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Abstract
Introducción
Cada vez con mayor regularidad, los habitantes de las grandes ciudades recienten
los síntomas del tecnoestrés, es decir, la tensión provocada por situaciones agobiantes
relacionadas con la tecnología que originan reacciones psicosomáticas o trastornos
psicológicos. Sin embargo, siguiendo la línea de pensamiento establecida por el filósofo
coreano Byung-Chul Han en sus obras La Sociedad del Cansancio (2012) y En el
Enjambre (2014), el mismo sistema que detonó el tecnoestrés ha creado al menos una
solución para tratar de reducirlo con el florecimiento de videos catalogados ASMR, un
acrónimo que podría traducirse al español como Respuesta Sensorial Meridiana
Autónoma. Dichos productos se encuentran ampliamente difundidos en YouTube y su
consumo aumenta. En ellos, se puede observar a una persona, generalmente una mujer
joven, susurrar frente a la cámara o realizar movimientos que buscan tranquilizar al
observador. El ASMR establece de forma abierta que su objetivo principal es tranquilizar a
las personas que observan o escuchan con atención este tipo de videos. Dicha sensación
se define como una “combinación de sentimientos positivos, relajación y una particular
sensación de cosquilleo en la piel, tipo estática” (Barrat y Davis, 2015, p.11).
Como hipótesis de este ensayo, se mantendrá que los videos ASMR son una
respuesta que el mismo sistema ha creado para vacunarse en contra de las demandas
físicas y mentales que se le exigen al individuo de alto rendimiento, concepto que Han ha
profundizado en La Sociedad del Cansancio. De esta forma, consumir un video de ASMR
por 20 minutos es un entre-tiempo, un espacio de atención plena que revitaliza la psique
de la persona porque obliga enfocar su conciencia en un espacio-tiempo distintos al del
trabajo y la eficiencia, los cuales agotan al trabajador digital promedio sin haber realizado
una actividad física vigorosa o satisfactoria. El éxito de los videos ASMR incluye otro
componente que toca el filósofo coreano en la obra En el Enjambre: los videos que
producen mayor efecto relajante en la audiencia son aquellos en donde la presentadora
ve directamente a la cámara, eliminando la «asimetría digital» del ciberespacio.
Este ensayo explica el éxito de los videos ASMR a la luz de las dos obras de
Byung-Chul Han mencionadas anteriormente. De la misma forma, analizará el fenómeno
desde el punto de vista de otros dos autores especializados en entornos mediáticos.
El fenómeno digital ASMR lleva poco tiempo como objeto de estudio académico.
Apenas en 2013 comenzaron a surgir las primeras investigaciones de instituciones
públicas y privadas, las cuales suman una veintena a la redacción de este ensayo. La
gran mayoría de esos artículos científicos se inclinan por un análisis sicológico o
neurocientífico. Solo algunos, de índole más especulativa, abordan el ASMR desde el
punto de vista mediático-social, como Gallagher (2016) y Waldron (2017), los cuales se
tocarán posteriormente.
Aunque es difícil conocer cuántos videos ASMR se encuentran en YouTube, se
estima que existen al menos 13 millones de estos contenidos en esa plataforma
(Manchester Metropolitan University, 2018). El gran despegue se dio a partir del 2014,
fecha en el que diversos medios masivos estadounidenses como The New York Times y
The Washington Post le dedicaron amplios reportajes tanto en sus versiones digitales
como impresas: A Whisper, Then Tingles, Then 87 Million YouTube Views: Meet the Star
of ASMR, en el caso del primero, y Rustle, Tingle, Relax: The Compelling World of
A.S.M.R., en el diario neoyorkino. El ímpetu del fenómeno ha coincidido con la creciente
digitalización de una multitud de aristas del individuo promedio, desde pagos bancarios
hasta la búsqueda de parejas sentimentales, sin olvidar la estampida institucional hacia el
ciberespacio que permanece invisible para las personas y muestra su cara más inhumana
cuando la misma debe enfrentarse a un sistema sin rostro.
