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A la Luz de mi vida,
que alumbra con amor
el otoño de este caminante.

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Índice

La Toltecáyotl……………………………………………………………………….7
La sabiduría de los toltecas……………..……………………………………..9
La civilización del Anáhuac…………………………………………………….13
El pensamiento filosófico…………………………………………………….…16
Los toltecas y la Toltecáyotl…por qué exaltarlos…………………….…17
La dimensión histórica de los toltecas…………………………………….23
Los toltecas………………………………………………………………………….29
La palabra de los viejos abuelos toltecas…………………………………34
Hunab Ku o Tloque Nahuaque………………………………………………36
Teotihuacán………………………………………………………………….........42
Quincunce: La dialéctica tolteca…………………………………………....44
La ley del centro o el quincunce…………………………………………….46
El Quetzacóatl cósmico…………………………………………………………49
Los guerreros de la Muerte Florecida…………………………………….52
Cómo subir a Monte Albán……………………………………………………50
Hierofonías del Anáhuac……………………………………………………...55
Repensar nuestro pasado……………………………………………………..64
El concepto colonizador de “Mesoamérica”…………………………….66
Lo que nos dejaron dicho los Viejos Abuelos…………………………..69
El Calmecac tolteca……………………………………………………………...70
El Periodo Clásico o del esplendor Tolteca……………………………..72
La cultura del maíz……………………………………………………………….76
Mitla: el recinto de los muertos……………….…………………………….78
El espíritu de Monte Albán……………………………………………………90
La negación del Anáhuac……………………………………………………..101
En busca de la memoria histórica del Anáhuac………………………104
¿Cómo podemos aspirar a ser “toltecas”?....................................109
El regreso de Quetzalcóatl al Anáhuac…………………………………..112
Primer Manifiesto de la Toltecáyotl para el Cen Anáhuac……….117
¿Acaso podría ser?........................................................................127

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P R E S E N T A C I O N.

Este es un pequeño gran libro. Su contenido es sugerente, apasionado y


trascendente. Su autor, Guillermo Marín Ruiz, propone una visión
renovada de nuestro pasado indígena, para entender mejor la ancestral
herencia que corre por nuestras venas. Es el México Profundo, en
similitud con el concepto acuñado por el maestro Guillermo Bonfíl, que
no alcanza a ser entendido y asumido por los mexicanos de ahora,
aunque convivimos con el todos los días. Pero es el pasado que nos
marca y define.

El autor es un destacado profesionista y promotor cultural, no tiene


grado en Historia o Antropología pero es mejor que así sea, porque no
está atado al academicismo de esas profesiones ancladas en teorías y
conceptos que no nos ayudan a revisar nuestro legado indígena
anterior a los aztecas. La colonización española y las subsecuentes no
solo fueron una dominación militar, económica y social. Fueron ante
todo culturales y cosmogónicas. Descolonizarnos es la dura tarea por
delante para auto reconocernos.

En este libro, sus lectores encontraran la respuesta a muchas dudas y


preguntas sobre la idiosincrasia de los mexicanos, pero sobre todo a
entender que el rescate de lo pasado es la mejor arma para caminar al
futuro con certeza e impecabilidad. El compendio que aquí se presenta
resume las tesis y aportaciones de Guillermo Marín, incansable
guerrero en la tierra de lo que él llama “la reserva espiritual de
México”.

Oswaldo García Criollo

Oaxaca, Oax. 2015.

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Prólogo.

Quiero por este medio expresar mi admiración, agradecimiento y


respeto por el trabajo que a través de años de investigación
viene haciendo el compañero oaxaqueño Guillermo Marín.

Pasando por encima de las barreras puestas por las instituciones


coloniales existentes y con gran sacrificio personal, Guillermo
viene reconstruyendo los saberes que el genocidio/epistemicidio
contra los pueblos del Anáhuac y el Tawantinsuyo por más de
500 años de colonialismo han intentado destruir.

Su reconstrucción de los saberes toltecas nos invitan a pensar


más allá de las categorías patriarcales y coloniales que
caracterizan el pensamiento occidental centrado en la “razón” y
en el olvido del otro campo de percepción del conocimiento que
es energético e intuitivo/femenino.

Este pensamiento colonial destructivo de la vida centrado en


hombres occidentales rompió el sentido holístico e integral que
ha caracterizado los saberes humanos desde la antigüedad
pasando por todas las civilizaciones existentes antes de 1492.

Con la expansión colonial que produjo la civilización occidental


destruyeron todas las otras civilizaciones anteriores erigiéndose
así en la única civilización existente a nivel planetario hoy.

Así pasamos de los pensamientos de la dualidades integradas en


un todo más amplio, al dualismo que separa y destruye el
todo. Ese dualismo está en el centro de la destrucción ecológica
de la vida (humana y no-humana) hoy. Toda la tecnología
producida por la civilización occidental está construida a partir de
la cosmovisión dualista cartesiana que separa de forma artificial
la "naturaleza" de lo "humano".

De ahí se construye un mundo donde todas las formas de vida y


existencia no-humanas son vistas como inferiores, exteriores a lo
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humano y subordinadas a la razón instrumental de ser simples
medios hacia otros fines. Toda tecnología construida a partir de
esa racionalidad dualista occidentalo-céntrica, lleva en sí misma
la destrucción de la vida porque no ha pensado la reproducción
de la vida.

La gran catástrofe planetaria que vivimos hoy está constituida


por este pensamiento dualista destructor de la vida. De ahí la
urgencia del trabajo de Guillermo Marín de reconstruir los
saberes perdidos por la colonización que tanta falta nos hacen
hoy día para pensar en otra civilización posible, es decir, para
producir las categorías que nos permitan la construcción de una
nueva civilización planetaria respetuosa de todas las formas de
vida con el objetivo de construir “un mundo donde otros mundos
sean posibles”.

En este espíritu es que le doy la bienvenida a su nuevo libro La


Toltecáyotl. Muchas gracias, al maestro y hermano Guillermo
Marín.

Dr. Ramón Grosfoguel


Universidad de Berkeley, Cal.

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LA TOLTECÁYOTL.

Cada una de las seis civilizaciones originarias de la humanidad tuvo


una estructura de pensamiento, que no solo interpreta el mundo y la
vida, sino plantea fundamentalmente la trascendencia de la existencia,
tanto en el plano individual como en el de la comunidad.

Estos diferentes y supremos “propósitos comunitarios”, poseían un


arquetipo. Así fue como Akenatón, Buda, Krisna, Zoroastro o
Quetzalcóatl, entre otros, construirán complejas estructuras de
pensamiento a las que en general podríamos llamar “filosofía o amor a
la sabiduría”, pero que están planteadas en sus religiones ancestrales,
sus milenarias tradiciones, usos y costumbres.

Para el caso de la civilización del Anáhuac, el símbolo supremo fue “el


Quetzalcóatl”, que no era un personaje toda vez que aparece con los
olmecas 1500 a.C., sigue presente con los toltecas en Teotihuacán 400
d.C. y aún se mantiene con los mexicas en Tenochtitlán 1519 d.C., todo
esto durante más de tres mil años. Quetzalcóatl no es un “dios”, es en
cambio el símbolo del equilibrio buscado entre la parte espiritual del
ser humano representada por un quetzal y la parte material de lo
humano representada por la serpiente que repta en el suelo, y
nombrado en lengua náhuatl como cóatl.

De esta manera, “el Quetzal-cóatl” es el símbolo de la búsqueda por


lograr el ansiado “equilibrio” en la vida humana entre el mundo
espiritual y el mundo material. El “equilibrio” entones ocupa un lugar
fundamental en el pensamiento filosófico del México antiguo, razón
por la cual lo que enseña la Toltecáyotl en esencia es lograr “el
equilibrio” en el plano cotidiano de la vida diaria.

Este “par de opuestos complementarios” logran la unidad perfecta con


“otro par de opuestos complementarios”, formados por la parte
derecha del ser humano o el tonal y la parte izquierda llamada nahual.
La primera asociada al mundo masculino, el sol y sobre todo el mundo
racional. La segunda asociada al mundo femenino, la luna y sobre todo

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asociado al mundo intuitivo. No es casual que en casi todas las
filosofías ancestrales se plantee lo mismo.

El Yin y el Yang se rigen por el mismo principio de un par opuestos


complementarios. Así pues, la propuesta tolteca es que el ser humano
está inmerso en la búsqueda del equilibrio de su vida, tratando de
“recorrer equilibradamente” los cuatro rumbos de la existencia,
simbólicamente representados por los cuatro rumbos cardinales,
cuatro figuras religiosas, cuatro animales y cuatro colores. No puede y
no debe darle mayor prioridad a cualquiera de los cuatro. Cada uno es
una parte importante de nuestro “ser y hacer”, pero cada uno con su
medida y su proporción, sin perder el equilibrio priorizando alguno de
ellos. Los Viejos Abuelos toltecas dejaron innumerable iconografía y
arquitectura de este precepto. Por ejemplo: un patio rodeado de cuatro
habitaciones apuntando perfectamente a los cuatro puntos cardinales.
Pero tal vez, uno de los más impresionantes y estéticos que se
conservan hasta nuestros días, son los llamados “voladores de
Papantla” en el que está representada esta alegoría filosófica.

Cuatro voladores apuntando a cada uno de los cuatro rumos de la


existencia, un quinto volador que está en el centro y es el encargado de
mantener el equilibrio y con “flor y canto” agradece a “Aquél por quien
se vive” la oportunidad del desafío. Los cuatro voladores dan cada uno
13 vueltas hasta llegar al tlaltípac o tierra desprendiendo su vuelo del
poste que significa la ceiba que une al cielo con la tierra y sus raíces
llegan al inframundo. La propuesta tolteca sigue siendo válida y vigente
hasta nuestros días. Más aún en el tiempo que nos ha tocado vivir,
donde TODO ES DINERO Y CONSUMO a través del culto al becerro de
oro. En efecto, en la sociedad en que vivimos los “mercaderes” tienen
el poder y todo lo han convertido en un “vil y vulgar negocio”. La
alimentación, la salud, la educación, la organización, el amor, la
realización humana. Todo es negocio y “en los negocios como en el
amor, TODO SE VALE”. En esto de “hacer dinero” no existe ética,
valores, respeto, dignidad, fraternidad, honradez, religión, ley,
autoridad, tradición, Estado de Derecho, etc. El “pez grande se come al
chico”, el abuso, la fuerza, el cinismo, la corrupción, la impunidad es el

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medio que justifica el fin supremo…tener dinero a cualquier precio, por
encima de todos y de todo…sin medida, tanto en el sector privado como
en el público.

Para esta visión necrófila del mundo y la vida el antídoto es la sabiduría


ancestral de la Toltecáyotl, que nos da un camino con un rostro propio
y un corazón verdadero. Tan válida como el budismo o el hinduismo,
pero diferente en tanto es la “propia-nuestra”, nacida y desarrollada en
nuestra tierra y por nuestros Viejos Abuelos hace miles de años.
Tenemos que cambiar. Lo difícil no es hacerlo, sino imaginarlo.

LA SABIDURÍA DE LOS TOLTECAS.

Los antiguos mexicanos llamaron Toltecáyotl, al conjunto de saberes y


conocimientos de los toltecas y toltecas a los hombres y mujeres que en
los Tollanes investigaban las capacidades energéticas del ser humano.

La Toltecáyotl seguramente se inició con la domesticación de las


plantas, la agricultura y la invención del maíz, hace ocho mil años, y ha
venido evolucionado y decantándose con los siglos. A pesar de que los
conquistadores de ayer y los colonizadores de hoy, han querido negarle
toda capacidad y valor intelectual a los pueblos originarios y a los hijos
de los hijos de los Viejos Abuelos, la sabiduría sigue viva y se ha sabido
mantener agazapada estos últimos cinco siglos en la cultura popular y
en los saberes comunitarios.

Mucha de esta sabiduría tiene orígenes remotos y aunque no la


entendamos, vivimos con ella y es ésta sutil cualidad, que nos hace ser
diferentes ante otros pueblos y nos da ese “toque” del ser mexicano. Es
lo que nos da “un rostro propio y un corazón verdadero”.

Lo más elevado de las que se nombran “instituciones” de un pueblo, las


creaciones, que dan apoyo a la estructuración de una cultura, todo eso y
probablemente también otras realidades, se incluían en el significado
de Toltecáyotl. (Miguel León Portilla. 1980).

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Existe un acervo riquísimo de sabiduría antigua en los pueblos
indígenas y campesinos del México contemporáneo. En la cultura oral
de algunos pueblos se sigue manteniendo en la memoria histórica a la
llamada “Hermandad Blanca”. Herencia ancestral de los toltecas y la
Toltecáyotl que no desapareció en el colapso del periodo clásico
superior y que todavía Cortés registra su existencia en las cartas de
Relación. En efecto, Cortés relata que cuando llegaron los españoles a
las costas de Veracruz, Moctezuma mandó pedir consejo a los sabios de
la Hermandad Blanca que vivían en el Calmécac de Cholula, en donde
estaban educando a los hijos de los “píltin” o principales, es decir, la
nobleza que gobernaría a los pueblos de la Triple Alianza.

“Toltecáyotl, traducida a la letra, significa toltequidad: esencia y


conjunto de creaciones de los toltecas. Pero cabe desentrañar mejor la
riqueza de sus connotaciones. De sentido abstracto y también colectivo
es este vocablo derivado de toltéca-tl. Los antiguos mexicanos lo
empleaban para abarcar lo que consideraban herencia suya, semilla de
inspiración y condicionante de ulteriores logros. La Toltecáyotl, el
legado de Quetzalcóatl y los toltecas abarca “la tinta negra y roja”, -la
sabiduría-, escritura y calendario, libro de pinturas, conocimiento de
los caminos que siguen los astros, las artes, entre ellas la música de
flautas, bondad y rectitud en el trato de los seres humanos, el arte del
buen comer, la antigua palabra, el culto a los dioses, dialogar con ellos
y con uno mismo...”. (Miguel León Portilla. 1980).

No podremos comprender a profundidad la historia y la cultura del


Anáhuac sin conocer la base filosófica que estructuró esta civilización a
lo largo de miles de años y que en los últimos cinco siglos, sólo se ha
encubierto, pero que sigue representando la esencia verdadera de
nuestra identidad de manera inconsciente.

Todas las grandiosas obras materiales e inmateriales de esta


civilización, que fueron transformadas por las mentes, almas y manos
de nuestros Viejos Abuelos, provienen de una línea de pensamiento
muy clara y definida, desde sus mismos orígenes. Fue esta “energía
creadora” la que saco a la materia de su estado natural y le dio forma,
color y sentimiento.
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Fueron los hombres y mujeres que aprendieron “a hacer mentir” al
barro, los metales, los textiles, la madera, las piedras preciosas, las
fibras vegetales y un sin número de materiales sacados de la naturaleza
y humanizados al incorporarlos con un alto sentido estético y místico al
mundo milenario del Anáhuac.

Fue la sabiduría de estos hombres y mujeres que aprendieron de la


naturaleza, la bóveda celeste y del Espíritu, a formar “rostros propios y
corazones verdaderos” en sus niños y jóvenes.

Todo este vasto e inconmensurable tesoro artístico que está vivo en las
los vestigios de los Tollanes, llamadas zonas arqueológicas, y que satura
los museos de México y el mundo, surge inevitablemente de una
estructura de pensamiento. Significa que la creación más elevada de la
civilización del Anáhuac es el conjunto de conocimientos que explican
el mundo, la vida y ubican a la existencia humana con una alta
responsabilidad por contribuir con las fuerzas generadoras a la
humanización del mundo y su mantenimiento a través de la armonía, el
equilibrio y la medida. La filosofía del Anáhuac o Toltecáyotl, es el
lenguaje en el que se expresa el Espíritu, cada una de sus maravillosas
creaciones representan palabras que sostienen un dialogo eterno entre
los seres humanos y lo inconmensurable, lo divino y lo sagrado.

No podemos seguir condenado a la civilización del Anáhuac al


epistemicidio y desprecio intelectual, que ha sido sometida por el
eurocentrismo y la colonización. La Toltecáyotl representa el
patrimonio más importante y menos reconocido de los antiguos
mexicanos.

Es desde la Toltecáyotl, la creación más importante de los toltecas,


desde donde debemos de partir para conocer e interpretar el pasado y
en consecuencia, entender nuestro presente. Es imprescindible la
descolonización intelectual y cultural para poder construir un futuro
“propio-nuestro”.

La Toltecáyotl deberá ser la línea de pensamiento que nos permita


“recuperarnos a nosotros mismos”. El desafío es llevar esa sabiduría

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que existe en nuestro interior a planos conscientes del mundo cotidiano
y con ella construir nuestro presente y diseñar nuestro futuro.

Cinco elementos son la herencia filosófica de los Viejos Abuelos.


Aparentemente están escondidos y camuflajeados en el inmenso
sincretismo cultural de nuestros días. Parecen elementos inconexos e
intrascendentes cuando los apreciamos sin integrarlos a un todo.

Sin embargo, son la esencia que distingue a nuestro pueblo milenario y


la herencia del pensamiento filosófico en la vida diaria. Los elementos
culturales que hemos heredado de nuestra antigua filosofía son: la alta
vocación espiritual y mística por la vida, la defensa de la familia y sus
valores, el inconmensurable amor por la naturaleza, el infatigable
espíritu constructor y el permanente optimismo por la vida, según el
Dr. Rubén Bonifaz Nuño.

En efecto, la herencia más importante y valiosa de los Viejos Abuelos


no se encuentra en la materia. No está en las zonas arqueológicas, los
museos o en los metales precisos. Se encuentra, en cambio, en la
percepción espiritual del mundo y de la vida.

En los valores, principios, sentimientos, actitudes, tradiciones, usos y


costumbres y saberes comunitarios que han ido cambiando y
amoldándose en estos cinco siglos de colonización, pero que mantienen
viva la esencia de una civilización que no ha muerto.

Esta sabiduría está viva en el conglomerado de pueblos y culturas del


Anáhuac de nuestros días. Entre el sincretismo y las apropiaciones, no
sólo de la cultura occidental, sino de África y Asia que también la han
enriquecido. (Tomado del libro RAICES Y ESENCIA DEL MEXICO
ANTIGUO. Guillermo Marín 2004)

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LA CIVILIZACION DEL ANAHUAC.

Gracias a la colonización mental que hemos sufrido los mexicanos, no


sabemos ni nos importa saber, cuál era el nombre que nuestros
antepasados le pusieron a su tierra y mucho menos cómo se llamaban a
ellos mismos y cuáles sus logros más importantes. Los mexicanos de
hoy vivimos una amnesia cultural inducida por la colonización.

Lo que hoy conforma el territorio de nuestro país, fue la cuna de una de


las seis civilizaciones más antiguas con origen autónomo del planeta.
Nuestros Viejos Abuelos se llamaban a sí mismos, Anahuacas, pues al
continente le llamaban en lengua náhuatl Ixachilan, que significa
inmensidad, y "Cen Anáhuac" al espacio en donde se desarrolló su
civilización (los que viven enteramente juntos en la tierra rodeada de
las grandes aguas). La lengua náhuatl era la lengua franca con la que se
comunicaban los Viejos Abuelos desde Nicaragua hasta el Norte de
Estados Unidos.

Esta civilización ha tenido una sola matriz filosófico-cultural, por


diferentes culturas que la han expresado; en tiempos y espacios
diferentes. Un hilo conductor en sus tres grandes períodos. La etapa de
formación e invención de todos los conocimientos; empezando por la
invención de la agricultura y el maíz, base y sustento de todo un pueblo
a lo largo de su existencia.

Estas seis culturas Madre tuvieron un cultivo como base de su


alimentación; unas el trigo, otras la papa, el arroz o el mijo; pero
nuestros Viejos Abuelos toltecas “inventaron” el maíz, ya que éste era
un pasto (teocintle), el que fue modificado hasta que se llegó al maíz
actual.

Estos siete mil quinientos años de historia del Desarrollo Cultural de


nuestro pueblo, los especialistas colonizados lo han llamado
indebidamente época “PREHISPANICA”, porque es grotesco nombrar
a los más antiguo de los “propio-nuestro” con el pueblo que nos
conquistó.

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Es importante subrayar la visión colonialista e hispánista de la historia,
vista por los ojos de los vencedores. Por qué nombrar a lo "propio
nuestro", a los Viejos Abuelos, con la referencia de los españoles. Por
qué no llamarla época PRECUAUHTÉMICA. La historia la escriben los
vencedores, por eso debemos tener presente, que tipo de historia
conocemos.

Pues bien, a la historia de nuestros Viejos Abuelos toltecas antes de la


invasión europea, los especialistas la han dividido en tres períodos. El
primero es el llamado PRECLÁSICO o periodo formativo, que los
investigadores lo sitúan aproximadamente del año 6 mil a.C. a 200
años a.C. El segundo período es el CLÁSICO o periodo del esplendor,
que parte del año 200 a.C. al 900 d. C. El tercer período que parte a
mitad del siglo IX y concluye con la invasión europea en 1519, es
conocido como periodo decadente.

Este increíble espacio de tiempo, 7500 años (casi cuatro eras


cristianas), lo podemos comparar con los últimos quinientos años de
historia, que con propiedad podríamos llamar "época Hispánica o
periodo colonial". El lector apreciará que la base estructural de lo que
hoy conforma nuestra nación, indiscutiblemente hunde sus raíces en el
México Antiguo. Y que somos, como pueblo, una continuidad
interrumpida hasta nuestros días en pleno siglo XXI.

Es importante mencionar, que como son extranjeros los que se han


interesado por lo “propio-nuestro” y por lo consiguiente, han
"estudiado e investigado" el Anáhuac Antiguo, y como lo señala el Dr.
Rubén Bonifaz Nuño, casi siempre con un ignorante menosprecio y un
inexplicable aire de superioridad; un día, estos señores, dividieron
arbitrariamente al Anáhuac en dos partes: “Mesoamérica y
Aridoamérica”, es decir los "indios-cultos-muertos-desaparecidos-del
pasado" que hacían pirámides y objetos bellos para el culto a sus dioses
y que vivieron desde lo que hoy son los estados de Sinaloa, Zacatecas,
San Luis Potosí y Tamaulipas hacia el sur y, los "indios-salvajes-
muertos-desaparecidos-del-pasado", que vivieron en la región norte de
México y la parte sur de lo que hoy es Estados Unidos.

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La civilización anahuaca no solo estuvo presente y vigente en todo lo
que hoy conforma el territorio nacional. Nosotros suponemos que esta
civilización es CONTINENTAL. En efecto, actualmente existen
Elementos Culturales muy similares, lo mismo entre un indígena
Kumiai de Baja California, que un indígena Maya de Quinta Roo.

Pero al mismo tiempo estas similitudes básicas las encontramos entre


un indígena del Canadá y un indígena de La Patagonia, pasando por la
gran llanura de Norte América, Centro América, la Zona Andina o la
Amazonia, es decir, entre un esquimal y un mapuche, pasando por un
zapoteco, un misquito y una arahuaca.

Los valores esenciales de la vida, la muerte, la naturaleza, el cosmos, lo


divino y lo sagrado, la familia, la comunidad, la solidaridad, los
comparten armoniosa e íntimamente, todos los pueblos llamados
"indios" del Continente Americano.

El desprecio que hemos heredado de los cinco siglos de colonialismo


hacia la valoración y respeto de los pueblos originarios, hacia los Viejos
Abuelos toltecas, -hacia nosotros mismos-, queda claro al llamarlos
despectivamente "indios".

Pues desde hace muchos siglos, se supo que los españoles se


equivocaron y que no llegaron a la India, por lo cual, los pueblos
encontrados no fueron los "indios" esperados.

Después de tantos años, por el colonialismo, ni siquiera nos ha


interesado saber, cómo se llamaban así mismos nuestros antepasados y
cuál es la raíz y la esencia de nuestro “rostro propio y nuestro corazón
veredero”. Nos la hemos pasado dolorosamente perdidos en el
“Laberinto, no de la soledad, como apuntó el Poeta Octavio Paz, sino en
laberinto de la desolación de ser, extranjeros incultos en nuestra propia
tierra. Tratando tercamente de ser lo que jamás seremos.

Dicho de otra manera, hemos perdido la memoria histórica de nosotros


mismos.

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Los Antiguos Mexicanos le llamaban al continente CEN-ANAHUAC y
ellos se llamaban a sí mismos ANAHUACAS, por lo que existían los
anahuacas mayas, los anahuacas zapotecos, los anahuacas mexicas y
así sucesivamente.

EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO.

El conocimiento filosófico del México antiguo, es hasta la fecha el más


negado de todos los conocimientos. Los conquistadores y colonizadores
del Siglo XVI afirmaban que los Viejos Abuelos no eran seres humanos,
sino que eran animales, con lo que justificaban su deshumanizado
trato. Hasta la fecha la cultura dominante no acepta que los anahuacas
piensen y sean capaces, por ellos mismos, de iniciar un movimiento
social como el del EZLN. Aceptar que existió un elevado y sofisticado
conocimiento del ser humano, del mundo y del universo, es reconocer
por los colonizadores de ayer y de hoy, que se ha cometido una de las
una de las seis civilizaciones más importantes y antiguas de la
humanidad.

“Después de 1519 una inmensa mayoría de nuevas influencias pasaron


sobre la vida indígena. El imperialismo de los Habsburgo extrajo su
incentivo de las tradiciones peninsulares y descuidó las adaptaciones
regionales. El valle no fue nunca una “sede” para los españoles, salvo de
la manera más circunstancial. Los españoles establecieron su capital
colonial en el valle, pero resueltamente lo conectaron por carretera con
Veracruz y luego por mar a Sevilla. Casi nunca adoptaron los estilos
indígenas en la ropa ni en el diseño o la construcción de casas. En vez
de ello, exageraron sus propios estilos españoles, como para negar su
situación provinciana. La “cultura” de la civilización indígena tenía
para ellos, en el mejor de los casos, un atractivo exótico. Los españoles
consumían los productos de las chinampas, pero ignoraron los métodos
agrícolas de las chinampas hasta el siglo XVIII.” (Charles Gibson.
1967).

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Gibson examina la actitud del colonizador español, de no reconocer
ningún valor en la sabiduría y el conocimiento milenario de la
civilización vencida. La cultura colonizadora ha erosionado la punta del
iceberg de conocimiento de la civilización del Anáhuac y sobre ella ha
construido su endeble estructura ciega y depredadora. Sin embargo,
quien sostiene a la sociedad mexicana contemporánea,
indiscutiblemente que es el conocimiento generado a lo largo de ocho
mil años, que representa la inmensa base del iceberg que está bajo el
agua. No podemos negar que en los últimos quinientos años se ha
sumado, no sólo el conocimiento de Europa, sino del mundo entero.
Pero de la misma manera, no se puede seguir negado la existencia de la
sabiduría heredada por los Viejos Abuelos y su indiscutible
continuidad. En el “banco genético de información cultural” que existe
en cada célula de los mexicanos, están atesorados ocho milenios de
experiencia y sabiduría humana.

Querer negar el milenario y complejo andamiaje del pensamiento


filosófico del México antiguo, es como pensar que un mamífero pudiera
vivir sin un sistema óseo. Reducir a una mal interpretada religión, a un
puñado de leyendas y mitos inconexos y a un montón de deidades
incomprendidas, llamadas equivocadamente “dioses prehispánicos”, el
pensamiento decantado y sofisticado de la Toltecáyotl, es el mayor
crimen cultural de la historia de la humanidad, pues se ha tratado de
una manera maliciosa de hacer creer que el Cen Anáhuac no poseyó un
decantado y sofisticado conocimiento del universo, el ser humano, la
vida y su trascendencia espiritual. De igual magnitud y valor, que las
civilizaciones coetáneas como la de la China y la de la India.

TOLTECAS Y TOLTECÁYOTL...POR QUÉ EXALTARLOS

Algunas personas me preguntan el por qué exalto tanto a los toltecas y


la Toltecáyotl. La respuesta es muy sencilla, primero porque
representan lo mejor que tenemos de lo “propio-nuestro”, y segundo,
porque debido a la colonización mental y cultural esta información nos
es desconocida y negada.

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Pero además, podría añadir, se exalta sin límite y hasta la saciedad las
culturas grecolatina o la anglosajona, pero cuando uno exalta “la
propia-nuestra”, -porque debemos de recordar que somos parte de una
de las seis civilizaciones más antiguas del mundo-, inmediatamente
viene el feroz prejuicio colonizante… “¡estás idealizando demasiado, los
toltecas no eran perfectos!”, los colonizadores ingleses fueron peores
que los españoles, etc.”.

Es curioso, pero la gente en general, en este país está totalmente


desinformada de la historia, cultura y filosofía de su civilización Madre,
y aquellas personas que supuestamente “están informadas”, sus fuentes
son hispanistas y colonizantes, comenzando con la llamada “Historia
oficial” escrita por los vencedores en las que conoce la batalla ganada
por los mexicas en 1520 a los invasores extranjeros como “de la noche
triste”.

El hecho de que los textos escritos por conquistadores, misioneros y


colonizadores a principios de la invasión-ocupación, después de cinco
siglos sigan siendo tomados como “verídicas fuentes históricas”
desnuda totalmente la estructura del discurso histórico de los
vencedores, desde Hernán Cortés hasta Mel Gibson.

Estos textos fueron escritos por intereses personales y mezquinos,


Hernán Cortés para tratar de legalizar su situación de prófugo de la ley
de Cuba; Bernal Díaz después de decenas de años, ya anciano, escribe
para pedir una pensión a la corona española, los misioneros para dar a
conocer la cultura y las prácticas religiosas de los invadidos-
colonizados y poder hacer más eficaz la destrucción de su cultura y
religión a manos de la iglesia católica, los anahuacas conversos para
asimilarse más a la cultura del invasor.

Todos tienen en común el rechazo y la total incomprensión de una


civilización que era, en sus preceptos sociales, culturales, religiosos
muy superior a la europea venida del medievo o periodo oscurantista.
Sobresale la falta de interés de verdaderamente conocer y tratar de
entender la visión del mundo y de la vida de los invadidos. Jamás se
“descubrió al otro”, al anahuaca se le subsumió en el mundo conocido

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europeo, por eso les llamaron “indios”, pensando que habían llegado a
la India. Hasta la fecha la sociedad dominante no conoce, ni le interesa
conocer la visión del mundo y de la vida de los llamados pueblos
“indígenas”. Lo que les interesa son sus territorios y recursos naturales.

Cuando digo que la anahuaca era una civilización superior a la europea,


me baso al comprar la calidad y nivel de vida del ciudadano promedio
de Madrid con uno de Tenochtitlán en 1519, periodo por cierto,
postclásico de decadencia en el Anáhuac. En la alimentación, salud,
educación y organización social los anahuacas estaban en un condición
mucho mejor a nivel de pueblo común y corriente que los españoles.

Por supuesto las mentes colonizadas inmediatamente argumentarán


que los mexicas hacían “pavorosos sacrificios humanos”, pero la verdad
es que los españoles también los hacían, solo que les llamaban “autos
de fe” que estaban a cargo de la Santa Inquisición en donde se
quemaban vivas a decenas de personas en las plazas públicas en medio
de algarabía y vendimia.

Los hispanistas colonizados argumentan que los mexicas eran


guerreros y luchaban contra los pueblos vecinos. Los peninsulares
tenían siglos enteros luchando contra los árabes y la cultura del
medievo se caracterizó por las permanentes guerras entre reyes y
señores feudales durante mil años. Algo que omiten es la violenta
conquista que hicieron los reinos de Castilla y Aragón, en esos mismos
tiempos, de los reinos que existían en la península hasta forjar “a
sangre y fuego” el reino de España en 1516 (la doble conquista).

Los mexicas en cambio solo desde 1440 cuando Moctezuma


Ilhuicamina tomó el poder y a través de las “guerras floridas” en donde
estaba prohibido matar al enemigo, empezó 81 años de un limitado
dominio tan solo del Altiplano Central y parte de las costas del Golfo,
pero jamás dominaron todo el Cen Anáhuac, eso es un mito
colonizador.

