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CRÓNICAS Y RELATOS DE LA AVENTURA AMERICANA

MÁSTER EN ESTUDIOS AVANZADOS EN LITERATURA ESPAÑOLA E HISPANOAMERICANA


PROF. BERNAT CASTANY PRADO
CURSO 2017-2018
UNIVERSITAT DE BARCELONA

TEMA 1
EL CONCEPTO DE “VIAJE” EN LA LITERATURA COLONIAL

TEXTO 1: “Vano es el conocimiento que no sirve para aliviar un dolor humano”


(Epicuro)
TEXTO 2: “Por lo demás, me es odioso todo aquello que únicamente me
instruye pero sin acrecentar o vivificar de inmediato mi actividad.” (Goethe, carta a
Schiller, 19 de diciembre de 1798; Nietzsche inicia con esta cita su Segunda
consideración intempestiva, titulada Sobre la utilidad y los perjuicios de la historia para
la vida).
TEXTO 3: “¡Acuérdate, impaciente; acuérdate, descontentadizo, cómo era en
otro tiempo! Compara un momento este viaje de hoy con los de antaño, sobre todo con
los primeros viajes de aquellos temerarios que descubrieron, en beneficio nuestro, estos
mares inmensos y un mundo nuevo, y avergüénzate en su memoria. Intenta
representártelos partiendo en sus frágiles barcas de pescador hacia lo desconocido,
ignorantes de los derroteros, perdidos en lo infinito, continuamente expuestos al peligro,
al capricho de las inclemencias del tiempo y a todas las torturas de la escasez. Sin luz en
la noche, sin más bebida que el agua tibia de las cubas y la que recogieran de las lluvias;
sin más comida que la sosa galleta y el tocino rancio, y aun faltos días y días de esta
somerísima alimentación. Ni una cama, ni el oasis de una tregua, infernal el calor, sin
misericordia el frío, y además la conciencia de la soledad, del desamparo en el desierto
cruel del agua. Allá, en los hogares, durante meses y años, nadie sabía dónde estaban; ni
ellos mismos sabían adónde iban. La escasez era su compañera, la Muerte los cercaba de
noche y de día en mil formas, por mar y tierra; no podían esperar más que peligros, así de
los hombres como de los elementos, y durante meses y años la soledad más espantosa
rodeaba sus míseras embarcaciones. Sabían que nadie saldría a su socorro, que no
encontrarían un solo barco durante meses y meses en aquellas aguas no surcadas, que
nadie los sacaría del apuro y del peligro, ni podrían hacer saber su muerte, su fracaso. Así
revivían en mi interior los primeros viajes de los conquistadores del mar, y hube de
avergonzarme de mi impaciencia.” (Zweig, Magallanes, 1999: 6-7)

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TEXTO 4: “Es grato, al tiempo que los vientos en mar abierto revuelven las
aguas, contemplar desde tierra el esfuerzo de otro, no porque haya gusto y alegría en que
alguien sufra, sino porque es grato ver de qué males uno se libra; ya formados en el lano
sin tú tener parte en el lance es también grato divisar los escuadrones de la batalla; pero
nada más grato que ocupar los serenos templos eminentes, bien abastecidos con la
enseñanza de los sabios, desde donde puedas mirar a los otros de abajo cómo van de acá
para allá buscando un camino a su vida sin rumbo, cómo compiten en talento y se
enfrentan por renombre…” (Lucrecio, De rerum natura, libro II, vv. 1-11)
TEXTO 5: “No hay literatura de esa épica viajera porque los textos de viaje
últimamente se han dedicado sobre todo a estimular los viajes de los ricos que visitan
piadosamente las superficies más miserables del planeta, sea Camboya o Palestina, sea
Bolivia o Costa de Marfil.” (Giardinelli, 2008: 34)
TEXTO 6: “Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su
residencia en el territorio de un Estado. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier
país, incluso del propio, y a regresar a su país." (Artículo 13 de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, 1948)
TEXTO 7: “Desde hace cinco años la serie televisiva The Walking Dead ha
revivido en nuestros contemporáneos la amenaza de los zombis, cuya larga estela fílmica
puede remontarse a La noche de los muertos vivientes (1968). (...) Por supuesto, el
espectador sólo experimenta alivio cuando alguien los mata, lo que ocurre por todos los
medios posibles: uno a uno, arrollados en masa por un camión o abrasados en un almacén.
No es un caso único: una característica recurrente de la ficción cinematográfica
contemporánea es la deshumanización del enemigo. (...) No querría trazar paralelos
mecánicos entre los contenidos de la cultura popular y las situaciones sociopolíticas. Pero
creo que las obras de creación (literarias o cinematográficas) reflejan de formas a veces
muy sutiles los fantasmas y los miedos de su sociedad. Es como si los autores
manifestaran en esa suerte de sueños controlados que son las creaciones artísticas, el
núcleo revulsivo de su época. No tiene por qué ser una acción consciente: quien vea hoy
Invasion of the Body Snatchers (1956), y tenga un conocimiento incluso somero de la
guerra fría y de la caza de brujas, no podrá evitar relacionar esos extraterrestres (que van
sustituyendo a los habitantes de un pequeño pueblo por réplicas sin sentimientos) con el
miedo a la penetración comunista, a que las personas cercanas fueran siervos ocultos de
la URSS. Pero el autor de la novela en que se basó, y muchos de quienes intervinieron en
la película, manifestaron que no tenían intención de crear una alegoría política. Tampoco
la tienen, probablemente, los autores del cómic original de The Walking Dead, ni los
responsables de la exitosa serie basada en él. Y sin embargo…
La presentación mediática de los refugiados sirios agolpándose ante las vallas de
Hungría (o, hace meses, los subsaharianos junto a la verja de Melilla o en el túnel bajo el
Canal de la Mancha), ¿no nos los están presentando como zombis? Sí: también hay
estampas que los humanizan: un hombre llorando, o el niño muerto en la playa. Pero la
mayoría de lo que los medios seleccionan (asaltos poco civilizados a las vallas, figuras
huidizas por túneles oscuros, campamentos improvisados cubiertos de basura) no puede
sino resonar con el vasto almacén de imágenes que la cultura popular ha implantado en
nuestra memoria. Los políticos también están contribuyendo a marcarlos como diferentes
y peligrosos: desde el “no son cristianos” de los países de Europa Central hasta la
sospecha de que hay yihadistas entre ellos, más un amenazador “vendrán más”. Incluso
quienes se oponen a su paso llevan mascarillas, como evitando el contagio.
Zygmunt Bauman señaló en Modernidad y el Holocausto (1989) los mecanismos
que permitieron el exterminio en masa en los campos de concentración. El principal era
la deshumanización de las víctimas, porque los mecanismos básicos de no-agresión hacia

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el prójimo se disuelven a medida que aumenta la distancia física o psicológica. La
conversión de los judíos (y otras minorías) en números, en entes burocráticos, su
transformación en espectros hambrientos, fueron elementos de un proceso que concluyó
con el exterminio de unos seres que ya no eran del todo humanos. ¿Y si la cultura popular
estuviera contribuyendo a deshumanizar a los refugiados, para así rechazarles con más
tranquilidad? Esos seres necesitados que caminan sin rumbo por nuestros campos y vías
férreas, que se apiñan ante las verjas, ya los hemos visto antes: concretamente en cinco
temporadas de televisión. Sí (parece susurrarnos la pantalla): acechan a nuestras puertas.
Son oscuros y diferentes. Puede que llamen a compasión: hay niños entre ellos. Pero no
te dejes engañar: lo que quieren es entrar y acabar con nosotros.”
(José Antonio Millán, “The Walking Refugees”, El País, 5 de octubre de 2015)
TEXTO 8: “He llegado hoy de mi ciudad; he descendido desde mi nomo;
construí una mansión; instalé su puerta; excavé un estanque; planté sicómoros. Su
majestad me alabó. Mi padre hizo testamento en mi favor. Yo fui uno excelente..., querido
por (su) padre, alabado por su madre, amado por todos sus hermanos. Di pan al
hambriento, y vestidos al desnudo. He transportado a aquél que no tenía barca. ¡Oh,
(vosotros) que vivís sobre la tierra y que pasáis ante esta tumba, hacia el norte o hacia el
sur!, habréis de decir: "Dos mil panes, y cerveza, para el señor de esta tumba". Yo velaré
(entonces) por ellos en la necrópolis. (Porque) yo soy un espíritu excelente y (bien)
equipado; mi sacerdote-lector conoce su palabra. Y con respecto a todo aquel que entre
en esta tumba sin purificarse, lo atraparé como a un pajarillo, y será juzgado a causa de
ello por el gran dios. (…)"La majestad de Merenré, (mi) señor, me envió junto con (mi)
padre, el Compañero Único y Sacerdote-lector Iri, a Yam, para abrir la ruta hasta esta
tierra. Lo hice en siete meses; traje de allí todo tipo de bellos y raros presentes. Fui alabado
extremadamente a causa de ello.” (Autobiografía de Herkhuf, s. XXIII a.C., en J. M.
Serrano Delgado, Textos para la Historia Antigua de Egipto, Madrid, 1993: 74-78)
TEXTO 9: “Su majestad me envió por segunda vez, solo. Salí por la ruta de
Elefantina y descendí por Irtjet, Makher, Terers e Irtjetj, en el espacio de ocho meses.
Traje productos de este país en gran cantidad, cuyo igual jamás había sido traído hasta
esta tierra anteriormente. Descendí hasta la proximidad de la mansión del príncipe de
Setju e Irtjet, y exploré esas tierras extranjeras. No pude constatar que hubiera hecho (eso)
ningún Compañero o Jefe de los Intérpretes que hubiera ido a Yam anteriormente.
(Entonces) me envió su majestad por tercera vez a Yam. Salí desde el nomo de
Tinis por la ruta de los Oasis. Encontré que el príncipe de Yam había marchado hacia el
país de Temehu para golpear a los Temehu, en la esquina occidental del cielo. Salí tras él
hacia la tierra de Temehu y lo apacigüé, de forma que él adoró a todos los dioses para
(mi) señor." (Autobiografía de Herkhuf, s. XXIII a.C., en J. M. Serrano Delgado, Textos
para la Historia Antigua de Egipto, Madrid, 1993: 74-78)
TEXTO 10: “Ven hacia el norte, hacia la Residencia, inmediatamente. Apresú-
rate y lleva contigo a este pigmeo que tú has traído del país de los Habitantes del
Horizonte vivo, sano y salvo, para las "danzas del dios", para alegrar el corazón, para
deleitar el corazón del rey Neferkaré, que vive para siempre. Cuando suba contigo al
barco, haz que haya hombres capaces que estén alrededor de él en la cubierta, para evitar
que caiga al agua. Cuando duerma por la noche, haz que hombres capaces duerman
alrededor de él en su tienda. Ve a controlar(lo) diez veces por la noche. Mi majestad desea
ver este pigmeo más que los productos de la tierra de las minas y del Punt.
Cuando llegues a la Residencia y si este pigmeo está vivo, sano y salvo contigo,
mi majestad hará para ti grandes cosas, más que lo que fue hecho para el canciller del dios
Baurdjed en tiempos del rey Isesi, de acuerdo con el deseo de mi majestad de ver este
pigmeo. Han sido enviadas órdenes al "jefe de las ciudades nuevas", Compañero y

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Superior de los Sacerdotes, para mandar que se proporcionen suministros de lo que está
a cargo de cada uno, de cada almacén, de cada depósito y cada templo que no disfrute de
exenciones”. (Autobiografía de Herkhuf, s. XXIII a.C., en J. M. Serrano Delgado, Textos
para la Historia Antigua de Egipto, Madrid, 1993: 74-78)
TXTO 11: “Nadie como Magallanes conoce, por sus viajes a Indias, el gusto
ingenuo de los hijos de 1a Naturaleza. Le consta que hay dos cosas que hacen efecto en
todas partes: el espejo, dentro del cual el habitante de la tierra, sea negro, moreno o
amarillo, ve con asombro su propia cara, y luego, las campanillas y los cascabeles,
encanto eterno de las almas infantiles. No menos de veinte mil de esos sonoros
chirimbolos lleva la flota consigo, junto con novecientos espejos pequeños y diez
grandes de los cuales, por desgracia llegarán rotos 1a mayor parte (…) en conjunto, la
más infame pacotilla, tan poco apreciada en España como las especias en las Molucas,
pero que llena idealmente la función mercantil, de modo que tanto el comprador como el
vendedor mejoran en el trueque diez veces el valor de la mercancía que ofrecen, haciendo
ambos fuertes ganancias.” (Zweig, Magallanes, 1999: 95)
TEXTO 12: “Sus riquezas son plumas de aves de varios colores, o láminas y
cuentas que hacen de los huesos de los peces o de piedrecitas verdes y blancas, a la manera
de las cuentas gordas de nuestros rosarios, y estos adornos los cuelgan de las mejillas, de
los labios o de las orejas. Reputan también por alhajas y riquezas otras cosas igualmente
fútiles que nosotros despreciábamos. (…) El oro, las piedras preciosas, las joyas y demás
cosas de esta clase, que acá en Europa reputamos por riquezas, no las estiman en nada,
antes bien las desprecian de todo punto y no hacen diligencia ninguna por tenerlas.”
(Américo Vespucio, Viajes, Manuel Fernández de Navarrete (ed.), Espasa Calpe, Madrid,
1999, pp. 37-39)
TEXTO 13: “en esta frontera [de Armenia con Georgia] existe una fuente de
donde brota tanto aceite y con tanta abundancia que se podrían cargar cien barcos a la
vez. No es bueno para comer, pero sí para quemar y para la sarna y otras cosas.” (Marco
Polo, Libro de las maravillas del mundo, cap. 21, p. 111)
TEXTO 14: “¿Quién vio nunca tantas ciudades arrasadas, tantas naciones
exterminadas, tantos millones de pueblos pasados a cuchillo, y la más rica y hermosa
parte del universo derrumbada con el simple fin de negociar las perlas y las especias?”
(Montaigne, Ensayos, “De los vehículos”, III, vi)
TEXTO 15: “Maravíllanse principalmente los isleños [de la isla de Cebú] ante
el hierro, ese duro metal que traen los forasteros, de tan magnifica utilidad para las armas,
la azada, el arado; en comparación, les parece de poco valor el pálido oro y, como en el
bendito año de la guerra de 1914, truecan entusiasmados oro por hierro. Catorce libras de
este metal, no muy estimado en Europa, son pagadas con quince libras de oro, y
Magallanes se ve obligado a ordenar una rigurosa prohibición de tal comercio a los
marineros (que, embelesados ante la loca prodigalidad de los menospreciadores del oro,
empezaban a vender, a cambio del precioso metal, ropas y hacienda), para evitar que los
indígenas empezaran a sospechar, por la extrema demanda, el valor de aquel metal, lo
cual motivaría la depreciación de los objetos de trueque.” (Zweig, Magallanes, 1999:
173)
TEXTO 16: “Son seres inhumanos y parecen bestias que recuerdan más a los
monstruos que a los hombres, que tienen sed de sangre y que la beben, que buscan y
devoran la carne de los perros y también la humana (…) No conocen la ley (…) Los jefes
de estos tártaros se alimentan de cadáveres como si fueran pan y no dejan a los buitres
más que los huesos.” (Pian del Carpine, en J.-R. Roux, Les explorateurs au Moyen âge,
Seuil, Paris, 1961, pp. 30-31)

