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Agenda Internacional

Año XVI, N° 27, 2009, pp. 45-68


ISSN 1027-6750

El resurgimiento del Pacto de Bogotá

Mauricio Herdocia Sacasa

1. Introducción
En diversas oportunidades se ha invocado el Pacto de Bogotá como base de acceso
para la Corte Internacional de Justicia y la jurisprudencia de esta última ha destacado
el carácter autónomo de sus disposiciones en relación con la cláusula opcional esta-
blecida en el Estatuto de la Corte.
El Pacto de Bogotá, que dormía como llave de jurisdicción y competencia desde
1957, ha despertado de un largo letargo a las voces de la Corte Internacional de Jus-
ticia y de los Estados que han pronunciado esa palabra mágica que despeja caminos
y allana competencias.
El Pacto fue la base de jurisdicción con relación al caso del Rey de España. El Pacto
ha sido alegado siete veces desde entonces como título de jurisdicción y competencia
—1986 (2), 1999 (1), 2001 (1), 2005 (1) y 2008 (2)— para intentar abrir las puertas
de la Corte Internacional de Justicia. En otras oportunidades, su sola mención ha
logrado que los Estados no objeten la jurisdicción de la Corte.
En varias oportunidades, la Corte ha abierto sus oídos a las voces del Pacto de
Bogotá, interpretando y esclareciendo positivamente sus disposiciones de manera
armónica y no excluyente.


Tanto en la decisión del Consejo de la Organización de los Estados Americanos del 5 de julio de 1957
como en el Acuerdo de Washington entre los respectivos Ministros de Relaciones Exteriores de Honduras y
de Nicaragua del 21 de julio de ese mismo año, se acuerda resolver de una vez por todas el diferendo que las
separa actualmente por medio del Tratado Americano de Soluciones Pacíficas (Pacto de Bogotá).

Con pronunciamiento concretos de la Corte en los casos relativos a las Actividades Fronterizas y Transfron-
terizas Armadas (Nicaragua v. Honduras) y a la Disputa Territorial y Marítima en el Mar Caribe (Nicaragua v.
Colombia). Se ha invocado para los casos relativos al Laudo del Rey de España del 23 de diciembre de 1906
(Nicaragua y Honduras); a las Actividades Fronterizas y Transfronterizas Armadas (Nicaragua v. Costa Rica); a
46 Mauricio Herdocia Sacasa

Todo indica entonces y apunta al resurgimiento de un instrumento interamericano


que actúa como correa de transmisión desde un esquema regional hacia un ámbito
universal. Una pieza jurídica digna de estudio y creciente interés tanto por su valor
histórico y documental, como por la fuerza y el vigor con que ha renacido.

2. El principio de solución pacífica


2.1. Tratados del siglo XIX
América Latina ha sido una región pionera en materia de proclamación y desarrollo
del principio de solución pacífica de controversias. Es así que el Tratado de Unión,
Liga y Confederación Perpetua del 15 de julio de 1826, en su artículo 16 diría que:
«Las Partes contratantes se obligan y comprometen solemnemente, a transigir, ami-
gablemente entre sí, todas las diferencias que en el día existen o puedan existir entre
algunas de ellas […]».
Por su parte, el Tratado de Confederación de 1848, en su artículo 9, indicaría que:
«Las Repúblicas Confederadas, con el fin de que se conserve entre ellas inalterable
la paz, adoptando el principio que aconsejan el derecho natural y la civilización del
siglo, establecen que cualesquiera cuestiones o diferencias que entre ellas se susciten,
se arreglen siempre por vías pacíficas […]».
Un «proyecto de arbitraje», transformado luego en tratado, fue adoptada por la Pri-
mera Conferencia Internacional Americana en Washington en 1890. El artículo
primero diría que: «Las Repúblicas del Norte, Centro y Sud América adoptan el
arbitraje como principio de Derecho Internacional Americano para la solución de
las diferencias, disputas o contiendas entre dos o más de ellas». Tal arbitraje tenía un
carácter obligatorio con algunas excepciones.

la Disputa concerniente a Derechos de Navegación y Relacionados (Costa Rica v. Nicaragua); a la Disputa


concerniente a Derechos de Navegación y Relacionados (Costa Rica v. Nicaragua); a la Maritime Dispute
(Perú/Chile) del 16 de enero de 2008 y Aerial Herbicide Sprying (Ecuador v. Colombia) del 31 de marzo
de 2008.

García-Amador, F.V. Sistema Interamericano a través de tratados, convenciones y otros documentos.
Volumen I: Asuntos Jurídico-Políticos. Washington D.C.: Secretaría General de la Organización de los Esta-
dos Americanos, 1981, p. 13.

Ibíd., p. 41

Asuntos que comprometieran la independencia del Estado, librado a su propio juicio.
El resurgimiento del Pacto de Bogotá 47

2.2. Tratados de la primera mitad del siglo XX


En la Segunda Conferencia Internacional Americana (1902), se suscribió un Proto-
colo que adhería a las grandes Convenciones de La Haya. Igualmente se suscribió un
Tratado de Arbitraje Obligatorio.
En Centroamérica se constituiría, apenas en 1907, el Primer Tribunal de Justicia del
Mundo: la Corte de Justicia Centroamericana y también de estas tierras surgiría la
figura legendaria del doctor José Gustavo Guerrero, último Presidente de la Corte
Permanente de Justicia Internacional y primero de la Corte Internacional de Justicia.
Durante la primera Asamblea de la Sociedad de Naciones, la delegación de Argen-
tina, apoyada por las delegaciones de Panamá, Brasil y Portugal, impulsaría la con-
sagración de una cláusula de jurisdicción compulsiva. Correspondería al eminente
jurista Raoul Fernandes la elaboración de la propuesta.
En 1923, se suscribió el Tratado para Evitar o Prevenir Conflictos entre los Estados
Americanos (Tratado Gondra). En 1929, se suscribirían la Convención General de
Conciliación Interamericana, el Tratado General de Arbitraje Interamericano y un Pro-
tocolo de Arbitraje Progresivo. Merece destacarse igualmente la suscripción en 1933
del Tratado Antibélico de No Agresión y de Conciliación (Pacto Saavedra Lamas).

2.3. Sistema Interamericano de Paz


En 1938, la Octava Conferencia Internacional Americana, celebrada en Lima, Perú,
adoptó la Resolución XV, en la cual se anota que: «las normas jurídicas para prevenir
la guerra en América se hayan dispersas en numerosos tratados, convenciones, pactos
y declaraciones que es preciso sistematizar en un conjunto organizado y armónico».
El 6 de mayo de 1943, el Consejo Directivo de la Unión Panamericana observó
que sería conveniente que el Comité Jurídico Interamericano preparase un proyecto
coordinado.
En marzo de 1944, el comité aprobó dos anteproyectos; el primero se limitó a co-
ordinar los acuerdos interamericanos existentes, sin introducir cambios o formular


Véase Pasos ArgÜello, Luis. La Corte de Justicia Centroamericana. Disertación aumentada y co-
rregida dictada por el autor en el Colegio de Abogados de Costa Rica. Managua, 1986; Gutiérrez G.,
Carlos José. La Corte de Justicia Centroamericana. Serie Biblioteca del Pensamiento Centroamericano. Teguci-
galpa: Secretaría General de la Organización de Estados Centroamericanos, 1957.