En su obra Videocracy. How YouTube Is Changing the World . . . with Double
Rainbows, Singing Foxes, and Other Trends We Can’t Stop Watching (2018), Alloca
afirma que el fenómeno ASMR es algo que solo se puede entender cuando se comprende
a la plataforma YouTube. En ésta, enfatiza el autor, el usuario puede seleccionar
contenidos que previamente hubieran sido imposibles de visualizar por medios
tradicionales electrónicos, pues la estructura de éstos se basa en un orden vertical de
transmisión. La posición de Alloca es relevante porque redactó su texto siendo jefe de
contenidos y tendencias de YouTube. Esa posición privilegiada le permite acceder a
diversos insights que solo serían especulatorios para otros autores. Al referirse al éxito del
ASMR, sin embargo, Alloca acepta que hay un componente humano difícil de explicar y
de entender. De entrada, menciona que lo importante no es lo que se dice en los videos,
sino cómo se dice (p. 191). De acuerdo con sus datos, el término ASMR se definió en el
2010 y comenzó a entrar a la esfera pública en 2011. A su vez, refiere que el fenómeno
es una especie de continuación de algo que se llama Slow TV, una serie de ejercicios
efectuados, por ejemplo, por una estación de televisión en Estados Unidos («Yule Log»,
WPIX de Nueva York) y otra en Noruega (NRK). En el primer caso se transmitió una
chimenea entre las 21:30 y las 00:30 horas de la Nochebuena de 1966. En el segundo, en
el 2011 se transmitieron 134 horas continuas de un viaje en barco en la costa de Noruega.
Si bien ambos ejercicios hicieron perder dinero a las televisoras, Alloca los relaciona con
el fenómeno del ASMR en YouTube, pues los dos producen una sensación de
satisfacción en aquel que los observa.
El volumen de vistas acumuladas de este tipo de videos indica que una audiencia
muy real, confiable, se junta cuando la gente crea estas experiencias sensoriales y
cognitivas precisas pero no convencionales. Para los viewers, YouTube es un
espacio libre de juicios y reglas morales y nos permite explorar nuestras
excentricidades, y, en el camino, descubrir que no somos tan idiosincrásicos como
creíamos serlo. (p. 221)
¿Debe sorprendernos, entonces, el éxito del ASMR cuando por un lado aumenta el
tecnoestrés y por el otro la ubicuidad temática de YouTube? Aquí, el sujeto de
rendimiento de La Sociedad del Cansancio puede tener un entre-tiempo que le atañe solo
a él, a sus gustos, a sus inclinaciones. Con el ASMR debe poner atención para obtener
esa sensación relajante de cosquilleo que define a estos videos, y, en el mejor de los
casos, utilizar audífonos. La combinación de atención plena y salida voluntaria del mundo
del trabajo por medio de una plataforma que se encuentra en el mismo sitio que en donde
trabaja no deja de ser una ironía: el sistema crea su propia vacuna. Retomando la
analogía de Byung-Chul Han, si bien el siglo XX fue el de retórica de lo interno contra los
ataques externos, por ejemplo, en el caso del capitalismo contra el comunismo, el XXI es
aquel de los virus y lo inmunológico. Es decir, un virus solo puede vivir cuando existe un
sistema que permite alojarlo. Sin ello, el virus muere. Pero el mismo sistema puede crear
defensas y volverse autoinmune. En la sociedad del rendimiento, el virus es todo aquello
que busca detener el avance de la productividad, pero al mismo tiempo deja vivir siempre
y cuando el sistema lo aguante. En el caso de los videos ASMR, el sistema no solo los
resiste, sino que han proliferado como pocos virus digitales se han conocido. Son la
respuesta que el mismo sistema de rendimiento busca para mantener su estabilidad, so
expensa de auto-aniquilarse, consumirse en su propia osadía y desenfrenada búsqueda
de aquello que proporcione mayor utilidad y ganancia monetaria.
Si bien el sujeto de alto rendimiento del cual habla Byung-Chul Han vive
coaccionado y exhausto, esa auto-explotación encuentra alivio cuando consume videos
ASMR. El simple acto de visualizar uno de estos productos rompe con el círculo de multi-
tasking y sobre-abundancia de positividad. Son un «no» frente a la productividad que
exigen las relaciones laborales que derivan, inevitablemente, en enfermedades mentales
y físicas ligadas al tecnoestrés. Para que uno de estos videos surta efecto, idealmente, la
persona debe realizar los siguientes pasos: 1) Cerrar todas las pestañas de su navegador
de internet salvo la de YouTube (en la era del multi-tasking es común que los trabajadores
mantengan abiertas múltiples pestañas en su navegador. Como mínimo el correo
institucional, el sistema en el cual trabaja el empleado, así como una ventana ligada a una
red social). 2) Desactivar, en su caso, cualquier notificación en su computadora. 3)
Mantener alejado su teléfono celular. 4) Consumir el video con audífonos para obtener el
máximo grado de cosquilleo, lo que resulta, a la postre, en una sensación de relajación
similar a la meditación. 5) Enfocar la atención en la mirada de la persona que aparece en
el video. 6) En su caso, escuchar con atención el relato de la persona que aparece en el
video. Este punto es relevante porque en algunos videos ASMR no se ve persona alguna,
sino que el encuadre se enfoca en las manos de la misma. En este segundo tipo de
videos no hay un relato per se, sino un golpeteo constante, pero tranquilo, sobre algún
material que produce un sonido agradable, como la madera o la piel. En todo caso, en los
videos y canales más exitosos de ASMR se puede identificar a una persona con claridad.
