo
indeterminado propiamente dicho:
La indeterminación del plazo es
absoluta con lo cual deberá
solicitarse fijación judicial (ej. pago
cuando mejore fortuna, o cuando
perciba el crédito de un tercero).
Otros supuestos Otros supuestos de mora sin
interpelación:
a) Mora legal
b) Hechos ilícitos
f) Supuestos de incumplimiento
g) Obligaciones derivadas de la
posesión de mala fe.
Este tema tan relevante está tratado profundamente en la bibliografía obligatoria. (Pizarro y
Vallespinos11)
11
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 528 a 550.
12
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 532 y ss.
13
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 540 y ss.
4. Obtener la satisfacción de su interés por equivalente pecuniario (id quod interest art.
505 inc. 3 C.C.)
5. Obtener la indemnización del daño moratorio (art. 508 C.C.). Este rubro puede ser
acumulado al cumplimiento tardío espontáneo, a la ejecución específica tardía, e
inclusive a la indemnización por equivalente pecuniario.
Estas soluciones pueden ser aplicables también a otras formas de transgresión del derecho de
crédito tal como es el incumplimiento parcial o defectuoso, o definitivo. En el caso del
incumplimiento definitivo, obviamente no corresponderá la ejecución específica de la prestación ya
que no estará presente el acreedor.
b) La traslación de riesgos
Una de las consecuencias más graves que la situación de la mora genera al deudor es la
responsabilidad por la imposibilidad fortuita de la prestación. En concreto, de acuerdo al régimen
ordinario, el deudor se exonera en el caso del incumplimiento por caso fortuito o fuerza mayor.
La situación de mora causa que se trasladen los riesgos fortuitos que puedan afectar a la
prestación adeudada. En consecuencia, en caso de pérdida o destrucción de la cosa, aún ante el
casus, el deudor debe responder. Esta solución surge expresamente del art. 889 C.C.
Hay diversos fundamentos que apoyan la solución brindada por nuestro Código Civil. Sin
embargo, existe una excepción a la regla establecida supra. La misma surge del art. 892 C.C. que
dispone expresamente que el deudor queda exonerado cuando pudiera probar que la cosa
hubiera perecido igualmente en poder el acreedor. Sin embargo esta excepción no opera si el
poseedor es de mala fe (art. 2435 C.C.) y el poseedor vicioso (art. 2436 C.C.). (Ver Pizarro y
Vallespinos14)
c) Resolución contractual
Tanto en el supuesto de incumplimiento absoluto, o aun en el caso de que la prestación sea
posible pero que no satisfaga el interés del acreedor, éste podrá facultativamente ejercer su
derecho a resolver el contrato.
14
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 557 a 562.
3. Cláusula penal
La mora constituye un presupuesto indispensable para que proceda la cláusula penal. Antes de
la reforma de la ley 17.711 se discutía si era necesaria la interpelación del deudor para la
procedencia de la cláusula penal. La doctrina mayoritaria daba una respuesta afirmativa al
respecto.
Luego de la reforma de 1968 esta discusión ha perdido trascendencia ya que admitida la regla
de la mora automática es claro que no se requiere interpelación alguna para la mayoría de los
casos.
4. La Teoría de la Imprevisión
La situación de mora también impide al deudor la aplicación de la teoría de la imprevisión (art.
1198 C.C.), imposibilitando la invocación de la excesiva onerosidad sobreviniente.
La mora también tiene efectos en los procesos judiciales en tanto determina la imposición de
costas. Esto surge del principio de que las costas deben ser soportadas por el vencido en el
proceso. La excepción de esa regla se evidenciará ante el allanamiento del demandado, salvo que
éste hubiese incurrido en mora o fuese la reclamación judicial atribuida a su culpa.
a) Por el pago
Como sabemos, el pago es un modo de extinción de las obligaciones. La persona que se
encuentra en mora tiene del deber de pagar, pero al mismo modo el derecho a liberarse de su
obligación. En ese sentido, el ordenamiento jurídico le da la posibilidad, de pagar y liberarse,
previendo inclusive el caso de la negativa injustificada del acreedor de recibir el pago. En tal caso,
el deudor está facultado a consignar judicialmente la totalidad de lo que debiera (art. 508 C.C.) Por
ejemplo, en caso de que fuera una deuda dineraria, deberá pagar el capital, más los intereses
moratorios. En ciertos supuestos, el daño moratorio no es fácilmente liquidable, en consecuencia,
el deudor podrá pagar la cantidad líquida dejando para un momento posterior la ilíquida, siempre
que ofrezca el pago de la misma sujeta a la determinación del monto.