Galo Leoro Franco, en el estudio publicado en el libro El Comité Jurídico Interamericano: Un siglo de apor-
tes al Derecho Internacional, indica que los instrumentos de 1929 representan un importante hito en materia
de solución pacífica de controversias en cuanto establecen la obligatoriedad de someter a la conciliación o al
arbitraje, las controversias que hayan surgido o surgieren entre los Estados parte, es decir no solo las que surjan
después de la ratificación de esos instrumentos.
48 Mauricio Herdocia Sacasa

propuestas de enmienda. El segundo, denominado «Proyecto Alternativo», fue un in-


tento de tomar en cuenta los proyectos y observaciones recibidas de los gobiernos.
La Resolución XXXIX de la Conferencia Interamericana sobre los Problemas de la
Guerra y de la Paz, reunida en México en 1945, recomendó que el Comité Jurídico
Interamericano emprendiera la elaboración de un anteproyecto de «Sistema Intera-
mericano de Paz». El proyecto fue remitido a los gobiernos para sus observaciones
y el Comité redactó con ellas un nuevo proyecto definitivo para estudio de la IX
Conferencia Internacional Americana de Bogotá.
De ahí surgiría el célebre Tratado Americano de Soluciones Pacíficas (Pacto de Bo-
gotá) de 1948, junto a la propia Carta originaria de la Organización que consagra la
idea de: «[…] no dejar que controversia alguna entre los Estados Americanos pueda
quedar sin solución definitiva dentro de un plazo razonable».

3. La evolución controversial del principio de solución pacífica


de controversias
Paradójicamente, el principio de la solución pacífica de controversias, adoptado des-
de temprano por los Estados americanos como se ha visto, ha tenido una evolución
«controversial»: no ha navegado en aguas «tranquilas» el desarrollo de este principio,
confrontado por las tensiones que genera su instrumentación. Las soluciones jurídi-
cas alcanzadas no han sido aceptadas e incorporadas sino por algunos Estados o bien
pasan por periodos prolongados de letargo e inactividad.
Como punto de partida general: el principio de solución pacífica, como todos los
principios, no vive en soledad ni en aislamiento monástico. Forma parte de un con-
junto interdependiente de principios que interactúan y se complementan recíproca-
mente en una relación estrecha que reafirma la unidad básica del Derecho Interna-
cional.
Es así que el principio de proscripción del uso y la amenaza del uso de la fuerza
—principio de ius cogens— está indisolublemente ligado al principio de solución
de las controversias (y este último al principio de cooperación). La proscripción de
la guerra tenía como complemento natural la existencia de medios para prevenirla y
para disipar las disputas. En esa interrelación se ubica la excepción de la legítima de-
fensa colectiva y los mecanismos de asistencia mutua que cuentan con instrumentos
de consulta.
Igual puede decirse con relación a la vinculación del principio de solución pacífica de
controversias con el principio fundamental de soberanía, base sobre la cual reposa el
El resurgimiento del Pacto de Bogotá 49

orden jurídico internacional, como ha dicho la Corte Internacional de Justicia. Al


respecto cabe recordar que el Secretario General en su Informe sobre los Resultados
de la Conferencia de Bogotá al Consejo Permanente de la OEA, indicó que:
En la historia de la ley entre las naciones, la solución obligatoria de controversias ha
estado estrechamente vinculada al concepto de soberanía, por la simple razón de que,
la decisión de no resolver una disputa por medios pacíficos siempre deja abierta la po-
sibilidad de un recurso a la fuerza. Las naciones débiles siempre han liderado el arreglo
arbitral y jurídico. Las fuertes han dudado en tomar un paso que los llevaría a despojarse
ante los jueces y cortes de todas las prerrogativas de su poder físico, descendiendo al
nivel de otra nación en la presentación de los hechos del caso y la exposición jurídica de
las circunstancias que dieron lugar a la disputa.

En América, las disputas —más que entre Estados— han procedido del interior de
los Estados. Muchos conflictos se generaron a partir de grupos insurgentes, rebeldes
o fuerzas irregulares que atravesaban de un territorio a otro o bien se asentaban en
suelo vecino, lo que dio lugar a los conflictos. No eran entonces necesariamente con-
flictos entre Estados —al menos no enteramente— sino fricciones provocadas por
convulsiones de carácter y tipología interior.
Ello va a explicar, como veremos más adelante, que en América los Estados van a
recurrir más al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (como mecanismo
de consulta), como medio para resolver sus diferencias, que al propio Tratado Ame-
ricano de Soluciones Pacíficas (Pacto de Bogotá).

4. El corazón del problema


El núcleo duro y central de los avatares del principio de solución pacífica de contro-
versias descansa en la cuestión de la jurisdicción compulsiva u obligatoria. Ese es el
«nudo gordiano» de la cuestión que nos ocupa. La historia de los problemas de este
principio, —parodiando el vetusto Manifiesto del Partido Comunista— es entonces,
la historia de la jurisdicción obligatoria.
Las Conferencias de Paz de La Haya de 1899 y 1907 no pudieron resolverla, como
tampoco ahora se ha podido alcanzar una jurisdicción obligatoria universalmente
aceptada por todos. Muy al contrario, una minoría de Estados acepta la cláusula op-
cional del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia (65 de 191 Estados parte del


CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. Military and Paramilitary Activities in and against Nicaragua
(Nicaragua v. United States of America. Jurisdiction and Admissibility. Judgment. Reports 1986, p. 133, pár. 263.

Department of Public Information, Pan-American Union. Ninth International
Conference of American States, Annals of the Organization of American States. Washington D.C., 1949-1958,
vol. I, N° 2, 1949, p. 47.
50 Mauricio Herdocia Sacasa

Estatuto de la Corte), muchos de ellos con reservas que dejan —en ocasiones— poco
margen a la cuestión jurisdiccional.10
El mecanismo autónomo de acceso a la Corte Internacional de Justicia se encuentra
en el esquema interamericano, en el Tratado Americano de Soluciones Pacíficas, don-
de solo participan 14 de los 35 Estados miembros de la OEA.
Podemos preguntarnos, ¿por qué se produce esta contradicción? Si hay un principio
tan claro como el establecido en la Carta de las Naciones Unidas y la propia Carta de
la OEA que señala en su artículo 3 que:
Los Estados americanos reafirman los siguientes principios: […] i) las controversias
de carácter internacionales que surjan entre dos o más Estados americanos deben ser
resueltas por medio de procedimientos pacíficos.

Debe resaltarse especialmente el uso del verbo «deben», por la fuerza incuestionable
del compromiso que supone. Pero ese deber requiere de un método obligatorio y
definitivo que garantice la resolución del asunto y ahí está la médula del problema.

4.1. La antinomia entre el principio y los métodos


A la hora de aplicar el principio, surge la prerrogativa de los Estados que les permi-
te ampararse en la libre escogencia de los medios. Esa libertad de escogencia se da
tanto al interior de las Naciones Unidas como en los sistemas regionales. La célebre
resolución 2625 (XXV) Declaración sobre los principios de Derecho Internacional
referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados de confor-
midad con la Carta de las Naciones Unidas establece el principio de libre elección
de medios de la siguiente forma: «El arreglo de las controversias internacionales se
basará en la igualdad soberana de los Estados y se hará conforme al principio de libre
elección de los medios […].

4.2. El elemento de voluntariedad


De ello se deriva que hay un elemento de voluntariedad que obstruye el camino del
arreglo definitivo, ya que la opción dejada a las partes de escoger entre los posibles
métodos de solución puede eventualmente provocar una paralización, más que una
solución del conflicto o la situación.