7) Visualizar la totalidad del video. Debe notarse que la mayoría de los videos ASMR
superan los 10 minutos de duración, llegando algunos hasta los 60 minutos. 8) Si se
desea, se puede dejar un comentario en la sección dedicada a ello, o bien participar en
una comunidad específica en donde dicho comentario será valorado, tal como foro de
Reddit dedicado al ASMR.
Los pasos enumerados anteriormente se acercan a la «atención profunda y
contemplativa» que detalla Byung-Chul Han en La Sociedad del Cansancio y se oponen
de lleno a la hiperatención, sobre la que precisa:
El ASMR se vislumbra, entonces, como ese momento de sosiego que el ser humano ha
buscado en diversas etapas de su historia porque su corporalidad así lo determina, tal
como se ve en el mindfulness del budismo zen o el acercamiento a la totalidad divina de
los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Imposible replicar a una computadora
para satisfacer a la sociedad del desempeño, la cual, desde sus mismas entrañas
digitales faculta el éxito del ASMR a través de miles de minutos «desperdiciados» todos
los días por aquellos que los visualizan. En esta subcategoría de YouTube la velocidad
pasa a segundo plano y domina aquellos que da placer al sistema simpático y
parasimpático, el cálido cosquilleo que parte del cuello y baja hacia las extremidades. Es
el freno al «exceso de positividad», lo cartesiano, que critica el filósofo.
Más aún, ¿cómo explicar un video de 28 minutos, sin cortes, con un encuadre que solo
permite ver el movimiento de manos, en donde el artista estadounidense David Bull
explica la técnica de tallado de madera que usaba Ito Susumu, uno de los grandes
maestros de la pintura Ukiyo-e? Lo reflexiona mejor Byung-Chul Han:
Justo lo flotante, lo poco llamativo y lo volátil se revelan solo ante una atención
profunda y contemplativa. Asimismo, el acceso a lo lato y lo lento queda sujeto al
sosiego contemplativo. Las formas o los estados de duración se sustraen de la
hiperactividad [...] Durante el estado contemplativo, se sale en cierto modo de sí
mismo y se sumerge en las cosas. (pp. 37-38)
La mera prohibición [de los fármacos] no impide la tendencia de que ahora no solo
el cuerpo, sino el ser humano en su conjunto se convierta en una «máquina de
rendimiento», cuyo objetivo consiste en el funcionamiento sin alteraciones y en la
maximización del rendimiento. El dopaje solo es una c o n s e c u e n c i a d e e s t e
desarrollo, en el que la vitalidad misma, un fenómeno,altamente complejo, se
reduce a la mera función y al rendimiento vitales. (p. 72)
Así, el «cansancio a solas» del cual habla parece difuminarse con el consumo continuo y
planificado del ASMR. Parece ser la cura para el «infarto del alma» que conlleva la
sociedad del rendimiento, de la violencia que resulta de destruir a la comunidad. Con él, el
hombre se acerca al sosiego natural que anteriormente sentían los peregrinos o aquellas
personas que dedican su energía al otro, como los misioneros. Ante la falta de ese
«cansancio fundamental» que deja «surgir al espíritu», el ASMR es una pequeña isla en
un mar de agitación alrededor del trabajador moderno, cada vez más desprendido del
contacto humano por la penetración de lo digital en cada rincón de su existencia.
El mismo Byung-Chul Han ha profundizado en las consecuencias de estos cambios
con la obra En el Enjambre, en donde cuestiona a la sociedad neoliberal del capitalismo
globalizado, conectado permanentemente a la red. Aquí las imágenes digitales han
perdido su valor y se han mecanizado para ser «óptimas». Los nuevos gadgets «traen
una nueva coacción, una nueva esclavitud. Nos explotan de manera más eficiente por
cuanto, en virtud de su movilidad, transforman todo lugar en un puesto de trabajo y todo
tiempo en un tiempo de trabajo» (p. 41). Con su uso continuo se elimina el «carácter táctil
y corporal de la comunicación», la comunicación cara a cara (p. 28). Ante esto, el ASMR
parece ser una solución, aunque parcial. Los videos en donde la presentadora observa la
cámara fijamente al hablar son sumamente populares, esa «pobreza digital» que critica el
autor con respecto a la mirada parece aminorarse, pues “el medio digital nos aleja cada
vez más del otro” (p. 31), aleja el encuentro de ojos, y además “la intencionalidad de la
exposición destruye toda interioridad, aquella reserva que constituye la mirada” (p. 32).