Sin embargo, los “hispanistas colonizados” nunca hablan de los más de


mil años del periodo Clásico del esplendor del Anáhuac (200 a.C. a 850

19
d.C.). Nunca toman en cuenta que en este periodo no hubo guerras, ni
sacrificios humanos, que se inventó el cero matemático, la cuenta
perfecta del tiempo, que se construyó el mayor número de pirámides
del mundo.

Pero aún más, los “hispanistas colonizantes” no hablan que somos la


única civilización antigua que inventó su alimento, es decir el maíz.
Que desarrolló un asombroso y eficaz sistema alimentario, desde la
milpa, los sistemas de riego, la chinampa, pasando por una excelente
alimentación e higiene tanto familiar como comunitaria. No hablan de
que la inteligencia y sabiduría del Anáhuac ha dado al mundo el
chocolate, el nopal, la vainilla, el amaranto, la calabaza, más de
cuarenta productos que hoy alientan a la humanidad.

Tampoco hablan de que la civilización del Anáhuac fue la primera que


tuvo un sistema de educación en el mundo. En efecto, desde
probablemente el año 1500 a.C. todos los niños del Anáhuac tenían que
ir a la escuela de siete a 18 años, y que esta educación era obligatoria,
pública y gratuita, misma que los colonizadores inmediatamente
desaparecieron, destruyendo las escuelas, quemando los códices y
asesinado a los maestros. Europa tuvo el primer sistema público de
educación en una región de lo que hoy es Italia hasta 1596 d.C.

No mencionan que en el Anáhuac no se inventaron armas. Las mismas


que recibimos de la prehistoria, después de más de siete milenios, con
esas mismas enfrentamos la invasión. Si bien la cultura mexica fue
guerrera, ésta solo imperó en el Altiplano Central y parte de la costa del
Golfo 81 años, es decir, de 1440 a 1521. Los colonizadores pretenden
hacernos creer que “la historia de los mexicas” (1325 a 1521) representa
la historia de la civilización del Anáhuac (6000 a.C. a 1521 d.C.).
Totalmente falso y doloso.

Los apologistas de la “hispanidad colonizadora” no argumentan que en


el Anáhuac no se desarrolló la moneda para impedir la expansión del
comercio, la explotación y el atesoramiento. Tampoco se permitió la
“propiedad privada”, todo era comunal y comunitario. Pero lo
fundamental, el propósito social era eminentemente de carácter

20
espiritual. En efecto, así como en la cultura occidental dominante
actual, el propósito social, familiar, personal y del Estado es generar la
riqueza material, entiéndase acelerar el consumo y la economía, en el
Anáhuac estaba sustentado en la trascendencia espiritual del mundo
material.

En síntesis, no era una civilización basada en la guerra, la propiedad


privada, el comercio, el consumo. La prueba irrefutable es que los
vestigios de sus magnas construcciones llamadas Tollan, como
Teotihuacán, Monte Albán, Chichen Itzá, Palenque y Xochicalco, por
citar solo algunas, no fueron construidas como fortalezas, palacios o
zonas habitacionales. Sus grandes y majestuosas construcciones, como
en el caso de Monte Albán, en las que invirtieron 1350 años en su
proceso constructivo nos demuestra que existió “un propósito
comunitario compartido a través de muchas generaciones” y que tuvo
un objetivo-propósito muy elevado que no caducó o pasó de moda.

Lo cierto es que todo este esplendor civilizatorio que llevó a los más
elevados niveles “el desarrollo humano”, tuvo un colapso generalizado
desde Nicaragua hasta el Norte de los Estados Unidos, que fue el
territorio del Anáhuac. Una acción concertada en al que los venerables
maestros abandonar y destruyeron de súbito estas maravillosas
construcciones. Dejando dicho en la mitología anahuaca que
regresarían a restaurar la sabiduría y el equilibrio en el año “uno caña”
que se repite cada 52 años.

A partir del año 850 empezó la decadencia religiosa y filosófica en el


Anáhuac. Se crearon los Señoríos, empezó a desarrollarse las
rivalidades, las envidas y por supuesto los conflictos y guerras. La
llegada del Norte de los mexicas como chichimecas (barbaros), el
“pueblo sin rostro”, la fundación de Tenochtitlán en 1325 y la
trasgresión filosófica y religiosa de la milenaria sabiduría tolteca
conocida como Toltecáyotl a manos del ideólogo Tlacaélel, marcó el
último periodo cultural del Anáhuac, pero ni fue el más importante ni
el más largo.

21
Finalmente quiero decir que sería una verdadera tontería suponer que
en el Anáhuac y en su longeva civilización “la perfección humana se
logró”. La esencia de lo humano es justamente su imperfección. La
sabiduría y la virtud es justamente darse cuenta de esa imperfección y
trabajar en consecuencia para mejorar, sabiendo que la perfección en
inalcanzable.

En el Cen Anáhuac existieron y siguen existiendo individuos y grupos


humanos de poco desarrollo y limitada consciencia. Aún en los mismos
días del esplendor existían pueblos básicos, poco evolucionados que
eran belicosos y guerreros. Por fortuna la condición humana es diversa
y la pluralidad desbordante, esa es una de las “maravillas de lo
humano”.

Pero si se puede generalizar y se debe generalizar cuando se construye


los fundamentos de una Identidad Cultural y una “memoria histórica”
de una nación. Así como occidente sustenta sus “mitos civilizatorios” en
las bondades y virtudes de la cultura grecolatina, sabiendo que los
griegos eran un puñado de pueblos esclavistas, guerreros y desunidos,
en permanentes guerras fratricidas y que nunca pertenecieron a
Europa, porque en su tiempo no existía culturalmente, sino estaban
integrados al mundo asiático; y que, los romanos eran una sociedad
imperialista, explotadora que llegó a bochornosos niveles de
degradación moral, ética y política. El occidente hegeliano fundamenta
su modelo civilizador en los mejores logros de estas culturas. Esto es
válido para ellos y todo mundo está de acuerdo.

De la misma manera, los que nos pensamos como los hijos de los hijos
de los pueblos originarios, los que nos sentimos legítimos herederos de
la sabiduría humana atesorada, sistematizada y trasmitida a lo largo de
ocho milenios hasta nuestros días, no importando si hablamos una
lengua originaria o vivimos en las montañas o desiertos o en una
ciudad, los que hemos activado el “banco genético de información
cultural” que se nos ha legado y que es nuestra mayor herencia cultural,
sentimos el orgullo de ser parte de esta civilización vigente, vibrante y
vital, que no ha muerto. Nosotros nos sentimos orgullosos hijos del
Anáhuac y de la Toltecáyotl, como otros pueblos se sienten orgullosos
22
de India y el hinduismo o de China y el taoísmo o confusionismo. Ni
más ni menos.

Los que creemos que existen otras formas de relacionarnos entre los
seres humanos, la naturaleza y el cosmos. Que los seres humanos
durante estos diez mil años de “civilización humana” no solo hemos
estado pensando en atesorar, explotar, comerciar, sojuzgar, guerrear,
dominar y explotar a la naturaleza. Que han existido muchas
civilizaciones, culturas y pueblos que han buscado fines humanistas y
espirituales, sustentados en el respeto, el equilibrio y la equidad.

Los que estamos indignados por los cotidianos excesos e injusticias


sobre los pueblos del “México-profundo-anahuaca” a manos del
“México-imaginario-criollo”, y el desvergonzado cinismo y abuso de un
puñado de corruptos en el poder político y económico que han des-
gobernado y destrozado “su patria” desde 1821, excluyendo a la gran
masa popular en la toma de decisiones y en el justo reparto de la
riqueza.

Los que pensamos que el futuro de nuestro pueblo, justamente está en


el conocimiento y práctica de los valores y principios ancestrales que
guiaron a nuestros venerables antepasados en los momentos más
elevados y virtuosos de su desarrollo humano. Los que creemos que la
Toltecáyotl es una valiosa herencia que puede cambiar, para bien,
nuestro destino, como personas, familias, pueblos y nación. Por estas
razones dedico mi trabajo a investigar, promover y difundir la
civilización del Anáhuac y su filosofía, la Toltecáyotl. Desde esta
perspectiva, su exaltación es una necesidad emergente e impostergable,
La descolonización es un acto de dignidad y soberanía intelectual.

LA DIMENSIÓN HISTÓRICA DE LOS TOLTECAS.

Mucho se ha escrito de los “toltecas” y en verdad poco se sabe de ellos.


Se ha dicho –equivocadamente- que fue un “pueblo o cultura” y
generalmente se confunden con las historias del periodo Postclásico
decadente del Anáhuac (850-1521 d.C.).
23
Los toltecas fueron un linaje de conocimiento de la sabiduría ancestral
del Cen Anáhuac. Es decir, tolteca es un “grado de conocimiento” de la
Toltecáyotl. Todas las civilizaciones antiguas con origen autónomo
tuvieron una “estructura de conocimiento” que les permitió desarrollar
el “andamiaje cultural” con el cual transformar el mundo y darle
significado, tanto en la material como en lo inmaterial. La Toltecáyotl
es la suma sistematizada de los conocimientos de la civilización
anahuaca por lograr “el equilibrio”, tanto en el plano material exterior,
como en el plano inmaterial interior.

Toltecáyotl será entonces el “arte de vivir en equilibrio” y por eso


“tolteca” es, -simbólicamente-, “el artista” entre los artistas. El que hace
brotar los rostros propios y los corazones verdaderos, el que ilumina
como una tea que no humea, “el maestro” entre maestros.

De modo que existían en el Cen Anáhuac un puñado de toltecas


provenientes de todos los pueblos y culturas. Estos hombres y mujeres
de conocimiento estudiaban y practicaban los conocimientos de la
Toltecáyotl, en el periodo Clásico en los Tollanes, en lo que hoy
conócenos como “zonas arqueológicas” y que nunca fueron palacios,
fortalezas, ciudades o “centros ceremoniales”. Si no, centros de
investigación y estudio de las posibilidades humanas en torno a
parámetros energéticos que hoy la ciencia occidental empieza a
percibir. El centro irradiador de la Toltecáyotl fue Teotihuacán lugar en
donde “los seres humanos alcanzaban la divinidad”.

La Toltecáyotl y los toltecas, seguramente surgieron desde el periodo


Preclásico. Evolucionaron desde ser nómadas, cazadores, recolectores;
pasando por sedentarios agricultores hasta lograr desarrollar y
construir un complejo sistema de conocimientos y valores que les
permitieron resolver sus problemas existenciales de carácter material
de manera eficiente, para pasar a plantear la solución de los problemas
existenciales de orden inmaterial o de trascendencia, con la llamada
cultura olmeca.

En efecto, los llamados olmecas o conocedores “de la medida del


movimiento”, fueron los primeros “maestros” que empezaron a

24
estructurar lo que conocemos como Toltecáyotl. Es interesante
observar que a lo largo de la historia anahuaca, desde
aproximadamente el año seis mil u ocho mil antes de la era cristiana,
existió una línea de pensamiento unificador que estructuró y permeó
los tres periodos (Preclásico, Clásico y Postclásico) con una misma raíz
filosófica cultural, que se puede observar en la arquitectura,
iconografía, rituales, valores, usos y costumbres de todos los pueblos
anahuacas, aunque totalmente diversificada a través de sus pueblos y
culturas en el espacio y en el tiempo anahuaca. El maíz y Quetzalcóatl
son los símbolos por excelencia de la realidad material y espiritual del
Anáhuac.

Por ello, Quetzalcóatl no fue ni un personaje y menos un dios como lo


dijeron algunos pueblos anahuacas del periodo Postclásico, y los
conquistadores respectivamente. Quetzalcóatl en cambio es un símbolo
filosófico y un arquetipo humano como lo han tenido las otras
civilizaciones antiguas de la humanidad.

Porque podemos observar en la cultura olmeca en el año 1200 a.C. en


Chalcatzingo, Morelos a la “Serpiente Emplumada” esculpida en los
grandes peñascos del Tollán (zona arqueológica). Pero también lo
apreciamos en Teotihuacán en el año 200 d.C. en el periodo Clásico, y
aún en la Gran Tenochtitlán en el periodo Postclásico con los mexicas
en 1500 d.C. De modo que no pudo ser un ser humano. Tampoco fue
un dios, pues sabemos que en la religión anahuaca no existían dioses.
Solo se percibía una divinidad suprema que no tenía forma, nombre y
no podía ser representada. Sin embargo, existían múltiples
manifestaciones o advocaciones de su inconmensurable poder y
presencia. Estas múltiples advocaciones de lo desconocido,
innombrable, invisible e impalpable, los colonizadores de ayer y de hoy,
por ignorancia o por dolo, les han llamado “dioses”, para justificar su
erradicación y la imposición de su evangelio, y los investigadores, su
errados y desafortunados trabajos, que reducen la Toltecáyotl a un
puñado de idolatrías y “primitivas creencias”.

Pero la realidad es otra. “El Quetzalcóatl” nos está hablando de una


figura filosófica o de una aspiración humana por encontrar “el
25
equilibrio” a través del uso correcto de “la medida”. Para la Toltecáyotl
el ser humano metafóricamente se divide en cuatro partes a partir de
“su centro” o llamado “co” en lengua náhuatl, que significa “ombligo,
pero que también significa el centro energético. Del ombligo a la cabeza
simboliza el cielo y el Espíritu, se representa con el Quetzal, como el
ave más bella que remonta las alturas deseadas por el ser humano. Del
ombligo a los pies, simboliza la Tierra y la materia, se representa con
una serpiente, que en lengua náhuatl se dice “cóatl”. De modo que
“Quetzal-cóatl” significa filosóficamente la unión y el equilibrio entre el
Espíritu y la materia. Las otras dos partes vienen de la división
longitudinal del ser humano en la parte derecha o tonal, y la parte
izquierda o nahual, que representan del mundo y del individuo
respectivamente: El Sol, lo masculino y la razón; y la Luna, lo femenino
y la intuición, respectivamente.

Quetzalcóatl, la Toltecáyotl y los toltecas son la parte más decantada, -


“el fruto florecido”-, de la civilización del Anáhuac y que hasta la fecha,
poco se sabe de este portentoso conocimiento que dio sabiduría,
dirección y continuidad a más de tres mil quinientos años de Desarrollo
Humano en el Cen Anáhuac.

De esta manera podemos afirmar que los maestros “toltecas olmecas”,


tuvieron su continuidad con los maestros toltecas mayas, zapotecos y
nahuas, por citar solo tres, de las diferentes culturas del Anáhuac. Sin
embargo, a partir del colapso del periodo Clásico alrededor del año
850, “los toltecas” desaparecieron del tlaltípac o faz de la tierra,
destruyendo sus numerosos Tollanes o centros de conocimiento, y
encubrieron su milenario conocimiento. Dejando la profecía que
regresarían a restaurar la armonía y el equilibrio en el Anáhuac en el
año “uno caña”, que se repite cada 52 años.

El mito o metáfora de que Quetzalcóatl, es que fue engañado y


derrotado por su contraparte Tezcatlipoca, quien logro vencer “las
defensas” que lo protegían en su palacio y le entregó un espejo como
regalo, el cual al verlo Quetzalcóatl, “visualizó a un anciano” y por lo
cual se trasgredió y pecó, perdiendo su pureza. Motivo por el cual
abandonó el Anáhuac. La metáfora nos sugiere que el conocimiento
26
“envejeció” y tuvo que “retirase” temporalmente para “restaurarse” con
la promesa de que regresaría para restablecer la armonía y el equilibrio.

Tiempo después, el recuerdo de Quetzalcóatl y sus enseñanzas empezar


a transformarse y corromperse con las sucesivas generaciones. Algunos
pueblos transformaron los ancestrales mitos y los ajustaron a “su
historia”, en la cual aparece Quetzalcóatl como un dios o un personaje.
Este nuevo periodo se conoce como Postclásico y el “recuerdo” de
Quetzalcóatl se irá transformado según los intereses de los grupos de
poder. En efecto, durante el periodo Clásico existió un periodo de paz y
los pueblos vivieron en armonía y equilibrio durante más de diez siglos
guiados por los venerables maestros toltecas y la sabiduría de la
Toltecáyotl. Floreció la cultura en su diversidad pero mantuvo su raíz
filosófica y sobre todo, una unidad cultural asombrosa.

Esta “unidad en la diversidad cultural”, no solo se manifestó en los


múltiples idiomas, manifestaciones religiosas, arquitectura,
iconografía, arte, alimentos, vestido, etc. Sino fundamentalmente en el
aspecto filosófico. Una región tan extensa como el Cen Anáhuac y con
tantos pueblos diferentes, mantuvo la unidad cultural en base a la
matriz filosófica cultural que representó la Toltecáyotl. El tolteca, no
importaba que hablara lengua náhuatl, maya o zapoteco, hablaba de los
mismos conceptos filosóficos y mantenía los mismos valores y
principios. Lo que permitió que todos los pueblos fueran diferentes
pero hermanados por las mismas elevadas aspiraciones existenciales
consagradas en la Toltecáyotl.

A partir del Siglo X en el Anáhuac se inició la búsqueda de “re-


construir” esta asombrosa unidad cultural que duró un milenio, pero ya
no con la sabiduría, sino con las armas y las alianzas entre pueblos y
linajes familiares. En la ausencia de los toltecas, algunos pueblos y
líderes trataron de reunificar esta totalidad cultural. Los mayas, los
mixtecos, los purépechas y finalmente los mexicas lo intentaron, pero
con logros parciales y limitados en tiempo y espacio hasta la llegada de
los invasores europeos.

27
Sin embargo, es importante señalar que los toltecas solo
“desaparecieron” del tlaltípac, pero nunca se extinguieron o se acabó la
Toltecáyotl. Los toltecas siguieron con el desarrollo de la Toltecáyotl,
pero ahora fuera del mundo cotidiano e inmediato, dejaron el mundo
del tonal y se fueron al mundo del nahual. Los toltecas han seguido sus
linajes de conocimiento a través del tiempo. Su capacidad e
impecabilidad los ha hecho ser “invisibles” en medio de los tumultos de
la colonia y el México independiente, llegando hasta nuestros días
impecables e inmaculados. Por otra parte, La Toltecáyotl ha seguido
viva en el subconsciente de los pueblos y culturas de lo que hoy
conforma México, en los que se conoce como “el banco genético de
información cultural”.

Finalmente los historiadores colonizadores desde Clavijero hasta los


contemporáneos (nacionales y extranjeros), han hecho de los “toltecas”
un pueblo y una cultura. Cosa que es un equívoco y una muestra del
desconocimiento y desprecio con el que han “investigado y estudiado”
el pasado ancestral de nuestra civilización. Actualmente en el mosaico
multiétnico de la nación, no aparecen los “toltecas” dentro de los 62
pueblos originarios. Sí fueron un pueblo, y éste fue tan importante,
cómo es posible que no exista en la actualidad, cuando encontramos
pueblos como los tacuates que, a pesar de su relativa importancia en el
“pasado indígena de la nación”, permanecen y han sabido sobrevivir a
su muerte histórica. Los toltecas nunca han sido un pueblo ni una
cultura, sino un grado de conocimiento de la Toltecáyotl.

Lo cierto es que los toltecas ocultaron sus conocimientos. No sabemos


la razón, pero la destrucción de los Tollanes, lo que hoy conocemos
como zonas arqueológicas del periodo Clásico, no solo representó un
formidable esfuerzo, sino es el símbolo irrefutable de que su
conocimiento se “encubrió”, pero que ha seguido en pleno y
permanente desarrollo. El hecho de que la cultura dominante no lo
pueda conocer y manipular esta sabiduría, no implica necesariamente
que no exista. Solo se ha mantenido fuera de “la realidad o mundo
conocido” de la cultura dominante.

28
La Toltecáyotl y los toltecas son el mejor recurso que tenemos para
construir un país de justicia, igualdad y humanismo. Representa el
Patrimonio Cultural más importante que hemos heredado de los más
de siete mil quinientos años que conforman el pasado del Cen
Anáhuac. La profecía de su retorno sigue viva en el subconsciente y en
el corazón de los pueblos que conforman el “México” de nuestros días.

LOS TOLTECAS.

Por lo general los que han escrito la historia del México antiguo son los
extranjeros, quienes desde una visión eurocéntrica y una inexplicable y
supuesta superioridad cultural, siempre han juzgado nuestras
diferencias con la cultura europea como deficiencias. Lo que no es
como ellos, resulta inferior a su juicio.

Este prejuicioso estudio de nuestra historia ha sido “parcelado” como


botín científico personal de cada uno de los investigadores extranjeros
y de sus discípulos mexicanos. De este modo se mantienen conceptos
como “la civilización azteca, la civilización maya, la civilización
zapoteca”, como si fueran estructuras culturales y civilizatorias
diferentes.

“Se olvida que una cultura forma una unidad orgánica y que, por ello,
debe estudiarse desde su centro y no desde uno de sus aspectos
periféricos. El concepto de la vida es el <centro> de toda cultura. Son
ante todo las ideas acerca del origen, el sentido y la perennidad de la
existencia humana las que nos revelan el genio particular de una
cultura. Estas ideas son el resultado de una forma de conciencia
existencial del hombre en el cosmos; ésta es la causa de que sufran
sólo superficialmente la acción erosiva del tiempo.” (Mircea Eliade.
1962)

La cultura dominante no se ha tratado de explicar integralmente, no


sólo la civilización del Anáhuac, sino las culturas indígenas de toda
América como una sola civilización continental, con una multiplicidad
de culturas en tiempo y espacio, pero unidas sólidamente por una
29
matriz filosófico-cultural. De esta manera se han estudiado por
extranjeros y sus discípulos mexicanos, cada una de las culturas como
ínsulas de investigación y no, como un macro proyecto civilizatorio que
ha conjuntado a muchos pueblos y culturas del continente Americano a
lo largo de ocho milenios.

“En verdad muchos de los toltecas


eran pintores, escribanos de códices, escultores,
trabajaban la madera y la piedra,
construían casas y palacios,
eran artistas de pluma, alfareros...”

“Los toltecas eran muy ricos,


eran felices,
nunca tienen pobreza ni tristeza...”

“Los toltecas eran experimentados,


acostumbraban dialogar con su propio corazón.
Conocían experimentalmente las estrellas,
Les dieron sus nombres.
Conocían sus influjos,
Sabían bien cómo marcha el cielo,
Cómo da vueltas...”
(Informantes de Sahagún)

La historia antigua de México se puede entender más fácilmente, como


la evolución compartida de los pueblos del Cen Anáhuac, con tres
grandes períodos: Preclásico, Clásico y Postclásico. Y con tres culturas,
todas hijas de la misma civilización, que influyeron o fueron las más
representativas del desarrollo de cada período, pero no las únicas. Para
el Preclásico fue la cultura olmeca, para el Clásico la cultura tolteca, y
para el Postclásico la cultura mexica. “Paradigma de cualquier otra
Tollan (Ciudad N. A.) era para los mexicanos lo que se sabía acerca de
Teotihuacán. Sus grandes edificaciones les parecían hechas por
gigantes y así hablaron de ellas con asombro, al igual que las
calzadas y otros recintos de la ciudad.

En Teotihuacán había alcanzado máximo esplendor una yuhcatiliztli,


<existir de un modo determinado>, que fue auténtica Toltecáyotl,
30
obra de los sabios que allí gobernaron, <los conocedores de las cosas
ocultas, los poseedores de la tradición, los fundadores de pueblos y
señoríos...>.” (Miguel León Portilla. 1980).

El período clásico y los toltecas representan el momento de mayor


esplendor en el México antiguo. Los toltecas a partir de Teotihuacán
difunden los conocimientos de la Toltecáyotl a todos los centros de
investigación del Anáhuac.

Esto se ve confirmado por la influencia teotihuacana en los vestigios


arqueológicos de las construcciones, cerámica y frescos del clásico en el
universo cultural que conformaban el Anáhuac. Los toltecas
expandieron su sabiduría en todo el Cen Anáhuac y dieron a la
civilización su mayor punto de apogeo. Estos más de mil años de
esplendor no estuvieron basados en hechos de armas, pues existió una
paz total.

Tampoco fue producto de una dominación económica, pues el inicio de


la moneda y el auge del comercio se dieron con los aztecas en el periodo
decadente. Se entiende más como un proceso de elevada producción
del conocimiento y su expansión a todos los confines de aquel mundo.

“Pero más bien indican que la raíz de todas las religiones [filosofías N.
A.] Mesoamericanas es la misma, y no que Teotihuacán haya
impuesto sus dioses sobre los dioses de las otras naciones.

Es, sin embargo, curioso, por ejemplo, que la influencia o la conquista


teotihuacana al fin de Monte Albán II, aparezca en esa cultura una
proliferación de dioses antes no conocidos y que gran parte
corresponden a los dioses teotihuacanos.

Lo mismo parece suceder en Guerrero y posiblemente en Veracruz”.


[Ignacio Bernal. 1965.]

Lo que es más probable es que los toltecas, más que una cultura, fueran
un grado de conocimiento de los hombres sabios del milenario México
antiguo, y que Teotihuacán, fue el centro generador e irradiador de la
Toltecáyotl a todo el Cen Anáhuac.

31
Sorprende hoy en día, encontrar a pueblos como los tacuates en Oaxaca
o los mayas en la península de Yucatán y no encontrar al pueblo tolteca
en el mosaico étnico del país. En la misma memoria histórica del Cen
Anáhuac, se reconoce a los Toltecas como los precursores de la
sabiduría y el conocimiento ancestral.

“Cuando aún era de noche,


cuando aún no había día,
cuando aún no había luz,
se reunieron,
se convocaron los dioses
allá en Teotihuacan.”

‘Los toltecas llevaron ventaja


en todo tiempo,
hasta que vinieron a acercarse a la tierra chichimeca.
Ya no se puede recordar
cuanto tiempo anduvieron.
Vinieron del interior de las llanuras,
entre las rocas.

Allí vieron siete cavernas,


e hicieron esas cuevas templos, su lugar de súplicas.
Y los toltecas
iban siempre por delante.”
[Informantes de Sahagún.]

“Sorprende no encontrar antecedentes de los principales factores de


una civilización cuyas normas en esencia, quedarán intactas hasta la
Conquista española.

Pero si es difícil admitir que rasgos culturales -como algunas


características arquitectónicas, la orientación de sus edificios o las
particularidades de su escultura y pintura- hayan podido desde su
nacimiento asumir un carácter definitivo, más difícil aún es imaginar
la aparición, en un estado de desarrollo perfecto, del sistema de
pensamiento que está en su base.” (Laurette Séjurné. 1957).

32
Si la llamada cultura Olmeca es la cultura madre, la cultura Tolteca
representó el florecimiento de la sabiduría del México antiguo y resulta
el legado más valioso de Los Viejos Abuelos, así como para Europa fue
el periodo grecolatino. Después de su misteriosa y hasta hoy,
inexplicable desaparición, los pueblos que les precedieron en el período

Postclásico, siempre trataron de situar el origen de sus linajes en los


toltecas. Los toltecas y Quetzalcóatl son la expresión de la sabiduría y
la espiritualidad más profunda de nuestra civilización.

“Como Quetzalcóatl enseña que la grandeza humana reside en la


conciencia de un orden superior, su efigie no puede ser otra que el
símbolo de esa verdad y las plumas de la serpiente que lo representan
deben hablarnos del espíritu que permite al hombre -al hombre cuyo
cuerpo, como el del reptil, se arrastra por el polvo- conocer la alegría
sobrehumana de la creación, constituyendo así un canto a la soberana
libertad interior.

Esta hipótesis se ve confirmada, además, por el simbolismo náhuatl,


en el cual la serpiente figura a la materia -su asociación con las
divinidades terrestres es constante- y el pájaro, al cielo.

El Quetzalcóatl es entonces signo que contiene la revelación del origen


celeste del ser humano... Así, lejos de implicar groseras creencias
politeístas, el término Teotihuacan evoca el concepto de la divinidad
humana y señala que la ciudad de los dioses no era otra cosa que el
sitio donde la serpiente aprendía milagrosamente a volar; es decir,
donde el individuo alcanza la categoría de ser celeste por la elevación
interior.” (Laurette Séjurné. 1957).

En efecto, uno de los grandes misterios de la historia, no sólo del


México antiguo, sino de la humanidad misma, fue la inexplicable y
asombrosa desaparición de los toltecas en todo el Anáhuac en menos
de una generación. No se sabe por qué lo hicieron, pero a mediados del
siglo IX d.C. fueron destruidas piedra sobre piedra las centenarias
construcciones y cubiertas totalmente de tierra. Este fenómeno no fue
un hecho aislado o regional.

33
Por el contrario, fue una acción coordinada y concertada en todos los
Tollánes o centros de conocimiento, que hoy llamamos “zonas
arqueológicas”. De Norte a Sur y de Este a Oeste. En menos de 50 años
fueron desapareciendo y lo que también resulta asombroso, es que no
existen huellas arqueológicas de una migración y mucho menos
aparecen en otro lugar del Anáhuac.

Literalmente los seres humanos que vivían en lo que hoy llamamos


zonas arqueológicas desaparecieron sin dejar rastro alguno y los
especialistas le llaman el Colapso del Clásico Superior.

LA PALABRA DE LOS VIEJOS ABUELOS TOLTECAS.

“Los maestros de la palabra”, los tlatolmatinime, como se les llamó en


su lengua, eran sacerdotes, poetas y sabios, autores de discursos,
empeñados en dominar el difícil arte de expresar el pensamiento con el
matiz adecuado y la metáfora que abre el camino a la comprensión.
Eran, como se lee en un texto indígena, “artistas del labio y la boca,
dueños del lenguaje noble y la expresión cuidadosa”. Muchos de ellos,
eran también maestros en centros prehispánicos de educación, donde,
junto con lo mejor de la herencia cultural prehispánica, se enseñaba
también el tecpillatolli, o sea el lenguaje noble y cuidadoso. Esos
mismos maestros de la palabra habían creado las que se llamaban
icniúhyotl, fraternidades de sabios y poetas...” (Miguel León Portilla.
1980).

En efecto, desde los mismos orígenes de la sabiduría humana, ésta se


ha guardado y transmitido en la lengua de los pueblos. Como ejemplo
diremos que la Biblia, el libro más antiguo del mundo, fue guardado y
transmitido a lo largo de siglos enteros por el pueblo hebreo.

“Los mesoamericanos habían desarrollado una oralidad que se


manifestaba, en diversas circunstancias, en forma de cantos, discursos
y recordaciones de acontecimientos importantes, divinos o humanos.
Dicha oralidad puede describirse como una forma de tradición oral que
se aprendía sistemáticamente en las escuelas y templos.
34
Para transmitirla, los sacerdotes y sabios utilizaban sus libros o códices.
Los mayas leían en sentido estricto las secuencias logosilábicas de sus
libros. Los nahuas y mixtecas amoxohtoca, “seguían” el camino de las
secuencias de las pinturas y glifos incluidos también en sus códices”.
(Miguel León Portilla. 1968)

En la palabra, el conocimiento se transmite directamente. En el idioma


náhuatl los Viejos Abuelos atesoran valiosos conceptos como: “topial in
tlahtolli” el legado de nuestra palabra, “to-pializ” lo que nos compete
preservar, “yuhcatiliztli” la acción que lleva a existir de un modo
determinado, “Toltecáyotl” el conjunto de instituciones y creaciones de
los toltecas.