10
Solo catorce Estados americanos figuran actualmente como aceptando la jurisdicción (excluyendo a los
que se han retirado, aunque tengan juicios pendientes aún): Barbados, Canadá, Costa Rica, Dominica, Repú-
blica Dominicana, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Surinam y Uruguay.
El resurgimiento del Pacto de Bogotá 51

4.3. Atenuando la voluntariedad


No obstante, esa voluntariedad se ve atenuada por el hecho de que el Consejo de
Seguridad, por ejemplo, puede ser recurrido ante una disputa (al igual que la Asam-
blea General), aun sin el consentimiento de los contendientes. Más aún, los poderes
investigativos del Consejo pueden desatarse a solicitud de un Estado Parte o del
Secretario General, igual sucede con el Consejo Permanente de la OEA.
La Carta de las Naciones Unidas establece que:
El Consejo de Seguridad podrá investigar toda controversia, o toda situación suscep-
tible de conducir a fricción internacional o dar origen a una controversia, a fin de
determinar si la prolongación de tal controversia o situación pueda poner en peligro al
mantenimiento de la paz y la seguridad internacional.11

Igualmente, debe tenerse presente que:


Todo Miembro de las Naciones Unidas podrá llevar cualquier controversia, o cualquier
situación […] a la atención del Consejo de Seguridad o de la Asamblea General».12

El voluntarismo, también se ve atenuado en la Carta de la OEA de tal modo que:


«[…] cualquier Parte en una controversia en la que no se encuentra en trámite nin-
guno de los procedimientos pacíficos previstos en la Carta, podrá recurrir al Consejo
Permanente para obtener sus buenos oficios [...]».13
Debe recordarse que «El Secretario General podrá llevar a la atención de la Asamblea
General o del Consejo Permanente cualquier asunto que, en su opinión, pudiese
afectar la paz y la seguridad del continente […]».14

5. El Pacto de Bogotá
El artículo 27 de la Carta de la OEA dispone que:
Un tratado especial establecerá los medios adecuados para resolver las controversias y
determinar los procedimientos pertinentes a cada uno de los medios pacíficos en forma
de no dejar que controversia alguna entre los Estados Americanos quede sin resolver.

Ese tratado es el citado Tratado Americano de Soluciones Pacíficas (Pacto de Bogotá).

11
Artículo 34 de la Carta de las Naciones Unidas.
12
Artículo 35 de la Carta de las Naciones Unidas.
13
Artículo 85 de la Carta de la OEA. Véanse también los artículos 86 a 89.
14
Artículo 110 de la Carta de la OEA.
52 Mauricio Herdocia Sacasa

5.1. Los procedimientos previstos en el Pacto de Bogotá


Una primera cuestión que debemos plantearnos, antes de desarrollar otros temas más
complejos, es saber cuáles son los procedimientos pacíficos previstos en el Pacto de
Bogotá.

5.1.1. Procedimientos de buenos oficios y de mediación


A la luz del Pacto:
El procedimiento de los buenos oficios consiste en la gestión de uno o más Gobiernos
Americanos o de uno o más ciudadanos eminentes de cualquier Estado Americano,
ajenos en la controversia, en el sentido de aproximar a las partes, proporcionándoles la
posibilidad de que encuentren directamente una solución adecuada.15

Por su parte:
El procedimiento de mediación consiste en someter la controversia a uno o más gobier-
nos americanos, o a uno o más ciudadanos eminentes de cualquier Estado Americano
extraños a la controversia. En uno y otro caso el mediador o a los mediadores serán
escogidos de común acuerdo por las partes.16

Las funciones de mediador o mediadores:


[…] consistirán en asistir a las partes en el arreglo de las controversias de la manera más
sencilla y directa, evitando formalidades y procurando hallar una solución aceptable. El
mediador se abstendrá de hacer informe alguno y, en lo que el atañe, los procedimientos
serán absolutamente confidenciales.17

5.1.2. Procedimientos de investigación y conciliación


Siempre al tenor de lo establecido en el Pacto:
El procedimiento de investigación y conciliación consiste en someter la controversia
a una comisión de investigación y conciliación que será constituida con arreglo a las
disposiciones establecidas en los subsecuentes artículos del presente Tratado, y que fun-
cionará dentro de las limitaciones en él señaladas.18

5.1.3. Procedimiento judicial


En su ya conocido e invocado artículo XXXI, el Pacto de Bogotá establece literal-
mente lo siguiente:

15
Artículo IX del Pacto de Bogotá.
16
Artículo XI del Pacto de Bogotá.
17
Artículo XII del Pacto de Bogotá.
18
Artículo XV del Pacto de Bogotá.
El resurgimiento del Pacto de Bogotá 53

De conformidad con el inciso 2° al artículo 36 del Estatuto de la Corte Internacional


de Justicia, las Altas Partes Contratantes declaran que reconocen respecto a cualquier
otro Estado Americano como obligatorio ipso facto, sin necesidad de ningún convenio
especial mientas este vigente el presente Tratado, la jurisdicción de la expresada Corte
en todas las controversias de orden jurídico que surgen entre ellas y que versen sobre:
a) La interpretación de un Tratado;
b) Cualquier cuestión de Derecho Internacional;
c) La existencia de todo hecho que, si fuera establecido, constituiría la violación de una
obligación internacional;
d) La naturaleza o extensión de la reparación que ha de hacerse por quebrantamiento
de una obligación internacional.

Por otra parte, el artículo XXXII del Pacto de Bogotá precisa que:
Cuando el procedimiento de conciliación anteriormente establecido conforme a este
Tratado o por voluntad de las partes, no llegare a una solución y dichas partes no hu-
bieren convenido en un procedimiento arbitral, cualquiera de ellas tendrá derecho a
recurrir a la Corte Internacional de Justicia en la forma establecida en el artículo 40 de
su Estatuto. La jurisdicción de la Corte quedara obligatoriamente abierta conforme al
inciso 1° del artículo 36 del mismo Estatuto.

5.1.3.1. La cuestión sobre la existencia de una disputa susceptible de ser llevada a la


Corte
Sin lugar a dudas, la determinación sobre la existencia o no de una disputa interna-
cional, «[…] es una parte integral de la función judicial de la Corte».19
Tal como lo ha indicado la Corte:
No es suficiente para una parte en un caso contencioso aseverar que una disputa existe
en relación con la otra parte. Una simple afirmación no es suficiente para probar la
existencia de una disputa, de igual manera que una simple negativa sobre la existencia
de la misma no prueba su inexistencia. Por tanto es adecuado mostrar que los intereses
de las dos partes en un caso están en conflicto.20

La Corte ha indicado igualmente que el «[…] artículo 36, párrafo 2, del Estatuto
expresamente requiere que, a fin de que la Corte tenga jurisdicción sobre la base de
las declaraciones bajo la cláusula opcional, debe existir una «disputa legal» entre las
Partes».21

19
CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. Territorial and Maritime Dispute (Nicaragua v. Colombia).
Preliminay Objections. Judgment. Reports 2007, pár. 138.
20
CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. South West Africa (Ethiopia v. South Africa; Liberia v.
South Africa), Preliminary Objections. Judgment. Reports 1962, p. 328.
21
CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. Territorial and Maritime Dispute (Nicaragua v. Colombia).
Ob. cit., pár. 138.
54 Mauricio Herdocia Sacasa

5.1.3.2. Interpretación pro jurisdicción


Es interesante anotar respecto a estas normas, lo expresado por la Corte Internacional
de Justicia en el caso de la Compañía de Electricidad de Sofía y Bulgaria, cuando
expresó que:
[…] la multiplicidad de acuerdos concluidos aceptando la jurisdicción compulsiva es
evidencia de que las partes contratantes intentaron abrir nuevos caminos de acceso a
la Corte, más que cerrar antiguos caminos o permitirles cancelar recíprocamente toda
salida con el resultado final de que ninguna jurisdicción pudiera permanecer.22

La Corte misma ha indicado que resulta «bastante claro del Pacto que el propósito
de los Estados Americanos al redactarlo fue reforzar sus compromisos mutuos con
relación al arreglo judicial».23

5.1.3.3. Cláusula opcional versus Pacto de Bogotá ¿Quién «gobierna»?


En el caso de las acciones armadas, la Corte manifestó que: «[…] puesto que, en rela-
ción entre los Estados partes del Pacto de Bogotá, ese Pacto “gobierna”, la Corte exa-
minará primero la cuestión si tiene jurisdicción bajo el artículo XXXI del Pacto».24
Se ha tratado de interpretar esta afirmación de la Corte en el sentido de establecer un
orden de prioridad entre la cláusula opcional y la normativa del Pacto, dando a este
último la preferencia. No obstante, el carácter autónomo de ambos títulos no parece
compadecerse con una interpretación en esa dirección.
En el caso Territorial and Maritime Dispute (Nicaragua v. Colombia),25 la Corte
manifestó que:
Sin embargo, ello no puede ser interpretado en ningún otro modo que no sea que la
Corte, enfrentada con los dos títulos de jurisdicción invocados, no puede tratar con
ellos simultáneamente y decidió proceder de lo particular a lo más general, sin que pue-
da implicarse de ahí que el Pacto de Bogotá prevalece sobre y excluye el segundo titulo
de jurisdicción, es decir, las declaraciones de aceptación de la cláusula opcional.

