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SAMANTHA

Al centro del escenario, a cada extremo, una silla. En una de ellas, SAMANTHA lee un
periódico
mientras habla EL ACTOR, que fuma innumerables cigarrillos y se dirige al público. En

EL ACTOR. –¿Se acordara de mí? La oportunidad que tuve de tropezar con el amor.
Las personas normales tropiezan con el amor. Con el sexo. Un día en la escuela cruzan la
mirada con otro cuerpo y empiezan a ocurrir cosas extrañas. Un beso. Más tarde aprenden
la palabra amor, y que hay personas que se dicen novios entre sí. Luego, en la secundaria
bailan reggaetón y se tropiezan con el cuerpo del otro. Yo tuve una historia diferente.
Aprendí las palabras primero y luego las busqué. No llegó el amor de una forma natural

SAMANTHA .- Eras guapo. Tal vez. Hay tan pocas posibilidades de conocer a la persona
ideal... o de que exista. ¡Pero qué cursi me estoy poniendo! “Estudiante de Filosofía y Letras
se tira a las vías del metro Copilco”. Yo creo que te mataste por curiosidad... no podías
aguantarte las ganas de saber qué había después, aunque todos estamos condenados a
descubrirlo, tarde o temprano. Al menos el chico que me podría enamorar, si se matara, lo
haría por curiosidad. Sobre los muertos desconocidos en la nota roja podemos imaginar lo
que queramos. Poner nuestros sueños detrás de sus nombres. Nah, la gente no se suicida
por eso
EL ACTOR. – ¿Cómo estará? Creo que ahí comenzó mi problema. ¡Porque me tropecé con
ella! A pesar de mí mismo, aunque quise evitarlo, nos sentamos platicar. Una curiosidad
inagotable me atraía hacia ella. Quería conocerla. Quería descubrirla. Que pasara algo con
ella. Hay gente así en la vida. Un par. Su existencia no puede pasar desapercibida. Debes
hacer algo al respecto y a veces no sabes qué. ¡Algo tiene que pasar con ellos!
(A Samantha) Y tú fuiste una de ellas...
SAMANTHA. – ¡Aburrirse! Otra causa de suicidio. Morirse... una aventura asegurada. ¡Hay
tan pocas
cosas inesperadas en la vida! Aunque, quién sabe... mi miedo más grande es dejar de
existir. No podría
soportarlo. Soy lo único que tengo
EL ACTOR. – ¡Dejar de existir! Ah,Samantha, si al día siguiente hubieras
regresado... Salí a buscarte, dispuesto a todo, aunque yo no sabía lo que significa ese
todo. Para tropezarme contigo un poco más. No lo hubiera aguantado, estoy seguro. Te
hubiera dado un beso. Hubiéramos luchado y una cosa llevaría a la otra. Esas cosas. Y todo
hubiera cambiado. Porque entonces en la secundaria, con ganas de tropezarme aún más....
hubiera bailado reggaetón en las tardeadas. ¡Pero nada de eso! No tuve nada de eso. A la
guerra sin fusil ni entrenamiento. Sin recuerdos. ¡Sin recuerdos! Los recuerdos que todos
tenían. En la secundaria, mis amigos eran don Quijote y Hamlet. Y heme aquí. Llegué tarde.
Tarde a todo.
SAMANTHA. – Aburrirse. Ese día estaba aburrida. En ese estúpido curso de verano al que
me llevó mi mamá. En una biblioteca, al menos. Tu cara me recuerda a ese chico. Claro, sin
la sangre. A veces me llegaba el rumor de su voz. Un poco menos solo que yo, porque
llevaba a su hermana. Su hermana pequeña.
