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Cordobazo: cuando obreros y estudiantes hicieron historia

El 29 de mayo de 1969, la clase obrera, los estudiantes y el pueblo pobre de Córdoba llevaron a cabo una semi-
insurrección obrera y popular que hirió de muerte a la dictadura de Juan Carlos Onganía y puso en vilo a la sociedad
burguesa. Ese día, en que la clase obrera se alzó como caudillo del pueblo oprimido, se abrió un proceso
revolucionario que solo podrá ser cerrado con el golpe genocida de 1976.

Facundo Aguirre
Martes 29 de mayo de 2018 | Edición del día

Liberales y oscurantistas

Onganía ponía fin al gobierno del radical Arturo Illia el 28 de junio de 1966 e iniciaba la llamada Revolución
Argentina. El golpe contó con el apoyo del establishment, la adhesión entusiasta de la CGT encabezada por el
peronista Augusto Timoteo Vandor (quien asistió a la asunción de Onganía luciendo por primera vez una corbata)
y hasta con el silencio cómplice de Perón, que desde el exilio, ordenaba “desensillar hasta que aclare”.

El nuevo gobierno fue una alianza entre el nacionalismo integrista y el liberalismo económico que hicieron de esta
dictadura una mezcla insoportable de represión social, oscurantismo intelectual y cultural y un plan de ajuste al
servicio del gran capital. Su Ministro de Economía Adalbert Krieger Vasena llevó a cabo un plan económico que
devaluó la moneda un 40%, congeló salarios por dos años, suspendió los convenios colectivos de trabajo, y dio lugar
a una Ley de Hidrocarburos, que permitía a las empresas privadas participar de la explotación petrolera y una ley
de alquileres a favor de la especulación inmobiliaria.

La unidad obrera-estudiantil

El Cordobazo fue precedido por una serie de movilizaciones estudiantiles y obreras cuyos puntos más altos son las
manifestaciones de los estudiantes en Corrientes donde cae asesinado Juan José Cabral, y en Rosario los jóvenes
Bello y Blanco lo que provoca el levantamiento obrero conocido como el primer Rosariazo.

El 29 de Mayo la ciudad amanece con un paro general convocado por la CGT, que en Córdoba se lleva a cabo por
36 horas y mediante una movilización hacia el centro de la ciudad. La eliminación del sábado inglés incentiva la
oposición obrera. La movilización estuvo claramente encabezada por las columnas de los sindicatos (SMATA, Luz y
Fuerza, UOM, UTA) que avanzan hacia el centro de la ciudad. Se movilizan de 3.000 a 4.000 obreros de IKA a la que
se suman 1.000 metalúrgicos. También marchan los obreros de combativas fábricas como Perdriel, ILASA, y Perkins,
así como de IME y la Fiat (aunque no organizados) también participaron. En el caso de Luz y Fuerza la columna había
reunido a 1.000 trabajadores mientras que los empleados públicos, bancarios, judiciales, municipales y de comercio
también fueron de la partida.

Junto a los obreros industriales, la otra fuerza social movilizada en importancia es la de los estudiantes universitarios
que resisten en el Barrio Clínicas. La unidad obrera estudiantil fue una de las claves de la jornada y un signo de la
época.

Lucha de calles

La dictadura intentó frenar el avance de las columnas y la represión provocó la muerte del joven obrero Máximo
Mena que integraba la columna de la planta Santa Isabel de la firma IKA. La noticia corrió como reguero de pólvora

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y la ciudad fue ocupada por los obreros y estudiantes que derrotaron a la policía y ocuparon 150 manzanas
alrededor del centro, que en una verdadera escena de batallas callejeras y guerra de guerrillas urbana se cubrieron
de barricadas, comenzando a coordinarse entre sí para frenar la represión.

Para retomar el control, la dictadura debió apelar al Ejército que por la noche del 29 y la madrugada del 30 se
enfrentó a nidos de francotiradores que cubrían el repliegue de los manifestantes.

El gral. Elidoro Sánchez Lahoz, del III Cuerpo del Ejército, uno de los encargados de la represión del levantamiento,
dejó una imagen patente de la situación de enfrentamiento: “Me pareció ser el jefe de un ejército británico durante
las invasiones inglesas. La gente tiraba de todo desde sus balcones y azoteas”.

Acción histórica independiente de las masas

El Cordobazo fue lo que los marxistas denominamos una acción histórica independiente de las masas. La clase
obrera acaudilló a los estudiantes y el pueblo pobre, transformando el paro general en una huelga general, política
que exigía el fin de la dictadura y, yendo más allá de la voluntad de los dirigentes sindicales, se transforma en una
semi-insurrección.

El movimiento ocupó la ciudad y derrotó a las fuerzas policiales pero fue insuficiente para frenar al Ejército que
obliga a la retirada hacia los barrios. Los obreros y estudiantes carecieron de armamento popular y de
organizaciones capaces de plasmar la unidad combatiente en las calles. No contaron a su frente con un partido
revolucionario de clase que fijara el objetivo de derrotar al Ejército y la dictadura.

El Cordobazo fue un golpe para Perón y la burocracia sindical vandorista que desmovilizaban a los trabajadores para
negociar con el régimen proscriptivo. Marcó un salto en la conciencia de vastos sectores obreros y juveniles que
indicaba el surgimiento de una vanguardia militante que se planteaba la superación de la dirección política de los
trabajadores argentinos, el peronismo.

La consigna de los manifestantes cordobeses: “Luche, luche, luche, no deje de luchar por un gobierno obrero,
obrero y popular” expresaba una declaración de objetivos propia. El Cordobazo abonó el terreno para el
surgimiento del clasismo, de Agustín Tosco como figura y explica el auge de las guerrillas de Montoneros y ERP que
hasta entonces eran marginales en la política nacional. Estas dos últimas fuerzas trabajaron contra la perspectiva
de la insurrección construyendo sus ejércitos particulares que llevaban a cabo una guerra de aparatos ajena a las
masas contra el Estado burgués. En el caso de Montoneros se suma su subordinación a Perón y la política de desviar
el proceso mediante la conciliación de clase. Tosco por su parte se negó a luchar contra la política de desvío del
peronismo y opuso al clasismo el sindicalismo de liberación que predicaba un frente común con una supuesta
burguesía antiimperialista.

El Cordobazo abrió un proceso revolucionario cuyo principal protagonista fue la clase obrera y que obligó a los
militares y la burguesía poner fin a la proscripción del peronismo para desviar ese ascenso (reflotando su discurso
de armonía entre las clases) y debiendo apelar a las bandas de las Tres A y el terrorismo de Estado para aniquilar a
una generación que se planteó la lucha contra el imperialismo y el capitalismo.

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El Cordobazo abrió una nueva etapa, pero no cayó del cielo
Hace 49 años el Cordobazo expresó la experiencia de lucha acumulada por el movimiento obrero y de masas desde
1955 que fue un factor actuante en la crisis burguesa que recorrió aquellos años.

Alicia Rojo
Historiadora UBA
Martes 29 de mayo de 2018 | Edición del día

El golpe de Estado de 1955 que derrocó al gobierno de Perón se propuso abrir el camino a la penetración abierta
del imperialismo norteamericano en el país tal como venía sucediendo en el resto de América Latina.

La entrada de capitales imperialistas exigía la eliminación de las conquistas obtenidas por los trabajadores en la
época peronista que ponían un límite al aumento de esa explotación, avanzar en la “racionalización de la
producción” y enfrentar a las organizaciones que imponían estos límites a nivel de las fábricas, las comisiones
internas y los cuerpos de delegados. Esta ofensiva dio origen a la Resistencia de la clase obrera (1).

Cuando la resistencia se transformó en ofensiva en 1969 la lucha obrera y popular dio un salto cualitativo y se abrió
una nueva etapa en el país.

La ofensiva imperialista y la crisis burguesa


Desde 1955, los distintos gobiernos debieron ensayar diversas formas para lograr su estabilización, lidiando con la
resistencia obrera, con el peso del peronismo en la vida política nacional y con las contradicciones que generaba el
impacto de la ofensiva imperialista sobre las clases dominantes nativas.

La influencia del capital imperialista se hizo predominante en la economía, pero ese predominio no se tradujo en
hegemonía entre las fracciones burguesas dominantes ni mucho menos en el conjunto de la sociedad, entrando en
contradicción con sectores de una burguesía nacional que, si bien estaba dispuesta a negociar los grados de
sometimiento al imperialismo, se resistía a abandonar por completo sus posiciones. Estos elementos dieron forma
a una crisis de hegemonía burguesa que se manifestó en las dificultades para consolidar un régimen de dominio
estable y la permanencia de la “crisis orgánica” que recorrió la etapa(2).

Asentado sobre la proscripción del peronismo como dirección política de las masas trabajadoras y en la represión
del conflicto obrero, el régimen debió basar su estabilidad en el rol de las Fuerzas Armadas, que intervinieron en la
vida política nacional como “árbitro” garante del dominio burgués, asumiendo el rol de “partido militar”
expresando, en un contexto de crisis del sistema tradicional de partidos, los intereses de los sectores concentrados
de la economía. Así, a los ensayos de “retorno a la Constitución” bajo la custodia de las Fuerzas Armadas le siguió
la intervención abierta del partido militar en la forma de golpes de Estado.

En última instancia, el país vivía en estos años una crisis proveniente de la ofensiva del imperialismo que obligaba
a redefinir las relaciones de fuerzas establecidas, crisis que solo fue resuelta de forma más duradera con una nueva
dictadura que, a partir de 1976, infringió una derrota contundente a la clase obrera y a los sectores populares.
Antes, las masas protagonizarán el ensayo revolucionario más importante de su historia.

El “Onganiato”: intento de resolver la crisis burguesa, ofensiva contra los


trabajadores y los sectores populares
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El golpe militar encabezado por el general Juan Carlos Onganía intentó resolver la crisis orgánica a través de un
gobierno bonapartista(3), basado en el partido militar como garante del dominio burgués para lograr una salida a
la crisis nacional apoyándose en los sectores del capital más concentrados y para superar por esta vía la crisis
burguesa. Frente a la clase obrera, la dictadura de Onganía se proponía completar los objetivos que los anteriores
gobiernos no habían alcanzado.

Entre las primeras medidas estuvieron las destinadas a “eficientizar” el funcionamiento del Estado y para esto se
buscó disminuir el personal público y racionalizar la administración estatal. Otras disposiciones también estuvieron
destinadas a favorecer a los sectores más concentrados como la disminución de la protección aduanera, las
transferencias de tierras públicas a manos privadas, el aumento de las tarifas de electricidad y la privatización de
emisoras radiales y televisivas.

La aplicación de la política de racionalización de la administración pública comenzó por afectar a los trabajadores
azucareros de Tucumán dando lugar a una intensa lucha que no logró frenar el ataque. También sobre los portuarios
impactó la política racionalizadora del Gobierno que fue respondida con un paro de alcance nacional y la activa
organización de los trabajadores. Los ferrocarriles fueron otro blanco del ataque pero las direcciones de La
Fraternidad y la Unión Ferroviaria terminaron acordando su participación en la gestión de las reformas, y la
intervención militar impuso parcialmente la racionalización del sector.

En marzo de 1967 asumió Adalbert Krieger Vasena como ministro de Economía, un representante genuino del
capital monopolista internacional, especialmente del imperialismo norteamericano. La política económica del
Gobierno, de conjunto, implicó una redistribución de ingresos desde los trabajadores, los sectores medios y los
sectores más nacionales de la burguesía a favor de los sectores más concentrados y ligados al capital extranjero(4).
Se llevó adelante una amplia integración con empresas transnacionales, que fueron llamadas a colaborar en la
“modernización del país” mediante el aporte de capital y tecnología, en tanto el Estado emprendía inversiones
destinadas a mejorar la infraestructura energética y vial, se renovaron los contratos con las firmas petroleras
extranjeras y se renegoció un crédito con el Fondo Monetario Internacional.

Por su parte, la burocracia sindical, manteniendo su actitud conciliadora con el Gobierno, intentó presionar las
negociaciones a través de esporádicas protestas y la convocatoria a un paro general el 14 de diciembre de 1966 y
a un Plan de Acción a comienzos de 1967. El Gobierno respondió reforzando la represión en el marco del Consejo
Nacional de Seguridad. El Consejo Directivo de la CGT decidió concluir con la protesta, mientras algunos de sus
miembros renunciaban.

La burocracia sindical vandorista enfrentó una severa crisis, sin poder presentarse como una fuerza capaz de
conservar conquistas económicas y sociales básicas, pese a su política conciliadora y la utilización de su táctica
sindical de presión y negociación, que chocaba con la política represiva y no negociadora del Gobierno.
Tras saludar el golpe de Onganía y ofrecer todas las vías para una negociación, los dirigentes sindicales se
encontraron en la disyuntiva de contener el descontento obrero ante la intransigencia del gobierno, evitando
profundizar la crisis de credibilidad que comenzaban a sufrir mientras se desataba el ataque gubernamental. La
cúpula sindical comenzó a resquebrajarse(5).