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TEXTO 17: “Temíamos ser asesinados por los tártaros u otros pueblos, o ser
apresados para siempre, o sufrir hambre, sed, frío, calor, maltratao y soportar grandes
pruebas más allá de nuestra capacidad de resistencia (…) Todo esto, exceptuando la
muerte o el encarcelamiento, fue lo habitual, además de otras muchas cosas que no
habíamos imaginado”. (Pian del Carpine, en J.-R. Roux, Les explorateurs au Moyen âge,
Seuil, Paris, 1961, pp. 88)
TEXTO 18: “Cuando San Francisco Xavier sembró en 1549 las primeras
semillas cristianas en Japón, nadie imaginó que en menos de cien años el cristianismo
sería prohibido, los sacerdotes ejecutados y los creyentes perseguidos. En 1597, el jesuita
Pablo Miki fue crucificado en Nagasaki con los veintiséis “Mártires del Japón”; en 1622
el jesuita Agustín Ota fue decapitado en la isla de Iki; en 1638, el jesuita Antonio Ishida
y los treinta ronin cristianos que se sublevaron en Shimabara fueron ejecutados con sus
treinta y siete mil vasallos; en 1639 los jesuitas Pedro Kibe y Julián Nakaura fueron
decapitados junto a ciento ochenta y seis mártires, y en 1644 el último jesuita del Japón,
Mancio Konishi, fue crucificado en Nagasaki. Alarmados por el exterminio de jesuitas
japoneses y por la indolencia del Prepósito General italiano Muzio Viteleschi, los jesuitas
de Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra decidieron –con absoluta independencia- enviar al
eibarrés Aitor Urrunaga al Japón, con la secreta misión de mantener viva la llama que
encenció San Francisco Xavier.
El padre Urrunaga zarpó de Sevilla en junio de 1645 y atravesó el virreinato de
Nueva España desde Veracruz hasta Acapulco, pasando por Puebla, México, Cuernavaca
y Taxco de Alarcón. En Acapulco abordó el “Galeón de Manila” y de las Filipinas pasó
a Macao, donde –según la Carta Annua de 1646- “çelebró una sancta misa en latín,
castellano y vascuençe”, antes de subirse a un junco de pescadores cristianos de la
cofradía de Nuestra Señora de Nagasaki. Desde entonces su rastro se perdió para siempre.
Al decretarse la expulsión de los cristianos de las cinco islas del Japón, siete dominicos,
siete franciscanos, un agustino y dieciocho jesuitas decidieron permanecer en el
archipiélago, dispuestos a recibir martirio. El padre Aitor Urrunaga era uno de ellos.
El reino del Japón no volvió a tener contacto con Occidente hasta que en 1853
el comodoro Perry obligó a los señores feudarles a reconocer la autoridad del emperador
Meiji. En 1867, cuando el jesuita Bernard Petitjean hizo repicar las campanas de la iglesia
de Nuestra Señora de Nagasaki tras dos siglos y medio de silencio, los kakure kirishitan
o “cristianos escondidos” comenzaron a salir de las catacumbas. Primero fue la
comunidad de Urakami, luego la de Miyako, más tarde las de Osaka y Sakai, y –por
último- los kirishitan de las islas de Honshu e Ikitsuki, quien no abandonaron la
clandestinidad hasta los primeros años del siglo XX.
Cuando el padre Murrieta llegó a Tokio en 1974, el padre Arrupe –único
Prepósito General vasco después de San Ignacio de Loyola –le encomendó la ímproba
tarea de encontrar a los kirishitan del padre Aitor Urrunaga, cuya pista había perseguido
por todo Japón entre 1938 y 1965.
-A estos tú me los encontrarías o qué, joder.
-Hombre, a lo tonto a lo tonto te los encuentro yo a estos, joder.”
(Fernando Iwasaki Cauti, España aparta de mí estos premios, Páginas de
Espuma, Madrid, 2009)
TEXTO 19: “Navigare necesse, vivere non necesse.” (Plutarco, Vidas
paralelas, “Vida de Pompeyo”)
TEXTO 20: “En el principio eran las especias... Desde que los romanos, a través
de sus viajes y sus campañas, empezaron a hallar gusto en los ingredientes estimulantes,
calmantes o embriagadores de Oriente, las tierras occidentales no saben ya prescindir de
la especiería de las drogas índicas, tanto en la cocina como en la bodega. Hasta muy

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entrada la Edad Media, la alimentación nórdica resulta sosa hasta lo inconcebible, y aun
las hortalizas hoy día más comunes, como las patatas, el maíz y los tomates, tardarían
todavía mucho en adquirir carta de naturaleza en Europa; el limón como acidulante y el
azúcar para endulzar son todavía una vaguedad, y los sabrosos tónicos, el café y el té, no
se han descubierto aún. Hasta entre los príncipes y la gente distinguida, la burda voracidad
es el desquite de la monotonía sin espiritualidad de las comidas. Y aparece el prodigio:
un solo gramo de un condimento indico, un poco de pimienta, una flor seca de moscada,
una punta de cuchillo de jengibre o de canela mezclados en la más grosera de las viandas,
bastan para que el paladar, halagado, experimente un raro y grato estímulo. Entre el tono
mayor y el menor de lo ácido y de lo dulce, de lo cargado y de lo insulso, aparecen de
pronto una serie de ricos tonos y semitonos: los nervios del gusto, todavía bárbaros, de la
gente medieval nunca se satisfacen bastante con los estimulantes nuevos: un plato no está
en su punto si no lo cargan de pimienta; llegan a echar jengibre a la cerveza y refuerzan
el vino con especies molidas, hasta que cada sorbo quema en la garganta como la pólvora.
Pero no se limitaba a la cocina el uso de abundantes masas de especiería. La vanidad
femenina es también cada vez más exigente respecto a los aromáticos de Arabia, y va del
almizcle voluptuoso al ámbar sofocante y al dulce aceite de rosas; los tejedores y
tintoreros hacen elaborar para ellas las sedas chinas y los damascos de la India, y los
orfebres, montar las perlas blancas de Ceilán y los azulados diamantes de Narsingar. Más
imperiosamente todavía, la Iglesia católica impulsa el consumo de los productos
orientales, pues de los millares de millones de granos de incienso que levantan el humo
de los incensarios movidos por los celebrantes en los millares de iglesias, ni uno solo ha
salido de tierra europea; cada uno de esos millares de millones de granos de incienso
llegaban por mar, embarcados en tierras de Arabia. También los boticarios son asiduos
clientes de los tan celebrados específicos de Indias, tales como el opio, el alcanfor, la tan
estimada resina, y saben por experiencia que para el enfermo no hay bálsamo ni droga
que parezcan tan activos como los que en los botes de porcelana que los contienen llevan
en letras azules las palabras mágicas arabicum o indicum. Por su carácter de cosa selecta
y rara, y quizá también por lo elevado del precio, todo lo oriental ejercía una atracción
hipnótica en los europeos. Como en el siglo dieciocho lo francés, los atributos árabe,
persa, indostánico, se identificaban en la Edad Media con los conceptos de exuberante,
refinado, distinguido, cortesano, costoso y precioso. Ningún artículo tan apetecido como
la especiería. Era como si el aroma de las flores orientales hubiera enajenado con su
mágica influencia el alma de Europa.
Precisamente porque, con el aceite de la moda, es tanta la demanda, la mercancía
índica se mantiene a altos precios, que siguen subiendo. Hoy son poco menos que
incalculables las curvas de aquellos precios en continua alza, ya que todas las tablas caen
en lo abstracto, y es aún más fácil hacerse cargo de la loca supervaloración de las especias
por vía óptica, recordando que la misma pimienta que hoy hallamos a libre disposición
en cualquier mesa de onda, y que se prodiga como si fuera arena, al principio del segundo
milenario era contada por granos y casi tan apreciada al peso como la plata. Tan sólido se
consideraba su valor, que eran varios los Estados y ciudades que calculaban a base de
pimienta, como si fuera un metal noble: a cambio de pimienta se adquirían haciendas, se
pagaban dotes y se obtenía el derecho de ciudadanía; príncipes y ciudades cobraban
tributo en pimienta, y cuando en la Edad Media se quería ponderar la riqueza de un
hombre, se le motejaba de saco de pimienta. EI jengibre, la canela, la quina y el alcanfor
se pesaban en balanzas de orfebre o de boticario, tomando la precaución de cerrar puertas
y ventanas, no fuera que una corriente de aire aventara ni siquiera una dracma de polvo
precioso. Absurda podrá parecer hoy esta valorización, tanto como justificada la vemos
en cuanto consideramos las dificultades y el riesgo del transporte. Oriente y Occidente

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están en aquel entonces a una distancia imponderable entre sí. ¡Cuántas dificultades y
obstáculos tienen que vencer los buques, las caravanas, los carros en sus trayectos! ¡Que
odisea han de afrontar cada grano, cada flor, desde que se cosechan en el archipiélago
hasta que, llegados a la última playa, descansan sobre el mostrador del tendero europeo!
Ninguna de esas especias es en sí misma una rareza. Allá, a la otra parte del globo
terráqueo, crecen los tallos de canela, de Tídore, los clavos de Amboina, las nueces
moscadas de Banda, los arbustos de pimienta del Malabar, con la misma prodigalidad y
espontaneidad que los cardos en nuestro suelo, y allá en las islas malayas, un quintal de
ellos no tiene más valor que en Occidente lo que cabe de los mismos en una punta de
cuchillo. Pero la mercancía pasa de mano en mano, ¡y por cuántas ha de pasar hasta llegar,
a través de desiertos y mares, a las del consumidor! Como siempre, la primera mano es la
que peor se paga: el esclavo malayo que coge las flores frescas y, con los laces sobre su
morena espalda, las lleva al mercado, no recibe otro salario que el del propio sudor. Pero
su dueño ya empieza a sacar provecho del negociante mahometano que le compra su carga
y la lleva, en una mala embarcación a remo, bajo el incendio del sol, ocho, diez o más
días de las islas especiarias, hacia Malaca en las cercanías del actual Singapur . Aquí está
ya al acecho la primera araña dispuesta a sacar jugo; el señor del puerto, un poderoso
sultán, exige un tributo del negociante para la descarga. Una vez satisfecho el tributo, el
romántico producto puede ser transportado a otra embarcación más grande, y vuelve a
resbalar lentamente, impelido por el ancho remo o la vela cuadrilátera, de una a otra costa
índica. Transcurren meses en ese monótono avance, y vienen las esperas interminables,
cuando cae el viento bajo un cielo ardiente, sin nubes; y el esquivar los tifones y huir de
los corsarios... Trabajoso hasta lo indecible y rodeado de peligros es ese transporte a
través de dos, de tres mares tropicales; casi siempre, de cada cinco barcos sucumbe uno
por el camino, bajo la tormenta o el asalto de los piratas.
El comprador de la mercancía bendice a Dios cuando ha podido dar felizmente
la vuelta a Camboya y alcanza por fin Ormuz o Aden y, con ello, el paso a la Arabia feliz
o a Egipto. Pero no es menos deficiente la forma de fletamento que aquí empieza, ni
menos arriesgada. Largas hileras de millares de resignados camellos esperan en aquellos
puertos de transición. Dóciles a la señal de su dueño, se arrodillan, y un saco detrás de
otro, los haces de pimienta y de nuez moscada vienen sobre el lomo de aquellos barcos
de cuatro patas que oscilarán lentamente a través del mar de arena. Durante meses las
caravanas árabes llevan las mercancías indicas, por Basora, Bagdad y Damasco, y Beirut
yTrebisonda, o por Dsehidda al Cairo, nombres que resuenan con las maravillas de Las
mil y una noches. Antiquísimas son esas largas rutas a través del desierto, y familiares a
los mercaderes desde el tiempo de los faraones y de los bactrianos. Pero no menos las
conocen, por desgracia, los beduinos esos piratas del desierto . A veces un ataque osado
y rápido aniquila en un momento el fruto adquirido y defendido a duras penas durante
muchos meses. Lo que habría escapado felizmente a las tempestades de arena y a los
beduinos, tienta la codicia de otros: emires de Hedscha, sultanes de Egipto y Siria, que
exigen el tributo, y costosísimo por cierto, para cada fardo se calcula en cien mil ducados
lo que se recauda anualmente por derechos de pasaje de especias solamente en Egipto-.
Y por fin cuando el cargamento ha alcanzado la desembocadura del Nilo cerca de
Alejandría, le espera un nuevo usufructuario, y no el menos exigente, en la flota de
Venecia. Desde la pérfida abolición de la competidora Bizancio, la pequeña República de
Venecia se ha apropiado el monopolio del comercio oriental de las especias; la mercancía,
en vez de ir directamente a su destino, ha de pasar por el Rialto, donde los factores
alemanes, flamencos e ingleses la encarecen. Y de allí, en carros de anchas ruedas,
atravesarán las nieves y los hielos de los pasos alpinos, las mismas especias que dos años

