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Tal partido empezó a construirse en México en 1919 cuando fue organizada, bajo
la inspiración de la Revolución de Octubre de 1917 dirigida por el Partido
Bolchevique, la Sección Mexicana de la Internacional Comunista. Si bien fue a
mediados del Siglo XIX cuando la naciente clase trabajadora empezó a tener
contacto con las ideas del marxismo y el socialismo, habrá de ser hasta 1919
que se organice un destacamento estable y de vanguardia en la lucha
económica, política e ideológica por la emancipación de los explotados.
Sin embargo, el desarrollo del partido fue sometido a dos presiones ideológicas
que a la larga fueron perjudiciales. Por una parte se encontraba la denominada
“ideología de la Revolución Mexicana” constituida por las ideas dominantes de
la nueva clase que conquistó el poder estatal con la revolución democrática-
burguesa que inicio en 1910, aunque por presión de las fuerzas más radicales y
avanzadas, en este caso el zapatismo y el villismo, haya inscrito transitoriamente
demandas avanzadas en la Constitución de 1917, las cuales con el pasar de los
años traicionaría y anularía por la vía de los hechos y de la misma contrarreforma
constitucional. Por otro lado, se encontraba el browderismo, corriente reformista
y revisionista que surgió en el seno mismo de la Internacional Comunista, la
Comintern, como una desviación de derecha. Bajo tales presiones se produjo en
lo general la pérdida de independencia y acción militante en el movimiento obrero
y sus principales instrumentos unitarios. La “ideología de la Revolución
Méxicana” engendró el fenómeno del “charrismo sindical”. El charrismo sindical
se caracteriza por la alianza de las organizaciones sindicales con el Estado
burgués, bajo una premisa oportunista que plantea que el Estado surgido de la
Revolución Mexicana era un árbitro por encima de las relaciones obrero-
patronales, por encima del conflicto de clase. Se trata de una premisa
oportunista, porque para el marxismo-leninismo el Estado es una máquina de
dominación y represión al servicio de la clase dominante, y su carácter en forma
alguna es neutral, pues tiene precisamente un carácter de dictadura de clase y
usar una fachada democrática o despojarse de ella si así conviene a sus
intereses.
Por otra parte con el browderismo fue ganando fuerza la idea de la renuncia a la
acción política, para ejercerla principalmente a través de los frentes, o partidos-
frente, pluriclasistas y bajo la concepción de que la llamada “burguesía nacional”
tenía un rol progresista y conductor de tales procesos. Así, ceñidos a los
preceptos de Earl Browder los comunistas solo cumplían el rol de clubes
ideológicos, renunciando a disputar la hegemonía del proceso de lucha y a la
vanguardia de la clase. La consigna levantada en aquellos años expresa
claramente la confusión existente: “¡Unidad nacional!”. Esta consigna presenta
de manera confusa el proceso de concentración y centralización capitalista que
sufrió México durante esa época, como un camino para la independencia y el
socialismo. Esta confusión condujo a los pactos obrero-industriales y a la
subordinación de la clase obrera y los comunistas a los intereses de clase de la
burguesía.
En México durante 13 años fue inexistente el partido comunista, pues todos los
partidos, grupos o corrientes en ese entonces renunciaron a ocupar tal lugar,
considerándolo inviable. Es necesario señalar que, como resultado de los
problemas en el PCM surgieron otras corrientes comunistas, organizaciones
revolucionarias que abrevaron en las ideas del marxismo-leninismo y que
lucharon consecuentemente por el socialismo. Es el caso de Arturo Gamiz y sus
compañeros, que fueron precursores en el deslinde con la ideología burguesa
de la Revolución Mexicana; es el caso también de Genaro Vázquez y Lucio
Cabañas. Su acción es no sólo un ejemplo, sino que nutre nuestra aspiración y
convicción de luchar por el futuro emancipador. También surgieron otros partidos
obreros, socialistas que en su actuar contribuyeron a difundir las ideas del
comunismo y la organización de los trabajadores, pero que también entraron en
una crisis ideológica y orgánica profunda en los años 90 del Siglo XX.
Así fue como en 1994 la necesidad de la existencia del partido comunista fue
retomada como tarea principal. Colocados frente al dilema de Hamlet, ser o no
ser, los comunistas de México respondimos: fuimos, somos y seremos
comunistas. Fuimos somos y seremos constructores del partido comunista.
Fuimos, somos y seremos organizadores pacientes y perseverantes del
derrocamiento del capitalismo e impulsores de la revolución socialista.
Sin embargo, también la experiencia nos mostraba que muchos de los preceptos
sobre los que se construyeron líneas estratégicas de la lucha, tanto en México
como en el mundo, ya no eran vigentes o habían sido errados. El mundo había
cambiado, afirmando principios fundamentales y defendiendo la experiencia
histórica que significó el triunfo de la revolución bolchevique y la construcción del
primer Estado proletario, pero también cuestionado muchos preceptos. Y así,
dimos los primeros pasos, acumulamos experiencia, esbozamos y formulamos
conceptos a partir de los problemas que nos plantea la realidad y a los cuales
fuimos dando contenido y forma en la medida que aparecían nuevos elementos,
nuevas situaciones, nuevos problemas. Avanzamos a pesar de todo.
Hay que reconocer, sin embargo, que cometimos errores, uno de ellos fue
considerar que tal objetivo sería alcanzado a través de la unidad de la izquierda
socialista. El reciente fracaso de la unidad con los compañeros del Partido de la
Revolución Socialista así lo prueba. Porque la unidad por la unidad obviaba el
factor principal sobre el que se funda el partido de nuevo tipo, que es la plena
unidad ideológica, política y orgánica. La construcción de un partido de nuevo
tipo no es un proceso mecánico, una mera suma de cuadros o una cuestión de
voluntarismo (aunque no negamos que para la construcción del partido es
necesaria la conjunción de las voluntades individuales unidas con las
aspiraciones y unidad ideológica de la clase). Hemos aprendido que la
construcción del instrumento de lucha del proletariado se da en el calor de la
lucha de clases a la que el partido no es ajeno, que el debate permanente sobre
los porqués y los cómos, sobre la estrategia y la táctica, tienen como premisa
una fuerte unidad ideológica. El viraje en la lucha de clases que implicó la
ofensiva capitalista sobre los trabajadores y el movimiento anticapitalista en
general, puso en prueba al partido, con una crisis orgánica que inicio en Octubre
del 2009 donde fue quedando claro que los compañeros desarrollaron su propia
política, con base en su propia estructura organizativa. No es este el momento
de la valoración definitiva, pero si reconocer que este aprendizaje refuerza la
necesidad del paso que estaba fijado como objetivo desde 1994.
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Afirmamos que el Estado mexicano y los partidos que cogobiernan este país
(PAN, PRI, PRD, PT, PVEM y Convergencia) son la expresión del poder de los
monopolios, que la llamada “burguesía nacional” no “entregó” los bienes bajo su
poder sino que lo que se dio fue una integración y una alianza entre capitales
monopolistas.
Por último afirmamos derivado de lo anterior que no procede una lucha por
relaciones capitalistas más justas y que la única salida de los acuerdos y alianzas
inter imperialistas es la ruptura con el capitalismo y la Revolución Socialista.
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A los cien años del estallido de la Revolución social de 1910, en homenaje a las
batallas precursoras del movimiento obrero, las huelgas de Cananea, Río
Blanco, en homenaje a los ejércitos campesinos de Emiliano Zapata y Francisco
Villa, a las masas populares constructoras de la Historia.