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Nehemías la estrategia del siervo.

La estrategia del siervo. Nehemías capítulo 2 versículos 11 al 20.

Terminado, por fin, el largo viaje, Nehemías ve Jerusalén por primera vez en su vida. El cambio y las
expectativas le abruman, pero él tiene ya dispuesta de antemano una estrategia definida. Su historia
viene, pues, a demostrarse modelo ejemplar de las dotes de mando que se esperan de un siervo en
acción.

1. Retomar los recursos (capítulo 2 versículos 11 al 12)

Según va llegando a Jerusalén, Nehemías empieza a entender por qué Hananías se había comportado
como un hombre desolado en Susa. Ahora, le tocaba a él sentirse abrumado al ver el lamentable estado
en que se encontraban los muros de la ciudad y sus puertas. Pero, por el momento, no era necesario
apresurarse a examinar detalladamente los daños. Primero, había algo más importante que hacer.
Cuando llegara el momento de inspeccionar la ciudad, Nehemías debería estar en plena posesión de sus
facultades. Y antes de embarcarse en tarea tan principal, da expresión a tres cuestiones que le
preocupan. Se supone que hay que estar en paz con uno mismo, apoyado por otros y en armonía con
Dios. Todos por igual tenemos necesidades físicas y espirituales, y si alguna de ellas queda relegada o se
la ignora por completo, no podemos esperar estar en plena forma.

La necesidad física de Nehemías se solucionaría con un descanso. El viaje había durado cuatro meses, la
fatiga acumulada era un lastre y recuperarse era cuestión primordial. Tres días (11) espera Nehemías
antes de hacer nada, siguiendo ahí el ejemplo de Esdras, que 'descansó tres días' a su llegada a
Jerusalén. El esfuerzo de viajar cubriendo no más de quince kilómetros por día, durmiendo siempre al
raso y reanudando la jornada al amanecer para poder hacer un alto cuando la fuerza del sol hacía
imposible avanzar, pasaba ahora la factura. Descansar un tiempo, por breve que fuese, era necesidad
perentoria.

El agotamiento físico hace imposible progresar como se quisiera. El cansancio nos priva de la perspectiva
esencial, aumenta la ansiedad, convierte las oportunidades en cargas insoportables y acaba con la paz.
Elías también se había sentido cansado tras el esfuerzo físico, mental y emocional del Monte Carmelo, y
el viaje apresurado a Jezreel le había dejado literalmente sin fuerzas. Además, la reina Jezabel le había
amenazado de muerte, y tal cúmulo de desdichas era ya más de lo que es posible soportar. Poseído por
un temor irracional, busca refugio en la soledad del desierto. Necesitaba dormir, comer adecuadamente
y los cuidados providentes del ángel del Señor.
Jesús enfatizó la importancia esencial del descanso. Él también lo necesitaba e instaba a sus discípulos a
encontrar un lugar donde reposar y orar con tranquilidad. Al enterarse de la cruel muerte de Juan el
Bautista, Jesús se retiró de allí en una barca, solo, a un lugar desierto. A la vuelta de sus discípulos tras
su viaje misionero informándole de todo cuanto habían hecho y enseñado, Jesús era consciente de que
necesitaban descansar. Ocupados en atender las necesidades de otros, ni siquiera tenían tiempo para
comer. Pero Jesús sabe cuál es la necesidad principal: Venid, apartaos de los demás a un lugar solitario y
descansad un poco.

La necesidad espiritual de Nehemías era la dirección de Dios. Ni siquiera esos pocos (12) que tenía como
compañeros conocían todos sus planes y ambición. Nehemías no era hombre que fuera por ahí
compartiendo sus ideas y proyectos con el primero que se le cruzase. No informé a nadie lo que mi Dios
había puesto en mi corazón que hiciera por Jerusalén (12), ni los oficiales sabían adonde yo había ido ni
qué había hecho, ni tampoco se lo había hecho saber todavía a los judíos, ni a los sacerdotes, ni a los
nobles, ni a los demás que hacían la obra (16).

Esos ocho meses de intensa preparación y esforzado viaje habían hecho que Nehemías fuera
tremendamente receptivo a toda idea que el Señor pusiera en su cabeza y a todo sentimiento que
aflorara en su corazón. No podía caber duda de que Dios le estaba hablando de forma muy particular.
Ahora, lo que necesitaba era tiempo para reflexionar acerca de todas esas ideas que llevarían adelante
el proyecto hasta su feliz conclusión. Una vez dieran comienzo las obras, las demandas aumentarían y
ésa era una cuestión que tenía que asumir él. Algo, pues, que hacía prioritario apartar un tiempo para el
Señor.

Estas reservas de energía espiritual son vitales para todo siervo de Dios. Las presiones en constante
aumento de la vida moderna pueden acabar usurpando el tiempo y el espacio que necesitamos para el
descanso físico y la renovación espiritual.

2. Evaluar las necesidades (capítulo 2 versículos 13 al 16)

Una vez finalizado el período de descanso, era tarea obligada examinar el estado en que se encontraban
las murallas y calcular el número de obreros y el material necesario para empresa tan descomunal.
Sambalat y Tobías se alarman muy comprensiblemente ante el nuevo cariz que están tomando las cosas
(capítulo 2 versículo 10), no siendo además los únicos en oponerse a ese nuevo proyecto. Es más que
probable que esos personajes contaran con sus propios espías dentro de la ciudad. De ahí que fuera vital
que Nehemías no desvelara sus planes hasta haber conseguido contratar los obreros y el material
necesario. El trabajo de inspección lo hace de noche, acompañado de unos pocos hombres (12) de su
confianza. Puede que hubieran venido ya con él desde Susa o, más probablemente, que fueran gente del
lugar conocedora del terreno y al tanto de las zonas que necesitaban ser reparadas y que, dado su actual
estado, eran impracticables. Una tarea ejecutada de noche garantiza que no va a haber testigos que
hagan preguntas indiscretas respecto a esa inspección de la ciudad que están llevando a cabo unos
extranjeros desconocidos llegados de Persia. Por otra parte, no era una tarea que pudiera asumir en
solitario. Necesitaba gente a su alrededor que le ayudara a llevar a buen término la empresa acometida.
En ningún momento se espera de nosotros que asumamos en solitario la totalidad de un trabajo.