“Eran nuestros abuelos, nuestras abuelas,


nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas,
nuestras tatarabuelas, nuestros antepasados.
Se repitió como un discurso su relato,
nos lo dejaron y vinieron a legarlo
a quienes ahora vivimos,
a los que salimos de ellos.
Nunca se perderá,
nunca se olvidará,
lo que vinieron a hacer,
lo que vinieron a asentar,
su tinta negra, su tinta roja,
su renombre, su historia, su recuerdo.
Así en el porvenir
jamás perecerá, jamás se olvidará,
siempre lo guardaremos
nosotros, hijos de ellos.”
(Fernando Alva Ixtlilxóchitl)

La civilización del Anáhuac tenía en su lengua franca, el náhuatl,


palabras que nos revelan la profundidad de su pensamiento y su
sabiduría sistematizada. Por ejemplo: “amoxcalli” biblioteca,
“tonalámatl” libro de la cuenta de los días y los destinos, “xiuhámatl y
tlacamecayoámatl” libro de los años y los linajes, “teoámatl” libro
acerca de las cosas divinas, “cuica-ámatl” libro de los cantares, “lemic-
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ámatl” libro de los sueños, “amoxohtoca” seguir el camino del libro,
“altehuehuehtkahtolli” antigua palabra del pueblo, “huehuehtlahtolli”
testimonio de la antigua palabra. De este último tomaremos un
fragmento de las palabras que le dirige una madre a su hija:

“Ahora mi niñita, tortolita, mujercita, tienes vida, has nacido, has


salido, has caído de mi seno, de mi pecho. Porque te ha forjado, porque
te ha moldeado, te hizo, te formó menudita tu padre, tu señor. Ojalá no
andes sufriendo en la tierra. ¿Cómo vivirás al lado de la gente, junto a
las personas? Porque en lugres peligrosos, en lugares espantosos, con
gran dificultad se vive. Así, un poquito concede a las personas, las haces
merecer su fama, su honra, su calor, su tibieza, su dulzura, su
sabrosura, el Señor Nuestro.” (Miguel León Portilla. 1991).

Como se aprecia, nuestra raíz es profunda, valiosa y muy antigua.


Cuando pensemos en la “Grecia Clásica” del año 500 a.C., debemos de
recordar y ponderar que, mil años antes, nuestros antepasados
construyeron en el Valle de Etla, Oaxaca, el antiguo Tollán conocido
como, la zona arqueológica de “San José del Mogote”.

HUNAB KU O TLOQUE NAHUAQUE.

De la antigua lengua maya: hunab ku, se traduce como "dador del


movimiento y la medida". Se compone de: hun, "único", "solo"; nab,
"medida" y "movimiento" y ku o kub, "dador".

La civilización del Anáhuac es una sola, por múltiples culturas


diferentes en tiempo y espacio que la integran. De modo que los mayas,
nahuas o zapotecos, por solo citar tres, de los más de doscientos
pueblos que existieron antes de la invasión y ocupación europea. De
modo que al poseer una misma “matriz-filosófico-cultural” conocida
como Toltecáyotl, no estamos frente a “diferentes civilizaciones”, es
decir, los mayas no son una civilización en sí mismos, son en cambio,
parte de un todo hermanado que se conoce como Civilización del Cen
Anáhuac.

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Así que el concepto filosófico-espiritual de Hunab Ku, "dador del
movimiento y la medida", no es creación única de la cultura maya, en la
lengua náhuatl (lengua franca del Cen Anáhuac por miles de años) se
nombra como Tloque Nahuaque. Así como Chac, que representa la
energía luminosa del mundo simbolizado con el agua, también existe
en la cultura zapoteca con el nombre de Cosijo, y de la misma manera
la encontramos en la cultural nahua con el nombre de Tláloc. Las tres
comparten la misma raíz filosófica-religiosa pero cada cultura la
representará iconográficamente de maneras distintas, pero todas
coincidirán en llevar unas anteojeras y una lengua de serpiente.

La concepción filosófica de “lo inconmensurable”, de aquella suprema


consciencia o energía primigenia los anahuacas determinaron que no
tenía nombre, ni forma, que era totalmente abstracto e inaprensible
para las limitadas posibilidades humanas. De modo que para el siglo
XVI los españoles le llamaban “Dios Padre”, Jehová y lo representaban
con un anciano sentado en un trono, sosteniendo en la mano derecha
una cruz y en la izquierda a un globo terráqueo. Los pueblos del Cen
Anáhuac, los anahuacas treinta siglos antes decían que era invisible e
impalpable, como el viento y la noche o le llamaban metafóricamente
“Aquél por quien se vive”, porque no se podía nombrar. De modo que
no podía ser representado porque era invisible, lo que implica que los
anahuacas no eran idólatras. El concepto en lengua náhuatl de “teotl”
no significa dios, aunque así lo tradujeron los primeros misioneros por
ignorancia e incapacidad cultural.

Nuestros antepasados tenían Hunab Ku o Tloque Nahuaque, o como le


llamaran en las otras lenguas anahuacas. La concepción de una fuerza
única, inconmensurable, invisible, impalpable e innombrable, era su
referente superior en los terrenos de lo divino y lo sagrado. Las
diferentes advocaciones o manifestaciones de esta suprema realidad
fueron representadas de manera simbólica. Estos diferentes
simbolismos o advocaciones de una sola realidad, los misioneros por su
corta visión o su fanatismo les llamaron “dioses”, justificando con esto
la inferioridad de la milenaria religión endógena de los anahuacas,
frente al sincretismo religioso y las múltiples transgresiones que sufrió

37
la secta cristiana, surgida del judaísmo, al ser adoptada por las
diferentes religiones locales de los pueblos europeos y puesta por Roma
como religión de Estado. Y que para España, fue impuesta como
religión obligatoria por Isabel de Castilla, proscribiendo las religiones
de los arrios, judíos y musulmanes, que tenían siglos de profesar en la
península.

La confusión surge porque los primeros “investigadores” han sido


extranjeros, y ellos, siempre nos han “estudiado por nuestras
diferencias y no por nuestras semejanzas”, y desde una supuesta
superioridad inexistente. De modo que ven al Cen Anáhuac como un
“archipiélago en vez de un continente”, y sus “colegas nacionales”
totalmente sometidos y colonizados, repiten sus errores hasta
convertirlos en “la verdad oficial”.

Así que para los mayas y todos los demás pueblos del Anáhuac, Hunab
Ku era el centro de todo de la galaxia, y a su vez, el corazón y la mente
del Creador, hacia allí y a través del Sol, dirigían su mirada al estudiar
las estrellas. Hunab Ku, es el centro y existían “esencias” menores. Los
tlamatinime y las personas de conocimiento entendían la integralidad
del universo con la Tierra y la vida humana. Nada estaba separado y
todo era complementario. Y existía una consciencia o “energía”
superior que se encontraba en el centro de lo “inconmensurable”.

Los anahuacas, sabían que su corazón y su mente están en el centro del


universo y solo a través del Sol podían comunicarse con él. Considerado
el centro de la galaxia y a su vez, el corazón y la mente del creador.
Creador del mundo y del ser humano, construyó el mundo tres veces:
La primera vez fue habitado por genios. La segunda vez por los dzolob,
una raza oscura y siniestra, y la tercera y última por los anahuacas.

Los anahuacas por alguna razón, aproximadamente en el año 850 d.C.


en el auge de su brillante civilización, partieron de sus ciudades que
habían destruido, quemado y cubierto de tierra o simplemente
abandonaron, dejando atrás soberbias construcciones, observatorios
astronómicos, obras de arte, cientos de monumentos y estelas...y
desaparecieron, sin saber cómo destruyeron, por qué lo hicieron y a

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dónde se fueron. Se sabe que dejaron guardianes de sus centros de
investigación y estudio hoy conocidos como “zonas arqueológicas”, y
que ellos preservan los valiosos códices escondidos hasta ahora.
Algunos de los centros de conocimiento fueron repoblados por otros
pueblos, pero la mayoría de estos centros de investigación y estudio
fueron cubiertos y muchos de ellos siguen bajo tierra sin ser
“descubiertos”.

Conforme se descubre el legado de la Civilización del Anáhuac, nos


quedamos maravillados con estos adelantados astrónomos,
matemáticos, físicos, ingenieros increíbles, constructores de
monumentos imperecederos; consideraron los occidentales que
poseían una visión superficial e ingenua del mundo, atrasada y
primitiva. A la luz de los descubrimientos de las culturas anahuacas,
percibimos con verdadero asombro que en algunos aspectos estaban
más adelantados que los científicos actuales, y llevaban una ventaja de
casi mil años a las civilizaciones del entorno, mucho antes que las
civilizaciones contemporáneas de su época, los anahuacas dominaban
un sistema numérico binario exponencial, con base en el número 2. Ya
500 años antes de los árabes, utilizaban el concepto del 0, y su
calendario que sincroniza al sol, la luna y la tierra con el universo. Es
más, sus medidas astronómicas probaron ser tan exactas, que
comparándolas con las medidas tomadas por la NASA (Centro
Aeroespacial Estadounidense) son apenas diferentes en milésimas de
segundo; por ejemplo: Según los anahuacas, la rotación completa de la
Tierra alrededor del Sol es de 365,2420; mientras que la NASA lo mide
en 365,2422.

Los anahuacas mantenían la creencia de que del centro de la galaxia


(Hunab Ku), cada 5.125 años, surge un “rayo sincronizador”, que
justamente sincroniza al sol y a todos los planetas, con una poderosa
emanación de energía.

En la rotación completa del sistema solar en la galaxia, ellos hacían una


división de dicha elipse en dos, con una fracción cada una de 12.812
años, llamando a la fracción más cercana al centro de la galaxia, Día, y
a la parte más alejada de Hunab Ku; Noche, tal cual se divide en día y
39
noche en la Tierra. A su vez, dicha elipse era partida en cinco períodos
de 5.125 años: los cuales eran: Mañana, Mediodía, Tarde, Atardecer y
Noche. Según nuestros Viejos Abuelos anahuacas, justamente en
nuestro nuevo milenio, estaremos ingresando en la mañana galáctica, y
es marcada por el rayo sincronizador desde Hunab Ku.

Los hombres y mujeres de conocimiento nos dicen que el período


intermedio al traspaso, dura 20 años, y ellos lo llaman “El tiempo del
No-Tiempo”, en donde ocurren grandes cambios. Es allí cuando
debemos ser capaces de transformarnos, puesto que será nuestra
decisión seguir como humanidad o perecer en nuestra autodestrucción.

Encontramos un calendario que abruptamente, finaliza luego de una


cuenta de 25.000 años, justamente en el cambio de nuestro milenio.
Junto con ese calendario.

Es lógico suponer que todo esto puede ser una mera coincidencia, y las
profecías, orientadas hacia personas que nacerían cientos de años
después, pueden ser sólo parte de un mito mal comprendido por los
que han comenzado a descifrar la escritura maya; además su extraña
desaparición, sin dejar rastros, plantea dudas sobre un pueblo que sin
un porvenir conocido en su propio tiempo, anuncia sin embargo, un
futuro a otra fase de la civilización humana. Sus profecías tienen base
científica, y aunque llegan a pocos iniciados llamadas poco perceptibles
aseguran están llegando, pocos saben las casi imperceptibles llamadas
de atención que se están recibiendo y que reciben quien es capaz de
interpretarlos, y que la experiencia demuestran que dichas profecías
están cumpliéndose.

Nuestros ancestros nos transmiten de hecho un mensaje de esperanza,


pues nos dicen que esta época es el “Final del Miedo”. Si somos capaces
de enfrentar este nuevo destino, podremos sobrevivir como especie y
civilización, pero el tiempo corre y hay que decidirse, la primera
profecía, marca los últimos 13 años, contando a partir de 1999, desde el
momento del eclipse anular de sol del 11 de Agosto (también anunciado
en sus mediciones), en los cuales cada individuo debe decidir sobre la

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humanidad; antes del Sábado 22 de diciembre de 2012, será el último
día, según los Viejos Abuelos toltecas.

El símbolo conocido como Hunab Ku, se encuentra en el Códice de


siglo XVI Magliabecchiano y en la reproducción que hizo Zelia Nuttall.
En él se pinta en una manta y tiene una inscripción que dice “arena y
agua”. Posteriormente fue asociado con la Vía Láctea y el “dios Hunab
Ku” por José Arguelles en 1987 en su libro El Factor Maya, quien
cambió el símbolo a uno circular.

Sin embargo, el símbolo en cuestión es propio de todas las culturas del


Cen Anáhuac y no solo de los mayas. Está compuesto por cuatro
mariposas que apuntan a los cuatro rumbos de la existencia dispuestas
en “pares opuestos complementarios”, negra con blanca y blanca con
negra, es decir, material e inmaterial, concepto iconográfico que nos
presenta claramente el principio dialéctico del par de opuestos
complementarios.

Es necesario saber que en la mitología tolteca del Anáhuac, los


“guerreros y guerreras de la Muerte Florecida” se representaban con
una mariposa en el pecho. Símbolo que implica que el ser humano es
un capullo en evolución-transformación y que partir de la “Batalla
Florida”, los guerreros salen victoriosos de su capullo convertidos en
mariposas que se elevan en busca del cielo. Podemos ver la mariposa en
el pecho de los llamados Atlantes de Tula, de Coatlicue y del Chac Mol.

En el centro del dibujo, donde se encuentran las cuatro mariposas


surge el símbolo del caracol marino cortado de manera transversal, que
es el símbolo por excelencia de Quetzalcóatl y que nos remite a la idea
del “soplo divino que le da consciencia a la materia”.

El símbolo representa cabalmente el principio rector de la Toltecáyotl,


como “el arte de vivir en equilibrio”. El equilibrio se logra a través de la
“medida”, a su vez, la medida se obtiene por el movimiento de los
astros o mecánica celeste. Es por ello que Hunab Ku significa, "dador
del movimiento y la medida" para la civilización del Anáhuac y sus

41
diferentes culturas en tiempo y espacio, pero todas unidas por la matriz
filosófica-cultural de la Toltecáyotl.

TEOTIHUACAN EL LUGAR DONDE SE ALCANZA LA


DIVINIDAD

Teotihuacan fue el centro generador y reproductor de la Toltecáyotl en


el periodo Clásico o del esplendor de Cen Anáhuac. Los toltecas no eran
una cultura y mucho menos una etnia. Por el contrario, era un grado de
conocimiento. Los toltecas eran los hombres y mujeres de
conocimiento de todos los pueblos y culturas que se reunían en
Teotihuacan para investigar y aprender los nuevos aportes de la
Toltecáyotl, para después regresar a sus lugares de origen a difundirlos
entre los aprendices y maestros de los diversos tollanes que existían
desde lo que hoy es Nicaragua hasta el Norte de E.U. Esta sabiduría
era producida y compartida de manera comunitaria y por ello, llegarán
influencias de Teotihuacan a los más remotos confines del Cen
Anáhuac a través de los toltecas.

Los antiguos anahuacas no vivían en ciudades, como las de otras


civilizaciones como Mesopotamia y China, por citar dos ejemplos. Los
Altépetl que es la denominación para referirse a el centro neurológico
de los calpulli, diseminados en el campo, toda vez que las ciudades son
centros de poder que dominan y explotan a los núcleos campesinos
para poder alimentarse. La Toltecáyotl instruía a las personas, familias
y comunidades ser autosustentables, por lo cual era conveniente vivir
en el lugar en donde se trabajaba la tierra. Lugares como Cantona en
Puebla, son excepcionales y se explican por la producción intensiva de
obsidiana del lugar.

La civilización del Anáhuac llamaba Tollan, al lugar en donde se


desarrollaba la Toltecáyotl, y Altépetl, al lugar en donde vivían las
autoridades civiles, administra, religiosas y educativas de los centros
poblacionales. Huey Calpulli era donde se dirigían los calpulli menores.
De modo que Teotihuacan nunca fue una “ciudad” en la concepción

42
occidental y menos “el lugar donde los hombres aprendían a ser
dioses”, porque en el Anáhuac nunca existieron dioses. Teotl en náhuatl
significa divinidad y tihua, lo que se construye o lo que se crea. Y can,
como “tierra de”.

Los toltecas en Teotihuacan eran teotlalol matini, es decir, doctos en


los sagrados conocimientos, porque la Toltecáyotl, en su nivel más
elevado se consideraba teotlamachiliztli o sabiduría espiritual. De
modo que todo lo que había y se hacía en Teotihuacan era teoyotl,
entendida como cosa divina o espiritual.

Si la Toltecáyotl fue la raíz filosófica o epistémica y cultural del Cen


Anáhuac, Teotihuacan fue su centro irradiador donde los seres
humanos se entrenaban con el tlamatinini, el maestro, la persona
experimentada temachtekatl en el teotlacualli o alimento espiritual.

Los toltecas eran personas de conocimiento tlaixmatlisitli, que sabían


los secretos de in tlilli, in tlapalli “la tinta negra la tinta roja”, eran
asiduos a la amoxtlatiloyan o biblioteca, eran amigos del amoxiutlatiani
el bibliotecario.

“El sabio: una luz, una tea, una gruesa tea que no ahúma.
Un espejo honrado, un espejo agujereado por ambos lados.
Suya es la tinta negra y roja, de él son los códices, de él son los códices.
Él mismo es escritura y sabiduría.
Es camino, guía veraz para otros.
Conduce a las personas y a las cosas,
es guía en los negocios humanos.
El sabio verdadero es cuidadoso (como un médico) y guarda la
tradición.
Suya es la sabiduría transmitida, él es quien la enseña, sigue la verdad.
Maestro de la verdad, no deja de amonestar.
Hace sabios los rostros ajenos, hace a los otros tomar una cara (una
personalidad), los hace desarrollarla.
Les abre los oídos, los ilumina.
Es maestro de guías, les da su camino, de él uno depende.
Pone un espejo delante de los otros, los hace cuerdos, cuidadosos; hace
que en ellos aparezca una cara (una personalidad).
Se fija en las cosas, regula su camino, dispone y ordena.

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Aplica su luz sobre el mundo.
Conoce lo (que está) sobre nosotros (y), la región de los muertos.
Es hombre serio.
Cualquiera es confortado por él, es corregido, es enseñado.
Gracias a él la gente humaniza su querer y recibe una estricta
enseñanza.
Conforta el corazón, conforta a la gente, ayuda, remedia, a todos cura.”

QUINCUNCE: LA DIALÉCTICA TOLTECA

Existe en la iconografía del Anáhuac un símbolo que es constante desde


los olmecas hasta los mexicas, llamada "La Cruz de Quetzalcóatl". Una
cruz o equis que se encuentra presente en la mayoría de las llamadas
“obras de arte” del México antiguo.

Esta cruz generalmente se ubica en la frente, en el pecho o en el plexo


solar, si se trata de una figura humana. Si es un diseño geométrico,
generalmente se encontrará en los puntos fundamentales. Esta cruz se
conforma por dos ejes que dividen al espacio y al cuerpo humano a
través de dos líneas que se cruzan en el “ombligo de la tierra” o en el
ombligo humano.

“Esta Cruz, llamada de Quetzalcóatl, tiene el valor de punto central y,


como simboliza el recuentro del cielo y de la tierra. Bajo este aspecto, el
quincunce está abundantemente representado”. (Laurette Séjurné.
1957).

La primera línea imaginaria dividía al cuerpo humano en dos mitades.


Del ombligo a la cabeza era la representación del cielo y se simbolizaba
con un ave. Simbólicamente tenía dos órganos que representaban la
aspiración de la elevación, encarnando la máxima aspiración espiritual:
el cerebro y el corazón.

La segunda parte del ombligo a los pies, representando la tierra y


siendo simbolizada por una serpiente. Tenía dos órganos que
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encarnaban la energía que une al ser humano con la tierra y el mundo
material: los riñones y los genitales.

De modo que el ser humano, filosóficamente es el puente que une a los


opuestos complementarios. Como lo decían los Viejos Abuelos
poéticamente, “donde se besaban la tierra y el cielo”. Al ave la
representaron generalmente a través de un quetzal, un águila o una
guacamaya.

Al animal que representaba a la tierra se le simbolizó con una


serpiente, que en lengua náhuatl se nombra Cóatl. De modo que El
Quetzal-coatl, representa una figura filosófica espiritual, que está en
nuestro ser y que podemos llegar a encarnarla a través del equilibrio de
nuestra parte espiritual con nuestra parte material. El ser humano es
punto de contacto entre lo divino y lo mundano, entre la materia y el
espíritu, entre el cielo y la tierra.

Pero al mismo tiempo, los Viejos Abuelos dividen al ser humano en dos
mitades longitudinales, también a partir del ombligo. De lo que resulta
que tenemos una parte derecha o “Tonal”, que está asociada al mundo
conocido, la parte masculina, al día, el sol, lo caliente y
específicamente a la racionalidad, al mundo de los objetos. La parte
izquierda se llama “Nagual” y está asociada al mundo desconocido, a la
parte femenina, a la noche, a lo frío, a la luna y a la parte intuitiva, al
mundo de la energía.

“La primera gran sección del cuerpo humano se produce a la altura del
obligo... Es posible la existencia de una antigua equiparación entre esta
división del cuerpo en dos partes y algunos elementos míticos.
Partamos de una triple correspondencia entre cosmología, la
organización política y la división corporal. Según el mito, el monstruo
cósmico originario fue segmentado por el centro de su cuerpo para con
ello dividir los sectores que constituían el cielo y la tierra... La segunda
sección del cuerpo lo divide en parte derecha y parte izquierda... No
debe extrañar que en algunos casos la fuerza sobrenatural de los seres
humanos señalados por los dioses se creyera ubicada en el lado
izquierdo del cuerpo... Lo anterior sugiere que, así como el uso de la

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mano derecha estaba más ligado a las actividades cotidianas, sobre
todo a las que exigían destreza, la izquierda se ligaba en forma más
estrecha al mundo de lo sobrenatural... Por último, es necesario
mencionar que el punto central del cuerpo, la región del ombligo, es
uno de los más importantes en el pensamiento mágico, ligado a la idea
del punto central de la superficie de la tierra, la casa del dios del fuego,
sitio por el que el eje cósmico permitía la comunicación con el cielo y
con el inframundo.” (Alfredo López Austin. 1980)

El ser humano queda dividido en cuatro partes y representan los cuatro


puntos cardinales o rumbos de la existencia. Sin embargo, existe un
quinto punto, una quinta dirección: EL ARRIBA Y EL ABAJO. Lo que
se eleva trascendiendo el plano humano si se logran unificar en
equilibrio el par de opuestos complementarios. Y lo que se degrada y
cae, si se pondera con exceso cualquiera de los cuatro elementos sobre
los restantes, perdiendo el equilibrio.

LA LEY DEL CENTRO O QUINCUNCE.

“La Ley del Centro” de los Viejos Abuelos nos habla de que el ser
humano debe tratar de equilibrar los cuatro rumbos de la existencia en
su centro, para lograr la trascendencia. El dilema de estar en medio de
dos pares de opuestos complementarios y el desafío existencial de
buscar su equilibrio para trascender.

No se puede ser en la vida, totalmente espiritual, ni totalmente


material; ni totalmente racional, ni totalmente intuitivo. Cada uno de
estos cuatro opuestos complementarios debe estar en equilibrio. Si el
Equilibrio se logra (que se da en el centro) el individuo logra ascender y
evolucionar; pero si el equilibrio se pierde y se pondera más uno de los
cuatro opuestos, el ser humano cae en los degradados abismos de su
estupidez, pues es arrastrado por la “inercia de la materia” que lo lleva
a su destrucción o corrupción. Perdiendo la maravillosa oportunidad de
trascender su existencia.

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“El jeroglífico náhuatl más familiar es una figura que, bajo infinitas
variantes, está formada siempre por cuatro puntos unificados por un
centro, disposición llamada quincunce. Como lo demostró Eduardo
Seler, el cinco es la cifra del centro y éste a su vez, constituye el punto
de contacto del cielo y la tierra. Para mayor exactitud, el quincunce
designa además, la piedra preciosa que simboliza el corazón, lugar de
encuentro de los principios opuestos. He aquí entonces reunidos en un
signo todas las características del Quinto Sol –Corazón del Cielo-,
expresadas por la mitología. Todo está admirablemente estructurado.
¿No es, en efecto, el Quinto Sol el del hombre-dios cuyo corazón se
convirtió en el planeta Venus? ¿y no es justamente Quetzalcóatl quien
inauguró la Era del Centro revelando la existencia de una fuerza capaz
de salvar de la inercia? Pero hay más. El quincunce acompaña también
al dios del fuego –igualmente dios del centro y llamado por este hecho
“ombligo de la tierra”-,... la Ley del Centro ha abolido la fragmentación
de los contrarios. Basados sobre las revoluciones de los astros y sobre
arduos cálculos estos ciclos van, partiendo del más simple –el de la
muerte y resurrección de la Naturaleza-, hasta englobar unidades
inmensas que tienen por fin la búsqueda mística de los momentos de
liberación suprema, es decir, las concordancias entre el alma individual
y el alma cósmica, el tiempo y la eternidad, lo limitado y lo infinito.”
(Laurette Séjourné. 1957)

“La ley del Centro” los Viejos Abuelos la expresaron de manera


reiterativa en todo cuanto consistió su mundo material e iconográfico.
Lo expresaron en la arquitectura, pues las pirámides y recintos de
investigación y estudio son una clara expresión de esta filosofía. Basta
observar que la mayoría tienen un patio central y cuatro habitaciones o
cuatro pirámides en cada punto cardinal. Las pirámides tienen en
general cuatro niveles, cuatro caras y en la cúspide una base que las
unifica. Otra forma muy recurrente era señalarlo a través de una flor
con cuatro pétalos y un centro unificador Macuilxóchitl (cinco flor).
También a través de la llamada Cruz de Quetzalcóatl o sencillamente
con una equis, un circulo con dos líneas cruzadas en sus grabados, con
cinco círculos.

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El “quincunce” como lo llama la maestra Laurette Séjourné se
encuentra como motivo fundamental en los diseños arquitectónicos y
artísticos que los Viejos Abuelos construyeron, pintaron, grabaron y
bordaron, en pirámides, códices, estelas, textiles, frescos. Bástenos ver
con respeto y detenimiento este mensaje filosófico-espiritual, en los
vestigios materiales de esta maravillosa civilización. La aspiración
fundamental de los Viejos Abuelos, como la de todas las grandes y
antiguas civilizaciones, es la TRASCENDENCIA ESPIRITUAL DE LA
EXISTENCIA.

“La Unión de los Contrarios en la Religión Náhuatl. La dinámica de la


unión de los contrarios está en la base de toda creación, tanto espiritual
como material. Si el cuerpo “brota y florece” su alma, solamente si es
traspasado por el fuego del sacrificio, la tierra, a su vez, nos da sus
frutos más que penetrada por el calor solar transmitido por las lluvias.
Es decir, que el elemento generador no es el calor ni el agua simples,
sino una combinación equilibrada de los dos.” (Laurette Séjourné.
1957).

Los Viejos Abuelos se propusieron a través de lograr el equilibrio un


camino, similar al budismo, al cristianismo o al islamismo. Pero este
camino es diferente para nosotros, en tanto “es el nuestro-propio”, el
que nació en nuestras tierras, con nuestra gente y sus experiencias y
conocimientos. La filosofía que engendró el esplendor del México
Antiguo sigue viva, presente, vigente y vibrante; y por ahora, nosotros
somos parte inconsciente de ella. Como la grecolatina de la civilización
Occidental en nuestros días, que la separa más de dos mil años y sigue
viva en su esencia en el mundo occidentalizado. El problema es que
debido a la colonización mental, no la podemos hacer consiente. La
pregunta es: por qué los países colonizadores pueden tener conexión
directa con su pasado filosófico, como los europeos del pensamiento
grecolatino o los chinos y japoneses del pensamiento budista y,
nosotros los mexicanos, según nuestros colonizadores, no tenemos
ninguna relación con los siete mil quinientos años de desarrollo de un
pensamiento filosófico.

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EL QUETZALCÓATL CÓSMICO.

Desde el inicio de los tiempos, el ser humano ha tenido que enfrentar el


mundo, la vida y la muerte, desde dos posiciones fundamentales, con
sus innumerables variantes y tesituras.

Desde la perspectiva espiritual o desde la material. Dos formas


opuestas y complementarias. Esencialmente, el par de opuestos
complementarios que, dialécticamente explican la existencia, desde la
perspectiva “humana”.

En general, las civilizaciones más antiguas y con origen autónomo,


sustentaron su desarrollo humano, desde la perspectiva del Espíritu.
En ellas, “la materia” es un medio que permite el “trabajo” del Espíritu
en el plano humano.

Sin embargo, es la cultura Occidental la que se ha encaminado por el


desarrollo del mundo material. Esta visión nace de la “fusión de las
apropiaciones culturales” de los remantes de las civilizaciones Madre,
que surgieron entre los ríos Éufrates, Tigres y Nilo, y que para el año
336 a.C. se encontraban en decadencia. Razón por la cual, el
macedonio, Alejandro el Magno, las invadió y saqueó culturalmente
para dar las bases a través de su fusión, de lo que más adelante
conoceremos como cultura grecolatina, pero que tiene su génesis en la
sabiduría milenaria de Mesopotamia, Egipto e India.

El ser humano, cuando llega a un estadio de madurez existencial,


cuando ha dejado, por evolución, su estado “básico-animal” y se
cuestiona el significado y la trascendencia de su propia existencia, se
enfrenta al problema ontológico del ser. ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo?
y ¿a dónde iré?

En la Historia de la Humanidad, especialmente en la antigüedad,


encontramos variados y diferentes caminos que se definieron por la
visión espiritual-trascendente. La renunciación total al mundo
material. El sacrificio simbólico y real, al cuerpo humano, como
símbolo de la materia. El dolor y la carencia como vía a la iluminación

49
para llegar al mundo del Espíritu. La espiritualidad y hasta en la
religión, llegando a los espacios extremos del fundamentalismo.

De igual manera, podemos apreciar el camino opuesto. El del culto al


mundo material, y con él, al de los sentidos. La visión “del aquí y del
ahora”. De que lo único que se ve y se toca, es lo real y verdadero. De la
limitación y finitud de la existencia, y de la realidad “de los placeres”
terrenales. Hasta llegar al fundamentalismo “religioso”, del culto “al
Becerro de Oro”. Entendida en la filosofía popular, como “el cuanto
tienes, cuanto vales” y el dicho, “muerto el perro se acaba la rabia”.

Los antiguos habitantes del Anáhuac, como toda civilización Madre”,


también se plantearon el problema ontológico del Ser. Resulta
importante señalar que desde la temprana época olmeca (1500 a.C.), ya
encontramos muy claramente definida, lo que será a lo largo de por lo
menos tres mil años, la respuesta que iluminará el periodo de
esplendor con la cultura tolteca (200 a.C.-850 d.C.) y a pesar del
decaimiento cultural de periodo Postclásico, se mantendrá aún en los
mexicas (1325-1521 d.C.).

Asombra encontrar en “La Historia Universal”, una civilización que


desde el mismo inicio de sus orígenes, ya nos presenta totalmente
definida la respuesta al problema ontológico. En efecto, los olmecas
“como tales” aparecen alrededor del año 1500 a.C., determinados ya
con una propuesta filosófica totalmente decantada, que se mantendrá
intacta, en lo esencial, hasta la invasión europea. Tal vez, la única
salvedad es la trasgresión que hicieron los mexicas al pensamiento
tolteca, a partir del año 1440 d.C., con la ascensión al poder de
Tlacaélel, el ideólogo del imperialismo mexica, que trasgredió miles de
años de la Toltecáyotl y en menos de 81 años, llevó no solo a los
mexicas, a una catástrofe cultural-civilizatoria, sino que involucró a
todo el Anáhuac.

La respuesta de la Toltecáyotl, al problema antológico del Ser, la


encontramos presente iconográficamente desde los olmecas, en el
periodo de tiempo conocido como Preclásico. Se mantendrá
vigorosamente durante el siguiente periodo conocido como Clásico, en

50
la llamada cultura tolteca. Y llegará incólume hasta el final del periodo
Postclásico con la cultura mexica.

La Toltecáyotl resuelve el problema filosófico de manera precisa y


clara. La respuesta es “el equilibrio”. El justo medio, el centro que
unifica y armoniza a los opuestos complementarios. Y de manera
simbólica lo representan con la figura del “Quetzalcóatl”. La metáfora y
la parábola serán el lenguaje del Espíritu. Con “Flor y canto” los
antiguos habitantes del Anáhuac nos hablan del maravilloso mito de
“La Serpiente Emplumada”.

