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A LA
SOCIOLOGIA
EL MALL – LA CATEDRAL
DEL CONSUMO
Antonio Zuñiga
Eduardo Luco
Profesora:
Milena Morales
ENSAYO FINAL
I. INTRODUCCIÓN
V. NOTAS DE CAMPO
VI. BIBLIOGRAFÍA
I.INTRODUCCIÓN
En el presente documento nos hemos propuesto exponer el consumo como una parte
fundamental de la Era Capitalista, entendiendo dicho modelo económico a la luz del lenguaje
religioso, en tanto que postulamos a éste como una nueva religión, por consiguiente, usando
un lenguaje figurado discutiremos acerca de las implicancias que el consumo trae para los
espacios, los sujetos y la sociedad. Es así que entendemos al consumo como la práctica por
excelencia de esta nueva fe, lo exponemos como la práctica que define al ser neoliberal, al
hijo o hija de este tiempo.
El Mall es así la catedral del consumo, donde trabajan muchos monaguillos, que
guiarán a los fieles a la experiencia religiosa por excelencia, al éxtasis del consumo. Mientras
tanto, los altos cargos religiosos están lejos del público, ocultos a las profanas miradas, pero
a su vez, no desconectados de todo lo que allí ocurre. Estos tienen un control omnipresente.
Es así como nada de lo que se ve dentro de la fastuosa construcción está puesto por azar, sino
que hay mensajes en cada parte y tras cada producto. Los espacios son amplios, hay mucha
luz, todo es bello y limpio, ofrece una sensación de confort que atrapa a quienes entran, de
manera que no se vayan sin haber experimentado lo divino del consumo, y por supuesto, que
no se vayan sin antes dejar su bien apreciada ofrenda.
El cuerpo ha sido utilizado como una herramienta en este culto al consumo. A menudo
la oferta divina es proclamada por expresiones artístico-religiosas que exhiben el cuerpo
como un icono que represente o modele, consciente o inconscientemente, las aspiraciones
del peregrino visitante, el cual, no escatimara esfuerzo en transformarse en la imagen misma
de lo sagrado que ha sido presentado ante sus ojos.
¿Qué nos dice “el cuerpo” exhibido en las diversas iconografías publicitarias? Lejos
de la realidad social, cultural, etaria, o étnica de un determinado grupo, lo que ofrece es un
canon de estética corporal idealista, que ha sido construido para que la sociedad se vea en
ella. Sus aspiraciones o validaciones, no son vistas jamás en el terreno de lo profano, sino,
en el de lo sagrado. Nadie puede decir que no se puede comprar, aunque no se tengan los
medios para ello, porque el culto lo ha previsto de antemano. Ha ideado altruistamente un
sistema crediticio para que nadie deje de obtener lo divino. El precio es lo de menos, lo
importante es que todos los que llegan puedan consumir del altar, sin reparar jamás que el
destino de sus almas está escrito en letra chica.
En los diferentes ritos de consumo que pueden apreciarse en el Mall, se puede ver
como los cuerpos de los fieles reflejan diferencias en forma, talla, color, entre otros muchos
aspectos. No obstante a esto, el mercado ha construido una idea de “cuerpo” que tiende a la
homogeneización de la feligresía. Y en esta ilusión el devoto no se detiene, porque su deseo
compulsivo por obtener la imagen presentada ha sido exacerbado subjetivamente por la
publicidad. (M. E. Tijoux, “El teatro de los cuerpos”)
Pero paradójicamente a esto, el cuerpo del trabajador es claramente objeto de
violencia en la explotación y apropiación capitalista, cuál sacerdotes o sacerdotisas al servicio
del culto y sus intereses. Los cuerpos de los trabajadores no son los protagonistas últimos de
culto al consumo. Ellos solo son los que ayudan a los conversos a iniciarse en las realidades
mistéricas del consumo. Son meras piezas de este juego, fácilmente enrocables o sustituidas
por otras. Es así, como la catedral del consumo está hecha para el cuerpo del iniciado no para
el del iniciador. Los amplios e iluminados atrios del consumo fabricados para acoger a los
cuerpos de los consumidores, se contraponen violentamente con los inhóspitos y lúgubres
espacios que violentan los cuerpos de los trabajadores. (M. E. Tijoux, “El teatro de los
cuerpos”)
De lo anterior, podemos deducir que esta construcción social del consumo ha sido
premeditada desde su inicio. La naturaleza del hombre no es el consumo por consumo, sino
que el consumo para satisfacer necesidades. Pero este modelo de consumo, donde el Mall es
una de sus mejores expresiones, ha manipulado la idea de necesidad, llevando así al hombre
a la vorágine de obtener compulsivamente, sin advertir que su deseo de consumo finalmente
lo consume. Ya no se ve el consumo como un medio, sino como un fin. No se advierte la
realidad de cada uno, sino que se cae en el espejismo que produce el Mall. Los sentidos se
ven alterados, unos se aletargan, otros se excitan de sobremanera, de modo que la realidad
pasa a segundo plano, lo que predomina es obtener lo que he descubierto que necesito.
V. NOTAS DE CAMPO
-mucha luz
-espacios amplios
-pisos limpios
-belleza
-aromas
-convergen personas de
diferentes sectores sociales.
-temperatura agradable
-techos altos
-ruido
-música
*Mall H&M
-mejores aromas
-estética detallista
-lujo
-mercancías ordenadas
-menor cantidad de gente
-espacios mucho más amplios
-iluminación envolvente
-luz cálida
*Mall Marina Arauco
*Patio comida
-gente comparte
-gente sonriente
-personal solas comiendo
-personas con mercancías
-personas sin mercancías
-música
VI. BIBLIOGRAFÍA