Las imágenes a las que se recurre en el Nuevo Testamento para ilustrar la realidad de la iglesia enfatizan
la interdependencia como factor vital en la vida corporativa. Todos somos miembros de un cuerpo que
funciona en base a una dependencia mutua. No somos unidades aisladas, sino bloques indispensables
en la construcción continua de ese templo vivo que es la Iglesia, creyentes hermanados que se sirven
unos a otros para gloria de Cristo. En un momento en el que acometía una empresa que suponía un
peligro, Nehemías apreciaba de forma muy particular la integridad de esos pocos. Nos necesitamos unos
a otros en la obra de Cristo.

La inspección a la luz de la luna acompañado de amigos fieles es una de las escenas más emotivas de
unas memorias de suyo evocativas por la viveza de sus imágenes. La exploración llevada a cabo en el
secreto de la noche le había servido a Nehemías para darse cuenta de la envergadura de la empresa
acometida y calcular los riesgos.

La empresa exigía un gran esfuerzo. Cada parte dañada del muro debía ser examinada y decidir cómo
repararla de forma efectiva y duradera. Cualquier tarea que hagamos como para el Señor ha de ser
realizada poniendo en ello todo nuestro empeño. Toda empresa meramente humana desaparecerá con
el paso del tiempo, pero lo que hagamos a favor de la obra de Dios tendrá un valor imperecedero. El
apóstol Pablo animaba a los esclavos de ese siglo 1 a hacer su trabajo como para el Señor.

La tarea era arriesgada. Desplazarse de noche era algo esencial; los potenciales enemigos al acecho
estaban ansiosos por frustrar los planes de Nehemías. Ésa era la razón de que no comunicara a nadie sus
intenciones, salvo a los que habrían de acompañarle en esa labor de peritación. Los oficiales persas
destacados en Jerusalén no habían sido informados de sus intenciones y, a esas alturas, incluso los que
iban a hacer el trabajo (16) desconocían la naturaleza del mismo. La idea era informarles una vez hechos
todos los cálculos necesarios. En momento tan crucial, una filtración por descuido de lo que se tenía
intención de hacer habría supuesto poner fin de forma irremediable al proyecto en su totalidad, tal
como había ocurrido en aquella otra ocasión anterior. Con frecuencia, sucede que el trabajo que
hacemos para el Señor conlleva luchas y enfrentamientos. Nuestro mortal enemigo nunca deja de estar
alerta, dispuesto, a la menor oportunidad, a desbaratar todo proyecto pensado para gloria de Dios y
ayuda a las personas. El apóstol Pablo sabía muy bien que donde surge la oportunidad para el servicio, el
espíritu de la oposición no estará lejos. En una u otra forma, hará ciertamente su aparición; el diablo se
encargará de que sea así.

Se trataba de un proyecto en cooperación. Nehemías necesitaba esa inspección conjunta de puertas y


muralla para poder dividir el trabajo y calcular el personal y el material necesario para llevar a efecto lo
proyectado. Y ahora era el momento de asegurarse la colaboración del equipo necesario.
3. Reclutar compañeros (capítulo 2 versículo 17)

Aunque no se especifica el modo, está claro que Nehemías se hizo con un nutrido equipo de
colaboradores en potencia. Administrador nato, pronto consigue la cooperación de socios de confianza
dispuestos a asumir responsabilidades. El que un recién llegado consiguiera hacerse con tan dispuesto
equipo de trabajo es un elogio indirecto a sus dotes como líder.

Lo primero que hace Nehemías es identificarse con sus obreros. Vosotros veis la mala situación en que
estamos, les dice. Meses atrás, el problema de tan lamentable situación había sido cosa de ellos
(capítulo 1 versículo 2); ahora lo era también de Nehemías. Entregado en cuerpo y alma a mejorar las
condiciones de vida en la ciudad, se identifica con la situación como si hubiera estado viviendo allí toda
su vida.

El siguiente paso es presentar la situación desde la perspectiva espiritual. No se trata únicamente de que
Jerusalén esté desolada y sus puertas quemadas a fuego. Mucho más grave que todo eso es el derrumbe
espiritual. Le duele el oprobio que sufre el nombre de Dios, motivo de burla y escarnio entre las gentes
paganas de la ciudad y entre sus visitantes. La vista de esos muros en ruinas por espacio de un siglo
habían llevado a esas gentes a pensar que el Dios de ese pueblo les había abandonado por rebeldes y
que ya nunca más se ocuparía de ellos. De ahí, el interés de Nehemías por principios e ideales
espirituales.

Vemos ahí a un hombre que no sólo está dispuesto a trabajar por Dios, sino que además sabe muy bien
las razones que le impulsan a ello. Suele suceder a veces que en las iglesias se siguen manteniendo
ciertas actividades por la simple razón de que es algo que se ha hecho siempre, y los buenos creyentes
que las llevan a efecto están demasiado ocupados como para plantearse propósitos, motivos y
objetivos. Puede muy bien darse el caso de trabajo organizado que se perpetúa sin detenerse a
examinar de nuevo su validez en términos de un objetivo espiritual. Son muchas las actividades que
resultarían beneficiadas si planteara su idoneidad de vez en cuando. ¿Qué propósito tienen y hasta qué
punto están cumpliendo con las expectativas? ¿Son de carácter evangelístico, educativo, o simplemente
social? ¿Podrían llevarse a cabo por personas que no hicieran de ello una cuestión de fe? De ser así,
¿qué aportan a la consecución del reino de Cristo? Nehemías sí sabe muy bien cuáles son sus objetivos y
tiene muy clara, además, la razón por la que debe edificarse de nuevo la muralla, pues no se trata tan
sólo de fortificar la ciudad y recuperar su economía, sino que lo que ahí se debate es la reputación y el
buen Nombre de Dios.
Nehemías pasa entonces a la acción: Venid, reedifiquemos la muralla de Jerusalén para que ya no
seamos un oprobio. Y todos son conscientes de que la tarea tiene que ser acometida de inmediato. Lo
que Nehemías espera de ellos es mucho para un pueblo desalentado. La tarea que van a iniciar va a
exigir sacrificios, pues para reconstruir el muro tendrán que renunciar por un tiempo a sus habituales
puestos de trabajo. ¿Por cuánto tiempo se supone que va a ser eso? ¿Cómo lo van a pasar sus familias?
¿Quién les protegerá si los que se oponen al proyecto se enfrentan a ellos? Antes de dar el paso
decisivo, esas personas necesitan saber que alguien más, aparte de Nehemías, respaldará el proyecto.