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antes brotaban al sol tropical, hasta dejarlas en poder del tendero europeo y, por ende, en
manos del consumidor.
Por doce manos si no más así lo apunta melancólicamente Martín Behaim en su
famosa Esfera del Mundo de 1492 , ha de pasar usurariamente la especia Indica antes de
llegar a la última, la del consumidor. "Item, conviene saber que la especiería ha de pasar
por muchas manos antes de llegar a la venta en nuestra tierra." Ni aun siendo doce las
manos que se reparten la ganancia, se satisface cada una de ellas con el áureo jugo de las
especias indicas. A través de todos los riesgos y obstáculos, el comercio de la especiería
se considera el más lucrativo de los de la Edad Media, pues en él se reúnen el más pequeño
volumen y el margen más grande de beneficio. Si de cinco embarcaciones la expedición
de Magallanes es de esto un vivo ejemplo se pierden cuatro con su cargamento, y si de
los doscientos sesenta y cinco hombres que partieron vuelven sesenta y cinco, el mercader
no solamente no habrá perdido nada en el juego, sino que saldrá aún ganando: si de los
cinco barcos vuelve uno solo al cabo de tres años, su carga compensa con creces del
desastre, pues un solo saco de pimienta vale en el siglo xv más dinero que toda una vida
humana. ¡No es, pues, maravilla el que, con la gran oferta de menospreciadas vidas
humanas y la avasalladora demanda de especias, las cuentas se salden siempre a pedir de
boca! Los palacios de Venecia y los de los Fugger y Welser se construyeron casi
exclusivamente con dinero ganado en la especiería índica.
Pero la envidia va unida a los grandes beneficios como la herrumbre a la hoja de
acero. Todo privilegio será estimado por los otros como injusticia, y allí donde sólo un
pequeño grupo se enriquece en demasía, se forma inevitablemente una coalición de los
perjudicados. Hace muchos años que genoveses, franceses y españoles miran con
evidente animosidad a los más listos venecianos que han sabido captar los chorros del oro
en el Gran Canal, y con más enojo todavía vuelven los ojos hacia Egipto y Siria, donde
el Islam tiene echada una cadena infranqueable entre la India y Europa. No le es permitido
a ningún buque cristiano surcar el mar Rojo, ni a ningún comerciante le es lícito el paso;
todo el comercio índico queda rigurosamente limitado a las manos de los mercaderes
turcos y árabes, con lo cual no solamente sube inútilmente de precio la mercancía para
los consumidores europeos y se le hace imposible desde un principio toda ganancia al
comercio cristiano, sino que también se corre el riesgo de que todo el sobrante de metal
rico fluya hacia Oriente, ya que las mercancías europeas no tienen, ni con mucho, el valor
de trueque alcanzado por las preciosas materias índicas. Bastaba este sensible déficit
comercial para que la impaciencia de Occidente aumentase cada vez más, ansiosa de
sustraerse al ruinoso y rebajante dominio, hasta que las energías hallaron su punto de
convergencia. Las Cruzadas no fueron solamente como románticamente se ha
interpretado un intento puramente místico para arrebatar a los infieles la tierra donde se
erige el Santo Sepulcro; esta primera coalición cristiano europea representaba asimismo
el primer esfuerzo lógico y ordenado conscientemente para echar abajo aquella barrera
que vedaba el mar Rojo, y franquear a Europa y a la cristiandad el comercio con Oriente.
Como este golpe se frustró y, no pudiendo arrebatar Egipto a los mahometanos, el Islam
continuaba atajando el camino de la India, se despertó el deseo de encontrar otro camino
libre, independiente. El valor que dio el impulso a Colón para explorar hacia Occidente,
a Bartolomé Díaz y a Vasco de Gama hacia el Sur, y a Cabot al Norte, hacia el Labrador,
nació, ante todo, de la voluntad de descubrir, por fin, en beneficio del mundo occidental,
una ruta marítima libre, sin pago de derechos, quebrantando así la ignominiosa
prepotencia del Islam.
En todo descubrimiento o invención hay un estímulo moral, una fuerza alada del
espíritu; pero, muy en general, lo que da el empuje definitivo hacia la realización es la
conciencia de unos móviles materiales. Cierto que el rey y sus consejeros se hubieran

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entusiasmado, en todo caso, con la atrevida idea que encerraban los propósitos de Colón
y de Magallanes de buscar un mundo nuevo; pero nunca el dinero necesario para sus
planes hubiera corrido el riesgo, nunca los príncipes y los especuladores hubieran armado
y puesto a su disposición una flota, sin la perspectiva de poder sacar enormes réditos de
la suma empleada en el viaje de descubrimiento. Detrás de los héroes de aquella edad de
los descubrimientos se movían como fuerzas impulsivas los negociantes; también este
primer impulso heroico hacia la conquista de un mundo partía de fuerzas muy terrenales.
En el principio eran las especias...” (Stefan Zweig, Magallanes, 1999: 9-15)
TEXTO 21: “Descubrir lo desconocido no es una especialidad de Simbad, de
Erico el Rojo o de Copérnico. No hay un solo hombre que no sea un descubridor. Empieza
descubriendo lo amargo, lo salado, lo cóncavo, lo liso, lo áspero, los siete colores del arco
iris y las veintitantas letras del alfabeto; pasa por los rostros, los mapas, los animales y
los astros; concluye por la duda o por la fe y por la certidumbre casi total de su propia
ignorancia.” (Borges, “Prólogo” a Atlas, 1984)
TEXTO 22: “Nos sentimos como iluminados por una aurora, nuestro corazón
desborda de sorpresa, de presentimientos, de reconocimiento de esperanza. Pensamos:
por fin se nos hace abierto el horizonte, podemos lanzarnos a tumba abierta; por fin nos
están permitidos todos los desafíos del conocimiento; por fin ante nosotros aparece el
mar en toda su grandeza.” (Friedrich Nietzsche, La Gaya Ciencia, Edimat Libros, S.A,
Madrid, 2010, pág., 178)
TEXTO 23: “Cuando en 1882, Nietzsche finalizaba el Gay saber, su India
desconocida se había transformado en realidad: pensaba haber desembarcado en las costas
de un mundo ignorado, formidable, sin nombre, del cual todavía nada sabía, salvo que se
hallaba ahí lo que el pensamiento puede atacar o destruir. Creía haber colocado un océano
infranqueable entre él y toda posibilidad de refutación intelectual, y se imaginaba
encontrar una tierra virgen, situada más allá de toda crítica. Oímos cómo resuena el júbilo
altivo de esta certidumbre en los versos que escribió, a modo de dedicatoria, en mi
ejemplar del Gay saber:
El nuevo Colón
"No te fíes nunca, amiga mía,
de un genovés" -así Colón decía-;
todos ellos sepultan con codicia
en los mares lejanos la mirada.
A mí sólo me gustan las remotas,
desconocidas y extranjeras playas.
Génova desaparece allá a lo lejos.
¡Se hiela el corazón! ¡Mano a la barra!
Ante mí el mar sin fin. ¿Cuándo la imagen
surgirá de la tierra codiciada?
¡A pie firme esperemos impacientes!
Es imposible ya la retirada.
Arriba, en el espacio, nos saludan,
agitando las alas:
una dicha común, la misma muerte,
y, al fin, la misma fama.
Pero se equivocaba con respecto a la novedad del continente que había
descubierto. No estaba ubicado "más allá de todos los mundos conocidos". Su error estaba
del lado opuesto al de Colón, quien, buscando un mundo antiguo, descubrió uno nuevo.
Ya que Nietzsche, habiendo realizado la vuelta a la tierra sin darse cuenta, había ido a
parar a la costa opuesta que creía irrevocablemente haber abandonado el día en que se

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había alejado a la metafísica.” (Lou Andreas Salomé, Nietzsche, México, Juan Pablos
Editor, 1985)
TEXTO 24: “La Odisea narra la historia del único superviviente en una colosal
empresa de corrupción. Los compañeros de Ulises, de alguna manera, se van quedando
prendidos por el camino. Comen lo que no deben, tocan lo que no deben, se apoderan de
lo que no deben y se van quedando (...) Si de todos los hombres que salen de Troya rumbo
a Ítaca sólo Ulises llega a su destino es porque de todos ellos es el único que no ha perdido
la memoria.” (Alba Rico, Leer con niños, 2013: 240).
TEXTO 25: “Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
o al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones ni a Cíclopes,
ni al fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.


Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en la memoria.


llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te regaló un hermoso viaje.


Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.

Aunque pobre la encuentres, no te engañara Ítaca.


Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Ítacas.”
(Costantino Cavafis, “Ítaca” (1911), en Poesías completas, trad. De José María
Álvarez, Hiperión, Madrid, 1981, pp. 46-47)

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TEXTO 26: “Deseábamos ver todo lo que nuestros ojos pudieran abarcar,
pensar todo lo posible, y aparte de eso, construir alguna clase de estructura, imitando la
realidad observada. Sabíamos que lo que viéramos, anotáramos y construyéramos sería
desfigurado, como se desfiguran todos los conocimientos, primero por la presión
colectiva y la corriente de nuestra época y raza, y luego por el empuje de nuestras
personalidades individuales. Pero sabiendo eso, quizá no cayéramos en demasiados
errores… podríamos mantener un cierto equilibrio entre nuestra imaginación y la realidad
externa. La identificación de estas dos cosas toma algo de cada una de ellas. Por ejemplo:
el pez sierra Mexicano tiene XVII-15-IX picos vértebras en su espina dorsal. Pueden
contarse fácilmente. Pero si dicho pez tira fuerte del anzuelo hasta que nuestras manos
arden, si lucha y casi se escapa, y al fin sale a la superficie dando coletazos al aire, ha
pasado a ser una nueva exterioridad relacional, una entidad que es más que la suma del
pez más el pescador. El único modo de contar las espinas del pez sierra, sin que esté
afectado por esta segunda realidad relacional, es iniciar un laboratorio, abrir un frasco de
olor nauseabundo, sacar un pez tieso y descolorido de la solución de formol, contar las
espinas y escribir la verdad: D-XVII-15-IX. Entonces habrás anotado una realidad que no
puede ser atacada… probablemente la realidad menos ipmortante concerniente al pez o a
ti mismo. Es bueno saber lo que estás haciendo. El hombre con su pez en conserva ha
escrito una verdad y ha registrado en su experiencia muchas mentiras. El pez no es de ese
color, de esa contextura, no muere así, no huele de esa manera. (…) Decidimos ir con los
ojos doblemente abiertos, de modo que al final pudiéramos describir al pez sierra así: D.
XVII-15-IX; A. II-15-IX. Pero deseábamos también ver al pez vivo y nadando, notarle
tirando del anzuelo, arrastrarlo por la borda y por fin comerlo. Y no existe razón por la
que estas dos medidas sean inexactas. Quizá, pensamos, de ambas aproximaciones
pudiera salir un retrato más completo. Así que fuimos.” (John Steinbeck, Por el mar de
Cortés, Península, Barcelona, 2015, pp. 8-9)
TEXTO 27: “los sabios” americanos “sólo tratan de interés y ganancia, que es
a lo que acá los trajo su voluntad; y es de tal modo, que el que más docto viene se vuelve
más perulero”. (Mexía Fernangil, Heroidas, “Advertencia al lector”)
TEXTO 28: “Desde mi temprana juventud alentó en mí el afanoso deseo de
recorrer tierras lejanas, poco visitadas por europeos. El estudio de los mapas y el examen
de los libros de viajes me provocaban una secreta fascinación que a veces llegaba a ser
casi irresistible.” (cit. en De Botton, El arte de viajar, 2005: 137)
TEXTO 29: “Humboldt fue uno de esos prodigios del mundo, como Aristóteles,
como Julio César, como el Admirable Crichton, que surgen de vez en cuando como para
mostrarnos las posibilidades de la mente humana, la fuerza y la envergadura de nuestras
facultades; fue, en suma, un hombre universal.” (Emerson, cit. en De Botton, El arte de
viajar, 2005: 138)
TEXTO 30: “La concatenación de interrogantes que desembocara en la
curiosidad de Humboldt acerca de una mosca en la cornisa de diez pulgadas del monte
Chimborazo en junio de 1802 se remontaba muy atrás, a sus siete años, cuando siendo
niño en Berlín visitó a unos parientes en otra parte de Alemania y se preguntó a sí mismo:
“¿Por qué no crecen las mismas cosas en todos los sitios?” (…) Su curiosidad se vio
estimulada por otros. PuSieron a su servicio una biblioteca de obras sobre la naturaleza,
un microscopio y tutores entendidos en botánica.” (De Botton, 2005: 158)
TEXTO 31: “Cabe concebir la curiosidad como compuesta por cadenas de
pequeñas preguntas que se van propagando, a veces hasta muy lejos, a partir de un foco
central integrado por un manojo de cuestiones categóricas y de envergadura.” (De Botton,
El arte de viajar, 2005: 153)

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TEXTO 32: “¿Por qué existe el bien y el mal? ¿”cómo opera la naturaleza? ¿por
qué yo soy yo? (…) “Si las circunstancias y el temperamento lo permiten, durante la
adultez seguimos edificando sobre estos interrogantes, nuestra curiosidad abarca regiones
cada vez más vastas del mundo hasta que, en un determinado momento, podemos alcanzar
ese costoso estadio en el que nada nos aburre. Las grandes cuestiones categóricas llegan
a conectarse a otras menores, esotéricas en apariencia. Acabamos por preguntarnos acerca
de las moscas en las laderas de las montañas o sobre un determinado fresco en la pared
de un palacio del siglo XVI.” (De Botton, El arte de viajar, 2005: 155)
TEXTO 33: “¿Cuántos nuevos descubrimientos, cuántas nuevas experiencias se
han alumbrado, para ayudar a la mente a penetrar más allá de esos límites en que la
barbarie de los siglos precedentes retenía encerradas a las luces? Sin embargo, se puede
dudar con razón si la religión ha recibido grandes ventajas de todas esas hermosas
investigaciones; y si no ha perdido en ellas más que ganado...” (Isaac Jaquelot,
Disertación sobre la existencia de Dios, s. XVII, cit. en Paul Hazard, p. 362)
TEXTO 34: “Aún no acababa cuando una figura
se nos muestra en el aire fuerte y válida,
de disforme y grandísima estatura,
el rostro ensombrecido y barba escuálida;
hundida la mirada, la postura
horrible, y de color terrosa y pálida,
sucios cabellos crespos, mal lucientes,
negra la boca y amarillos los dientes.