EL ACTOR. – *Inserta línea de Hamlet*
SAMANTHA. – Unos imbéciles que me querían hablar se burlaban de él. Luego también se
burlaron de mí. Creo que él ni me notaba. Pero entonces, el último día... me aburrí, porque
la heroína de la novela que estaba leyendo se acababa de matar y preferí aburrirme para no
sufrir tanto. En fin, este chico había dejado sola a su hermana, así que me acerqué y me
senté junto a ella. La pobre niña se puso muy nerviosa. Ahora me hace reír, pero entonces
era yo muy tímida. Sólo me senté. Uno de mis primeros gestos de valor, ¡Qué bueno que lo
hice! Imagina, si no. Tal vez sería yo la de la nota. En fin, me dijo: disculpa, mi hermano
está sentado ahí. Y no le respondí. Luego él llegó y miró a su hermana.
Yo con la vista clavada en la mesa. ¡Le dije que tú estabas ahí, pero no me hizo caso!
EL ACTOR. – ¡No lo puedo creer! No me puse nervioso. Fui firme. Entonces, ¿qué pasó?
Todo estaba bien hasta entonces...
SAMANTHA. – Una mirada insolente. Esas miradas que todavía me encantan... aunque
detrás de ella suela haber un idiota que me va a aburrir tan pronto. Pero el chico me
sorprendió... se acercó a la silla y me empujó ligeramente. Quedamos sentados ahí los dos.
Callados. Ambos callados. Entonces empezó a hablar con su hermana.
EL ACTOR. –(A su hermana) No lo puedo evitar. No es justo que Ana se haya matado...
SAMANTHA. – ¿Verdad que no? No era justo. Pobre Ana...
EL ACTOR. – Y esa voz despertó algo que yo no conocía... ¡ah, lo que puede provocar el
sonido de una voz!
SAMANTHA. – Volteó a verme muy entusiasmado. ¡Lo recuerdo siempre muy
entusiasmado! Debe ser tan intenso...
EL ACTOR. - ¡Oh! ¿A ti también te gusta?
SAMANTHA. – Lo más bonito es que nos quedamos sentados él y yo todo el rato en la
misma silla. No recuerdo oir hablar a la niñita
Me lo recordaste, no sé. Por eso no me importó demasiado que el metro se retrasara por
tu culpa. Un tropiezo... siempre son bellos los tropiezos. Tuvimos una charla de niños. Me
pregunto cómo sería ahora la charla...
EL ACTOR. – Y aquí va mi escena...
EL ACTOR se levanta y se sienta en la banca, donde sigue fumando y bebe una cerveza.
Música de antro. SAMANTHA se levanta y se aproxima a la banca.
SAMANTHA. – ¡Qué aburrido!
EL ACTOR. – ¿Qué no bailas?
SAMANTHA. – Claro que bailo. Si no, no vendría a estas cosas, me aburriría muchísimo.
Con esta gente no se puede hablar de nada. ¿Tú bailas?
EL ACTOR. – No
SAMANTHA. - ¿Te sientas a fumar y a tomar en un rincón, nada más?
EL ACTOR. – Más o menos. Yo no sirvo sino hablando. Las palabras son lo mío
SAMANTHA. - ¿Por ejemplo? Vamos, ¿qué piensas?
EL ACTOR. - Pensaba el cigarro. Un objeto hermoso y lleno de placer... lo encendemos, lo
engañamos,chupamos todo el placer que nos puede dar y luego lo botamos. Se convierte
en algo repugnante e incómodo que no sabemos dónde tirar. Incluso, podemos ser crueles
y tirarlo cuando todavía tiene algo que dar. Un momento de poder. Quizás por eso fumo.
Luego se venga, claro, como sucede en la realidad. Es tan dañino para el alma sorber la
vida a otro individuo
SAMANTHA. – Creo que sí. Las palabras son lo tuyo
EL ACTOR. – No sé. Me siento más cómodo. No me gusta demasiado el silencio. O no sé.
Tal vez nunca lo he sentido, en realidad. Escucho ruido en mi cabeza, y no lo puedo
detener. Ahora que lo pienso, seguro lo que necesito es un poco de silencio, y lo odio
porque no llega
SAMANTHA. - ¿Entonces quieres que me vaya?