4. Animar a la gente (capítulo 2 versículo 18)

Hasta ese momento, Nehemías les ha hablado de la muralla, pero lo cierto es que el tema crucial tiene
que ver con la suficiencia de Dios. Es la grandeza del Señor lo que quiere compartir ahora con aquellos
que estén dispuestos a unirse a él en la aventura. Tendrán que relacionarse entre sí como colaboradores
en un mismo proyecto, y lo verdaderamente importante será mostrarse unánimes en lo que más
importa: una confiada dependencia en Dios.

Nehemías cree firmemente en el poder de un testimonio realmente inspirado: Y les conté cómo la mano
de mi Dios había sido bondadosa conmigo, y también las palabras que el rey me había dicho. En
realidad, Nehemías ya había dado razón del origen de su éxito: Y el rey me lo concedió, porque la mano
bondadosa de mi Dios estaba sobre mí (8). Él sabía bien que no había conseguido ir a Jerusalén por su
habilidad para persuadir (3-5), o porque la reina fuera propicia a sus planes (6), ni porque el rey fuera un
generoso benefactor (7-8), sino porque Dios es providente en su soberanía. De hecho, el que Dios
hubiera obrado a su favor le llevaba a Nehemías a confiar plenamente en que también ayudaría a otros
si así se le solicitaba. El testimonio personal puede enriquecer a otros al abrirles nuevas perspectivas en
confiada visión. El salmista, tras gozarse en los hechos poderosos de Dios en el curso de la historia
(Venid y ved lo que Dios hizo, Convirtió el mar en tierra seca), continúa relatando el modo en que ayuda
a cada persona a título individual: Venid y oíd, y contaré lo que Él ha hecho por mí.

Y es de esa confianza, confirmada en la experiencia personal, de lo que les habla en esos momentos
Nehemías. El capítulo está dedicado por entero a dar testimonio de la confianza que puede depositarse
en un Dios que escucha (4), guía (5), instruye (17) y sostiene (20) a su pueblo.

Son numerosas las personas que han encontrado una fe personal gracias al testimonio compartido de
una experiencia íntima con Cristo. Tomas Bilney, sacerdote en Cambridge, se convirtió a Cristo, allá por
el siglo 16, leyendo la versión latina de Erasmo del Nuevo Testamento. Su primer impulso fue compartir
su nueva fe con otro estudioso de Cambrige, Hugo Latimer, deseoso de que escuchase su confesión para
glorificación de Cristo. Latimer pensó que se trataba de oír la confesión de sus pecados, pero lo que
Bilney quería era confesar su fe. Entusiasmo tan loable conmovió a ese gran Reformador en lo más
profundo de su corazón llevándole a experimentar renovada vida en Cristo.
El testimonio de Nehemías, en este caso, contenía esos dos elementos vitales en toda buena
presentación de la doctrina sobre Dios: su trascendencia y su inmanencia. Nehemías reconoce esa
trascendencia en su adoración del Dios del cielo (4, 20), pero da fe igualmente de que no es un Dios
remoto y ajeno. El Señor pone pensamientos creativos en la mente de los suyos (12) y su mano
bondadosa está sobre ellos en cada día de su vida (8, 18). Esos dos atributos del carácter de Dios no
deben separase nunca. La trascendencia eterna de Dios nos previene sobre la irreverencia; su
inmanencia y compromiso real e inmediato nos libra de caer en la desesperación. La cuadrilla de
trabajadores reunida por Nehemías puede estar plenamente segura de contar con la presencia y ayuda
de Dios, pero sin tratar de establecerlo en nuestros propios términos. Junto a la mano misericordiosa,
está el trono de majestad. Animados por el testimonio personal de Nehemías, su gente está dispuesta a
servir de inmediato: Levantémonos y edifiquemos.

5. Enfrentarse a la oposición (2:19-20)

Los que se oponen a la reedificación ya están identificados (10), pero ahora su número ha crecido. A
Sambalat el horonita y Tobías el amonita, se les une ahora Gesem el árabe. En un principio, estos
adversarios se habían disgustado mucho al ver que alguien procuraba el bienestar de los hijos de Israel
(10), pero es ahora cuando pasan a la acción y verbalizan su enemistad contra Nehemías y los que se le
han unido. Organizan su campaña de oposición nada más dar comienzo las obras. Siempre cabía la
posibilidad de que un buen ataque verbal con insultos y amenazas surtiera el efecto deseado y se
paralizaran las obras.

Su primera baza es desprestigiar los esfuerzos de los trabajadores, burlándose de ellos y


despreciándoles (19). La lengua puede ser arma mortífera y, si en algún momento, nos convertimos en
víctimas suyas, deberemos recordar que los asaltos verbales han sido frecuentemente parte del método
del enemigo para desmoralizarnos. El apóstol Pablo sufrió mucho por ello. En su carta a los creyentes de
Corinto, les cuenta los muchos antagonismos que ha sufrido, y la deshonra y mal nombre al ser tenido
por impostor, y ello a pesar de que él ningún mal había hecho a nadie. Las gentes le habían despreciado
por su personalidad poco impositiva y su poca facilidad de palabra. En el curso de su ministerio de
evangelización, había sido en repetidas ocasiones objeto de burla y ridículo. Sus paisanos judíos echaban
por tierra su ministerio de la Palabra en Antioquía, predisponiendo a la gente en contra suya en Iconio.
En Atenas había sido calificado de mero charlatán; en Corinto, se le había insultado de forma repetida, y
su mensaje había sido menospreciado en público; y todo ello como preludio de la campaña orquestada
en Jerusalén para matarle en Éfeso. Jesús había advertido que habría momentos en los que recibirían
insultos sin causa por su lealtad a Cristo. En esas ocasiones, los creyentes deberían recordar el pasado
(porque así persiguieron a los profetas), regocijarse en el presente (viviéndolo como un privilegio) e
imaginando el futuro (grande será vuestra recompensa en los cielos). Todos cuantos han sido objeto de
burla y ridículo por causa de su fe, serán honrados en los cielos con buena compañía.
Sus adversarios desconfían de sus intenciones. ¿Qué es esto que estáis haciendo? ¿Os rebeláis contra el
rey? (19). Como alegato era letal, y no era de extrañar que los obreros más tímidos se desalentaran al
oírlo.