Sin embargo, debemos mencionar supuestos en los cuales el deudor no podrá pagar y liberarse:
Una primera doctrina considera que la interpelación sería insuficiente para producir el efecto
mencionado.
Cabe distinguir, sin embargo, entre el efecto de la oferta y el de la consignación. El primero purga
la mora y constituye al acreedor en moroso, manteniendo la obligación por parte del deudor. El
segundo, en cambio, libera de la obligación al deudor por la vía del pago por consignación.
La relación de causalidad nos permite determinar si un resultado dañoso puede ser atribuido
materialmente a una persona. De igual modo, respecto de la función preventiva del daño, nos
permite establecer un vínculo razonable y necesario entre una amenaza de daño y el hecho
generador.
El juicio que supone la relación de causalidad es neutro, ya que no valora la justicia o injusticia
de la acción, sino que se refiere a una cuestión meramente fáctica y objetiva: si existe un enlace
entre un hecho antecedente (causa) y el resultado (efecto).
Otro tipo de condición es la ocasión, que torna viable o favorece la producción del resultado
dañoso. En nuestro ordenamiento jurídico, por regla no se responde por el mero hecho de aportar
la ocasión del evento dañoso. Sin perjuicio de ello, puede haber casos en los cuales la ocasión
deviene jurídicamente relevante para que el ordenamiento jurídico la coloque en posición de
causa (vgr. Art. 43 y 1113 C.C.) Para ampliar estos conceptos, se recomienda el estudio de la
bibliografía obligatoria16.
15
Cit. PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. III. Pág. 95.
16
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. III. Pág. 97 y ss.
Causalidad Culpabilidad
- Se orienta a determinar si las consecuencias - Tiende a dilucidar si se puede formular un
dañosas de un hecho pueden ser atribuidas reproche subjetivo en el comportamiento
materialmente a la conducta de un sujeto, lo antijurídico del autor material del hecho.
cual determina la autoría del daño.
-Se asienta en la noción de previsibilidad,
-Se determina previamente al juicio de valorada en concreto desde el punto de vista
culpabilidad. interior del sujeto y atendiendo al
comportamiento exteriorizado frente al hecho
-Se asienta en la noción de previsibilidad, producido.
valorada en abstracto, con prescindencia de lo
sucedido en el caso concreto, ex post facto, y -La previsibilidad agravada es extraña a la
de acuerdo a lo que sucede conforme el curso culpabilidad.
normal y ordinario de las cosas.
Pese a que ciertos autores consideran que en materia de responsabilidad objetiva por riesgo o
vicio de la cosa (art. 1113 C.C.) la ley presume la relación de causalidad, es nuestra opinión que
esto no es así. Por el contrario, el actor debe siempre probar la conexión causal entre un
determinado hecho y el resultado. La causalidad no se presume, lo que puede presumirse es el
carácter adecuado de la condición. Nos remitimos a la bibliografía obligatoria.
Es importante señalar que tal como ha observado Orgaz17 estas construcciones han sido
elaboradas por juristas del Derecho Penal, pero que sin embargo, pueden ser trasladables al
Derecho Civil, con ciertas adaptaciones tendientes a marcas las diferencias entre la
responsabilidad civil y responsabilidad penal.
a) Responsabilidad por el hecho propio: En estos casos las connotaciones son similares a las
que rigen el Derecho Penal, ya que se observa la conexión establecida entre la acción del agente
y el daño.
d) Responsabilidad por daños causados por el riesgo o vicio de la cosa: En estos supuestos,
la ley dispone que responden frente a la víctima del daño tanto el guardián como el dueño de la
cosa (art. 1113 2do. Párr. C.C.) Lo que primero debe cuestionarse es si el daño fue provocado por
el riesgo o vicio de la cosa. Si se comprueba ese hecho, la ley presume la relación de causalidad
entre el daño y el riesgo creado por el dueño o el guardián de la cosa. La única forma en que
pueden liberarse estos últimos es por la acreditación de la ruptura del nexo causal, tal como
veremos más adelante cuando estudiemos las eximentes.