EL ACTOR. – No, no te vayas. Me hiciste descubrir algo. Me hiciste la noche. Vamos,
hazme descubrir más cosas
SAMANTHA. - No existe el silencio. Es sólo el momento ideal para charlar contigo mismo
EL ACTOR. – Ahí está el problema. Me aburro mucho a mí mismo
SAMANTHA. – Pues a mí todo mundo me aburre muy pronto. Y tú no me estás aburriendo
EL ACTOR. - ¿Te aburriste de bailar?
SAMANTHA. – Hoy sí. Hoy necesito hablar. Yo no juzgo a la gente... o bueno, sí, la juzgo
todo el tiempo, pero eso no me impide ser amable y divertirme. No creas que no soy capaz
de ir a una fiesta con el sólo propósito de divertirme y a ver con quién me beso. Puedo callar
ese caos de mi cabeza y divertirme... pero hoy no estoy en el mood. Ellos sí. Todo el
tiempo. Tal vez soy injusta. Pero bueno, el caso es que hoy no. ¡Hoy quiero hablar!
EL ACTOR. – Entonces tienes suerte, no hay nada que me guste más
SAMANTHA. – Cuéntame, ¿a qué vienes tú?
EL ACTOR. – A lo mismo que todos. Pero no sé cómo hacerlo. No me siento muy cómodo
en estos ambientes. En mis fiestas favoritas, nos sentamos a platicar... y tomamos y
tomamos, y jugamos juegos de borrachos. Te acabas besando con alguien. Pero eso de
llegar con una chava que no conoces y bailar cada vez más cerca hasta que se besen. No
sé, no se me da. Tal vez porque no lo hice en la secundaria
SAMANTHA. – ¿Y qué hay de sentarte y enamorar a alguien con tus palabras? Y no
besarla, pero dejarla con ganas de que se hubieran besado. Te apuesto que ninguno de
esos imbéciles podría. Esclavos del instante. Despiertas a su lado, y se acabó. No hay nada
que descubrir. Si en tu cabeza hay ruido, en la de ellos, probablemente, no hay nada
EL ACTOR. – La nada. Bueno, eso que dices tampoco creo haberlo hecho jamás
SAMANTHA. – Entonces sí lo has hecho
EL ACTOR. - ¿Cómo...?
SAMANTHA. – Sí. No has dado el paso. Y ellas se han quedado con las ganas. Ahí está la
prueba
EL ACTOR. – Gracias. En verdad, me has hecho la noche
SAMANTHA. – Me merezco un premio, ¿no crees?
EL ACTOR. – Lo que quieras...
SAMANTHA. – Que a mí no me dejes con las ganas
Se besan.
EL ACTOR. – ¿Cómo te llamas?
SAMANTHA. - Dimelo tú.
EL ACTOR. – Tienes labios de Ana
SAMANTHA. – ¿Estás seguro?
La besa otra vez
EL ACTOR. – Estoy seguro
SAMANTHA. – Entonces, Ana, será
Lo besa
EL ACTOR. - ¿O de Samantha?
SAMANTHA. – Es muy raro besar de verdad a alguien. Todos estamos muy ocupados con
nuestro sueño... el galán de telenovela que apenas pone el pie en un salón de clases y está
viendo a quién se va a ligar y la idealista tonta que espera encontrar al príncipe azul en una
fiesta son en el fondo lo mismo. Si se besan, no estarán besando en realidad esa persona
EL ACTOR. - ¿No han besado nunca a Samantha?
SAMANTHA. – A la mujer ideal, o a un objeto sexual, según sea el caso, colocadas en los
labios de Samantha. Creo que nadie ha besado a Samantha
EL ACTOR. –Yo acabo de besarte
SAMANTHA. – ¿No era a la mujer ideal?
EL ACTOR. – Creo que no. No esperaba encontrarte. Es raro, ¿sabes? Pero cuando te
acercaste a mí y empezaste a hablar, el ruido de mi cabeza se apagó. La mujer ideal y el
objeto sexual se fueron. No sé, pero puedo renunciar a ellas... por ti
SAMANTHA. – Vas muy rápido, ¿no crees? ¿Te han dicho que eres muy intenso?
