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El Hombre Elefante cobró fama por la película de David Lynch que lo mostraba
como un "monstruo" rescatado de una semiesclavitud por el doctor Frederick
Treves, un célebre cirujano interesado en atesorar casos raros como lo hacían (y
hacen) muchos profesionales. Pero el hecho fue que, al conocer más
profundamente a Joseph Merrick (tal era su nombre), quedó subyugado por la
belleza interior de su paciente.
11 DE ABRIL DE 2019 - 12:18
Joseph Merrick.
Dos años más tarde, de la mano de Tom Norman —el Rey de la Plata—, cruzaron
el canal para probar fortuna en Bélgica. Aquí comenzaron los problemas para
Merrick, porque su exhibición fue prohibida por las autoridades justamente para
evitar que a través de las impresiones maternas se reprodujera semejante
monstruosidad. Librado a su suerte, Merrick comenzó a vagar, sin que se pueda
precisar cómo y por qué apareció en la estación de Liverpool en un estado de
completa enajenación. No hablaba ni parecía saber quién era o qué hacía allí. Lo
único que encontraron entre sus ropas fue la tarjeta del doctor Treves. Convocado
el doctor para asistir a Merrick, encontró al Hombre Elefante reducido a una masa
que no dejaba de llorar. Lo hospedó en el Hospital de Whitechapel y, mientras lo
trataba, Treves profundizó la relación con Merrick, descubriendo tras el monstruo a
un hombre inteligente y de profunda sensibilidad, un amante de la lectura, un
apasionado del arte. Conmovido, el doctor contó la historia de su protegido
al Times, con la idea de permitir que se cumpliese el deseo de Merrick: ser alojado
en un instituto para ciegos, para que de esta forma nadie pudiese verlo. Así creía
que podría vivir en paz.
Entonces fue que el doctor Treves preparó una entrevista con una hermosa viuda
para que ésta sólo tomase de la mano a Merrick y le sonriera. Así ocurrió, y
Merrick, sosteniendo la mano de su benefactora lloró de alegría. Este episodio se
dio a conocer y entonces damas, actrices y hasta la Princesa Real pasaban horas
y horas sentadas junto a Merrick departiendo románticamente tomadas de la
mano. La Princesa fue varias veces a visitarlo y le dejó una foto autografiada por
la mismísima Reina Victoria, que él guardó como un preciado tesoro. Curiosos
seres las mujeres…
Todo parecía sonreírle al Hombre Elefante hasta que una mañana, a poco de
cumplir veintiocho años, inesperadamente, amaneció muerto en su cama el 11 de
abril de 1890.
La única explicación hallada por Treves a este desafortunado desenlace fue que
Merrick se quedó dormido sentado y el peso de su cabeza, al inclinarse con
brusquedad, lo desnucó. Un triste final para el Hombre Elefante.
Traducción:
Con los años el doctor Treves se convirtió en el cirujano más famoso de Inglaterra.
Fue el primero en practicar en su país una apendicectomía, procedimiento
quirúrgico recientemente descripto por el norteamericano McBurney. De esta
manera, Treves les salvó la vida a muchas personas que de otra forma hubiesen
muerto entre terribles dolores. Justo cuando el rey Eduardo VII estaba a punto de
ser coronado a los sesenta años (dada la longevidad de su madre, la reina
Victoria), curiosamente sufrió una apendicitis. Convocado a consulta, el doctor
Treves precisó el diagnóstico y fue terminante en la terapéutica: el rey debía ser
operado de inmediato. Consternando por la noticia y lo perentorio del plazo,
Eduardo, que tenía todo dispuesto para la ceremonia de coronación y que había
convocado a toda la realeza de Europa, le preguntó al doctor si podía postergar la
cirugía hasta después de ser ungido rey. «En ese caso», contestó Treves
impasible, «será un cadáver el que llegue a la Abadía de Westminster».