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Sobre la gerencia cultural en Venezuela.

Por: José Luis Pacheco Salazar.

Abundan las referencias, cursos, seminarios y toda suerte de reflexiones sobre


criterios de gerencia, promoción o gestión cultural como suele mimetizarse el
ejercicio de direccionar políticas y proyectos en el área cultural.

Siempre se revisan los recovecos de lo que sería un sistema de evaluación, tomado


como referencia siempre a los centros del poder hegemónico y por lo tanto con
pocas o ninguna alternativa de ser medianamente efectivos en nuestro contexto;
nuestra realidad de país periférico con un buen ingreso petrolero.

En los países centrales del sistema capitalista hegemónico, las cultura es parte de
la cultura de masas, esa enorme fábrica de sueños e ilusiones, de estilos de vida y
hasta de patrones de felicidad cada vez mas alienados, por esta fábrica de
ciudadanos.

Un ejemplo de ello es como se presentan espectáculos deficitarios en su relación


costo por ingreso de taquilla, financiados por mecenas de la llamada burbuja
financiera que de este modo pagan su prestigio y asenso social. Hoy cuando el
gobierno estadounidense tiene que enviar a su casa a 800.000 empleados
públicos, podemos ver que el Metropolitan Opera House de Nueva York mantiene
su extensa temporada de funciones diarias de opera por 8 meses con el concurso
de los artistas más rutilantes y costosos del planeta.

Mecanismos de direccionalidad en el pago de los impuestos contribuyen a este


proceso que permite a la oligarquía un rol filantrópico y mantener sus
descomunales ingresos en base a complejas triquiñuelas financieras.

Pero es el criterio transnacional y oligopólico lo fundamental en la relaciones con


las enormes empresas del espectáculo, que no solo hacen su negocio, sino que
bloquean cualquier actor emergente controlando los mecanismos de distribución y
mediante ello controlando sus precios. Presentaciones teatrales o espectáculos que
imponen una referencia estética, la producción discográfica y televisiva así como
su pariente; el video casero está condicionando el gusto y los patrones de
consumo del publico a nivel global. Con estos mecanismos, el capitalismo se hace
dueño de la difusión, de la visibilidad de las ilusiones y los sueños.
Una gestión cultural desde un país periférico debe tener en consideración esta
realidad y más si se plantea desde un proceso revolucionario.

No será una gestión “puertas adentro”, “domestica” la que impulsara el talento y


los saberes que conforman hoy nuestra identidad. Es necesario romper ese
bloqueo que representa la infraestructura de la dominación que son los
mecanismos de distribución de los productos y servicios culturales.

Una gestión cultural desde la periferia en revolución, debe proponerse dos


objetivos a plazo inmediato: medios materiales y ambiente propicio para la
creación.

Estos deben ser los parámetros y no otros, por los que deben evaluarse la
gerencia cultural.

Nuestros países siempre han tenido y tienen hoy, talento de relevancia global.
Pero los paramentaros que la cultura de masas les impuso los cooptaron y lo
seguirán haciendo directa o indirectamente si no se impulsan los correctivos en la
visibilización de nuestros artistas y sus esfuerzos, sus logros.

Todo el planeta mira hacia nosotros. Unos con desprecio, pero los más con
esperanza. A esos más nos debemos.

Una profunda revisión en el sistema tributario regresivo que todavía nos rige,
potenciar con decisión los medios de distribución de los bienes y servicios
culturales y el impulso decidido a las iniciativas de la creación son urgentes en
esta confrontación civilizatoria que hoy define al planeta.

Si bien el fantasma de un debate estético, largamente evadido, recorre el


continente con epicentro en este bello país caribeño, también la claridad de
objetivos y direccionalidad revolucionaria de la gerencia cultural está en
entredicho.

No será necesario convocar congresos o simposios, la cultura y su debate están


vivos, los creadores están ocupados en los suyo: creando. Solo hay que tener
presente, que en revolución todo se mueve y se transforma con inusitada
potencia, y lo más importante; todo es urgente.

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