Sin lugar a dudas, las disposiciones del Pacto de Bogotá y las declaraciones hechas
bajo la cláusula opcional representan dos bases distintas de acceder a la jurisdicción
de la Corte, pero en modo alguno son mutuamente excluyentes.26 Todo lo contrario,

22
CORTE PERMANENTE DE JUSTICIA INTERNACIONAL. Electricity Company of Sofia and Bul-
garia (Belgium v. Bulgaria), Judgment, 1939. Series A/B, N° 77, p. 76.
23
CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. Border and Transborder Armed Actions (Nicaragua v. Hon-
duras), Jurisdiction and Admissibility, Judgment. Reports 1988, p. 90, pár. 46.
24
Ibíd., p. 82, pár. 27.
25
CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. Territorial and Maritime Dispute (Nicaragua v. Colombia).
Ob. cit., pár. 133.
26
Ibíd., pár. 136.
El resurgimiento del Pacto de Bogotá 55

la Corte Internacional de Justicia ha tratado de interpretar armoniosamente sus dis-


posiciones de tal modo que se nutran del mismo espíritu expresado en el caso de la
Compañía Eléctrica en el sentido de «abrir nuevos caminos de acceso a la Corte».27

5.1.4. Procedimiento de arbitraje


Bajo el artículo XXXVIII del Pacto: «[…] las Altas Partes Contratantes tendrán la
facultad de someter a arbitraje, si se pusieron de acuerdo en ello, las diferencias de
cualquier naturaleza, sean o no jurídica, que hayan surgido o surgieren en lo sucesivo
entre ellas».

5.2. Otros aspectos dignos de consideración


5.2.1. No hay prelación entre los procedimientos
Bajo el artículo III del Pacto: «El orden de los procedimientos pacíficos establecidos
en el presente Tratado no significa que las partes no puedan recurrir al que conside-
ren mas apropiados en cada caso, ni que deban seguirlos todos, ni que exista, salvo
disposición expresa al respecto, prelación entre ellos».

5.2.2. Terminación de un procedimiento antes de iniciar otro


En su artículo IV, el Pacto de Bogotá dispone que: «Iniciado uno de los procedimientos
pacíficos, sea por acuerdo de las partes, o en cumplimiento del presente Tratado, o de
un pacto anterior, no podrá incoarse a otro procedimiento antes de terminar aquel».
Este artículo IV, establece un procedimiento distinto al que existe a nivel general y
universal. La Corte Internacional de Justicia (CIJ), ha mantenido la complemen-
tariedad funcional de los métodos de la solución pacífica. Así, la propia Corte ha
indicado que:
[…] no está en capacidad de aceptar ni que hay algún requerimiento de agotar previa-
mente los procesos de negociaciones regionales como una precondición para acudir a la
Corte; ni que la existencia del proceso de Contadora constituía en este caso un obstá-
culo para el examen por la Corte de la demanda de Nicaragua y para la determinación
judicial en su debido curso de las peticiones de las Partes en el caso.28

En el caso Aegean Sea Continental Shelf, la Corte manifestó que:


Las negociaciones y el arreglo judicial están enumerados conjuntamente en el artículo
33 de la Carta de las Naciones Unidas como medios para el arreglo pacífico de las
­disputas. La jurisprudencia de la Corte proporciona varios ejemplos de casos en los

27
CORTE PERMANENTE DE JUSTICIA INTERNACIONAL. Electricity Company of Sofia and Bul-
garia (Belgium v. Bulgaria). Ob. cit., p. 76.
28
CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. Reports 1984, pár. 108.
56 Mauricio Herdocia Sacasa

cuales las negociaciones y el recurso al arreglo judicial habían sido adelantados pari passu
[…] Consecuentemente, el hecho que negociaciones hayan sido llevadas activamente
durante los presentes procedimientos no es, legalmente, ningún obstáculo para el ejer-
cicio por parte de la Corte de su función judicial.29

En 1998, la Corte reiteró que no se ha encontrado una regla general según la cual:
«[…] el agotamiento de las negociaciones diplomáticas constituya una precondición
para que un asunto pueda ser trasladado a la Corte. Ninguna precondición semejante
fue incluida en el Estatuto de la Corte Permanente de Justicia Internacional».30
En el marco de lo dispuesto en el Pacto de Bogotá parece conveniente recordar que la
negociación, lejos de poder manipularse con el fin de saltar o acomodar etapas, tiene
sus entendimientos básicos y ciertos principios que nacen de la buena fe. Se negocia
para alcanzar acuerdos. En el caso de la Plataforma del Mar del Norte en 1969, la
Corte Internacional de Justicia dijo el 20 de febrero de 1969 lo siguiente:
[…] Las partes estaban obligadas a emprender negociaciones con miras a llegar a un
acuerdo, y no simplemente a seguir un proceso formal de negociación, como una suerte
de condición previa para la aplicación automática de cierto método de limitación a falta
de acuerdo; tenían que comportarse de tal modo que las negociaciones fueran signifi-
cativas, lo que no ocurriría si una de ella insistiera en su propia posición sin considerar
la posibilidad de modificarla. Esa obligación constituía simplemente una aplicación
especial de un principio subyacente en todas las relaciones internacionales […].

5.2.3. Foro regional versus foro universal


No existe tampoco una obligación de llevar primero las controversias al orden regio-
nal, antes de trasladarlas al ámbito universal, por ejemplo, del Consejo de Seguridad.
Recuérdese que la obligación establecida en la Carta de la OEA de someter las con-
troversias a los procedimientos de solución pacífica previstos en ella, si bien puede
parecer privilegiar el foro regional en un primer momento, está limitada por lo que
se indica a continuación en el sentido de que tal disposición: «[…] no se interpretara
en el sentido de menoscabar los derechos y obligaciones de los Estados miembros de
acuerdo con los artículos 34 y 35 de la Carta de las Naciones Unidas».31
Ya hemos visto que la Carta de las Naciones Unidas permite a todo Estado Miem-
bro de las Naciones Unidas llevar cualquier controversia, o cualquier situación de la

29
CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. Aegean Sea Continental Shelf (Greece v. Turkey). Reports
1978, p. 12. pár. 29.
30
CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. Land and Maritime Boundary between Cameroon and
Nigeria (Cameroon v. Nigeria), Preliminary Objections, Judgment. Reports 1998, pár. 56.
31
Artículo 24 de la Carta de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
El resurgimiento del Pacto de Bogotá 57

naturaleza expresada en el artículo 34, a la atención del Consejo de Seguridad o de


la Asamblea General.
En el caso del Pacto de Bogotá el inicio de un procedimiento en curso, como la me-
diación, impide acceder, por ejemplo a la Corte Internacional de Justicia antes de su
terminación. Se trata de un modelo especial que no sigue necesariamente las normas
de carácter general.

