Cualquier cosa se puede afirmar del régimen de Nicolás Maduro, menos
que es democrático. Quizá esto suene a perogrullada, pero hay personas que se empeñan en afirmar lo contrario: que Maduro es el único líder que puede resolver los problemas frente a la agresión extranjera, que este desastre es culpa de la guerra económica, que la justicia social significa entregar bolsas de comida a los ciudadanos y que la protesta ciudadana son actos terroristas de la derecha apátrida los cuales han de ser reprimidos con la dureza correspondiente. Asombraría escuchar ese discurso si ya no se supiera que tales afirmaciones son propias de las dictaduras, sean del cuño que fuere. Se trata siempre de discursos huecos, sin sentido, carentes de la más mínima coherencia, carentes de imaginación. Son frases calcadas de otros dictadores, quienes a su vez las copiaron de tiranos anteriores. Así, lejos de asombrarnos por la convocatoria a la constituyente comunal, leemos el mismo guión del dictador chileno Augusto Pinochet en la convocatoria de Maduro. Mismo libreto para diferentes dictadores. Repasemos la Historia. El 1ro. de mayo de este año, Nicolás Maduro convoca espuriamente una Asamblea Nacional Constituyente. Bajo el falso argumento de usar la facultad que (no) le confiere el artículo 348 de la Constitución Nacional, aduce entre otras razones para dicha convocatoria “…garantizar la preservación de la paz del país ante las circunstancias sociales, políticas y económicas actuales, en las que severas amenazas internas y externas de factores antidemocráticos y de marcada postura antipatria(sic) se ciernen sobre su orden constitucional...” Es curioso cómo Maduro empieza a seguirle los pasos a Pinochet pues ¿qué hizo el dictador chileno una vez que masacró a la oposición democrática en su país? Adivinó usted mi querido lector: convocar a un plebiscito el 04 de enero de 1978, con el falso pretexto de la agresión foránea. El texto exacto de la consulta decía: “Frente a la agresión internacional desatada en contra de nuestra Patria, respaldo al Presidente Pinochet en su defensa de la dignidad de Chile, y reafirmo la legitimidad del Gobierno de la República para encabezar soberanamente el proceso de institucionalidad del país.” Como todo proceso plebiscitario la respuesta era Sí o No. Demás está hablar de los resultados fraudulentos de esa votación. Al igual que Pinochet, Maduro apela también al uso de tribunales militares para procesar a la dirigencia política de la oposición. Luego del golpe de estado contra el Presidente Allende, el dictador Pinochet se dedicó a perseguir, secuestrar, encarcelar, torturar y encarcelar a miles de chilenos. También fueron perseguidos en aquel entonces alcaldes, rectores de universidades, diputados y senadores, periodistas, académicos, escritores, sacerdotes, estudiantes y artistas. Asimismo fueron perseguidos amas de casa, obreros, agricultores, indígenas, adolescentes, niños menores de trece años (sí, leyó usted bien, niños). La dictadura chilena, según el Informe de la Comisión Chilena de Verdad y Reconciliación de marzo de 1991, conocido también como el Informe Retting, encarceló a cerca del 3% de la población, aproximadamente doscientas cincuenta mil personas. Bajo la excusa de reprimir a los enemigos del Estado y de la Patria, amparándose en un permanente estado de excepción, los militares chilenos masacraron infamemente a su propio pueblo. ¿Qué hace Maduro entonces? Cual émulo de Pinochet, empieza decretando un estado de excepción. Luego suspende tácitamente las garantías constitucionales como el debido proceso, el libre tránsito, el derecho a manifestar, el derecho a la libertad de pensamiento, la libertad de prensa, la propiedad privada, las elecciones democráticas. Acto seguido empieza a reprimir con sangre y fuego el descontento de los venezolanos. Finalmente ordena que los prisioneros políticos secuestrados sean juzgados por tribunales militares. Lo único que falta es que a los venezolanos detenidos los juzguen sumariamente en el estadio de fútbol, tal y como lo hizo Pinochet en el Estadio Nacional de Santiago. Muertos, heridos, desaparecidos, detenidos, reprimidos, censurados. El balance del régimen de Maduro es cada vez peor. Su forma de aferrarse al poder tiene cada vez más similitud con las actuaciones de una pandilla criminal que la de un gobierno legal. Por allí rueda un video en el cual se oye a un general que quiere ordenar el asesinato civiles a manos de francotiradores de las fuerzas armadas. Otra grabación evidencia a un gobernador de un estado fronterizo ordenando a bandas paramilitares a masacrar civiles. Miles de gráficas muestran a policías, guardias nacionales, paramilitares infiltrados en su tarea de masacrar a la ciudadanía desarmada. El fantasma de Pinochet se cierne sobre la república. El viejo dictador parece que aconseja a Maduro en las horas postreras de su reinado. Ya la careta democrática hace rato se la quitó este gobierno protervo. Mostrando su faz desfigurada, la dictadura no termina de desplegar su aparato de odio y muerte gracias a un pueblo decidido a mantener su libertad. Pronto Nicolás Maduro pasará a engrosar la lista de tiranos que fueron derrocados por su propio pueblo. Que nadie se llame a engaños. Bajo un manto de legalidad, los tiranos necesitaron afianzarse en el poder apelando a la fuerza de las armas y del terror. Maduro no es la excepción. Solamente que su tiempo ya está cumplido y a pesar de las amenazas de muerte y cárcel, de juicios militares sumarios, de desesperanza y desolación, el fantasma de Pinochet en Venezuela jamás podrá hacernos flaquear en nuestra lucha. Como diría el poeta Víctor Jara: “Caminando, caminando / voy buscando Libertad”.
Prof. Lenin Eduardo Guerra Mérida, 21 de mayo de 2017
Departamento de Políticas Públicas Universidad de Los Andes-Venezuela leninguerra@gmail.com / Twitter: @guerra_lenin