17
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. III. Pág. 103 y ss.
a) Consecuencias inmediatas
Son consecuencias inmediatas aquellas que acostumbran suceder según el curso normal y
ordinario de las cosas (art. 901 C.C.). La previsibilidad está implícita en ellas, ya que existe un
principio de regularidad del cual surge que una persona se representa necesariamente dicha
consecuencia al momento de desplegar determinada conducta. Por ejemplo en el caso de una
mala praxis médica el suministro de excesiva cantidad de anestesia, la causa inmediata es la
muerte de un paciente. Otro ejemplo, que dan Pizarro y Vallespinos18, es el de la transfusión de
sangre portadora del virus de HIV, la consecuencia inmediata en tal caso será el contagio del
paciente del mencionado virus.
b) Consecuencias mediatas
Son consecuencias mediatas las que resultan solamente de la conexión de un hecho con un
acontecimiento distinto (art. 901 y 904 C.C.) El vínculo no es directo en este caso, sino que debe
interferir otro hecho que coadyuva a la generación del resultado dañoso (art. 901.C.C.). En el caso
de mala praxis médica con contagio de HIV del paciente referido supra, la consecuencia inmediata
será el contagio de HIV de la esposa del paciente por vía sexual. Estas consecuencias son
imputables al autor del hecho cuando las hubiere podido prever o cuando empleando debida
atención hubiera podido evitarlas (art. 904 C.C.) Dicha previsibilidad, debe ser apreciada en
abstracto.
c) Consecuencias casuales
Son consecuencias casuales las consecuencias mediatas que no pueden preverse (art. 905
C.C.) Dado que corresponden a hechos que operan de modo inesperado o sobreviniente en el
proceso causal, interrumpen su desarrollo. Son producidas por un hecho fortuito, y por lo tanto
imprevisibles. En el caso brindado por Pizarro y Vallespinos, será una consecuencia casual el
suicidio del hijo del paciente infectado con HIV en virtud de la grave depresión de su padre a
causa de la enfermedad.
d) Consecuencias remotas
18
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. III. Pág. 105 y ss.
7. 1. EL FACTOR DE ATRIBUCIÓN
7.1.2. Clasificación
Los factores de atribución pueden ser clasificados en subjetivos u objetivos. Entre los primeros
está la culpa y el dolo, mientras que los más relevantes de la segunda categoría son el riesgo
creado, la garantía, el deber calificado de seguridad y la equidad.
Una primera posición sostiene que la culpa es la regla en la responsabilidad civil, sin perjuicio
que pueda coexistir con otros factores de atribución objetivos. En tal concepción, la culpa sería
una especie de piedra de toque y sería aplicable residualmente a todo supuesto de
responsabilidad civil al que no le corresponda otro factor subjetivo u objetivo.
Otra doctrina, que sostenemos ampliamente, considera que de ningún modo nos encontramos
ante la presencia de una responsabilidad subsidiaria, sino que por el contrario, los factores
objetivos de atribución poseen igual jerarquía que la culpa, coexistiendo con similar amplitud.
En tan sentido, una interpretación amplia y flexible de las normas que consagran
responsabilidades objetivas, y que permitan amparar a la víctima mediante soluciones equitativas
19
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 575 y ss.
7.2.1. Concepto
Los factores de atribución subjetivos son el dolo (art. 521, 1067, 1072 y concs.) y la culpa (art.
512, 1067, 1109 y concs.) Ambos suponen que el agente sea autor material del ilícito
extracontractual (aquiliano) o del incumplimiento obligacional, y la causa inteligente y libre de ese
comportamiento20.
La fuerza irresistible y el temor fundado de sufrir un mal grave e inminente en la persona, libertad,
honra o bienes, o de su cónyuge, descendientes o ascendientes, legítimos o ilegítimos (art. 937
C.C.) derivado de amenazas injustas, impiden la libertad de acción del agente, y configuran el
vicio de violencia.
Una vez que se configura la imputabilidad de primer grado, es dable formular la imputabilidad de
segundo grado, que pone acento en la reprochabilidad de la conducta y que se puede presentarse
como dolo o culpa.
20
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 604 y ss.
7.3. LA CULPA
En ese sentido, corresponde definir a la culpa como la omisión de la diligencia que exija la
naturaleza de la obligación y que corresponda a las circunstancias de las personas, del tiempo y
del lugar.
