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El sedentarismo no convence.

Los adultos del siglo XXI se han revelado mucho más


activos que los de la generación anterior. La búsqueda de experiencias nuevas al aire libre
forma parte del retrato robot de los ciudadanos del siglo XXI. La aventura es necesaria para
romper con la rutina. Algunos la buscan en las excursiones o caminatas; otros apuestan
por deportes extremos que pongan a prueba sus agallas. Incluso los hay que pagan dinero
por enfrentarse a los problemas que debió encarar el mismísimo Robinson Crusoe. Un regalo
que sorprenderá al más intrépido de los aventureros es una estancia en una isla desierta. Hay
una empresa española, Docastaway, que organiza este tipo de viajes. No informan de la
ubicación de la isla hasta el último momento (para asegurarse de que sigan siendo
desiertas). Tienen en catálogo localizaciones en el Pacífico, el Mar Caribe y en aguas
cercanas a África. “Vendemos vacaciones en un completo aislamiento. Aunque quien quiera
puede convertirlas en estancias de supervivencia”, explica Álvaro Cerezo, fundador y director
general de la peculiar agencia de viajes. El precio mínimo, para una estancia de 15 días,
ronda los 2.000 euros, desplazamientos no incluidos. A partir de ahí, el interesado añade a
su paquete los extras que desee. Puede elegir dormir en el suelo, en una tienda de campaña,
en una cabaña de madera o incluso en una mansión de lujo. Como novedad, la agencia acaba
de incorporar a su portafolio dos islas (una en Indonesia y otra “en algún lugar del Pacífico”)
que, en palabras de Cerezo, son aptas para náufragos.

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