Por su parte, Gallagher (2016) ha profundizado en la conexión digital entre ASMR
y los sentidos. Según este autor, el fenómeno está ligado a escenas de intimidad y
requiere atención y concentración para consumirse, pues «[destacan] los pequeños
detalles de un proceso y la fascinación con las propiedad texturales y acústicas de
diferentes sustancias y materiales», explica en su ensayo Eliciting Euphoria Online: The
Aesthetics of «ASMR» Video Culture (p. 2). El autor liga el consumo del ASMR «con un
patrón de pulsaciones habituadas que nos permiten conllevar el día a día» (p. 4). Pero
además, el aumento del consumo de videos ASMR subraya la importancia del uso cada
vez mayor de dispositivos que se usan con el fin de de consumir contenidos mediáticos de
automedicamiento, lo que crea «’burbujas’ de placer, consuelo, concentración o
pertenencia adentro de espacios que de otra forma podrían sentirse como
sobrepobladamente opresivos or desconcertantemente vacíos» (p. 4). No debe
sorprender el ascenso del ASMR, opina, pues «vivimos en una era de austeridad y
volatilizad política, en donde se ha dado un giro a cultura post-Fordista de trabajo precario
y la dominación de políticas de bienestar neoliberales orientadas a la ‘responsabilización’
individual de ciudadanos en sustitución de programas estatales de salud, con lo que se ha
cultivado la incertidumbre y el estrés» (p. 8). La voz de los ASMRtists tiene textura, sigue
el autor, «lo que se encuentra en la frontera del sonido con significado, en donde el
escuchar se mezcla con lo táctil, en donde los cuerpos mediados tocan el nuestro a través
de golfo espacio-temporales» (p. 9).
Una posición muy distinta toma Waldron (2017), que analiza el ASMR desde el
punto de vista de la mujer. Así, el ASMR como una nueva forma de sexualidad que se
revela en un proceso de intimidad mediada a través de la infraestructura tecnológica
aceptada por el mainstream. Para esta autora, el ASMR es una práctica sexual que debe
comprenderse más allá de lo genital. En dicha práctica, el ASMRtist, el observador-
escucha del video y la tecnología digital entablan una relación sexual, afirma,
frecuentemente más allá del paradigma dominante Occidental. En su ensayo, la autora
subraya que la comunidad que se ha formado alrededor del ASMR niega rotundamente
cualquier relación entre sexualidad y el fenómeno, encuadrándolo en el «terreno positivo
del contenido terapéutico» para lo cual han «implementado una estrategia para legitimar
la sensualidad de los videos ASMR a través del discurso médico» (s/p). Además, «se ha
perpetuado la ideología de que ambos deben ser dos modalidades mutuamente
exclusivas de placer», continúa. Las mujeres que se dedican al ASMR realizan un
performance en cada video, dice Waldron, siguiendo la línea de Butler (1993). El
performance es repetitivo y «citacional», es decir, que refiere a a una noción de lo que
debe cumplir cada género. «Dadas sus elaboradas construcciones de género y placer, los
videos ASMR pueden ser analizados como poderosos espacios para estudiar la
'performatividad' femenina» (s/p). El tacto, por tanto, es real: «la mediación de la
grabación digital permite que las vibraciones [de la voz del ASMRtist] penetren,
literalmente», los oídos y el cuerpo. En conclusión: «Los videos ASMR ejemplifican el
hecho de que existen placeres alternativos en estas intimidades de procuración [caring
intimacies], y ofrecen una salida a las personas para disfrutar dichas intimidades a partir
de lo que se considera apropiado para el mainstream».
Consideraciones finales
Bibliografía
Alloca, K. (2018). Videocracy. How YouTube Is Changing the World . . . with Double Rainbows, Singing
Foxes, and Other Trends We Can’t Stop Watching. EEUU: Bloomsbury USA.
Barrat, E. & Davis, N. (2015). Autonomous Sensory Meridian Response (ASMR): a Flow-Like Mental State.
PeerJ, 3:e851, 1-17. DOI 10.7717/peerj.851
Gallagher, R. (2016). Eliciting Euphoria Online: The Aesthetics of «ASMR» Video Culture. Film Critic, 40 (2),
s/p. DOI: http://dx.doi.org/10.3998/fc.13761232.0040.202
Manchester Metropolitan University. (26 de junio del 2018). Brain Tingling Sensation 'ASMR' May Benefit
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2019 en https://www2.mmu.ac.uk/news-and-events/news/story/index.php?id=8063
Postman, N. (1995). Neil Postman on Cyberspace. The MacNeil/Lehrer NewsHour (PBS). Revisado en
YouTube el 15 de abril del 2019 en https://www.youtube.com/watch?v=49rcVQ1vFAY
Waldron. E. (2017). "This FEELS SO REAL!" Sense and Sexuality in ASMR videos. First Monday, 22 (1),
s/p. DOI: https://doi.org/10.5210/fm.v22i1.7282