21
Cit. PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 614 y ss.
Los glosadores, más tarde incorporan la culpa levísima, tomando a un muy buen padre de familia
o a un diligentísimo hombre.
Estas categorías importaban una suerte de cartabón abstracto, que era cotejado con el caso
concreto a fin de juzgar si había existido culpa o no del agente.
22
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 622 y ss.
23
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 622 y ss.
24
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 6217y ss.
b) La culpa leve era el modelo correspondiente a un buen padre de familia o la que el propio
responsable ponía habitualmente en sus asuntos.
El sistema de gradación de culpas en abstracto fue seguido por diversos ordenamientos jurídicos
como el Español Antiguo, y Códigos como el de Chile, Colombia, Ecuador y Panamá. Los Códigos
de Alemania, Italia, Suiza y Uruguay distinguen entre culpa grave y culpa leve. Otros abandonaron
dicha clasificación (Francia y España).
Kemelmajer de Carlucci y Parellada26 sostienen que “se trata de juzgar si para el sujeto era
previsible la dañosidad de la conducta. Los criterios de Los criterios de apreciación de culpa
difieren según cuál sea el sujeto que se tiene en miras para realizar el juicio de previsibilidad: si un
modelo abstracto o el propio sujeto actuante”. El criterio de apreciación de la culpa in abstracto,
toma como cartabón aun módulo-tipo, que varía de acuerdo a las legislaciones. La culpa en
concreto se valora comparando la conducta desplegada por el sujeto con el módulo ideal de
referencia antes indicado. La determinación de la culpa en concreto prescinde de parámetros
abstractos y la está librada a la valoración judicial, teniendo en cuenta al agente, las virtudes y
defectos y lo que era exigible conforme a la naturaleza de la obligación y a las circunstancias
concretas de persona, tiempo y lugar.
En algunos casos, los deberes de exigencia serán mayores, en razón de los conocimientos o de
la situación especial del agente, tal como lo indica el art. 902 C.C. que reza: “Cuanto mayor sea el
deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor será la obligación que
resulte de las consecuencias posibles de los hechos.”
25
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 618 y ss
26
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 620 y ss
27
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 620 y ss
De tal modo, como regla la culpa no se presume y debe ser probada por quien la alega. Para ello
debe probarse la existencia de los elementos de la responsabilidad civil. En ese sentido no basta
la antijuridicidad de la conducta para demostrar la culpa. La antijuridicidad y la culpabilidad se
encuentran en planos distintos, de modo tal que no autorizan a inferir sin más la culpa. Sin
perjuicio de ello, hay supuestos en los cuales la prueba de la antijuridicidad y del daño permite que
los jueces presuman la existencia de culpa invirtiendo la carga de la prueba. De tal modo, quien
deberá demostrar la ausencia de culpa será el agente. En otros supuestos, la ley dispone la
inversión de la prueba, estableciendo una presunción normativa iuris tantum de culpabilidad y la
consiguiente inversión de la carga probatoria. En aquellos casos lo que se intenta es favorecer a
la víctima, poniendo en cabeza del sindicado como responsable la prueba de su actuar diligente.
Ejemplos en los cuales opera la mentada presunción es la responsabilidad por los daños
causados con las cosas (art. 1113 C.C.) y la responsabilidad de los padres por el daño causado
por sus hijos menos que vivan con ellos (art. 1114 y 1116 C.C.)
28
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 624 y ss.
7.4. EL DOLO
a) Vicio de la Voluntad: Como vicio de la voluntad (art. 931 C.C.) es “toda aserción de lo que es
falso o disimulación de lo verdadero, cualquier artificio, astucia o maquinación que se emplee con
ese fin”. Se trata de una conducta orientada a provocar el error en otra persona.
b) Elemento del delito: El dolo delictual implica ejecutar un hecho ilícito a sabiendas y con
intención de dañar a otra persona o a sus derechos (art. 1072 C.C.) Hay quienes consideran que
debe existir un maligno propósito de dañar. Nosotros pensamos que para que se configure el dolo
delictual es suficiente con que el agente se represente internamente el resultado ligado al efecto
querido, que lo quiera y actúe. Lo que determinante es la actitud del agente antes el resultado que
se ha representado, haya o no intención de provocar el daño. Un ejemplo claro de esto es el caso
del ladrón. El ladrón roba porque quiere enriquecerse, quizás no para dañar a la víctima, sin
perjuicio de ello, el dolo está configurado.