Tan grande era de miembros, que pudiera


certificarte que este era un segundo
coloso, cual en Rodas se viera
y que una maravilla fue del mundo.
El tono de su voz tan horrendo era,
que pareció salir del mar profundo.
las carnes y cabellos se erizaban
a cuantos lo veían y escuchaban.”
(Luis Vaz de Camoes, Los Lusíadas, trad. Ildefonso Manuel Gil, Planeta,
Barcelona, 1982, Canto V, estancias 37-38)
TEXTO 35: “tú que de guerras crueles con ser tantas,
y de trabajos vanos no reposas,
pues los vedados límites quebrantas
y navegar mis anchos mares osas
que tanto tiempo tengo yo guardados
y por leños ningunos nunca arados;

pues quieres ver secretos escondidos


de la Natura y húmedo elemento,
a ningún gran humano concedidos
de noble o inmortal merecimiento,
oye de mí los daños que ofrecidos
están a tu mortal atrevimiento
por todo el ancho mar y por la tierra
que aún has de sojuzgar con dura guerra.
(…)
Y no acabará en esto solo el daño

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de vuestra muy porfiada confianza;
veréis en vuestras naves, pues, cada año
si a futura verdad mi juicio alcanza,
naufragios, perdiciones, de tal suerte
que el menor mal de todos sea la muerte.”
(Luis Vaz de Camoes, Los Lusíadas, trad. Ildefonso Manuel Gil, Planeta,
Barcelona, 1982, Canto V, estancias 41-42 y 44)
TEXTO 36: “[El] mar se alborozó en tanta manera que parecía claramente
querer vengar las injurias que teníamos hechas a su Creador. Y jugaban las ondas furiosas
con nuestra nao como una cáscara de nuez (…), [y entraban] redondas rompiendo dentro
del combés, llevando de un bordo a otro cajas [y] todo lo que hallaban, hasta a unos
animales que ahí [estaban y] que fundían la nave a bramidos.” (Miguel Torres, 1562, cit.
en Soler, “Ventura en los cabos de la carreira de índias”, La aventura, 2016, pp. 70-71)
TEXTO 37: “toda la desgracia de los hombres procede de una sola cosa, que es
no saber permanecer en reposo en una habitación.” (Blaise Pascal, Pensamientos, § 136)
TEXTO 38: “Por otra parte, el cura volvía a la intolerancia, al fanatismo, decía
Homais; anatemizaba el espíritu del siglo, y no se olvidaba, cada quince días, en el
sermón, de contar la agonía de Voltaire, el cual murió devorando sus excrementos, como
sabe todo el mundo.” (Gustave Flaubert, Madame Bovary, Cátedra, Madrid, 2002, p. 426)
TEXTO 39: “todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano,
y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de
existencia y sus relaciones recíprocas..." (Marx, Manifiesto comunista, 1848)
TEXTO 40: “¿Cuántos nuevos descubrimientos, cuántas nuevas experiencias se
han alumbrado, para ayudar a la mente a penetrar más allá de esos límites en que la
barbarie de los siglos precedentes retenía encerradas a las luces? Sin embargo, se puede
dudar con razón si la religión ha recibido grandes ventajas de todas esas hermosas
investigaciones; y si no ha perdido en ellas más que ganado...” (Isaac Jaquelot,
Disertación sobre la existencia de Dios, s. XVII, cit. en Paul Hazard, p. 362)
TEXTO 41: “El pino aún no había sido derribado en sus montes de origen, ni
había descendido hasta las aguas transparentes para recorrer el universo desconocido, y
los seres humanos no conocían más riberas que las propias.” (Ovidio, Metamorfosis, 1,
93-98)
TEXTO 42: “Este bárbaro del norte se creía que recorrió el mundo griego como
una especie de filósofo moral itinerante a comienzos del siglo VI a.C.” (174) Existen
numerosas anécdotas que escenifican su rechazo de la navegación. Por ejemplo: “A uno
que le preguntó qué naves eran más seguras, le erspondió: “Las que están en el puerto”.
(…) Preguntándole uno si eran más los vivos que los muertos, respondió: “¿En qué clase
de esas dos ponen los navegantes?” (Diógenes Laercio, Vidas de filósofos ilustres, 1)
TEXTO 43: “[En la época primitiva] la ciencia maldita de la navegación andaba
oculta y descuidada; entonces, además, la escasez de alimentos entregaba cuerpos
extenuados a la muerte: ahora por el contrario la abundancia trae naufragios”. (Lucrecio,
De Rerum Natura 5, 1004-1008)
TEXTO 44: “¡Qué acción tan valerosa haber creado al hombre! [se burla] ese
ser de ojos curiosos y lengua jactanciosa. […] Porque llevará sus pensamientos intrigantes
hasta los confines de la Tierra. [Estos hombres] extenderán sus manos audaces y siempre
atareadas a orillas de los mares. Cortarán los bosques y los guiarán [como barcos] por los
océanos, de costa en costa, hasta las tierras más lejanas.” (Corpus hermeticum, Gredos,
Madrid, vol. IV, fragm. 23)
TEXTO 45:

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(Ilustración de La nave de los locos, de Sebastian Brandt, 1494)

TEXTO 46:

“La nave de los locos” del Bosco (circa 1490-1504)

TEXTO 47: “A mi parecer sobra de codicia y falta de cordura inventaron el arte


de navegar (…) todos los animales huyen no por más de por huir la muerte, sólo el hombre
navega en muy gran perjuicio de su vida.” (Guevara, Menosprecio de corte y alabanza
de aldea, 1984: 325)
TEXTO 48: “Ni miento ni me arrepiento de lo que digo, y es que si no hubiese
en los corazones de los hombres codicia no habría sobre las mares flota” (Guevara,
Menosprecio de corte y alabanza de aldea, 1984: 325)
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TEXTO 49: “¿Cómo loaremos a nuestro siglo de no ser codicioso ni avaro, pues
el oro y la plata, no sólo no lo echan en las aguas, más aun van por ello a las Indias? De
viña tan helada, de árbol tan seco, de fruta tan gusanienta, de agua tan turbia, de pan tan
mohoso, de oro tan falso y de siglo tan sospechoso no hemos de esperar sino desesperar.”
(Guevara, Menosprecio de corte y alabanza de aldea, 1984: 158-159).
TEXTO 50: “las Indias, refugio y amparo de los desesperados de España, iglesia
de los alzados, salvoconducto de los homicidas, palas y cubierta de los jugadores (a quien
llaman ciertos los peritos en el arte), añagaza general de mujeres libres, engaño común de
muchos y remedio particular de pocos” (Cervantes, El celoso extremeño).
TEXTO 51: “¡Oh gloria de mandar, vana codicia
de vanidad a que llamamos fama!
¡Oh fraudulento gusto que propicia
el aura popular, que honra se llama!
¡Qué castigo tamaño y qué justicia
haces al pecho vano que a ti te ama!
¡Qué muertes, qué peligros, qué tormentas,
qué crueldades en él experimentas!
(…)
¿A qué nuevos desastres determinas
conducir a este reino y a esta gente?
¿Qué peligros, qué muertes les destinas
oculta en algún nombre preeminente?
¿Qué promesas de reinos y de minas
de oro, que les darás tan fácilmente?
¿Qué fama les prometes y qué historias,
qué triunfos y qué palmas y victorias?”
(Luiz Vaz de Camoes, Los Lusíadas, trad. Ildefonso Manuel Gil, Barcelona,
Planeta, 1982, canto IV, estancias 95-97)
TEXTO 52: “¡Oh incurable mal! ¡oh gran fatiga,
con tanta diligencia alimentada!
¡Vicio común y pegajosa liga,
voluntad sin razón desenfrenada,
del provecho y bien público enemiga,
sedienta bestia, hidrópica, hinchada,
principio y fin de todos nuestros males!
¡oh insaciable codicia de mortales!

No en el pomposo estado a los señores


contentos en el alto asiento vemos,
ni a pobrecillos bajos labradores
libres desta dolencia conocemos;
ni el deseo y ambición de ser mayores
que tenga fin y límites sabemos:
el fausto, la riqueza y el estado
hincha, pero no harta al más templado.
(…)
Ésta fue quien halló los apartados
indios de las antárticas regiones;
por ésta eran sin orden trabajados
con dura imposición y vejaciones”

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(La Araucana, Canto III, t. I, p. 174-175)

TEXTO 53: “Volved, volved en vos, no deis oído


a sus embustes, tratos y marañas,
pues todas se enderezan a un partido
que viene a deslustrar vuestras hazañas;
que la ocasión que aquí los ha traído
por mares y por tierras tan estrañas
es el oro goloso que se encierra
en las fértiles venas desta tierra.

Y es un color, en apariencia vana


querer mostrar que el principal intento
fue el estender la religión cristiana,
siendo el puro interés su fundamento;
su pretensión de la codicia mana,
que todo lo demás es fingimiento,
pues los vemos que son más que otras gentes
adúlteros, ladrones, insolentes.”
(La Araucana, Canto XXIII, t. I, p. 138)

TEXTO 54: “Pero dejó el camino provechoso


y, descuidado dél, torció la vía,
metiéndose por otro, codicioso,
que era donde una mina de oro había”
(Ercilla, La Araucana, canto II, t. I, p. 173)

TEXTO 55: “La sincera bondad y la caricia


de la sencilla gente destas tierras
daban bien a entender que la cudicia
aún no había penetrado aquellas sierras;
ni la maldad, el robo y la injusticia
(alimento ordinario de las guerras)
entrada en esta parte habían hallado
ni la ley natural inficionado.

“Pero luego nosotros, destruyendo


todo lo que tocamos de pasada,
con la usada insolencia el paso abriendo
les dimos lugar ancho y ancha entrada;
y la antigua costumbre corrompiendo,
de los nuevos insultos estragada,
plantó aquí la codicia su estandarte
con más seguridad que en otra parte."
(Canto XXXVI, t. II, p. 381).

TEXTO 56:

16
Minas de Serra Pelada, Brasil (Foto de Sebastiao Salgado)

TEXTO 57: “El que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho.”
(Cervantes, Quijote, II, xxv)
TEXTO 58: Tras ser desterrado, Diógenes exclamó: « “¡No estuvo tan mal!”,
porque comenzó a filosofar después del destierro» (Plutarco, “Sobre la paz del alma”,
Moralia, Gredos, 1995: vi, § 467 c, p. 124).
TEXTO 59: «…algunos hicieron, como Diógenes y Crates, del destierro de la
patria y de la pérdida de riquezas viático para el ocio y para la filosofía.» (Plutarco, “Cómo
sacar provecho de los enemigos”, Moralia, Gredos, 2008: ii, § 87a, p. 309)
TEXTO 60: Cuando se le preguntó a Diógenes de dónde era, respondió: “Soy
ciudadano del mundo, (pues) la única verdadera ciudadanía es la que se extiende al mundo
entero.” (Diógenes Laercio, VI, 72) e hizo un elogio del exilio (Laercio, VI, 63)
TEXTO 61: “El íntimo origen del libro que aquí veis se me aparece a mí mismo
con toda claridad. Nació de un sentimiento algo insólito, pero muy penetrante: la
vergüenza.” (Zweig, 1999: 5) Explica que en un viaje a América del Sur, en un
trasatlántico, al séptimo u octavo día “me sorprendí en flagrante impaciencia. Siempre el
mismo cielo azul y el mismo mar azul en calma”. (Zweig, 1999: 5) Entonces siente
vergüenza: “¡Acuérdate, impaciente; acuérdate, descontentadizo, cómo era en otro
tiempo! Compara un momento este viaje de hoy con los de antaño, sobre todo con los
primeros viajes de aquellos temerarios que descubrieron, en beneficio nuestro, estos
mares inmensos y un mundo nuevo, y avergüénzate en su memoria. Intenta
representártelos partiendo en sus frágiles barcas de pescador hacia lo desconocido,
ignorantes de los derroteros, perdidos en lo infinito, continuamente expuestos al peligro,
al capricho de las inclemencias del tiempo y a todas las torturas de la escasez. Sin luz en
la noche, sin más bebida que el agua tibia de las cubas y la que recogieran de las lluvias;
sin más comida que la sosa galleta y el tocino rancio, y aun faltos días y días de esta
somerísima alimentación. Ni una cama, ni el oasis de una tregua, infernal el calor, sin
misericordia el frío, y además la conciencia de la soledad, del desamparo en el desierto
cruel del agua. Allá, en los hogares, durante meses y años, nadie sabía dónde estaban; ni
ellos mismos sabían adónde iban. La escasez era su compañera, la Muerte los cercaba de
noche y de día en mil formas, por mar y tierra; no podían esperar más que peligros, así de
los hombres como de los elementos, y durante meses y años la soledad más espantosa
rodeaba sus míseras embarcaciones. Sabían que nadie saldría a su socorro, que no
encontrarían un solo barco durante meses y meses en aquellas aguas no surcadas, que

17
nadie los sacaría del apuro y del peligro, ni podrían hacer saber su muerte, su fracaso. Así
revivían en mi interior los primeros viajes de los conquistadores del mar, y hube de
avergonzarme de mi impaciencia.” (Zweig, Magallanes, 1999: 6-7)
TEXTO 62: “Miradme, no tengo casa ni patria ni hacienda ni esclavos; duermo
en el suelo; ni mujer, ni hijos ni un mal palacio del gobernador; sino la tierra y el cielo y
un mal manto. ¿Y qué me falta? ¿No vivo sin penas, sin temores, no soy libre?” (Epicteto,
Disertaciones por Arriano, III; xxii)
TEXTO 63: “Los únicos pensadores griegos auténticamente caminantes fueron
los cínicos. Siempre errantes, vagabundeaban, callejeaban. Como perros. Siempre estaban
por los caminos, de ciudad en ciudad, de plaza pública en plaza pública. (…) Pues el
caminante es rey: la tierra es su dominio. Lo necesario, una vez conquistado, no falta
nunca, pues está en todas partes y es de todos como no es de nadie. De ahí esa última
inversión, la pobreza se torna riqueza. Después de todo –era ya una demostración
epicúrea-, rico es aquel que no carece de nada. Y el cínico no carece de nada, pues ha
hallado el gozo de lo necesario: la tierra para descansar el cuerpo, el alimento que
encuentra en su vagabundear, el cielo estrellado como techo, las fuentes para saciar su
sed.” (Frédéric Gros, Andar, una filosofía, 2015: 140 y 147)
TEXTO 64: “…en numerosas actividades y deportes la alegría proviene de la
transgresión de la gravedad, de la victoria sobre esta: mediante la velocidad, la elevación,
el impulso y la invitación a la superación vertical. Pero caminar, al contrario, es
experimentar a cada paso la gravedad, la imantación inexorable de la tierra. (…) no se
trata de transgredir la gravedad, sino de realizarla. La marcha nos recuerda así sin cesar
nuestra finitud: cuerpo pesado de necesidades toscas, clavado al suelo definitivo. Caminar
no es elevarse, no es engañar a la gravedad, no es hacerse ilusiones, mediante la velocidad
o la elevación, sobre nuestra condición mortal, sino más bien efectuarla a través de esa
exposición a la solidez del suelo, a la fragilidad del cuerpo y a ese movimiento lento de
hundimiento. Caminar es exactamente resignarse a ser ese cuerpo que camina, inclinado.
Pero lo asombroso es que esa resignación lenta, ese inmenso cansancio nos dan la alegría
de ser. De no ser más que eso, desde luego, pero en armonía absoluta. Nuestro cuerpo de
plomo, a cada paso vuelve a caer sobre la tierra, como para volver a arraigar en ella. La
marcha es una invitación a morir de pie.” (Frédéric Gros, Andar, una filosofía, 2015: 196-
197)
TEXTO 65: “Ô Mort, vieux capitaine, il est temps! levons l'ancre!
Ce pays nous ennuie, ô Mort! Appareillons!
Si le ciel et la mer sont noirs comme de l'encre,
nos coeurs que tu connais sont remplis de rayons!