Un intento previo de reconstrucción había sido rápidamente cancelado al hacer caso el rey de similar
acusación de deslealtad: ésta es ciudad rebelde. En el curso de los tiempos, los obreros cristianos han
tenido que encajar acerbas críticas y la acusación de motivos deshonestos. Si, al analizar nuestros
corazones, vemos que alienta en ellos la ambición de procurar la gloria de Dios, poco importará lo que
los demás puedan decir. Al responder Nehemías ante esas burlas, dos eran las cosas más importantes: la
gloria de Dios y la integridad física de sus obreros.

Nehemías no se rebaja a dar la réplica a sus patrañas. Exalta fiel al Dios que le ha llamado a realizar ese
trabajo. Y yo les respondí: El Dios del cielo nos dará éxito (20). Esas falsas acusaciones no le quitaban la
paz y su principal interés sigue siendo que el Señor sea glorificado en el proyecto. Declara, además,
convencido, que no hay bien que pueda sucederles que no sea igualmente debido a su Dios. Sus
palabras resuenan con el timbre de la verdad. Sea cual sea la naturaleza que adopte la oposición
humana, Dios hará que la obra emprendida se vea coronada con el éxito. Pero lo realmente importante
es que su Nombre sea magnificado desde el principio mismo.

Es posible que Dios nos usara de forma más evidente si no estuviéramos secretamente anhelando el
éxito, pero lo cierto es que la gloria le pertenece a Él. Eifion Evans refiere una anécdota tomada del
avivamiento galés del siglo 19. Pasado justamente Año Nuevo, el predicador David Morgan se dirigía de
vuelta a casa en compañía de un pastor dedicado a la obra y ya un tanto entrado en años, que afirmaba
muy serio que, en el curso de su predicación, tan cerca estabais de Dios, que vuestra cara resplandecía
como la de un ángel:

En el camino de vuelta a casa, no me atreví a romper el silencio por espacio de varios kilómetros. Hacia
la medianoche, me atreví por fin a preguntar, ¿No es verdad que hemos sido bendecidos en estos días
con cultos muy hermosos? Cierto, me contestó, añadiendo tras una pausa, El Señor nos concedería
grandes cosas si en verdad pudiera confiar en nosotros. ¿Qué quiere decir con eso?, inquirí yo. Si
pudiera estar seguro de que no nos apropiaríamos de su gloria para nosotros mismos. Y así, de forma
inesperada, clamó a gran voz, No para nosotros, Señor, sino para glorificación de tu Nombre, Señor.

La otra cuestión que preocupaba a Nehemías era la integridad de sus obreros. De ahí que les responda
así a sus instigadores: Nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, pero vosotros no tenéis
parte ni derecho ni memorial en Jerusalén (20). La cuadrilla podía hacer caso omiso de sus bravatas,
porque la acusación de deslealtad no contaba con base alguna en la realidad. Su conciencia estaba
tranquila ante Dios. Pero lo cierto es que la respuesta de Nehemías pone de relieve el auténtico fondo
de las amenazas de ese trío. Visto desde su perspectiva, el nombramiento de Nehemías había venido a
alterar el equilibrio en la región, dejando sin empleo a Sambalat y Tobías en el área de Judá y Jerusalén.
La animosidad de sus contrincantes enmascaraba una reivindicación tanto política como religiosa.

Desde la perspectiva política, los indicios al respecto dan a entender que las responsabilidades
administrativas de Sambalat en Samaría podrían haber incluido la jurisdicción sobre la mayor parte del
territorio de Jerusalén. Pero, tras la llegada de Nehemías investido con autoridad por el rey en persona,
el antiguo jefe samaritano se había visto desposeído de su autoridad sobre el pueblo israelita.

En cuanto a la cuestión religiosa, el asunto era más complejo. Sambalat es un nombre babilonio que
significa San [dios lunar] ha concedido vida, lo cual sea probablemente indicativo de una ascendencia
extranjera, perteneciendo entonces a ese pueblo foráneo que se había asentado en diversos enclaves de
Samaría ocupando el lugar de los israelitas que habían sido deportados a Asiría en el siglo 8 antes de
Cristo. Esos nuevos moradores de la zona habían traído sus dioses consigo y, en el transcurso de los
años, habían ido contrayendo matrimonio con las gentes israelitas del norte, siendo el resultado de todo
ello que, con el tiempo, aunque esa gente rendía culto al Señor, en realidad estaban sirviendo Un
intento previo de reconstrucción había sido rápidamente cancelado al hacer caso el rey de similar
acusación de deslealtad: ésta es ciudad | rebelde. En el curso de los tiempos, los obreros cristianos han
tenido que encajar acerbas críticas y la acusación de motivos deshonestos. Si, al analizar nuestros
corazones, vemos que alienta en ellos la ambición de procurar la gloria de Dios, poco importará lo que
los demás puedan decir. Al responder Nehemías ante esas burlas, dos eran las cosas más importantes: la
gloria de Dios y la integridad física de sus obreros.

Nehemías no se rebaja a dar la réplica a sus patrañas. Exalta fiel al Dios que le ha llamado a realizar ese
trabajo. Y yo les respondí: El Dios del cielo nos dará éxito (20). Esas falsas acusaciones no le quitaban la
paz y su principal interés sigue siendo que el Señor sea glorificado en el proyecto. Declara, además,
convencido, que no hay bien que pueda sucederles que no sea igualmente debido a su Dios. Sus
palabras resuenan con el timbre de la verdad. Sea cual sea la naturaleza que adopte la oposición
humana, Dios hará que la obra emprendida se vea coronada con el éxito. Pero lo realmente importante
es que su Nombre sea magnificado desde el principio mismo.