Otra cuestión es la relativa al dolo eventual. El mismo se configura cuando el sujeto asiente “la
realización del hecho que prevé como probable (menosprecio de la consecuencia probable)”. En
otras palabras, el autor se representa el resultado y lo asiente, sin quererlo ni desearlo. Buena
parte de la doctrina considera que el dolo eventual está al margen de la letra del art. 1072 C.C. y
que debería se encuadrar en el art. 1109 C.C.
29
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 624 y ss.
7.4.5. Efectos
El dolo produce importantes efectos:
b) El dolo y las costas judiciales: El dolo proyecta, asimismo, consecuencias en el plano de las
costas judiciales.
El art. 505 C.C. (último párrafo) dispone que “Si el incumplimiento de la obligación, cualquiera
sea su fuente, derivase en litigio judicial o arbitral, la responsabilidad por el pago de las costas,
incluidos los honorarios profesionales de todo tipo allí devengados y correspondientes a la primera
o única instancia, no excederá del veinticinco por ciento (25 %) del monto de la sentencia, laudo,
transacción o instrumento que ponga fin al diferendo. Si las regulaciones de honorarios
practicadas conforme a las leyes arancelarias o usos locales, correspondientes a todas las
profesiones y especialidades superan dicho porcentaje, el juez procederá a prorratear los montos
entre los beneficiarios. Para el cómputo del porcentaje indicado, no se tendrá en cuenta el monto
30
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 606 y ss.
La ley tiene en miras limitar el costo de litigiosidad y reducir el monto de honorarios profesionales.
La norma es de dudosa constitucionalidad, ya que avanza sobre cuestiones como son las costas
judiciales, cuya regulación es privativa de las provincias (art. 121 Const. Nac.)
Los requisitos para la aplicación del art. 505 C.C. último párrafo son:
5. Las costas deben exceder el veinticinco por ciento del monto de la sentencia, laudo, transacción
o instrumento.
7.4.6. Prueba
El dolo no se presume, por el contrario, el mismo debe ser alegado y probado. Dicha tarea
corresponde a quien invoca su existencia. Se aplican en esta temática los principios generales,
admitiéndose inclusive la prueba indiciaria o presuncional.
Sin embargo, nada obstaría a que una vez producido el incumplimiento doloso, el acreedor pueda
renunciar a los derechos resarcitorios que derivan del mismo. Nos remitimos a la bibliografía
obligatoria32 y a lo analizado en el apartado 8.4.
31
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 609 y ss.
En efecto, la responsabilidad objetiva es mucho más que una responsabilidad sin culpa, ya que
tiene un elemento positivo, axiológico que justifica dicha responsabilidad y determina su
procedencia.
7.5.2. Clasificación
Los factores de atribución objetivos son los siguientes:
a) La Teoría del Riesgo creado: Según esta teoría quien es dueño, o se sirve de cosas, o realiza
actividades que por su naturaleza o modo de empleo produce riesgos potenciales a terceros,
deben responder por los daños que ellas ocasionen. En consecuencia, el factor de atribución que
rige es objetivo y es una contrapartida del riesgo creado.
Éste es el criterio que sostienen los Dres. Pizarro y Vallespinos33, y que en nuestra opinión está
consagrada en el art. 1113 C.C. En efecto, la persona que introduce en la sociedad un factor de
riesgo, responde objetivamente por el daño causado, se beneficie o no con el mismo.
32
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 607 y 608.
33
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 628 y ss.
De tal modo, también quedan incluidos dentro de la obligación de garantía los daños que el
deudor pueda causar al acreedor por medio de los terceros que introduzca a fin de ejecutar la
prestación. Tal como nos enseña Bustamante Alsina34 “la obligación de garantía a cargo del
deudor está implícita por el sólo hecho de haber implicado a otro en la ejecución de la obligación.”
a) Contenida en el art. 907 C.C. se funda en el principio del enriquecimiento sin causa. La norma
textualmente reza: “cuando por los hechos involuntarios se causare a otro algún daño en su
persona y bienes, sólo se responderá con la indemnización correspondiente, si con el daño se
enriqueció el autor del hecho, y en tanto, en cuanto se hubiere enriquecido”:
34
Cit. por PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 630 y ss.