En este contexto de represión estatal, intentos de negociación y crisis de la burocracia, las acciones de los
trabajadores se dieron en forma localizada, restringidas al ámbito de las unidades de trabajo y con escasa duración.
Durante el año 1968 varios conflictos tuvieron relevancia, entre ellos los que se desarrollaron en YPF, en la gráfica
Fabril Financiera y los que se produjeron en la industria automotriz(6).

Estas luchas son antecedentes inmediatos del Cordobazo, y aun a la defensiva y muchas de ellas derrotadas,
constituyen parte de la experiencia acumulada por el movimiento obrero.

El movimiento estudiantil hacia el Cordobazo


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El ataque de la dictadura contra los trabajadores se dirigió también a sectores de las clases medias; el plan
económico del Gobierno impactó en el deterioro del poder adquisitivo y, en perspectiva, de las condiciones de vida
de amplios sectores. Esta embestida provocó un fenómeno clave para comprender el ascenso obrero popular de
1969: el corrimiento a izquierda de importantes sectores de las clases medias.

A la ofensiva contra la autonomía universitaria(7) se agregaban las medidas “limitacionistas” que atentaban contra
una serie de conquistas del movimiento estudiantil. Por ejemplo, en La Plata los estudiantes se movilizaron contra
la reducción de los servicios sociales que brindaba la Universidad.

Así, a partir de reivindicaciones de carácter tanto corporativo como político, el movimiento estudiantil comenzó a
desarrollar acciones con un alto nivel de radicalidad y combatividad, en un enfrentamiento con la dictadura que
adquirió de manera paulatina un carácter frontal, articulado alrededor de la defensa de la autonomía y el gobierno
tripartito universitario, la lucha por un mayor presupuesto y en contra de la represión y avanzando hacia la
incorporación de reivindicaciones de tipo social que lo irán acercando al movimiento obrero como se expresará
abiertamente a partir del año 1969.

Un amplio espectro opositor se estaba forjando contra el Onganiato abriendo la crisis del plan económico del
Gobierno, empujando a la pérdida del apoyo de amplios sectores medios al régimen.

En marzo de 1969 se dieron movilizaciones estudiantiles en Rosario y Tucumán. En la provincia de Córdoba también
se dieron luchas en distintos gremios: una marcha de protesta en varios centros vecinales por el aumento del costo
de la vida contó con el apoyo del SMATA, Luz y Fuerza y Obras Sanitarias; a mediados de marzo los metalúrgicos
locales realizaron un paro por la cuestión de las quitas zonales y en abril se movilizaron los maestros. Del 11 al 16
de mayo se desarrollaron una serie de movilizaciones en la ciudad de Corrientes. En Rosario se dieron
multitudinarias manifestaciones de repudio entre el estudiantado y comenzaron a sumarse algunos obreros
jóvenes: el 18, fue asesinado el estudiante Adolfo Bello.

Estas luchas estudiantiles fueron la antesala de las que llevarán adelante los trabajadores y que desencadenarán el
Cordobazo. Aún hacía falta que el movimiento obrero se dispusiera a confluir ampliamente con estos sectores
medios y estudiantiles que comenzaban a radicalizarse, lo que no sucedió durante la Resistencia. Es esto lo que
ocurrirá a partir del mayo cordobés.

Notas:
1. Estos temas son extensamente desarrollados en el último capítulo de Cien años de historia obrera, de los orígenes
a la Resistencia, 1870-1969, Ediciones IPS, 2016.
2. Ver para una definición de esta categoría en este contexto, Ruth Werner y Facundo Aguirre, Insurgencia obrera
en la Argentina, 1969-1976. Clasismo, coordinadoras interfabriles y estrategias de la izquierda, Ediciones IPS.
3. Ver Cien años…
4. La penetración del capital financiero gozará de un impulso notable. En estos años el Grupo Morgan, por ejemplo,
con su The National City of New York se quedará con el Banco Argentino del Atlántico, el Banco de Bahía Blanca y
el Banco Francés del Río de la Plata. García Lupo, op.cit., p. 74.
5. Ver el análisis del vandorismo y su ruptura, con el surgimiento de la CGT de los Argentinos en Cien años…
6. Idem.
7. Idem.

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Cordobazo: revolución y contrarrevolución en Córdoba
Como todo hecho histórico donde las masas participan activamente, el Mayo cordobés implicó un quiebre del
devenir político. Aquí se debate contra los intentos de mistificarlo.

Eduardo Castilla
Lunes 29 de mayo de 2017 | 11:39
“Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y como verdaderamente ha sido». Significa
adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe
fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El
peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo:
prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo
conformismo que está a punto de subyugarla. Walter Benjamin.

Como todo hecho histórico donde las masas participan activamente, el Cordobazo implicó un quiebre del devenir
político y social. Esas grandes acciones son escenarios de irrupción del pueblo trabajador que vienen a alterar el
curso de los acontecimientos y poner la historia fuera de los gabinetes, los congresos y las sedes partidarias. Poner
la historia en las calles, las plazas, los barrios, las fábricas y las universidades.

Desde ese punto de vista, el Cordobazo cambió significativamente el panorama político nacional de los años 60 y
70, pero además implicó profundas modificaciones en la conciencia de los explotados. Desde ese punto de vista,
tuvo el carácter de hecho fundante de una tradición en el movimiento obrero y la juventud.

Al mismo tiempo, precisamente por su significación histórica, el Cordobazo se convierte en “terreno en disputa” en
cuanto a los sentidos comunes que genera o se pueden intentar generar a partir del mismo. ¿Punto de cierre o
punto de apertura de un periodo histórico? ¿Espontaneidad u organización? ¿Revolución o lucha contra la
dictadura? Tal vez los puntos centrales de muchos debates que se han abierto en la historia. A riesgo de incurrir en
repeticiones volvemos sobre algunos de esos nudos para dar nuestra visión.

Porque si la “herencia de todas las generaciones muertas acosa la mente de las vivas como una pesadilla” la
herencia del Cordobazo acosa la mentes de las generaciones vivas y una parte de éstas buscar escaparle a muchas
de las verdades forjadas al calor de las barricadas, en las calles de aquel mayo violento de hace 48 años. Así se
constituyen mitos o, para usar un término en boga, “relatos” que buscan relegitimar el presente a partir de una
reconstrucción del pasado en términos “inofensivos”. Las viejas tradiciones son incorporadas, pero dejando de
lados las aristas filosas que puedan tener implicancias reales en el presente. Dichos “relatos” tienen una clara
funcionalidad político-ideológica que apunta a sostener y legitimar el statu quo existente.

“Relato I”: el espontaneísmo no existió


Mucho se ha debatido sobre este punto. Y no es casual ya que este “relato” tiene por función justificar la
continuidad de la burocracia sindical actual así como limitar la compresión del verdadero proceso que se operaba
en las masas obreras del período del Cordobazo. En esta versión de la historia, los protagonistas son los “dirigentes”
que “organizaron” esa gran batalla en las calles. Los trabajadores cumplen su papel “encolumnados” dentro de las
organizaciones obreras. Sostener la espontaneidad de la acción de masas es atacar a las organizaciones sindicales.
Tal vez el paradigma de esta visión sea este libro donde se pretende abordar la historia “sin mitos”. Pero no ha sido
el único. Cuando se cumplieron 40 años del Cordobazo, una andanada de textos escritos por representantes e
ideólogos de la burocracia sindical defendió esta idea con el objetivo de cubrir de (falsa) gloria a las direcciones
sindicales.
Uno de ellos, fue Lucio Garzón Maceda que, en el libro La CGT Córdoba de La Falda al Cordobazo, señala “siempre
en toda contienda hay algo espontáneo, siempre está la creación individual. Pero debo decirle que hasta las dos de

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la tarde, todo se desarrollaba como estaba previsto. El paro activo, el encolumnamiento masivo y su distribución
geográfica, los actos de distracción policial, el combate callejero”.

Esta visión de la ejemplar organización que garantizaron los sindicatos, sin embargo, tiene su “pequeño” talón de
Aquiles. “Lo único que no fue previsto fue la derrota de la policía; nunca esperamos que la policía se replegara y
retirase por falta de gases y por temor. Son imponderables que juegan para uno u otro contendiente (…) es ahí
cuando los trabajadores se sienten dueños. Se desparraman, al no tener a nadie que los contenga, libremente por
toda la ciudad y realizan atentados a sitios representativos del imaginario y conforme la creatividad popular”[1]
El “imponderable” en cuestión constituye un aspecto esencial del Cordobazo: la derrota de las fuerzas policiales y
la toma de la ciudad por los trabajadores, la juventud y el pueblo. Sin tomar en cuenta este “detalle” casi no se
puede hablar de Cordobazo. Garzón Maceda no se pregunta cómo se explica la derrota de la Policía.

Precisamente esto viene a mostrar que no todo estaba organizado y que la espontaneidad jugó un papel central,
superando los planes originales de los dirigentes y siendo protagonista de la derrota de las fuerzas policiales.

Al respecto, el historiador James Brennan señalará que “a pesar de los intensos esfuerzos de Tosco por restaurar la
disciplina. Esto se manifiesta imposible (…) el dirigente lucifuercista, por ejemplo, no había estado involucrado en
los incendios de la avenida Colón ni se lo había consultado sobre la decisión de quemar el Club de oficiales”[2]

Este libro además muestra el verdadero papel que jugaron muchos dirigentes en esas horas de combate. Eso viene
a tirar por tierra el argumento de la "organización" del Cordobazo. Señala Brennan que “el espectáculo era tan
impactante que hizo que muchos de los organizadores obreros comenzara a amilanarse, temiendo que la protesta
hubiera llegado demasiado lejos. La dirigencia de la UOM se retiró a su sede central en la más segura zona este de
la ciudad y dejó de participar por completo del levantamiento. Juan Carlos Toledo, un periodista que cubría los
acontecimientos para un diario local, Los Principios, visitó la sede de la CGT donde habían buscado refugio Correa
y otros dirigentes gremiales. Encontró allí trabajadores asustados y dirigentes aturdidos, una visión que contrastaba
con el desafío y la ira que había advertido en los rostros de los obreros de las columnas del SMATA (…) Torres había
estado en su sede sindical desde las primeras horas de la tarde y pasado de la euforia y la petulancia y de ésta al
abatimiento. Desde el comienzo de los incendios en la Avenida Colón se había hundido en un sombrío malhumor y
cortado temporariamente las comunicaciones con Tosco, apartándose durante un período de varias horas de la
participación directa en el levantamiento”[3]

Constituye una verdad de Perogrullo afirmar que si los sindicatos no convocaban al paro y la movilización, no se
producían los enfrentamientos que abrieron paso a la semi-insurrección que constituye el Cordobazo. Pero en
Córdoba se convocaron más de 20 paros generales a lo largo de este período y tan sólo dos terminaron con una
semi-insurrección de masas. El argumento de que estaba “todo previsto” no constituye más que un intento de
presentar a dirigentes al frente de las masas combatientes, cuando la enorme mayoría de ellos estuvieron en la
retaguardia.

Por eso es más preciso hablar de momentos o episodios al interior de las jornadas que constituyen el Cordobazo. El
episodio de la huelga general con movilización abre el camino para el enfrentamiento a las fuerzas represivas. El
asesinato de Máximo Mena es un detonante de ese cambio en la situación como muy bien lo describe el compañero
Orzaocoa en la entrevista que se podrá ver aquí.

Precisamente, esos elementos de espontaneidad que escapan claramente al control de las organizaciones
sindicales, constituyen un aspecto esencial del período porque son un termómetro de la fuerza social obrera. La
batalla en las calles contra la Policía y el desborde del control de las organizaciones sindicales son elementos
de autonomía obrera que tenderán a desarrollarse abiertamente en el siguiente período. En ese sentido, el
Cordobazo abre un proceso de agudización de la lucha de clases con crecientes elementos de guerra civil. Esto nos
lleva directamente al “relato II”.

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“Relato II”: el Cordobazo sólo fue posible por la existencia de la dictadura.
Esta tesis o idea ha sido sostenida por todos aquellos que consideran que lo particular del Cordobazo hay que
buscarlo en la unidad del conjunto del pueblo contra la dictadura de la llamada Revolución Argentina, lo cual viene
a abonar la “teoría” de que las duras luchas posteriores al retorno de la democracia en 1973 y el regreso de Perón,
habrían constituido “excesos” por fuera de ese objetivo.

En este catálogo entran tanto las acciones de las organizaciones guerrilleras como los grandes combates dados por
la clase trabajadora, como el Villazo y la huelga general contra el Plan Rodrigo. Pero además, en el estante de los
que “no vieron” que se luchaba sólo por la democracia se coloca también a los sindicatos clasistas como Sitrac-
Sitram, “culpables” de haber expresado un programa socialista y haber denunciado a la burocracia sindical
peronista.

No cabe duda que ese elemento de unidad contra Onganía existió. Aquí hemos señalado que “el ataque de la
dictadura contra el movimiento de masas, sectores de la burguesía y pequeña burguesía, la proscripción del
peronismo, la persecución y encarcelamiento de militantes obreros, estudiantiles y populares, eran factores que
unificaban” al conjunto de las clases contra la dictadura militar.