Verse-nous ton poison pour qu'il nous réconforte!


Nous voulons, tant ce feu nous brûle le cerveau,
plonger au fond du gouffre, Enfer ou Ciel, qu'importe?
Au fond de l'Inconnu pour trouver du nouveau !”
(Charles Baudelaire, “Le voyage”, Les fleurs du mal, 1957)

Traducción:
“¡Oh, Muerte, venerable capitana, ya es tiempo! ¡Levemos el ancla!
Esta tierra nos hastía, ¡oh, Muerte! ¡Aparejemos!
¡Si el cielo y la mar están negros como la tinta,
nuestros corazones, a los que tú conoces, están radiantes!

¡Viértenos tu veneno para que nos reconforte!

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Este fuego tanto nos abraza el cerebro, que queremos
sumergirnos en el fondo del abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa?
¡Hasta el fondo de lo Desconocido, para encontrar lo nuevo!”
(Charles Baudelaire, “El viaje”, Las flores del mal, 1957)
TEXTO 66: “La diversidad de maneras de una nación a otra sólo me afecta por
el placer de la variedad.” (Montaigne, Ensayos, III, ix, 944)
TEXTO 67: “El señor de Montaigne, para probar completamente la diversidad de
costumbres y maneras, se dejaba servir en todas partes al modo de cada país, aunque
encontrara alguna dificultad.” (Montaigne, Diario de viaje, 2010: 110)
TEXTO 68: “¿Cuál ingenio mortal sabrá comprehender tanta diversidad de
lenguas, de hábitos, de costumbres en los hombres destas Indias? ¿Tanta variedad de
animales, así domésticos como salvajes y fieros? ¿Tanta multitud innarrable de árboles,
copiosos de diversos géneros de frutas, y otros estériles, así de aquellos que los indios
cultivan, como de los que la Natura, de su propio oficio, produce sin ayuda de manos
mortales? ¿Cuántas plantas y hierbas útiles y provechosas al hombre? ¿Cuántas otras
innumerables que a él no son conocidas, y con tantas diferencias de rosas e flores de
olorosa fragancia? ¿Tanta diversidad de aves de rapiña y de otras raleas? ¿Tantas
montañas altísimas y fértiles, e otras tan diferenciadas e bravas? ¿Cuántas vegas y
campiñas dispuestas para la agricultura, y con muy apropiadas riberas? ¿Cuántos montes
más admirables y espantosos que Etna o Mongibel, y Vulcano, y Estrongol; y los unos y
los otros debajo de vuestra monarquía?” (Fernández de Oviedo, Historia natural y
general de las indias, “Prefacio”, libro 1)
TEXTO 69: “El primer significado de peregrinus es el de extranjero, exiliado.
Originariamente, el peregrino no es el que va a alguna parte (Roma, Jerusalén, etcétera.),
sino ante todo el que no está en su casa allí donde camina. De otro modo es un caminante
que toma el aire y da unos pasos por el entorno, para hacer la digestión; o el propietario
que, los domingos, recorre a pie sus posesiones. Pero el peregrino, en cambio, no está
nunca en su casa allí donde camina: es un extranjero. Así también, dicen los padres de la
Iglesia, estamos nosotros en la tierra, como en país de tránsito, y habría que ver siempre
nuestra casa como el refugio de una noche, nuestros bienes como un petate del que
liberarse, y nuestros amigos, como personas conocidas al borde de los caminos.” (Gros,
Andar, una filosofía, 2015: 117)
TEXTO 70: “Había que exaltar por supuesto la xeniteia (la condición de
extranjería en el mundo), pero sin ponerla de manifiesto mediante un vagabundeo
sospechoso: basta el simple retiro contemplativo.” (Gros, Andar, una filosofía, 2015: 118)
TEXTO 71: “En el caso de Roma y de Jerusalén, ambas ciudades poseen una
intensidad mística tal que el camino para llegar hasta ellas nunca puede ser más que una
larga serie, casi indiferente, de señales, de mediaciones. El lugar en sí irradia de tal manera
que quema la singularidad de las etapas que llevan hasta él. (…) No se habla del camino
de Roma o de Jerusalén como se habla de los caminos de Santiago. La intensidad mística
de la tumba no es tan fuerte ni tan resplandeciente como para sumir en la noche el largo
camino que llega hasta ella. Al contrario, lo ilumina. Santiago de Compostela corona el
viaje, pero no lo anula. Lo que precisamente explica el éxtio de esta peregrinación es tanto
el camino en sí como el destino final. La grandeza mística de la peregrinación de Galicia
estriba en que supo sacralizar el camino tanto como el santuario.” (Frédéric Gros, Andar,
una filosofía, 2015: 127)
TEXTO 72: “Where the remote Bermudas ride
In th’ ocean’s bosom unespy’d,
From a small boat, that row’d along,
The list’ning winds receiv’d this song.

19
What should we do but sing his praise
That led us through the wat’ry maze
Unto an isle so long unknown,
And yet far kinder than our own?
Where he the huge sea-monsters wracks,
That lift the deep upon their backs,
He lands us on a grassy stage,
Safe from the storm’s and prelates’ rage.
He gave us this eternal spring
Which here enamels everything,
And sends the fowls to us in care,
On daily visits through the air.
He hangs in shades the orange bright,
Like golden lamps in a green night;
And does in the pomegranates close
Jewels more rich than Ormus shows.
He makes the figs our mouths to meet
And throws the melons at our feet,
But apples plants of such a price,
No tree could ever bear them twice.
With cedars, chosen by his hand,
From Lebanon, he stores the land,
And makes the hollow seas that roar
Proclaim the ambergris on shore.
He cast (of which we rather boast)
The Gospel’s pearl upon our coast,
And in these rocks for us did frame
A temple, where to sound his name.
Oh let our voice his praise exalt,
Till it arrive at heaven’s vault;
Which thence (perhaps) rebounding, may
Echo beyond the Mexic Bay.

Thus sung they in the English boat


An holy and a cheerful note,
And all the way, to guide their chime,
With falling oars they kept the time.”
(Andrew Marvell, “Bermudas”, Miscellaeous Poems, 1681) =

Traducción:
“Allí donde, lejanas, las Bermudas cabalgan
el seno nunca espiado del Océano,
desde un pequeño bote, que se movía a remo,
los vientos al acecho reciben este canto:
¿Qué hacer sino entonar las alabanzas
de Quien nos abre el laberinto undoso
hacia una isla por siglos ignorada,
y más acogedora que la nuestra?
Donde se hundieron los gigantes monstruos,

20
marítimos atlantes del abismo.
en una herbosa escena nos dio tierra,
a salvo de tormentas y furia de prelados.
Nos regaló esta eterna primavera,
que aquí todo lo esmalta.
para servirnos envió a las aves,
en diarias visitas por el aire.
en la sombra colgó la fúlgida naranja,
dorada luminaria en verde noche.
Gemas más ricas guarda en la granada
que rubíes Ormuz, pródigo, ostenta;
acerca a nuestras bocas el higo sazonado,
Y a nuestros pies arroja los melones.
con los cedros del Líbano, elegidos
por su mano, hizo ubérrima esta tierra.
Da ostentación de ámbar a la orilla
del hueco mar que ruge tempestades;
y siembra –último orgullo de los hombres-
la evangélica perla, por las playas.
Labró para nosotros en la roca
un templo que resuene con su nombre.
¡Oh! Alcemos nuestra voz en alabanzas
hasta tocar la bóveda celeste,
desde donde, tal vez, el eco repercuta
y vuele mas allá del mejicano golfo.
Así cantaban en la nave inglesa
su santa y jubilosa melodía.
y navegando, el ritmo de su canto
sostenían los golpes de los remos.”
(Traducción de Maurice y Blanca Molho, en Poetas ingleses
metafísicos del siglo XVII, Barral, Barcelona, 1970)
TEXTO 73: “Junto a los peregrinajes religiosos cabe contar también los
intercambios de monjes de un monasterio a otro, los desplazamientos comerciales, las
cruzadas, las guerras, etc. Como ya hemos señalado, el peregrinaje puede ser secular. Tal
sería el caso de los funcionarios que al desplazarse por el territorio e ir encontrándose con
personas que comparten con ellos su mismo idioma y códigos administrativos, van
formándose una idea de intercambiablidad dentro del país y de no intercambiabilidad
fuera del mismo, condición necesaria para el surgimiento de toda conciencia de
comunidad. A diferencia del español, el funcionario criollo sufría una doble inmovilidad,
vertical –había cargos a los que no podía acceder- y transversal –no podía pasar de ser
funcionario de una determinada colonia a serlo de otra-. Aun así, el funcionario criollo sí
tenía la experiencia del peregrinaje secular dentro de su propia unidad territorial
administrativa.” (Bernat Castany Prado, reseña de Comunidades imaginadas, de Benedict
Anderson)
TEXTO 74: “Los primeros barcos portugueses que salían del Tajo hacia la
lejanía incógnita habían servido al descubrimiento; los segundos procuraban establecer
relaciones comerciales con los nuevos territorios descubiertos, en un plan pacífico. La
tercera flota ya presenta en su equipo un carácter guerrero. Este triple ritmo caracterizará
toda la época colonizadora que empezaba en 25 de marzo de 1505. Durante siglos se
repetirá el mismo proceso: primero se erigirá la factoría; luego, la fortificación para su

21
pretendido amparo. Al principio se negociará pacíficamente con los dominados
indígenas; después, así que se disponga de un numero suficiente de soldados, se les
tomarán las tierras y, con ellas, toda la mercancía. Diez años han pasado apenas y
Portugal, en medio de sus nacientes prosperidades, ya no se acuerda de que su única
ambición era tener una modesta participación en el comercio de las especias de Oriente.”
(Zweig, Magallanes, 1999: 29)
TEXTO 75: “¡Cuántas tierras corrí, cuántas naciones
hacia el helado norte atravesando,
y en las bajas antárticas regiones
el antípoda ignoto conquistando!1
Climas pasé, mudé constelaciones
golfos innavegables navegando,
estendiendo, Señor, vuestra corona
hasta casi la austral frígida zona.”
(Ercilla, Araucana, Canto XXXVII, t. II, p. 407)
TEXTO 76: Proyección de Gall-Peters:

TEXTO 77: Proyección de Mercator:

1
Relación entre conocimiento y poder: se conquista lo ignoto.

22
TEXTO 78: “¡Cuántas tierras corrí, cuántas naciones
hacia el helado norte atravesando,
y en las bajas antárticas regiones
el antípoda ignoto conquistando!
Climas pasé, mudé constelaciones
golfos innavegables navegando,
estendiendo, Señor, vuestra corona
hasta casi la austral frígida zona.”
(Ercilla, Araucana, canto XXXVII, t. II, p. 407)
TEXTO 79: “Los imperios, como quiera que queramos definir el término, y allí
donde aparezcan, han servido siempre para imponer una cierta estabilidad sobre grupos
variopintos que a menudo no sentían demasiado afecto mutuo. En su mayoría, estos
imperios han ofrecido a los pueblos subyugados una mezcla de oportunidades y de
represión.” (Pagden, Pueblos e imperios, 2014: 14)
TEXTO 80: Y acaba citando a Jawaharla Nehru (el “padre” de la India moderna):
“una conquista extranjera, con todos sus males, tiene una ventaja: ensancha el horizonte
mental de la gente y la obliga a mirar fuera de su caparazón. Así se da cuenta de que el
mundo es mucho más grande y variado de lo que nunca había podido pensar.” [Jawaharla
Nehru, en Sumil Khilnani, The Idea of India, Nueva York, 1997, p. 118]
TEXTO 81: “El castillo imperial era el centro de la supranacionalidad de la
monarquía, y no sólo en el sentido del espacio sino también de la cultura. (…) sólo las
décadas venideras demostrarán el crimen cometido contra Viena con el intento de
nacionalizar y provincializar esta ciudad, cuyo sentido y cultura consistían precisamente
en el encuentro de elementos de lo más heterogéneo, en su supranacionalidad. Pues el
genio de Viena, un genio específicamente musical, había consistido desde siempre en
armonizar en su seno todos los contrastes nacionales y lingüísticos, y su cultura era una
síntesis de todas las culturas occidentales (…) El odio de un país a otro, de un pueblo a
otro, de una masa a otra, todavía no le acometía a uno diariamente en los periódicos,
todavía no se separaba a unos hombres de otros, a unas naciones de otras; el sentimiento
de rebaño y de masa todavía no era tan repugnantemente fuerte en la vida pública como
hoy” (Stefan Zweig, El mundo de ayer. Memorias de un europeo, Acantilado, Barcelona,
2011, pp. 37, 44 y 45)
TEXTO 82: “[El conde Morstin] como tantos otros caballeros de su clase en los
antiguos países de la corona austro-húngara, era uno de los más nobles y puros tipos del
austríaco sin más, es decir: un hombre por encima de las nacionalidades y, por
consiguiente, un auténtico noble. (…) Rompía toda relación con amigos, conocidos y
parientes si, en su presencia, dejaban caer algún comentario que a su parecer faltase al
respeto al Emperador. (…) No tenía otra pasión ostensible que la de rebatir la “cuestión
de las nacionalidades”. Y es que, por aquel entonces, lo que llamaban la “cuestión de las
nacionalidades” empezaba a ser un tema candente en la monarquía. Todo el mundo
proclamaba –lo quisiera o le obligasen a aparentar que quería- hijo de alguna de las
muchas naciones que había en el territorio de la vieja monarquía. (…) Ahora todo el
mundo, en todas partes, habla de la nueva patria. A sus ojos soy lo que llamarían un
apátrida. Siempre lo he sido. ¡Ay! Érase una vez una patria, una patria verdadera, a saber:
una patria para los “apátridas”, la única patria posible. Esa era la vieja monarquía.”
(Joseph Roth, El busto del Emperador, Acantilado, Barcelona, 2003, pp. 6,16, 18, 27)
TEXTO 83: “el sentido del mundo no es estar compuesto de “naciones” y patrias
que, aun cuando sólo quisieran realmente preservar su idiosincrasia cultural, no por ello
tendrían derecho a sacrificar ni tan siquiera la vida de un solo ser humano. Pero, en
realidad, las patrias y naciones no quieren ni más ni menos que esto: víctima en aras de