En efecto, para que se configure el segundo supuesto regulado por el art. 907 C.C. (equidad) es
necesario:
Un punto de discusión respecto de esta norma es si la misma puede ser aplicada en materia
contractual (obligacional). La doctrina mayoritaria considera que se puede proclamar su vigencia
en este ámbito ya que la norma se ubica en la parte general de los hechos jurídicos (y no en
materia de ilícitos); y ya que esta interpretación es armónica con el art. 1056 C.C. que dispone que
los actos anulados producen los efectos de los hechos ilícitos en general, remitiéndonos de ese
modo al capítulo del Código Civil en donde se encuentra el art. 907 C.C.
35
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 632 y ss.
“Las molestias que ocasionen el humo, calor, olores, luminosidad, ruidos, vibraciones o daños
similares por el ejercicio de actividades en inmuebles vecinos, no deben exceder la normal
tolerancia, teniendo en cuenta las condiciones del lugar y aunque mediare autorización
administrativa para aquéllas.
Según las circunstancias del caso, los jueces pueden disponer la indemnización de los daños o la
cesación de tales molestias.
Al respecto podemos decir que las conclusiones vertidas en materia de abuso del derecho
pueden ser igualmente aplicadas en esta materia. En concreto, el exceso de la normal tolerancia
entre vecinos, no constituye un factor de atribución objetivo autónomo, sino que es una modalidad
de antijuridicidad. Aun más, podemos decir que normalmente la responsabilidad derivada de estos
supuestos será objetiva, siempre que el daño sea causado por el riesgo o vicio de la cosa. Sin
perjuicio de ello, no podemos descartar a priori la posibilidad de que se configuren
responsabilidades subjetivas basadas en la culpa probada o presumida (Art. 1113, Párr. 2do.,
primera parte).
a) Igualdad ante las cargas públicas: En este sentido, algunos juristas consideran como factor
objetivo de atribución a la igualdad ante las cargas públicas con fundamento en el art. 16 C.N.
Este factor de atribución justificaría la responsabilidad civil del Estado por actos lícitos.
b) Seguridad social: Otro factor de atribución objetivo mencionado por la doctrina es la seguridad
social, como justificativo de la socialización del daño.
c) El derecho a la intimidad: Otros autores, por su parte, incluyen la violación a la intimidad (art.
1071 bis) como un factor objetivo de atribución autónomo.
Pizarro y Vallespinos36, explican claramente las razones por las cuales dicha conclusión es
errónea. En concreto, señalan que dichas ideas no surgen del art. 1071 bis C.C., y ya que no
parece lógico que se proteja solamente el derecho a la intimidad y no a los demás derechos
36
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 634 y ss.
37
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 577 y ss.
38
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 579 y ss.
39
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 581 y ss.
40
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 577 a 604.
8.1.2. Clasificación
Según el efecto que producen encontramos eximentes vinculadas con la antijuridicidad,
con el factor de atribución y con la relación de causalidad. Pasemos a analizar cada categoría y
sus particularidades:
8.2.1. Concepto
Las causas de justificación enervan la antijuridicidad de la conducta y, bajo ciertas
circunstancias, pueden actuar como eximentes de la responsabilidad (vgr. legítima defensa) o
justificar una reparación de equidad no plena o integral (vgr. estado de necesidad)41. Entre ellas
encontramos el ejercicio regular de un derecho, el cumplimiento de una obligación legal, el estado
de necesidad, la legítima defensa, y el consentimiento del damnificado.
Las causas de justificación difieren de las causas de inimputabilidad. En tanto las primeras obstan
a la antijuridicidad de la conducta, estas últimas, sin provocar tal efecto, excluyen la culpabilidad
del agente, ya sea porque el agente obra sin discernimiento (art. 921 C.C.) o con error excusable
(art. 897 C.C.)
En otras palabras, la norma citada implica que el ejercicio regular de un derecho, dentro de los
límites reconocidos por el ordenamiento jurídico, se considera un obrar lícito. En consecuencia, en
principio la causación de un daño a un tercero, en esas circunstancias no sería indemnizable.
41
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 500.