6. El caso de las actividades armadas fronterizas y transfronterizas


Es importante advertir —y a ello se van a dedicarse los comentarios subsiguien-
tes— que existe una sentencia pionera de la Corte Internacional de Justicia —poco
estudiada por cierto hasta hace muy poco— que ha hecho toda una interpretación
del Tratado Americano de Soluciones Pacíficas. Nos referimos al caso de las Activida-
des Fronterizas y Transfronterizas Armadas entre dos países centroamericanos.32
El Pacto, como se recordará, no creó un tribunal interamericano, sino que abrió un
canal de navegación desde el Sistema Interamericano hacia la Corte mundial.
Pero esa carta de navegación no es fácil de entender. Muchas salidas falsas, puertas
escondidas y callejones sin salida conforman su maravillosa, sorprendente y única
estructura. Decía Antonio Ramiro Brotóns,33 catedrático español, que el Pacto de
Bogotá reeditaba el antiguo cuento de la Bella Durmiente (representada en el Pacto)
despertada por el beso de la Corte en 1988 y no deja de tener razón.
En efecto, aparte de sus aisladas invocaciones en 1949, se utilizó en 1957 —en el
caso sobre el Laudo del Rey de España de 1906— para llevar a la Corte el diferendo
limítrofe entre Honduras y Nicaragua. Luego entra en un aparente sueño de más de
treinta años, del cual solo despertará a las voces universales de la Corte mundial.
Es así que en 1986 Nicaragua invocaría el Pacto para llevar ante la Corte el caso de
las acciones fronterizas y transfronterizas armadas derivadas de la presencia de fuerzas
irregulares de la llamada «contra» en el territorio de un tercer Estado, para abrir las
puertas de la jurisdicción internacional.
El fallo emitido el 20 de diciembre de 1988, siguiendo la versión jurídica del cuento,
habría sido más bien la «manzana envenenada» para aquellos que pudieron pensar

32
CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. Border and Transborder Armed Actions (Nicaragua v. Hon-
duras). Ob. cit.
33
Con motivo de su disertación en el Curso de Derecho Internacional de la OEA celebrado en Río de
Janeiro en el año 2006, dentro de las conmemoraciones del Centenario del Comité Jurídico Interamericano
de la OEA.
58 Mauricio Herdocia Sacasa

que el Pacto era ya un instrumento muerto o caduco, desconociendo así los laberin-
tos de su arquitectura y el hilo conductor que permite encontrar la salida y escapar
del Minotauro de la «muerte judicial» por falta de jurisdicción o inadmisibilidad.
Debe tenerse presente que cuando se tramita este juicio ante la Corte, el Grupo de
Contadora34 —conformado por México, Venezuela, Panamá y Colombia— mediaba
en la crisis regional centroamericana de los años ochenta. En ese proceso de media-
ción —al que se une posteriormente un Grupo de Apoyo (Perú, Argentina, Brasil y
Uruguay)—, se buscaba una puerta de salida del laberinto de caos y oscuridad de los
conflictos bélicos interiores que devoraban a la escindida sociedad centroamericana
de aquella época. Un Acta final de Contadora para la Paz y la Cooperación fue ofre-
cida a firmar a los Estados centroamericanos el 6 de junio de 1986, sin resultados
positivos.

6.1. Las objeciones preliminares sobre el Pacto de Bogotá


La primera pregunta que respondió la Corte —como es fácil de imaginar— estaba
referida a la objeción preliminar levantada por la parte demandada, sobre la base del
artículo IV del Pacto, alegando que no se podía acceder al procedimiento judicial
de la Corte, pues ya se había iniciado un procedimiento anterior consistente en el
proceso de mediación del Grupo de Contadora. Mientras no terminara el proceso de
Contadora, no podía iniciarse otro procedimiento.
La Corte, antes de responder, aclararía primero que el laberinto del Pacto tenía no
una, sino dos puertas de entrada a la jurisdicción: la primera en el artículo XXXI; y
la segunda escondida en el artículo XXXII. Ambas eran distintas, con códigos, sim-
bologías y cerraduras diferentes.
El artículo XXXI estableció una vía directa y automática, una entrada directa al to-
rrente sanguíneo por donde discurre la jurisdicción. Los Estados que no habían ini-
ciado por otros procesos de solución, entraban entonces, sin registro previo de cer-
tificado sobre el agotamiento de los recursos, por el artículo XXXI, donde las partes
contratantes declaran que reconocen ipso facto, la jurisdicción de la Corte en todas las
controversias de orden jurídico que surjan entre ellas.

34
Este proceso iniciado en 1983, con un apoyo universal que incluyó a la entonces Comunidad Europea,
las Naciones Unidas, la Organización de los Estados Americanos e importantes sectores y países, culminó con
los Acuerdos de Esquípulas II del 7 de agosto de 1987 que abrió las puertas de la pacificación y la democrati-
zación en la región y dio paso a una nueva ronda de integración regional impregnada de los valores resultantes
del pionero proceso.
El resurgimiento del Pacto de Bogotá 59

6.2. Carácter autónomo de ambos títulos de jurisdicción


La Corte estimó que ambos títulos de jurisdicción (cláusula opcional y Pacto de
Bogotá) son autónomos, autosuficientes y tienen vida independiente. La Corte ma-
nifestó que: «[…] el compromiso del artículo XXXI del Pacto es independiente de
dicha declaración de aceptación de la jurisdicción compulsiva, tal como haya sido
hecha bajo el artículo 36, párrafo 2, del Estatuto […]».35
Sintetizó la Corte su razonamiento de la siguiente forma:
[…] en resumen, los artículos XXXI y XXXII proveen de dos modos distintos por los
cuales puede accederse a la Corte. El primero se refiere a casos en los cuales la Corte
puede ser requerida directamente, y el segundo, en aquellos en que las partes inicial-
mente recurrieron a la conciliación […]».36

6.3. ¿Cuándo ha terminado un procedimiento?


Dada la objeción preliminar del Estado demandado, la Corte debía de resolver si la
mediación del Grupo de Contadora impedía o no el ejercicio de la vía del arreglo
judicial, puesto que se alegaba que —estando pendiente un mecanismo—, no podía
accederse a otro, bajo el esquema del Pacto de Bogotá.
La Corte, tomando en cuenta que el Acta de Contadora para la Paz y la Cooperación
en Centroamérica había sido presentada el 6 de junio de 1986 y, desde entonces, no
se había producido la aceptación del texto por parte de todos los Estados involucra-
dos, aclaró que:
Para los propósitos del artículo IV del Pacto, no es necesario un acto formal antes de que
un procedimiento pacífico pueda decirse que ha sido «concluido». El procedimiento en
cuestión no tiene que haber fracasado definitivamente antes de iniciar un nuevo pro-
cedimiento. Es suficiente si […] el procedimiento inicial ha llegado a una suspensión
en circunstancias tales que pareciera no haber perspectivas de que sea continuado o
reasumido».37

6.4. Las reservas en la cláusula opcional no se aplican al Pacto


Pero el Estado demandado alegaría entonces que las reservas en las declaraciones de
aceptación de la jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia bajo el Estatuto de
la Corte, se aplicaban también al Pacto.

35
CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. Border and Transborder Armed Actions (Nicaragua v. Hon-
duras). Ob. cit., p. 88.
36
Ibíd.
37
Ibíd., pár. 79.
60 Mauricio Herdocia Sacasa

La Corte negó rotundamente esta aseveración, ya que la aceptación de la Corte vía


el Estatuto era diferente a la aceptación vía el Pacto de Bogotá y, consecuentemente,
las reservas en un ámbito no se trasladaban automáticamente al otro. Tampoco podía
pensarse que la activación del artículo XXXI exigiera una declaración de aceptación
adicional. En palabras de la Corte:
Estas provisiones juntas indican que el compromiso del artículo XXXI sólo puede ser
limitado por medio de reservas al Pacto mismo. Es un compromiso autónomo, inde-
pendiente de cualquier otro que las partes hayan adoptado mediante el depósito ante
el Secretario General de las Naciones Unidas de una declaración de aceptación de la
jurisdicción compulsiva bajo el artículo 36, parágrafo 2 y 4 del Estatuto. No sólo el ar-
tículo XXXI no requiere ninguna declaración semejante, sino que también cuando una
declaración es hecha, no tiene efecto sobre el compromiso resultante de ese artículo.38

Bajo estas interpretaciones del Pacto, se abrieron las puertas de la Corte.