A principios de 1973, en la revista Pasado y Presente, Juan Carlos Portantiero lo ilustraba mejor: “Los reclamos del
capital mediano y pequeño y de la burguesía agraria; las explosiones regionales que abarcaban zonas de desigual
desarrollo económico, político y social, la situación de exasperación que desbordaba, en los hechos, los intentos
conciliadores de la burocracia sindical y el descontento generalizado de la pequeña burguesía expropiada
políticamente y sometida a una creciente pauperización, crearon una acumulación de fuerzas opositoras al
proyecto monopolista tan poderosa, abrieron una crisis social tan honda, que precipitó la fractura del monolitismo
militar”.

Esta fractura era el resultado del intento de superar el empate hegemónico que expresaba una situación en la cual
el gran capital extranjero era predominante en la estructura social y económica, pero no podía imponer claramente
sus designios en el terreno político y social. Una expresión de esa impotencia era gobernar a través de la dictadura
de la llamada Revolución Argentina y no a través de mecanismos consensuales.

Si bien el Cordobazo surge en esta situación, la perspectiva del proceso que se abre, la trasciende ampliamente. En
ese marco es preciso distinguir las dinámicas de las distintas clases sociales que “concurren” en la acción del Mayo
cordobés. Al respecto podría aplicarse esta definición de Lenin acerca de la revolución rusa de 1905: “El medio
principal de esa transición fue la huelga de masas. La peculiaridad de la revolución rusa consiste precisamente en
que, por su contenido social, fue una revolución democrático-burguesa mientras que, por sus medios de lucha, fue
una revolución proletaria”[4]

Salvando las distancias, (que toda analogía tiene por principio) los medios de lucha que se abren claramente con el
Cordobazo y se extienden a lo largo de los años 70 hasta el golpe genocida, son métodos claramente proletarios: la
huelga y la movilización, las toma de fábricas con rehenes, los piquetes para garantizar las medidas de lucha, las
asambleas como forma de organización que le imprime un carácter democrático a toda acción obrera. Esos medios
de lucha le dan claramente una tónica proletaria al proceso. A su lado, el movimiento estudiantil, constituye un
actor central de esa alianza política y social que golpea en distintos momentos del período.

Pero el conjunto de las clases sociales no sigue claramente un camino revolucionario. Las fracciones capitalistas
ligadas al mercado interno, intentan forzar una transición hacia un gobierno menos abiertamente favorable a los
monopolios. Como señala Brennan, ya hacia el final del periodo de Lanusse y con el retorno de Perón, los
empresarios nacionales, agrupados en la CGE se volcarán a pedir la protección del estado y se volverán garantes
del orden. De ahí la participación directa de Gelbard en el gobierno nacional. Señala el autor que "luego de la cuasi-
desaparición bajo el gobierno de Onganía, los industriales que conformaban la CGE, la “burguesía nacional” tan
frecuentemente ensalzada por los peronistas, habían vuelto a ascender a una situación de influencia y poder
considerables a comienzos de los años setenta (…) habían sido los principales promotores de la ley 19.135 sobre la
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industria automotriz, promulgada por Lanusse en 1971. Estaban decididos a impulsar aún más una legislación
nacionalista para el sector automotor bajo el régimen peronista”.[5]

Si bien en el período abierto por el Cordobazo se entroncan claramente las demandas democráticas (contra la
dictadura) con demandas sociales, estás últimas van a desarrollarse y empezar a cuestionar, progresivamente, la
dominación capitalista en Argentina. Ahí se expresa la tendencia a la emergencia autónoma de la clase trabajadora.
Tendencia, alimentada por la comprobación de la gigantesca fuerza social expresada en las calles de la Docta.
Tabular al Cordobazo como “rebelión contra la dictadura” tiene el objetivo de segmentar el proceso social que se
abre. Allí la clase obrera profundiza su insubordinación mientras los capitalistas locales tienden, progresivamente,
a volcarse al “orden”.

En ese sentido, se puede hablar de la emergencia de elementos de una nueva hegemonía a partir de la acción en
las calles. Hegemonía que tenía por sujeto al proletariado. Pero esto proceso no alcanzó a trascender al plano
político. En esto cumplió un rol esencial la dirección burocrática del movimiento obrero y el peronismo en su
conjunto.

Así, el “relato II” busca, por un lado, quitarle filo revolucionario a la clase obrera y su accionar, diluyéndola dentro
del marco del “pueblo”. Por otro, apunta a legitimar la democracia y el tercer gobierno peronista con el objetivo de
sostener la imposibilidad actual de que una acción de ese tipo vuelva a repetirse.

Del Cordobazo al Navarrazo


Pero la dinámica del proceso revolucionario abierta en mayo del 69, sólo se clausura casi 7 años después con un
golpe genocida que empezó militarizando 200 empresas, luego de haber pasado por mecanismos como las 3A o el
Comando Libertadores de América. Incluso el mismo Navarrazo fue impotente para frenar la movilización
revolucionaria de la clase obrera cordobesa a pensar de haberle impuesto una derrota a su vanguardia, como
hemos señalado aquí.

Pero el mismo Navarrazo, que pasó también a la historia como el Contra-Cordobazo, constituye la confirmación de
que el período abierto por el Cordobazo no puede reducirse a la pelea por la vuelta de la democracia. La clase
capitalista argentina y el peronismo en el poder fueron los artífices de un golpe dado con el objetivo de imponer
una derrota estratégica a los sectores avanzados del movimiento obrero. Precisamente por ello, presentó un alto
nivel de preparación tanto en el terreno militar como en el terreno político.

Pablo Bonavena hace un relato bastante detallado del levantamiento policial en la página 224 de este libro. Allí
pueden verse elementos centrales del golpe: la toma de la sede de gobierno, el copamiento de los medios de
comunicación y su utilización para legitimar el golpe, la utilización de la ideología peronista en sus aspectos más
reaccionarios y macartistas con la reivindicación del “peronismo auténtico” como punto de apoyo en las ilusiones
de sectores de masas que todavía confiaban en Perón. La derecha del peronismo había venido preparando el golpe
durante meses. Se trataba de derrotar el proceso de masas abierto desde el Cordobazo y restaurar el orden
burgués.

En Córdoba se instauró un régimen de persecución y ataques abiertos contra las organizaciones obreras
combativas. Se intervinieron Luz y Fuerza y el SMATA, estallaron bombas y grupos parapoliciales atacaron los locales
de esos sindicatos. Además fueron asesinados por la Triple A, el Cuqui Curuchet (abogado de Sitrac-Sitram) y Atilio
López. Empezó asimismo a actuar el Comando Libertadores de América provocando secuestros y desapariciones,
adelantando los métodos de la dictadura del 76. En resumidas cuentas, se instauró un régimen de características
fascistas que tuvo por objetivo, liquidar a la clase obrera como sujeto autónomo.

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Del análisis de este periodo es posible desprender una conclusión clara. La acción del Cordobazo trascendió
ampliamente el cuestionamiento a la dictadura de Onganía, enfrentó al gobierno peronista, elegido en el año 73 y
sólo pudo ser derrotado bajo el Proceso abierto en el 76.

En este nuevo aniversario del Cordobazo, las lecciones estratégicas del periodo abierto con aquella gran acción de
masas, sirven para preparar las futuras batallas de una lucha de clases que se hace cada vez más nítida. En Córdoba,
como hemos escrito aquí, el régimen político intenta montar un freno preventivo a la emergencia de la clase obrera,
pero lo hace no sin algunas contradicciones. Incluso, en ese objetivo, recurre a las burlas hacia la misma historia,
como se puede ver en este plenario de burócratas sindicales intentando recuperar algo de imagen.

Pero como escribió León Trotsky, “las leyes de la historia son más fuertes que cualquier aparato burocrático”. Tarde
o temprano, la clase obrera cordobesa retomará las leyes de la historia en sus manos. Para ser un factor actuante
en esos momentos nos preparamos.

[1] La CGT Córdoba de la Falda al Cordobazo. Edición UOGC. Córdoba. 2009. Pág. 99-100
[2] El Cordobazo. Las guerras obreras en Córdoba. Sudamericana.1996. Pág. 197. Recordemos que los incendios en
la Avenida Colón son hechos emblemáticos de la jornada.
[3] Ídem. Pág. 198
[4] Informe sobre la revolución de 1905. Lenin. Ed. Anteo. Pág. 21-22.
[5] El Cordobazo. Pág. 353-354.

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Cuando el escarmiento tronó sobre Córdoba: a 45 años
del Navarrazo
EL 28 de febrero de 1974, un golpe policial avalado por Juan Domingo Perón, derrocó al gobierno de Ricardo
Obregón Cano y Atilio López. El gran empresariado y la derecha peronista buscaban apagar las llamas de aquella
Córdoba caliente que emergió tras el Cordobazo.

Eduardo Castilla
Miércoles 27 de febrero | 23:58

El 28 de febrero de 1974, el jefe de Policía de la provincia de Córdoba, Antonio Navarro, depuso al gobernador
Obregón Cano y a su vice Atilio López (1), imponiendo de hecho un estado de sitio garantizado por la policía y
grupos armados civiles, comandados por la Juventud Sindical Peronista y la Alianza Libertadora Nacionalista.

El golpe constituyó un movimiento ofensivo de la derecha peronista para imponer un nuevo orden en la provincia.
Justificado bajo la llamada “depuración ideológica” dentro del peronismo, el objetivo central de la acción era
imponer un régimen de mayor dureza en una provincia signada por la radicalización de amplias capas de la clase
trabajadora y la juventud.

El apellido de su autor le dio trascendencia y el golpe entró en la historia nacional como Navarrazo.

Perón en el poder
Con el retorno de Perón al país se pondrá en marcha una ofensiva destinada a derrotar a la vanguardia obrera y
popular que se había desarrollado en el país desde el Cordobazo en adelante. El ascenso revolucionario nacido en
el Mayo cordobés había moldeado la conciencia de cientos de miles de trabajadores, jóvenes y mujeres que
empezaban a apuntar su mirada en una perspectiva que cuestionara el sistema capitalista.

Precisamente, el fin del prolongado exilio del viejo líder es inseparable de esa cuestión. Perón volvía a la Argentina
a imponer una normalización de la situación política en clave de los intereses del gran capital.

En ese marco, uno de los objetivos de la nueva gestión será debilitar y derrotar a los sectores ligados a la Tendencia
Revolucionaria. La izquierda peronista será blanco de los furiosos ataques del líder de su movimiento. Esa ofensiva
también incluirá una avanzada contra aquellos mandatarios provinciales que aparecían ligados o simpatizaban con
ese sector.

El 1º de febrero del 1974 la CGT de Santa Cruz denunciará “infiltraciones marxistas en el gobierno provincial”. Pocos
días después las 62 Organizaciones en Salta declaraban “personas no gratas al gobernador de la provincia (…) por
‘ser cabezas visibles del aparato mentado por el marxismo’” (2). La ofensiva se repetiría en San Luis y Mendoza.
Desde julio de 1973 el fantasma de la intervención federal sobrevolará Córdoba. La derecha peronista apuntará a
sembrar el caos, multiplicando los atentados a abogados ligados a las organizaciones sindicales, a los locales de los
gremios y a la misma sede de la CGT. Los medios serán inundados con declaraciones contra presuntos infiltrados
avalados por el gobierno de Obregón Cano y López.

Desde inicios de febrero, la preparación del golpe contará con el aval abierto de Perón. Las declaraciones del
presidente alentarán el cuestionamiento al gobierno provincial y darán aire a la derecha peronista. Tan solo una
semana antes del levantamiento de Navarro, el viejo líder dirá que “Córdoba es un foco de infección”.

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El golpe contará con una activa pata empresarial. La provocación correrá a cargo de las patronales del transporte,
agrupadas en la Fetap, quienes rechazarán pagar un aumento salarial establecido por el gobierno. A partir del 19
de febrero lanzarán lock-out abierto que incrementará el caos en la ciudad. La Voz del Interior informaba el 20 de
febrero que “de los aproximadamente 900 ómnibus que cubren sus recorridos habitualmente unos 350 habían
cesado de andar”.

En ese clima el jefe de policía Navarro es acusado públicamente de mantener “reuniones clandestinas para
conspirar contra la continuidad institucional de la provincia”. La acusación solo confirmaba la realidad. Desde
octubre del 73, la derecha peronista mantenía activa su agenda de encuentros preparando el golpe.

El levantamiento
El miércoles 27 de febrero el gobierno anuncia que Navarro es separado de la conducción de la Policía. Horas
después las fuerzas policiales se amotinan en el Cabildo. Ese día La Voz del Interior relatará que “la gente no podía
pasar hacia la Plaza San Martín. Todas las vías estaban cortadas. Policías con ropa de fajina y cascos de acero, lucían
armas largas impidiendo la circulación de peatones”.