En los supuestos mencionados, la ley impone una determinada conducta al agente, y por tal
razón, quien la ejecute sin incurrir en excesos, está justificado.
c) Estado de necesidad
El estado de necesidad no aparece contemplado en forma expresa en el Código Civil. El Código
Penal lo nombra en el art. 34 inc. 3 al momento de justificar el comportamiento de quien causa un
mal con el fin de evitar uno mayor inminente al cual ha sido extraño. El mismo se refiere a la
situación en la cual una persona se encuentra, que a fin de alejar un peligro inminente que
amenaza sus bienes de naturaleza patrimonial o personal, causa legítimamente un mal menor a
otra persona, que no es autor del peligro42.
Se discute la naturaleza jurídica del estado de necesidad. Existen controversias dentro del
derecho argentino, al igual que en el derecho comparado. Una primera doctrina (mayoritaria)
considera que el estado de necesidad se trata de una causa de justificación, que enervaría la
antijuridicidad de la conducta. Otros, (posición minoritaria) consideran que se trata de un causa de
inculpabilidad, ya que no enervaría la antijuridicidad, pero no comprometería su responsabilidad
por ausencia de culpa.
d) Legítima defensa
El Código Civil tampoco regula de manera orgánica la legítima defensa. La misma aparece
simplemente insinuada por el art. 2470, en materia de la defensa privada de la posesión.
42
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 502.
43
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 503.
b) Que la misma recaiga sobre la persona o bienes materiales o morales de quien se defiende.
Hay que advertir que en ciertos casos, la ley autoriza a las personas mayores de edad a dar el
consentimiento en determinadas situaciones. Éste es el supuesto de la ley 24.193 que permite la
ablación de algún órgano o material anatómico de su propio cuerpo a fin de realizar un transplante
(art. 15).
Asimismo, otros derecho son parcialmente disponibles, (tales como el derecho a la intimidad, al
honor, a la imagen, etc.) pudiendo el titular del derecho consentir la intrusión de terceras
personas.
8.2.2. Efectos
Las causas de justificación enervan la antijuridicidad de la conducta y, bajo ciertas
circunstancias, pueden actuar como eximentes de la responsabilidad (vgr. legítima defensa) o
justificar una reparación de equidad no plena o integral (vgr. estado de necesidad) Las causas de
justificación obstan a la antijuridicidad de la conducta.
44
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 504.
Dentro del sistema de responsabilidad subjetiva, bajado en la idea de culpa, debe alcanzar al
sindicado como responsable la prueba de la culpa para liberarse. Por el contrario, en un esquema
de responsabilidad objetiva, la prueba de la no culpa es insuficiente, ya que el sindicado como
responsable deberá probar la ruptura del nexo causal para liberarse. Esto lo puede lograr
probando el caso fortuito, el hecho de un tercero extraño o del damnificado)45.
45
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. II. Pág. 626.
Los requisitos para que opere esta eximente son los siguientes:
46
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. III. Pág. 113
47
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. III. Pág. 116
Esta eximente aparece en los art. 1113, 1125 y conc. del C.C., al igual que en el art. 184 C.Com.,
el art. 275 inc. a) y 362 de la ley 20.094. En todos estos casos, el hecho de tercero constituye una
causa ajena por la cual el agente no debe responder.
El tercero por quien no se debe responder debe ser una persona distinta del responsable
presunto (demandado) y de la víctima. Puede ser una persona física o jurídica, de carácter público
o privado. Sin embargo, no cualquier hecho de un tercero es apto para eximir al sindicado como
responsable. El tercero debe ser un tercero por el cual no se deba responder. Esto es importante
48
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. III. Pág. 120.
Quedan al margen del concepto de tercero extraño por quien no se debe responder:
a) Los daños causados por el dependiente en ejercicio o en ocasión de sus funciones, respecto
del principal.
b) Los daños producidor por ciertas personas que sin llegar a ser dependientes, tienen contacto
con la cosa por voluntad expresa o presunta del dueño o guardián.
Cabe señalar, sin embargo, que el art. 27 del decreto – ley nro. 6582/58 modificado por ley 22.977
determina que se reputará que el adquirente o quienes de éste último hubieren recibido el uso,
tenencia o posesión del vehículo, poseen en relación al transmitente el carácter de terceros por
quienes él no debe responder. Ésta es una solución lamentable que demuestra desconocimiento
de la materia.
e) Aquellas personas por las que legalmente se debe responder (vgr. los menos de edad respecto
de los padres).