23
intereses materiales. Erigen “frentes” a fin de conservar las zonas interiores. Y, en toda
la milenaria aflicción en que viven los judíos, no han tenido más que un único consuelo,
a saber: el de no poseer una de tales patrias. Caso de que haya alguna vez una historia
justa, ésta tendrá en alta estima a los judíos por el hecho de que les fuera dado conservar
la razón y, en una época en la que le mundo entero se entregaba a la demencia patriótica,
no poseyera “patria” alguna. // Los judíos no tienen ninguna “patria”, pero todo país en
el que residen y pagan impuestos exige de ellos patriotismo y muerte heroica, amén de
reprocharles el que no mueran a gusto. En esta situación, el sionismo es realmente la única
salida: si hay que tener patriotismo, mejor será tenerlo por el propio país.” (Joseph Roth,
Judíos errantes, Acantilado, Barcelona, 2008, p. 38)
TEXTO 84: “Y es que el sionismo y el concepto de nacionalidad son, en esencia,
europeo-occidentales, aunque no lo sean en su meta final. Sólo en Oriente viven todavía
gentes que no se preocupan por su “nacionalidad”, es decir, por su pertenencia a una
“nación” según las concepciones europeo-occidentales. Hablan varios idiomas y son un
producto de diversas mezclas raciales, y su patria está allí donde se les fuerza a alinearse
en una formación militar. (…) Son los sabios de Europa los que han inventado el concepto
“nación” y lo han intentado explicar. La vieja monarquía austrohúngara suministraba una
prueba aparentemente práctica de la teoría de las nacionalidades, es decir, podría haber
suministrado la prueba de lo contrario de dicha teoría si dicha monarquía hubiese estado
bien regida. La incapacidad de sus gobiernos suministró la prueba práctica de una teoría
que, así pues, se vio endurecida en virtud de un error y que se impuso gracias a tales
errores. El sionismo moderno surgió en Austria, en Viena. Su fundador fue un periodista
austríaco. Ningún otro podía haberlo fundado. (…) “Autonomía nacional” era el grito de
guerra de Europa, y a él unieron su voz los judíos.” (Joseph Roth, Judíos errantes,
Acantilado, Barcelona, 2008, p. 34-35)
TEXTO 85: De probable origen genovés, “casado con portuguesa y vinculado
a casas comerciales de Lisboa, Colón se avecindó en Sevilla, donde hizo negocios con los
florentinos Simón Verde y Amérigo Vespucci, y donde una docena de banqueros
genoveses financiaron algunos de sus viajes. Para mayor agravio castellano, el milanés
Pedro Mártir de Anglería publicó en Sevilla sus Décadas del Nuevo Mundo (1511), obra
de manifiesta propaganda colombina y de extraordinaria acogida en Italia. (…) [Por eso,]
no debería extrañarnos que los cronistas españoles emborronaran la imagen de Colón y
exageraran los presuntos méritos de sus compatriotas –los Reyes Católicos, fray Juan
Pérez, los hermanos Pinzón, Rodrigo de Triana y el anónimo piloto de Madeira- en la
gesta de las tres carabelas, porque de lo contrario habría prevalecido la peligrosa idea de
la exploración y colonización del Nuevo Mundo como una empresa ‘extranjera’.” (…)
[Mientras tanto,] “en el resto del mundo el genovés era considerado un héroe y un
fascinante personaje.” (Fernando Iwasaki, “El complejo de Colón”, en El descubrimiento
de España, 2008: 43)
TEXTO 86: “La primera vez que oí el nombre de Colón fue en la cola del cine
Canout, cuando alguien le gritó a mi padre: «¡Oiga, señor! No sea colón, pues». La
segunda fue en casa, cierta vez que dije algo tan obvio que mi mamá me respondió
burlona: «¡Qué colón que eres, papacito!». Pero a la tercera fue la vencida y recién en
segundo de primaria recibí puntual información acerca del verdadero Colón; es decir,
Cristóbal. Todo lo que aprendí sobre Colón en el colegio cabría en muy pocas líneas: su
lugar de nacimiento es desconocido, aunque hay razones para pensar que fue genovés (...)
Las murmuraciones y el vilipendio infligidos a Colón tuvieron su origen en siglos de
represiones de toda índole, pacatos providencialismos religiosos y prejuicios estamentales
que amputaron de la mentalidad española el aprecio por el éxito, la felicidad y el placer.”
(…) Y el complejo de Colón sería que: “nos escuece que nuestros méritos no sean

24
reconocidos, pero jamás reconocemos los méritos ajenos. Si alguien cree haber
descubierto algo, ya dirán que un anónimo piloto lo hizo antes. Si el descubrimiento
resulta verdadero siempre habrá quien susurre que todo fue gracias al poder de los reyes,
al enchufe del Juan Pérez de turno o a la ubicuidad de un Rodrigo de Triana. Y si uno
alcanzara a disfrutar las prebendas del hallazgo, no faltará el Bobadilla industrioso en
hierros y cepos. En suma, que por causa de la maldición del Almirante nunca nos
libraremos de que alguien nos diga que somos unos colones o que no seamos colones, en
cualquiera de las acepciones que conocí antes de saber quién era Colón.” (Fernando
Iwasaki, “El complejo de Colón”, en El descubrimiento de España, 2008: 46)
TEXTO 87: “¡Pero aquí de lo inesperado! Los isleños medio desnudos rodean
a Enrique entre charlas y risas, y el esclavo malayo se queda atónito. Ha oído primero
palabras sueltas y ahora entiende lo que le dicen, lo que le preguntan aquellos hombres.
El que fue arrebatado a su hogar, vuelve, al cabo de años, a oír acentos de su propia
lengua. Momento memorable, pues la historia de la Humanidad no puede olvidar aquel
en que, por primera vez desde que la Tierra se mueve en el universo, un hombre vuelve a
su patria después de dar la vuelta al mundo. Es indiferente que sea un simple esclavo. No
en el hombre, sino en su destino, hallamos aquí la grandeza. Este insignificante esclavo
malayo, del cual sólo conocemos el nombre que como esclavo le pusieron, Enrique; que
fue sacado de la isla de Sumatra al chasquido del látigo y arrastrado luego por las Indias
y el África hasta Lisboa, es el primero, entre las miríadas de pobladores de la tierra, que
a través del Brasil y la Patagonia, de todos los océanos y mares, ha vuelto al lugar donde
se habla su misma lengua; a través de cien mil pueblos y razas y estirpes que dan distinta
forma fonética a cada concepto, regresa a aquel único pueblo que le corresponde y por el
cual es comprendido.” (Zweig, Magallanes, 1999: 164-165)
TEXTO 88: “El turista es casi lo contrario del viajero, puesto que es víctima de
un «efecto túnel»: desplazamiento de punto a punto, sin atención por los lugares
intermedios o no previamente marcados como «a visitar». El turista nunca espera en
realidad nada nuevo, nada distinto de lo que han visto en las fotografías exhibidas en los
libros o las revistas de viajes, en las postales enviadas por algún pariente, en los vídeos
de los amigos, en los documentales de la televisión o en las películas de ficción. Ha
llegado hasta ahí sólo para confirmar que todo lo que le fue mostrado como en sueños
existe de veras.” (Manuel Delgado, “La burbuja turística”, El Periódico, 16-8-2000)
TEXTO 89: “Existe en función –y como función– de ese mismo mundo social
que dice negar. En cuanto a sus contenidos –dónde ir, cómo ir, qué ver–, son sutilmente
impuestos a los individuos –entendidos como consumidores de su propio tiempo libre–
por medio de estímulos publicitarios, dependientes a su vez de intereses económicos y
políticos perfectamente reconocibles.” (Manuel Delgado, “La burbuja turística”, El
Periódico, 16-8-2000)
TEXTO 90: “el turismo funciona ante todo como un uso cualificado del tiempo
de ocio, y es específico de una sociedad definida por el culto a la producción y por la
mercantilización de lo temporal, así como por la dicotomía brutal entre tiempo productivo
y tiempo no productivo. (…) El mismo despotismo temporal en el tiempo de trabajo que
en el de ocio: “ese tupido entramado de horarios, turnos, agendas, plazos, etc., que se
colocan bajo el despotismo de los ritmos sincronizados y los procesos calculables, que
obedecen a la lógica implacable de los calendarios y los relojes. El tiempo es dividido así
en grandes bloques pautados y planificables de los que no es posible escapar, en los que
no cabe pretexto alguno para el «tiempo muerto». Ese tiempo que se supone concebido
para la expansión y el crecimiento personal está hoy fuertemente mediatizado no sólo por
las consignas derivadas de la publicidad y por los imperativos del consumo de masas,
sino también por las instituciones que organizan y fiscalizan nuestras vidas, que las

25
instalan en espacios físicos y temporales perfectamente delimitados y controlados de los
que se prohibe apartarse.” (Manuel Delgado, “La burbuja turística”, El Periódico, 16-8-
2000)
TEXTO 91: “El hecho turístico se inscribe dentro de una sociedad que valora la
movilidad espacial, el desplazamiento, como algo de lo que depende la realización
personal. Cada invididuo se valora y es valorado en gran medida en función de cantidad
y excepcionalidad de los sitios en qué ha estado, es decir de su cuenta personal de países
y ciudades de los que puede decir: «los conozco».” (Manuel Delgado, “La burbuja
turística”, El Periódico, 16-8-2000)
TEXTO 92: El turismo “genera riqueza, pero también aparece como responsable
de todo tipo de deterioros ambientales y sociales. (…) Es el turista, ese personaje que
parece no buscar nada que no sea lo que ya conocía a través de la televisión o las películas,
empeñado en confirmar que lo mostrado en las guías turísticas existe de veras. Es el guiri:
adocenado, sin criterio, vestido ridículamente, circulando en cohortes parecidas a
rebaños, fácil de engañar, fácil de robar, culpable de todo tipo de desastres ecológicos o
culturales.” (Manuel Delgado, “El turista como merodeador”, El Periódico, 10-8-2002).
TEXTO 93: “El turismo es un fenómeno complejo, consecuencia de una
democratización del derecho al descanso que implica multitud de prácticas, no todas por
fuerza destructoras ni alienantes (…) si todo viajero no deja de ser un turista más, el turista
también reúne las cualidades del viajero, las que implican alejarse de la vida cotidiana y
aprovechar el distanciamiento de casa para meditar sobre quién es y cuál es su lugar en el
mundo. Todo turista es un peregrino místico disfrazado de superficialidad; a su manera
un filósofo, un pensador de sí y de la vida, puesto que no hay viaje –por banal que se
antoje– que no sea, por definición, filosófico. (…) El turista vive una paradoja. En el
fondo es un marginado, puesto que –a pesar de la hospitalidad que le brindan– los locales
lo mantienen a distancia; lo adulan, pero lo desprecian. El turista está en lo más bajo del
escalafón de los viajeros. Incluso el inmigrante pobre puede, por las vicisitudes que
atraviesa, ser investido de una dignidad moral que se le niega al turista. El turista sabe
que es un recurso, pero también un estorbo, y quizás por ello, y ya que no se le deja
participar, se abandona a la tarea convulsiva de mirar. (…) Pero, además, el turista es
sobre todo un merodeador. No sólo mira, sino que busca y encuentra siempre signos (…)
El turista rapta sitios, recolecta instantes y los convierte en instantáneas. Esa labor
advierte del valor que le concede a lo irrepetible, puesto que responde a la certeza que
tiene de que todo cuanto le pase no le volverá a pasar. El turista vivirá de lo vivido, puesto
que allí, entonces, donde estaba o estuvo una sola vez, fue capaz de entender el infinito
valor de lo fugitivo.” (Manuel Delgado, “El turista como merodeador”, El Periódico, 10-
8-2002)
TEXTO 94: “Busca [el turista], y a veces cree encontrar, esa unidad que la vida
moderna ha sacrificado en el altar de los intereses y las razones materialistas, todo lo
asociable con lo auténtico, lo profundo, lo perenne, en un mundo dominado por lo falso,
lo banal, lo efímero. El turista es un peregrino en pos de lo esencial y duradero, alguien
que juega a convertirse en un nuevo buscador del Grial y que, de la mano de los
operadores turísticos y las agencias de viaje, puede entrar en contacto, ver con sus propios
ojos, incluso tocar, cosas de las que ha oído hablar, pero que nunca había visto hasta
entonces y que ahora se presentan ante él en toda su grandeza: la Cultura, el Arte, la
Historia, la Naturaleza..., todo lo que la vida cotidiana le niega o le hurta.” (Manuel
Delgado, “La burbuja turística”, El Periódico, 16-8-2000)
TEXTO 95: “Incluso en un día tormentoso, los nombres de Florencia o Venecia
despertaban en mí el deseo de sol, de lirios, del Palacio Ducal y de Santa María de Fiore.”
Pero se siente decepcionado cuando los ve: “Magnificaban [esos nombres] la idea que me

26
había hecho de ciertos lugares en la superficie del globo, haciéndolos más especiales y,
por consiguiente, más reales.” Un amigo visita Mongolia y al regresar le dice: “No es más
que una aventura horrible. La auténtica emoción está en tu cabeza: el nombre de la capital,
‘Ulan Bator’.” (Marcel Proust, En busca del tiempo perdido)
TEXTO 96: “Mon enfant, ma sœur,
Songe à la douceur
D’aller là-bas vivre ensemble !
Aimer à loisir,
Aimer et mourir
Au pays qui te ressemble !
Les soleils mouillés
De ces ciels brouillés
Pour mon esprit ont les charmes
Si mystérieux
De tes traîtres yeux,
Brillant à travers leurs larmes.

Là, tout n’est qu’ordre et beauté,


Luxe, calme et volupté.

Des meubles luisants,


Polis par les ans,
Décoreraient notre chambre ;
Les plus rares fleurs
Mêlant leurs odeurs

Aux vagues senteurs de l’ambre,


Les riches plafonds,
Les miroirs profonds,
La splendeur orientale,
Tout y parlerait
À l’âme en secret
Sa douce langue natale.

Là, tout n’est qu’ordre et beauté,


Luxe, calme et volupté.

Vois sur ces canaux


Dormir ces vaisseaux
Dont l’humeur est vagabonde ;
C’est pour assouvir
Ton moindre désir
Qu’ils viennent du bout du monde.
— Les soleils couchants
Revêtent les champs,
Les canaux, la ville entière,
D’hyacinthe et d’or ;
Le monde s’endort
Dans une chaude lumière.

27
Là, tout n’est qu’ordre et beauté,
Luxe, calme et volupté.”

Traducción: “Mi niña, mi hermana,


¡Piensa en la dulzura
De vivir allá juntos!
Amar libremente,
¡Amar y morir
En el país que a ti se parece!
Los soles llorosos
De esos cielos encapotados
Para mi espíritu tienen la seducción
Tan misteriosa
De tus traicioneros ojos,
Brillando a través de sus lágrimas.