Por la noche se toma la Casa de Gobierno, deteniendo a Obregón Cano, López y a otros funcionarios. Durante la
madrugada se llevarán a cabo ataques con bombas contra La Voz del Interior, la casa del gobernador y su ministro
de gobierno, entre otros. Grupos parapoliciales coparán las principales radios de la ciudad para transmitir en apoyo
a Navarro y realizarán razzias por la ciudad, deteniendo a delegados y activistas sindicales. El objetivo será impedir
la reacción obrera frente al golpe. Serán cientos los detenidos. El lugar de la patronal de Fetap quedará ilustrado
en las decenas de colectivos actuando como verdaderas barricadas en las calles, luego de la ausencia producto del
lock-out.

El golpe servirá de marco para una absurda “normalización” de la CGT, que dejaba fuera a algunos de los gremios
más importantes de la provincia, dirigidos por los sectores combativos. Para confirmar el aval de Perón a la
maniobra, se hará presente en la provincia el ministro de Trabajo Ricardo Otero, hombre del riñón de la burocracia
sindical. El congreso en cuestión aplaudirá el golpe y las 62 Organizaciones peronistas llamarán a un paro en apoyo
a la “valiente actitud” de las fuerzas policiales.

En las horas siguientes, el lugar de Obregón Cano y Atilio López será ocupado temporalmente por Mario Dante
Agodino, quien oficiaba de presidente de la Cámara de Diputados. A su ceremonia de “asunción” asistirán el titular
del Tribunal Superior de Justicia y el jefe del Tercer Cuerpo del Ejército, con asiento en Córdoba. Navarro también
estará allí y será considerado un suerte de héroe.

A partir del 3 de marzo entrará nuevamente en escena el gobierno nacional, impulsando un proyecto de
intervención de la provincia. De esta forma Perón legalizaba el golpe policial, reconociendo la crisis institucional
pero no el levantamiento de Navarro. El Congreso Nacional, tras el acuerdo entre el peronismo y el radicalismo,
dará curso a la norma. Duilio Brunello, hombre más que cercano a José López Rega se convertirá en el primer
interventor provincial.

A esta decisión del viejo líder se someterán Obregón Cano y Atilio López. Al presentar su renuncia, el gobernador
afirmará “la resistencia hubiera sido fácil ¿pero a costa de qué?”.

La afirmación no se condice con los hechos. La provincia que había protagonizado el Cordobazo había sido
intervenida prácticamente sin resistencia. La clase obrera más combativa -y una de las más poderosas- del país no
había mostrado su fuerza frente a la ofensiva de la derecha peronista.

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La sorpresa y la impotencia
El golpe impulsado por Perón se proponía establecer un mayor control sobre el conjunto del movimiento obrero y,
en particular, derrotar a sus sectores de vanguardia que tenían la dirección de gremios de un enorme peso social.
Allí había que contabilizar a Luz y Fuerza y SMATA, entre otros. La búsqueda de “imponer orden” en la provincia
mediterránea tenía entonces una enorme repercusión nacional (3).

La “recuperación” del poder estatal por parte de la derecha peronista sirvió como trinchera para esa pelea. Los
años siguientes mostrarían la dureza de las intervenciones. La más recordada sería la del brigadier Raúl Lacabanne,
marcada por un crecimiento exponencial del accionar de los grupos para-estatales como el Comando Libertadores
de América.

En ese marco, resulta limitado presentarlo solo como disputa de poder en el seno del peronismo, tal como intentó
mostrarlo la UCR en ese momento o como señalan algunos intelectuales que han trabajado el período (4).
Ante esta ofensiva, la respuesta del movimiento obrero combativo aparece completamente impotente. En una
entrevista, realizada a Tosco pocos días después del golpe, esto se hace manifiesto.

“Pregunta: ¿Y cómo es que no se ha producido ninguna reacción de tipo masivo?

Tosco: Se están haciendo actos relámpagos, algunas asambleas de fábrica, etc. (…), pero hay una relación de fuerzas
básica que está dada por el teniente coronel Navarro y su policía con las armas en la mano. Centenares de fascistas
armados y entrenados bajo la conducción de organismos policiales y parapoliciales”.

La ciudad del Cordobazo, el Viborazo y el clasismo se mostraba impotente frente al ataque coordinado del
empresariado, el gobierno nacional, la burocracia sindical y la derecha peronista local.

Entre las razones de esa impotencia se encuentra la política seguida por los sectores de la misma izquierda
peronista, que contaban un peso destacado en la provincia. Durante los meses que precedieron al golpe, Obregón
Cano y Atilio López buscaron permanentemente la negociación con la derecha peronista que alentaba el caos en la
provincia, limitando el desarrollo de la movilización obrera y popular. De conjunto, la política del tercer gobierno
de Perón tenía por objetivo contener y frenar el ascenso revolucionario en curso. En Córdoba, la gestión provincial
acompañaba esa premisa.

En ese marco las corrientes políticas de la Tendencia revolucionaria impulsaron una política de presión sobre el
gobierno de Obregón Cano y Atilio López, apostando a que fuera éste el que impulsara la movilización. Se trataba
de una perspectiva impotente, que también fue acompañada por parte del sindicalismo combativo, como el mismo
Tosco.

A 45 años de los hechos, una de sus lecciones principales reside en señalar claramente la responsabilidad de Perón.
El viejo líder político alentó abiertamente el golpe policial destinado a intentar derrotar a la vanguardia obrera y
popular que se oponía a su política.

Sin embargo, los dos años siguientes demostrarían que la clase obrera cordobesa no había sido derrotada
plenamente. Las jornadas de junio y julio de 1975, cuando la clase trabajadora enfrentó y derrotó el Plan Rodrigo,
la contaría como una de sus protagonistas.

Notas
1 En Córdoba, a diferencia de lo que ocurrió en el resto del país, se impuso una fórmula electoral provincial
referenciada con los sectores de la izquierda peronista. Obregón Cano contaba una carrera extensa en la política
cordobesa. Atilio López era el secretario general de la UTA, gremio de cierta tradición combativa que integraba la
corriente del Legalismo.

13
2 Los gobernadores de Salta, San Luis y Mendoza eran Miguel Ragone, Elías Adre y Martínez Baca. Todos habían
sido apoyados por el ala izquierda del peronismo, al igual que Obregón Cano. La Voz del Interior, 05/02/74 y
06/02/74.
3 Señala el historiador James Brennan “Perón sabía que el éxito de la campaña verticalista dependía de Córdoba.
El reestablecimiento de la autoridad de la CGT central era necesario tanto para controlar la expansión de la
militancia obrera a todo el país como para asegurar el éxito del Pacto Social (…) sólo Córdoba era capaz de
aprovechar la oposición de la clase obrera al programa y darle la forma de un movimiento de importancia
nacional”. El Cordobazo. Las guerras obreras en Córdoba 1955-1976.
4 Tal es la postura desarrollada por Alicia Servetto en el libro De la Córdoba combativa a la Córdoba militarizada,
donde señala que “la crisis provincial de marzo de 1974 debe leerse (…) fundamentalmente como resultado de las
contradicciones internas del peronismo (…) predominó la disputa por la ampliación de los espacios de poder entre
los distintos sectores y las instituciones del Estado fueron instaladas como arena de la lucha política”.

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Qué fue el Cordobazo y cuáles fueron sus consecuencias
Entrevista realizada al historiador Leonidas "Noni" Ceruti acerca de su visión del Cordobazo.
Lunes 29 de mayo de 2017 | 00:00

¿Qué fue el Cordobazo?

LC: Fue uno de los mayores avances de la lucha de la clase obrera y el pueblo en los años 60 y 70. Se reaccionó
contra la opresión política, económica y social.

No fue un alzamiento popular espontáneo, fue organizado por los sindicatos cordobeses, que contaron con el apoyo
de los universitarios, de una variedad de partidos políticos y del pueblo.

Se rompió la tradición del “paro matero”, fue una huelga con abandono de tareas y movilización, con
planteamientos económicos, políticos y gremiales. Se fue a trabajar y desde las grandes plantas industriales, las
columnas obreras, compactas, llenas de bronca, arrastraron a los obreros de las pequeñas fábricas.

Las barricadas se levantaron por toda la ciudad, el pueblo fue tomando uno a uno cada barrio, se enfrentó a las
fuerzas policiales, que se replegaron a sus cuarteles, dejando la ciudad en manos de los trabajadores y estudiantes.
Se ejerció el derecho a la autodefensa. Porque en esas jornadas, la clase obrera, respondió con sus métodos de
acción directa. Se recurrió a la movilización, los piquetes, las barricadas, y se conformaron grupos especiales de
defensa.

Desde 1966 hasta el Cordobazo, todo intento de resistencia a la dictadura, tenía que descontar la violencia de la
dictadura, a partir de ese 29 de mayo, se supo cómo hacer retroceder a las fuerzas que salieron a reprimir a los
trabajadores. Fueron jornadas de Solidaridad de clase, que se vio desde la convocatoria hasta la organización,
pasando a los momentos de compartir las barricadas, las asambleas espontáneas, etc.

Se demostró una vez más la importancia decisiva del protagonismo de los obreros industriales. La prolongada
movilización de otros asalariados, la persistencia y audacia de la lucha de los universitarios, no había logrado lo que
consiguieron los trabajadores cordobeses en dos días. El movimiento obrero industrial se hizo cargo de ese
liderazgo social y arrastró al pueblo todo a la lucha antidictatorial. Se retomó la vieja tradición, que cuando fueron
agredidos los trabajadores en todo el mundo han respondido tomando en sus propias manos, y organizando su
defensa.

La pregunta que se extendió de una fábrica a otra fue ¿la clase obrera en sus luchas debe ofrecer las dos mejillas o
debe defenderse de los brutales ataques de distinto tipo a los que nos hemos referido? Se llevó a la práctica lo que
se consideró un derecho que les permitió luchar. La autodefensa se planteó como disuasiva, defensiva, y sometida
a los trabajadores. Una de las enseñanzas fue que la autodefensa de los trabajadores no es, ni debe ser
independiente de la voluntad y decisión de los trabajadores, sino que debe ser debatida y aprobada por los propios
trabajadores. No deben ser en ningún momento grupos independientes de la clase ni operar por fuera de un
sistema democrático de control como son las asambleas. La autodefensa la deciden, la organizan y la llevan
adelante los trabajadores.

Además, las Asambleas obreras populares que se realizaron reuniendo en su seno a los obreros y a gran parte de
la población pobre de los barrios tomados y rodeados de barricadas, y en algunos lugares con la población
ejerciendo el poder de policía, por ejemplo, el de permitir la salida de los bomberos tomados para sofocar incendios,
controlar la entrada y salida de los barrios, también constituyeron una forma embrionaria de los órganos de poder,
con democracia directa abarcando ya a toda una ciudad, pero su insipiencia y en gran medida la ausencia de una
verdadera organización, no permitió la unificación de las asambleas barriales entre sí, a través de delegados electos,
en un consejo único de la ciudad.

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¿Qué consecuencias tuvo?

LC: Constituyó un punto decisivo en la evolución de la lucha de clases, porque puso de manifiesto el estado que
había alcanzado la radicalización de la conciencia política de importantes sectores del proletariado, de la pequeña
burguesía y el profundo rechazo antidictatorial existente, acumulado en varios años de deterioro económico-social
y de opresión política.

El país no volvió a ser el mismo, se incorporaron a la lucha cientos de jóvenes obreros y estudiantes. Estallaron
todas las instituciones. Se abrió un profundo debate, que se expresó abiertamente en toda la sociedad. El tema
central de la polémica, era como debía seguir la lucha contra la dictadura y para qué.

Las posturas fueron desde la recuperación de la democracia hasta que tipo de “revolución” o de transformaciones
que eran necesarias para la Argentina. En el movimiento obrero adoptó una forma más encubierta, más en grupos
que en asambleas masivas. Entre los universitarios nadie discutía que era necesario una revolución: lo que se
polemizaba era qué tipo de revolución y la forma de concretarla.

Algunas agrupaciones políticas, estrechamente relacionadas con el radicalismo popular (UCRP), o el Partido
Comunista (PC) y sectores del nacionalismo popular (Mura, MNR, MOR, AUN, FEN, etc.), se expresaban por la lucha
contra la dictadura, por su derrocamiento, por la resistencia a la misma y forma de reemplazarla. Los sectores de
la izquierda con raíz marxista, con mayores o menores variantes mantuvieron, en el proceso político posterior al
Cordobazo, la consigna “ni golpe, ni elección, revolución”, línea política que preconizaba el derrocamiento de la
dictadura o la lucha contra ella, en el camino de reemplazarla por un gobierno o un poder que realizara la revolución
de liberación social y nacional en “marcha hacia el socialismo”.

Las expresiones del peronismo en el movimiento estudiantil mantuvieron también lo esencial de su línea de unir a
los estudiantes con el llamado “peronismo revolucionario”, expresión real del movimiento obrero, según ellos, en
el camino de la liberación nacional y social. Pero, el debate abierto produjo profundas fisuras en la izquierda
tradicional o institucional, y determinó la aparición de grupos políticos, entre los cuales se contaban entre otros el
Socialismo Revolucionario (SR), Tendencia Comunista (TC), Espartaco, Orientación Socialista, El Obrero, Lucha
Socialista, Poder Obrero, Movimiento de Izquierda Revolucionaria, etc.