6.5. Disputa legal versus motivaciones políticas


Se alegó en el caso de las acciones fronterizas y transfronterizas armadas que el tema
objeto de la demanda estaba siendo inspirado por motivaciones de carácter político
y que se pretendía politizar el procedimiento de arreglo judicial. La Corte aclaró, no
obstante, que la dimensión política que pueda tener un asunto, no inhibe a la Corte
de la consideración de las aristas jurídicas del mismo. Manifestó la Corte:
La Corte es conciente de que aspectos políticos pueden estar presentes en cualquier dis-
puta legal llevada a su consideración. La Corte, como órgano judicial, está, sin embargo
preocupada únicamente de establecer, primero, que la disputa planteada ante ella sea
una disputa legal, en el sentido de ser una disputa capaz de ser solucionada por medio
de la aplicación de los principios y reglas del Derecho Internacional, y en segundo lugar,
que la Corte tenga jurisdicción para abordarla y que esa jurisdicción no esté afectada
por cualquier circunstancia que haga inadmisible la demanda. La Corte emite pronun-
ciamientos legales y no puede atender las motivaciones políticas que puedan conducir
a un Estado en un momento particular, o en una circunstancia particular, a escoger el
arreglo judicial […].39

7. La limitación del artículo VI del Pacto de Bogotá


Otro aspecto del Pacto que genera muchos debates está contenido en el complejo y
difícil artículo VI que establece:

38
Ibíd.
39
CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. Border and Transborder Armed Actions (Nicaragua v. Hon-
duras). Ob. cit., pár. 52.
El resurgimiento del Pacto de Bogotá 61

Tampoco podrán aplicarse dichos procedimientos a los asuntos ya resueltos por arreglo
de las partes, o por laudo arbitral, o por sentencia de un tribunal internacional, o que
se hallen regidos por acuerdos o tratados en vigencia en la fecha de la celebración del
presente Pacto.

¿Quiere decir esto que si un instrumento internacional es anterior a 1948, el ele-


mento de temporalidad hace que no sea aplicable el Pacto? Todo parece indicar que
el asunto solo puede resolverse en las circunstancias del caso concreto. Es decir, que
el efecto del artículo VI no es, en principio, ni remotamente automático. No parece
suficiente para demoler la competencia de la Corte indicar que el tratado objeto de
disputa precede en el tiempo al Tratado Americano de Soluciones Pacíficas,40 pues la
disputa puede o bien no estar resuelta o bien estar referida —por ejemplo— a causas
sobrevinientes o bien a interpretaciones posteriores efectuadas por las Partes.
El 13 de diciembre de 2007, la Corte Internacional de Justicia dictó un fallo en el
caso Territorial and Maritime Dispute (Nicaragua v. Colombia). Preliminary Objec-
tions, en el cual el tribunal puso el énfasis no tanto en las fechas como en el hecho
de si el Tratado había o no resuelto la disputa en los términos del artículo VI del
Pacto de Bogotá o bien si el asunto estaba o no regido por el instrumento. Puede
resultar también que el Tratado no sea aplicable a la materia que se pretende dar por
resuelta.
La Corte rechazó las objeciones preliminares planteadas por el Estado demandado
en lo relativo a ciertos accidentes marítimos en disputa entre las Partes y en cuanto
a la delimitación marítima, pese a que el Estado demandado trataba de anclar sus
objeciones en un tratado suscrito en 1928. La Corte acogió la objeción preliminar
del Estado demandado relativa a la petición de dirimir la cuestión de la soberanía de
tres islas. Interesante es destacar que para la Corte, tanto el Pacto de Bogotá como la
cláusula opcional tienen como elemento relevante en materia de ejercicio jurisdiccio-
nal la existencia o no de una «disputa legal» entre las partes.
En cuanto a la soberanía sobre ciertos accidentes (Serrana, Roncador y Quitasueño),
la Corte afirmó que:
104. La Corte observa que el sentido del segundo párrafo del Artículo I del Tratado de
1928 es claro: este tratado no se aplica a los tres accidentes marítimos bajo examen. Por
tanto, las limitaciones contenidas en el Artículo VI del Pacto de Bogotá no se aplican al
asunto de la soberanía sobre Roncador, Quitasueño y Serrana. Por tanto, la Corte tiene
jurisdicción sobre este asunto bajo el Artículo XXXI del pacto de Bogotá y no puede
ratificar la primera objeción preliminar presentada por Colombia en lo que se relaciona

40
Su nombre «Pacto de Bogotá» viene de una propuesta de Nicaragua y fue suscrito el 30 de abril de
1948.
62 Mauricio Herdocia Sacasa

con el asunto de la jurisdicción de la Corte sobre la soberanía de Roncador, Quitasueño


y Serrana.

En la última demanda de Nicaragua ante la Corte en el año 2001, alegó el Pacto


de Bogotá, pese a que un tratado involucrado en la disputa41 había sido suscrito en
1928, es decir, era anterior a 1948. Ello es así, por cuanto Nicaragua sostuvo la exis-
tencia de un diferendo que no había sido resuelto por el tratado en mención.
Siguiendo la naturaleza autónoma de la cláusula opcional con relación al Pacto de
Bogotá, es importante indicar que «[…] las limitaciones impuestas por el artículo VI
del Pacto, no son aplicables a la jurisdicción bajo la cláusula opcional».42

7.1. Criterios que utiliza la Corte para establecer si un tratado definió o


resolvió definitivamente un asunto sometido a su consideración o bien el
alcance de ciertos hechos y evidencias para probar el arreglo definitivo43
de un asunto

7.1.1. No es posible extraer del significado ordinario del tratado la cuestión que se
pretende resuelta o bien el contenido del lenguaje es más consistente con otra
posibilidad. Dice el fallo de la Corte en el caso Nicaragua versus Colombia:
115. La Corte considera que, contrario a los alegatos colombianos, los términos del
Protocolo, en su significado ordinario, no pueden ser interpretados como que se efectuó
una delimitación de las fronteras marítimas entre Colombia y Nicaragua. Ese lenguaje
es más consistente con el alegato de que lo previsto en el Protocolo era fijarle una limi-
tación al occidente al Archipiélago de San Andrés que lo contiene en el meridiano 82.

7.1.2. Discusiones previas a la ratificación deben mostrar que las partes asumieron la
cuestión que se pretende incluida. Dice la Corte en el mismo caso:
116. Desde el punto de vista de la Corte, un examen cuidadoso de las discusiones pre-
vias a la ratificación del Tratado de 1928 por y entre las Partes confirma que ninguna
de las Partes asumió en ese momento, que el Tratado y Protocolo estuviesen diseñados
para llevar a cabo una delimitación general de los espacios marítimos entre Colombia
y Nicaragua (véanse párrafos 70 al 72) arriba. Aquí vale la pena anotar que Colombia
no consideró necesario someter de nuevo el Tratado de 1928 al Congreso para que

41
Tratado Bárcenas Meneses-Esguerra entre Colombia y Nicaragua, declarado nulo e inválido por este
último país.
42
CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. Territorial and Maritime dispute (Nicaragua v. Colombia).
Ob. cit., pár. 137.
43
Ibíd., pár. 138. Dice la Corte: «In this regard, the Court notes that Article 36, paragraph 2, of the Statute
expressly requires that, in order for the Court to have jurisdiction on the basis of optional clause declarations,
there must exist a «legal dispute» between the Parties […] the Court cannot have jurisdiction over this ques-
tion either under the Pact of Bogotá or on the basis of the optional clause declarations».
El resurgimiento del Pacto de Bogotá 63

c­ onsiderara la provisión incluida en el Protocolo de 1930 porque los representantes


diplomáticos colombianos asumieron que la referencia al meridiano 82 en el Protocolo
no era más que una interpretación del Artículo I del Tratado y no introducía cambios
sustanciales.