8.4.1.4.2. Requisitos
Para que opere esta eximente es necesaria la constatación de las siguientes circunstancias:
b) Respecto del debate sobre el hecho o la culpa del tercero: La doctrina mayoritaria considera
que es necesaria la culpa del tercero. La posición que compartimos es que alcanza el mero hecho
del tercero49.
49
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. III. Pág. 123 y ss.
b) Concurrencia del hecho del tercero con la culpa probada o presumida del demandado:
En caso que concurra la culpa del demandado con la culpa del tercero, se aplicará el art. 1109
C.C., es decir que responderán solidariamente antes la víctima, y luego podrán ejercitar entre ellos
las acciones de regreso. Ahora bien, si la culpa del demandado incurriera con el hecho inculpable
de un tercero, se deberá reducir el monto indemnizatorio a cargo del demandado. Con respecto al
tercero podrá aplicarse la indemnización de equidad (art. 907 C.C.)
c) Hecho o culpa del tercero concurrente con el riesgo creado por el demandado: Esta
cuestión es bastante controvertida en nuestra doctrina, y está solucionada de lege lata.
1. Doctrina que niega toda relevancia frente a la víctima al hecho concausal de un tercero
en la responsabilidad por riesgo creado: La doctrina mayoritaria considera que el dueño,
guardián y el tercero debería responder solidariamente frente al damnificado y luego ejercitar las
acciones de regreso. Esta solución surgiría por aplicación analógica del art. 1109 C.C.
2. Doctrina que “de lege lata” asigna plena relevancia frente a la víctima al hecho concausal
de un tercero en la responsabilidad por riesgo creado: Otra doctrina50, que compartimos,
considera que la respuesta normativa surge del art. 1113 C.C. que es clara en cuanto admite la
plena relevancia del hecho de un tercero extraño respecto a la víctima.
8.4.1.5.1 Concepto
El caso fortuito es otro de los factores extraños con idoneidad para provocar la interrupción del
nexo causal entre un hecho ilícito o incumplimiento obligacional y el daño. Nuestro Código Civil lo
define como aquel que “no ha podido preverse, o que previsto, no ha podido evitarse”.
50
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. III. Pág. 126
51
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. III. Pág. 289 y ss.
a) Imprevisible
b) Inevitable
c) Actual
e) Sobrevenido
8.4.2.1. Concepto
Los contratos, al igual que las obligaciones que emergen de él, nacen para ser cumplidos. Esta
es una derivación lógica del principio de la autonomía de la voluntad (art. 1197 C.C.) y del
principio de la buena fe. En ese sentido, rige el principio pacta sunt servanda, es decir que los
contratantes deben atenerse a lo pactado. Sin embargo puede suceder que los contratos que
proyectan sus efectos en el futuro, tengan severas modificaciones de las circunstancias
generando ventajas o desventajas para los contratantes. Normalmente las mismas se consideran
parte del riesgo negocial siendo soportadas por los contratantes. En casos extremos, sin embargo,
cuando la ecuación negocial resulta gravemente modificada y la prestación de uno de los
contratantes deviene excesivamente onerosa respecto de la otra, rompiendo el equilibrio real del
contrato, aparece la utilidad de esta figura52.
La misma surge del art. 1198 C.C. (ref. Ley 17.711) que dispone: “En los contratos bilaterales
conmutativos y en los unilaterales onerosos y conmutativos de ejecución diferida o continuada, si
la prestación a cargo de una de las partes se tornara excesivamente onerosa por acontecimientos
extraordinarios e imprevisibles, la partes perjudicada podrá demandar la resolución del contrato. El
mismo principio se aplicará a los contratos aleatorios cuando la excesiva onerosidad se produzca
por causas extrañas al riesgo propio del contrato. En los contratos de ejecución continuada la
resolución no alcanzará a los efectos ya cumplidos. No procederá la resolución, si el perjudicado
hubiese obrado con culpa o estuviese en mora. La otra parte podrá impedir la resolución
ofreciendo mejorar equitativamente los efectos del contrato.”
52
PIZARRO, RAMON DANIEL – VALLESPINOS, CARLOS GUSTAVO, Ob. Cit. T. III. Pág. 320 y ss.