Iconográficamente la encontramos presente en La Venta, Tabasco y en


Chalcatzingo, Morelos, en la cultura olmeca al inicio de la civilización
del Anáhuac. Pero indiscutiblemente que ésta “iconografía”, es la punta
de un inmenso iceberg filosófico tolteca. Así como “la paloma”,
representa iconográficamente para los judeo-cristianos, el Espíritu
Santo. Por ello “La Serpiente Emplumada”, será el motivo relevante en
el Tollán de Teotihuacán en el periodo Clásico del esplendor, y
posteriormente, en el periodo Postclásico decadente en Tenochtitlán.

Es el quetzal, el símbolo del Espíritu. En tanto es el ave con el plumaje


más hermoso que vence la gravedad y levanta el vuelo a las alturas
insondables del Espíritu.

Es la serpiente, el símbolo de la materia. En tanto es el reptil, el animal


que se arrastra sobre el mundo material y en donde ejerce su poder.

Los sabios y milenarios toltecas, definen entonces la respuesta, al


problema ontológico del ser, por medio del EQUILIBRIO. Encarnar el
símbolo del Quetzalcóatl en la vida de todos los días, en el mundo real,
es el desafío, no solo de Los Guerreros de la Muerte Florecida, sino de
todos: masehuales, hombres y mujeres; yaquis, nahuas, zapotecos o
mayas. De ayer y de hoy.

Esta es la razón por la cual, la institución de estudios superiores


conocida como Calmécac, era conocida por “la casa de la medida”. En
efecto, es la MEDIDA, lo que le permite al ser humano llegar el
equilibrio. El equilibrio, de tal suerte, no solo es SABIDURÍA, sino
51
fundamentalmente BELLEZA. Razón por la cual los toltecas definieron
el campo del conocimiento filosófico como, “Flor y Canto”. En la que la
primera, representa simbólicamente la belleza, y el segundo, la
sabiduría.

La figura filosófica del “Quetzalcóatl” se nos presenta clara y luminosa


desde el inicio de la creación del Anáhuac. Alcanzará el cenit, en el
universo teotihuacano, y será expandido en todos los confines
civilizados del Cen Anáhuac por los sabios maestros y maestras
toltecas.

Quetzalcóatl para las culturas anahuacas, desde los olmecas hasta los
mexicas, será el símbolo de la perfección humana. Lo mismo que
Krishna y Zoroastro son para la India e Irak respectivamente. De esta
manera, Quetzalcóatl ocupa un lugar fundamental para la comprensión
de la Toltecáyotl y de lo que hoy somos los pueblos herederos de la
sabiduría de los toltecas.

LOS GUERREROS DE LA MUERTE FLORECIDA.

La Toltecáyotl, que era lo mejor de las creaciones y conocimientos de


los toltecas, tuvo un nivel de estudios muy elevado. Más allá de lo que
regularmente se estudiaba en los calmécac, que tenía como fin
capacitar cuadros de dirigencia para gobernar, organizar y administrar
a las comunidades, los toltecas poseían un conocimiento superior y de
mayor complejidad. Los toltecas desarrollaron lo que se conoce como
“el camino del guerrero”, para preparar a las personas a someterse a un
complejo, profundo y abstracto sistema de conocimiento, que requería
la mayor disciplina, fuerza de voluntad y sobriedad, dado que se
enfrentaban a una realidad totalmente desconocida, al percibir el
mundo como un universo de cargas energéticas y al ser humano como
creador de la energía más pura del universo.

Los alumnos que iniciaban esta lucha interior, se les conoció como Los
Guerreros de la Muerte Florecida y a su desafío interior se le conoció
como La Batalla Florida. Esta batalla se realizaba en los Tollanes que
52
hoy llamamos "zonas arqueológicas". El concepto de la energía para los
toltecas milenarios, está más cerca de la física cuántica que de la física
newtoniana y al ser humano se le concebían como un toroide que podía
llegar a manejar, por su propia voluntad consiente, la energía que lo
componía, y con esta capacidad, “dar un salto mortal a lo
inconmensurable”.

CÓMO SUBIR A MONTE ALBÁN.

Nuestros Viejos Abuelos desarrollaron una civilización enfocada


fundamentalmente al desarrollo de las fuerzas espirituales del ser
humano. Todo, absolutamente todo cuanto ellos hacían estaba ligado a
procesos de carácter espiritual, manifiesto en el pueblo en la acendrada
religión, pero que tuvo su génesis en la estructura filosófica que
debieron manejar un selecto y discreto grupo hermético, como en
Egipto o el Tíbet. En efecto, el mayor potencial de nuestra herencia
cultural indudablemente es la filosofía que produjo nuestra civilización
y que tiene más de ocho mil años de estar viva, presente y vigente en
nuestra realidad, aunque no tengamos conciencia de ello.

Esta maravillosa herencia cultural sigue viva en todos los mexicanos,


pero especialmente a flor de piel en los pueblos indígenas y campesinos
de México (aunque no se quiera ver, entender y valorar por la cultura
colonizadora dominante) y confirma la hipótesis de que nuestra
civilización está concentrada desde hace ocho mil años en el desarrollo
del potencial humano que encierra el espíritu, pues a pesar del
"infierno de negación, injusticia y genocidio" que ha vivido en estos
cinco siglos, mantiene inalterable en lo esencial estos valores en
nuestra sociedad.

Este es el punto medular del misterio, no sólo de Monte Albán, sino de


las majestuosas construcciones del Período Clásico del México Antiguo
que hoy llamamos "zonas arqueológicas" y que en su día se conocieron
como Tollán, que no es una ciudad, pues a ésta se le llamó Altépetl.
53
El problema es que desde la invasión europea han sido los extranjeros
los que han creado las "fantasías científicas" sobre el origen y función
de estas construcciones. Siempre nos han estudiado desde un plano de
una supuesta superioridad eurocéntrica, en el que, desde Hernán
Cortés y sus Cartas de Relación, nuestro mundo ha sido
intencionalmente confundido y negado, condenándolo a un estadio
primitivo de evolución, donde sólo existía como fin existencial una
degradada y sangrienta religión politeísta y un limitado afán
alimentario, como única estructura interna de nuestra antigua
civilización.

Por ello se entiende que cuando la gente sube a La Montaña del


Sagrada del Jaguar (Monte Albán), las explicaciones que se les dan son
insustanciales y ofensivas, producto del colonialismo cultural y de la
ignorancia, para las que este lugar fue una ciudad, una fortaleza, un
panteón o un palacio.

Visión limitada y prepotente del extranjero abusivo que nunca ha


querido apreciar y conocer el verdadero potencial humano, filosófico y
espiritual de nuestra civilización (de ayer y de hoy).

Pero existe la probabilidad de que los constructores de Daany Beédxe


(Monte Albán en lengua zapoteca), tuvieran una sabiduría milenaria
sobre ciertas áreas desconocidas, por Occidente, del maravilloso
misterio de la existencia humana, que estuviera relacionada con la
energía luminosa (átomos) y la energía espiritual (conciencia de ser) y
estas dos, con el universo. Sorprende que una de las seis civilizaciones
más antiguas de la humanidad, que cuenta con un desarrollo endógeno
y autónomo como China o la India, según los invasores europeos y sus
descendientes culturales, no haya desarrollado una profunda y vigorosa
filosofía capaz de crear y darle sentido y coherencia al maravilloso
mundo que los acogía a lo largo de siete mil quinientos años. Para el
pensamiento europeo de ayer y de hoy, los "nativos" hicieron esas
impresionantes construcciones para fines profanos y religiosos,
producto sólo de su percepción materialista del mundo y la vida; es
decir, fortalezas, palacios y adoratorios.

54
Basta subir y ver las ruinas de este proyecto espiritual para entender
que ahí se construyó las bases de un magno y luminoso proyecto de
sabiduría espiritual. Basta dejar sentir al cuerpo y silenciar nuestra
europeizada razón para dejar que las piedras, las plazas, los valles y las
montañas que rodean a este misterioso sitio de poder y de armonía, le
hablen a nuestro espíritu adormecido y embrutecido por las miserias y
las avaricias de la materia, del maravilloso secreto del potencial
espiritual que encierra nuestra existencia. Que la energía atrapada en
aquellas piedras traspase nuestro caparacho de individualismo,
consumismo, vacío y estupidez existencial.

Subir a Monte Albán y despojarse de las mentiras y falsedades de una


envidiosa visión incomprendida de lo más interno e íntimo, que nos es
PROPIO, ESENCIAL Y VERDADERO.

Subir a Monte Albán y sentir el compromiso milenario de nuestros


Viejos Abuelos, por trascender nuestra existencia en el plano espiritual.
Subir a Monte Albán con humildad y respeto, como dignos herederos
de aquellos legendarios "Guerreros del Espíritu", para encontrar
inspiración y ejemplo en nuestra propia Batalla Florida.

En síntesis, dejar de subir a Monte Albán como "extranjeros incultos en


nuestra propia tierra", hijos del canal de las barras y las estrellas...como
gringos de tercera, perdidos en este cinco centenario laberinto de
soledades, vacíos, negación y desprecio hacia "lo propio-nuestro".

HIEROFANIAS DEL ANÁHUAC.

Los antiguos mexicanos forman parte de una sola civilización, por más
culturas diferentes que han existido en tiempo y espacio en el Anáhuac.
Lo que implica, fundamentalmente, que compartieron una misma
matriz filosófica cultural.

Este conjunto de ideas que explica la vida y la muerte y su relación con


la naturaleza, el universo, así como el sentido sagrado y divino de la
existencia, en lo fundamental, no es muy diferente de las otras cinco

55
civilizaciones Madre del planeta. En efecto, cuando un ser humano o un
pueblo han llegado a un estadio superior de desarrollo, cuando han
satisfecho las necesidades básicas de subsistencia material,
necesariamente buscan darle significado a su vida y trascender su
existencia en el plano espiritual, sagrado y divino. Porque la toma de
conciencia de un mundo real y significativo se halla en íntima relación
con el descubrimiento de lo sagrado.

Aunque la agricultura se inventa en el Cen Anáhuac hacia el sexto


milenio antes de la era cristiana, la Cultura Madre aparece decantada y
con su propia personalidad, entre los estados de Veracruz y Tabasco
alrededor del año mil quinientos a.C. Los olmecas nos dejaron
testimonios de las bases de lo que será la civilización del Anáhuac. En
el período conocido como Formativo o Preclásico, los Viejos Abuelos
desarrollaron y perfeccionaron los sistemas: alimentario, de salud, de
educación y de organización social, que serán los cimientos
estructurales de donde se desprenderá lo que más adelante se conocerá
como período de Esplendor o Clásico, que comprende del 200 a.C. al
850 d.C.

Los toltecas llevarán al cenit civilizatorio el proyecto filosófico del Cen


Anáhuac que iniciaron los olmecas. Testimonio de esta continuidad
filosófica, cultural, y sagrada la podemos apreciar en la iconografía, que
nos presenta los diseños y símbolos fundamentales que dejaron
esculpidos, labrados, pintados o bordados: como el quincunce, la
serpiente emplumada, el jaguar, el águila, el árbol y la dualidad divina a
partir del par de opuestos complementarios que “humanizan” al mundo
y que se observan claramente a través de dos perfiles encontrados de
dos serpientes o dos quetzales. Y por supuesto el sistema constructivo
de pirámides truncadas, juegos de pelota, patios cuadrados
flanqueados por cuatro habitaciones, estelas, esculturas en tres
dimensiones y un largo etcétera, que llegará casi intacto y con pequeñas
variantes hasta la misma llegada de los españoles.

Poca gente observa estas similitudes que se mantuvieron por lo menos


tres milenios, no solo en el Cen Anáhuac, sino que asombrosamente, lo
comparten todos los pueblos indígenas desde Alaska hasta Tierra del
56
Fuego; pero que la visión eurocentrista y colonizadora nunca ha
aceptado que en estas tierras existían antes de la invasión, pueblos con
una civilización mucho más adelantada que la europea de aquellos
tiempos. Y lo que también es importante señalar, que todos los pueblos
compartían una misma matriz filosófica, cultural y sagrada. Los
colonizadores siempre han estudiado a los pueblos y culturas invadidas
por sus diferencias, no por sus semejanzas. Las cuales son muchas y
muy asombrosas.

Pero el punto de esta reflexión es la necesidad de conocer la estructura


del pensamiento filosófico-religioso del Anáhuac, para que a partir de
su esencia y su raíz, podamos entender y visualizar el tronco y la fronda
del proyecto civilizatorio que eminentemente es de carácter sagrado y
divino. Este desafío es fundamental para entender de raíz nuestra
civilización Madre y acabar para siempre la paupérrima visión
colonizadora. La Hermenéutica del México Antiguo se nos presenta
como una próxima tarea urgente a emprender.

Nuestros antepasados más remotos, después de haber logrado


satisfacer las necesidades básicas de subsistencia, enfocaron toda su
capacidad, talento y sensibilidad para trascender los limitados espacios
materiales de la vida y penetrar a los insondables campos del Espíritu
Humano, el Universo y llegar a la fuente primigenia, es decir,
despegarse del mundo profano y entrar al universo de los sagrado y de
lo divino. La toma de conciencia de la sacralidad del mundo y de la
vida, liberan al ser humano de su estado animal-profano, donde
satisfacer sus necesidades materiales es todo cuanto existe en el
perímetro de su existencia elemental. La conciencia de un mundo
sagrado y la sacralidad de la vida humana permitieron a los Viejos
Abuelos crear su portentoso universo cultural. La conciencia de lo
sagrado fundamenta ontológicamente la existencia de la Civilización
del Anáhuac. El Anáhuac empieza a ser mundo en la medida en que se
devela su sacralidad y el ser humano deja de ser un animal con
necesidades básicas materiales, hasta que toma conciencia de su
potencial espiritual, su sacralidad y su misión en la vida y el universo.

57
Lo hicieron los egipcios, los mesopotámicos, los chinos, los indios y por
supuesto que también lo hicieron nuestros Viejos Abuelos toltecas.

Este conocimiento es el legado más importante que hemos heredado de


miles de años de evolución y desarrollo humano. A este conocimiento
los Viejos Abuelos le llamaron TOLTECÁYOTL y se entiende como el
legado de los toltecas. Nuestra incapacidad para entender lo más
preciado de nuestro legado histórico-cultural, deviene en parte de que
actualmente vivimos en una cultura materialista, desacralizada y
pragmática; y por supuesto, por el colonialismo mental, cultural y
espiritual en el que hemos vivido los últimos cinco siglos.

Las bases de este conjunto de ideas es que la tierra es un ser vivo con
conciencia y vive ciclos cósmicos. Que el ser humano y la Tierra están
en íntima relación interdependiente. Que en la búsqueda de la
perfección humana, la tierra sufre cataclismos y que reinicia de nuevo,
con la experiencia acumulada del ciclo anterior. De esta manera, el
sentido histórico es cíclico y no lineal. Este concepto se explica en el
mito de la creación del Quinto Sol. El tiempo deja de ser ordinario y
pasa a ser sagrado en la medida de que el ser humano toma conciencia
de su responsabilidad y su misión en el mantenimiento del equilibrio
energético y la pureza espiritual que debe de alcanzar.

Existe una fuente suprema de la energía creadora, invisible,


impalpable, innombrable, que se inventó así misma. Este principio
creador tendrá muchas advocaciones diferentes y representaciones
parciales de su grandeza. Estas múltiples manifestaciones sacras los
europeos las han traducido como “dioses”, pero no lo son. Pues en
verdad actúan como representaciones parciales de la sacra totalidad.

De esta manera tenemos “expresiones parciales” de lo


inconmensurable. No son dioses en el sentido Occidental, sino
manifestaciones fragmentadas de una misma totalidad. Así que el Sol,
la Luna, Venus, La Vía Láctea, el agua, el viento, el fuego, la dualidad,
la serpiente emplumada, el jaguar, la serpiente, entre otros, son solo
símbolos metafóricos de la divinidad que entra en contacto con los
humanos y el mundo profano.

58
Existen siete puntos cardinales de la existencia humana. El ombligo o
centro unificador del universo. Los cuatro rumbos de la existencia
dirigidos a los cuatro puntos cardinales. Cada uno de ellos tiene un
significado filosófico, religioso y esotérico. El cielo que cuenta con trece
niveles hacia el cenit y el inframundo que posee nueve niveles hacia las
profundidades.

El ser humano realiza su existencia material entre los primeros cinco


puntos. Empieza a ser “trascendente” en la medida que toma
conciencia de su potencial espiritual. En ese momento nace la historia y
la cultura. Si logra equilibrar el par de opuestos complementarios que
surgen de la relación Norte-Sur y Oriente-Poniente en el “centro
unificador”, logrará la conciencia y con ella la elevación y
trascendencia. Pero si desarrolla más alguno de los opuestos
complementarios, el desequilibrio lo arrastrará al abismo de la
estupidez humana. De esta manera la búsqueda del “equilibrio” resulta
uno de los elementos fundamentales para entender esta filosofía y su
íntima relación con el quincunce, Macuilxóchitl o la Cruz de
Quetzalcóatl, revelaciones de una interpretación filosófica, religiosa y
sagrada del Anáhuac.

El ser humano fue creado por el sacrificio de “las advocaciones” de


Aquél por quien vivimos. Por ello se nombra “masehual”, que significa
“merecido del sacrificio de las divinidades” y en consecuencia su vida
será un sacrificio espiritual permanente. El ser humano encuentra un
significado a su vida, más allá de tener comida, vestido y techo. El
mundo material profano es solo un medio para penetrar al mundo
espiritual sagrado. Es precisamente la toma de conciencia de la
sacralidad y la divinidad lo que nos hace humanos. Aquí se encuentra la
base de nuestra civilización. Los dos grandes objetivos existenciales
que tiene el ser humano son el de ayudar a las diversas advocaciones
del que, “Está aquí y en todas partes al mismo tiempo”, al
sostenimiento del universo y el de trascender su existencia material en
el plano espiritual. Sin esta misión la vida del ser humano no tiene
ningún sentido.

59
Del primero diremos que a diferencia de la cultura Occidental, donde
Dios ha creado a su imagen y semejanza al ser humano y le entrega a la
Tierra y todos los seres que en ella viven para su dominación,
explotación y transformación. En cambio, los antiguos mexicanos
interpretan a la Tierra como su “madre querida” y se ubican como sus
pequeños hijos. Teniendo como obligación, no solo velar por
preservarla y mantener el equilibrio original, sino también
“humanizarla” a partir de la energía espiritual que puede producir el
ser humano a través de una vida virtuosa.

Este aspecto es muy importante. La humanización del mundo implica


darle un sentido sagrado y divino “a todo lo que nos rodea”. Es solo el
ser humano, quien puede hacer este milagro a partir de su potencial
espiritual. Este es uno de los propósitos más importantes de la
civilización del Anáhuac. Una misión que rebasa con mucho a un solo
individuo, a un pueblo y a muchas generaciones. El concepto de una
responsabilidad histórica y colectiva, seguirá viva aún en el periodo
Postclásico decadente, aunque transgredido por las reformas
ideológicas-religiosas del Cihuacóatl mexica llamado Tlacaélel. Y nos
explica cabalmente cómo fue posible realizar proyectos constructivos
de más de un milenio de duración, como el caso de Monte Albán, que
inició su construcción en el año 500 a.C. y fue abandonado mil
trescientos cincuenta años después en el 850 d.C.

El segundo objetivo civilizatorio es la búsqueda individual de la


trascendencia existencial a partir de un trabajo muy decantado y difícil,
que implica el dominio y conocimiento de sí mismo a partir enseñanzas
muy sofisticadas de carácter hermético. En el que básicamente se toma
al mundo y a los seres humanos como cargas energéticas y productores
de energía.

A este segundo objetivo le llamaron los toltecas simbólicamente “La


Guerra Florida”. Los valientes que la emprendían se les llamaban
“guerreros” y según su carga energética podían ser águilas o tigres. Sus
armas eran “flor y canto”, entendidos como belleza y sabiduría. El
objetivo supremo de los guerreros de la muerte florecida era “hacer
florecer su corazón” y darse como alimento espiritual a su pueblo.
60
Es importante apuntar que los Viejos Abuelos toltecas mantenían una
cohesión social muy sólida y estratificada. Que existían “el ala y la cola”
de la sociedad integrada por masehuales. Personas que vivían su vida
de manera común y corriente. Campesinos, artesanos, servidores
públicos y lo que podríamos identificar como especialistas en la
medicina, la construcción, el arte, la ecuación, la religión, etc. Guiados
por las sólidas bases sociales, religiosas y morales que les
proporcionaban una reducida élite de personas que se dedicaban
totalmente a el estudio, la investigación y sistematización del potencial
espiritual-energético del ser humano. Estas elites vivían en los
alrededores de los que hoy conocemos como “zonas arqueológicas” y
que en la lengua franca de aquél entonces, el náhuatl, se llamaban
Tollán, que nunca fueron ciudades, palacios o fortalezas, como las
mentes colonizadas e ignorantes presuponen en la “historia oficial”.

Lo que no han querido aceptar los colonizadores, es que los Viejos


Abuelos toltecas poseían una profunda y decantada sabiduría humana.
Tan importante como las producidas por las civilizaciones de Egipto,
China o India. Que su proyecto civilizatorio estaba más allá de “la
dominación y explotación” del mundo material. Que el potencial de su
sabiduría estaba enfocado a alcanzar la aspiración más elevada de la
conciencia humana. Nos referimos a trascender al plano divino y
sagrado de la existencia a partir del desarrollo espiritual.

Los colonizadores desde el Siglo XVI hasta hoy, no aceptan que los
pueblos originarios y los hijos de sus hijos posean la condición
humana” y por supuesto, mucho menos reconocen el grado de
desarrollo material que tenía la civilización del Anáhuac. Aún en el
siglo XVI y en pleno Periodo Postclásico decadente, los pueblos del Cen
Anáhuac tenían mucha mayor calidad y nivel de vida que los pueblos
europeos. Esta es una inmensa verdad que los “investigadores” no han
querido ver y que echa por tierra todo el discurso cientista colonizador
de la inferioridad cultural de los invadidos y conquistados. Veamos por
qué:

La alimentación de los Viejos Abuelos toltecas era de mayor calidad


nutricional y variedad. Poseían la “chinampa” que implica la más alta
61
tecnología humana hasta nuestros días, para hacer producir
intensivamente a la tierra todo el año. Inventaron el maíz a partir de las
transformaciones biogenéticas que le hicieron al pasto llamado
Teocintle. El sistema de salud había llegado a niveles de excelencia. Las
trepanaciones, así como la sabiduría de lo que hoy llamamos herbolaria
y el uso de las “plantas de poder” llegaban a todos. El concepto de
higiene personal, habitacional y urbana, era más avanzada que en
nuestros días. El sistema educativo encontrado en 1519, era muy
superior al europeo. La educación popular tenía 3 milenios y en
europea apenas inició en 1596. Los Viejos Abuelos vivían en una
civilización escolarizada que duró milenios antes de la invasión. El
sistema de organización social y régimen jurídico era tan eficaz y
eficiente, que ha sobrevivido hasta nuestros días en el sistema de
cargos de las comunidades indígenas y campesinas del México
contemporáneo.

El mundo “material” del Anáhuac era mucho muy superior al europeo.


El concepto de urbanismo que encontraron los invasores en la Gran
Tenochtitlán en el siglo XVI, solo lo llegaron a tener las ciudades
europeas hasta muy entrado el siglo XIX. Agua potable, el sistema
reticular de las calles, calzadas, avenidas, canales, puentes, uso
comunitario y gratuito del transporte, escuelas, hospitales, mercados,
bibliotecas, museos, zoológicos, canchas deportivas, centros culturales,
oficinas administrativas y un vasto etcétera.

Pero el “mundo material” es solo un espejismo para las conciencias


decantadas. Cuando un individuo o un pueblo han llegado a un nivel de
desarrollo existencial, buscan traspasar las sólidas murallas del
limitado mundo material y penetran al inconmensurable y maravilloso
mundo del Espíritu, de lo sagrado y de lo divino de la existencia. El
mundo material es solo la base de despegue que requiere el “mundo
espiritual” para trascender. Lo importante de la herencia de nuestros
Viejos Abuelos toltecas es precisamente la sabiduría que se acumuló
durante siete mil quinientos años para trascender nuestra existencia en
el plano espiritual y que nuestros colonizadores no han podido ver por
dolo y mucho menos comprender por incapacidad.

62
La riqueza cultural, nuestro mayor Patrimonio Cultural, no está en las
“ruinas materiales” de las llamadas zonas arqueológicas, ni en los
“tesoros” que están guardados en los museos de todo el mundo. El gran
logro cultural de nuestra civilización Madre se encuentra depositado en
el corazón de cada uno de los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos. El
Tesoro esta dado en “flores y cantos” que viven en nuestro “Ser
espiritual”. En los sentimientos y en los pensamientos que como flores
y cantos pueden ayudarnos a trascender este precario y caótico mundo
material en el que ahora vivimos.

Es de esta forma que la TOLTECÁYOTL se nos revela como el potencial


cultural más importante que hemos heredado de nuestros antepasados.
La sabiduría sistematizada sobre el potencial espiritual que está
agazapada en el mundo cotidiano, en la llamada Cultura Popular, en los
saberes comunitarios, en los valores y principios de la educación
familiar. Esta milenaria sabiduría que vive refugiada en las tradiciones,
fiestas, usos y costumbres, es la que nos sigue dando “un rostro propio
y un corazón verdadero” y es la que nos puede conducir a la liberación
del oscuro, grotesco y deshumanizado mundo material en el que hemos
caído estos últimos cinco siglos de colonización y neocolonización.

Hasta ahora los investigadores solo han hecho arqueología e historia


del mundo material y profano del México antiguo. Son tiempos en que
los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos toltecas hagamos
arqueología del espíritu e iniciemos la reconstrucción de la historia
sagrada del Anáhuac.

Es necesario investigar, re-ordenar la información y crear nuevos


conocimientos a partir de acercarse a las manifestaciones de lo sagrado
y de lo divino que nuestros Viejos Abuelos nos dejaron, no solo en
vestigios materiales, sino también en símbolos, mitos, ritos,
tradiciones, leyendas, fiestas, usos y costumbres. Tanto en el
Patrimonio Cultural tangible como en el intangible. Tenemos que
entender que somos una sola civilización que sigue manteniendo su
permanente y necesaria continuidad a lo largo de ocho milenios.

63
La pérdida de la memoria histórica por los procesos de colonización es
solo superficial y muy temporal. La esencia sagrada de nuestra
civilización, sus valores y principios siguen vivos y vigentes en cada uno
de los individuos, familias y pueblos que la conforman. El colonizador
nos ha tratado de hacer pensar que no existe ninguna conexión entre
los Viejos Abuelos y los mexicanos contemporáneos. Que el pasado
indígena esta total e irremediablemente perdido y extinto. Pero
indudablemente seguimos siendo la misma civilización, solo que ahora
potencialmente más enriquecida por cinco siglos de apropiaciones e
intercambios culturales con otros pueblos del mundo.

Nuestra potencial cultural seguirá latente hasta el momento que


tomemos plena conciencia de nuestra riqueza espiritual, a partir de
recuperar la memoria histórica.

El legado más valioso que poseemos de los Viejos Abuelos toltecas


indiscutiblemente es la espiritualidad y el misticismo con el que
interpretamos el mundo y la vida. Esta visión sagrada y divina se
encuentra atesorada en la TOLTECÁYOTL y representan las
hierofanías del Anáhuac.

REPENSAR NUESTRO PASADO.

Lo que hoy conforma el país que llamamos erróneamente México,


porque no todos somos mexicas. En las fuentes del siglo XVI se recoge
el nombre de esta tierra como Anáhuac. José María Morelos en 1813
convoca en Chilpancingo al “Primer Congreso del Anáhuac, para dar
los Sentimientos de la Nación, y todavía en 1821, Agustín de Iturbide se
corona emperador del Primer Imperio Mexicano del Anáhuac. De
modo que de manera descolonizada El Anáhuac fue la cuna de una de
las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo del mundo.
De la invención de la agricultura y el maíz, en el sexto milenio a.C.,

64
hasta la llegada de los españoles, transcurrieron siete milenios y medio
de desarrollo humano y cultural de carácter endógeno de nuestra
civilización.

Este desarrollo estuvo sustentado en una ancestral sabiduría que se fue


creando y sistematizando a lo largo del tiempo y a través de sucesivas
generaciones, que transmitieron la matriz filosófica cultural
diversificada en diferentes pueblos, lenguas y culturas diferentes, en
tiempos y espacios diferentes de todo el Cen Anáhuac, que partía de lo
que hoy es Nicaragua y llegaba hasta Estados Unidos y Canadá.
Toltecayotl fue el nombre en náhuatl, lengua franca que hablaban las
más de 260 culturas que existían antes de la invasión. La Toltecáyotl
representa el patrimonio más importante y el legado más valioso del
México antiguo que hemos heredado los mexicanos, y es la base
milenaria de la Matria o como lo llamó el antropólogo Guillermo Bonfil
batalla “El México profundo”.

Definitivamente esta sabiduría no se ha perdido. Como no se ha


exterminado y desaparecido el pueblo y la Cultura Madre que la
generaron. En estos cinco siglos solo ha sido negada por la cultura
dominante, pero su presencia es contundente e incuestionable y lo que
en esencia nos hace ser lo que somos, como individuos y como pueblo.

Linajes de conocimiento la han mantenido subterráneamente, miles de


comunidades la han protegido escondiéndola en el abigarrado
sincretismo de la Cultura Popular, y las culturas indígenas la han
sabido preservar estoicamente dentro de sus milenarios usos y
costumbres. La Toltecáyotl es una forma precisa y muy antigua, de ver
y entender el mundo y la vida.

Ante la crisis de las estructuras políticas, sociales y culturales del


sistema colonial en el que vive la sociedad mexicana, resulta
impostergable e imprescindible retomar la antigua sabiduría “propia-
nuestra”, para construir una sociedad más justa y humana, apegada a la
esencia de nuestros más profundos ideales y aspiraciones. Se requiere
repensar nuestro país.

65
El CONCEPTO COLONIZADOR DE "MESOAMÉRICA".

Parte de la colonización mental y cultural, es que desde las Cartas de


Relación de Hernán Cortés, hasta nuestros días, son los extranjeros los
que “escriben nuestra historia”. Siempre desde una perspectiva
foránea, en general eurocéntrica y colonial, con una inaceptable
superioridad juzgan lo que no conocen en su esencia más íntima y
siempre a partir de parámetros culturales europeos y ahora
norteamericanos.

No solo es un problema de carácter económico, dado que los


investigadores extranjeros, en general, están apoyados y financiados
por instituciones económicamente poderosas, sino de una
“mansedumbre” e incondicionalidad de los “investigadores mexicanos”,
quienes en vez de mantener una posición crítica se ubican como
sumisos ayudantes de las “eminencias extranjeras”, como bien lo
apunto el Dr. Rubén Bonifaz Nuño.

“De esta suerte, valiéndose de análogas complicidades, los eruditos


estadounidenses han formado, respecto de la cultura olmeca, un
sistema de mentidas conjeturas cuyo cuyas principales características
son el desdén y la ignorancia. Condenable es eso, pero no es, en mi
opinión, lo peor; lo peor consiste en que los estudiosos mexicanos,
voluntariamente sometidos a una perversa forma de colonización
extranjera, se sujetan, por lo común, a las sistemáticas equivocaciones
de los eruditos estadounidenses, y las repitan y las confirman como
verdades, acaso con el deseo y la esperanza de que éstos los tengan
por iguales suyos.