Todos ellos pasaron a impugnar en forma frontal la estrategia de una Revolución que presuponía la “tarea” de la
Liberación Nacional. Ese cuestionamiento abarcó lógicamente la caracterización del Estado, del país como
semicolonial, las alianzas de clase, el tipo de poder. Se pronunciaron contra la dictadura, los golpes y las salidas
electorales. De la consiga, “ni golpe, ni elección, revolución”, se pasó a la proclamada “ni golpe, ni elección,
revolución proletaria”, dando de esa manera una salida real fuera del sistema.

Un sector importante de la izquierda, pasó a definirse por la acción directa. Esto se vio favorecido, no solo por las
condiciones nacionales, sino además por un proceso dado en América Latina y el mundo. Producto de la propia
experiencia vivida en la Argentina (golpes, elecciones, proscripciones, etc.) y de la percepción de fenómenos como
la crisis del parlamentarismo a nivel mundial, de tristes experiencias como la del Partido Comunista Francés con su
traición en Mayo del 68 (producto de sus tesis de acceso al poder por vía pacífica y por mayoría parlamentaria),
producto de todo eso por un lado y su contrapartida por el otro, por ejemplo el triunfo de la revolución cubana por
la acción de las armas y el desarrollo de la lucha vietnamita, resultado de éstas y de múltiples experiencias más, el
conjunto de organizaciones políticas a que nos estamos refiriendo llegaron a varias conclusiones de las que
destacamos dos, muy relacionadas con su actitud frente a la lucha democrática:

*.-Que la vía de acceso al poder sólo puede ser armada. Había tesis que iban desde la guerra popular hasta “el acto
insurreccional” pasando por la guerra prolongada.

*.-La segunda conclusión, es que el parlamento es un engaño a las masas, que no puede constituir una vía de acceso
al poder y que por lo tanto no sirve para nada en cuanto a la lucha revolucionaria se refiere.

16
Por otra parte, algunos grupos que pasaron a proclamar la revolución socialista, definieron a la vez que la única
forma de acceso al poder era por la acción revolucionaria del proletariado, como una conclusión irrefutable, sobre
todo en un país capitalista y más aún en la Argentina, dejando aclarado que “no cabría pensar siquiera en la
posibilidad de otra forma de definir el problema del poder que no sea por la acción de las armas”, y que en base a
eso justamente, coincidían también en que el parlamento no puede ser nunca una vía de acceso al poder.

O sea, la situación social y política del país cambiaría radicalmente y la lucha de clases iría in crescendo, con la clase
obrera ocupando el centro de la escena, enfrentando a la dictadura, al capital y marcando el camino a distintos
sectores populares y al estudiantado universitario.

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Los dirigentes del Cordobazo
Entre los dirigentes más reconocidos se encuentran Agustín Tosco (Luz y Fuerza) y Atilio López (UTA). Poco después
surgirá el clasismo representado en los sindicatos SITRAC-SITRAM (Fiat Concord y Fiat Materfer).
Gabriela Liszt
Lunes 29 de mayo de 2017 | 00:00

Atilio López, era miembro de la izquierda peronista. En 1973 llegó a ser vicegobernador de la provincia hasta el
golpe policial que pasó a la historia como Navarrazo, en febrero de 1974. Asesinado por la Triple A, organización
paraestatal armada directamente por Perón desde el gobierno al que López había apoyado.

Tosco fue muy combativo, estuvo preso varios años e incluso murió en la clandestinidad. No era apolítico pero
difería del clasismo, como orientación política. Postulará la necesidad de desarrollar el sindicalismo de liberación.
Pero planteaba que la pelea contra el imperialismo y los monopolios era el necesario primer paso en la lucha por
el socialismo. En esta etapa había que forjar una alianza con sectores pequeños y medios de la clase capitalista
nacional, afectados por la dominación imperialista. Esto se traducirá, en el terreno político, en la búsqueda de una
alianza estratégica con sectores de la izquierda peronista, a la que subordinará tanto su intervención política como
su relación con el conjunto de las corrientes sindicales.

Lamentablemente, Agustín Tosco priorizaba los acuerdos con sectores burocráticos que formaban parte de la CGT
de los Argentinos dirigida por Ongaro y cedía a la política encabezada por Atilio López, de presión sobre el ala
“combativa” de la burocracia sindical cordobesa, no como una táctica sino como una cuestión estratégica. El
dirigente del clasismo Gregorio Flores, recordaba que Tosco le había confesado: “Mirá Gregorio, yo soy de
izquierda, soy marxista, orgánicamente no estoy dentro del PC, pero no quiero romper con ellos. Me lo dijo mil
veces”. Por otra parte, políticamente nunca se definió por la independencia política de los trabajadores, a diferencia
de los clasistas. Como refieren las palabras de Flores, las alianzas estratégicas de Tosco con la burocracia estuvieron
lo enfrentaron al clasismo en un momento determinante.

El SITRAC-SITRAM expresó una tendencia de los trabajadores a la independencia de clase y al enfrentamiento con
la ideología peronista oficial de los sindicatos: la formación de cuerpos de delegados por sección, decidir todas las
cuestiones en asamblea y levantar un programa que plantea la independencia política del Estado, de la patronal y
de los partidos políticos patronales, también planteando la necesidad de luchar por el socialismo.

René Salamanca era obrero y parte del Cuerpo de Delegados en la IKA-Renault, donde dirigió la Lista Marrón del
SMATA. Miembro del Comité Central del Partido Comunista Revolucionario (PCR), al que ingresó en 1968. La política
de este partido maoísta era la colaboración de clases. Cuando se refería al “clasismo” solo lo hacía en el terreno
sindical, ya que a nivel político apoyó a los sectores más de derecha del peronismo, incluso al gobierno de Isabel
Perón. En 1972 Salamanca llegó a ser secretario general de la seccional Córdoba con un frente único que abarcaba
a peronistas y radicales. Fue desaparecido en el golpe de 1976.

Otras organizaciones como el PRT (El combatiente), opinaban equivocadamente que la clase trabajadora de la
industria era una "aristocracia" y que el sujeto revolucionario estaba en el proletariado de los ingenios de Tucumán.
El trotskismo existente en la época (el PRT (La verdad), luego PST y Política Obrera, hoy PO) no se habían preparado,
insertándose en el movimiento obrero y el estudiantil, como para jugar un rol en este enorme hecho de la lucha de
clases. Quizás no hubiesen podido dirigir el movimiento, pero sin dudas, podrían haber ganado, con una política
correcta, parte de su vanguardia para la nueva etapa que se abría en toda la Argentina.

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Sobre el Cordobazo. Significado y algunas consecuencias
El sociólogo Pablo Bonavena nos da su visión sobre los hechos acontecidos durante el Cordobazo.
Pablo A. Bonavena
Sociólogo UBA

Domingo 29 de mayo de 2016 | Edición del día

El Diario de Cuyo de la provincia de San Juan reflejó en sus páginas un hecho ocurrido el 26 de mayo de 1969 que
calificó como “insólito”. En la ciudad sanjuanina de Jachal, en el momento en que los estudiantes secundarios del
turno mañana ingresaban a las escuelas, fueron convocados por grupos de pares pertenecientes a la Escuela Normal
Fray Justo Santa María de Oro para sumarse a una “Marcha de Silencio”. Cuando se congregaron unos doscientos
manifestantes comenzaron a recorrer el centro de la ciudad con el fin de apoyar a “los ideales de lucha del
movimiento estudiantil y como homenaje a los mártires caídos bajo el plomo policial” (se referían a los compañeros
muertos recientemente en Corrientes y Rosario). Por la tarde, otro grupo de estudiantes del Bachillerato Comercial
también marchó por el centro, avalando el reclamo estudiantil en Corrientes, Chaco, Rosario y Córdoba. Los
acontecimientos fueron una sorpresa, de allí la calificación periodística. La ciudad no registraba antecedentes de
este tipo de acciones en su historia y el asombro que despertó auguraba la apertura de una nueva etapa que
tornarían en habituales este tipo de circunstancias. Sin duda, más allá de la magnitud de los hechos relatados, la
experiencia vivida con extrañeza ponía de manifiesto la profundidad y el alcance de los enfrentamientos que se
iban encadenando a partir de la lucha que los estudiantes correntinos habían iniciado en los últimos meses contra
la privatización del comedor estudiantil. También demostraba la resistencia que provocaba la violenta represión de
la dictadura. Los habitantes de cada rincón del país se alineaban en relación a la confrontaciones en desarrollo, que
de manera creciente dejaban de ser ajenas o lejanas. El “Cordobazo” que llegaría en pocos días, el 29 de mayo,
como vimos, estuvo antecedido de una enorme movilización de masas que fue cubriendo el territorio nacional. Por
eso es menester destacar, que si bien con el nombre de “Cordobazo” se hace referencia a la lucha de calles
sostenida en Córdoba aquel 29 de mayo, en ocasión de la huelga general con movilización por el término de 37
horas decretada por la CGT local (como protesta por la represión y la eliminación de las quitas zonales en las
asignaciones y beneficios, entre otras reivindicaciones), los hechos no se limitan a lo acontecido en esa ciudad
capital. Este enfrentamiento debe ser visualizado como parte de un proceso más amplio que tiene un importante
antecedente en los primeros meses del 1968 a partir de dos hitos. Por un lado, la formación de la CGT de los
Argentinos que, especialmente en algunas regionales del interior, no se avino a la tregua que promovió Juan
Domingo Perón con la dictadura en ese año y mantuvo, al contrario, junto al movimiento estudiantil reformista una
actitud combativa que fue importante pues instó una fuerte determinación para la lucha dentro de varias fracciones
proletarias. Por otra parte, la revitalización del movimiento estudiantil a partir del Cincuenta Aniversario de la
Reforma Universitaria que despertó una gran adhesión en la base del alumnado y logró el apoyo de otros sectores
sociales, entre ellos la propia CGT “A”. La convergencia entre obreros y estudiantes durante el 68 tuvo su máxima
expresión en La Plata, Berisso y Ensenada, anticipando lo que vendría el año entrante: el 69 platense ocurrió un año
antes (Castillo, Christian y Raimundo, Marcelo Compiladores: El 69 Platense. Luchas obreras, conflictos estudiantiles
y militancia de izquierda en La Plata, Berisso y Ensenada durante la Revolución Argentina). En efecto, desde junio
de 1968 creció la conformación de una fuerza obrero-estudiantil que en los primeros meses del año siguiente cobró
una enorme potencia, que reflejaba la recuperación de cierta autonomía obrera respecto de las tutelas burguesas.
Por eso las grandes movilizaciones y luchas callejeras ocurridas en Corrientes, Chaco, Rosario (primer “Rosariazo”)
y llegado el fin de mayo de 1969 en Córdoba (“Cordobazo”), Tucumán (primer “Tucumanazo), acompañadas por
acciones populares de los más diversos lugares del país, no pudieron ser reivindicadas por ninguna fracción
burguesa, en un marco de agudas contradicciones en el seno de esa clase social. Venían desde “abajo”.

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Visto desde la clase obrera, el proceso expresaba la ruptura de la heteronomía y auguraba la posibilidad de
profundizar la acción autónoma hacia la prosecución de sus intereses. También demostraba una buena capacidad
para componer fuerzas con otros sectores sociales y una creciente destreza para ejercer la violencia organizada.
Veamos un ejemplo, sobre un hecho también ocurrido en San Juan: el 29 de mayo de 1969 la policía allanó el local
de la CGT y detuvo a 11 dirigentes sindicales y 19 estudiantiles; secuestró clavos miguelitos, boleadoras de cadenas
para arrojar sobre los cables de luz, bombas incendiarias tipo molotov y otros objetos contundentes que pensaban
utilizar en las movilizaciones programas para ese día y el siguiente. La policía encontró dentro del edificio lo que
por varios años vería unido en las calles: obreros, estudiantes y armamento popular. Para la burguesía, los hechos
del 69 demostraban que el tan temido enemigo finalmente había llegado: la “subversión”. Luego del “Cordobazo”
se inició una guerra irregular para aniquilar a los cuadros combativos del movimiento popular. La iniciativa de
terminar con la “subversión” iba llevando a la lucha de clases hacia su momento político/militar.

Las consecuencias inmediatas de las grandes luchas del 69 implicaron un avance en el proceso de unificación de la
clase obrera, con la ruptura de separaciones ideológicas, divisiones regionales y la superación del aislamiento
respecto de otras fracciones sociales. Se inició un proceso que operaría de modo definitivo hacia marzo de 1971
con el “segundo Cordobazo” o “Viborazo”. Las grandes acciones de masas protagonizadas por el campo del pueblo
las condujo a plantearse el problema del poder. Por eso, el perfil “espontáneo” del “Cordobazo” contrastaba con la
presencia de direcciones clasistas, sindicales y políticas (armadas y no armadas), en el transcurso del “Viborazo”.