Allá, todo es orden y belleza,


Lujo, calma y voluptuosidad.

Muebles relucientes,
Pulidos por los años,
Decorarían nuestra alcoba;
Las más raras flores
Mezclando sus olores
Al vago aroma del ámbar
Los ricos artesonados,
Los espejos profundos,
El esplendor oriental,
Todo allí hablaría
Al alma en secreto
Su dulce lengua natal.

Allá, todo es orden y belleza,


Lujo, calma y voluptuosidad.

Mira en esos canales


Dormir los barcos
Cuyo humor es vagabundo;
Es para saciar
Tu menor deseo
Que vienen desde el cabo del mundo.
—Los soles en el ocaso
Recubren los campos,
Los canales, la ciudad entera,
De jacinto y de oro;
El mundo se adormece
En una cálida luz

Allá, todo es orden y belleza,


Lujo, calma y voluptuosidad.”

28
(Baudelaire, “Invitación al viaje”, poema 53, Las flores del mal, 1857)
TEXTO 97: ”: “Hemos visto astros / y olas; hemos visto arenas también; / y, a
pesar de choques y de imprevistos desastres, / nos hemos, a menudo, aburrido como aquí.”
(Baudelaire, “El viaje”, Las flores del mal, 1857)
TEXTO 98: “Esta vida es un hospital en el que cada enfermo está poseído por
el deseo de cambiar de cama. Éste quisiera sufrir frente a la estufa, y aquél cree que curaría
junto a una ventana. (…) Creo que yo estaría siempre bien donde no estoy, y esta idea de
mudanza es una de las que constantemente discuto con mi alma.” (Baudelaire)
TEXTO 99: “Baudelaire honraba los ensueños viajeros como un distintivo de
la nobleza de los espíritus inquietos, a los que describía como “poetas” nunca satisfechos
con los horizontes del hogar por más que apreciaran las limitaciones de otras tierras, y
cuyos temperamentos oscilaban entre la esperanza y la desesperación, el idealismo pueril
y el cinismo. Como los peregrinos cristianos, el sino de los poetas consistía en vivir en el
mundo de los caídos, mas negándose a renunciar a la visión de un reino alternativo, menos
inhóspito. (…) Por eso le atraen los puertos, los muelles, las estaciones de tren, los
barcos… “se sentía en casa con más facilidad en los lugares de tránsito que en su propio
hogar.” (De Botton, El arte de viajar, 2005: 52)
TEXTO 100: “Automat”, Edward Hopper.

TEXTO 101: “Nighthawks” (1942), Edward Hopper.

29
TEXTO 102: “Son (…) excesivamente libidinosos, y las mujeres más que los
hombres; en aras de la decencia me abstendré de explicar con qué arte satisfacen su
desmesurada lujuria.” “Para nosotros era motivo de asombro que no hubiese entre ellas
ninguna que tuviera los pechos caídos, y aquellas que habían tenido hijos no se distinguían
de las vírgenes por la forma ni por la reducción de su vientre; y en otras partes de su
cuerpo se apreciaban cosas que no mencionaré por pudor. Cuando tenían ocasión de
copular con cristianos, empujadas por una lujuria desmedida, se envilecían y se
prostituían.” (Americo Vespucio, s. XVI)
TEXTO 103: “La diversidad de maneras de una nación a otra sólo me afecta por
el placer de la variedad.” (Montaigne, Ensayos, III, ix, 944)
TEXTO 104: “El señor de Montaigne, para probar completamente la diversidad
de costumbres y maneras, se dejaba servir en todas partes al modo de cada país, aunque
encontrara alguna dificultad.” (Montaigne, Diario de viaje, 2010: 110)
TEXTO 105: “¿Cuál ingenio mortal sabrá comprehender tanta diversidad de
lenguas, de hábitos, de costumbres en los hombres destas Indias? ¿Tanta variedad de
animales, así domésticos como salvajes y fieros? ¿Tanta multitud innarrable de árboles,
copiosos de diversos géneros de frutas, y otros estériles, así de aquellos que los indios
cultivan, como de los que la Natura, de su propio oficio, produce sin ayuda de manos
mortales? ¿Cuántas plantas y hierbas útiles y provechosas al hombre? ¿Cuántas otras
innumerables que a él no son conocidas, y con tantas diferencias de rosas e flores de
olorosa fragancia? ¿Tanta diversidad de aves de rapiña y de otras raleas? ¿Tantas
montañas altísimas y fértiles, e otras tan diferenciadas e bravas? ¿Cuántas vegas y
campiñas dispuestas para la agricultura, y con muy apropiadas riberas? ¿Cuántos montes
más admirables y espantosos que Etna o Mongibel, y Vulcano, y Estrongol; y los unos y
los otros debajo de vuestra monarquía?” (Fernández de Oviedo, Historia natural y
general de las indias, “Prefacio”, libro 1)
TEXTO 106: “Decía también que le parecía ser igual que esos que leen algún
cuento muy placentero, o un hermoso libro, y tienen miedo de que llegue pronto el final;
asimismo él sentía un placer tan grande viajando que odiaba la proximidad del lugar
donde debía descansar; y proponía varios planes de viajes a su gusto, si podía viajar solo.”
(Montaigne, Diario de viaje, 2010: 162)
TEXTO 107: “Yo, que casi siempre viajo por placer, no me conduzco tan mal. Si
hace malo por la derecha, tiro por la izquierda; si no me encuentro bien para montar a
caballo, me detengo… ¿Heme dejado algo sin ver tras de mí? Vuelvo allí; siempre me
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coge de camino. No trazo ninguna línea segura, ni recta ni curva. (Montaigne, Ensayos,
III, ix, p. 944)
TEXTO 108: “Nos adaptamos en seguida al calor de sus estufas, y a ninguno de
nosotros le molestó.” (Montaigne, 2010: 112)
TEXTO 109: “El señor de Montaigne tenía que lamentarse de tres cosas en su
viaje: una de ellas era no haber llevado un cocinero para instruirlo en las prácticas
culinarias y poder algún día intentar hacerlas en su casa; la otra, que no había llevado un
criado alemán o no había buscado la compañía de algún gentilhombre del país (…) la
tercera, que antes de emprender el viaje no había visto los libros que le podían advertir de
las cosas raras y notables de cada lugar, ni llevaba un Munster o cualquier otro libro
similar en sus baúles. A decir verdad, influía un poco en su juicio el apasionado desprecio
que sentía hacia su país, que le producía odio y rechazo por diversas consideraciones;
tanto que prefería incluso los retretes de aquel país en comparación con los franceses, y
hasta se resignó a beber el vino sin agua.” (Montaigne, Diario de viaje, 2010: 123)
TEXTO 110: “Considero a todos los hombres compatriotas míos y abrazo a un
polaco como a un francés.” (Montaigne, Ensayos, III, ix, p. 934)
TEXTO 111: “Yo peregrino muy harto de nuestras maneras, no para buscar
gascones en Sicilia (bastantes he dejado en mi casa); busco más bien griegos o persas.”
(Montaigne, Ensayos, III, ix, 945)
TEXTO 112: “Al señor de Montaigne le molestaba toparse con tantos franceses,
pues en la calle no encontraba a casi nadie que no le saludara en su lengua.” (Montaigne,
2010: 380)
TEXTO 113: “Assagiamo di parlar un poco questa altra lingua…” = “Probemos
a hablar un poco esta otra lengua, máxime estando en esta región donde me parece oir el
hablar más perfecto de la Toscana…” (Montaigne, Diario de viaje, 2010: 295) ¡
TEXTO 114: “Yo decía, de entre los méritos de Roma, que es la ciudad más
universal del mundo, y donde la extranjería y diferencia de nacionalidad tienen menos
importancia; pues, por su naturaleza, es una ciudad hecha de remiendos de extranjeros;
cada uno está aquí como en su casa. (…) Se ven tantos o más extranjeros en Venecia
(pues la afluencia de extranjeros que se ve en Francia, en Alemania o en otras partes no
llega ni por asomo a ser comparable), pero residentes y domiciliados, muchos menos. Al
pueblo llano, nuestra manera de vestir, o la española o la alemana, le llama la atención
tanto como la suya propia, y apenas se ve un pícaro que no nos pida limosna en nuestra
lengua.” (Montaigne, Diario de viaje, 2010: 246)
TEXTO 115: “Allí nos enteramos de tres historias memorables.” (Montaigne,
2010: 86): La de una mujer de 87 años “que podía recorrer a pie un cuarto de legua.” (86),
la de las siete u ocho muchachas que se disfrazaban de hombres para poder casarse entre
sí. “habiendo sido reconocido por alguien de Chaumont, y llevado el caso ante la justicia,
había sido condenada a la horca: y ella decía que prefería sufrir aquella pena que volver
al estado de muchacha. Y fue ahorcado por invenciones ilícitas para suplir la falta de su
sexo. (Montaigne, 2010: 86) Y la historia de María la Barbuda, que “un día, haciendo un
esfuerzo al saltar, dejó al descubierto sus atributos viriles; y el cardenal Lenoncourt,
obispo por aquel entonces de Châlons, le dio el nombre de Germain. Sin embargo, no se
ha casado; tiene una gran barba muy espesa. No pudimos verlo, porque estaba en el
campo. Aún existe en esta ciudad una canción popular que cantan las muchachas en la
que se advierten entre ellas que no hay que dar grandes saltos, para no convertirse en
machos, como Marie Germain.” (Montaigne, 2010: 87)
TEXTO 116: “El señor de Montaigne vio su biblioteca, en la que hay muchos
libros, pero ninguno raro” (Montaigne, Diario de viaje, 2010: 88)

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TEXTO 117: “Moldes de lagartijas en escayola y de otras bestias en plata,
Meermuschlen, caparazones de tortugas, nácar natural, nueces de coco, muñequitos de
cera coloreados, finísimos espejos de cristal y acero, gafas, corales, cajas indias con
plumas llamativas, vasijas indias de paja y madera, pinturas indias, es decir japonesas,
nueces indias de plata forjada y chapada en oro, y otras cosas exóticas que las grandes
carracas traían a veces desplegadas desde las Indias: un toso femenino en yeso color carne
–de los que les gustarían a los surrealistas praguenses-, tableros de ámbar y marfil para
jugar a los dados, una calavera de ámbar amarillo, cálices de ámbar, chirimías, paisajes
de jaspe de Bohemia, una lámina de plata esmaltada, conchas de ágata, jaspe, topacio,
cristal, un cuadro de plata montado en ébano, una pintura sobre alabastro oriental, piedras
decoradas, mosaicos, un altarillo de plata, un pichel de cristal con tapadera de plata, una
garrafa de topacio donada a Rodolfo por una delegación moscovita, un jarro de piedra
estelar, una copa de ágata bohemia con asas de oro, una poza de topacio en forma de león,
cubiertos de oro con rubíes, tinajas de tierra sellada (algunas, envueltas en terciopelo
rojo), un barco de coral con figuritas, un barco de madera dorada, una nave mayúscula de
Cocus de Maledivia recubierta de plata, un cofrecillo de cristal de roca, una cajita de
nácar, un laúd de plata, láminas de lapislázuli, cuernos de rinoceronte, cuernos de caza en
marfil, vistosos puñales adornados de oro y piedras, porcelanas, retales de tejidos, globos
terráqueos de distintas guisas –uno dorado, uno plateado sobre un hipogrifo-, esferas
armilares, instrumentos de medición, cristalería veneciana, una antigua cabeza de
Polifemo, Deyanira y el centauro en plata, medallas, azulejos de muchos colores,
preparados anatómicos, arreos, espuelas, bridas, albardas, cúpulas de cobertizos, chupas
y otros botines tomados de los turcos al repeler sus incursiones: arneses de caza, banderas,
bozales y collares, todo tipo de vajillas, copas para huevos de avestruz, sables, dagas de
verdugo, mosquetes, estiletes, estoques, espingardas, pistolas, bastones. Y autómatas, y
mecanismos melódicos. Y relojes, relojes. En forma de barca de plata, de torre de
trompetero…” (Ripellino, A.M., Praga mágica, Barcelona, Seix Barral, 2003:136-137)
TEXTO 118: “Y como se le indicara que ella no estaba aún completamente
calmada, él respondió que era otra clase de espíritu, más ligero y menos dañino, que se le
había metido dentro aquella mañana; pero que esa especie (pues él conocía los nombres,
las clasificaciones y las más pequeñas diferencias) era fácil de conjurar. No vi más que
eso. Mi hombre no hacía otra cosa que rechinar los dientes y torcer la boca cuando se le
presentaba el Corpus Domini; y repetía a veces esta frase: Si fata volent, pues era notario
y sabía un poco de latín.” (Montaigne, Diario de viaje, 2010: 221-222)
TEXTO 119: Hecceidad es “cualquier detalle que atrae la abstracción hacia sí
misma, y parece matar esa abstracción con una ráfaga de palpabilidad, cualquier detalle
que centra nuestra atención con su concreción.” (Wood, 2013: 65 y en general el capítulo
“Detalles”, pp. 59-83)
TEXTO 120: “Existe un modo de individuación muy diferente del de una
persona, un sujeto, una cosa o una sustancia. Nosotros reservamos para él el nombre de
haecceidad. Una estación, un invierno, un verano, una hora, una fecha, tienen una
individuación perfecta y que no carece de nada, aunque no se confunda con la de una cosa
o de un sujeto. Son haecceidades, en el sentido de que en ellas todo es relación de
movimiento y reposo entre moléculas o partículas, poder de afectar y de ser afectado.”
(Deleuze y Guattari, Mil mesetas, Pre-Textos, Valencia, 2002)
TEXTO 121: “Y luego se vino el Tapia con el español adonde estaba Cortés. Y
antes que llegasen, ciertos soldados preguntaban al Tapia: "¿Qué es del español?"
[Jerónimo de Aguilar]; e aunque iba junto con él, porque le tenían por indio propio,
porque de suyo era moreno, y tresquilado a manera de indio esclavo; y traía un remo al