De estos casos, por obvio principio de dignidad, no quiero ofrecer


ningún ejemplo.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1995)

De esta manera, Paul Kirchhoff en 1943 lanza su temeraria propuesta


de dividir arbitrariamente al Cen Anáhuac en dos partes. Mesoamérica
y Aridoamérica, y acríticamente es aceptada su propuesta por los
dóciles “investigadores mexicanos”. Dese 1519, los invasores europeos
66
nos han “estudiado” por nuestras diferencias, más no por nuestras
semejanzas. Nos han “estudiado” como un archipiélago de islas
culturales diferenciadas unas de otras (y de su propiedad intelectual).
Nunca han tenido la buena fe o la inteligencia de entender que somos
un continente cultural, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego que está
unido indisolublemente por una matriz filosófica cultural que en el
Anáhuac se conoce como Toltecáyotl. El investigador alemán escribe:

“Mesoamérica”, publicado originalmente en 1943, fue un intento de


señalar lo que tenían en común los pueblos y las culturas de una
determinada parte del Continente Americano, y lo que los separaba
de los demás. Para lograr este propósito me impuse la limitación de
enumerar sólo aquellos rasgos culturales que eran propiedad
exclusiva de esos pueblos, sin intentar hacer una caracterización de la
totalidad de su vida cultural. Por la aplicación rigurosa de este
principio no se mencionan en mi trabajo rasgos tan fundamentales y
característicos de la civilización mesoamericana como la pirámide, ni
se analiza la configuración y estructuración de esa civilización, que
obviamente es más que la suma de sus partes. Falta también la
división de esta super área en áreas culturales que se distinguen no
sólo por la presencia o ausencia de determinados “elementos” sino por
el grado de desarrollo y complejidad que han alcanzado, siendo las
más típicamente mesoamericanas las más desarrolladas y complejas.
Falta, en fin, la profundidad histórica que la orientación misma de
este trabajo implica, esto es, la aplicación de los mismos principios a
épocas anteriores, retrocediendo paso por paso hasta la formación
misma de la civilización mesoamericana.

Concebí este estudio como el primero de una serie de investigaciones


que tratarán sucesivamente de estos problemas, anticipando que la
mayor parte de esta tarea deberían tomarla otros a su cargo. En esta
esperanza quedé defraudado, pues mientras que muchos han
aceptado el concepto “Mesoamérica”, ninguno, que yo sepa, lo ha
hecho objeto de una crítica constructiva o lo ha aplicado o
desarrollado sistemáticamente. Ahora, la iniciativa de los estudiantes
de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de volver a

67
publicar este trabajo, me hace abrigar nuevamente la esperanza de
que sea un investigador joven el que siga por el camino que yo señalé
hace años.” Paul Kirchhoff.

Esta “distorsión cultural” impide dimensionar en toda su grandeza y


trascendencia a una de las seis civilizaciones más antiguas del mundo.
Producto de lo anterior, podemos ver cantidad de títulos de “grandes
libros” escritos por los extranjeros y sus alumnos mexicanos, con
nombres como: “La civilización maya de Robert J. Sharer”, “La
civilización Zapoteca de Joyce Marcus, Kent V. Flannery”, “La
civilización azteca de George Clapp Vaillant”. O referencias tan
equivocadas como “El Calendario azteca o El Calendario Maya”. La
civilización del Cen Anáhuac es una sola, por más culturas diferentes en
tiempo y espacio que se hayan desarrollado en ocho mil años.

Recientemente, de manera muy tibia, se acaba de publicar la idea de


que en el continente solo ha existido una sola civilización y no dos,
como plantean “los investigadores extranjeros” desde Hernán Cortés
hasta Mel Gibson. Nos referimos al libro titulado “Dioses del Norte,
dioses del Sur de Alfredo López Austin y Luis Millones” (Era 2008,
Méx.), en la que los investigadores nativos proponen “cautamente”, que
tal vez es una y no dos, las civilizaciones del Continente Americano, que
en lengua náhuatl se nombra “Ixachilan”, en lengua aymara
“Akapacha”, y en lengua quechua “Tawaintisuyu”.

La descolonización de la Historia y la Cultura “propia-nuestra”, debe ir


desechando estos infundios y estas imposiciones producto del abuso
extranjero y la dejadez nuestra. El término “Mesoamérica”, del alemán
Paul Kirchhoff, lo copia del término “Mesopotamia” que significa
“entre dos ríos” y que es aceptable cuando se habla de la civilización
que se desarrolló entre los ríos Tigris y Éufrates en el Medio Oriente,
pero que en referencia al Anáhuac no tiene ningún sentido, porque
“Mesoamérica” significa literalmente “en medio de dos Américas”,
porque el prefijo “meso” viene de la voz griega que significa “”en medio,
medio”. Descolonizase es un acto de dignidad y de soberanía
intelectual.

68
LO QUE NOS DEJARON DICHO LOS VIEJOS ABUELOS.

Eran nuestros abuelos, nuestras abuelas,


nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas,
nuestros tatarabuelos, nuestros antepasados.

Se repitió como un discurso su relato,


nos lo dejaron y vinieron a legarlo.

A quienes ahora vivimos,


a los que salimos de ellos.
Nunca se perderá,
nunca se olvidará
lo que vinieron a hacer,
lo que vinieron a asentar,
su tinta negra, su tinta roja,
su renombre, su historia, su recuerdo.

Así en el porvenir
jamás perecerá, jamás se olvidará,
siempre lo guardaremos
nosotros, hijos de ellos.

Nietos, hermanos menores,


Tataranietos, biznietos,
descendientes, su sangre, su color,
lo vamos a decir, a comunicar
a quienes habrán de vivir,
habrán de nacer, a los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos Toltecas”.
Crónica Mexicáyotl.

Nota de Toltecáyotl: "El futuro de México está en recordar su pasado"

"recordar, recuperar, retomar, restablecer, reasumir, reconstruir,


retroalimentar, retornar, reparar, reanimar, reactivar, revelar,
rehabilitar, reclamar, revisar, reasumir, recobrar, reconocer,
reconciliar, revivificar, reconfortar, rectificar, replantear, reestructurar,
reencontrar, reflexionar, revolucionar, reforzar, refrendar,

69
reincorporar, relatar, releer, renacer, renovar, reorganizar, restituir,
repasar, repercutir, replicar, reponer, representar, reproducir, requerir,
resaltar, reseñar, resguardar, respetar, resplandecer, resurgir, retener,
retoñar…

No para "volver al pasado" sino por el contrario, para construir nuestro


futuro (propio-nuestro).

EL CALMÉCAC TOLTECA.

Fue entonces cuando convocó el consejo de La Casa de la Medida


(calmécac) a una asamblea con todos los miembros de la institución,
dirigiéndose a los jóvenes:

-Escuchen con atención, águilas y jaguares, abran las alas de su


entendimiento y de su percepción. Amadas piedras preciosas, bellas
plumas de quetzal, flores bellas y olorosas de nuestro más preciado
jardín. Escuchen con atención, abran su mente, abran su corazón.

Esta humilde Casa, ha sembrado en su piedra preciosa, lo mejor de


nuestro pueblo, lo mejor de nuestros muertos. Ahora grandes personas
tienen atesorado en su pecho. Las cuales sustentan la tierra y el cielo
con su doctrina y su ejemplo. Sus amorosos y responsables maestros,
han abierto en su presencia los cofres y las cajas donde están guardadas
las riquezas de nuestro pueblo, donde está guardado y custodiado el
tesoro que nuestros Viejos y Sabios Abuelos toltecas nos legaron; sus
palabras, sus consejos.

Y ya que se les ha concedido la dicha de conocer la cara oculta, de la


sabiduría de nuestros antepasados. Es más grande su responsabilidad;
con el pueblo, con los Viejos Abuelos, pero fundamentalmente con "El
por quien se vive, El Invisible el impalpable" y por supuesto, con
ustedes mismos.

Por ello, están obligados a guardar y cumplir estrictamente todas las


enseñanzas que aquí se les ha dado, en favor de nuestra comunidad,
porque con esto, asegurarán su mantenimiento.
70
Ahora saben que todo ser humano tiene una responsabilidad intrínseca
por el mismo hecho de existir. Que solo estamos por breve tiempo aquí,
que todos estamos en camino de nuestra verdadera casa. Que la
materia no puede ser salvada más que por su propia muerte, a través de
La Batalla Florida y el fuego liberador del sacrificio, que desprende la
energía espiritual, que busca su condición celeste y su origen divino...
¡el alma cósmica!

Ahora tendrán que ir al mundo de afuera y poner en práctica lo


aprendido. El servicio a la comunidad les dará la oportunidad de llegar
"Al Agua Quemada", estar en el centro de la lucha de los contrarios y
buscar el equilibrio. El agua y el fuego son elementos contrarios...y
complementarios, porque solo el fuego libera al agua de su destino
terrenal y si se logra “quemar", el agua se libera de su destino y se eleva
convertida en vapor, en busca de su origen celestial.

Queridos jóvenes; águilas y jaguares, plumas y piedras preciosas, frutos


florecidos de nuestra humilde Casa. Ha llegado la hora de servir a su
pueblo. Unos lo harán en el gobierno, otros en la administración y otros
más en la religión, otros en el sustento. Cualquiera que fuera su
destino, deben actuar con rectitud, sobriedad y honradez. Todos los
ojos del pueblo estarán puestos sobre ustedes. No pueden desviarse del
camino ni un solo dedo. El pueblo requiere de quien los organice y
dirija; por ello el pueblo necesita confiar y respetar a sus dirigentes. Si
esto no sucede, porque sus dirigentes se corrompan, se envicien o se
olviden de sus responsabilidades de servir por el bien público; el pueblo
se destruye, se corrompe, se desintegra. No olviden que el bien público
más valioso de la comunidad es el gobierno. Recuerden mandar
obedeciendo.

Servir es la virtud más difícil de la vida. Pero servir con poder, sin
abusar de él, sin servirse de él; representa el desafío más grande del
hombre. El poder marea y destruye al hombre hueco, pequeño y débil.
El poder es uno de los enemigos a vencer y tal vez de los más
peligrosos. Amados y queridos hijos nuestros, esperanza del mañana,
del Sol y de nuestros huesos; abran su corazón y su entendimiento... ¡El
hombre verdaderamente poderoso, es el que no desea nada!, porque ha
71
llegado al dominio completo de sí mismo, de sus pasiones y
debilidades. El vencedor de la guerra florida no quiere, no desea nada
de "nuestro mundo"; cualquier cosa "de las nuestras", es mucho para
él. Para el inmaculado guerrero; solo flores, solo cantos, en medio de su
Batalla Florida.

Hoy en la noche el Supremo Consejo del pueblo se reunirá en privado,


con el Consejo de nuestra institución. Ahí se analizará quienes de
ustedes ya están florecidos, quienes de ustedes ya tienen en su pecho la
semilla del fruto, que será el sustento del pueblo. Sus maestros y su
tutor analizaran con el consejo, sus posibilidades para servir mejor.
Cualquiera que fuera su destino, cúmplanlo con eficacia y eficiencia...
con una lujuria callada por ser lo mejor de ustedes mismos. Sin miedo,
ambición, ni obsesión.

Mañana inicia la etapa más importante de su vida. Así que retírense a


descansar y no se preocupen durante la noche, que tendrán toda una
vida para ocuparse...buenas noches.

______________________

Tomado de: "Daany Beédxe el espíritu del guerrero" novela de


Guillermo Marín.

24. EL PERIODO CLÁSICO O DEL ESPLENDOR TOLTECA.

Resulta verdaderamente penoso para los mexicanos, que después de


cinco siglos, al igual que los conquistadores del siglo XVI, no nos haya
importado conocer, estudiar y difundir el pensamiento filosófico del
México Antiguo.

Como hemos dicho ya, el Anáhuac produjo una de las seis civilizaciones
más antiguas del mundo. La pegunta obligada es ¿por qué?, si China y
la India, que son civilizaciones tan antiguas como la del Anáhuac,
72
tuvieron una filosofía que orientara, explicara y le dieran sentido y
continuidad a su evolución, la nuestra no posea, para los
investigadores, un pensamiento filosófico que sostuviera un proceso de
Desarrollo Cultural, tan largo y antiguo como las otras civilizaciones
"Madre" del mundo.

El mito de que los Viejos Abuelos eran agricultores idólatras, que


hacían sangrientas ceremonias al sol, al agua y al viento, es sólo
producto de las mentes colonizadoras que negaron y siguen negando,
cualquier valor de la civilización invadida. Cada una de las
civilizaciones “Madre” del mundo, han tenido que desarrollar, después
de satisfacer sus necesidades básicas de subsistencia, un cuerpo de
ideas muy elaboradas y complejas, que explican el origen de la vida, el
mundo y el ser humano; su razón de existir y dar respuesta a qué
sucederá después de la muerte, (el problema ontológico del Ser).

Esta estructura de pensamiento, que trata de resolver las tres preguntas


básicas que todo ser humano consiente y todo pueblo desarrollado
necesitan responder, “quién soy, de dónde vengo y a dónde voy”, es la
base en donde se asientan los demás conocimientos, tanto materiales
como espirituales, que le dan orientación y sentido a la existencia.
Cada civilización con origen autónomo, entre otras cosas, tuvo una
filosofía, una religión, un maestro, un grano como alimento básico y un
lenguaje estético.

Si unos tuvieron El Taoísmo, El Hinduismo, El Budismo, nosotros


tenemos a La Toltecáyotl, pensamiento filosófico del México antiguo.
Si otras civilizaciones tuvieron a Zoroastro, Hermes, Akenatón y
basaron su alimentación en el trigo, el arroz o la papa; nosotros
tenemos a Quetzalcóatl y al maíz.

Las ruinas de la civilización grecolatina nos “hablan” porque


conocemos a sus pensadores, filósofos y poetas. Las piedras de las
“ruinas” y los objetos que se encuentran en nuestros museos, nos
pueden “hablar” trasmitiendo su sabiduría, siempre y cuando
conozcamos la línea de pensamiento que la concibió; dejando de tener

73
tan solo un valor “estético o turístico”, pasando a ser algo vivo, vigente
y vibrante.

La elevada abstracción del pensamiento filosófico se materializa en la


piedra, el barro o los metales y en el Patrimonio Cultural Intangible; de
modo que, no podemos aceptar la existencia de nuestros Viejos
Abuelos, sin un pensamiento filosófico afirmado e inconmovible en la
materia y permanente en nuestras tradiciones y costumbres. Resulta un
desafío impostergable iniciar el tercer milenio con el conocimiento de
la filosofía de nuestros Viejos Abuelos.

“TOLTECÁYOTL, CONCIENCIA DE UNA HERENCIA DE CULTURA.


Hurgaré, a través de los textos y otros testimonios nahuas
prehispánicos, en la conciencia que tuvo el hombre mesoamericano de
ser portador de un gran legado. Y añadiré que, lejos de querer
elaborar una erudita y estática recordación, al acudir a las fuentes en
náhuatl, busco también atisbos e ideas con significación para nosotros
y a la vez capaces de enriquecer los planteamientos sobre nuestro
propio patrimonio cultural.” (Miguel León Portilla. 1980).

El período de mayor esplendor del México antiguo fue el llamado


Clásico y comprende aproximadamente del año 200 a.C. al 850 d.C.
Más de mil años de un sorprendente y continuo proceso de crecimiento
humano y social. En este período la filosofía, la sabiduría y las ciencias,
llegaron a su máximo desarrollo. Los grandes centros de conocimiento
encabezados por Teotihuacán lograron su mayor apogeo.

La vida social encontró su equilibrio perfecto entre la satisfacción de las


necesidades materiales de subsistencia y las necesidades de
trascendencia de la existencia. El arte ha sido el mejor testimonio de
este luminoso período. Si las bases del desarrollo humano se dieron
con los Olmecas en el Período Preclásico, el vértice superior del
desarrollo cultural del México antiguo se alcanzó en el Período Clásico.
Fueron más de mil años de un impresionante avance humanista en el
Anáhuac. Todas las civilizaciones del mundo llamadas “Madre”
buscaron en el espacio más elevado de su desarrollo la trascendencia
espiritual de la existencia. Los antiguos mexicanos no fueron la

74
excepción. Sus conocimientos del Espíritu humano, de la concepción
del mundo como campos de energía, de la relación del micro cosmos
con el macro cosmos y de la responsabilidad de interactuar como
“humanizador y equilibrador” entre la naturaleza y el cosmos, resulta
sorprendente y asombrosa.

Estos mil años de esplendor son fundamentales para explicarnos lo que


hoy somos los mexicanos. Necesitamos conocer por nosotros mismos
con mayor profundidad este período luminoso. Hacer nuestras propias
conjeturas con nuestros propios valores, dejar atrás la visión del
extranjero colonizador. Los europeos al final de la Edad Media
buscaron en su pasado inspiración para construir un puente que los
sacara del oscurantismo. La pregunta es, por qué nosotros no podemos
de la misma manera, buscar en el pasado una fuente de inspiración a
partir de los valores, principios y actitudes que crearon los Viejos
Abuelos para llegar al cenit de su evolución y desarrollo cultural. Y con
esos valores diseñar y construir nuestro futuro. Actualmente
desconocemos los alcances de sus logros espirituales y energéticos,
pero lo cierto es, que los vestigios materiales de su desarrollo nos dejan
sin aliento y exaltan nuestro espíritu.

Al recorrer Teotihuacán, por ejemplo, no podemos más que pensar en


sus logros intangibles, frente al impresionante manejo de la materia. Si
su pirámide de conocimientos estaba dirigida a alcanzar la conciencia
espiritual, cuando reflexionamos descolonizadamente en la cima de la
Pirámide del Sol, debemos de pensar en los alcances y logros que
debieron tener en el plano intangible del conocimiento, especialmente
en el campo de la energía.

Al descolonizar la concepción de nuestros Viejos Abuelos, por más


negación y destrucción de su conocimiento, entenderemos que siguen
vivos en nuestro corazón. Que la civilización del Anáhuac no ha
muerto, como predican los colonizadores desde hace cinco siglos. Y que
nosotros somos su continuación en el tiempo cíclico.

75
LA CULTURA DEL MAÍZ.

"Escucha: el Tonacáyotl, maíz, Nuestro Sustento, es para nosotros


merecimiento completo. Porque es Nuestro Sustento, nuestra vida,
nuestro ser. Es andar, moverse, alegrarse, regocijarse. Porque en
verdad tiene vida Nuestro Sustento. (Códice Florentino)

"Maíz, sociedad, cultura e historia son inseparables. Nuestro pasado y


nuestro presente tienen su fundamento en el maíz. Nuestra vida está
basada en el maíz. Somos gente del maíz." (Guillermo Bonfil Batalla).

"El maíz es patrimonio cultural y natural que México ha legado al


mundo. Resultado de milenios de selección humana y natural. Una
creación humana prodigio de su sabiduría". (Bruce F. Benz").

"Existen alrededor de 41 razas de maíz mexicano. El maíz nació en


México y es la planta más evolucionada y domesticada del reino
vegetal. Actualmente se siembra en todos los continentes y sirve de
alimento a los seres humanos y de forraje para los animales, además
de muchos usos industriales" (arqueología mexicana INAH).

"El maíz era muy importante para los mayas, hasta el punto de que
creían que los dioses habían creado a los hombres con maíz y su
propia sangre, después de muchos intentos de hacerlos con otros
materiales que no sirvieron." (Charles Gallenkamp)

"Los dioses encomendaron a Quetzalcóatl la misión de proporcionar a


los seres humanos su comida. Como las hormigas viven debajo de la
tierra y son muy trabajadoras, Quetzalcóatl observó que una hormiga
roja venía saliendo del interior de la tierra, donde estaba escondido el
alimento de los seres humanos. La hormiga cargaba un grano de
maíz y Quetzalcóatl le preguntó el lugar de donde provenía el maíz,
pero la hormiga roja no le quiso contestar. Quetzalcóatl interrogó con
mucha insistencia a la hormiga roja, que terminó por decirle la
verdad. El maíz y muchos otros granos más estaban en el interior del
"Monte de nuestro sustento". (Los Viejos Abuelos, nuestra raíz
indígena).

76
"El valor nutritivo del maíz es muy similar al de otros cereales, siendo
algo superior al de la harina de trigo y sólo ligeramente inferior al del
arroz. Estos tres cereales son los que más se consumen en el mundo"
(Fuente F.A.O.).

"Es que el maíz es más que si fuera nuestro padre; gracias a él


podemos vivir." (Javier Castellanos.)

"Los maíces ancestrales oaxaqueños pertenecientes al complejo de las


primeras razas domesticadas son el Bolita, Chatino Maizón y
Zapalote Chico." (El maíz, fundamento de la cultura popular mexicana.
SEP.)

"Las últimas investigaciones han encontrado restos de teocintle y


olotes en la zona Norte de Yagul en Oaxaca, con una antigüedad de
diez mil años, lo que constituye la evidencia más temprana conocida
hasta ahora en todo el planeta para documentar el origen del maíz."
(K.V. Flannery y D.R. Piperno.).

"El maíz es actualmente cultivado en la mayoría de los países del


mundo y es la tercera cosecha en importancia después del trigo y el
arroz. En México se producen diariamente aproximadamente 300
millones de tortillas. (Milpa Real S.A).

En un tiempo tan lejano, del que ya nadie se puede acordar, nuestros


antiguos dioses decidieron crear al hombre. Inmediatamente después
de esta maravillosa creación los dioses encomendaron a Quetzalcóatl
buscar el sustento de la humanidad. Dicen los Viejos Abuelos que
convertido en hormiga roja, Quetzalcóatl siguió a una hormiga negra
que sacaba de un hoyo de la tierra un grano de maíz y así descubrió el
cerro del sustento donde estaban guardados todos los nutritivos granos
que ahora nos alimentan.

Eso es lo que cuentan los Viejos Abuelos, pero ahora los científicos nos
demuestran que el maíz es una creación humana que se llevó a cabo en
el Valle de Tehuacán y/o en los Valles de Oaxaca, en los estados de
Puebla y Oaxaca hace aproximadamente entre ocho y diez mil años. En
efecto, a partir de transformar una planta parecida a un pasto llamado
77
Teocintle, nuestros sabios antepasados crearon el maíz que nos ha
alimentado a todos los mexicanos durante miles de años y desde hace
quinientos al resto del mundo. Así es, el maíz hoy se siembra y se come
en todo el mundo, gracias a la sabiduría e inteligencia de nuestros
antepasados los legendarios toltecas.

MITLA LA CIUDAD DE LOS MUERTOS

¿A dónde iré?
¿A dónde iré?
El camino del Dios Dual.
¿Por ventura es tu casa en el lugar de
los descarnados?,
¿Acaso en el interior del cielo?,
¿O solamente aquí en la tierra
es el lugar de los descarnados?.
Ms. Cantares Mexicanos, Fol. 35 v.

Para penetrar en el mundo filosófico de los viejos abuelos, aquellos que


en Teotihuacán y Monte Albán, un día aprendieron a ser dioses, es
necesario despojarse de la mentalidad eurocéntrica, para la cual esta
civilización fue solamente primitiva y diabólica. Resulta en verdad un
desafió inconmensurable desarticular todo el andamiaje del
colonialismo cultural, que se fue elaborado a lo largo de estos cinco
siglos, sobre el conocimiento del México antiguo.

La religión, mitos y leyendas que sobrevivieron el período llamado


colapso del Clásico Superior (800 d. C.) no fueron ni con mucho, toda
la expresión de sabiduría y conocimiento de sí mismos; de la
naturaleza, del cosmos y de las ciencias; que lograron sistematizar en lo
que hoy llamamos “Toltecáyotl”. Este maravilloso conocimiento
misteriosamente desapareció al mismo tiempo en todo Mesoamérica
(simbolizado con la partida de Quetzalcóatl), los hombres que
habitaban Teotihuacán, Monte Albán y Chichén Itza, entre otros

78
lugares, cubrieron estos centros de conocimiento fue modificándose a
través de 300 años, hasta que finalmente, los mexicas ( 1114 D. C.) lo
adoptaron y reformaron al final del período llamado Postclásico,
especialmente por el ideólogo del imperio azteca, Tlacaélel; y su
interpretación final que estuvo a cargo de los cronistas occidentales del
siglo XVI, quienes nunca pudieron o quisieron valorar esta civilización
de una manera respetuosa y prudente.

“Los cronistas de la colonia nunca se refirieron a la arquitectura de


Mitla, sin una mezcla de aversión y admiración: espanto y desprecio
ante la religión zapoteca, síntesis del Mal y del Error absolutos, y
reconocimiento de su grandeza artística “ ...” Luego de ridiculizar la
religión ajena en un largo párrafo para prevenir a sus lectores de
entusiasmarse más de lo conveniente por una cultura – después de
todo – de despreciarles “ bárbaros gentiles “, Burgoa hace una
descripción del conjunto de las columnas en la que incluso se
entusiasma ( no sin una resistencia final) ante la maestría de los
artífices zapotecos: ... edificaron en cuadro esta opulenta casa o
panteón ... igualando con maña las cuadras en proporción, que
cerraban, dejando un espacísmo patio, y para asegurar las cuatro
salas iguales obraron lo que sólo con las fuerzas e industrias del
artífice pudieron obrar unos bárbaros gentiles no se sabe de qué
cantera. Víctor Jiménez, Pág. 36

Para hablar entonces del Mictlán (lugar de los muertos) y de


Mictlantecutli y Mictlancihuatl (señor y señora de la muerte) tenemos
que desprendernos de la concepción occidental de la muerte. En efecto,
para nuestros viejos abuelos (y para muchos indígenas y campesinos de
hoy) la relación de la vida está indisolublemente unida a la muerte,
binomio dialéctico vida - muerte, muerte – vida. No podemos tener
conciencia plena de la vida, sino existe conciencia plena de la muerte.
De esta manera el nacimiento del quinto sol (en el que vivimos) fue
producto del sacrificio y muerte de Tecuciztécatl y Nanahuatzin, dioses
que saltaron al fuego cósmico que ardía en Teotihuacán, para de su
muerte se convertirían respectivamente en la luna y el sol; morir para
renacer y dar vida.

79
-“¿Cómo habremos de vivir?
¡No se mueve el sol!
¿Cómo en verdad haremos vivir a la gente?
¡Que por nuestro medio se robustezca el sol,
sacrifiquémonos, muramos todos!

...“Libremente aceptan la muerte los dioses, sacrificándose para que el


sol se moviera y fuera posible así la vida de los hombres. Moviéndose
al fin el sol, comenzaron una vez más los días y las noches; los
hombres habían merecido su vida gracias al auto sacrificio de los
dioses. Por esto, los seres humanos habrían de llamarse en adelante
masehuales, que quiere decir “merecidos”. León Portilla, pág. 25

Esta enseñanza que todos los días nos lo hace vivir el propio sol,
naciendo incansablemente por oriente y muriendo indefectiblemente
por el poniente; lo mismo que Tonantzin (nuestra madre querida, la
tierra) o Xóchiquetzal (la señora de las flores) que permanentemente
siguen este ciclo cósmico del nacer y el morir – morir y nacer. ... “De
esta manera ni la naturaleza ni el hombre están condenados a la
muerte eterna. Las fuerzas de la resurrección se ponen en obra: el sol
reaparece cada mañana después de haber pasado la noche “bajo la
llanura divina”, Teotlalliitic, es decir, en los infiernos; Venus muere y
renace; el maíz muere y renace; toda la vegetación herida de muerte en
la estación seca, resurge más bella y más amarilla en cada estación de
lluvias, del mismo modo que la luna desaparece del cielo y reaparece al
ritmo de sus fases.

“La muerte y la vida son dos aspectos de una misma realidad..., tal
vez ningún pueblo histórico ha estado tan obsesionado como el
mexicano por la presencia formidable de la muerte; pero para él la
vida brota de la muerte, como la pequeña planta del grano que se
descompone en el seno de la tierra... El guerrero muerto en el campo
de batalla o en la piedra de los sacrificios se convertía en un
“compañero del águila”, cuauhtecatl, es decir, en un compañero del
sol”. (Soustelle.pág.113)

“cuando morimos,
80
no en verdad morimos,
porque vivimos, resucitamos,
seguimos viviendo, despertamos,

Esto nos hace felices...


¿Acaso de verdad se vive en la tierra?
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.
Aunque sea jade se quiebra,
Aunque sea oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra,
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí”,
(Soustelle. pág.113)

Con base en la vida “verdadera” no es aquí en la tierra, el Masehual


tiene que sacrificarse para hacer digno su tránsito por esta existencia.
Si los dioses lo hicieron en el fuego cósmico de Teotihuacán; el hombre
lo hace en la Batalla Florida, aquella que se libra en las propias
entrañas, y en la vida cotidiana, a base de “flor y canto” y lleva por
victoria el “hacer florecer el corazón”. Los guerreros salidos del
Calmécac, sean tigres o águilas tendrán que aprender a fortalecer su
cuerpo y a decantar su espíritu; y si lo logran después de una vida de
impecabilidad y virtud, al llegar su muerte, podrán acompañar al sol en
su deslumbrante carrera hacia el cenit.

La vida entonces en el México antiguo, tenía como principal objetivo


llegar purificado a la muerte, que no era otra cosa, que LA VIDA
LUMINOSA DE LA CONCIENCIA. De esta manera la vida era un
desafío y al mismo tiempo una maravillosa oportunidad, un pasillo que
conducía a la puerta de la inmortalidad. Sin embargo no todos los
hombres tenían la fuerza espiritual, el dominio de su voluntad y el valor
de encarar la vida y la muerte de esta manera. Por ello existían cuatro
lugares para los muertos (según hayan vivido ) el más importante y
apreciado era el Ilhuicatltonatiuh el lugar prometido (simbólicamente)
para los guerreros de la batalla florida, aquellos que lograron florecer
su corazón y darse como alimento.

81
... “Creían que las almas de los soldados que muriesen en la guerra o
prisioneros en poder de sus enemigos, y las mujeres que morían de
parto, iban a la casa del sol, que imaginaban Señor de la Gloria, en
donde pasaban una vida deliciosa; que diariamente, al salir el sol,
festejaban su nacimiento y le acompañaban con himnos, baile y música
de instrumentos desde el oriente hasta el cenit; que allí salían a recibir
las mujeres y con los mismos regocijos lo conducían hasta el
occidente”.

El segundo lugar era el Chichihuacuahco, allí iban los niños muertos,


quienes se alimentaban de un bello y frondoso árbol, de cuyas ramas
emanaban gotitas de leche, estos niños volverán al mundo para
probarlo cuando se destruya el quinto sol. El tercer lugar era el
Tlalócan, lugar a donde iban a parar los que morían de rayos, ahogados
en agua, los leprosos y bubosos, sarnosos, gotosos e hidrópicos. El
Tlalócan, la mansión de la luna, era un “paraíso” en el que había
condiciones ideales, un lugar agradable, fresco y ameno. Lugar donde
vivía Tláloc la representación de la vida luminosa por medio del agua,
que es la fuente de toda la vida en el planeta. Finalmente existía un
lugar para quienes no habían alcanzado la muerte luminosa del
guerrero, ni la muerte tierna del niño, ni la muerte asociada con el
agua. Lugar en verdad terrible porque significaba la nada, la muerte
estéril producto de una vida estéril, la muerte sin consecuencia y sin
trascendencia; la muerte... ¡para nada! este lugar se llamó el Mictlán y
estaba gobernado por los señores Mictlantecutli y Mictlancihuatl los
que morían producto de una vida estéril, tenía que hacer un largo,
penoso y sufrido viaje para llegar al final a convertirse en ¡nada!
(Fascinante concepción filosófica).

“Al Mictlán iban los que morían de enfermedad natural, fueron


señores o masehuales, sin distinción de rango ni de riquezas”... por
esto dice Sahagún que en el Mictlán se acababan y fenecían los
difuntos, pereciendo para siempre en la casa de las tinieblas y
oscuridad”. (Vicente Rivera Palacios. pág. 106).