Mientras tanto la burguesía, unificada en la idea de reconocer la presencia de una “fuerza subversiva” dentro de
nuestro territorio nacional, se dirimía entre posiciones polares asentadas en diferentes maneras de enfrentarla. La
salida electoral impulsada por Alejandro A. Lanusse fue finalmente la política que se impuso (el Gran Acuerdo
Nacional) y encontraría luego en Perón como presidente, Triple A mediante, al principal mentor del “contra-
cordobazo”. No obstante, con retrocesos y desvíos, el proceso de ascenso obrero impulsado desde 1969 renovaba
sus bríos una y otras vez, para recibir su peor embate a partir del golpe militar de marzo de 1976: un nuevo “contra-
cordobazo” mucho más sangriento.

20
El clasismo y el mundo del trabajo
A PROPÓSITO DE LA REEDICIÓN DE EL CORDOBAZO… DE JAMES BRENNAN

EDUARDO CASTILLA - Número 29, mayo 2016.

La imagen de tapa impacta: dos perros intentan morderse furiosamente. Se trata de dibujos. Por eso es posible
ver en el interior de cada animal a seres humanos. Dentro de un perro, policías con escudos y armas; dentro del
otro, obreros arrojándoles piedras.

Las bestias están sueltas, de Lidia Kalibatas, ilustra la nueva edición de El Cordobazo: Las guerras obreras en
Córdoba1, clásico libro del investigador estadounidense James Brennan, que volvió a editarse a casi 20 años de su
primera aparición en castellano.

El Cordobazo… se centra en el análisis de la dinámica de los acontecimientos políticos y sociales que recorrieron
Córdoba desde mayo de 1969 hasta el golpe militar de 1976. Un libro que, por su abundante información, puede
ser abordado desde diversos ángulos. Aquí señalaremos solo algunos, pero que resultan fundamentales a nuestro
entender.

Córdoba: cuna de luchas obreras

Empecemos por el final. Brennan cierra su libro con una definición tajante:

El programa económico y las políticas laborales castrenses lograron hacer lo que los peronistas, las empresas
automotrices y los anteriores gobiernos militares no había podido hacer, es decir domar a Córdoba (p. 402).
La afirmación, sin embargo, es incorrecta. Lo que pudo “domar” a la clase trabajadora cordobesa –para ser
precisos– fue el genocidio de clase iniciado en marzo de 1976, mediante el uso de centros clandestinos de
detención, secuestros y desapariciones a escala masiva. Las políticas de “desindustrialización” solo vendrían
después.

La definición permite acusar una cuestión esencial para abordar una lectura del libro. El autor pone en el centro
del análisis la fábrica y los procesos productivos correspondientes, el mundo del trabajo en un sentido
restringido2.

Brennan presentará un panorama extenso y detallado del trasfondo económico y social de la provincia. Una
rápida industrialización, el desarrollo de un joven proletariado vinculado a las zonas agrarias, normas laborales
regidas por la disciplina militar, un enorme peso de las multinacionales imperialistas y la relación con el
movimiento estudiantil –heredero de la tradición reformista de 1918–, son algunos de los elementos que aportan
a catalogar las peculiaridades cordobesas.

El libro abordará además el desarrollo de las relaciones internas entre las distintas alas sindicales provinciales,
tanto antes como después de Mayo del ‘69.

Parte sustancial del trabajo está dedicado al relato de los acontecimientos que se esplegarán hasta el momento
mismo del golpe del ‘76. El autor no cejará en los detalles, la crónica de los hechos, las posiciones y la actuación
de dirigentes y corrientes políticas. En particular, centrará su estudio en las distintas expresiones del clasismo
cordobés.

21
El Cordobazo…resulta atractivo entonces como texto en función de indagar en el período más revolucionario de
nuestra historia. Pero encuentra sus límites a la hora de explicarlo en su dinámica general.

Determinaciones

Brennan explicará el clasismo esencialmente por las determinaciones directas del proceso de trabajo en las plantas
automotrices, en el marco del peso social de las mismas. Señalará que

los trabajadores mecánicos tenían una abundante experiencia compartida a partir de su vida laboral, experiencia
que arrastró a algunos hacia el clasismo, una ideología que habría tenido menos peso si Córdoba hubiera
experimentado un desarrollo industrial más diversificado y si la clase obrera hubiera estado menos concentrada en
las industrias mecánicas (p. 75).

En el mismo sentido, más adelante agrega

En las plantas automotrices se modelaron un nuevo conjunto de relaciones y una nueva visión del mundo.
El boom industrial de Córdoba introdujo a una mano de obra joven, en gran medida inexperta y no calificada, en un
ambiente laboral particular (…) La vida en la fábrica se convirtió en el principal vínculo social de los trabajadores,
llegando a eclipsar la importancia de las instituciones obreras como la familia o la barriada (…) los trabajadores
mecánicos cordobeses adquirieron una visión de la sociedad y de su propio lugar en ella, un complejo conjunto de
actitudes formados por la experiencia del trabajo y al que daban significado la cultura política del país y la
interpretación política e ideológica hecha por el sindicato del status de los trabajadores como productores en un
país agudamente dividido según líneas de clase (pp. 109-110).

La extensa cita pone de manifiesto una concepción donde las dimensiones política y social pierden jerarquía en el
análisis o funcionan como un trasfondo general de la construcción de la experiencia obrera.

Sin embargo, a lo largo del libro se hará evidente que el autor está obligado a recurrir a la dinámica política
“externa” a la fábrica para dar cuenta del desarrollo de los acontecimientos, poniendo en evidencia los límites de
su concepción.

Clasismo y radicalización obrera

Acorde a la lógica que ubica en el centro de la experiencia obrera al mundo del trabajo, Brennan buscará
permanentemente poner límites al proceso de radicalización política de la clase trabajadora, oponiendo una
conciencia revolucionaria o socialista a una conciencia esencialmente sindicalista.

En el caso del clasismo, buscará objetivarlo como un fenómeno sostenido en la representación sindical honesta
que ejercían los dirigentes en relación a las bases. Afirmará, por ejemplo, que

Más que como un movimiento de los trabajadores revolucionarios, el clasismo de estos primeros meses debe ser
entendido como un movimiento de bases firmemente enraizado en los problemas de trabajo (p.208).

En el mismo sentido dirá que

Si bien muchos de ellos buscarían ulteriormente explicaciones políticas para comprender las intensas luchas en las
que estaban envueltos, ninguno se había sentido atraído a la rebelión (…) por lo que razonablemente podrían
llamarse razones políticas (p.201).

Sobre el SMATA de Salamanca señalará que la Lista Marrón se presentó como “neoclasista”, en una suerte
de continuidad con cambios en relación a sus predecesores en Fiat. En ese marco, afirmará que

22
entre los errores advertidos se contaba la miopía política, expresada en la forma de tácticas maximalistas que
habían aislado a SITRAC-SITRAM (…) otro error había sido la precipitación del trabajo político (…) antes de que se
hubieran consolidado los logros gremiales en el lugar de trabajo (p. 263).

Es ampliamente conocido que el clasismo en Fiat significó un desafío al mando patronal al interior de las plantas. El
SMATA de Salamanca repetiría esa experiencia.

Ese cuestionamiento al control del capital en la fábrica constituía, más allá de la conciencia de los propios
trabajadores, un hecho revolucionario. Ponía en discusión la potestad capitalista de decidir los ritmos y los métodos
de trabajo, es decir cuestionaba el control del proceso de producción de plusvalía 3.

Esa creciente rebeldía obrera empujaba además el desarrollo de corrientes antiburocráticas en otros sectores del
movimiento obrero. Fue esto lo que motivó la decisión burguesa de barrer con esas experiencias. De allí que el
autor se vea obligado a señalar que

La rebelión de los trabajadores de Fiat no fracasó a causa de una justificada posición en política (…) sino porque
desafió seriamente a una de las empresas extranjeras más poderosas e influyentes del país, y porque los sindicatos
surgieron como la más grave amenaza obrera al Estado en el plano nacional. Esta amenaza se hizo tanto más real
(…) tras el Viborazo(p. 231).

Lo mismo ocurrirá con el SMATA bajo conducción de Salamanca. Una huelga iniciada en junio de 1974 será la excusa
para la intervención de la seccional cordobesa en el mes de agosto. Relata el autor que

el 8 (…) el SMATA central expulsó del sindicato a Salamanca y al resto de los 22 miembros del comité ejecutivo
cordobés y decretó la suspensión de la seccional (…) Siguiendo órdenes gubernamentales, el Banco Central congeló
los fondos sindicales en todo el país, en tanto Simó y el Ministerio de Trabajo de Córdoba ignoraron las peticiones
para que se impugnaran las medidas del SMATA central (p. 315).

Para derrotar estos procesos fue necesaria la intervención conjunta del gobierno, la burocracia sindical y la patronal,
apelando a métodos abiertamente represivos. En el caso de SMATA, eso ocurrió a pesar de los intentos de
moderación política por parte de la conducción de Salamanca y el PCR.

Los ataques brutales sobre los sectores más combativos de la clase trabajadora se repetirán en relación a otras
organizaciones obreras, como Luz y Fuerza o la UTA4, por citar solo dos ejemplos.

La creciente radicalización de amplias capas obreras –en la provincia y en el país– superaba el mero horizonte de la
“representación sindical honesta”. Se tornaba cada vez más evidente que los sectores combativos del movimiento
obrero cordobés desafiaban políticamente al gobierno peronista y su plan de orden al servicio del empresariado.
Solo en ese marco es posible entender el Navarrazo, golpe militar que derrocó al gobierno de Obregón Cano y Atilio
López para facilitar la represión generalizada en la provincia5.

El peronismo y la conciencia obrera

Brennan, al atenuar las contradicciones y tensiones sociales en aras de hacer primar las determinaciones del
proceso productivo, ve en las derrotas del clasismo un error de apreciación de fuerzas de los propios dirigentes,
que subestimaron el peso de la conciencia peronista en las bases obreras.

Sin explicitarlo abiertamente, a la radicalización de los clasistas contrapondrá un supuesto carácter realista de la
política sostenida por Agustín Tosco, de privilegiar una alianza duradera con el legalismo de Atilio López y la
izquierda peronista.

23
Así, en el caso de Fiat, el autor censurará a los clasistas por sus críticas hacia el dirigente de la UTA6, mientras que
en relación al SMATA de Salamanca criticará el llamado a votar en blanco en las elecciones presidenciales,
proponiendo en su lugar una posición similar a la de Tosco7.

Brennan sostendrá una visión donde la conciencia peronista de la clase trabajadora aparece como inmutable. Como
resulta lógico, el mundo del trabajo, por sí mismo, no podía alterar esa situación 8.

Pero el carácter revolucionario del período abierto a partir del Cordobazo9 ponía en cuestión esa identidad. A partir
del retorno del peronismo al poder, en marzo de 1973, se verá un creciente choque de éste con la clase trabajadora
movilizada. Choque que alcanzará su punto más alto en las jornadas de junio y julio de 1975, proceso al que el autor
le dedica escasas páginas. En ese marco, toda política que no se propusiera la superación de la conciencia peronista
entre los trabajadores se tornaba utópica e impotente. La política de alianza entre Tosco y Atilio López 10 se
evidenciaba estéril ante el avance de la derecha peronista y el accionar contrarrevolucionario del orden burgués.

Debates

En su crítica de 1998, Nicolás Iñigo Carrera señalaba correctamente la casi nula conceptualización que recorre El
Cordobazo…. Brennan, en su respuesta ratificó lo central de sus ideas, aunque introdujo aclaraciones que matizan
las afirmaciones más categóricas del libro.

Sin compartir completamente las críticas de Iñigo Carrera, nos parece correcta aquella que indica lo limitado de las
hipótesis explicativas desarrolladas por Brennan.

Los capítulos dedicados al mundo del trabajo, detallando milimétricamente el funcionamiento de los mecanismos
de producción en el interior de las plantas, están lejos de permitir explicar la dinámica de las luchas que se dieron
en el período.

El mismo Brennan afirmará, recién en las páginas finales de su libro, que

la mera correlación entre las difíciles condiciones de trabajo y la militancia obrera tiene limitaciones evidentes como
herramienta analítica y contribuye en poco a explicar las razones de la militancia de los trabajadores mecánicos en
general y de los sindicatos cordobeses en particular. Las arduas condiciones laborales de la industria solo son
relevantes cuando se las pone en su contexto social y de base fabril (p. 348).

La definición es contundente. Lo irónico es que la realice el propio autor del libro.

Solo un abordaje que ponga en el centro del análisis la dinámica revolucionaria del conjunto del período –en
Córdoba y en todo el país– puede permitir una comprensión más cabal de la peligrosidad que procesos como el
clasismo, significaron para la clase capitalista en su conjunto. Ahí deben buscarse las razones de la brutalidad
desplegada a partir de marzo de 1976.

Un análisis así permite además, arribar a conclusiones políticas y estratégicas de las vías alternativas que podrían
haber permitido, en aquellos años, el triunfo de la clase trabajadora sobre el poder de la clase capitalista.