Es posible que Dios nos usara de forma más evidente si no estuviéramos secretamente anhelando el
éxito, pero lo cierto es que la gloria le pertenece a Él. Eifion Evans refiere una anécdota tomada del
avivamiento galés del siglo 19. Pasado justamente Año Nuevo, el predicador David Morgan se dirigía de
vuelta a casa en compañía de un pastor dedicado a la obra y ya un tanto entrado en años, que afirmaba
muy serio que, en el curso de su predicación, tan cerca estabais de Dios, que vuestra cara resplandecía
como la de un ángel:

En el camino de vuelta a casa, no me atreví a romper el silencio por espacio de varios kilómetros. Hacia
la medianoche, me atreví por fin a preguntar, ¿No es verdad que hemos sido bendecidos en estos días
con cultos muy hermosos? Cierto, me contestó, añadiendo tras una pausa, El Señor nos concedería
grandes cosas si en verdad pudiera confiar en nosotros. ¿Qué quiere decir con eso?, inquirí yo. Si
pudiera estar seguro de que no nos apropiaríamos de su gloria para nosotros mismos. Y así, de forma
inesperada, clamó a gran voz, No para nosotros, Señor, sino para glorificación de tu Nombre, Señor.

La otra cuestión que preocupaba a Nehemías era la integridad de sus obreros. De ahí que les responda
así a sus instigadores: Nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, pero vosotros no tenéis
parte ni derecho ni memorial en Jerusalén (20). La cuadrilla podía hacer caso omiso de sus bravatas,
porque la acusación de deslealtad no contaba con base alguna en la realidad. Su conciencia estaba
tranquila ante Dios. Pero lo cierto es que la respuesta de Nehemías pone de relieve el auténtico fondo
de las amenazas de ese trío. Visto desde su perspectiva, el nombramiento de Nehemías había venido a
alterar el equilibrio en la región, dejando sin empleo a Sambalat y Tobías en el área de Judá y Jerusalén.
La animosidad de sus contrincantes enmascaraba una reivindicación tanto política como religiosa.

Desde la perspectiva política, los indicios al respecto dan a entender que las responsabilidades
administrativas de Sambalat en Samaria podrían haber incluido la jurisdicción sobre la mayor parte del
territorio de Jerusalén. Pero, tras la llegada de Nehemías investido con autoridad por el rey en persona,
el antiguo jefe samaritano se había visto desposeído de su autoridad sobre el pueblo israelita.

En cuanto a la cuestión religiosa, el asunto era más complejo. Sambalat es un nombre babilonio que
significa San [dios lunar] ha concedido vida, lo cual sea probablemente indicativo de una ascendencia
extranjera, perteneciendo entonces a ese pueblo foráneo que se había asentado en diversos enclaves de
Samaria ocupando el lugar de los israelitas que habían sido deportados a Asiria en el siglo 8 antes de
Cristo. Esos nuevos moradores de la zona habían traído sus dioses consigo y, en el transcurso de los
años, habían ido contrayendo matrimonio con las gentes israelitas del norte, siendo el resultado de todo
ello que, con el tiempo, aunque esa gente rendía culto al Señor, en realidad estaban sirviendo a sus
propios ídolos. Era, pues, esa apostasía espiritual lo que en verdad le preocupaba a Nehemías, al igual
que, en su momento, también le había inquietado a Esdras. Más adelante, nos ocuparemos con detalle
de la cuestión del pluralismo. Por el momento, bastará con hacer notar que explicaba su firme oposición
a que esos samaritanos participaran en el proyecto de reconstrucción.

Tobías era estrecho colaborador de Sambalat e igualmente declarado adversario de Nehemías. Su


nombre significa Yavé es bueno, y se cree que era uno de los gobernadores de la región y
probablemente el responsable de controlar el territorio amonita. Cabe la posibilidad de que se sintiese
ofendido por los comentarios de Nehemías, dadas sus raíces (dejadas a un lado por conveniencia)
israelitas y, asimismo, por no haber sido invitado a tomar parte en las obras de reparación.

Ambos personajes contaban con el refuerzo de un tercero, Gesem, o Gasmu (capítulo 6 versículo 6),
árabe de posición influyente que, junto con su hijo, había ido ganando control dentro de la
confederación de tribus árabes, llegando con el tiempo a ejercer control sobre una extensa zona del
norte de Arabia, extendiendo su poder hasta territorio egipcio. Yamauchi ve ahí un temor a que la
actividad independiente de Nehemías interfiriese con el lucrativo negocio de mirra e incienso que se
traía entre manos.

Kidner señala que los enemigos de Nehemías habían convertido la ciudad y el territorio circundante en
zona vulnerable, pues, dado el férreo control de los accesos por el sur por parte de un Gesem cada vez
más poderoso y una Samaría y un Amón hostiles por norte y este, Judá había venido a estar
prácticamente rodeada, y era un hecho cierto que la guerra de nervios ya había comenzado. Unidos en
su oposición, ese trío imposible alentaba visiones un tanto contrarias: Sambalat, objeciones políticas;
Tobías, resquemores religiosos, y Gesem, intereses puramente materiales.

Fuera como fuese, Nehemías tenía buenas razones para no asociarse con ellos, y el modo en que hacen
patente su animadversión más adelante viene a demostrar lo prudente de su comportamiento al hacer
frente a su oposición sin ceder ni un palmo de terreno. Jerusalén era una ciudad santa (capítulo 11
versículo 1) y los que colaboraran en el proyecto tenían que participar de esa cualidad, esto es,
apartados para la obra del Señor y separados de todo lo que pudiera enturbiar un testimonio preciso. La
Cuestión de la santidad es tema preeminente en Nehemías y reaparecerá más adelante en el curso de
sus memorias. El Nuevo Testamento hace buen uso de ello, instándose a los creyentes a vivir imitando el
ejemplo de Jesús, contribuyendo de forma activa al progreso del mundo pero sin dejarse manipular por
ello.