7.1.3. La naturaleza de un tratado no puede transformarse fácilmente


117. Contrario a los postulados colombianos, la Corte no considera significativo que en
el preámbulo del Tratado, las Partes expresen su deseo de poner fin a la «cuestiones terri-
toriales pendientes entre ambas repúblicas», (énfasis añadido) mientras en el Protocolo
se refieren a «la cuestión pendiente entre ambas repúblicas», (énfasis añadido). Desde el
punto de vista de la Corte, la diferencia entre el lenguaje del Tratado y del Protocolo no
puede leerse como que transforma la naturaleza territorial de la disputa y la convierte
en una delimitación general de espacios marítimos entre los dos Estados. La conclusión
es aparente al ver el texto completo de la frase del Protocolo antes mencionada, donde
las Partes exponen que el Tratado fue celebrado «con el fin de ponerle fin a la disputa
entre ambas repúblicas en relación al Archipiélago de San Andrés y Providencia y a la
Costa de la Mosquitia de Nicaragua». En otras palabras, la «disputa» a la que se refiere
el Protocolo se relaciona con la Costa de los Mosquitos junto con el Archipiélago de
San Andrés; no se refiere, ni siquiera por implicación, a una delimitación marítima
general.

7.1.4. Mapas y eventuales negociaciones deben ser concluyentes


Dice la Corte sobre el caso anterior:
118. La Corte no comparte el punto de vista de Colombia sobre que sus mapas que
datan hasta 1931, que supuestamente muestran que el meridiano 82 es la línea divisoria
de los espacios marítimos entre Nicaragua y Colombia y que se había efectuado una
delimitación general de sus espacios marítimos. Un examen de estos mapas indica que
las líneas divisorias están dibujadas de tal manera que incluye el meridiano 82 entre el
Archipiélago de San Andrés y Nicaragua que pudiera leerse ya fuese como una delimi-
tación general entre los dos Estados o como un límite entre los archipiélagos. Dada la
naturaleza ambigua de las líneas divisorias y el hecho que estos mapas no contienen
leyendas aclaratorias, no pueden considerarse pruebas de que tanto Colombia como Ni-
caragua creían que el Tratado y el Protocolo habían efectuado una delimitación general
de sus espacios marítimos. El hecho de que Nicaragua no protestara por los mapas, no
implica, por lo tanto, su aceptación del meridiano 82 como su frontera marítima.
119. Finalmente, con respecto al argumento de Nicaragua que las negociaciones de
1977, 1995 y 2001 estuvieron relacionadas con la delimitación de los espacios maríti-
mos, la Corte encuentra que el material que le presentaron ambas Partes sobre este tema
no es concluyente y no le permite evaluar el significado de las reuniones llevadas a cabo
en 1977, 1995 y 2001 sobre la cuestión de las Partes que consideraban que el Tratado de
1928 y el Protocolo de 1930 había efectuado una delimitación marítima entre ellas.
64 Mauricio Herdocia Sacasa

Todo esto llevó a la Corte a indicar que:


120. Consecuentemente, tras examinar los argumentos presentados por las Partes y el
material enviado a la Corte, ella concluye que ni el Tratado de 1928 ni el Protocolo de
1930 efectuaron una delimitación de la frontera marítima entre Colombia y Nicaragua.
Por lo tanto, no es necesario que la Corte tome en consideración Los argumentos esgri-
midos por las Partes en relación con los cambios en los Derechos del Mar desde 1930.
Dado que la disputa relacionada con la delimitación marítima no fue zanjada por el
Tratado de 1928 y el Protocolo de 1930 en el sentido del Artículo VI del Pacto de Bo-
gotá, la Corte tiene jurisdicción bajo el Artículo XXXI del Pacto. Por lo tanto, la Corte
no puede avalar la primera objeción Preliminar de Colombia sobre la jurisdicción de la
Corte en cuanto a la delimitación marítima entre las Partes.

7.1.5. A falta de un acuerdo, los elementos que puedan tener cierta relevancia en la
conducta de las Partes, tendentes a probar un hecho, deben ser suficientes
Dice la Corte en el caso Nicaragua versus Honduras:
However, these events, spanning a short period of time, are not sufficient for the Court
to conclude that there was a legally established international maritime boundary be-
tween the two States.44

7.2. El principio del uti possidetis juris en una delimitación marítima


La Corte ha observado que el principio del uti possidetis juris, podría en ciertas cir-
cunstancias como las conectadas con mares territoriales, jugar un papel en una deli-
mitación marítima. Sin embargo, sostuvo que:
Honduras no había hecho un defensa persuasiva de su caso donde explicase por qué
la frontera marítima debe entonces extenderse del Cabo Gracias a Dios a lo largo del
paralelo 15. Alegó simplemente que la Corona Española tendía a usar paralelos y me-
ridianos para marcar las divisiones jurisdiccionales, sin presentar ninguna evidencia de
que el Poder colonial realizó esta operación en este caso particular.45

8. El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR)


Esta breve conferencia estaría incompleta si no hiciera referencia también a la forma
en que los Estados americanos han recurrido al Tratado Interamericano de Asistencia
Recíproca de 1947, más que al propio Pacto de Bogotá.

44
CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA. Case Concerning Territorial and Maritime Dispute between
Nicaragua and Honduras in the Caribbean Sea (Nicaragua v. Honduras). 8 de octubre de 2007, pár. 256.
45
Ibíd., pár. 232.
El resurgimiento del Pacto de Bogotá 65

El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca fue invocado por primera vez en


1948 y subsecuentemente, al menos dieciocho veces para tratar situaciones conflic-
tivas de gran relevancia entre Estados americanos.46 Los dos últimos asuntos en que
se invocó el TIAR implicaron la participación de Estados extrarregionales: en 1982
(islas Malvinas) y los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en los Estados
Unidos de América. En este último caso se invocó tanto el TIAR como la Reunión
de Consulta bajo la Carta.

9. Las Reuniones de Consulta en el marco de Carta de la OEA


El artículo 61 de la Carta de la OEA permite convocar la Reunión de Consulta de
Ministros de Relaciones Exteriores, como órgano de consulta, para: «considerar pro-
blemas de carácter urgente y de interés para los Estados Americanos».
Cualquier Estado miembros de la Organización puede pedir al Consejo Permanente
que se convoque la Reunión de Consulta. Como puede observarse, la Carta de la
OEA tiene un panorama más amplio y cubre tanto temas generales de interés como
hipótesis de conflicto que rebasan aquellas previstas en el TIAR. Permite, asimismo,
una mayor participación en la toma de decisiones por cuanto los miembros de la
Carta exceden en número a los que están vinculados por el TIAR.
La Reunión de Consulta ha atendido también situaciones conflictivas relativas a pro-
blemas al interior de los países o entre Estados. Entre los casos más conocidos figura
el establecimiento de una Fuerza Interamericana en 1965.
Las actividades de la Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, ya
sea en el contexto de la Carta o del TIAR, ha provocado grandes polémicas y tiene
como telón de fondo las relaciones —no siempre sin fricciones—47 entre los meca-
nismos de paz y seguridad a nivel regional y universal.

10. ¿Un Tribunal Interamericano de Justicia?


La idea no es nueva, pero ha sido retomada por el Secretario General de la OEA, José
Miguel Insulza y, en el Comité Jurídico Interamericano, por uno de sus miembros,
el doctor Eduardo Vio Grossi.