1. El Cordobazo: Las guerras obreras en Córdoba 1955-1976, Ciudad de Buenos Aires, Waldhuter Editores,
2015. Las referencias a las páginas de esta edición se harán entre paréntesis.
2. “El argumento, resumiéndolo a lo básico, es que un cierto proceso de industrialización y las resultantes
prácticas sindicales se combinaron para formar tradiciones sindicales que condujeron a una lucha por el
control del lugar de trabajo (…) es un estudio del trabajo como un mundo en sí mismo”. “Respuesta a
Nicolás Iñigo Carrera”, Anuario IEHS 13, 1998. La respuesta de Iñigo Carrera, “La historia ¿Ciencia o
Literatura? A propósito de la respuesta de James Brennan”, se encuentra en el mismo número.
24
3. Para un análisis profundo del clasismo en sus potencialidades y límites ver La experiencia del clasismo
cordobés, Walter Moretti y Mónica Torraz. Anexo en Insurgencia obrera en la Argentina, Ediciones IPS-CEIP,
Tercera edición en imprenta.
4. Atilio López, ex vicegobernador de la provincia y principal referente de los choferes de ómnibus, será
brutalmente asesinado por la Triple A en setiembre de 1974.
5. Sobre el Navarrazo se puede consultar “El PST en la mira de las Tres A. Un debate con la política del ‘Frente
democrático’” en IdZ 24. Octubre 2015.
6. “SITRAC y SITRAM no tenían una comprensión completamente justa de las realidades de la política laboral
local (…) la posición de Atilio López y los legalistas en la CGT local seguía siendo vulnerable” (224)
7. “…los clasistas podrían haber adoptado una posición más fructífera, similar a la de Tosco, apoyando la
aceptable fórmula del FREJULI cordobés y manteniendo al mismo tiempo una distancia crítica con respecto
a Cámpora” (261).
8. Un desarrollo más profundo sobre la conciencia de la clase obrera argentina puede verse en “Apuntes sobre
la ‘doble conciencia’”, IdZ 5, noviembre 2013.
9. Para un desarrollo profundo del conjunto del período verInsurgencia Obrera en la Argentina 1969-
1976, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2009.
10. Sobre esta discusión hemos escrito –polemizando con Iñigo Carrera y otros autores– en “Tosco y el
peronismo en los ‘70”, IdZ 15, noviembre 2014.

25
El Cordobazo
Emblema de la unidad obrero-estudiantil desde hace 47 años. Comenzó un ascenso que tendría su punto
culminante con la caída de Onganía.

Sergio Folchieri
Trabajador de Volkswagen

Jueves 26 de mayo de 2016 | Edición del día

¿Cómo poder expresar la batalla obrera más importante de los últimos 80 años en una página? Imposible transcribir
los rostros tensos y las miradas valientes y orgullosas de estudiantes y obreros que enfrentaban masivamente a la
dictadura militar y a su policía, por primera vez.

Indignaba escuchar las noticias, un par de días antes, de los pibes muertos en Corrientes y Rosario. El pueblo odiaba
al milico represor que había usurpado el poder para instalar los intereses de los burgueses. Y como gota que rebalsa
el vaso, a los estudiantes (más pobres que hoy) les aumentaban el comedor, y a los obreros les quitaban el sábado
ingles, medio día de trabajo y descanso hasta el lunes. Pero no se puede hablar del Cordobazo, sin repasar, a vuelo
rasante, los hitos de la clase obrera mundial, revolucionada por aquellos años.

El Mayo Francés, huelga general revolucionaria de obreros y estudiantes que paraliza el país (1968). La revolución
de los claveles rojos en Portugal que derriba la dictadura militar (1974) y, en nuestro continente, el alzamiento de
los mineros bolivianos con la Asamblea Popular (1971) y la lucha obrera y popular en Chile, que lleva al gobierno a
Salvador Allende (1970). Vamos a los hechos: paro nacional de la CGT el 30/5/69. Córdoba lo adelanta 12 hs y lo
convierte en activo. Cinco mil trabajadores de IKA Renault, junto a trabajadores de la UOM, conforman una masiva
columna que baja por Av. Vélez Sarfield. Se enfrentan con carros de asalto. Se divide en dos la columna, y siguen
su destino, haciendo huir a la policía bajo, una lluvia de piedras. De Fiat Condord, salen unos 200 trabajadores (su
sindicato pro patronal, el SITRAC, no adhiere al paro) y emprenden su camino al centro. Los trabajadores de IME
(fabricaciones militares) son encerrados en la fábrica, por las FF.AA.

Unos 150 escapan e inician bloqueos de la Avenida “Fuerza Aérea”. Los estudiantes, que el día anterior realizaron
asambleas masivas en Filosofía, Derecho, Económicas, Medicina y la Universidad Católica, se unen a la columna del
sindicato de Luz y Fuerza, con Agustín Tosco al frente, en el puente Centenario. La columna más grande, la de
mecánicos de Renault, en Santa Isabel, se divide en varias columnas de unos 400 trabajadores, que penetran las
calles adyacentes, evitando los retenes policiales. Columna armada con bulones, gomeras, barras de hierro, clavos
“miguelitos” y bolitas; estas últimas, para que patinen y caigan los caballos. A las 12.15 hs. cae asesinado el obrero
mecánico, Máximo Mena. La policía disparaba balas de fuego, cuando escapaba de la furia obrera. A las 13 hs
comienza una contraofensiva de la cana, que fracasa rápidamente. Las calles están pobladas de barricadas.

El Ejército argentino saca su primer comunicado anunciando consejos de guerra para los revoltosos. La cana se
queda sin gases, sin nafta. “Parecían las invasiones inglesas”, relata un comandante represor, porque desde los
balcones les tiraban con todo. Un comisario y 4 vigilantes son tomados de rehenes. La cana intenta rescatarlos,
pero no puede superar las barricadas. Hasta que sus guardias obreros los abandonan para seguir al resto de los
manifestantes que se movía de aquí para allá. Una columna estudiantil, asalta el círculo de suboficiales,
alimentando con sus muebles los fuegos del combate.

Los manifestantes no saquean ni se equivocan: Seros, Citroën; la bronca contra las empresas imperialistas que
saquean el país. Hay una pausa, llena de cansancio y esperanza. Nuevas caras de lucha y charlas llenas de anécdotas
triunfales. 150 manzanas en manos de los piquetes.

CIUDAD TOMADA
26
¿Y ahora qué? Dos horas duró la pausa. Llega el Ejército. Siendo las 17 hs., ingresan 3 mil soldados. Entran por
Alberdi, zona con pocas barricadas, y se meten en Clínicas, bastión estudiantil ombativo. Las paredes pintadas,
reclaman al soldado, no disparar contra su pueblo, y sublevarse contra el oficial opresor. Pero los oficiales
comienzan a disparar. Los techos se pueblan de francotiradores, que no tiran a matar, sino a confundir al Ejército.
El soldado no era el enemigo. A duras penas, las FF.AA. recuperan el centro, y con la llegada de la noche, los
enfrentamientos y escaramuzas, se trasladan a los barrios obreros de San Martín, Santa Ana, Los Paraísos. Los
francotiradores siguen teniendo a maltraer a las fuerzas represivas hasta el viernes posterior, día en que sigue
habiendo incendio de autos, resistencia en barrio Clínicas y barriadas obreras alejadas. Por la noche, se recupera el
control de la ciudad.

Conclusiones
Hasta aquí la batalla obrera y popular. Vamos a algunas conclusiones.

1. ¿Espontáneo o consciente? Tenía elemento de ambos. Era consciente porque estaba organizado en un paro
general y porque el día anterior hubo coordinaciones entre organizaciones obreras y estudiantiles.

El SMATA también coordinaba sus columnas. Pero también era espontáneo, pues rebalsó el Objetivo de sus
direcciones. Actos relámpagos, que desafiaran la prohibición de realizar manifestaciones populares.

2. ¿Una semi insurrección? Las masas no llegaron a una insurrección. No lograron (ni se proponían) tomar la casa
de gobierno, los canales de televisión y radios, los cuarteles militares. No tenían una política generalizada para
dividir a las FF.AA. Pero si lograron derrotar a la policía y transformar Córdoba en una ciudad tomada.
Derrotada la policía, ¿que podían hacer? Ésta es la respuesta más difícil, y que pone en toda su dimensión, la
necesaria existencia de un partido revolucionario, que se prepare para estos omentos históricos.

El Cordobazo abrió un período de ascenso de las luchas obreras revolucionarias y de organización obrera, sólo
cerradas con el golpe militar de 1976.

27
Tosco: optimismo de los fines, pesimismo de la estrategia
Se cumplen 40 años de la muerte del dirigente cordobés. Contra toda
apología superficial, su protagonismo en los ‘70 impone un análisis crítico
de su actuación en un período convulsivo.

Eduardo Castilla
@castillaeduardo

Jueves 5 de noviembre de 2015 | Edición del día

La historia del movimiento obrero argentino - por los menos desde el inicio del peronismo en adelante- dio pocos
dirigentes de la talla de Agustín Tosco. El “Gringo” fue parte activa de algunos de los principales hechos de la
convulsionada década del 70’ en la Argentina y revistó en la lista de enemigos de la clase dominante por su
compromiso de lucha.

Protagonista activo de dos hechos centrales de la lucha de clases en este período, como el Cordobazo y el Viborazo.
Sufrió la cárcel y la represión del régimen político de la llamada Revolución Argentina y, posteriormente, también
la persecución directa del tercer gobierno peronista. Por aquellos años Perón lo llamará, de manera despectiva, el
dirigente de “la triste figura”. Su nombre estaría tempranamente en las listas de condenados de la Triple A. A pesar
de la insistencia de sus conocidos, rechazará irse del país. Morirá en la clandestinidad, producto de una infección
tratable en condiciones normales.

Precisamente por ese enorme protagonismo, sus decisiones, su visión y las políticas que impulsó en este convulsivo
período no pueden ser dejadas de lado sin más. Son materia de estudio y análisis aún hoy, aunque prima entre
académicos y sectores ligados a la izquierda, una visión completamente apologética.

Trataremos aquí de analizar, en los marcos que nos impone la brevedad, algunos de los aspectos esenciales de su
accionar y concepciones. Para el lector/la lectora que quiera profundizar remitimos a lo que hemos escrito ya en la
revista Ideas de Izquierda y en el blog Apuntes de Frontera.

El socialismo y la revolución
Nicolás Iñigo Carrera, María Isabel Grau y Analía Martí sostienen en Agustín Tosco. La clase revolucionaria que el
dirigente de Luz y Fuerza evolucionará en sus ideas desde una simpatía inicial con el primer peronismo, pasando
por el nacionalismo revolucionario, hasta una concepción socialista marxista.

El mismo Tosco se reivindicará a sí mismo como marxista más abiertamente desde fines de 1972, reivindicando el
camino de la lucha socialista. Sin embargo, en su visión, la lucha por el socialismo implica, necesariamente, una
primera etapa de lucha antiimperialista.

En 1973 dirá que “estoy por la lucha antiimperialista hacia el socialismo. El socialismo está un poco lejos aún en la
Argentina, pero está cerca la lucha liberadora, antimonopolista, antiimperialista. En esta lucha están los sectores
populares y entre estos, también por supuesto, están sectores burgueses (...) la meta es la sociedad socialista; el
camino es un camino nacionalista, antiimperialista, antioligárquico”.

En la historia del marxismo del siglo XX esta concepción puede ser definida como etapista, en oposición a la
concepción trotskista de la Revolución permanente que sostiene la continuidad entre ambos momentos del

28
proceso revolucionario. En los marcos de la época imperialista, se trata de una concepción que termina, claramente,
en el reformismo.

En Tosco existe claramente, esa separación etapista. Reforzando esa idea afirmará, durante el debate que sostuvo
con José Rucci a inicios de 1973, que “donde hay un asalariado y hay un capitalista, hay explotados y explotadores.
Lo que no quiere decir que en el proceso de cambio, que nosotros llamamos de liberación nacional y social, no haya
etapas que debemos cubrir en alianza con aquellos sectores de la pequeña burguesía y la mediana burguesía, que
estén dispuestos a enfrentar esa penetración imperialista”.

Esta etapa supone, en términos de la acción de la clase obrera, limitar el desarrollo de sus tendencias más
abiertamente anticapitalistas. El “modelo” de revolución por etapas limita la independencia política del movimiento
obrero en pos de sostener, precisamente, esa alianza con sectores de la clase capitalista no monopolistas.

En su visión, la noción de socialismo remitía en gran parte a un discurso político, sin relación directa con la práctica
política cotidiana. Su concepción reformista hacía que esa práctica estuviese guiada por la concepción de la
"liberación nacional y social".

Por eso llegará a afirmar que “yo tengo raíz marxista. Pero entiendo que el socialismo en la Argentina tiene una raíz
heterogénea. Hay compañeros que levantan en el peronismo el socialismo (…) la heterogeneidad de nuestro
socialismo está en que tiene raíz peronista, marxista, cristiana”.

En este marco, definirá una reivindicación de muy distintas vías de desarrollo hacia el socialismo. En ese debate con
Rucci señalará que “me gusta y apoyo al gobierno de la Unidad Popular que transita hacia el socialismo en la
República hermana de Chile. Y a todos los movimientos de liberación latinoamericanos que levantan el socialismo,
incluida Cuba”. Claramente, mientras el “modelo” cubano partía de la expropiación realizada por la movilización de
masas al conjunto de la clase capitalista, el “modelo” chileno avanzaba por la vía pacífica, hasta que Pinochet
impuso la contrarrevolución violenta.