El duro trabajo de reconstrucción de muro y puertas conllevaba un compromiso espiritual, un esfuerzo


material y sacrificios personales. Lo mejor de sí mismos tenía que ser puesto al servicio de la obra. Como
pueblo santo, debían entregarse a la tarea encomendada sin reserva alguna. No era, pues, momento
para titubeos ante la presión del enemigo. El Señor demandaba dedicación plena y, en ese espíritu,
esforzaron sus manos en la buena obra.
Los compañeros del siervo. Nehemías capítulo 3 versículos 1 al 32.

Además de ser un líder con visión, Nehemías era un administrador excepcional. Las siete listas de
nombres, las respectivas localizaciones y responsabilidades, y los asuntos relacionados con la vida de
Israel, tanto pasada como presente, dan una idea gráfica, dentro de la narración, de los intereses que le
ocupan (3:1-32; 7:6-73; 9:38 -10:27; 11:3-19,20-36; 12:1-26, 27-47). Conoce la importancia de un
registro minucioso. Por eso, sus listas no son tediosos recitales de nombres olvidados, sino que
preservan la memoria de gentes heroicas que tuvieron su papel en la continuidad del pueblo de Dios. Sin
embargo, esa actividad notarial de Nehemías no convence a todos los comentaristas por igual. Así, hay
quien califica de intrusiva la lista del capítulo 3, mientras que otros opinan que no es sino insulsa
memoria de asignación de cargos. Pero lo cierto es que ninguna de esas dos percepciones es correcta.
Las listas que se van sucediendo son gráficas y relevantes, y se corresponden con una lógica.

La primera de las listas del libro incluye nombres de aquellos trabajadores que dejaron la seguridad del
hogar y el entorno conocido para tomar parte en la magna empresa de reconstrucción de Jerusalén. Por
otra parte, cabe incluso la posibilidad de que esos registros formaran parte de los informes que
Nehemías remitiría de forma periódica al rey persa. Artajerjes era el garante y fuente de los recursos
materiales, por lo cual no dejaba de ser buena táctica diplomática remitirle detallada información del
desarrollo del plan, sobre todo donde pudieran solaparse acusaciones malintencionadas que llegaran a
oídos del monarca. Ahora bien, aun contando con el aprecio del rey, y el valor que sin duda tuvo como
registro de los obreros participantes, ¿hasta qué punto pueden ser de interés para el lector de hoy?

Predicaba yo no hace mucho en una iglesia que celebraba tres siglos y medio de testimonio en una
localidad de Lincolnshire. Sus miembros habían elaborado unos bonitos souvenirs para festejar el
acontecimiento y yo había quedado francamente impresionado por un precioso paño de cocina que
mostraba estampadas las firmas de absolutamente todos los miembros de la congregación. Algunos
nombres me eran conocidos, otros no me decían nada en absoluto. Ahí estaban las firmas de los
creyentes veteranos y las de los muy jóvenes en la fe o incluso todavía sin tenerla. Ese recuerdo tiene un
valor particular para esa iglesia en concreto, y no cabe duda de que, con el paso del tiempo, habrá más
nombres que ya no tengan sentido. Pero eso no importa. Las firmas no serán reconocibles, pero su
trabajo no habrá sido olvidado. Los creyentes de las siguientes generaciones contemplarán esas firmas y
se darán cuenta de que están siguiendo los pasos de unas gentes devotas que, por amor a Cristo, habían
mantenido vivo el testimonio de la iglesia sirviendo a otros.

La lista de Nehemías cumple una función similar en el recuerdo de un aniversario muy especial. A simple
vista, la lista no parece ser más que un monótono registro onomástico, pero una mirada más atenta a
este registro, de constructores y los proyectos que les habían sido asignados, pone de manifiesto las
prioridades, los principios y los ideales propios de la obra de Dios.

1. La prioridad de los constructores

La lista nos indica el lugar donde tuvo su inicio la obra: Entonces el sumo sacerdote Eliasib se levantó
con sus hermanos los sacerdotes y edificaron la puerta de la Ovejas; la consagraron y asentaron sus
hojas (1). Quizás nadie más apropiado que el sumo sacerdote y sus colegas para dar buen ejemplo a los
demás. De un líder espiritual se espera algo más que palabras. Un ejemplo consecuente, mantenido en
la vida diaria es el más elocuente de los sermones. Soren Kierkegaard se enfrentó a los pastores
contemporáneos de su día con un rotundo alegato: Dispon que el párroco guarde silencio el domingo.
¿Qué es lo que quedará? Lo esencial: las vidas de los que allí se congregan, el común de la existencia del
que suele predicar. ¿Podríamos pensar entonces que eso era cristianismo de verdad?

Esos sacerdotes de Jerusalén querían estar a la altura de su mensaje, y es por eso por lo que se aplican
con ahínco y con tesón a la tarea y, al hacerlo, contagian con su entusiasmo a los que están a su lado.

El que la primera de las lista incluyera la Puerta de las Ovejas tiene su simbolismo. Es como si se nos
estuviese diciendo, Poned a Dios en primer lugar. Situada próxima al recodo de la fachada noreste, esa
puerta franqueaba el paso al templo, y sin duda debía su nombre a los animales que pasaban por allí
camino del sacrificio. De forma muy gráfica, ejemplifica el mandato de Cristo a sus seguidores: Buscad
primero el reino de Dios y su justicia, convencidos de que las demás cosas de la vida (todo cuanto
consume las energías de quienes no confían en Dios) serán dadas por añadidura. Los sacerdotes dedican
o consagran ese primer tramo para gloria de Dios y, al hacerlo así, dan ejemplo y estímulo para el
compromiso personal.

2. La unión.

Por grande que fuera el entusiasmo con el que habían acometido la obra, y por excelente que fuera el
ejemplo dado, los sacerdotes no podían dar buen fin por sí mismos a todo el proyecto. Su éxito final
dependería de las aportaciones de distintos trasfondos, oficios y lugares, que deberían aunar esfuerzos y
recursos para levantar de nuevo la muralla. Los capacitados para ello construirían el muro, pero se
necesitan manos que retiraran antes las piedras derribadas, limpiándolas y labrándolas de nuevo para
llevarlas después al lugar preciso. El proyecto estaría condenado al fracaso si el equipo de trabajo se
desintegrara por discordias o rivalidades. Para poder coronar con éxito la obra tenía que imperar la
concordia y el espíritu de mutua cooperación, y a su manera, prosaica y directa, la lista da testimonio de
esa armonía: junto a él, a su lado...(3-31). Una vez concluida, la muralla era testimonio material de ese
espíritu de compañerismo comprometido.