El muerto en cuestión tenía que pasar por un largo y caudaloso río


llamado Apanohuaya, para lo cual necesitaba de ayuda de un perro
82
(techichi). Posteriormente ya despojado de sus vestiduras tenía que
cruzar entre unas montañas que siempre estaban chocando una con la
otra y que se llamaban Tépetlmonamicitia. Después tenía que pasar por
un cerro erizado de filosos pedernales, para a continuación atravesar
los ocho collados o colinas llamado Cehuecáyan, en donde siempre
estaba cayendo una terrible tormenta de nieve, después tenía que
cruzar ocho páramos o llanuras en donde un gélido viento cortaba
como navaja, y luego tomaba una vereda en donde lo asaetaban,
llamado por eso Termiminalóyan. Después de estos terribles
sufrimientos se encontraba, con Teocoyleualoyan, inmenso tigre que le
comía el corazón, para sin él, caer en el Apanviayo en cuyas aguas
negras se encontraba la lagartija Xochitonal. Es entonces que había
concluido su terrible y dolorosísimo viaje, presentándose ante el Señor
Mictlantecuhtli quien le diría...”- Han terminado tus penas, vete pues, a
dormir tu sueño mortal”. Después de 4 años de viaje por el Mictlán, ¡La
nada era su destino final!

El Mictlán era un lugar místico dentro de la concepción filosófica del


mundo mesoamericano, punto de contacto entre la tierra y el
inframundo, puerta de entrada al pavoroso mundo de la nada... de
modo que existieron en toda Mesoamérica varios accesos a los
dominios de Mictlantecuhtli. En Oaxaca tenemos a Mitla población
situada a 40 Km. al oriente de la ciudad. En zapoteco se conoce como
Lyobaá que significa “lugar de descanso “. En conjunto consta de 5
unidades arquitectónicas; la más antigua, Antonio Caso la sitúa entre
450 y 700 años D. C., por ser posterior a Monte Albán la arquitectura
es similar, de origen zapoteco, es uno de los pocos sitios arqueológicos
que viniendo del período clásico, los españoles la alcanzaron a ver en
operación.

El sincretismo religioso, producto de la fuerza del misticismo religioso,


producto de la fuerza del misticismo que evocaba Mitla a los indígenas
del Siglo XVI, hizo que los españoles le llamaran San Pablo Mitla, en
honor a este santo que vivió en una caverna. La destrucción de Mitla
fue paulatina en los últimos cinco siglos. Actualmente el conjunto que
se encuentra en mejores condiciones, es el llamado de las columnas,

83
que mantiene en el edificio norte un acceso a una construcción interior,
que a su vez consta de un patio y cuatro habitaciones.

Esta planta arquitectónica (un patio central y cuatro habitaciones en su


costado), la observamos en casi toda la arquitectura mesoamericana.
En su conjunto, forma la llamada cruz de Quetzalcóatl o Quincunce, los
cinco puntos integrados por el patio y las cuatro habitaciones; esta cruz
tiene el punto central que simboliza el encuentro del cielo y la tierra, el
“co” o centro esotérico y también constituye la figura clásica de Venus
como estrella de la mañana. Séjurné nos dice al respecto...” En fin, en
su acepción precisa de movimiento, el Quinto sol está representado por
dos líneas divergentes que constituyen cuatro palos contrarios – unidas
en un centro.

“Pero no sólo por el laconismo del Quincunce fue expresada la


Todopoderosa Ley del Centro. El eje mismo de la religión de
Quetzalcóatl, determina el simbolismo náhuatl, el cual no hace más
que iluminar las etapas del constante proceso de transfiguración al
que está sometida, en su punto central, la alianza creadora materia –
espiritual.

Como la realidad suprema reside en el centro de la materia, las


múltiples formas que asume la naturaleza en el mundo animal y
vegetal son consideradas envolturas – signos vitales – de esta
realidad y no difieren entre sí más que por el nivel de conciencia que
son susceptibles de alcanzar.

Lo mismo que la chispa divina engendra en la tierra la vida en toda su


riqueza, así el Quincunce, semilla de una cosmología revelada, florece
en un deslumbrante sistema de imágenes (y diseños arquitectónicos
N. A.) que, por pertenecer al universo de las formas, parece frecuente
de una lógica elemental engañadora”. (Pág. 108). Mitla al igual que
los edificios surgidos en el periodo del esplendor del clásico, no fue
concebida en su origen; ni como palacio, fortaleza o centro
“ceremonial “Por el contrario, el esfuerzo realizado en mover, tallar y
ensamblar esas monumentales piedras, tenían su origen en un
conocimiento que ahora no entendemos y estaba directamente

84
relacionado con una forma de interpretar la vida en la energía,
inconcebible para nosotros en estos tiempos. Laurette Séjurné. 1957.

Uno de los espacios con mayor energía, se encuentra situado en el


interior del edificio “D” del grupo “de las columnas descubierto por
Marshall Saville a principios de este siglo, aunque se supone fue
utilizado como tumba, es un túnel subterráneo en forma de cruz, en el
que su acceso se hace por debajo de la parte poniente de la cruz. Parado
en el centro de la cruz, se vuelve a tener la sensación de encierro y
hermetismo que posee toda la arquitectura interior de las
construcciones en Mitla y en el llamado “laberinto” de Yagul. (Es
interesante mencionar que guarda esta cruz subterránea un asombroso
parecido a la galería subterránea del templo de Chavín de Huautar en
Perú).

La cruz de Quetzalcóatl o el llamado Quincunce que está presente tanto


en las grecas, como en la planta arquitectónica y en “la tumba” del
edificio “D”; nos evocan espacios alternos, que se esconden ante la
primera apariencia. En el caso del grupo “del Norte” y de “las
columnas”, hacia la parte Norte, que es el rumbo de la muerte siempre
se encuentra una entrada secreta a un espacio “hermético” y en caso de
la tumba del edificio “D” bajo la realidad aparente de la construcción,
está un espacio que invita a la introspección.

Es pues, creemos; que la primera concepción filosófica de los


constructores de Mitla, tenía que ver con un proceso iniciático, en el
que el aprendiz de este secreto y misterioso conocimiento, tendría que
avanzar de espacio en espacio físico, mismo que debía simbolizar su
avance en el terreno espiritual o energético.

Aunque los usos posteriores que tuvo después “religiosos”, tal vez
llegándose a convertir el lugar donde simbólicamente los hombres de
conocimiento morían a esta primera “realidad”, sujeta por la
materialidad del cuerpo; en un panteón de donde morían físicamente
los hombres que se encontraban ya muy lejanos al primer
conocimiento que engendró la creación de Mitla.

85
Lo cierto es que Mitla fue utilizada ya en el período postclásico
(decadente) como sitio religioso (hasta la fecha, en el conjunto llamado
grupo de adobe, en la cima de una pirámide se construyó una capilla en
donde hay 3 cruces, en las cuales se ven ofrendas hechas por los
moradores de la región, con un sincretismo escalofriante).

Lo que resulta impresionante, además las enormes construcciones, son


sus tableros ¿ornamentales?, con grecas formadas de pequeños
pedazos de piedra perfectamente pulidos y ensamblados sin argamasa.
Los diseños nos hablan del caracol donde a través de él, se da “soplo
divino” y el símbolo por excelencia de Quetzalcóatl es un caracol
cortado longitudinalmente (bellísima alegoría filosófica)

“Se trata en realidad del soplo espiritual que permite los nacimientos
interiores. Es el símbolo del viento que arrastra las leyes que someten
a la materia: él aproxima y reconcilia los opuestos; convierte la
muerte en verdadera vida y hace brotar una realidad prodigiosa del
opaco dominio cotidiano”...”por otra parte, uno de los atributos más
constantes de Quetzalcóatl es una tibia florecida, y en el códice
Magliabecchi (pág16) está declarado (Quetzalcóatl como N.A.), hijo de
otro Dios llamado Mictlantecuhtli, que es el Señor del lugar de los
muertos”, alusiones patentes a la doctrina que enseña que la materia
no puede ser salvada más que por su propia muerte” (Séjurné pág.
152)

La otra advocación en las grecas de Mitla, tiene que ser necesariamente


Tláloc, de esta manera están representadas en Mitla las dos fuerzas
creadoras del universo humano. La vida “física-material” representada
por Tláloc-agua y la fuerza espiritual representada por Quetzalcóatl-
viento, en el marco prodigioso del recinto de la muerte, puerta a la vida
eterna.

“Fue Quetzalcóatl, símbolo de la sabiduría del México antiguo, quien


aceptó el encargo de restaurar a los seres humanos, así como
proporcionarles después alimento. Quetzalcóatl aparece en las
antiguas leyendas realizando un viaje al Mictlán, “la región de los
muertos”, en busca de los “huesos preciosos” que servirán para la

86
formación de los hombres: Mictlantecuhtli, señor de la región de los
muertos, pone una serie de dificultades a Quetzalcóatl para impedir
que se lleve los huesos de las generaciones pasadas”. (León Portilla,
pág.17).

“¿Pero es necesario demostrar, después de lo que nos han enseñado


los mitos, que sólo quemando la materia es liberada la partícula
divina? El mensaje de Quetzalcóatl no dice otra cosa. Hemos visto que
el alma individual se desprende del cuerpo incinerado del rey del
Tollan, y que las cenizas del anciano ulceroso (Nanahuatzin N.A) es de
donde emerge el alma cósmica.

Esas narraciones, por otra parte, han indicado suficientemente que el


fuego liberador ES EL DEL SACRIFICIO Y DE LA PENITENCIA; y se
sabe que la institución del sacerdocio no tenía otro fin que la
enseñanza de las prácticas que conducían al desprendimiento de la
condición terrestre. Es entonces probable que el trofeo que perseguía
el guerrero de la “batalla florida” no era otro que su propia alma”
(Séjurné. Pág. 121).

Se sabe por el historiador oaxaqueño, José Antonio Gay, que en el


conjunto llamado grupo Norte, existía la entrada a una gruta muy
profunda y que por ello esta conjunto debió haber sido el más
importante, es más, se supone que Mitla se construyó por la existencia
de la misma gruta. En el año de 1590 se edificó una iglesia sobre este
edificio.

... “Pero el gran panteón zapoteca era sin duda Mitla. Se ha dicho ya,
que en aquel palacio subterráneo había cuatro departamentos, de los
cuales el primero era el templo para las divinidades zapotecas: ahora
debemos agregar, que el segundo estaba destinado al sepulcro del
sumo pontífice y sus ministros, y que el tercero era cementerio de los
reyes de Teozapotán (Zaachila N.A.), el último departamento tenía
cerrada con una pesada losa que se levantaba en determinadas
ocasiones. Los cuerpos de las víctimas, después del sacrificio, eran
arrojados allí. Los capitanes que habían perecido en la guerra,
aunque el combate se hubiese librado en lejanas tierras, eran también

87
conducidos y sepultados allí. Muchos otros, cuando estaban
perseguidos por la pobreza o la enfermedad, solicitaban al sumo
sacerdote poner fin a su infortunio, penetrando en la profunda cueva
que se extendía al otro lado de la puerta: la losa entonces se
levantaba, y dando paso al desgraciado que buscaba allí descanso de
sus penas y las grandes ferias de sus antepasados, caía de nuevo
cerrando la puerta por mucho tiempo. El infeliz indio que había
entrado en tan lóbrega gruta buscando el bienestar y la dicha,
quedaba sepultado vivo; vagaba por algunos días en las tinieblas
tropezando con huesos descarnados y cadáveres en putrefacción,
aislado de todo género humano, destituido de todo socorro, sin
esperanza aún de que pudieran ser oídos sus lamentos, y en fin,
desfallecido por el hambre o devorado por venenosos insectos, él
mismo perecía.”

... “Se dice que esa cueva corre debajo de tierra no menos de cien
leguas. Burgoa entiende que no excedía de treinta, y cuenta que
después de la conquista, sabía su extrema profundidad por algunas
personas curiosas, se propusieron reconocerla en toda su extensión.
Llegado el día señalado, encendieron las teas, tendidos los cordeles
para evitar un fatal extravío y seguidos de muchedumbre de indios,
varios religiosos de Santo Domingo y personas principales de la
ciudad descendieron al palacio subterráneo e hicieron levantar la losa
que cerraba la gruta. Adelantaron algunos pasos en aquella sombría
mansión de los muertos, y a la luz de las antorchas distinguieron
prolongadas filas de gruesas columnas que sustentaban la techumbre.
Hubieron continuado adelante en aquellas lóbregas galerías, si el
miedo importuno no les da un pavoroso asalto. Pero observaron que
el suelo era húmedo en extremo, que se arrastraban cerca peligrosas
sabandijas y que el aire que se respiraba distaba mucho de ser puro; a
esto se agregó un golpe de viento, súbitamente apagó las teas: se
apresuraron, pues, todos a salir, tapiando enseguida la entrada con
cal y cantos, como permanece hasta el día.” (Gay.pág.74)

Como se ha dicho ya, Mitla fue construida probablemente en el quinto


siglo o sexto de la era cristiana, en el período en que cobra vigor el

88
esplendor del llamado “Clásico”. A diferencia de las más demás
construcciones del Anáhuac de los “hombres de conocimiento” de
aquella época, Mitla no fue destruida, cubierta y abandonada, cuando
se dio el llamado “colapso del período clásico superior”.
Inexplicablemente siguió en funcionamiento hasta la llegada de los
españoles.

Cabe mencionar que el último rey zapoteco, Cosijopí, quien además de


aparentemente convertirse al cristianismo y gastar toda su riqueza en
la construcción del convento de Santo Domingo en su nativa
Tehuantepec; fue procesado posteriormente por el Santo Oficio, ya que
se le sorprendió en el ejercicio oculto de su antigua religión. En el “auto
de fe” que se instruyó en contra de los 6 sacerdotes mayores de Mitla,
llamados “Huipatoo”, todos fueron ejecutados y quemados vivos y el
rey zapoteco fue llevado preso a la capital de la Nueva España por un
año, con lo cual fue despojado de sus bienes y cargos, a su regreso
muere “misteriosamente” antes de llegar a Oaxaca.

La fuerza, presencia y vigencia de Mitla durante la primera etapa de la


colonia en Oaxaca, es demostrada por el hecho de que el mismo obispo
que persiguió a Cosijopí y a los sumos sacerdotes de Mitla, llamado
Fray Bernardo de Alburquerque, mandó construir entre 1535 y 1580 la
fachada del edificio del obispado (costado Norte de la catedral de
Oaxaca) a semejanza de las de Mitla, para fortalecer la imagen de
fuerza de la nueva religión.

Más allá de la transfigurada y degradada visión Occidental del Mictlán,


de las deformaciones que sufrió la Toltecáyotl (el sistema filosófico que
impulsó el desarrollo del esplendor mesoamericano, del período clásico
superior) a manos de los pueblos del período posterior, llamado
postclásico y las reformas de Tlacaélel (el ideólogo del imperio azteca).
La presencia e innegable simbolismo que representa la muerte, habita
en todos los espacios místicos y sagrados de los pueblos indígenas y
campesinos del llamado “México profundo”, y de alguna manera, vive
agazapada y subterránea en los grandes centros urbanos. La muerte
para los mexicanos es la sabia compañera, la que nos mantiene
consientes que sólo estaremos un tiempo muy corto aquí, la que no nos
89
permite aferrarnos a nada, la que nos libera y nos da la única
oportunidad de llegar a la vida eterna. Muerte vida – vida muerte.

“Don Juan le trata de enseñar a Castaneda que la única “compañera”


sabía que tenemos en la vida es, precisamente, la muerte, quien no nos
dejará “aferrarnos” a nada, ya sean personas, objetos o sentimientos”.
(Marín, pág.39)

“Y así nosotros los arrinconados durante siglos, los conquistados, los


oscurecidos, los dispersos, recordaremos para ver cómo se descubren
estas raíces que son nuestras, y que se afincan vivas como nunca.
Porque el testimonio de la conciencia que los abuelos alcanzaron se
encuentra incólume, entre escombros amontonados por la destrucción
y el tiempo, esperando junto a la tierra la hora celeste de su
elevación.” (Bonifaz Nuño. Pág. 221).

Finalmente; piénsese así, que la energía espiritual y mística que


representa Mitla para las culturas zapoteca-mixteca, de ayer y de hoy
no pudo ser destruida por las fuerzas de las armas, ni por la religión
impuesta, ni por la negación permanente de sus sabios valores. Mitla
sigue siendo “EL CORAZÓN ESPIRITUAL DE LA MUERTE
FLORECIDA” y símbolo de permanencia de la vida de las culturas del
México antiguo... prodigiosa paradoja en el siglo XXI.

EL ESPIRITU DE MONTE ALBAN.

En el centro geográfico de una de las civilizaciones más antiguas del


mundo, nace deslumbrante la majestuosa Montaña Sagrada de Monte
Albán, llamada por los Viejos Abuelos zapotecos “Daany Beédxe” (La
Montaña del Jaguar).

El Valle de Oaxaca será el punto central del desarrollo y expansión del


antiguo pueblo zapoteca.

El milagro de la existencia del espíritu humano, dejó testimonio de su


aspiración celeste, por trascender los limitados espacios de la efímera
materia que lo contiene. De esta manera, Monte Albán resulta una
90
evidencia reveladora e innegable de su inconmensurable capacidad
para transformar la materia en función del espíritu.

Monte Albán representa una expresión de la grandeza del espíritu


humano. Como todas las sabias civilizaciones del mundo, los antiguos
mexicanos buscaron en el vértice superior de su desarrollo humano, ¡la
trascendencia espiritual de su existencia material!

La civilización del Anáhuac nace en el sexto milenio antes de la era


cristiana. Junto con Egipto, Mesopotamia, China, India y la llamada
Zona Andina, formará parte de las seis civilizaciones más antiguas del
planeta con un origen autónomo, lo que implica que ningún otro
pueblo les trasmitió conocimiento alguno.

De la invención de la agricultura a la primera traza de Monte Albán,


transcurrieron cinco mil quinientos años, en donde se tuvo que sentar
las bases de lo que después se convertirá en el “milagro espiritual” de la
Montaña Sagrada.

En efecto, los antiguos pueblos anahuacas, nuestros “Viejos Abuelos”,


requirieron primero satisfacer sus necesidades básicas de subsistencia
material, para miles de años después, entrar en el inconmensurable y
maravilloso universo de la plenitud del desarrollo espiritual de su
existencia. Para ello, primero crearon un eficiente sistema alimentario.
No sólo domesticaron las plantas, sino que a diferencia de las otras
“civilizaciones Madre”, nuestros Viejos Abuelos toltecas, lograron
transformar el teocintle, que es un pasto pequeño, en la maravillosa y
generosa planta del maíz, hoy sembrada en todo el mundo. Es por ello
que los mexicanos somos la cultura del maíz.

La comida en el Anáhuac fue la base y sustento de su desarrollo


material y su esplendor espiritual. No se puede imaginar Monte Albán,
Mitla o Yagul, sin este decantado y eficiente sistema alimentario, que
impulsó este desarrollo humano. Los Viejos Abuelos crearon una
sofisticada, compleja y exquisita “cocina” que, nos llega hasta nuestros
días.

91
Las tortillas, los chiles, las calabazas, el fríjol, el amaranto, el cacao, la
vainilla, las salsas, los nopales, el amaranto, plantas silvestres, frutos,
insectos, animales domesticados como el guajolote y el perro llamado
xoloescuincle, conformaron su sólida base alimentaria. Aunque no eran
vegetarianos, porque en su dieta se contemplaba de vez en cuando y
sobre todo en ceremonias y fiestas, el guajolote y xoloescuincle, se
cazan patos, libres, venado, armadillo y se pescaban peces de agua
dulce y se importaba de la costa pescado salado.

Finalmente no podríamos imaginarnos el prodigio espiritual de Monte


Albán sin el sistema alimentario que lo generó. En efecto, la milpa
permite que un hombre pueda en un espacio muy reducido de terreno,
sembrar maíz, fríjol, calabaza y chile, trabajar cuatro meses y darle de
comer a su familia durante un año. Esos ocho meses de “libertad
creativa”, que la sabiduría de un sistema eficiente alimentario le
permiten al ser humano invertirlos en un trabajo espiritual, nos
permiten entender el descomunal esfuerzo material que hicieron los
antiguos zapotecas a lo largo de más de mil trescientos años
interrumpidos de un infatigable impulso constructor, que posibilitó la
nivelación de la plaza principal en lo más alto de la montaña, la
extracción de miles de toneladas de roca ubicada a 14 kilómetros de
distancia y subirla a cuatrocientos metros de altura. Este colosal
esfuerzo humano, se realizó sin herramientas metálicas, sin
maquinaria, sin el uso de la rueda o animales de carga, y sólo se pudo
lograr gracias a un excelente sistema alimentario, que proveyera a lo
largo de cientos de años, la energía suficiente para que los antiguos
zapotecas cristalizaran sus aspiraciones espirituales más elevadas en la
Montaña Sagrada.

La civilización del México Antiguo por múltiples culturas que la


representan en tiempo y espacio, es una sola civilización. Los zapotecos
creadores de Monte Albán compartían las mismas aspiraciones y
conocimientos que los mixtecos, mayas, nahuas o totonacos. Sin
embargo, se debe subrayar que Monte Albán nacerá quinientos años
antes que Teotihuacán y existen algunas hipótesis en el sentido de que
si Veracruz y Tabasco son la génesis de la cultura olmeca en el período

92
Preclásico; Oaxaca pudo haber sido el centro generador de la cultura en
el período Clásico, conocido también como el esplendor del Periodo
Clásico del Cen Anáhuac.

Lo cierto es que Monte Albán hunde sus raíces en el tiempo sagrado y


será un puente entre el mundo náhuatl y el mundo maya, entre Norte
América y Centro América.

Monte Albán, la Montaña Sagrada, es el resultado de más de cinco mil


quinientos años de desarrollo humano; desde la invención de la
agricultura, la milpa y el maíz, en el año seis mil antes de Cristo, hasta
el año quinientos antes de la era, cuando los antiguos zapotecas hacen
el primer trazo de lo que será Monte Albán.

En efecto, Monte Albán empezará su centenario proceso constructivo


en el año quinientos antes de Cristo. Por ello la influencia que recibirá
es la de la cultura madre. La presencia olmeca se puede apreciar en las
estelas llamadas “los danzantes.

Un dato revelador es que la planta arquitectónica de la Fase 1, se


mantendrá inalterada hasta el momento de su abandono,
próximamente en el año 850 de la era cristiana. Lo que nos indica que
para lo que fue diseñado este recinto funcionó, permanente y
adecuadamente durante mil trescientos años. Lo cual nos revela una
continuidad en su uso y en sus fines.

Otro elemento importante para entender el milagro de Monte Albán


representa la invención de un eficiente sistema de salud. En efecto,
después de la seguridad del alimento, lo que requiere una sociedad es
mantener la salud.

La milenaria civilización del Anáhuac inventó, desarrolló y perfeccionó,


a lo largo de miles de años, uno de los sistemas de salud más avanzados
de la humanidad y que hasta la fecha, mantiene vivos sus
conocimientos y sus prácticas curativas en toda la geografía nacional.

El Anáhuac antes de la invasión europea poseía el 75 % de la


biodiversidad del planeta. Los “Viejos Abuelos” conocían

93
perfectamente todas las plantas, los insectos, animales y minerales de
su mundo. Así mismo, conocían con asombrosa perfección la anatomía
y la fisiología humana, lo que les permitió, no sólo realizar asombrosas
y complejas trepanaciones, sino que penetraron en campos de la
energía humana, lo que les facultó para entender la naturaleza
profunda de las enfermedades.

Herencia de esta sabiduría ancestral, hoy la encontramos en los


curanderos, sobadores y parteras de los pueblos anahuacas de México.
Testimonio de este conocimiento están los hombres y mujeres de
conocimiento mazatecos, que han hecho de Huautla, un punto de
interés mundial como el Tíbet o la India. Bástenos recordar el Códice
De la Cruz-Badiano, que recoge una mínima parte de esta sabiduría
curativa.

Pero para entender el milagro constructivo, que de manera sostenida se


realizó a lo largo de más de mil años los zapotecos mantuvieron de
manera inflexible y permanente, debemos de pensar en la creación y
desarrollo de un eficiente sistema educativo, que posibilitara, la
“retroalimentación” en las nuevas y sucesivas generaciones, con el
mismo proyecto comunitario.

En efecto, un proyecto comunal de esta envergadura representa el


anhelo más decantado de un pueblo y requirió del concurso de muchas
generaciones. Monte Albán no pudo ser obra de una mente sedienta de
un limitado poder temporal. Monte Albán representa un esfuerzo
compartido por muchas personas a través de muchos años y de
generaciones enteras por explorar los insondables misterios del
potencial espiritual del ser humano.

Ninguna dictadura ha durado mil trescientos cincuenta años. Monte


Albán no fue echo con esclavos ni con látigos. Responde en cambio a la
máxima aspiración de cualquier ser humano consciente y de todos
aquellos pueblos milenarios que un día llegaron a su madurez
existencial y que buscaron en la vida, la divina oportunidad de
trascender su limitada existencia material.

94
Los antiguos mexicanos; al igual que los egipcios, los chinos o los
hindúes, buscaron en el cenit de su conocimiento, la luminosa esencia
de la existencia humana. Monte Albán representa un símbolo espiritual
afanosamente esculpido en la roca.

Monte Albán debió ser un centro de conocimiento, donde se estudiaba


e investigaban campos de la energía y la conciencia humana, que en
nuestros días, nos parecerían totalmente increíbles.

Por ello la educación en el México Antiguo fue una de las instituciones


más desarrolladas e importantes. A la llegada de los españoles en 1519,
en el período postclásico decadente, cuando habían pasado más de seis
siglos de que Monte Albán y Teotihuacán habían sido abandonados, no
existían niños sin escuela. La educación era obligatoria y gratuita.
Existían muy probablemente desde el año 1500 antes de Cristo, tres
instituciones educativas. El Telpochcalli era la escuela de los jóvenes en
donde se forjaban “rostros propios y corazones verdaderos”. Se iniciaba
desde los siete años y se abandonaba cuando los jóvenes se casaban.
Aquí se formaban, “los ciudadanos”, a partir del aprendizaje de los
conocimientos básicos de su cultura y su sociedad. El cuicacalli era la
casa del canto, un centro cultural donde a base de “flor y canto” se
enseñaba la sabiduría y la belleza a través de las artes.

El calmécac era la casa de la medida, lugar de altos estudios donde


asistían los jóvenes más adelantados que servirían como dirigentes,
administradores y sacerdotes.

Muy probablemente Monte Albán, como las zonas arqueológicas más


importantes del período clásico, fueron centros de investigación de un
conocimiento que hasta ahora la cultura occidental no valora
debidamente o no tienen la capacidad de entender, pero que todas las
civilizaciones más antiguas lo trabajaron coincidentemente.

Mientras que Occidente finca su potencial en la liberación de la energía


de la materia, las civilizaciones antiguas buscaron la liberación del
espíritu de la materia. Dos formas distintas de entender el mundo y la
vida.

95
Monte Albán, no pudo ser una “ciudad”, pues el agua siempre ha estado
a 400 metros abajo en el río Atoyac y en toda la historia de la
humanidad, las ciudades siempre se asentaron al lado de las fuentes del
vital líquido. Monte Albán, no pudo ser una fortaleza, porque en el
período clásico no existieron las guerras y su arquitectura no es militar,
aunque en el período postclásico, ya abandonado, fue usado como
fortaleza en las guerras que libraron los zapotecas en contra de los
mixtecos.

Monte Albán, no pudo ser un palacio, pues su arquitectura no


concuerda con el espacio humano de casa-habitación y en el período
clásico no existieron los Señoríos. Monte Albán, no pudo ser un
panteón, aunque en el período postclásico, los pueblos decadentes
usaron sus ruinas abandonadas y cubiertas de tierra, para enterrar a
sus ilustres muertos.

Finalmente, Monte Albán, no fue creada como centro turístico, aunque


en la actualidad sea visitado por viajeros de todo el país y el mundo
entero. La carretera, el estacionamiento, el museo, la tienda y el
restaurante se han construido con otro fin, diferente a su propósito
original.

Para mantener el proyecto constructivo durante más de mil trescientos


cincuenta años consecutivos, se requirió contar, además de un sólido
sistema alimentario, un eficiente sistema de salud, de un eficaz sistema
educativo.

Por fuerza necesaria se requirió contar con un sólido sistema jurídico y


de organización social. Mover cientos de miles de toneladas de tierra
para aplanar a mano cuatro cerros, explotar profundas canteras,
transportar kilómetros enteros esas pesadas rocas, subir cientos de
toneladas de piedras a 400 metros de altura y con ellas, realizar una
exquisita y asombrosa talla, para ensamblar un conjunto de
construcciones (que por sus dimensiones y medidas, no pudieron ser
de uso común), se requirió de un sistema de organización para
mantener el mismo proyecto constructivo cientos de años y en
sucesivas generaciones en el seno de la sociedad.

96
En efecto, el milagro de Monte Albán no se puede entender cabalmente
sin la dimensión “humana-comunitaria”, que fue la base y la esencia de
su construcción. Monte Albán no fue construido por esclavos y
dictadores. Monte Albán fue un esfuerzo compartido por el milenario
pueblo zapoteco y sus venerables maestros, que con su
inconmensurable sabiduría sobre el potencial espiritual de los seres
humanos, escribieron una de las páginas más luminosas de la historia
de la humanidad.

Esta sabía organización social, basada en principios y valores


universales, permitieron que los zapotecos consumaran su maravillosa
obra espiritual en lo más alto de la montaña, donde la piedra se
convirtió en testimonio viviente del espíritu.

La sabiduría y experiencia humana, acumulada a lo largo de más de


tres mil años, en torno a la organización social, sus derechos y sus
obligaciones, nos llega hasta nuestros días de manera casi intacta.

En Oaxaca el pasado es presente y futuro al mismo tiempo, cerrando el


círculo sagrado del tiempo. En Oaxaca se mantiene vivo el deporte más
antiguo de la humanidad, que se ha sostenido casi inalterado, durante
los últimos tres mil quinientos años. Nos referimos al juego de la pelota
mixteca. Actualmente en el estado de Oaxaca existen actualmente 570
municipios, casi una cuarta parte de todos los existentes en la nación, y
en la mayoría de ellos la comunidad se rige por “usos y costumbres”. De
esta manera el Sistema de Cargos sigue vigente de cara al siglo XXI y es
indiscutiblemente el pivote del desarrollo comunitario. El “Tequio”, el
trabajo voluntario y sin remuneración, sigue siendo una institución en
las comunidades indígenas y campesinas de Oaxaca, así como la
Guelaguetza, la gozona y la fajina.

En la asamblea se toman las disecciones que afectan al pueblo y el


principio de servicio a la comunidad, sobre cualquier otro principio o
valor, sigue vigente el eje rector de la vida comunitaria. El espíritu de
Monte Albán se expresa en el equilibrio que guarda la Montaña
Sagrada, entre el espíritu y la materia, entre la montaña, el valle y las

97
cadenas montañosas que lo rodean. Monte Albán se yergue como un
náufrago milenario en medio de un mar de montañas.

El equilibrio de sus masas rocosas con sus espacios etéreos, entre la


sombra y la luz, entre lo divino y lo terreno. El equilibrio es el factor
que multiplica todas las percepciones y al mismo tiempo es su
sumatoria.

En Monte Albán el cielo y la tierra se logran milagrosamente tocar por


el hechizo del espíritu humano. La civilización del Anáhuac, es una
sola, por múltiples que sean las culturas que en tiempo y espacio hayan
expresado su sabiduría.

Los zapotecas, tienen la misma raíz de conocimiento que los mixtecos,


mayas o nahuas, el mismo pensamiento filosófico que engendró este
milenario proceso de desarrollo humano en busca de la perfección, y
con ello la Luz.

El misticismo y espiritualidad de los hijos de los hijos de los Viejos


Abuelos toltecas que impulsó por más de mil años el milagro
constructivo de Monte Albán, sigue vivo en el seno de la vida cotidiana
de los pueblos y culturas del Cen Anáhuac de hoy.