EL ACTOR. - ¡Todo el tiempo! Pero he aprendido a aceptarlo. Así soy yo. Muy intenso. No
me gusta tener que ocultar mis sentimientos
SAMANTHA. – ¡No conozco a nadie que oculte sus sentimientos! Yo he tenido muchos
novios, que hace mucho tiempo, en la secundaria, seguro, mataron y simplificaron esos
sentimientos. Los adaptaron a las canciones de moda. Así que ya no queda nada
interesante que ocultar. La gente me suele aburrir... pero aprendí a aceptarlo. No hay nadie
a la altura de mi curiosidad. Pero ¿me amargué por eso? ¡Para nada! Porque, de todas
maneras, no dejaba de sentir... la atracción existe. El deseo. Las ganas de platicar con
alguien, las ganas de jugar al amor. Y las ganas de no pensar en nada y sólo
sentir, y hacer locuras con un chico. Así que supe dejar de lado mi aburrimiento... y vivir.
Aventarme. Pero pronto me aburría. Entonces, cambiaba de novio. No espero mucho de la
vida. Ni de la gente

EL ACTOR. –No hay nada peor que esperar


SAMANTHA. – A estas alturas, la mayoría de mis novios ya me habían aburrido. Los leía en
un instante.
Los descifraba. No tenían interés en profundizar en sí mismos. En escuchar ese ruido en su
cabeza
EL ACTOR. - ¿Entonces, no te aburro?
SAMANTHA. – (Lo besa) ¿Tú crees que me aburres? En general busco algo claro... un
beso, un novio, un juego de amor. Una buena cogida, pues. Y lo encuentro. Luego se
acaba. Pero tú me das curiosidad... quiero besarte más, por curiosidad. Conocerte... todo.
Estar contigo. ¿Yo te aburro?
Él la besa.
SAMANTHA. – Vine a esta fiesta para echarme unos tragos, besarme con un tipo o dos y
luego aventarme a las vías del metro… acabar con mi vida, como la heroína de mi novela
favorita. A mi hermano lo acaban de matar. Qué dramática, ya sé
EL ACTOR. –Lo siento, mucho, Samantha... no sé qué decirte.
SAMANTHA. – No digas nada. No hay nada que se pueda decir. No hay nada que pueda
apagar esta pena. Pero ya no estoy aburrida. Eso es más que suficiente. Y contigo puedo
hablar, y sé que no me vas a decir que él está en el cielo ni nada como eso. Porque tú
entiendes, ¿verdad? Tú entiendes...
EL ACTOR. – Entiendo (la abraza) Quiero entender...
SAMANTHA. - ¿Dónde está él, si no hay cielo?
EL ACTOR. – No creo en el cielo. Pero una parte está dentro de ti. No somos sólo lo que
está en nosotros. Hay partes que no controlamos... lo que reciben los demás. Lo que se
queda en el corazón de los otros. Ahí está el, ¿sí? Contigo
SAMANTHA. – No necesito más palabras
Se besan
SAMANTHA. – Me gusta esto. Poder estar un momento hablando de la más profunda pena,
luego de sueños, luego de estupideces. Luego un beso. Y cada cosa es única y sin
contaminación de otro momento. Luego bucear uno dentro del otro
EL ACTOR. – Olvidar
SAMANTHA. – Y, luego, recordar
EL ACTOR. – Por favor, no te mates. Prometo no dejar que te aburras
Se levantan, él la lleva a su silla y le da un beso. SAMANTHA se sienta y el ACTOR vuelve
a su lugar.
SAMANTHA. – Ni hablar. No hay salvación. Sólo me tengo a mí, y eso es una suerte,
porque sólo había una persona aparte de mi hermano capaz de animarme... yo misma. Así
que me tengo a mí. Y me he curado imaginando esto. Pero tú te mataste, amigo. Quizás
sea mejor así. Así te puedo imaginar. Algún día, quizás. Algún día... bueno, puedo tener
mínimo un beso. Tal vez él esté ahí. Mejor regreso a la fiesta
EL ACTOR – Me hubieras salvado, Samantha

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