Charles Wesley, allá por el siglo 18, versificó muchos de los grandes temas de las Escrituras en
composiciones de gran belleza. En el seno de las sociedades metodistas, eran mayoría los que apenas si
sabían leer, siendo los himnos parte de su instrucción en los grandes temas de la fe. Los hermanos
Wesley sabían bien que los recién convertidos nunca alcanzarían madurez espiritual y ser de bendición
en la comunidad local si se dejaban dominar por la desunión. La letra de sus versos era un recordatorio
de ello: Mutua edificación es su mandato, en armoniosa unidad. Mano con mano, hacia tan gloriosa
esperanza marchamos. El don que nos ha sido concedido es deleite nuestro mostrar. La gracia que cada
vasija llena del más puro amor fluirá.

El ser humano no fue creado para vivir solitario. Todos necesitamos en esta vida el ejemplo y el poyo de
los que nos rodean. Las divisiones son una de las más trágicas anomalías que pueden acontecer en la
vida de iglesia. Los muros recién reedificados de Jerusalén eran ahora de nuevo una realidad gracias a
un esforzado trabajo en equipo.

ya lo hace notar en su himno: estamos capacitados de formas muy distintas. Al menos cuatro de las
personas que aparecen en la lista responden al mismo nombre que otras, y el único modo de
distinguirlas entre sí es haciendo mención explícita de su trasfondo familiar. Mesulam (4, 6, 30),
Malquías (11, 31), Nehemías (3:16; 1:11) y Hananías (8, 30) tienen su correspondiente tocayo. Cabe la
posibilidad de que haya dos obreros en el muro con idéntico nombre, pero no van a ser la misma
persona. Cada uno de ellos tendrá su personalidad, su maestría en el trabajo, sus dones en particular. La
unión ante la tarea es algo necesario, pero su individualidad será una realidad constante.

Los grandes personajes de las Escrituras son ilustrativos del modo en que Dios se sirve de gentes muy
distintas y con diferentes temperamentos para llevar a cabo sus propósitos. Los siervos de Dios no se
cuecen todos en el mismo molde. En el siglo 8 antes de Cristo, al querer Dios dirigirse a un pueblo
díscolo y rebelde en el norte del país, recurrió a dos profetas completamente distintos. Amos llega a
Jerusalén procedente del sur y su predicación trata de la justicia de Dios; siendo pastor como era, su
lenguaje es directo, franco, brusco y un tanto severo. Pero habida cuenta de que su pueblo también
necesita afecto y comprensión, Dios elige a Oseas, hombre que ha tenido la experiencia de un
matrimonio malogrado. Dios sabía bien cómo se sentía Oseas, porque él había experimentado lo mismo
al verse abandonado por el pueblo de su pacto ya que se habían ido tras otros dioses. Los distintos
dones de diferentes personas pueden aunarse para un bien común.

4. La ausencia de egoísmo

El equipo de trabajadores se había ido formando con gente de muy distintos lugares. No eran sólo
obreros de Jerusalén los que iban a reedificar las murallas. Los trabajadores habían venido de ocho
localidades distintas en un radio de treinta kilómetros. Tamaña empresa difícilmente podría haber sido
acometida sin ayuda externa. Los voluntarios procedían de Jericó (2), Tecoa (5), Gabaón (7), Mizpa (7,
15, 19), Zanoa

(13), Bet-haquerem (14), Bet-sur (16) y Keila (17,18). En nada les iba a beneficiar a ellos de modo directo
que esos muros fueran de nuevo edificados. Con campos propios que cultivar, y granjas y talleres que
atender, estuvieron dispuestos a dejarlo todo para colaborar en la empresa. Al trabajador que fuera de
Jerusalén, los beneficios de una muralla recuperada eran obvios, pero esos otros obreros, aparte del
posible orgullo de saber que, en el futuro, la ciudad sería menos vulnerable y tendría mayores
expectativas de prosperidad, ningún beneficio directo iban a obtener. Era, pues, más para ventaja de
otros que para la propia.

Solidaridad tan altruista ha sido modelo a imitar por otros siervos de Dios en épocas y lugares distintos
en el transcurso de los siglos. Cada semana, se cuentan por millones los cristianos dispuestos a
contribuir con su dinero, a veces con gran sacrificio, para proyectos que nunca verán en persona. Su
satisfacción estriba tan sólo en su deseo de ser bendición para otros. Gentes de todas partes dispuestos
a dedicar parte de su tiempo a orar por países que nunca visitarán, intercediendo por misioneros que
puede que ni siquiera conozcan personalmente, o tan sólo de forma circunstancial. Sé de mujeres
cristianas de una pequeña congregación en zona rural que dedican horas de su tiempo a tejer prendas
de lana para misioneros que, a su vez, las distribuirán por distintos lugares del Tercer Mundo. No hace
mucho, tuve ocasión de conocer en Teeside a un hombre, frisando ya los ochenta, que lavaba coches
durante toda la semana para reunir un dinero que enviaba al proyecto "TEAR Fund" de ayuda a los sin
hogar. Todas esas personas dispuestas a involucrarse de buen grado en proyectos en los que el único
beneficio personal era la satisfacción de haber hecho algo por el Señor. Los que amamos a Cristo nos
hemos visto liberados del egoísmo propio para encontrar el auténtico gozo en la tarea hecha en
beneficio de los demás.