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hombro, una cotara vieja calzada y la otra atada en la cinta,2 y una manta vieja muy ruin,
e un braguero peor,3 con que cubría sus vergüenzas; y traía atada en la manta un bulto, e
eran Horas muy viejas.4” (Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la Nueva
España, cap. XXVIII)
TEXTO 122: “El señor de Montaigne decía que toda su vida había desconfiado
del juicio de las demás personas sobre el tema de lo que era o no conveniente en países
extranjeros, pues cada cual solo sabía apreciarlo según las recetas de su costumbre y los
usos de su pueblo, y que había hecho muy poco caso de las advertencias que le hacían los
viajeros” (Montaigne, Diario de viaje, 2010: 154)
TEXTO 123: “Su servicio de mesa es muy diferente del nuestro. No se sirven
jamás agua en el vino, y casi tienen razón; pues sus vinos, aunque no dejan de ser muy
agradables, son tan ligeros que nuestros gentileshombres los encontraban aún más suaves
que los de Gascuña muy bautizados.” (Montaigne, 2010: 103) Y en Ensayos: “Casi
siempre mezclo el vino con la mitad de agua y a veces con un tercio… Desagradaríame
tanto un alemán que echase agua al vino como un francés que lo bebiera puro.” (Ensayos,
III, xiii, p. 1047)
TEXTO 124: “desde el momento en que, traspasando esos límites establecidos,
intenta conocer los misterios de la Divinidad y, levantándose como por encima de la
naturaleza, quiere contemplar desde la cumbre de su filosofía y, si así se puede decir,
desde las cimas del raciocinio, lo que Dios no ha querido que sea conocido más que por
una gracia sobrenatural del cielo, el tormento en su cabeza se hace inevitable (Chi troppo
s’assotiglia si scavezza) [está citando a Petrarca, Canzoniere, 105, 46-48]: cae preso de
su propia turbación, empieza a ver todo doble e incierto en un asunto que demanda
completa firmeza y seguridad, y se encuentra finalmente agitado y desgarrado por sus
propios conocimientos y por sus bellas ciencias humanas como por otras tantas Ménades
y Bacantes que lo dividen y estropean sin remedio.” (133) Acaba con un refrán –en
español en el original-: “De las cosas más seguras, la más segura es dudar.” (La Mothe
Le Vayer, “Diálogo a propósito de la divinidad”; en Diálogos del escéptico, 2005: 134)
TEXTO 125: “El día treinta fue a ver la más antigua ceremonia que haya entre
los hombres, y la observó muy atentamente y con mucho agrado: es la circuncisión de los
judíos.” (Montaigne, 2010: 213; la descripción completa de la 213-217)
TEXTO 126: “Vimos también a los judíos, y él fue a su sinagoga y se interesó
mucho por sus ceremonias.” (Montaigne, 2010: 167)
TEXTO 127: “San Juan Porta Latina, iglesia en la que algunos portugueses
habían formado, años antes, una extraña cofradía. Se casaban varón con varón durante la
misa, con las mismas ceremonias con que nosotros hacemos nuestros matrimonios,
celebraban juntos las pascuas, leían el mismo evangelio que en las bodas y, luego, se
acostaban y vivían juntos. Los ingeniosos romanos decían que, así como en la unión de
macho y hembra la única circunstancia que la hacía legítima era el matrimonio, debía de
parecer a estas personas tan finas que esta otra unión resultaría igualmente legal si
estuviese autorizada por las ceremonias y los ritos de la iglesia. Fueron quemados ocho o
nueve portugueses de esta bonita secta.” (Montaigne, 2010: 234)
TEXTO 128: “El señor de Montaigne juzgó, por las respuestas que le daban, que
no estaban de acuerdo acerca de su religión: unos se decían zwinglianos, otros calvinistas
y otros martinistas; y se dio cuenta de que muchos cobijaban aún a la religión romana en

2
La cotara es una 'especie de sandalia'; no es seguro su origen, se cree que procede de una lengua
mejicana o centroamericana, pero hay que referirla originariamente al arahuaco.º
3
braguero: ‘taparrabos’
4
Se refiere a un devocionario, el ‘libro de Horas de Nuestra señora’ o sea, las ‘horas canónicas’ en que
se divide el día según los rezos y oraciones.º

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su corazón. La manera de dar el sacramento es comúnmente en la boca; sin embargo,
tiende la mano quien quiere, y los ministros no se atreven a tocar la fibra sensible de las
diferencias entre las religiones.” (Montaigne, 2010: 100)
TEXTO 129: «Hay un concepto que es el corruptor y el desatinador de los otros.
No hablo del Mal cuyo limitado imperio es la ética; hablo del infinito.» (Borges,
“Avatares de la tortuga”, Discusión, 1932)
TEXTO 130: “tenía en el pecho figurado la Y pitagórica, y en el estómago, hacia
el vientre, una cruz bien formada. Era hermafrodito y muy formados los dos naturales
senos. No tenía más de un muslo y en él una pierna con su pie de milano y las garras de
la misma forma. En el ñudo de la rodilla tenía un solo ojo. (…) el cuerno significaba
orgullo y ambición; las alas, inconstancia y ligereza; falta de brazos, falta de buenas obras;
el pie de ave de rapiña, robos, usuras y avaricias; el ojo en la rodilla, afición a vanidades
y cosas mundanas; los dos sexos, sodomía y bestial bruteza; en todos los cuales vicios
abundaba por entonces toda Italia, por lo cual Dios la castigaba con aquel azote de guerras
y disensiones. Pero la cruz y la Y era señales buenas y dichosas, porque laY en el pecho
significaba virtud; la cruz en el vientre, que si, reprimiendo las torpes carnalidades,
abrazasen en su pecho la virtud, les daría Dios paz y ablandaría su ira.” (Mateo Alemán,
Guzmán de Alfarache, I, i, 1)
TEXTO 131: “Mi madre decía que una evolución, un cambio, sin la participación
de las mujeres no sería un cambio y no sería victoria. (…) Al llegar al campamento fue
violada por los altos jefes militares que mandaban la tropa. Mi madre estuvo en grandes
torturas. Le pusieron un uniforme militar y después le decían, si eres un guerrillero, por
qué no nos combates aquí. (…) y al tercer día que estaba en torturas le habían cortado las
orejas. No le dieron de comer por muchos días. Mi madre, de los dolores, con las torturas
que tenía en su cuerpo, toda desfigurada, sin comer, empezó a perder el conocimiento,
empezó a estar en agonía. Después el oficial mandó a traer la tropa médica y le metieron
inyecciones, y bastante suero para que mi madre reviviera. (…) Cuando se murió mi
madre, los militares todavía se pararon encima de ella, se orinaron en la boa de mi madre
cuando ya estaba muerta. Después dejaron allí tropa permanente para cuidar su cadáver
y para que nadie recogiera parte del cuerpo, ni siquiera sus restos.” (Rigoberta Menchú,
“Secuestro y muerte de la madre de Rigoberta Menchú”)
TEXTO 132: “Los que llamamos monstruos no lo son para Dios, que ve en la
inmensidad de su obra la infinitud de las formas que en ella ha comprendido; y es de creer
que esta criatura que nos asombra refleje y dependa de alguna otra figura del mismo
género desconocida para el hombre. De su infinita sabiduría nada sale que no sea bueno
y común y ordenado; más no vemos nosotros ni la armonía ni la relación. (…) Llamamos
contra natura aquello que acontece contra la costumbre, más nada es sino según ella, sea
como que sea.” (Montaigne, “Un niño monstruoso”, Ensayos, II, xxx)
TEXTO 133: “El martes, después de comer, tuvo un cólico que le duró dos o tres
horas, no de los más agudos que ha tenido, y expulsó dos grandes piedras, una tras otra.”
(Montaigne, Diario de viaje, 2010: 172)
TEXTO 134: “El otro motivo que me empuja a esos paseos es el desacuerdo con
las costumbres de nuestro estado.” (Montaigne, Ensayos, II, ix, p. 919)
TEXTO 135: “Sin inteligencia, aunque escuchen, parecen sordos; a ellos podría
aplicárseles el refrán: aunque estén presentes, estan ausentes.” (Fragmento 34) “Ausentes,
aunque estén presentes, afirma Heráclito: nunca se encuentran. Están ahí, físicamente
presentes, en carne y hueso, pero tienen, como suele decirse, el espíritu en otra parte, es
decir, en ninguna parte: disperso, disipado, ocioso; no está “despierto” (fragmento 89).”
(Filosofía del vivir, François Jullien, 19)

34
TEXTO 136: “Miles de personas que antes de que yo realizara este viaje no se
habrían atrevido a hacerlo, otros que no habrían podido, otros, en fin, a quienes no se les
habría ocurrido, van a resolverse a emprenderlo siguiendo mi ejemplo” (Xavier de
Maistre, Viaje alrededor de mi cuarto, 1790)
TEXTO 137: “¡Cuán pocas personas, me decía a mí mismo, disfrutan ahora
conmigo el espectáculo sublime que el cielo muestra inútilmente a los hombres
aletargados! (…) ¿pero qué les costaría a los que se pasean, a los que salen en tropel del
teatro, mirar un instante y admirar las brillantes constelaciones que irradian, por todas
partes sobre sus cabezas?” (Xavier de Maistre, Expedición nocturna alrededor de mi
cuarto)
TEXTO 138: “A menudo he pensado escribir una novela sobre un navegante
inglés que calcula de manera ligeramente equivocada el derrotero y acaba descubriendo
Inglaterra con el convencimiento de que se trata de una isla de los Mares del Sur.” Está y
no está en casa: “Ahí radica en mi opinión el principal problema de los filósofos (…)
¿Cómo sorprendernos al mismo tiempo por el mundo y sentirnos en él como en casa?”
(Chesterton, Ortodoxia, 9-10)
TEXTO 139: “Cuando vemos cómo se las arreglan ciertas personas con sus
aventuras –sus aventuras insignificantes de todos los días- de suerte que éstas se
convierten en un terreno que da fruto tres veces al año; mientras que otras -¡y cuántas!-
son arrastradas por el oleaje de las vicisitudes más turbulentas, de las corrientes más
variadas de los tiempos y de los pueblos, y, sin embargo, siempre sobrenadan, siempre
permanecen en la superficie, como el corcho, se siente uno tentado a dividir la humanidad
en una minoría (una minimalidad), de hombres que saben hacer de poco mucho, y una
mayoría que saben hacer de mucho poco.” (Friedrich Nietzsche)
TEXTO 140: “¿La finalidad de mi búsqueda? No se trata de satisfacciones
mentales ni de someter a otra vuelta de tuerca una naturaleza todavía mal colonizada.
Aquí se pregunta por el hombre, aunque se hable de anguilas y de estrellas; algo que viene
de la música, algo que balbucea sin vocabulario tabulable una dirección hacia otro
entendimiento.” (Julio Cortázar, Prosa del observatorio: 47-49). «ahíncan las teorías de
nombres y de fases, embalsaman las anguilas en una nomenclatura, una genética, un
proceso neuroendocrino, del amarillo al plateado, de los estanques a los estuarios (…)
pero nada ni nadie, red o parámetro o bioquímica pueden alcanzar eso que vuelve a su
origen sin que se sepa cómo, eso que es otra vez la serpiente atlántica deslizándose en lo
hondo, no ya movido pasivamente por una corriente, hija de una voluntad para la que no
se conocen palabras de este lado del delirio, retornando al útero inicial, a los sargazos
donde las hembras inseminadas buscarán otra vez la profundidad para desovar, para
incorporarse a la tiniebla y morir en lo más hondo del vientre de leyendas y pavores. ¿Por
qué –se preguntan los científicos- un retorno que condenará a las larvas a reiniciar el
interminable remonte hacia los ríos europeos?» (Julio Cortázar, Prosa del observatorio:
39-41) «¿Pero qué sentido puede tener ese porqué cuando lo que se busca en la respuesta
no es más que cegar un agujero, poner la tapa a una olla escandalosa que hierve y hierve
para nadie? (…) De otra manera, desde otro punto de partida, hacia otra cosa hay que
emplumar y lanzar la flecha de la pregunta.» (Julio Cortázar, Prosa del observatorio: 41
y 43).
TEXTO 141:

35
(Libro XIV, De orbe, San Isidoro (s. VII), 1473)

TEXTO 142:

(Mapamundi de Hereford, 1300)

TEXTO 143:

36
(Ecumene, Viena, 1485)

TEXTO 144:

(Carta pisana, hacia 1290)

TEXTO 145:

37
(Atlas de Abraham Cresques, 1375)

TEXTO 146: “Yo no sé si habréis visto nunca el mapa de la mente de una persona.
Los médicos dibujan a veces mapas de otras partes de vuestro ser, lo que puede resultar
algo interesante, pero les desafiaría a que tratasen de dibujar la imaginación de un niño,
que no sólo es confusa, sino que no deja un momento de dar vueltas. Hay sobre ella líneas
en zigzag como las de la tarjeta en que se anota vuestra temperatura cuando estáis
enfermos, y estos zigzags son probablemente los caminos de la isla maravillosa, pues el
País de Nunca Jamás es siempre una isla con asombrosas pinceladas de colores aquí y
allí, arrecifes de coral y cierto aspecto de buque en alta mar, y cuevas salvajes y solitarias,
y enanillos que son sastres en su mayoría y cavernas a través de las cuales corre un río, y
príncipes con seis hermanos mayores y una cabaña a punto de desmoronarse y una dama
viejecita con la nariz ganchuda.” (J. M. Barrie, Peter Pan)
TEXTO 147: “En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección
que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del Imperio, toda
una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios
de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y
coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las
Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad
lo entregaron a las Inclemencias del Sol y los Inviernos. En los desiertos del Oeste
perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en
todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas. Suárez Miranda, Viajes
de Varones Prudentes, Libro Cuarto, Cap. XLV, Lérida, 1658.” (Jorge Luis Borges, “Del
rigor en la ciencia”, 1946, incluido en El Hacedor, 1961)

TEXTO 129: “Miles de personas que antes de que yo realizara este viaje no se
habrían atrevido a hacerlo, otros que no habrían podido, otros, en fin, a quienes no se les
habría ocurrido, van a resolverse a emprenderlo siguiendo mi ejemplo” (Xavier de
Maistre, Viaje alrededor de mi cuarto, 1790)
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TEXTO 130: “¡Cuán pocas personas, me decía a mí mismo, disfrutan ahora
conmigo el espectáculo sublime que el cielo muestra inútilmente a los hombres
aletargados! (…) ¿pero qué les costaría a los que se pasean, a los que salen en tropel del
teatro, mirar un instante y admirar las brillantes constelaciones que irradian, por todas
partes sobre sus cabezas?” (Xavier de Maistre, Expedición nocturna alrededor de mi
cuarto)
TEXTO 75: “A menudo he pensado escribir una novela sobre un navegante inglés
que calcula de manera ligeramente equivocada el derrotero y acaba descubriendo
Inglaterra con el convencimiento de que se trata de una isla de los Mares del Sur.” Está y
no está en casa: “Ahí radica en mi opinión el principal problema de los filósofos (…)
¿Cómo sorprendernos al mismo tiempo por el mundo y sentirnos en él como en casa?”
(Chesterton, Ortodoxia: 9-10)

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