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Miguel Ángel Molfino
(foto de Mauro Machuca)
Obras:
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Miguel Ángel Molfino
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A mi Madre, Noemí Esther Giannetti de Molfino, asesinada por
sicarios del Plan Cóndor.
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4 de abril de 1976,11:00 hs. PM, Buenos Aires.
—¿Querés un chicle?
—No.
—Ma qué franco, ma qué franco, chupamos (1) a dos por Villa
Martelli y cuando los estábamos acomodando en Capucha (2), los
pidió el ejército, me cago en Dió, y se los tuvimos que
llevar…Volví a las cuatro, cagado de frío, mojado hasta el ojete,
me cago en Dió… ¡relámpagos de mierda!
—…
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—Llegó y lo levantó en peso al Lobo Acosta… Los gritos se
escuchaban hasta en Ezeiza… Parece que se le quedó en la
máquina la hija del cónsul sueco…
—¿Y…?
—Hago tiro nocturno… Te digo que sirve para todo, hasta para…
—¡Shhh!
—¡Shhhh!
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—¡Afirmativo, Lobo! ¡Cambio!
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Horas antes.
—Hola Nona…
—¿Quién habla?
—No te escucho bien, nena, hablá más alto. Andan mal los
teléfonos, ¿Estás en la calle?
—Noo, ¿por?
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—Dale, nena, ¿qué querés que te prepare?
—Vos cuidate…
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junto a una ametralladora antiaérea puesta al ras, a la altura de un
hombre de estatura media.
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agarra el cagazo. ¿Estas servilletas?
—Voy a llegar medio tarde, como a las once. ¿Qué mirás, Nona?
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4 de abril de 1976, 20:00 hs. PM., Buenos Aires.
—El Lobo.
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4 de abril de 1976, 23:25 hs.PM, Buenos Aires.
—¿Qué?
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Agitado, con un libro en la mano, uno de los Timón 2 hizo una
entrada dramática en la sala.
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10 días después. Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
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rostro desencajado, desnudo y adelgazado por hambre. De la
cintura para abajo estaba sucio de su propia materia fecal. Parecía
tener un brote de varicela pero eran las huellas de los picanazos.
Mostraba una herida profunda en el vientre, de unos quince
centímetros de largo. Cada vez que respiraba, se hinchaba una
burbuja de sangre.
—…
—¡Sigan!
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Se acercó al oído de uno de ellos y murmuró
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ESMA, Sección Pecera (5). Mismo día.
Molina, Tony
Mateo, Fidel
Sessa, Ubaldo
Arce, Alina
Zucker, Aarón
Lauroni, Enzo
Almirón, Mónica
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Torrealba, Hugo Alberto
Lynch, Ernesto
Bellotti, Giussepe
Thompson, Herman
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entregó, ni a cuántos compañeros torturó y mató con sus propias
manos.
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Mismo día. ESMA, Avenida de la Felicidad.
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Empezaron a entrar a la Avenida de la Felicidad, encapuchados,
esposados a la espalda y arreados por marinos de civil, los nuevos
prisioneros. Uno venía perdiendo sangre.
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Mismo día. ESMA. Avenida de la Felicidad, Camarote 6.
—Te amo, siempre te voy a amar, Tony, por favor, vida mía,
hablá, hablá, por el amor de Dios –Gaby, llorando.
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Mismo día. ESMA. Diálogo entre dos guardias en capucha.
—¿Quiénes?
—¿Cómo, un loro?
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26 de abril de 1976. ESMA. Día de traslado. Madrugada.
Casino de oficiales.
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profunda del comedor decorado con cierto prusiano refinamiento.
Ella cantaba y los cubiertos de plata, al tocar la vajilla Limoges,
solían hendir el aire taciturno. Provocar esa humillación le
producía un raro placer al Lobo.
Eran las dos de la mañana y repasaba una y otra vez la lista de los
prisioneros que serían arrojados al mar esa misma madrugada.
Tomó una birome y agregó un nombre: Rizzi, Gabriela. Se detuvo
unos segundos jugando con la birome y como si lo divirtiera,
anotó entre paréntesis (Caperucita) y sonrió. Se echó hacia atrás
como quien aprecia una pintura y juntando las manos hizo tronar
sus dedos. Prendió un cigarrillo y llamó a su ayudante que hacía
guardia en la puerta. Le pidió que retirara los restos de la cena.
Había empezado a oír los movimientos y los ruidos metálicos que
despertaban para iniciar el traslado.
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26 de abril de 1976. 4:45 AM. Brigada Aérea del Palomar,
Buenos Aires.
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A medida que los bajaban, los introducían a un microbús y los
sentaban como si fueran muñecos. Vestida con un pijama de
hombre, Gaby fue acomodada de un golpe y se zarandeó hacia
adelante. Al hamacarse, dopada como estaba, alcanzó a ver a su
abuela dormida y babeante, amarrada a tres asientos del suyo.
Gaby quiso llamarla, nombrarla, pero no podía pronunciar más
que ruidos guturales. Imaginó que todo sería muy diferente
cuando las alojaran en el penal de Rawson, como le habían dicho.
Se sintió aliviada. No sabía que su Nona había estado cautiva
todo ese tiempo Su alivio nacía de la convicción de que dejaban,
atrás y para siempre, la Escuela de Mecánica de la Armada.
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Minutos después. En vuelo.
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Al abrirse, los vientos helados de altura inundaron el interior del
fuselaje. El Ángel Artiz levantó su mano derecha y mostró los
cinco dedos a un grupo de marinos que ya se encontraban junto a
la pila de los cuerpos drogados.
—Chau, Caperucita…
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NOTAS:
(5) La Pecera era una serie de pequeñas oficinas, unidas por un pasillo
central. Allí se hallaba el archivo de prensa y la biblioteca. En ese lugar
«trabajaban» los detenidos-desaparecidos que, por diferentes razones
(colaboración, profesión, etc.) sobrevivían lejos de las amenazas de traslados
o vuelos de la muerte.
(6) Pentotal: es una droga derivada del Acido Barbitúrico. Es una sustancia
hipnótica que también fue utilizada en los interrogatorios de los detenidos, ya
que actúa deprimiendo la actividad superior cortical, lo cual anula la voluntad
y deja fluir la «verdad» que oculta un individuo. Los represores marinos lo
llamaban pentonaval.
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