En estos quinientos años se ha desarrollado un abigarrado sincretismo


cultural, pero la esencia místico-espiritual sigue siendo casi la misma.
La forma ha cambiado, el fondo sigue intacto.

La milenaria búsqueda de trascender la existencia meramente material


de la vida y penetrar a los campos inconmensurables de lo divino y de
lo sagrado; de lo trascendente.

Sólo así se entiende el prodigio de Santo Domingo de Guzmán, La


Soledad o la capilla del Señor de Tlacolula, por nombrar sólo tres
ejemplos de un sin fin de testimonios espirituales esculpidos en la
materia.

El pueblo de Oaxaca es heredero del linaje de los hombres y mujeres


sabias que durante cientos de años, buscaron la luminosa conciencia
del espíritu. Sólo a través de “flor y canto”, el espíritu se libera de las
98
terrenas cadenas que lo sujetan a esta efímera realidad. Flor y canto,
fue y sigue siendo para los oaxaqueños, belleza, sabiduría y fiesta.

Sólo así se puede entender en su profunda dimensión la fiesta de las


fiestas; La Guelaguetza, que no sólo convoca a cientos de personas de
las ocho lejanas y apartadas regiones del estado, sino de más de 12 mil
almas que el segundo y tercer lunes de Julio de cada año, se reúnen en
el Cerro del Fortín, para dar al público asistente sus bailes y música,
que los identifica y los une. La Guelaguetza representa el crisol donde
se funden miles de personas en un rito milenario con el paisaje, la
montaña, la danza y la música. “Flor y canto y el espíritu humano en
armonía” con la montaña sagrada.

Desde la más remota antigüedad, los oaxaqueños suben atávicamente


caminado los cerros sagrados para realizar “ceremonias”, en donde a
través de “flor y canto”, el corazón brota y florece…. ¡se estremece!

Después de conocer Monte Albán, después de recorrerlo y sentirlo en


toda su dimensión espiritual, no podemos más que preguntarnos por el
paradero del pensamiento que lo concibió.

En efecto, antes que el gran esfuerzo humano por construir este


impresionante monumento al espíritu humano, que consumió grandes
cantidades de energía, antes que los millones de toneladas de tierra y
cantera desplazados, antes de pensar en su larga existencia durante mil
trescientos años y en todos aquellos cientos de miles de personas que
por generaciones vivieron y murieron en este proyecto espiritual,
tenemos por fuerza que preguntarnos…

¿Cuál fue el pensamiento filosófico que lo concibió?, ¿cuál fue su


función, su objetivo real? Lejos ya de las colonizadoras historias que
desde hace quinientos años han condenado a la esterilidad espiritual y
filosófica, las más altas creaciones de la civilización del Anáhuac.
Porque después de estos quinientos años, después de que sabemos que
los antiguos anahuacas fueron una de las civilizaciones más antiguas
del planeta, que inventaron el cero matemático, que conocían con
asombrosa exactitud el movimiento del planeta y la compleja mecánica

99
celeste, que eran capaces de realizar trepanaciones exitosas, que eran
capaces de conocer a la perfección las matemáticas, la física, la biología,
la botánica, la zoología, la medicina humana. Que dejaron testimonio
de su grandeza estética en la arquitectura, la escultura, el muralismo, la
cerámica, los textiles. Que sabemos que eran excelentes lapidarios y
talladores, que llevaron a la joyería a niveles excelsos. Que tenían un
sistema exacto de registro, que tenían bibliotecas donde los códices
eran guardados como la memoria misma del pueblo. Que habían
desarrollado un sistema de organización social justo y perfecto, que
habían desarrollado un sistema asombroso y numeroso de exquisitas y
complejas lenguas que sobreviven hasta nuestros días, que habían
creado un eficiente sistema de educación y de salud. Que inventaron el
deporte más antiguo de la humanidad, que sigue vivo hasta la
actualidad.

No podemos seguir tratando de ignorar la grandeza de su filosofía de su


concepción superior de la vida y del mundo. Condenando a nuestros
sabios abuelos toltecas a ser un pueblo “primitivo”, adorador de la
naturaleza, dedicado tan sólo a una rudimentaria agricultura de
subsistencia, sacrificando doncellas y realizando pintorescas
ceremonias paganas manchadas de sangre.

Monte Albán, Teotihuacán y Chichen Itza, entre muchos otros centros


de conocimiento del Cen Anáhuac, nos revelan un claro proyecto de
desarrollo humano que buscaba, como todos los pueblos antiguos del
mundo, la trascendencia espiritual de la existencia. La búsqueda
milenaria por liberar el espíritu de la materia.

Al igual que China o India, que son civilizaciones tan antiguas como la
nuestra, nuestros Viejos Abuelos toltecas desarrollaron y decantaron
un orden superior de ideas y conocimientos sobre el espíritu humano,
sobre la vida, la muerte y el mundo.

El legado más grande de Monte Albán, no se encuentra depositado en


la materia ruinosa que le conforma. Monte Albán representa un
patrimonio espiritual para México y el mundo, que espera paciente el
momento luminoso de su revelación exaltadora. El futuro de México se

100
encuentra en su pasado. El desafío del futuro es que descubramos la
herencia espiritual de Monte Albán, en el fondo de cada uno de
nuestros corazones. Lo difícil no es hacerlo, sino imaginarlo.

LA NEGACIÓN DEL ANÁHUAC.

Los europeos que llegaron al Cen Anáhuac en 1492, no lo hicieron


producto de un viaje humanista o científico. Venían en una expedición
para encontrar una nueva ruta comercial a la India, toda vez que los
turcos habían cerrado el paso a las caravanas comerciales en el Medio
Oriente.

Tampoco vinieron los mejores y preclaros hombres de la Europa


Medieval. Por el contrario, eran dirigidos por un marinero que ahora se
sabe era judío catalán y que estaba financiado por los ricos mercaderes
que estaban desesperados por reiniciar sus operaciones comerciales
basadas en las importaciones que hacían de Asia.

La tripulación estaba constituida de carne de presidio, condenados a


cadena perpetua por crímenes y robos en España. Cristóbal Colón y sus
hijos exterminaron a los pueblos indígenas de las Antillas, en un frenesí
de riqueza fácil y rápida.

Después llegó la baja nobleza española, los misioneros fanatizados por


destruir una cultura y una religión que jamás llegaron a conocer y
menos comprender. Una corriente de pobres e ignorantes deseosos de
hacer fortuna a cualquier precio empezaron a poblar este milenario
continente. Sin dejar de mencionar a la burocracia corrupta y abusiva.

Este es el verdadero antecedente de la invasión, conquista y


colonización de nuestros pueblos y tierras. Desde 1492 los extranjeros
han llegado a apoderarse de nuestras tierras, a destruir nuestras
ancestrales culturas y a negarnos cualquier derecho, hasta el de ser
humanos.

El problema no es que sucedió hace más de 500 años. El verdadero


problema es que se ha venido repitiendo año tras año la misma historia
101
de injusticia, explotación y negación. En efecto, la civilización invadida
ha sido negada totalmente de manera violenta o sutilmente de forma
sistemática.

Primero se afirmó que no éramos seres humanos. Después pasamos a


ser “indios” idólatras y los representantes de una civilización vencida.
Durante 300 años no tuvimos la menor posibilidad de poseer el orgullo
y el recuerdo de nuestros milenarios Viejos Abuelos.

En medio de luchas fratricidas, durante el siglo XIX mientras los


criollos se peleaban unos contra otros, después de haber corrido a los
gachupines, nuestra civilización pasó a ser un lastre y un estorbo para
la europeización que intentaron torpemente implantar los criollos.

Durante el siglo XX los descendientes culturales de los pueblos


originarios han sido tratados de “integrar al “progreso y
modernización” que los Estados Unidos impusieron a los criollos en el
poder.

En lo que va del siglo XXI las cosas no cambian. La cultura dominante


conformada con criollos agringados siguen negando tercamente a la
inmensa masa de mexicanos que, a pesar de su amnesia histórica y
cultural, su mestizaje tiene mayor raigambre indígena y de manera
atávica, mantienen viva en lo esencial las tradiciones y costumbres de
la civilización negada en su vida cotidiana, sea en las ciudades, los
cinturones de miseria o en el campo.

Desde 1521 los colonizadores han tratado de hacernos creer que la


civilización del Anáhuac no tenía mayor importancia, pero sobre todo,
que había desaparecido con la destrucción de la ciudad de México-
Tenochtitlán. Que “los mexicanos” tenemos nuestras mayores raíces en
la cultura española y que somos herederos del legado judeo-cristiano.
Que “lo mejor que tenemos” vino del otro lado del mar y que lo
indígena es vergonzante e intrascendente. Esta ideología ha sido la base
de la colonización y explotación durante estos cinco siglos. Negarle
cualquier valor a la civilización del Anáhuac y asumir su exterminio en
el siglo XVI.

102
Si los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos pudieron sobrevivir al
infierno de la Colonia a manos de los gachupines. Si nos hemos
mantenido como nación en estos dos siglos de luchas y torpezas de los
criollos, ha sido gracias a las bases indestructibles de la civilización del
Anáhuac.

Al inicio del tercer milenio, los hijos de los hijos de la civilización del
Anáhuac empiezan a despertar de este letargo.

Estamos en tiempos de asombrosos cambios. Uno de los más


extraordinario se está dando de adentro hacia fuera en los pueblos y
culturas de esta civilización. Los insurgentes indígenas mayas de
Chiapas han dicho a toda la nación ¡YA BASTA! Y su voz reverbera en
la conciencia adormilada de los mexicanos. Esa voz que viene desde
muy adentro y desde tiempos ancestrales nos está transformando
aunque no nos demos cuenta. La Matria empieza a despertar.

Lo asombroso no es que no esté muerta la civilización del Anáhuac,


sino que nosotros somos parte viva de ella. Hemos sobrevivido a
nuestra muerte histórica gracias a nuestra madre querida. El futuro de
México es su pasado. Por el Anáhuac hablará el Espíritu desde lo más
profundo y desde lo más antiguo. Lo más genuino de nosotros llegará
del pasado como un maremoto. La diferencia es que no destruirá
nuestra otra parte occidental, sino las dos se fortalecerán y
acrecentarán unidas su potencial creador.

La presencia de la civilización del Anáhuac no es excluyente. Al


contrario, a lo largo de estos cinco siglos a través de un sabio ejercicio
de apropiación y resistencia cultural se ha mantenido usando en gran
medida a la propia cultura occidental. Después de quinientos años se
ha fundido en la superficie con ella.

Lo importante es que en el fondo de cada uno de los mexicanos subyace


el mayor potencial cultural y ese, indiscutiblemente es de la civilización
madre. Los dos nos enriquecen, el problema es que los colonizadores
nos han neutralizado al obligarnos a negar a la civilización del
Anáhuac.

103
EN BUSCA DE LA MEMORIA HISTORICA
DEL ANAHUAC.

La colonización en México inició en 1521 con la destrucción piedra


sobre piedra de la ciudad más grande del mudo de aquellos tiempos. La
destrucción de Tenochtitlán es más que un símbolo de lo que
intentarán hacer fallidamente, primero los conquistadores, después los
colonizadores y en los últimos 181 los criollos. En efecto, el sistema de
colonial se basa en la explotación de los vencidos y en la depredación
de sus recursos naturales a favor del imperio. Sea este español, francés
o norteamericano.

Después de la invasión armada, los invasores les quitan a los vencidos 5


Elementos Culturales para condenarlos permanentemente a ser
esclavos y que nuca jamás piensen en volver a ser libres, de tal manera
que los puedan explotar con su trabajo y depredar impunemente sus
recursos naturales. Primero les quitan el idioma y les imponen la
lengua del vencedor. El objetivo es dejar "mudos" a los vencidos, que
no puedan trasmitir su Cultura y que dejen de pensar como sus
antepasados, logrando que al hablar la lengua del colonizador, los
vencidos piensen como él. Perdiendo la lengua no sólo pierden el más
fuerte lazo que los une entre sí, sino que, además, pierden su Cultura y
su identidad.

El segundo despojo del conquistador al conquistado es la "memoria


histórica", los recuerdos. Para que el pueblo invadido y vencido no se
acuerde que un día fue libre y dueño de su riqueza, su Cultura y su
identidad, se requiere volverlo amnésico. El vencido olvidará por
diversos medios su pasado y su "nuevo mundo" se iniciará con la
presencia de su conquistador. Tomará como propia la historia del
conquistador y desconocerá la “suya-propia”, sintiendo desprecio por
su propia historia.

El tercer Elemento Cultural que le quitan al pueblo vencido son los


conocimientos. En efecto, el objetivo es que él no se sienta capaz de

104
transformar el medio ambiente en el que vive. Que es impotente y
estúpido. Que depende de su colonizador. Que sólo el invasor puede
crear, transformar y resolver. Que el vencido necesita que el "invasor"
haga las cosas. Lo dejan en calidad de estúpido e inútil.

El cuarto despojo al vencido tiene que ver con los espacios, no sólo
físicos, como son las mejores tierras, los minerales, los bosques, las
selvas o las costas. El cuarto despojo tiene que ver también con
espacios sociales, místicos, religiosos, recreativos y culturales. El
objetivo es hacer sentir al vencido como un intruso en la tierra de sus
antepasados. Dejarlo “sin raíz y en el aire”.

El quinto despojo es la religión y con ella la espiritualidad ancestral. Al


quitarle la religión, que forma parte íntima y directa de sus tradiciones
y costumbres, de la forma de ver y entender el mundo y la vida, el
invasor logra, no sólo que el vencido pierda la raíz espiritual de su
Cultura, sino que pierda el dominio del más allá. Es decir, lo único que
le queda es el mundo material e inmediato de su vida de esclavo. Pues a
su muerte, tendrá que ir al lugar "sagrado" de su conquistador donde él
seguirá de esclavo.

Cuando el invasor-conquistador le logra quitar esos cinco Elementos


Culturales al pueblo invadido, ha logrado "neutralizarlo" y lo condena
para siempre a un estado de explotación y esclavitud, porque el vencido
le enseñará a sus hijos, no a expulsar al invasor, sino a que sus hijos
aprendan a ser “invasores-explotadores-colonizadores” de su propio
pueblo, a desprecias su Cultura Madre y tatar de asimilarse a la de su
opresar. El sistema colonial implica que los vencedores como los
vencidos vean como algo natural la explotación, el saqueo y la
injusticia, como algo normal y cotidiano. Que en vez de rechazarla,
ellos mismos deseen fervientemente convertirse en uno más de los
históricos explotadores de su pueblo. Adquiriendo el carácter de
"colonizado-colonizador".

Cuando un pueblo es colonizado metal y espiritualmente, podrá ser


explotado, depredado y hasta masacrado, y a nadie le interesará
detener esta barbarie. Sólo desearán, sumarse a ella para sacar

105
ganancia. De modo que para descolonizar a un pueblo se requiere:
recuperar la lengua, la historia, los conocimientos, los espacios y el
sentido espiritual por la vida. La educación descolonizadora requiere
enseñar a nuestros hijos a recuperar y revalorar estos Elementos
Culturales y el de la comunalidad.

Una de las tareas fundamentales es recuperar la memoria histórica y


para enfrentar este colosal desafió necesitamos de mucha inteligencia,
intuición y flexibilidad para armar "un rompecabezas" del cual,
conscientemente nunca hemos visto la imagen original desde la
invasión europea. Esto es, necesitamos primeramente conocer "el
pensamiento filosófico", conocido como Toltecáyotl, que pudo
estructurar siete mil quinientos años de desarrollo humano. No
podemos profundizar sobre los antiguos mexicanos, sino no conocemos
la propuesta filosófica, la estructura intelectual y espiritual que llevará
a transformar la naturaleza, para darle un "sentido humano". Es decir,
que no podemos entender a la cultura grecolatina sin conocer a sus
pensadores y poetas, sin ellos, es sólo vislumbrar el follaje, pero sin
poder llegar al tronco y mucho menos a la raíz.

Otro de los elementos imprescindibles es "concebir y entender" a


nuestro pasado como una CIVILIZACIÓN milenaria en permanente
transformación y vigencia absoluta. Desde la invención de la
agricultura y el maíz en el año 6 mil a.C., hasta nuestros días.
Entenderla como ser vivo, vibrante y vigente. Con sus periodos de
esplendor y sus periodos de decadencia, de luz y de oscuridad. Porque
nada en la vida y el mundo es totalmente bueno, ni totalmente malo.
Los Viejos Abuelos entendían esta ley universal en el concepto
filosófico de Ometéotl, la dualidad divina.

Para "penetrar profundamente" en la raíz de nuestra Identidad


Cultural, para poder descolonizar nuestra Cultura y a nosotros mismos,
necesitamos hacer una titánica labor de "arqueología del espíritu" y
dejar a un lado la arqueología de la materia del "colonizador-
colonizado", que con cuatro tapalcates quiere "explicar" nuestra
grandeza espiritual de manera "científica". Tenemos que
desprendernos de la historia oficial, desde las Cartas de Relación hasta
106
el Libro de Texto Gratuito... pero saber usarlos en nuestro favor. Se
requiere también, retomar y revalorar la tradición oral, pero tratar de
"cernirla" de las distorsiones de buena y de mala fe, que ha sufrido en
estos 494 años de vivir en la clandestinidad, en manos de gente ilustre
y respetable, pero también en manos de oportunistas irresponsables.

Finalmente tendremos que apoyarnos en las bases filosóficas de otras


civilizaciones, para hacer extrapolaciones que nos ayuden a entender
los planteamientos filosóficos de los Viejos Abuelos toltecas, pues a
final de cuentas, todos los pueblos sabios y antiguos del mundo,
buscaron por diferentes caminos el mismo objetivo.

Entender la CIVILIZACIÓN DEL ANÁHUAC como un todo, es conocer


el impresionante esfuerzo que hicieron los Viejos Abuelos, de ser
bárbaros, nómadas, cazadores, recolectores en el sexto milenio a.C. y
llegar a dar las bases sólidas del Desarrollo Humano. Sin una base de
un sistema alimentario, un sistema de salud, un sistema de educación y
un sistema de organización y un régimen jurídico. Ni los toltecas, ni los
mayas, ni los zapotecos o mixtecos y por supuesto, la última cultura en
desarrollarse, los mexica, hubieran podido construir ni siquiera una
pirámide, o tener un calendario perfecto. Mucho menos penetrar en los
arcanos de la trascendencia espiritual de nuestro limitado perímetro
material de la existencia. Donde por cierto, encontramos su mayor
logro y aporte a la humanidad.

Necesitamos valorar el gran esfuerzo que hicieron nuestros Viejos


Abuelos en el periodo Preclásico y reconocer en los olmecas; no el
inicio de la civilización del Anáhuac, sino el final de un largo y complejo
proceso de sabiduría humana que duró 4 milenios y medio, pues la
cultura olmeca aparecerá aproximadamente en el año 1500 a.C.

Del Periodo Clásico debemos apreciar y exaltar más de mil años de


esplendor, que pocas civilizaciones han logrado tener. Donde no
existieron guerras, sacrificios humanos y señoríos. Muchos
investigadores no se explican o no "se quieren explicar" esta maravilla
humana, que se sustenta en el grado de desarrollo que se alcanzó en el
Preclásico. Teniendo satisfechas las necesidades básicas de subsistencia

107
material, los Viejos Abuelos toltecas, guiaron a los pueblos en la
búsqueda de la trascendencia espiritual de su existencia. Ese es
precisamente su legado más importante que tenemos.

Pero debemos de reconocer que algo misterioso sucedió y que en una


generación, alrededor del año 850 d.C. los Viejos Abuelos destruyeron,
cubrieron de tierra sus monumentales construcciones y literalmente
desaparecieron de la faz de la tierra. Los venerables maestros toltecas
nos dejaron y dijeron dicho en sus profecías que regresarían. Esto los
académicos lo conocen como "el colapso del clásico".

Después sufrimos una época de decadencia ante la ausencia de


nuestros venerables maestros. El poder y la religión en manos de los
seres humanos, "comunes y corrientes", la historia nos enseña que se
degradan. A este periodo el Dr. Alfredo López Austin le llama régimen
suyuano. En el siglo XIII, mucho tiempo después de que se fueron los
toltecas, llegan al Valle de Anáhuac un pueblo bárbaro que venia del
Norte. Que no sabía hablar náhuatl, que no tejía algodón, "que no tenía
rostro", que nadie lo conocía.

En poco tiempo este pueblo se culturiza con los remanentes de cultura


tolteca que quedaban y como grandes guerreros, toman el poder y
cambian la historia, la filosofía y la religión de los antiguos toltecas.
Tlacaélel retoma el pensamiento tolteca pero lo transforma de ser
totalmente espiritual a ser material. La Guerra Florida tolteca, que se
liberaba en el corazón de cada guerrero por vencer sus debilidades y
sus pasiones, seria ahora una guerra contra los pueblos vecinos. Las
armas de los guerreros dejaban de ser "flor y canto" y pasaban a ser de
madera, hueso, piedra y obsidiana. Las milenarias escuelas de
enseñanza comunitaria (telpochcalli e ichposcalli) y de carácter
esotérico-espiritual (clamécac); pasaban a ser academias militares para
los masehuales y la nobleza respectivamente. La dualidad religiosa-
filosófica Tláloc-Quetzalcóatl, se cambió por Tláloc-Huichilopoztli,
deidad con la que llegaron al Valle del Anáhuac los mexicas y que
trataron de imponerla a los pueblos vecinos. Transgresión que les costó
muy caro a los mexicas cuando en 1519 el filibustero de Hernán Cortés
se hizo pasar como "el capitán de Quetzalcóatl" por la información que
108
le pasó Malinche y logró hábilmente, canalizar todo el odio y
resentimiento que se le tenía al pueblo mexica, tanto por transgresores
de las enseñanzas de Quetzalcóatl como por su acción imperialista.
Sólo de esa manera se puede explicar la caída del formidable pueblo
mexica que, según los expertos, a la llegada de Cortés su ciudad tenía
alrededor de medio millón de habitantes. Lo que implica cientos de
miles de valientes y expertos guerreros.

De modo que no podemos y no debemos, sentar las bases de nuestra


descolonización en un solo pueblo y mucho menos en los mexicas.
Tenemos que dimensionar a nuestra civilización con todas sus
potencialidades. Sin restarle méritos a los mexicas, pero sin dejar de
ver MILES DE AÑOS DE SABIDURÍA Y DESARROLLO HUMANO. La
"grandiosa" historia de los mexicas, es más un mito del colonizador,
que con su Estado neocolonial de ideología criolla, ha pretendido que
los mexicanos confundamos la grandeza de nuestra milenaria
civilización, con la de un pueblo guerrero que un puñado de ellos
derrotaron. Entre más grande es la supuesta grandeza del pueblo
mexica, necesariamente es mayor aun la "epopeya" de un grupo de
aventureros ibéricos, que lograron derrotar y someter a "los más
ilustres y poderos indígenas del Nuevo Mundo".

La descolonización cultural, mental y espiritual comenzará cuando nos


dediquemos con inteligencia y no con fanatismo a "explorar" este
universo de textos, mitos, leyendas y sentimientos en los que nos han
atrapado los colonizadores.

¿CÓMO PODEMOS ASPIRAR A SER "TOLTECAS”?

¿Cómo podemos aspirar a ser "toltecas", si escondieron su


conocimiento? ¿Se manifestarán alguna vez? Si el conocimiento tolteca
está en el subconsciente nuestro, ¿cómo lo recuperaremos?-.

La aspiración a ser toltecas es una aspiración universal de todos los


seres y pueblos que han llegado a un nivel superior de conciencia. En
cada civilización tiene nombre diferente el llegar a ser un ser humano
109
en equilibrio y conectado totalmente con el universo que le rodea,
desde una hormiga hasta una estrella. Aquellos que buscan como fin
supremo de la existencia la trascendencia espiritual.

La Toltecáyotl no se “rescata” o se “descubre”, en cambio se recrea al


“emerger” de lo más profundo de la tierra, la memoria histórica y de la
conciencia espiritual de cada uno de sus hijos. Por ello la Toltecáyotl,
como dice Felipe Chacón es “emergente”, porque viene de muy en el
fondo, donde siempre ha estado y en estos tiempos ha empezado a
“emerger” por sí misma.

La Toltecáyotl no ha estado “escondida” y menos “enterrada” en las


“zonas arqueológicas o depositada en los museos o guardada en códices
por descubrir”. Por el contrario, ha convivido con nosotros en estos
últimos 1165 años. Lo que nos ha sucedido, es que hemos perdido la
conciencia de poseerla, producto de la feroz colonización mental,
espiritual y cultural a la que hemos sido sometidos en los últimos cinco
siglos. La Toltecáyotl se manifiesta en nuestra cotidianidad en la
conciencia comunitaria, familiar e individual.

De hecho, es lo que nos hace “mexicanos”, aunque no nos demos


cuenta. Está presente en los valores, sentimientos, actitudes, que
tenemos frente a: la familia, la muerte, la “gozación” y la alegría, el
sufrimiento y el sacrificio, la Tierra y la naturaleza, el trabajo y la
comunidad, y un largo etcétera. Esto lo aprendí gracias al espejo de
Tezcatlipoca cuando viví con los españoles.

El ser un tolteca, por consiguiente, no es un asunto de erudición,


afiliación, o haber nacido en el seno de una comunidad indígena y
hablar una lengua originaria, o ser alumno de un gurú o chaman de
plástico y tener una membresía a una ONG prestigiosa, o simplemente
ser un lector asiduo de Carlos Castaneda.

Es algo más abstracto, complejo y sutil. Es un largo proceso que


implica mucho trabajo, desafíos y fracasos, para lo que se necesita
tener toneladas de impecabilidad, sobriedad, refrenamiento y
frugalidad con el mundo y la vida de todos los días.

110
Pero sobre todo se necesita sensibilidad, disciplina y un permanente y
sostenido “intento inflexible” por mantenerse humildemente en este
proceso. Porque la verdad, “el ser tolteca”, podría bien decirse que
implica un larguísimo proceso para ser “un instante antes de partir”.

Cómo recuperar el conocimiento silencioso que está en el banco


genético de información cultural. Primero haciendo conciencia de que
nos hace falta y de que lo poseemos. El problema es que somos
inconscientes y ajenos a esta riqueza heredada, a este portentoso
Patrimonio Cultural.

Nos han educado durante siglos como, “extranjeros incultos en nuestra


propia tierra”, en una permanente y desquiciada actitud de despreciar
lo propio y exaltar lo ajeno.

En los últimos quinientos años el conquistador nos he enseñado “a


sangre y fuego a escuchar al colonizador”, al misionero, al
encomendero, al patrón, al capataz, al hacendado, al inversionista, al
político, al maestro, al extensionista y al locutor. Por ello, hemos
olvidado el ancestral arte de escuchar. Como cultura mestiza, no
sabemos escuchar. Porque debido a la colonización, el arte de escuchar
se ha convertido en la frustración de tan solo “oír”. Oímos al opresor y
aprendemos a obedecer. “Yo hablo y tú me entiendes”, tu obedeces, tu
acatas. Yo pienso y digo, y tú oyes y haces. (Lenkersdorf).

Necesitamos re-aprender el arte de escuchar, comenzando con


aprender a escucharos a nosotros mismos, a nuestro cuerpo, a la
naturaleza, al cosmos, y así, hasta llegar a escuchar la sabiduría del
silencio. Eso es justamente La Toltecáyotl. Y esta “Toltecáyotl”, la tuya,
la mía, la de todos nosotros en el aquí y en el ahora; por supuesto que
no será la de los Viejos Abuelos del periodo Clásico, “esa Toltecáyotl”
solo es una referencia histórica.

Tendrá que ser y es, la del Siglo XXI, con Internet, teléfonos satelitales
y computadoras. Porque los problemas y desafíos son otros, más en el
fondo, los valores y principios esenciales se mantendrán y se adaptan a
las nuevas circunstancias y desafíos. Pero la Toltecáyotl nos sirve de luz

111
e inspiración para construir una nueva sociedad “nosótrica”
(Lenkersdorf), en la que se acabe para siempre la colonización, los
mandones y los mandados, los vencedores y los vencidos.

EL REGRESO DEL QUETZALCÓATL AL ANÁHUAC.

Cada pueblo milenario tiene sus mitos y sus profecías. Para el Cen
Anáhuac podrían ser las más importantes: La creación y destrucción de
los cinco Soles. El principio del par de opuestos comentarios y su
inmutable equilibrio. El espíritu del “Quetzal-cóatl” entendido como el
desafío equilibrador del Espíritu (Quetzal) y su contraparte la materia
(cóatl), y su profetizado regreso al Anáhuac.

Los anahuacas, mal llamados “mexicanos”, somos los hijos de una de


las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo del mundo y
la que logró el más alto grado de desarrollo humano para todo su
pueblo en la historia de la humanidad.

En un universo totalmente integrado, como civilización hemos vivido


una oscura noche de cinco siglos en la que “los Señores del Dinero”, los
mercaderes, no solo se apoderaron del Cen Anáhuac, sino casi de todo
el mundo. Para el caso de nuestra civilización no solo nos vinieron a
invadir, robar, asesinar, sino lo más grave, nos han tratado de
desaparecer como civilización y como seres humanos.

Nos destruyeron nuestras instituciones, nuestras leyes y nuestras


autoridades. Nos han tratado de quitar la condición de seres humanos y
112
han querido borrar los impresionantes logros civilizatorios,
especialmente en el terreno espiritual y de calidad de vida, únicos en la
historia de la humanidad.

Lo han tratado de hacer al tergiversar la historia y al intentar quitarnos


nuestras lenguas para dejarnos mudos y silentes. Nuestra memoria
histórica, nuestros recuerdos, para dejarnos amnésicos, como
“extranjeros incultos en nuestra propia tierra”, sumidos en la peor
ignorancia, la de sí mismos, pensando que nuestra presente y nuestra
realidad nada tienen que ver con nuestro milenario pasado, y menos
con nuestro futuro.

Nos han tratado de quitar también nuestros milenarios conocimientos,


para dejarnos ignorantes y estúpidos, incapaces de crear y recrear el
mundo en el que vivimos, esperando siempre que el extranjero
colonizador resuelva nuestros problemas.

Han tratado de apropiarse de nuestros espacios, no solo los físicos, sino


los sociales, simbólicos, comunitarios, sagrados. Para dejarnos sin
pertenencia, sin arraigo ni sustento, flotando en la nada, ajenos a
nuestra propia tierra e inmediata realidad.

Y finalmente nos han tratado de quitar nuestra espiritualidad, que


representa el mayor legado y tesoro de nuestra milenaria civilización.
Nos han impuesto, -a sangre y fuego-, una religión ajena al propio
invasor-colonizador, para tratar de volveremos idólatras y fanáticos,
insensibles e inconscientes. Fácilmente manipulables y mansamente
sometidos.

Y en los últimos doscientos años, producto de la neocolonización, los


criollos nos han excluido en la construcción y diseño de “su país”, en el
que nuestro fenotipo, nuestras culturas, nuestras aspiraciones son
excluidas radicalmente e impuestas violentamente las de Europa y
Estados Unidos, como una copia tardía, mal hecha y desubicada de la
realidad de la mayoría del pueblo.

Los descendientes invadidos-vencidos solo nos han usado como


soldados de leva para sus permanentes guerras y confrontaciones
113
fratricidas, como mano de obra esclava, como enajenados
consumidores y como votantes que legalizan sus permanentes farsas
electorales de su democracia de opereta bananera.

En efecto, en estos últimos cinco siglos de invasión-ocupación los hijos


de los hijos de los Viejos Abuelos, los descendientes de los habitantes
originarios de estas milenarias tierras hemos sido condenados a la
pobreza material y a la miseria espiritual, seamos anahuacas o
mestizos, rurales o urbanos.