La dinámica social desde el Cordobazo


Hernán Camarero ha escrito sobre Tosco que “en el plano político, propugnó la necesidad de que la clase obrera se
aliará a otras expresiones sociales subalternas, populares o antiimperialistas para articular un Frente de Liberación
Nacional y Social, lo que podía conducir a licuar esa acción autónoma de los trabajadores e, incluso, a abrir paso a
indeterminadas alianzas con fracciones burguesas progresistas”.

Pero esa perspectiva no partía de la dinámica político-social real que se estaba expresando entre las clases sociales.
A inicios de 1973, en la revista Pasado y Presente, Juan Carlos Portantiero, dando cuenta del período
inmediatamente anterior, escribía que “los reclamos del capital mediano y pequeño y de la burguesía agraria; las
explosiones regionales que abarcaban zonas de desigual desarrollo económico, político y social, la situación de
exasperación que desbordaba, en los hechos, los intentos conciliadores de la burocracia sindical y el descontento
generalizado de la pequeña burguesía expropiada políticamente y sometida a una creciente pauperización, crearon
una acumulación de fuerzas opositoras al proyecto monopolista tan poderosa, abrieron una crisis social tan honda,
que precipitó la fractura del monolitismo militar”.

El Cordobazo y el conjunto de los levantamientos populares se desarrollaron en esa situación. Pero el accionar de
las diversas clases sociales no siguió un camino lineal y monolítico cuando se produjo el inicio de la apertura política
que culminaría en el retorno de Perón. Las fracciones capitalistas ligadas al mercado interno buscaron una
transición hacia un gobierno menos favorable a los monopolios y una situación de mayor orden.

La clase trabajadora, aunque limitada durante el período inmediato del retorno de Perón, seguirá desarrollando
tendencias a la autonomía política, expresadas más que nada a partir del crecimiento de la vanguardia combativa.
29
La dinámica de una revolución antiimperialista, expresada en algún bloque de clases, estaba lejos de hacerse
realidad. Por el contrario, la dinámica de los años 73-76, encontraría a la clase trabajadora enfrentando, cada vez
más, a su propio gobierno que encarnaba, en la visión de Tosco, un movimiento de oposición al imperialismo.

La política de Tosco
En términos políticos esta concepción llevará a Tosco a buscar, de manera constante, la construcción de una alianza
política entre los sectores combativos del movimiento obrero y las alas izquierdas de los partidos burgueses que,
en su visión, representaban los intereses de las capas burguesas no monopolistas.

Ese objetivo estratégico tomará distintas expresiones en el período. Así Tosco propondrá, por ejemplo, ampliar ENA
(Encuentro Nacional de los Argentinos, agrupamiento impulsado por el PC con apoyo de sectores del peronismo,
socialismo, radicalismo, corrientes sindicales y estudiantiles) en la perspectiva de un frente similar a la Unidad
Popular de Chile. Afirmará que “el ENA es un germen de unidad popular (…) la unidad popular necesita del
peronismo revolucionario (…) del radicalismo y de los sectores que van hacia la izquierda”.

En el mismo sentido, buscará convertir al FAS –Frente Antiimperialista y por el Socialismo, impulsado por el PRT–
en un Frente de Liberación Nacional “abrazando a hombres y organizaciones peronistas, radicales, socialistas,
comunistas, cristianas, intransigentes e independientes”.

El objetivo esencial de Tosco era lograr confluir con el ala izquierda del peronismo en pos de esa “unidad popular”
argentina. Pero el límite de esa tarea se fundamentaba en los rasgos que configuraban al movimiento fundado por
Juan Perón y en la subordinación política de su ala izquierda, que buscaba disputar la conducción del movimiento
pero sin romper con Perón. Esa perspectiva empujaba a una creciente guerra de aparato al interior del peronismo,
aunque sin que la Tendencia Revolucionaria rompiera su subordinación estratégica al curso político impuesto por
su líder.

Tosco estuvo abiertamente ligado al Partido Comunista. Sus posiciones políticas en relación a la izquierda peronista
son, en gran parte, resultado de esa influencia. El PC durante esos años buscó constantemente esa confluencia con
sectores del peronismo y en las elecciones de octubre del 73’ llamará a votar la fórmula Perón-Perón.

En el choque interno del peronismo, Tosco tomará partido por la izquierda, atacando abiertamente a los sectores
de derecha, pero sin hacer críticas abiertas al propio Perón. Dirá, por ejemplo, que “la derecha (…) tiene copado los
principales ministerios (…) nosotros debemos unirnos con el peronismo revolucionario para rescatar el valor
histórico de clase que tiene el movimiento peronista”.

El candidato ausente
En pos de no enfrentar abiertamente a Perón, Tosco rechazará la candidatura presidencial tanto en las elecciones
de marzo y octubre del ‘73. Las mismas habían sido ofrecida por organizaciones como el PRT y PST. Frente al pedido
dirá, categórico, “no me voy a convertir en el polo antiperonista”.

En las elecciones de marzo apoyará la fórmula del FREJULI en Córdoba, señalando “nuestra identificación –y la doy
personalmente– es con la fórmula Obregón Cano-López, porque queremos ser consecuentes con una línea de
unidad combativa que ha sido práctica en la CGT”. No lo hará con la fórmula nacional, por la participación del
conservador Vicente Solano Lima como candidato a vicepresidente.

La negativa de Tosco a encabezar un polo de independencia política de la clase trabajadora en relación al


peronismo, limitaba el desarrollo de las tendencias autónomas que venían creciendo desde el Cordobazo al interior
30
de la clase trabajadora. La candidatura de uno de los dirigentes más prestigiosos de la clase trabajadora podía
aportar al desarrollo de una conciencia política independiente entre la clase trabajadora. Lo contrario seguía
favoreciendo una conciencia de conciliación entre las clases sociales, propia del peronismo.

Sindicalismo de liberación y clasismo


En el terreno sindical Tosco impulsará la construcción del Sindicalismo de Liberación del que dirá que "es el que
atiende tanto a la defensa de los derechos y reivindicaciones de carácter inmediato de los compañeros y que
plantea la lucha contra el imperialismo internacional del dinero, su manifestación concreta de monopolios de la
producción, de la distribución, de los servicios, de las finanzas internacionales (…) que plantea la transformación
revolucionaria de las estructuras y que reclama en lo inmediato que los grandes medios de producción y las palancas
fundamentales de la economía sean de propiedad estatal-social y no privada”.

En Córdoba, ese "modelo" implicará la confluencia con sectores combativos del peronismo -y con otro no tan
combativos- en aras de enfrentar al régimen. Sin embargo, en esa construcción Tosco pondrá límites a las
corrientes clasistas de SiTraC-SiTraM(Fiat) que impulsaban una corriente político de claro tinte anticapitalista,
antiburocrático y antigubernamental.

Perón en el poder: Pacto Social y Triple A


El retorno de Perón tuvo la finalidad de contener el creciente desarrollo de la lucha de clases que venía en ascenso
desde el Cordobazo, dando cuenta del agotamiento de la llamada Revolución Argentina. Esa tarea implicaba la
contención sobre el conjunto del movimiento de masas y una política represiva abierta que fue asumiendo mayor
virulencia conforme pasaba el tiempo.

Mientras se ensayarán elementos de guerra civil hacia la vanguardia obrera y juvenil a través de la Triple A o el
Comando Libertadores de América, se desarrollará una política de contención sobre el movimiento de masas (Pacto
Social) junto al reforzamiento del poder del Estado y la burocracia sindical (Reforma del Código Penal, Ley de
Asociaciones Sindicales, etc.).

La intervención de las provincias dirigidas por gobernadores afines a la Tendencia Revolucionaria –de las cuales la
de Córdoba mediante el Navarrazo fue la más resonante- será un paso más en ese camino.

En este período es cuando más claramente queda en evidencia el límite de la concepción de Tosco. Como ocurrió
con amplias franjas de la izquierda, el dirigente de Luz y Fuerza naturalizó la identidad peronista del movimiento
obrero.

Pero el tercer gobierno peronista tenía planteada la tarea estratégica de desactivar el ascenso revolucionario
abierto en Argentina. Suponía por tanto, la tendencia implícita al choque entre el gobierno y esa misma clase obrera
que había peleado por el retorno de su líder durante casi dos décadas. Más aún, lejos de cualquier perspectiva que
abriera el “camino al socialismo”-como pretendía la izquierda peronista de manera completamente utópica-, su
objetivo central era la normalización burguesa del país.

En las condiciones de una creciente lucha de clases –que se mantuvo bajo el Pacto Social, aumentando
progresivamente– la perspectiva de que la clase obrera superara al peronismo no estaba descartada. Pero eso solo
podía desarrollarse, de manera generalizada, en momentos de crisis.

Esa crisis estalló abiertamente en junio y julio del ‘75, cuando el país fue sacudido por la huelga general contra el
Plan Rodrigo y las movilizaciones masivas dirigidas por las Coordinadoras Interfabriles. En ese momento la clase
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trabajadora no enfrentaba a Perón sino al gobierno de Isabel y López Rega, una camarilla semifascista que había
desarrollado ampliamente los métodos de represión estatal (Operativo Independencia) y paraestatal (Triple A y
Comando Libertadores) para enfrentar a la vanguardia obrera y popular.

Pero la clase trabajadora argentina llegaba a ese momento en limitadas condiciones desde el punto de vista de su
subjetividad. La subordinación política a Perón por parte del ala izquierda de su movimiento, y la de Tosco a ésta
en función de la construcción de un frente popular, habían condenado a la vanguardia obrera y juvenil influenciada
por esos sectores a la esterilidad. Esas fracciones avanzadas, que habían resistido los embates del peronismo en el
poder, no podían plantear una perspectiva independiente para las amplias capas obreras que ahora salían a la lucha
en contra de su gobierno.

Tosco, en lugar de combatir una estrategia que implicaba limitar la fuerza de la clase trabajadora en pos de un
proyecto político de conciliación de clases, había aportado a su desarrollo y continuidad. Así, al producirse la huelga
general de Junio y julio de 1975, las Coordinadoras Interfabriles estaban esencialmente dirigidas por la izquierda
peronista que carecía de una perspectiva estratégica propia para avanzar en la lucha por el poder del Estado.

Si bien el proceso huelguístico logró derribar a López Rega e imponer la homologación de los acuerdos salariales,
fue incapaz de derriba a Isabel y abrir el camino a la revolución social en Argentina.

Optimismo de los fines, pesimismo de la estrategia


Tosco tuvo una confianza certera en la posibilidad del socialismo. No lo consideraba solo una idea sino una
perspectiva que podía ser lograda, aunque en un plazo indeterminado, como segunda etapa de la revolución.

Ante las amenazas de muerte de la Triple A respondía diciendo “la rueda de la historia no se detendrá. Por más
atentados, secuestros o asesinatos que consumen (…) las masas laboriosas y el pueblo trabajador seguirán luchando
y construyendo inexorablemente una sociedad más justa y más humana”.

Podríamos parafrasear, en este caso, a nuestra manera al revolucionario italiano Antonio Gramsci cuando hablaba
de “optimismo de la voluntad y pesimismo de la inteligencia”. Decir que en Tosco convivía un optimismo de los
fines con un pesimismo de la estrategia revolucionaria. Ese optimismo de los fines le permitía aventurar la
perspectiva de la emancipación humana y la posibilidad de seguir luchando por ella, más allá de las enormes
limitaciones personales y el peligro de muerte que eso entrañaba, y que terminó significando morir por un
padecimiento que, en condiciones normales, podría haber sido tratado.

Pero la contracara de ese optimismo era la enorme limitación de la estrategia política que impulsó: la de conformar
un bloque policlasista con sectores de la izquierda peronista en pos del desarrollo de una revolución antiimperialista
y anti-oligárquica.
A pesar de la enorme potencialidad de lucha desplegada por la clase trabajadora y el conjunto de las masas desde
el Cordobazo en adelante, fue la clase dominante la que, mediante un golpe genocida, pudo imponer una salida a
la crisis social, económica y política en curso a partir de marzo de 1976. La clase obrera, por los déficits de su
vanguardia combativa, fue incapaz de plantear una perspectiva de poder propia a partir del momento más álgido
del período que fueron los meses de junio y julio de 1975.

¿Se puede afirmar que de haber desarrollado Tosco una política independiente en relación al peronismo se podría
haber evitado el golpe? Categóricamente no. Pero es posible avizorar que la experiencia de la huelga general de
masas, de junio y julio de 1975, hubiera encontrado un terreno más propicio para un quiebre con el peronismo en
el poder y un salto hacia la autonomía política de clase, lo que podría haber significado el inicio de la revolución
social en Argentina. La política de Tosco, de presión sobre el ala izquierda del peronismo –presión que ésta
trasladaba al interior del movimiento– fue un obstáculo más en esa perspectiva.

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