46
Arrighi, Jean Michel. La Organización de Estados Americanos. Traducción de Sérgio Bath. Sao Paulo:
Ed. Manole. Serie Entender o Mundo. Volumen 4, 2003, p. 71.
47
Ibíd., p. 74.
66 Mauricio Herdocia Sacasa

En efecto, durante la Quinta Conferencia Internacional Americana se acordó: «[…]


remitir a la Comisión de Juristas el proyecto presentado por la Delegación de Costa
Rica, sobre la creación de una Corte Permanente de Justicia Americana […]».48
Más adelante, la Octava Conferencia Internacional Americana, declara que: «es pro-
pósito firme de los Estados del Continente Americano llegar a constituir un Tribunal
Interamericano de Justicia Internacional […]».49
El Comité Jurídico Interamericano recordaría en 1993, «que los co-relatores del tema
doctores Jorge Reinaldo A. Vanossi y Manuel A. Vieira, presentaron en su período
ordinario de sesiones de agosto de 1991 un «Proyecto de Declaración del Comité
Jurídico Interamericano sobre la creación de un Tribunal Interamericano de Justicia
que incluya una Sala Penal».50
Mucho tiempo después, la idea la relanzaría el propio Secretario General de la OEA,
en el Informe Anual 2005-2006, al indicar que:
[…] una institución que se propuso y nunca se concretó fue la de una Corte Interameri-
cana de Justicia […] se estableció la Corte Internacional de La Haya, sucesora de la Corte
Permanente. Entonces los Estados americanos eran casi el 50 % de las Naciones Unidas y
por lo tanto con gran peso en la nueva Corte. […] Hoy ello cambió completamente; los
Estados americanos, tienen un peso bastante menor en la Corte y tal vez puedan volver a
considerar la posibilidad de una Corte regional, que complementaria de una manera ade-
cuada el actual Sistema Interamericano. Tal vez estemos cerca de la «oportunidad» pensa-
da en el 38, que bien vale la pena examinar en nuestros organismos especializados.51

Juegan a favor y en contra de esta idea diversos planteamientos. Por una parte, están
quienes expresan una prudente reserva y alegan que es mejor preservar el carácter cen-
tral de la Corte Internacional de Justicia a la que han acudido frecuentemente países
americanos y evitar la fragmentación institucional y la proliferación de tribunales.
También se ha argumentado que nada garantiza que los Estados que no han adoptado
la cláusula opcional de aceptación de la jurisdicción de la Corte, estén más inclinados
a hacerlo a favor de un Tribunal Interamericano y que los mismos instrumentos del
Sistema Interamericano, como el Pacto de Bogotá, establecen el recurso a la Corte
Internacional de Justicia, como parte integrante e indivisible de sus procedimientos.

48
14ª sesión de la V Conferencia Internacional Americana, celebrada el 3 de mayo de 1923. Resolución
denominada «Consideración de los mejores medios para dar más amplia aplicación al principio del arreglo
judicial o arbitral de las diferencias entre las Repúblicas del continente americano». N° 58 del Acta Final.
49
Octava Conferencia Internacional Americana, celebrada el 22 de diciembre de 1938. Declaración sobre
la Corte de Justicia Internacional Interamericana.
50
Resolución CJI/RES. II-21/93, del 25 de agosto de 1993, titulada «Resolución sobre el Tema Creación
de una Corte Interamericana en Materia Penal».
51
ORGANIZACIÓN DE ESTADOS AMERICANOS. Informe Jurídico 2005-2006 del Secretario Gene-
ral. Documento OEA/Ser.D/III.56. Washington D.C. Véase la parte de Temas Jurídicos.
El resurgimiento del Pacto de Bogotá 67

Los partidarios de la iniciativa, han indicado que no existe hoy en el Sistema Intera-
mericano un tribunal de amplia competencia que esté efectivamente a disposición de
todos los Estados miembros de la OEA sin distinción. También se ha hecho mención
a la existencia de determinados principios y normativas dentro del orden intera-
mericano que posiblemente serían mejor comprendidos y aplicados por tribunales
propios de la región y a la reducción de gastos y recursos que ello podría implicar.
Los debates en el Comité continúan abiertos con relación a esta importante iniciativa
cuya concreción exigiría una reforma de la Carta de la OEA. Se contemplan entre sus
funciones eventuales, la de interpretar la Carta de la OEA y la solución de controver-
sias entre Estados de la OEA.

11. Conclusiones
Desde los primeros tratados del siglo XVIII y las primeras Conferencias Americanas,
fue evidente la vocación del futuro Sistema Interamericano por propiciar reglas relativas
a la Solución Pacífica de Controversias, incluidas las primeras convenciones relativas a
arbitraje y a mecanismos espaciales para el arreglo de diferencias. El llamado Sistema
Interamericano de Paz fue evolucionando hacia el Pacto de Bogotá, instrumento único
y de valor singular que estableció la conquista del acceso directo a la Corte Internacio-
nal de Justicia, sin necesidad de una declaración de aceptación adicional.
El Pacto de Bogotá, no solo no ha muerto, sino que goza de gran salud y parodiando
el viejo drama español, podemos decir, a los que anticiparon una muerte prematura,
que «los muertos que vos matáis gozan de buena salud». Los últimos casos presenta-
dos ante la Corte, evidencian un resurgimiento del Pacto de Bogotá que emerge con
fuerza y voz extraordinaria como título recurrente cuya fortaleza ha sido ya puesta a
prueba en los casos llevados por Nicaragua.
Las palabras del eminente jurista Eduardo Jiménez de Aréchaga son buenas para
marcar estas conclusiones: «no cabe medir la eficacia de estos acuerdo de pacificación
por la frecuencia de su utilización, ya que su mera existencia ejerce una función pre-
ventiva». Tal eficacia tampoco puede medirse por el número de ratificaciones,52 pues
si los ratificantes son aquellos Estados que tienen fronteras comunes, son ellos los
posibles usuarios del mismo.53

52
Actualmente catorce Estados —de los quince Estados parte originales— son parte del Pacto de Bogotá:
Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú,
República Dominicana y Uruguay. El Salvador lo denunció el 26 de noviembre de 1973.
53
ORGANIZACIÓN DE ESTADOS AMERICANOS. Anuario Jurídico Interamericano. Washington
D.C.: Secretaría General de la OEA, 1987.
68 Mauricio Herdocia Sacasa

En realidad, las disputas recientes y de hoy se dan más en el ámbito interno que entre
los Estados. Objetivamente, América ha sido un continente pacífico, en compara-
ción a las grandes guerras ocurridas en otros escenarios. De ahí que posiblemente
existan mayores dosis de solución en la Carta Democrática Interamericana que en el
Pacto de Bogotá o en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca.
Por otra parte, no debe descuidarse el valor preventivo de la integración. América
es pródiga en procesos de integración subregionales. Muchos eventuales conflictos
territoriales, conflictos de intereses o posiciones encontradas podrían resolverse me-
diante esquemas de manejo coordinado, zonas especiales de integración, espacios bi o
tripartitas, manejo coordinado de cuencas hidrográficas con respeto a la soberanía de
cada Estado, autoridades especiales, en fin bajo esquema comunitarios de países que
saben que su viabilidad descansa en aprovechar, cuando sea posible, los mecanismos
que la integración pone a su servicio.
El caso del Golfo de Fonseca en Centroamérica54 puede ser un ejemplo de posibi-
lidades para un manejo tripartito a favor del desarrollo sostenible, respetando los
derechos y jurisdicción de los Estados involucrados.
Siempre será necesario contar con medios de solución de controversias que garanti-
zan que no quede una sola disputa o situación conflictiva sin resolverse. Pero en ese
camino, sin dejar de pensar en la jurisdicción obligatoria universal, hay caminos más
cortos, atajos por donde se cumple el dicho que el camino más corto es siempre la
línea recta.
La integración ha demostrado ser una línea recta a los intereses de desarrollo de los
pueblos. En el caso de Centroamérica, una vez más como ejemplo, por qué no activar
sus propios mecanismos establecidos en el Protocolo de Tegucigalpa que crea el Siste-
ma de la Integración Centroamericana (SICA) y el Tratado Marco de Seguridad De-
mocrática para buscar nuevos capítulos al principio de solución de controversias, ahí
donde la paz, la seguridad y la democracia se encuentran en función del desarrollo.

54
Declaración de Managua: «Golfo de Fonseca. Una Zona de Paz, Desarrollo Sostenible y Seguridad».

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