Durante los primeros tres siglos (1521-1821) inconmensurable cantidad


de riqueza salió de las entrañas sangrantes de nuestra Madre Querida a
través del trabajo esclavo, manchado de sangre y dolor. Cientos de
miles de toneladas de oro, plata y grana cochinilla impulsaron el inicio
del capitalismo europeo. El “México de los criollos” en estos 194 años
nos ha usado pero no nos ha permitido tomar decisiones en el diseño
de “su país”.

En los dos últimos siglos (1821-2015), cantidades inimaginables de


recursos naturales y materias primas han ido a parar a las fábricas de
los países europeos y Estados Unidos, y por la misma vía nos han
llegado millones de toneladas de productos chatarra. En estos dos
siglos mortalmente se ha depredado y contaminado materialmente
nuestra amada Tierra, espiritualmente nuestra gente y físicamente nos
han enfermado.

Para inicios del Siglo XXI, según la CEPAL, por cada diez millones de
“mexicanos” existe un supermillonario que, por supuesto es un
extranjero avecindado recientemente en el Anáhuac. Es decir, en el
neocolonialismo existen 11 “encomenderos”, cada uno con diez
millones de “naturales esclavos de su ignorancia” y otros diez millones
“expulsados” en Estados Unidos.

Sin embargo, los principios y valores fundamentales de la civilización


del Anáhuac, conocidos como Toltecáyotl siguen vivos y vigentes solo
que en el inconsciente de los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos
toltecas.

114
En efecto, la sabiduría ancestral sigue viva, el problema es que está en
el subconsciente y solo en situaciones extremas aflora al consciente
como en los terremotos de la Ciudad de México en 1985, donde la
solidaridad, organización y hermandad pudieron hacer el milagro de
rescatar a las víctimas.

El neocolonialismo criollo y la globalización económica nos obligan


violenta o subliminalmente a dejar “lo propio” para asumir “lo ajeno”
como una forma de vida. Dejar de ser quienes hemos orgullosamente
sido durante miles de años y pasar a ser ciudadanos marginados,
subempleados, sumisos consumidores y votantes inconscientes, para
construir dependencia y destruir resistencia.

Pero la realidad nos dice que el mundo de los abusivos colonizadores se


está desmoronado, se cae a pedazos. El Estado moderno se derrumba
por sus propios excesos. El capitalismo financiero es la serpiente que se
está devorando así misma. El modelo económico mundial es un
rotundo fracaso material y espiritualmente. Ya no existe futuro por ese
camino que termina en un precipicio.

Sin embargo, lo único que todavía sigue en pie, firme como el tronco de
un árbol y sólido como la piedra es la milenaria sabiduría humana, para
el Anáhuac es la Toltecáyotl. Los valores, principios y saberes,
experiencia humana de vida de más de ocho mil años está latente en el
corazón del mestizo y sigue viva en el anahuaca.

No podemos seguir inconscientes otros quinientos años, de rodillas y


dándole la espalda a nuestra mayor herencia cultural. El legado de los
Viejos Abuelos toltecas que le dieron a la humanidad más de mil años
del más elevado desarrollo humano del planeta.

Ninguna civilización le dio a todo su pueblo la calidad alimenticia,


niveles de salud, educación obligatoria y logró la capacidad de
organización como los pueblos y culturas del Cen Anáhuac de 200 a.C.
al 850 d.C.

Requerimos urgentemente despertar y activar el Banco Genético de


Información Cultural que está depositado en cada uno de, los ahora,
115
mal llamados “mexicanos”. Se requiere desarrollar una actitud crítica y
analítica para investigar, re-conocer, re-novar, re-valorar nuestra
milenaria cultura Madre, para re-nacer de nuestras más profundas
entrañas culturales.

Para refundar una nueva patria con la raíz ancestral de la MATRIA.


Debe resurgir el Anáhuac en donde se acabe la colonización, los
"vencedores y los vencidos", donde no se excluya lo mejor de nosotros
mismos y de las apropiaciones culturales que hemos hecho de todo el
mundo. Una patria sin abusos y abusadores, sustentada en la justicia y
en la equidad.

Asumiéndonos con una cultura mestiza, -como todas las del mundo-,
pero teniendo muy clara nuestra matriz-filosófica-cultural, que es la
Toltecáyotl, a partir de despertar nuestra memoria histórica y activar
nuestro Banco Genético de Información Cultural.

El desafío en principio es individual y despertada la consciencia, el


trabajo comunitario corre su propio cause. Requerimos “despertar para
soñar” y luego imaginar el mundo que necesitamos re-construir. Un
mundo que en sus bases se asienten los milenarios valores y principios
del La Toltecáyotl. Lo difícil no es hacerlo, sino imaginarlo.

El camino es de adentro hacia afuera y de abajo hacia arriba. El camino


está en lo profundo de nuestro corazón florecido. Se despierta en un
instante y se sueña una eternidad. Se requiere hacer urgentemente
“arqueología del espíritu” en el fondo de nuestro corazón.

El profetizado “Regreso de Quetzalcóatl” no es más que eso. El


equilibrio del “quetzal con el cóatl”, del espíritu con la materia. El
Quetzalcóatl no bien de afuera, llega desde lo más profundo y
verdadero de nosotros mismos.

El Quetzalcóatl, consiste encarnar en nuestra vida cotidiana los más


antiguos y valiosos conocimientos de la trascendencia de la existencia.
Implica el desarrollo de nuestro potencial espiritual como personas,
familia y pueblo.

116
El Quetzalcóatl cobra un sentido doble. Es “emergente”, porque sale de
lo más profundo y valioso de nosotros mismos, y su “emergencia”
deviene, de que, no tenemos más tiempo para seguir siendo esclavos de
nuestra propia ignorancia. El futuro de nuestra Matria es su milenario
pasado.

PRIMER MANIFIESTO DE LA TOLTECÁYORL


PARA EL CEN ANÁHUAC.

Repensar el camino…

Después de vivir en un productivo y luminoso Desarrollo Humano de


carácter endógeno durante siete mil quinientos años, la invasión,
ocupación y colonización europea amputó brutalmente la plenitud de
nuestra civilización Madre y nos condenó a vivir en la oscuridad y la
ignorancia, cinco siglos de injusticia y explotación. De 1521 a 1821 la
colonización a manos de los gachupines en favor de la corona española
y de 1821 a la actualidad, la neocolonización de los criollos en favor del
capital trasnacional.

La guerra de conquista fue una lucha de hermanos contra hermanos


provocada por Hernán Cortés, valiéndose de las transgresiones mexicas
a la filosofía y religión emanada de la Toltecáyotl, asesorado por la
traición de la Malinche a su cultura Madre. Desde 1519 los extranjeros
nos han usado como carne de cañón para su invasión, conquista,
explotación y guerras fratricidas. Lo mismo como soldados y policías,
que como mayordomos, capataces, supervisores o peones, obreros y
empleados. Los explotadores siempre han sido una minoría, pero
siempre han usado a nuestros propios hermanos como fuerza armada o
como ejecutores de su represión y opresión.

Primero el colonizador y después el neocolonizador han encontrado en


la “ignorancia, la perdida de la memoria histórica y la identidad
117
cultural”, las armas más eficaces para neutralizar, someter y explotar a
nuestros pueblos.

Sin embargo, a pesar del genocidio y epistemicidio, el terrorismo de


Estado y religioso, la injusticia y la explotación, nuestros pueblos
anahuacas han podido enfrentar este holocausto gracias a una
poderosa “cultura de resistencia” y han logrado mantener, pese a todas
las adversidades e increíbles desafíos, los Elementos Culturales más
importantes para no olvidar la esencia y la raíz de lo que en verdad
somos, especialmente durante los primeros cuatro y medio siglos de
ocupación. Por desgracia, en los últimos setenta años hemos perdido
gran parte de la memoria histórica y la identidad cultural de nuestro
milenario pasado, que nuestros “jóvenes abuelos” supieron defender en
la ocupación a través de la resistencia cultural.

Las luchas armadas y las luchas políticas a nivel local o nacional que se
han llevado en contra de la neocolonización han sido utilizadas por el
propio sistema colonial para fortalecerse, bajo la premisa de que lo que
no destruye fortalece. La lucha armada, tanto la de 1810 como la de
1910, han sido solo un “quítate tú para que me ponga yo”. La lucha
política desde la elección de Francisco Madero hasta la de Enrique
Peña Nieto ha sido, “que todo cambia para que todo siga igual”. El
enojo, la desesperación y sus consiguientes luchas políticas y estallidos
sociales del pueblo, han sido finalmente usados por los oportunistas y
traidores para sacar beneficios personales, de grupo económico o
partido político. Los líderes en demanda de justicia son comprados o
cooptados, y si son honestos, sencillamente eliminados.

El trabajo que vienen realizando muchas organizaciones de la sociedad


civil pretende llenar el vacío que ha dejado el Estado por estrategia,
negligencia, incapacidad o corrupción. En efecto, la asistencia en
materia de derechos humanos, alimentación, salud, educación y
organización social, tanto de ciudadanos que viven dentro y fuera del
país, es un trabajo que compete al Estado y al gobierno en sus tres
niveles de gobierno.

118
Un trabajo asistencial y la lucha permanente para que el Estado cumpla
con su alta responsabilidad social, -que no resuelve de raíz los
problemas-, solo son pequeños paliativos para contener la
desesperanza y el sufrimiento de nuestros hermanos. Ciertamente es
un trabajo necesario y muy valioso, pero no ayuda a resolver de fondo
los problemas. El mismo sistema está diseñado desde sus estructuras
más profundas de manera injusta, en donde, desde 1521 existe un
reducido número de “mexicanos” vencedores y una mayoría de
“mexicanos” vencidos. En dónde debe existir una inmensa masa de
mano de obra barata y las arcas abiertas de los recursos naturales para
que los capitales, nacionales y extranjeros puedan multiplicarse sin
ninguna responsabilidad social, histórica o ambiental.

Para el caso de los millones de “mexicanos” migrantes en E.U., el


gobierno y la iniciativa privada reciben cada mes millonarios recursos
en dólares sin invertir un centavo en infraestructura, asistencia social o
inversión de capital. La “economía nacional” no reconoce y retribuye
con justicia este significativo aporte de los “hermanos expulsados” por
la injusticia social del neocolonialismo.

El punto de la reflexión es la acción cotidiana de resistencia frente a la


colonización. El refrán chino dice “que en vez de darle pescado al
hambriento, se le debe enseñar a pescar”. Pues bien, se propone en
base a esta metáfora, que en vez de “darle pescado o de enseñarlo a
pescar” al pueblo, se le debe enseñar a PENSAR. Porque una persona
que aprende a pensar, aprenderá por ella misma no solo a pescar, sino
a resolver todos los problemas personales, familiares y comunitarios.

Podrá escucharse la propuesta muy pretenciosa o con cierta


desvaloración de las personas, pero lo cierto, es que el sistema
neocolonial basa su estrategia justamente en la enajenación del pueblo
y la pérdida de su memoria histórica y su identidad para que no piense.
De esta manera el colonizador históricamente sabe que el colonizado
queda indefenso, vulnerable y dócil a cualquier explotación o injusticia.
De esta manera, “pensar, implica descolonizar”.

119
Se requiere que el pueblo del Cen Anáhuac recupere su memoria
histórica y su identidad para que pueda, no solo pensar, sino pensar de
una manera descolonizada, es decir, desde la base más sólida, profunda
y enraizada de nuestra civilización Madre. Recuperar “la primigenia
noción del ser y hacer del ser humano, en el mundo y la vida”.
Reconstituir la percepción de la sacralidad y divinidad de la vida en
todos y cada una de sus expresiones. Y estos valores y principios no los
vamos a inventar o importar de otras latitudes como se ha venido
haciendo durante los últimos cinco siglos. Tenemos que iniciar “el
camino hacia adentro” para poder avanzar sólidamente hacia afuera.

Recuperar La Toltecáyotl a través de activar “el banco genético de


información cultural” por medio del fortalecimiento de la memoria
histórica y la identidad cultural “propia-nuestra”. Requerimos re-
descubrir los “saberes comunitarios”, re-valorar “los usos y
costumbres”, re-funcionalizar “las tradiciones y costumbres” emanadas
de la experiencia y sabiduría sistematizada a lo largo de más de ocho
mil años de Desarrollo Humano, y por supuesto, incluyendo las
apropiaciones culturales que hemos hecho de otros pueblos y culturas,
que nos hacen más ricos, plurales y diversos a partir de la
autodeterminación y el derecho universal a ser cosmopolitas muy bien
arraigados en nuestra milenaria cultura propia.

Necesitamos dejar de concebir “el mundo y la vida” como nos lo ha


impuesto la colonización a través del mito de la modernidad y el
progreso por medio de la riqueza material a través de la explotación, el
consumo, la individualidad, la comodidad y la enajenación disfrazada
de “diversión”. No podremos salir del calabozo de la colonización si
seguimos pensamos como nuestros carceleros. Necesitamos re-crear
nuestra propia episteme.

Se necesita adecuar la sabiduría ancestral conocida como Toltecáyotl,


que ha sobrevivido desde muchos siglos atrás agazapada y camuflada
en el inconsciente colectivo, en el “conocimiento silencioso” y que ha
permitido la sobrevivencia de nuestros pueblos y culturas anahuacas a
su muerte histórica durante el periodo Colonial y Neocolonial en estos
últimos cinco siglos.
120
El reto es pasar esta sabiduría de la esfera inconsciente a la esfera
consciente de la vida personal, familiar y comunitaria. “Del mundo del
nahual al mundo del tonal”. El desafío es salir de la percepción
colonizada del mundo y la vida, llámesele “modernidad o capitalismo”,
no caer en el “idílico pasado”, ni en la tentadora utopía de un futuro
étnico soñado. Salir del presente opresor como única alternativa
existencia posible a través del “aquí y en el ahora”, con los Elementos
Culturales que han resistido estos cinco siglos a la opresión, con ellos y
solo con ellos, construir otra percepción del mundo y la vida, más
humana, justa y biófila. Más cerca de los siete mil quinientos años de
desarrollo humano endógeno que precedieron a la colonización y
neocolonización. Se requiere reconstruir una nueva “racionalización del
mundo y la vida” sustentada en lo mejor de nuestro pasado, que sea
“propia-nuestra”, estructurada con las bases más sólidas de la
milenaria experiencia de vida anahuaca.

Para ello, no solo tenemos que creer en nosotros mismos, sino


necesitamos conocer “la verdadera historia propia-nuestra”, vernos a
nosotros mismos con nuestros propios ojos a través del “Espejo
Humeante de Tezcatlipoca”, no con los ojos y mente del colonizador y
neocolonizador. Conocer la filosofía ancestral “propia-nuestra”, los
valores, principios y aspiraciones de nuestros sabidos antepasados,
aquellos que hace ocho mil años inventaron el maíz, la milpa, el cero
matemático o la cuenta perfecta del tiempo. Revivir en el fondo de
nuestros corazones las razones de la vida personal, familiar y
comunitaria; de nuestra Madre Querida Tonantzin, de nuestro Padre el
Sol y para que vivamos en equilibrio y armonía con “Aquél por quien se
vive, Aquél que está en el cerca y en el junto, Aquél que es noche
viento”. Hacer de la Toltecáyotl un proyecto de vida personal, familiar y
comunitario.

Tenemos que recuperar lo más valioso y antiguo de nuestro Patrimonio


Cultural Intangible. Darle a la Toltecáyotl su sentido esencial que es
significar la vida a través de nuestros valores y principios, encontrar el
equilibrio en la concepción más amplia del mundo y de la vida, material
e inmaterial, interna y externa, humana y universal, para que los hijos

121
de los hijos de los Viejos Abuelos toltecas recuperen su “rostro propio y
su corazón verdadero” y vivan en armonía y equilibrio de manera
biófila.

La Toltecáyotl debe de dejar de ser objeto de estudio de la anquilosada


y colonizada academia occdentailzada, negocio de “la economía del
alma” a través del new age y botín de los gurúes mesiánicos de plástico
que garantizan la “iluminación” en cómodas mensualidades. La
Toltecáyotl por sí misma ha empezado a aflorar: como herbolaria,
medicina tradicional, danza ancestral, saberes comunitarios, etc., pero
de manera parcial y fragmentada. Se requiere una visión integral que
las unifique y parta desde la filosofía como “raíz-matriz” y se difunda
por todo el enramado de la vida en su sentido más amplio y universal.

La Toltecáyotl debe ser el “instrumento” descolonizador en base a la


plena recuperación de la conciencia y la responsabilidad. Por la acción
descolonizadora del pensamiento redefinir al interior de nuestra vida
personal, de la vida familiar y “la vida, en y para, la comunidad”, los
fundamentos de nuestra existencia, “su causa y su esencia”. Dejar de
ser objetos de la colonización para convertirnos en sujetos de nuestra
autodeterminación existencial. De nuestros propios valores, principios
y significados de vida, el mundo y de la existencia humana.

En base a esa conciencia lograda, debemos actuar con responsabilidad


existencial. Entablar la “Batalla Florida” en la vida diaria en contra de
los instrumentos perversos del colonialismo, como son: la enajenación,
el individualismo, el consumismo, la ignorancia, la corrupción, la
vulgaridad, la violencia, la irresponsabilidad, el abuso, el cinismo, -
entre otros-, que nos han conducido a jugar el papel de “colonizador-
colonizado”. Luchar contra “el enemigo interior” que nos hace esclavos
de “la inercia de la materia” para ser lo peor de nosotros mismos.
Luchar de manera permanente y constante por ser impecables en todos
nuestros actos, respetuosos de la vida, de todos nuestros hermanos con
los que compartimos el mundo y asumir el cumplimiento del “derecho
ajeno” y el bien común sobre el interés y la iniciativa privada.

122
Florecer nuestros corazones en “actos verdaderos”, solidarios y
fraternos, respetuosos y educados, humildes y sencillos. Luchar por la
construcción de un mundo mejor, adentro y afuera de nuestro ser, en la
familia y en la comunidad. Volvernos guerreros y guerreas de la muerte
florecida, dándole un significado y sentido superior a nuestra
existencia, de manera personal y de forma comunitaria. Como lo
hicieron nuestros Viejos Abuelos durante más de mil años en el periodo
conocido como Clásico (200 a.C. a 850 d.C.) en el que se alcanzó el más
alto grado de bienestar para toda la población de un pueblo en la
historia de la humanidad.

Este desafío tiene dos vertientes, la interior y la exterior. La primera es


de carácter personal y debe estar dirigida a despertar la más primigenia
conciencia, la más esencial y ancestral, que es el desarrollo de nuestra
espiritualidad. “Conocer y hacerse amigo del ser que se va a morir”.
Este camino es de recorrido interior y no necesita de maestros. Todo
está en nuestro interior. Debemos aprender de nosotros mismos. Esto
requiere un intento inflexible, disciplina, valor, fortaleza y mucha
humildad para buscar la trascendencia espiritual de nuestra existencia.

La segunda vertiente es de carácter comunitario. Los Viejos Abuelos


nos legaron muchos siglos de experiencia y sabiduría, que en su día los
llevaron a alcanzar el nivel y calidad de vida más alto en la historia de la
humanidad para todo el pueblo. Estos conocimientos se han mantenido
en el “ser y hacer” de los pueblos y culturas del Anáhuac. A veces los
apreciamos evidentes y perfectamente delineados, en más de las veces
por causa de la colonización, los observamos camuflados, sincréticos,
mezclados con elementos culturales exógenos, pero todos ellos giran en
torno al concepto filosófico del calpulli.

Pero podemos vislumbrarlos a través de la Pirámide de Desarrollo


Humano tolteca. En efecto, “el camino de recuperación y reforzamiento
de la Toltecáyotl se encuentra en el restablecimiento de las bases de
esta sabiduría ancestral”. Esta tarea debe ser comprendida y
compartida por la comunidad, especialmente por “los que mandan
obedeciendo”. Debe hacerse “sin miedo y sin ambición”, es decir, sin
miedo a perder ni ambición en ganar. Se debe hacer porque es
123
producto de la conciencia y de la responsabilidad que tenemos por
nuestro pueblo, su historia, su cultura ancestral y la vida en el planeta.

Se tiene que coordinar y organizar un esfuerzo sistemático y continúo


con toda la comunidad para integrar los sistemas que componen la
pirámide de desarrollo humano tolteca en la vida cotidiana a través de:

El sistema de alimentación, que va desde la tradicional siembra y


producción de alimentos hasta su almacenamiento, preparación y
consumo. Debemos devolverle a la alimentación, no solo su razón
esencial de fuente de energía, sino su dimensión sagrada y comunitaria.
Partiendo de que somos lo que comemos, debemos seleccionar aquello
que nos dará energía y formará parte de nosotros mismos.

El sistema de salud, ha sido un gran logro y representa una gran


herencia de sabiduría para mantener la vida de manera equilibrada.
Necesitamos recuperar los milenarios conocimientos sobre las plantas,
minerales y animales que nos ayudan a mantener la salud, además de
recuperar los conocimientos de curaciones, remedios, rituales, bebidas
y comidas, así como los hábitos higiénicos que nos permiten mantener
la salud de manera individual, familiar y en toda la comunidad.

La comunidad debe recuperar “el sistema de educación comunitaria”


sustentado en la trasmisión de los valores ancestrales que permiten
formar “rostros propios y corazones verdaderos” entre nuestros hijos,
tanto en el hogar, la escuela como en los espacios comunitarios. La
educación no es solo “instrucción”, es mucho más que eso. En la
educación quienes son los verdaderos maestros son los padres y la
escuela la familia. La pedagogía es el amor y la didáctica es el ejemplo.
Los hábitos personales, las relaciones familiares y la vida comunitaria
es el verdadero espacio en donde se desarrolla el proceso educativo. Se
requiere retomar la responsabilidad comunitaria de educar a los niños
y a los jóvenes en los más altos valores y principios de nuestra
milenaria civilización que están contenidos en la Toltecáyotl.

El sistema de organización. El bien común más preciado de un pueblo


es su gobierno. Debemos de recuperar las antiguas formas de

124
organización comunitaria que son un patrimonio invaluable para
alcanzar, no solo el bienestar personal y familiar, sino para “lograr los
más elevados propósitos de la comunidad”. Afortunadamente todavía
siguen vivos “los usos y costumbres” en muchas comunidades
anahuacas. La Asamblea, el trabajo por la comunidad, “el mandar
obedeciendo”, el espíritu de servicio, la solidaridad, equidad y
fraternidad, fueron instrumentos con los cuales los Viejos Abuelos
obtuvieron grandes logros materiales y espirituales que hoy son
nuestro orgullo y representan la fuente de nuestra identidad.

La propuesta es que en vez de solo “dar pescado o enseñar a pescar”, se


debe enseñar a PENSAR. A través de esta metáfora proponemos una
actividad permanente y sistemática para capacitar a los hijos de los
hijos de los Viejos Abuelos. Apoyarlos con información para que
activen su “banco genético de información cultural” y construyan sus
propios caminos de descolonización y se “recuperen así mismos”.

Se requiere la capacitación en “memoria histórica” y fortalecimiento de


la Identidad Cultural para que nuestra gente tenga elementos y
recursos para que pueda entablar su lucha personal, familiar y
comunitaria por la descolonización. Para vencer la inercia que nos
seduce a ser “colonizadores-colonizados”, cómodos e ignorantes de lo
mejor de nosotros mismos.

Por lo anterior proponemos, que además de seguir apoyando a los


hermanos en sus problemas, se desarrolle una estrategia permanente y
sistemática de capacitación en las siguientes áreas:

Alimentación, para aprender a comer con mayores niveles nutritivos,


menores niveles de contaminación y menor costo familiar. No solo
enseñar a las mujeres, sino a la familia en general el delicado y
complejo “arte de alimentarse” para tener mayor energía, excelente
salud y alta calidad de vida.

Salud, a través del fortalecimiento de buenos hábitos higiénicos,


recuperación de la sabiduría ancestral de la herbolaria, recetas,
remedios y técnicas caseras para recuperar y mantener la salud. Así

125
como la recuperación de los saberes comunitarios para el bien vivir
familiar y comunitario.

Educación, recuperar los valores y principios que han formado la


educación ancestral de nuestra civilización Madre. Fortalecer las
tradiciones, usos y costumbres que nos enseñaron nuestros
antepasados para respetarnos a nosotros mismos, a nuestra familia y a
la comunidad. Concientizar a la comunidad de la responsabilidad que
tiene la familia y la comunidad en la formación de valores, principios,
hábitos, especialmente con los niños y jóvenes, para construir una
excelente calidad de vida.

Organización, activar la memoria histórica sobre los usos, costumbres y


responsabilidades que las personas tienen en cuanto a la organización y
trabajo comunitario. Recuperar las tradicionales responsabilidades que
los miembros de la comunidad tienen por “servir y contribuir al bien
común”. Enaltecer “el servicio comunitario” y refrendarlo como parte
importante del Patrimonio Cultural Intangible que nos han legado los
Viejos Abuelos.

Memoria histórica e Identidad Cultural, activar el “banco genético de


información cultural” de las personas, familias y comunidad para
conocer “la verdadera historia” milenaria de nuestra civilización
Madre. Difundir cuáles fueron los valores, principios, anhelos, logros y
aportaciones de nuestros antepasados al desarrollo de la humanidad.
Conocer descolonizadamente los Elementos Culturales y filosóficos que
guiaron el Desarrollo Humano en el Cen Anáhuac a lo largo de más de
ocho milenios.

Creemos que un trabajo constante y sistemático de capacitación, por lo


menos en estas cinco áreas, podrá a mediano plazo empezar a
fructificar en nuestra gente a partir de que se concienticen y en
consecuencia actúen con responsabilidad en el plano personal, familiar
y comunitario.

Activar y fomentar el pensamiento crítico y analítico es fundamental


para combatir y erradicar la colonización de los opresores y liberarnos

126
de la auto-colonización impuesta por la ignorancia, la desidia y la
irresponsabilidad. Tenemos que trabajar por las futuras generaciones a
partir del conocimiento y la sabiduría ancestral.

La Educación es lo único que puede acabar con la colonización.

¿ACASO PODRÍA SER?

Qué una de las civilizaciones más antiguas y con origen autónomo de la


humanidad, nuca hubiera construido un sistema filosófico que le
permitiera darle sentido y profundidad a los increíbles conocimientos
científicos y humanistas, que hasta nuestros días sorprenden, y que si
los aceptamos en civilizaciones similares como las de China y la India.

Qué sólo llegaran a construir un sistema muy rudimentario de "ideas


religiosas", donde los "dioses" del agua, del viento, del fuego, del Sol y
de la Tierra, fueran todo cuanto tuvieran para explicar sus
concepciones del fenómeno de la vida, la existencia humana y el
inconmensurable universo, dejando testimonio de esta sabiduría en las
increíbles construcciones, hoy llamadas zonas arqueológicas.

Qué a pesar de haber desarrollado por cuenta propia investigaciones


como la creación del maíz, sorprendente obra de la ingeniería genética
desarrollada hace ocho mil años, la invención del cero matemático, la
milpa y los extensos sistemas de regadío, así como las Chinampas, las
extraordinarias obras de arquitectura e ingeniería, las increíbles
trepanaciones, el asombroso estudio de la mecánica celeste y la exacta
cuenta del tiempo. Nuestros Viejos Abuelos sigan siendo considerados
como "primitivos" producto de una cultura neolítica.

Qué a pesar de haber lograron desarrollar un sistema comunitario,


justo y auspiciador de un sorprendente desarrollo humano, que por lo
menos tiene tres mil años de vigencia y que según los especialistas,

127
produjo un período de paz absoluta de más de mil años en el llamado
período clásico (200 a.C. –850 d.C.) y que hasta la fecha se mantiene
vivo a través de los sistemas de cargos, el “mandar obedeciendo” de la
democracia participativa y las tradiciones y costumbres de miles de
pueblos indígenas y campesinos del México contemporáneo. Se sigan
considerando a los pueblos originarios como "salvajes".

Qué a pesar de haber elaborado a lo largo de por lo menos tres mil años
un asombroso y eficiente sistema educativo, en el que la educación
estaba perfectamente programada y desarrollada por maestros
especializados, que trabajaban en escuelas de diferentes niveles y
enfoques (Telpochcalli, Ichposcalli, Cuicacalli y Calmécac) que cubrían
ampliamente sus necesidades para mantener a través de la educación
su desarrollo civilizatorio a través de cientos de años. Se les juzgue
ahora como "incultos".

Qué a pesar de desarrollar un sistema alimentario casi perfecto, tanto


en la investigación, producción, almacenamiento y preparación de una
dieta con una alta eficiencia alimentaria. En donde los cereales,
semillas, verduras, frutas, insectos, aves y pescados, constituían su base
alimentaria, que hoy en día nos permite tener una de las más
importantes "cocinas" del mundo culinario, se puedan tachar a los
antiguos mexicanos de ignorantes.

Qué a pesar de contar con una milenaria tradición de investigación y


práctica de la medicina a través del conocimiento de las substancias y
elementos curativos que tienen los vegetales, minerales y animales,
mismos que clasificaron minuciosa y perfectamente y que todavía
pudieron ser recogidos mínimamente en textos escritos en el siglo XVI
y que hoy sorprenden al mundo de la medicina moderna. Y que a pesar
de las persecuciones, desprecio y negación absoluta a que ha sido
sometido el conocimiento de los hombres y mujeres sabios del México
antiguo, siga vivo, presente y vigente en la cultura indígena y popular a
través de las curanderas y curanderos, parteras y sobadores entre
muchos otros.

128
Qué a pesar de haber tratado de extinguir violentamente la religión
milenaria de los antiguos pobladores del Anáhuac, ésta logró sobrevivir
hasta nuestros días a partir del sincretismo, la astucia, la imaginación y
la creatividad, que permitió embozar y ocultar sus creencias más
esenciales en los ritos y símbolos de la religión impuesta por medio de
la espada y que a pesar de ello se les acuse de idólatras primitivos.

Qué a pesar de haber sido maltratados, vejados y despreciados a lo


largo de 494 años, los pueblos anahuacas (originarios), mantengan a
flor de piel su sensibilidad, creatividad y su característico sentido
espiritual y místico por la vida, así como su permanente optimismo por
la vida a pesar de todas las injusticias y negaciones que
permanentemente les asechan.

Qué un día los mexicanos aceptemos vernos en el "espejo humeante" y


pudiéramos reconocer nuestro "rostro propio y nuestro corazón
verdadero" y darnos cuenta que somos hijos de nuestra ignorada,
despreciada y negada Cultura Madre. Que efectivamente somos
mestizos, pero que, nuestro mestizaje cultural está más cerca de lo
anahuaca (indígena) que de lo europeo. Que orgullosamente nos
aceptáramos como anahuacas en lo ontológico, en lo filosófico y en lo
espiritual.

Qué la sabiduría de nuestros Viejos Abuelos toltecas, con la que se


construyó a lo largo de miles de años, los valores más sólidos del
espíritu humano, que son inalterables en tiempo y espacio, ahora
fueran la luz con la que podamos diseñar nuestro futuro, sumándole las
más modernas y sofisticadas teorías y tecnologías, para construir una
sociedad más justa y democrática.

Qué un día se acabe para siempre los sistemas colonial y neocolonial de


explotación implementada desde hace quinientos años, que se acabe
para siempre en México los vencedores y el México de los vencidos, los
blancos y los “indios”, la gente bonita y los “yopes”, la minoría
extremadamente ricos y la mayoría extremadamente pobres. Qué se
dejen de importar modelos de desarrollo extranjeros, sean españoles,
franceses o norteamericanos y que los mexicanos diseñemos nuestro

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propio modelo, en base a nuestras más profundas tradiciones y
nuestras más modernas concepciones, en base a nuestras verdaderas
necesidades y nuestras más nobles aspiraciones.

En fin, ¿acaso podría ser?, que México retomara su luminoso destino.


Lo difícil no es hacerlo…sino imaginarlo. La descolonización mental y
cultural es una acción de dignidad y de soberanía intelectual.

Guillermo Marín.
Verano del 2015
Oaxaca.

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