5. La desilusión

La nota de realismo vuelve a hacer su aparición. La impresionante lista que inserta ahí Nehemías nos
evita incurrir en el error de creer que las gentes acudieron presurosas de todas partes y lugares para
ofrecerse voluntarios. Los ciudadanos importantes de Tecoa eran plenamente conscientes de la
necesidad que había, pero se negaron en redondo a cooperar. Las gentes más sencillas sí estaban
dispuestas, pero sus nobles no apoyaron la obra (5). Esos ciudadanos de categoría superior no estaban
dispuestos a ensuciarse las manos. Sin embargo, fue tan grande el número de gentes de a pie de Tecoa
que la parte asignada (5) del muro fue tan rápidamente reparada que enseguida se les pudo asignar a
otra (27). Queda claro, pues, que las clases superiores se desentendieron por completo del proyecto. La
expresión que usa Nehemías no apoyaron la obra parece sugerir más una cuestión de orgullo, que mera
indolencia, lo cual nos recuerda al buey que no doblega su cerviz ante el yugo. Sin duda, eso era algo
que consideraban por debajo de su categoría. Sin embargo, hubo otros nobles que sí estuvieron
dispuestos a tomar parte en el proyecto (9, 12), pero en ningún modo los de Tecoa.

El orgullo es enemigo temible. Haciendo que nos creamos más importantes de lo que, en realidad,
somos, convierte la santidad en algo imposible. La humildad pasa ahí a ser tenida más como fallo que
como virtud, y nos aparta por completo del camino de la cruz. Se niega, además, en redondo a ver a
Cristo como el ejemplo más noble y digno de imitar, y olvida que Jesús se inclinó para lavar los pies de
los demás: Os he dejado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.

Lamentablemente, con frecuencia solemos encontrarnos con creyentes que no están dispuestos a
apoyar la obra del Señor. El Cántico de Débora aporta esa misma nota de realismo. En tiempos de crisis,
Débora dio las gracias a su Señor por todos aquellos hombres nobles que voluntariamente se habían
ofrecido, pero sin dejar de experimentar por ello otras frustraciones. Cuatro de las tribus se habían
quedado tranquilamente en sus respectivos territorios en unas circunstancias en las que otros no habían
dudado en arriesgar sus vidas. Había ciudadanos en Meroz que no acudieron en ayuda del SEÑOR, en
contra de los guerreros, y fueron por ello objeto de dura maldición. Sencillamente no cabe pensar en
peor crítica: No vinieron a ayudar.

6. El compromiso.

En fuerte contraste con gentes tan desafectas, la lista de Nehemías nos presenta unos hombres y unas
mujeres que se dieron a sí mismos en sacrificio voluntario por el bien de la obra.

Sin duda, entre los más dispuestos a colaborar en el proyecto estarían aquellos ciudadanos de Jerusalén
que vivieran cerca de una de las partes derruidas del muro. A su lado Jedaías, hizo reparaciones frente a
su casa (10), Mesulam, hizo reparaciones frente a su vivienda (30). Hubo otros dos que también hicieron
reparaciones junto a su casa (23), mientras que, por su parte, los sacerdotes hicieron reparaciones cada
uno frente a su casa (28). Todas esas personas difícilmente harían de su trabajo una chapuza de inferior
calidad. El resultado final sería lo que verían año tras año al salir de su casa cada día. Y difícilmente
estarían dispuestos a comprometer el futuro por la desidia presente. Ése era el momento de poner en el
empeño lo mejor de sí mismos. Para todos, llegará el día de rendir cuentas de todo aquello hecho en
esta vida, de lo bueno y también de lo malo. Pablo dice que, ante tal eventualidad, los creyentes
comprometidos buscan antes glorificar a Cristo que sentirse ellos bien.

Hubo hombres y mujeres que se presentaron allí dispuestos a entregarse sin reservas al proyecto a
pesar de carecer de experiencia necesaria. Nehemías hace ahí mención especial de sus respectivas
capacidades en su vida profesional habitual, y desde luego ninguno de ellos estaba acostumbrado a ese
tipo de trabajo y el esfuerzo que iba a suponer. A no dudar, habría expertos a pie de obra que
aconsejarían a los sacerdotes (1, 28), orfebres (8, 31, 32), perfumistas (8), mercaderes (32) y oficiales de
distrito (9, 12, 14-19) la mejor manera de llevar a cabo la tarea que les correspondiese en la
reconstrucción del muro. Y de lo que no puede caber duda alguna es que eran personas dispuestas a
renunciar a sus respectivas profesiones por un tiempo a favor de una empresa de mayor envergadura,
aunque eso supusiera un trabajo extenuante que iba a poner a prueba su capacidad de resistencia.

En el curso de los siglos, la obra de Cristo ha ido siendo mantenida y desarrollada por un inmenso
ejército de hombres y mujeres dispuestos a hacer cuanto fuese necesario para beneficio de la causa de
Dios: limpiar, hacer acopio de provisiones, trabajo de difusión, cuidado del local, obras de reparación y
mantenimiento, visitas domiciliarias, distribución de folletos y literatura cristiana, y docenas de distintas
tareas y trabajos, sabiendo que nunca van a ser objeto de especial reconocimiento en esta vida, pero
que en cambio era para la gloria de Dios y el bien de tantísimas personas, y esa era recompensa
suficiente. Y así fue igualmente en el caso de Nehemías y los obreros en su equipo. Personas ricas y
pobres (12), procedentes de muy distintos entornos, unidas por un objetivo común, trabajando con
ánimo (4:6). Grande fue el privilegio de Nehemías al poder contar con equipo tan excepcional.

Si no contáramos con este pasaje, su identidad seguiría en el anonimato, pero, como no es el caso,
podemos ciertamente regocijarnos en la certeza de que las personas y su trabajo entran en los planes de
Dios. La iglesia ha venido siendo enriquecida a través de los siglos por el ministerio no reconocido de
incontables creyentes cuyo deseo era primeramente honrar a Dios. La naturaleza de su servicio era
menor en comparación con el propósito final. Los esforzados siervos del siglo 16 que trabajaban como
servidores en las tareas más humildes en tiempos de los Tudor, encontraban consuelo en las palabras de
Tyndale al exhortarles a hacer su trabajo como para el Señor:

He aquí que tú, que te afanas en la cocina y eres mozo de servicio, sabes de cierto que el lugar que
ocupas ha sido por Dios dispuesto. Y si se hiciera comparanza entre uno y otro lugar, a buen seguro se
reconocería la distinción que hallamos entre fregar la vajilla y predicar la palabra de Dios; pero en lo
tocante a agradar al Dios de los cielos la diferencia es ninguna.

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